-¿Alguien podría explicarme, por favor, por qué coño
tengo yo que aguantar esto?-protesté
mientras me frotaba el pecho con una toalla que uno de seguridad, al que
deberían haber facilitado un chaleco antibalas para poder cumplir con sus
funciones más cómodamente, me había tendido. Me froté la cara también, aunque
la verdad era que, con el calor que hacía, se agradecía el mejunje que me
habían tirado.
Claro que, por mucho que viniera bien el fresquito, el gesto que había hecho la dueña del vaso que había creído conveniente convertirme en una sopa era suficiente para molestarme.
-Que me estoy follando a una de las hijas de uno de los protagonistas de la noche, joder. Debería estar en un palco VIP, y no sirviéndoles de diana a esta manada de chaladas-gruñí, mirándome la camisa. Tam se rió, toqueteándose las trenzas.
-Personalmente no me lo había pasado tan bien en la vida. Y eso que ni siquiera hemos entrado todavía en el recinto.
Le hice un corte de manga, pero con el buen humor que traía por eso de que era el primer concierto al que iba con Karlie de forma oficial, creo que ni siquiera un meteorito sería capaz de arruinarle la fiesta a Tam.
Porque ah, sí. El 23 de julio había llegado tan rápido como se nos habían pasado la vacaciones a Sabrae y a mí, y antes de que pudiera darme cuenta, Saab me había despertado esa mañana vistiéndose a toda velocidad, como si el amanecer la hubiera pillado en la cama de un tío con el que se había arrepentido de haberse acostado apenas se había metido en su habitación. Me recordó a cierto chaval que había hecho de la costumbre de escabullirse por las escaleras de incendios o las puertas traseras un arte, y que en otro tiempo había reinado sobre toda la ciudad y todas las mujeres.
-¿Me llamarás?-lloriqueé, incorporándome todo lo que me permitían mis brazos agotados por la sesión de boxeo del día anterior, la sesión de pesas con Sabrae, vestidos sólo con el condón que nos poníamos religiosamente (porque, al contrario de lo que piensan nuestros padres, ni somos unos irresponsables ni nos morimos de ganas de que Sabrae se quede embarazada con quince años) y los arañazos de que me había llenado la espalda mientras le recordaba a golpe de embestidas cuál era su palabra favorita: mi nombre.
Gemido.
-No seas bobo-rió, inclinándose para darme un beso, como si con eso fuera a consolarme la forma tan rápida en la que se estaba vistiendo. Siempre me parecía que Sabrae era demasiado veloz poniéndose ropa y demasiado lenta quitándosela; incluso cuando se vestía en un año y se desnudaba en un nanosegundo, para mí siempre estaba en los extremos equivocados del espectro. Y ahora, bueno…
-Se me ha hecho tardísimo. Tengo que irme a casa, por si papá me necesita.
Ah, ya. Zayn, el que tenía ansiedad, había decidido en su juventud que era buena idea perseguir una carrera en la que tenía que plantarse de vez en cuando delante de decenas de miles de personas. El concierto de esa noche había batido récords de ventas: tres horas habían tardado él y sus compañeros en vender las 90 mil entradas que habían salido para el Estadio de Wembley. Más incluso que para el concierto del Live Aid.
Noventa. Mil. Putas. Entradas.
En tres horas.
Yo había estado con ellos cuando se habían sacado a la venta: Liam había venido desde Wolverhampton acompañando a su mujer, que era una de las personas que se había ocupado de reforzar los servidores de todas las web de ventas, porque “no había ninguna página capaz de soportar tantísimo tráfico”. Harry estaba conectado en videollamada desde Nueva York, y Niall llegó apenas cinco minutos antes de que se sacaran las entradas al público.
Se habían limitado a sentarse a esperar, mirando los teléfonos de vez en cuando, Niall y Louis paseando de un lado a otro, mientras Harry y Liam escribían en su teléfono y Zayn se limitaba a mirar al vacío. A mí me había acojonado un poco ver a mi suegro así, la verdad, e incluso llegué a dudar de que fuera a presentarse finalmente en el concierto. Se limitó a mirar a Shasha cuando el reloj de casa de Louis dio las doce de la mañana, y se relamió los labios y volvió a fijar la vista en el infinito cuando la mediana de sus hijas dijo:
-La página está caída.
Louis se había revuelto en el momento, mirando a Liam, que se limitó a sonreír con inquina.
-El tiempo corre a partir de que la página responda.
-Una mierda. Haber pensado en eso antes de apostar que las agotarían en una hora.
-Me están insultando en las menciones-dijo Harry desde el otro lado del océano.
-Normal. Seguro que piensan que es culpa tuya, H-se burló Niall-. No sería la primera vez que se la metes doblada y les jodes un tour.
