En los días que llevaba viniendo a la academia de baile con Mimi había descubierto que la danza era tan hermosa como exigente; no había visto a Alec entrenando cuando combatía, pero sospechaba que los entrenamientos de élite no se diferenciaban demasiado de lo que pasaba en aquella sala. Aunque una parte de mí lamentaba no haber podido presenciar esos entrenamientos que lo habrían colmado de testosterona que me habría encantado ayudarle a quemar, otra se alegraba de no haber tenido que vivir las rebeliones de su cuerpo como las de las bailarinas con las que compartía sala. Había visto tantas uñas rotas, pies deformados y nudillos pelados que me parecía un milagro que Mimi hubiera conseguido rescatar algo para ponerse sandalias cada verano.
Y resultaba increíblemente frustrante ser consciente de cada uno de mis músculos por lo mucho que me dolían, porque estaba empezando a aprender qué era lo que hacía mal.
Después de que Mím se sincerara conmigo sobre lo que quería hacer con Trey, no me había quedado más remedio que contarle una parte de mi plan: quería entrar en el mismo concurso en el que habían entrado mi hermano y sus amigos, y su mejor amiga, y necesitaba toda la ayuda que pudiera conseguir. Me había callado mis intenciones más oscuras, porque sabía que Mimi intentaría disuadirme igual que Alec, si lo supiera. Hubo un momento en el que temí que no me ayudaría, porque, por la forma en que me miró, supe que Mimi había visto esta película antes y no le había gustado el final, como diría Taylor Swift.
Pero creo que le había hecho una promesa a Alec de que me cuidaría, igual que Jordan se la había hecho e igual que yo le había prometido que cuidaría de su hermana mientras él no estaba, y supongo que había pensado que si yo estaba con su hermano era porque era tan o más tozuda que él, así que lo mejor sería ayudarme en lugar de dejarme sola en la que sería una misión en la que pretendía centrar todas mis energías.
Lo que no sabía era que me iba a costar tanto llegar a un mínimo que creía que había pasado hacía años.
Al final, resultó que los años y años imitando las coreografías de las actuaciones de Beyoncé que yo me sabía de memoria, y que creía que podía replicar incluso en el movimiento del pelo, no habían servido para mucho más que para generarme unos vicios que tendría que esforzarme en quitarme antes de poder mejorar. Mimi había sido magnánima con su expresión en el espejo, y me había puesto una mano en el hombro y me había consolado poniéndome una mano en el hombro cuando la profesora más dura, la que la estaba preparando para su audición para la Royal, dijo que había visto suficiente y que no tenía intención de perder más de los diez segundos de su preciadísimo tiempo que ya me había permitido robarle acogiéndome bajo su ala. Luego, por suerte, espetó algo en ruso que yo no entendí a la perfección, pero a juzgar por las expresiones de los demás estudiantes (ante los que yo me había empeñado en bailar en un gesto de arrogancia que supongo que también tendría que quitarme), y gracias a las pocas palabras que Alec había conseguido enseñarme en su lengua materna, debía de ser algo así como “caso perdido”.
Intenté que no me afectara la bofetada y me dije que aquella sería la primera de muchas negativas que no me definirían; me dije a mí misma que había nacido siendo una niña perdida a la que sus padres habían tardado una semana en encontrar, pero que finalmente había hallado su camino.
Pero la verdad es que no me había dado cuenta de lo privilegiada que era por lo cariñoso de la educación y las correcciones de mis padres hasta que recibí mi primera crítica destructiva.
-No te preocupes. La profesora Belovna es la más exigente de todas. Sus clases son las más escasas, y…
-Estoy bien-le había mentido, porque aunque sí que tenía la esperanza de que hubiera algo especial en mí que me hiciera merecedora de ese favor que estaba pidiendo, lo cierto es que lo más descorazonador de todo era pensar que quizá la profesora más despiadada era la única dispuesta a hacerme un favor, pero no el que yo quería: ¿y si me cerraba las puertas de su academia porque yo no sólo no me merecía su tiempo, sino el de ninguna de las pupilas que también se habían convertido en mentoras?
¿Dónde iba a encontrar yo una academia que supiera que podía adaptarse a lo que yo necesitaba?
Me había inundado un inmenso alivio cuando una de las profesoras más jóvenes se había acercado y me había sugerido que probara con otra coreografía. Una más “sencilla”. El problema era que la de Crazy in love era la que mejor preparada me llevaba para mi audición, y tampoco me parecía nada del otro mundo para provocar esa reacción.
-Me imagino que no tienes nociones de ballet…-había dicho en tono comprensivo la profesora Kadinya. Vi por el rabillo del ojo que otras dos profesoras se retiraban discretamente, aprovechando mi distracción. Negué despacio con la cabeza y ella se mordió el labio y miró a Mimi un par de segundos. Su alumna aventajada, la joya de la corona, poniéndose en evidencia por no poder decirle que no a la caprichosa de su cuñada. Me quería morir de la vergüenza-. Quizá… Beyoncé tiene una carrera muy larga. Ya no baila tanto como antes. ¿No te sabes alguna coreografía de cuando era un poco más mayor y le costara un poco más bailar?
Se me vino una a la cabeza, pero deslucía increíblemente si la hacía yo sola, y así se lo planteé. Sin embargo, su rostro se iluminó.
-¡Eso es fantástico! Podemos hacer un ejercicio con nuestros aspirantes. Chicos-llamó, dando una palmada mientras se volvía hacia los demás, que estaban repartidos por el fondo de la estancia-. Otro baile en espejo. Enséñanos un vídeo con el que hayas aprendido-pidió. Se acercó a una pared, en la que tenían una amplia televisión con ruedas para poder desplazarla, y la colocó en el centro de la estancia mientras todos sus estudiantes, sin excepción, se sentaban en el suelo para permitir que sus compañeros vieran. Cogí mi móvil, entré en mi conversación con Amoke, y torcí la boca.
-¿Cómo de largo tiene que ser el vídeo?
-Todo lo que te sepas. Piensa que es tu última oportunidad de convencerme. Úsala bien.
-No lo cojas muy largo, Saab-me pidió Trey, poniéndome ojitos y guiñándome el ojo, y Mimi soltó una risita. Se inclinó hacia atrás en el suelo, las palmas extendidas a su espalda, y chasqueó la lengua.
-Cuanto más largo, mejor para practicar para la prueba de acceso.
La profesora Kadinya asintió, complacida por la respuesta de Mimi. Me tendió el cable para conectar la tele a mi móvil y me indicó con un gesto que me hiciera a un lado para que los demás pudieran ver, “salvo que necesitara repasar el vídeo, claro”.
Había contenido las ganas de poner los ojos en blanco porque no me lo decía para ofenderme (aunque en mi corazón de fan obsesiva de Beyoncé sí que fuera una ofensa insinuar siquiera que necesitara repasar alguna de sus actuaciones), y porque era la más buena de las profesoras, pues era la única que se había quedado.
Consciente de que me estaba jugando mucho, me quedé de pie junto a la televisión y, a pesar de que me sabía de memoria cada paso, cada píxel, cada cambio de luz y cada grito de aquel vídeo que alguien había grabado desde la punta de flecha que era el escenario imitando a una guitarra eléctrica con forma de estrella de la gira de COWBOY CARTER de Beyoncé, clavé los ojos en el baile final de SWEET ★ HONEY ★ BUCKIIN’ con el estómago en un puño.
