domingo, 3 de abril de 2022

Realeza.


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Puede que Al estuviera acostumbrado a la gloria de un cuadrilátero, y que pensara que ya lo había visto todo en la vida, pero aquella tarde acababa de recibir una lección de humildad. Se había quedado parado en la puerta del backstage, mirando con la boca abierta cómo por los vomitorios fluía una corriente de personas cada vez más intensa.
               Debo decir que no podía culparlo. A pesar de que ya había terminado acostumbrándome a la locura que solía desatarse en torno a papá, los momentos posteriores a la apertura de puertas de los recintos en que él iba a actuar siempre tenían un cierto deje vertiginoso. Había tenido que lidiar con las mareas de gente ya desde pequeñita, y eso que papá siempre nos había protegido con la ferocidad de un león. Recuerdo que la primera vez que nos habían rodeado yo me había asustado de verdad, y eso que apenas era un par de docenas de personas y mamá me sostenía en brazos, presta a protegerme incluso si papá fallaba.
               Tampoco es que él fuera a darles mucho más margen a las fans para asustarse.
               -¡Quietas, quietas, QUIETAS!-había aullado él, dando unos pasos hacia ellas, que habían jadeado y habían dejado de gritar en el momento en que abrió la boca, porque perderse aunque fuera una sola de sus palabras sería algo que no podían tolerar-. Sabéis que nunca me ha gustado que os abalancéis sobre mí, pero nunca os he parado los pies. Ahora que soy padre pienso hacerlo, y no me voy a arrepentir de ello, ¿está claro?
               Había tenido que repetir eso en un par de ocasiones más, pero en cuanto se había negado a hacer fotos cuando vio que no había manera de que le hicieran caso, todo había fluido hacia un comportamiento un poco más contenido. Siendo yo fan también, entendía perfectamente que había veces en que el entusiasmo tomaba el control de tu cuerpo, pero había que hacer un esfuerzo por recordar que el objeto de tu admiración también era una persona, con sus sentimientos, sus preocupaciones, y sus fragilidades.
               Era relativamente fácil olvidarme del peso que tenía mi apellido en la sociedad ahora que las fans de papá habían entendido, por fin, cuáles eran sus límites y lo serios que eran para nosotros.
               Pero también era una bofetada de realidad y una demostración de hasta qué punto nos respetaban a mí, a mis hermanos y a mis padres, cuando las veía entrando en un concierto. Allí no había lógica ni respeto que valiera: era la jungla, y la más fuerte y más rápida conseguiría el preciado trofeo que suponía poder ver a Zayn por separado, o a One Direction en conjunto, sin ninguna cabeza entorpeciendo la vista.
               Para mí, los conciertos eran un recordatorio de quién era yo en realidad, de todo lo que había conseguido mi padre, de la inmensa suerte que tenía de que mi nombre estuviera grabado en la placa dorada de un gramófono que no sonaba; la mayoría de nombres no tenían ese privilegio, y tenían que conformarse con baberos o chupetes. Yo era una excepción, no la regla.
               Ser una Malik era un privilegio no sólo por los padres que me habían dado ese apellido y todo lo que éste implicaba (cuidados, comprensión, educación…), sino por quién era mi padre. Qué era mi padre. Qué podía hacer mi padre: conseguir que la gente acampara por él, corriera por él, se desmayara por él. No todos los hombres tenían aquello.
               Puede que Alec tuviera ese efecto en mí, pero ese poder era relativo, venía enlazado con mi enamoramiento. Papá simplemente lo tenía, pura y simplemente.
               Y Alec se estaba dando cuenta de aquello con lo que yo había crecido normalizándolo hasta cierto punto. Las cosas que me decía sobre la canción que me habían escrito cuando me adoptaron, por muy poéticas que fueran, eran una anomalía. Los padres no les escriben canciones a sus hijas ni ganan Grammys por ellas, al igual que los suegros normales tampoco pueden amenazarte con escribirte una canción que pondrá a todo el mundo en tu contra y hacerlo totalmente en serio.
