sábado, 27 de septiembre de 2014

Partners in crime.

La cuestión era, ¿cuánta prisa podíamos permitirnos?
Las cosas no eran tan sencillas como en un principio pudiera haber creído yo. Y digo “yo”, porque él nunca tuvo ni un sólo momento en el que pensar en aquello con tranquilidad, en configurar un plan con le que atacar a todo lo que conocía, lo que le había visto nacer y a lo que, en cierta manera, debía la vida.
Simplemente Louis llevaba toda su vida dedicando minutos sueltos a construir una fortaleza de naipes sabiendo de sobra que aquellas murallas serían las definitivas, que el foso sería mortífero y que la puerta no se alzaría así como así ante cualquier intrusión. Ya sabía cómo proceder, porque ya había estado dentro.
Cuando dejamos a la pequeña Gwen para que siguiera luchando contra el dolor físico y mental, no imaginé que fuéramos a tocar el tema tan rápidamente; ni siquiera habíamos llegado a cerrar la puerta de su casa tras cuarenta llaves diferentes ni nos habíamos asegurado de que nadie nos estuviera escuchando: en su lugar, nos afanamos en el esbozo de los detalles apenas se habían cerrado las puertas del ascensor que nos conduciría a la última planta, la que dominaba todo el edificio. Mi prisión, y su hogar.
-¿Cuándo va a ser?-inquirí, con el ceño fruncido y los hombros en tensión. Estaba preparada para salir y quemar todos los campos del enemigo, algo que él constató con un suspiro. Había girado la cabeza y me lo había quedado mirando, con los ojos llameantes de pura rabia. Podían hacerle eso a adolescentes, podían hacerles eso a adultos que ya habían tenido sus momentos de felicidad... pero hacerle eso a una niña que no tenía ni once años, obligar a un bebé a nacer con alas y matar a su madre en el parto, para luego, cinco años después, convertirlo en una bala que se disparaba con la simple llamarada del viento, hacía que el infierno se posicionara en mi interior, clamando por venganza, cegándome con su furia.
-Sólo unos pocos saben de ello.
-¿Cuántos?
-No los suficientes-apretó la mandíbula, gesto que me parecía sumamente atractivo en los hombres, y más en él. Sin embargo, en esa ocasión nada en mi interior se agitó de deseo, sino que las propias llamas del averno crepitaron con más furia aún, interpretando aquel gesto como algo que no salía de felicidad, sino de rincones más oscuros de la esencia humana.
-¿Cuántos?-insistí, y el ascensor se detuvo con un pitido. Di un paso adelante, pero él me cortó poniéndome el brazo en el pecho. La cara de un ángel enmarcada en alas negras nos contempló en silencio; primero con sorpresa, después con una chispa de admiración, y, por último, con odio. No hace falta que diga a quién miraba cuando esas emociones se manifestaron.
Louis se limitó a inclinar la cabeza, y el ángel, que había dudado entre entrar o quedarse fuera, estimó más conveniente lo último. Éste agachó la mirada, avergonzándose de algo que yo no logré comprender, y se esfumó en un truco de magia con telones de acero.
-Los que te vigilaron en tu carrera.
-¿Es en serio?
No me había parado a contarlos, pero dudaba que llegaran a la decena.
-¿Qué son? ¿Siete?
-Sí.
Negué con la cabeza, contemplando los números metamorfosearse sin descanso y a gran velocidad.
-Necesitaríamos setecientos.
-No creo que haya setecientos como yo.
-Como tú no hay dos-respondí automáticamente, para mi sorpresa. Y él sonrió.
-No estamos ligando, Cyn. Esto es serio.
-Lo sé-asentí con la cabeza. Las puertas se abrieron, yo fui prudente, estudié las cifras de la pantalla, y constaté con alivio que ya habíamos llegado a su casa. Sus alas me empujaron fuera de la caja metálica, que se despidió con el susurro de las puertas cerrándose y su huida semisilenciosa, seguramente en busca de su compañero de crímenes al que no había podido recoger antes.
Él se tiró en la cama. No supe si esperaba que yo fuera a hacerle compañía. En todo caso, no lo hice.
Me quedé toda la noche contemplando las luces de la ciudad; desde que cayó el sol por un lado, se alzó la Luna como un escudo de luz contra la oscuridad celeste, se libró la batalla en la que dicho escudo también se precipitó al vacío y, finalmente, después de horas negras sin gotas de estrellas en el suelo espacial, el sol volviendo a levantarse. Había apreciado a los pájaros recortándose contra el cielo azul, amarillo, naranja, rosado, sangrante, negro, y sangrante de nuevo, había contemplado sus vuelos en fragmentos no muy importantes: sólo los veía salir, perderse en el horizonte al cambiar su forma humana por la de una motita de polvo que se llevaba el viento, y, finalmente, perder la sustancia frente a mí.
No me sentó bien no dormir.
Estaba acostumbrada a obligarme a descansar en cuanto pudiera, y trasnochar era algo contra mi naturaleza.
Pero fui honesta conmigo misma, y me di cuenta de que no hubiera hecho más que dar vueltas en la cama, intranquila por no dormir con una pistola debajo de la almohada, y enfadada por no estar siendo de ayuda a nadie. En el fondo ya no me importaba a quién estuviera ayudando con mis planes; no sabía si beneficiaría a los runners una revolución de los ángeles, aunque sospechaba que sí. Solamente me había parado a pensar en la pobre niña, en lo injusta que era la vida, en el sufrimiento al que se la sometía con tal de hacernos desaparecer a mí y a los míos.
Ya no era cuestión de mi vida o de mi muerte, de la liberación de las masas que no iban a agradecerlo porque no sabían en qué prisión se hallaban. Se trataba de una lucha mucho más personal, más suicida, menos desinteresada, y con un rostro contraído por el dolor que se manifestaba ante mí con las luces crepusculares y albares. Un rostro que se dibujaba en las constelaciones que no se veían, ahogadas por la ciudad de cuyas calles manaba una iluminación solemne, artificial, cancerígena.
-Al principio, fueron pequeños cambios-susurré a la noche mientras pequeñas siluetas blancas destacaban sobre el negro-. Muchos no los notaron, o los aceptaron sin más. Eligieron lo más fácil-y seguí recitando durante horas la historia de los míos, cómo habíamos empezado a correr, pasando de mover los brazos en el aire a mover las piernas en el suelo. Sabía que aquellas primeras frases se habían escrito antes incluso de que los cambios sucedieran, pero eran tan geniales, tan ciertas, tan predictivas, que las había adoptado como propias. Como los demás. Así era como se les explicaba a los jóvenes de dónde venían y a dónde podían ir, si lo deseaban.
Sus manos rozaron mi cuello, la garganta aún me dolía de tanto susurrar al vacío, pero me sentía bien. Me sentía en paz. Era como si mi guardia hubiera hecho estragos en mí, limpiando todo lo malo cual corriente que sólo pule las piedras para darles una forma no cortante, redondeada y perfecta.
-Tenemos que empezar a trazar un plan ya-me sorprendí diciendo, pues las palabras raspaban en mi interior y me hacían sentir como si mi garganta fuera una montaña y éstas unos escaladores que se abrían paso a mi cumbre con afilado instrumental.
El aire se encargó de transmitirme su asentimiento.
-¿Estás pensando en algo en concreto?-inquirió, llevando sus manos a mis hombros y apretando con una sencillez que despertó una tormenta eléctrica en mi espina dorsal. Arqueé la espalda sin pretenderlo siquiera.
-Sólo... he estado... pensando toda la noche.
-¿Y?-empezó a apretar los dedos y aliviar su presa. Me juré que me mantendría estoica, que no gritaría, que no dejaría que me sacara de mí misma para arrebatarme lo poco que me quedaba de mi antiguo yo, por diminuto que ésto fuera.
-Nada concluyente. Todo pasaba por acudir a los demás, y... no creo que quieran ayudaros. Ni siquiera en este tema.
-Ese era uno de mis planes-se sentó detrás de mí y bajó las manos. La sangre me volvió al cerebro. Exhaló un suspiro teatral y clavó la vista en el horizonte, con la misma expresión que había tenido yo toda la noche-. Del otro me fío incluso menos.
-¿Cuál es?
-Revolucionarnos desde dentro. Conseguir que todos se pongan en contra del Gobierno, y marchar hacia allí antes de que la noticia llegue a sus oídos. Perderíamos muchas vidas, pero creo que tenemos alguna que otra posibilidad. Nuestras armas son las mejores.
-No creo que funcione-admití, mordiéndome la cara interna de la mejilla. Algo se nos escapaba, algo tan intangible como el éter, pero cuya existencia era innegable.
Yo era una de las mejores runners de toda la ciudad, vale, pero seguía estando prisionera, y no podían fiarse de que volviera a casa con la mente sana. De hecho, no había vuelto con ella sana cuando regresé de la misión de la cápsula. No me harían caso.
Y él, por muy importante que fuera, no dejaba de ser un ángel más. Era el mejor de todos, al que todos respetaban, pero fuera de allí, no pintaba nada. Era un pez mediano nadando en arrecife acompañado de plancton, mientras que más allá, en el mar abierto, auténticas orcas harían lo que fuera por mantener su dominio. Incluso comerse a un pobre pez que no les aportaría más que problemas intestinales y retrasos en el progreso tecnológico por el monopolio de las ideas.
-Eres necesario-murmuré, jugando con el cuero del sofá, que recibía mis uñas con chillidos-, pero...
-No imprescindible-terminó la frase por mí. Asentí con un nudo en la garganta que no me permitía respirar-. Sí, créeme. Lo sé. Y, aunque no lo parezca, lo tengo bastante asumido. Puedo hacer muchas cosas, pero eso no quiere decir que no vayan a castigarme. Y me matarán sin miramientos, por mucho que les duela, si decido que me parece más sensato correr por vuestros valores que volar por los suyos.
-Necesitamos consejo-zanjé, volviéndome hacia él y recibiendo su mirada celestial en mi piel con un escalofrío. Se pasó una mano por la barba incipiente.
-Me fío de gente aquí dentro.
-Los mejores estrategas de la ciudad son los runners, pero no podemos acudir a ellos, ¿podemos?-inquirí, para lo que recibí una negativa.
-Esas son la clase de cosas a las que no podemos arriesgarnos, ¿sabes, bombón? No puedo sacarte de aquí, y yo no puedo entrar allí solo. Sigo teniendo alas.
-Te las apañaste para colarte-acusé, recordando la Subasta y cómo había llegado hasta mí, documentos en mano, con la facilidad de cualquiera de los otros. Y yo me había asustado, y no por él, sino por mí, por haberlo recibido con alivio, por constatar que lo había echado de menos, y por pensar que no iba a salir de allí con vida y que me consideraría viuda de alguien con quien ni siquiera había estado formalmente, y que no era mi novi...
-TAYLOR-grité, a lo que dio un brinco-. Mi novio. Bueno, no sé si seguimos siéndolo. Últimamente estábamos distanciados.
-¿Tal vez porque follabas con un ángel?-espetó él, alzando una ceja. ¿Eran celos lo que había en su voz? Decidí ignorar lo sorprendentemente bastante que me enternecía que se pusiera celoso por mí.
-Sigue queriéndome, estoy segura. Podrías localizarlo, contactar con él, contarle la auténtica verdad, la que ni ellos saben. Te ayudaría.
-¿A cambio de qué?
-De liberarme.
Algo en la habitación se rompió. Y no era un mueble.
-Sigues queriendo volver con ellos.
-Sigo queriendo ser libre-repliqué.
Bufó a modo de respuesta, y se levantó.
-No he dicho al lado de quién-añadí, aterrorizada al ver cómo se alejaba de mí, creyendo que tal vez se iba para no volver, y que todo lo que habíamos construido se caería por su propio peso, ya que no había cimientos que lo sostuvieran con firmeza.
-Esto es lo que hay-dijo, abriendo los brazos.
-De momento-contesté yo.
-Sí, y tú sigues queriendo ser libre.
-Todo el mundo quiere eso, pero la cuestión es: ¿merece realmente la pena ser libre y temer siempre que te capturen, hasta el punto de levantarte por las noches y encañonar a la oscuridad con tu pistola, o, por el contrario, compensa estar un rato en la cárcel si después de eso, y si juegas bien tus cartas, ésta termina demoliéndose?
Sus ojos se entrecerraron hasta el punto de volverse negros.
-¿Y si perdemos?
-Perderíamos juntos. Volverías a traerme aquí.
Se acercó a una ventana, y la abrió. Me dio un vuelco el corazón. ¿Ya?
-No tiene por qué ser ahora.
-Cuanto antes empiece a buscar, antes acabaré encontrando a tu estúpido novio runner-ladró, colándose por ella y lanzándose al vacío. Abrí la mía y asomé la cabeza en el instante en que abría las alas y se catapultó hacia mí de nuevo. Sus alas se mantuvieron firmes, permitiéndole flotar a escasos metros de mí.
-¿Y si me matan?
-Entonces sí que seré libre. No van a poder cogerme. Necesitaron al mejor de los ángeles para coger a la mejor runner-repliqué, henchida de orgullo. Puso los ojos en blanco.
-Da gusto saber que no me echarías de menos, bombón.
-No te piques, ¿mm? Me romperían el corazón, pero no es con el corazón con lo que he sobrevivido hasta hoy.
Se acercó planeando hasta mí cual nube, y sus brazos se apoyaron en la ventana. Su rostro quedó por debajo del mío; seguramente era la primera vez que lo veía desde ese plano.
-A veces, pequeña runner, se te olvida que no son las ruedas lo más importante de los coches. Las ruedas no se mueven si el motor no funciona. Y mi motor funciona por ti.
Me besó en los labios. Fue un beso irregular, debido a que no se mantenía totalmente estable en el aire, pero fue uno de los mejores que me dio.
Lo contemplé alejarse, y cuanto más pequeño se hacía, más grande se volvía una idea en mi cabeza.
Tal vez Perk tuviera alguna solución extra. Una que no me obligara a jugar mi pequeña fortuna alada a una sola carta.


