El miércoles 14, te espera un regalo por aquí, ¡acuérdate de volver! Tenemos una cita. ❤
Estaba tumbada encima de papá cuando mamá bajó las
escaleras y le acarició el mentón. Se estaba acabando el verano y se acercaba
ese final de mes que tanto temíamos en mi casa, el momento en que empezaba a
ponerme nerviosa por las posibles traiciones que mi cuerpo tendría preparadas
para mí. Las pequeñas rebeliones que se producían en mi interior ante mi
negativa a perpetuar la especie hacían correr, literalmente, ríos de sangre,
que ya me habían estropeado sin remedio varios pantalones cortos que ahora me
ponía por casa, cuando comenzaban los disturbios.
Volvía
a estar más mimosa que de costumbre, algo que a mi padre le encantaba y que
nunca cambiaría por nada, ni siquiera por un poco de frescor. Nos gustaba estar
juntos en esos momentos; a mí, porque me rodeaba con los brazos y me acariciaba
la espalda, haciendo que los calambres en la parte baja del vientre pasaran a
un segundo plano.
A él,
porque podía aprovechar para abrazarme, besarme la cabeza y oler mi pelo.
-Has
cambiado de champú-había observado en cuanto me acurruqué contra él, pidiendo
un permiso que yo no necesitaba.
-Sí-asentí.
-¿Manzana?
-Sí.
-Te
queda bien la manzana-había sonreído él, besándome por primera vez la cabeza y
tirando de mí para que me quedara sentada sobre su pecho.
Mamá
se acercó a nosotros, echó un vistazo en dirección a Shasha, que miraba algo
por internet con los auriculares puestos y el ceño ligeramente fruncido, una
libreta en la que tomaba apuntes a toda velocidad a su lado. Mamá se mordisqueó
el labio, buscando a Duna, a la que encontró tirada en el césped del jardín,
durmiendo la siesta aprovechando que el aroma del césped la envolvía.
-Zayn…-empezó
mamá, pero papá, que ya sabía el reproche que venía, contestó:
-Tiene
puesta una toalla y le da la sombra en la cabeza.
Mamá
se acercó hacia las cristaleras que daban al jardín, dio unos golpecitos con el
nudillo y suspiró un asentimiento cuando Duna se revolvió y la miró un segundo,
somnolienta.
-Mujer
de poca fe…-sonrió papá, enredando sus manos en mi pelo mientras yo hacía
corretear mis dedos por el contorno de sus tatuajes, volviendo a dibujarlos por
millonésima vez.
-¿Y
el niño?-quiso saber mamá. El niño era el único chico que había en la casa; el
único niño que se mantendría con esa condición incluso cuando fuera padre,
incluso cuando fuera abuelo, incluso cuando mis padres ya no estuvieran en este
mundo y sólo quedáramos Duna, Shasha, y yo, para recordarle cómo le llamábamos.
Scott.
Papá
sonrió ligeramente en mi cabeza.
-Teniendo
más suerte que yo-contestó en tono críptico. Me mordisqueé la boca para
contener mi sonrisa y que ésta no me traicionara precisamente ahora.
Scott
se había pasado la semana nerviosísimo, planeando con Tommy algo a lo que no
había puesto nombre (delante de mí, al menos) pero que todos en casa sabíamos
lo que era: pronto sería el aniversario del día en que conoció a Ashley, o el
día en que se hicieron amigos, o quizás el día en que se besaron por primera
vez. Lo cierto es que nadie en casa lo sabía con seguridad debido al hermetismo
con el que Scott llevaba aquella relación, de la que sólo nos contaba
pinceladas a nosotros, pero que describía con pelos y señales con sus amigos.
Ese
diluvio de detalles que tenía con ellos y el escaso goteo de información que
tenía con nosotros no hacía más que contribuir a que sintiera ciertos celos de
sus amistades, que luchaba por combatir diciéndome que era normal que hubiera
cosas que prefería guardarse. Pero una parte de mí se iba a sentir mal, sí o
sí, por cómo quería llevar Scott su relación y las pocas cosas que me contaba.
Echaba
de menos cuando era más pequeña y me lo contaba absolutamente todo, incluso la
más mínima tontería que había hecho en clase. Sentía que le estaba perdiendo, o
que ya le había perdido hacía tiempo. Yo no había sido así con Hugo, ¿por qué
él tenía que ser así con Ashley?
Mamá
alzó las cejas, sorprendida por la respuesta de papá. Le impactó más su tono que la información en sí: al fin y al
cabo, todos habíamos visto la sonrisa boba con la que se había levantado Scott
esa misma mañana, la suave carcajada entre dientes que se le escapó cuando papá
le dijo “no te lo pases demasiado bien” en tono de mofa, antes de responder “lo
intentaré, papá”.
-¿A
qué viene eso?-quiso saber, poniendo las manos en sus caderas. Papá levantó la
vista.
-Con
la cantidad de mujeres que tengo ahí fuera-soltó-, dispuestas a hacer todo lo
que yo les pida…
-Pues
ve con ellas-mamá hizo un gesto con la mano en el que le indicó a papá que la
puerta estaba abierta, pero papá sonrió.
-Pero
es que a ellas no las quiero. Ellas no son tú, Sher.
-Qué
romántico, pero tenía que trabajar.
-Podrías
trabajarme a mí-espetó papá, y Shasha y yo nos reímos en silencio, ella
mirándonos de rojo, yo, observando descaradamente la expresión de mamá.
-Es
que sólo te puede apetecer tener sexo a estas horas y con este calor, Zayn-se
lamentó mamá, negando con la cabeza-. Seguro que eso va contra el Corán.
-¿Sabes
qué va contra el Corán?-papá se incorporó un poco y yo me quedé sentada sobre
sus piernas-. Quedarse embarazada cuando todavía no te has casado.
Mamá
se llevó una mano al pecho, sorprendida, y soltó una carcajada sarcástica.
-¿Sabes
qué más va contra el Corán? Tener sexo antes del matrimonio, tanto hombres como
mujeres.
-Qué
vergüenza, Sherezade. Qué vergüenza. Lo sabías y, aun así, lo hacías. Que te
perdone Dios, porque yo, no lo voy a hacer.
Mamá
se acercó sugerente a su marido, le acarició el pelo despacio, pero él se
mantuvo imperturbable.
-Qué
suerte que ahora estemos casados, ¿no?
-Sí.
-¿Y
si subimos arriba a solucionarlo?-ronroneó.
-Podríamos-concedió
papá-, pero hay una pega.
-¿Que
es…?
-Que
ahora, no me apetece. Además, estoy con Sabrae. Y yo también tengo unos deberes
con mis hijas, no sólo tú-contestó, cogiéndome de la cintura y pegándome de
nuevo a su pecho. Mamá abrió la boca, sorprendida.
-Pero,
¡si os están cayendo unos goterones de sudor por la frente impresionantes,
Zayn! ¡No me jodas!
-¡Porque
tú no te dejas cuando me apetece!-contestó él, y mamá alzó las cejas de nuevo.
-¿Esas
tenemos?-inquirió, y asintió con la cabeza, subió las escaleras de dos en dos y
se encerró en su habitación. Papá suspiró y negó con la cabeza, me miró a los
ojos.
-Sabes
que mamá te va a hacer la vida imposible, ¿verdad?
-Si
te soy sincero, mi precioso melocotón, lo llevo sabiendo desde la primera vez
que la vi.
-Oh-ronroneó
Shasha-, qué bonito, papá.
-Pues
claro que es bonito, mi vida-respondió él, encogiéndose de hombros-. Estaríamos
jodidos en esta casa si yo no fuera compositor.
Shasha
soltó una risita y tecleó de nuevo en el ordenador. Mamá apareció a los pocos
minutos, cuando yo ya había perdido la esperanza de que regresara y le diera a
mi padre una lección, vestida con un pantalón corto y una camiseta de tirantes
que más bien podía considerarse un top que no sujetaba nada de algodón. Se dejó
caer con gracilidad en el sillón que había al lado del sofá en el que nos
habíamos tumbado papá y yo, se apartó el pelo del hombro y se inclinó con
infinita sensualidad a coger una revista de ciencia que Eri, la madre de Tommy,
le había dejado a Scott.
No
miró en ningún momento en dirección a papá, y no fue porque él no lo estuviera
deseando. Shasha soltó una risita al ver la cara que había puesto papá al
mirarla, con una cantidad escandalosa de piel al descubierto. Mamá se apartó el
pelo del hombro con sensualidad, se abanicó el cuello con la mano y abrió la revista,
sonriendo para sí misma, sabiéndose absoluta dueña de la atención de su marido.
-Sherezade…-jadeó
papá, con la boca seca, y yo también me reí. Qué simples podían llegar a ser
los hombres a veces.
-Mm…
-Mírame-pidió
papá.
-Estoy
leyendo un artículo interesantísimo sobre la mutación del maíz, Z. Ahora mismo,
no puedo-se negó ella.
-Por
favor-suplicó él.
Mamá
puso los ojos en blanco con la comisura del labio bailando en su mejilla, y
finalmente se volvió hacia él.
Fui a
sentarme con Shasha, que me hizo un hueco en el sillón, para contemplar mejor
la escena. Mamá aleteó con las pestañas y recorrió a papá con la mirada, su
pecho desnudo, cubierto enteramente por tatuajes, sus caderas, sus pantalones
grises de chándal.
Finalmente,
dejó que sus ojos se encontraran con los de papá.
-Hagamos
otro bebé-espetó él, y mamá respiró una risa.
-¿Lo
vas a parir tú?
-Joder,
yo hago lo que tú me pidas.
-¿De
verdad?-coqueteó mamá, apartándose el pelo de los hombros y regalándole a papá
una vista de su escote que no tenía nada que envidiar a las modelos de
Victoria’s Secret.
-Sí,
amor.
-Genial-contestó
ella, inclinándose ligeramente hacia él, dejando su boca a unos centímetros de
la de papá-… porque quiero terminar el artículo.
-¿Qué?-jadeó
él, desilusionado, y Shasha me dio un manotazo en el glúteo intentando contener
mis carcajadas silenciosas. No le estaba permitiendo escuchar.
-¿Sabías
que las mazorcas han casi quintuplicado su tamaño desde que se descubrieron por
los colonos?
-¡Sherezade!-rugió
papá, y mamá se echó a reír-. ¿Con qué derecho te crees para calentarme de esta
manera si no vas a…?-mamá le mostró su mano izquierda, en la que lucía con
orgullo el anillo de compromiso y la alianza de casada que papá le había puesto
en ella un poco después de que yo naciera-. ¡¿Cómo te atreves?!-espetó papá,
ofendido, y mamá se rió-. ¡Cumple con tus deberes conyugales, mujer! ¡O te pido
el divorcio por abandono!
-A
ver si te lo pido yo…
-¿Por
qué me lo ibas a pedir, si soy un esposo modélico?
-Por
adulterio.
Shasha
y yo contuvimos el aliento, estupefactas, mientras mamá se cruzaba de brazos y
alzaba una ceja. Así es, Señoría. Yo
tengo la razón, y la defensa no hace más que excusar a un delincuente, me
la imaginé diciendo en un tribunal, antes de hacer ese mismo gesto de triunfo.
Papá,
sin embargo, se echó a reír.
-A
ver quién se traga eso.
-No
será por falta de antecedentes-mamá recogió la revista y volvió a abrirla.
-Ya,
bueno, pero a ver quién se traga que, con la mujer que tengo ahora, me quiera
ir con otras.
Mi
madre soltó una risita.
-Eso
es misógino que te cagas.
-Y
entonces, ¿por qué te vas a levantar y vas a ir detrás de mí en dirección a la
habitación?-contestó papá, poniéndose en pie y acariciándole el hombro. Se
dirigió hacia las escaleras y comenzó a subirlas. Mamá se mordisqueó el pulgar,
contemplando su culo.
-No
me des la espalda, Zayn.
-Lo
que más te interesa de mí ahora mismo lo tengo por delante, ¿a que sí?
-Gilipollas-se
rió mamá, pero no aguantó ni diez segundos antes de cerrar la revista y
arrojarla sobre la mesa para ir tras él. Shasha se me quedó mirando y me tendió
un auricular.
-Toma,
Saab.
-Los
vamos a necesitar, ¿a que sí?
Shasha
asintió.
-Sube
el volumen y pon algún vídeo de Nicki Minaj, porfa-pedí, y mi hermana obedeció. Cerró la ventana con el tutorial
de programación que estaba observando y se metió en Youtube. Todavía no
habíamos decidido qué vídeo ver cuando comenzaron los gemidos.
Y
todavía seguíamos mirando canciones con sus respectivas puestas en escena
cuando la puerta se abrió de par en par y Scott entró como un huracán en casa.
Ni siquiera cerró la puerta; pasó frene a nosotras sin mirarnos, trotando de
una manera que nos hizo pensar que se había olvidado algo pero se estaba
controlando para no echar a correr.
Shasha
se quitó los auriculares mientras Scott subía a toda velocidad las escaleras;
yo me los quité a tiempo de escuchar cómo entraba en su habitación y cerraba la
puerta con un sonoro portazo.
-¿Qué
se habrá dejado?-le pregunté a mi hermana, y ella se encogió de hombros. Scott
había hecho incluso una lista con las cosas que quería llevarse hoy para darle
una sorpresa a Ashley, llevaba preparando esto semanas, ¿qué habría podido
fallar?
Scott
abrió la puerta de par en par de nuevo, con tanta fuerza que la estampó contra
la pared. Rugió algo, frustrado, y bajó las escaleras, algo más despacio, pero
desde luego mucho menos calmado.
-¿Cuánto
llevan así?-quiso saber, y yo me quedé helada. Parecía enfadadísimo, tenía los
ojos rojos, como si estuviera a punto de llorar de rabia.
-Pues…-empecé
a contestar, pero él negó con la cabeza.
-Nada,
déjalo, Sabrae, que como tenga que esperar a que te funcionen las
neuronas…-gruñó, y se dirigió a la habitación de los grafitis de papá. Me quedé
helada.
