martes, 29 de agosto de 2017

Polvo de hadas.

Las paredes eran dolorosamente blancas y el aire olía de una forma rayana en lo vomitivo a amoniaco y desinfectante, como si en el santuario de la vida y la salvación, lo que se pretendiera realmente era que ningún organismo saliera vivo de aquel lugar.
               Layla nos guió por los pasillos, aún más laberínticos incluso que los del edificio en el que habíamos vivido el último mes y en el que nos habíamos terminado orientando gracias al instinto. Caminaba con decisión, girando con eficiencia y haciéndose a un lado con rapidez cuando pasaba alguien con una camilla. Nos metió en un pasillo aún más estrecho, ganándose la regañina de uno de seguridad, a quien le tuvo que recordar que hacía prácticas allí.
               -Es que no están acostumbrados a verme sin la bata-explicó cuando la seguimos, amedrentados, intentando ignorar que las paredes se acercaban cada vez más y que el personal sanitario reconocía a los intrusos no por su persona en sí, sino por lo ajenos que eran a aquel lugar.
               Llegamos a urgencias y sentí cómo Diana estiraba los dedos detrás de mí para intentar darme la mano, pero apreté el paso, adelantando a Layla a la vez que Scott. Las chicas se quedaron atrás mientras nosotros nos metíamos en una sala en la que reinaba el silencio, un silencio que se te clavaba en el pecho y no te dejaba respirar.
               Sentados en unas sillas de plástico azul, hechas para esperar y diseñadas para ser incómodas hasta la desesperación, estaban Logan, Bey, Tam, Karlie, y Max, mirando el suelo. Jordan se paseaba de un lado a otro en la habitación, como un león enjaulado al que pronto lanzarán al circo para que devore algún gladiador, mordiéndose las uñas y también mirando al suelo.
               Frente a nuestros amigos sentados, Dylan, el padre de Alec, se había dejado caer en la silla y se mordisqueaba la cara interna de las mejillas, el ceño fruncido, el rostro encogido en una mueca y las manos entrelazadas por entre las piernas abiertas. Miraba un punto fijo del suelo en el que parecía estar descifrando la clave del universo.
               A su lado, Sabrae lloraba en silencio, encogida hasta pasar desapercibida de no ser por sus trenzas negras cayéndole en cascada, medio deshechas, al lado de él. Scott salió disparado hacia ella, que levantó los ojos y lo miró con tanta tristeza que me sorprendió que pudiera respirar.
               Sabrae estaba muerta por dentro. En sus ojos no había esperanza.
               Pero lo peor no había sido para ella. En una esquina de la habitación, Mary nos miraba a todos como si no nos viera, como si no estuviéramos allí, o como si ella misma fuera ciega. Eleanor le apretaba los hombros y le susurraba palabras que yo no pude entender, mientras intentaba consolarla y evitar que mirara a su madre.
               Annie estaba en el centro de la sala, pegada a la puerta por la que salían y entraban los médicos, intentando ver algo por las ventanas circulares, esperando noticias. Le costaba respirar, le costaba estar de pie, sólo necesitaba saber qué le había pasado a Alec, cómo estaba su hijo. Le sangraban los dedos de tanto que se estaba mordiendo las uñas.
               Me acerqué a ella y le toqué el hombro. Se dio la vuelta como un resorte, me miró, y se echó a mis brazos. Yo la estreché, le dije que todo saldría bien, se lo prometí aunque no estuviera en mis manos porque, ¿qué puedes hacerle a una madre cuyo hijo está entre la vida y la muerte, si no prometerle, jurarle, que él se pondrá bien?
               -Mi niño-gimió en mi hombro, empapándomelo en segundos, pero no me importó. Cerré los ojos, absorbiendo su dolor. Nadie debería soportar ese sufrimiento en soledad. Debía compartirlo. La consumiría-. Mi precioso niño, mi bebé, no puede ser…