 Nadie sabía si aquélla iba a ser la adecuada o si acabaría en bancarrota.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Terivision: Noé.

¡Hola, Startie! Hoy vengo a hablarte de una película que vi el domingo. Es Noé.
Que se noten Emma y Logan por favor, gracias.
Noé es una película de este año en el que nos situamos, el 2014 después de Cristo (por si eres un viajero del tiempo y estás un poco perdido), ambientada en el mito bíblico del diluvio universal, la construcción del Arca y la posterior salvación de la humanidad. 
Se nos presenta a Noé (Russell Crowe, un gladiador consumado ;)) como el último descendiente de Seth, al parecer el único hombre bueno que quedó en la tierra después de que Caín matase a su hermano (ni puta idea de que fueran tres hermanos y no dos, ole). Debido a la corrupción en la que se halla sumido el mundo, Dios avisa a Noé mediante visiones (el señor es todopoderoso, pero en vez de decirle "oye niño cómprate una balsa y coge animalicos" le manda visiones porque si no eso no queda guay), de que una limpieza masiva del mundo se acerca, y de que lo ha elegido para mantener vivo y a salvo un pedazo de su creación. Los habitantes de las ciudades corruptas se enteran de que Noé está un oasis lleno de todo lo que necesitan, y tratan de apoderarse de él. Allí, se encuentran con que a Noé le ayudan unos seres de piedra llamados "los Vigilantes" (se ve que Dios no podía estar en todas partes, estaba ocupado, y mandó gente a controlar a las personas hace tiempo). SPOILER A PARTIR DE AQUÍ (selecciona el texto para verlo). El personaje de Emma, cuyo nombre no recuerdo porque Dios mío es Emma Watson bastante tengo con no llamarla Hermione en cada película es una mujer estéril, lo que hace que el futuro de la humanidad peligre; y el de Logan (creo que se llama Ham) vive frustrado porque no tiene ninguna mujer, ni para él ni para su hermano, con el que compartir los años que le queden por vivir.
 Y así, básicamente, se va desarrollando la historia.
Lo mejor: Emma Watson y Logan Lerman trabajando juntos. Otra vez. Que alguien los case. Que alguien los clone. Que alguien les obligue a tener hijos. Por favor.
Lo peor: que me pasé media película pensando que la mujer de Noé era Demi Moore y resultó ser otra señora, eso sí, idéntica a ella. Me asusté al no ver el nombre de Demi en los créditos, para qué mentir.
Como no he leído la Biblia, no puedo decir si el personaje de Noé está bien caracterizado o si, por el contrario, le han cambiado la ideología totalmente (cosa que parece porque suelta algunas perlas que xddd qué haces).
La molécula efervescente (es decir, lo que más mola): una vez ya dentro el arca (ups, spoiler), Noé le cuenta a su familia la historia de la Creación. "Al principio, no había nada". La cámara enfoca a una concha que Russell Crowe sostiene entre sus manos, y asistimos a la creación del Universo tal y como se ha demostrado científicamente. A base de pases de diapositivas muy rápidos, que no te dejan presenciar un movimiento fluido pero sí con cambios constantes, se recorre toda la historia del planeta: el Big Bang, el surgimiento de nuestro sol, la creación de la Tierra y de la Luna, la formación de los continentes, la aparición de vida, la evolución de esta (¡hay hasta un dinosaurio!), la aparición del hombre... y sus guerras. Y con sus guerras me refiero a que llegan hasta la Segunda Guerra Mundial. Lo cual... enamora.
Grado cósmico: Estrella (4/5). Porque la molécula efervescente es algo que necesitas ver.
¿Y tú? ¿La has visto? Si es así, ¿cuál ha sido tu momento favorito? Y si no, ¿cuándo vas a verla? Porque asumo que tienes pensado verla.  Porque hola. Logemma en acción. No me obligues a ir a por ti.

lunes, 22 de septiembre de 2014

Foxtrot.

