domingo, 23 de noviembre de 2025

Como un toro (mecánico) sagrado.


¡Toca para ir a la lista de caps!

Por la forma en que me miró la profesora Darishka supe que se avecinaba algo de lo que sólo podía salvarme Alec… y que también me alegría como nunca de que Alec no estuviera en casa para que no me viera fallar tan estrepitosamente.
               Ni siquiera estaba segura de que pudiera seguir queriéndome y besando el suelo que yo pisaba si hubiera visto lo que acababa de pasar, porque la verdad es que tampoco era propio de mí.
               Debo decir que tampoco me parecía injusto si me echaban hoy, porque la verdad es que la última había sido, con diferencia, la peor coreografía de todas las que había hecho. Quizá no objetivamente, ya que la del principio apestaba a principiante inepta, pero al menos en aquel momento había disfrutado de la canción. Puede que mi actitud e ingenuidad compensaran parte de mis errores, cosa que no podía decir de ahora. Sabía exactamente en qué me había equivocado, y lo peor de todo era que ni siquiera sabía por qué. Sólo sabía que estaba exhausta, al límite de mis fuerzas y de mi capacidad de autocrítica, y con unas ganas terroríficas de tirar la toalla.
               Creo que una parte de mí sentiría alivio si me echaran, por horrible que aquello sonara. Puede que estuviera tratando de abarcar demasiado; exigirme la perfección que las divas del pop habían ido cimentando a lo largo de sus carreras con sólo quince años debía de ser demasiado, ¿no? Tal vez estuviera siendo demasiado exigente conmigo misma.
               Tal vez esto fuera una señal. Quizá yo no debería estar sudando a mares con una coreografía que el resto de personas de la sala habrían perfeccionado en un par de clases, ni cometiendo tantos fallos en algo tan sencillo que ni siquiera las niñas de los cursos más bajos necesitaban repasar. Era como si hubiera ido dando saltos hacia atrás, en vez de tímidos pasitos hacia delante. Ni siquiera podía engañarme a mí misma y decir que iba como los cangrejos, de lado, porque lo que acababa de pasar había sido de una galaxia completamente distinta.
               Lo cierto es que llevaba tanto tiempo puliendo algo que creía totalmente dominado que ya no iba a poder a volver a hacerlo siquiera de la forma regular en que había empezado. Ya no tenía despreocupación, y eso iba en mi contra.
               Y lo peor de todo es que estaba dejando de disfrutar de la música de Beyoncé. Estábamos a finales de la semana siguiente al domingo en el que me había plantado en el estudio de danza como un clavo, desafiando a la profesora a que por fin me tomara en serio, y sólo ahora que me temblaban las rodillas y vi la expresión de Darishka me admití a mí misma que no era accidental que no me hubiera puesto ninguno de sus discos desde ese domingo en el que nadie me colgó la medallita que yo había ido a buscar por tan solo aparecer.
               Darishka puso los brazos en jarras, bajó un segundo la mirada mientras tragaba saliva en un claro gesto de decepción, y luego relamió la cabeza y se relamió los labios.
               Exactamente igual que hacía Alec cuando me la metía y me notaba apretada, disfrutando de la sensación y, a la vez, reuniendo dentro de él todo el coraje para preguntarme si me estaba haciendo daño y si quería que paráramos. Para él no era agradable, pero quizá Darishka lo disfrutara.
