martes, 29 de marzo de 2016

El futuro empieza contigo, y es contagioso.

Tengo algo que decir acerca de abrir tu corazón y estar dispuesto a entender. No siempre es algo o alguien que está en consonancia con lo que tú eres, tu realidad o tu experiencia. La mayoría de las veces, tenemos que intentar entender a alguien cuya historia es completamente diferente de la nuestra… pero no menos importante. Ésa es la belleza del mundo, que cada uno somos, legítimamente, nuestros propios universos diminutos. Somos infinitamente diferentes y, a la vez, infinitamente iguales en nuestras emociones y pasiones (por eso el arte nos hace sentir algo a todos). Es complejo, pero cuanto antes queramos empezar a entender, el odio que parece vivir en los corazones de tantísima gente comenzará a disiparse. Y no será por ningún tipo de intervención divina. Esa evaporación sólo puede suceder si tomamos la decisión consciente de ser esa persona que desearíamos que todo el mundo fuera. Ser comprensivos, amables, y escuchar. Ser libres del frío y rígido abrazo de las partes desconectadas de la humanidad que están tan aceptadas en nuestra sociedad y, en un nivel aún más extremo, alrededor del mundo, son enfocadas por los medios de comunicación día sí, día también. Ser libre del incesante instinto (no está nuestra naturaleza, sino es un instinto adaptado para sobrevivir en este mundo de odio que hemos creado) de cerrar a todos los otros seres vivos y considerarlos algo diferente de nosotros; dejar de pensar de manera egoísta que nuestra experiencia o nuestra manera de ver el mundo son las únicas que existen, o superiores a cualquier otras. Predicar el amor y el entendimiento y liberarnos de esa necesidad de pensar solamente en nosotros cuando estamos tan al tanto de que el sufrimiento de otra gente es muy similar al nuestro. Se nos creó para ayudar y amar a los demás. No dejemos que el miedo que se instala en nuestros corazones de este mundo cambie cada día nuestra visión de un posible futuro mejor. Empieza conmigo. Empieza contigo. Y es contagioso… lo prometo.

viernes, 25 de marzo de 2016

Tal vez "Oxford" sea nuestro "siempre".

               Después de 17 años en los que al menos me pasaba un fin de semana al mes durmiendo en casa de T, podría decirse que no era muy normal que, al despertarme, tardara varios minutos en darme cuenta de dónde estaba, de que no me había secuestrado nadie ni que tampoco había roto mi regla de oro de largarme en cuanto echara un polvo para dejar las cosas claras y me había quedado a dormir en casa del ligue de la noche.
               Pero tampoco era normal enrollarte con la hermana de tu mejor amigo después de que casi la violaran, llegar a esos extremos de miseria humana, ni empujarlo a él a acostarse con otra tía que era gilipollas integral para que olvidase a su ex que (¡sorpresa!), también era gilipollas integral.
               Así que me quedé muy quieto, escuchando los ronquidos de Tommy a mi lado y tratando de adivinar la hora que era. Dónde estaba. En qué siglo. ¿Seguía soñando?
               ¿POR QUÉ HABÍA ALGUIEN A MI LADO?
               Me incorporé de un brinco y le di un cabezazo a la esquina de la mesilla de noche con tanta fuerza que me habría perforado el cerebro de haberlo tenido. Tanteé hasta conseguir encontrar el interruptor de la luz, y, pam.
               Eleanor.
               Acurrucada contra el borde de la cama, con los ojos cerrados, todavía restos de maquillaje corrido en la cara, y las piernas dobladas, como dándose calor.
               Oh, y un hombro al aire.
               Joder.
               Scott.
               Scott tío qué
               Scott tío qué cojones has hecho dios Scott eresgilipollasquécojoneshashechodeberíanmatarte.
               -Eleanor-susurré, tan bajo que me costó oírme. La sacudí por el hombro desnudo, ella apretó los ojos, y protestó en sueños-. Eleanor.

domingo, 20 de marzo de 2016

Terivision: Ex machina.