-¡Oye!-le
recriminó Shasha, pero no debió de escucharla por el ruido de los cajones
abriéndose y cerrándose en aquella estancia.
Las
dos nos quedamos alucinadas cuando le vimos salir con un mechero en la mano y
un cigarro en la boca. Scott se llevó el mechero a la cara con mano temblorosa,
luchó por encenderlo con unas manos que no le respondían y, finalmente, después
de unos angustiosos instantes, dio una calada al cigarro para conseguir que
éste prendiera.
Apretó
la mandíbula y rechinó sus dientes con el humo en los pulmones ante un nuevo
gemido de mamá. Se llevó una mano a la cabeza, cerró los ojos y se encaminó al
jardín.
Por
mi parte, clavé las rodillas en el sofá en que había estado tumbada con papá y
me apoyé en el respaldo para preguntarle:
-¿Cuánto
hace que fumas?
-Métete
en tus cosas.
-¿Lo
saben papá y mamá?-quiso saber Shasha.
-¡QUE
OS METÁIS EN VUESTRAS COSAS, PUTAS CRÍAS DE LOS COJONES!-bramó, y tanto Shasha
como yo dimos un brinco mientras él atravesaba las cristaleras y se adentraba
en el jardín.
-¿Scott?-preguntó
Duna.
-Tira
para casa-ordenó nuestro hermano.
-¿Por
qué?
-CALLA
Y OBEDECE-ordenó Scott, y Duna también se estremeció, recogió la toalla y entró
trotando en nuestra dirección. Saltó a mis brazos y yo se la entregué a Shasha.
-Quédate
con ella.
-Pero…
-Quédatela-insistí,
levantándome y yendo en dirección a nuestro hermano. Atravesé el umbral de la
cristalera y me lo encontré sentado en una de las tumbonas de plástico, con el
pelo revuelto, los ojos rojos, y casi devorando un cigarro que ya llevaba
consumido por la mitad-. ¿Qué te pasa?
-Me
cago en mi madre, qué puto suplicio hay que aguantar con vosotras.
-¡Eh!
¡Que yo no tengo por qué venir a preguntarte qué te ocurre!
-¡Pues
no lo hagas, Sabrae, joder!
-¿Por
qué le has gritado así a Duna?
-¡Porque
puedo!-ladró, y yo alcé las cejas, sorprendida.
Y,
entonces, di un par de pasos hacia él y le solté una sonora bofetada. Le tiré
el cigarro al césped, y se quedó allí, brillando, esperanzado por una vida que
ya no iba a tener.
-¿Qué
haces, so loca?
-¡Pegarte,
porque puedo!-le grité a dos centímetros de la cara, y él no se lo pensó dos
veces.
Si
tenía que ponerme en mi sitio con una paliza, lo haría.
Y si
yo tenía que ponerle a él en su sitio con otra, también.
No me
dio tiempo a pensar, mis músculos respondieron por mí, en esa famosa memoria
muscular de la que todo el mundo hablaba. Scott se abalanzó sobre mí,
impulsándose en la hamaca para cogerme de la cintura, y me estampó contra el
suelo. Me dio un tortazo que me dejó sin aliento y yo me defendí como había
aprendido a hacerlo en kick.
Le di
un puñetazo en el estómago, luchando por quitármelo de encima y poder respirar,
pero no conté con que él pelearía incluso tumbado a mi lado, no como lo hacía
Taïssa cuando entrenaba con ella. Aquello iba a ser una pelea en condiciones y
no un entrenamiento.
Antes
de que pudiera darme cuenta, otro cuerpo entró en escena, y al mar de patadas,
mordiscos, puñetazos, jadeos e insultos se unió otra protagonista: Shasha, a la
que le daba igual arañar a Scott que tirarme a mí del pelo para intentar
separarnos, con tan mala suerte que terminamos peleándonos todos con todos y
haciendo que Duna viniera, llorando, a nuestro lado, a suplicarnos que nos
detuviéramos.
-Parad-sollozaba,
hecha un manojo de lágrimas-, parad, por favor-Scott consiguió ponerse encima
de mí y sujetarme los dos brazos con sólo un mano, mientras con la otra
mantenía a raya a Shasha cogida por el pelo. Empecé a reunir saliva para
soltarle un escupitajo.
-Ni
se te ocurra-advirtió Scott, pero yo abrí la boca y le escupí en el pecho.
Scott soltó a Shasha y me cruzó la cara con tanta fuerza que me dejó sin
aliento, libertad que mi hermana aprovechó para abalanzarse sobre él y hacer
que se cayera sobre su costado contra el césped.
-¡No!
¡SHASHA!-chilló Duna-. ¡NO!-gritó, y se colgó de uno de sus brazos para evitar
que Shasha siguiera zurrándole a Scott, con tan mala suerte que le di un codazo
sin querer en la mejilla, y la chiquilla cayó de culo a los pies de Scott.
-¡NI
LA TOQUES!-le gritó Scott a Shasha, incorporándose y cogiéndola del cuello para
alejarla de él-. ¡Ni la toques!-repitió, y Shasha le arañó el brazo.
-Pero,
¿ qué coño hacéis?-exclamó papá, que
acababa de aparecer como un espectro a nuestro lado. Mamá recogió a Duna del
suelo y la apretó contra su pecho, acariciándole la espalda y besándole la
cabeza para que dejara de llorar, mientras papá se ocupaba de separar a Shasha
y Scott-. ¿Qué hostias os pasa?
-Nada-contestó
Scott, tragándose las lágrimas y tendiéndome una mano para ayudarme a
levantarme.
-¿Cómo
que nada?-le recriminó papá a mi hermano, y ocurrió algo insólito.
Scott
se encaró con él.
-Sí,
nada, joder, ¿vale? Na-puto-da-espetó
con la piel pegada a la de papá-, ¿y vosotros qué? ¿Ya habéis terminado de
follar?-escupió.
-¿Qué
bicho te ha picado?
-¡Dejadme
en paz, hostia!-ladró Scott, empujando a papá a un lado y entrando a la
velocidad de la luz en casa-. ¡Que ni un puto instante de tranquilidad se puede
tener en esta casa! ¡Me cago en Dios!-rugió, y dio un portazo que hizo temblar
los cimientos de nuestro hogar.
Papá
apretó los dientes, rabioso.
-Se
va a enterar este crío de quién soy yo-gruñó, echando a andar hacia el salón-,
hablarme así a mí…
Pero mamá le puso una mano en
el pecho y negó con la cabeza.
-Ahora
no, Zayn. Necesita estar solo.
Papá
y mamá se miraron.
-¿Qué
habrá pasado?
Mamá
negó con la cabeza, se encogió de hombros, le dio un beso a Duna.
-Vamos,
Dun-dun. Vamos a ver qué te ha pasado.
-Me
duele la boca, mamá…
-A
ver si se te va a salir un diente-volvió a besarla-, y hoy te visita el hada y
te trae un regalo…
Papá
se volvió hacia nosotras.
-¿Se
lo ha hecho él?-preguntó, y negamos con la cabeza.
-Ha
sido sin querer…-empecé yo.
-¿Se
lo ha hecho él, sí, o no, Sabrae?-exigió.
-He
sido yo-reconoció Shasha-. Le di un codazo sin querer mientras…
-Joder…-papá
se pasó una mano por la cara-. Anda que… ya os vale, niñas.
-Lo
siento-gimió Shasha, al borde de las lágrimas.
-No
es a mí a quien tienes que pedir perdón-discutió papá, y nos dejó allí solas,
en el jardín. Shasha se toqueteó los dedos de una mano con la otra, sus hombros
convulsionando, y se abrazó a mí cuando yo me acerqué a ella y le acaricié la
mejilla.
-No
es tu culpa…-susurré.
-Pero…
le he hecho daño, Saab.
-Pero
ha sido sin querer-contesté, acariciándole la espalada y dándole de nuevo un
beso en la mejilla. Entramos en casa y fuimos a ver a Duna, a la que mamá
curaba las heridas mientras papá las contemplaba, irradiando tensión como una
estrella irradiaba luz y calor. Se mordisqueaba los nudillos observando a la
más pequeña de sus hijas mientras ésta luchaba por continuar llorando, lo cual
le costaba horrores porque mamá no paraba de hacer muecas y contarle chistes
para que se riera.
Papá
no se movió cuando Shasha se acercó a Duna y la tomó entre sus brazos,
recogiéndola en un gesto protector y sosteniéndola contra su pecho. Duna le
pasó los brazos por los hombros y apoyó la cabeza en la suya.
-¿Me
perdonas, bonita?
Duna
sólo asintió, se llevó la mano a la mejilla dolorida y se la masajeó despacio.
Hizo una mueca y exhaló un suave gemido.
-No
te la toques, amor-le dijo papá, y mamá se alejó de la mesa en dirección a la
puerta que daba al salón-. ¿Adónde vas?
Mamá
se detuvo en seco y le miró.
-A
decirle que no pasa nada por pelearse con su novia.
-Dale
espacio, Sher.
-Pero…
-Si
quisiera estar contigo, ya te habría venido a buscar-reflexionó papá, y mamá se
llevó una mano al pecho, el puño cerrado como si en él sostuviera su corazón.
Miró en dirección a las escaleras y finalmente asintió, concediendo que papá
llevaba la razón en este asunto. Con un suspiro, cogió a las chicas y se las
llevó al sofá, les dijo que podían ver una película para animarse un poco y
olvidarse del dolor de la pelea.
Noté
la mirada ardiente de papá clavada en mi espalda. Me giré para mirarlo.
-¿Os
dijo algo cuando entró?
Sacudí
al cabeza.
-¿Nada?
Volví
a sacudirla. Papá se levantó, sacó un paquete de tabaco de un cajón y se
encendió un cigarro. No me gustaba que fumara, pero sabía que eso le haría sentirse
un poco mejor. Y lo necesitaba. La preocupación brillaba en su mirada como si
fueran las luces que guiaban a los esquiadores en una sesión nocturna.
-Vamos
a darle un poco de margen, ¿te parece, Saab?
-¿Y
después?
-Después…
iremos a hablar con él.
Le
dimos el margen y Scott no salió de su habitación. Llegué a preguntarme si
querría que llamara a Tommy, incluso lo comenté con mis padres, pero me dijeron
que, si su mejor amigo no había aparecido ya, o Scott no le había avisado, era
porque prefería estar en soledad.
Pero
yo ya no lo resistía más.
Después
de una espera que se me hizo mortalmente
larga, mis dudas se apoderaron de mi cuerpo y mi necesidad de comprobar que
Scott estaba bien se terminó imponiendo sobre el respeto a la intimidad de mi
hermano. Me levanté del sofá en el que era el momento más interesante de la
película de dibujos que Duna y Shasha habían escogido, y me dirigí escaleras
arriba como una muerta en vida, sintiendo a través de un muro de hielo las
sensaciones que mi cuerpo iba recogiendo pero mi cerebro no procesaba.
Me
planté frente a la puerta de la habitación de Scott, cerré los ojos un momento,
tomé aire y me preparé para lo que tenía que venir. Llamé con los nudillos y no
obtuve respuesta. Volví a llamar, y mi hermano siguió sin contestar.
Lentamente,
rodeé con los dedos el pomo de la puerta y lo empujé para que ésta cediera. La
empujé con un chirrido y eché un vistazo en el interior de la habitación.
Scott
estaba tumbado en su cama, con la espalda vuelta hacia la pared y las manos
bajo su cabeza. Sus ojos se clavaron en mí en cuanto abrí la puerta un poco más
para captar su atención.
-¿Qué?-gruñó
en tono cansado, con una voz desgastada, como si se hubiera pasado un fin de
semana gritando letras de canciones en un festival, y estuviéramos a lunes por
la mañana.
Se me
encogió el corazón. Una parte de mí se culpaba por el pésimo estado en que se
encontraba S, quien claramente necesitaba de mimos y comprensión, de alguien
que le dijera que pelearse era normal y que lo hacía constantemente sin poner
en peligro nada de su vida, porque las cosas dichas con ira pierden su
significado y su poder cuando ésta se desvanece y da paso al remordimiento.
Lo
último que mi hermano necesitaba ahora era justamente lo que yo había sido: su verdugo,
otro antagonista más en una carrera de obstáculos que parecía estar
superándolo.
-¿Estás
bien?
-Sí-bufó,
sorbiendo por la nariz y limpiándose los mocos con la muñeca.
-¿Seguro?
-Déjame
en paz, Sabrae.
-¿Necesitas
algo?
-Que
me dejes puto tranquilo, joder.
Me
mordí el labio y me quedé plantada en la puerta, sin saber qué hacer. Dos
fuerzas igual de potentes pero contrarias tiraban de mí y mi voluntad: la
primera me instaba a acercarme a mi hermano y tumbarme a su lado, comérmelo a
besos hasta que se le pasara el disgusto y volviera a ser él: la persona más
feliz y positiva que había conocido en mi vida. Mi roca, el ancla que evitaba
que me arrastrase la corriente.
La
otra me ordenaba dejarle en paz, confiar en su criterio, me decía que él era
mayor que yo y se conocía mejor de lo que yo jamás lo haría, que respetara sus
deseos igual que él respetaba mi espacio cuando yo le pedía que lo hiciera.
Aunque
no solía dejar que me quedara sola estando enfadada y triste.
Por
eso ganó la primera fuerza y entré en la habitación. Fue un simple paso, pero
suficiente para que toda la estabilidad que Scott había ido reuniendo se
deshiciera entre sus dedos como un castillo de arena al subir la marea.
-¿QUÉ?-ladró,
y yo di un brinco y volví a agarrarme a la puerta, como si del susto fuera a
tener la suficiente fuerza para arrancarla de cuajo de la pared y poder usarla
de escudo contra la rabia diabólica de Scott-. ¿QUÉ COÑO QUIERES? ¡LÁRGATE DE
MI HABITACIÓN, SABRAE!
-Yo…
sólo intentaba…-jadeé, pero él se dio la vuelta, agotado.
-Déjame
en paz. Por favor-suplicó, y eso terminó de hundirme-. Déjame tranquilo,
Sabrae.