               Llevaba cuatro días sin escuchar ni una sola canción de Beyoncé, evitándola en el aleatorio cuando me salía en el reproductor como quien escucha las primeras palabras de una maldición muy conocida. Sólo escuchaba a mi artista preferida de todos los tiempos en aquella sala de baile que cada vez se me parecía más a una cámara de tortura, y quizá mi cuerpo hubiera empezado a relacionar su voz con el dolor en las articulaciones y la respiración acelerada de cuando sabes que te falta el aliento y aun así debes seguir subiendo, con uñas rotas y todo. Me ardía todo. Sólo quería abandonar. Ésta no era la actitud propia de alguien como yo, ni tampoco de alguien con la pareja como la mía… y me estaban cambiando los gustos musicales de una forma en que nunca lo habían hecho.
               ¿Me estaba perdiendo a mí misma por complacer a alguien a quien no le disgustaba joderme?
               Creía que el mayor cambio que habría en mi vida sería siempre enamorarme de Alec, pero puede que me equivocara. Quizá fuera a romperme el corazón alguien que no tenía nada que ver con él.
               Darishka sorbió por la nariz y clavó en mi unos ojos tan indiferentes que resultaban despiadados. Ni siquiera era algo personal para ella, y eso que tenía mi mundo en sus manos.
               -¿Sabes, Sabrae? Llevo varios días preguntándome cuándo vas a dejar de creerte más que mis alumnos, pero después de esto que acabas de hacer no estoy dispuesta a permitir que les hagas perder más el tiempo.
               No se me escapó que se refirió a “sus alumnos” y no a “mis compañeros”. Seguramente porque la distancia entre nosotros era tan estratosférica que no se nos podía considerar ni en la misma dimensión.
               -Yo no me creo más que nadie en esta habitación-repliqué con un hilo de voz que detesté. Jolín, ¿por qué suenas así, Sabrae? Ojalá Alec estuviera aquí. Yo no sonaba tan desvalida con él cerca.
               -Entonces, ¿por qué te empeñas en seguir ocupando mi tiempo cuando podría estar invirtiéndolo en gente que lo merece más?-preguntó, y se hizo con el control del silencio de forma tal que me vi obligada a contestar.
               -Dijiste que siguiera viniendo mientras pensara que lo merecía. Y de verdad que he pensado que me lo merecía hasta hoy-contesté, de nuevo el corderito desvalido en el que juré que jamás me convertiría.
                -Por eso te crees más que los demás: porque llevas sin merecerte estar aquí desde que acepté acogerte en mi clase-escupió sin más. Ni ceremonia, ni ira, ni nada: simplemente estaba describiendo los hechos tal y como eran-. Te he dado la oportunidad de retirarte con dignidad por tu nombre y por quién vienes recomendada-vi en el reflejo del espejo que Mimi cambiaba el peso del cuerpo de un pie a otro y me lanzaba una mirada suplicante-, pero no puedo seguir tolerando esto, Sabrae. Tengo mucho trabajo y mucha gente que se toma en serio el baile como para seguir perdiendo mi tiempo con alguien que se ha encaprichado de un arte que lleva siendo mi vida desde que aprendí a andar, y no permitiré que lo sigas mancillando ni poniendo en peligro las carreras de aspirantes muy prometedores. Madame Belovna fue más benevolente que yo; al menos ella no te dio la oportunidad de humillarte como lo has hecho hasta ahora.
               -Quizá subestimé la coreografía…-empecé, muerta de vergüenza. Odiaba cuando les daban un repaso a mis compañeros en el instituto, salvo a los más pasotas, pero los profesores nunca habían sido tan duros con ellos como Darishka lo estaba siendo conmigo. Y, aun así, no podía evitar darle la razón. Me sentía sola y desamparada, pero jamás le pediría a quien podía defenderme que lo hiciera. Trataría de soportar los golpes lo mejor posible.
               Mimi ya se había perdido un año de la Royal por el accidente de Alec; yo no sería la causa de que pospusiera su ingreso un segundo, más aún cuando la carrera de una bailarina de ballet era muchísimo más efímera que la de cualquier otro artista.