               No es que papá fuera a hacerlo de verdad, claro.  A pesar de que siempre había un ligero deje de fastidio en su mirada cuando Alec y yo les dábamos las buenas noches y subíamos a mi habitación (un deje que intentaba controlar y por el que se llevaba miradas asesinas de mamá, que hasta hacía unos meses había creído que no tendría que trabajar sobre eso con él), ese fastidio era siempre infinitamente menor que la sonrisa que le asaltaba la boca cuando Alec y yo bajábamos a desayunar juntos a la mañana siguiente, y todo porque veía lo feliz que me había hecho mi novio la noche anterior con independencia de a qué nos hubiéramos dedicado por la noche; por eso, Al podía estar tranquilo. Papá no le haría nada que le dañara, porque eso significaba hacerme daño también a mí.
               Y Alec le gustaba. A pesar de que el patriarcado le decía que debía verme como su propiedad, y a Alec, como un ladrón, papá no podía dejar de sentir cariño por él. Lo había visto crecer, y veía lo feliz que me hacía. Así que le quería.
               -¿Qué?-preguntó papá, dándole una palmada a Alec en la espalda y dejándole el brazo sobre los hombros-. Impresiona, ¿eh?
               -¿Siempre es así?-replicó mi novio, todavía con los ojos fijos en la puerta. Papá arrugó la nariz.
               -Nah. Bueno, depende. En realidad, la verdad es que sí. Más o menos. Depende del concierto, un poco. Y del sitio en el que estés.
               -Y si actuamos juntos o separados-añadió Liam.
               -Sí, Liam nota la diferencia especialmente-se burló Niall-. La única que corre hacia el escenario es Alba. También es la única que va a sus conciertos, de hecho.
               -¿Liam hace conciertos?-preguntó Louis, llevándose las manos a la boca. Liam los fulminó con la mirada.
               -No os merecéis que esté aquí. Y vuestros hijos tampoco se merecen a Layla.
               -Que no nos merecemos a Layla ya lo sabemos, Liam-ronroneó Tommy, poniéndole ojitos a Layla, que se puso colorada y agitó la mano en el aire.
               -No me hagas la pelota.
               -No te hago la pelota. Soy sincero.
               -Bueno-Scott puso los ojos en blanco-. El novio amantísimo entra en escena.
               -¿Celoso, S?-se rió Chad.
               -Muchísimo. Espero que seáis conscientes de que yo llevo durmiendo con Tommy mucho más tiempo que las dos juntas-escupió, señalando a Diana y a Layla-. Así que cuando estemos de tour y nos toque compartir cama, os arregláis entre vosotras, que yo duermo con él.
               Diana arrugó la nariz e inclinó la cabeza a un lado.
               -Lay, a mí no me importa compartir a Tommy contigo, pero si tenemos que añadir a Scott a la ecuación, creo que voy a querer renegociar los términos de nuestro acuerdo.
               -No seas mala, Didi-se rió Layla.
               -Aguafiestas-Diana puso los ojos en blanco.
               -Estás en minoría, Lady Di-soltó mi hermano, haciendo una reverencia-. Sois dos contra tres.
               -¿Me estás contando en tu equipo, S?-preguntó Chad, y cuando mi hermano asintió, añadió-: ¿Puedo saber por qué? Porque yo estoy del lado de las chicas.
               -¡Ajá!-se chuleó Diana, agitando la melena en el aire-. ¿Sabes, Scott? En realidad, les pedí a todos mis seguidores en Instagram que votaran masivamente a Eleanor porque simplemente adoro verte perder. Ni siquiera me importa perder contigo, si tú la cagas.
               -O sea, que me tenéis en Chasing the Stars porque necesitáis a alguien guapo que poner al frente en la carátula del disco, ¿no?-protestó Scott.
