miércoles, 23 de marzo de 2022

Lo que pasa en Wembley no se queda en Wembley.


¡Toca para ir a la lista de caps!

-¿Alguien podría explicarme, por favor, por qué coño tengo yo que aguantar esto?-protesté mientras me frotaba el pecho con una toalla que uno de seguridad, al que deberían haber facilitado un chaleco antibalas para poder cumplir con sus funciones más cómodamente, me había tendido. Me froté la cara también, aunque la verdad era que, con el calor que hacía, se agradecía el mejunje que me habían tirado.
               Claro que, por mucho que viniera bien el fresquito, el gesto que había hecho la dueña del vaso que había creído conveniente convertirme en una sopa era suficiente para molestarme.
               -Que me estoy follando a una de las hijas de uno de los protagonistas de la noche, joder. Debería estar en un palco VIP, y no sirviéndoles de diana a esta manada de chaladas-gruñí, mirándome la camisa. Tam se rió, toqueteándose las trenzas.
               -Personalmente no me lo había pasado tan bien en la vida. Y eso que ni siquiera hemos entrado todavía en el recinto.
               Le hice un corte de manga, pero con el buen humor que traía por eso de que era el primer concierto al que iba con Karlie de forma oficial, creo que ni siquiera un meteorito sería capaz de arruinarle la fiesta a Tam.
               Porque ah, sí. El 23 de julio había llegado tan rápido como se nos habían pasado la vacaciones a Sabrae y a mí, y antes de que pudiera darme cuenta, Saab me había despertado esa mañana vistiéndose a toda velocidad, como si el amanecer la hubiera pillado en la cama de un tío con el que se había arrepentido de haberse acostado apenas se había metido en su habitación. Me recordó a cierto chaval que había hecho de la costumbre de escabullirse por las escaleras de incendios o las puertas traseras un arte, y que en otro tiempo había reinado sobre toda la ciudad y todas las mujeres.
                -¿Me llamarás?-lloriqueé, incorporándome todo lo que me permitían mis brazos agotados por la sesión de boxeo del día anterior, la sesión de pesas con Sabrae, vestidos sólo con el condón que nos poníamos religiosamente (porque, al contrario de lo que piensan nuestros padres, ni somos unos irresponsables ni nos morimos de ganas de que Sabrae se quede embarazada con quince años) y los arañazos de que me había llenado la espalda mientras le recordaba a golpe de embestidas cuál era su palabra favorita: mi nombre.
               Gemido.
               -No seas bobo-rió, inclinándose para darme un beso, como si con eso fuera a consolarme la forma tan rápida en la que se estaba vistiendo. Siempre me parecía que Sabrae era demasiado veloz poniéndose ropa y demasiado lenta quitándosela; incluso cuando se vestía en un año y se desnudaba en un nanosegundo, para mí siempre estaba en los extremos equivocados del espectro. Y ahora, bueno…
               -Se me ha hecho tardísimo. Tengo que irme a casa, por si papá me necesita.
               Ah, ya. Zayn, el que tenía ansiedad, había decidido en su juventud que era buena idea perseguir una carrera en la que tenía que plantarse de vez en cuando delante de decenas de miles de personas. El concierto de esa noche había batido récords de ventas: tres horas habían tardado él y sus compañeros en vender las 90 mil entradas que habían salido para el Estadio de Wembley. Más incluso que para el concierto del Live Aid.
               Noventa. Mil. Putas. Entradas.
               En tres horas.
               Yo había estado con ellos cuando se habían sacado a la venta: Liam había venido desde Wolverhampton acompañando a su mujer, que era una de las personas que se había ocupado de reforzar los servidores de todas las web de ventas, porque “no había ninguna página capaz de soportar tantísimo tráfico”. Harry estaba conectado en videollamada desde Nueva York, y Niall llegó apenas cinco minutos antes de que se sacaran las entradas al público.
               Se habían limitado a sentarse a esperar, mirando los teléfonos de vez en cuando, Niall y Louis paseando de un lado a otro, mientras Harry y Liam escribían en su teléfono y Zayn se limitaba a mirar al vacío. A mí me había acojonado un poco ver a mi suegro así, la verdad, e incluso llegué a dudar de que fuera a presentarse finalmente en el concierto. Se limitó a mirar a Shasha cuando el reloj de casa de Louis dio las doce de la mañana, y se relamió los labios y volvió a fijar la vista en el infinito cuando la mediana de sus hijas dijo:
               -La página está caída.
               Louis se había revuelto en el momento, mirando a Liam, que se limitó a sonreír con inquina.
               -El tiempo corre a partir de que la página responda.
               -Una mierda. Haber pensado en eso antes de apostar que las agotarían en una hora.
               -Me están insultando en las menciones-dijo Harry desde el otro lado del océano.
               -Normal. Seguro que piensan que es culpa tuya, H-se burló Niall-. No sería la primera vez que se la metes doblada y les jodes un tour.
               -O dos-pinchó Louis.
               -O la segunda-dijo Liam, que dejó su móvil encima de la mesa y empezó a dar golpecitos en el suelo con el talón de su pie.
               Shasha tuvo que tirar de todo su ingenio para poder entrar en alguna página que respondiera, e incluso entonces intentar ver las entradas que había disponibles era misión casi imposible. Finalmente, después de casi una hora, la cría consiguió acceder a una pasarela de pago, que cerró inmediatamente por orden de Louis “para no dejar a nadie sin entrada”.
               Se puso pálido cuando Sabrae preguntó si habían guardado entradas para nosotros, refiriéndose a mis amigos y a mí, y empezó a chillarle a su mujer si habían arreglado eso, si habría alguna manera de apartarlas o bloquearlas ahora que ya habían sacado todo a la venta…
               … y Eri respondió levantando un fajo de entradas que agitó en el aire como si fuera un abanico.
               -Avísame cuando haya acabado todo este circo. Y cuando pase la segunda hora y Niall haya perdido la apuesta.
               -¡No voy a perder la apuesta!-protestó Niall.
               Pero Niall sí que perdió la apuesta. Resultó que el que ganó por los pelos fue precisamente Zayn, que se había pasado las tres horas y media rígido en el asiento, en un estado vegetativo que hizo que me sorprendiera de que Sabrae no se tirara a morrearse con él por confundirlo conmigo. Liam había apostado que tardarían cinco horas en agotar las entradas; Harry, que aguantarían hasta el día siguiente.
               -¿Eso es porque te lastramos, Styles?-le había dicho Louis cuando anotaron las cifras de cada uno, y Harry había negado con la cabeza.
               -Estoy con Alba. Incluso reforzando la capacidad de las páginas, no creo que aguanten tanto tráfico.
               -Qué poca fe tienes en ellas…-había bufado Louis, y Harry lo había fulminado con la mirada.
               Niall había dicho que dos horas y media; Louis se había flipado y había dicho que ni una hora.
               -Y tú demasiada. ¿Noventa y dos mil entradas en una hora? ¿Es en serio? Que las páginas respondan antes de dos horas y media me parecería un milagro, pero, ¿agotarlas en una hora? A no ser que vayas a poner a tus dos millones de hermanos a comprarlas, ya me dirás cómo lo haremos.
