martes, 23 de abril de 2024

Partners in crime.

 ¡Hola, flor! Como siempre y en todos los mejores días del año, como ya llevo haciendo la friolera de ¡siete años!, quería desearte ¡un muy feliz Día del Libro ᵔᵕᵔ! Además, sabes que estos días llevan siendo particularmente especiales para mí desde el año 2017, el año que terminaba en mi número favorito por aquel entonces. No obstante, debo decir que el número 23 ha ido escalando puestos en mi ránking numérico hasta situarse en un reñido primer lugar, y todo es, en parte, gracias a Sabrae. No mentiré y diré que ha sido un camino de rosas, ya que ahora más que nunca, la novela requiere sacrificio por mi parte, ya que me estoy volviendo más perezosa y tengo mucho menos tiempo del que tenía hace, por ejemplo, un año. Y, aun así, la verdad es que sigo sintiéndome igual de honrada y agradecida que el día que publiqué el primer capítulo de esta novela, hoy hace siete añazos, para festejar también el día en que nacía Scott.
               Cada capítulo que pasa sigue superando mis expectativas no sólo por ser capaz de mantener un hábito durante tanto tiempo sin fallar, salvo en contadísimas ocasiones, ni al compromiso que tengo conmigo misma ni al que te tengo. Y tú haces, precisamente, que ese esfuerzo merezca la pena, que ponga determinados guiños y que me anime a seguir mis brujuladas a pesar de que adoro mis notas porque proceden de mis mejores momentos de inspiración (fundamentalmente, cuando estoy tranquila y dejo que me asalten las musas); pero es una brujulada lo que nos ha traído hasta aquí.
               Toca, de nuevo, darte las gracias por tu apoyo a lo largo de estos años. Especialmente si sigues estando ahí, si te dejas ver de vez en cuando (o con la infalibilidad con lo que lo haces tú, Paula ), y si me demuestras que no llevo siete años gritándole al vacío, ya sea con un mensaje directo, con un voto, o con audios disculpándote porque a veces la vida te supera y echas de menos leerme. Que lo que hago importa, y que Sabrae y Alec y todos sus amigos viven más allá de ese tiempo que yo dedico cada fin de semana a ponerme en su piel y escribir con sus palabras. Gracias, gracias, gracias, por acompañarme durante casi 300 capítulos en una novela que supuestamente como mucho tendría 20. Aunque el camino es cansado en ocasiones y es un esfuerzo y unas notas en la agenda cuando ahora ya no me apetece mirar la agenda… debo decir que merece la pena, y me alegro muchísimo de haberlo emprendido hace hoy siete años. Mi cifra de la suerte.
               Pues eso, ¡muchísimas gracias por todo! Siento que he crecido escribiendo esta novela, y que no sólo lo han hecho Alec y Sabrae. Que tú hayas crecido conmigo es un privilegio que no voy a dar por sentado, te lo puedo asegurar.
               Una vez más… ¡feliz Día del Libro, feliz cumpleaños a mi queridísimo Scott, y feliz aniversario de Sabrae! Gracias, gracias, gracias por estar ahí.  
                




lunes, 15 de abril de 2024

Londres en su piel.

¡Toca para ir a la lista de caps!

 
 Al menos con una de las dos lo estaba haciendo bien.
               Había sido un completo gilipollas con Sabrae por tratar de guardar las distancias con ella, pero al menos con Mimi lo estaba haciendo todo bien. Diría que me rompió un poco el corazón verla echarse a llorar de la ilusión que le hacía verme, porque aquello significaba tanto que no había contado con que yo llegaría a tiempo como que me había echado terriblemente de menos, pero no pude evitar sentir un inmenso alivio al saber que no continuaba con mi racha de cagadas apoteósicas.
                No me había sentido con fuerzas de insistirle en que no hacía falta que mantuviera las apariencias con mi hermana si eso iba a significar que nos separaríamos antes de tiempo y no podríamos aprovechar todo lo que pudiéramos de mi nueva visita porque no había podido dejar de notar tampoco su reticencia a quedarse a solas conmigo.
               Y, ¿cómo no iba a estar reticente? Si le había preguntado si íbamos a follar después de que ella me confesara que Zayn casi no la había dejado venir a por mí y que no se había visto con fuerzas de escaparse, joder. Nunca había sido tan cerdo con ella como entonces, así que el que guardara las distancias era algo normal. Doloroso, pero normal. No podía luchar contra ello ni tampoco tenía derecho a sentirme mal.
               Aunque también me preocupaba por ella, y me reventaba que sintiera que ya no podía contar conmigo y que yo no era un buen apoyo, sobre todo cuando precisamente me necesitaba porque me había elegido a mí y no a sus padres.
                Por suerte me había perdonado, o al menos lo había apartado en un rincón de su mente al que le costaría regresar, y con eso de momento tenía que bastarme. Teníamos mucho de lo que hablar, pero primero tendríamos que entrenar nuestra paciencia haciendo que Mimi tuviera uno de los mejores cumpleaños de su vida. Se lo debía después de todo lo que le había hecho pasar y, si Sabrae y yo decidíamos que las cosas estaban mejorando lo suficiente como para que yo siguiera en Etiopía, el sacrificio de mi hermana se extendería exponencialmente en el tiempo.
               Al menos contaba de nuevo con Saab, si la forma cariñosa en que sus ojos estaban puestos en mí era indicador de algo. Puede que tuviéramos aún demasiadas cosas en el tintero, pero, al menos, había recuperado su confianza y sus ganas de estar conmigo superaban a su instinto de supervivencia.
               Al final los gilipollas de sus padres iban a estar en lo cierto y yo no iba a ser tan bueno para ella. Joder.
               -No me puedo creer que estés aquí-gimió Mimi, encogiéndose dentro de mi cama y aferrándose a las sábanas igual que a un bote salvavidas. Algo me dijo que últimamente repetía mucho ese gesto en ese lugar en particular, lo cual no me tranquilizó en absoluto, aunque sí que me llenó de una extraña ola de ternura. Incluso cuando tu corazón se encoge por lo mucho que lo sometes a presión, una parte de él resplandece al sentir cuánto le quieren los demás corazones a tu alrededor.
               Le acaricié el pelo a mi hermana mientras Sabrae nos observaba atentamente, hundiendo los dedos en el pelaje suave de Trufas, que continuaba agitándose en su regazo. Mi chica no quería interponerse entre nosotros; sabía de sobra que el día se trataba de Mimi, que el viaje se trataba de Mimi, y aceptaba ese temporal segundo lugar al que no la tenía acostumbrada. Como si no tuviera suficientes motivos para adorarla.
               Procuré no pensar en que también le venía bien la distancia para perdonarme por todo lo que le estaba haciendo (y puede que siguiera haciéndole), porque el cariño que había en sus ojos mientras nos miraba a ambos no estaba ahí cuando me separé de ella para esperar en el cobertizo de Jordan al momento perfecto de entrar en casa.
               Jor había puesto los brazos en jarras y me había mirado con las cejas alzadas cuando me limité a quedarme allí plantado después de darle un buen abrazo en el que, creo, le transmití todas mis preocupaciones, incluso las que no me había dado cuenta hasta entonces de que tenía. Ni siquiera sabía por qué cojones le había preguntado a Sabrae por el sexo después de que ella me confesara todo lo que había pasado, y haber puesto por delante mis necesidades fisiológicas al bienestar de Saab era algo que no me habría esperado nunca. No era propio de mí, ni del chico que había sido cuando empecé con ella y ella me hizo infinitamente mejor; ¡joder, si incluso me había quedado con ella una vez que se puso enferma durante el fin de semana en lugar de salir de fiesta cuando todavía no éramos nada y no la había escuchado decirle que me quería!
               -Vale, podemos hacer dos cosas-me dijo Jor-: podemos sentarnos a jugar a la consola y esperar a que sea el momento de que te vayas a casa para darle la sorpresa a Mimi, y arriesgarnos así a que te comas tanto la cabeza que termines siendo un vegetal; o puedes decirme qué te pasa y dejar que intente ayudarte en la medida de lo posible.

lunes, 8 de abril de 2024

Mis tormentas y mis días soleados.