No
dijo nada más, no hizo nada más, sólo se quedó allí tumbado, dándome la
espalda. Le observé un momento en silencio, dudando de si obedecerle y
marcharme o acercarme y tumbarme a su lado, pasarle un brazo por la cintura y
abrazarle, darle todo el calor que estaba perdiendo.
Scott
se encogió un poco, sorbió por la nariz y jadeó en busca de aire.
Y a
mí me dio tanto miedo no ser capaz de consolarle que, como una cobarde, cerré
la puerta suavemente y casi me deleité en el suave clic del pomo al ajustarse
de nuevo en su cerradura.
Podía
respirar de nuevo, aunque fuera un aire cargado de agonía. Por lo menos era mejor que lo que había
dentro de la habitación de Scott.
Mamá
lo intentó más tarde, pero tampoco arrancó ninguna respuesta de mi hermano, que
se pasó toda la tarde tirado en su cama sin hacer nada, sin cambiarse de ropa
ni abrir las ventanas, achicharrándose poco a poco en el horno en que vivía,
con la ropa que había elegido expresamente para que Ashley sintiera deseos de
arrancársela.
Mamá
le dijo que no pasaba nada si se habían peleado, que era normal, que las
parejas discutían, míranos a tu padre y a
mí, y aquí estamos, dieciséis años y lo que nos queda… pero ni por esas.
Scott no la escuchaba, se encerraba en sí mismo y se encogía con cada caricia
que nuestra madre le dedicaba cual animal hecho de fuego ante la mano de un
gigante de hielo.
Finalmente,
mamá desistió. Bajó al piso inferior y le quitó el puesto de cocinero de la
noche a papá, que accedió a ser su pinche y con el que estuvo hablando en
preocupados susurros mientras Shasha y yo jugábamos a la consola y Duna nos
miraba aburrida, agitando de vez en cuando un peluche de un unicornio dragón
para reclamar nuestra atención. Como si alguna de las tres tuviera realmente la
cabeza en el salón y no en el piso de arriba, con Scott.
Shasha
subió a llamar a Scott para cenar; ni siquiera abrió la puerta, sino que se
quedó esperando fuera, en el pasillo, alguna reacción de nuestro hermano, la
que fuera. Pero él se negó a salir. Dijo que no tenía hambre y se revolvió en
la cama, agotado. Mamá tomó aire.
-Quizá
deberíamos esperar un poco-sugirió, mirando a papá, que se encogió de hombros. Shasha
y yo nos quedamos calladas, pero la tripa de Duna abrió por todos nosotros con
un sincero y decidido rugido que nos arrancó sonrisas tristes a todos. Cenamos
en silencio, escuchando el tic tac de los relojes de la casa. Papá apartó lo
mejor de cada plato preparado y se dedicó a colocarlo en una bandeja, para
subir despacio las escaleras y probar suerte él también.
Llamó
con los nudillos mientras sus hijas esperábamos al final de las escaleras,
Shasha en el último escalón, y yo con Duna entre mis brazos, expectantes.
Scott
no respondió y papá abrió la puerta.
-¿Puedo
pasar?
Scott
tampoco respondió.
-S-susurró
en tono cariñoso, tremendamente comprensivo-. Sé que no estás dormido.
El
susurro de unas sábanas moviéndose por el cambio de postura del chico nos
alertó de que estaba respondiendo a los estímulos de papá. Por un momento,
sentí envidia de él.
-Te
he subido la cena.
-No
tengo hambre-respondió Scott después de un momento, pero papá abrió la puerta
de su habitación y entró de todos modos. Duna echó a andar hacia ella, pero la
detuve agarrándola con firmeza de la muñeca.
-Mira,
hemos hecho pollo al curry-informó papá.
-Qué
bien-comentó Scott en tono apático.
-Está
genial-respondió papá-. A mamá se le ha ocurrido echarle un poco más de picante
y…
-No
me apetece-murmuró Scott en tono cansado, y papá depositó la bandeja con la
cena en el escritorio. Por un momento, ninguno de los dos dijo nada. Contuve la
respiración.
Papá
se sentó en la cama al lado de él y le acarició la cabeza, como cuando sólo era
un bebé.
Y
Scott se echó a llorar, se giró hacia él y le agarró de la camiseta; pegó a
nuestro padre tanto a su cabeza que por un instante era imposible distinguir
dónde terminaba Scott y empezaba Zayn.
-Ya
está, seguro que no es nada-susurró papá, acariciándole el pelo y dándole besos
mientras Scott sollozaba en su regazo. Me dolió en el alma verlo así.
Por
suerte o por desgracia, papá levantó la mirada y nos hizo un gesto a mis
hermanas y a mí para que nos fuéramos y les dejáramos intimidad. Nos habíamos
acercado a la puerta, muertas de intriga, y nos habíamos quedado mirando la
preciosa escena que eran padre e hijo unidos en un momento tan doloroso e
íntimo.
No
escuché lo que hablaron, no supe qué le dijo papá para intentar animarle. Sólo
sé que cuando me fui a dormir, Scott seguía tirado en su cama, despierto, con
el corazón latiéndole a mil por hora y temblando a pesar de que no hacía frío.
La comida estaba sin tocar en su escritorio y no se había puesto el pijama.
-¿Puedo
dormir contigo?-preguntó Duna, y Scott negó con la cabeza, se limpió las
lágrimas con el dorso de la mano y volvió a negar tras tragar saliva-. ¿Por qué
no?
-Porque
no creo que duerma en toda la noche.
-Scott…-comenzó
Shasha.
-Hace
calor-zanjó él. Y yo me llevé a Duna de la habitación; Shasha fue la última en
salir.
No sé
si Scott consiguió dormir algo aquella noche; sólo sé que, cuando me desperté y
bajé a desayunar, él no bajó a visitarnos ni salió de su habitación.
-¿Pretenderá
batir un récord?-bromeé para quitarle hierro al asunto ante las expresiones de
preocupación de mis hermanas, y puse los ojos en blanco-. Llevamos el drama en
la sangre en esta familia, ¿no os parece?-dije-. Papá desaparece en medio de
una gira y luego se marcha de la banda sin más explicación que una entrada en
Facebook, y ahora Scott se convierte en un monje de clausura.
-Tu
hermano está mal, Sabrae-recriminó mamá, y yo me enrojecí por la vergüenza.
-Sólo
intentaba quitarle hierro al…
-Lo
sabemos, cariño-mamá me acarició los nudillos y me besó la cabeza. Papá daba
sorbos de su café sin prestar atención a lo que sucedía en su interior,
buceando en el arrecife de sus pensamientos y reproducciones en bucle de los
secretos que le había confiado Scott el día anterior.
Estaba
a punto de subir las escaleras y ver qué tal estaba mi hermano cuando llamaron
a la puerta. Troté hacia ella con unas esperanzas que no supe identificar hasta
que se materializaron en la puerta.
Me
encontré con la mirada un poco somnolienta de Tommy cuando abrí con energía
después de comprobar por la mirilla que, efectivamente, era él. ¿Quién, si no,
vendría tan temprano a visitarnos?
-Buenos
días-saludó, animado, y yo noté cómo me enrojecía un poco, recordando que la
última vez que me había dicho esa frase, me había pasado la noche entera
pensando en lo bien que nos lo habíamos pasado la tarde anterior en la playa.
-Hola,
T-dije, haciéndome a un lado.
-¿Ya
ha llegado tu hermano?-preguntó, metiéndose las manos en los bolsillos y
accediendo a mi hogar. Cerré la puerta tras él en el momento en que él se
giraba para mirarme-. El cabrón no me ha mandado ni un solo mensaje; quiero que
lo primero que vea sea yo cuando entre en su habitación caminando como un
vaquero.
-¿No
te has enterado?-pregunté, un poco extrañada. Aunque no me parecía propio de
Tommy que pasara de mi hermano cuando estaba con su novia, tampoco me
extrañaría nada que se le fuera el santo al cielo cuando estaba con Megan. Les
había visto juntos. Sabía la química que tenían. Sabía que el mundo a su
alrededor desaparecía cuando Megan lo miraba.
Tommy
frunció el ceño. Sus ojos azules chispearon, confusos.
-¿De
qué?
-Scott
volvió de tarde. No ha salido de su habitación desde entonces.
Todo
el color huyó del rostro del mejor amigo de mi hermano, los peores escenarios
desfilándole por la mente.
-¿Cómo
dices?
-Creo
que se ha peleado con Ashley-informé, y Tommy parpadeó un segundo antes de
darse la vuelta y salir disparado escaleras arriba, sin saludar a nadie, sin
hacer caso de nadie. Shasha se lo quedó mirando mientras abría la puerta de la
habitación de Scott.
-¿S?
¿Qué pasa?
-Vete-jadeó
Scott.
-¿Adónde?
¿A la mierda?-sugirió el Tomlinson.
-Pues…
por ejemplo-contestó el Malik, hastiado. Escuché la sonrisa de Tommy cuando
habló de nuevo:
-¿Tantas
ganas tienes de que me acerque a ti?
Scott
no contestó al momento.
-Gilipollas-dijo
por fin.
-¿Qué
te pasa?
-Ven.
Shasha
y yo subimos las escaleras de dos en dos, con el corazón en la boca. Tommy se
acercó a Scott, se sentó en la cama, al lado de él, que seguía con la ropa de
ayer (aunque, para mi gran alivio, se había comido gran parte de la cena que le
había llevado papá), y extendió una mano.
Se me
pusieron los pelos de punta cuando Scott se la cogió y se quedaron callados,
mirándose a los ojos, dejando que el torrente de energía que los conectaba y
sin el que no podían vivir fluía entre ellos. Me encantaba la sensación de
estar a su lado en esos momentos, de disfrutar de aquella conexión casi mística
que incluso tú podías sentir en tus propias carnes.
Tu
cuerpo era capaz de recoger un poco de esa energía residual que fluía entre
ellos dos, tan antigua como el mundo y tan necesaria como la gravedad.
Estuvieron
callados casi un minuto, mirándose a los ojos, hasta que Tommy susurró en tono
bajo, para no ahuyentar a las hadas que seguramente se habían instalado en la
habitación:
-¿Qué
ha ido mal?
Y
Scott se lo dijo con voz neutra, la de un muerto.
-Estaba
con otros en su piso.
Tommy
alzó las cejas, sorprendido, y apretó la mandíbula mientras abrazaba a Scott, que
comenzó a deshacerse entre sus brazos como me supuse que lo había hecho la
noche anterior con papá. Shasha y yos nos miramos, estupefactas.
¿Cómo
podría nadie hacerle eso a nuestro
hermano? ¿Cómo podía Ashley hacérselo,
sabiendo lo que la quería, sabiendo que estaba loco por ella, que la
consideraba el amor de su vida, al que había encontrado contra todo pronóstico
en su adolescencia?
Empecé
a odiarla en ese mismo instante, pero, por más que me esforzara, creo que nunca
llegaría al nivel de odio que Tommy sentiría por ella.
Me
metí en mi habitación y le mandé un mensaje a Amoke posponiendo nuestra comida
en el centro; estaba demasiado sorprendida como para ir a ningún sitio, y sabía
que si salía de casa no haría más que preocuparme por cómo estaría mi hermano y
sentirme fatal por no estar allí, con él, por si él me necesitaba.
Algo
más relajada con la presencia de Tommy, me dediqué a chatear con ella mientras
el hijo de Louis consolaba a mi hermano al otro lado de la pared. Llamaron al
timbre y me pregunté si sería ella, que venía a darme apoyo moral; incluso me
dijo que se pasaría por casa si me apetecía para estar un poco juntas y
conseguir distraernos, a lo cual le respondí con un escueto “por favor”.
Troté
escaleras abajo, sorprendida por la velocidad de Amoke al vestirse y venir en
dirección a mi casa mientras respondía a mis mensajes, pero no fue con ella con
la que me encontré, sino a todo el grupo de amigos de Scott, plantados ante mi
puerta como si les hubiera convocado el mismísimo Dios.
-Hola-jadeé,
saltando con los ojos de un rostro a otro, comprobando que habían venido todos
en menos de 15 minutos, a pesar de que algunos vivían a más de esa distancia.
Me detuve un segundo más de la cuenta en los ojos de Alec, que me estudiaron
con preocupación, buscando ver en mis ojos una verdad que aún le era negada.
-¿Qué
pasa, Saab?-quiso saber Tamika, que masticaba un chicle como si quisiera
desintegrarlo con sus mandíbulas-. Tommy nos ha avisado de que…
-Es
mi hermano-expliqué, y una llamarada naranja captó mi atención. Amoke acababa
de girar la esquina de mi calle y venía corriendo, cargada con su mochila, que
daba brincos a su espalda el conejo de Alicia en el País de las Maravillas.
-¿Qué
le pasa?-preguntó Max, dando un paso al frente, exigiendo que le contara lo que
sucedía ya.
-Está
mal-fue todo lo que alcancé a decir, pero con eso les bastó. No podía
pronunciar en voz alta lo que aquella chica le había hecho a Scott, ni yo misma
era capaz de comprenderlo todavía. Me había enterado demasiado recientemente,
todavía no había tenido tiempo de procesarlo-. ¡Momo!-celebré, agradecida,
cuando ella abrió la verja de mi casa, aquella en la que había tonteado con
Alec, y la cerró de una patada antes de subir las escaleras de mi porche de dos
poderosos saltos.
-He
venido corriendo, ¿estáis bien?
-Ha
sido esa puta-espetó Alec, y todos se lo quedaron mirando cuando habló. Al ser
el mayor de todos, tenía una especie de autoridad que el resto se veían
obligados a reconocer, incluso de forma implícita, prestando atención a lo que
él decía; por mucho que sólo fueran conjeturas-. Lo sé-asintió, abriéndose paso
entre Bey y Jordan-. Es que lo sé.
Amoke
se quedó quieta, esperó a que todos entraran, me dio un abrazo y me siguió
escaleras arriba. Se sentó en mi cama, con las piernas cruzadas, y me miró
cuando yo me llevé un dedo a los labios, indicándole que guardara silencio. La
conversación de mi hermano con sus amigos podría ayudarme a entender, ayudarme
a ayudar, darme las piezas de aquel puzzle que no me veía capaz de resolver.