Creí que, al final del baile, todos me mirarían con odio por haber escogido una coreografía así de complicada y en un vídeo de tan baja calidad para que la imitaran, pero lejos de hacerlo, se inclinaron hacia delante a analizar cada uno de los gestos cuando la profesora Kadinya me indicó que lo volviera a poner.
-¿Puedes hacer esto?-preguntó, y yo asentí con la cabeza, sintiéndome pequeñita.
-Aunque hay una primera parte de la canción… el baile es un poco más relajado. Y sale en la película del tour. Pero… es mucho antes. Tiene un momento muy guay en el que sale con…
-Pónnoslo y elegiré cuál hacéis.
El vídeo que puse a continuación tenía mucho mejor ángulo, ya que la parte del principio de la canción, en la que Beyoncé y sus bailarines estaban en el escenario principal, en lugar de la pasarela, había salido directamente en la película, así que la calidad era impecable. Toqué la pantalla para hacerla más grande y poder la máxima resolución. Los bailarines se inclinaron hacia delante para examinar los gestos de Beyoncé: estaba inclinada, con la espalda apoyada en la de su hija, sonriéndole a la cámara mientras la miraba a los ojos y agitaba la mano libre en forma de pistola al ritmo de la música.
El estómago me dio un brinco cuando me di cuenta de que yo tendría que hacer lo que venía a continuación: en un cambio de cámara que daba un ángulo nuevo, se veía que, en realidad, Beyoncé y Blue Ivy no estaban apoyadas espalda contra espalda, sino en una simetría perfecta en la que la madre estaba un par de metros por delante de la hija. Ambas se sujetaban solamente con el aire. A mí también me había impresionado la primera vez que lo vi, pero con las exhalaciones de sorpresa de los bailarines supe que aquello era una verdadera exhibición.
Puede que la coreografía no fuera tan fácil como yo pensaba, después de todo, y que sólo fuera a ponerme en ridículo cuando tratara de imitarla.
La profesora no parpadeó, sino que continuó con la vista fija en la pantalla mientras Beyoncé cantaba y bailaba, sólo bailaba cuando Shaboozey, el artista invitado, cantaba su parte, y luego volvía a bailar y cantar.
Adelanté el vídeo cuando llegó a una parte en la que interpolaba Why don’t you love me y llegué al final, con la coreografía que les había enseñado al principio intercalada con imágenes del público gritando y agitando las manos mientras Beyoncé y sus bailarines eran motitas difuminadas atrás. Siempre me había preguntado por qué en las películas sobre conciertos se renunciaba a partes de la actuación, que era lo más importante, para inmortalizar la emoción del público; aunque después de haber vivido el concierto de One Direction, entendía que la mejor manera de reflejar la magia y la trascendencia del momento era en los ojos de la gente.
Los ojos, chico. Ellos nunca mentían.
Cuando terminó el vídeo, la profesora Kadinya se volvió hacia mí y, tras preguntarme si me lo sabía todo y yo asentir, les indicó a sus bailarines que haríamos el baile entero. Pidió que se pusieran en pie los que creían que podrían hacerlo con ver el vídeo un par de veces más, y cuando se levantaron con un brinco respiré aliviada.
Especialmente cuando Mimi dio un paso al frente y se ofreció a ser Blue.
Cuando nos pusimos a ello y vi nuestros reflejos en el espejo, Mimi adaptándose a la perfección a nuestra diferencia de estatura y complexión y consiguiendo a la primera que pareciera que nos apoyábamos la una en la otra, la llama de la esperanza volvió a crecer en mí: ella y yo siempre nos cuidaríamos y nos guardaríamos las espaldas, no importaba que no nos sintiéramos; en realidad, estábamos allí.
Luego, esa llama continuó ardiendo con más fiereza a cada día que pasaba, después de que la profesora Kadinya aceptara acogerme en su clase y prestarme toda su atención cuando los demás estuvieran ensayando los pasos que le hubiera indicado en ese momento.
Creo que llegaría un punto en el que me haría estallar como a un fuego artificial por lo frustrante que era todo. Me había puesto a hacer la coreografía de SWEET ★ HONEY ★ BUCKIIN’ que Beyoncé había hecho por primera vez, en lo que se había llamado la BeyoncéBowl, y la profesora me había dicho que hasta que no la clavara no pasaríamos a la siguiente.
Cada vez que la hacía veía que los fallos que ella me señalaba iban desapareciendo, hasta que, justo cuando creía que por fin había alcanzado la perfección en algo que llevaba haciendo casi toda la vida (tenía cinco años y medio cuando Beyoncé hizo aquella actuación), la profesora Kadinya me señalaba algo nuevo. Algo sutil, pero real.
Y vuelta a empezar.
Estaba desesperada, agotada, y me fastidiaba admitir que también rabiosa, pero no en el buen sentido. La actuación en sí lo era, pero no era capaz de controlar mi rabia e impedir que me controlara ella a mí. Lo poco que había avanzado había sido a trompicones, y lo peor de todo es que hacía mucho que me había dado cuenta de que a este ritmo apenas podría aprenderme un par de bailes totalmente nuevos y perfeccionarlos antes de que fueran las audiciones de la siguiente edición de The Talented Generation.
Lo bueno era que, al menos, tanto ejercicio me tenía absolutamente agotada, así que cuando llegaba a casa devoraba la cena y me dormía nada más tumbarme en la cama. Y luego, vuelta a empezar al día siguiente: ir al instituto, estar con mis amigas, anotar en las esquinas de mis libretas nuevas ideas que se me iban ocurriendo para poder mejorar; llegar a casa, comer, hacer los deberes lo más rápido posible y luego ir a ver a los Whitelaw. Pasar un ratito con ellos hasta que Jordan viniera a buscarnos a Mimi y a mí, y luego, compartir mi tiempo entre el de él y el de ella. No llevábamos todavía una semana, pero yo ya me había enamorado de mi rutina.
Especialmente porque me mantenía todo lo distraída que podía estar y no estaba todo el rato dándole vueltas a cómo estaría Alec, y si estaría comiéndose el coco con lo que le había dicho de mis padres.
Y, también, comiéndome yo el coco con si debería decirle a qué me estaba dedicando y explicarle por qué. No era exactamente mentirle omitir la razón por la que de repente había llenado la agenda y mis amigas me suplicaban por un huequecito para estar juntas y relajarnos, pero yo sabía, en el fondo, que no lo estaba haciendo bien. No estaba siendo sincera.
Claro que, como le dijera lo que pretendía, entonces fijo que lo tenía plantado en la puerta de mi casa a la semana siguiente. Puede que incluso antes. Tendríamos una bronca gordísima por mi recién descubierta vocación de justiciera, y si yo había aprendido algo de mi pelea con Jordan era que no era capaz de controlarme cuando estaba enfadada e iría a por donde a Alec más le dolía.
Me daba terror descubrir dónde era eso… y más todavía este año, en el que tanto nos estábamos echando de menos.
-Bucking, bucking, bucking, bucking. Yeah. Bucking. Bucking. Woah. Bucking. Bucking. Like a mechanical bull!
Mimi me agarró para que no me cayera de culo de puro agotamiento, pues a mediados del ensayo empezaba a marearme por el calor y el cansancio. La profesora Kadinya nos observaba desde una esquina de la sala, de forma que su reflejo se apoyaba en ella y ella en él, como si no se fiara de que nadie la apuñalara por la espalda. Supongo que en el mundo del ballet hasta tu sombra es un peligro, por eso la tocas sólo con las puntas de los pies.
