lunes, 30 de abril de 2012

Saltos hacia atrás (II)

Durante el trayecto hasta la parte septentrional de la cúpula, Omega trató de averiguar qué misión le habrían encomendado. 1885... Esa fecha le sonaba de algo, pero no sabía de qué. Cuando llegó a la zona de estudio de la Comisión, Épsilon ya la esperaba. Llevaba una mochila como la de ella, y mono azul de viajes temporales, el reglamentario. Omega se alegró de haberlo metido en la mochila antes de haber salido de casa: estaban hechos a medida para que la ilusión óptica que consistía en que parecía que llevaban el vestuario adecuado a la época fuera todo lo creíble posible, y ponerse a buscar uno nuevo les retrasaría muchísimo. Épsilon la saludó con un movimiento de cabeza, y juntos enfilaron el largo pasillo a la cámara de los viajes. Allí, primero, los tele transportarían al lugar en el que aparecerían, y luego, al tiempo. Colocaron a Omega en un sillón con un alfiler que le atravesaría la nuca e implantaría la información útil en el cerebro, y encendieron la máquina. Mientras los conocimientos de Omega iban aumentando, así lo hacía la energía de la máquina. Cuando esta estuvo lista, Épsilon y ella entraron en el aparato, que, con un destello de luz, los trasladó a otra exactamente igual… pero en la zona central de Europa.
 -¿Dónde…?-empezó Omega, pero Épsilon se le adelantó.
-Alemania.
Ella frunció el ceño, él intercambió unas palabras con los guardias, les enseñó unas órdenes y les dijo la fecha en la que debían aparecer. Omega asomó la cabeza fuera de la máquina, parecida a un tubo gigante, justo para ver a Épsilon reírse ante la ocurrencia de una alemana de ojos azules (cómo no). Él se giró y se metió en la cápsula con ella. Cerró la puerta, ambos se pusieron las gafas y se dieron la mano, pues saltar en el tiempo era muy incómodo en cuanto al aterrizaje se refería. Rara vez dos compañeros no caían uno encima del otro si no estaban tocándose. Para sorpresa de Omega, aterrizaron en una calle muy concurrida. Épsilon se dirigió a un bar, arrastrándola a ella detrás. Ya dentro, se sentaron en una mesa cercana a la puerta y pidieron dos cafés. Omega no apartaba la vista de su compañero.
-¿No me vas a decir nada? Me han traído al siglo XIX después de hacerme un estúpido interrogatorio, creo que merezco información, dado que soy “una de las mejores agentes de la Comisión”-dijo, en tono de burla, imitando a su jefe.
 -Los de la Mejora Histórica aparecerán por aquí y trataran de cambiar el curso.
 -Oh, ¿de veras? No se me había ocurrido-la CPTH fue creada después de la Organización de Mejora Histórica, que pretendía eliminar todos los momentos de la historia de la raza humana que tuvieran alguna relación con la violencia. En opinión de la CPTH, esa idea era una de las peores de la humanidad, pues, según un proverbio que no paraban de repetir en la Comisión, “el pueblo que olvida una historia está condenado a repetirla”. Omega iba a protestar cuando dos mujeres altas entraron en el bar, se sentaron en la barra y se ajustaron sus abrigos. Épsilon tenía su atención centrada en ellas.
-Tenemos que protegerlas.
 -¿Quiénes son?
-Gente importante.
 -No lo parece-nadie en el bar miraba a las mujeres.
-Eso es porque aún no lo son.
 Omega no rechistó. Dio un sorbo a su café e inspeccionó la sala: fue analizando mentalmente las caras hasta que se encontró con una familiar. Una que había matado en varias ocasiones. Ómicron. La mujer pelirroja que había intentado desencarcelar a la realeza francesa en un siglo antes de donde ahora se encontraban, la mujer que había intentado que los aviones con la bomba atómica que explotaría en Hiroshima no despegasen. Omega no podía creérselo. Parecía que la Comisión sabía que ella iría, y consideraron que, por tanto, Omega debería hacerla fracasar. Otra vez. Ómicron también la vio, y, con aire retador, alzó su copa y brindó hacia ella. Omega clavó las uñas en la mesa, pero Épsilon no se inmutó.
-No tienes que hacer nada.
-Tendré que matarla. Si está aquí, es por algo. Tendré que matarla. Épsilon se puso tieso cuando la puerta del bar se abrió y entraron cuatro hombres. Estos fueron a la barra y se colocaron en el otro extremo de donde estaban las mujeres. El bar no estaba especialmente abarrotado, por lo que Omega pudo ver también cómo Ómicron se ponía tensa. Miró a su compañero.
 -¿Qué narices pasa?-casi chilló ella al ver el comportamiento de los dos.
 -Ese hombre-dijo señalando a uno de los caballeros que acababan de entrar- y esa mujer-señaló discretamente a la dama que charlaba con su amiga fumando un cigarro, ajena a todo-deben conocerse. Ómicron está aquí para impedirlo.
-¿Cómo?
 -Supongo que hablando con el hombre, sería lo más lógico. Ahora ve a distraerla-la apuró, al ver que su rival se levantaba de la silla. Rápidamente Omega se levantó y fingió alegría.
 -¡Olly, querida! ¡Hacía tantísimo tiempo que no te veía! ¡Dios, estás preciosa!-le dijo a una de sus mayores enemigas, y, tras darle un abrazo, le clavó en la espalda una pequeña navaja con un temporizador. La navaja, programada para un minuto y medio, haría que Ómicron se largara del bar para después, en un callejón, mandarla a su época. Había tenido suerte esta vez: la OMH no le había dado una armadura. Sonrió.
 -Maldita seas, Omega-le susurró la otra, agarrándole el pelo y tratando de clavarle un objeto similar a ella. No lo consiguió. La navaja comenzó a trabajar y Ómicron se vio arrastrada por sus propias piernas al exterior.
 -Detesto tener que dejarte, querida. Mi esposo me espera-dijo esta abriendo la puerta. Le lanzó un beso y desapareció. Vio que Épsilon se levantaba, apuraba los cafés y la instaba a marcharse. Ya en la calle, Omega explotó:
-¿¡DE VERDAD ME HAS TRAÍDO A UN PASADO DE HACE MIL AÑOS PARA QUE DOS PERSONAS SE CONOZCAN?! ¡Por favor, pensé que la Comisión tenía cosas más importantes que hacer que cuidar del suicidio de Romeo y Julieta!-comenzó a gritar ella, pero Épsilon atravesó sus ojos marrón chocolate con los suyos largo rato.
-¿Quieres saber sus nombre?
 -No.
 -Klara Pölzl y Alois Hitler.
 Omega se quedó de piedra. ¿Hitler? ¿Acababa de ayudar a que los padres del mayor asesino de todos los tiempos se conocieran? Se sintió utilizada. Sabía que ese hombre había exterminado a casi toda su familia, hacía años, sí, pero eran su familia. Y acababa de ayudar a crearlo. Una gran culpabilidad la embargó, y estuvo cerca de comprender a los de la OMH. Pero no dijo nada, estaba acostumbrada a aquel sentimiento de revoltura en el estómago cada vez que cumplía su misión y pensaba en qué habría pasado si ella no lo hubiera hecho. Tal vez se hubieran salvado vidas. En aquel momento estaba segura de que sí. Entonces, la frase insignia de la Comisión atravesó su cabeza. El pueblo que olvida su historia, está condenado a repetirla. “Bueno” dijo para sí, tratando de consolarse “tal vez hayan hecho lo correcto. Al fin y al cabo, mi abuela ya lo decía: más vale lo malo conocido, que lo bueno por conocer”. Pero la sensación de culpabilidad y asco no la abandonó hasta un par de semanas después.

