martes, 28 de febrero de 2017

Somos la única profesión que celebra lo que significa estar vivos.


Gracias a la academia. Hay un lugar en el que toda la gente con mayor potencial se reúne, un lugar, y ése es el cementerio. La gente me pregunta todo el tiempo, “¿Qué tipo de historias quieres contar, Viola?” y yo digo “exhuma esos cuerpos, exhuma esos cuerpos, exhuma esas historias, las historias de la gente que soñó, que soñó a lo grande, y nunca vio esos sueños convertirse en realidad. La gente que se enamoró y perdió”. Me convertí en artista, y gracias a Dios que lo hice, porque somos la única profesión que celebra lo que significa estar vivo. Esto es para August Wilson, que exhumó y ensalzó a la gente normal. Y para Brown Pictures, Paramount, Macro, Todd Black, Molly Allen, por ser las animadoras de una película que va sobre personas. Y palabras. Y vida, y perdón, y gracilidad. Y para Michael T. Williamson, Stephen McKinley Henderson, por ser los artistas más maravillosos con los que he trabajado nunca.
Y oh, capitán, mi capitán, Denzel Washington. Gracias por poner a esas dos entidades en el asiento del conductor: August y Dios. Y te sirvieron bien. Y para Dan y Mari Alice Davis, que han sido y serán el centro de mi universo, la gente que me enseñó lo que estaba bien  lo que estaba mal, a perder, a amar, a sostener un premio, a perder. A mis padres; estoy muy agradecida de que Dios os eligiera a vosotros para traerme a este mundo. A mis hermanas, a mi hermana Dolores, éramos mujeres blancas en las fiestas del té. Gracias por tu imaginación. Y a mi marido y mi hija. Mi corazón, tú y Génesis. Vosotros me enseñáis cómo vivir cada día, cómo amar, y me alegra tanto que seáis los cimientos de mi vida. Gracias a la Academia. Gracias.

sábado, 25 de febrero de 2017

Tu mitad.

¡Muchísimas, muchísimas, muchísimas gracias por hacer que un capítulo llegara otra vez a los 100 comentarios! Me alegro un montón de que disfrutarais con él. Y,  como lo prometido es deuda, aquí tenéis la sorpresa de Sabrae:
Y, bueno, la portada no es sólo la sorpresa. Para celebrar cierto acontecimiento súper importante, tendréis disponible el primer capítulo de su historia en:



¡Exacto! El 23 de abril empezaré a subir los capítulos; si quieres que te avise por Twitter, no tienes más que dar fav a este tweet:
Y, sin más dilación, os dejo para que disfrutéis de lo novios que son Scott y Tommy.

