Algún día, dejaremos de ser “la primera dama”, para pasar
a ser la Presidenta o la Primera Ministra.
Algún día, no seremos “la primera mujer en pisar Marte”.
Seremos la primera persona en pisar Marte.
Algún día, los muñecos de los semáforos dejarán de
necesitar faldas para poder representarnos, porque nosotras también llevamos
pantalones.
Algún día, nos preguntaremos si queremos tener hijos, no
cuántos hijos queremos tener.
Algún día, podremos elegir si preferimos tener el cuerpo
depilado, o si por el contrario lo queremos tener natural.
Algún día, podremos elegir entre pintarnos la raya del
ojo y no hacerlo, en lugar de elegir entre que nos digan que parecemos enfermas
o levantarnos cinco minutos antes para “adecentarnos”.
Algún día, dejarán de intentar matarnos por exigir una
educación para nuestras hermanas de diferente madre.
Algún día, se terminará la primera ola en todos los
países, porque todas habremos podido votar.
Algún día, podremos elegir qué hacer con nuestro cuerpo,
en lugar de ser esclavas de una legislación que va de la mano con una religión
que nos criminaliza por el simple hecho de haber tenido curiosidad.
Algún día, Lilith será un nombre que llevemos con
orgullo.
Algún día, todas dejaremos de ser competidoras, para
empezar a ser compañeras.
Algún día, dejarán de valorarnos por lo que una hipotética
pareja, que casualmente siempre será hombre, vea atractivo de nosotras, para
empezar a valorar lo que nosotras consideramos
atractivo.
Algún día, nos enorgulleceremos de nuestros logros, no de
la envidia que depositen los demás.
Algún día, las que estén en posiciones más altas dejarán
de ser “mujeres en un mundo de hombres”, para pasar a ser, simplemente, mujeres
en su propio mundo.
Algún día, dejarán de decir que lo que hemos conseguido
ha sido porque nos hemos abierto de piernas, en lugar de porque nos hemos roto
los cuernos.
Algún día, no dejaremos que una divinidad masculina nos
imponga todo lo que está mal en nosotras, y tenemos que ocultar.
Algún día, nos reiremos y gesticularemos tanto como
queramos, o nos pida el cuerpo, sin preocuparnos de las arrugas que estamos
precipitando con nuestros movimientos.
Algún día, nos sentaremos con las piernas cruzadas cuando
nos apetezca, de la misma manera que lo haremos con ellas separadas.
Algún día, silbaremos nuestras canciones favoritas,
porque eso habrá dejado de ser “cosas que no hacen las señoritas”.
Algún día, diremos todos los tacos que nos den la gana,
porque tal vez una princesa no diga “joder”, pero una guerrera, ya lo creo que
sí.
Algún día, nuestras madres dejarán de ser el último
recurso de arma dialéctica.
Algún día, dejarán de mirarnos a nosotras cuando
expliquen una receta, y nos mirarán cuando nos digan qué le ha pasado a nuestro
coche.
Algún día, recibiremos el salario que nos merecemos, no
la caridad que la empresa esté dispuesta a darnos.
Algún día, se valorará nuestro trabajo con independencia
del tamaño del pene que, sorprendentemente, no tenemos.
Algún día, descubriremos la cura contra esa enfermedad
que tanto se resiste.
Algún día, la mutilación genital no será más que un mal
recuerdo.
Algún día, la frase “esclava sexual” será simplemente
eso: una frase.
Algún día, dejaremos de ser el sexo que es violado.
Algún día, dejaremos de ser el sexo que tiene miedo de
que aquella cita por internet nos mate, en lugar de ser el sexo que teme que la
cita por internet simplemente esté gorda en la vida real.
Algún día, dejará de criminalizársenos por hacernos fotos desnudas y querer compartirlas con una persona, y protestar cuando esa persona decide vulnerar nuestra privacidad.
Algún día, podremos celebrar nuestro cuerpo sin que nadie diga que estamos pidiendo a gritos ser violadas.
Algún día, no tendremos que preocuparnos por pasar por
callejones oscuros, nada más que por si hay un bache que no recordamos que nos
pueda hacer tropezar.
Algún día, dejaremos de ser las guardianas de nuestra
bebida, porque nadie intentará echarnos nada en ella.
Algún día, podremos vivir nuestra sexualidad como se nos
antoje, y hablar de ella en público, sin recibir malas miradas.
Algún día, dejaremos de ser "la ex de", y la prensa pasará a mencionarnos por nuestro nombre y apellidos.
Algún día, dejaremos de ser mártires, giros argumentales,
y pasaremos a ser las líderes, la historia en sí.
Algún día, dejará de matársenos por ser culpables del horrible pecado de haber nacido niñas.
Algún día, dejaremos de valorar el continente, y empezaremos
a entrar en el contenido.
Algún día, “correr/andar/bailar/gritar/hablar como una
chica” no será un insulto.
Algún día, no nos dirigirán; dirigiremos nosotras, películas
que nos den Oscars.
Algún día, todas las salas de los cines proyectarán una
película con dos personajes femeninos, con nombre, que tengan una conversación
entre ellas que no verse sobre hombres.
Algún día, podremos preocuparnos por nuestro vestuario o
no preocuparnos nada sin hacer que eso le dé permiso a nadie para bromear con
nuestro género, o sexo, o lo que sea.
Algún día, no tendremos que elegir entre destrozarnos los
pies con unos tacones para causar buena impresión, o estar cómodas: las dos
cosas irán de la mano.
Algún día, dejará de recluírsenos de los libros de
historia.
Algún día, se reconocerá los avances que la raza humana
haga gracias a nosotras.
Algún día, tendremos las mismas oportunidades que un
hombre simplemente por el hecho de ser personas.
Algún día, se nos valorará porque somos personas, no
hermanas, hijas, madres, abuelas o nietas de tal hombre relevante.
Algún día, conquistaremos los otros 364 que nos quedan. No
va a ser fácil, pero ya hemos pasado cosas peores.
De la misma forma que un pequeño paso para el hombre es
un gran salto para la humanidad, algún día, un pequeño paso para la mujer será
un gran salto para la humanidad.
Feliz Día Internacional de la Mujer. Y que el 8 de marzo
esté siempre, siempre, de nuestra parte.