¡Toca para ir a la lista de caps!

 
Estar atrapada en el límite entre dos campos gravitacionales distintos era muy, pero que muy raro. Había estado esperando este día durante semanas que se me habían hecho larguísimas; literalmente se había convertido en mi único faro de esperanza y la estrella que se mantenía en el cielo mientras el mar trataba de hundir el barquito en el que navegaba y las tormentas me impedían leer mi carta de navegación. Iba a ser el poco descanso que tendría tras lo que me parecería una extenuante guerra de mil frentes, la recompensa después de un hercúleo esfuerzo.
               Entonces, ¿por qué había sentido un cierto alivio cuando había recibido el mensaje de Mimi invitándome a que fuera a pasar la noche antes de su cumpleaños en su casa, con su familia, y brindándome así la excusa perfecta para alejarme de Alec?

Saab! He conseguido convencer a mamá para que prepare albóndigas para comer mañana, para que así Alec tenga algo que le encante, te vienes a echarnos una mano????? Porfis, porfis, porfis.

Y luego, si quieres, nos metemos en la cama de Alec y nos dedicamos a ver pelis románticas en bucle😈

Recuerda que no puedes decirme que no!!!!! En Australia ya soy una cumpleañera 😜🤗

               Alec había puesto los ojos en blanco cuando le enseñé los mensajes que acababa de recibir, pero se había reído por lo bajo y había negado con la cabeza al ver el último mensaje de Mimi. No en vano, él había sido víctima de aquellos chantajes tantas veces que había perdido ya la cuenta, así que no le extrañaban lo más mínimo.
               -¿Vas a ir?-me preguntó, rodeándome la cintura con los brazos y besándome el cuello, haciendo caso omiso de las muecas de Scott, que se había pasado el viaje entero fingiendo sonoramente un sinfín de arcadas cuando Tommy, Diana, Alec y yo le hicimos darse cuenta de que era el único que se había subido sin su pareja al avión.
               Sus labios eran todo en lo que yo quería perderme, la razón por la que había llegado viva hasta el 13 de noviembre y, a la vez, también podían ser el origen del mayor dolor de mi vida. Era como ver las puertas del infierno abiertas de par en par para mí, en cuyo vestíbulo me esperaba un sonriente Alec que, sin embargo, me conduciría hacia las llamas en las que ardería eternamente, con el sufrimiento añadido de saber que su sitio no estaba allí, pagando por sus pecados, sino en el cielo, al que pronto le pedirían que volviera.
               Sí, su boca era lo más apetitoso de Francia, y también de Inglaterra cuando estuviera en ella, pero yo no quería enfrentarme a lo que podía salir de ella. Debo confesar que me producía un cierto alivio saber que nuestra conversación más dura se había pospuesto para dentro de unos días, aunque eso supusiera que arrastraría mi incertidumbre durante más tiempo, y todo porque me aterraba zanjar ese tema y que el tiempo que faltara para que Alec se quedara definitivamente conmigo no se contara en pasado, sino hacia atrás.
               -No puedo negarme, ¿no?-respondí, encogiéndome de hombros y retirándome de sus brazos lo justo y necesario para poder mirarlo a los ojos. Lo hice por egoísmo puro, sí, porque incluso cuando sabía que no me lo merecía necesitaba disfrutarlo; pero también lo hice por castigarme, por ver en sus ojos el daño que yo le estaba haciendo.
               Quizá mis padres tuvieran razón, después de todo, pero por los motivos equivocados.
               Quizá Alec y yo no fuéramos buenos el uno para el otro, pero porque yo no me merecía su amor, y él, porque no se merecía haber encontrado en mí un infierno que disfrutar a ratos.
               Había parpadeado, sorprendido y también herido por ese cambio que jamás debería haberse producido en mis prioridades. Antes me habría quedado a su lado incluso si se hubiera ido a la primera línea del frente de batalla, ¿y ahora no era capaz ni de darle largas a su hermana?
               -Eh… sí-dijo en el mismo tono en el que le haces ver a alguien que te parece evidente que te está pidiendo una gilipollez-. También quise venir pronto, en parte, para poder aprovechar el tiempo contigo-me pasó una mano por la cintura y yo me estremecí de pies a cabeza, relamiéndome los labios y sintiendo cómo un volcán entraba en erupción allí donde sus dedos calentaban mi piel, a la temperatura del mismísimo sol. Las implicaciones de lo que él esperaba de mí, de todas las molestias que se había tomado para estar conmigo unas horas antes, me arrasaron igual que un tsunami.
               También me rompió el corazón que pensara en venir antes para “aprovechar el tiempo conmigo”; ese aprovechar sólo reforzaba mis mayores miedos, los que me inclinaban a aceptar la propuesta de Mimi.
               ¿Qué me estaba pasando? Yo antes no era tan cobarde, y mucho menos en presencia de la persona que me hacía más fuerte. Supongo que Alec era mi fuente de energía y, a la vez, mi kriptonita.
               -Sí, y lo entiendo-me escuché decir-, pero… si me niego, sabrá lo que pasa y le chafará la sorpresa, Al.

lunes, 1 de abril de 2024

Invicto.

¡Toca para ir a la lista de caps!

Esperaba no acostumbrarme nunca a la sensación de tenerlo delante de nuevo y que se me acelerara el corazón como si hubiera estado aguantando la respiración mientras él no estaba, como si el aire que no estuviera impregnado del aroma que desprendía su cuerpo no fuera digno de entrar en mis pulmones.
               Esperaba no acostumbrarme y a la vez no quería dejar de sentirla nunca, jamás. No quería pensar en que se debía en gran medida al tiempo que pasábamos separados y que el aire era más fresco cuanto más tiempo aguantaba la respiración, porque siempre que nos habíamos separado antes me había embargado la misma sensación, pero… por Dios. Cuánto lo había echado de menos. Cuántas ganas había tenido de él, de poder tenerlo de nuevo delante y comparar lo guapísimo que era con la perfección mal acabada con la que lo recordaba. Siempre que pensaba en él creía que no me encontraría a un chico más guapo ni que me moviera tanto, y entonces volvía a tenerlo delante y me demostraba que me gustaba más cada día que pasaba, que el Alec del pasado no tenía competencia, pero el Alec del presente siempre permanecía invicto.
               -Sabrae-me llamó Scott, que no se había separado de mí mientras peinaba la terminal internacional del aeropuerto Charles De Gaulle en busca de mi novio, completamente ciega por las pésimas indicaciones que me estaba dando Shasha, que lo veía en todas partes y en ninguna a la vez. Cuando había empezado a ponerme nerviosa de verdad y a pensar en que puede que no lo encontráramos antes de que embarcara en el avión, me había arrastrado a una esquina y me había calmado diciéndome que teníamos tiempo de sobra, que Shasha tenía ojos en todas las puertas de embarque si lo necesitábamos, y que sabíamos de sobra a qué hora se iba a marchar Alec. Sólo teníamos que estar pendientes de las pantallas de los vuelos.
               Claro que él no lo entendía. Yo no lo había arriesgado todo, no había dado un paso más allá de la línea que pretendía mantener como frontera para la tierra de nadie en que debía encontrarme con papá y mamá, para que al final el tiempo que nos quedara juntos a Alec y a mí fuera exactamente el mismo que si le hubiera esperado en Inglaterra. Habíamos venido a Francia para rascar un poco más de ese tiempo.
               Para que yo me maravillara antes con él.
               Independientemente de la decisión que tomáramos y de si se quedaría o finalmente regresaría a Etiopía, cada segundo del tiempo del que disponía Alec era tan precioso que debía luchar por él con uñas y dientes, como si nuestras vidas dependieran de ello. Lo sentía así en tantos sentidos que no podía relajarme.
               Y ahora lo tenía delante y… todo lo que yo era se había desparramado por el suelo, a sus pies, mientras que él ni siquiera era consciente de que me tenía allí con él. Quería abalanzarme sobre él y comérmelo a besos, pero dentro de mí también había una parte aterrorizada ante la idea de que levantara la vista, me sonriera, y todo se desmoronara antes de que pudiéramos tocarnos. Me aterrorizaba la posibilidad, por remota que fuera, de que todo esto no fuera más que un sueño febril fruto del dolor que me produciría que mis padres fueran intransigentes conmigo y me dijeran que no me dejaban ir a París a encontrarme con Alec, que no valoraran mi tiempo ni mi espacio y que no estuvieran dispuestos a reconocer mi sacrificio con uno propio.
               -Saab-repitió Scott, notando que la gente se agolpaba a nuestro alrededor. Tenía que moverme, y deprisa. Había sido un milagro que nadie se diera cuenta de que Tommy y Diana no habrían venido solos a París, sino que faltaba, por lo menos, Scott. Todo el mundo sabía que Scott y Tommy no iban a ningún lado el uno sin el otro.
               Por eso nos habían acompañado, aunque la gente creería que la causa era el efecto; Scott era el que había venido por acompañarme a mí, y Tommy, que no podía concebir el que mi hermano se subiera a un avión él solo y se arriesgara así a que sus vidas se separaran para siempre si por un fallo improbable de la ingeniería Scott no se bajaba del avión, se había plantado en la puerta de nuestra casa cuando se enteró de lo que nos proponíamos. Diana había sido la última pieza del rompecabezas, ofreciéndonos los recursos que necesitábamos para llegar cuanto antes a París.
               Pero, claro, mi hermano no era capaz de mantener esa burbuja de anonimato que había descubierto que podía invocar a voluntad cuando tenía a demasiada gente a la que proteger. Así que después de bajarnos del avión y recorrer la pista de aterrizaje escoltados por personal del aeropuerto que hablaba un inglés perezoso y de un acento tan marcado que sólo podía ser exagerado,  nuestro pequeño grupito se había dividido para que Scott pudiera protegerme a mí. Después de todo, aunque el regreso de Alec hacía unas semanas había conseguido calmar un poco las aguas en el sentido de que ya no se especulaba sobre si mi silencio en redes se debía a que estaba pasando por una complicada y dolorosa ruptura, todavía había gente que no me perdonaba mi inadecuado comportamiento de niña rica y consentida a orillas del Támesis.