Se incorporó con un simple movimiento de sus alas, y me tendió la mano, invitándome a un placer secreto que sólo él conocía... de momento.
-¿Qué?
-Te voy a bajar.
Noté cómo toda la sangre huía de mi rostro. ¿Bajarme? ¿Cómo que “bajarme”? Si se refería a otro paseo similar al que me había dado con Angelica, iba listo. No estaba preparada para que volvieran a tratarme como un saco de patatas, fuera quien fuera. Traía recuerdos demasiado dolorosos, aún no había pasado el tiempo suficiente para que yo me acostumbrara, pero me sentía más débil que antes.
Dudaba mucho que pudiera cargar con un peso muerto durante un rato, y más en descenso, donde, según me había dicho, la concentración y el esfuerzo eran brutales. Y ya no hablásemos si el peso muerto resultaba una resistencia que tenía que calcular de memoria, y que poco iba a colaborar en los bailes si no era pisando a su acompañante.
A nadie le gustaba bailar un foxtrot con la persona más patosa del salón de fiestas, y sentía que yo era esa persona cuyos pies serían demasiado grandes para manejarlos con ninguna soltura.
-¿Cómo? Yo no... voy... no vas a poder conmigo.
-Estas alas pueden cargar el doble de peso al que las tengo acostumbradas. No va a ser un paseo para mí, vale, pero puedo hacerlo-se encogió de hombros, sus alas vibraron. En parte por la emoción, en parte por las corrientes de aire que me arrancaban con celo mechones de pelo de la trenza.
Negué con la cabeza.
-Puedo bajar.
-¿Confías en mí?
Me lo quedé mirando. Lo hacía. ¿Lo hacía?
Sí, claro que lo hacía. Se había asegurado de que me cogieran a mí y no a otro runner (sin contar a Perk, claro estaba) para poder cuidar de mí personalmente y procurarme un futuro en el que conociera cada detalle de la revolución que aún ni se gestaba. Se había ocupado de que me dieran los mejores cuidados, de que no me quedaran marcas de la lucha en el Cristal, donde había cambiado el curso de mi vida, y había pasado de ser un río de corrientes embravecidas cuyos rápidos se reservaban a los más expertos piragüistas, a un lago que se secaba poco a poco debido a que la estación de las lluvias se retrasaba cada vez más en el calendario, y las nubes habían abandonado aquel paraje desértico donde los oasis no eran más que un mito.
El problema era bien diferente: ¿no debería preocuparnos lo que los demás creyeran que había entre nosotros? ¿No se suponía que estábamos atravesando fronteras que ni siquiera gente como nosotros (es decir, gente libre), podía cruzar? ¿No se suponía que éramos enemigos mortales y que la sola presencia del otro bastaba para ponernos de mal humor? ¿Que yo no estaba de vacaciones en la mejor suite del mejor hotel de la ciudad, sino encarcelada en una prisión de máxima seguridad, con el más atento de los vigilantes?
¿No sospecharían los demás?
¿Y si me cambiaban de zona?
Que Louis fuera poderoso e influyente no significaba que fuera Dios en aquel lugar. Y ni siquiera un dios podría cambiar la suficiente cantidad de cosas como para conseguir que los demás vieran nuestra relación como la más normal entre un runner y un ángel.
-Sí-susurré, abrazándome las piernas. Su mano recordó de repente que la gravedad estaba ejerciendo una fuerza ineludible, y se dejó caer a un lado de su pierna-. Pero... de ellos no me fío tanto-hice un gesto con la cabeza en dirección a los ángeles, que o bien volaban en círculos o bien no tenían una trayectoria fija. Unos pocos aprendices se situaban en la parte más baja, con los pies en el suelo y las cabezas imaginando que no lo tocaban, soñando con unirse inmediatamente a los que los observaban desde arriba, cuales estrellas en el cielo nocturno.
-Yo te protegeré. Llevo haciéndolo desde que nos encontramos en aquella oficina.
No necesitó más. No necesité más. Asentí con la cabeza, me incorporé y le cogí la mano. El resto vino solo.
Me agarró de la cintura en un gesto tan inocente como desinteresado y me arrastró hasta el borde. Una parte de mí, no muy fuerte pero sí presente, pensó Se acabó. Es el fin. Te va a tirar. Y una menos. Puf. Adiós.
Pero esa parte se equivocaba, tal y como llevaba haciéndolo desde que lo conocí. Fue él el primero en saltar, y me pegó a su cuerpo para que no le resultara más difícil controlar nuestro peso. Íbamos cogiendo velocidad; el suelo se acercaba más rápido de lo que nunca lo había visto acercarse, y yo me obligué a mantenerme lo más quieta posible, pero con los ojos abiertos. Siempre me había causado mucha impresión caerme, y la sensación de que el estómago se moviera en tu interior no era agradable en absoluto.
Desde el primer entrenamiento mi punto débil había sido mantener los ojos abiertos, porque mi instinto me llamaba a cerrarlos, diciendo que era antinatural llamar a la muerte y mirarla a la cara mientras se te llevaba. Sin embargo, me había convertido en una de las mejores por dominar mi miedo y moldearlo a mi gusto, por aprovechar la adrenalina que disparaba y aprender a utilizarla en mi cabeza para encontrar recovecos a los que agarrarme; rincones desde los que mirar a la cara a la muerte y reírme de ella.
Tras lo que se me antojó una eternidad, Louis abrió las alas, que dejaron de cubrirme con su suave y níveo abrazo, para desplegarlas en toda su envergadura. El golpe imaginario de la repentina disminución de la velocidad fue tan potente que me dejó sin aliento durante unos segundos. Me aferré con todas mis fueras al codo de él, entrelacé mis piernas en su cintura y clavé las uñas en su piel hasta casi hacerle sangrar.
Y, a pesar de todo, se reía. A pesar de cargar conmigo, a pesar de que le estaba dando más trabajo del que le quitaba (porque lo de pasarle las piernas por la cintura como si fuera un koala le jodía mas de lo que le ayudaba, y yo lo sabía), a pesar de que le estaba haciendo sangrar ya sin ninguna duda, se reía. Seguramente porque me comportaba como una cría.
Tal vez porque le recordaba al niño que no pudo ser debido a que ya nació siendo una máquina de matar preparada para todo.
O tal vez porque pocas veces habíamos estado tan cerca el uno del otro, independientemente de estar solos o acompañados por miles de miradas que se clavaban en nuestros cuerpos enredados.
-Relájate un poco, Cyn. No voy a dejar que te caigas.
E hizo magia con esas palabras, porque mi cuerpo dejó de temblar, mis uñas dejaron de hacer herida, y mis piernas dejaron de apresarlo con toda la fuerza que tenían. Pasé de estar enganchada a apoyarme en él, asegurando que no me cayera. Cerré los ojos un segundo, intentando disfrutar del sonido del viento silbando enfurecido en mis oídos, e inhalé su aroma.
-No te pierdas esto-susurró en mi oreja, que captó los pliegues aterciopelados de su voz de la misma forma que lo hacía una mano acariciando un vestido. Abrí los ojos y bajé la cabeza.
En ese instante, pasábamos por la parte del río diminuto que luchaba por hacerse pasar por el real, aquella bestia por la que pasaban barcos de tamaños inimaginables, que de vez en cuando había que asaltar.
Por supuesto, nada de aquello pasó por mi cabeza cuando alcé la mirada para posarla en el suelo y descubrí a un ángel y una runner enganchada a éste siguiéndonos en paralelo, sus siluetas claramente definidas con la superficie del agua. El ángel agitaba las alas con elegancia y observaba el reflejo con una sonrisa, mientras la trenza de acero ígneo de la runner se mantenía casi pegada a su espalda debido a la velocidad. La chica tenía la boca abierta en un gesto de sorpresa del que se deducía que pocas veces había vivido nada semejante.
Tanto la chica del agua como yo deseábamos poder capturar aquel instante para siempre, atraparlo en una fotografía que pudiéramos contemplar cuando estuviéramos cansadas. Ojalá mis ojos pudieran hacer fotos.
El agua se terminó, y la extraña pero aparentemente feliz pareja desapareció con la misma celeridad con la que había aparecido. El agua dejó paso a la hierba, los edificios, a los árboles, y antes de poder darme cuenta Louis alzaba el vuelo ligeramente para poder esquivar con más facilidad las copas de éstos.
Llegamos a un claro, el mismo en el que había estado la joven mariposa, y descendimos en círculos. Agarrándome de la cintura, consiguió dejarme en el suelo con más o menos delicadeza... hasta que sus alas decidieron abandonarle y todo su peso cayó sobre mí, dejándome sin aliento por un segundo. Esto se debía a dos cosas: la primera, a que de repente me encontraba aprisionada entre el suelo mullido y su pecho duro, y la segunda a darme cuenta de lo cerca que estábamos, de lo mucho que me gustaba, de lo mucho que lo necesitaba. Cerré los ojos una vez más, esta vez, deseando capturar el momento al completo. No sólo mi visión, sino lo que sentía. Su piel contra la mía, su cuerpo apretando el mío, sus alas posándose en el suelo y arrancando susurros de complacencia de éste...
… podría quedarme así toda la vida, pero había cosas que hacer. Gobiernos que derrocar. Posiciones que defender. Ángeles a los que convencer de que la cruzada era una causa justa, y de que no podía repetirse algo tan único y especial como Louis. A toda costa.
Así que volví a abrirlos, sólo para encontrarme con aquel cielo infinito contemplándome con la más absoluta de las adoraciones. Supe en ese momento que me daría todo lo que yo le pidiera; la Luna si hacía falta. Le acaricié el cuello, y esto pareció activar un interruptor en su cabeza que le hizo incorporarse inmediatamente.
Sus ojos se levantaron como dos depredadores y escrutaron el espacio. En su boca nació una sonrisa al constatar otra presencia, que deduje agradable.
Se levantó sin más dilación y me tendió la mano para ayudarme. La acepté, y me incorporé en el instante justo en el que una de las alas de la pequeña mariposa, Gwen, se agitaba ansiosa. La chiquilla alzó la mirada y una mano, buscando alcanzar a los demás, pero no lo consiguió. Al menos, no en ese instante.
-No te apures, Gwen. Las obras de arte requieren más tiempo que el resto para perfeccionarse.
La niña bajó los hombros; la luz de sus alas pareció atenuarse un poco. Cerró los ojos oscuros y asintió con gesto triste.
-Es sólo que... tengo ganas de volar.
Louis me miró un segundo, evaluando la situación. Hizo un gesto para que me situara entre los árboles, lejos de la vista de los demás ángeles, y se acercó a la chiquilla. Le rodeó la cintura desde atrás, le dijo que extendiera las alas, y le preguntó si confiaba en él.
La niña lo contempló, no del todo segura.
-¿Qué vas a hacer?
-Voy a hacerte volar. Si puedo con una runner, podré con una mariposa, ¿no te parece?-le dedicó una sonrisa que podría derretir los polos. La niña se la devolvió, tímida-. ¿Me das permiso?
La pequeña asintió, su pelo castaño dorado brillando más gracias a sus alas reflectantes y a la luz que se filtraba del techo. Y, sin más dilación, Louis agitó sus alas y los catapultó hacia delante, en el momento en que otras alas de cisne surcaban el horizonte.
La pequeña chilló al principio, pero sus gritos se fueron atenuando a medida que ganaban altura. Louis consiguió calmarla; la arrastró en varias direcciones para, finalmente, regresar al claro.
Por el rostro de la pequeña corrían lágrimas de felicidad.
-¿Siempre duele tanto?
Louis no supo qué contestarle mientras una mano helada me atenazaba la garganta.
-Las primeras veces es así. Luego, casi no lo notas.
Pero yo sabía que era mentira. Sabía que le había hecho daño aceptando que me llevara. Le había dolido la espalda, le habían dolido las alas, le había dolido el corazón, pero había merecido la pena porque habíamos estado solos en un lugar lleno de gente.
La pequeña no lo soportaría. No tenía nadie por quién sufrir ni pelear. No era su lucha.
Era la nuestra, y corría prisa.