Acabo de ver una película, y no debería publicar una crítica tan seguida, porque nunca consigo ser objetiva nada más verlas (suelo tardar varios días en darme cuenta de si he exagerado la nota o si, por el contrario, la he puesto escasa), pero, ¿qué demonios? Se lo merece. Se trata de:

Ex Machina es una película del año pasado (2015) protagonizada por Alicia Vikander (alias la criatura más hermosa de este planeta y probablemente de los colindantes también) y Domhan Gleeson (ugh, aquí otro Weasley, tengo muy claro lo que voy a hacer contigo) y trata, una vez más, el tema de los robots y la inteligencia artificial. El apocalipsis particular de la raza humana.
Y, sin embargo, es muy diferente de otras películas que he visto hasta ahora que tratan la misma temática: lejos del ser frío al que nos tienen acostumbrados, Ava es una máquina que saca partido a sus emociones y las de los demás, que se involucra con su ambiente hasta camuflarse con él para conseguir su objetivo: sobrevivir. Y, al fin y al cabo, ¿qué caracteriza a la vida, sino su lucha por sobrevivir?
El reparto es extremadamente modesto, con un trío completado por Oscar Isaac (de Star Wars) y, sin embargo, no echas en falta a nadie más. Los personajes se comen la pantalla y los actores llenan la película con interpretaciones reales, de personas tridimensionales perfectamente moldeadas y estructuradas como requiere su soledad. Mención especial merece ella (otra vez), que da vida a una máquina más humana que su creador como si tuviera, en realidad, engranajes por entrañas. Habrá que comprobar eso.
El guión de la película es ambicioso y a la vez amable con el espectador; lejos de sumirse continuamente en charlas informáticas (como bien podrían intentar hacer), las conversaciones de los personajes se centran más en temas de filosofía que te dejan reflexionando a ti también.
Una de las cosas que más me ha impactado de la película es su escenografía. Como si quisiera contrarrestar lo complejo de la situación de Ava, su creador y su probador, las habitaciones son sencillas, minimalistas, de manera que no te dan lugar a distracción. Es como si el decorado futurista y altamente tecnológico quisiera darte una sensación de tranquilidad. Oye, espectador, no pasa nada; esto es sólo una película, no están pasando para nada cosas como esta en la actualidad, ni se está desarrollando esta tecnología ni se cree posible llegar a este nivel, y nos aseguraremos de que te quede claro poniendo sistemas altamente informatizados para que no te olvides de que tu mundo es, en realidad, el Pentágono.
Lo mejor: el guión en sí; un soplo de aire fresco en un tema tan explotado.
Lo peor: cosas que (a mi entender) se quieren mantener en secreto hasta el final, se adivinan en el primer momento, por ejemplo SPOILER que la ayudante asiática de Nathan es, en realidad, otro robot.
La molécula efervescente: Ava, totalmente caracterizada como humana. Alicia en estado puro. Lloraría un poco si no tuviera la capacidad emocional de un ladrillo.
Grado cósmico: Estrella galáctica {4.5/5}.
¿Y tú? ¿Ya has sucumbido a los encantos de Alicia Vikander, ACTRIZ PRINCIPAL EN LA CHICA DANESA, GANADORA DE UN INEXPLICABLE OSCAR A SECUNDARIA? ¿No? ¿Estás bien? Corre a verla. Corre a la luz. Sálvate tú también.

jueves, 17 de marzo de 2016

21 cosas que aprendí antes de cumplir los 21.