               -Yo te diré cómo lo haremos: siendo los putos One Direction. Y teniendo las mejores fans en el mundo.
               -Papi está aquí-le ronroneé a Sabrae, luchando a la desesperada por retenerla conmigo. Ya no se me daba bien eso de espabilarme por las mañanas, y menos aún cuando ella se iba de mi lado.
               Ella se había limitado a sonreírme, tapándome con la sábana y dándome un casto beso en la frente.
               -Necesitas café. Y a mí me necesitan en casa.
               Ni siquiera se molestó en recoger su sujetador del suelo: me lo dejó allí mientras ponía rumbo hacia la puerta, sus pantalones cortos del día anterior cubriéndole las nalgas y una de mis camisetas (de Queen, nada menos. La tía la había buscado a propósito en el armario) cubriéndole los pechos.
               -¿Cuándo se ha convertido lo nuestro en una comedia romántica?-le pregunté mientras salía por la puerta, y ella se echó a reír.
               -Veamos, ¿desde que yo soy hija de un famosísimo cantante y tu un fuckboy  redimido? Que hayas tardado en darte cuenta es, cuanto menos, entrañable, amor.
               -Te puto odio a veces, Sabrae-gimoteé, deslizándome por la cama y sacando la cabeza del colchón, tan lejos que incluso apoyé la cabeza en el suelo.
               -Mentira-rió ella, tirándome besos.
               -Mm. Mi vida sería tan fácil si te puto odiara.
               -Te veo esta tarde, amor. Te quiero.
               -Traidora-le escupí mientras me cerraba la puerta.
               Durante dos segundos deliciosos y vertiginosos segundos había pensado que, como castigo, me pasaría el día jugando a la consola y pasando olímpicamente del móvil cuando Sabrae me llamara dos millones de veces para preguntarme dónde estaba. La fantasía de “pues ahora no voy al puto concierto” me quitó un peso de encima durante esos dos deliciosos segundos, antes de que me diera cuenta de que: a) estaba enamorado de mi novia, y era capaz de hacer de todo por ella, especialmente ir a algo que le hacía ilusión, y b)…
               … sí. Lo confieso. Sabrae había creado un monstruo conmigo y me había hecho Directioner. Tardío, pero lo era. Me había aprendido de memoria todas las canciones de la banda, tanto en conjunto como por separado, fueran cuatro o cinco, y estaba bastante ilusionado con eso de poder verlos en directo. Sabrae me había enseñado vídeos antiquísimos de los cinco juntos en el escenario, y aunque era raro ver a esos señores con mi misma edad, lo divertido que era presenciar el absoluto cuadro que eran sus actuaciones conseguía superar el impacto del principio que me suponía pensar que, joder, aquel era Zayn. Con la edad de Scott. Haciendo lo que se suponía que iba a hacer Scott en cuestión de días.
               Claro que jamás lo confesaría en voz alta. Estoy cómodo con mi masculinidad, pero hasta cierto punto. Aquel era un límite en el que Sabrae tenía que trabajar aún, pero ya nos ocuparíamos de eso cuando me pirara al voluntariado.
               ¡Ah, sí! C) el concierto también me daba una excusa para no pensar en mi futuro más inmediato. Las últimas semanas habían consistido en un continuo debate sobre lo que todo el mundo se pondría para el evento, las cosas que pasarían, y detallitos minúsculos de organización, como, por ejemplo, si Chasing the stars iban a subirse al escenario con sus padres o no. Tommy, Diana y Scott juraban y perjuraban que sólo querían disfrutar del concierto y que no tenían pensado cantar nada con ellos; seguramente se creían que éramos gilipollas y que nos tragábamos en serio que se iban a ensayar su propio tour casualmente cuando Louis y Zayn también desaparecían. Y qué raro que Eleanor no se fuera con ellos, ¿verdad? ¿No se suponía que ella iba a ir en el mismo tour que ellos, ya que de momento sólo tenían organizado el del concurso?
               ¿O es que como Eleanor había ganado, a ella le hacían una gira aparte?
               No sé, no sé. Pero el caso es que me había supuesto un alivio tremendo saber que, por primera vez desde que había empezado el verano y había aprobado las asignaturas que tenía pendientes, lo que pasaría en agosto no era el tema de conversación recurrente.
               Y no era para menos, ya que, a pesar de que todos sabíamos lo importantes que habían sido One Direction en su época de máximo apogeo, creo que no habíamos sido plenamente conscientes hasta que no nos llevaron al estadio de Wembley y vimos lo que allí se estaba cociendo. Por descontado, ya que yo era el más cercano a la banda de mi grupo de amigos, me convertí en el líder improvisado de la comitiva, a la que vinieron a recoger en un microbús que levantó tantas pasiones entre las fans que estaban allí esperando que me sentí hasta mal cuando nos bajamos y se callaron con la misma rapidez con la que empezaron a chillar.
               -¿Quién coño son esos?-preguntó una señora de unos cuarenta años, sentada en el suelo de lo que parecía una colchoneta de las de la piscina, con su móvil en una mano, un pintalabios en la otra, y gafas de sol apartándole el pelo de la cara.
               -Niños mimados-contestó una de su misma edad, encogiéndose de hombros mientras hacía ganchillo. Puto ganchillo a las puertas del estadio. Me pregunté cuánto tiempo llevaba esa gente allí, si habían traído con qué entretenerse. No era la primera vez que mis amigos y yo nos plantábamos a primera hora de la mañana en las puertas del recinto en que se fuera a hacer un festival en el que queríamos conseguir buenos sitios, pero nos resignábamos a esperar, no nos dedicábamos a hacer amigurumis que luego colgar en Internet, para que nuestros 8 seguidores en Instagram nos bombardearan a corazones.
               -Cállate, mamá-instó una chica de más o menos la edad de Sabrae, tirándole del brazo a su madre-. Son los amigos de Scott y Tommy. El alto y guapo es Alec. Está saliendo con Sabrae.
               -¿Sabrae es la cría de Zayn?
               -Sí, mamá. La que salió en el concurso de Scott.
               -¿Pero no me habías dicho que es jovencita? Tiene tu edad. ¿Cuántos años tiene este chico?
               -Pues dieciocho, mamá. Y Sabrae tiene quince.
               -Madre-exhaló la del pintalabios-, ¿y tú cómo sabes tanto?
               -Es que sigo a Sabrae en Instagram. Es muy activa en redes. Sube bastantes cosas de la banda, de hecho.
               -¿PERDÓN? Dime ahora mismo el nombre de usuario de esa cría.
               -¿Habéis oído, chicos?-me reí mientras seguíamos a una chica de pelo de color rosa fucsia que vino a nuestro encuentro, sorteando a duras penas los cuerpos de los peones que estaban ultimando los detalles del concierto-. Soy “el alto y guapo”.
               -Han tenido que especificar que eres también “el alto” porque si hubieran dicho que eres el guapo, habrían pensado que se referían a mí-explicó Niki, riéndose y dándome un codazo. Lo fulminé con la mirada.
               -Pienso ir a la embajada de Grecia en cuanto salgamos el concierto para que te retiren el pasaporte y tengas que abandonar el país.
               -Podrías quedarte en mi casa de refugiado-ronroneó Logan, rodeándole la cintura y abrazándolo con mimo. Si no estuviera torpedeando mis planes de hacerme respetar, incluso me habría parecido mono.