-Podrías ayudarme, o algo. No sé. Vamos, digo yo. No va a ser todo comer-bufé, después de que Scott me quitara, literalmente, de las manos, el último donut que había hecho. Ni siquiera me dejó ponerle algo de adorno, y le dio absolutamente igual que le dijera que era para mí, que yo me lo merecía más.
               Sólo se encogió de hombros, sonrió, le dio otro mordisco e hizo un gesto con la mano para que continuara con mis tareas.
               -Es que me gusta ver cómo sacudes ese culo de Tomlinson que te ha dado la madre naturaleza mientras bates los huevos.
               Me volví y lo miré.
               -¿Es que mi hermana no te saca suficiente brillo, que también me necesitas a mí?
               -¿Qué puedo decir, T? Me va el vicio, aunque Eleanor, precisamente, una santita, no es que…
               -¡Vale!-alcé las manos-. ¡Quieto ahí! ¡Las coñas con mi hermana, de momento, sólo las hago yo! ¿Está claro? ¿Podrás vivir sin fanfarronear?
               -¿Podrás vivir sin conocer mi apasionante vida sexual, Thomas?
               -Creo que resistiré. Pero ahora en serio, S, ¿cómo se te ocurre liarte con mi hermana? ¿No te das cuenta de que ahora no vamos a poder hablar de sexo tranquilamente, porque tú siempre vas a terminar sacándola a reducir? Al final, sería como si me la estuviera tirando yo.
               -Podemos llamarla Trixie.
               Nos miramos un segundo.
               -No vamos a llamarla Trixie-dijimos a la vez. Porque los dos sabíamos adónde nos llevaría eso. La razón de que Trixie hubiera encajado bien en la excusa de por qué no quería Scott decirnos con quién estaba, era que era amiga de Megan, alias el demonio personificado. Y que Scott se sintiera atraído por alguna de las cabronas que acompañaban a la víbora de mi ex era algo tan sacrílego como increíble.
               Trixie estaba demasiado cerca de Megan, y por mucho que yo quisiera a Lay o a Didi, los recuerdos siempre iban a estar ahí, demasiado recientes aún. Le había entregado demasiadas cosas a Megan como para fingir que no era importante para mí.
               Lo único que tenía que hacer era darles más cosas a Diana y Layla para que ellas la superaran. Y entonces, todo se acabaría.
               -O podríamos no hablar de sexo-musitó, encogiéndose de hombros.
               -Eres Scott Malik-protesté.
               -Puedo hablar de un montón de cosas que no tengan que ver con el sexo.
               -¿En serio? Dime dos.
               Scott miró hacia el techo.

martes, 14 de febrero de 2017

Mi inglés.