sábado, 23 de marzo de 2024

Un pedacito de noviembre.

¡Toca para ir a la lista de caps!

Mi adorado, resplandeciente y precioso Sol, mi amadísimo Alec,
 
Sólo alguien bueno y puro como lo eres tú podría preocuparse por mí cuando yo me he quedado en casa, rodeada de todo el mundo que me quiere con la excepción de quien con más intensidad lo hace, y lamentar mantener las promesas que se hizo a sí mismo cuando todavía no éramos nada. Sólo tú, también, puedes pensar que le debes algo a un continente en el que nunca he puesto los pies simplemente porque mis antepasados proceden de allí. No sientas que tienes ninguna deuda con África, con Europa, o con el mundo en general, simplemente porque haya sido el lugar donde yo nací, porque si le pertenezco a alguna nación, es a la que lleva tu nombre, y si tengo alguna tierra que puedo llamar propia, esa tierra son tus brazos.
               No creo que sea un error ni que tampoco tenga nada que perdonarte por querer que hablemos de lo que pasó con mis padres justo antes de que te marcharas; de hecho, que no lo mencionaras en la carta a pesar de lo reciente que estaba todo para ti cuando la escribiste me preocuparía. Me haría pensar que no querías detenerte demasiado a darle un poco más de importancia, a pesar de que para mí tiene mucha, porque te dolía demasiado como para hurgar en la herida. Sé que te duele, sé que te molesta, y sé por encima de todo que no te lo mereces.  Si hay alguien totalmente inocente en esto, ése eres tú, Al.
               Es más, con comentarme lo de mis padres me has dado el pie perfecto para que yo empiece a cumplir de nuevo el propósito que nunca debimos dejar de darles a las cartas, y es el de acompañarnos un poco en nuestro día a día y hacer que la distancia no sea tan grande. Agradezco mucho que me digas que te alivia saber que así eres, de nuevo, un refugio para mí, porque precisamente así es como yo también me siento contigo, ahora que lo hemos dejado todo claro. Detesto pensar lo mal que lo estuviste pasando en Etiopía y cómo todo se te hacía todavía más bola porque sentías que me estabas fallando al mentirme para protegerme cuando, si bien no quiero que las mentiras se conviertan en el pan nuestro de cada día (como desgraciadamente nos ha pasado los últimos dos meses), y aunque entiendo perfectamente los motivos tan nobles que te llevaron a no querer compartir conmigo cómo te encontrabas para protegerme, la verdad es que me tranquiliza saber que, incluso aunque nos duela, ahora nos seremos aún más sinceros. Es por eso por lo que te voy a contar a lo que te voy a contar, sobre todo para quitarte también el peso de encima que, aunque tú no quieras, te has cargado encima por la actuación de mis padres (ya te daré el tirón de orejas correspondiente más adelante para ver si así, por fin, te quito esta manía tuya de cargarte de responsabilidades que no te corresponden).
               A la semana de que te fueras, el mismo día que recibí tu carta, hablé con Mimi sobre la situación que tengo en casa. La verdad es que se complicó un poco más desde que te fuiste, porque el gesto que tuvieron mis padres contigo me pareció muy feo, y procuré mantenerme al margen de ellos para poder echarte de menos como deseo, llorar por tu ausencia y recrearme en los preciosos recuerdos que hemos formado juntos. Mi intención era dejarme unos días para adaptarme de nuevo a la situación, pero debo confesar que se me estaba yendo de las manos y mi familia, a través de Scott, intervino para que no me alejara todavía más de ellos (llegó un punto, incluso, en el que me planteé no pasar por casa hasta que tú no regresaras; y me avergüenza decir que incluso tenía la esperanza de que, cuando me escribieras, lo hicieras en un tono mucho más triste de lo que lo hacías. No me enorgullezco en absoluto de lo que sentía, pero te debo sinceridad, incluso cuando esa sinceridad demuestra todavía más lo indigna que soy de ti). Seguimos con la terapia, pero hasta que no recibí tu carta y me di cuenta de los deseos mezquinos que albergaba en mi corazón, tengo que reconocer que no iba del todo convencida de que aquello fuera lo correcto. Sólo cuando me escribiste me atreví de nuevo a ser valiente y honesta conmigo misma, y poner yo también un poco de mi parte y reconocer que, quizá, estuviera aferrándome demasiado a mi dolor y me diera demasiado miedo tratar de arreglar las cosas con mis padres por si eso… me distanciaba de ti.

martes, 19 de marzo de 2024

Templo en construcción.