A qué
precio, no lo sabía, pero estaba dispuesta a pagarlo.
Incluso
si ese precio era descubrir el lado más oscuro de Alec, aquel que se grabaría a
fuego en mi pecho con unas letras escarlata que marcarían para siempre mi
rechazo hacia él: decepción, sorpresa, incluso indignación.
Scott
se armó de valor para contarles a sus amigos lo que había hecho la tarde
pasada, y no sé cómo lo hizo, pero consiguió mantenerse lo suficiente entero
como para dar detalles. Amoke me apretó la mano cuando comenzó a hablar,
dándome el apoyo que yo necesitaba mientras oía con qué ilusión destrozada mi
hermano contaba lo que acababa de presenciar. Me partió el corazón escuchar
cómo su ánimo se iba apagando a medida que el Scott de su relato se acercaba a
casa de Ashley, cómo no había entendido los sonidos que provenían de la
habitación de ella, cómo salió corriendo de allí cuando la encontró en la cama
con otro, sentada sobre él, gimiendo un nombre que no era el de mi hermano en
un tono en el que sólo debía pronunciarse el del único hijo varón que había
tenido mi madre.
Varias
veces tuvo que detenerse para coger aire y conseguir calmarse, pero nunca se
hizo el silencio en la habitación: siempre había alguien que hablaba, una de
las chicas consolando a Scott, uno de los chicos intentándolo también…
… o
Tommy y Alec, eternos, echando pestes sobre ella.
-Esa
puta…
-Jodida
zorra…
-Guarra
de mierda. Deberíamos cargárnosla-sugirió Alec, y Tommy enseguida asintió.
-Sí,
sí, es que tendríamos que matarla, joder.
-Dios,
te lo juro, si me la pusieran ahora delante, la estrangularía.
Me
daba miedo descubrir que Tommy era capaz de hablar así, pero más miedo me daba
lo de acuerdo que estaba con él, cómo comprendía sus emociones hasta en los
rincones más profundos de mi ser, los que yo creía más buenos.
-Se
merece mucho más que eso, T.
Y
Scott siguió hablando, y Tommy y Alec siguieron malmetiendo, hasta que
finalmente el relato de mi hermano concluyó y todos se quedaron en silencio, a
salvo de los murmullos inconexos de Alec.
-Jodida
puta… grandísima zorra… la madre que la parió… se va a acordar de ésta…
-Alec-advirtió
Bey, que parecía ver que se acercaba una explosión.
-Deberíamos
hacerle algo-soltó Alec de repente, y Amoke y yo nos quedamos a cuadros, en
silencio, mirándonos la una a la otra. Noté cómo se me aceleraba el corazón.
Quise
entrar en la habitación y encararme con él, preguntarle qué había hecho con el
chico que me había ayudado en la playa, el chico que me había acompañado a casa
cuando los pesados de mi clase se habían empeñado en molestarnos a mí y a mis
amigas.
El
que estaba en la habitación de mi hermano era demasiado diferente de aquel como
para ser la misma persona.
-¿Como
qué?-preguntó Jordan, en un tono que parecía dejar entrever que no le parecía
del todo descabellada la idea. Alec se lo quedó mirando.
-Darle
un susto-explicó, y se encogió de hombros-. No sé.
Un
silencio pesado cayó sobre los nueve.
-¿Qué?-preguntó
Alec. Todos habían clavado los ojos en él, estupefactos.
-Estamos
esperando-informó Bey-, a que tengas los cojonazos de decir lo que quieres
hacerle a esa chica.
-No
es una chica, Bey, es una puta.
-Sigue
siendo una chica-discutió Bey.
-¿Por
qué cojones la defiendes? Mira cómo está Scott. ¡Míralo!
-¿Y
que él esté fatal ya justifica todo lo que nos apetezca hacerle para herirla?
-Bey,
¿tengo que recordarte de quién eres amiga?-inquirió Logan, y Alec habló a
continuación de él.
-Me
parece de puta madre que te des por satisfecha con insultarla y ya está, pero
yo no soy como tú, Bey. Sois mi familia, Scott es mi familia, y le ha hecho
daño a mi familia; y lo va a pagar caro, créeme. Lo va a pagar carísimo, esa
zorra.
-Haciendo
que sufra no serás mejor que ella.
-Me
la suda no ser mejor que ella; yo lo que quiero es que se acuerde de esto.
-¿Y
eso justifica todo?
-¿Qué
coño dices, tía? ¡Ni que hubiera sugerido que la violásemos en grupo, o algo!
Bey
se cruzó de brazos.
-¿Y
qué coño estás sugiriendo, entonces?
Contuve
la respiración, y vi cómo Amoke también lo hizo, con sus pupilas contraídas.
-Beyoncé-exigió
Alec, y Bey se lo quedó mirando, cruzada de brazos, en actitud desafiante-, ¿de
verdad me crees capaz de algo así?
-No
te creía capaz de decir muchas cosas que estás diciendo, así que… sí.
-Supongo
que ya no soy tan apetecible ahora que ves que no puedes manejarme como te dé
la gana, ¿no?
-¿Yo
te manejo, machito de mierda?-escupió Bey, encarándose con él-. Sí, venga,
acércateme más, no vaya a ser que no note la prepotencia que irradian todos y
cada uno de tus poros.
-Que
corra el aire, chicos-exigió Max, poniéndose entre ellos y tirando de Alec para
alejarlo de Bey, que le mantuvo la mirada con ceja arqueada como una auténtica
diosa de la guerra.
-Sabes
que nunca le haría eso a nadie-escupió Alec.
-¿Lo
sé?-inquirió Bey.
-Tía-apaciguó
Tam a su gemela-. Te estás pasando un poco. Mira, a mí también me molestan
cosas que han dicho, pero están enfadados, no lo dicen en serio…
-Después
de todo lo que mi madre tuvo que
pasar, ¿de verdad te crees que yo repetiría la historia?
-Quizá
sea genética-espetó Bey, y todos ahogaron una exclamación.
-¡Bey!-riñó
Karlie.
-Mira,
tronca-ladró Alec-, no te cruzo ahora mismo la cara porque eres demasiado guapa
y no quiero estropeártela.
-Prueba
a pegarme-retó Bey-, a ver si sobrevives.
-Ya
está bien, vosotros dos-ladró Tommy-. Las desgracias, de una en una. Ahora no
tenemos tiempo para vuestras broncas de tonteo.
-¿Tengo
yo pinta de estar tonteando, Thomas?-preguntó Bey en tono duro.
-No
le llames Thomas-protestó Scott.
-Sí,
vamos, me pone cachondísimo que Bey
me llame violador-escupió Alec, y Bey le miró con una sonrisa cínica.
-Estás
probando lo que digo.
-Tamika,
ponle un bozal a tu hermana, no vaya a tener un disgusto un día de estos-gruñó
Alec, apoyándose en la pared contraria a la que estaba Bey, dejando el máximo
de distancia posible entre ellos dos.
-¿Tanto
te molesta que te digan las cosas que haces mal a la cara?-pinchó Bey.
-Es
la primera vez que lo hacen.
-¿Por
qué no me sorprende? No has dicho gilipollez mayor en tu vida, Alec.
-¡Y
dale! ¿Cuándo he dicho yo nada? ¡Has sido tú la que pone palabras en mi boca
que yo no he dicho!
-¡Hombre,
si te pones en modo El Padrino
hablando de darle una lección, tampoco me parece tan disparatado pensar que
estás hablando de eso!
-Me
refería algo más light, para que
aprenda. Que sepa quién manda y qué ha hecho.
-Esto
es flipante, madre mía-Bey frotó la cara con una mano y se sentó a los pies de
la cama.
-A
ver, Beyoncé, que todos sabíamos que era una puta, sí, pero no tanto.
-¡Alec!-recriminaron Karlie y
Logan.
-¡A
callar, que estoy hablando yo ahora!
-¿Por
qué era una puta?
-Pues
porque lo era, Bey, joder. Lo es. ¿No
tienes aquí la prueba?-señaló a Scott-. No hay más que ver lo poco que tardó en
hacerle una mamada a Scott, que apenas le conocía, por el amor de dios. Y con
lo que a mí me cuesta que me las hagan…
-Igual
no te las hacen porque eres un puto gilipollas-respondió Tam.
-Y
tampoco estás para hablar de mamadas a los dos segundos cuando a ti te falta
tiempo para comerle el coño a la primera extranjera que ves en una playa.
Jordan
empezó a reírse, pero se calló de repente cuando Alec lo fulminó con la mirada.
-Que
haga lo que quiera, tronca, pero no vamos a dejar que sea la puta suprema que
se tira a todo Londres. Hay un trecho, ¿sabes? Que se la chupe a quien le dé la
gana, pero que no ponga unos cuernos que no dejen a Scott salir de esta
habitación.
-Oye,
Alec, no es por nada, pero estoy aquí-respondió mi hermano, hastiado, y escuché
la sonrisa de Alec cuando respondió:
-Si
ya lo sé, y con uno de tus cuernos estás pinchando a Bey, no hay más que ver
que está a la que salta.
-Pero,
chaval, ¿a ti te faltó oxígeno al nacer, o cómo va la cosa?-gruñó la
interpelada, y Alec se echó a reír.
-Estás
guapísima cuando te ofuscas de esa manera.
-A
ver si estoy guapísima cuando te pise la cara.
-Písame
lo que quieras.
-¿Qué
te parecen las pelotas?
-A
ver, Romeo, Julieta-intervino Tommy-, que si queréis una habitación, seguro que
Zayn y Sher os prestan la suya, pero ahora, ¿podemos centrarnos, por favor?
-Si
tanto la odiabas, Alec-quiso saber mi hermano-, ¿por qué no lo dijiste?
-Pues
porque… ¿cómo le digo a uno de mis mejores amigos que su novia es una guarra, a
ver?
-El
aliado feminista-se cachondeó Bey.
-¿Acaso
no lo es?-quiso saber Alec.
-A mí
me pareció que se duchaba bastante.
-Mira,
Bey-jadeó Alec, cansado-, cómeme el rabo un poquito, anda.
-Alec-exigió
Scott-. ¿Por qué?
-Pues,
a ver. Está lo de la mamada-enumeró Alec-, la forma de tontear tan descarada
con nosotros cuando tú no estabas delante…
-¡Eso
es mentira!-acusó Scott.
-Sí
que tonteaba, Scott-replicó Max-, lo que pasa que no le dábamos importancia
porque contigo también era cariñosa.
-A mí
una vez intentó meterme mano-acusó Jordan.
-Sí,
y luego te despertaste, fantasma de mierda-le respondió Logan, y Jordan le dio
un empujón.
-Y
está el hecho de que está trabajando en un bar y se pasea por ahí en
biquini-añadió Alec-, es que hay que ser golfa,
colega. Que te pone las tetas en la cara sin ningún tipo de pudor.
-¿No
le pondrías tú la cara en las tetas, capullo de los huevos?-intervino Karlie.
-Conozco
los límites, Karlie; sé cuándo una tía me está zorreando.
-No
todo el mundo gira en torno a tu polla, ¿sabes?-espetó Bey.
-El
tuyo sí-acusó Alec.
Y Bey
le soltó una sonora bofetada.
-Gracias,
Bey-dijeron todos a coro.
-Me
encanta Bey-me confió Amoke.
-De
mayor quiero ser como ella-respondí yo.
-O
sea, que no sólo se está tirando a uno, sino que, por lo que me contáis, podría
haber más-Scott asintió con la cabeza-. Qué genial. ¿Y por qué coño no me
dijisteis nada?-clavó los ojos en Tommy, que agachó la cabeza.
-Si
te soy sincero, yo no lo sabía.
-Yo
es que estoy acostumbrado a que las tías me traten así-se excusó Alec-, así que
no sé calibrar la importancia que tiene.
-Vale,
Alec, ya nos hemos enterado aquí y en la India que eres el tío que más folla de
todo el puto planeta, ¿y ahora, te podrías callar un poquito?
-¿Por
qué lo dices en ese tono, Bey? Si no follamos es porque tú no quieres.
-No te
quiero tener demasiado cerca, no me vayas a pegar la subnormalidad.
-Mientras
Bey y Alec deciden quién se pone encima y quién chupa qué antes que el
otro-cortó Max-, ¿qué sugerís que hagamos?
Tommy
miró a Scott.
-Le
hacemos lo que quieras-le prometió a mi hermano-. Lo que quieras.
-Salvo
violarla-cortó Alec-. Que luego Bey se ofende.
-Ah,
o sea, que la consideras una persona porque a mí me disgustaría que no lo hicieras.
-No-contestó
Alec-, la considero una persona porque sé que tú dejarías de hablarme si no lo
hiciera-hizo una pausa-, y sé que te morirías de pena si no pudieras hablar
conmigo.
-La
pobre desgraciada que se termine casando contigo va a tener el cielo ganado
desde el minuto en que te conozca.
-¿Por
qué hablas de ti en tercera persona?
Tam,
Jordan, Karlie y Logan se echaron a reír. Tommy bufó y miró a Scott.
-Nada-sentenció
mi hermano-. No quiero que le hagáis nada.
-¿Quieres
hacérselo tú?-preguntó Max.
-No-contestó
Scott-. Yo sólo… sólo quiero dormir. Y no despertarme en dos mil años. Cuando
esto ya no duela.
-Lo
mejor será que te olvides de ella, S-aconsejó Alec.
-¿Por
qué lo dices como si fuera tan fácil? Créeme, ya me gustaría, pero no la voy a
olvidar jamás. Es mi primera novia. Estoy enamorado de ella, joder. Joder, estoy enamorado de una tía que no
se acuerda de mí para nada…-jadeó, y Tam se acercó a abrazarle. Le acarició la
espalda y le dio un beso en la mejilla mientras Tommy le apretaba el brazo.