No sé cuánto tiempo llevo en el baño, pero es mucho menos del que necesito y bastante más del que debería haber utilizado ya.
               Voy a hacer que Keira llegue tarde a clase. Yo tengo prácticas hoy, pero no sé si conseguiré ir.
               ¿Es que nunca va a dejarme tranquila?
               ¿Jamás voy a poder descansar?
               Keira ya se ha puesto las botas, lleva paseando de un lado a otro por casa cerca de 15 minutos, pensando en qué hacer a continuación. No me presiona desde que le conté lo que me pasó, y quiero pensar que no es por miedo, sino porque sabe que necesito espacio.
               Mucho espacio.
               Todo el espacio que ella pueda darme.
               Finalmente, llama a la puerta con los nudillos, tan suave que yo no la oigo debido al rumor del agua. Aún no he cerrado el grifo.
               -¿Layla? Lay, tengo que entrar a lavarme los dientes, voy a…
               Se queda helada, tiesa, con la espalda recta y los ojos abiertos como platos. Es como un búho rubio.
               Y, cuando yo la miro y ve la oscuridad en mis ojos, el vacío en ellos, reacciona.
               -¿Qué te pasa?-inquiere, cayendo hacia mí y olvidándose de su bolso, en el que lleva un ordenador más caro que tres mensualidades del alquiler de la última casa en la que estuvo, antes de venirse a vivir conmigo. Creo que, de la mía, serían dos.
               Pero, claro, ahora ya no pago alquiler.
               Mi casa ardió. Con el cadáver de mi novio muerto.
               Cierro los ojos y me inclino hacia el otro lado, sigo frotándome las piernas. Tengo los muslos en carne viva, no sabría decir cuánto tiempo llevo lavándome sin terminar de hacerlo de verdad. Lo único que estoy haciendo realmente es torturarme.
               -¿Qué te pasa? ¿Te encuentras mal? ¿Qué es? ¿Llamo a una ambulancia?
               -Estoy sucia-le digo, como si no viera la bañera mediada de agua con un ligero tono a tierra. Me coge las manos, intenta quitarme la esponja-. ¡No! ¡Déjame! ¡Tengo que limpiarme!-grito, y me echo a llorar. Me acaricia la cara y pega su frente a la mía.
               -¿Qué es? ¿Es él?-dice con un hilo de voz, como si fuéramos a despertarlo. No podemos despertarlo; está muerto. Yo misma le eché un puñado de tierra encima mientras se caía.
               Está muerto, y sigue viviendo en mí. Keira me limpia las lágrimas, me sostiene la cara entre sus manos.
               -Puedes contármelo, mi vida-me dice, me acaricia el pelo, me aparta mechones de la cara-. Voy a cuidar de ti.
               Niego con la cabeza, es tan horrible que no puedo decirlo en voz alta.
               -¿Quieres que llame a Tommy?
               -No le molestes-le pido, pero ella ya se está levantando, se escapa entre mis dedos, no me deja retenerla-. Keira, por favor, no le molestes, debe de estar en clase.
               Ella corre a mi habitación, abre la puerta, y se lanza derecha hacia mi mesilla de noche. Coge el teléfono y me lo trae. Lo desbloquea con manos temblorosas. Busca su nombre y, finalmente, toca sobre él.
               -Deja a Tommy-le suplico. Me da muchísima vergüenza hablar con él. No se merece esto, bastantes problemas ha tenido ya como para que ahora vaya yo y… y… le diga… Dios, no puede ser. Por favor. No.
               Keira se aparta el pelo de la cara, pasea por el baño, me mira, y vuelve a pasear. Se muerde el pulgar, cierra los ojos, murmura una súplica, y finalmente da un pequeño brinco.
               -¿Tommy?-una contestación al otro lado de la línea-. Soy Keira. ¿Puedes venir? Layla…
               -No le digas que estoy mal-pido.
               -… está mal-dice-. Te necesita-me mira a los ojos-. Sí, está despierta. ¿Quieres que…?-invita, y yo extiendo la mano. No espera a que él conteste. Me tiende el teléfono y se queda quieta, de pie, con las piernas muy juntas, la uña del pulgar en la boca.
               -Tommy-susurro, agotada.
               -Princesa-replica él-. ¿Qué pasa? ¿Te encuentras bien?
               Niego con la cabeza, aunque él no puede verme. Y, entonces, me echo a llorar.
               -Ahora mismo voy. No te muevas de donde estás-dice, y, a pesar de que no quiero apurarlo, le digo:
               -Date prisa.
               -Siempre, princesa-contesta, y cuelga. Ninguno de los dos piensa en que, en teoría, no puede venir, porque tiene clase. Yo sigo metida en la bañera, totalmente desnuda, con la estufa apagada y el agua corriendo, demasiado caliente como para que mi piel pueda soportarla. Keira se queda conmigo, no se separa de mí hasta que suena el timbre.
               Tommy debería tener llaves. Es más, sé que las tiene, pero siempre llama al timbre. Es una muestra de respeto hacia nosotras. Entra en el baño como un torbellino y me mira un segundo. Se acerca a mí, me acaricia la cara, me pone una mano en la mejilla y me pasa el pulgar por los labios.
               -¿Quieres convertirte en una sirenita?-pregunta, y yo le tengo que sonreír. No me puede pasar malo si él está cerca. Le sonríe a mi sonrisa. Tiene la sonrisa más bonita del mundo-. ¿Me dices qué es?

sábado, 11 de febrero de 2017

Veintitrés y diecisiete.