jueves, 26 de abril de 2012

Gonzalo Barbasuave Moure

- La gente se piensa que por hacer la lista de la compra o escribir un mensaje ya es escritora, y no. Es como si tú pones un dedo en el piano, o los diez, me da igual, suena algo y dices que eres pianista. Eso suena porque sí, pero tú no eres pianista. ¿O tú lo eres?
-Sí, yo sí...
-Me pareció, lo vi en tus ojos. Vaya, entonces me fastidiaste la comparación.
-Pero no sé con el violín, si te sirve el violín utilízalo.
-Ah, bueno, pues el violín entonces. Tú puedes cogerlo y ponerte a rasgarlo, pero eso sonará como tirarle de la cola a un gato. Lo sé porque yo lo hice una vez.
[...]
-¿En qué curso estás, pianista?
-Llegué hasta 4º de la Royal, pero ahora lo tengo un poco abandonado...
-Pero lo disfrutas, ¿no?
-Sí, sí que lo disfruto.
-Entonces, eso es lo importante.
<3
Si digo, una palabra, una cualquiera, no sé... Madre. Ahora mismo he hecho magia. Con decir una sola palabra, he traído las madres de todos vosotros hasta aquí, han aparecido en vuestra mente, ¿o no? Por eso, con una simple palabra, puedo haceros transmitir una idea, un sentimiento, una persona o una cosa.

martes, 17 de abril de 2012

Sorry for party rockin.

Cuando quieras, señor Tomlinson.

The Host.

Oh, qué más puedo hacer que darte las gracias, querida Stephenie. Gracias por crear esa magnífica saga, gracias por darme a mis hermanas Lauties, gracias por darme un ídolo al que admirar. Gracias por haberme mantenido 4 días leyendo tus 4 primeros libros.
Prometo recompensarte por todo yendo a tus estrenos.

domingo, 15 de abril de 2012

ENDQMQ.

-Estaba... estaba pensando en ti.-Sofia continuó con su silencio-. Estaba pensando en cómo te he echado de menos. Pero no durante estos últimos días. Sino siempre. Estaba pensando en que podríamos ser felices, en lo bonito que sería ser una pareja cualquiera, incluso aburrirnos en el sofá, mano sobre mano, delante de la tele. Estaba pensando en lo bonito que sería discutir, decidir dónde ir de vacaciones, quizá no ponernos de acuerdo. Y en lo bonito que sería dejarte ganar...O no.-Sofia sonrió. tancredi la vio desde lejos y continuó.-:Estaba pensando en que tenías razón.[...] He perdido mucho tiempo. Para mí siempre ha sido muy difícil, pero al final he tenido la suerte... Te he oído tocar. Pero lo más importante es que tengo ganas de amarte a ti.

Esta noche dime que me quieres.