               -Pero si ya vive en tu casa de refugiado, Logan-se echó a reír Mimi, y Logan se limitó a encogerse de hombros, echándose a reír. Si no fuera por el concierto, habría añadido una razón más por la que no debía marcharme: ver cómo Niki hacía malabares para compatibilizar sus estudios con estar con Logan, ver cómo organizaba el Erasmus del año que viene para mudarse a su casa e ir juntos a clase, probablemente evitar que los muy imbéciles se fueran en el mismo al país del otro, y ya no pudieran coincidir bajo el mismo techo.
               Aquel no era un día para ponerme nostálgico, a pesar de que se basara en la nostalgia. No era un día para pensar en lo que iba a perderme, porque todo el mundo había venido aquí con una sola idea: recuperar lo perdido, fingir que tenían veinticinco años menos, celebrar una coincidencia del destino que había posado su inmensa y efímera atención en las que eran las cinco personas más afortunadas del mundo. Porque por mucho que Zayn, Louis, Liam, Niall y Harry ordenaran su lista de cosas por las que estaban agradecidos de formas distintas, por mucho que cada uno se acurrucara al lado de una persona distinta en la cama por las noches, por mucho que sus ambiciones, sus logros y sus preocupaciones fueran distintos, los cinco coincidían en una cosa: si no fuera por el día cuyo vigésimo quinto aniversario celebraban hoy, no tendrían nada que priorizar, nada que agradecer, nada de lo que preocuparse. Sus apellidos no serían superventas, razones de peso por las que consumir algún producto; no serían el título de ningún discurso, sino una palabra más perdida en el balbuceo universal.
               No sólo no serían artistas que les hicieran a sus seres queridos el mejor regalo que puedes darle a alguien, la eternidad; ni siquiera llegarían a ser musas. Serían como esa gente que hacía cola durante horas y horas para conseguir el mejor sitio posible para verlos, siquiera aunque fuera desde una distancia abrumadora.
               Pero aquel no era un día para ponerme a pensar en mí, así que me mantuve a salvo de esos demonios que esperaban al acecho al mejor momento para saltar sobre mí, un momento que vendría más pronto que tarde.
               -Nunca había visto a tanta gente esperando para entrar en el estadio de Wembley. En toda mi vida-comentó Karlie, afianzándose la pequeña mochila en el hombro y mirando en derredor, mientras caminábamos y caminábamos por el espacio de las vallas que separaban a las personas allí reunidas. No me sorprendió comprobar que había casi el doble de mujeres que de hombres, y recordé cómo se lo había señalado a Sabrae cuando me había enseñado vídeos de sus padres de pequeños, en los que las caras de las chicas eran como las estrellas en el cielo; y las de los chicos, como los planetas-. Ni siquiera cuando Jordan ganó las entradas para la final de la Eurocopa y nos obligasteis a venir con vosotros.
               -Fue un evento único e irrepetible-respondió Jordan, interpretando perfectamente bien el tono de inquina con el que Karlie había hablado. Jordan había conseguido las entradas hacía un par de años en un sorteo en el que habíamos participado más de 500 veces (había que mandar las chapas de los botellines de cerveza, así que casi nos volvimos alcohólicos en esa época)-, y no podíamos dejar que os lo perdierais.
               -Sabes perfectamente que detesto el fútbol.
               -¿Fijo que eres lesbiana?-me cachondeé yo, y Karlie se detuvo y me fulminó con la mirada.
               -Hay una persona en este grupo a la que le gustan las mujeres más que a ti. Y no es Scott.
               -Por supuesto que no es Scott. No tengo ojos en el culo, pero sé cómo me lo mira-me encogí de hombros y mis amigos volvieron a reírse; las de Mimi lo hicieron cuando mi hermana puso los ojos en blanco, harta de mis coñas constantes.
               No parecía echarme de menos a principios de mes, cuando prácticamente se había echado a llorar ante la perspectiva de no poder pasar ni un minuto a solas conmigo antes de que me fuera al voluntariado. No había querido hablar más de mis planes de comunicación cuando estuviera en Etiopía precisamente porque serían mi vía de escape cuando estuviera lejos de mi familia, pero poder tener de vez en cuando la confirmación de que seguía vivo parecía ser suficiente para Mimi, que en su vida la había visto más gorda.
                Desde ese día, me había asegurado de dejarme caer por su habitación al menos una vez al día, sin importar mis planes: si iba a dormir en casa de Jordan, me aseguraba de cambiarme de ropa en casa y hacerme notar en su habitación; si, por el contrario, pasaría la noche en casa de Sabrae, iba con ella para avisar en casa y que así de paso no se olvidaran de mi cara. Y me di collejas mentales por la manera en que reaccionaba mi hermana, como si esperar por mí fuera su objetivo prioritario en la vida, lo poco que me costaba y lo mucho que la había hecho sufrir.
               Nos quedaban dos episodios para acabar Sexo en Nueva York. Estaba tirado. Además, estando con mi hermana también mataba dos pájaros de un tiro: como echaba de menos a Sabrae, reencontrarme con ella era como vivir una y otra vez ese clímax que sería reunirnos en el aeropuerto. Quedar con ella en un sitio me daba tiempo para estar solo y no agobiarme con lo intenso de mis sentimientos, y también podía aprovechar el trayecto para perfeccionar mis planes durante el voluntariado.
               Cada vez estaba más convencido de que no sería capaz de aguantar un año entero alejado de todos a los que yo quería, así que si conseguía marcharme (que lo dudaba), ya tenía preparadas varias rutas de escape, días sin ley en los que estaba completamente permitido hacer cualquier cosa, por descabellada que pareciera.
               Sólo esperaba que a Shasha no le diera por mirarme el historial del teléfono de forma remota, o me jodería las sorpresas que me ilusionaba maquinando en la cama, cuando Sabrae estaba dormida a mi lado y yo no quería caer aún en las garras de la noche. Su cuerpo era demasiado cálido al lado del mío; su pelo demasiado suave, sus curvas demasiado sinuosas, y su aroma demasiado embriagador como para que yo le hiciera justicia en mis sueños. Así que sólo me quedaba fantasear con…
               -¿Eso son putas tiendas de campaña?-espeté señalando una zona en las que grupos de chicas de todas las edades echaban partidas de cartas a la sombra de cúpulas de lona de colores chillones, que más que protegerlas del sol parecían someterlas todavía más a su dominio absoluto. Era uno de los días más calurosos del verano; ni me atrevía a mirar el termómetro, y sin embargo allí estaban esas chavalas, jugando a las cartas con sus camisetas negras del merchandising más hortera que había visto en mi vida.
               Puede que Zayn hubiera tenido una carrera guay, pero él y el resto de One Direction parecían dispuestos a probar a sus fans en su juventud sacando las cosas más horribles posibles y comprobando si ellas pasaban por el aro y las compraban.
               Y pasaban. Las tías los adoraban tanto que las compraban.