sábado, 20 de septiembre de 2014

¡Terivision!

¡Hola, ente molecular con unos ojos y un cerebro que es capaz de descodificar este mensaje codificado mediante símbolos de milenios de Antigüedad!
Antes de entrar en el asunto, te voy a decir una cosa: voy a llamarte, a partir de ahora, Startie. Por lo que significa, por los orígenes de este blog, y porque es como llamo a mis seguidores en este blog; lo que pasa es que ellos aún no lo saben.
Dicho esto, al meollo: como seguramente ya sepas, porque lo he dicho en Twitter (aunque no con la pesadez que me caracteriza), he decidido empezar una sección nueva en el blog. Porque sí, porque soy una mujer fuerte e independiente (es por eso por lo que vivo en casa de mis padres, del sueldo de mis padres, como de lo que compran mis padres, duermo en la cama que pagaron mis padres y gasto el dinero que me dan mis padres mensualmente. Porque soy extremadamente independiente, y muy moderna, que conste en el acta Inquisitorial).
Esta nueva sección es simple: aquí daré mis opiniones, sobre cualquier tipo de cosa, sobre cualquier cosa. Eso no quiere decir que vaya a dejar de escribir la literatura bellísima que me caracteriza, sino que simplemente a partir de ahora habrá cosas auténticas aquí. Más que las entradas de "quotes", quiero decir. Me dedicaré a poner mis sinceras opiniones sobre cosas que creo que os puedan resultar interesantes, por una sencilla razón: las secciones de este estilo son útiles. Las opiniones son geniales, tanto buenas como malas, porque te ayudan a aumentar tus conocimientos y acotar gustos sobre lo que te interesa o no en este ancho planeta, de no sé cuántos millones de hectáreas, en el que vivimos. 
De modo que finjamos por un segundo que mi opinión es la más importante del universo, que por un segundo estás en ese microcosmos tan mío dentro de un macrocosmos.
Espero ayudarte a ampliar tu propio microcosmos. Al fin y al cabo, de eso va todo, ¿no crees?
Te preguntarás a qué se debe el título. Se debe a que soy original. (risa malvada). No; en realidad, en un momento de lucidez de estos que me caracterizan a mí, he mezclado dos palabras: mi nombre en Twitter (Tericeraptops corazoncito) y vision. En inglés. Porque bitches love cake mola más que las putas aman el pastel. Y así, ha nacido esto.
No te aburro más. Empiezo con mis opiniones (que, espero, no te produzcan ningún tipo de trastorno mental. No me gustaría que enfermaras).
Voy a empezar la sección hablando de una de las cosas más maravillosas que ha surgido en este espacio tan inmenso al que llamamos universo. Se trata de...
Nutella! by MinjiXMuu-chan
¡LA NUTELLA!
Jamás podré agradecerles a los italianos este pequeño manjar de los dioses tanto como se lo merecen. Permíteme que te diga, simplemente, que la Nutella es Dios. Dios derretido y metido en un tarrito que te observa en el supermercado desde su estantería, como diciendo "me vas a comprar, me vas a disfrutar, y lo sabes".
Soy de las personas que tienen la firme creencia de que el mundo se divide en dos grupos: los que prefieren la Nocilla, y los que prefieren la Nutella. Creo que se nota a cuál pertenezco yo.
Lo mejor: que te la puedes comer como te dé la gana; en rebanadas de pan, como sirope de crêpes, en un helado... incluso a cucharada limpia, porque sólo se vive una vez. O, si ya estás aburrido de las formas tradicionales, puedes tirársela encima a alguien guapo y quitársela con la lengua (de nada por el truco sexual).
Lo peor: que dicen que fue a base de una dieta exclusiva de Nutella como Nicki Minaj consiguió su culo de portada de discos.
Y que me hace quedar mal cuando digo que soy atea pero mantengo que la Nutella es Dios. Estoy estudiando ese caso.
La molécula efervescente (es decir, lo que más mola): cuando en verano, con el calor, está más derretida.
Grado cósmico: Universo al completo (3543513797221880/5 estrellas).
¿Y tú? ¿Eres del team Nocilla, más de lo de casa, o del team Nutella? ¿Cómo prefieres tomarla? ¿Y cuál es tu "molécula efervescente" particular? Déjame un comentario, por favor. No me gusta hablar sola en mi blog; lo que haga en Twitter es otra historia.

PD: el siguiente post no va a ser tan chorras, ya empezaré con cosas más... normales. Quería sacarte una sonrisa. Aunque naciera por un "Erika es subnormal".

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Deshidratación.

Siento que los chicos son mi amor de verano, y que ya es septiembre.
Que estoy en un lugar nuevo después de las vacaciones y todavía no me acostumbro a no echarme la protección cada día antes de bajar a la playa.
Que ya no son novelas de misterio lo que tengo entre las manos, sino libros de texto hechos y derechos.
Que no voy a poder quererlos como lo hice antes, porque ya no tendré tiempo, ni tendré fuerzas.
Y tengo miedo. Estoy asustada.
Porque son lo único que conozco, lo único que me aportaba felicidad en un minuto.
No podré soportar que el manantial se seque y tener sed cuatro años.

jueves, 11 de septiembre de 2014

María Antonieta.

Si lo prefieres, puedes leer este capítulo en Wattpad haciendo clic aquí.