               Le acaricié la espalda, la separé de mí, le di un beso en la frente, como le había visto hacer a él un montón de veces, cuando quería tranquilizarla, cuando su madre se ponía de morros y le decía que no iba a salir esa noche, y él ya estaba maquinando la forma en que se escaparía de su habitación para irse con nosotros de fiesta. Annie tembló, agradeciendo el gesto y a la vez desmoronándose por culpa de él. Yo estaba tan vivo, yo era tan real, y Alec…
               Joder, no podía morirse.
               -Se va a poner bien, Annie. Se pondrá bien.
               Jordan se acercó a nosotros, cogió a Annie por los hombros y la acunó para tranquilizarla. Le di un abrazo a Dylan, que se pegó a mí como si yo fuera el dios de la vida y pudiera usurparme mi poder.
               -¿Qué ha pasado?-pregunté, viéndolo a él más entero que a su esposa. Dylan tomó aire, buscando las palabras.
               -Creen que se saltó un semáforo-informó-. El conductor del coche no lo vio y se lo llevó por delante. Aunque iba como un loco: lo tiró contra otro coche aparcado y casi…-miró a Annie, atragantándose con las palabras, aunque yo ya tenía la imagen en la cabeza: Alec, volando por lo aires, chocando contra un coche que no había hecho nada malo, deslizándose por su puerta abollada con la forma de su cuerpo y salvándose por los pelos de que el otro coche, en un bandazo dado para evitar la catástrofe, sentenciara su muerte-. Ha estado lloviendo, el asfalto…
               -Es culpa de esa estúpida moto-rugió Annie con la voz de una muerta-. Mira que se lo dije, que no le consentiría que cogiera la puñetera moto, que no la hiciera, que me daba igual, pero él… él se ríe de mí, lleva toda su vida riéndose de mí, se pasa por el forro lo que yo le digo, y ahora… ahora voy a perder a mi niño-se echó a llorar de nuevo, los gritos que le corroían el alma se amortiguaron en el pecho de Jordan, a quien golpeó y arañó y suplicó que aceptara su vida a cambio de la de su hijo.
               -La culpa es mía-susurró Sabrae, con la voz también rota, ronca de tanto llorar. Mimi la miró.
               -Sabrae, no-sacudió la cabeza, haciendo que su pelo color caoba bailara a su alrededor. Pero Sabrae tomó aire y miró a Scott, como si tuviera que pedirle perdón a él también.
               -La culpa es mía-repitió-. Estaba haciendo horas extra, porque… este fin de semana, fuimos a Barcelona. Yo ni siquiera tenía la intención de que me acompañara. Le mencioné que había un festival, que papá y mamá no…-se limpió las lágrimas-, no me dejaban ir sola…
               -Yo tampoco te dejaría ir sola, Sabrae. Te lo creas o no, eres una cría-la cortó Scott, con cierta dureza en su voz.
               -… y él dijo que podía venir conmigo, si yo quería, pero que no me iba a dejar pagarle el viaje cuando yo le dije que por lo menos le pagaría la entrada. Quería pagárselo todo, Scott; si algo nos sobra en casa, es dinero.
               -A él también-replicó Mimi-, si no fuera tan orgulloso.
               -Pero él me dijo que no me preocupara, que pediría un adelanto, haría horas extra, o algo así… ha sido el mejor fin de semana de mi vida, Scott-gimió Sabrae.
               -Ninguno de nosotros te culpa, cariño-la consoló Dylan, pero Sabrae negó con la cabeza.
               -Ha sido el mejor fin de semana de toda mi vida, y ahora… ahora puede que nunca tengamos más fines de semana como éste. Soy tan egoísta, Scott-susurró, y se echó a llorar, cogiéndole las manos a su hermano, buscando que la consolara, cosa que mi mejor amigo hizo. La estrechó entre sus brazos y le acarició la espalda. Sabrae miró al cielo-. No le he dado lo único que quería, él me ha tratado como una reina y… no puede morirse-sollozó-. No puede morirse, no quiero que se muera. Ni siquiera le he dicho que le quiero, Scott…
               -Pero él lo sabe-respondió Scott, acariciándole la espalda con mimo, ternura, y a la vez en un gesto protector que a los hermanos mayores se nos daba genial, todo había que decirlo. Me noté sonreír mientras los miraba, casi viendo la energía que manaba del cuerpo de Scott al de Sabrae, calentando su alma y recomponiendo sus pedacitos rotos.
               -¿Y si se muere?-inquirió en tono aterrorizado. Annie se estremeció, Mimi cerró los ojos, incapaz de soportar la amenaza en aquella pregunta-. No me lo perdonaré en la vida, Scott, no haberle dicho que le quiero ni una sola vez.
               -Sí que se lo dijiste-rebatió Scott, paciente, y Sabrae sorbió por la nariz, mirándolo sin comprender.
               Como si alguien en nuestra clase no supiera lo que Alec y Sabrae se traían ya entre manos, solían verse durante las clases en el pasillo, y nosotros les dábamos toda la intimidad que nuestro encierro nos permitía. Alec no soltaba prenda de lo que hablaban o lo que hacían, aunque tampoco había que ser muy listo para interpretar su sonrisa boba o la manera en que se mordía los labios y negaba ligeramente con la cabeza, como diciendo “es increíble”, cuando volvía a su asiento.
               Pero hubo un día en que Alec prácticamente entró brincando en la clase, sonriendo como no le habíamos visto en su vida, y se rió cuando le preguntamos a qué se debía eso.
               -Nada-respondió la primera vez, pero a la segunda se volvió directamente hacia Scott-. Tu hermana, que me ha dicho que me quiere-lo dijo de tal forma que me sorprendió que no estallara de felicidad; parecía el tío con más suerte del mundo, se sentía el tío con más suerte del mundo-. O sea, se le ha escapado, pero yo creo que lo decía de verdad.
               Y habíamos silbado, intentando que se pusiera colorado, como si para eso no hiciera falta vergüenza, algo de lo que Alec carecía. Alec se tiró del pecho de la chaqueta, como enseñando su dorsal, y se echó a reír alzando las cejas.
               -¿Voy reservando el esmoquin para la boda, Al?
               -No seas tonto, Scott-protestó Alec, sin dejar de sonreír. Nos giramos para fingir que prestábamos atención a la clase, pero S y yo intercambiamos una mirada cuando Alec dijo, ya más bajo-; sabes de sobra que yo me caso en vaqueros.
               Nos dio tal ataque de risa que casi nos mandan al despacho del director. Claro que tampoco nos habrían hecho mucho, dado que el subdirector llevaba mi mismo apellido, así que éramos intocables ahora que Scott había regresado.
               ¿Y Sabrae se preocupaba de que Alec se muriera sin escucharla alguna vez decirle que le quería? Si probablemente reprodujera en bucle en su cabeza el momento en que a ella se le escapó tan ansiada frase.
               -Él también se lo ha pasado genial este fin de semana, Saab-prometió Mimi, poniéndole una mano en el hombro y tragando saliva-. Va en serio. Me obligó a ver las fotos que os habíais hecho en Barcelona apenas llegó a casa. La última vez que me obligó a ver fotos, fue cuando fuisteis de excursión con el cole al zoo-Mimi clavó los ojos en mí-. Y me prometió que me llevaría este verano. Han traído pandas rojos. Dice que me parezco a ellos.
               -¿Por lo pelirroja?-preguntó Scott.
               -No, porque, según él, no hago nada más que tirarme en el sofá a comer y dormir la siesta-Mimi puso los ojos en blanco-. Se supone que la chica a la que va a recoger cuando sale de ballet es otra, pero bien que le tengo que aguantar protestando cada día cuando interrumpo su buena racha en los videojuegos.
               -¿Buena racha?-espetó Jordan-. El cabrón hace trampas. Me cambia el mando por uno que tiene menos batería sólo para poder ganarme. Y ni por esas lo consigue.
               -Si no me lleva al zoo este verano…-Mimi se echó a temblar. La cogí por los hombros antes de que lo hiciera Eleanor.
               -Tu hermano es duro como una piedra. Es del coche de quien nos tendríamos que preocupar-le dije, y ella me sonrió, agradecida.
               El tiempo se arrastraba como una serpiente que se acabara de tragar un ratón, y nadie nos daba ninguna noticia. Vi aparecer a Layla en la sala de espera con una bata blanca, el pelo recogido en una coleta y un etiqueta con su nombre, froto, y un enorme PRÁCTICAS escrito colgada del bolsillo que tenía sobre el corazón.
               Todos la miramos de arriba abajo, incrédulos. Fue entonces cuando caí en la cuenta de que Layla efectivamente estudiaba Medicina, y nos podría conseguir noticias sobre el estado de Al. Se acercó a Annie, que volvía a vigilar la entrada a la zona exclusiva del personal sanitario como un perro guardián, y le tocó el hombro con cuidado.
               -Señora Whitelaw-le dijo cuando se volvió. Annie parpadeó, registrando en su cerebro que la señora Whitelaw era ella-. Soy Layla. Soy… amiga de Tommy. Estudio medicina, hago las prácticas aquí. Voy a ver si el médico que está atendiendo a Alec me conoce. Intentaré que me cuente qué tal está.
               Annie asintió ligeramente. Me dio la sensación de que habría entendido lo mismo que le acababa de decir Layla si le hubiera hablado en español. Layla empujó con timidez la puerta, se volvió, nos miró, armándose de valor, y la empujó de nuevo hasta que tuvo medio cuerpo metido en el pasillo, mucho más resuelta y segura de sí misma. Intercambió una mirada conmigo, prometiéndome que intentaría que todo saliera bien, y desapareció tras la puerta oscilante. Annie intentó echar un vistazo dentro, pero Jordan enseguida la apartó. Se volvió hacia mí.
               -Es un gran detalle por parte de tu amiga ir a ver a mi hijo.
               -Es mi novia-la corregí, no sabría decir muy bien por qué. Supongo que porque no soportaba esconder aquello de Annie. No se merecía que le mintiera. Ya le había mentido bastante diciendo que Alec se pondría bien cuando, si nadie había venido a vernos e informarnos de su estado, y Layla había creído necesario entrar con suma cautela, era que Alec estaba jodidísimo.
               Todos los ojos se clavaron en mí. Eleanor guardó silencio, sabedora de lo que nos estábamos jugando si alguien escuchaba lo que acababa de decir. Pero aquella gente eran mis amigos, eran la familia que yo había elegido, y Annie y Dylan, los padres de un hermano con el que yo no compartía sangre. Eran algo menos que Sher y Zayn, pero no lo suficiente diferentes como para que no se merecieran la verdad.
               Una verdad que ni siquiera les había contado a mis propios padres.
               Pero bueno.
               -Ah. Creía…-miró a Diana, dubitativa, y Diana entrelazó sus manos por detrás de la espalda.
               -Sí. Si Diana también, es que es… un poco complicado de contar.
               -Oh, venga, no pongáis esas caras-acusó Scott, mirando a Bey, Karlie y compañía-. Si fuera yo el que tuviera dos novias, ni pestañearíais.
               -Pero… es que en ti sería normal, Scott-susurró Dylan, y Scott alzó las cejas y meneó la cabeza.
               -Porque soy más guapo que él, ¿verdad?
               -Scott, un respeto, que Alec está mal-escupió Bey, venenosa.
               -Pues con más razón. Me tengo que meter con Tommy también por él.
               -¿No tendrán por aquí una venda, para taparte la boca?-pregunté yo, mirando en derredor a una habitación vacía, sin más vida que la que nos iba chupando a nosotros. Hubo sonrisas calladas. Era mejor que nada, pero todavía estaba lejos de lo que Scott y yo podíamos conseguir.
               Seguimos esperando. Diana se revolvía, nerviosa, detrás de mí. Cada pocos minutos, sacaba el móvil de su bolso y comprobaba la hora, sólo para volverlo a meter dentro y reiniciar el ciclo que había empezado hacía demasiado tiempo. Me estaba poniendo de los nervios, y estaba a punto de decirle que hiciera el favor de controlarse un poco; que, si le aburría estar allí, podía marcharse perfectamente. Yo lo entendería. Al fin y al cabo, Alec era amigo mío, no suyo.
               Se volvió hacia mí.
               -¿Crees que debería mandar a Alfred a buscar a Zoe al aeropuerto?-preguntó, mordisqueándose una uña. Fruncí el ceño.
               -¿Qué?
               -Zoe. Está de vacaciones de primavera. Iba a venir, aprovechando que nosotros habíamos salido. ¿No te acuerdas?
               Tragué saliva, avergonzado de repente por haber pensado tan mal de Diana.
               -Puedes ir a buscarla-le aseguré-. No pasa nada.
               -Pero… ¿qué pasa contigo?
               -Yo me tengo que quedar aquí, Diana.