               -No seguís nada de la banda, ¿verdad?-preguntó la chica que nos había venido a recoger al microbús, y que avanzaba con más cuidado ahora que había más cuerpos por metro cuadrado. Era como si la gravedad del estadio aumentara exponencialmente a cada paso que dabas, y cada vez más y más cabezas (sobre todo, de nuevo, femeninas) atestaban las zonas contiguas a la entrada. Karlie lo había dicho antes que yo, pero tenía que reconocer que no había visto un sitio tan concurrido en toda mi vida.
               -¿Deberíamos?-preguntó Bella, que había cometido el inmenso error de traerse el anillo de compromiso al concierto. Yo no estaba seguro de si lo haría, si estuviera en su lugar… y eso que había tenido que aguantar a Max dándome la lata durante todas las putas vacaciones en Mykonos sobre la mejor manera de hacer que ella se lo pusiera.
               -Alec, sí-rió su nov... prometido, me recordé. Era rarísimo pensar en Max como una persona que iba a casarse. Para mí, siempre sería el payaso que me llamaba por la versión extendida de mi nombre y que se había pegado la hostia padre en clase por reclinar la silla demasiado hacia atrás. No me lo imaginaba vestido de pingüino delante de un altar, esperando delante de cientos de invitados a que su novia diera el paso hacia él ante los ojos de Dios.
               Sí me lo imaginaba poniéndose ciego en el banquete, emborrachándose hasta el coma etílico en la fiesta, o apareciendo al día siguiente de su noche de bodas con unas ojeras que le hicieran parecer el eslabón perdido en la cadena evolutiva entre los humanos y los mapaches. Pero ¿estando casado? ¿Con veinte años? Ni de coña. El matrimonio no era para veinteañeros.
               Salvo que esa veinteañera fuera Sabrae, claro. Francamente, si no la arrastraba al juzgado para ponerle mi apellido en su decimoctavo cumpleaños, me merecía que rompiera conmigo al día siguiente.
               -Por eso de que está bien estar al corriente de lo que hacen en tu familia, y tal.
               -Yo ya estoy al corriente, Maximiliam. La diferencia entre tú y yo es que tú tienes que investigar, pero a mí me lo cuentan. En la cama-me chuleé, juntando las manos en la nuca y alzando las cejas. Max se echó a reír.
               -Pues yo de ti, comprobaría mis fuentes si no te han contado lo que se está cociendo en el estadio. Hemos tenido muchísimos problemas con la organización de otros eventos porque llevan acampando desde que se pusieron a la venta las entradas. Las primeras llegaron a la hora de que se anunciara que se habían agotado. Y llevan aquí desde entonces.
               -Jo-der-silbó Jordan, sacudiendo la cabeza.
               -¿A qué esa sorpresa? Diana va a estar aquí-soltó Zoe, agitando la melena. Porque ah, sí. Se me olvidaba: la mejor amiga de Diana había venido en el mismo avión que sus padres, para asistir a tan importante evento y “apoyar a su amiga”. ¿En qué? No se sabía. Dudaba que Diana necesitara mucho apoyo en eso de estar de público en un concierto, así que misterio, misterio.
               Y, aunque sobre el papel se quedaba en casa de los Tomlinson, compartiendo esa cama en la que Diana ya no dormía porque ahora la americana rubia dormía con Tommy, en la práctica la americana pelirroja se pasaba los días encerrada en la habitación de Jordan o en el cobertizo. Había sido raro encontrármelos en plena faena la tarde anterior, cuando había ido a echar un par de partidas antes de ir a ver a Sabrae. Me había quedado pasmado en el sitio, ya que yo no estaba acostumbrado a pillar a Jordan follando. Jordan no follaba. Eso era cosa mía.
               -¿Qué cojones miras, Alec?
               -Nada, nada-había contestado, agitando la mano en el aire-. Ya me iba-me di la vuelta para, efectivamente, irme, e incluso llegué a atravesar y cerrar la puerta. Sin embargo, luego volví a abrirla-. ¿Os importa si cojo la Switch?
               -¡PÍRATE A DAR UNA VUELTA, ALEC!
               -Qué susceptibles nos ponemos-protesté-. Igual no son sólo las tías las que se vuelven locas la primera vez que prueban el sexo.
               Zoe había dejado de moverse encima de Jordan y lo había fulminado con la mirada.
               -Dile que o participa si quiere o nos deja solos, pero que deje de jodernos de una vez.
               -Estoy prácticamente casado y soy hombre de una sola mujer, Zoe, pero gracias por la oferta. Seguro que a Jordan le parece irrechazable.
               Me había tirado un cojín a la cara para que me largara, y lo había hecho entre risas.
               -¿Toda esta peña tiene entradas o pretenden colarse a ver el concierto?-pregunté-. Porque que acampes en medio de un bosque porque eres un friki apasionado de la cría de aves rapaces, vale, pero que lo hagas en esta jungla de asfalto que es Londres, me parece que es de tener filias un poco raras.
               -¡Algunas no tenemos enchufe y tenemos que esforzarnos para cumplir nuestros sueños, puto niñato prepotente!-ladró una puta loca al otro lado de la valla, echando mano de un batido de cereza y plátano que tenía en un vaso de plástico gigante y lanzándomelo a la cara, como si estuviéramos en Glee.
               Creí que a la gilipollas de Tamika tendrían que sacarla en ambulancia de allí del ataque de risa que le dio. Me sorprendió que no se meara encima mientras los de seguridad corrían hacia nosotros, tratando de salvarnos antes de que ocasionáramos un conflicto internacional mucho mayor. No era conveniente cabrear a esta gente, a la que sería casi imposible retener incluso con armas de fuego; armamento que el personal del estadio, por supuesto, no tenía.
               -Eres graciosísima, Tamika-gruñí cuando comentó lo bien que se lo estaba pasando, ya cobijada en la sombra de uno de los vomitorios del estadio. Empezábamos a alejarnos de la gente y por lo menos ya no estábamos a la vista, pero eso no impedía que se escuchara el escándalo que estaban formando al otro lado de la pared, revolviéndose y despertando como una muchedumbre a punto de manifestarse-. En serio, me parto los putos cojones contigo.
               -Por eso nos queremos tanto: porque nuestra relación es recíproca. Nos damos lo mismo que recibimos-rió, agarrándome de las mejillas, espachurrándomelas y dándome un sonoro beso. Me aparté de ella y me limpié el gloss que me había dejado adherido a la piel como una marca de babas un monstruo asqueroso.
               -¡Puaj! Haz el favor de darle un poco de atención a tu novia, Karlie. No quiero que se me vuelva a tirar encima.
               -¿Cómo que no podéis encontrar al electricista del recinto?-bramó la chica que venía con nosotros en su auricular-. ¡Pero si debería llevar aquí dos horas, joder! ¿¡Es que nadie controla cuándo ficha la gente!? ¡¿Tengo que hacerlo todo yo?! Joder-se sacó el auricular del oído y se giró para mirarlos-. ¡Arreando! No tengo tiempo para hacer de guía turístico en este puto sitio. Aparentemente, cuando me coja vacaciones este tugurio se va a caer a cachos-se apartó el pelo de la cara y negó con la cabeza-. ¡Deprisita! Que nadie se me pierda. No tengo tiempo para ir a buscaros, así que ¡al loro!