-¿Te apetece darte un baño?
-Pero ese tiburón...
-Es un decorado, no hay ningún peligro. El único riesgo soy yo.
-Pues entonces no tengo miedo.-Sofia dejó caer el vestido al suelo. A continuación se quitó el sujetador y, al final, las bragas. Tancredi se quedó mirándola. Allí estaba, completamente desnuda delante de él, perfecta. Estaba de perfil, a contraluz se dibujaban los rizos de su pubis. Volvió la cabeza y lo miró. En la oscuridad divisó sus dientes blancos, una sonrisa-. No me mires.
Sofia bajó los escalones de la piscina; el agua estaba caliente. Después se zambulló hacia delante. Recorrió unos metros por debajo del agua y emergió más adelante. Estaba como suspendida encima de aquel azul infinito. Debajo, separados de ella por el gran cristal, pasaban infinita variedad de peces. Sofia miró hacia el fondo. Era una sensación rarísima. Ella estaba inmersa en la oscuridad, como escondida, y allí abajo, iluminados por los focos, había mantas, peces de todas clases, grandes paredes de coral rojo.
Tancredi se desnudó y se zambulló también en la piscina. Poco después estaba junto a ella. Sofia le sonrió.
[...]-¿Te gusta?
-Es increíble. ¿Cómo se te ocurrió?
-No lo sé, siempre lo había pensado pero no creía que pudiera hacerse. Un ingeniero me convenció de lo contrario. Me dijo: "Si lo has soñado, entonces es que es posible".
-Es una bonita filosofía.
-Sí, pero no sirve para todo.
En sus palabras había una extraña tristeza, pero, antes de que Sofia pudiera preguntar nada, Tancredi se le acercó. Estaban en una esquina de la piscina, cerca del mar abierto. Bajo ellos había un largo asiento de cristal. Tancredi la cogió por las caderas, la atrajo hacia sí y volvió a besarla. Sus piernas se rozaron. Le acarició un seno. Sintió su pezó, pequeño pero turgente, y fue descendiento lentamente. Sofia abrió las piernas para dejarlo bajar un poco más. Empezó a acariciarla lentamente, la sintió temblar, se excitaba cda vez más por el contacto con sus dedos. Entonces Sofia también empezó a acariciarlo. Notó los músculos de sus brazos, su pecho fubroso, fuerte, el vientra plano, los abdominales. Bajó un poco más y lo encontró listo, excitado, duro. Continuó acariciándolo. En poco tiempo, sus besos se transformaron e suspiros más fuertes, apasionados. Tancredi se puso encima de ella, le separó las piernas y, poco a poco, dulcemente, la penetró. Ella le rodeó la cintura con las piernas y se apoyó con los codos en el borde de la piscina mientras él se sostenía sobre sus piernas y empujaba dentro de ella, cada vez más adentro, con fuerza pero sin prisa. Por primera vez desde que estaba con Andrea, había otro hombre. Y lo sentía moverse encima de ella, dentro de ella, le apretaba las piernas, le hundía los dedos en la espalda, más abajo, aún más abajo, sobre los glúteos, sobre aquellos músculos fuertes que se contraían y empujaban mientras le daban placer.
Sofía dejó caer la cabeza hacia atrás, sus pechos afloraban por encima del agua, iluminados por la luz de la luna. Tancredi le besaba los pezones mientras seguía presionando. Entonces le puso las manos bajo los muslos, se los apretó con fuerza mientras seguía besándole los senos, el cuello, la boca. Sofia gemía cada vez más, completamente abandonada, llevada por la pasión, sintiéndolo dentro de ella, cada vez más fuerte, con el mismo ritmo, incansable. Al final, no pudo más.
-Estoy a punto.-Al oír aquellas palabras, él terminó a la vez que ella.
(Para que luego digan que leer es aburrido ;D)

Esta noche dime que me quieres.

Sofia rió.
-¿A nosotros dos? Pero si nosotros no somos nada.
-No es cierto.-Tancredi se había puesto serio-. Cada vez que conoces a alguien, tu vida cambia y, tanto si te gusta como si no, nosotros nos hemos encontrado; yo he entrado en tu vida y tú en la mía, como esa música de la iglesia y tus manos tocando en la penumbra mientras tenías los ojos cerrados...[...] ¿Qué era?
-Bach, La pasión según San Mateo.
-Ah, perfecto, es una pieza que no había oído nunca [...]. ¿No crees que puede significar algo?
-Sí, que deberías conocer a algún compositor más.

Chicas que lloráis con Titanic.

Por favor, POR FAVOR OS LO PIDO. No os pongáis ya a gritar en cuando veáis el iceberg, coño ya.

viernes, 13 de abril de 2012

Dan; 20.

