martes, 23 de septiembre de 2025

Los puntos débiles del otro.

¡Hola, flor! Antes de que empieces el capítulo, tengo que darte una mala noticia, aunque viene siendo costumbre este año que, ya sabes, está siendo muy intenso y exigente para mí.
El caso es que tengo el examen que llevo tanto preparando (y por el que dejé de publicar semanalmente) el día 25 de octubre, o sea, dos días después del capítulo de octubre de Sabrae. Como tengo que estudiar mucho y apretar (más aún después de haber sacado la plaza inferior, jijijijiji, que no te había dicho nada de eso), no quiero estar pendiente de sacar tiempo para escribir el siguiente cap, por lo que en octubre no habrá capítulo de Sabrae. No puedo prometer que intentaré escribir algo para el día 26 como sucedió en julio por ser el día siguiente a mi examen, y el finde posterior ya es noviembre, así que... no habrá cap en el mes del cumple de Tommy y del fin de CTS.
Como siempre, te agradezco tu paciencia, apoyo, y comprensión. Te prometo que, cuando todo esto termine, volveremos al ritmo normal de antes, y la historia recuperará el ritmo de siempre.
Dicho esto, ¡disfruta del cap! ᵔᵕᵔ  

¡Toca para ir a la lista de caps!

 
Supongo que tenía sentido que me sintiera tan relajada en el agua, al ser el elemento del signo de mi persona preferida en el mundo. El hecho de no saber a qué hora y dónde, exactamente, había nacido me limitaba muchísimo a la hora de hacer mi carta astral, pero el corazón me decía que mi vínculo con Piscis iba más allá de lo mi vínculo con Alec.
               De lo contrario, sería imposible que me sintiera tan bien, tan en paz, tan ligera como ahora, con la bañera prácticamente a rebosar, semiescondida en una nube de espuma cortesía de mi gel del ritual de Ayurveda, y con los músculos sin palpitar y arder como ya llevaba siendo costumbre en mí. Mi rutina se había vuelto una nube de agobios en la que el fuego me consumía por dentro (física y emocionalmente), así que este baño en el que me había sumido era un alivio que pretendía alargar al máximo.
               Todo lo que me permitiera mi apretadísima agenda, claro… pero no iba a pensar ahora en todo lo que tenía que hacer y el motivo por el que necesitaba tanto descanso.
               En su lugar, me centraría en la sensación de ligereza de mi cuerpo, de mis músculos colaborando conmigo en lugar de luchando contra mí, de lo a gustísimo que estaba en el agua… y en releer y releer la carta que me había llegado esa mañana, y que había supuesto el cambio en el viento que había permitido que mis infiernos remitieran. Mi lluvia personal había llegado, por fin, deteniendo la rabia de la erupción y recordándome que había alguien al otro lado del mundo que me encendía cuando me apagaba y me sofocaba cuando me incendiaba.
               Chapoteé un poco en el agua al erguirme un poco sobre la línea de la superficie, apoyé la mejilla sobre la mano que tenía en el borde de la bañera, y me noté sonreír sobre el dorso de la mano cuando volví a la primera línea de la carta.
 Mi precioso amor,
De hecho, haber esperado unos días más por esta carta SÍ me ha hecho perder la cabeza; me ha desquiciado hasta tal punto que estaba a un pelo de plantarme en la Embajada de Inglaterra en Etiopía y poner a parir el servicio de Correos. Quizá, ya que estaba en la capital (porque me imagino que la Embajada estará en la capital), me habría acercado al aeropuerto, habría sucumbido a la necesidad de verte y habría terminado metiéndome en el primer vuelo y cabreando muchísimo a Valeria. De la que, por cierto, ya no me preocuparía más en cuanto viera tu preciosa carita. Así que, en realidad, Saab, bastaba con que tardaras un día más en escribirme para que yo perdiera la paciencia y regresara corriendo a tu lado. Seguro que ahora estás dándote de cabezazos contra la pared por lo mal que te ha salido el plan (qué poco te gusta para lo a menudo que te sucede, jeje).