               Y prácticamente echó a correr por los pasillos, bastante bien señalizados para el público, con carteles por todas partes y señales de colores indicando los caminos hacia los distintos sectores, que ella, con todo, obvió. Fue esquivando con la agilidad de una felina a cada uno de los trabajadores con los que nos cruzamos, muchos de ellos con chalecos reflectantes, otros con chalecos negros en los que se leía la palabra STAFF en la espalda. Todos se quedaban mirando a mi grupo con extrañeza, pero la chica que nos guiaba debía de ser alguien importante, pues nadie se atrevió a cuestionar siquiera por qué había colado a un grupo de fans antes incluso que a los que tenían pase VIP.
               Después de lo que me pareció una eternidad de callejear por el interior del estadio de Wembley, finalmente la chica giró un recodo y empujó sin miramientos una puerta de emergencia. Chasqueó la lengua cuando comenzó a sonar una alarma, y se apresuró a apretar un botón que llevaba colgado del cuello, supongo que una llave magnética, antes de que en la calle oyeran ese ruido y se pusieran en alerta, creyendo que se cancelaba el concierto.
               Una luz cegadora fue toda la despedida que obtuvimos de la chica, que se limitó a empujar la puerta hacia atrás, hasta que hizo tope y se sujetó con unas bisagras automáticas al techo y al suelo, y se puso a ladrar voces por su auricular sin miramientos, ni tampoco indicarnos que ya éramos libres de pasearnos por esa gigantesca jaula.
               Mimi se puso una gorra rosa chicle y echó a andar, muy segura de sí misma, en dirección a luz. Estaba claro que mi hermana no tenía mi instinto de supervivencia, y en lugar de alejarse de ella como había hecho yo en el accidente, se moría de ganas por aventurarse hacia lo desconocido. Mis amigos fueron poco a poco asomándose a la puerta, investigando el exterior con la desconfianza de animales salvajes a los que sueltan en la que será su residencia en un zoo, mientras las amigas de Mimi iban detrás de mi hermana y se perdían en la luz.
               Bella hizo visera con la mano para ver más allá, y el diamante de su mano proyectó decenas de arcoíris en los pasillos de paredes de yeso y suelos oscurecidos por los cientos de miles de pasos que habían caminado antes por allí.
               -Bueno… este pasillo está muy bien, pero pienso aprovechar mi enchufe para disfrutar un poco del estadio. Así que si me disculpáis-dijo Bey, abriéndose paso a codazo limpio entre nosotros (excepto cuando llegó a mí, a quien simplemente apartó poniéndome una mano en el hombro) y se aventuró hacia la luz.
               Nos tomamos que no se desintegrara como una buena señal, y los demás salimos al exterior. Comprobé que habían retirado el césped del estadio, y en su lugar estaba el cemento obre el que lo habían diseñado. Fue lo único en que pude fijarme antes de clavar la vista en el imponente escenario que tapaba la valla oeste del estadio y gran parte de la pista: con pantallas inmensas en su parte posterior, se estiraba hacia el centro en dirección al corazón del estadio, abriéndose en un rectángulo en lo que sería el medio campo. El diseño era de un morado oscuro con dibujos aleatorios en un tono grisáceo que me sonaba de haberlo visto en libretas de garabatos de Scott, y me pregunté si se había ofrecido a colaborar en el diseño del escenario, se lo había pedido su padre, o había sido una especie de redención de la relación de ambos, ahora que Scott había dejado de comportarse como un gilipollas desagradecido que culpaba a su padre de las malas decisiones que había tomado la zorra de su ex novia.
               Decenas de personas caminaban alrededor y sobre el escenario, señalando defectos a corregir a contrarreloj, comprobando las medidas de seguridad y tomando fotos que se usarían de referencia más adelante. Si bien la banda no había anunciado de forma oficial un tour, que Tommy se hubiera ido de la lengua no había ayudado mucho con eso de mantener el secreto, así que supongo que no tenían que disimular que estaban tomando medidas para hacer preparativos para otros conciertos.
               Si bien aquellos trabajadores no iban de uniforme, era bastante fácil distinguir a la gente con un apellido colgado del salón de la fama de aquel estadio de quienes no lo tenían: todos parecían orbitar, directa o indirectamente, en torno a Louis, Zayn, Liam, Niall y Harry. Harry gesticulaba a los pies del escenario, señalando los focos que debían seguirlos; Liam comprobaba las estructuras similares a bancos del centro de la pasarela, en las que se sentaban para las canciones lentas; Niall se paseaba perezosamente por la pasarela, rasgueando en la guitarra eléctrica que nunca soltaba y haciendo señales en dirección al mismo sitio que señalaba Harry, donde se encontraba el cuadro de mandos; y Louis y Zayn, al fondo del todo, correteaban de un lado a otro en las pasarelas que conectaban distintos puntos del corazón del escenario.
               Demasiado rápido para gente de su edad. Parecían estar jugando a pillarse.
               No me di cuenta de que no eran Louis y Zayn, sino Tommy y Scott, hasta que no vi a los auténticos Louis y Zayn en la pista, hablando con las esposas de la banda. Chad también estaba con ellos, reticente a separarse de su madre ahora que sabía que estaba embarazada de su hermanita, por la que tanto había suplicado a sus padres y que tantísimo tiempo habían tardado en concederle. Layla se acercaba en aquel momento a Harry, a comentarle algo sospechoso, si teníamos en cuenta que supuestamente Chasing the Stars no iban a participar en el concierto.  Eleanor estaba colgada del brazo de su padre, mimosa, y Diana se bebía perezosamente un batido de color crema, sentada sobre una pierna en el borde del escenario, la otra colgando en el aire bajo él. Fue la americana, precisamente, la primera en vernos, y no dudó en exhalar un chillido, saltar el metro y pico que el escenario tenía de altura, y salir corriendo en nuestra dirección, para lo cual sorteó con habilidad una valla e hizo que, automáticamente, los operarios del recinto se miraran entre sí, pálidos. Si Diana había tenido tan poca dificultad en pasar de una frontera a otra, ¿qué se suponía que iba a impedir que la marabunta de fans ansiosas por sobar a sus ídolos conquistaran el escenario?
               -¡Zoe! ¡Chicos!-estrechó en brazos a su amiga como si hiciera años que no la veía, en lugar de esa misma mañana, cuando Zoe había hecho el paseo de la vergüenza (que para ella no tenía nada de vergonzoso), volviendo a casa por la mañana con la misma ropa que había llevado el día anterior por la tarde, cuando había dicho que “se iba a dar un paseo por ahí con Jordan”. Lo que no había especificado era que Jordan era el corcel-. ¿Por qué habéis tardado tanto en llegar?
               -Alguien estaba tratando de recuperar el tiempo perdido-me burlé, mirando a Jordan, que simplemente puso los ojos en blanco y no me contestó. La sonrisa chula que esbozó ya lo hizo por él.
               -¿Qué te ha pasado?-preguntó al ver mi camisa manchada de rojo y amarillo. Bajé la vista sólo para comprobar que la mancha estaba creciendo y notándose cada vez más a medida que el líquido se notaba, y chasqueé la lengua.
               -Me han rociado con un batido. Supongo que así es como sé que estoy ganando en la vida, ¿no? Cuando te mereces que te conviertan en una diana de comida es que ya no eres una persona irrelevante.
               -Tú no eres una persona irrelevante, Al.