1. Si descubres algo que te apasiona, persíguelo. Persíguelo con todo lo que tengas.
2. Si necesitas llorar, llora. Deja que las lágrimas corran por tus mejillas hasta que ya no te queden, hasta que estés seguro de que no podrás llorar nunca más. Entonces, sécate las mejillas, y sigue luchando.
3. Tómate tiempo para ti mismo. Cuando todo lo que tienes  en la cabeza se vuelve demasiado bullicioso y confuso, sólo necesitas desenchufarte, encerrarte en tu habitación y estar solo con tus pensamientos.
4. No hay un sentimiento como el de que tu corazón dé un brinco cuando estás en un concierto y las luces se apagan. Además: nada es tan satisfactorio como gritar la letra de tus canciones favoritas, gritársela bien a la persona que la escribió.
5. Si alguna vez necesitas escapar, lee un libro. Piérdete en un mundo diferente, dales tu corazón a personajes ficticios. Ríe y llora con ellos. Si no te gusta leer, escucha un audio libro.
6. Las flores iluminarán tus días más oscuros. Si nadie te compra flores, cómpratelas tú mismo.
7. Sé siempre sincero con gente que esperas que sea sincera contigo. Diles si no te gusta la forma en que te tratan a ti, o a otros. Y diles siempre lo importantes que son, cuánto les quieres, cuán agradecido estás de tenerlos en tu vida. No puedes decir eso las veces suficientes.
8. Ríe. Ríe hasta que te duela el estómago y lágrimas de felicidad te nublen los ojos.
9. Sal de tu zona de confort y da el primer paso. Mándale un mensaje tú primero. Sonríele. Quién sabe, puede que haya estado tan asustado como tú de hacer el primer movimiento.
10. Sé bueno con tus padres. Si están enfadados contigo, seguramente es porque están precupados. Y vuelve a pensar en ello; puede que les hayas tratado mal. Puede que no fueras justo. Ellos son la razón de que estés en el mundo en este momento, así que trátalos como se merecen.
11. Te romperán el corazón, para qué mentir. Pero los corazones no se quedan así. No importa si llega alguien y lo arregla por ti o lo arreglas tú mismo. No es lo que tú quieres oír, pero el chico que te rompe el corazón en pedacitos probablemente no te importe dentro de cinco años.
12. Saca a la gente tóxica fuera de tu vida. No los necesitas. No dejes que te quiten la felicidad.
13. No es egoísta ponerte en primer lugar de vez en cuando. Ni de lejos.
14. Nunca te preguntes si eres lo suficientemente bueno. En lugar de eso, intenta ser la mejor versión de ti mismo. Si crees que no eres lo bastante bueno para alguien, vuelve a pensarlo: no te merecen, no al revés.
15. Perder a alguien que te importa es siempre duro, sin importar las circunstancias. “El tiempo cura las heridas” no es necesariamente cierto; pero el tiempo ayuda. El tiempo deja que el dolor se diluya a un pequeño malestar en tu pecho hasta que un día te despiertas, y estás bien.
16. No te preocupes demasiado. Es fácil decirlo, ¿no? Lo que quiero decir es: no te preocupes por cosas por las que no te tienes que preocupar. Porque no tienes que pasarte todos tus días con ganas de la semana que viene o la vida después del colegio. No hay razón para ello, lo único que hace es arrastrarte hacia las profundidades.
17. No des nada por sentado. Nunca. Sé agradecido, incluso por las pequeñas cosas.
18. Si alguien te dice “nunca lo conseguirás”, sonríele, e intenta con todas tus fuerzas llegar a donde quieras. No tienes que demostrarles nada, pero aun así sienta jodidamente fantástico hacerles quedar mal, no te voy a mentir.
19. ¿Nunca te has enamorado? ¿Eres virgen, o no te han besado jamás? No te estreses. La persona indicada llegará con el tiempo. Ya está viniendo. Hasta que te alcance, sé bueno contigo mismo. Enamorarse no es ni una competición, ni una necesidad.
20. Haz feliz a otra gente. Sí. ¿Cómo de bien sienta hacer a alguien sonreír? Dile a tu mejor amiga que está muy guapa cuando la veas, ayuda a tu madre con los platos, sonríeles a desconocidos de la que vas a casa. Hazte sentir mejor siendo simplemente una mejor persona.
21. Aprende a perdonar a otros. Es una bendición saber cómo dejar de guardar rencores.
Fuente: Tumblr.

lunes, 14 de marzo de 2016

Lex specialis derogat generalis.