Me acuerdo de cuando te reías de la obsesión que tenía por mi agenda, porque lo apuntaba todo, absolutamente todo. No hay fecha mínimamente importante que yo no tenga clasificada. Ahora la que me río soy yo, si no fuera por mi obsesión, no me habría acordado de tu cumple, o me habría acordado tarde. Felices 20, corazón, que se dicen pronto. Todavía me acuerdo de la primera vez que hablé contigo, sí, lo llamo hablar. Aunque pegar voces es más adecuado. Al principio no nos caímos muy bien, pero poco a poco fuimos confraternizando.(Si estuvieras leyendo esto ya habrías empezado a sonreír como un imbécil y ese cerebro minúsculo tuyo se pondría a chillar: QUIERE FOLLARME.) Hombre, hijo, feo no eres (te lo concedo, subnormal, estás bastante bueno) pero eres un hermano para mí. Eras. Eres. El caso es que un día como hoy, un 13 de Abril, naciste tu. Y todos los genios del mundo se suicidaron ante tanta subnormalidad en un espacio tan reducido. Es coña (en realidad,no). Pero una cosa sí esta clara: no puedo dejar de agradecerle al karma, Universo, destino o como cada cual lo llame por haberme cruzado en la vida de una persona tan genial (hostias, ahora que lo pienso, Niall de OD es como tú, en plan ojos y divertido). Las noches que pasé riéndome contigo no me las quitará nadie, las tonterías que decías superaban cualquier expectativa que tuviéramos de ti.
+De mayor quiero ser como tú, Eri.
-¿Sí? Por qué?
+ Qué tetas tienes. - y te largabas a medio correr.
-Sí, bueno, en realidad me parece fantástica la jugada que han hecho estos magníficos ejemplares de la raza humana-revolvías tu café/té y dabas un pequeño sorbo, con el meñique hacia el aire. - Me siento francamente orgulloso de compartir especie con ellos-te dabas la vuelta y mirabas a Tani-. Milady, me veo en la obligación de felicitaros por este exquisito té. Bravo. -y luego mirabas a Tay- Y a usted, caballero, ¿qué le han parecido las afrentas del conde y el duque por lady ... - Y media hora mas hablando asi. ¿Y tú te haces llamar Americano puro? JA.De raza le viene al galgo.
+Dan, que soy virgen...
-(Cortándola) Bueno, yo también empecé así.
Te reias como un condenado, todavía oigo tu risa por ahí a veces, cuando está todo en silencio. Y me acuerdo de los tres puteándote:
-Cierra la boca, Daniel.
+ QUE NO ME LLAMES DANIEL.
- Pero es que te llamas así.
+ Vale, pues yo te voy a llamar por tu nombre completo: RETRASADA DE MIS COJONES.
-Pero Dan...
+ AH AH CLARO, ¿CUANDO SACO NOMBRES SOY DAN NO? PUES TE VAS CALLANDO, RETRASADA DE MIS COJONES.
Datos para el lector: me estuvo llamando asi una semana, hasta que lo llamé Nick Jonas(su segundo nombre es Nicholas). Entonces, no me habló en otras dos.
Muchos son los momentos que pasé contigo, contigo podía decir hasta la cosa mas dura, me hacías creer en mí de un modo que nadie podía. Gracias Dan. Por todo. Por existir, por haber sido tu amiga, por haberme enseñado a luchar en todos los sentidos.
Felices 20, azulito. Y recuerda: somos buenos, buenos siendo unos cabrones. Tu tendrás tres ases en la mano, pero yo tengo cinco por mano.
Te quiero<3 Porfa, no me olvides.
Yo no lo haré.

jueves, 12 de abril de 2012

Taydream esta noche.

Sería específica, pero entonces este blog sería para mayores de 25 años. Ya me entiendes, cuando Taylor Lautner está de por medio, no hay mucho control. Solo diré una cosa: me lo pasé muy bien. Y pensad mal, porque acertaréis.
Gracias, Morfeo, por haberme dado ese sueño.
Gracias, karma, por haberme hecho vivir eso a cambio de lo que estoy pasando. Puedes putearme cuando quieras si esta va a ser la recompensa.

sábado, 7 de abril de 2012

Saltos hacia atrás.