               -Gracias, Lady Di. Oye, ¿podrías repetirlo delante de Tommy? Quiero ir allanando el camino para cuando Sabrae y yo te propongamos hacer un trío, para que no se lo tome por sorpresa.
               Diana aulló una carcajada que atrajo la atención del susodicho y Scott; también la de Layla y Niall, que miraron en nuestra dirección y agitaron las manos a modo de saludo. Layla se sentó en el borde del escenario para saltar hacia abajo mientras Scott y Tommy corrían para hacer todavía más épico el tortazo que se iban a dar. Eri y Sher contuvieron una exclamación al verlos volando en el aire, aunque supongo que no más que las aseguradoras del evento.
               -Os habéis hecho de rogar, ¿eh? ¿Qué pasa? ¿Tuvisteis que esperar a que Alec se peleara con un Starbucks y por eso no habéis venido antes?
               -Eres graciosísimo, Tommy, en serio. Me pregunto cómo es que no has hecho carrera en la comedia antes que en la música.
               -Que Tommy tenga carrera en la música sí que es un chiste-soltó Scott, descojonándose, y Tommy se abalanzó sobre él para pegarle una paliza. Layla empezó a chistarles.
               -¡Eh, eh, eh, eh! ¡Pegaos si queréis, pero no os dejéis marcas! Pasado mañana tenemos las fotos de promoción del tour. Nada de tocarse la cara, ¿estamos?
               -Sí, S, nada de tocarte la cara, no te la vaya a dejar peor.
               -Por Dios, Alec, ¿qué te ha pasado?-quiso saber Layla, abriendo muchísimo los ojos al ver mis pintas. Me llevé una mano a la frente en un gesto teatral.
               -No quiero hablar del tema; es una experiencia tremendamente traumática para mí.
               -Eso, en lenguaje de Alec, significa que quiere contárselo a Sabrae para que se ría-explicó Diana, mordisqueando la pajita de su batido. Layla se echó a reír.
               -Gracias por mencionar a mi pequeña esposa antes que yo, Lady Di. Uno ya no puede ser un romántico y preguntar por su media naranja sin que le acusen de ser… ¿qué me llamó ayer mi hermana, Max?
               -Algo mejor de lo que te merecías. Por cierto, Layla, ¿conoces a mi prometida? Es muy fan.
               -¡Hola! Soy Bella. ¡Encantada!
               -¿Prometida? ¡Vaya! Así que la monogamia no está muerta, después de todo. Qué suerte tienen algunas: no sólo consiguen un novio completo, sino también un diamante-se sonrió Layla, mirando de reojo a Tommy, que se puso a silbar y a dar pataditas a piedras inexistentes en el suelo.
               -¿Hay reunión y no me habéis avisado? Es porque soy irlandés, ¿verdad? Creía que íbamos a dejar de marginar a la gente por su nacionalidad-lloriqueó Chad cuando se reunió con nosotros.
               -Holiiii. Precisamente quería verte a ti, C. ¿Podrías usar tu sentido arácnido de bisexual para localizar a mi novia? Ya sabes, Sabrae Malik. Fijo que te suena. Pelo negro rizoso, piel de chocolate. Metro y medio de estatura…
               -¡DISCULPA!-tronó la voz de Sabrae por los altavoces, y las pantallas se encendieron justo en el momento en que ella atravesaba la pasarela a grandes zancadas-. ¡Mido un metro cincuenta y siete, muchas gracias!
               Incluso si no sintiera cómo me tiraban las mejillas, por la manera en que los demás me miraron y empezaron a reírse supe que estaba sonriendo como un imbécil. Sabrae estaba guapísima, para variar: se había puesto unos vaqueros cortos de talle alto que le alargaban las piernas, una blusa roja de seda de manga larga y anudada en el vientre para dejar un par de centímetros de piel al aire, y una bandana roja sujetándole el pelo, que llevaba recogido en un moño suelto en el que sus rizos eran los protagonistas. Parecía una estrella de cine que también marcaba tendencia con sus estilos de calle.
               -Y un metro cincuenta y siete muy bien aprovechado, bombón-ronroneé, acercándome al borde del escenario. Ni siquiera me percaté de la presencia de las vallas, lo que volvió locos a los de seguridad.
               Sabrae sonrió desde arriba. Muy apropiado, dado que era una diosa y yo, su más humilde servidor. Se tiró un poco de los pantalones hacia arriba.
               -¿Me atrapas?-preguntó, preparándose para saltar hacia abajo y reunirse conmigo.
               -La duda ofende.
               -Sabrae, todavía estamos ajustando las cámaras-dijeron por megafonía, y ella chasqueó la lengua y asintió con la cabeza.
               -¿Qué se supone que estás haciendo? Aparte de ser el centro de atención, como llevas haciendo desde que naciste, quiero decir.
               -Echo una mano. Deberías probarlo; sienta muy bien.
               -Sabrae. Tú mejor que nadie deberías saber lo dispuesto que estoy a echarte una mano.
               Mi novia se echó a reír, y Liam silbó en el micrófono, lo que lanzó un aullido a lo largo y ancho del estadio que obtuvo su respuesta al otro lado de sus muros. Gritos de la histeria más absoluta respondieron a aquella llamada que acababa de hacer Liam, y tanto One Direction como Chasing the Stars, Eleanor y Sabrae se pusieron automáticamente en guardia. Supongo que el haber actuado delante de un público deja una marca en ti que hace imposible que no respondas a los estímulos que te proporciona, algo así como quien consume heroína por primera vez, y se descubre adicto desde el primer instante.
               -Seguidme a mí con las cámaras-susurró Liam en voz baja-, pero necesitamos a alguien más para hacer las pruebas de sonido.
               -Yo puedo ocuparme-se ofreció Kendra, a la que yo no había visto subida encima del escenario. Las amigas de Sabrae ya habían ido con ella, y resultó que estaban descubriendo el impresionante mundo del entretenimiento antes que yo. Miré a mi novia, que hizo un gesto de disculpa.
               -A Taïssa le hacía ilusión ver todo esto.
               -Sisters before misters, ¿eh? Vale, vale. Procuraré recordártelo esta noche.
               -¿Voy a tener suerte esta noche?-coqueteó Sabrae, agachándose en el borde del escenario y poniéndome morritos, como si fuera a ser capaz de darle un beso a tanta distancia. Me pregunté si salir conmigo siendo tan bajita como lo era ella era así.
               -Sabrae, ya es bastante duro que te comportes como si estuvieras en celo delante de Alec. ¿Puedes hacer el favor de no hacerlo con el puto micro pegado a la boca?-le preguntó Scott por los altavoces, y ella, a modo de respuesta, se puso a revolotear por el escenario mientras gemía y jadeaba.
               Mimi se puso roja como un tomate, pero no era nada comparado con cómo se puso Scott. Caí entonces en que hacía juego con la camiseta que se había puesto, y que, a su vez, combinaba con la camisa de Zayn: todos iban de rojo, si bien en tonos más apagados o más vivos, en función de su vestuario. Vaya, vaya, vaya. Así que los Malik iban combinados. Qué coincidencia más coincidenciosa.
               -¿Repasamos el setlist?-preguntó Taïssa por los altavoces-. Puedo cantar a capella la canción que me pidáis.