               -Ya lo sé, T-me tocó el brazo y me dio un apretón con los dedos justo por la cara interna del codo-. Y yo no quiero dejarte. No así.
               Me la quedé mirando, sintiéndome una mierda con patas por haber pensado algo tan ruin de ella. Sus ojos brillaban con tristeza, como la jungla que presencia la extinción de un animal exótico sin poder hacer nada más que servir de escenario a la matanza. Sus labios se contraían ligeramente y adquirían un tono pálido allí donde estaba haciendo fuerza con sus dientes, conteniendo unas palabras cuyos efectos desconocía. Le aparté el pelo de la cara para poder mirarla bien, una melena apagada, casi sin brillo, en una chica que estaba titilando, como una estrella en los últimos segundos de la noche, justo antes de que el sol la haga desaparecer.
               -Vete tranquila. Estaré bien. Tengo a Scott-le señalé con la cabeza, susurrando-. ¿Y tú? ¿Estarás bien?
               -Sí. En cuanto la recoja, volvemos…
               -No hace falta, Didi. No creo que le haga ilusión venir a esperar a un hospital.
               -Pero yo quiero estar contigo-respondió ella. Yo tragué saliva.
               -Te llamaré con lo que sea, ¿vale? No te preocupes por mí. Estaré bien. Yo no soy el que está en coma, ¿sabes?-bromeé, en voz lo suficientemente baja como para que solo me oyera ella. Diana alzó una mano, me acarició la mejilla con los dedos, me dio un suave beso en la otra y me dijo que me quería. Se despidió con una mirada triste y salió apresuradamente de la habitación. Me pregunté cuánto tiempo habría estado postergando lo inevitable, sólo por quedarse un poco más conmigo, por tener noticias de Alec.
               Me senté entre Bey y Tam, que me cogieron de las manos y se dejaron acariciar los nudillos mientras continuábamos esperando. Jordan consiguió calmar a Annie y separarla de la puerta; logró que la madre de Al se sentara al lado de su marido. Dylan le pasó un brazo por los hombros, le dio un cariñoso apretón y le dijo que todo iba a salir bien. Le besó la sien y cerró los ojos, inhalando el aroma del pelo de Annie, que poco a poco iría perdiendo su esencia, a medida que pasaran los días y Alec no abriera los ojos. No se apartaría de su lado.
               Pero, de momento, seguía siendo su mujer, su Annie, la madre de sus hijos, el que había traído con ella y la que habían concebido los dos juntos. Estaba rota, asustada y apagada, pero todavía conservaba la luz que había visto en sus ojos el día que la conoció.
               -Sabrae-susurró Annie, y Sabrae abrió los ojos y se volvió, temerosa, para enfrentarse a la mirada cargada de miedo de la que no era su suegra aún-. ¿Me dejas volver a verlos?
               Sabrae asintió, se sacó el móvil del bolsillo, lo desbloqueó y se lo entregó a Annie, que buscó en las aplicaciones hasta dar con el vídeo que le interesaba.
               Levanté la cabeza como un resorte, al mismo tiempo que Scott, cuando escuchamos la voz animada de Sabrae riéndose. Scott se inclinó un poco para echar un vistazo a la pantalla mientras del teléfono de Sabrae surgían dos voces.
               -No me estarás grabando-protestaba la voz que yo me moría por escuchar. Sabrae se echaba a reír y asentía con un:
               -Puede ser-ruido de sábanas moviéndose-. ¿Cómo te encuentras, Alec?
               -Estoy de puta madre-respondía él-, Sabrae, gracias por preguntar.
               Sabrae se echaba a reír.
               -Te queda bien este filtro, ¿eh?
               -A mí es que… todo lo que me ponga…-ruido de dos cuerpos moviéndose, un beso. Annie sonrió a través de su cortina de lágrimas, se tapó la boca con los dedos, enjaulando un sollozo que le impediría escuchar la perfección en la voz de su hijo-. Venga, bombón, apaga eso.
               Sabrae se abrazó a sí misma, quizás recordando lo que venía a continuación, lo que nadie salvo ellos dos sabía que había pasado. Le siguió el inconfundible ruido de una calle turística abarrotada de gente.
               Scott se sacó el móvil del bolsillo y me miró. En sus ojos leí la palabra que respondía a la pregunta que yo me había formulado en cuanto escuché hablar a Alec, eterno en lo finito de su presencia y lo injusto de su encierro en un vídeo de apenas unos segundos. Snapchat, gritaban los ojos de Scott.
               Abrí la aplicación y toqué el nombre de Sabrae.
               Entonces, pude ver la misma escena. Alec, tirado en la cama, con una sábana blanca cubriéndole los abdominales, una mano tras la cabeza, y con la otra, mirando su móvil. El mundo se sacudía un momento cuando Sabrae se movía un poco para ajustar su posición y poder enfocar disimuladamente a mi amigo mejor. Al se giró, alertado por lo raro del movimiento.
               -No me estarás grabando-acusó, con una sonrisa canalla insinuándose en sus labios. Probablemente le hiciera más gracia que a Sabrae le apeteciera presumir de él en ese momento que el mero hecho de lo que se podía intuir al ver aquellas imágenes.
               -Puede ser-respondió Sabrae, apareciendo en la pantalla y toqueteándose el pelo, como queriendo disimular lo descarado de su filmación. Alec se rió y negó con la cabeza. Dejó caer el móvil sobre su vientre y recogió un cigarro mientras su chica preguntaba-. ¿Cómo te sientes, Alec?
               -Estoy de puta madre, Sabrae-de la boca de Alec salía humo en cascada, como si él fuera un dragón. Sonrió-. Gracias por preguntar.
               -Te queda bien este filtro, ¿eh?-preguntó la chica, señalando la ventana. El chico se tocó el hombro como si estuviera presumiendo de traje.
               -A mí, es que todo lo que me ponga…
               Alec se acercó a ella, le besó el hombro y le pidió que apagara el vídeo. Sin decir nada, la imagen se desvaneció, y otra de su ancha espalda cubierta por una camiseta de tirantes sorteando como podía a la gente ocupó su lugar. Sabrae giró sobre sí misma, enfocando las Ramblas, los puestos con frutas y flores, la arquitectura de la ciudad que estaban visitando. Alec se volvió hacia ella.
               -Si quieres enfocar monumentos, me enfocas a mí-espetó. Sabrae le enseñó el dedo corazón.
               -No eres más imbécil porque no puedes.
               -Qué pena que folle tan bien y no puedas dejarme, ¿eh, bombón?
               Sabrae cambió la cámara a la frontal, puso los ojos en blanco y vocalizó:
               -Tampoco la tiene tan grande.
               -Sabes que te estoy viendo, ¿verdad?
               -¡MIRA, ALEC, PIÑA!-gritó Sabrae, y la imagen volvió a cambiar a sus rodillas en la playa mientras tomaba el sol. Sabrae agitó los pies.
               -Hemos venido a la playa porque Alec quería ponerse moreno.
               -Tienes las patas tan minúsculas que no podemos ir a ningún sitio. Me desespera ir a tu ritmo.
               -Cómeme el coño.
               -¿Aquí, delante de toda esta gente?
               -No hay quien te soporte.
               Alec se echó a reír y le arrebató un granizado rojo.
               -¡Oye!
               Una foto de los torniquetes del metro, luego, un vídeo con Sabrae riéndose y diciendo que habían gastado 4 viajes de un bono intentando pasar por la barrera equivocada. Resultó que, en Barcelona, tenías que pasar la tarjeta por la pantalla de la izquierda del torniquete, no la de la derecha, como en Londres.
               -A mí no me hace ni puta gracia, Sabrae-protestaba Alec, atravesando las barreras y negando con la cabeza.
               -A mí sí. Es que te ofuscas por nada.
               -¡Deja de grabarlo todo, chica, me estás poniendo nerviosísimo!
               -¡Calla, que tengo que aprovechar el tirón mediático de mi hermano!
               -Mira que te gusta presumir, ¿eh? Si quisieras tirón mediático, me lo dirías, y haríamos un sex tape.
               -No lo descarto.
               -Joder, Sabrae, yo tampoco, ¿volvemos al hotel?
               -¿Y que pasa con los viajes?
               -Ya hemos desperdiciado cuatro, ¿qué más dará si son seis?
               El vídeo se cortaba antes de que Sabrae terminara de reírse. Luego, una foto de su cena. Una foto de los barcos del puerto deportivo. Fotos de paseo por las playas, con los pies descalzos. Fotos a las huellas, que a veces se entrelazaban. Alec haciendo el símbolo de la paz con una mano mientras con la otra sostenía una cerveza. Sabrae toqueteándose el pelo con un millón de filtros diferentes.
               Un vídeo de Alec tirado en la cama, respirando profundamente. Sabrae encendió la luz, la imagen explotó en un fulgor amarillo, y Alec abrió los ojos. Le hizo un corte de manga y se dio la vuelta.
               -¿No me das las buenas noches?
               Alec se echó a reír y volvió a hacerle un corte de manga.
               Estaba viendo un vídeo de Sabrae arrastrando su maleta en bucle, adelante y hacia atrás, después de cogerle la delantera a Annie cuando Scott le preguntó si había ido a Barcelona a un festival o a un puto documental de sus vacaciones, cuando la puerta de la sala de espera se abrió y por ella apareció Layla.
               Se toqueteó el pelo, esperando a que Annie y Dylan se percataran de su presencia. Mary se acercó instintivamente hacia ella; sus padres se levantaron y no tardaron en seguirla.
               -Perdonad que haya tardado tanto, es que los médicos están un poco liados y había un niño al había que ponerle una venda. He visto a Alec-informó, en tono cálido pero a la vez distante. Me sorprendió lo diferente que era de hacía apenas unas horas, cuando la había tenido entre mis brazos y estaba a punto de tomarla. Esta Layla era mucho más madura, fuerte y profesional. Daba la impresión de que tenía un par de años más encima, la seguridad que le proporcionaban sus conocimientos y el ser útil en algo que le gustaba le hacía tener un aire magnético del que me costaba apartar la mirada.
               Esta Layla no era mi princesa.
               Pero no pasaba nada; si Layla, curada, fuera así, yo no tendría inconveniente en dejar de llamarla princesa y comenzar con reina. Aquella palabra se ajustaba más a la realidad.
               -Le están operando-continuó, y Annie se puso pálida-, es por eso por lo que el médico no ha podido venir a veros todavía. Es uno de mis profesores, y es de los mejores en su campo, así que no debéis preocuparos: vuestro hijo está en buenas manos.
               -¿Por qué…?-empezó Annie, pero negó con la cabeza. Dylan tomó la palabra.
               -Nos dijeron que estaba en coma, ¿por qué le han metido a quirófano?
               Layla vaciló. Su seguridad desapareció y ese aire misterioso y cargado de poder se evaporó a su alrededor.
               -Bueno… en ocasiones, no es conveniente continuar con una operación si… el paciente está muy mal.
               -¿Qué quieres decir?
               -Que estén en quirófano con él es una buena señal. Es que le han visto lo bastante fuerte como para soportar otra operación. Lo ideal es hacerlo cuanto antes, mejor: así se evitan secuelas más graves, el cuerpo tiene más cancha para recuperarse… no tenéis que preocuparos. El doctor vendrá a hablar con vosotros enseguida.
               -¿Te ha dicho algo? ¿Saben ya qué tiene?
               Layla sacudió la cabeza.
               -No me ha dicho nada. Os informará de todo cuando lo saquen. No puedo deciros más. Lo siento-Layla abrió las manos a los lados de su cuerpo, demostrando que era inofensiva.
               -¿Eso que tienes… es su sangre?-inquirió Mimi, señalando la bata blanca de Layla, que ahora traía manchas pequeñas de un color carmesí que abrasaba la vista. Layla se miró el torso, y negó rápidamente con la cabeza.
               -¡No! No, qué va, son del niño. Yo no me he acercado. Sólo le he visto a través de los cristales. No he podido hablar con el doctor aún. No quería interrumpir. Pero… si queréis… puedo volver. Ir informándoos de cómo va todo-señaló con el pulgar hacia la puerta por la que acababa de entrar. Dylan asintió con la cabeza.
               -Gracias. Gracias, Layla-dijo, acunando contra su pecho a su mujer. Layla asintió, forzando una sonrisa que, sorprendentemente, le quedó muy natural. Me pregunté cuánto tiempo habría estado practicando sus sonrisas cuando había estado sufriendo con Chris.
               Si esto se lo habían enseñado en la facultad, o lo había aprendido en su cama.
