¡Hola, flor! Antes
de que empieces el capítulo, tengo que darte una mala noticia, aunque viene
siendo costumbre este año que, ya sabes, está siendo muy intenso y exigente
para mí.
El caso es que tengo el examen que llevo tanto preparando (y por el que dejé de publicar semanalmente) el día 25 de octubre, o sea, dos días después del capítulo de octubre de Sabrae. Como tengo que estudiar mucho y apretar (más aún después de haber sacado la plaza inferior, jijijijiji, que no te había dicho nada de eso), no quiero estar pendiente de sacar tiempo para escribir el siguiente cap, por lo que en octubre no habrá capítulo de Sabrae. No puedo prometer que intentaré escribir algo para el día 26 como sucedió en julio por ser el día siguiente a mi examen, y el finde posterior ya es noviembre, así que... no habrá cap en el mes del cumple de Tommy y del fin de CTS.
Como siempre, te agradezco tu paciencia, apoyo, y comprensión. Te prometo que, cuando todo esto termine, volveremos al ritmo normal de antes, y la historia recuperará el ritmo de siempre.
Dicho esto, ¡disfruta del cap! ᵔᵕᵔ ❤
El caso es que tengo el examen que llevo tanto preparando (y por el que dejé de publicar semanalmente) el día 25 de octubre, o sea, dos días después del capítulo de octubre de Sabrae. Como tengo que estudiar mucho y apretar (más aún después de haber sacado la plaza inferior, jijijijiji, que no te había dicho nada de eso), no quiero estar pendiente de sacar tiempo para escribir el siguiente cap, por lo que en octubre no habrá capítulo de Sabrae. No puedo prometer que intentaré escribir algo para el día 26 como sucedió en julio por ser el día siguiente a mi examen, y el finde posterior ya es noviembre, así que... no habrá cap en el mes del cumple de Tommy y del fin de CTS.
Como siempre, te agradezco tu paciencia, apoyo, y comprensión. Te prometo que, cuando todo esto termine, volveremos al ritmo normal de antes, y la historia recuperará el ritmo de siempre.
Dicho esto, ¡disfruta del cap! ᵔᵕᵔ ❤
De lo contrario, sería imposible que me sintiera tan bien, tan en paz, tan ligera como ahora, con la bañera prácticamente a rebosar, semiescondida en una nube de espuma cortesía de mi gel del ritual de Ayurveda, y con los músculos sin palpitar y arder como ya llevaba siendo costumbre en mí. Mi rutina se había vuelto una nube de agobios en la que el fuego me consumía por dentro (física y emocionalmente), así que este baño en el que me había sumido era un alivio que pretendía alargar al máximo.
Todo lo que me permitiera mi apretadísima agenda, claro… pero no iba a pensar ahora en todo lo que tenía que hacer y el motivo por el que necesitaba tanto descanso.
En su lugar, me centraría en la sensación de ligereza de mi cuerpo, de mis músculos colaborando conmigo en lugar de luchando contra mí, de lo a gustísimo que estaba en el agua… y en releer y releer la carta que me había llegado esa mañana, y que había supuesto el cambio en el viento que había permitido que mis infiernos remitieran. Mi lluvia personal había llegado, por fin, deteniendo la rabia de la erupción y recordándome que había alguien al otro lado del mundo que me encendía cuando me apagaba y me sofocaba cuando me incendiaba.
Chapoteé un poco en el agua al erguirme un poco sobre la línea de la superficie, apoyé la mejilla sobre la mano que tenía en el borde de la bañera, y me noté sonreír sobre el dorso de la mano cuando volví a la primera línea de la carta.
Mi precioso amor,
De hecho, haber esperado unos días más por esta carta SÍ me ha hecho perder la cabeza; me ha desquiciado hasta tal punto que estaba a un pelo de plantarme en la Embajada de Inglaterra en Etiopía y poner a parir el servicio de Correos. Quizá, ya que estaba en la capital (porque me imagino que la Embajada estará en la capital), me habría acercado al aeropuerto, habría sucumbido a la necesidad de verte y habría terminado metiéndome en el primer vuelo y cabreando muchísimo a Valeria. De la que, por cierto, ya no me preocuparía más en cuanto viera tu preciosa carita. Así que, en realidad, Saab, bastaba con que tardaras un día más en escribirme para que yo perdiera la paciencia y regresara corriendo a tu lado. Seguro que ahora estás dándote de cabezazos contra la pared por lo mal que te ha salido el plan (qué poco te gusta para lo a menudo que te sucede, jeje).
No, pero ahora en serio. Me preocuparía más que te sintieras obligada a escribirme rápido para que yo pudiera saber de ti que el que lo hicieras porque realmente te apetece, así que no te agobies si te cuesta sacar tiempo, ¿vale? Suena a que tienes la agenda PETADA y no quiero añadir otra carga más sobre tus hombros… aunque seguramente estés poniendo los ojos en blanco porque, ¿a quién quiero engañar? La verdad es que te encaaaaaaaanta haber podido dejar de fingir, al fin, que te soy indiferente cuando llevas obsesionada conmigo aproximadamente desde que tenías tres minutos de edad (la diferencia entre tú y yo es que yo llevo obsesionado contigo desde tres minutos antes de nacer, lo que tiene un mérito de la hostia porque recuerda que soy Tres Años Mayor Que Tú 😋😎). Menos mal que al fin lo reconoces y podemos avanzar en esto que la gente llama “conocerse íntimamente el uno al otro”, no sé si me entiendes, porque la verdad es que tienes una sonrisa preciosa en la que me quedaría a vivir sin pensármelo dos veces.
Respecto a lo de las sesiones, aunque me preocupa el tema de que puedan agobiarte porque sé lo en serio que te lo tomas todo, me alegro de que lo estés arreglando con tus padres. No porque ellos lo merezcan, sino porque sé que son importantes para ti; e incluso cuando me decías que podías ser feliz sin ellos si me tenías a mí, yo sabía que aunque lo dijeras de corazón, siempre tendrías la espinita clavada de haberlos perdido. Pero, Saab, en serio… quiero ser tu espacio seguro. De verdad. Incluso aunque esté lejos y no puedas controlar cómo vaya a reaccionar yo a lo que me cuentes, quiero que te sientas con la libertad de poder ser sincera conmigo y no escatimar en detalles de lo que te pase en casa, o de lo que te digan tus padres en terapia, para no herir mis sentimientos. Te agradezco mucho la consideración que me tienes, pero piensa que si yo me he ido es culpa mía, así que tengo que apechugar y joderme si te echo demasiado de menos. Tal y como yo lo veo, no tengo derecho a sentirme triste y añoraros por haberme ido, porque lo he hecho por voluntad propia. Así que olvídate de tratarme con delicadeza y dime todo lo que necesites decirme, incluidas las gilipolleces que tus padres piensen de mí o de nosotros. Que, en condiciones normales, me la sudarían muchísimo y no les dedicaría ni dos segundos de mi tiempo, pero me revienta pensar que sientas que debes protegerme por encima de buscar consuelo en mí. Porque estoy aquí para ti, nena, de verdad. Quizá no físicamente, pero sabes que no voy a dejar que nada ni nadie se interponga entre nosotros. Ni siquiera tú, y ni siquiera yo, ni mi puta ansiedad ni nada.