“Tuve que pararlo antes de que no pudiera decir que no, porque no es plan de perder la virginidad en un coche aparcado en un polígono industrial”. Las palabras de mi amiga me dejan con una parte del cerebro pensando toda la tarde; le intento quitar importancia. Adopto una filosofía hedonista, le digo que haga lo que quiera cuando le apetezca, simplemente porque le apetece, sin importar el recuerdo que vaya a dejar posteriormente.
Al fin y al cabo, nuestras vidas no son películas. Lo que cuenta no es el producto final, sino el camino hacia él. Sería ridículo repetir una y otra vez un cruce de calles porque no lo has hecho con el suficiente glamour.
Pero, claro, hay detalles y detalles.
Nadie se preocupa por lo especial que sea su primer coche. A nadie le aterroriza que su primer trabajo sea una mierda, sirviendo mesas más horas de las que tiene el día mientras con el mismo paño con el que las limpias te secas el sudor de la frente. Nadie se escandaliza por que la primera nota de la universidad no sea un 10.
Sólo a tu yo emocionado cumpliendo años se le ocurre decir "voy a ver la película que tanto me gustaba en mi infancia, para entrar en la edad adulta de forma especial". No te confundas: la ves porque te apetece, no porque quieras hacerla especial. Ya es especial para ti. Y punto. Al igual que anotas la primera canción del año, pero no te acuerdas de decir cuál fue la que realmente te marcó. Fuerzas lo especial en las cosas, porque no sabes apreciar lo especial de lo rutinario, de tus apetencias.
Nuestro problema es que a veces somos hedonistas, y a veces, perfeccionistas.
El problema viene cuando te dicen que la “virginidad” es algo inventado. Cómo va a serlo. Lleva existiendo ni se sabe, culturas enteras se han construido a su alrededor, ha sido motivo de luchas y de encuentros… casi, casi, como un dios. El dios sexo, que nos esclaviza a todos, que nos hace ser personas desde el momento en que nos penetran o penetramos. Y, evidentemente, tienes que pasar a ser persona a lo grande. Aquel momento en el que te extrajeron del cuerpo de tu madre, o ella te sacó con su esfuerzo, no  cuenta. Lo que importa es que te hagan persona en una cama llena de pétalos de rosa, a la luz de las velas, con tu canción lenta favorita sonando de fondo. Que acabéis juntos, os miréis a los ojos y os deis cuenta de que estéis enamorados. Que veáis que esperar, esperar, pasar ganas, al final ha merecido la pena.
Pero, ¿merece la pena?
Mi primer viaje al extranjero sola no ha sido con mi mejor amiga. Y, aun así, me lo pasé genial. Y será importante. Y nunca lo olvidaré.
La primera vez que vi a Noble no lo trajeron unos ángeles entre cantos celestiales. Lo traía mi padre en brazos en el coche viejo que había comprado mi hermano. Y con eso bastó. Y sigue siendo lo más bonito que he visto en mi vida. Y jamás lo olvidaré.
La primera vez que vi a mi actor favorito ganar el premio que tanto tiempo llevaba esperando, lo hizo por un papel que a mí ni siquiera me parecía el mejor de su carrera. Pero me alegré igual. Y me sentí aliviada. Y tampoco olvidaré esa sensación.
Sí, bueno, no. Esperar una entrada triunfal en el mundo no merece la pena. Pero nos engañan tanto, nos dicen que tiene que ser especial, que va a ser el mejor momento de nuestras vidas (como el verano antes de la universidad, ése en el que me acostaba llorando).
Hace 4 años, me lo imaginaba como el momento más especial de mi vida. Estaba en la edad perfecta, la edad en que había que perderla. Y encontraría a alguien genial a quien entregársela.
Hace 2 años, estaba agobiada, porque a mi edad era más bien patético tenerla aún. Me despertaba en mitad de la noche y me quedaba en vela, descartando extras, decidiendo ir a lo mínimo. Un baño me bastaría. Que me follasen, y no follar yo, sería suficiente. Cualquier cosa con tal de saber qué se sentía, al ser, por fin, un ser humano.
Hace un año, me di cuenta de que no podían quitarme algo que yo no tenía. No puedo entregar algo que no existe. No puedo hacer una entrada triunfal en la humanidad, porque lo cierto es que abrieron a mi madre en canal hace más de 19 años para enseñarme al sol.
El 8 de septiembre de 1996 fue el día más importante y especial de mi vida.
Y no voy a dejar que nadie pinte como “especial” algo que no lo es. Un saco en el que nos empujan a todos, sin preguntarnos si queremos formar parte de él, o, siquiera, si hay sitio para nosotros dentro.
No voy a dejar que me tachen de especial y de viva en el momento en que una polla se cuele entre mis piernas. Llevo mereciendo estar viva desde que fui el espermatozoide ganador.
Y de eso no van a poder hacer una película.

viernes, 11 de marzo de 2016

Scott.