               -No hay por qué darlas. Es mi trabajo-respondió. Les dio un toquecito en el hombro, se giró y se apresuró de nuevo por aquellos pasillos cuyo plano mental sólo poseía ella.
               Vuelta a esperar. Una eternidad en la que no nos atrevíamos a movernos, por miedo a que la muerte se fijara en nosotros y viniera a arrebatarnos lo que más queríamos.
               Hasta que, de la nada, surgió un ángel. Una enfermera bajita, de pelo corto, ojos grandes y ropa verde, se asomó a la puerta.
               -¿Son los parientes de Alec Whitelaw?-preguntó. Nos levantamos de un brinco y asentimos. La enfermera parpadeó un poco, confusa ante la cantidad de gente que había esperando por noticias de Alec, y eso sin que hubiera pasado un día desde el accidente. Normalmente los hospitales llenaban sus habitaciones al día siguiente de que una desgracia ocurriera, cuando el paciente era echado en falta en el instituto o en el trabajo-. Síganme, por favor. El Dr. Moravski les hablará ahora.
               La seguimos por esa intrincada rama de pasillos. Sospeché que nos llevaba por un lugar diferente al que había transitado Layla, por eso de que no nos encontramos con ningún enfermo en fase terminal, sino con personas de mantenimiento o personal relajado que iba paseando tranquilamente con un vaso de café en la mano. Salimos a una sala espaciosa, con unas ventanas que hacían las veces de pared, y una gran cantidad de sillas distribuidas de modo y manera que no molestaran para el tránsito, pero que permitieran albergar a la mayor cantidad de gente posible.
               La enfermera se giró.
               -Sólo pueden venir los parientes. Lo siento-nos miró con una cara de disgusto que me hizo creer que se echaría a llorar de un momento a otro, quizás conmovida por la cantidad de gente que se preocupaba por un solo chico.
               Eleanor y Mary se miraron. Eleanor le dio un apretón en las manos a su amiga y se soltó de ellas, dejándola marchar.
               Pero Jordan y Bey no iban a renunciar tan fácilmente a enterarse de qué había pasado con Alec.
               -¿Seguro que no se puede hacer una excepción? Mire que no tenemos pensado alborotar-prometió Bey, mientras Jordan asentía y añadía:
               -Escuchan mejor dos cabezas que una, pues con esto es lo mismo. No nos vamos a quejar. Nadie tiene por qué enterarse.
               La enfermera nos miró, tragando saliva.
               -Un momento.
               Se giró para ir al encuentro de su médico, pero una figura alta y delgada la detuvo. Layla, con su bata salpicada, cortándole el paso y diciéndole que todo estaba bien.
               -Si no te casas tú con ella, lo haré yo-me dijo Scott, y yo sonreí, dándole las gracias mentalmente a mi chica cuando pasé a su lado y siguiendo la comitiva encabezada por la enfermera y los padres de Alec, que iban abrazados como si necesitaran del esqueleto del otro para mantener en pie sus músculos.
               Se abrió una puerta blanca como la nieve y nos adentramos en un despacho cuyas paredes estaban sobrecargadas con placas, diplomas, fotografías de congresos y artículos firmados por el mismo hombre, el doctor Moravski.
               Un señor de pelo canoso, sentado en una silla negra de ésas que usan los ejecutivos, diseñadas para ser cómodas como una nube, se levantó y les tendió la mano a los padres de Alec.
               -Señor Whitelaw. Señora. Señorita-añadió al ver que Mimi también ocupaba una posición preferente en la audiencia. Mary le estrechó una mano con la cabeza dándole vueltas. El doctor nos dedicó una mirada de reconocimiento. Sus ojos se detuvieron un segundo en los de Scott y en los míos. Fue como si nos estuviera diciendo que sabía quiénes éramos.
               Me pregunté si me conocía como “el hijo de” o como el concursante en que me había convertido. Sentía que ninguna de esas dos identidades casaba realmente conmigo.
               -Soy el doctor Moravski. Estaba de guardia cuando llegó su hijo.
               -¿Se encuentra bien?-preguntó Annie. El doctor hizo un gesto a unas sillas más cómodas que las de fuera para que se sentaran. Así lo hicieron. Acercamos una silla para que Mary también pudiera tomar asiento, mientras los demás nos quedábamos de pie, apoyados contra la pared como si de los guardaespaldas de la familia Whitelaw se tratara.
               Layla abrió la puerta con discreción, entró en la habitación, la cerró y se quedó apoyada en ella, como guardando de que nadie entrara ni tampoco saliera.
               -No les voy a mentir: su hijo ha tenido un accidente muy feo y ha tenido muchísima suerte. He visto casos más leves convertirse en una tragedia sin que nosotros pudiéramos hacer nada. Como seguramente la señorita Payne ya les haya informado-hizo un gesto con la mano en dirección a Layla-, hemos tenido que pasar por el quirófano con él una segunda vez.
               -Eso, ¿es normal?
               -No es lo habitual. En pacientes con lesiones muy graves, es conveniente ir tratándolas todas a la vez, pero el delicado estado en el que llegó su hijo al hospital nos impidió proceder de esta manera. Decidimos que lo mejor sería ocuparnos primero de las heridas más críticas, sedarlo para que no sienta dolor, y cuando se estabilizara volver a operarle.
               -¿Se estabilizara?
               -Su estado era crítico. Verá…-abrió un cajón y sacó con eficiencia un atlas medicinal, de esos que le había visto a Layla llevar de un lado para otro cuando tenía que estudiar. Pasó páginas hasta encontrarse con un esquema bastante resumido de la anatomía humana. Seguía siendo el dibujo más completo que yo había visto en mi vida: contenía todos los órganos del cuerpo sin hacer distinción a aparato, como había visto en los libros de biología con los que había aprendido que, por ejemplo, el pulmón izquierdo es menor que el derecho porque bajo éste se aloja el corazón-. Debido al impacto con el otro coche, su hijo tenía cristales clavados en numerosas partes del cuerpo. Hemos tenido que extraerle tanto cristales como partes de su motocicleta de un pulmón, el bazo, y rodear el estómago. Tenía seccionadas un par de arterias secundarias; las principales, como la aorta, las tenía tocadas, pero no necesitan de más tratamiento por nuestra parte-fue marcando con un bolígrafo cada lugar en que habían intervenido a Alec-. El impacto le ha roto los huesos del brazo izquierdo, ha sido una suerte que haya caído sobre ese lado del cuerpo…
               -Nuestro hijo es zurdo-dijo Annie en tono mecánico, y el doctor mudó su expresión.
               -En ese caso, la suerte no ha sido tal. Pero no se preocupen; ya le hemos vendado el brazo y, con los avances tecnológicos de los que disfrutamos, cuando le demos el alta seguramente pueda irse con el brazo ya sin escayolar-los padres asintieron, Mary estudiaba el dibujo como si fuera lo más interesante que hubiera visto en toda su vida-. Bien, también tenía contusiones bastante graves en la zona del abdomen, y una hemorragia interna muy cerca del hígado. Esta zona es propensa a ello; hemos drenado todo el líquido y la zona se encuentra bien. También hemos tenido que extirparle un trocito de pulmón. Nos era imposible retirar todas las esquirlas, y sería peligrosísimo dejarlas ahí. Podrían pasar a una vena y dañar el corazón.
               -¿Cómo de grande?
               -No mucho, no se preocupen. He de decirles que se ha tratado de un paciente muy fácil a pesar de sus heridas. Su estado físico no podría ser mejor. Probablemente, aunque usted tenga los pulmones perfectos, debido a lo trabajados que estaban los de su hijo, pueda filtrar menos aire que él. Incluso con un trozo extirpado.
               -¿Qué más?
               -Algo, aún no sabemos qué, le atravesó el hombro. Podría perder movilidad en el brazo. Es el derecho-añadió ante el horror de sus padres-. Es una de las lesiones que más nos preocupan, además de la del cuello.
               -¿El cuello?
               -Seguramente sepan que es la zona más sensible de todo el cuerpo. Parece que tiene las vértebras un poco tocadas, especialmente las cervicales. C4 y C5. Ésa fue una de las razones de que dividiéramos la operación en 2: queríamos asegurarnos de inmovilizarle bien el cuello antes de continuar tratándole.
               -¿Quiere decir que no saben si podrá andar?
               Aguantamos la respiración.
               -Aún es pronto para hacer conjeturas. De momento, lo que más nos interesa es seguir haciéndole pruebas, comprobar que todo está en orden, asegurarnos de que no tiene ninguna lesión cerebral mayor…
               -Doctor-le cortó Dylan-. ¿Tiene usted hijos?-el hombre asintió con la cabeza-. Entonces entenderá cómo nos encontramos. Díganos cómo está Alec. No puede hacernos más daño del que ya nos ha hecho esa maldita moto.
               El doctor miró a Layla, que le devolvió una dócil mirada de apoyo, le asintió con la cabeza y tragó saliva. Moravski se inclinó hacia delante, se pasó una mano por el pelo, entrelazó las manos.
               -No sabría decirle si al final su hijo se encontrará bien, señor Whitelaw. Lo único que puedo decirle es que ahora mismo está en coma y no hay nada que podamos hacer más que esperar para ver si se despierta por sí mismo. Hemos intentado administrarle medicación para despertarlo nosotros, pero está tan débil que las dosis que podemos suministrarle no lograrían sacarlo de un sueño profundo. Ha perdido mucha sangre y no sabemos cómo le afectará eso al cerebro. De hecho, hemos pedido transfusiones a otros hospitales, porque no tenemos suficiente de su tipo para más de dos días.
               Una voz se alzó entre la audiencia.
               -Yo puedo donar-se ofreció Sabrae, y todos nos volvimos hacia ella. Scott la miró.
               -Tienes 14 años.
               -Soy 0 negativo-informó Sabrae, dando un paso al frente.
               -Tienes 14 años-repitió su hermano. Sabrae se volvió hacia él.
               -Es Alec. Si te piensas que voy a quedarme aquí sentada mientras intentan encontrar sangre que le sirva cuando yo tengo de sobra, es que no me conoces en absoluto, Scott.
               -Es peligroso.
               -Me han puesto la antirrábica. No voy a pegarle nada-Sabrae se volvió hacia el médico-. La mía sirve, ¿verdad?
               -Eres un poco joven para donar.
               -¿Cuánto tarda en regenerarse la sangre? Porque la mía es nueva de paquete.
               Layla y el médico volvieron a mirarse.
               -En situaciones así…-empezó Layla, pero el hombre alzó la mano y ella se calló en el acto.
               -Es arriesgado.
               -Se ha hecho con niños más pequeños que ella, y no ha sucedido nada. Espaciando las donaciones, no tiene por qué pasarle nada malo a ella también. Podría extraérsele menos. La mitad de lo que se suele con un adulto.
               -Me da igual si usted no me deja: si me tengo que abrir una muñeca y ponerle la boca a Alec para que me la chupe como un vampiro, lo haré.
               El doctor parpadeó y sonrió.
               -Esto me viene bien para lo que les iba a decir a continuación. Normalmente, sacar a alguien de un coma es mucho más sencillo cuando tiene cuidados y visitas diarias de su familia y… seres queridos-miró a Sabrae con intención-. En aproximadamente una hora, lo llevaremos a la UVI. Daré instrucciones para que se les permita entrar y salir cuando quieran. Una especie de privilegio de horarios.
               Annie casi se echa a llorar en agradecimiento.
               -¿Cuándo podremos verle?
               -Ahora mismo están haciéndole resonancias, para comprobar que todo esté correcto y que el estado de su columna vertebral no haya empeorado. Eso es lo que más nos preocupa.
               -¿Por qué?
               El doctor tragó saliva, se aclaró la garganta y dijo:
               -Bueno… si las vértebras han causado una lesión a la médula, la movilidad podría verse mermada.
               -¿Cuánto?
               -Eso depende de la lesión.
               -O sea, ¿que puede que Alec no vuelva a caminar?
               El doctor parpadeó.
               -Señora Whitelaw…
               -Annie. Annie, por favor. Así es más difícil que se ande con rodeos.
               El doctor asintió, tomó aire y dijo, en el tono más calmado posible:
               -Annie, si las vértebras le han causado una lesión medular… es bastante probable que Alec ni siquiera pueda mover los brazos cuando se despierte.