Sentí un tironcito en el estómago al imaginármelo escribiendo con determinación ese párrafo, tratando de equilibrar sus ganas de tratarme con dulzura con lo mucho que le enfadaba la posibilidad de perder lo que él consideraba el privilegio de tenerme sin filtro, con mi sinceridad más salvaje. Aunque esto no era sino otra de las muchas formas en que se manifestaba su afán por cuidar de todo el mundo incluso en detrimento de sí mismo, la verdad es que también le honraba lo decidido que estaba a interponerse entre lo que fuera que quisiera hacerme daño y yo.
Y ni siquiera podía culparlo, porque yo compartía esa sensación.
Sabía que me lo decía porque sabía lo recíproco que era lo nuestro, cómo yo me prendería fuego a mí misma con tal de darle un poquito de calor sin dudarlo ni un segundo. Todo porque él también lo haría por mí.
Puede que eso fuera lo que más había hecho que mis padres se preocuparan por nosotros: porque nunca me habían visto tan dispuesta a sacrificarme por nada como estaba dispuesta a hacerlo por Alec.
Siempre me habían enseñado a quererme y priorizarme, y sin embargo me resultaba más fácil perderme en él incluso que respirar. Podía entender que les preocupara, pero no me parecía tan diferente de lo que mamá y papá compartían el uno por el otro, o lo que habían tenido cuando eran más jóvenes y los sentimientos eran más desesperadamente intensos.
Claro que, cuando quieres a alguien, su tendencia a la vulnerabilidad te da pánico. No concibes que se ponga en peligro alegremente, y te preocupa y enfada a partes iguales que lo haga. Ahora, después de las sesiones de terapia que habíamos ido teniendo, les entendía un poco mejor.
Su preocupación por mí tampoco era muy distinta de la que yo tenía por Alec. Ni de la que Alec tenía por mí. Al fin y al cabo, las tres se basaban en el amor que sentíamos los unos por los otros, pues, ¿qué es el amor, sino un estado de borracha preocupación constante por el bienestar de la otra persona?
Así que, porfa, la próxima vez que pase algo, no escatimes en detalles aunque creas que van a hacerme daño. He aprendido mucho de lo que hemos pasado estos pocos meses, y te juro que no voy a volver a salirte con una chorrada como la de Perséfone. Puedo con esto, de verdad. Soy otra persona. Confía en mí. Cuéntame lo que te preocupe, lo que te dé miedo, lo que te mantenga despierta por las noches, y deja que yo te acune aunque sea desde lejos, ¿vale, bombón? Y ya sabes que, si necesitas algo, siempre estoy a una llamada de distancia (pero luego tendrás que darme permiso para hacerme una cuenta en Onlyfans o algo así y poder subir fotos en bolas para pagar las tasas por llamadas internacionales 😞. Yo también quiero un compromiso por escrito, que digas que no te me pones súper celosa cuando te menciono a otras tías
Bueno, mira, en realidad sí que me enfado porque ¿qué es eso de “hablando de follar”, y luego procedes a pedirme permiso para comportarte como un rollito de primavera con las sábanas de mi cama? Si no me encantara tanto el concepto de imaginarte en ella, vestida con mis sábanas y absolutamente nada más, te diría que le dijeras a Mimi que te quitara las llaves de mi casa. Creo que es la única sensata que estaría dispuesta a ponerte límites, porque está claro que mi madre ya te quiere más que a mí. La verdad que te lo has montado de puta madre, chavala, porque como algún día discutamos por algo, me tocará dormir debajo de un puente porque mi madre me echará de casa nada más enterarse de que no te he dado la razón ciegamente.
Si te sirve de consuelo, a mí también me tiene desquiciado lo de la cuenta atrás. En momentos como éste me encantaría ser un niño rico como amigos que tengo (y que tú conoces muy bien) y tener un avión privado que me pasee por el mundo para ir a darle unos besos a mi chica cuando se me antoje (o sea, cada cinco minutos; rompería el récord de contaminación del aire en una semana). Claro que luego pienso en que te dije que me quedaría si quisieras, me dijiste que te encantaría pero que “teníamos que ser nuestras propias personas” y pienso JÓDETE. Porque yo no quiero ser mi propia persona¸ pero como siempre eres tú la que manda en esta relación y la que lo decide todo por los dos. A veces me pregunto cómo puedes pasear ese Cerebro Tan Importante de un lado a otro sin que te dé escoliosis.
Una puta polla te voy a mandar nada firmado con mi nombre completo, que conociéndote eres capaz de ir al juzgado a casarnos y me recibes con nuestro certificado de matrimonio en alguna fecha extrañísima (estilo, no sé, el 3 de diciembre) sólo para poder echarme en cara toda tu vida que yo falté al día de nuestra boda. Es que te estoy viendo contándoselo por enésima vez a nuestros hijos para que os podáis reír todos de mí como si te tuviera delante, vamos. Ni siquiera existen y yo ya SÉ que os va a encantar hacer un equipito para pincharme a mí, que tendré que ponerme como un caniche salvaje para que os riais. Pf, es que ni los tenemos aún y ya me caéis mal.
Me eché a reír. Al igual que él, yo también podía ver esa escena como si fuera una película que tuviera delante; igual que podía imaginármelo con absoluta nitidez sonriendo mientras escribía esas líneas.
Lo del disco de Eleanor… es que estoy flipando con que tu hermano no haya implosionado todavía de lo REVENTADO que debe de estar por no poder ser una súper estrella antes que su novia. Debe de ser una pasada ver cómo hacen un disco, claro que como tu padre ha hecho dos millones desde que naciste y ya estarás acostumbrada; seguro que por eso Eleanor cuenta contigo para que la ayudes. Lo va a petar cien por cien, estoy segurísimo. Vete encargando las camisetas de “fan número 1 de Eleanor Tomlinson”, porfa, que seguro que a Scott le jode millones que me ponga merch de El antes que suyo.
Ahora hablando en serio. Me alegro un montón de que siga adelante con sus planes después de todo lo que ha pasado; no estoy ahí, pero me conozco lo bastante a Tommy y a Scott como para saber que estarán muy preocupados y obsesionados con ayudar a Diana, y necesitarán un poco de normalidad en sus vidas. Porfa, mantenme informado de todo lo que suceda con ella, ¿vale? Una cosa es que me quede y otra que me despreocupe de todos ellos. Te diría que no sabes lo que me jode no poder estar ahí para los chicos, pero… lo sabes de sobra porque me conoces mejor que nadie, nena. Al menos tengo el consuelo de que tienen algo (o a alguien) que los distraiga cuando Eleanor necesite ayuda, y que ella siga adelante con su proyecto ahora que el de CTS se ha atrasado me deja… no sé, más tranquilo, teniendo en cuenta que ya no voy a tener que preocuparme de reproducir como un loco todo lo que haga El para bloquear a CTS del número uno y así poder meterme siempre con Scott.