Amoke
se abrazó a mí. No me di cuenta de que me había echado a temblar hasta que ella
me impidió seguir haciéndolo, ni de que me bajaban lágrimas por las mejillas
hasta que ella me las limpió.
Me
sorprendió sentirme tan inestable, y descubrir que mis emociones se dividían en
dos sacos con dos nombres claramente definidos: por un lado, estaba mi hermano,
en el compartimento más grande y copando la mayor parte de mi angustia.
Pero
también había otro nombre de chico en mi interior: Alec.
Me
compadecía de mí misma por dejarme contaminar por él, sentía asco del placer
que él me había proporcionado, aunque fuera indirectamente. Me sentía sucia por
haber pensado en él en mis momentos más delicados, cuando estaba claro que él
no lo merecía, y me sentía estúpida por haber creído que podría enamorarme de
alguien como él, por ver la luz en una figura que no eran más que sombras, como
bien había sabido durante toda mi vida. No debería haber dejado que mis
hormonas revolucionadas tomaran las riendas de mis actos, ni me hicieran dudar
de cosas que tenía claras.
-No
sé cómo ha podido gustarme-jadeé entre los brazos de mi mejor amiga-. Te lo
digo de verdad, Momo. No sé cómo he podido pensar que le quería-luché por
encontrar oxígeno, luché por hacer que mis pulmones continuaran funcionando. No
quería a Alec cerca de Scott, por el simple pero egoísta motivo de que no le
quería cerca de mí.
-No
sabías cómo era-me consoló Amoke, como la santa que era-. No es tu culpa.
-Y
Scott…-me limpié las lágrimas con el dorso de la mano-. Está tan mal…-negué con
la cabeza, abrumada.
-No
pasa nada, Saab. Con sus amigos y contigo, lo superará. Se terminará olvidando
de ella. No te preocupes.
Pero
hacía bien en preocuparme.
Nos
iba a costar dios y ayuda conseguir que Scott se olvidara de Ashley.
Tanto su familia como sus amigos pensamos que Scott se
pondría mejor cuando empezaran las clases; al fin y al cabo, tendría algo con
que distraerse. No dependería de las fiestas improvisadas y apresuradas que sus
amigos montaran en cuestión de horas para alejar a Ashley de sus pensamientos.
Procuraba no pensar en ella jamás.
El
problema de cuando intentas no pensar en nada es que siempre es lo único en lo
que terminas pensando, y Scott lo sabía, y le frustraba el intentar
desesperadamente no escuchar los jadeos de ella mientras otro chico estaba en
su interior, la forma en que debía de sentirse con las caricias de otro… y eso
hacía que no parara de verla por la puerta entreabierta a la que mi hermano se
había asomado.
Scott
estaba cambiado. Se le veía apagado y apático, incluso arisco con nosotros.
Varias veces Shasha y yo nos habíamos puesto a ver una película y a hacer el
tonto para animarle, cantando las bandas sonoras que no comprendíamos de
películas extranjeras, sólo para conseguir que él gruñera que parásemos, que
parecíamos imbéciles. Incluso le daba malas contestaciones a mamá y se quitaba
a Duna de encima en cuanto ella se acercaba a él dispuesta a exigirle mimos.
Ellas, por lo menos, conseguían una disculpa apresurada y un beso en la
mejilla. Shasha y yo no teníamos tanta suerte, aunque debía concederle a nuestro
hermano que habíamos hecho piña y éramos prácticamente inseparables cuando
estábamos en casa. Cada una compensaba la ausencia de cariño de Scott con la
otra, y trenzamos un lazo en torno a nosotras que se extendía más allá de
nuestras sesiones de realities de
madrugada, cuando ella esperaba a que le
hicieran efecto las pastillas del insomnio, y ahora no parábamos de hacer cosas
juntas.
No
era lo mismo, las dos lo sabíamos. Pero siempre es mejor tomar jarabe para la
gripe que esperar sentado a que se te pase el catarro, luchando contra tu tos y
tus mocos para respirar.
Pero
el que se había llevado la peor parte era, de lejos, papá. Scott había pasado
de necesitar estar a solas con él en momentos puntuales para preguntarle cosas
de chicos, a ser incapaz de tolerar su presencia en la misma habitación que él.
Algo había cambiado entre ellos, y papá lo acusaba con tristeza. Scott no se
acercaba a él, apenas lo miraba y evitaba en la medida de lo posible irse a la
cama cuando papá no estuviera ocupado, todo por ahorrarse darle el beso de
buenas noches que nunca le negaba a mamá.
Papá
fingía que no le importaba, que no había que darle demasiada importancia, que
se le terminaría pasando, pero nosotras sabíamos de la angustia que le
provocaba sentir ese rechazo visceral de Scott hacia él. Cada vez se pasaba más
tiempo encerrado en la habitación de los grafitis, pintando obsesivamente
cuadros que borraba después, o tirado en el sofá con la televisión sin volumen
para permitir a su cabeza cantar mil canciones. Torcía la boca tanto que
parecía que quisiera tocarse el lóbulo de la oreja con los labios. Rechinaba
tanto los dientes que me sorprendió que no tuviera que ir al dentista.
No
podía culparlo. Sabía que lo hacía por intentar acallar la acusación de Scott
un día en que estuvo hablando por susurro en su habitación, seguramente con
ella, y en el que mi hermano no pudo morderse la lengua más. No soportó un
instante más el tono hipócrita de nuestros padres, consolando algo que era
inconsolable y disculpando algo inexcusable.
-No
entiendo cómo puedes decir que querías a Perrie cuando le hacías esto una y
otra, y otra vez-ladró después de que papá se marcara un precioso discurso
sobre la importancia de quererse a uno mismo y no valorarnos por la estima que
nos tuvieran los demás, sino por cómo nos considerábamos nosotros como
personas. Toda la mesa se quedó en silencio mientras Scott se levantaba después
de soltar la bomba, tiraba la servilleta encima de su plato y salía del comedor
con aires de grandeza.
-¡Scott!-recriminó
mamá, pero él no se volvió ni vino a pedir perdón. No iba a disculparse porque
no lo sentía.
Papá
no volvió a abrir la boca en toda la comida y sonrió con tristeza cuando mamá
le acarició la mano.
-No
se lo tengas en cuenta al niño. No lo decía en serio.
Papá
asintió y sorbió de su vaso; sí que lo decía en serio, parecía querer decirle.
Mamá lo habló largo y tendido con él, incluso escuché a hurtadillas un poco de
la conversación que tuvieron, con ella excusando el comportamiento de su hijo a
la vez que asegurando que estaría del lado de su marido, siempre.
-Odio
que me lo eche en cara, Sherezade, pero el problema es que no puedo culparle
por hacerlo. No soy una buena persona.
-Sí
que lo eres. Eres un padre increíble y un marido genial. No deberías juzgarte
sólo por cómo te trata Scott ahora que está mal. Se le terminará pasando.
-No
creo que esto sea tan sencillo, mi amor. Me va a detestar de por vida.
-Eso
no lo sabemos.
-Créeme,
lo sé. Lo sé igual que sé que esto terminará afectándonos.
-¿A
qué te refieres?
-Me
da miedo que te lo contagie.
-Que
me contagie, ¿qué?
-Esa…
desconfianza-escupió papá, levantándose de la cama y paseándose por su
habitación, frotándose la barbilla-. Cree que puedo volver a hacerlo. Y yo
nunca te lo haría. A ti no, Sher. A ti, jamás.
-Tienes
que cambiar el discurso-razonó mamá, poniéndose en pie y cogiéndole las manos-.
Sé que no lo haces a mal, Z, sino para alabarme a mí, pero… Scott no necesita
pensar ahora que no le basta a Ashley como a ti te basto yo.
-Pero
es la verdad, Sher, tienes que entender que yo nunca te haría…
-No
me lo harías porque maduraste-zanjó mamá-, y comprendiste que eso es horrible y
no se le hace a nadie, sea la mujer de tu vida, o un rollo informal, Zayn. Nos
conocimos en el momento oportuno; no paraste porque yo fuera yo, o Perrie fuera
Perrie. Paraste porque sabías que estaba mal y era el momento de parar.
Papá
no había sabido contestarle; estaba demasiado agotado psicológicamente por
intentar encontrar la solución al problema con Scott como para poder darle
vueltas a lo que le había dicho mamá. Y ya estaba cansado de darle vueltas a
las cosas. Necesitaba parar. Necesitábamos que algo cambiara en mi hermano.
El
último día de vacaciones, le vi especialmente mal. Decidida a animarle aunque
fuera sólo por las últimas horas de esa horrible pesadilla, me tumbé sobre él
de nuevo y le abracé el cuello. Hundí la cara en su pecho y escuché los latidos
de su corazón.
A
veces, nuestros ritmos cardíacos se sincronizaban.
Papá
esperó a que lo hicieran para hablar y desestabilizarse de nuevo.
-Ojalá
nunca sepas lo que es que tu hijo te odie, mi amor-susurró, acariciándome la
espalda y besándome la cabeza.
-Scott
no te odia-discutí-, sólo es gilipollas.
-Mm-contestó
papá, no muy convencido. No se había tragado i mentira.
-De
todas formas-añadí-, me tienes a mí.
-Sí-asintió
él, acariciándome el pelo esta vez-. Te tengo a ti.
Había
sonreído con tristeza y yo me había creído bastante.
Pero
nadie en esa casa era bastante para Scott.
Aunque
podíamos unirnos.
El
día más terrible de mi vida fue un jueves. Scott había pasado un fin de semana
tremendo, metido en su casa, negándose a salir hasta el punto de que sus amigos
habían desistido y habían trasladado la fiesta de nuevo a nuestro sótano, sin éxito.
Allí abajo, en las entrañas de nuestra casa, la música y el alboroto y la
comida basura ahogaban los gemidos de la que aún era su novia con otros chicos.
Se escondían en el murmullo de una fiesta en la que Scott no estaba
participando, y apenas estaba presente.
Pero
entre semana, la clase debía permanecer en silencio para escucharla explicación
del profesor de turno. Aquellas explicaciones ya no le interesaban a mi
hermano: la única que él necesitaba en aquel momento no podía proporcionársela
nadie más que Ashley, a la que los chicos le habían prohibido ver y de la que
su instinto le animaba a escabullirse.
El
silencio era insoportable, las noches, una pesadilla. La casa estaba vacía,
igual que su corazón, pero en su cabeza había un festival de sensaciones que
emponzoñaban el alma de mi hermano por dentro.
Todavía
no sé quién fue el que me impulsó a echar un vistazo en su habitación; me había
acostumbrado a no hacerlo ya cuando estaba con ella. La habitación de Scott
cuando él estaba dentro, con la puerta entreabierta, era su territorio y no le
pertenecía a nadie más.
Ese
día, sin embargo, miré.
Y lo
que me encontré al principio no tenía ningún tipo de sentido. En lugar de estar
tumbado sobre su costado, aprovechando que Tommy no estaba para regañarlo, y
llorando en silencio, se había tendido cuan largo era sobre la cama recién
hecha. Tenía la espalda sobre el colchón y observaba el techo, respirando con
una tranquilidad forzada que yo sabía que no sentía.
Me
fijé en que estaba descalzo, y no sé por qué esa imagen caló en mí, a pesar de
que no era nada del otro mundo.
Algo
en el ambiente hizo que me estremeciera. Un escalofrío me recorrió la espina
dorsal de arriba abajo, clavando en mi interior un miedo helado que me empujó a
caminar incluso sin saber que lo estaba haciendo. Papá estaba en el piso
inferior, pintando en la habitación con la música a todo trapo; mamá, reunida
con sus socias de despacho. Debería haber ido corriendo a pedirle ayuda, pero
no entendía qué me sucedía, qué espíritu tiraba de una cuerda invisible atada a
mi cintura y me susurraba al oído amenazas que yo no entendía, pero sí sentía.
Me
metí en el baño y cerré la puerta de un portazo.
No
creo ni que Scott me escuchara cuando me colgué de la estantería del baño para
alcanzar la parte superior del pequeño armario con espejos que había sobre el
lavamanos. Palpé las cosas que había por encima de éste, productos en oferta
que no necesitábamos y que terminábamos almacenando lejos, donde se nos
terminaban olvidando…
… o
las pastillas para el insomnio de Shasha.
Que,
casualmente, parecían no estar ahí: el único sitio en el que Shasha no miraría,
el único lugar al que ella no podía llegar, ni subida a un taburete.
Francamente,
me habría sorprendido de estar alcanzando yo ese lugar, de permitírmelo mi
miedo.
Jadeé
un gemido y traté de pensar a la velocidad del rayo; cada imagen que me pasaba
por la cabeza era peor que la anterior. Abrí la puerta del armario y saqué en
tropel las cosas que había dentro: pastas de dientes, cepillos del pelo,
maquinillas de afeitar (sin guardar en la funda, seguro que son de Scott, pensé, ignorando el escozor al cortarme
con la cuchilla en mi frenesí), gomas del pelo usadas y bases de maquillaje,
toallitas y cremas de todos los colores y olores.
En
ningún sitio estaba el botecito naranja con la tapa blanca que contenía la cura
del suelo de la mayor de mis hermanas.
Antes
de que pudiera darme cuenta de lo que aquello significaba, ya estaba de vuelta
en mi habitación, marcando el número de Tommy, sollozando entre pitido y
pitido, rezando por que Tommy no se hubiera dejado el teléfono en su habitación
y estuviera comiendo con sus padres, o jugando con sus hermanos.
-¿Sí?-preguntó
él al otro lado de la línea, y su voz me proporcionó tal alivio que me mareé.
La cabeza comenzó a darme vueltas y mi habitación se convirtió en una espiral
de colores pastel y fotografías difusas y fosforescentes.
Que sea mentira, que esté equivocada.
Cobarde, vete a ayudarle, es tu
hermano.
-¿Sabrae?-preguntó Tommy, que
se había alejado el teléfono de la oreja para comprobar que estaba hablando
conmigo-. ¿Hola? ¿Estás ahí?
-Ah-jadeé,
y el aliento se me clavó en el pecho y me ardió en la garganta.