Lo primero que hizo Omega después de leer el mensaje que la citaba en el despacho de sus jefes fue maldecir por lo bajo. Recogió su mochila negra, se ató el pelo en una cola de caballo y se apresuró hacia el centro vital de la CPTH, la Comisión para la Protección del Tiempo y la Historia.
Detestaba el secretismo, como todos los agentes de la Comisión, aunque rara vez debían soportarlo: muchas de sus misiones eran cuestiones tan triviales que no merecían siquiera la reunión de los agentes con sus superiores, simplemente con sus compañeros de viaje. Normalmente eran mensajes cortos, con un nombre, un lugar y una fecha. El nombre y el lugar rara vez cambiaban, sin embargo, las fechas eran tan diferentes entre sí que casi siempre tenían que apuntarla junto con el código del mensaje para que las máquinas con las que trabajaban funcionasen. Omega recordó el largo código que había tenido que introducir solo para viajar al año 1793 para asegurarse de que la reina María Antonieta fuese ejecutada. Aunque, por supuesto, tuvo que desplazarse desde el norte de España hasta París, algo que sin duda hubiera preferido hacer en el pasado, y no en su presente.
Se introdujo en su aerodeslizador, con la forma de una cápsula de cristal y suelo de acero, e introdujo la dirección a la que quería ir. Se arrellanó en el asiento con las piernas estiradas y fue descartando las posibles misiones que se le ocurrían. ¿Independencia de aquel país que después se llamaría Estados Unidos? No, demasiado lejos. Le harían ir primero hacia el continente americano, de eso estaba segura. ¿Asegurarse de aquel pintor llamado Goya realmente retrataba el país de la época? No, Gamma se había ocupado ya de ello. Suspiró: aquello de no tener idea de lo que podía ser la incomodaba.
Cuando por fin llego, empujó la parte acristalada de su vehículo hacia arriba, y antes de que esta abriera en lo máximo saltó al exterior. Entró apresuradamente en la gran cúpula de cristal, su lugar de trabajo, y saludó a los guardias. Observó las gigantescas pantallas de televisión de las paredes, cada una tenía los informativos en diferentes idiomas, algunas fechas variaban en horas e incluso en el día, tal era el caso de los informativos neozelandeses, pero todas mostraban el mismo mes y año: mayo de 2958.
Vio que un ascensor abría las puertas en un extremo del gran vestíbulo, así que corrió en dirección a él. Sonrió a los compañeros con los que compartiría elevación, miró su reloj y gruñó por lo bajo. Los demás sonrieron: todos sabían lo que era trabajar con prisas.
Después de una eternidad, el ascensor se detuvo en su planta, y Omega salió con paso firme. Miró a la secretaria, afanada en limarse las uñas (los ancianos decían que había cosas que nunca cambiarían), y carraspeó. La mujer levantó la vista sobre sus gafas y le hizo un gesto para que entrara en el despacho.
Omega ni siquiera llamó a la puerta, simplemente entró y se acercó a la mesa del director de su sección en la CPTH.
-¿Quería verme, señor?
Un hombre de espaldas anchas embutido en un traje completamente negro hizo un gesto con la mano para que Omega se sentara. Y esta obedeció.
-¿Tienes idea de por qué has venido hoy?
-Dudo que haya llevado mis tareas de un modo incorrecto, jefe.
El hombre rió sin ganas y se dio la vuelta. Atravesó a Omega con unos ojos bondadosos, que nada tenían que ver con su aspecto corporal.
-Doy fe de que no ha sido así, Omega. Al contrario, estás aquí precisamente por eso, porque eres una de mis agentes más eficientes, y eso es precisamente lo que necesitamos en esta misión: eficiencia-se sentó en su escritorio enfrente de ella, desplazó su ordenador portátil a un lado y luego comprobó algo en su teléfono móvil. Omega esperó paciente: precisamente era una de las cualidades que se le pedían a una agente de la CPTH.
El hombre levantó la vista y observó a la muchacha, que comenzaba a preguntarse el por qué de hacerla esperar ahora, y sin embargo haberle metido tanta prisa cuando estaba en su apartamento.
-¿Qué sabes del siglo XX?-inquirió por fin el hombre. Omega hizo memoria.
-No demasiadas cosas. Inicios de la Primera y Segunda Guerra Mundial, hundimiento de aquel buque… ¿Titanic? Teorías de la relatividad de Einstein, eh…-dudó un momento. ¿Realmente su jefe la sometía a un examen?-¿Por qué?
-Bien, bien-la sonrisa del hombre la descolocó. Sí, la había sometido a un examen.-¿Algo que mencionar sobre mediados de siglo? Más hacia el principio que al final de mediados de siglo.
-Voy a ir a la Segunda Guerra Mundial, ¿verdad?-la mujer suspiró. Aquellas guerras no iban con ella. Prefería mil veces las guerras que se desarrollaban con espadas, con la valentía de los soldados, no con la puntería y el ojo de estos.
-No exactamente, pero si no cumples tu misión, esa Guerra estaría en serio peligro.
-Los dos sabemos que la cumpliré, señor. Si no, no tendríamos noticia de ella, ¿no?-ella sonrió, aunque él se mantuvo serio.
-Vas a ir a mucho antes de esa guerra. Bastante antes. Cerca del año 1885.
Omega lo miró asombrada. Si mal no recordaba ella, ni siquiera la Primera Guerra había empezado en aquella época.
-No puedo explicarte los detalles de tu misión, sin embargo, te he asignado a un compañero que está bastante enterado de la historia de esa época. ¿Conoces a Épsilon?
-Solo de vista-no se podía creer que le estuvieran enviando a uno de los más extraños agentes de la Comisión. Épsilon, aunque atractivo, tenía fama de ser bastante respondón y sabelotodo. Al fin y al cabo, él estaba en la sección de estudio histórico, y ella en la parte de acción. Mientras ella lanzaba estocadas, pegaba tiros o desactivaba bombas, él era capaz de recitar de memoria todos los reyes y reinas de Europa, con fechas de coronación, muerte, hijos, etc.-Pero tiene buena fama en las misiones-eso tenía que concedérselo. Las misiones de Épsilon solían ser complicadas, pero cada vez que su nombre aparecía en los ficheros, un par de estrellas doradas coronaban el informe.
-Me alegro de que te complazca eso-dijo el hombre, aunque los dos sabían que Omega no estaba contenta en absoluto. Le gustaba trabajar con su compañera: era inteligente y no cuestionaba sus decisiones-; sin embargo, me congratulo en decirte que solo estarás cinco minutos, diez a lo sumo, con él. La misión será rápida. Y ahora vete, te está esperando.
Continuará.

viernes, 6 de abril de 2012

Kony 2012.

Muchos son los que se quejan de la corrupción del mundo, de que el mundo es una mierda, y demás sucedáneos admirativos sobre la pureza y bondad que reinan nuestro planeta. Pero en cuanto les dicen que te den una solución, se quedan callados, se descojonan en tu cara y te dicen que no hay solución. Vamos, que mucho criticar, pero poco actuar.
Aun así, yo creo que sí hay solución, que todos los seres humanos tenemos un algo que nos empuja a ayudar a nuestros semejantes, que ese instinto aún no ha muerto. Por eso, comparto este vídeo. Porque la fuerza de todos juntos puede hacer que uno de los malos malísimos de nuestro época se vaya un poquito a la mierda. Y con un poquito a la mierda me refiero al otro barrio. Es ese instinto y la compasión por los pobres niños lo que me empuja a intentar hacer a Kony 2012. No os pido que donéis dinero (yo no lo voy a hacer), sino simplemente que esparzáis el vídeo. No piden dinero. Piden hacer a Kony famoso, para, así, poder detenerlo.
Porque es el más buscado por la justicia, y, sin embargo, poca gente lo conoce.

domingo, 1 de abril de 2012

Palos y piedras podrán romperme la nariz, pero las palabras jamás me harán daño.