Tenía los brazos cruzados y la expresión impenetrable de una estatua erigida por una civilización perdida a una diosa ya sin nombre, pero cuyo poder era tal que incluso sin acólitos era capaz de seguir dominando sus templos.
-Ahora, con el pelo suelto-ordenó. Contuve un gemido y tiré de la coleta en la que me había recogido el pelo, a la par que todos aquellos bailarines que tuvieran una melena de la que presumir la liberaban mucho más rápido que yo. Y volvimos a empezar.
Y yo volví a cagarla con las instrucciones, aunque en mi defensa diré que eran contradictorias: cuando llevas más de media hora imitando la misma secuencia de treinta segundos de una determinada manera, porque tu imagen es de una forma, y esa imagen cambia, es muy difícil adaptarse a los nuevos movimientos. Todos mis compañeros tenían un interruptor dentro que conseguían encender y apagar a voluntad, pero lo habían conseguido después de años y años y práctica.
Yo no tenía ese tiempo a mis espaldas, ni tampoco lo tenía delante de mí, y me estaba costando mucho seguir confiando en que éste era el camino que yo debía seguir para mejorar lo máximo posible antes del concurso. Mientras agitaba los brazos, daba latigazos con el cuello para convertir mi pelo en un elemento más de la coreografía, y luchaba por controlar mi expresión en el reflejo del espejo, no hacía más que lamentar y lamentar que no me hubiera planteado que yo también podría querer entrar en el mundo del espectáculo de pequeña, igual que lo había hecho Eleanor. Después de la trayectoria de mi amiga, y también para conseguir vengar a Diana como se merecía, lo único que me bastaba era poder igualar el logro de El en la última edición de The Talented Generation: tenía que ganar; no bastaba con un segundo lugar. Mi piel no me permitiría escalar como hacían otros artistas que no habían triunfado en sus respectivos concursos, pero sí en el mundo (mismamente, como le había pasado a papá con One Direction); y ahí tenía el ejemplo de que incluso ganando no tenía el éxito que necesitaría garantizado cada vez que me acordaba de Little Mix. Aspiraba a su excelencia, a hacerlo tan bien como siempre lo habían hecho ellas, pero todas habían sabido desde pequeñas a qué querían dedicarse y se habían preparado en consecuencia. Eleanor, igual. Incluso siendo hija de dos músicos, había dedicado toda su vida a apartar tiempo para domesticar su voz y perfeccionar su talento.
Yo me había empeñado en convertirme en el estandarte de la lucha de mamá, y había abandonado el camino que el apellido de papá podría abrirme con muchísima más facilidad.
Y, ahora, ahí estaba: arrastrando todo lo que necesitaría hasta la cima en un único viaje porque no podía permitirme ir subiendo las cosas poco a poco si quería ponerme al día con los demás.
La profesora Kadinya se separó del espejo y empezó a pasearse por nosotros mientras continuábamos bailando. Le dio a “repetir” sin decir una palabra, y siguió andando entre nosotros hasta colocarse a mi lado, tan pegada a mí que podía sentir su aliento en cada poro sudoroso de mi piel, pero no lo suficiente como para entorpecer mi baile mientras lo desarrollaba. Ni siquiera parpadeó cuando uno de mis rizos le azotó la cara.
Había cometido el error de confundir su juventud con ternura, y sus ganas de probarse en el reto que yo suponía con benevolencia hacia mí. Puede que no fuera tan directa como la directora de la academia, la profesora Belovna, pero sí lo bastante despiadada como para poder enseñar en ballet.
Me preguntaba por qué alguien tan dulce como Mimi podía sentirse atraída por un mundo así, ya no digamos encajar en él como lo hacía.
-Dejas el cuello demasiado suelto en el primer movimiento-dijo por fin, y Mimi cambió el peso de su cuerpo de un pie a otro-. Intenta sujetártelo más.
Repetimos la coreografía, y luego resultó que lo dejaba demasiado rígido, y podría lesionarme. Y luego, cuando lo solté, lo hice demasiado, aunque un poco menos que antes. Al ritmo que iba, puede que para 2040 consiguiera clavar aquel puñetero baile.
-¿Y si probamos con otro?-sugirió Mimi después del quinto intento desde aquella instrucción, y su profesora la miró con una ceja alzada.
-En la Royal no dudarán en tenerte una semana repitiendo un solo movimiento hasta que no lo perfecciones. También os sirve como disciplina para seguir las instrucciones de vuestros profesores-luego, la profesora Kadinya se volvió hacia mí, me miró de arriba abajo y ordenó-: otra vez. E intenta seguir el ritmo con las caderas. Fíjate en tus compañeros. Te adelantas.
Lo peor de todo era esconder mi frustración y mi rabia detrás de una máscara neutral, ya que la sonrisa estaba descartada. Tenía que recordarme a mí misma constantemente que la profesora no estaba intentando pincharme a propósito, y que no me debía la delicadeza que me había mostrado antes de empezar con ella, pero me señalaba detalles tan chorras e insignificantes que cada vez me era más difícil creer que no estaba tensando la cuerda cada vez más y más con la esperanza de que se rompiera y así poder librarse de mí.
Ya ni siquiera me movía la gratitud hacia ella, sino más bien el desafío de que no pudiera conmigo. Pero es que… estaba tan cansada…
-Bueno-la profesora Kadinya dio un taconazo en el suelo-. Vamos a parar por hoy. Mañana es sábado, así que procurad descansar. Nos vemos el domingo a la una.
-¿El domingo también ensayamos?-pregunté, estupefacta. Llevaba posponiendo quedar con las chicas para terminar un trabajo y ponernos al día demasiados días. Tenía claro que me pasaría el sábado entero durmiendo, así que ya había hablado con Annie y tenía un juego de sábanas limpias esperando al pie de la cama de Alec para que lo pusiera nada más llegar. Estos días durmiendo en casa me habían hecho descubrir que descansaba muchísimo mejor en la cama de él porque tenía más posibilidades de soñar con mi novio cuando dormía en su cama, y soñar con Alec significaba despertarme fresca como una lechuga a pesar de la intensidad con la que sentía que nos besábamos o, incluso, follábamos.
Tenía tanta rabia dentro que necesitaba desesperadamente que mi subconsciente me regalara uno de esos buenos polvos que sólo podía echarme Alec; no quería pensar en lo que me haría tener un día menos de descanso para convencerme a mí misma de que no era todo una terrible conspiración del universo contra mí.
La profesora Kadinya me miró y asintió despacio, como si creyera que era tonta.
-No quiero que pierdas el progreso que has ido haciendo esta semana… por poco que sea-añadió, por si acaso yo me tomaba el cumplido como que lo estaba haciendo súper bien-. Dar pasitos de cangrejo no es mi estilo. Tu novio tendrá que esperar.
-Mi novio está en otro continente. Justo él no es lo que me preocupa-dije, cogiendo mi bolsa de deporte y abriendo uno de sus bolsillos exteriores para sacar mi móvil, ignorando la mirada cargada de intención que me dirigió la profesora.
-La disciplina es importante en el baile. Los deportistas…
-Lo sé.
-… creéis-continuó como si no me hubiera oído- que porque esto sea un arte no supone un sacrificio todavía mayor que el deporte de élite. Cualquiera de mis bailarines aguantaría la rutina de un campeón, pero muchos campeones tirarían la toalla antes de las dos semanas de prácticas con la intensidad del ballet.