-¿Sabrae?
¿Qué te pasa? ¿Estás bien, pequeña?
Pequeña.
Pequeña.
PEQUEÑA.
Aquella
palabra, tan simple y a la vez tan cargada de significado, hizo clic en mí.
Consiguió que reaccionara y que le fuera útil a la persona que me había
bautizado así.
-Es Scott-jadeé, y Tommy se
quedó helado. Lo noté en la tensión que se instaló entre nosotros-. Es Scott,
no sé qué está haciendo, no sé qué le pasa, tienes que venir…
-Voy-prometió
Tommy, y escuché el murmullo de su ropa mientras se incorporaba y salía
disparado de la habitación-. No le dejes solo, Sabrae, ¿me oyes? Ni se te
ocurra dejarle solo.
-Está
en su habitación-sollocé, escuchando el portazo que acababa de dar a varias
calles de distancia gracias a la magia de las ondas de teléfono-. No puedo
entrar. No me atrevo a entrar, Tommy, perdóname, por favor… no puedo… si él…
Había
sido horrible estar con él esos días. Incluso Tommy se había desinflado al
descubrir que el instituto, lejos de mejorarle, le ponía peor.
-¿Qué
tal?-saludaba cada mañana, y cada mañana recibía la misma respuesta.
-Mal-contestaba
Scott-. Me he despertado-añadía con un gruñido, y a mí se me rompía el corazón.
Demasiadas parejitas. Demasiadas chicas. Demasiados silencios y demasiados
rumores. Muchas carcajadas resonando en una cabeza que no encontraba motivos
para volver a sonreír.
Había
acabado con él.
Nuestra
última esperanza para Scott había terminado siendo su golpe de gracia.
-Tranquila-intentó
calmarme Tommy, que comenzaba a jadear-. Lo entiendo. Vale. Yo me ocupo de
todo. Estate pendiente.
Creía
que con eso se refería a que vigilara cuando llegara para abrirle la puerta y
no perder tiempo. Pero, apenas le vi aparecer por la esquina de la calle,
empecé a bajar las escaleras y me choqué con él, que se había sacado las llaves
de mi casa del bolsillo y no había dudado en desbloquear la puerta, y había
corrido escaleras arriba como alma que lleva el diablo.
Tommy
me agarró de la mano un segundo antes de que me desnucara, y por un momento me
perdí en sus ojos azules como el mar. Transmitían la urgencia de mil
ambulancias que llevan en su interior a una víctima de un tiroteo entre mafias.
-¿Estás
bien?
-Sí-respondí,
y miré en dirección a la puerta-. Scott…-susurré.
-Tranquila.
Lo tengo-contestó él-. Coge a tus hermanas-añadió en tono protector, el que
Scott usaba cuando mamá y papá tenían una bronca gorda y nos refugiábamos en el
sótano de los juegos para no escuchar sus gritos y sus reproches lacerantes.
Recogí
a Duna del suelo, que comenzó a protestar, y le hice una señal a Shasha para
que me siguiera. Me las llevé al cuarto de juegos y, después de pensármelo sólo
un segundo, cerré la puerta y la atranqué allí.
Yo
era la mayor. Si Scott necesitaba mi ayuda, no involucraría a las pequeñas.
Shasha
pareció entenderlo, porque no opuso resistencia y trató de acallar los llantos
de Duna para que no alertara a papá. Pero él debía enterarse.
Cuál
fue mi sorpresa cuando me metí en la habitación de los grafitis y la descubrí
vacía.
¿Nos
habían dejado solos?
Corrí
escaleras arriba, en dirección a la habitación de mi hermano, pero su voz me
detuvo en seco.
-Acabar
con todo-dijo Scott, después de que Tommy irrumpiera en su habitación y se
quedara muy quieto, exigiendo saber qué cojones hacía con el bote de pastillas
de Shasha entre las manos, tumbado en la cama como el cadáver de un faraón
esperando a que lo momifiquen.
-¿Acabar
con qué, Scott?-rugió Tommy, acercándose a él amenazante. Me dio miedo y me
sentí fascinada a partes iguales por él. Tommy se movía igual que una pantera,
y aquellos animales eran preciosos-. ¿Cómo se supone que me tengo que tomar yo
que tú quieras hacer esta gilipollez? ¿Te crees que me voy a quedar de brazos
cruzados? Trágatelas-retó, y yo contuve el aliento, impactada. ¿Y si Scott le
obedecía?-. Trágatelas, si tienes cojones-instó, y Scott lo miró con odio un
segundo, molesto porque no le creyeran capaz de cumplir sus deseos-. Te las
sacaré del estómago con mis propias manos. Te haré un lavado en el acto, me da
igual si te tengo que meter la mano en la boca hasta el codo, o si te tengo que
abrir en canal para sacarte esa mierda. No seas gilipollas-ladró-. Nadie vale
el quitarnos lo único que tenemos en este puto mundo.
Scott
se lo quedó mirando, pero en sus ojos ya no había el mismo desafío de antes. Se
había cambiado por una ligera súplica.
-No
lo soporto más, T-confesó en tono cansado, y sentí náuseas al escuchar su forma
de hablar. Parecía un anciano con demencia senil en un momento lúcido, más que
un chico de 16 años-. Y mira lo que te estoy haciendo-jadeó-. Y lo que les hago
a mis hermanas, a mis padres. ¿Hace cuánto que no dormís bien?
-¿Qué
pollas importa cuánto haga que no duerma bien?-replicó Tommy-. Ya dormiremos lo
que nos salga de los cojones cuando estemos bajo tierra-zanjó, y estiró la
mano-. Dame esa mierda.
Scott
sujetó el bote con más fuerza. Se le pusieron blancos los nudillos mientras
apretaba la mandíbula.
-No-fue
lo único que alcanzó a decir, y sus ojos destilaron una resolución que me
aterrorizó. Estuve a punto de entrar en su habitación y arrebatárselo yo misma.
Pero
estaba temblando demasiado y temía que las piernas no me sostuvieran.
-¿Quieres
que te pegue la paliza de tu vida?-sugirió Tommy-. ¿Qué te las quite a guantazo
limpio? Porque créeme, chaval; si es lo que tengo que hacer, lo voy a hacer. Joder, seguramente, incluso
disfrute.
Scott
clavó la mirada en Tommy. Tommy la clavó en Scott. Se retaron en silencio
durante lo que me pareció una eternidad, luchando con sus voluntades férreas,
fuego con fuego, rabia con rabia, cansancio con cansancio.
Finalmente,
ganó Tommy. Por suerte para todos, cuando se trataba de Scott y de él, él era
siempre el último en retirar la mirada. Y ésta no fue la excepción que
confirmaba la regla, sino que la cumplió a rajatabla. Scott aflojó un poco sus
dedos, suficiente para que Tommy se abalanzara sobre ellos y le quitara le
botecito naranja.
-Abre
la mano-ordenó, desconfiado, observando que mi hermano había retirado el puño
demasiado rápido, de una forma un tanto sospechoso.
-No-retó
Scott.
-Scott,
abre la puta mano.
-No-gruñó
mi hermano.
-Te
reviento a hostias, Scott-le prometió Tommy, y Scott puso los ojos en blanco.
Abrió la mano y Tommy le arrebató a la velocidad del rayo las cinco pastillas
que se había guardado a modo de escape, sólo por si acaso.
Tommy
obligó a mi hermano a vaciarse los bolsillos, a lo que éste obedeció. Después,
le echó la bronca del siglo. Le preguntó qué iba a ser de mí, de mis hermanas,
de mis padres. Scott respondió que mi madre era mayorcita y Tommy continuó
recriminándole cuánto dolor iba a causar a tanta gente sólo porque se había
enamorado de una tía que no le merecía. Si ella buscaba lo que él le daba en
otros chicos, era porque era estúpida e incapaz de ver que él valía tanto, o
más, que los dos chicos con los que la había pillado, juntos.
-Ella
era mi mundo, T-se lamentó Scott, y Tommy se levantó de la cama en la que se
había sentado, los codos apoyados en las rodillas y la cabeza gacha.
-Pues
te jodes. Explora el espacio. Tus hermanas son soles, ¿y tú lloras porque has
perdido un planeta? No me jodas, Scott-le recriminó, y le recriminó muchas cosas
más mientras yo me apoyaba en la barandilla de las escaleras, mareada, agotada,
aterrorizada, pero sobre todo, agradecida de que Tommy existiera. Estaba
arrinconando a Scott en la esquina que éste no podría abandonar: Duna, Shasha,
él y yo. No nos podría dejar atrás.
Abrió
la puerta de la habitación después de la bronca y se me quedó mirando. Me
levanté y me limpié el culo.
-No
le dejes solo.
Me
entregó las pastillas y cerró mis manos en torno al botecito.
-Me
voy a mi casa a por ropa. Volveré en diez minutos.
Entré
en la habitación de Scott y me lo quedé mirando. Había vuelto a darse la vuelta
y a mirar a la pared. Se había metido debajo de las mantas y jadeaba de nervios
y sollozando.
-Siento
el infierno que os estoy haciendo pasar-jadeó, y yo me senté a su lado y le
acaricié la mejilla. Scott buscó mis manos.
-Yo
siento no saber consolarte como lo hace Tommy.
-¿Saab?-jadeó,
llevándose mi mano a la boca y besándome los dedos.
-¿S?-respondí.
-Te
quiero. Muchísimo.
-Yo
también te quiero, S.
Me
tumbé a su lado y lo rodeé con los brazos. Él se giró y se echó a llorar en mi
pecho.
-Lo
siento… lo siento tanto.
-Sh.
No pasa nada. Sólo ha sido un susto. Te vas a poner bien.
Cuando
Tommy regresó, seguía acariciándole la espalda y susurrándole palabras de
consuelo. Tiró la bolsa de deporte con su ropa en el suelo y se nos quedó
mirando.
-Os
dejaré solos-decidió-. Voy a ver a las chicas.
Tommy
durmió en mi casa esa noche, y muchas más, pero no las siguientes. Las
siguientes, Scott y él las pasaron de fiesta, en discotecas, emborrachándose
tanto que les costaba recordar de dónde venían ni adónde iban. Scott acarició
de nuevo la felicidad embotellada en recipientes de cristal con nombres como
Jack Daniels o Bacardi.
Se
convirtió en un animal nocturno, que de día sobrevivía y de noche parecía
acercarse a la sombra de lo que había sido en otra vida. De día lloraba y de
noche reía.
De
día, tenía el corazón roto. De noche, él rompía corazones.
Así
fue como mi hermano se convirtió en Scott Malik, el Scott Malik que estaba
destinado a ser, en el fondo.
Y así
fue como creo que empecé a enamorarme de Tommy. Fue de una forma tan lenta que
ni siquiera me di cuenta de que lo estaba haciendo hasta que ya era muy, muy
tarde.
A mí
me conquistaban por las pequeñas cosas, y eran precisamente las pequeñas cosas
las que animaban a Scott. Que Tommy le dejara ganar una partida con sutileza,
que yo le robara una sudadera y pusiera de excusa que me encantaba cómo olía, o
que Shasha dejara un poco de su postre para que él pudiera terminárselo.
Que
Duna le dibujara con más esmero que al resto de la familia en el cole y le
llevara le dibujo con tanta ilusión que cualquiera diría que se trataba de un
Rembrandt.
Pero,
sobre todo, lo que más animaba a Scott eran las cosas que Tommy hacía por él.
Siempre sabía qué hacer para que no pensara más en lo que había sucedido con
Ashley, y siempre acertaba con sus predicciones.
Empecé
a pensar que era cosa de los Tomlinson, ese efecto mágico en él, cuando un día
llamaron al timbre y me tocó abrir a mí. Estábamos los tres mirando la
televisión sin verla, escuchando un programa de chistes que no tenía nada de
gracia, salvo por la presentadora, cuando sonó el timbre. Scott me miró,
otorgándome el turno, y Tommy me dedicó una sonrisa tímida a modo de disculpa
por no levantarse él.
Cuando
abrí la puerta, Eleanor esbozó una sonrisa amplísima, llena de unos dientes preciosos
que me deslumbraron.
-Traigo
cosas-anunció, levantando un poco la bolsa con la que venía cargando. Se apartó
un mechón de pelo apresuradamente de la cara y dio un paso al frente para
entrar en mi casa cuando yo me hice a un lado-. ¡Hola!-canturreó con dulzura, y
su hermano asintió con la cabeza, pero Scott hizo el esfuerzo de dedicarle una
sonrisa cansada.
-Hola,
El.
-Os
traigo regalos-informó de nuevo, y se acercó a ellos. Scott se masajeó la sien,
esperando mientras ella depositaba la bolsa encima de la mesa del salón, y
aceptó la revista enrollada que le tendió Eleanor. Abrió un poco los ojos, algo
impresionado-. Es la National Geographic de
este mes. Mamá dice que trae un reportaje súper interesante sobre no sé qué
nebulosa. Y también hacen un estudio de un esqueleto de dinosaurio que han
encontrado en… ¿Camboya?-preguntó Eleanor, y le quitó la revista un momento a
mi hermano para pasar páginas a toda velocidad.
-¿Por
qué no dejas que lo descubra él en lugar de destriparle toda la
revista?-preguntó Tommy, fastidiado.
-No
te piques, T. También tengo cosas para ti-Eleanor sacó un recipiente de
plástico de la bolsa, con tapa roja, y se lo tendió a Tommy. Enseguida reconocí
el quesito amarillo brillante que esperaba en su interior a ser devorado.
-¿Te
mandan tortilla y a mí una puta revista?-bufó Scott dolido.
-También
hay para ti, S. Bueno, en realidad, es para todos-explicó Eleanor, inclinándose
y apartándose mechones de pelo de la cara para sacar un recipiente aún mayor,
en el que un disco dorado se mantenía intacto, impaciente porque lo
degustáramos.
-Tu
madre no tendría que haberse molestado, El-sonrió mamá desde el otro extremo
del salón, donde se había sentado a leer un libro aprovechando los tímidos
rayos del sol.