Tommy tuvo que ayudarme a sujetar a Sabrae para que no entrara con los padres de Alec y su hermana a verlo. Quería ir la primera para comprobar que estuviera bien y poder marcharse cuando antes a donar sangre. Sabía que le daría hasta la última gota que corría por sus venas si con eso lograba salvarlo. Yo haría lo mismo, y ni siquiera estaba enamorado de él.
               Pero yo no quería que lo viera sin mí. No sabíamos cómo estaba, y me daba miedo que la impresionara tanto que se terminara derrumbando. Y yo tenía que estar ahí para mi hermana pequeña.
               Así que tuve que hacer la cosa más rastrera del mundo. Me odiaría toda mi vida por cómo me miró Sabrae: con estupefacción, dolor, incredulidad.
               -No eres su novia, Sabrae-acusé en tono duro, quizá más de lo que pretendía, consciente de que si Alec al final no se despertaba, habría muerto sin tener novia, sin saber qué era eso, sólo porque Sabrae era gilipollas y no quería decirle que sí-. Eres la amiga que se lo folla. No eres su familia. Les corresponde a ellos ir primero.
               Sabrae no me dirigió la palabra en todo el tiempo que los Whitelaw se pasaron viendo a Alec, que fue bastante más de lo que yo pensé que les dejarían estar, y mucho menos de lo que habrían querido.
               Cuando salieron, Mimi corrió a los brazos de Eleanor y se negó a moverse de ellos.
               -Entrad sin mí-silabeó Eleanor en dirección a Tommy, acariciándole la cabeza a su amiga y prometiéndole que todo saldría bien.
               Nos encontramos con una enfermera joven, de unos 25 años, que nos recorrió de arriba abajo con asco en los ojos.
               -Whitelaw está débil-dijo, y yo pensé, ridículamente, que nunca había llamado a Alec tantas veces por su apellido como aquella tarde-. No le conviene alboroto.
               -No vamos a montarle una fiesta, tranquila-espetó Tommy, y tuve que contenerme para no darle un beso en los morros a modo de agradecimiento del tono gallito que le salió, en imitación a aquella subnormal.
               -Sólo se permiten visitas de familiares.
               -Somos familiares-la cortó Max. La muchacha alzó las cejas.
               -¿Acaso sois hermanos?
               -Sí, nuestros padres tienen tendencia a la promiscuidad.
               -Tía, en serio, somos 10 contra una-se metió Tam-, ¿de verdad te piensas que nos vas a impedir pasar?
               La enfermera se marchó refunfuñando sobre que “los críos de hoy en día no teníamos educación”. Es curioso que me llame “crío” una pava que me había zorreado descaradamente cuando volví de Chipre ese mismo verano.
               Tommy se volvió hacia mí.
               -Tú también la has reconocido, ¿a que sí?
               -Si hiciera más mamadas y hablara menos, seguramente no tendría esa cara de amargada-espeté cuando salía de mi vista, y me reí por lo bajo antes de recibir un codazo en el estómago de Sabrae. La misoginia, bien, parecía decirme mi hermana pequeña.
               Recordando las palabras que siguieron a aquella fatídica afirmación de que puede que Alec nunca volviera a moverse por sí solo (éste se nos mata en cuanto se entere de que no podrá volver a tocar una teta en su vida, me había dicho Tommy, y yo había puesto los ojos en blanco, intentando no reírme, porque no le encontraba la gracia y a la vez sí), seguí a los demás por las camas.
               Habían puesto a Alec en la más apartada, detrás de unas cortinas que daban un extra de intimidad en aquel lugar tan frío.
               -Sea como sea-había dicho el doctor Moravski-, creo que los avances serán prontos. Su hijo estaba en óptimas condiciones, Annie. Se nota que le gusta el deporte, tiene un cuerpo de los de usar en un anuncio de vida sana. Lo único, sus pulmones, un poco manchados.
               -El puto tabaco. Me dijo que lo dejaría, y se piensa que me tiene engañada, como si no pudiera olerlo cada vez que dobla la esquina de casa. Si es que apesta a tabaco.
               Tragué saliva al ver una esquina de la cama.
               Nos dispusimos a rodearla.
               En una cama que en condiciones normales parecería pequeña para él, yacía Alec como si durmiera la mona de una noche de borrachera especialmente dura.
               Solo que no parecía estar dormido ni disfrutándolo en absoluto.
               Le habían puesto una vía en la cara interna del codo derecho, pues el brazo izquierdo estaba escayolado de las manos hasta casi el hombro, inmovilizado a un lado de la cama y completamente inútil.
               Tenía el pecho vendado y tapado con una sábana, pero en el movimiento pausado, sospechosamente automático y artificial de sus pectorales, se intuían unas depresiones, cortes y bultos que no estaban ahí la última vez que lo vi.
               Pero lo peor era su cara. Su cara, que estaba igual que antes, a la que el casco había salvado… y que a la vez nunca sería la misma. Se notaba ya en ella la tirantez de una piel que cede ante la lucha interna.
               Su boca se estaba resecando, bajo la máscara de oxígeno que le obligaba a seguir con nosotros.
               Y sus ojos, cerrados, carecían del movimiento típico que viene cuando duermes y sueñas.
               Lo único que quedaba vivo de Alec, de él tal y como le habíamos conocido todos, era precisamente su recuerdo.
               Sabrae se acercó despacio a la cama. Los demás le abrieron paso como si fuera una escena ensayada de Juego de Tronos y ella fuera Daenerys Targaryen. Y, temblando como un flan, mi hermana pequeña alzó una mano y le tocó la suya.
               Y entonces, sucedió.
               Nada.
               Absolutamente nada.
               Alec no respondió al contacto con Sabrae.
               Una parte de mí estaba deseando que se levantara y nos dijera que era coña, que feliz día de los inocentes, para así pegarle entre todos una paliza y devolverlo a un coma más que merecido.
               Pero esto no era ninguna coña.
               Alec estaba ahí, postrado en una cama, muriéndose, sin que los demás no pudiéramos hacer nada más que observar.
               Sabrae levantó la mirada, se encontró con mis ojos. Se separó de Alec más pronto de lo que a ninguno de nosotros nos habría gustado, y, llorando, echó a correr. No podría decir que la culpaba. Jamás podría culparla por haber hecho eso. De hecho, la envidiaría toda mi vida, por poder huir del peligro y no sufrir.
               Como si Sabrae no fuera a odiarse a sí misma precisamente por no quedarse y compartir el dolor de él, creyendo que así se salvaría.
               Bey se acercó a él, le tomó de la mano, notó que estaba tibia. No cálida, pero tampoco fría, y suspiró.
               -Más te vale salir de este coma-le dijo, pasándole una mano por el pelo en un gesto cariñoso, muy maternal-, para que te pueda matar yo de una paliza.
               Todos nos quedamos callados, sorprendidos ante la dureza de las palabras de Bey…
               … y, de repente, nos echamos a reír, medio histéricos, medio felices de que alguien se atreviera a hacer bromas.
               -Escúchame, hijo de puta-le dijo Jordan, inclinándose hacia él-. Como te mueras, te mato, ¿me estás escuchando?
               -No te queda Inglaterra para correr como no te despiertes, puto desgraciado-le aseguró Karlie.
               -Madre mía, la que te espera como no te despiertes, es que vamos a asustar hasta al demonio-intervino Logan.
               Sacudí la cabeza.
               -Las cosas que hacen por atención, ¿eh, cabrón?-pinché yo.
               -Que sepas que, como nos echen del concurso, vendré personalmente a partirte la cara. Ya nos estás votando para que ganemos a mi hermana-intervino Tommy.
               -Sí, tío, ¡qué oportuno eres! Justo tienes que tener un accidente cuando faltan días para que estrenen el desfile de Victoria’s Secret. Que conoces a una de las modelos que participan, chaval, ¿seguro que quieres montar este paripé?-espetó Max, y nos volvimos a reír.
               Me lo quedé mirando y me pareció que alzaba una de las comisuras de su boca, como diciendo cabrones de mierda, soy el centro de vuestra vida y no podéis negarlo. El desgraciado, donde quiera que estuviera, estaba disfrutando de todo esto.
               Recordé todas y cada una de las noches en que había esbozado esa sonrisa después de que una chica la que nos habíamos disputado le escogiera a él y no a mí, después de continuas pullas de “¿le gustarán castaños, o morenos? “yo soy un poco rubio, y eso a las tías les flipa”, me contestaba él siempre, fantasma como ningún otro.
               Sus constantes “quieres que gane yo, Scott, sabes que la habilidad no compite contra el tamaño”. Cómo me lo restregaba palmoteándose los bolsillos y preguntándome si tenía algún condón.
               -No te sobres, chaval-le decía yo, dándole una palmada en la nuca, a lo que él respondía alzando las cejas y riéndose.
               -¿Quieres que le diga que me llamo Scott? Así alguien gritará tu nombre esta noche.
               Le intentaba dar collejas en aquellas ocasiones, pero él se me escapaba siempre antes de poder hacerle nada.
               Justo igual que se nos estaba escapando ahora a todos.
               Miré a Tommy, que observaba a Alec como si fuera el consejero de un rey moribundo, cuyos herederos traerían la desdicha a su pueblo. Vi cómo pensaba en lo mismo que yo,  en todas las cosas que habíamos hecho con Alec, con nuestros amigos, en cómo cambiaría nuestra vida si él no se despertaba. Tommy no pudo evitar recordar aquella vez en Chipre, cuando al final él se acercó a un grupo de chicas que no paraban de mirarnos desde la otra punta de la sala de bebidas del casino, riéndose y lanzándonos unas miraditas cargadas de intención. Tommy y yo recogimos nuestras copas y le seguimos, temiendo lo que se disponía a hacer y, a la vez, ansiando que nos sorprendiera y que las sorprendiera a ellas también.
               Alec se apoyó en su mesa y no se anduvo con rodeos.
               -¿Queréis mejorar vuestro inglés, muñecas? Porque aquí tenéis género de sobra donde escoger-hizo un gesto con la cabeza en dirección a Tommy y a mí. Las chicas se echaron a reír y le contestaron con un acento danés que hizo que la boca se me deshiciera.
               Nos llevaron a sus habitaciones gracias a Alec.
               Miré a mis amigos, cómo recordaban las cosas que Alec había hecho por ellos, bebiendo de la impotencia al saber que no podían hacer lo mismo por él. Jordan, cuando le obligó a comprar el billete de avión para que pudiera besar a Zoe. Bey, cuando la acompañó a casa después de ir a la discoteca más cara de todo Londres y estar allí media hora antes de que a Bey empezaran a sobarla y la hicieran sentir tan incómoda y asqueada que se le revolvía el estómago cada vez que pensaba en seguir allí un minuto más. Karlie, cuando en el colegio le dijeron que su familia era rara porque no tenía padre, a lo que Alec respondió pegándole un puñetazo a l niño en cuestión. Max, cada vez que tenía movida con Bella, que le relataba a Alec con pelos y señales la discusión de turno, el motivo y las posibles soluciones, hasta qué él le daba una palmada en el hombro y le decía “cómprale bombones y pídele perdón. Y luego, le comes el coño” (Alec tenía la firme creencia de que no había problema que no se solventara comiéndole el coño a una tía). Tam, cuando tuvo que ir a decirle a quien le proporcionaba la droga que no iba a traficar más, y él se ofreció a acompañarla y estuvo a su lado en todo momento, cruzado de brazos y dedicándole miradas amenazantes al “jefe” de Tam. Logan, cuando lo pilló mandándole mensajes a un chico que había conocido en una aplicación de citas, pero le daba miedo ir a conocerlo al bar gay más conocido de Londres en solitario, porque, ¿y si era un asesino?, a lo que Alec respondió ofreciéndose a ir con él (bromeó con tener el culo pegado a la pared en todo momento, y Logan tuvo que reírse, porque Alec tiene un don para decir la cosa más ofensiva del mundo de una forma que a ti te haga descojonarte).
               Tommy, cuando Alec se metió entre nosotros para separarnos mientras nos peleábamos.
               Yo, cuando Alec se metió entre nosotros para separarnos mientras nos peleábamos. Y las veces que había cuidado de Sabrae, sin yo saberlo. Las incontables veces en que había estado ahí para ella y la había cuidado y protegido y la había hecho reír cuando ni siquiera yo podría.
               Por eso ella se había marchado corriendo nada más tocarle. Porque, si con su contacto no podía hacer nada, si estando ahí para él no iba a conseguir que se despertara, no tenía sentido soportar aquella sensación de agobio, de estar fallándole a cada segundo que respirabas sin necesidad de una mascarilla de oxígeno, no como él.
               Nos echaron al poco tiempo, pero nos dejaron despedirnos. Nos fuimos a la cafetería justo después de dedicarle los correspondientes mimos y atenciones a Annie y a Mary. Apoyamos a Dylan, les dimos cobijo, les dijimos que nosotros pondríamos las alas para que ellos pudieran volar. Y nos marchamos. Nos marchamos porque, si no podíamos cuidar a Alec, por lo menos podíamos beber por él.
               Llegamos a casa de noche, desanimados, cansados como si hubiéramos salido de fiesta y sin ganas de hacer nada más que tumbarnos y despertar, porque estaba claro que estábamos viviendo una pesadilla.
               Annie pasó la noche en el hospital. Eleanor, en casa de Alec, cuidando de Mimi y de su padre, asegurándose de que comían y bebían y estaban todo lo bien que se puede estar en esas situaciones.
               Tommy le dio las gracias a Layla por lo que había hecho esa tarde, la invitó a pasar la noche con él, pero ella negó con la cabeza. No era el momento. Nunca encontraban el momento. Le pedí perdón a Tommy por haber interrumpido, pero él me dijo que de perdón nada, que primero iban los amigos, después, ya, si eso, el sexo.
               Creo que le pedí perdón porque supe identificar la llamada de mi interior, esa ansia por sentirme vivo y notar a mi cuerpo funcionando a plena potencia.
               Echaba de menos al viejo Scott. Al viejo Scott no le había pasado algo así de gordo.
               Y yo que había querido suicidarme sólo porque me habían puesto los cuernos… manda cojones.
               No me sorprendió encontrarme a Sabrae metida en mi cama, con la sudadera de Alec, la almohada empapada de tanto llorar, cuando llegué a casa. Me había alegrado de ver a mis padres y a mis hermanas, claro, pero por otro lado estaba temiendo ese momento, el momento en que abriría la puerta, y me la encontraría allí, hecha un ovillo, levantando ligeramente la cabeza para ver quién entraba.
               -Scott-susurró, suplicante, como me imaginé que haría. Negué con la cabeza, asentí, me senté a su lado y acuné su cabeza, hundiendo los dedos en sus rizos azabache.
               -Ya lo sé-le dije.
               -No quiero perderle.
               -No vamos a perderle.
               -No puedo perderle, dios mío…-se tapó los ojos y se echó a llorar-. Él es lo más bonito que tengo, él es genial, me hace feliz, Scott, no puede… no puede irse así, sin más. No puede habérsenos acabado el tiempo tan de repente. Creía que tendríamos más. Hasta el verano, por lo menos, hasta que él se fuera.
               -Lo vais a tener, mi amor. Te lo prometo-le besé la cabeza mientras se frotaba los ojos-. Te lo juro, lo tendréis.
               -Si lo hubiera sabido… le habría dicho que sí. Joder, se lo habría pedido yo, Scott. Se lo habría pedido yo desde la primera vez que lo hicimos, y me habría dado igual parecer desesperada, o patética, o…
               -Me gustaría ver cómo pareces desesperada o patética, por una vez en tu vida.
               Sabrae sonrió y me miró.
               -Necesito que se despierte. Aunque sea sólo una vez. Necesito mirarle a los ojos. Tiene los ojos más bonitos del mundo.
               -Los más bonitos, no sé-respondí yo, acariciándole al frente-. Para mí, no entra ni en el top 10.
               Sabrae sonrió.
               -Lo son. Es que tú no lo entiendes-suspiró-. No puede ser sano.
               -¿El qué?
               -Esto. Cuánto le necesito. No puede ser sano, no puede estar bien.
               -¿Te sienta bien?-pregunté. Ella me miró, asintió con la cabeza-. Pues entonces, está bien.
               Sabrae se quedó dormida en mis brazos. Mamá entró en la habitación, nos miró, y me dejó un cuenco de cuajada con dulce de kiwi en el regazo. Le dediqué una sonrisa de agradecimiento, le di un beso en la mejilla y le di las buenas noches.
               Me dormí con el cuenco ya vacío en la mesilla, con el cuerpecito de Sabrae tan pegado al mío que nuestras respiraciones se sincronizaron, y el olor de la sudadera de Alec clavándoseme en la nariz.
               Eso hizo que soñara con él. Estábamos en la habitación del hospital, él tirado en la cama, tal cual lo había visto en el hospital, y a la vez a su lado, con la ropa de su cumpleaños, idéntico a la última vez que le vi siendo él, y no su cáscara vacía.
               -Tienes que despertarte-le dije-. Mi hermana ha llorado por ti. Y no ha llorado por un tío en su vida.
               Alec se miró a sí mismo tirado en la cama, se metió las manos en los bolsillos, se mordió el labio, y clavó sus ojos en mí.
               -Haz que me bese. Volvería de entre los muertos por un beso de ella.
               -¿Qué cojones te crees que es esto, Alec? ¿El cuento de la Bella Durmiente?
               Sonrió.
               -Mi nombre también empieza por A, como el de Aurora.
               El sueño cambió antes de que pudiera decirle que era gilipollas, y que si no se despertaba él solito, lo haría yo. Arrancándole un pie, si hacía falta.