-Dos semanas. Lo pillo-levanté el pulgar-, ése es el tiempo que tengo que aguantar para que creas que voy en serio-me afiancé la correa de la bolsa de deporte y sonreí.
-No-sacudió la cabeza-. Ése es el tiempo que tienes para clavar la coreografía.
Abrí la boca y los ojos, sintiendo que el suelo bajo mis pies se tornaba arenoso. Ya había consumido mi primera semana, entonces, así que estaba en el ecuador de un periodo de prueba en el que acababa de enterarme que me habían metido.
Beyoncé era famosa por trabajar durísimo y ensayar hasta la extenuación, pero también lo hacía en tiempo récord. Yo no era ella, ni lo llegaría a ser nunca.
-No es mucho margen.
-Salvo que ése sea el único baile que pretendas aprenderte en tu vida, entonces creo que lo máximo que puedes dedicarle a una coreografía de treinta segundos son dos semanas. De lo contrario, te estancarás. La memoria muscular también tiene su límite, y si lo sobrepasas…-hizo una pausa dramática en la que a mí la cabeza me dio vueltas, pero esta vez su atención se concentró en Mimi-, se convierte en calcificación muscular.
Mimi torció la boca y cambió el peso de su cuerpo de un pie a otro, incómoda.
-Y una bailarina tiene que ser…-continuó la profesora Kadinya, y todos sus estudiantes se le unieron en un coro siniestro que me puso los pelos de punta, pues lo sentí como el coro de mi propio funeral artístico:
-Flexible y expresiva, todo lo contrario a una estatua.
La profesora Kadinya levantó una ceja.
-¿Crees que podrás, Sabrae?
¿Flexible y expresiva? Será puta coña.
Ésta no me había visto retorcerme para que Alec me la metiera más hondo.
Claro que todo lo que había hecho no era suficiente para ella, así que sabía Dios qué era lo que la profesora Kadinya entendía por “flexible”. Puede que, si no era capaz de ponerme un pie en la nuca, no fuera lo bastante flexible para merecerme su tiempo, así que… uf.
-Claro-dije en tono confiado, justo lo que no me sentía en absoluto. Me afiancé la correa de la bolsa de deportes sobre el hombro e incliné la cabeza en su dirección, haciéndole una pequeña reverencia irónica que sacaría de quicio a cualquiera-. El domingo nos vemos. Estaré la primera.
La profesora hizo un mohín que se parecía sospechosamente a una risa, y yo entendí de repente por qué Alec se había lanzado a pegarle a Sergei en cuanto cruzó la línea conmigo: yo había sido la gota que había colmado el vaso, que seguro que se había ido llenando a lo largo de los años de entrenamiento intenso que había tenido con él. Es más: si Alec había aguantado tanto sin hacerle nada hasta por fin rendirse a sus impulsos, tenía todavía más paciencia de la que yo pensaba, y mira que la tenía en bastante estima.
-No te desanimes-me dijo Mimi mientras atravesábamos las puertas de la academia y nos ajustábamos los botones de los abrigos para no morirnos de frío. Las temperaturas ya se desplomaban por la noche, que además se apresuraba a llegar, así que al menos el calorcito de la academia era un refugio; en ese momento, lo único bueno que le veía-. Darishka es muy exigente, pero también es justa. Si creyera que no tienes talento, no dejaría que vinieras a hacerle perder el tiempo.
-¿Está dándome órdenes contradictorias sólo para fastidiarme?
-El ballet es difícil.
-Yo no estoy haciendo ballet, Mimi. Sólo quiero mejorar mi baile-contesté, mirándola de soslayo-. Quiero aprender todo lo que pueda en el mayor tiempo posible, nada más. No pretendo entrar en la Royal ni salir de figurante en ninguna interpretación de El lago de los cisnes.
-¿Quién dice que limando los detalles no estés mejorando el cuadro completo?
Puse los ojos en blanco.
-¿La defiendes porque es tu profesora o porque yo no debería haberte pedido el favor en primer lugar?
-Te llevo la contraria porque no estás acostumbrada-se rió-, al igual que no estás acostumbrada a no ser la mejor en algo. Sé lo frustrante que puede llegar a ser. Yo estuve enferma hace unos años; nada grave, pero no me permitió seguir ensayando al ritmo de mis compañeros, y fue doloroso ver que me relegaban en coreografías porque no podía dar lo mismo que ellos. Sólo cuando entendí que mi ego no debería impedirme aprender de mis errores pude volver a la primera fila, porque hasta entonces estaba tan dolida y creía que era todo tan injusto y que yo me merecía un trato preferente por haberme esforzado más que los demás, que era incapaz de ver que no era la mejor y, por lo tanto, no me merecía el primer lugar.
Me detuve a medio camino.
-Yo sé que no soy la mejor, Mimi, y sé que nunca lo seré en esa sala. No es eso lo que pretendo.
-Acabas de decirme…
Tomé aire y lo solté sonoramente.
-No me estaba refiriendo a ahí. No me interesa ser bailarina. Hay cosas que estoy puliendo de las que nadie se va a dar cuenta; yo sólo quiero que todo parezca lo más profesional posible.
-Saab-Mimi me puso una mano en el hombro-, siento ser yo quien te lo diga, pero para parecer más profesional hay que ser profesional. No puedes pretender hacer lo mismo que hacía Beyoncé cuando ella tenía coreógrafos profesionales y tú sólo has estado siguiendo los pasos de los bailes de TikTok. Esto tiene que resultarte difícil porque lo es.
Lo único bueno de que Alec se hubiera ido es que no estaba para distraerme, pero el precio a pagar por su ausencia era una ansiedad que había terminado por torpedearme y hacerme perder el control justo cuando más lo necesitaba. Dios, ojalá tuviera un portal que me permitiera dar un paso y plantarme en Etiopía con sólo atravesarlo, porque de verdad que necesitaba uno de sus abrazos curativos, que me hacían sentir segura, a salvo y, sobre todo, poderosa.
No estaba acostumbrada a esta sensación de impotencia perpetua, y la odiaba con toda mi alma. Suerte que me había dado por enfadarme en lugar de por deprimirme, porque al menos el enfado era energía.
-No pretendo que me den un Tony por simplemente caminar por la calle, pero… siento que hemos estado dando vueltas en círculos toda la semana, eso es todo. La situación es nueva para mí, Mimi, y me está costando compatibilizarlo todo…
-Sí, la verdad es que tienes mucho encima y es difícil.
-Pero sería mucho mejor si creyera que, al menos, estoy avanzando algo. Si viera algún tipo de progreso.
-Llevas una semana, Saab. ¿Qué progreso vas a tener en tan poco tiempo? Deberías ser un poco más paciente.
Eso era fácil decirlo cuando ella lo pillaba todo a la primera y era capaz de reproducir bailes a la perfección con sólo verlos un par de veces. Y cuando su hermano apenas le escribía. No me malinterpretes: sabía que le echaba muchísimo de menos y que a Mimi le encantaría saber de él todos los días, igual que yo, pero la situación no era la misma. Necesitaba su consejo y su opinión objetiva, que me comprendiera y me entendiera y me apoyara a ciegas con independencia de que no le pareciera la mejor de las ideas, y que me calmara la rabia que tenía dentro para que yo pudiera confiar en el proceso.
Los videomensajes eran geniales, pero no dejaban de ser pedacitos del pasado de Alec que no terminaban de satisfacer mis necesidades del presente. Los videomensajes eran de mi novio, pero yo no sólo necesitaba a mi novio: también necesitaba a mi mejor amigo.