               -Creía que para eso ya teníamos a Diana-dijo Layla.
               -Estás en la banda porque necesitamos al egocéntrico que la separe dentro de unos cinco años. Y no miro a nadie, papá-Diana le lanzó una mirada cargada de intención a su padre, que abrió la boca para responderle, alucinado, pero Scott lo cortó.
               -¡Creía que la egocéntrica eres tú!
               -Por favor, Scott-soltó Alec, volviendo en sí-. Me sorprende que hayan podido vender siquiera dos entradas de las noventa mil localidades que tiene disponibles este estadio, si tú y tu ego gigantesco vais a estar esta noche aquí.
               -Sé dar un paso atrás cuando me corresponde-contestó mi hermano, haciendo una reverencia. Se merecía un Oscar por esa interpretación, pero, claro, habíamos llevado la sorpresa demasiado lejos como para chafarla justo ahora, en el último momento. Si le contábamos a Alec lo que iba a pasar de verdad esa noche, sería incapaz de dejar de parlotear sobre ello durante toda la tarde, y yo lo terminaría filtrando accidentalmente cuando subiera una de mis muchas historias de lo que estaba pasando en el backstage. El subidón en redes era un efecto secundario con el que yo estaba más que dispuesta a lidiar. Después de todo, no había nada como seguir a la hija de tu cantante preferido para ver sus historias y que éstas te amenicen el tiempo que pasas esperando a que éste se digne a bendecir tu existencia con su presencia.
               -Seguro-Alec puso los ojos en blanco y volvió la vista de nuevo al estadio, cuya pista empezaba a llenarse. Las dimensiones mastodónticas del mismo eran lo único que impedía que esa riada de gente no la hubiera desbordado ya, pero los espacios vacíos no hacían menos impresionantes las carreras del público luchando por conseguir primera fila. Me acerqué a él y le cogí la mano.
               -¿Abrumado?-pregunté, y él me miró. Me dio un suave apretón en la mano y sonrió.
               -Pues… mentiría si dijera que no. Joder, no sé si conozco a tanta gente.
               -Puede que no. Pero es posible que sí que te hayas tirado a tanta gente.
               Alec se me quedó mirando, boquiabierto, y luego nos echamos a reír. Tiré suavemente de su brazo para hacer que se inclinara un poco, poniendo su boca a tiro, y me diera un beso en los labios. Me di cuenta por primera vez de que era la primera persona de fuera de mi familia a la que yo introducía a la locura que podía ser algunas veces mi vida, y sabía que aquello podía espantar a algunas personas. Le había pasado a Niall con Vee, con la que, si bien había tenido un hijo, la relación no había terminado de cuajar hasta años después, siendo él adolescente.
               No es que pensara que Alec fuera a asustarse por lo que suponía ser yo, pero no estaba de más asegurarme de que la corriente de energía que manaba entre nosotros seguía inclinando la balanza en mi favor. Sólo por si acaso.
               Además… me encantaba la sorpresa que había en sus ojos, una sorpresa que podía convertirse en maravilla. Y yo estaría encantada de devolverle todo lo que me había dado durante ese mes mágico que estábamos teniendo de verano, descubriendo Italia juntos y, luego, dejando que él me revelara los secretos más hermosos de Grecia.
               Mykonos sería su isla, pero los backstage me pertenecían.
               -Ven-indiqué, tirando suavemente de él-. Vamos a buscar algo para que te cambies de ropa… y yo pueda cumplir mi amenaza de hace unos minutos.
               Esa sonrisa traviesa suya apareció por su boca, danzando en sus labios mientras la expresión empequeñecida de su mirada daba paso a algo más. Algo oscuro, hambriento. Algo que me resultaba mucho más familiar: el hombre que habitaba en su piel, lejos de ese niño en que se había convertido cuando tuvimos que correr hacia el corazón del escenario.
