El caso es que tengo el examen que llevo tanto preparando (y por el que dejé de publicar semanalmente) el día 25 de octubre, o sea, dos días después del capítulo de octubre de Sabrae. Como tengo que estudiar mucho y apretar (más aún después de haber sacado la plaza inferior, jijijijiji, que no te había dicho nada de eso), no quiero estar pendiente de sacar tiempo para escribir el siguiente cap, por lo que en octubre no habrá capítulo de Sabrae. No puedo prometer que intentaré escribir algo para el día 26 como sucedió en julio por ser el día siguiente a mi examen, y el finde posterior ya es noviembre, así que... no habrá cap en el mes del cumple de Tommy y del fin de CTS.
Como siempre, te agradezco tu paciencia, apoyo, y comprensión. Te prometo que, cuando todo esto termine, volveremos al ritmo normal de antes, y la historia recuperará el ritmo de siempre.
Dicho esto, ¡disfruta del cap! ᵔᵕᵔ ❤
De lo contrario, sería imposible que me sintiera tan bien, tan en paz, tan ligera como ahora, con la bañera prácticamente a rebosar, semiescondida en una nube de espuma cortesía de mi gel del ritual de Ayurveda, y con los músculos sin palpitar y arder como ya llevaba siendo costumbre en mí. Mi rutina se había vuelto una nube de agobios en la que el fuego me consumía por dentro (física y emocionalmente), así que este baño en el que me había sumido era un alivio que pretendía alargar al máximo.
Todo lo que me permitiera mi apretadísima agenda, claro… pero no iba a pensar ahora en todo lo que tenía que hacer y el motivo por el que necesitaba tanto descanso.
En su lugar, me centraría en la sensación de ligereza de mi cuerpo, de mis músculos colaborando conmigo en lugar de luchando contra mí, de lo a gustísimo que estaba en el agua… y en releer y releer la carta que me había llegado esa mañana, y que había supuesto el cambio en el viento que había permitido que mis infiernos remitieran. Mi lluvia personal había llegado, por fin, deteniendo la rabia de la erupción y recordándome que había alguien al otro lado del mundo que me encendía cuando me apagaba y me sofocaba cuando me incendiaba.
Chapoteé un poco en el agua al erguirme un poco sobre la línea de la superficie, apoyé la mejilla sobre la mano que tenía en el borde de la bañera, y me noté sonreír sobre el dorso de la mano cuando volví a la primera línea de la carta.
Mi precioso amor,
De hecho, haber esperado unos días más por esta carta SÍ me ha hecho perder la cabeza; me ha desquiciado hasta tal punto que estaba a un pelo de plantarme en la Embajada de Inglaterra en Etiopía y poner a parir el servicio de Correos. Quizá, ya que estaba en la capital (porque me imagino que la Embajada estará en la capital), me habría acercado al aeropuerto, habría sucumbido a la necesidad de verte y habría terminado metiéndome en el primer vuelo y cabreando muchísimo a Valeria. De la que, por cierto, ya no me preocuparía más en cuanto viera tu preciosa carita. Así que, en realidad, Saab, bastaba con que tardaras un día más en escribirme para que yo perdiera la paciencia y regresara corriendo a tu lado. Seguro que ahora estás dándote de cabezazos contra la pared por lo mal que te ha salido el plan (qué poco te gusta para lo a menudo que te sucede, jeje).
No, pero ahora en serio. Me preocuparía más que te sintieras obligada a escribirme rápido para que yo pudiera saber de ti que el que lo hicieras porque realmente te apetece, así que no te agobies si te cuesta sacar tiempo, ¿vale? Suena a que tienes la agenda PETADA y no quiero añadir otra carga más sobre tus hombros… aunque seguramente estés poniendo los ojos en blanco porque, ¿a quién quiero engañar? La verdad es que te encaaaaaaaanta haber podido dejar de fingir, al fin, que te soy indiferente cuando llevas obsesionada conmigo aproximadamente desde que tenías tres minutos de edad (la diferencia entre tú y yo es que yo llevo obsesionado contigo desde tres minutos antes de nacer, lo que tiene un mérito de la hostia porque recuerda que soy Tres Años Mayor Que Tú 😋😎). Menos mal que al fin lo reconoces y podemos avanzar en esto que la gente llama “conocerse íntimamente el uno al otro”, no sé si me entiendes, porque la verdad es que tienes una sonrisa preciosa en la que me quedaría a vivir sin pensármelo dos veces.
Respecto a lo de las sesiones, aunque me preocupa el tema de que puedan agobiarte porque sé lo en serio que te lo tomas todo, me alegro de que lo estés arreglando con tus padres. No porque ellos lo merezcan, sino porque sé que son importantes para ti; e incluso cuando me decías que podías ser feliz sin ellos si me tenías a mí, yo sabía que aunque lo dijeras de corazón, siempre tendrías la espinita clavada de haberlos perdido. Pero, Saab, en serio… quiero ser tu espacio seguro. De verdad. Incluso aunque esté lejos y no puedas controlar cómo vaya a reaccionar yo a lo que me cuentes, quiero que te sientas con la libertad de poder ser sincera conmigo y no escatimar en detalles de lo que te pase en casa, o de lo que te digan tus padres en terapia, para no herir mis sentimientos. Te agradezco mucho la consideración que me tienes, pero piensa que si yo me he ido es culpa mía, así que tengo que apechugar y joderme si te echo demasiado de menos. Tal y como yo lo veo, no tengo derecho a sentirme triste y añoraros por haberme ido, porque lo he hecho por voluntad propia. Así que olvídate de tratarme con delicadeza y dime todo lo que necesites decirme, incluidas las gilipolleces que tus padres piensen de mí o de nosotros. Que, en condiciones normales, me la sudarían muchísimo y no les dedicaría ni dos segundos de mi tiempo, pero me revienta pensar que sientas que debes protegerme por encima de buscar consuelo en mí. Porque estoy aquí para ti, nena, de verdad. Quizá no físicamente, pero sabes que no voy a dejar que nada ni nadie se interponga entre nosotros. Ni siquiera tú, y ni siquiera yo, ni mi puta ansiedad ni nada.
Sentí un tironcito en el estómago al imaginármelo escribiendo con determinación ese párrafo, tratando de equilibrar sus ganas de tratarme con dulzura con lo mucho que le enfadaba la posibilidad de perder lo que él consideraba el privilegio de tenerme sin filtro, con mi sinceridad más salvaje. Aunque esto no era sino otra de las muchas formas en que se manifestaba su afán por cuidar de todo el mundo incluso en detrimento de sí mismo, la verdad es que también le honraba lo decidido que estaba a interponerse entre lo que fuera que quisiera hacerme daño y yo.
Y ni siquiera podía culparlo, porque yo compartía esa sensación.
Sabía que me lo decía porque sabía lo recíproco que era lo nuestro, cómo yo me prendería fuego a mí misma con tal de darle un poquito de calor sin dudarlo ni un segundo. Todo porque él también lo haría por mí.