-La paciencia es un lujo de los que tienen tiempo, Mimi, y yo no puedo permitirme ese lujo ahora mismo.
Mimi frunció el ceño, y se disponía a rebatirme cuando Jordan apareció por la esquina y se paró en seco al vernos. Luego, aceleró el paso.
-¿Vengo tarde?-preguntó, y a mí se me encogió el corazón al pensar que la sesión había terminado pronto. Jor no era de los que se retrasaban; para eso ya estaba Alec. Eso sí, también era lo bastante paciente y bueno como para decir que era culpa de los dos cuando llegaban tarde, cuando era cosa más bien de mi chico.
-Tengo que avisar a las chicas de que no voy a poder quedar el domingo, así que… id sin mí-dije cuando Jordan nos alcanzó, y él frunció el ceño.
-Es de noche. Se supone que tengo que acompañarte.
-Estaré bien. Iré con el móvil todo el rato, y tampoco es como si no pudiera tumbar a alguien del doble de mi tamaño-bromeé, aunque estaba tan cansada que dudaba siquiera poder levantar el tobillo por encima de la pierna, ya no digamos pelearme en serio. Pero necesitaba tiempo para pensar, estar a solas y tranquilizarme. Estaba enfadándome por momentos, y no quería pagarlo con personas a las que quería tanto como Mimi y Jor, porque además ellos no se lo merecían.
A decir verdad, tampoco sabía con quién estaba enfadada: quizá con el mundo, o quizá sólo conmigo. Lo que sí sabía era que más tiempo a su lado sólo aumentaría las posibilidades de que me tirara a la yugular.
Mimi torció el gesto.
-Creía que te ibas a pasar por casa un ratito antes de irte a dormir a la tuya.
-Estoy matada, Mím. Quizá otro día.
-¿Lo de mañana sigue en pie?
-Eh, eh, eh. Tiempo muerto. ¿Nadie se ha dado cuenta de que es de noche y no llegas al metro cincuenta?-protestó Jordan.
-Sí que llego al metro cincuenta. Que salga con un rascacielos insoportable no quiere decir que yo sea un tapón-cuando los dos me miraron con la cabeza inclinada, suspiré-. Vale, no es que vayan a escogerme para ser parte de un equipo de baloncesto, precisamente, pero ya me entendéis. En serio. Puedo ir sola, Jordan. Estas piernas-me las señalé-, se hicieron para caminar.
O para torturarme, que viene a ser lo mismo.
-Te acompañamos. Y no intentes discutir-añadió, echando a andar en dirección a mi casa-, porque somos dos contra uno. En un sistema democrático no tendrías ninguna posibilidad.
-De verdad que no es…
-Jordan no se quedará tranquilo, y no podrá dormir plácidamente nunca más si mi hermano se entera de que te ha dejado vagabundear por ahí sola cuando es de noche cerrada.
-Son las siete y media de la tarde.
-Quizá en el Caribe, pero a esta altitud lleva siendo de noche cuatro horas-rebatió Mimi-. Además, no he dado mi mínimo de pasos diarios.
-¿Desde cuándo tienes un número mínimo de pasos diarios?
-Desde que me estoy descargando la aplicación del podómetro-contestó con el móvil en la mano, haciendo de teclear todo un espectáculo. Puse los ojos en blanco.
-¿Sabes que para eso no hacen falta apps, Mimi? Las cuenta el móvil él solito-explicó Jordan, y yo bufé una risa.
-Alec tiene la excusa de su padre, pero Dylan es arquitecto y Annie es muy inteligente, ¿no te parece raro que ella haya salido tan boba?-pregunté, y Jordan rió.
-Quizá sea algún gen recesivo.
-¿A que llamo a Alec y le digo que me estáis haciendo bullying?-protestó Mimi con gesto enfadado.
-Seguro que considera que no el suficiente-rebatí mientras la adelantaba y echaba a andar hacia mi calle. Me acompañaron charlando, pero yo no participé apenas en la conversación cual princesita enfurruñada. Estaba demasiado preocupada por lo que mi rabia podía hacerles como para soltarme, y también me sentía mal porque Mimi tuviera que acompañarme también a casa cuando había hecho incluso más ejercicio que yo.
Mi familia se sorprendió de lo pronto que volví a casa, pero me recibieron con las sonrisas alentadoras de quienes quieren verte más. Subí arrastrando los pies al segundo piso, dejé mi bolsa de deporte a los pies de mi cama y me asomé a la puerta de Shasha, que dio un brinco en su cama y se quitó los cascos rápidamente al verme.
-Creía que no cenabas aquí.
-Voy a darme un baño. ¿Vienes a vigilar que no me duerma y me ahogue en la bañera?-jadeé. Ni siquiera sabía dónde estaba Scott, pero supuse que se encontraría en casa de Tommy, ayudándolo a cuidar de Diana, a la que pronto meterían en una clínica de desintoxicación. De momento estaban llevándola a una terapia carísima en la que estaba interna toda la mañana, sometida a tratamiento y a sesiones interminables de terapia grupal que no le gustaban nada, pero la pobre no se quejaba porque sabía que eso era mejor que lo que esperaba. Trataba de mantener una actitud positiva, y ya casi no le suplicaba a Tommy que le diera un poco de droga para que se le pasara el mono. Casi.
-¡Sabrae!-chilló Shasha, y se puso en pie de un brinco y estiró las manos para sacarme. Me agarró de lo que más a mano le quedaba, es decir, el pelo, y me sacó al exterior de un fuerte tirón que me hizo exhalar un grito del susto.
-¿¡Qué haces, tía!?-bramé, y Shasha me miró con ojos como platos, de corderito degollado, cargados de arrepentimiento. Se abrazó a sí misma y se le humedecieron.
-Yo… yo… perdona. Me asusté. Pensé que decías lo de dormirte de coña-explicó, temblando-, no que…
Incliné la cabeza a un lado y le sonreí. Mi pobre hermanita pequeña, más tierna de lo que permitía a nadie reconocer. Excepto, quizá, a mi novio. Extendí el brazo para abrazarla, y me di cuenta de lo asustada que estaba porque no protestó cuando la mojé. Al contrario: me rodeó con sus brazos y tiró suavemente de mí para unirnos todavía más.
-No me he dormido. Y tampoco quería asustarte-dije, y miré la puerta cuando mi móvil dejó de sonar-. Todo me está sobrepasando un poco, Shash.
-No me extraña. Tienes un ritmo de vida demencial, Saab. ¿No crees que deberías relajar un poco?
-Tengo que seguir así si quiero mejorar.
-Tal vez no necesites mejorar-respondió Shasha, y yo la miré de nuevo. Se encogió de hombros-. A ver, te lo voy a decir sólo una vez para que no se te suba a la cabeza, y sólo porque me acabas de dar un susto de muerte, pero… eres la persona más guay que conozco. De verdad creo que no te hace falta esforzarte tanto en ser la mejor, porque para mí ya lo eres.
No me di cuenta de que estaba enfadadísima con el mundo porque me había quitado lo que más acostumbrada me tenía, la validación externa, hasta que mi hermanita no me la devolvió. Por eso todo era tan duro: porque incluso cuando daba pasitos cortos, mis padres me habían aplaudido y lo habían celebrado como una gran hazaña. Toda mi existencia había sido una celebración, y con lo exigente que había crecido siendo, con mi obsesión por la perfección y la excelencia, perder la sensación de seguridad que me daba el poder señalar mis avances tenía una respuesta física en mí, y era una que odiaba.