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-Bueno-dijo Fiorella, sentándose frente a nosotros y cruzando las piernas como la actriz que se prepara para la última ronda de entrevistas antes de la gala de los Oscar en la que le darán el premio a la interpretación de su vida-, ahora que ya estamos todos-hizo de mirar a Claire, a la que le habíamos pedido que asistiera también a la sesión, todo un espectáculo-, ¿qué tal si empezáis a contarnos las cosas para las que yo no era suficiente y que van a hacer que Sher me suba el porcentaje de participación en los beneficios del despacho?-inquirió, sacando la punta de escritura de su bolígrafo con un clic. Los ojos de Claire, lejos de esa cristalina luz que siempre los había llenado, estaban puestos en mí.
               En general, había ido sobrellevando bastante bien las sesiones de terapia tanto a solas como con mis padres, y sabía, aunque Fiorella jamás lo admitiría, que Claire preguntaba por mí por pura preocupación. La charla que habíamos tenido en su consulta en el hospital había sido ese empujón que yo llevaba necesitando para salir del cascarón durante años, y ahora que por fin estaba asomando la cabeza y dejando que el mundo saltara sobre mí y me empapara con todos sus matices, se sentía un poco responsable de mí. Esto no se trataba solamente de Alec ya, sino también de mí misma. El juramento hipocrático se mezclaba con ese cariño que decía que me tenía y que yo tenía como una verdad.
               Ese mismo cariño era lo que había hecho que aceptara ir a la consulta de Fiorella en el despacho de mamá con tan poca antelación. Seguramente le habíamos fastidiado una tarde poniéndose al día con las tareas domésticas o, quizá, comiendo fideos instantáneos frente a la televisión mientras veía telebasura y esperaba a que su mujer volviera a casa, se fueran a cenar por ahí y luego se acurrucaran en la cama, o se reservaran las fuerzas para gastarlas entre las sábanas. Desde luego, yo sabía lo que haría si estuviera en la situación de Claire.
               Pensar en el futuro que me esperaba con Alec y que estaba consiguiendo compatibilizar de nuevo en mis pensamientos con mi pasado, en el que mis padres eran omnipresentes, me enterneció por dentro. Sabía que la conversación que nos disponíamos a tener sería increíblemente dolorosa, así que necesitaba una buena motivación para seguir con ese sacrificio que me costaría sudor y lágrimas; puede que, incluso, también sangre.  Necesitaba algo a lo que aferrarme, algo por lo que luchar.
               Llevaba dos meses sintiendo que mis sacrificios eran en balde y que me estaban obligando a tomar una decisión que yo no quería y que me haría vivir para siempre en la desdicha, pero eso se acababa hoy. Se acababa ahora.
               Ésta no era una sesión normal: en las otras, mamá y papá siempre habían ido con su ropa de calle, ella con traje y tacones y él con chupas de cuero y jerséis. Yo había ido variando un poco en función de lo beligerante que me sintiera y de lo que quisiera expresar con mi indumentaria, pero en cierto sentido también había tomado el mismo rumbo que mis padres: había algo que separaba mi yo casero a mi yo en terapia, y ese algo era precisamente la ropa. Al margen de la manera en que había llegado al edificio en otras ocasiones (casi siempre en transporte público, y algunas, incluso, acompañada de Alec), sentía que lo que todos llevábamos puesto era una especie de indicador de cómo nos sentíamos por dentro, igual que tampoco se dejaba al azar el diseño de vestuario de los personajes de las películas más cuidadas.
               En cambio, hoy habíamos ido con lo puesto, literalmente. Papá y mamá ni siquiera habían tenido tiempo de cambiarse de ropa después de que yo les soltara aquella bomba que, la verdad, podría haber causado más estragos de los que causó en realidad.
               Se me habían quedado mirando absolutamente pasmados, luchando por procesar lo que acababa de decirles.
               -Pero…-había balbuceado mamá-, pero… cielo. Tú siempre has sido una Malik. ¿De qué estás hablando?
               La saliva que había tragado entonces mientras pensaba cómo decirles lo que necesitaba sin que pareciera que les disparaba para ahorrarles un sufrimiento que no podría evitarles nunca me había sabido a hierro, y me había parecido casi tan densa.
               -Quiero que hablemos de mi adopción.
               Se habían quedado totalmente quietos, rígidos como estatuas esculpidas por la mismísima Medusa de dos insensatos que no habían atendido las advertencias de quienes habían llegado antes que ellos. Lo único que se había movido eran sus ojos, y había sido para analizarme de arriba abajo, tratando de discernir si había dicho lo que acababa de decir o si, por el contrario, lo estaban alucinando.
               -¿Por qué?-preguntó papá, con la mirada triste de mamá puesta todavía en mí, sus ojos humedeciéndose un poco, a pesar de que por la forma en que estaba respirando supe que no quería hacerme daño expresando su dolor. Seguro que sabía que a mí me dolía sacar ahora ese tema.
               -Creo… creo que necesitamos hacerlo. Necesito hacerlo. Creo que lo llevamos evitando demasiado tiempo, y… llegará un punto de la terapia en el que nos atascaremos si no lo tratamos.

martes, 5 de marzo de 2024

Bordes azules, blancos y rojos.

¡Hola, flor! Antes de que empieces a leer, y como ya viene siendo costumbre este año, quiero decirte un breve anuncio que en absoluto tiene que ver con la forma en que me estoy enamorando de mis findes de lectura (es algo que estoy intentando corregir, créeme). Verás, la semana que viene son los Oscar, y si normalmente me tomaba el finde libre para poder descansar y verlos cuando eran más de madrugada de lo que lo serán ahora, este año tengo que tomármelo con más calma con mayor razón, ya que los han adelantado dos horas. Así que, ¡de nuevo te tocará esperar un poquito para leer el próximo capítulo! Nos vemos, entonces, el domingo 17ᵔᵕᵔ.
¡Gracias por tu paciencia y que disfrutes del cap! Puede que sea más cortito que los demás, pero no por ello es menos especial. Escribo estas líneas a puntito de publicarlo, y me inunda una extraña sensación de diversión al pensar en que empecé a subir Sabrae en el cumpleaños de Scott, cuando hoy celebramos el cumple del personaje masculino que más me ha robado el corazón. ¡Sí! ¡Hoy Alec cumple siete añitos! ¡Feliz cumpleaños al mejor personaje masculino que se haya escrito nunca, y la razón por la que me moriré soltera! Y muchísimas gracias, Alec, por elegirme para contar tu historia. Espero ser digna de ella.
 

Mimi me cogió la mano y me dio un suave apretón mientras las dos observábamos el sobre con bordes azules y rojos que había recibido esa misma mañana. No sé por qué, pero no contaba con que fuera a llegarme tan pronto: apenas hacía una semana de que Alec se había ido, una semana en la que yo me había aferrado con desesperación a la posibilidad de que las cosas en África fueran demasiado duras para él, decidiera tirar la toalla y volver. Como si “rendirse” entrara dentro de su vocabulario, pensaba con sorna cada vez que me descubría a mí misma albergando esperanzas tan absurdas y me obligaba a tratar de mostrar una actitud más positiva, menos egoísta.
               No debería desear que a mi novio le fuera tan mal en Etiopía como para que renunciara a la promesa que me había hecho y decidiera volver; no sólo por lo mucho que tenía que sufrir para finalmente decidir que no lo soportaba más, sino porque sabía que él se terminaría machacando si lo daba todo por perdido. Bastante mal se sentía ya con cada fracaso que había tenido en su vida, por pequeño que fuera y por mucho que hubiera escapado a su control, como para encima incitar al universo a que le pusiera más piedras en un camino que tenía completamente saturado. Por descontado, sabía de sobra que gran parte de su decisión la fundamentaría la situación que tenía yo en Inglaterra, una situación que no parecía que fuera a mejorar lo suficiente como para que nuestra decisión de intentarlo se mantuviera más allá de noviembre.

sábado, 24 de febrero de 2024

Capear temporales.


 
¡Hola, flor! Quería pasarme por aquí un momentito para darte las gracias por tu paciencia; sé que te he dejado un poco loca con el tema de la pista, pero ¡por suerte, pronto tendrás la solución!
¡Oh, y otra cosa! Permíteme que te recuerde que el día 5 de marzo celebramos un evento muy especial, así que… el domingo que viene (o sea, no pasado mañana, sino el siguiente) no habrá capítulo, sino que se traslada al martes por razones evidentes. ᵔᵕᵔ
Dicho queda todo, ¡disfruta de este cap que tanto se ha hecho de rogar!  
¡Toca para ir a la lista de caps!