               -Creía que empezabas a parecerte más a tu hermano, y que se te iba toda la fuerza por la boca-bromeó, dejando que lo guiara lejos de los demás. Ni siquiera nos despedimos: lo bueno del ajetreo previo de los conciertos era que no éramos el centro de atención, y sólo unas pocas personas debían estar localizadas en todo momento. Podíamos desaparecer sin dejar rastro y que nadie se percatara de nuestra ausencia hasta que no regresáramos, todas las ganas y fantasías satisfechas.
               Ya estaba saboreando lo bien que se sentirían sus gemidos en mi oído cuando nos encerráramos en uno de los camerinos que había en el corazón del estadio, prueba de que aquel lugar que los fans de los deportes consideraban un santuario se había pensado, en realidad, para darle la mayor versatilidad posible. El tour que les había hecho a mis amigas, enseñándoles los entresijos de aquel lugar, había servido también para refrescarme la memoria y elegir el mejor sitio en el que estar con Alec: el camerino que Eleanor tenía reservado exclusivamente para ella, y en el que no tenía pensado poner un pie. Se había cambiado y preparado al lado de todos los miembros de Chasing the Stars como para sentir vergüenza de hacerlo una vez más, así que se había limitado a asentir con la cabeza con educación cuando le habían mostrado la sala que haría de oasis de tranquilidad para ella, y cuando la habían dejado sola para que se hiciera a ésta, había cruzado la puerta y el pequeño pasillo y se había plantado en el camerino de la banda de nuestros hermanos, donde había más alboroto y más vida.
               Había tenido la generosidad de no cerrarlo con llave, y la mirada que habíamos intercambiado cuando nos tocó ir hacia el escenario había sido más que suficiente para que las dos adivináramos los planes de la otra: pasar un momento agradable en soledad con nuestros novios. Sería fácil organizarnos: me había acercado a ella mientras miraba el estadio desde el extremo más cercano al centro de la pista del escenario, y no había podido evitar seguir su mirada mientras sus ojos se paseaban por toda su grandiosidad: la pista ya desnuda, las gradas vacías y colosales, el palco VIP plagado de famosos amigos de nuestros padres que no habían querido perderse el gran acontecimiento. Me había quedado callada, dándole su espacio, dejando que se acomodara al vértigo que seguro estaba sintiendo: no era lo mismo ver el estadio desde el escenario cuando estos estaban vacíos, igual que no era igual otear el horizonte durante la calma previa a la tormenta si lo hacías desde el puerto a cuando lo hacías en el mar.
               Eleanor iba a cantar esa noche. No iba a hacerlo sola, pero sí delante de una audiencia a la que nunca antes se había enfrentado. Había tenido más espectadores pendientes de ella durante el concurso, pero era distinto: no podía verlos, ni saber sus reacciones más instantáneas a lo que hacía. Allí estaría desnuda delante de noventa mil personas.
               Por lo menos tenía el consuelo de que Louis y los demás estarían con ella.
               -Es buen momento-me dijo, todavía sin poner los ojos en mí. La miré.
               -¿Para qué?
               -Para que me preguntes cuál de las dos va a usar el camerino vacío primero-respondió, por fin devolviéndome la mirada. Me eché a reír.
               -No quería presionarte. Seguro que tienes muchas cosas en la cabeza.
               -Me sé la letra, y los pasos no son nada del otro mundo-se encogió de hombros-. Estaré bien. Además, lo más inteligente será organizarnos. Si fuera por esos dos bobos de los que nos hemos enamorado, lo haríamos cada una en una esquina y no pasaría nada.
               -Hombres-respondí yo, poniendo los ojos en blanco y negando con la cabeza. Eleanor se echó a reír-. No le digas a Alec que nos hemos organizado para no coincidir. Sería perfectamente capaz de alargarlo con tal de poder fardar con Scott.
               -Quizá lo haga. Scott podría aprender un par de cosas de él-volvió a reírse Eleanor.