martes, 23 de septiembre de 2025

Los puntos débiles del otro.

¡Hola, flor! Antes de que empieces el capítulo, tengo que darte una mala noticia, aunque viene siendo costumbre este año que, ya sabes, está siendo muy intenso y exigente para mí.
El caso es que tengo el examen que llevo tanto preparando (y por el que dejé de publicar semanalmente) el día 25 de octubre, o sea, dos días después del capítulo de octubre de Sabrae. Como tengo que estudiar mucho y apretar (más aún después de haber sacado la plaza inferior, jijijijiji, que no te había dicho nada de eso), no quiero estar pendiente de sacar tiempo para escribir el siguiente cap, por lo que en octubre no habrá capítulo de Sabrae. No puedo prometer que intentaré escribir algo para el día 26 como sucedió en julio por ser el día siguiente a mi examen, y el finde posterior ya es noviembre, así que... no habrá cap en el mes del cumple de Tommy y del fin de CTS.
Como siempre, te agradezco tu paciencia, apoyo, y comprensión. Te prometo que, cuando todo esto termine, volveremos al ritmo normal de antes, y la historia recuperará el ritmo de siempre.
Dicho esto, ¡disfruta del cap! ᵔᵕᵔ  

¡Toca para ir a la lista de caps!

 
Supongo que tenía sentido que me sintiera tan relajada en el agua, al ser el elemento del signo de mi persona preferida en el mundo. El hecho de no saber a qué hora y dónde, exactamente, había nacido me limitaba muchísimo a la hora de hacer mi carta astral, pero el corazón me decía que mi vínculo con Piscis iba más allá de lo mi vínculo con Alec.
               De lo contrario, sería imposible que me sintiera tan bien, tan en paz, tan ligera como ahora, con la bañera prácticamente a rebosar, semiescondida en una nube de espuma cortesía de mi gel del ritual de Ayurveda, y con los músculos sin palpitar y arder como ya llevaba siendo costumbre en mí. Mi rutina se había vuelto una nube de agobios en la que el fuego me consumía por dentro (física y emocionalmente), así que este baño en el que me había sumido era un alivio que pretendía alargar al máximo.
               Todo lo que me permitiera mi apretadísima agenda, claro… pero no iba a pensar ahora en todo lo que tenía que hacer y el motivo por el que necesitaba tanto descanso.
               En su lugar, me centraría en la sensación de ligereza de mi cuerpo, de mis músculos colaborando conmigo en lugar de luchando contra mí, de lo a gustísimo que estaba en el agua… y en releer y releer la carta que me había llegado esa mañana, y que había supuesto el cambio en el viento que había permitido que mis infiernos remitieran. Mi lluvia personal había llegado, por fin, deteniendo la rabia de la erupción y recordándome que había alguien al otro lado del mundo que me encendía cuando me apagaba y me sofocaba cuando me incendiaba.
               Chapoteé un poco en el agua al erguirme un poco sobre la línea de la superficie, apoyé la mejilla sobre la mano que tenía en el borde de la bañera, y me noté sonreír sobre el dorso de la mano cuando volví a la primera línea de la carta.
 Mi precioso amor,
De hecho, haber esperado unos días más por esta carta SÍ me ha hecho perder la cabeza; me ha desquiciado hasta tal punto que estaba a un pelo de plantarme en la Embajada de Inglaterra en Etiopía y poner a parir el servicio de Correos. Quizá, ya que estaba en la capital (porque me imagino que la Embajada estará en la capital), me habría acercado al aeropuerto, habría sucumbido a la necesidad de verte y habría terminado metiéndome en el primer vuelo y cabreando muchísimo a Valeria. De la que, por cierto, ya no me preocuparía más en cuanto viera tu preciosa carita. Así que, en realidad, Saab, bastaba con que tardaras un día más en escribirme para que yo perdiera la paciencia y regresara corriendo a tu lado. Seguro que ahora estás dándote de cabezazos contra la pared por lo mal que te ha salido el plan (qué poco te gusta para lo a menudo que te sucede, jeje).