Me bebí de un trago el chupito y disfruté de la sensación de calor quemándomela garganta. Diana y Zoe habían ido al baño, siguiendo esa tradición milenaria de las mujeres de no ir a ningún sitio de no ser de dos en dos, como mínimo.
               Me recosté en la silla y eché un vistazo al bar. No era el típico sitio pijo al que van todos los niñatos ricos vestidos de gala, pero tampoco era de esos lugares en lo que ignoraban si entrabas en chándal. Tommy alzó una ceja.
               -Joder, vamos fuerte hoy, ¿eh?
               -No duermo una mierda-espeté-. Me siento como si hubiera estado en un entrenamiento de boxeo y yo fuera el saco.
               -No jodas, Scott. No me había dado cuenta-Tommy puso los ojos en blanco y empujó el chupito en mi dirección. Me lo bebí y cerré los ojos. Otra vez la falsa sensación de ser un volcán.
               -Es que no me explico cómo puedes estar tan tranquilo, sabiendo lo que pasa-espeté, y él se encogió de hombros.
               -La procesión va por dentro, supongo. Scott, tío, sinceramente, ¿crees que a Alec le molaría verte subiéndote por las paredes sólo porque él esté en el hospital? Seguro que disfrutaría más si te dedicaras a follar a todas horas. Ya sabes, para compensar que él no está. La proporción de gente practicando sexo y tiempo que se practica se ha desequilibrado ahora que no está él.
               -No será porque tú no te esfuerces en reequilibrarla, ¿no?-acusé, y Tommy esbozó una sonrisa.
               -¿Quieres que te pida perdón por follarme a Diana? Porque es lo que mejor me sienta. Deberías probarlo.
               -¿Te crees que no lo sé? El problema es que yo no vivo con mi novia. A duras penas la veo. La última vez que estuve con ella, fue en el programa. Si fijo que se refiere a mí como “el pesado ese que aparece cuando más inoportuno es”.
               -Yo no culpo a Eleanor por querer estar con Mary. De hecho, nosotros dos estamos haciendo lo mismo.
               -Casi, porque tú por las noches por lo menos duermes en tu casa. Se te puede localizar a alguna hora del día.
               -Vete a verla, si tantas ganas tienes de hacerlo.
               -Y que me eche, ¿no? Paso-fruncí el ceño, me saqué el móvil del bolsillo y miré la pantalla. Nada, como siempre, qué novedad. Le había enviado un mensaje a Eleanor por la noche con un simple “hola” y me había contestado con un “ahora no, S, estoy algo ocupada”.
               Tía, que sólo quiero hablar contigo. No sé, me parece que no mandarme a tomar por culo apenas doy señales de vida tampoco es mucho pedir.
               Además, que tengo imaginación y memoria de sobra. Si quisiera pajearme o algo así, no necesitaría mandarte un mensaje. Pero bueno.
               -Es que tampoco te estoy diciendo que no esté con Mimi. Pero yo soy su novio. Me merezco unas atenciones-acusé. Tommy puso los ojos en blanco.
               -Está con ella porque quiere compensar. Mañana por la tarde entramos de nuevo al programa, Scott. Las tiene que dejar en manos de sus otras amigas. ¿Tú te fiarías de Marlene para cuidar de alguien?
               -Ya sé que Mimi lo está pasando muy mal, no hace falta que me hagas sentir como una mierda de persona aún más-gruñí. Tommy parpadeó, se sacó el móvil del bolsillo. Puse los ojos en blanco y me erguí en mi asiento-. ¿Qué coño haces? Préstame atención. Estamos discutiendo. No pases de mí tú también.
               Empezó a reírse. Hice una bola con una servilleta y se la tiré a la cara. Siguió tecleando y me enseñó la pantalla cuando se dio por satisfecho.
               Reconocí la cara de su hermana apenas vi un píxel de la foto. El mensaje, en un tono verde esmeralda, era bastante corto.
               -Eleanor, a ver, tienes que tirarte a Scott. Se está volviendo insoportable. Creo que hasta yo mismo me lo acabaré tirando si sigue en este plan.
               -No lo hay más imbécil que tú en toda Inglaterra-escupí-. Y en parte del extranjero.
               -¿Te imaginas lo populares que nos haríamos si se descubriera que nos hemos acostado?-Tommy se echó a reír-. Estaríamos en la final en un santiamén.
               -Ya hay gente que nos quiere juntos.
               -Es que tienes una cara de que te van las pollas que no puedes con ella, tío. Yo no les culpo.
               -Tú quieres ir a hacerle compañía a la UVI a Alec, ¿no es así? Me lo puedes decir claramente, y así nos ahorramos el que me cabrees más aún. No necesito más tensión de la que ya tengo encima, Tommy.
               Le sonó el móvil y lo tiró encima de la mesa sin leer el mensaje que había recibido. El cabrón estaba tan seguro de su victoria que lanzó las cartas sin esperar a descifrar los faroles de los demás.
               El mensaje era de Eleanor.
               -Cambia la tensión por mi hermana, S. Ponte debajo de ella-sonrió.
               Zoe y Diana volvieron a sentarse mientras yo leía el mensaje.
               -Scott es mío y no le vas a tocar un pelo de esa preciosa cabeza suya sin que yo lo haga antes-decía, en tono muy amenazante.
               Me mordisqueé el piercing mientras le devolvía el móvil a Tommy.
               -No serás tú el mejor amigo del mundo-sentencié, alzando las cejas. Las chicas se miraron, confusas.
               -No lo sé, Scott-Tommy le robó el chupito a Diana-, ¿el agua moja?
               -¿Qué pasa?-quiso saber Diana.
               -Scott-dijo Tommy, tomándola de la cintura como si fuera un ricachón de estos que hacen cameos en las películas sólo por patrocinarlas-. Que esta noche, folla.
               -Mira qué bien-respondió Zoe, ondeando su melena pelirroja-, con las ganas que tenía de que por fin te decidieras-me guiñó un ojo y yo me eché a reír.
               Vale, sí, puede que a Eleanor no le hiciera mucha gracia el flirteo constante que me traía con la americana pelirroja desde que había llegado, pero es que si ella actuaba como si yo no existiera, y Zoe no paraba de mandarme indirectas de ese tipo, no podía evitar seguirlas. Yo nunca le haría nada a Eleanor, lo cual no quería decir que no pudiera pasármelo bien mientras ella se hacía la heroína con la hermana de Alec.
               Necesitaba descargar tensión, y si Zoe me proporcionaba una manera inocente, por muy poco útil que fuera, la seguiría. O explotaría.
               Lo que más me jodía es que Eleanor lo sabía. Lo sabía, tío. Me lo había notado y la había avisado mi padre. “Los Malik trabajamos mal bajo presión.” Yo también necesitaba mimos, también necesitaba apoyo, el tipo de apoyo que sólo una novia puede proporcionarte.
               -¿Dónde nos lleváis ahora?-preguntaron las americanas, y nosotros nos miramos. Se nos acababan las ideas y los sitios que mostrarles, pero todavía nos guardábamos un par de ases bajo la manga. Las llevamos a unos recreativos y dejamos que se desmelenaran jugando al air hockey, entre ellas y contra nosotros (no diré cuál fue el resultado) (vale, nos pegaron una paliza) y yo insistí en terminar la tarde antes para poder pasarme por la habitación de Eleanor antes de irme a mi casa. Puede que la noche se adelantara un poco.
               Me la encontré cepillándose el pelo, húmedo tras una apresurada ducha, aprovechando que Mimi había ido con su padre al hospital, a sentarse y cogerle la mano a Alec mientras le leía o intentaba entrar en su cuenta de Spotify, buscando algo que ni siquiera ella sabía qué era.
               Me miró en el reflejo del espejo y dejó el cepillo sobre su cómoda. Se volvió.
               -No tenías que haber recurrido a Tommy para hablar conmigo-dijo en voz baja, comedidamente serena.
               -Siempre le has hecho más caso a él que a mí.
               -Sabes que eso no es verdad.
               -Te echaba de menos-respondí, cogiéndola de la cintura y besándola en la boca. Eleanor respiró en mi cara, exhaló un quejumbroso suspiro.
               -Yo a ti también, pero, S… tengo que prepararme para ir a casa de Mimi. Es la última noche en casa. Voy a dormir con ella.
               -Vale-acepté, besándole el cuello, las clavículas, todo.
               -Scott-repitió.
               -Sí, sí. No me quedaré a dormir, tranquila-le besé el hombro, empecé a tirar del tirante de su camiseta. Eleanor me presionó el pecho. La conduje hasta la cama y la senté a mi lado. le puse una mano en la rodilla mientras con la otra tiraba de ella hacia mí. Fui subiendo por sus muslos.
               Ella me apartó la mano.
               Pero yo seguí. Volví a subir. Eleanor me la volvió a apartar.
               -Vamos, nena-ronroneé-. No tenemos tiempo para jugar.
               -No, es verdad. No tenemos tiempo, ni para jugar ni para nada-consintió. Volvió a bajarme la mano. Se sentó en el centro del colchón y yo me metí entre sus piernas-. Scott-pidió.
               -Uno rapidito-le pedí, en tono suplicante-. Si quieres, ni nos desnudamos-la besé en los labios-. Dios mío, te echo tanto de menos. Quiero estar dentro de ti-jadeé, metiéndome aún más entre sus piernas, frotándome contra ella-. Quiero sentir cómo te corres conmigo dentro. Te deseo. Te echo de menos. Creí que me volvería loco…
               -Scott…
               -… estando en Menorca; Tommy y Diana no paraban de follar, y Chad y Aiden, más de lo mismo; no sé cómo hice para no coger un avión y venir y tomarte y… uf-le mordí el labio, disfruté de cómo ella se dejaba llevar. Me acarició la espalda, me clavó las uñas.
               -No podemos, Scott.
               -Seré rápido. Te gustará. Confía en mí. Siempre te gusta-ni siquiera pensaba en lo que estaba diciendo, en lo único en que podía pensar era en lo bien que olía su pelo, lo bien que sabían sus labios, de nuevo de cereza, lo blanda que era su cama… y el roce de mi sexo contra el suyo, de mi paquete duro contra ese rinconcito que me pertenecía. Tiré de los tirantes de su sujetador, le liberé los pechos y se los empecé a besar. Eleanor se retorció debajo de mí-. Dios, eres tan preciosa.
               -Scott, estoy cansada. No tenemos tiempo. En cinco minutos me voy.
               -Más que de sobra-contesté, metiendo una mano por entre sus pantalones.
               Y Eleanor dio un brinco y me dio un empujón.
               -¡Joder, Scott!
               -¿Qué pasa?
               -¡Te he dicho que no! ¿Eres gilipollas? ¡No tengo tiempo para eso! ¡Tengo que ir a ver a Mimi!
               -Yo también necesito cuidados, ¿sabes?-rugí, en tono duro. Me subió el calor a las mejillas-. Soy tu novio. Que finjas que no existo no me va a hacer desaparecer así sin más.
               -Ya sé que eres mi novio. Y yo soy tu novia, y me merezco un poco de respeto.
               -¿Cuándo te he faltado yo al respeto, Eleanor?
               -¿Ahora mismo? ¿Como doscientas veces?-sugirió ella-. ¡Te he dicho que no quería hacerlo y tú insistías, e insistías!
               -¡Me has puesto excusas, no me has dicho que no quisieras! ¡Yo nunca te forzaría!
               -¿De veras?-acusó, y me quedé a cuadros-. Porque no me parecía que estuvieras conteniéndote mucho, que digamos. Dios-se pasó una mano por la cara-, pero, ¡es que, si no te llego a empujar, ahora mismo lo estaríamos haciendo! ¡Te importa una mierda cómo esté yo!
               -¿De dónde sacas tú eso?
               -¿Me has preguntado cómo estoy? ¿Me has preguntado qué tal llevo el tener que prepararle la comida a Mimi y Dylan y dársela casi como si fueran bebés porque no comen? ¿Te has preguntado cómo estoy cuando tengo que arropar a Mimi y quedarme a su lado, dándole la mano, mientras llora hasta que se queda dormida? ¿O cómo me siento cuando voy al hospital y veo a Annie? ¿Me has preguntado en algún momento?
               -¿Me has dado tú oportunidad?-acusé, y Eleanor se echó a reír, incrédula-. ¡Porque has pasado de mí los últimos días! ¡Era como si yo no existiera! Si te mandaba un mensaje, me contestabas que estabas ocupada y te olvidabas de decirme algo cuando no lo estuvieras. Eso, si tenía suerte. Si no, silencio.
               Eleanor se pasó una mano por la frente.
               -¡Es que estoy agotada, Scott! ¡Estoy cansadísima! ¡Con la cantidad de cosas que yo tengo en la cabeza, ¿tú te crees que yo me acordaría de mandarte un mensaje cuando me metiera en la cama y estuvieras despierto?! ¡No tengo tiempo para hablar contigo, no tengo tiempo para hablar con nadie! ¡El hermano de mi mejor amiga está en coma!
               -¡Mi puto mejor amigo está en coma, Eleanor, podrías haberte molestado en fingir que te importa como pueda estar yo por Alec!-ladré, levantándome. Eleanor me miró, fría como el hielo.
               Y empezó a desnudarse.
               -¿Qué cojones haces?
               -Vamos a follar. Es lo que querías, ¿no? Follamos, te corres, te vistes y te marchas. No tengo tiempo para discutir, Scott. No tengo fuerzas. Estoy cansada. Necesito que me apoyes.
               -¿Y yo no te apoyo?
               -¡NO LO SÉ, SCOTT, YO NO CONSIDERO APOYO QUE VENGAS A MI CASA Y PRÁCTICAMENTE ME VIOLES!
               Juro que el mundo se detuvo. Dejó de girar un momento. Eleanor se quitó las bragas y se tumbó sobre su cama. Abrió las piernas, dobló las rodillas y se quedó ahí, esperando.
               -Venga. Rapidito.
               -Eres una cínica-escupí.
               -¡Y tú eres un gilipollas insensible! ¿Te crees que no me duele que Alec esté mal?
               -¡A ti te la suda Alec, a ti lo que te importa es hacerte la heroína con Mimi!