               -¡NO!-gritaron Harry, Liam, Niall, Louis y Zayn. Taïssa parpadeó, los ojos gigantes como los de un muñequito antiestrés, y asintió despacio con la cabeza, y Louis continuó-. Todo lo que quieras, Taïssa, salvo canciones nuestras. No queremos tentarlas más-señaló hacia atrás, sobre sus hombros, y Taïssa parpadeó y asintió.
               -Ni de la banda, ni en solitario-aclaró Harry.
               -Bueno, de Liam sí que puedes cantar. Nadie se ha escuchado su primer disco, así que no van a reconocer las canciones-se cachondeó Niall, sentado y afinando su guitarra. Liam lo fulminó con la mirada.
               -Eres graciosísimo, tío. ¿Tengo que recordarte la vez que te caíste jugando al golf en la televisión nacional?
               -Eso es cosa mía-dijo Louis.
               -Y ni siquiera llegué tan bajo como tus índices de ventas-soltó Niall.
               -¡Tampoco me fue tan mal! Lo saqué en mala época, eso es todo. Lo escuchó gente. ¿A que sí? ¡Harry!-se volvió hacia Harry, que en ese momento estaba bebiendo agua, y tuvo la prudencia de girarse y fingir que no le estaba prestando atención-. Tú lo has escuchado, ¿a que sí?
               -A mí no me metáis en esto.
               -¿No lo has escuchado?-inquirió Liam, escandalizado. Me costaba mucho escucharlos, ya que Sabrae estaba cerca de Niall con el micrófono encendido, y Niall estaba descojonándose de lo lindo.
               -¡He estado ocupado!
               -¡LO SAQUÉ HACE VEINTE AÑOS, HARRY!
               -¡Te he dicho que he estado ocupado, ¿vale?!
               -¿Haciendo qué? ¿Intrusismo laboral en Hollywood?
               -Uuuh, ¡Zayn! ¡Saca el móvil! ¡PELEA, PELEA, PELEA, PELEA!-aulló Louis, corriendo a acerarse a sus compañeros lo más posible. Él respetó las vallas; quizá fuera la única persona en Inglaterra con intención de hacerlo.
               -¡A ti lo que te pasa es que me tienes envidia porque salgo en una película de Marvel!
               -¡YO SIEMPRE HE SIDO MÁS DE BATMAN!
               -Batman no es más que una crítica galopante al capitalismo y a cómo absolutamente todo es posible si tienes dinero-dijo Louis-. No tiene ningún mérito pegarle palizas a la gente si usas robotitos y escapas de la justicia. No responder ante nadie no te hace mucho mejor que los supuestos delincuentes a los que castigas.
               -¿Supuestos delincuentes? Me estás vacilando, ¿no, Louis?
               -Si tan malo es tener dinero, ¿por qué no vives con el salario que ganas de profesor en el instituto y donas lo que sacas del grupo?-preguntó Zayn, y Louis lo miró.
               -¿Por qué no lo haces tú?
               -Porque yo no me paseo por ahí diciendo que Batman es una crítica “galopante” al capitalismo. ¿Sabes siquiera lo que significa galopante?
               -¡Sí!-sonrió Louis-. Significa: me muero de putas ganas de que sea 25 de marzo para no tener que aguantarte más la puta cara-ladró.
               -Sigues sin responder a mi pregunta.
               -Tengo muchas bocas que alimentar. Cinco propias, y las otras que me endosáis cada vez que podéis. Me tratáis como si fuera el gerente de un hotel, y don Carrera Meteórica En Hollywood Aquí Presente el primero.
               -¡Te ofrecí pagar los gastos que os ocasionara Diana y me dijiste que ni se me ocurriera, Louis!
               -¡Porque quería que hiciéramos un intercambio y te quedaras con Tommy! Ni mandándolo a un programa consigo librarme de él. Somos demasiados hombres en casa. Yo quiero todo mujeres. Mira lo tranquilo que está Zayn.
               -Zayn está tranquilo por la cuenta que le trae. Si se sube un poco a la parra, Sher le pega un buen meneo y se le quitan las ganas de fiesta-comentó Niall.
               -Perdona, pero si estoy tranquilo es precisamente porque soy yo el que le pega meneos a mi mujer. Y tenemos fiesta. Mucha. Más que vosotros.
               -No puedo creer que vaya a deciros esto precisamente a vosotros, pero, ¿tengo que recordaros que estoy aquí?-inquirió Sherezade.
               -Ríñelos, Sher, que a mí nunca se me olvida dónde estás-insté. Sabrae se rió y negó con la cabeza, se acercó a mí, se sentó en el borde del escenario y esperó a que yo la agarrara por las caderas y la bajara.
               -Hola-ronroneó, igual que una gatita, y se rió contra mis labios cuando mi saludo fue un beso. Le acaricié la cintura desnuda con los pulgares y ella suspiró-. Te he echado de menos.
               -¿No serás acaso la persona más melodramática de este país?
               -¿Tú no me has echado de menos?
               -¿Notas ese bulto contra tu pierna?-asintió-. Bueno, pues no es mi teléfono, precisamente.
               Me acarició el cuello y me pasó las manos por los hombros. Estaba descendiendo por mi pecho cuando notó que estaba pegajoso, así que se separó un poco para mirarme, y abrió muchísimo los ojos en el proceso.
               -Alec, ¿por qué estás pegajoso? ¿Qué te ha pasado?
               -Me han tirado un batido. De cereza y plátano. ¿A que huelo bien?-ironicé, y ella frunció el ceño.
               -¿Por qué? ¿Qué has hecho?
               -¿Yo? ¡Nada!
               Parpadeó despacio, alzando una ceja.
               -Has vacilado a las fans, ¿a que sí?-adivinó.
               -¡NO!
               -Te dije que no se vacilaba a las fans-se rió, bajándose al suelo-, pero tú nunca me haces caso. Espero que, ya que no aprendes por las buenas, hayas aprendido por las malas.
               -¡Que no las he vacilado, Sabrae! Una puta loca me ha tirado su batido sin provocación previa por mi parte.
               -Al, tienes la lengua más larga de este país. Probablemente del continente. ¿De verdad esperas que me crea que no les has dicho nada ofensivo, aunque sea sin querer?
               -¿Por qué me dices que tengo la lengua más larga del continente? Creía haberte demostrado que tengo la lengua más larga del mundo. ¿Es que no te parece suficiente? Porque tiene pinta de que te basta y te sobra cuando bajo a…
               Sabrae me tapó la boca con la mano, abriendo mucho los ojos y sonriendo.
               -No vas a distraerme haciendo que piense en sexo. Ven, te llevaré al backstage y te cogeremos algo que puedas usar durante el concierto. No puedo permitir que mi novio asista al evento del siglo todo sucio-me invitó, cogiéndome la mano de nuevo y tirando suavemente de mí para conducirme hacia la base del escenario.
               -Están acampando fuera.
               -Lo sé.
               -¿Lo sabes? Bueno, ¿y sabes por qué? Porque me parece demencial. Me han dicho que llevan aquí mes y pico.