               Papá y mamá eran de darme muchos consejos. Especialmente, papá. Creían que la sabiduría popular era la mayor, y mejor, fuente de conocimiento y huida de problemas que podías encontrarte.
               Pero nunca pensé que el mejor consejo que me había dado mi padre sería: “no te fíes de las pelirrojas”.
               Joder, papá, cómo sabes, pensé nada más ver la expresión de Tommy que tanto conocía, y que de tan mala hostia me ponía. La cara de desamparo, la mirada de cachorrito indefenso, sus manos tensándose porque su cuerpo se había puesto en modo lucha-o-pelea. No tuve ni que girarme para saber que ella estaba allí.
               Así que decidí levantar el chiringuito, e iniciar nuestro éxodo particular de bar en bar y de calle en calle, huyendo siempre de ese demonio egipcio que no era otro que la gilipollas de la que se había quedado pillado mi mejor amigo.
               Pensaba que nuestro Mar Rojo particular había sido la fiesta de Jordan, pero qué equivocado estaba. Ni siquiera la había visto venir, ni siquiera había reconocido la canción.
               Me acerqué a la morena un poco más. Estaba a tres minutos de sugerirme que fuéramos a un lugar más tranquilo. Sólo tres minutos para que me arreglara la noche, que había querido joderme la rubia con la que se había enrollado Tommy (menudo gusto tienes con las mujeres, colega, te las buscas guapas, pero bien subnormales). Ella me sonreía, al ritmo de la música, queriendo llevarme a su terreno.
               Lo que no sabía era que llevaba casi 3 años en su terreno.
               Me acercó su copa, y yo di un sorbo sin dejar de mirarla. Dos minutos. Y bam. Los dientes le brillaban en la oscuridad como si se hubiera tragado un cartel de neón entero. Y sus ojos, enmarcados en un negro más oscuro incluso que el de mi pelo, no dejaban de mirarme la boca. Sabía de sobra lo que significaba aquello.
               Me gustaban más lanzadas, debía admitir. Llegaba a ser aburrido dar siempre el primer paso. Me incliné a besarla, y ella respondió con pasión, como si llevara toda la noche esperando ese beso. Normal. No es por fardar, pero yo era un dios en ese local. Y en la calle. Y en la ciudad. Y en el país. En el mundo, aún no, pero porque me gustaba mantener la incógnita cuando salía de la isla. Poco a poco.