Antes de nada, tengo algo importante que decirte. Si me sigues en Twitter, seguramente ya sepas que he empezado la Universidad. Así que, como comprenderás, no tendré mucho tiempo para escribir (estaré demasiado ocupada suicidándome), de modo que he decidido volver a mi plan inicial de publicar una vez al mes, todos los días 11. Si consigo acabar Light Wings antes de que ella acabe conmigo, ya veré cómo hago, aunque seguramente deje Chasing the Stars como semanal una vez ya esté liberada de esa carga extra.
Gracias por comprenderlo ♥
Cuando Louis entró en la cocina, no se esperaba encontrar a sus hijos más pequeños rompiendo los huevos y echándolos en un plato, pero efectivamente eso hacían. Suspiró, contemplando cómo estaban dejando la cocina, y los apartó a un lado. Podrían hacer otra cosa, como...
No se le ocurría nada, pero no necesitaba excusas para que Daniel y Astrid se alejaran de él, ¿no?
Bajó a su hijo pequeño de la mesa en la que estaba sentado y lo condujo a la puerta de la cocina, como diciéndole con cariño y en silencio “vete”. El niño lo captó en seguida, porque no ofreció resistencia, sino que cedió y se alejó por donde había venido, cruzándose con su hermana, que había ido a solucionar un problema de su madre.
-¿A dónde vas tú?-preguntó Louis cuando Astrid esquivó con habilidad sus piernas y comenzó a escalar hacia su mesa.
-¡A batir los huevos!-exclamó ella. Louis negó con la cabeza mientras se remangaba la camisa.
-Ve mejor a ver qué juguetes quieres que demos a los niños pobres, ¿vale? Yo me ocupo de esto.
Astrid abrió las palmas de las manos mientras Eleanor terminaba de picar las patatas. En aquella casa no se hacía la tortilla como se hacía en las demás. No era la típica francesa, sino la española, como tenía que ser, con sus patatas, su cebolla y su todo.
-¡De verdad que no puedo hacerlo todo yo sola!-estalló la cría, y salió en tromba de la habitación. Louis luchó con todas sus fuerzas por no echarse a reír.
-Tu hermana es la reina del drama.
-Podría haber entrado en cualquier fandom y haberse coronado rápidamente con esa actitud-contestó Eleanor, asintiendo con la cabeza.
-Tendrá tiempo.
-Y a quién parecerse-la muchacha alzó una ceja y apartó la mirada de las patatas un segundo, lo suficiente como para que el hombre lo pillara al vuelo pero se hiciera el ofendido.
-¿Va por mí?
-Mamá-echó las patatas en una sartén y dejó que la conversación muriera allí, sin más estertor que el susurro de las patatas ardiendo en el aceite.
Cocinaron en silencio, compenetrándose en cada acción y agradeciendo los instantes de reflexión y la mano amiga que el otro le tendía cada vez que era necesario. Acabaron antes de lo previsto, y se encaminaron al salón cargados con platos y vasos.
Eri ya estaba mucho mejor que antes, con las piernas cruzadas, la espalda erguida, la mano apoyada en la mandíbula y tamborileando con los dedos mientras contemplaba la televisión, que vomitaba imágenes y sonidos que a Louis le costaron comprender.
-¿Qué coño están hablando?-espetó, señalando a dos muchachas con vestidos muy coloridos y peinados casi imposibles.
-Son andaluzas.
Louis alzó las cejas.
-¿Van así siempre?
-Debe de haber alguna fiesta.
-Vosotros siempre tenéis fiestas-espetó él, mirándola como si el hecho de que en España no hubiera un día que no fuera festivo aunque fuera solamente en un barrio fuera culpa de su mujer. Eri se encogió de hombros.
-No es culpa nuestra que nosotros sí sepamos disfrutar de la vida, inglés-pronunció la última palabra como si fuera más un insulto que un gentilicio, lo que hizo sonreír a quien estaba dirigida. Aceptó su plato de buena gana y llamó a los niños mientras los Eleanor y Louis terminaban de acercar las comidas.
-Quiero CocaCola, mamá-rogó Daniel, moviéndole la rodilla a su madre.
-No, que os hincha y luego no me ayudáis-sentenció la española, y el pequeño inglés puso ojos de cordero degollado, y la española se limitó a alzar una ceja y negar con la cabeza. Estaba muy acostumbrada a los trucos de los críos, y no iban a poder con ella.
Comieron mirando la televisión. En español. Se cambió de programa para que Louis no se sintiera insultado al no comprender del todo lo que decían las dos chicas, que discutían porque una tercera le había robado el novio a una segunda (oh, culebrones, qué típico, pensó Eri para sus adentros, pero no dijo nada), pero que cambiaran de dialecto no significó cambiar de idioma precisamente.
Después de un empacho tanto de tortilla como de la orquesta de tenedores golpeando y arañando los platos, después de varias botellas de agua que Eleanor se encargó de ir a buscar, y después de miles y miles de palabras en un idioma no germánico escupidas por presentadores de todos los puntos de España pero cuyo origen exacto no se podía entrever, la familia terminó de comer y se puso manos a la obra otra vez.
Louis se fue de casa sin despedirse, porque tenía pensado volver en poco tiempo.
Con lo que no contaba (o en realidad sí contaba pero no quería admitirlo), era con que Zayn estaría viendo un partido de fútbol y acabaría entretenido con él.
Llamó a la puerta de la casa de los Malik, y, para su sorpresa, fue Zayn quien abrió, con una barba de longitud impensable. Sus ojos brillaron al encontrárselo en el umbral de la puerta, alzó las cejas y abrió un poco aquella boca enmarcada en vello azabache.
-¿Eri te ha echado de casa?
-¿Qué?-espetó Louis, frunciendo el ceño-. No. Vengo a por Tommy.
-Ah, claro-replicó Zayn, estudiando a Louis como si lo viera por primera vez. Louis abrió los brazos-. No traes nada.
-¿Acaso debería? Creía que a Sherezade no le gustaba que trajera cosas cuando Tommy se quedaba a tocaros los huevos.
-Hoy juega el Manchester.
A Louis se le cayó el mundo a los pies.
-No me jodas, Zayn, ¿va en serio?
Zayn asintió con la cabeza y se hizo a un lado.
-Supongo que vienes por ello. ¿Puedes quedarte?
-Eri no me echará mucho de menos... espero.
Pero sí que lo hizo.
Dos cervezas a cuenta de cada uno y tres boles llenos de comida basura después, amén de tres goles repartidos injustamente en porterías diferentes, el teléfono de casa de Zayn y Sherezade comenzó a temblar y a acompañar sus temblores con chillidos que dejaban poco al descanso del oído humano.
Ninguno de los chicos se movió, sino que fue Sherezade la que, molesta por el ruido, bajó las escaleras a toda velocidad para precipitarse hacia la vuelta de la tranquilidad. Descolgó el teléfono, se lo colocó en la oreja, y dejó que su mano libre reposara en su cadera. Asintió con la cabeza, chasqueó la lengua, se rió y frunció el ceño.
-Descuida, ahora te los mando. ¿Quieres más ayuda? … ¿Seguro? De acuerdo. Hasta otra, querida-sonrió Sherezade, haciendo que el sol se retorciera de envidia a miles de millones de kilómetros de la Tierra, celoso de que algo que no quemara pudiera ser más luminoso que él.
La mujer se volvió en redondo, con los brazos en jarras, y chistó. No pasó nada, de modo que tuvo que ponerse entre su marido, el amigo de éste, y la tele, para que las cosas surtieran efecto.
Los dos hombres levantaron la cabeza sin comprender muy bien qué pasaba y la miraron a la vez.
-¡Eh! ¿Qué...?-iba a empezar Zayn.
-Erika ha llamado. Quiere que vayas, Louis. Y que cumplas con tu misión.
Louis suspiró.
-¿No podía esperar ni quince minutos?
-Le dije que ya estabas de camino, así que más te vale darte prisa-lo señaló con un dedo de uña perfectamente pintada, y con un anillo de plata engarzado en él, a modo de pistola. Louis asintió con la cabeza, se levantó, y preguntó dónde estaba su hijo. Ya que no iba disfrutar del final del partido como Dios mandaba, por lo menos cumpliría su misión tal y como se la habían encomendado.
Sherezade señaló a la sala de juegos de los Malik, y no se movió cuando se encaminó hacia allí. Tampoco lo hizo cuando Zayn se levantó y fue a seguirlo.
-Louis.
-Tengo que llevármelo, Zayn-replicó el otro, alzando las manos con las palmas vueltas hacia él. La culpa de la situación no era suya, pero era el encargado de arreglarla. Zayn le dedicó una sonrisa por la que muchas chicas habrían muerto tiempo atrás... claro que Louis estaba curando de espanto, tanto por el tiempo que llevaba con Zayn como con el que llevaba con su familia. Se limitó a alzar las cejas.
-Sabes que no estás para muchas fiestas ahora mismo, y créeme si te digo que Tommy no se va a ir sin luchar.