Dile a mi Malik preferida en el mundo mundial que no se enfade conmigo por lo poco que la he visto; tiene que entender que, aunque ella sea mi ojito derecho y daría mi vida por ella sin dudarlo, me has hecho un amarre TERRIBLE con las piernas y no estoy en mis cabales cuando estoy contigo. No obstante, cuando me alejo de tu influencia maligna me doy cuenta del cuñado terrible en el que me conviertes. ¿No te da vergüenza? Ahora voy a tener que prometerle a Shasha que se lo compensaré llevándola a un fin de gira de Blackpink, y entonces sí que tendré que hacerme un Onlyfans para poder pagar los gastos que eso conlleva, o entraré en bancarrota. Y, encima, seguro que tienes la poca decencia de echarme la culpa y meterte conmigo como lo hiciste en el pasado por mi amplia experiencia sexual (como si no te encantara).
Respecto a lo de que “estaré de acá para allá”… pues, te vas a reír. Resulta que estábamos en una de nuestras incursiones a cientos de kilómetros del campamento cuando nos llegó una llamada de Valeria que no podíamos desatender. Se acercaba un ciclón, o lo que coño haya aquí, y teníamos que volver lo más rápido que pudiéramos a casa. Cuando nos dieron la orden fue una locura; Killian y Sandra se pusieron en modo espías rusos, como si les hubieran entrenado toda la vida para esto, y nos metimos en el coche y nos lanzamos hacia la negrura. Fue impresionante, Saab. Ojalá hubieras estado aquí para verlo. Y también bastante acojonante, la verdad. Estuvimos bastante rato conduciendo en la oscuridad más absoluta, y no sé cómo hacían Killian y Sandra para orientarse, cuando no se veía más allá de un palmo de distancia.
El caso es que nos retrasamos un poco porque pasaron ~CoSiTaS~ que te contaré más adelante, cuando no estemos todos hacinados en el comedor mientras esperamos a que este temporal pase, y Valeria estaba medio histérica cuando llegamos. Fuimos de los últimos, y si no fuera por mi carisma arrollador, creo que nos habría echado a los cuatro del país por hacerla esperar (como si fuera culpa nuestra). Luego nos metió en el comedor y nos tiene entretenidos como buenamente puede, aunque algunos afortunados podemos salir a prácticamente nadar en dirección al edificio en el que cuidamos a los animales heridos para ayudar a los veterinarios con lo que necesiten, o llevarles comida o medicinas de las que siguen trayendo puntualmente de la capital, me imagino que en submarino.
A decir verdad, no me esperaba que el voluntariado fuera a tener momentos así. Me imagino que tú te habrías enterado al primer momento y lo habrías investigado a fondo, porque así eres tú (lista y trabajadora), pero como los dos hemos decidido confiar en que nuestros hijos salgan a ti para ser personas de provecho, no puedes culparme si voy por la vida como un jodido kamikaze y todo lo que me había imaginado me explota en la cara. No sé cuándo podré darle a Valeria esta carta para que te la envíe, pero si llega antes que yo, confía en que finalmente no he acabado subiéndome por las paredes y me han convencido para que me quede. Ya sabes que yo soy un animal de exteriores, igual que un gato callejero, y no llevo muy bien eso de estar encerrado en un sitio (salvo que tenga una compañía deliciosa que me entretenga a lo grande; entonces me vuelvo peor que un ermitaño, o si no que se lo digan a tu cama 😉).
Siento que mi actualización no sea tan emocionante como los dos nos esperábamos, pero es que te juro que no estoy haciendo nada destacable más allá de gastar el tablero del parchís de tanto usarlo. Eso sí: estoy descubriendo un montón de formas distintas de saltarse las normas del Uno; estos escandinavos son todos unos animales que no tienen ni puta idea de lo que es la ley y el orden.
¿Desde cuándo Sabrae Gugulethu Malik, reina y señora del universo, pide permiso para mandarle regalitos a su más humilde siervo? Me anonada lo dócil que te has vuelto. Como esto sea cosa de Sherezade y de Zayn, voy a tener una gordísima con ellos. Parte de tu encanto es lo respondona que eres; te pones tan guapa cuando te enfadas que hay veces que sólo te llevo la contraria para verlo. Así que mándame la mercancía delicada que quieras, nena (aunque eso de que no vaya a abrir un paquete en el que estés tú sinceramente ME OFENDE, ¿cómo te atreves a destrozar así mis ilusiones? Mala persona).
Y lo de Nochevieja… pf, sinceramente me encanta. No sé muy bien si haremos alguna fiesta o algo en el campamento (me imagino que sí, porque es de las pocas fiestas que comparte absolutamente todo el mundo), pero no dudes en que sacaré tiempo para lo que organices. Me mola lo de la música, ¿hace Unhinged, de Nick Jonas, o vamos a lo grande con algo de The Weeknd? Lo que tú quieras. Suerte que Shash (¿te he dicho ya que es mi Malik preferida en el mundo mundial y mi ojito derecho?) me ha metido música en su iPod como para un viaje interestelar, así que estoy bien cubierto en ese aspecto. No sé si tendremos fuegos artificiales, pero puedo pedirles a los soldados que se pongan a pegar tiros al aire para simular el ruido. Por lo demás, estoy totalmente en tus manos; tú dirás lo que se te ocurre, ya sabes que soy muy sumiso 😉.
Yo también me despido ya, nena. Siento no haberte hecho una crónica apasionante de mis aventuras africanas, pero de verdad te digo que estoy teniendo unos días excesivamente aburridos. Joder, ¿quién me mandó volver? Con lo bien que estábamos retozando en el piso de tus padres. Dime, ¿tienes un fetiche con los imbéciles? Porque estoy empezando a pensar que estás conmigo para reafirmar tu inteligencia. Que conste que no me quejo; con estar contigo, como si me tratas de tonto a todas horas.
En fin. Qué carta más lamentable. Menos mal que estás patéticamente enamorada de mí y vas a perdonármelo, porque si dependiera de lo interesante que es mi vida, estaría jodido. Menos mal que, al menos, como tú bien dices, follo bien 😉.
Espero tu atenta res… COÑA. ¿TE IMAGINAS QUE ME DESPIDO CON UN “ESPERO TU ATENTA RESPUESTA” DESPUÉS DE HABERTE COMPROBADO LA FIEBRE EN MÚLTIPLES OCASIONES CON MI POLLA?
Yo también te quiero muchísimo, muchísimo, MUCHITISISÍSIMO, mi precioso bombón, mi amor, mi luna y mis estrellas, y no podría dar más las gracias por tu magnanimidad al dejar que me vaya a hacerme el valiente a miles de kilómetros de ti y, aun así, seguir queriéndome.
Amándote siempre, como el salmón a la corriente,
Tu esposito que por ti siente anhelo, como el flan por el caramelo,
Al ❤❤
PD: ES QUE NO ME PUEDO CREER QUE ME HAYAS HECHO EL PUTO FORMULARIO XD ESTÁS DEMENTE TOTAL TÍA. Bueno, qué cojones, ¡sí que me lo creo! De hecho, pensándolo en frío, si no me lo hubieras mandado pensaría que estás secuestrada.