Papá llama despacio con los nudillos en la puerta. Apenas lo oigo.
               O no debería oírlo, pero lo hago.
               Mamá se ha ido al despacho. Por la tarde, cuando prácticamente nunca, a no ser que sea vea muy pillada con la preparación de un caso, lo hace. Y es sospechoso, muy sospechoso.
               Papá empuja despacio la puerta de mi habitación. Me encuentra tumbado en la cama, con un cigarro entre los labios y la mirada fija en el techo. Llevo 20 minutos pensando en qué sucedería si salto en la cama lo suficiente como para hacer que mi cabeza impacte contra éste.
               De una mala, me quedaría en silla de ruedas (que es, básicamente, como ya me siento, inútil en mi propio cuerpo, encerrado en una prisión asfixiante).
               De una buena, me partiría el cuello y la palmaría.
               Me la suda que se suponga que he dejado de fumar. O que mi padre no debería verme haciéndolo, por eso de que soy muy joven y tengo toda la vida por delante. Pues precisamente porque tengo toda la vida por delante estoy fumando. Puede que me dé un tumor y me quede tieso en cosa de una semana.
               -¿Puedo pasar?-pregunta. Yo me encojo de hombros, sin mirarlo. Doy otra calada y todo mi ser se concentra en la sensación de la nicotina penetrándome en el cuerpo.
               -Es tu casa-doy otra calada, sigo sin mirarle. Ya no estoy a oscuras. Esta mañana me he despertado vacío, y en las tinieblas. Conozco esa sensación. No me voy a dejar arrastrar. Por Eleanor.
               Eleanor no se merece que yo me suicide.
               Pero me aterroriza pensar en que terminaré perdiendo las fuerzas como las perdí la última vez. Ashley tampoco se lo merecía, pero por motivos muy distintos. Era demasiado bueno para ella; Eleanor es demasiado buena para mí.
               No puedo volver a caer. Pero no voy a aguantar mucho más tiempo.
               Papá se sienta al pie de la cama. Está a punto de decir algo, pero yo me adelanto.
               -¿Dónde está mamá?
               Quiero que me lo diga. Quiero que me lo confirme. Está con Tommy. Ha elegido. No ha sido a ti. Yo no puedo elegir. Te pareces demasiado a mí. Quiero que duela. Quiero que escueza. Quiero que me haga deshacerme.
               -Ella… ha salido un momento. Volverá enseguida. ¿Qué necesitabas? ¿Te sirvo yo?
               Pobre papá, realmente se esfuerza en ser lo mejor padre que puede.
               -Sé que está con Tommy-espeto, y él se hunde un poco, agotado-. No pasa nada. Tú también puedes ir con ella. No tienes por qué estar aquí.
               -¿Qué?
               Me incorporo.
               -Oh, venga, papá, como si no lo supieras. Tommy es todo lo que yo no soy. A Tommy lo buscaron, lo desearon, hicieron todo por tenerlo, y a mí… bueno, conmigo, se os rompió el condón, os falló la píldora, ¿recuerdas? Soy un accidente. No debería estar aquí. No voy a culparte por preferirlo a él, igual que no culpo a mamá por estar con él ahora.
               -Tienes que estar loco para pensar que tu madre realmente prefiere a Tommy por encima de ti.
               -Bueno, hoy no ha sido capaz de levantarme de la cama, y le ha faltado tiempo para ir a su casa, ¿no?
               -No pienses ni por un segundo que tu madre prefiere a nadie por encima de ti. Ni que yo lo hago. Eres mi hijo.
               -Sí, tu único hijo varón, y también tu único bastardo-escupo, y él desencaja la mandíbula.
               -¿Quieres que te diga que me arrepiento de cómo te tuve? ¿De cómo te engendré con tu madre? Porque de lo único que me arrepiento, Scott, es de haber dejado una mínima posibilidad de que tú no existieras. Lo mejor que me ha pasado en la vida ha sido dejar embarazada a tu madre de ti, que ella me buscara y me permitiera ver cómo crecías en su interior-espeta-. Sé que piensas que mi mayor logro son todos los premios que guardo en casa, pero de lo que más me enorgullezco es del hombre en el que te estás convirtiendo. Y no sabes lo que me flipa pensar que yo he tenido algo que ver en la persona que eres. Adoro que te parezcas a mí. Adoro que seas mi hijo. Joder, pero si lo mejor que he hecho en mi vida ha sido ponerte tu nombre, y no esa abominación con la que pretendía llamarte tu madre-dice, mordiéndose el labio al sonreír, y yo también sonrío. Me acaricia la mandíbula y me da un beso en la mejilla. Papá no suele darme besos, ni yo a él.
               Me pregunto por qué.
               Me sienta bastante bien.

domingo, 5 de febrero de 2017

Efecto mariposa.