               -¿“Hacerme la heroína”?-respondió, estupefacta-. ¡¡Es mi mejor amiga!!
               -¡Yo soy tu novio, ¿cuántos novios tienes, y cuántas amigas?!
               Se quedó mirándome, como si no me reconociera.
               -¿Por qué nunca te esfuerzas ni siquiera en fingir que yo te importo algo? Aunque sea una puta mierda, Scott. Algo.
               Me eché a reír.
               -¿Y esto, ahora, a qué cojones viene?
               -¿Me preguntaste cómo estaba en el programa, cuando no podíamos vernos?
               -Estarías como te buscaste, perdona que te lo diga.
               -¿Me lo preguntaste, Scott? No. A ti te importa un cojón todo lo que a mí me pase. Estoy segura de que, si te diera asco follar teniendo yo la regla, lo único que me preguntarías sería cuándo se me quita cuando me baja. Pero ni por esas, oye-alzó las manos.
               -Dios mío, Eleanor, siento no ser el dios que tuviste en un puto pedestal durante toda tu maldita vida, pero yo soy una persona con sentimientos, ¿vale? Yo también lo paso mal, la presión puede conmigo, estoy…
               -¿Y CONMIGO NO?-chilló-. ¡HE RENUNCIADO A MI NOVIO, HE RENUNCIADO A MI VIDA, HE RENUNCIADO A MI FAMILIA, Y JUSTO AHORA, QUE ESTOY APOYANDO A MI MEJOR AMIGA EN EL PEOR MOMENTO DE TODA SU VIDA, VIENES A RECRIMINARME QUE NO TE HAGA CASITO! ¡TIENES TRES HERMANAS PARA HACERTE CASITO! ¡Y UN PORRÓN DE AMIGOS! ¡MIMI ESTÁ SOLA! ¡SÓLO ME TIENE A MÍ!
               -¿TE HAS PARADO A PENSAR EN CÓMO ME SIENTO YO CUANDO NI SIQUIERA TE MOLESTAS EN HACER COMO QUE NO TE INCORDIO CADA VEZ QUE DOY SEÑALES DE VIDA? ¡Que tengo ojos en la cara, Eleanor, que veo la cara que pones cuando me acerco!
               -¡Es que sólo me quieres por el sexo!
               Me levanté y alcé las manos. Me fui a la puerta.
               -No quieres follar, de puta madre. Podrías haberlo dicho desde el principio y ya estaba. Pero no tengas los cojonazos de decir que sólo te quiero por el sexo, si me he quedado a pelearme contigo después de que me dijeras que no te apetecía.
               -Yo quería verte-acusó-, estar un poco contigo. No soy de hormigón, ¿sabes? Yo también tengo cuerpo. Ahora, que si tengo que estamparme con una moto para que te des cuenta, pues dímelo y lo haré.
               -¿Tú te estás oyendo, tía? Es que me da hasta vergüenza escuchar la cantidad de gilipolleces que estás soltando por la boca.
               -¡Dices que paso de ti, pero no sé por qué te sorprendes, si es lo mismo que haces tú conmigo cuando está Tommy de por medio! ¡Te falta tiempo para irte de fiesta con él y con Zoe y Diana, y ni siquiera tienes la poca vergüenza de venir a saludarme cuando volvéis!
               -¡¿Para qué coño voy a venir, Eleanor, si nada más verme ya pones cara de que te molesto?!-ladré. Ella puso los ojos en blanco-. ¡Ves! ¡Como ahora! ¡Y como hace dos minutos, cuando entré en tu habitación!
               -¡Igual si dejaras de tratarme como un puto trozo de carne, me alegraría más de verte! ¡Ya sé que te viene en la sangre, pero, chico, intenta controlar los genes un poco!
               La miré. Vi cómo se ponía pálida al darse cuenta de lo que acababa de decirme.
               -Scott… yo…-se levantó de la cama y se acercó a mí, pero yo la detuve con un gesto de la mano.
               -No sabes lo que me alegra haberme puesto el piercing para que puedas distinguirme de mi padre-espeté, hiriente, y Eleanor se abrazó la cintura-. Ha sido todo un detalle que no me hayas llamado Zayn en ningún momento mientras follábamos.
               -No he querido decir eso, Scott… espera, por favor.
               Abrí la puerta y alcé la cabeza.
               -Siento haberte hecho perder el tiempo. Yo de ti, correría. Mimi estará a punto de llegar a casa.
               Con un nudo en la garganta, bajé las escaleras y atravesé el piso superior.
               -¿Qué os pasa?-preguntó Louis, metiendo la pata como nunca en su vida. Me volví y me encaré a él.
               -Dios, ¿podéis darme un putísimo respiro, por favor? Qué familia, Jesús-rugí, abalanzándome sobre la puerta.
               -¡Scott!-me llamó Eleanor, bajando las escaleras, pero yo pasé de ella. Cerré de un portazo y caminé por la calle-. ¡Scott, espera! ¡Por favor!
               -No, que llegas tarde-escupí. Corrió hasta ponerse a mi altura y me cerró el paso-. Eleanor, en serio, que…
               Me agarró la cara y me dio un beso en los labios. Uno de esos besos que le das a alguien cuando le quieres hacer saber que es tuyo y sólo tuyo.
               Saboreé lo salado de sus lágrimas, y me estremecí.
               -Eleanor.
               -Te quiero. Te quiero, no quiero que te marches así. No quiero que te enfades conmigo. Scott, por favor. No quiero que nos peleemos así. Estoy cansada. Estoy cansada de luchar con todo el mundo, de empujar a todo el mundo. No quiero hacerlo también contigo.
               -Es que, chica, entiéndeme.
               -Si lo hago, pero entiéndeme tú a mí, Scott. Estoy cansada, has venido, apenas has saludado, y…
               -Te necesito. Te echo de menos. Echo de menos estar juntos. Joder, Eleanor, que estoy empezando a echar de menos hasta la vida que teníamos antes de que Tommy lo supiera. No puedo seguir así.
               -Lo sé. Lo sé, mi amor, pero tienes que aguantar. Un mes. Sólo un mes más. Y luego podremos decir lo que queramos, soltarlo, gritarlo a los cuatro vientos. Estoy enamorada de ti. Eres el amor de mi vida-se colgó de mi cuello y me besó-. No dejes que lo nuestro se estropee porque no sé controlar la lengua.
               Me la quedé mirando. Sus ojos, preciosos, brillantes por las emociones encontradas. Me veía reflejado en ellos y me encantaba lo que veía. Me veía como un dios, pero a la vez me veía como al más vulnerable de los mortales. Le acaricié la cintura y sus ojos chispearon, imitando la sonrisa que se esbozó más abajo.
               -Si supiera que íbamos a tener tanta movida, me habría quedado en casa haciendo calceta.
               Eleanor se echó a reír, puso morritos, y yo se los besé. Le acaricié la espalda, bajé hasta su culo…
               -Eleanor.
               -Qué.
               -Dime que no estás en bragas en la puta calle.
               -Es que no podía dejar que te alejaras.
               Me reí y la miré.
               -Ah, genial. También estás descalza.
               -Es que…no me daba tiempo a calzarme.
               La agarré de los muslos y la levanté para que me pasara las piernas por encima.
               -Chica, a ver si adelgazamos, que yo no estoy para estos trotes tan de seguido, ¿eh?-bromeé, mirándola a los ojos. Bebí de ellos y dejé que Eleanor me besara todo lo que le apeteció.
               Tuve que terminar apartándola, porque no me dejaba respirar.
               Me disculpé con Louis, la acompañé mientras se vestía y la llevé hasta casa de Mimi. Mary abrió la puerta y yo me quedé helado. No pensé que estuviera tan mal. Me sentí un miserable por haberle montado tal pollo a Eleanor nada más verla. Era normal que se preocupara por ella y que no quisiera dejarla sola. Sus ojeras le habían rodeado los ojos y la habían convertido en un oso panda. Estaba pálida, había perdido peso, y tenía la mirada de un cachorro desvalido. Parecía incluso enferma.
               -Hola, Mimi.
               -Hola, S-susurró con la voz rota, la voz de alguien que se ha pasado el día entero llorando-. He hecho sopa. ¿Quieres sopa?
               -No, gracias.
               -¿Y tú, El, quieres sopa?
               -Tomaré un poco. Gracias, cariño-le tocó la mejilla y le sonrió. Mimi se abrazó a sí misma y también sonrió.
               -¿Cómo estaba?
               -Vegetal. Como siempre-lanzó un quejumbroso suspiro-. Me da tanta lástima verlo así, Scott. Y, ¿sabes qué es lo peor?
               -¿Qué?
               -Los recuerdos. Si se muere, lo último que recordaré de mi hermano será verlo postrado en una cama, convertido en todo lo que a él más le aterrorizaba. No sería justo. Ni para él ni para mí. A veces creo que sería mejor que se hubiera matado encima de la moto y ya está-espetó, y me heló la sangre-. Eso sería más propio de él. Más acorde a él. Éste… este no es mi hermano. Sólo es su cuerpo vacío. Bueno, lo que queda de él-y se echó a llorar de nuevo. Eleanor le pasó un brazo por los hombros y trató de tranquilizarla. Le dio un beso en la mejilla, la cubrió con la manta que Mimi venía arrastrando, y me miró despidiéndose.
               -Siento el numerito de antes-le dije. Eleanor asintió con la cabeza y cerró la puerta tras de sí.
               Me planté en casa de Tommy en la mitad de tiempo que me llevaría normalmente.
               -Necesito emborracharme esta noche-le dije-. ¿Podemos hacer como que el mundo no es una putísima mierda?
               Por toda respuesta, Tommy se hizo a un lado y se vistió. Recordé la conversación que habíamos tenido antes, mis quejas por el tiempo que Eleanor dedicaba a Mimi.
               -Es que ya te lo dije; tendríamos que haberla convencido de que se viniera y así no me darías tanto la tabarra-espetó Tommy, harto de mis protestas.
               -Quería ver a Mimi, ¿recuerdas?
               -Pues que se la hubiera traído.
               -A duras penas cabíamos en la casa, Tommy, ¿qué coño me estás contando? No hay camas bastantes.
               -Podría dormir con alguien.
               -¿Mary? ¿Mary Whitelaw? ¿Con lo tímida que es? Pero si penas nos aguanta la mirada dos segundos seguidos, Thomas, por favor. Preferiría dormir en el suelo antes que con alguien que no conoce, o peor, con nosotros. Y Alec nos mataría si supiera que la hemos dejado dormir en el suelo.
               -Igual es lo que hay que hacer para que salga del puto estado vegetal en el que está.
               Esa misma palabra: vegetal, vegetal, vegetal. Le faltaba una letra para contener todas las del nombre de Alec, y sin embargo, no había, como había dicho Mimi, nada que fuera más diferente a él, siempre riéndose, siempre aceptando los planes, siempre retándonos a hacer putas locuras que acabarían matándonos si salían mal. Y ahora, él estaba tirado en una cama, quién sabe si podría volver a levantarse o si abriría los ojos.
               El mundo no era justo, pero no pasa nada. Cuando te emborrachas, cambias de mundo.
               Nos llevamos a las americanas a los sitios más exclusivos, con la música más estridente que te pudieras encontrar nunca. Por primera vez en mi vida, envidié cómo Diana se metía cocaína sin ningún tipo de remordimiento. Cómo se dejaba transportar a otro mundo.
               Zoe se dio cuenta de mis celos, se acercó a mí y me acarició la nuca, bailando tan cerca de mí que notaba su aliento en la cara.
               -¿Qué quieres olvidar, inglés?
               -¿Qué no quiero olvidar, americana?
               Zoe se echó a reír. Vi a Tommy por el rabillo del ojo tantear también esos polvos de hadas.
               -Si sabes el camino, ¿por qué no lo recorres?-se inclinó hacia mí, y me susurró al oído-. Es lo mejor del mundo. Después del sexo, claro. Pero si lo mezclas-chasqueó la lengua-. No hay comparación.
               -Ni lo intentes, Z-se rió Diana, eufórica-. Scott y Tommy no se drogan.
               Zoe se volvió hacia mí, me miró como si fuera un postre el día en que le toca saltarse la dieta.
               -Así que sois buenos chicos, ¿eh? Me encantan los buenos chicos. Sois los mejores cuando os portáis mal-ronroneó. Me ofreció los polvos. Miré a Tommy, que se encogió de hombros.
               Los aceptamos a la vez.
               Y la noche se convirtió en una espiral de alcohol, drogas y luces que me embotaban la cabeza.
               Lo siguiente que recuerdo es despertarme en una habitación que no era la mía, en una cama que no era la mía, con cuerpos al lado que no eran de mis hermanas. Me incorporé, atontado, sin identificar la melena pelirroja y la melena rubia que se esparcían en la cama a mi lado.
               Salí de la cama y la realidad me saltó encima como un puma. Me volví. Zoe y Diana. Desnudas. En una cama que habían compartido conmigo.
               -Mierda. Mierda, mierda, mierda. Mierda. Joder, hostia puta, mierda.
               Busqué mis bóxers, tirados al otro extremo de la habitación. Había cajas de preservativos, paquetitos rasgados y blíster de pastillas al lado. Me los puse a toda prisa, como si la velocidad pudiera borrar el pasado.
               Vi una figura a mi lado. Tommy, también en calzoncillos, pasándose las manos por la cabeza.
               -Tommy-susurré, en tono suplicante-. Dime que no.
               Tommy me miró, aterrorizado. Salí de la habitación.
               -Estábamos drogados-empezó a justificarme, porque Tommy tenía esa costumbre de justificarme siempre. Yo no podía hacer nada malo, a sus ojos-. No sabíamos lo que pasaba. Yo no me acuerdo, ¿te acuerdas tú?
               Me giré y lo miré. Tommy dio un paso atrás.
               -¿Me explicas, por favor, cómo se supone que le voy a decir esto a tu hermana? Mi pobre niña-susurré-, la voy a matar del disgusto. Ella no se merece esto. No me merece a mí.
               Echamos un vistazo por encima del hombro en el momento en que Diana se giraba y se abrazaba a Zoe, las dos tan acostumbradas a dormir desnudas que ni se molestaron en taparse con las sábanas.