PD2: Te lo firmo con la condición de que no uses mi firma para otros menesteres. Va en serio. Como ahora le des ese papel a mi abuela para que se ponga a reclamar la península de Crimea o algo así…
PD3: es urgente que dejes de comportarte como si fuéramos la primera pareja en la historia de la humanidad que prueba el sexo anal. Francamente, si hubiera sabido que te iba a cambiar la personalidad de esa manera, o lo habríamos hecho mucho antes o no lo habríamos hecho hasta que yo volviera.
PD4: ya que te he mandado el puñetero formulario, ¿me envías regalices, porfa? De los tronquitos rellenos, anda. Ya sabes los que me gustan.
PD5: me acabo de acordar de que no te pedí que le recordaras a Jordan que ponga mi cuenta de Spotify en bajito mientras juega a videojuegos para que siga saliendo dentro de los mayores oyentes de The Weeknd, así que, porfa, recuérdaselo a Jor. Me jodería muchísimo perder esa estadística, y según mis cálculos, el año que viene le toca hacer tour. Quiero tener las entradas aseguradas.
PD6: ¿Has visto con qué sutileza te he dejado caer lo que quiero de regalo de cumple? ᵔᵕᵔ.
PD7: Aunque también me conformaría con que vinieras en un paquete 😉.
PD8: nada más que añadir. Te quiero muchísimo, bombón ❤❤❤❤❤
Me mordí el labio al pasar la página y ver el formulario que le había hecho a Alec con mucho esmero, cuidando de que todas las casillas que necesitaba que me cubriera tuvieran el espacio suficiente para que escribiera cómodamente, pero sin que sobrara excesivamente el espacio.
No había contado con que me haría un regalo que yo ni siquiera sabía que necesitaba, o que me hacía ilusión.
Había cubierto todo cuyos datos le había pedido, desde su dirección, el número de su documento nacional de identidad, el carnet de conducir que tenía, y las cosas que me autorizaba para que gestionara en su lugar. Aparentemente todo había sido perfecto, salvo un pequeño detalle:
En su nombre y firma no había escrito “Alec Theodore Whitelaw”, sino “Alec Theodore Whitelaw-Malik”. Y luego había subrayado el “Malik”, había escrito un corazón y garabateado un “seguro que estás babeando ahora mismo”, acompañado de una carita sonriente.
No se alejaba en absoluto de la realidad, y me había hecho darme cuenta de lo mucho que lo echaba de menos y cómo admiraba la forma en que podía animarme a hacerlo mejor incluso estando a miles de kilómetros.
Había encontrado en su carta la determinación para continuar ensayando, a pesar de tener la espada de Damocles pendiendo sobre mi cabeza en la forma en que me miraba la profesora de Mimi cada vez que volvía a ejecutar una coreografía que, vergonzosamente, aún no había dominado.
Creía que el domingo me ganaría una mirada aprobatoria por haber aparecido, aceptando el reto que la profesora me tendía, pero la manera en que había fruncido los labios me había hecho saber que, lejos de un logro, aquello era el mínimo que se esperaba de mí. Resultaba increíblemente frustrante ver que nada de lo que hacía era suficiente, más aún cuando había basado toda mi vida en ser la mejor y en no dar ningún problema, sino cantidad de motivos de orgullo. Por eso, la carta de Alec había sido como un soplo de aire fresco en una habitación saturada.
Por eso, a pesar de que me sentía como Sísifo, empujando una piedra pesadísima montaña arriba sólo para no alcanzar nunca la cima; a pesar de que tenía que luchar por contener mi frustración, a pesar de que cualquiera en mi lugar ya habría abandonado, y a pesar de que cada vez estaba más tiempo pensando que era lo más sensato…
… cuando mi madre llamó a la puerta del baño para avisarme de que había pasado el tiempo que yo le había pedido que me dejara para relajarme antes de mi siguiente entrenamiento, pude levantarme.
Porque puede que todo careciera de sentido y la inercia se estuviera volviendo en mi contra, pero las cartas de Alec siempre llegarían en el momento justo en que yo estaba a punto de tirar la toalla. Después de todo, cuando la tempestad es más salvaje y el barco parece a punto de hundirse es cuando aparece la luz del faro rasgando el horizonte.
De normal ya llevaba mal estar metido en un sitio del que no podía salir todo lo que a mí me gustaría; de ahí mi falta de consistencia en lo que al rendimiento académico se refería.
No obstante, había una diferencia entre estar en el instituto, donde estaba con mis amigos y sabía, al menos, que tenía una hora límite en la que mi confinamiento terminaría; y permanecer en el comedor del campamento hasta nueva orden. En el instituto todo estaba organizado y había vida después de la campana; en el campamento estábamos a merced del viento y la lluvia, que seguían rugiendo contra las ventanas como si estuvieran decididos a sacarnos de allí a rastras. Es decir, no teníamos ningún tipo de horario al que aferrarnos, y yo estaba empezando a entender la obsesión de Sabrae por tenerlo todo organizado y saber a qué atenerse. Echaba muchísimo de menos tener un objetivo en la vida que alcanzar a corto plazo como, no sé, la hora de comer.
Me estaba matando matar el tiempo con juegos de mesa, conversaciones desperdigadas e intentos de conectar la televisión a pesar de la determinación de la estática. Nedjet decía que se debía de haber caído algún árbol por la zona del repetidor, y que si la avería era gorda, podríamos pasarnos semanas antes de volver a ver algún programa en la televisión. Las chicas se peleaban entre sí por ver qué musical de los de cien años que tenía Valeria en el despacho ponían por enésima vez, y normalmente yo habría presenciado entusiasmado la pelea de gatas que incluso se sacaban las garras si a) no estuviera ya comprometido y b) no tuviera una bebé de la que preocuparme.
Porque si al menos supiera que Nala estaba bien, por lo menos el tiempo se me pasaría un poco mejor y no sentiría cada segundo clavándome mil puñales en el vientre. Podía sobrevivir a mi aburrimiento, pero no a la angustia que me producía saber que no podía estar siempre a su lado, cuidándola, asegurándome de que no tuviera miedo. Perséfone ya me había lanzado varias miradas de advertencia cuando intenté seguirla en dirección a la clínica, donde los veterinarios trataban de contener a los animales, cada vez más nerviosos e irascibles por no poder salir del cubículo en el que los tenían. Mi lado racional sabía que no debía marcharme, que tenía que actuar normal, con el aburrimiento que tenían mis compañeros, y que no debería zafarme de Luca con la rapidez con que lo hacía, pero mi lado protector era demasiado fuerte e impulsivo, y había momentos en los que tomaba el control y me hacía plantarme en la puerta del comedor antes de que Valeria me chillara que me alejara de ella si no iba a salir (y no tenía permiso para salir).