-O dos-pinchó Louis.
-O la segunda-dijo Liam, que dejó su móvil encima de la mesa y empezó a dar golpecitos en el suelo con el talón de su pie.
Claro que, por mucho que viniera bien el fresquito, el gesto que había hecho la dueña del vaso que había creído conveniente convertirme en una sopa era suficiente para molestarme.
-Que me estoy follando a una de las hijas de uno de los protagonistas de la noche, joder. Debería estar en un palco VIP, y no sirviéndoles de diana a esta manada de chaladas-gruñí, mirándome la camisa. Tam se rió, toqueteándose las trenzas.
-Personalmente no me lo había pasado tan bien en la vida. Y eso que ni siquiera hemos entrado todavía en el recinto.
Le hice un corte de manga, pero con el buen humor que traía por eso de que era el primer concierto al que iba con Karlie de forma oficial, creo que ni siquiera un meteorito sería capaz de arruinarle la fiesta a Tam.
Porque ah, sí. El 23 de julio había llegado tan rápido como se nos habían pasado la vacaciones a Sabrae y a mí, y antes de que pudiera darme cuenta, Saab me había despertado esa mañana vistiéndose a toda velocidad, como si el amanecer la hubiera pillado en la cama de un tío con el que se había arrepentido de haberse acostado apenas se había metido en su habitación. Me recordó a cierto chaval que había hecho de la costumbre de escabullirse por las escaleras de incendios o las puertas traseras un arte, y que en otro tiempo había reinado sobre toda la ciudad y todas las mujeres.
-¿Me llamarás?-lloriqueé, incorporándome todo lo que me permitían mis brazos agotados por la sesión de boxeo del día anterior, la sesión de pesas con Sabrae, vestidos sólo con el condón que nos poníamos religiosamente (porque, al contrario de lo que piensan nuestros padres, ni somos unos irresponsables ni nos morimos de ganas de que Sabrae se quede embarazada con quince años) y los arañazos de que me había llenado la espalda mientras le recordaba a golpe de embestidas cuál era su palabra favorita: mi nombre.
Gemido.
-No seas bobo-rió, inclinándose para darme un beso, como si con eso fuera a consolarme la forma tan rápida en la que se estaba vistiendo. Siempre me parecía que Sabrae era demasiado veloz poniéndose ropa y demasiado lenta quitándosela; incluso cuando se vestía en un año y se desnudaba en un nanosegundo, para mí siempre estaba en los extremos equivocados del espectro. Y ahora, bueno…
-Se me ha hecho tardísimo. Tengo que irme a casa, por si papá me necesita.
Ah, ya. Zayn, el que tenía ansiedad, había decidido en su juventud que era buena idea perseguir una carrera en la que tenía que plantarse de vez en cuando delante de decenas de miles de personas. El concierto de esa noche había batido récords de ventas: tres horas habían tardado él y sus compañeros en vender las 90 mil entradas que habían salido para el Estadio de Wembley. Más incluso que para el concierto del Live Aid.
Noventa. Mil. Putas. Entradas.
En tres horas.
Yo había estado con ellos cuando se habían sacado a la venta: Liam había venido desde Wolverhampton acompañando a su mujer, que era una de las personas que se había ocupado de reforzar los servidores de todas las web de ventas, porque “no había ninguna página capaz de soportar tantísimo tráfico”. Harry estaba conectado en videollamada desde Nueva York, y Niall llegó apenas cinco minutos antes de que se sacaran las entradas al público.
Se habían limitado a sentarse a esperar, mirando los teléfonos de vez en cuando, Niall y Louis paseando de un lado a otro, mientras Harry y Liam escribían en su teléfono y Zayn se limitaba a mirar al vacío. A mí me había acojonado un poco ver a mi suegro así, la verdad, e incluso llegué a dudar de que fuera a presentarse finalmente en el concierto. Se limitó a mirar a Shasha cuando el reloj de casa de Louis dio las doce de la mañana, y se relamió los labios y volvió a fijar la vista en el infinito cuando la mediana de sus hijas dijo:
-La página está caída.
Louis se había revuelto en el momento, mirando a Liam, que se limitó a sonreír con inquina.
-El tiempo corre a partir de que la página responda.
-Una mierda. Haber pensado en eso antes de apostar que las agotarían en una hora.
-Me están insultando en las menciones-dijo Harry desde el otro lado del océano.
-Normal. Seguro que piensan que es culpa tuya, H-se burló Niall-. No sería la primera vez que se la metes doblada y les jodes un tour.
-O dos-pinchó Louis.
-O la segunda-dijo Liam, que dejó su móvil encima de la mesa y empezó a dar golpecitos en el suelo con el talón de su pie.