martes, 8 de marzo de 2016

#OneDayIWill

Algún día, dejaremos de ser “la primera dama”, para pasar a ser la Presidenta o la Primera Ministra.
Algún día, no seremos “la primera mujer en pisar Marte”. Seremos la primera persona en pisar Marte.
Algún día, los muñecos de los semáforos dejarán de necesitar faldas para poder representarnos, porque nosotras también llevamos pantalones.
Algún día, nos preguntaremos si queremos tener hijos, no cuántos hijos queremos tener.
Algún día, podremos elegir si preferimos tener el cuerpo depilado, o si por el contrario lo queremos tener natural.
Algún día, podremos elegir entre pintarnos la raya del ojo y no hacerlo, en lugar de elegir entre que nos digan que parecemos enfermas o levantarnos cinco minutos antes para “adecentarnos”.
Algún día, dejarán de intentar matarnos por exigir una educación para nuestras hermanas de diferente madre.
Algún día, se terminará la primera ola en todos los países, porque todas habremos podido votar.
Algún día, podremos elegir qué hacer con nuestro cuerpo, en lugar de ser esclavas de una legislación que va de la mano con una religión que nos criminaliza por el simple hecho de haber tenido curiosidad.
Algún día, Lilith será un nombre que llevemos con orgullo.
Algún día, todas dejaremos de ser competidoras, para empezar a ser compañeras.
Algún día, dejarán de valorarnos por lo que una hipotética pareja, que casualmente siempre será hombre, vea atractivo de nosotras, para empezar a valorar lo que nosotras consideramos atractivo.
Algún día, nos enorgulleceremos de nuestros logros, no de la envidia que depositen los demás.
Algún día, las que estén en posiciones más altas dejarán de ser “mujeres en un mundo de hombres”, para pasar a ser, simplemente, mujeres en su propio mundo.
Algún día, dejarán de decir que lo que hemos conseguido ha sido porque nos hemos abierto de piernas, en lugar de porque nos hemos roto los cuernos.
Algún día, no dejaremos que una divinidad masculina nos imponga todo lo que está mal en nosotras, y tenemos que ocultar.
Algún día, nos reiremos y gesticularemos tanto como queramos, o nos pida el cuerpo, sin preocuparnos de las arrugas que estamos precipitando con nuestros movimientos.
Algún día, nos sentaremos con las piernas cruzadas cuando nos apetezca, de la misma manera que lo haremos con ellas separadas.
Algún día, silbaremos nuestras canciones favoritas, porque eso habrá dejado de ser “cosas que no hacen las señoritas”.
Algún día, diremos todos los tacos que nos den la gana, porque tal vez una princesa no diga “joder”, pero una guerrera, ya lo creo que sí.
Algún día, nuestras madres dejarán de ser el último recurso de arma dialéctica.
Algún día, dejarán de mirarnos a nosotras cuando expliquen una receta, y nos mirarán cuando nos digan qué le ha pasado a nuestro coche.
Algún día, recibiremos el salario que nos merecemos, no la caridad que la empresa esté dispuesta a darnos.
Algún día, se valorará nuestro trabajo con independencia del tamaño del pene que, sorprendentemente, no tenemos.
Algún día, descubriremos la cura contra esa enfermedad que tanto se resiste.
Algún día, la mutilación genital no será más que un mal recuerdo.
Algún día, la frase “esclava sexual” será simplemente eso: una frase.
Algún día, dejaremos de ser el sexo que es violado.
Algún día, dejaremos de ser el sexo que tiene miedo de que aquella cita por internet nos mate, en lugar de ser el sexo que teme que la cita por internet simplemente esté gorda en la vida real.
Algún día, dejará de criminalizársenos por hacernos fotos desnudas y querer compartirlas con una persona, y protestar cuando esa persona decide vulnerar nuestra privacidad.
Algún día, podremos celebrar nuestro cuerpo sin que nadie diga que estamos pidiendo a gritos ser violadas.
Algún día, no tendremos que preocuparnos por pasar por callejones oscuros, nada más que por si hay un bache que no recordamos que nos pueda hacer tropezar.
Algún día, dejaremos de ser las guardianas de nuestra bebida, porque nadie intentará echarnos nada en ella.
Algún día, podremos vivir nuestra sexualidad como se nos antoje, y hablar de ella en público, sin recibir malas miradas.
Algún día, dejaremos de ser "la ex de", y la prensa pasará a mencionarnos por nuestro nombre y apellidos.
Algún día, dejaremos de ser mártires, giros argumentales, y pasaremos a ser las líderes, la historia en sí.
Algún día, dejará de matársenos por ser culpables del horrible pecado de haber nacido niñas.
Algún día, dejaremos de valorar el continente, y empezaremos a entrar en el contenido.
Algún día, “correr/andar/bailar/gritar/hablar como una chica” no será un insulto.
Algún día, no nos dirigirán; dirigiremos nosotras, películas que nos den Oscars.
Algún día, todas las salas de los cines proyectarán una película con dos personajes femeninos, con nombre, que tengan una conversación entre ellas que no verse sobre hombres.
Algún día, podremos preocuparnos por nuestro vestuario o no preocuparnos nada sin hacer que eso le dé permiso a nadie para bromear con nuestro género, o sexo, o lo que sea.
Algún día, no tendremos que elegir entre destrozarnos los pies con unos tacones para causar buena impresión, o estar cómodas: las dos cosas irán de la mano.
Algún día, dejará de recluírsenos de los libros de historia.
Algún día, se reconocerá los avances que la raza humana haga gracias a nosotras.
Algún día, tendremos las mismas oportunidades que un hombre simplemente por el hecho de ser personas.
Algún día, se nos valorará porque somos personas, no hermanas, hijas, madres, abuelas o nietas de tal hombre relevante.
Algún día, conquistaremos los otros 364 que nos quedan. No va a ser fácil, pero ya hemos pasado cosas peores.
De la misma forma que un pequeño paso para el hombre es un gran salto para la humanidad, algún día, un pequeño paso para la mujer será un gran salto para la humanidad.
 Feliz Día Internacional de la Mujer. Y que el 8 de marzo esté siempre, siempre, de nuestra parte.

sábado, 5 de marzo de 2016

Terivison: El renacido.