               -¿Scott? Es un Malik. Los Malik no necesitamos que nos enseñen estas cosas.
               -El maestro siempre puede aprender trucos nuevos. Y más de Alec. Después de todo, te ha echado el lazo.
               -Ni que fuera un potro salvaje corriendo por el campo hasta que él me metió en un establo.
               A decir verdad, me parecía más bien al revés. Sobre todo porque era yo quien lo cabalgaba a él… la mayoría de las veces. Claro que había momentos en que me apetecía que me sometieran, y Alec, servicial como era, siempre estaba dispuesto a cumplir todos mis deseos y demostrarme que, de vez en cuando, él podía ponerse en modo dominante.
               Me había estremecido recordando la última vez que se lo había pedido, cómo me había dado la vuelta, había tirado de mí hasta ponerme a cuatro patas, y me había follado sin piedad, agarrándome del pelo y demostrándome que todo eso de ser quien llevaba la voz cantante en la relación estaba muy bien, pero no había nada como que te pusieran en tu sitio de vez en cuando.
               Puede que se lo pidiera esta tarde.
               -Hombre, teniendo en cuenta que os habéis marcado el mejor enemies to lovers que he presenciado en mi vida… creo que Alec se guarda un par de trucos que no me importaría que Scott usara conmigo.
               -La clave está en la lengua. Y en la nariz-Eleanor arqueó las cejas, y yo me pasé la lengua por los dientes y sonreí.
               -¿En la nariz?
               -Cuanto más contacto mejor, El. Y si no para mientras te corres…
               -¿Alec no se aparta? Yo necesito parar.
               -Yo también pensaba que necesitaba parar… hasta que él me demostró que no.
               La forma en que Eleanor había mirado a Scott me había dicho todo: ella iría primero, y luego nos tocaría a nosotros. Lo más conveniente, en realidad, dado que Alec vendría después de comer y Scott ya estaba allí.
               Teníamos luz verde para hacer lo que quisiéramos, y tenía pensado conseguir que Alec me recordara qué era aquello que me había convencido para darle una oportunidad en un principio. Había llegado a casa con ganas de probarlo, y admirándome por la fuerza de voluntad que había demostrado siendo capaz de marcharme a pesar de cómo se me había insinuado en su habitación. Me había vestido pensando en cómo me sentiría cuando me quitara esa misma ropa, y no sólo pensando en lo bien que saldría en las fotos que nos harían durante el concierto.
               El trecho de piel desnuda que había en mi vientre y mis lumbares no era más que una invitación a una invasión por parte de Alec: aquel rincón de mi anatomía parecía ser su debilidad, y lo encendía como una cerilla a una montañita de pólvora.
               Ardía en deseos de presenciar nuestra explosión.
               Apreté el paso y giré una esquina, con la mano de Alec firmemente sujeta entre mis dedos, no fuera a escapárseme. Escuché cómo se le aceleraba la respiración ante lo inminente del sexo, y no pude evitar sonreír cuando noté la cercanía de su cuerpo al arrimarse más a mí,  presto a darme lo que yo quería.
               -¡Alec!-celebró una voz a mi derecha cuando giramos otra esquina, la penúltima antes del pasillo de los camerinos. Mierda. Nunca creí que fuera a lamentar escuchar a mi hermana, y sin embargo allí estábamos.