               -A veces lo hacen. ¿Tú no lo harías por The Weeknd? Ah, se me olvidaba. No necesitas acampar para tener un buen sitio para ver a The Weeknd porque tu novia le conoce en persona, así que tiene garantizados los buenos sitios. Qué tonta-se dio un golpecito en la sien-. A ver, a ver… ¿a quién no conozco yo que a ti te guste? No se me ocurre-dijo tras un momento de pensar, y suspiró con dramatismo-. Esto de ser una persona tan influyente es horrible.
               -Tienen hasta camping gas, Sabrae. Parece que van a un programa de supervivencia en vez de a un concierto.
               Sabrae se echó a reír.
               -He hecho un trabajo pésimo educándote si te piensas que los conciertos de One Direction no son una versión exprés de un programa de supervivencia.
               -Joder, no me asustes. Ya bastante han hecho ellas asustándome, como para que ahora lo hagas tú también. Escúchame-le pedí, tirando suavemente de ella para ponerle las manos en los hombros y conseguir toda su atención-. De verdad que no he dicho nada con la intención de ofenderlas. Sé que son importantes para tu padre, así que son importantes para ti… así que, en cierto modo, son importantes para mí.
               -Pues sí. Si no fuera por ellas, papá no sería quien es. No habría conocido a mamá. Scott no habría nacido. No me habrían adoptado. Y tú y yo no nos conoceríamos.
               -¿Tú también te estás mareando, o soy solo yo?
               Inclinó la cabeza a un lado, alzando una ceja. Suspiré.
               -Vale, vale.
               -No te lo tomes como algo personal. No lo es. Te ha tocado a ti porque haces lo que haces.
               -¿Y qué se supone que es lo que hago?
               -Has enamorado a un Malik-sonrió, tirando suavemente de mí para acercarme a ella. Me rozó las caderas con las suyas-. Puede que no al que ellas querrían, pero… mi apellido tiene cierto peso ahí fuera, ¿sabes?
               -¿De verdad? Nunca lo habría sospechado-comenté, inclinándome hacia ella.
               -Además… en realidad, nos han hecho un favor-tonteó.
               -¿En serio? ¿Y cuál es?
               -Me han dado una excusa para desvestirte-contestó, desabrochándome el primero de los botones. Me reí contra su boca y rocé mis labios con los suyos. Estaba a punto de proponerle buscar un camerino apartado y recuperar el tiempo perdido cuando Louis nos alcanzó y nos dio un suave empujón.
               -Detesto ser yo quien separe a dos jóvenes enamorados, pero si no queréis acabar como Romeo y Julieta, creo que es mejor que entréis. Van a abrir las puertas. Y no queréis estar fuera cuando empiecen a entrar las fans.
               -¿Tan malas son?-pregunté.
               -Malas, no. Sólo son demasiado entusiastas, a veces. No quieren hacernos daño, pero la cosa se puede ir de las manos rápidamente.
               -¿Sabes ese capítulo de la serie de los Jonas Brothers en que les pillan por la calle y les roban los calcetines sin quitarles los zapatos?-preguntó Niall. Parpadeé, y negué despacio con la cabeza-. Bueno, pues nos ha pasado.
               -Todavía no sé cómo coño lo hicieron-bufó Louis.
               -¿Habéis visto la puta serie de los Jonas Brothers antes que escuchar mi disco?-preguntó Liam.
               -Liam, haz el favor. Suéltanos el brazo. No estamos en 2017; ya va siendo hora.
               -Me tienes hasta los huevos, Louis. Como sigas en este plan, me gustará ver cómo intentas explicarles a las chicas por qué yo no salgo.
               -No será la primera vez que actuamos cuatro cuando deberíamos ser cinco.
               -Te convertí en el padrino de mi primogénito, Louis-espetó Zayn-, ¿qué más quieres que haga para que me perdones?
               -Por tu culpa no fuimos número 1 con el primer disco sin ti. No hay nada que puedas hacer para que te perdone. Nos jodiste las estadísticas.
               -No; os las jodió Justin Bieber.
               -¿Disculpa? “¿Os?” Ah, ya lo pillo. Cuando el grupo fracasa, somos “os”. Cuando llenamos el puto estadio de Wembley en 3 horas y media, somos “nos”. Vale, vale. Me ha costado entenderte, porque tienes una mente perversa, pero creo que por fin he entendido tu razonamiento.
               -¿Quién va a hacer las notas altas si no, eh? ¿Niall con la guitarra?
               Louis abrió la boca para contestar, pero el ruido de los gritos explotando al otro lado de la pared fue suficiente para enterrar el hacha de guerra. Corrimos a la puerta que mantenían abierta para nosotros con un extraño terremoto persiguiéndonos, y cuando la cerraron, justo detrás de mí, pude girarme para ver cómo una marea de gente entraba a toda velocidad a la pista.
               Y debo decir que la expresión de Simba en la escena de la estampida de El rey león no está en absoluto exagerada.
 
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2 comentarios:

  1. Primero que nada estoy jodidamente extasiada con este capítulo porque aunque no hayas narrado el concierto en si (COMO ESPERO QUE HAGAS) los vibes de Its 1D bitches estaban ahí y casi implosiono pedazo de guarra.
    Literalmente no sabía lo que necesitaba a los cinco estupidos insultandose y metiendose los unos con los otros hasta ahora es que uf los feels que me ha dado de hace años.
    Mencion especial al momento batido que me ha hecho muchísima gracia lol y al siguiente “No me di cuenta de que no eran Louis y Zayn, sino Tommy y Scott, hasta que no vi a los auténticos Louis y Zayn en la pista, hablando con las esposas de la banda.”
    SI ME QUIERES HACER DAÑO SOLO DIMELO MALA

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  2. MENUDA FANTASÍA DE CAPÍTULO, ME HE REÍDO UN MONTÓN
    Comento cositas:
    - Que risa todo el principio con Alec llamando manada de chaladas a las directioners y una tirándole un batido, que risa que risa.
    - Me ha gustado mucho esta frase “Me recordó a cierto chaval que había hecho de la costumbre de escabullirse por las escaleras de incendios o las puertas traseras un arte, y que en otro tiempo había reinado sobre toda la ciudad y todas las mujeres”.
    - Me ha encantado el momento de la salida de las entradas, con las apuestas y todo.
    - “ ¿Cuándo se ha convertido lo nuestro en una comedia romántica? // Veamos, ¿desde que yo soy la hija de un famosísimo cantante y tu un fuckboy redimido? Que hayas tardado en darte cuenta es, cuanto menos, entrañable, amor.” Que bueno esto.
    - Alec directioner mi Alec favorito.
    - “No me di cuenta de que no eran Louis y Zayn, sino Tommy y Scott, hasta que no vi a los auténticos Louis y Zayn en la pista, hablando con las esposas de la banda.” Opino que no tenías NINGÚN derecho a hacer esto, pero NINGUNO.
    - “Eso, en lenguaje de Alec, significa que quiere contárselo a Sabrae para que se ría.” LLORO
    - Leer a los 5 sinvergüenzas picarse me ha dado AÑOS DE VIDA
    No te imaginas la serotonina que me ha dado este capítulo, me lo voy a leer siempre que esté triste. Con muchas ganas de leer el siguiente, espero que narres el concierto y que salgan a cantar cts, Eleanor, Sabrae… <3

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