               No, pero ahora en serio. Me preocuparía más que te sintieras obligada a escribirme rápido para que yo pudiera saber de ti que el que lo hicieras porque realmente te apetece, así que no te agobies si te cuesta sacar tiempo, ¿vale? Suena a que tienes la agenda PETADA y no quiero añadir otra carga más sobre tus hombros… aunque seguramente estés poniendo los ojos en blanco porque, ¿a quién quiero engañar? La verdad es que te encaaaaaaaanta haber podido dejar de fingir, al fin, que te soy indiferente cuando llevas obsesionada conmigo aproximadamente desde que tenías tres minutos de edad (la diferencia entre tú y yo es que yo llevo obsesionado contigo desde tres minutos antes de nacer, lo que tiene un mérito de la hostia porque recuerda que soy Tres Años Mayor Que Tú 😋😎). Menos mal que al fin lo reconoces y podemos avanzar en esto que la gente llama “conocerse íntimamente el uno al otro”, no sé si me entiendes, porque la verdad es que tienes una sonrisa preciosa en la que me quedaría a vivir sin pensármelo dos veces.
               Respecto a lo de las sesiones, aunque me preocupa el tema de que puedan agobiarte porque sé lo en serio que te lo tomas todo, me alegro de que lo estés arreglando con tus padres. No porque ellos lo merezcan, sino porque sé que son importantes para ti; e incluso cuando me decías que podías ser feliz sin ellos si me tenías a mí, yo sabía que aunque lo dijeras de corazón, siempre tendrías la espinita clavada de haberlos perdido. Pero, Saab, en serio… quiero ser tu espacio seguro. De verdad. Incluso aunque esté lejos y no puedas controlar cómo vaya a reaccionar yo a lo que me cuentes, quiero que te sientas con la libertad de poder ser sincera conmigo y no escatimar en detalles de lo que te pase en casa, o de lo que te digan tus padres en terapia, para no herir mis sentimientos. Te agradezco mucho la consideración que me tienes, pero piensa que si yo me he ido es culpa mía, así que tengo que apechugar y joderme si te echo demasiado de menos. Tal y como yo lo veo, no tengo derecho a sentirme triste y añoraros por haberme ido, porque lo he hecho por voluntad propia. Así que olvídate de tratarme con delicadeza y dime todo lo que necesites decirme, incluidas las gilipolleces que tus padres piensen de mí o de nosotros. Que, en condiciones normales, me la sudarían muchísimo y no les dedicaría ni dos segundos de mi tiempo, pero me revienta pensar que sientas que debes protegerme por encima de buscar consuelo en mí. Porque estoy aquí para ti, nena, de verdad. Quizá no físicamente, pero sabes que no voy a dejar que nada ni nadie se interponga entre nosotros. Ni siquiera tú, y ni siquiera yo, ni mi puta ansiedad ni nada.
               Sentí un tironcito en el estómago al imaginármelo escribiendo con determinación ese párrafo, tratando de equilibrar sus ganas de tratarme con dulzura con lo mucho que le enfadaba la posibilidad de perder lo que él consideraba el privilegio de tenerme sin filtro, con mi sinceridad más salvaje. Aunque esto no era sino otra de las muchas formas en que se manifestaba su afán por cuidar de todo el mundo incluso en detrimento de sí mismo, la verdad es que también le honraba lo decidido que estaba a interponerse entre lo que fuera que quisiera hacerme daño y yo.
               Y ni siquiera podía culparlo, porque yo compartía esa sensación.
               Sabía que me lo decía porque sabía lo recíproco que era lo nuestro, cómo yo me prendería fuego a mí misma con tal de darle un poquito de calor sin dudarlo ni un segundo. Todo porque él también lo haría por mí.