-Bueno,
es que echa de menos a Tommy y está intentando que vuelva a casa-bromeó
Eleanor-. Quizá, seduciéndole por el paladar…
-Dios-gimió
Tommy, olfateando el contenido del recipiente-. Uf. Dile que la echo de menos.
-Ve a
decírselo tú-protestó Eleanor, cruzándose de brazos. Scott se levantó de un
salto y Tommy se quedó alucinado. Era la primera vez en semanas que demostraba
un poco de iniciativa.
-¿Adónde
vas?
-A
calentar mi comida-explicó Scott-. A ti te dará igual comértela fría, pero yo
la quiero bien calentita-Scott abrió la puerta de la cocina con la espalda y
alzó las cejas antes de desaparecer por ella. Le seguimos al interior y nos
sentamos a la mesa; Tommy, con su trozo de tortilla; Eleanor, con un zumo que
Scott le ofreció; yo con un par de platos, uno para mí y otro para mi hermano.
Mientras
nosotros comíamos, los Tomlinson se pusieron al día con los acontecimientos de
su casa. La madre de Tommy le echaba de menos y ya había venido varias veces a
ver cómo estaba Scott y de paso hacerle una visita a su hijo, ahora que se
había mudado extraoficialmente a casa de los Malik. Pero supongo que verlo un
par de minutos a la semana no era lo mismo que vivir con él. Louis estaba
directamente harto de que no se turnaran para ir a dormir en las casas, como
habían hecho toda la vida, pero Tommy no iba a sacar a Scott de su elemento tan
pronto.
Entendía
a Eri y Louis. No me extrañaba que le echaran tanto de menos, cuando su
presencia era tan buena para todos los que le rodeaban. Él sí que era como un
sol, cálido y luminoso, capaz de disipar cualquier nube.
Me
acaricié la barriga y solté un eructo al terminar mi ración de tortilla y miré
con gula la restante, pero Scott me dio un golpecito en el brazo y negó con la
cabeza.
-Eso
es para las chicas.
Puse
los ojos en blanco y bufé. Seguro que Shasha y Duna no nos traían nada de su
visita al centro comercial con papá, ¿por qué debería cederles yo un trozo de
tortilla?
Fácil:
porque yo era la hermana mayor.
-Y
vosotros, ¿cómo estáis?-preguntó Eleanor después de su charla con su hermano,
mirándonos a ambos. No se me escapó la forma en que sus ojos se deslizaban
inevitablemente hacia mi hermano, siguiendo cada uno de sus movimientos, que no
eran muchos. Parecía ansiosa por escuchar su voz, anhelante de tener una excusa
para prestarle tanta atención.
-Bien-sonreí,
limpiándome las migas de las comisuras de la boca.
-Bueno…-contestó
Scott, encogiéndose de hombros-. He estado mejor, la verdad. Y también peor. La
tortilla me ha hecho ilusión-señaló la parte superviviente-. Gracias, El.
Ella
sonrió, incluso se sonrojó un poco. Agachó la mirada como un cervatillo y
murmuró:
-No
me las des a mí. A mamá se le ocurrió la idea de la tortilla; yo sólo preparé
las patatas y batí los huevos.
-O
sea, que mamá sólo vigiló mientras se freía, ¿no?-rió Tommy.
-Bueno-Eleanor
se encogió de hombros.
-Ya
has hecho más que estos dos-señalé con la cabeza a mi hermano y con la mano a
Tommy, que arqueó las cejas.
-¡Pero
bueno! Estoy en plena misión de recuperación. ¡No puedo estar a todo, Sabrae!
-Llevo
esperando que me cures esta depresión con una tortilla desde que empezamos el
curso. Y ha tenido que venir tu hermana a prestarme atención porque tú no eres
capaz-espetó Scott, y Eleanor soltó una risita mientras se ponía de un
delicioso tono rojizo.
-¿Perdona?-espetó
Tommy-. ¿Que yo no te hago caso? Tú sueñas, chaval. Ya me gustaría a mí no
estar pendiente de ti las 24 horas del día-espetó-. Seguro que ni Sherezade te
prestaba tanta atención cuando eras un bebé.
Scott
se lo quedó mirando y torció la boca. Tommy parpadeó, cayendo en su error.
-Tío,
no lo digo a malas, sabes que me encanta…
-Ya-Scott
estiró el brazo y jugueteó con el cristal de la botella de zumo que Eleanor se
había bebido.
-Scott-pidió
Tommy.
-Lo
sé-Scott sonrió con tristeza-. Créeme, lo sé. Y desearía que fuera de otra
manera.
-A mí
no me importa que sea así.
Eleanor
me miró, un poco cohibida por la situación. Sabíamos que Tommy y Scott
exteriorizaban sus sentimientos respecto del otro de vez en cuando, pero, hasta
hacía unas semanas, era imposible enterarse de lo que se decían para animarse
el uno al otro.
Así
de mal estaban las cosas: había terminado acostumbrándome a sus frases de
cariño y apoyo mutuo.
-Tengo
una idea; ¿y si preparamos nosotros algo para mandárselo a mi madre a través de
El?-preguntó Tommy. Eleanor sonrió.
-Seguro
que le hace ilusión.
-No
sé, tío, no me apetece mucho...-gimoteó Scott.
-Venga,
S. Que Eri nos ha hecho una tortilla. Con cebolla-le recordé-.En su casa, no la
comen con cebolla. Ha sido un detallazo.
-Y no
te quiero meter presión, S, pero también te ha dejado la revista-sonrió
Eleanor, y Scott le devolvió una sonrisa un tanto chula. Era la primera vez en
semanas que se parecía un poco a él, con el sol tan alto y tan poco alcohol en
vena.
-Pero,
¡si lo hace todos los meses!
-Pero
ahora le ha puesto más cuidado, ¿no te has fijado en que no está tan
sobada?-inquirió Eleanor, y Scott asintió.
-Bueno…
pero porque me lo pide tu hermana, ¿eh, tío?-bromeó mi hermano, y Tommy alzó
las manos.
-A
mí, mientras la trates con respeto…
Tommy
se levantó de su sitio e inspeccionó los ingredientes de que disponía mientras
Scott lo observaba y yo charlaba con Eleanor sobre el instituto. Me aconsejó
qué hacer con ciertos profesores y a qué gente no debía cabrear, y me preguntó
si me parecía que el curso iba a ser difícil o no.
-Cuesta
acostumbrarse después del verano-me encogí de hombros mientras Scott se
levantaba y se acercaba a Tommy con curiosidad.
-Uf,
a mí siempre se me hace cuesta arriba septiembre-asintió Eleanor-. Es el peor
mes del año, con diferencia.
-Mamá
nació en septiembre-contestó Tommy sin mirarla.
-Cierto,
se me olvidaba que tu cumpleaños caía en octubre-le chinchó ella.
-Mira,
Eleanor-Tommy se giró-, si has venido a atacarme, ya sabes dónde está la
puerta.
-¿Me
estás echando?
-Sí-asintió
su hermano.
-No-replicó
el mío, y Tommy lo miró con ojos como platos-. Es mi casa. No puedes echarla de
mi casa.
-¿A
que me voy yo?
-¿Me
vas a dejar así?-preguntó Scott, abriendo los brazos.
-Sí-zanjó
Tommy, y Scott bufó y negó con la cabeza. Me senté al lado de Eleanor para
mirar cómo cocinaban y hablar con ella. Eleanor parecía muy interesada en si
Ashley había intentado hablar con Scott, pedirle perdón. Habló en susurros,
hizo preguntas en susurros, y exclamó en susurros, todo con tal de impedir que
Scott se sintiera violento o que todo lo avanzado con la comida se fuera al traste
por una indiscreción.
Eleanor
comenzó a detestarla más incluso de lo que yo lo hacía. Había una fiereza en su
mirada que incluso daba miedo. A pesar de su tamaño, Eleanor miraba en
dirección a Scott con una posesión y una rabia que te hacía creer que aplastaría
a todo aquel que intentara hacerle daño.
Eso
hizo sonar mis alarmas, que todo en mi cabeza encajara. Siempre lo había
sospechado; había veces en que incluso había estado muy segura.
Pero
no fue hasta ese momento en que Eleanor me lo confirmó veladamente: estaba
enamorada de Scott.
Enamorada
de veras.
Los
chicos me distrajeron justo cuando le iba a preguntar a Eleanor por qué no
aprovechaba una oportunidad de oro. Quizás no volviera a presentársele.
Le
diría que me gustaba para mi hermano. Era buena, lista, guapa y cariñosa. Precisamente
lo que Scott necesitaba ahora.
Y lo
que necesitaría toda su vida.
Scott
se había puesto a picar unas verduras y
Tommy había terminado ya de preparar las suyas; con un gemido, se inclinó hacia
él y le dio un mordisquito en la mejilla.
-Ay-ronroneó
Tommy, acariciándole la otra y apretándole la cara-, cómo le quiero yo.
Scott
sonrió complacido. Necesitaba todos esos mimos, y muchos más. Y no iba a darlos
por sentado.
-¿Vas
a ir a ver a Megan?-preguntó.
-No-contestó
Tommy-, ¿por qué? ¿Ahora quieres que me largue?
-Bueno,
ya hay un Tomlinson en mi casa-señaló con la cabeza a Eleanor-. Seguro que a tu
hermana no le importa ocupar tu lugar por unas horas.
-Sería
un honor-sonrió Eleanor.
-Tú,
te callas-sentenció Tommy-. No, es pronto. Esta semana no quiero dejarte solo.
-Invítala
a venir-espetó Scott, y tanto Tommy como yo abrimos la boca de par en par,
estupefactos.
-Pero,
¡si no la soportas!
Hizo
un sutil gesto en mi dirección, que no se me escapó. Scott llevaba sin aguantar
a Megan desde que yo la conocí. Al principio no le caía del todo bien, pero,
desde que me había etiquetado como “la hermana adoptada de Scott”, éste era incapaz de tragarla.
-Estuvo
mal, pero bueno…-Scott suspiró y dejó los cuchillos un momento-. Tú sabrás lo
que haces. No soy bueno calando a la gente-musitó-. Y tú sí.
Tommy
le acarició la cabeza en un gesto protector, muy típico de hermano, y torció el
gesto.
-Echa
eso a freír ya. Y, Eleanor, ¿te has acordado de mi iPod?
Eleanor
se lo sacó del bolsillo de los pantalones.
-Genial.
Pon música.
Al
principio, sólo Tommy, Eleanor y yo nos dejamos llevar y nos pusimos a cantar.
Llegaron mis hermanas y mi padre, que saludó a Eleanor con un beso en la
cabeza, y le preguntó qué tal todo mientras Shasha y Duna se daban un festín de
tortilla.
-Dejad
algo para mamá, ¿queréis?-instó papá, robándole un pedazo de comida a Duna, que
lanzó un chillido y exigió una disculpa. Papá salió de la cocina masticando y
se fue no se sabe adónde, mientras Eleanor llenaba la estancia con su increíble
vozarrón. Scott se giró cuando terminó la canción que estaba cantando y se pasó
una mano por el brazo, mostrándole los pelos de punta, a lo que Eleanor
respondió con una risita y una ligera reverencia. Se acodó en la mesa y se lo
quedó mirando con actitud soñadora.
Me
dieron ganas de pegar a Scott por no ver la forma en que ella le adoraba,
incluso cuando estaba en uno de sus peores momentos.
Quizá
fue precisamente por ella por lo que Scott se animó, pero el caso es que,
cuando salió en el aleatorio Love runs
out, se animó a cantarla con Tommy, que le dio un golpecito con la cadera y
asintió con la cabeza, feliz de que pusiera un poco de su parte. Scott empezó
con timidez pero terminó bordando la canción, enredando su voz con la de Tommy
y haciendo unas florituras que me hicieron sospechar que no era la primera vez
que cantaban esta canción juntos.
Para
cuando terminaron, Duna aplaudía entusiasmada. Tommy hizo una profundísima reverencia y Scott
puso los ojos en blanco.
-Payaso…-protestó,
pero se le notaba contento, bastante más de lo que lo había estado las últimas
semanas.
Yo
estaba casi eufórica, me apetecía dar saltos de alegría.
Continuaron
cantando y nosotras jaleándoles, hasta que salió una canción de The Weeknd, False alarm, en la que el cantante daba
gritos en medio de la canción, lo cual fue demasiado para mamá, que podía
trabajar con ruido, pero no con un escándalo.
-Tengo
un caso de violencia de género-espetó-, haced el favor de dejar de dar gritos.
-Y yo
tengo un caso de depresión pueril, Sherezade-soltó Tommy-, a ver si me dejas
trabajar.
Mamá
alzó las cejas y soltó una risita.
-Lo
siento, doctor, ¿cree que podría hacer terapia dentro de los decibelios
permitidos?
-Lo
intentaremos-prometió Tommy, y se giró hacia Scott, que asintió con la cabeza
con repentina timidez y no volvió a abrir la boca. De hecho, se quedó quieto un
instante, como escuchando realmente la canción.
-¿Qué
pasa?
-Habla
de ella-soltó, mirándole con unos ojos vacíos y perdidos. Me estremecí y sentí
vértigo. No, estamos tan cerca…
-¿Qué?
-La
canción-explicó Scott, y Tommy frunció el ceño un segundo, pero luego hizo un
gesto con la mano quitándole importancia.
-Anda
que… con lo guapo que tú eres, como para rayarte por una rubia de bote.
-No
era de bote-ladró mi hermano a la defensiva, y Tommy esbozó una sonrisa
traviesa.
-Sabía
que había pelusilla, aunque no lo quisieras decir.
-Tío,
¿eres imbécil? Déjame tranquilo-gruñó mi hermano, y Eleanor y yo nos miramos.
En sus ojos había un cierto disgusto, no sé si por la tristeza de Scott o
porque se había roto la ilusión de que la hubiera olvidado.
Scott
no volvió a abrir la boca, cocinó en silencio y taciturno, tan tenso que hasta
a nosotras nos daba miedo hablar. Sólo Tommy parecía no percatarse del visible
cambio de humor de mi hermano.