               No, pero ahora en serio. Me preocuparía más que te sintieras obligada a escribirme rápido para que yo pudiera saber de ti que el que lo hicieras porque realmente te apetece, así que no te agobies si te cuesta sacar tiempo, ¿vale? Suena a que tienes la agenda PETADA y no quiero añadir otra carga más sobre tus hombros… aunque seguramente estés poniendo los ojos en blanco porque, ¿a quién quiero engañar? La verdad es que te encaaaaaaaanta haber podido dejar de fingir, al fin, que te soy indiferente cuando llevas obsesionada conmigo aproximadamente desde que tenías tres minutos de edad (la diferencia entre tú y yo es que yo llevo obsesionado contigo desde tres minutos antes de nacer, lo que tiene un mérito de la hostia porque recuerda que soy Tres Años Mayor Que Tú 😋😎). Menos mal que al fin lo reconoces y podemos avanzar en esto que la gente llama “conocerse íntimamente el uno al otro”, no sé si me entiendes, porque la verdad es que tienes una sonrisa preciosa en la que me quedaría a vivir sin pensármelo dos veces.
               Respecto a lo de las sesiones, aunque me preocupa el tema de que puedan agobiarte porque sé lo en serio que te lo tomas todo, me alegro de que lo estés arreglando con tus padres. No porque ellos lo merezcan, sino porque sé que son importantes para ti; e incluso cuando me decías que podías ser feliz sin ellos si me tenías a mí, yo sabía que aunque lo dijeras de corazón, siempre tendrías la espinita clavada de haberlos perdido. Pero, Saab, en serio… quiero ser tu espacio seguro. De verdad. Incluso aunque esté lejos y no puedas controlar cómo vaya a reaccionar yo a lo que me cuentes, quiero que te sientas con la libertad de poder ser sincera conmigo y no escatimar en detalles de lo que te pase en casa, o de lo que te digan tus padres en terapia, para no herir mis sentimientos. Te agradezco mucho la consideración que me tienes, pero piensa que si yo me he ido es culpa mía, así que tengo que apechugar y joderme si te echo demasiado de menos. Tal y como yo lo veo, no tengo derecho a sentirme triste y añoraros por haberme ido, porque lo he hecho por voluntad propia. Así que olvídate de tratarme con delicadeza y dime todo lo que necesites decirme, incluidas las gilipolleces que tus padres piensen de mí o de nosotros. Que, en condiciones normales, me la sudarían muchísimo y no les dedicaría ni dos segundos de mi tiempo, pero me revienta pensar que sientas que debes protegerme por encima de buscar consuelo en mí. Porque estoy aquí para ti, nena, de verdad. Quizá no físicamente, pero sabes que no voy a dejar que nada ni nadie se interponga entre nosotros. Ni siquiera tú, y ni siquiera yo, ni mi puta ansiedad ni nada.
               Sentí un tironcito en el estómago al imaginármelo escribiendo con determinación ese párrafo, tratando de equilibrar sus ganas de tratarme con dulzura con lo mucho que le enfadaba la posibilidad de perder lo que él consideraba el privilegio de tenerme sin filtro, con mi sinceridad más salvaje. Aunque esto no era sino otra de las muchas formas en que se manifestaba su afán por cuidar de todo el mundo incluso en detrimento de sí mismo, la verdad es que también le honraba lo decidido que estaba a interponerse entre lo que fuera que quisiera hacerme daño y yo.
               Y ni siquiera podía culparlo, porque yo compartía esa sensación.
               Sabía que me lo decía porque sabía lo recíproco que era lo nuestro, cómo yo me prendería fuego a mí misma con tal de darle un poquito de calor sin dudarlo ni un segundo. Todo porque él también lo haría por mí.

martes, 9 de septiembre de 2025

Veintinueve victorias.