Terminaría descubriendo nuestro secreto por pura estupidez, por no saber retener mi preocupación, pero lo peor de todo es que me daba igual. En los momentos en que escuchaba un árbol crujir y todos nos quedábamos en silencio, esperando el sonido característico que habíamos aprendido que sólo producían los árboles partiéndose por la mitad, o cuando un rayo iluminaba el cielo y las ventanas temblaban con la potencia del trueno inmediatamente posterior, yo sólo podía sentir el cuerpo pequeñito de Nala como un fantasma entre mis manos, apagándose más y más con cada demostración de poderío del clima.
Estaba seguro de que no duraría mucho más allí encerrado. Tenía que salir. Tenía que hacer algo. ¿Y si se había puesto enferma y Perséfone no quería decirme nada para que no me disgustara?
¿Y si le había pasado algo peor y yo no estaba allí para asegurarme de que salía adelante?
Me levanté como un resorte cuando un nuevo trueno hizo chisporrotear las lámparas del techo, que llevaban cargándose y descargándose con las subidas y bajadas de tensión desde que habíamos entrado allí. Valeria estaba en una esquina del comedor, hablando en susurros con Nedjet, Mbatha y varios soldados, algunos de ellos con la ropa todavía húmeda tras haber cruzado el espacio entre la clínica y el comedor, observando un mapa con el ceño fruncido y mirada cansada mientras escuchaban una radio a la que ninguno de los voluntarios prestábamos atención, pues era local y, por tanto, no tenía su interpretación en inglés.
Valeria suspiró al ver que me acercaba, sus hombros hundiéndose con el cansancio de un aviador que lleva horas luchando contra un tornado. Nadie estaba durmiendo bien, pero Valeria especialmente. Supongo que estar a cargo de un edificio lleno de críos es lo que supone: yo lo estaba viviendo en mis propias carnes con Nala, y ella sólo era una. Imagínate varias docenas de ellos, cada uno con sus necesidades… y, encima, algunos de ellos más que dispuestos a darte la tabarra.
-Ya te he dicho que no quiero que nadie ande por ahí con este vendaval, Alec-bufó, cansada. Me imagino que no podía dejarme salir porque todos mis compañeros querrían ir detrás, pero ella no lo entendía: mis compañeros sabían de sobra que yo tenía un motivo de peso para estar más preocupado que ellos. Lo respetaban y lo comprendían.
Pero, claro, no podía decirle eso a Valeria sin que saltara la liebre.
-Sólo vengo a pedir que lo reconsideres…
-¿Por séptima vez?
-… ya que no voy a irme por ahí ni nada por el estilo. Me han dicho que los animales están muy nerviosos, y toda ayuda es poca.
-¿Y eso tú cómo lo sabes?-inquirió, alzando una ceja, retándome a que dijera el nombre de alguno de los compañeros de Perséfone para echarle una soberana bronca. No mordí el anzuelo (por primera vez en mi vida, debo decir).
-Escucha, sé que no tengo el mejor currículum, precisamente, pero te pido una oportunidad. Por caridad cristiana. Nedjet responde por mí, ¿verdad, Nedjet?
-Ni de coña, chaval. Lo siento, pero en esto estoy con Valeria. Es demasiado peligroso para que andéis por ahí. Los veterinarios van y vienen porque no queda otro remedio, pero-señaló afuera, donde un rayo partió la oscuridad del cielo en dos como un cuchillo la mantequilla derretida, y se me erizaron los todos los pelos de la nuca- lo que hay ahí fuera va más allá de nada que hayas visto nunca.
-Habéis tenido un montón de temporales en todos los voluntariados; lo he estado hablando Killian y sus colegas-varios de los soldados alzaron las cejas ante mi indiscreción, pero me daba igual. Lo siento, pero esto era más importante que la camaradería y las revistas porno que escondían en sus catres y que de vez en cuando nos dejaban mirar. Se trataba de la vida de mi hijita peluda, de la que me había convertido en orgulloso (y más preocupado aún) padre adoptivo-. Y nunca ha pasado nada. ¿Por qué ahora va a ser dif…?
-Nunca ha pasado nada porque todos mis voluntarios hasta ahora han sido lo bastante sensatos como para obedecerme en lugar de suplicarme que los dejara salir en medio de un maldito huracán, Alec-espetó Valeria, irguiéndose cuan alta era. No es que fuera mucho teniendo en cuenta mi estatura, pero algo sí que imponía, la verdad.
Había un deje de autoridad en ella que le sumaba mínimo 20 centímetros.
Me relamí los labios.
-Creía que los huracanes sólo estaban en el Caribe.
Se hizo el silencio a nuestro alrededor, como si todo el mundo estuviera esperando a que Valeria explotara y me arrancara la cabeza allí mismo. Visto en retrospectiva, supongo que me lo tenía bien merecido.
-Escucha. Escúchame. Escúchame sólo un minuto, ¿vale?-le supliqué al ver su expresión, extendiendo los brazos en su dirección-. Sé que soy una puta pesadilla y que no te he dado más que disgustos, y que no te fías de mí una mierda después de que me escapara del país para ir a ver a mi novia porque estaba rayada incluso cuando me has jurado y perjurado que me lo has perdonado y que estás dispuesta a pasar página y dejar que mis acciones te demuestren que sólo estaba enajenado, o algo así. Y lo entiendo. Te di un disgusto tremendo, y seguro que en tu cabeza ya aparece mi cara cuando piensas en el concepto de “susto de muerte”, y lo tengo muy merecido y entendería que me castigaras por ello hasta el fin de los tiempos-me puse una mano en el pecho y Valeria suspiró sonoramente-. Sé que no me merezco tu confianza y que todos los beneficios que he ido disfrutando a lo largo de estos meses son fruto de un trabajo profundísimo de argumentación por parte de Nedjet, y que en ocasiones te preguntas por qué coño Nedjet se pone de mi parte cuando es evidente que soy algo así como la personificación de todas tus pesadillas. Pero te prometo que no lo hago por joder, Valeria. En serio. Es sólo que… llevo toda mi vida sintiendo que no ayudo lo suficiente a los demás, y si he venido a Etiopía es precisamente para enmendar ese error. Sé que no son las mejores circunstancias, pero, sinceramente, ¿cuándo lo son? Cuando no haya un huracán extranjero ahí fuera-señalé con la mano la ventana-, estaremos cortos de suministros o no tendremos personal suficiente para lo que quieras proponernos hacer. Pero no por dejar de hacerlas las cosas se solucionarán solas.
»No voy a intentar convencerte de que me des un voto de confianza, porque todos sabemos que te he dado motivos de sobra para que no te fíes de mí. Lo que sí te voy a pedir es que mires a tu alrededor y pienses cuántos de nosotros estaríamos dispuestos a arriesgarnos por serles útiles a los veterinarios. Fjord y los demás cocineros están haciendo un trabajo increíble, pero los demás estamos aquí sentados sintiendo que nos necesitan más que nunca y que nos estamos dedicando a pasar el tiempo mientras los demás se desloman. O sea, a ser unos inútiles. Sé que crees que los demás van a realizarse después, y que entenderán que no se trata de cuántas cosas buenas hayas hecho a lo largo de tu vida como si esto fuera una lista en la que simplemente tienes que alcanzar el objetivo y ya está. Y seguramente así sea. Seguramente los demás no dan problemas porque saben que ahora tienes bastante en la cabeza como para preocuparte de si nos pondremos a cantar bajo la lluvia como si esto fuera un juego, pero te prometo que no lo es. Sabemos que no lo es. Nadie va a venir detrás de mí. Sólo queremos sentirnos útiles, y yo…-miré hacia las luces derretidas de la clínica, en la que los generadores garantizaban la corriente incluso cuando la red no podía-, yo creo que sólo me sentiría útil ayudando a los veterinarios.