O eso
pensamos, porque cuando acabaron el cocinado, se fue hasta el iPod y tecleó en
él para buscar una canción. Scott lo miró cuando Tommy puso un vaso de cristal
en el mismo momento en que lo hacían en la película: Tommy estaba recreando la
escena de El gran showman donde Hugh
Jackman trataba de convencer a Zac Efron de que se uniera a su causa.
-No-fue
lo que dijo el mayor de los chicos antes de que el otro comenzara:
-Right here, right now, I put the offer out.
-No voy a cantar.
-I don’t wanna chase you down. I know you see
it-sonrió Tommy.
-Que
no voy a cantar-insistió Scott.
Pero
sí que terminó cantando, e incluso recreando la coreografía. Cantaron juntos y
sonrieron y se lo pasaron en grande, y por un momento se les olvidaron su
problemas. Terminaron la canción subidos encima de la mesa, con las caras tan
pegadas que Duna incluso preguntó:
-¿Se
van a dar un beso?
Lo
hizo con inocencia, mirándome a mí, como si yo tuviera la respuesta. Ni
siquiera yo sabía si se iban a dar un
beso. Lo único que sabía era que, si al final se morreaban, yo me pondría a
aplaudir como loca.
Incluso
aunque sintiera unos extraños celos del Scott de mi imaginación.
-Ya
le gustaría-contestó Tommy, dándole un empujón y saltando de la mesa con
agilidad.
Eleanor
cenó en casa y se marchó cuando ya era casi de noche; su hermano decidió
acompañarla y casi convence a Scott de que lo hiciera también, pero el mío
finalmente remoloneó diciendo que otro día, que seguro que Eleanor lo entendía.
Ella asintió
con la cabeza, como una santa, y se acercó a él.
-Que te
mejores, S-susurró, mirándole a los ojos y depositando un suave beso en su
mejilla. Scott cerró los suyos por un momento y se inclinó instintivamente
hacia ella, prolongando su contacto.
-Ya
estoy un poco mejor, El. Gracias.
-Es
que la tortilla hace milagros-ella se encogió de hombros, y sonrió al notar los
dedos de él entrelazándose con los suyos.
-¿La tortilla,
o tú?-pregunté, y Eleanor soltó una risita.
-Creo
que más ella que la tortilla-comentó Scott, y Eleanor se quedó callada,
pensativa. Scott le pellizcó la barbilla y ella le echó los brazos por el cuello;
se fundieron en un cálido abrazo que ninguno de los dos quiso cortar. Scott la
pegó contra sí y Eleanor le acarició la nuca, hundió sus dedos en el pelo de él
mientras Scott hundía su nariz en el cuello de ella, inhalando su aroma. Eleanor
esbozó una sonrisa con los ojos cerrados, concentrada en disfrutar del momento.
Era lo
más puro que había visto en toda mi vida.
Estúpido, quise decirle a Scott cuando
se separaron y se miraron a los ojos con tanta intensidad que por un momento me
ilusioné, pero enseguida se deshizo la magia que flotaba entre ellos y Scott dio
un paso atrás, ¿no te das cuenta de que
te ama? Y tú llorando por zorras a las que no les importas una mierda, cuando tienes
una princesa que bebe los vientos por ti.
-Me toca fregar-se disculpó Scott,
señalando con el pulgar por encima del hombro la puerta de la cocina.
-Vale-cedió
Eleanor, mordiéndose el labio y observando cómo se iba en dirección a la
cocina.
Juro que
el color de sus ojos cambió cuando Scott desapareció de su vista.
Se volvió
un poco más… sucio.
-¿Por
qué no te lanzas?-pregunté.
-¿Qué?-respondió
ella, deshaciéndose del embrujo.
-Con
mi hermano-expliqué, y se sonrojó-. ¿Por qué no te lanzas con él?
Se apartó
un mechón de pelo de la cara, sin saber dónde meterse.
-No
sé a qué viene…
-Estás
enamorada de él-acusé, certera, y ella me miró. Pensé que lo negaría.
Pero no
lo hizo.
Lo cual
daba idea de hasta qué punto estaba segura de sus sentimientos por Scott.
-¿Por
qué no aprovechas?
-Porque
me odiaría siempre, si hiciera que Scott me quisiera por acercarme a él cuando
más débil es-contestó con decisión, sin ningún tipo de altanería. Aquella frase
no sólo denotaba lo mucho que se respetaba a sí misma, sino también lo mucho
que le respetaba a él.
-Qué
estúpidos son los chicos-comenté, y Eleanor sonrió con timidez.
-Un
poco. Pero es parte de su encanto-se colgó su bolso del hombro y pestañeó con
inocencia cuando llegó su hermano, ya cambiado de ropa.
-¿De
qué habláis?-quiso saber Tommy, mirándonos.
-De
chicos.
-De
mí, ¿eh?-se cachondeó.
-De
chicos humanos, no de
simios-puntualizó su hermana, y la sonrisa de Tommy se congeló en su boca.
-Tira,
venga. Delante de mí.
La empujó
fuera de la casa y apenas pude despedirme. Me quedé esperando en el hall
mientras los Tomlinson se reunían brevemente. Scott me pidió que le dijera a Tommy
que estaba cansado y que se iba a acostar ya, y yo asentí con la cabeza, pero
no lo hice.
No supe
por qué hasta que Tommy entró en la sala de juegos donde solíamos pasarnos un
par de horas antes de irnos a dormir.
Quería
estar a solas con él.
El motivo,
todavía no estaba claro. Sólo sabía que yo también quería sentirme igual de
feliz que mi hermano cuando estaba con él.
Me miró
un momento.
-¿Qué
pasa? ¿Se ha puesto en modo koala y sólo le apetece dormir?
-Algo
así-sonreí. Era increíble lo mucho que le conocía, cuán sintonizados estaban. Tommy
suspiró.
-Es
una pena, me apetecía seguir con CSI…
-¿Te
quedas un rato conmigo?-pedí, y él sonrió, asintió con la cabeza.
-Claro,
guapa.
Apenas
aguanté diez minutos sin decirle nada.
-Sólo
quería…-carraspeé, y él me miró-. Sólo quería darte las gracias por el cariño
con el que estás cuidando de Scott.
-No
tienes que dármelas, Saab-me apartó un rizo del hombro-. Lo hago porque yo
también lo necesito.
-Siento
que lo pases mal-murmuré.
-Lo
paso mal si él lo pasa mal-contestó, y me tomó de la mejilla para obligarme a
mirarlo-. Y tú también lo estás pasando mal, ¿verdad?-asentí, perdida en sus
ojazos azules como el cielo-. Es normal. Los dos le queremos muchísimo. Es nuestro
hermano. Quizá no sea de sangre para mí, pero…
-Para
mí tampoco-me descubrí susurrando, y levanté la vista con timidez, aterrorizada
ante lo importante de mi afirmación. Tommy soltó una suave risa.
-Siempre
supe que tú y yo nos parecíamos más de lo que la gente creía.
-¿A qué
te refieres?
-Hacemos
un buen equipo-contestó, acariciándome la mejilla.
Y no
pude evitarlo. En mi cabeza sólo existían las cosas que hacían bien, y todas
tenían algo que ver con Tommy. Con su mano en mi mejilla, su pulgar dándome
calor, me acerqué a él y posé mis labios sobre los suyos.
Fue sólo
un instante, pero por un momento sentí que todo encajaba, todo era perfecto y
nada en el mundo estaba mal. Absolutamente nada. Me recorrió un escalofrío, me
sentí invencible…
… y
entonces recordé que estaba besando al mejor amigo de mi hermano.
Me separé
despacio de él, que no se había movido. Era tan bueno que incluso había tenido
la delicadeza de no apartarse bruscamente, todo para no herir mis sentimientos.
-Sabrae…-susurró.
-No
sé por qué he hecho eso-susurré acelerada-, yo… perdona.
-No
te preocupes-contestó, cogiéndome la mano, evitando que saliera corriendo.
-Dios,
Tommy, en serio, yo…
-Que
no pasa nada, Sabrae, en serio. Estamos pasando por muchas cosas y es normal que
estés confusa. Pero… no pienso en ti así. Lo siento.
-Ya.
Si ya lo sé. Claro. Es igual-noté cómo me bajaba una lágrima por la mejilla, y
rápidamente me la limpié. Yo le quería. Quizás no como había querido a Hugo o
había deseado querer a Alec, pero… le quería. Tommy era importante para mí.
Era importante
para Scott.
Y me
aterrorizaba pensar que lo que acababa de hacer pudiera poner en peligro todo
lo que había entre ellos, la única lancha salvavidas que le quedaba a mi
hermano.
Pero es
que… ¿cómo no estar confusa? Tus hermanas
son soles, le había dicho a Scott.
Era imposible
no enamorarse de él, absolutamente imposible.
-Siento
si he hecho algo que te haya hecho pensar…-comenzó.
-Es
igual.
-Sabrae-contestó.
-Da
lo mismo-aseguré.
-No,
no da lo mismo-contestó en tono firme-. Quiero estar bien contigo, ¿vale? Scott
nos necesita, y yo te necesito-confesó, y yo lo miré-. Pero no como tú crees.
-No
sé por qué he hecho eso-susurré, temerosa de mi voz-. He sido una estúpida…
-Bueno-Tommy
se encogió de hombros-, yo tengo un atractivo natural… es normal que te pongas
así.
Me noté
sonreír, divertida. Tommy se echó a reír.
-Mira
qué guapa estás cuando te ríes-su semblante se ensombreció de repente-. Pero
tienes que saber que yo quiero a Megan.
-Lo
sé-asentí con la cabeza.
-Eso
no quiero decir que yo a ti no te quiera. Lo hago. Con locura-me aseguró-. Mataría
por ti, pero… no así. Lo siento, Sabrae.
-No
pasa nada-aseguré, y él me dedicó la típica sonrisa de premio de consolación. No
podía creerme que no se enfadara conmigo-. ¿Vas a… decírselo?
-¿No
quieres que lo haga?-inquirió.
-No
se lo cuentes, por favor-pedí, temblando como un flan-. Yo… no quiero que se
enfade contigo.
Y Tommy
hizo algo que yo no pensé que pudiera hacer en ese momento: se echó a reír.
-¿Enfadarse?
¿Conmigo?-rió-. Te va a coger envidia
a ti, porque ya le gustaría a él poder comerme la boca-espetó, y yo lo miré,
confusa.
-¿No
le parecerá mal que yo… que tú y yo…?
-No.
No, ni hablar. Es que… es imposible-se frotó la frente-. A ver, no lo digo por
ti, Sabrae, sino porque… bueno, no tenemos esos sentimientos.
-¿Tú
qué sabes qué sentimientos tengo yo?
-No
estás enamorada de mí.
-¿Tú
crees?
-¿No
estás triste porque echas de menos a tu antiguo novio?-preguntó, y yo me quedé
helada. Me descubrí asintiendo despacio con la cabeza-. Eso es lo que te gusta
de mí, Saab. Que puedo hacer que te sientas querida. No te gusto yo, por mí. Te
gusta saber que yo puedo quererte.
Suspiré,
pensativa.
-Todo
antes era tan… fácil-jadeé.
-Es
un imbécil, si rompió él.
-Lo
hice yo.
-Ah. Bueno,
pues casi mejor, ¿no?-respondió-. Tú tienes el poder-movió los dedos como si
pudiera hacer magia, como el vídeo de Little Mix. Y consiguió que me riera.
-En
realidad-contesté-, tiene novia.
-¿Y
eso es problema? Por unas, se dejan a otras, Sabrae-soltó, y yo me lo quedé
mirando. Se llevó una mano a la boca-. Mierda, ¡joder! No me puedo creer que
acabe de decir eso. No se lo digas a tu hermano, ¿vale? Que me arranca la
cabeza-pidió, y yo solté una risita.
-Eres
genial, Tommy-admiré, y él se encogió de hombros.
-Tengo
de quién aprender. Venga, Saab-me tendió la mano-. Tenemos un koala al que achuchar.
Acepté
la mano que me tendió y dejé que tirara de mí para levantarme. Apagamos la luz
de la habitación y fuimos a ver a Scott.
Se había
quedado dormido mientras esperaba.
Había
un rayo de esperanza.
Apúntate al fenómeno Sabrae 🍫👑, ¡dale fav a este tweet para que te avise en cuanto suba un nuevo capítulo! ❤
Mira, menudo capitulo del bien. Me ha roto el corazón volver a ver a Scott hecho mierda como en cts cuando el y Tommy lo dejaron. Me duele el corazoncito por la encrucijada a la que tiene que hacer frente Sabrae con respeto a lo de Alec y los cuernos, porque seriamente yo tampoco sabría que hacer. Eso sí, me ha dejado fría cuando ha confesado que se enamoro de Tommy, o sea.... Menos mal que al final se ha aclarado porque casi me da algo del jari. Y también me ha encantado ver ese nacimiento legendario del Gran Scott Malik, sin olvidarnos de los momentos Sceleanor que me llena el alma de amor ains.
ResponderEliminarUn placer leerte siempre, Erikina. ❤
AYYYYY QUE ME MATO JODER
ResponderEliminarSeguro que no ha habudo mejor esceba que la que me he montado en ka cabeza durante la pelea de los hermanos Malik. Ha sido apoteósica!!
Ayyy señor lo que he lloraso con scott...es que no ne ha dado tiempo ni de cogerle asco a Alec con sus comentarios porque solo pensaba en Scott...no se merece sufrir de esa manera joder
Madre mía he sufrido muchísimo con los Malik peleando ��
ResponderEliminar"-¿S? ¿Qué pasa?
-Vete-jadeó Scott.<
-¿Adónde? ¿A la mierda?-sugirió el Tomlinson." TOMMY POR FAVOR JAJAJAJA
Me duele tanto ver a Scott sufrir y ver a los que lo quieren sufrir por él ��
Creo que he convertido mi pueblo en un mar de lágrimas con la parte de Scott y las pastillas
Sceleanor ❤
"Tus hermanas son soles, ¿y tú lloras porque has perdido un planeta?" ❤
- Ana