-Dios, ese cabrón se parece demasiado a mí-asintió el otro, frotándose la cara y suspirando. A Zayn le pareció extremadamente cómico cómo pareció perder de repente veinte años, volver a ser aquel muchacho veinteañero que lo único que quería era disfrutar de la vida con las personas que le daban sentido.
-Recoge lo que hemos ensuciado mientras yo los convenzo para que vengan, ¿quieres?-le dio una palmada en la espalda, y sin añadir nada más, se encaminó en solitario a la habitación.
Mientras andaba, Zayn se esforzó en contar las situaciones en las que había tenido que caminar solo cuando los demás estaban involucrados también en el tema que se desarrollaba.
Aquella era la segunda.
La primera vez fue cuando se dirigió a un altar desde el que esperaría más tarde a una despampanante Sherezade, que le daría a la palabra “belleza” un nivel totalmente luego, inalcanzable para el resto de morales.
No se molestó en llamar a la puerta, simplemente la abrió para encontrarse a unos Scott y Tommy muertos de risa, que intentaban con todas sus fuerzas moverse al ritmo de la canción que estaba sonando en los altavoces de la sala, siguiendo los pasos que les marcaba un monigote de la televisión.
-Hijo de puta, hijo de puta, no me empujes, hijo de puta-reía su hijo mientras empujaba al otro, que no hacía más que protestar, llamándolo “cabrón” y cosas no tan agradables.
Zayn carraspeó, y los dos chicos se volvieron hacia él, sorprendidos de que alguien se atreviera a entrar en su templo en plena misa.
-Erika nos necesita, y no precisamente para que seamos sus bailarines de apoyo-Zayn negó con la cabeza.
-Mi madre tiene que aprender a calmarse. Lleva necesitando a la gente mucho tiempo. Debería aprender a hacer las cosas por sí misma.
-No hables así de tu madre, Tommy, gilipollas. La genética de Eri es más fuerte que la de Louis, y eso claramente es de él. Además, sabes que las cosas están cambiando y que cuantas más manos podamos reunir, mejor.
Tommy puso los ojos en blanco, pero asintió con la cabeza. Scott se mordió el labio y se cruzó de brazos. Zayn se dispuso a irse de la habitación, pero algo lo retuvo. Jamás hubiera sabido decir qué había sido, ni aunque le estuvieran apuntando con una pistola a la sien. Tal vez su instinto, tal vez una ráfaga de aire que transportaba un susurro, tal vez la visión de algo por el rabillo del ojo...
-¿Estáis fumados?-espetó, incrédulo. Tommy abrió mucho los ojos, Scott rápidamente negó con la cabeza, a tal velocidad que Zayn temió que se le saliera disparada.
-No, papá, ¿cómo puedes decir eso? Somos tíos sanos, jugamos en el equipo del instituto...
-Sé cómo huele la droga-cortó la perorata Zayn, y los dos muchachos se pusieron colorados, como si quisieran competir contra un tomate-. Créeme, sé de drogas, aunque no os lo creáis. Fui joven una vez, ¿sabéis?
-¿Cuando los dinosaurios aún poblaban la Tierra?
-Scott, vete a la mierda-se agarró al vano de la puerta y los señaló de la misma manera en que lo había hecho su mujer minutos antes-. Más os vale no estar enganchados.
-No le dirás nada a mamá, ¿verdad? Ni a Louis-se apresuró a añadir su hijo, echando un vistazo a su amigo, que se puso pálido ante la sola mención de su segundo nombre, el primero de su padre, según se mirase.
Qué suerte habéis tenido de que le haya mandado limpiar a él, cabrones, murmuró para sus adentros Zayn, que se encogió de hombros.
-Louis también lo sabe, ¿os creéis que somos imbéciles? Cuando teníamos vuestra edad éramos mil veces más famosos que vosotros. Eso aumentaba las posibilidades de drogarse un millón de veces.
-Papá dice que nunca se drogó estando con mamá-intervino Tommy, que recuperaba muy lentamente su tono natural de piel... o más bien su tono de tomate.
-Estando tu madre en Inglaterra, no.. Pero pregúntale qué hacía entre semana, cuando íbamos a fiestas y la cosa se desmadraba. Nunca fuimos santos, ni estuvimos bien definidos. Simplemente intentábamos ser nosotros. Ser jóvenes y normales. Y eso entra dentro de la normalidad-hizo un gesto que abarcó la sala de juegos en su pequeña totalidad. Scott alzó la cabeza y siguió el vuelo de una mosca inexistente.
-Entonces, ¿a qué viene este discurso?-quiso saber, alzando una ceja. Se parecía mucho a su madre cuando hacía eso.
-A que por lo menos podríais ser un poco menos retrasados, y drogaros cuando no estéis en casa. Esnifar en las tetas de una tía tirada en un sofá de cuero que lleva siendo cutre desde antes de que lo compraran...
-¿Papá?
-Dios, cómo me marcó aquello.
-¡Papá!
Zayn sacudió la cabeza, saliendo de su dulce ensoñación, de aquellos recuerdos de un pasado tan glorioso como irrepetible. Por desgracia, irrepetible. Los miró como si los viera por primera vez, y volvió a cabrearse, o a fingirse cabreado.
-¿Es que no habéis aprendido nada,joder? Vaya par de imbéciles estamos criando Louis y yo.
Se fue negando con la cabeza, dejando a los chicos pensando en que se habían librado de algo muy grande por un pelo. Y eso gracias a que Zayn tenía prisa, y estaba de buen humor aquel día. El despertar al lado de una mujer dispuesta a complacerte tenía sus ventajas. Pero, claro, las cosas hubieran sido diferentes si el que hubiera abierto la puerta hubiera sido el padre de Tommy, y no el de Scott. Éste se pondría a gritarles, a amenazar con arrancarles la cabeza, para luego terminar serenándose, masajeándose las sienes y sentenciando un “que no se entere tu madre. Bastante se preocupa ya por ti” que haría que las preocupaciones y reflexiones nocturnas de Tommy volvieran a su coto furtivo de caza, desbordándose como las aguas de un río por una presa cuando ha llovido más de la cuenta.
Ni la llamada de su hermana parecía haber sido suficiente para ponerles sobre aviso.
Los pequeños que transmitirían su apellido algún día se reunieron con quienes ya los habían trasmitido. Louis los miró con el ceño fruncido
-¿Por qué estáis tan rojos vosotros dos?
Eso sólo sirvió para que sus caras se encendieran todavía más. Zayn sonrió; se le daba bien esto de poner roja a la gente. Y lo mejor de todo era que le hacía sentir poderoso. Le reconfortaba que al menos se pusieran rojos. Así no habría más peligro de que la policía un día llamase a su casa y preguntase por un alijo de drogas del que él no sabría nada. A menos, claro, que alguna de sus hijas se drogara, pero las chicas eran bastante más tranquilas que Scott, con su eterno skate y su piercing en el labio, tratando de hacerse un hueco entre las mafias de la ciudad.
Salieron de la casa después de que Zayn besara en los labios y le acariciara la cintura a su mujer, que le respondió con la mayor de las sonrisas y un zalamero “te estaré esperando”.
Tommy y Scott caminaban delante de ellos por la calle; Louis y Zayn cerraban la comitiva. Louis le dio un codazo a Zayn y los señaló.
-¿Qué estaban haciendo?
-¿Tú qué crees?
-Que estaban viendo porno y que los pillaste.
Zayn se echó a reír; los chicos dieron un brinco y miraron a sus padres un segundo.
-Algo por el estilo.
-Tienes que contármelo, Malik. Tú siempre me lo cuentas todo. Y yo a ti. ¿Recuerdas?
-Te lo contaré cuando no estés agobiado y sea probable que les arranques la cabeza.
Louis se detuvo en seco. Zayn siguió caminando, mordiéndose la sonrisa, agachando la cabeza.
-Zayn. Zayn. Zaynzaynzayn.
-¡No te lo voy a decir ahora, joder! Ten paciencia.
-Nunca he sido paciente.
-Pues entonces, jódete.
Louis negó con la cabeza, puso los ojos en blanco y alcanzó a los demás justo cuando llegaban a la puerta de su casa. Tommy sacó un manojo de llaves unidas por un llavero gigantesco y, sin seleccionar siquiera la correcta, insertó la llave en la cerradura, y empujó la puerta.
Eri estaba subiendo la escalera, pero la bronca que les esperaba a los hombres de la casa era más importante que el apuro que llevaba encima. Se detuvo en pleno tramo, se agarró a la barandilla y miró a los recién llegados con el hielo de la Antártida, Groenlandia y los glaciares de Canadá en los ojos.