Quizá necesitara que me apoyaran un poco más en las sesiones de baile; al menos, hasta que cogía la confianza suficiente para aceptar las críticas sin más.
Quizá no sólo necesitara a Mimi guardándome aparentemente las espaldas, sino a más gente que me tenía vigilándome desde un extremo de la habitación y maravillándose con lo que era capaz de hacer, aunque no fuese extraordinario. Porque, a ver… la verdad es que, si te parabas a pensarlo, las coreografías que estaba intentando perfeccionar eran bastante complicadas para una principiante como yo, y yo necesitaba ese toquecito de paciencia que reciben los niños pequeños cuando aprenden a andar. No podía correr tras de nadie por mucho que lo intentara si primero no perfeccionaba lo de andar.
-Ayúdame a salir de aquí, anda-le pedí a mi hermana, que tiró de mí hasta sacarme del borde de la bañera y arrojarme sobre la alfombra del suelo. Exhalé un chillido de sorpresa al notar los azulejos helados, y le di un mordisco a Shasha en el hombro, que respondió con otro chillido y quitándome de encima de ella cuando le cayó todo mi pelo, también empapado, sobre ella, mojándole el pijama y las puntas del pelo. Intenté ponerme de rodillas sobre el suelo de los azulejos, pero como estaba recién salida del agua, lo único que conseguí fue resbalarme antes de caer de nuevo sobre Shasha, que volvió a pegar un bramido y a apartarme de ella-. ¡Para!-me quejé, deslizándome sobre el suelo hasta quedar en el centro del baño. Shasha rodó hasta ponerse de costado, me miró con ojos como platos, y entonces se echó a reír.
-¡Pareces un salmón recién pescado!
-¡Ayúdame a levantarme, so lerda!-ladré, pero Shasha estaba demasiado ocupada partiéndose de risa como para ayudarme. Con gran esfuerzo logré quedarme sentada y la fulminé con la mirada.
-¡Dios, ojalá Alec hubiera visto tus nuevos movimientos de baile!-aulló, negando con la cabeza y dando palmas mientras se agitaba de un lado a otro como un junco al viento-. ¡No habría parado de recordártelo hasta que fuerais viejos! ¿Puedes repetirlo?-pidió, arrojándome una toalla para que me cubriera con ella, cogiendo el iPad y enfocándome con él-. Esto tiene que quedar para la posteridad.
Si las miradas matasen, mi hermana ya estaría muerta y enterrada y sería mi herencia la que se vería incrementada.
-¿Estás grabando?
-Ajá.
-Bien, pues, ¡¿alguna vez has visto el aspersor?!-pregunté, agitando la cabeza de un lado a otro y lanzándole disparados goterones de agua. Shasha pegó un bramido y trató de levantarse de un brinco, pero se resbaló y se cayó de culo, lo que me arrancó una carcajada.
Y, en medio de ésta, nos encontraron Duna y Scott.
-¿Qué coño hacéis?-preguntó Scott. Duna exhaló un gritito y corrió hacia nosotras, derrapando en el suelo hasta caerse entre Duna y yo. Scott suspiró, puso los ojos en blanco y negó con la cabeza.
-Vais a hacer que…
-¡Niñas! ¡Scott! ¿¡Qué hacéis!?-gritó mamá desde las escaleras.
-¡Fiesta acuática del equinoccio de verano!-festejó Duna.
-El equinoccio es de otoño, y es en septiembre, Dundun-la corrigió Scott.
-¡Fiesta acuática de Navidad!-se corrigió entonces la peque, rebozándose por el suelo como si fuera una croqueta. Mamá se asomó a la puerta del baño, el pelo recogido en una coleta suelta y sus mallas de yoga moradas adhiriéndose a sus piernas como una segunda piel. Frunció el ceño y apretó los labios, observándonos a todos. Finalmente, clavó los ojos en mí, en clara situación de desventaja con respecto a los demás.
-Levántate del suelo antes de que te pongas mala, Sabrae-instó, y yo intenté hacer lo que me pedía, pero me resbalé de nuevo y le provoqué otra carcajada a Shasha que, sumada a la de Duna, reverberó en cada rincón del baño de una forma que consiguió tranquilizarme más que mi intento de baño relajante.
Quizá me pasaba demasiado tiempo fuera y muy poco con mi familia, ejerciendo de hermana mayor y dejando que me mimaran como hija y hermana pequeña. Puede que se me estuviera juntando todo y fuera eso lo que no estaba encajando del todo bien: que quería mejorar como persona sin llegar a convertirme en alguien distinto.
Mamá puso los ojos en blanco, pero no pudo reprimir una sonrisa, y no se me escapó el amor que brilló en sus ojos cuando Scott, sin que nadie le dijera nada, se quitó los zapatos (debía de acabar de llegar de casa de Tommy) y los calcetines, y se acercó a mí con pasos decididos, cuidando de no pisar las zonas más mojadas. Me tendió la mano, que yo acepté, y cuando aproveché para tirar de él y que se cayera al suelo, a mamá por fin se le escapó una risa.
-¡Encima que te ayudo! ¡Ríñela, mam…! ¡No me lo puedo creer, ¿te estás riendo con ella?! ¡VOY A IRME DE CASA! ¡ESTOY TOTALMENTE DISCRIMINADO AQUÍ!-aulló Scott, que, sin embargo, no protestó cuando Duna saltó sobre él para aprovechar y comérselo a besos. Entre los tres me ayudaron a levantarme, mamá me tendió mi albornoz, y me ofreció su ayuda para desenredarme el pelo.
-Puedo sola, pero gracias, mamá. Sigue con tu rutina.
Mamá asintió con la cabeza y observó cómo me enrollaba el pelo en una toalla, le dio una palmadita al marco de la puerta y, finalmente, se marchó. Me permití un momento para tratar de poner en orden mis ideas y relajarme, convenciéndome a mí misma de que podía reorganizar mis planes y no fallarle a nadie, antes de ponerme de nuevo en marcha. Cogí mi toalla, me la pasé con dedicación por todo el cuerpo, me puse un pijama nuevo, me solté el pelo y me dediqué a desenredármelo. Cuando terminé de darle unos toquecitos de calor, me lo recogí en dos trenzas y bajé a cenar, donde devoré todo lo que papá y mamá me pusieron por delante como si hiciera días que no probaba bocado.
En realidad así era como me sentía. Aunque los días se me pasaban volando y apenas era consciente del ritmo vertiginoso que llevaba, para mi cuerpo cada comida era el banquete del final del Ramadán. Apenas escuché nada de lo que se comentó en la mesa sobre los progresos de Diana, el cansancio de Tommy, la organización del tour de papá y los planes de Scott para el futuro más inmediato, y eso que todo eran temas interesantísimos para mí. Sólo tenía ojos (y papilas gustativas) para el plato y el chute de energía que me venía con la cena deliciosa de la que papá se había ocupado. Incluso repetí postre, a pesar de que sabía que debería cuidar más mi alimentación y priorizar los alimentos más sanos, pero es que no podía resistirme a la tarta de limón que había hecho mamá esa misma tarde.
Cuando terminé la cena me libré de mis tareas de fregar los platos, todo gracias a que el incidente en el baño me había dejado unos moratones que Duna no dudó en descubrirme (y también presionarme) y que hicieron que mamá se apiadara de mí.
-Has tenido una semana muy intensa, chiquitina. Ya me ocupo yo de tu parte.
-Yo puedo fregar-se ofreció Scott.