martes, 9 de septiembre de 2025

Veintinueve victorias.

 

Escribo esta entrada no cuando debería, en el día que en teoría es mío y mi preferido en el mundo pero que, desde hace nueve años, alguien me empaña y me roba y amenaza con estropearme, o por lo menos, intentarlo. Escribir ha pasado este año de ser un hobby con tintes de trabajo en un lujo que apenas puedo permitirme, pero mis 28 han servido para darme cuenta de que la rutina no es la rueda a la que yo misma me he atado para no incumplir promesas que les he hecho a personas que ya no están, sino otra señal más de que tengo la disciplina de la que siempre dije que carecía.

               Lejos del sueño loco que llamé mis 27, mis 28 han sido ese paseo tranquilo que los protagonistas de las películas se toman al día siguiente de una fiesta, una especie de domingo en medio de una semana laboral en la que no tengo más remedio que rendir. Y vaya si he rendido.

               Desde fiestas de cumpleaños que celebro muy lejos de la estación de tren en la que me bajo, risas que hacen que me atragante entre bocados de hamburguesa, súplicas de que por favor, por favor, por favor, no me canten el cumpleaños feliz porque a pesar de mi personalidad me da vergüenza; a abrazar el impulso de volver a ver a Zayn y empezar a superar un poco los viajes de avión, pasando por ver anochecer a las 3 de la tarde (pero no mis 3 de la tarde), a, luego, encerrarme en casa y estudiar y llegar a un límite que no sabía que tenía.

               Hubo un par de noches en el enero de mis 28 que pensé que no sería capaz de llegar a mayo, o por lo menos no de hacerlo cuerda. Hubo días en los que pensé que no sería capaz de seguir adelante con Sabrae  porque la trama se me iría olvidando, o me daría pereza, o no querría ponerme con ella después de sesiones de estudio intensas. Hubo días, incluso, en los que pensé que quizá había sido demasiado profética diciendo que yo no podría opositar porque no tengo la disciplina y la constancia que se les exige a los opositores para conseguir su plaza.

               Por suerte, mis 28 han sido una lección de aprendizaje. Llegué y pasé mayo, y lo hice más o menos cuerda (todo lo cuerda que puedo estar); no paran de ocurrírseme ideas de Sabrae que van a hacer que siga con la novela alcanzados los cuarenta.

               Hubo días en los que me puse primera en una oposición. Hubo días, incluso, en los que no quise una plaza, y me permití tomar mi difícil decisión de rechazarla aun cuando todo el mundo me decía que tenía que tirarme a por ella.

               Hubo días en los que me dejé llevar por la tentación de Beyoncé, que el día de navidad me enseñó que no es que no me guste Cowboy Carter, sino que no tenía aún la visión. Y doy gracias por las colas demasiado largas en Ticketmaster y las entradas que ya no están disponibles, porque gracias a ellas aprendí que puedo mantener mis promesas, sacrificarme…

               … y aprendí que puedo sacar plazas en el sitio en el que yo quiero jubilarme. Aprendí que no me movería de Avilés si yo no quería, y que no soy sólo alegría y bromas en la oficina, sino que también pueden confiar en mí para solucionar mis problemas. A mis 28 aprendí que no sólo soy inteligente, sino que también puedo ejercer y poner a prueba mi cerebro. A mis 28 aprendí que puedo ser atea y ponerle velas a la virgen de Covadonga para dar las gracias por la suerte que me acompaña, porque una cosa no está reñida con la otra y puedo no creer en Dios y serle fiel a la patrona de Asturias.

               A mis 28 aprendí que puedo hacer todo lo que quiera, y que puedo sacrificarme y cambiar mis días de vacaciones a cambio de plazas. Aprendí que mis amigos me esperan, que me gusta hablar todos los días con una persona, pero no hace falta que sea a todas horas; que de vez en cuando algún día 23 también puede ser para descansar. Aprendí que alguien que haya estado en One Direction también puede morir, y hacer que resucite una amistad que parecía muerta e incinerada, sin posibilidad de resurrección. A pesar de los momentos agridulces, de empujar una piedra cuesta arriba y de las decisiones tan difíciles que he tomado este año (¿voy a este concierto?, ¿puedo permitirme quedar?, ¿se enfadará si le digo que no?, ¿debería escoger esta batalla? ¿Camino sola a partir de aquí), mis 28 me han enseñado que yo no soy de las que se quedan por el camino. Si quiero, puedo. Si lo veo, lo consigo.

               Y puedo verme obteniendo lo que quiero. A veces sólo se trata de eso: de verme y verme y verme, y que no haya opción a dejar de verme. Creo que he empezado una racha que mantendré en los 29; porque, sí, tengo suerte. Nací con ella y no dejaré de tenerla.

               Pero también lo que empecé en la edad que termina con el mismo número en que nací, y que tanto gusta en China, seguirá fluyendo en mis 29, y en mis 30, y en los demás. Porque quizá sea atea, pero puedo tener fe; después de todo, yo no tengo pesadillas en las que sólo envejezco y no aprendo, sino que soy más sabia, y las medianoches no son mis tardes.