El hijo de puta que dijera que los lunes son el peor día de la semana no tenía ni zorra idea del asco que puede dar un martes.
               Cuando cambiamos de día, es como si mi cuerpo se volviera totalmente loco. Siento una presión en el pecho que me impide respirar. Una sola palabra cruza mi mente, breve pero intensa.
               Hoy.
               Hoy hace exactamente una semana de que Tommy y yo tuvimos la bronca del milenio. El universo tiene una semana de edad. O, más bien, el infierno.
               Shasha se acurruca contra mí, gime algo en sueños y continúa durmiendo mientras yo busco la manera de respirar. No sé cómo voy a dejarlas marchar por la mañana al instituto. A clase. De donde yo nunca tuve que salir.
               Joder, las cosas estaban bien hace una semana. Eleanor no me dirigía la palabra, sí, pero podía vivir con eso.
               Sin Tommy, no. Llevo muerto en vida una semana. Siete noches mi corazón ha latido más por inercia que por ganas de que lo haga. Siete noches desde que atravesamos la frontera que nunca tuvimos que cruzar.
               Se suponía que iba a ser el año de nuestras vidas. Nos graduaríamos, reclamaríamos nuestra juventud, y nos largaríamos un año, exactamente como hacía todo el mundo, bebiendo de nuestra libertad y alimentándonos de nuestras ganas de comernos el mundo. Se suponía que pasaríamos día y noche juntos como no lo habíamos hecho nunca, ni siquiera siendo pequeños. 24 horas juntos de verdad. Veríamos sitios increíbles sólo con una mochila a cuestas, que pararíamos donde quisiéramos y dormiríamos en cualquier rincón, que comeríamos cualquier mierda y una vez a la semana nos daríamos un festín para conocer la comida del lugar. Que follaríamos con chicas de toda Europa cuyos nombres se nos olvidarían, y cuyo único idioma que pudiéramos comprender sería la de sus manos en nuestras espaldas, sus piernas abiertas para nosotros, rodeando nuestras cinturas, y sus caderas acompañando a las nuestras mientras afianzábamos las relaciones de nuestro país con el suyo; que no pararíamos en cualquier cafetería con buen wifi para mandar a casa las fotos que hiciéramos.
               Que nos convertiríamos en hombres yendo de acá para allá, cuidándonos solos, y lo haríamos juntos.
               Pero todo se ha acabado. Yo no voy a graduarme. No me voy a follar a polacas, rumanas, griegas, austríacas, italianas, españolas. Y, créeme, estoy agradecido de que no sea así. Por Eleanor.
               Pero no voy a recorrer media Europa y dormirme acurrucado a otro saco de dormir. Por Eleanor y por Tommy.
               No vamos a superar esto. Una semana sin hablarnos el uno al otro es un puto punto de inflexión. Yo no tengo fuerzas para ir a verlo por la mañana, y seguro que él me detesta después de todo lo que le he hecho. No sólo me he reído en su cara, no sólo le he mentido, no sólo he hecho la única cosa que él no me perdonaría nunca, es que encima, nuestra segunda pelea, la empecé yo.
               Quizá sobrevivamos a esto, quiero pensar que sí, pero lo que hemos compartido desde que nacimos, no. Ha muerto esta misma noche. Llevaba agonizando siete, pero ha exhalado su último aliento ahora.
               Lo hemos matado entre los dos.