 

Escribo esta entrada no cuando debería, en el día que en teoría es mío y mi preferido en el mundo pero que, desde hace nueve años, alguien me empaña y me roba y amenaza con estropearme, o por lo menos, intentarlo. Escribir ha pasado este año de ser un hobby con tintes de trabajo en un lujo que apenas puedo permitirme, pero mis 28 han servido para darme cuenta de que la rutina no es la rueda a la que yo misma me he atado para no incumplir promesas que les he hecho a personas que ya no están, sino otra señal más de que tengo la disciplina de la que siempre dije que carecía.

               Lejos del sueño loco que llamé mis 27, mis 28 han sido ese paseo tranquilo que los protagonistas de las películas se toman al día siguiente de una fiesta, una especie de domingo en medio de una semana laboral en la que no tengo más remedio que rendir. Y vaya si he rendido.

               Desde fiestas de cumpleaños que celebro muy lejos de la estación de tren en la que me bajo, risas que hacen que me atragante entre bocados de hamburguesa, súplicas de que por favor, por favor, por favor, no me canten el cumpleaños feliz porque a pesar de mi personalidad me da vergüenza; a abrazar el impulso de volver a ver a Zayn y empezar a superar un poco los viajes de avión, pasando por ver anochecer a las 3 de la tarde (pero no mis 3 de la tarde), a, luego, encerrarme en casa y estudiar y llegar a un límite que no sabía que tenía.

               Hubo un par de noches en el enero de mis 28 que pensé que no sería capaz de llegar a mayo, o por lo menos no de hacerlo cuerda. Hubo días en los que pensé que no sería capaz de seguir adelante con Sabrae  porque la trama se me iría olvidando, o me daría pereza, o no querría ponerme con ella después de sesiones de estudio intensas. Hubo días, incluso, en los que pensé que quizá había sido demasiado profética diciendo que yo no podría opositar porque no tengo la disciplina y la constancia que se les exige a los opositores para conseguir su plaza.

               Por suerte, mis 28 han sido una lección de aprendizaje. Llegué y pasé mayo, y lo hice más o menos cuerda (todo lo cuerda que puedo estar); no paran de ocurrírseme ideas de Sabrae que van a hacer que siga con la novela alcanzados los cuarenta.

               Hubo días en los que me puse primera en una oposición. Hubo días, incluso, en los que no quise una plaza, y me permití tomar mi difícil decisión de rechazarla aun cuando todo el mundo me decía que tenía que tirarme a por ella.

               Hubo días en los que me dejé llevar por la tentación de Beyoncé, que el día de navidad me enseñó que no es que no me guste Cowboy Carter, sino que no tenía aún la visión. Y doy gracias por las colas demasiado largas en Ticketmaster y las entradas que ya no están disponibles, porque gracias a ellas aprendí que puedo mantener mis promesas, sacrificarme…

               … y aprendí que puedo sacar plazas en el sitio en el que yo quiero jubilarme. Aprendí que no me movería de Avilés si yo no quería, y que no soy sólo alegría y bromas en la oficina, sino que también pueden confiar en mí para solucionar mis problemas. A mis 28 aprendí que no sólo soy inteligente, sino que también puedo ejercer y poner a prueba mi cerebro. A mis 28 aprendí que puedo ser atea y ponerle velas a la virgen de Covadonga para dar las gracias por la suerte que me acompaña, porque una cosa no está reñida con la otra y puedo no creer en Dios y serle fiel a la patrona de Asturias.