Valeria parpadeó.
-Llevo todo el voluntariado sin parar quieto más de cinco minutos. Entenderás que me esté matando el no poder hacer nada para…
-Ya haces algo estando sentado y callado y no dándome un motivo más por el que preocuparme-espetó Valeria, y yo me mordí el labio.
-Puede. Puede-repetí tras una pausa-, pero aquí sentado y callado te dejo que te preocupes por organizar los turnos de los veterinarios para asegurarte de que no hay pocos y, a la vez, descansen el máximo posible. Ya tienes suficiente con organizar las comidas. Si esto sigue así muchos días, sabes que tendremos que ir pensando en racionarla. Y luego, cuando se nos acabe, tendrás que elegir a los obreros y los vehículos más fuertes y robustos que puedan ir hasta la ciudad en busca de provisiones. Y luego, tendrás que pensar en cómo harás para pagar sus precios exorbitados.
»Sé que ahora parece que estoy dándote más problemas, pero lo que necesitas es un par de manos más. Bueno, aquí las tienes-las extendí con las palmas vueltas hacia el cielo hacia ella, que me lanzó una mirada gélida que me habría dejado tieso en el sitio si no estuviera tan desesperado por salir.
-Te agradecería tu preocupación si no supiera que hay algo detrás. Porque, por mucho que tengas razón en eso de que tengo cientos de cosas en la cabeza, cosas de las que no me preocupo ahora pero sé que me tocará preocuparme, tampoco soy tonta y sé que hay algo que quieres y que no me estás contando.
-Eso no es…
-Te escapaste cuando te negué el permiso para irte.
-Pero volví, ¿no?
-Te dije que eso podría darnos problemas con tu visado y te dio igual. Te dije que tendrías que obedecer a Killian y Sandra cuando te dijeran que tendrías que dejar animales en la sabana, y sé que cada uno de los que abandonáis es una lucha de ellos dos contra ti, porque te niegas a abandonarlos-miré a Sandra, que apartó la mirada, avergonzada, aunque tampoco podía culparla por contarle a Valeria que no le ponía nada fácil su trabajo-. Te dije que no dijeras nada del santuario por el bienestar de las mujeres-hizo énfasis en la razón por la que me había hecho jurar que guardaría el secreto, y había terminado contándolo-, y tuviste que decirle a Luca a qué te dedicabas incluso cuando se te dijo que ese trabajo era el más selecto, secreto y especial de todos los que hacíamos aquí-espetó, y noté la incomodidad de Luca a mi espalda, quien, como siempre, había venido a echarme una mano y a protegerme igual que lo hacía Jor en casa. A veces se me olvidaba que podía contar con alguien para que ocupara el sitio que Jor había dejado libre durante esta temporada que estábamos separados, y que había alguien tratando de ponerle freno a mi impulsividad-. Nedjet te dijo que no dejaras que las mujeres te vieran, y tú atravesaste corriendo su plaza con total desprecio por sus traumas y lo que les haría ver de nuevo a un hombre.
-Valeria, no estás siendo justa-la reprendió Nedjet.
-Tenía que salvar a un niño-respondí con un hilo de voz.
-Y por muy loable que fuera lo que hiciste, ¿fue por buena voluntad, o fue para colgarte la medalla?
Algo dentro de mí cortocircuitó. ¿Me lo estaba diciendo en serio?
-¿Crees de verdad que me jugué el pescuezo para que me dieras una palmadita en la espalda y una medallita…?
-Alec-me pidió Luca.
-¿…y me arroparas esa noche y me dieras un besito en la frente…?
-Alec-insistió Luca, agarrándome del codo.
-¿… y me dijeras que había sido muy buen niño y que estabas orgullosa de mí? ¿Tan huérfano te crees que soy? Porque ya tengo una madre que hace todas esas cosas, incluso cuando no las merezco.
-Entonces dime qué otra cosa me queda pensar, aparte de que tienes un problema patente con las figuras de autoridad y con acatarla, si pareces incapaz de hacer nada que te suponga un mínimo inconveniente.
-No me puedo creer en serio que de que haya salvado a un crío de morir ahogado saques la conclusión de que lo he hecho por mi puto ego. Se nota un huevo que no me…
-Olvídate de lo del crío. Explícame lo demás.
-¿Qué cojones quieres que te diga, Valeria? Ya has decidido que soy el malo de esta historia, así que no sé ni siquiera qué cojones hago aquí.
-Vamos a calmarnos-dijo Nedjet.
-La verdad es que yo tampoco-espetó Valeria, abriendo los brazos-. Todos tus compañeros son conscientes de lo que pasa, excepto tú. ¿Eso no te da que pensar?
-Quizá se resignan porque están bien de la cabeza, pero, como yo no lo estoy, entonces no puedo entender lo terca que eres rechazando las ideas que no entran dentro de lo que tú tienes planeado.
-O puede que los demás entiendan que esto no es una democracia. Quizá ellos entiendan que yo soy la que está al mando por algo; porque no te equivoques, Alec: ha habido muchos antes que tú, y habrá muchos después. No vas a marcar un hito imborrable en este campamento con esa actitud.
Sonreí.
-No te imaginas la cantidad de tíos que hay en Londres que se repiten eso hasta la saciedad para dormir por las noches para poder conciliar el sueño después de que yo me follara a sus novias.
-Alec-me pidió Luca.
-No deberías estar tan orgulloso de ser tan chulo como eres. Aquí no puntúa; aquí, descuenta.
-Mi chulería me ha llevado bastante lejos, la verdad.
-Tu chulería podría matarte. O, peor aún, podría matar a alguno de tus compañeros-sentenció Valeria, e hizo amago de sentarse, dando por finiquitada la conversación-. Me parece de puta madre que te inmoles, pero no arrastres a los demás contigo.
-¿Te das cuenta de cómo cojones te pones porque te pido ayudar a los veterinarios? Los demás no van a seguirme como una manada de patitos a su mamá.
-Los patos van en bandadas-se burló Valeria son sorna, y Nedjet se presionó el puente de la nariz. Sabía lo que pasaba cuando me tocaban los cojones, y Valeria me los estaba tocando.
A decir verdad, si había una competición entre ella y Sabrae, ni siquiera sabía quién de las dos ganaría. Estaban muy, muy, muy igualadas. Sabrae conocía mis puntos débiles más vulnerables, pero como me quería, no los utilizaba. En cambio, Valeria no me conocía lo suficiente para atacarlos, por lo que no dudaba en recuperar ventaja yendo a por los que sí podía ver.
-Ah, ¿ahora corregimos la dialéctica del contrincante? ¿Sabes que es a eso a lo que recurre quien se ha quedado sin argumentos y no quiere reconocer que está a punto de perder la discusión?