Llega el martes, y me rompe el corazón.
               La medianoche me pilla despierto, pero yo no me percato de qué día es hasta que mamá me acoge entre sus brazos. Es ese día de mierda.
               Los años que mi cumpleaños caiga en martes, no lo celebraré. Si es que consigo llegar a ellos. El martes no trae más que desgracias.
               Hace una putísima semana de que echaron a Scott del instituto. Por culpa de mi puñetera hermana. Y hace una semana de que me peleé con él, también por culpa de mi puñetera hermana.
               Nunca hemos aguantado tanto tiempo sin hablar. Jamás. Y siento un agujero negro con dientes que me corroe el alma pensando en quién tiene la culpa. Yo, evidentemente. Seré gilipollas. Seré cabrón. Seré desgraciado. No puedo interponerme entre Scott y la chica a la que ama. Por mucho que sea mi hermana. Da igual. No puedo dejar que mi profunda estupidez me arrebate lo único valioso que he tenido en la vida.
               La vez que más tiempo estuvimos sin hablar Scott y yo fue cuando mis padres me llevaron (corrección: me arrastraron) hasta un pueblucho perdido de la mano de dios al sur de Asturias, entre las montañas. Empezó a nevar, a nevar “a trapos”, como decía mamá, y no pudimos volver a casa en días. No había cobertura.
               Y me ves a mí, con todos mis cojones, cruzando el pueblo como un puto bollo de canela que apenas puede mover sus extremidades, capeando una tormenta de nieve impresionante y con un manto blanco que me llega a la cintura, yendo al centro del pueblo para ir a la única cabina telefónica que no habían quitado aún, en la plaza mayor del pueblo, metiendo todas las monedas que había conseguido reunir con dedos temblorosos y azules, y pegándome el auricular a la oreja sólo para decirle:
               -Hola, hijo de puta; sólo quería decirte que echo de menos tu cara de aborto y que ojalá estuvieras aquí, porque me estoy hinchando a follar y no doy abasto con tanta mujer. Resulta que había una excursión de caribeñas macizas y todas quieren perfeccionar sus relaciones con la madre patria. Se están peleando por mí, literalmente, y ya sabes lo que detesto la agresividad; es una situación muy violenta.
               Scott suspiró al otro lado de la línea. En parte fue por alivio, porque había conseguido contactar con él; y en parte fue de puro asco. ¿En serio, universo? ¿En serio me había tenido que llevar yo su pedacito de alma libre?

jueves, 2 de febrero de 2017

Fruta de la pasión.

Os daría una tonelada de gracias por las 200.000 visitas al blog, pero, ¿qué demonios? ¡¡200.000 toneladas de gracias por las visitas al blog! Vosotras hacéis que me encante tanto este pequeño rincón de mi alma.💙