 
Mi dulce Luna, mis preciosas estrellas, mi adorada Sabrae,
 
Te escribo estas líneas sobrevolando algún punto del continente que se está cobrando la deuda que contraje con él en el momento en que hizo posible que tú existieras, con las luces de las ciudades que mi mentalidad de europeo colonialista no es capaz de procesar que estén ahí, porque todo el mundo sabe que África es desierto, un rinconcito con pirámides, y nada más.
               A pesar de que creo que el vuelo es tranquilo porque, aparte del personal de vuelo, la única persona despierta en este aparato soy yo, creo que nunca había pasado por un periodo con tantas turbulencias. Quizá sea un error volver a pensar en lo que ha pasado cuando hemos ido a tu casa a anunciarles a tus padres que yo me iba en esta carta, porque cuando la recibas habrá pasado una semana y las aguas pueden haberse calmado, o quizá hayas sido capaz de dejarlo apartado en un rincón de tu memoria al que no te permites a ti misma acceder, pero me has enseñado a hablar las cosas aunque nos duelan y que es mejor quitarse la tirita del tirón a dejarla ahí y que la herida no respire. Así que allá va.
               No quiero que te sientas culpable por lo que pasó con tus padres antes de que yo me marchara o que me arrepiento de haber ido por tu casa, porque aunque sí que tengo que reconocer que fue un rato un poco desagradable, no ha empañado en absoluto lo que han sido estos días contigo. Quiero que sepas que ha sido una liberación para mí, tanto porque ya no me siento tan sucio por mentirte y permitir que sepas que no lo estoy pasando bien con el voluntariado, como porque sé que, ahora, tú volverás a serme sincera y encontrarás en mí el consuelo que nunca debí dejar de ser para ti, y cuya posición me arrepiento mucho de haber abandonado. Pero sé que todo eso es ya pasado y no merece la pena detenerme a pensar en ello como sí que lo merece dedicar unos momentos de mi viaje a pensar en la posición en la que nos va a dejar esto.

martes, 6 de febrero de 2024

¡Aviso importante!

 
¡Hola flor! He estado debatiéndome bastante sobre si al final pongo este mensaje o no (literalmente esta misma tarde le he mandado un audio de diecinueve minutazos a un amigo divagando sobre qué sería lo mejor), pero, después de pensarlo bastante, finalmente he tomado una decisión, algo que me aterroriza. Tranquila, no es que vaya a cancelar Sabrae, ni mucho menos; de hecho, tengo tanto que contar que no me extrañaría seguir la novela incluso vía ouija si me pasara algo. No; en realidad, voy a posponerla hasta (qué raro) el día 23.


               Verás, el caso es que el día 24 de este mes tengo un examen de la oposición que, como ya sabes, estoy preparando. Ahora mismo no estoy para aprobarlo, y tendría que dedicarle mucho más tiempo del que ya le dedico al estudio. ¿Cuál es el problema? Que no me da la vida entre el trabajo, hacer cursos y ejercicio, así que tengo que rascar tiempo de donde sea.
               Cuando me dieron la noticia del examen la semana pasada lo cuadré todo más o menos en mi cabeza para escribir el capítulo que ayer mismo continuaba escribiendo (ése que dije que probablemente subiría hoy, o como muy tarde mañana), para lo cual tendría que haber escrito durante el finde más de lo que lo he hecho, y sobre todo, con unos planes para el cap que está por salir que he ido perfeccionando a lo largo del finde y también ayer. La verdad es que no me arrepiento de haberme permitido descansar un poco más de lo normal el finde precisamente porque es con ese descanso con lo que he terminado de cuadrar mis ideas. Dentro de esos planes ahora entra en que en el siguiente cap que voy a subir pasen una serie de cosas bastante concretas y juntas que prefiero no tener que dividir en dos para cumplir con mi calendario habitual. Me hacía especial ilusión subir este capítulo el domingo porque, tal cual lo tengo en la cabeza, creo que habría sido muy guay por el paralelismo que haría con nuestra cronología real. Por desgracia, no ha sido así. Me ha venido bastante mal el examen y me ha venido peor todavía que Sarah J. Maas haya publicado Crescent City precisamente en febrero, el mes de San Valentín, en el que siempre me encanta subir.
               ¡El caso, que me enrollo como las persianas! Como no quiero dividir el capítulo en varias partes, sino conservarlo tal cual lo tengo en mi cabeza, y ando bastante justa de tiempo, he decidido posponer el próximo cap hasta el viernes 23. De esta manera mato dos pájaros de un tiro: por un lado, ahorro el tener que andar loca sacando tiempo antes de mi examen para escribir algo que merezca la pena leer porque ya tengo mucho adelantado, y me es más fácil sacar cinco horas en vez de diez, por ejemplo; y por otro, me reservo el cap para una fecha especial. Ya sabes que me gusta que en los capítulos que saco el día 23 pasen cosas más relevantes, a ser posible.
               ¡Siento mucho hacerte esperar! Te prometo que haré que tu paciencia merezca la pena. Me ha costado mucho tomar esta decisión por la ilusión que me hacía cuadrar lo que están pasando Sabrae y Alec con nosotros (ya lo entenderás cuando lo leas 😉) pero, reflexionándolo fríamente, me he dado cuenta de que es lo mejor. Así puedo seguir disfrutando del proceso sin tener que  andar agobiada escribiendo de noche y cuadrando notas en Evernote aprisa y corriendo. Tengo mucha fe en mi decisión, porque por experiencia sé que cuando paso tiempo sin escribir luego se me ocurren más y mejores ideas y disfruto todavía más al volver.
               Así que, ¡eso! Nos vemos el día 23. Te espero el viernes, confiando en que haré algo que te guste tanto que me pondrás una vela para que apruebe el examen ¡Oh! Y no te enfades demasiado conmigo si me ves twitteando como loca sobre Crescent City 3. Piensa que soy una adicta enganchada a una droga que necesita ayuda profesional. Y que la casa de Sabrae y Alec (o sea, mi cerebro), tiene que descansar de vez en cuando.
               ¡Muchas gracias por tu comprensión y tu lealtad! Te deseo un muy feliz San Valentín, lo pases sola o acompañada. Y, si lo pasas sola, bueno… estoy convencida de que tienes controlados los capítulos más spicy de la novela para que Sabralec te lo hagan más llevadero 😉
               Mientras tanto, para que la espera no se haga tan larga… te dejo una pista de cuál es la razón por la que me habría gustado subir este cap el domingo. Claro que la pista no se me ocurrió hasta ayer, pero... no siempre tengo tan clara cuál va a ser la última frase del cap que estoy escribiendo. Por suerte, con este sí.😉

¿Y si al final esto no son sólo tres semanas?


¡Nos vemos en 17 días!

 

domingo, 28 de enero de 2024

Neblina lavanda.


¡Toca para ir a la lista de caps!