               A mis 28 aprendí que puedo hacer todo lo que quiera, y que puedo sacrificarme y cambiar mis días de vacaciones a cambio de plazas. Aprendí que mis amigos me esperan, que me gusta hablar todos los días con una persona, pero no hace falta que sea a todas horas; que de vez en cuando algún día 23 también puede ser para descansar. Aprendí que alguien que haya estado en One Direction también puede morir, y hacer que resucite una amistad que parecía muerta e incinerada, sin posibilidad de resurrección. A pesar de los momentos agridulces, de empujar una piedra cuesta arriba y de las decisiones tan difíciles que he tomado este año (¿voy a este concierto?, ¿puedo permitirme quedar?, ¿se enfadará si le digo que no?, ¿debería escoger esta batalla? ¿Camino sola a partir de aquí), mis 28 me han enseñado que yo no soy de las que se quedan por el camino. Si quiero, puedo. Si lo veo, lo consigo.

               Y puedo verme obteniendo lo que quiero. A veces sólo se trata de eso: de verme y verme y verme, y que no haya opción a dejar de verme. Creo que he empezado una racha que mantendré en los 29; porque, sí, tengo suerte. Nací con ella y no dejaré de tenerla.

               Pero también lo que empecé en la edad que termina con el mismo número en que nací, y que tanto gusta en China, seguirá fluyendo en mis 29, y en mis 30, y en los demás. Porque quizá sea atea, pero puedo tener fe; después de todo, yo no tengo pesadillas en las que sólo envejezco y no aprendo, sino que soy más sabia, y las medianoches no son mis tardes.



 

sábado, 23 de agosto de 2025

Blandiblú.

¡Toca para ir a la lista de caps!