Te crees muy guay por reírte de los demás, por criticarlos por cómo son, por cómo les gusta vivir su vida y cómo pasan su tiempo libre. Crees que eres el gran modelo a seguir, que todo el mundo debería estar intentando ser tu copia, que todos debemos ser como tú. Pero voy a decirte algo: en realidad, no es así. En la diferencia se encuentra la belleza, en la variedad el arte. ¿No has oído hablar de la ley de la oferta y la demanda? Si hay pocas cosas, esas cosas valen mucho. Si hay muchas, valen poco.
Yo soy así, tengo muchas facetas: Lautie ante todo y sobre todo, orgullosa de serlo y nadie podrá cambiar eso. Orgullosa también, terca como una mula, a veces egocéntrica, diva, pillo las cosas rápido. Y parece ser que gracias a eso he pillado antes que tú que no vas a poder conmigo, que no me vas a cambiar. Que cada uno vale lo que vale por el simple hecho de ser diferente, de ser único.
Así que tú ríete, ríete. El optimismo alarga la vida, la gilipollez y la hipocresía, las posibilidades de que te den una paliza.  Mientras tanto yo estaré haciendo oídos sordos, al fin y al cabo, de momento yo valgo más que tú, porque yo no necesito reírme de nadie para pasármelo bien, ni para sentirme mejor conmigo misma.

Dan.