-¡Adjudicado!-gritó Shasha.
-Venga-papá le dio una palmada en el hombro y Scott suspiró.
-Era retórico. Sólo estaba siendo educado.
-Nunca ofrezcas algo que yo estás dispuesto a dar, S-dijo papá, sonriendo, y Scott lo miró y puso los ojos en blanco en una mueca de fastidio que, sin embargo, no se reflejó en su cara.
-Estoy matada; me voy a la cama-dije, empujando la silla hacia atrás y conteniendo una mueca cuando todos mis músculos protestaron al tener que hacerse cargo de nuevo del peso de mi cuerpo. El dolor de las agujetas no iba a mejor, sino a peor, y me daba miedo lo que supondría parar un día en esta rutina de tortura deportiva. ¿Podría siquiera levantarme de la cama el domingo si el sábado no me movía lo suficiente y mi cuerpo pensaba que por fin habíamos superado lo más difícil? ¿Y si la vuelta era aún más complicada?
Había estado deseando que llegara el fin de semana para tener un poco de tiempo para mí misma y para poder descansar, pero si sólo disfrutaría del sábado, me daba miedo que un solo día de descanso sirviera para perder la rutina y nada más.
Al menos ahora tenía la inercia. ¿Y el domingo?
¿Cuánto tiempo aguantaría mi cuerpo así hasta decir basta? Esto de estar continuamente bailando sobre el borde y empujando mis límites era agotador, y más aún porque cuanto más tenía que esforzarme ante el aumento de su resistencia, más miedo me daba que terminaran partiéndose y azotándome como una goma elástica.
-¿No vas a ver un poco la tele con nosotros?-inquirió papá con un gesto suplicante que habría obrado maravillas si no estuviera hecha de blandiblú.
-Otro día, papi. Me dormiría nada más sentarme.
-A mí no me importaría que te durmieras en mi regazo-respondió papá, y yo sonreí.
-Te prometo que, cuando esté un poco más descansada, me pasaré un día entero enganchada a ti como si fuera un koala.
-El koala más bonito del mundo-me sonrió, y yo le devolví la sonrisa.
-Buenas noches.
-Buenas noches, cariño.
-Que descanses, Saab-Scott me dio un beso en la sien.
-¡Que no te piquen las chinches!-Duna corrió a darme otro, y cometió el error de abrazarme con demasiada fuerza, con lo que tuve que contener un siseo para que no se disgustara.
-Intenta no roncar como una avioneta y déjame dormir para variar-me pinchó Shasha, y yo le hice un corte de manga.
Subí las escaleras, que se habían multiplicado por diez mientras cenábamos, con unos pies pesados que no sentía míos en absoluto. Me apoyé en el lavamanos mientras me lavaba los dientes, y cuando por fin llegué a la cama, casi no tenía fuerzas ni para meterme debajo de las mantas, de modo que me quedé tumbada sobre el edredón, espatarrada cual estrella de mar, observando el techo y contemplando la vida pasar. Se me cerraban los ojos, pero todavía me quedaba una cosa por hacer.
Así que me arrastré por la cama hasta llegar a los pies, metí la mano en la bolsa de deporte y saqué mi móvil. Rodé de nuevo por la cama hasta llegar a la almohada, y encendí la luz de la mesita de noche. Toqué la pantalla, esperé a que se desbloqueara, y entré en la conversación con Alec, en la que empezó a reproducirse en silencio el videomensaje que me había enviado hoy por la mañana. Toqué el icono de la pequeña cámara en la esquina inferior derecha y deslicé el dedo para fijar la grabación.
-Buenas noches, mi sol. Otro día más superado. Uf-suspiré, y me pasé una mano por la cara-. Esto me está matando, de verdad. Estoy machacadísima, y no recuerdo la última vez que estuve así de cansada. No sé si son las horas o que todo el mundo me lo dice, pero creo que estoy haciendo demasiado. Claro que… también tengo que esforzarme el máximo para avanzar el máximo posible, ¿no?-tamborileé con los dedos sobre los labios-. No sé. Jo, no sabes lo que te echo de menos. Ojalá estuvieras aquí. Tu experiencia entrenando a muerte me vendría de perlas ahora mismo-bostecé de nuevo-. Y yo que pensaba que nadie podría darme caña como lo haces tú… qué equivocada estaba-me reí, y suspiré-. En fin. Mañana más. Y, encima, ni siquiera tengo el aliciente de que pueda llegarme tu carta, porque como es fin de semana...-chasqueé la lengua-. Bueno. Sobreviviremos. Hasta mañana, mi amor. Te quiero con locura. Espero que estés bien-le tiré un beso a la cámara y envié el videomensaje.
Justo entonces, un segundo antes de que yo pusiera el modo avión, me entró una llamada: Amoke debía de querer ponerme verde por posponer de nuevo una cita con las chicas.
-Antes de que te pongas como una hidra-dije a modo de saludo cuando deslicé el dedo por la pantalla-, quiero que sepas que te dispones a reñir a una discapacitada.
Se hizo el silencio un momento.
-Por favor, dime que has cancelado lo del domingo…
-No he cancelado lo del domingo, sólo he pedido vernos más tarde.
-Que en tu idioma es cancelarlo. Dime que lo has cancelado porque Alec ha vuelto a plantarse ahí y te ha dicho que te va a estar echando polvos hasta el año que viene, porque es lo único que haría que pensara que no nos estás dando largas porque te traes algo entre manos que no quieres contarnos. Otra vez.
-Lo único que sé es que esta semana sólo te hemos visto en clase, y que estás todo el día pa’ arriba y pa’ abajo, y que ya te he tenido que prestar parte de mis deberes dos veces. Por no hablar de que, de repente, has vuelto a las sesiones de kick con Taïs de siempre, y sin embargo tienes un aspecto cansado que casa perfectamente con el tono de voz con el que me estás hablando ahora. Así que no te pienses ni por un segundo que vas a mantenerme en la ignorancia, señorita; mañana iré a verte y tendremos más que palabras. No me está gustando nada que intentes mantenerme alejada de lo que sea que te traes entre manos.
-Mañana no sé si seré capaz siquiera de abrir los ojos, Momo-respondí, y ella suspiró al otro lado de la línea.
-Justo lo que una mejor amiga querría oír. Prepárate para una intervención de las gordas.
-Os lo iba a contar el domingo.
-¿Ese domingo en el que no vamos a quedar?
-¡Que sí que vamos a quedar, Amoke! Es sólo que todavía no sé cuándo estaré libre, pero te prometo que os veré en cuanto pueda y os explicaré lo que pasa.
-Mañana voy a ir a verte a casa quieras o no.
-¿Y si atranco la puerta con mi estantería de libros?
-Me darías la excusa perfecta para pedirle al buenorro de Jordan que me acompañe y que tire la puerta abajo. Con un poco de suerte se tropezará y yo me caeré desnuda encima de él-bromeó, y yo puse los ojos en blanco.
-Me duelen hasta las pestañas. ¿Te importaría dejar tu acoso sexual para otro momento?
-Te lo tomas a pitorreo, pero mañana pienso ir.
-Me ha quedado claro. No atrancaré la puerta, tranquila; no quiero que Jordan y tú me desordenéis los libros.
-Ojalá pudiéramos desordenarte la ropa de cama-suspiró Momo, y yo me reí y luego gemí por lo mucho que me ardían los abdominales. Igual debería bajar un poco el ritmo en el gimnasio con Taïs; eso me daría un poco más de margen en el baile. Pero no me apetecía tampoco dejar de ver a mi amiga, y me desquitaba tanto dándole al saco que temía por mi estabilidad emocional si se me ocurría colgar los guantes, siquiera temporalmente.