-Pierda o no, tú no vas a salir ahí fuera y PUNTO, Alec. Lo siento si eres lo bastante ingenuo como para pensar que esto es una discusión, porque no lo es. Yo mando y tú obedeces.
Valeria se giró y me miró por encima del hombro.
-¿Quieres ponerme a prueba?
Me reí entre dientes. Vale. No pasaba nada. Si tenía que buscarme la vida y pedirles pasta a mis padres para cuidar de Nala hasta que fuera algo mayor, o para poder llevármela a un campamento en el que se hicieran cargo de ella, lo haría. Pero quedarme de brazos cruzados mientras a cada minuto que pasaba se jugaba una muerte súbita no estaba en mis planes.
-Yo me merendaba a tíos el doble de tu talla, Valeria. No hay pruebas donde no hay competencia-sentencié, y di un paso hacia la puerta. Todos mis compañeros se pusieron de pie rápidamente, dispuestos a interponerse en mi salida.
-Como pongas un solo pie fuera de esta cabaña…-empezó Valeria, y yo sonreí, di otro paso atrás, y luego, otro más, empujando con todas mis fuerzas entre la maraña de cuerpos que trataban de retenerme, hasta alcanzar con la mano la manilla de la puerta-. ¡Crees que te lo digo de farol, niño, pero no es así! ¡Ponme a prueba!-ladró de nuevo, poniéndose de pie-. ¡Vamos! ¡Pon un maldito pie fuera y te meto en el primer avión que salga de Etiopía, y me da igual en qué puta dirección vaya!
-Soltadme-gruñí.
-Deja de hacer el gilipollas, tío-me instó Fjord.
-¿Tienes claustrofobia o qué? Relájate. Está diluviando-me dijo otro chico.
-No calientes a Valeria, que luego es peor-me pidió una de mis compañeras de América Latina.
-¡Dejadme salir, hostia!
-Quitaos de en medio-ordenó Valeria, y todos se quedaron helados al escuchar el gélido deleite de su voz. Incluso a Nedjet le recorrió un escalofrío-. No va a salir.
-¿Que no qué?-repliqué mientras me zafaba de las manos que me agarraban, quitándomelas de encima como una capa de polvo-. ¿Te crees que le tengo algo de apego a este cuchitril al que llamas campamento?
-Cuidado, Alec. No digas cosas que no sientes-me pidió Nedjet, lanzando una mirada cargada de advertencia en dirección a mis compañeros.
Y sí, la verdad es que eran palabras hirientes… pero ellos me entendían. Me entendían como no lo hacía nadie. Sabían lo que era luchar con todas tus fuerzas por sacar adelante algo y que luego a Valeria no le pareciera suficiente; intentar organizar algo divertido y que ella dijera que no teníamos tiempo ni recursos para ello. Puede que hubiéramos avanzado algo en su trato más cercano las últimas semanas, pero no por eso dejaba de ser una tirana cuando estaba agobiada.
Se agobiaba con una facilidad…
-No vas a salir-repitió Valeria en un tono helado y extrañamente seductor que me recordó a cómo me hablaba Sabrae cuando tenía ganas de bronca. Aunque se me pusieron los pelos de punta, procuré que no se me notara.
-Ah, ¿no? ¿Tan segura estás de que te tengo miedo?-pregunté, y un nuevo rayo partió el cielo. Su trueno retumbó en el suelo, haciéndolo vibrar como si de un pequeño terremoto se tratase.
-Eres muchas cosas, Alec, pero no eres imbécil.
-¿Entonces crees que no te tengo miedo porque no soy imbécil?
-No. No vas a salir porque no eres imbécil. Porque sabes lo que implica que salgas.
-¿Que es…?
-Si sales, te echo. Te lo he dejado claro, y sabes que no voy de farol. Repito: como pongas un solo pie fuera de este comedor, te meto en el primer avión que salga de Etiopía.
-¿Y si estoy montando esto porque me quiero marchar?-pregunté, y Valeria se rió.
-En el fondo, no te quieres marchar. Los dos lo sabemos. Si no haces más que volver una, y otra, y otra vez, incluso cuando amenazas con no hacerlo e incluso cuando dices que te tienen que convencer para que lo hagas… ahora más que nunca no te quieres ir.
Me reí con sorna. ¿Qué cojones decía? La situación en casa era un desastre: Diana estaba hecha una mierda, a Tommy y Scott la situación les superaba, Sabrae andaba a mil cosas y, encima, tenía que defender nuestra relación ella solita; Jor se mataba en el gimnasio con los cascos a toda leche, y todo porque yo no estaba ahí para llenar las horas con mi cháchara constante; Bey no paraba de estudiar y no había nadie que la hiciera desmelenarse un poco ahora que yo estaba a miles de kilómetros, y Tam, con rutinas académicas parecidas a las del ejército de Corea del Norte… sin olvidar, por supuesto, que yo jamás renunciaría a una noche al lado de Sabrae. Ya fuera con polvo o con sesión de mimos mojigata.
Valeria estaba mal de la cabeza si pensaba en serio que amenazarme con echarme era amenazarme realmente.
-De nuevo-respondí, sonriendo con la maldad que hacía que Sabrae se volviera loca de rabia-, creo que sobrevaloras mi interés por seguir en este cuchitril que llamas campamento.
Valeria sonrió con maldad, esperando a que metiera la pata, que dijera que mis compañeros me daban igual, que me los pusiera en contra y, así, hacerle la vida más fácil dejando que fueran ellos los que decidieran que yo no merecía seguir entre ellos.
Pero, como ella misma había dicho, no era imbécil.
-Puede que me encanten los sábados de fiesta en el comedor, ver a las chicas matarse por elegir pelis, jugar a juegos de mesa o dormir la mañana hasta que me despierta el sol en la cara. Puede que me guste comer apretujado con los demás para escuchar mejor las historias de nuestras vidas, aprender sus idiomas y enseñarles el mío. Los míos-me corregí, inclinando la cabeza ligeramente a un lado, alzando la ceja y dedicándole una sonrisa cínica que dejara entrever que, efectivamente, no era imbécil, o no lo suficiente como para no dominar tres lenguas-. Puede que me encante sentir mi cuerpo ganando fuerza a medida que voy construyendo las casas en las que las mujeres del santuario tendrán otra oportunidad para rehacer su vida, o lo útil que les resulto cuando les arreglo algo que llevan tiempo intentando mejorar. Puede que me encante pasar tiempo con Perséfone-señalé el edificio en el que ella ahora mismo cuidaba de los demás animales, y le daba, esperaba, un trato especial a Nala-, sobre todo contando con que la conozco desde que era un crío, todo lo que hemos pasado juntos y que estaba resignado a echarla de menos hasta que volviera a verla dentro de un año. Puede que me encante estar con Luca-añadí, de nuevo haciendo un gesto con la mano hacia él y asintiendo ligeramente con la cabeza en su dirección-, porque no pensé que pudiera tener una relación tan estrecha con alguien que no fuera de mi círculo más íntimo y al que conociera desde siempre, pero me equivocaba. Puede que cada risa que me escuches en el campamento sea auténtica, y puede que también me guste hasta lo mal que lo paso a veces estando lejos de casa o madrugando o haciendo mierdas que no me apetecen mucho. Puede que me apasione la sabana-admití, y me encogí de hombros-, lo inmensa que es, lo pequeño e importante a la vez que me hace sentir, y el color dorado que sólo hay aquí, y en ningún otro lugar.