Lo primero que piensa cuando se despierta es en que por qué siempre le da a él el sol antes que a ella. Se la queda mirando un momento, la contempla con la adoración que siempre muestra cuando están juntos; al fin y al cabo, lleva queriendo a Tani desde que la vio por primera vez, cuando tenían cinco años. Lleva amándola y deseándola quince años, que no es para nada poco. Le da un beso en la mejilla y después pasea la mirada por la habitación. Entra poca luz, pero justo le da en los ojos cuando está tumbado, y también es suficiente para entrever la cuna donde está el crío. Seth. Una gran copia de su madre, con los ojos azul celeste de su padre. Sonríe, se levanta, se pone una camiseta, unos pantalones y prácticamente se arrastra hasta el baño.
Se mete despacio en la ducha, abre el agua caliente y se queda un tiempo quieto, reflexionando, pensando qué hará esta tarde, o a dónde irán los tres esta noche, cuando escucha un teléfono. Sabe por el tono que no es el suyo ni el de Tani, y, además, suena demasiado cerca como para serlo. Tiene que ser Taylor.
Joder, ya les vale, cada vez lo llaman más temprano. 
Se encoge de hombros, pensando que su mejor amigo también tiene mucha suerte. Al fin y al cabo, no todo el mundo en Los Ángeles es un actor de éxito.
Qué brillante, Dan, tío. Has estado de puta madre, ¿no crees? Se ríe en silencio de su propio sarcasmo, de que en la ciudad, y sobre todo en el barrio en el que vive, tener un Audi es algo más que normal, incluso previsible. Es Los Ángeles, nena. Aquí hay nivel. Aquí hay poder. Aquí hay pasta. Y otra carcajada. Sale de la ducha y lo escucha hablar con alguien en susurros. Mientras se seca y se vuelve a vestir, lo escucha gruñir, apagar el ordenador y bajar las escaleras tratando de no hacer ruido. Mira la hora. Casi las doce.  Como si su estómago quisiera confirmar los pensamientos que le pasan por la cabeza, sus tripas gruñen, así que baja las escaleras intentando meter el mínimo ruido posible. Cruza el salón ya más tranquilo y entra en la cocina. Tay lo mira un momento, inclina la cabeza y sonríe. Dan lo imita, ambos chocan las manos y hacen un montón de enredos con las manos, los típicos enredos de los que se conocen desde que nacieron.
Ambos preparan sus desayunos en silencio: Tay tostadas y mantequilla de cacahuete, y Dan se pone a freír huevos con bacon. Cuando se sientan a la mesa y mezclan sus desayunos, Dan nota algo raro: Tay todavía no ha dicho ni una sola palabra.
-¿Has dormido bien?-es lo único que se le ocurre preguntar, aunque en realidad eso viene a ser un-A ver, subnormal, dime a quién le tengo que rajar las tripas, y deprisita.
Tay lo mira y sonríe, triste, oyendo las palabras que Dan  no ha pronunciado. Y lo suelta sin más.
-Ha vuelto.
Dan lo mira un momento, intentando entender a qué se refiere. ¿Quién coño ha vuelto? Ahora con Sarah se lleva bien, hace meses que vuelve a hablar con Lily... tal vez Shasha haya regresado de su viaje a Nueva York a visitar a su tía, y así Tay podrá liarse con ella, pero entonces, ¿por qué parece tan triste?
-¿Quién?-casi gruñe por el hambre que tiene, mientras revuelve el huevo y moja un pedazo de bacon en él.
-Ella-contesta el otro con un hilo de voz.
Dan se queda paralizado en el sitio, levanta la cabeza y lo mira a los ojos. ¿Cómo que ella? ¿Realmente es la ella de la que nada se ha hablado en esa casa, cuyo nombre se ha convertido en un tabú aún mayor que en su propio nombre completo, la misma ella en la que Tay no deja de pensar? No, no puede ser esa ella, tiene que ser otra.
-¿Qué ella?-vomita las palabras, y, justo después de pronunciarlas, sabe de sobra que el presentimiento era acertado.
-Elisabeth Taylor, maldito gilipollas. Ha resucitado y a ha venido a casa, ha llamado a la puerta, hemos jugado al póker y hemos echado unas partidas a la play-Taylor pone los ojos en blanco y bufa-. A ver, retrasado, ¿A CUÁNTAS TÍAS LLAMO YO ELLA?
-Pues a todas-Dan se encoge de hombros-. Al fin y al cabo, es un pronombre, ¿no?
Taylor gruñe y ni se molesta en discutirle la opinión. Juguetea con la tostada y luego la aparta un poco de su plato.
-Lo siento, tío-suspira y se inclina hacia delante-. Es que... todavía estoy un pelín...
-¿Impresionado? ¿Acojonado? ¿Escéptico? ¿Cabreado?
-Qué fino te ha quedado esa gilipollez de escéptico.
-Es lo que tiene poner la CNN.
Los dos se echan a reír, y olvidan que casi se pelean (aunque eso sí, siempre se pegan con un amor fraternal). Después, como confirmándolo, Tay pronuncia una sola palabra.
-Eri.
Una corriente eléctrica recorre la espina dorsal de Dan, que a su vez dispara una serie de recuerdos: la primera vez que la vio, una cría de trece años que se atrevió a llamarlo Daniel (y que, para su sorpresa, seguía viva), una niñata pija a la que no soportaba en un principio, después la  noche en que la niñata se convirtió en una mujer y empezó a actuar como tal, esos aires de autosuficiencia que al final terminaron gustándole, esa manera de hacerse pasar por la mayor de las divas y creerse el centro del mundo, esa risa que tenía, las tonterías que decían juntos...
-Me lo parecía-dice, notando de repente el peso de los meses que lleva sin saber de ella.-¿Cómo está?
-Sigue viva-dice el otro sin muchas ganas, dando un sorbo de su taza.
Dan se revuelve en su asiento, mira a su plato; ya no tiene ganas de comer. Vuelve a mirar a Tay, y descubre que está luchando por no ponerse a gritar y a destrozar la cocina, algo que él mismo sabe que resulta muy tentador en ciertos momentos, a la vez que difícil de controlar.
-¿Sabes lo que estoy pensando, tío?
-Creo que me hago a una idea.
-Estoy pensando que he sido un maldito gilipollas por no haberla llamado. Estoy pensando en cómo cojones he conseguido sobrevivir a meses y meses sin ella, en cómo he podido tratar de olvidarla, en cómo he sido tan cabrón como para haber tratado de hacer como si ella nunca hubiese existido.-Tay se levanta de su asiento y se acerca hasta Dan, que sigue mirándolo, en silencio. Ahora no tiene que hablar, ahora no.- ¿Cómo cojones he podido hacerle eso, Dan? ¿Cómo cojones he podido abandonarla a su suerte, dejarla sola, con lo frágil que es?