-Si lo que quieres es una fiesta de pijamas, siento decirte que estoy más bien para que me cuiden como a una princesa medieval. Y no pienso quedarme mirando cómo le metes mano a Jor.
-¿Por? Igual aprendías algo.
Miré de reojo el móvil, pero creo que Momo lo sintió.
-Amoke, ¿recuerdas que salgo con el Fuckboy Original?
-¿Cómo olvidarlo, si soy la capitana del barco Sabralec?
-Uf, mira, estoy tan machacada que no voy ni a recordarte que al principio no querías que aceptara ser su novia.
-Rectificar es de sabios. En fin. Mañana me paso por tu casa, ¿a qué hora…?
-23:59.
-Muy graciosa. Muy bien. Voy a acostarme, entonces, porque a las 6 de la mañana estaré llamando a tu puerta.
-Qué ganas-ironicé, y vi que una sombra se asomaba a mi puerta. Distinguí la silueta de mamá antes de que empujara un poco más mi puerta y la luz del pasillo coloreara sus facciones.
-¿No duermes, mi amor?
-Me ha llamado Momo. Mañana va a venir a verme.
Mamá encendió la luz y yo me retorcí sobre las sábanas mientras me despedía de Momo. Se acercó a mí, se sentó en la cama, abrió las sábanas y me ayudó a meterme dentro. Luego me arropó con la colcha hasta el pecho y me acarició la frente y el nacimiento del pelo. Mi cara siguió la dirección de sus dedos, todo mi cuerpo echando de menos el cariño que siempre me habían mostrado, y que yo no me había permitido recibir esta semana por falta de tiempo. Cerré los ojos un momento, saboreando la sensación de que me cuidaran y les pareciera suficiente simplemente con existir.
-Esta semana has estado muy ocupada, mi amor-observó mamá, y yo asentí con la cabeza y abrí los ojos con esfuerzo-. También pareces muy cansada últimamente. ¿Hay algo que deba saber?
Me la quedé mirando. Dios, ni siquiera había pensado en la posibilidad de que mis padres me preguntaran directamente. Me había acostumbrado a lo raro de nuestra relación, en la que se andaban con pies de plomo a mi lado, que el que volvieran a preguntarme directamente y confiaran en mi sinceridad se me hacía hasta raro.
Era lo más común entre padres e hijos, o por lo menos ésa era mi experiencia, pero tras esos meses… se me rompió un poco el corazón al pensar en lo mucho que había cambiado nuestra relación en tan poco tiempo si ni siquiera consideraba lo raro que les resultarían a mis padres todos esos cambios.
Mamá se acercó un poco más a mí, y sus ojos siguieron fijos en los míos mientras sus dedos se paseaban por mi frente.
-Escucha, mi niña. Sé que tienes mucho encima ahora mismo, entre la terapia, los estudios, la ausencia de Alec, y ahora, lo de Diana. Comprendo que todo te sobrepase a veces, pero quiero que sepas que no es tu tarea ocuparte de intentar arreglar todo lo que hay mal a tu alrededor. Hay cosas de las que no te corresponde ocuparte, así que no debes responsabilizarte de todo, ¿me entiendes?
Asentí con la cabeza. Qué irónico que me dijera esto a mí cuando yo se lo había dicho tantísimas veces a Alec.
Ojalá pudiera creerla igual que Alec había terminado creyéndome a mí.
Pero mamá no lo entendía. No había estado allí cuando Diana vomitó sus traumas, no sabía lo que le habían hecho, ni sabía cuál era la venganza acorde a todo lo que Diana estaba sufriendo. Cada vez que la veía, hablaba con ella, o preguntaba o me contaban de ella, la ira que me provocaba su situación sólo aumentaba. Tenía una sed que sólo un elixir podía curar, y con la férrea determinación de que lo conseguiría, no podía arriesgarme a que nadie intentara sacármelo de la cabeza.
Les había prometido sinceridad a mis padres, pero eso tenía que esperar. Prometo que se lo compensaría; es sólo que ahora mismo no podía contárselo todo.
-¿Estás bien, Saab?-preguntó mamá, y yo tragué saliva. Creo que sí. Creo que, de momento, sí. Creo que llegaría a no estarlo, pero todavía no había tocado fondo. Si estaba en caída libre o sólo flotando, la verdad es que no lo sabía. ¿Qué diferencia había entre ir en piloto automático o vivir de la inercia?
-Sí.
Mamá buceó en mis ojos, revisó cada recoveco, examinó cada uno de mis detalles.
-¿Te ves bien, Sabrae?
Había ganado peso, había perdido confianza, había pasado momentos en los que no sabía quién era y estaba descubriendo que quizá no fuera tan buena como siempre había creído. Que, en vez de ser excepcional, era más bien del montón; ojalá fuera del bueno.
Claro que lo bueno de la terapia era que estaba aprendiendo que no tenía que ser perfecta para merecer que me quisieran. Mi familia me quería por ser yo, no por merecerme ser una Malik; mis amigas me querían tal como era, y poco les importaba cómo me llamaba. Y Alec…
-Joder, estás buenísima. No se te ocurra perder un solo gramo-había gruñido la última vez que habíamos estado juntos en la cama, mi sabor en su boca y sus dientes en mi vientre, su polla dura entre mis piernas como la señal de que era sincero. Creo que a él le gustaría pesara un kilo o cien, así que no tenía que preocuparme de él.
Pero echaba de menos lo cómoda que me sentía en mi cuerpo, confiar en que me quedara bien la ropa y estar a gusto con los conjuntos que elegía. Lo cierto es que, por primera vez en mi vida (y sé que suena a privilegiada decir que era la primera vez en quince años y medio), sí que tenía complejos que sentía que me limitaban.
Supongo que por eso negué despacio con la cabeza, y a mamá se le llenaron los ojos de lágrimas.
-Mi amor. Sabes que tu talla no te define.
-Lo sé-pero ojalá la talla sólo fuera eso, y no representara mucho más.
La miré sin entender. Había vuelto a hacer ejercicio de forma muy intensa, no paraba de un lado a otro, no…
Oh.
Oh.
De repente entendí a lo que mamá se refería, y se me rompió el corazón de una forma en que jamás pensé que se me rompería, y menos aún por ella. Decidí en ese mismo instante que podía no contarle toda la verdad, el por qué hacía lo que hacía, pero, al menos, su tranquilidad se merecía saber que no había desarrollado ningún trastorno de la conducta alimentaria.
-No es lo que piensas, mamá.
Mamá me miró con angustia, como si fuera imposible que no fuera lo que ella estaba pensando. Me lancé al vacío por su cordura; ya le había dado la peor noche de su vida cuando creyó que me había perdido para siempre, y eso casi nos había destruido. No pensaba hacerla pasar de nuevo por eso; no ya porque no se la merecía, sino porque la echaba mucho de menos y quería que volviera a ser mi mamá. Y, para eso, tenía que ser su Sabrae otra vez.
-Es que… he empezado a ir a clases de baile.
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Estoy super hypeada con esta nueva storyline de Sabrae y su venganza. Me encanta que se le complique y sea algo en lo que claramente va a tener que poner empeño. Cada día adoro más su relación con Mimi y Jordan. Me muero de pena con el final y Sher creyendo algo que no era.
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