-Oh, gracias a dios, sus altezas Louis XVI y Thomas I se dignan a aparecer-gruñó. Su rostro cambió radicalmente cuando se fijó en los Malik-. Scott, Zayn, me alegro de veros. Gracias por venir. Será un momento, disculpadme-sonrió, y Zayn instintivamente tomó de los hombros a su hijo y lo apartó un poco. Los Tomlinson avanzaron mientras los Malik se quedaban en un discreto segundo plano. Tommy agachaba la cabeza, Louis miraba a su mujer, pero no con gesto rebelde, sino con una sumisión que, de ser un perro, se traduciría en una cola entre las piernas y un par de orejas gachas-. ¿De qué coño vais? ¿Eh? Sabéis cuánto os necesito y os largáis LOS DOS a la vez. Ni he parido a uno después de horas de sufrimiento ni he aguantado las gilipolleces del otro durante décadas para que me traicionéis de esta manera.
-Al menos somos príncipes, mamá-replicó Tommy, buscando ser gracioso y aplacar la ira volcánica que se cernía sobre ellos. Louis le dio una colleja. Eri entrecerró los ojos y sonrió.
-Louis, ¿sabes por qué eres XVI?
Louis asintió con la cabeza.
-¿Y tú, Tommy? ¿Sabes por qué he llamado a tu padre Louis XVI?
Tommy se encogió de hombros muy despacio, temiendo que el más mínimo movimiento acabara por destruirle.
La sonrisa gélida de su madre cortaría un diamante.
-El pueblo de Francia se alzó en verano contra sus reyes y terminó mandándolos a la guillotina. Adivina a quién le cortaron la cabeza, junto con su mujer doña “Si el pueblo no tiene pan, que coma pasteles”.
-L... Lo... Louis... XVI-afirmó en tono de pregunta Tommy. Louis le acarició la cara interna del brazo para infundirle valor.
-Al menos todavía te queda un poco de cabeza. Vale, ¿me voy a ocupar yo sola de ESTA PUTA CASA o ME VAIS A AYUDAR?-ladró. Los dos asintieron-. PUES MOVED EL CULO-ordenó, volviendo a su procesión furiosa.
Tommy no se hubiera imaginado jamás que el tono rabioso de su madre traspasaría las fronteras del teléfono. Eleanor le había llamado hacía un rato, cuando todavía Louis y Zayn estaban tirados en el sofá viendo cómo el Manchester luchaba por vapulear al otro equipo, y fracasaba en el intento. Cuando vio que era su hermana quien lo llamaba le había quitado hierro al asunto, pero la cosa se había puesto fea en cuanto descolgó y Eleanor le soltó sin esperar a que contestara:
-Capullo, ven a casa. La teniente te necesita.
Y él, cauto y oportuno como siempre, había protestado, y se había ganado lo peor: que Eleanor le pasara el teléfono a su madre, quien se limitó a ladrar:
-Thomas-(ya la cosa prometía si le llamaba Thomas). Mueve el culo hacia casa. Y trae a tu puñetero padre también.
La española colgó sin dejarle contestar.
Pero luego, sabiendo que olvidaría su encargo, o que sería incapaz de cumplirlo con éxito, llamó a Sherezade, quien fue más eficiente a la hora de cumplir con las tareas.
Eleanor bajó cargada con dos cajas entre los brazos. Sonrió con picardía al ver a Scott, quien no dio señales de inmutarse de su coqueteo, y las dejó en el suelo, junto a las demás, asegurándose de que éste supiera que tenía buenas curvas. Tommy puso los ojos en blanco y se aceró a su hermano.
-¿Qué hacemos?
Eleanor caminó sacudiendo las caderas para ir al encuentro de la pareja, se apartó un mechón de pelo de la cara, sonrió, y apoyó una mano de forma “casual” en la cadera.
-Bueno, os puedo explicar vuestras tareas, ¿mm?
A Tommy le daba arcadas el comportamiento de su hermana, pero no había mucho que pudiera hacer para combatirlo. Alzó una ceja, y dejó que ella los cogiera del brazo y se los llevara hasta el rincón del salón, donde comenzó a detallarles qué había que hacer con cada una, señalando cada rectángulo de cartón y posando las manos en el cuerpo de Scott, que se mantenía estoico mientras Tommy se preguntaba si algún día aquella cría dejaría de avergonzarlo.
En ese momento, un millar de golpes se sucedieron en el ático. Todos en la casa miraron hacia arriba. Todos salvo Eleanor, que tenía unas vistas más interesantes del cuello de Scott que no dejaría escapar tan fácilmente.
Louis suspiró y miró a Zayn.
-Vete con ella, tío. Yo puedo ocuparme de vuestros críos, si quieres.
Louis sonrió, le dio una palmada en la espalda y subió las escaleras, al encuentro de su damisela en apuros.
La dama en cuestión se golpeaba el labio con el índice, pensativa, mientras le daba unas cuantas patadas a una caja más fuerte que las demás, y que parecía aguantar todo lo que le echaban.
-Eri...
-¿Qué tal el partido?-espetó ella sin mirarlo. Él murmuró un “vale” desganado que rezó porque no oyera-. ¿Cómo han quedado?
-Aún no se ha acabado, pero...
-¿Aún? Uy, entonces, vete a verlo.
Se quedó en el sitio, sin moverse.
-Eri.
-Lárgate, Louis.
-Pero.
-Que te largues. Haz algo productivo por una vez. Hazme caso.
Louis se acercó a ella y le tocó el brazo. Las corrientes eléctricas, que se habían vuelto tenues con los años, hicieron el resto. No acabaron con su enfado, pero lo aplacaron.
-Dame un beso-pidió. Con un beso se acabaría todo y podrían volver a formar un equipo.
-No me da la gana-replicó la mujer, cuya fortaleza era admirable-. Vamos, pírate.
Pero, lejos de renunciar a la batalla, Louis la tomó de la cintura y la obligó a mirarle.
-He venido a ayudarte, pero a cambio de un beso.
-¿Crees que estás en posición de exigir?
-Dámelo.
Se midieron con la mirada, largo y tendido. Ella esbozó una sonrisa oscura, que no dejaba entrever sus orígenes. Simplemente apareció allí, y punto.
-Quítamelo tú.
Él sonrió bajo la mirada desafiante de ella. Finalmente, después de lo que parecía una eternidad, se inclinó hacia su boca y la besó en los labios, despacio, como si estuviera hecha de cerámica en vez de carne y hueso. Ella se dejó hacer, porque aquellos besos eran sus favoritos.
-Te quiero-le susurró Louis mirándola a los ojos y acariciándole la nuca. Ella se puso de puntillas, a fin de estar más cerca de su boca.
-Y yo a ti, pero a veces eres como... un crío caprichoso.
-Yo era tu crío, o eso decías.
-Mi pequeño niño-asintió ella, revolviéndole el pelo.
-¿No es lo mismo?
-Qué pequeño eres-repitió. Y él la cazó al vuelo.
-Vete a la mierda-protestó, alejándola de sí y soltándola. Ella se echó a reír y le besó en la mejilla: la batalla había acabado en tablas. Le gustaba estar en casa, y enfadarse y calmarse con besos. Los dos eran demasiado orgullosos para pedir perdón sin más, pero no lo suficiente como para dejar que una pelea, por mínima que fuera, minara su convivencia.
Se prometió un tratado de paz con una caricia, pero éste corrió peligro cuando una de las partes se inclinó hacia una caja aparentemente inofensiva, y la otra le detuvo con un:
-¡Me cago en Dios bendito, Louis! ¡De mis libros me ocupo yo!
Así se acabó el incidente, y así fue como toda la familia más dos invitados se dispusieron a preparar la casa para la visita de Diana.
Fregonas, trapos, y escobas en la mano, cada uno en la casa, tanto autóctono como visitante, se afanó en prepararlo todo para la llegada de la americana.
Louis se alegró de que Erika ya no derrochara tanto nerviosismo. La besó y le dijo que merecía descansar, porque había sido la que más había trabajado ese día. Su mujer asintió con la cabeza, se secó el sudor de la frente y se colocó una mano en la cadera mientras con la otra sostenía una escoba. Louis aún tenía las manos húmedas y arrugadas de fregar el baño, pero eso no le importó cuando él se acercó a acariciarle la cintura.
-Deberías calmarte un poco.
-No puedo, Louis-alzó los ojos para mirarla-. Tal vez esté exagerando, vale, pero... sólo quiero estar a la altura.
Louis alzó las cejas.
-Te preocupas más por ella que por tus propios hijos.
-A ella no la conozco. A mis hijos, sí. Llevo años conociéndolos, y a ella apenas la he visto varias veces. Voy a tener que hacer el mismo trabajo que con ellos, con una base nula, y...
-Vale, vale-asintió él, acariciándole el rostro y sonriéndole para calmarla. Consiguió su objetivo, al menos por un rato-. Estamos en esto juntos, ¿vale? Baja al salón, pon la tele, lee un libro, haz lo que te dé la gana. Pero no le des más vueltas.
La española suspiró, asintió con la cabeza y declaró la tregua al polvo y la suciedad. Todos en la casa dejaron lo que estaban haciendo y se concentraron en ser ellos mismos. Tommy y Scott se encerraron en el cuarto de juegos, Eleanor subió las escaleras y se encerró en su habitación, Dan y Astrid se juntaron para jugar al fondo del salón, Eri buscó un buen libro y se sentó cerca de una ventana del salón, mientras Zayn y Louis compartían el mando de la tele.
