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Me quedé mirando un momento la fortaleza inexpugnable del
feminismo, aún dentro del coche, mientras Sherezade atravesaba la acera en dirección
a las escaleras y Tommy y Scott salían a duras penas del vehículo. Nunca pensé
que me tocaría ir al despacho de Sher, y sin embargo, allí estábamos. Se había
trasladado poco después de ser madre con un par de socias suyas a ese edificio
de amplios ventanales, traslúcidos en el piso inferior y transparentes en los
superiores, y muros de un marrón grisáceo que acusaba la contaminación.
Habíamos aparcado frente a un vado permanente que daba a una rampa, supongo que
la puerta del garaje que las mujeres usaban cuando llovía a cántaros y no
querían mojarse sus bolsos de diseño o los papeles de los casos que estuvieran
llevando en ese momento.
Me
bajé lentamente y miré a Tommy y Scott, que parecían igual de impresionados que
yo, a pesar de que ambos habían estado en su infancia en aquel edificio, cuando
Sher tenía algún caso importante y no tenía a nadie con quién dejarlos. Scott
incluso había estado hacía un par de semanas, recién expulsado, pero una cosa
era que fuera él solo, en su condición de hijo de una de las dueñas, y otra muy
diferente era que nosotros le acompañáramos.
-No
os he traído para que os quedéis mirando el edificio como gárgolas-instó
Sherezade, metiendo las llaves en la cerradura del portal del edificio y
haciéndolas girar. No esperó a que la alcanzáramos a pesar de que nos
apresuramos para llegar a su lado: apenas entró en el edificio, empezó a
quitarse el abrigo sin soltar su bolso con una maestría que me maravilló. Me la
imaginé entrando como una apisonadora a los juzgados, repitiendo la operación,
y dejando asombrados a todos sus oponentes.
-¡Tinashe!
¡Abby!-gritó por encima del jolgorio de tacones yendo de acá para allá, tazas
tintineando sobre escritorios y fotocopiadoras trabajando a destajo-. ¿Alguna
está con un caso?
Una
de sus socias, de piel pálida y tan pelirroja que sólo podía ser teñida, se
asomó a la puerta de cristal de uno de los tres cubículos más grandes del
espacio, al fondo. En la puerta se leía, en letras plateadas, ABBY WHEELAN,
SOCIA FUNDADORA.
-El
divorcio de la señora Poulston. Tengo a la querida por la línea 3.
Sher
puso los ojos en blanco y asintió con la cabeza mientras otra mujer, de piel
negra como el carbón que contrastaba con su traje color vino, se asomaba a su
puerta. TINASHE DAMONT. SOCIA FUNDADORA.
-¿Necesitas
ayuda?-preguntó, y Sher se detuvo frente a la puerta de su despacho. Nos miró a
Tommy, Scott y a mí como si fuéramos la prueba principal de su caso más
mediático. Observé cómo su busto quedaba justo en el centro de su nombre en la
puerta de cristal. SHEREZADE MALIK. SOCIA FUNDADORA-. Vale-admitió la tal
Tinashe, asintiendo con la cabeza-. Sí que
la necesitas.
-¿Cuántas
becarias necesitáis?-preguntó Sher, mirando a sus socias. Tinashe agitó la
mano, pero Abby chasqueó la lengua y levantó dos dedos.
-Con
un par de ellas tengo suficientes. Lauren y Ashley están trabajando en ello
ahora mismo; puedes quedarte con el resto.
-Genial-asintió
Sher. Dio una palmada y echó a andar por el pasillo, recorriendo el despacho
para atraer la atención de todas las mujeres allí presentes-. ¡De acuerdo,
chicas! ¡Os quiero a todas en la sala de reuniones inmediatamente! ¡No estamos
para perder el tiempo!
Dicho
lo cual, subió en compañía de su socia libre por unas escaleras en las que yo
no había reparado hasta entonces, reclamando al resto de becarias y
trabajadoras que quedaban por los pisos superiores. Una riada de chicas siguió
a la reclamación de Sher, todo faldas, tacones, piernas larguísimas y blusas
que hacían escotes impresionantes. Me costó no ahogarme en mis propias babas
mientras chicas que parecían salidas de los catálogos de lencería publicados
por Rihanna pasaban delante de nosotros, mirándonos de arriba abajo como si
fuéramos la comida más deliciosa y prohibida sobre la que sus ojos se hubieran
posado nunca. Me pregunté cuántas tendrían novio y cuántas estarían
considerarlo ponerles los cuernos con nosotros.