Creí que lo llevaría mejor porque la última vez que tuve que despedirme de él, lo hacía con demasiadas hojas del calendario entre nosotros, un año lunar interponiéndose entre mi sol y yo. Demasiado tiempo como para centrarme en medirlo, tantos días que daba vértigo contarlos, demasiados latidos de corazón a solas que podían poner en peligro el reinado del único Dios al que le confiaría ciegamente mi vida.
               En julio había tenido la certeza de lo muchísimo que sufriría su ausencia, y ni siquiera contaba con el consuelo de saber cómo le iba. Mi límite y mi perdición estarían en mi imaginación, que terminarían haciéndome temer la forma en que ambos cambiaríamos.
               Por eso había querido aferrarme a todo lo que pudiera robarle al destino, como la visión de su avión despegando y su paseo ante las cámaras de seguridad.
               Esa noche, sin embargo, todo era diferente. Sólo tenía que esperar tres semanas y volvería a tenerlo conmigo; en comparación con aquello a lo que me enfrentaba en julio, cuando le dije adiós de una forma que yo creía definitiva, lo que tenía ahora frente a mí era un paseo por el parque. Además, ese parque tenía las flores de sus cartas y la sombra de los árboles de la disponibilidad con la que podía llamarlo por teléfono si algo iba mal.
               Entonces, ¿por qué ahora me latía el corazón como si me hubieran dicho que su ausencia iba a ser eterna?
               ¿Por qué era incapaz de hacer que mi cuerpo respondiera y bajarme del coche para volver a mi casa? Todavía llevaba puesta su sudadera, ésa con la que tan pocas veces lo había visto por casa, pues en cuanto se la veía ya le pedía que me la prestara, y aunque la sentía como una armadura que me protegería de todo mal, también me parecía ahora una cárcel. Me había encerrado a mí misma en el paraíso en el que había convertido Londres experimentándolo con Alec y lo había convertido en un infierno dejando que él se marchara.
               No podía bajarme del coche. Bajarme del coche lo haría todo real. Él se habría ido de verdad y yo tendría que seguir con mi vida, aunque fuera solo durante tres penosas semanas a las que sería capaz de sobrevivir, estaba segura. Malviviría como no lo había hecho nunca antes en mi vida, pero por lo menos sabía que mi condena era corta.
               Así que, ¿por qué mis piernas no me respondían?
               Miré las huellas que los pies de Alec habían dejado en la alfombrilla del coche de Dylan, terroncitos minúsculos de tierra y un puñadito de piedrecillas de grava siguiendo patrones idénticos y simétricos. A pesar de que los pies de Alec eran grandes, sus huellas ahora me parecieron minúsculas. Es lo último que me queda de que haya estado aquí.
               Lo entendí entonces: no me preocupaban mis padres, ni la bronca que tendríamos en cuanto yo volviera a casa. Sabía de sobra lo que había hecho poniéndome aquella sudadera para ir a verlos y las consecuencias no podrían darme más igual.
               Lo que me preocupaba era que regresando a casa convertiría la visita de Alec en una ilusión. Ya me había puesto la sudadera más veces, ya me había encogido en mi cama a inhalar su aroma y escuchar las canciones que él había metido en una lista con mi nombre porque le recordaban a mí, y ya había hecho todo lo que haría si regresaba a casa ahora mucho antes, cuando todo iba mal, cuando no sabía que volvería, cuando creía que ese año se convertiría en una cadena perpetua.
               Y lo cierto es que no me gustaba nada saber que no lo tendría conmigo, que había probado la miel de su esperanza y ahora tenía que zambullirme de nuevo en un mundo oscuro y cruel, uno que se esforzaba con todas sus fuerzas en meterme el dedo en la llaga y recordarme que puede que tuviera poco que esperar, pero tenía que esperarlo de todos modos. Mientras tanto, mis padres se tenían el uno al otro, Scott tenía a Eleanor, Shasha tenía a Duna. Yo estaba descolgada ahora. Atrapada en un espejismo de felicidad que se iba diluyendo entre mis dedos, como la tinta china con el poema más precioso del mundo expuesto a la lluvia, haciendo que sus palabras se pierdan para siempre en los anales de la historia.
               Todo por creer que iba a ser distinto. Por hacerme la fuerte. Por no aferrarme a él, hundir los dedos en su espalda y permitirme ser débil y suplicarle que no se fuera, que se quedara por mí. Por el contrario, había puesto una sonrisa en mi cara, me había reído mientras aún lo tenía, me había emborrachado de su presencia y había permitido que la felicidad que su boca y sus ojos inyectaban en mi torrente sanguíneo me embobaran con una esperanza que ahora era cenizas en mi lengua.
               Había tenido en mis manos un cubo de agua para detener el incendio de la biblioteca de Alejandría cuando todavía sólo ardía un papiro y me había dedicado a mirar fascinada la danza hipnótica de las llamas.
               Sólo esperaba que lo que se encontrara Alec el 11 de noviembre no fuera un completo desastre, y que yo hubiera sido capaz de sobrevivir hasta entonces.
               -¿Puedo dormir en vuestra casa esta noche?
               Necesitaba las sábanas arrugadas, la cama deshecha, la ropa que se había puesto por casa y que, quizá, conservaría aún su olor. Todo lo que él pudiera darme. Todo lo que pudiera compensar que yo no había querido ver cómo despegaba su avión, que no me había aferrado a él y a su existencia como sí lo había hecho en otras ocasiones, todo porque creía que me resultaría más llevadero el saber que la espera no iba a ser tan larga como creí en julio.
               Claro que en julio contaba con un refugio al que ahora tenía vedado el acceso.
               -Por supuesto, cielo-dijo Annie con una dulzura que empezaba a resultarme extraña, como un dibujo prehistórico en un lienzo en el Louvre, y tuve que tragarme unas lágrimas amargas al ver que no insistía en que mejor iba en busca de mi madre, porque precisamente era a ella a quien más echaba de menos y con quien más me aterraba estar.
               Sabía cuándo volvería a abrazar a Alec, pero no tenía ni idea de cuándo volvería a abrazar a mis padres.
               Dylan metió la marcha y se alejó de lo que un día fue mi hogar.
 

martes, 23 de enero de 2024

¿Qué es lo que quieres?


¡Toca para ir a la lista de caps!

-Prométeme que lo vas a intentar.
               Las ondas que sus manos despertaban en la superficie del agua de la bañera disminuyeron su intensidad un momento. Normalmente no me importaban las tormentas que finalmente se acababan, porque el sol brillaba con fuerza en un mundo que resplandecía más hermoso con su fulgor, pero… una parte de mí echó de menos la fiereza de esas olas que me lamían la piel mientras subían y bajaban por mis curvas, se colaban por los huecos que mi cuerpo formaba por debajo del agua como delfines juguetones, y juntaban las partes de mí que no estaban en contacto con Alec con él. Resultaba reconfortante que hubiera un medio físico más tangible que el aire uniéndonos; en esa bañera, incluso si estuviéramos cada uno en un rincón, siempre estaríamos en contacto gracias al agua.
               Tampoco es que ahora estuviéramos lejos, precisamente. Más bien todo lo contrario: yo estaba acurrucada contra su pecho, cobijada entre sus piernas, protegida en la fortaleza que formaban sus rodillas como un valle paradisiaco entre dos picos que me guarecían de los elementos. Allí estaba segura.
               Era el único sitio en que podría sentirme segura, incluso cuando sus caricias se detenían unos instantes, vacilantes.
               Y luego Alec continuó recorriendo la línea de mi silueta con la punta de los dedos, bajando hasta mis caderas y subiendo por mi costado, mis senos, mi codo, mi hombro y mi cuello, en el que se detenía un instante, como tomándome el pulso antes de rehacer el camino que había andado.
               Su silencio podría parecer un desafío para mí, pero en el espejo de la pared podía ver que estaba tranquilo, saboreando el momento, alargando un poco más la existencia de aquella burbuja de tranquilidad y despreocupación en la que nos sumergíamos cuando estábamos juntos.
               Estaba tan guapo… casi resultaba sacrílego mantener con él esta conversación, pero la sabía necesaria. No debía dejarme seducir por la manera en que el pelo mojado le caía sobre los ojos, aunque poco a poco se estuviera secando y ya empezaran a aparecer sus primeros rizos perezosos; tampoco debía regodearme en la forma en que sus músculos se movían, demostrando una fuerza que me encantaba sentir encima, o a mi alrededor. No debía detenerme demasiado en el moreno de su piel, en lo distinto de aquellos rincones que yo conocía tan bien, o en esa sombra de barba que ya empezaba a asomarle por la mandíbula y que no tendría el privilegio de ver en persona.
               Por mucho que me atrajera, tenía que asegurarme de que él no renunciaba a todas las oportunidades que la vida le brindara sólo por regresar conmigo.
               -¿Cómo sabes que lo voy a boicotear?-preguntó, y en el deje ligerísimamente divertido de su voz escuché que no pretendía, ni mucho menos, engañarme. Simplemente le había asaltado uno de esos momentos en que a uno de los dos de repente nos embriagaba lo intenso y especial de lo que compartíamos, lo perfecto que Alec era para mí o yo era para él, lo único e irrepetible de nuestro vínculo y lo increíble de que tuviéramos la suerte de experimentarlo juntos.
               -No vas a intentar convencerme de que no es tu intención-dije en tono neutro; no era una pregunta, pero tampoco una afirmación.
               Alec levantó la cabeza y me miró a los ojos en el reflejo del espejo de la pared. La sacudió despacio, los músculos de su cuello tensándose, los colgantes que Perséfone y yo le habíamos regalado refulgiendo contra su pecho, con la cadena del mío sumergiéndose en el agua a mi lado, oculta de la vista por el borde de esa bañera en la que encontraba la salvación cada vez que me metía en ella.
               -Hm-hm-respondió, apartándome el pelo del hombro y acariciándomelo con el pulgar-. Es precisamente por no ser sinceros por lo que nos hemos metido en este lío.
               Ni siquiera iba a molestarse en negarlo, y yo se lo agradecía. ¿Cómo podría? Tenía las marcas de mis uñas por todo su cuerpo, y las tendría durante bastante tiempo. Seguramente las luciría en Etiopía como cicatrices de una guerra de la que había salido victorioso. Y yo… yo aún tenía su piel bajo las uñas, y aunque nos estábamos bañando juntos, dudaba que hiciera el esfuerzo por limpiarme durante bastante tiempo, también. Quería estar mezclada con él hasta el día en que me muriera.
               Lo que habíamos hecho había sido animal. Sucio. Irracional. No recordaba haberme follado a Alec con esa desesperación malsana, aferrarme tanto a él que incluso me diera igual hacerle daño. Había sido completamente brutal.
               Pero también lo había sentido auténtico y sincero. Había sido lo primero auténtico y sincero que había tenido en mucho, mucho tiempo, y no podía renunciar a ello fácilmente. Así que por muy morboso que resultaran las marcas del otro que teníamos en el cuerpo, supe que ninguno de los dos renunciaríamos a ellas fácilmente.
               Me giré para encontrarme de nuevo con sus preciosos ojos, las estrellas dominantes de una constelación sobre cuyo signo quería estar protegida toda mi vida. Sabía que él estaba pensando en lo mismo que yo por la forma en que sus dedos se habían detenido en mis muñecas, seguramente recordando el momento en que me levantó las manos por encima de la cabeza y me las sujetó allí mientras me follaba contra el suelo, gruñendo en mi cuello al penetrarme con más profundidad.
               -Sí, sí… joder, Sabrae, sí…