Estaba a punto de atravesar la cafetería e ir a gritarle si no tenía una pizca de vergüenza, si no le bastaba con haberse enrollado con la zorra de su ex novia, como para ahora también estar tonteando con una de sus amigas delante de mí, después de ponerse como una fiera cuando le pregunté directamente si se la estaba tirando también, cuando una melena negra se materializó delante de nosotras.
               Me había sentado en la mesa de Eleanor y sus amigas, porque las chicas de mi clase eran básicamente retrasadas y no tenían nada mejor que hacer que babear por los inútiles de nuestro curso, a cada cual más feo que el anterior. Por lo menos, Eleanor y sus amigas tenían conversaciones mínimamente interesantes, que yo estaba dispuesta a seguir.
               -Esto se les está yendo de las manos-dijo Sabrae, apartándose una de sus frondosas trenzas del hombro y mirando en dirección a la mesa que ocupaban Tommy y sus amigos. El inglés había venido de muy mal humor a casa el día anterior, habíamos tenido una bronca horrible (puede que yo la estuviera buscando, si soy sincera), habíamos echado un polvo pésimo y no nos habíamos vuelto a dirigir la palabra.
               Se suponía que él no quería que yo hablara con él, aunque yo necesitaba echarle en cara todo el daño que me estaba haciendo y más.
               Eleanor entornó los ojos, triste; no mirar en dirección a la mesa de su hermano y sus amigos le hacía olvidar momentáneamente todas las penas que la sobrevolaban como buitres a un cadáver.
               Su novio estaba expulsado.
               Su novio y su hermano, los mejores amigos del mundo mundial, no se dirigían la palabra.
               Su hermano no le dirigía la palabra a ella.
               Su hermano la odiaba.
               Su novio estaba al borde de una depresión.
               Su hermano estaba al borde de una depresión.
               Y lo único que se interponía entre la felicidad de todos, era la suya propia. Sceleanor o Scommy, ésa es la cuestión.
               Le lancé todo mi amor telepático mientras la observaba preguntar en un susurro qué pasaba.
               -Alec y Tommy tuvieron bronca ayer. De las gordas. Alec básicamente le leyó la cartilla-Sabrae suspiró-, que es lo que más le gusta hacer en esta vida. Debería hacerse camorrista profesional-puso los ojos en blanco-. Y, ¿a que no sabéis por qué se pelearon?
               -Ilumínanos-le pedí yo. Las amigas de Eleanor estaban en un silencio sepulcral.
               -Scott-informó ella, confirmando mis sospechas. Miré en dirección a los chicos. Alec le revolvía el pelo a Logan y Tommy se reía a carcajadas, sosteniendo una baraja de cartas que se estaban repartiendo a la velocidad del rayo. No sabía a qué jugaban.
               No sabía a qué jugaba el inglés tanto en el recreo como en la vida en general.
               -Pues yo no los veo muy cabreados-pinché, y Sabrae asintió.
               -Alec es imbécil la mayor parte del tiempo, pero una de sus virtudes es que sabe pedir perdón.
               -Depende de con quién-precisó Mary, y las chicas la miraron. ¿Cómo se atrevía a criticar a Alec Whitelaw, el segundo dios de aquella mini secta que veneraba a Scott Malik?
               ¿Acaso su posición como hermana del Mesías le daba derecho a ser así de cabrona?
               -Y puede que influyera el hecho de que yo le dijera que no haga más el gilipollas, que por este año ya estuvo bien-reflexionó la recién llegada, estudiando uno de los mechones de pelo que le colgaban de la trenza-. Pero no quiero que tenga más movidas.
               -Alec podrá soportarlo-la tranquilizó Mary, haciendo un gesto con la mano para restarle importancia y subiéndose las gafas.
               -Sí, pero Tommy no-se percató Eleanor, mirándose las manos. Sabrae le puso una mano en el hombro.
               -Ya sabes que adoro que mi hermano y tú estéis juntos y que no tengo problema alguno en cogerle asco a Tommy. Le tengo un poco de asco, igual que a Scott, pero porque son mis hermanos; se supone que no tengo que adorarlos.
               -Pues cuéntame tu secreto, chica, porque yo no sé todavía qué razones me da Alec para quererlo-protestó por lo bajo Mary.
               -Que está bueno-terció Marlene, y las tres hermanas de los implicados en nuestro debate la fulminaron con la mirada-. Eh, ¡lo siento! ¡Pero es la verdad! ¡Alec está como un tren!
               -Aléjate de mi hermano, sucia víbora.
               -¿Qué sugieres, Saab?
               -Le he dicho a Al que se deje de meter mierda y trate de interceder por los dos, pero él es…-buscó la palabra.
               -¿Subnormal? ¿Imbécil? ¿Irrespetuoso? ¿Machista a más no poder?
               -Vale ya, Mary-Eleanor le dio un manotazo en la mano, pero la pelirroja continuó.
               -¿Cabrón? ¿Chulito? ¿Terco como una mula? ¿Cabezota? ¿Cínico? ¿Prepotente?
               -Terco-eligió Sabrae. Mary la miró por encima de sus inmensas gafas de montura fina como un hilo y cristales redondeados.
               -¿Seguro que no quieres usar más de los adjetivos que acabo de poner a tu disposición?
               -Es que yo no veo así a tu hermano.
               Mary chasqueó la lengua.
               -Quizá necesites gafas.