Consiguieron encontrar un partido de un equipo irlandés. Se miraron mutuamente, se sonrieron y echaron mano del ordenador mientras Eri alzaba la vista de su libro con palabras incomprensibles para los dos hombres y fruncía el ceño.
-No podéis estar en serio. ¿Más fútbol?
-Es el Derby.
-Se puede ir a la mierda el puto Derby, y vuestra puta obsesión con el fútbol-espetó, negando con la cabeza y pasando una página con furia. Con tanta que la arrugó, y chasqueó la lengua, maldijo en español, y se afanó en devolverle su superficie lisa original.
Louis no perdió la oportunidad para meterse con ella y su afición a ver las galas cinematográficas de Estados Unidos en directo, sin importar a qué hora fueran ni quién estuviera nominado. Fiel espectadora de los Oscar desde los 17 años, la primera vez en que descubrió la manera de verlos, no faltaba su cita de primeros de marzo, finales de febrero, para contemplar la segunda vez en que Ellen DeGeneres presentaba la ceremonia que paralizaba el mundo una noche y hacía que cada ojo se volviera sobre Los Ángeles, olvidando todo lo demás. Desde aquella noche de 2014, Eri se sentaba cada madrugada en el sofá, se cubría con unas mantas, conectaba el ordenador a la televisión y se inflaba a chucherías mientras todas las celebridades de Hollywood se paseaban por la alfombra roja.
Louis decidió no contarle a Zayn a qué se debía tanta dedicación y tantos suspiros y envidia tan bien disimulada.
Por el contrario, sí que hizo mención a la ceremonia inmediatamente posterior a su boda, en la que Louis llevaba varias horas de sueño y ella entró como un trombo en la habitación, lo destapó con furia al grito de:
-¡Despierta, cabrón! ¡Despierta! ¡Se lo han dado! ¡Lo tiene! ¡LO TIENE! ¡SE LO HAN DADO! ¡LEO TIENE EL OSCAR! ¡EL OSCAR ES DE LEO! THE OSCAR GOES TO LEONARDO FUCKING DICAPRIO YOU FUCKER!
Las carcajadas de Zayn se mezclaron con el rubor de Eri, que también recordaba lo que pasó después, los besos, los abrazos y los gritos de satisfacción mientras Leonardo daba las gracias por un premio que había tardado mucho en llegar, pero que por fin había entrado en su vida. Aquella noche, DiCaprio lo celebraría como nunca antes se había celebrado nada, y los Tomlinson lo harían de una manera más tradicional, que podría ser el origen de su primogénito.
Las fechas encajaban, más o menos.
Aún se reía Zayn cuando un irlandés sonriente, de puntas que se mantenían rubias a pesar del trabajo que le daban a su dueño y los años que habían pasado desde que empezara a teñirse, apareció en la pantalla del ordenador.
-No me importaría en absoluto saber qué os hace tanta gracia, dada la paliza que le está dando el Derby a los otros.
-Louis me ha contado la pasión de Eri cuando ganó DiCaprio ganó el Oscar.
-¿Perdona? Como para no emocionarme-Eri cerró de un golpe el libro y amenazó a Zayn con un dedo que parecía una daga-. Se lo merecía ya en Titanic. Y no se lo dieron, por la pura envidia que le tienen, de que sea tan guapo y actúe tan bien.
-La mejor fan del mundo, ya te lo digo yo-asintió Niall, encerrado en una pantalla por la que su carisma sel as arreglaba para colarse.
-Sí, bueno, gracias, Niall. Eso me ha ofendido. Yo la introduje al mundo DiCaprio-replicó Louis, fingiéndose ofendido, echando mano de una de las incontables latas de cerveza que habían surgido en la mesa de enfrente cual musgo en la parte norte de los árboles de cualquier bosque.
-¿Qué se siente al saber que le conozco antes que a ti y que posiblemente siga enamorada de él? Eso son más años de relación.
-Disculpa, mi amor, pero no sabe que existes-Louis chasqueó la lengua-. Eso sí que es triste.
-Me llevaste a Los Ángeles. Nos lo presentaron. Casi te da algo. ¿Lo recuerdas?
-Como para olvidarlo.
-La vergüenza que pasé ese día no la vuelvo a pasar en la vida.
-Yo la paso cada vez que vas de compras y discutes con las dependientas porque no te parece que las tallas de las tiendas sean las adecuadas.
-¿Cuándo coño he usado yo una 44, vamos a ver?-espetó ella-. No es culpa mía que las tallas sean minúsculas. Doy gracias al cielo todos los días porque Eleanor no se niegue nunca a comer lo que le pongo en el plato.
-Noto mucha tensión en el ambiente-murmuró Niall, que se estaba echando el pelo hacia delante, ya harto de su cresta eterna.
-Hemos estado limpiando, y ya sabes cómo se pone Louis cuando tiene que trabajar-intervino Zayn, quien se ganó un aplauso de la española y un codazo en las costillas de su compatriota. El irlandés se echó a reír con aquella risa musical y fácil que hacía la vida un poco más amena.
-¿Queréis que vaya a ayudaros?
-Gracias, Niall, pero no hace falta que cojas un avión sólo para ayudarnos a limpiar el polvo. Podemos ocuparnos nosotros-susurró la chica.
-No es problema. Mañana estaré ahí. Somos One Direction, nos seguimos ayudando.
-Ahora que lo pienso, ¿llamo a Sherezade para que venga mañana?
-Sí, sí, que vaya Sherezade-asintió Niall, quien no disimulaba su gusto por las mujeres hermosas.
-Ya se ha ofrecido, pero le he dicho que no hacía falta-declinó la invitación de Zayn la anfitriona, que había vuelto a la lectura de su libro, cruzando las piernas y llevándose una mano a la boca. Odiaba reconocerlo, pero poco a poco su voz interior iba tomando tintes de inglesa, y pronunciaba las erres como las pronunciaba Louis cuando se peleaba con su lengua para hablar español; por eso, tenía que esforzarse en que aquella muchacha de palabras rápidas y voz clara conservara el acento asturiano que tanto había odiado en un principio y que tanto de menos echaba ahora.
-Eri se siente intimidada en su presencia-informó Louis.
-¿Qué? ¿Por qué?-preguntó el musulmán, incorporándose en el asiento y mirándola con los ojos como platos y la boca abierta formando una O gigantesca. Eri se derritió por dentro, pensando en lo tierno que podía ser a veces. Elegí mal, debí haberme quedado con él en el fandom.
-¿La has visto, Zayn? Es la mujer más hermosa que haya habido y habrá en este mundo y en todos los circundantes.
-Dicen que las marcianas estarían muy buenas-decidió intervenir Niall, a quien nadie le hizo caso.
-Tú tampoco estás mal, nena-trató de consolarla Louis. Sin embargo, lo fulminaron con la mirada.
-Cuando me sueltas esas perlas me pregunto por qué me pasé hace tanto tiempo a tu parte del fandom, y no me quedé en el de Zayn.
-Las mías se lo pasan mejor-Zayn alzó las manos.
-Discrepo-gruñó Niall, para después alzar las manos y bramar-. ¡No me jodas! ¡Eso era falta!
-Porque soy adorable, Eri.
-Bueno... hay opiniones-replicaron Zayn y Niall al unísono, y se echaron a reír. Eri asintió, los señaló con la palma de la mano vuelta hacia arriba, y volvió a su libro.
Una vez se acabó el partido, Zayn, Scott y Niall se despidieron, y cada uno se fue a hacer vida propia en su respectivo hogar. Tommy fue el encargado de preparar la cena, como compensación por no haber estado por la mañana, cuando más se le necesitaba. La familia se congregó en torno a la mesa de la cocina, y comieron entre carcajadas y silencios, tocando todos los temas del mundo en sus conversaciones, salvo uno: Diana, la que pronto se convertiría en una más de la familia. Los niños se habían dado cuenta del mal que le hacía a su madre pensar en lo que se avecinaba, y habían decidido saciar su curiosidad más tarde: Eleanor lo haría cuando la muchacha apareciera, los pequeños le preguntarían a su padre más tarde, y Tommy... no tenía mucha curiosidad por conocer a su falsa prima. Sólo quería meterse en la cama y dormir.
Recogieron la mesa, y los hijos se reunieron en torno a la televisión, para disfrutar de una película importante en la infancia de todos. Unos la recordarían más que otros por haberla visto más veces; otros, la disfrutarían más que los primeros por ser más jóvenes.
Mientras tanto, Louis arrastraría a su mujer al baño, la obligaría a bañarse con él, y le masajearía los hombros para calmarla.
-Te preocupas demasiado.
-Es uno de mis muchos defectos.
-Deshazte el moño. Voy a lavarte el pelo.
-No tengo 2 años.
-Tienes 37.
-Tú tienes 41.

-Cualquier día te meto la cabeza debajo del agua-amenazó Louis, pero no lo decía en serio. Nunca iba en serio. Le besó el hombro y le deshizo el moño con lentitud, sintiendo cómo con cada gota de agua que le tocaba el pelo sus preocupaciones se alejaban. El agua tenía poderes curativos, y era capaz de lavar las preocupaciones de un alma si sabías utilizarla correctamente.