jueves, 11 de enero de 2024

Diez años persiguiendo las estrellas.

Dicen que la vida es eso que pasa mientras haces planes, o que cuando eches la vista atrás después de haberte pasado tu adolescencia y tu juventud en casa, te arrepentirás de no haber salido más y aprovechado todo lo que el mundo tenía que ofrecerte. Esas mismas personas son las que no son capaces de recordar la fecha exacta de cosas que no aparecen en certificados de nacimiento, inician libros de familia o abren testamentos.
               Puede que yo no recuerde muchas cosas, pero sí que recuerdo lo que estaba haciendo hace hoy exactamente un año: escribir una entrada de aniversario para la gloria de un chico cuyo nombre no se suponía que se convertiría en protagonista de la novela que empezaba a escribir nueve años atrás, pero alrededor del que terminó girando todo. Hablaba en esa entrada de las ganas que tenía de empezar ese año a pesar de que el aniversario no era redondo como sí lo sería éste, y de la importancia que tenía él en mi vida hasta el punto de convertir  su cumpleaños en un día en el que se subía capítulo sí o sí. También hablaba de que podía tratar de que su nombre no fuera el primero que escribiera en esa entrada porque la historia no iba a ser técnicamente sólo suya, pero que sería mentirme a mí misma el decir que esto no se trataba de…
               … Scott.


               Porque hoy hace diez años exactamente que el mundo vio por primera vez las palabras “Scott Malik” juntas, y ninguno de nosotros sospechaba el poder que había en ellas, la fuerza que albergaban, el inmenso mar de posibilidades que había extendiéndose por el horizonte de un nombre que sonaba demasiado bien como para que no fuera la puerta a una historia que ni siquiera yo esperaba que me reputara tanto éxito y felicidad, que no sabía que me salvaría en tantos sentidos diferentes que ni me lo imaginaba, y me aterraría saber que necesitaría salvación así.
               Igual que recuerdo cómo fue la tarde en que escribí su nombre por última vez en Chasing the Stars y lo muchísimo que sufrí poniendo ese punto final agridulce que me estuve planteando relocalizar para que todos fuéramos más felices, él el primero, debo confesar que no aparece tan nítido en mi memoria cómo fueron esos momentos copiando a una interfaz de Blogger bastante diferente a la que tengo ahora el nombre de Scott, el de Tommy, el de Diana, Layla o Chad por primera vez. Y es que diez años son muchos años, y aunque ya no ocupen mi mente con la asiduidad con la que lo hacen, y aunque sí me llenen la agenda como lo hicieron desde el principio, lo cierto es que me considero muy afortunada de poder decir que sigo encontrando en ellos un consuelo y una alegría cuando me toca hacer bailar mis dedos sobre las teclas de mi ordenador, tocando una canción que sólo contiene sus nombres. Puede que ahora sean secundarios, puede que ahora tengan menos peso o apenas hablen en determinados capítulos (y eso, si es que salen), y puede que ya no sean la causa mi inspiración y mis esfuerzos se encuentren centrados ahora en Sabrae y Alec, en Alec y Sabrae. Puede que disfrute de la libertad que me supone haber llegado a un punto en el que ya no tengo a Chasing the Stars ni para guiarme ni para limitarme.
               Puede que tenga todavía cosas que quiero contar, puntos que poner en el entramado de lo que dejé en octubre de 2017 como acabado, sólo para definir mejor la figura que estábamos dibujando entre todos.
               No podía ser de otra manera que Scott, Tommy, Diana, Layla y Chad cumplieran una década en el año del dragón, mi animal mitológico preferido de todos los tiempos, ése del que leí más aventuras de pequeña y por el que empecé a pensar en historias de mi propia cosecha, haciendo en mi pueblo lo que ahora hago en internet: contarme historias a mí misma de amores eternos, personajes que te roban el corazón y batallas épicas en las que las armas cambian, al igual que los enemigos, pero la esencia de la lucha siempre permanece: sea a lomos de un dragón esgrimiendo una espada para derrotar a un tirano al más puro estilo Eragon, o luchando contra los propios demonios con sesiones de psicólogo en Sabrae, siento que la senda que han dejado Scott y compañía sigue clara e indiscutible. Les echo de menos cuando no puedo escribirlos, aunque en mi escaso tiempo libre me cueste ponerme a ello (como me ha pasado ahora, que casi decido escribir esto mañana y descansar después de un largo día de trabajo y estudio), me siguen acompañando en mis vacaciones, y siguen siendo los protagonistas de los conciertos que me monto en mi cabeza cuando escucho música de camino al trabajo o estando por casa, recogiendo mi habitación.
               Todavía me parece increíble lo lejos que he llegado simplemente por un sueño en el que Louis no estaba conforme con el destino que les había dado a nuestros hijos, o que esta historia que empecé hace diez años sea una historia dentro de otra, y en cuya irrealidad prefiero no ahondar.
               Todavía no soy capaz de asimilar la importancia que tiene aún el número once para mí, aunque ahora sea más bien en efemérides y no como el reinado absoluto del número 23. Escribí la entrada del año pasado inspirada e ilusionada, creyendo que hoy sería capaz de hacer algo mejor de lo que hice entonces, pero vertí mi corazón de una manera tan visceral y amada en un momento en el que creía que el mundo iba a venírseme encima y que no recordaría este aniversario con ilusión, que simplemente creo que, por mucho que lo intente y que llame a gritos a las musas, ellas no vendrán a visitarme como lo hicieron hoy hace un año. Aun así, debo intentarlo. Les debo a ellos (a Chad, a Layla, a Diana, a Tommy, y sobre todo a Scott) reconocer que todavía me acuerdo de qué hice el 11 de enero de 2014. Cómo me cambié la vida.
               Todo porque no siento que esté volviendo hoy a un lugar que un día fue mi hogar. En el fondo, creo que nunca me he ido. Si vuelvo una, y otra, y otra vez, sobre la identidad de los personajes y hago que los conflictos a los que se enfrentan Alec y Sabrae es a quién son, es porque Scott definió hace diez años quién era. Scott, y ningún otro. Los demás inclinaron la balanza, pero el determinante fue él: era a él a quien quería proteger, era a él a quien quería ver escrito en un papel, era a él a quien me gustaría tocar y era a él a quien veía, y aún veo, cuando veo cosas de Zayn de la época en la que estaba escribiendo Chasing the Stars.
               Sí, no soy ajena a que me he perdido muchas cosas en mi adolescencia y en el principio de mis veinte, de que puede que siga perdiéndomelas ahora, pero no me arrepiento de mi sacrificio. Sigo honrada y sintiéndome afortunada de la suerte que tuve una vez cuando me senté frente a mi ordenador y empecé a pulsar las mismas teclas una, y otra, y otra vez, hasta que su inicial está medio borrada y la C podría redibujarse para convertirse en un corazón. Porque él fue mi corazón durante tres increíbles años en los que me parece imposible haber sido capaz de hacer a alguien que me marcase tanto y cuya influencia, diez años después, todavía sigo notando. Alec es como Scott, pero a la vez no se le parece; Alec se apoya en Scott y Scott se apoya en él. Es una versión más humana, mejorada, mi preferido por encima de Scott ahora que Scott es un secundario y no un personaje principal.
               Sé que hay todo un mundo ahí fuera. Soy muy consciente de ello. Aun así, también sé que la vida es corta (soy dolorosamente consciente de mi propia fragilidad y fugacidad cuando pienso en lo que me queda de Sabrae), pero, igual que hace un año, sigo angustiada pensando en qué será de mí cuando la acabe, a pesar de que tengo proyectos de sobra para entretenerme hasta el día que me muera. E incluso en esos proyectos se nota la influencia de Scott, incluso estos brillan por su luz: después vendrá la historia de Duna, luego la de Shasha o la de Mimi; con suerte podré organizarme y también escribir la de Annie. Todas tienen un elemento en común, aparte de que sus dueñas son mujeres: en todas, al menos una vez, se leerá el primer nombre que se leyó en Chasing the Stars hoy exactamente diez años.
               Así que… mundo, tendrás que esperar. Tengo acceso a algo demasiado importante como para dejarlo encerrado con peligro de desterrarlo. Tengo una angustia lacerante mordiéndome el pecho cuando pienso en qué será de mí cuando termine la historia de Sabrae.
               Y una calma en la que regodearme al saber que, pase el tiempo que pase, podré revisitar a Saab igual que revisito a Scott. Una calma que me recuerda que, diez años después, todavía estoy escribiendo su historia. Que quizá lo haga hasta el día que me muera y, si soy afortunada como lo llevo siendo diez años, seguirá habiendo personas trayendo a la vida a estos personajes y dándoles aliento con simplemente ofrecerles su tiempo; personas que espero que tarden mucho en abandonarme (o, mejor aún, que no lo hagan nunca) y que se traigan a más consigo para disfrutar con ellas del camino.
               Esa misma calma me susurra que esté tranquila, porque, diez años después… sigue siendo Chad. Sigue siendo Layla. Sigue siendo Diana. Sigue siendo Tommy.
               Sigue siendo Scott.
               Seguiremos persiguiendo las estrellas. A estas alturas es lo único que podemos hacer.