Sabía que el esfuerzo sería necesario, pero no tan grande; y sabía que el progreso sería lento, pero no tanto.
               En los días que llevaba viniendo a la academia de baile con Mimi había descubierto que la danza era tan hermosa como exigente; no había visto a Alec entrenando cuando combatía, pero sospechaba que los entrenamientos de élite no se diferenciaban demasiado de lo que pasaba en aquella sala. Aunque una parte de mí lamentaba no haber podido presenciar esos entrenamientos que lo habrían colmado de testosterona que me habría encantado ayudarle a quemar, otra se alegraba de no haber tenido que vivir las rebeliones de su cuerpo como las de las bailarinas con las que compartía sala. Había visto tantas uñas rotas, pies deformados y nudillos pelados que me parecía un milagro que Mimi hubiera conseguido rescatar algo para ponerse sandalias cada verano.
               Y resultaba increíblemente frustrante ser consciente de cada uno de mis músculos por lo mucho que me dolían, porque estaba empezando a aprender qué era lo que hacía mal.
               Después de que Mím se sincerara conmigo sobre lo que quería hacer con Trey, no me había quedado más remedio que contarle una parte de mi plan: quería entrar en el mismo concurso en el que habían entrado mi hermano y sus amigos, y su mejor amiga, y necesitaba toda la ayuda que pudiera conseguir. Me había callado mis intenciones más oscuras, porque sabía que Mimi intentaría disuadirme igual que Alec, si lo supiera. Hubo un momento en el que temí que no me ayudaría, porque, por la forma en que me miró, supe que Mimi había visto esta película antes y no le había  gustado el final, como diría Taylor Swift.
               Pero creo que le había hecho una promesa a Alec de que me cuidaría, igual que Jordan se la había hecho e igual que yo le había prometido que cuidaría de su hermana mientras él no estaba, y supongo que había pensado que si yo estaba con su hermano era porque era tan o más tozuda que él, así que lo mejor sería ayudarme en lugar de dejarme sola en la que sería una misión en la que pretendía centrar todas mis energías.
               Lo que no sabía era que me iba a costar tanto llegar a un mínimo que creía que había pasado hacía años.
               Al final, resultó que los años y años imitando las coreografías de las actuaciones de Beyoncé que yo me sabía de memoria, y que creía que podía replicar incluso en el movimiento del pelo, no habían servido para mucho más que para generarme unos vicios que tendría que esforzarme en quitarme antes de poder mejorar. Mimi había sido magnánima con su expresión en el espejo, y me había puesto una mano en el hombro y me había consolado poniéndome una mano en el hombro cuando la profesora más dura, la que la estaba preparando para su audición para la Royal, dijo que había visto suficiente y que no tenía intención de perder más de los diez segundos de su preciadísimo tiempo que ya me había permitido robarle acogiéndome bajo su ala. Luego, por suerte, espetó algo en ruso que yo no entendí a la perfección, pero a juzgar por las expresiones de los demás estudiantes (ante los que yo me había empeñado en bailar en un gesto de arrogancia que supongo que también tendría que quitarme), y gracias a las pocas palabras que Alec había conseguido enseñarme en su lengua materna, debía de ser algo así como “caso perdido”.
               Intenté que no me afectara la bofetada y me dije que aquella sería la primera de muchas negativas que no me definirían; me dije a mí misma que había nacido siendo una niña perdida a la que sus padres habían tardado una semana en encontrar, pero que finalmente había hallado su camino.
               Pero la verdad es que no me había dado cuenta de lo privilegiada que era por lo cariñoso de la educación y las correcciones de mis padres hasta que recibí mi primera crítica destructiva.
               -No te preocupes. La profesora Belovna es la más exigente de todas. Sus clases son las más escasas, y…
               -Estoy bien-le había mentido, porque aunque sí que tenía la esperanza de que hubiera algo especial en mí que me hiciera merecedora de ese favor que estaba pidiendo, lo cierto es que lo más descorazonador de todo era pensar que quizá la profesora más despiadada era la única dispuesta a hacerme un favor, pero no el que yo quería: ¿y si me cerraba las puertas de su academia porque yo no sólo no me merecía su tiempo, sino el de ninguna de las pupilas que también se habían convertido en mentoras?
               ¿Dónde iba a encontrar yo una academia que supiera que podía adaptarse a lo que yo necesitaba?
               Me había inundado un inmenso alivio cuando una de las profesoras más jóvenes se había acercado y me había sugerido que probara con otra coreografía. Una más “sencilla”. El problema era que la de Crazy in love era la que mejor preparada me llevaba para mi audición, y tampoco me parecía nada del otro mundo para provocar esa reacción.
               -Me imagino que no tienes nociones de ballet…-había dicho en tono comprensivo la profesora Kadinya. Vi por el rabillo del ojo que otras dos profesoras se retiraban discretamente, aprovechando mi distracción. Negué despacio con la cabeza y ella se mordió el labio y miró a Mimi un par de segundos. Su alumna aventajada, la joya de la corona, poniéndose en evidencia por no poder decirle que no a la caprichosa de su cuñada. Me quería morir de la vergüenza-. Quizá… Beyoncé tiene una carrera muy larga. Ya no baila tanto como antes. ¿No te sabes alguna coreografía de cuando era un poco más mayor y le costara un poco más bailar?
               Se me vino una a la cabeza, pero deslucía increíblemente si la hacía yo sola, y así se lo planteé. Sin embargo, su rostro se iluminó.
               -¡Eso es fantástico! Podemos hacer un ejercicio con nuestros aspirantes. Chicos-llamó, dando una palmada mientras se volvía hacia los demás, que estaban repartidos por el fondo de la estancia-. Otro baile en espejo. Enséñanos un vídeo con el que hayas aprendido-pidió. Se acercó a una pared, en la que tenían una amplia televisión con ruedas para poder desplazarla, y la colocó en el centro de la estancia mientras todos sus estudiantes, sin excepción, se sentaban en el suelo para permitir que sus compañeros vieran. Cogí mi móvil, entré en mi conversación con Amoke, y torcí la boca.
               -¿Cómo de largo tiene que ser el vídeo?
               -Todo lo que te sepas. Piensa que es tu última oportunidad de convencerme. Úsala bien.
               -No lo cojas muy largo, Saab-me pidió Trey, poniéndome ojitos y guiñándome el ojo, y Mimi soltó una risita. Se inclinó hacia atrás en el suelo, las palmas extendidas a su espalda, y chasqueó la lengua.
               -Cuanto más largo, mejor para practicar para la prueba de acceso.