Hace aproximadamente dos millones de años que no subo una reseña, y, como mi opinión es la más importante del mundo, sé que estabas sufriendo. Pero, ¡no te preocupes! He vuelto para hablarte de una película de la que seguramente ya sepas algo. Se trata de…
 
Me encanta la fusión que han hecho de retrato y bosque
¡El renacido! Como seguramente ya sepas, El renacido es la última película de Leonardo DiCaprio, que interpreta a Hugh Glass, un vendedor de pieles que viaja por las regiones más remotas de Estados Unidos con su hijo y otro grupo de cazadores, y al que abandonan más o menos a su suerte cuando es atacado por un oso y queda convaleciente, más muerto que vivo. Hugh sacará fuerzas de donde no las tiene para regresar al poblado en el que tenían pensado reunirse los cazadores después de que John Fitzgerald, interpretado por Tom Hardy, asesine a su hijo.
El motor de la película es, básicamente, la venganza y cómo puede convertirse ésta en un motor para nuestra vida, llevándonos a poner nuestro empeño en conseguir resarcir un daño que nos han hecho. El mensaje de la película, sin embargo, intenta finalmente ir un poco más allá: ¿realmente merece la pena vengarse? ¿Qué hay después de la venganza? Pero, debido a que se queda en los escasos últimos minutos antes del final, tampoco me parece que Iñárritu haya querido ahondar demasiado en el perdón. Al fin y al cabo, ya hay suficientes películas que hablan sobre esto, ¿o no?
La parte técnica de la película es sencillamente espectacular. El guión no consta de demasiadas frases, siendo más visual que otra cosa: el renacido se asienta en gestos, gemidos y todo tipo de expresiones corporales, y hace de algunas frases aquí y allá su punto de apoyo cuando es necesario, sin abusar de la palabra.
Pero es precisamente este guión tan “modesto” en cuanto a lenguaje lo que te permite observar con más atención a los actores, y te das cuenta de las actuaciones tan espectaculares que te regalan. DiCaprio está inmenso en este papel, uno de los más pulidos de su carrera (aunque sigo prefiriendo a su Jordan Belfort de El lobo de Wall Street), y Tom Hardy es el típico malo al que le tienes asco desde el primer minuto, pero que sabes que es pieza imprescindible de la película y que sin él no habría historia. Tiene carisma dentro de lo repulsivo del personaje.
La dirección de Iñárritu tampoco se queda atrás. De hecho, el rodaje fue uno de los más largos al que se ha sometido DiCaprio: 8 meses en plena naturaleza, grabando entre una y dos horas al día porque el director mexicano no quería depender de luz artificial, sino natural, de tal manera que el momento de producción “real” de la película se llevó a cabo de forma muy lenta, cociéndose al baño maría entre dos continentes (dado que tuvieron que abandonar América del Norte y viajar hasta la Patagonia argentina, al desaparecer la nieve necesaria). La naturaleza es un personaje más, y como tal lo trata Iñárritu: deja que se prepare, espera a que esté en su mejor momento, y la filma tal y como es, convirtiendo la película en una odisea por un infierno helado en la que hasta tú llegas a pasar frío… y pena de DiCaprio. Hay gente que resume la peli en “Leonardo DiCaprio pasándolas putas para conseguir el Oscar durante 2 horas y media”.
A buen entendedor, pocas palabras bastan.
Lo mejor: la fotografía. Por razones que saltan a la vista.
Lo peor: no sé cómo explicarlo, pero la película se hace larga a pesar de que la disfrutas. A mí, particularmente, me pareció que llevábamos hora y pico cuando en realidad sólo nos habíamos sentado hacía media hora.
La molécula efervescente: el ataque del oso. Es la piedra angular de la película. Y te hace preguntarte si Hugh Glass no será gilipollas, pegándole tiros al animal después de que éste lo vapulee precisamente porque la vez anterior no consiguió darle bien.
Grado cósmico: estrella galáctica. {4.5/5}. Le he cogido cariño... POR ESTO:


¿Y tú? ¿La has visto? ¿Algo que objetar? ¿O pasas de verla, y te unes a mi círculo de protesta porque el Oscar tenía que haber sido con El lobo de Wall Street? Si es así, te siento, hermano/a. Te siento.