»Puede que me encante todo eso, Valeria. Pero si piensas, siquiera por un segundo, que yo no soy inmensamente feliz en Inglaterra, que no tengo una familia que me quiere, unos amigos a los que les encanto y una chica que me adora y de la que yo beso el suelo que pisa, es que estás mal de la cabeza. Si crees de verdad que estar aquí y no con ellos no me supone un esfuerzo y un sacrificio, y que no estoy pagando un precio por este voluntariado que va más allá del desembolso económico que tenemos que hacer para venir y mantenernos aquí, o que no hay días en los que preferiría estar en mi casa, jugando a la consola con mi mejor amigo, escuchando a mi madre hablar con mi padrastro en la cocina, a mi hermana escuchar música en el piso de arriba, o jugueteando con su conejo mientras yo me apoltrono en el sofá a ver telebasura mientras espero a que se haga de noche para poder ir a ver a mi novia, o salir con mi novia; o, mejor aún, follar con mi novia, no es que estés mal de la cabeza. Es que estás jodidamente demente.
Un murmullo se extendió por el comedor ante el insulto, pero Valeria no se amedrentó. Simplemente sonrió y levantó ligeramente la cabeza, como si llevara esperando esas palabras desde que me había visto levantarme por el rabillo del ojo.
Me animaba a seguir.
Como si yo necesitara que me espolearan.
-Y, sinceramente, creo que hay demasiadas cosas en juego y muchísima competencia para llegar hasta tu puesto como para que la WWF se permita tener a alguien jodidamente demente controlando uno de sus campamentos, dirigiendo las actividades y cuidando de todos los jóvenes que venimos aquí a, como mínimo, hacer con nuestros veranos algo productivo. Ya no te digo los que venimos a pasar el año entero. Así que, si no estás jodidamente demente, entonces tiene que ser que sobrevaloras muchísimo al campamento. Supongo que nos pasa a todos cuando le dedicamos tanto tiempo y esfuerzo a algo: que perdemos la perspectiva. Pero yo no llevo aquí el tiempo suficiente como para no darme cuenta de que, en realidad, todos estamos aquí porque queremos, y no nos vamos no porque no nos eches, sino porque elegimos cada día pagar el precio en lugar de regresar con nuestras familias.
»Hasta que un día no nos compense. Y lo que me pregunto es…-dije, y avancé hacia ella- ¿te da miedo que, por primera vez, te hayas encontrado con uno al que está a punto de dejar de compensarle? Puede que haya habido cientos antes que yo, y cientos después-me detuve frente a ella, que no se amedrentó a pesar de la diferencia de altura y de que estaba inclinado sobre ella como un halcón sobre el ratón al que estaba a punto de devorar-, pero estoy seguro de que no has tenido a uno como yo en la vida, Valeria.
»Supongo que a todos os termina llegando este momento. Siempre creéis que vais a libraros, pero al final, en el último momento… terminamos apareciendo. Siempre llega alguien al que vuestras amenazas ya no les sirven, y que decide que no merece la pena seguir buscando lo que os habéis esforzado en demostrarle que no va a encontrar aquí. O, por lo menos, no con vosotros. La mayoría sí lo encuentran-admití, y me metí las manos en los bolsillos-, pero siempre hay una oveja negra que finalmente os contesta “vale, échame” cuando les amenazáis con hacerlo.
Valeria me miraba desde abajo sonriente, los ojos fijos en mí, como si no fuera mucho más alto y mucho más fuerte que ella. Claro que sabía de sobra que yo nunca le pondría la mano encima: la única razón por la que yo me liaría a hostias con una mujer estaba a seis mil kilómetros de distancia.
Mi jefa (al menos, por el momento, en lo que tardara en cruzar la puerta y reunirme con Nala, despidiéndome así del estatus de miembro del campamento) estaba a salvo en ese sentido, y siempre que Sabrae se mantuviera bien lejos de ella.
O ella bien lejos de Sabrae, según se mire.
-Podrías contestármelo-respondió Valeria tras un momento de silencio glorioso-, pero sabría que vas de farol.
-Ponme a prueba-repetí, y Valeria se rió suavemente, y se empujó las gafas de ojo de gato por el puente de la nariz.
-Ahórrate el mal trago, Alec. A los chicos de tu edad no os suele sentar bien que os dejen en evidencia.
-¿Acaso no te he dado motivos de sobra para creer que haré lo que me da la gana cuando me dé la gana, y no puedes hacer nada por impedírmelo? Las mismas cosas por las que no te fías de mí son las que me dan alas y definen mi carácter-contesté, guiñándole el ojo, y Valeria se rió y sacudió la cabeza. Le puso una mano en el brazo a Nedjet, que se había levantado y me miraba con atención, como un toro midiendo al torero con el que tiene pensado terminar aquí, y ahora.
Era increíble que alguien tan pequeño pudiera manejar a alguien tan grande, pero yo sabía del poder que tenían las chicas bajas sobre los chicos altos. Si Sabrae no me tuviera comiendo de la palma de su mano y yo no fuera una extensión de su voluntad y sus deseos, diría que incluso me extrañaría que Valeria pudiera detener a Nedjet.
Después de Sabrae, la verdad es que ni lo dudaba.
Claro que, después de Sabrae, también había aprendido a temer a los frascos pequeños. Normalmente son los que contienen veneno.
-¿Quieres que te diga por qué sé que no vas a cruzar esa puerta y arriesgarte a que te eche, Alec?-preguntó, esta vez en ruso, y aunque me extrañó que cambiara de idioma si pretendía darme un rapapolvo, decidí seguirle el juego.
Total, para lo que me queda en el convento.
-Ilumíname-respondí en el mismo idioma, y Nedjet nos miró alternativamente a ambos. Sólo había un par de personas que compartieran el ruso como lengua materna, y estaban lo bastante lejos como para no escuchar lo que decíamos. Valeria y yo habíamos pasado de un tono duro, alto y desafiante, a uno bajo, gélido e íntimo, tan propio de enemigos acérrimos como de amantes.
Creo que al final mi relación con ella no era tan distinta a la que tenía con Sabrae.
Las dos me jodían pero bien.
-Por la pequeña leoncita que hemos pillado a Perséfone metiendo en una de las mochilas para traértela y que dejes de subirte por las paredes. Le has puesto Nala, ¿no?
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Supongo que tendría que odiar a Valeria pero no puedo evitar que me encante su personaje. La conversación entre ambos ha sido increíble. Al borde del sillón todo el rato. Lo tiene cogido bien por lo huevos.
ResponderEliminarY por dios la carta es una absoluta monada. He estado todo el rato leyéndola sonriendo como una boba.