Dan abre la boca para contestar, piensa un momento en una posible respuesta, pero la descarta, sacude ligeramente la cabeza y vuelve a cerrar la boca. Taylor da un golpe en la mesa, a su lado, que le obliga a levantar la vista.
-¿CÓMO HE SIDO TAN HIJO DE PUTA, DAN?
Dan se le queda mirando un momento, atravesándolo con la mirada. Esta vez no va a permitirle pasarse ni un solo milímetro. Vale que a veces es un poco imbécil, creído incluso cuando viene crecido de alguna entrega de premios, pero ¿mala persona? ¿Mentiroso, cabrón, cínico, hijo de puta? Ah, no. Eso no.
-Creo que no estamos hablando de la misma persona, Taylor.
Taylor suelta una risa sarcástica, y está a punto de replicar cuando él lo interrumpe levantando las manos.
-Tío, ya sabes que a mí estas tonterías sentimentales no se me dan bien, pero joder... quiero decir que, ¡vamos, hombre! No eres ningún hijo de puta, ¿sabes?-suspira y sonríe, recordando su pasado, a cuántas chicas utilizó solo para olvidarse (o por lo menos intentar olvidarse de una), a cuántos tíos les quitó la novia, a cuántos tíos les tuvo que partir la cara antes de que se la partieran a él. Todos los errores de su vida desfilan por delante de sus ojos, pero siempre hay una imagen fija: Taylor siempre está a su lado, siempre le apoya, siempre le ayuda. Nunca le abandona, y tampoco ha sido así, al menos del todo, con Eri.-. Tú no elegiste abandonarla. Sabemos todos lo que pasó-Tay tuerce el gesto pero Dan le pide que espere.-, y no fue culpa de ninguno de los dos. Ella se cansó de que la pincharan, y tú, tú te cansaste de que se pusiera celosa cuando ella sabía que no tenía competencia, y que no la tendría nunca.
-Eso del nunca.
Esta vez es Dan quien da el golpe en la mesa.
-¡DÉJAME HABLAR, COJONES! Para una vez que le doy a la  cabeza, ¡déjame decir algo sensato, hostia!-Tay se lo queda mirando, y él ya ve un atisbo de sonrisa en sus ojos. Va por el buen camino.- Ninguno de los dos eligió ese camino, pero ninguno de los dos dio la vuelta por una razón-se inclina hacia él como quien va a desvelar el secreto del universo-. ¿Sabes por qué ha sido eso? Porque los dos tenéis un orgullo de aquí a Roma.
Tay abre la boca un segundo para protestar, pero él le corta.
-Y no me digas que eso es mentira, porque te cruzo la cara en un momento. Que son muchos años contigo, Tay. Casi 20, ¿recuerdas?-luego pone voz ronca, como él hace en sus películas, y le suelta- Y no me vengas con lo de "La edad es solo una cifra, nena, ¿cuántos tienes tú, 40?" porque te doy una patada en el culo que haces historia...
-...serás el primer tío en pisar Marte, agradécemelo, hijo de puta-y se echan a reír los dos, recordándola a ella, a sus amenazas, comparaciones y demás ocurrencias.
-Esa tía es mundial.
-Lo es.
Sonríen y sacuden la cabeza. Dan le da una palmada en el hombro a Tay, que se sienta, y terminan su desayuno en silencio.
-Bueno, y ¿cómo es que nuestra querida diva ha decidido dar señales de vida?-inquiere Dan, una vez acabado el desayuno.
-Se encuentra mal.
Le mira con un interrogante en los ojos, Tay suspira y se obliga a continuar.
-Bueno, estaba un poco tristona, no tenía a quién recurrir, así que telefonazo a Lautner, y aquí no ha pasado nada.
-¿Que no ha pasado nada? No. Solo el huracán Katrina y una erupción del Krakatoa. ¿He olvidado mencionar el meteorito que se cargó a los dinosaurios?-pone los ojos en blanco y sonríe.
-Dan-se echan a reír y sacuden la cabeza.
-Lo siento tío, pero ya sabes que cuando hay movidas de mañana, necesito descargar adrenalina. Pero bueno, ¿está mejor?
-Sí, ya hablamos, nos pedimos perdón, etcétera, etcétera.
-Pues me parece muy bien.
-Voy a decirle que venga a casa.
Dan casi se atraganta con su taza de café. Lo mira un momento, intentando distinguir la broma en sus ojos, pero Tay está completamente serio.
-¿Que vas a hacer qué?
-Que la voy a traer aquí.
-Pero, ¿por qué?
-Me he dado cuenta de que ya no puede pasarle nada que le afecte, que ya la han traicionado de tantas maneras, le han jodido desde tantas posiciones que un paparazzi no podrá hacerle nada. Estaba diferente, Dan. Estaba fría como el hielo, estaba... estaba distante, como si su cuerpo siguiera aquí pero su cabeza estuviera muy lejos, y ya no tuviera  corazón.
-¿Y crees que Hollywood va a devolverle el corazón?
-Hombre, teniendo en cuenta que yo soy su corazón...-Tay le guiña un ojo y los dos sonríen. Pero saben que ya no será lo mismo, y que será duro y difícil para todos que, de repente, Eri aparezca por casa, y esté las 24 horas del día dentro de ella.
-¿Crees que es mala idea?
-¿Traerla? Hombre...¿por qué?-sonríe y se inclina hacia él, con tono confidencial-¿Quieres que te la desflore?
-¿Quieres que te arranque la cabeza?-le imita el otro, poniendo los ojos en blanco.
-Oye, ya sabes que a mí las vírgenes no me van, con una me basta y me sobra-le guiña un ojo-, pero eres mi mejor amigo, por ti haría una excepción.
-¿Te tirarías por un puente?
-No.
-Pues, como soy tu mejor amigo, haz por mí una excepción y tírate. De uno muy alto. Sin cuerdas.
-No lo haré, ¿sabes por qué? ¡Me amas tanto que querrías morir si yo no estuviera aquí!
-¿Probamos?
-¿A que te cabe mi puño en la boca?
-¿Probamos?
-¿Quieres que probemos, so cabrón? Probamos en un momento, princesa-y se abalanza sobre él, los dos ríen, se pegan sin hacerse daño, se revuelcan por el suelo intentando ganar ventaja en esta amistosa pelea, una pelea que lleva repitiéndose los últimos veinte años.
Es entonces cuando entra Tani, los ve riéndose y sonríe. Mis chicos, piensa.
Dan se levanta y la besa, un beso de mañana, de los más dulces que tiene, y los que más le gustan a ella. La agarra de la cintura y la aprieta contra él, sin separar sus labios.
-Sí, Tani. Dan ha desayunado. Pero podría comerse mil mujeres en una  hora si se las pones delante-se mofa Tay, aún en el suelo.
-Con comerme una como esta aguantaría mil vidas-replica él, todavía mirándola a los ojos.
-Oh, qué bonito. Espera un momento, llamo a Nicholas Sparks y que lo meta en uno de sus libros, ¿eh?-dice sacando su móvil.
-¿Cómo es que estáis de tan buen humor hoy, chicos?-pregunta ella, ayudando a levantarse a Tay y dándole un beso en la mejilla.
-Es fácil, nena-le explica Dan, acariciándole el cuello-. Eri ha vuelto. Y va a quedarse.