 El quinto capítulo de Sabrae ya está disponible, ¡entra a echarle un vistazo y apúntate para que te avise de cuando suba los siguientes capítulos! A más gente apuntada, antes subiré



Te recuerdo que puedes hacerte con una copia de Chasing the stars en papel (por cada libro que venda, plantaré un árbol, ¡cuidemos al planeta!🌍); si también me dejas una reseña en Goodreads, te estaré súper agradecida.😍       

19 comentarios:

  1. ME CAGO EN TU PUTA MADRE

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  2. SCOTT MALIK PONIENDO LOS CUERNOS
    PERO QUE ME ESTÁS CONTANDO
    QUE MAL SUEÑO ES ESTE
    QUE MIERDA PASA
    QUE PUTA MIERDA ES ESTA
    POR QUE TE LEO JODER
    POR QUE LEO ESTA MIERDA
    POR QUE SUFRO ASÍ

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  3. ERIKA YO ES QUE TE MATO TÍA, SOLO ME DAS DISGUSTOS TE ODIO ((me encanta como has llevado el capítulo, pero revive al puto alec de una puta vez cabrona te odioooo)). Que sepas que se me ha escapado la lagrimilla y yo no queria es que te odio eres horrible por qué tienes que escribir tan bien hija de puta, vete a la mierda.


    en vdd te quiero gracias por crear a estos personajes tan maravillosos, ahora, revive al puto alec de los cojones y te exijo un final FELIZ. mE HAS LEÍDO?????? UN. FINAL. FELIZ.

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    1. ASDFGHJKLÑ TE AMO JUNE
      Me ha hecho ilusión que me dijeras que te encanta cómo he llevado el capítulo es que no sé???? me pareció que estaba metiendo demasiado del hospital mientras escribía, me alegro de que a vosotras no os pareciera así ☺
      ASDFGHJKL MIRA TE COMO ES QUE DE VERDAD VOY A REVENTAR MI PUTO TECLADO TE DOY UN MORDISCO Y NO TE SUELTO EL MOFLETE EN DOS MILENIOS
      gracias a vosotras por leerme jo es que yo creo que si no estuvierais ahí, no les tendría ni la décima parte del cariño que les tengo a los personajes, vosotras los hacéis reales

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  4. QUE HIJA DE PUTA ERES ASÍ NO SE PUEDE ERIKA. ASÍ NO.
    PRIMERO LA TENSIÓN DEL HOSPITAL CON ALEC, LUEGO LA DISCUSIÓN DE SCELEANOR Y ESE FINAAAAAL?
    A ver...en el fondo creo que Scott no le hizo nada, que sólo follo Tommy con Diana pero que con Scott no pasó nada...
    NO MATES A ALEC O TE RAJO DE ARRIBA A ABAJO

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    1. ME ENCANTA DESTRUIR A LOS HÉROES ABAJO EL PATRIARCADO!!!!!!!!!!!!
      Qué inocente eres querida. En parte escribí la escena de la orgía para demostraros que Scott había metido la pata

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  5. Os acordáis aquella vez que Zayn le dijo a Scott que no se dejase llevar por lo que hubiese hecho él en el pasado y que tuviese que claro que Eleanor era su Sherezade, no su Perrie?
    Bien, pues Erika acaba de joderlo.

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    1. ADORO CÓMO OS ACORDÁIS DE COSAS QUE NI YO MISMA RECORDABA ES QUE UF ME DESMAYO

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  6. CASI LLORO CON LOS VÍDEOS DE SABRAE Y ALEC ESTÁN CASADISIMOS POR DIOS
    Me niego rotundamente a que alec se quede tetraplejico vamos es que no y que despierte ya que Sabrae no se merece esto
    A ver como arreglas esto erika pero yo ya no concibo un mundo en el que scott y eleanor no estén juntos asi que ya puede pasar un milagro así te lo digo
    Zoe no se podia quedar en su pais de verdad que asco es que de repente le he cogido también una tirria a diana por traerla que no me cabe en el cuerpo

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    1. Sabralec han contraído matrimonio en secreto en Barcelona he podido confirmarlo
      de verdad son Mi Otp™ Sceleanor Tiana Lommy quién?????????
      DIOS MÍO CÓMO PASA EL TIEMPO EH QUE AYER MISMO QUERÍAS QUE APUÑALASE A SCOTT EN EL OJO JAJAJAJAJAJAJAJAJAJA
      Pobre Zoe de verdad todas las culpas a las pelirrojas, cualquiera diría que las odio o algo así

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  7. Erikaaaaaaaa me cague en tot!!!!
    DIME QUE MI ALEC SE DESPIERTA, PORQUE ALA QUE ESTA VEGETAL EN ESTE PUTISIMO MOMENTO SOY YO. POR DIOS ERI NO HE PODIDO LLORAR MÁS A MI NO ME DES ESTES SUSTOS DE GRATIS.
    Por otro lado me niego a creer que S le ponga los cuernos a El... imposible.

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    1. SORPRESA DOBLE, DOS POR UNO, Y ENCIMA LA HISTORIA LA LEÉIS GRATIS, DE NADA

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  8. NO TE PUEDO CREER, NO ES POSIBLE QUE HAYAS ESCRITO ESO TÍA, ESTOY EN SHOCK MIRA LO QUE TE DIGO
    PERO MI POBRE ALEC DIOS MIO LO VAS A MATAR, LO ESTOY NOTANDO O LO VAS A DEJAR PARAPLÉJICO Y ÉL VA A QUERER MORIRSE Y YO ME VOY A QUERER MORIR DETRÁS, PERO CÓMO VAS A DEJAR A SABRAE SOLITA CON LO BUENA QUE ES Y TODO LO QUE QUIERE A ALEC, CASI ME DA UN INFARTITO CUANDO HE LEÍDO LA PARTE DE LAS STORIES SON LA OTP DE ESTA HISTORIA Y PUNTO SCELEONOR, WHO?
    SCOTT NO ES MÁS TONTO PORQUE NO HA NACIDO ANTES NO ME PUEDO CREER QUE HAYA HECHO LO QUE SUPUESTAMENTE HA HECHO, O SEA ES SCOTT ESTUVO A PUNTO DE SUICIDARSE PORQUE ALGUIEN LE PUSO LOS CUERNOS Y AHORA VA ÉL Y HACE LO MISMO? MADRE MÍA LO QUE SE NOS VIENE ENCIMA CUANDO EL SE ENTERE, SI ES QUE ME DA PENA HASTA DE ÉL PORQUE LO VA A PASAR FATAL, PERO HOLA, DI NO A LOS POLVITOS MÁGITOS TÍO. ZOE YA ME CAE MAL LO SIENTO, TÍA TÚ TENÍAS QUE ESTAR CON JORDAN, PERO BUENO TAMBIÉN TENÍA UN TONTEO CON SCOTT MÁS QUE EVIDENTE DESDE EL PRIMER MOMENTO Y AGGGGGGGG CUANDO SE ENTERE ELEONOR POBRECITA MÍA NO SE MERECE ESO, CREO QUE ES EL COMENTARIO QUE MENOS SENTIDO TIENE DE TODOS LOS QUE TE HE ESCRITO PERO ES QUE AUN NO HE PROCESADO EL CAPÍTULO
    NO MATES A ALEC, NO DEJES A ALEC PARAPLÉJICO, NO DEJES MORIR A SABRALEC
    TE ODIO TANTO POR ESTE CAPÍTULO PERO TE QUIERO TANTO POR CREAR ESTA MARAVILLA QUE NO SÉ CUAL DE LAS DOS PESA MÁS

    P1: NO MATES A ALEC
    P2: NO MATES A ALEC

    -María

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    1. TENÍA UNAS GANÍSIMAS DE ESCRIBIR ESTOS CAPÍTULOS AAAAH ME SIENTO VACÍA PENSANDO QUE AHORA ME QUEDA RESOLVER LA TRAMA ES QUE DE VERDAD ME COMO A MÍ MISMA LOS MOFLETES JAJAJAJAJA
      RELAJACIÓN POR FAVOR CONFIAD EN MÍ, CUALQUIERA DIRÍA QUE NO SABÉIS LO MUCHÍSIMO QUE QUIERO A ALEC Y QUE TENGO QUE ESCRIBIR UNA NOVELA CON ÉL Y CON SABRAE DE VERDAD EXIJO MÁS #CONFIANZA.
      Scott se va a volver muy imbécil pero bueno veremos si mejora y se redime, los siguientes capítulos van a suponer un reto para mí por el odio que le tiene todo el mundo de repente JAJAJAJAJAJA
      YO TE QUIERO MARÍA SIGUE CON TUS COMENTARIOS HIJA MÍA, AUNQUE NO TENGAN SENTIDO (que para mí sí lo tienen JAJAJAJ)

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  9. QUÉ COÑO ME ESTÁS CONTANDO ESTO NO PUEDE HABER PASADO LA MADRE QUE LOS PARIÓ YO ES QUE ME LOS CARGO SI ES QUE NO SI ES QUE CHAD ES EL ÚNICO TIO QUE LO HACE TODO BIEN CON RAZON ME GUSTA TANTO MADRE MÍA LA QUE SE NOS VIENE ENCIMA A MI ME VA A DAR ALGO PERO A ELEANOR MÁS MI POBRE CRIATURA QUE LA MATAN DEL DISGUSTO SOCORRO
    ES QUE NO TE BASTABA CON HACERNOS LLORAR CON EL ESTADO DE ALEC Y COMO ESTÁ MIMI NO ENCIMA TENÍA QUE PASAR ESTO MIRA NO HAY NI FRASE HOY DEL SHOCK QUE TENGO

    - Ana

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    1. CHAD HORAN ALIAS SUDO DE TODO TRAEDME UNA BANDERA DE IRLANDA PARA QUE PUEDA PONERME SENTIMENTAL AY JAJAJAJAJAJAJAJAJA
      Pobre Eleanor de verdad, la hago sufrir mucho pero merecerá la pena ♥

      CÓMO QUE NO HAY FRASE ESTOY DEPRIMIDA NO VUELVAS A HACERME ESTO

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