domingo, 7 de enero de 2024

Santuario.

¡Hola, flor! Espero que hayas tenido unas muy buenas Navidades y una muy buena entrada de año. Quería avisarte de nuevo de que la semana que viene no habrá capítulo, por la sencilla razón de que me voy de viaje (y veré a una de vosotras y todo, jeje) y voy a estar con el tiempo justo para escribir, y prefiero subir algo verdaderamente trascendental en lugar de dos capítulos que sacaría aprisa y corriendo para cumplir con mi calendario. Espero que sepas disculparme por no haber subido nada la primera semana de enero tal y como dije que haría (posiblemente) y, de nuevo, por darme un pequeño respiro.
Te prometo que te lo compensaré muy pronto. ¡Un beso, y disfruta del cap!
 

¡Toca para ir a la lista de caps!

 
Sabía que me estaba comportando como un imbécil y que no debía dejar que la rabia que me producía la situación me nublara las que, oficialmente, iban a ser mis últimas horas con Sabrae antes de volver a ese puto infierno en el que iban a castigarme por ser un buen novio. Sí, no me daba miedo decirlo; después de todo, llamar a las cosas por su nombre te evitaba muchos dolorosos malentendidos, tanto con los demás, como contigo mismo. Había sido un buen novio cuando me escapé del voluntariado para ir a ver a Saab; puede que no lo hubiera sido antes, cuando provoqué aquella situación que nos había traído hasta aquí, pero Valeria no tenía derecho a castigarme por lo que le hice a ella. Sí a Saab. Zayn y Sherezade tenían más razón de lo que podía tenerla la gerente de WWF, e incluso ellos estaban equivocados.
               Sí, estaba siendo estúpido por dejar que esa rabia se hiciera con el control de mi cuerpo, pero en mi defensa diré que traté de engañarme a mí mismo diciéndome ésta coincidía con el momento en que Sabrae se había puesto mi camiseta, cubriendo así su desnudez. Sería una causa plausible de que yo me pusiera de mal humor, algo incluso recurrente, teniendo en cuenta las otras veces en que yo me había enfurruñado, medio en broma, medio en serio, cuando ella había abandonado mi cama y había cubierto su glorioso cuerpo con alguna prenda de ropa que, por muy lujosa que fuera, no se merecía cubrir su desnudez.
               Aunque la verdad es que estaba preciosa. Es decir, estaba, a mi modo de ver, mil veces mejor desnuda, pero era mejor que estuviera frente a mí pero vestida que lejos de mí, algo que a los Malik les encantaría. Después de abrazarnos y darnos mimos un ratito más, llevando al límite la paciencia de Mimi y dejándome a mí con las ganas de una vida entera a su lado, haciendo aquello mismo que estábamos haciendo ahora, Saab se me había quedado mirando, había sacudido la cabeza y se había apartado el pelo detrás de la oreja antes de decir:
               -Deberíamos ponernos en marcha.
               -¿Para ir adónde? ¿Al juzgado?-dije de broma (aunque si ella me hubiera dicho que sí, habría cogido mi pasaporte y habría ido corriendo tras ella; me casaría en pantalones grises de chándal si hacía falta, todo con tal de mantenerla alejada de sus padres), y cumplí mi objetivo, porque ella soltó una risita y negó con la cabeza.
               -Vas a ser mi perdición, Al.
               La verdad es que aquello no sonaba mal en absoluto por todo lo que implicaba, especialmente porque ella había sido la mía, pero cuando se puso en pie, me escuché protestar entre dientes.
               -No te he dicho que esté preparado para que dejemos que entre mi hermana-me quejé, frotándome los ojos mientras ella se inclinaba por el suelo en busca de mi ropa.
               -Mimi nos va a matar como sigamos en este plan-respondió con paciencia, como quien le explica a un niño diabético por qué no puede comer más de una onza de chocolate en el cumpleaños de su mejor amigo-, y en vista de acontecimientos recientes, creo que tengo que procurarme la mayor cantidad de aliados posible.
               -Buena chica-aplaudió Mimi desde el otro lado de la pared, y Sabrae se estremeció de pies a cabeza y se giró como un resorte en dirección al origen de la voz.
               -Ew. ¡No hagas eso, Mím! Sabes que no respondo si un Whitelaw me dice eso.
               -Antes de que yo me fuera era un Whitelaw concreto el que tenía que decirte eso para que te pusieras cachonda-bufé, dejando caer mi brazo sobre el colchón y torciendo un poco la cabeza para ver cómo Sabrae se pasaba mi jersey por el torso. No se puso sujetador, y eso, debo admitir, me la puso un poco dura: ver el contorno de su piercing recortándose contra una prenda que antes había sentido sobre mi piel era algo que yo iba a tardar en superar (con suerte, toda la vida), pero me encantaban las reacciones que mi cuerpo tenía al suyo.
               -¿Habéis acabado?-preguntó Mimi desde el otro lado de la pared.