Seguramente
pienses que soy un puto baboso porque lo único que se me pasa por la cabeza es
follar, pero si estuvieras en un edificio abarrotado de universitarias bien
vestidas y tú tuvieras un fetiche con las abogadas por culpa de cierta madre de
cierto amigo tuyo, me entenderías.
Además,
si tu pseudo novia te dice que está abierta a hacer un trío, lo primero que
haces cuando entras en un sitio lleno de pivonazos como los que tenía yo
delante es elegir candidatas. Ya sería Sabrae la exigente; a mí me bastaba con
que respiraran, porque estaba claro que todas estaban buenas. No soy objetivo
cuando hay mujeres en traje y tacones en juego.
Poco
a poco, la riada se convirtió en un goteo, y antes de que Sherezade y Tinashe
regresaran, dos chicas que acompañaban a la pelirroja entraron a toda velocidad
en la sala de reuniones.
Por
fin, las piernas interminables de Sherezade aparecieron por las escaleras,
mientras le iba explicando a Tinashe la situación. Abby se había quedado
esperando con los brazos cruzados a la puerta, y al ver llegar a sus socias,
entró con el resto de mujeres en la sala. Tinashe le dio un toquecito en la
parte baja de la espalda a Sherezade y caminó con decisión a la entrada, sin
mirarnos. Sher la siguió, pero se detuvo a medio camino, al ver que nosotros no
nos movíamos.
-¿Qué
hacéis ahí?-preguntó, extrañada, como si estuviéramos invitados a su reunión
femenina.
-¿Podemos
entrar?-quiso asegurarse Tommy, y Sher frunció el ceño.
-Pues
claro. Necesito que lo hagáis.
Acompañadme-instó, y yo intenté no mirarle demasiado el culo cuando echó a
andar frente a nosotros, abriéndose paso entre sus becarias.
A las
chicas no les hizo falta que las invitaran a disfrutar de nuestra presencia: la
celebraron como si jamás hubieran visto un hombre. Mientras Sher se abría paso
para llegar al fondo de la sala, las chicas nos jalearon, se nos comieron con
los ojos, nos silbaron y corearon el nombre de Sher por haber traído a
“semejantes machos”, en palabras de una a la que yo no llegué a ver. Jamás en
mi vida había disfrutado tanto: normalmente somos los tíos los que nos
comportamos como putas hienas, pero cuando lo hacen las chicas se te dispara el
ego hacia el cielo. Lo estaba comprobando ahora como lo había comprobado la
primera vez que me desnudé delante de Sabrae y ella se mordió el labio,
comiéndome con los ojos.
Sabrae…
-Chicas,
chicas, por favor-me llevé las manos a la chaqueta y les guiñé un ojo, girando
sobre mí mismo-. Ya sé que estoy buenísimo y vosotras estáis que os subís por
las paredes por culpa de la falta de hombres que hay en este despacho (siempre
he sido muy fan de las cuotas de género por eso de que me chiflan los espacios
mixtos)-algunas se echaron a reír, otras se mordieron el labio, una incluso
suspiró sonoramente-, pero siento comunicaros que tengo novia-dos se pusieron
de morros y se miraron con los brazos cruzados-. No obstante, ella es
bisexual-anuncié-, y estamos abiertos a probar cosas y gente nueva, así que… si
sois tan amables de dejar vuestros números acompañados de una foto para entrar
en el proceso de selección en la mesa del recibidor…
-No
os conviene enrollaros con éste, chicas-comentó Scott al ver mi éxito entre el público-.
Se le va la fuerza por la boca.
-A
los tíos debería írsenos un poco más la fuerza por la boca de vez en cuando,
S-le di un codazo-. Nos perdemos muchas cosas, ¿no te parece?
-Habla
por ti-se burló Tommy, colocándose al lado de Sher con los pies separados unos
centímetros y las manos entrelazadas frente a él. Scott y yo lo imitamos, y nos
quedamos mirando las caras de las chicas que no apartaban la vista de nosotros.