               A pesar de que Shasha siempre había procurado apartarse de todo lo que suponía la fama de papá, y era la primera en dar un paso atrás y alejarse lo más posible cuando lo paraban por la calle, que disfrutara de su espacio no significaba que no pudiera disfrutar también de las comodidades y experiencias únicas que suponía ser la segunda hija de sangre de Zayn. Curiosa como era, siempre aceptaba las invitaciones de papá de acompañarlo al estudio, pero más por ver cómo funcionaba todo que por verlo a él crear. Es por eso que había sido incapaz de rechazar la oferta que le habían hecho desde la organización del concierto cuando, apenas una hora después de nuestra llegada al estadio, se habían acercado a ella y su grupo de amigas y las habían invitado a ver la sala de control del mismo, donde sucedía la auténtica magia. Las amigas de Shasha se habían mirado entre sí, ilusionadas y ansiosas, casi desesperadas, por que mi hermana aceptara la invitación; no obstante, Shash sabía que el día era muy importante para papá y que nuestro trabajo de hoy era proporcionarle todo el apoyo que él necesitaba, y no satisfacer nuestros deseos egoístas.
               Lo tenía bastante más claro que yo, que corría a follarme a mi novio a la mínima oportunidad que se me presentaba.
               -Ve, mi niña-la invitó papá, dándole un beso en la cabeza y empujándola suavemente en dirección a los técnicos-. Diviértete.
               -Y desactiva el foco de tu padre-añadió Louis.
               Habían desaparecido a toda velocidad tras los técnicos, así que se habían perdido el reglamentario tira y afloja entre nuestro padre y el de los Tomlinson que habían heredado Scott y Tommy.
               Alec se quedó anclado en el sitio nada más escuchó la voz de Shasha; era como si ese instinto de protección que le invitaba a interponerse entre una bala y yo no funcionara con ella. Cuando Shasha o Duna entraban en escena, yo seguía siendo una prioridad, pero mis deseos, no tanto. Varias veces había tenido que tirar de él para arrastrarlo hasta mi habitación porque a ellas les apetecía conseguir un poco de atención, y Alec, el pobre, era tan bueno que incluso se sentía un poco mal por dejarlas con la palabra en la boca. Siempre había sido así con Duna, pero desde que se habían hecho amiguitos del alma, ahora también le sucedía con Shasha.
               Sobra decir que ella sería perfectamente capaz de empujarme por un precipicio con tal de conseguir la tención plena de mi novio, la muy cabrona.
               -¡Hola! Me preguntaba dónde estabas, Shash. ¿Te escondías de mí?
               -Serás mentiroso-siseé por lo bajo, y Alec sonrió, mirándome de reojo y apretándome suavemente la mano. A él le parecía tremendamente divertido dejarme con las ganas, y lo cierto es que cuando era capaz de contenerme un poco, el polvo de después era mucho más intenso porque los dos estábamos más calientes, pero que la gratificación posterior fuera a ser mejor no dejaba de frustrarme.
               -Estaba en la sala de control. ¡Es chulísima!
               -¡Qué guay! Tienes que llevarme.
               -Sí, pero después-intervine yo-. Ahora estamos ocupados. Tienes que cambiarte.
               -¡Ven! Quiero que conozcas a mis amigas-indicó Shasha, haciendo un gesto con la mano para que nos acercáramos a la intersección de pasillos donde ellas se encontraban.
               -Tiene que cambiarse-repetí, y Shasha por fin se dignó a mirarme.
               -Es sólo un momento.
               -No querrás que cause mala impresión, ¿no, Shash? Alec y ellas van a coincidir muchas veces, y no quiero que lo recuerden siempre como el novio de la camisa sucia.
               -A ellas no les importa-aseguró Shasha.
               -¡Chicas, chicas! No hace falta que os peleéis por mí-intervino él cuando vio cómo Shasha y yo nos mirábamos, desafiándonos en la distancia. Le saltaría encima si estuviera más cerca y eso no pusiera en peligro mi atuendo; se suponía que quien tenía que romperme la blusa era Alec, no mi hermana-. Saab tiene razón, Shash. Quiero causarles una buena impresión a tus amigas, así que, ¿por qué no vais con los demás y hacemos las presentaciones un poco más tarde, cuando esté más decente?
               -¿Qué te ha pasado?-preguntó Shasha, y sus amigas inclinaron las cabezas por encima de sus hombros, echando un vistazo a la pareja tan desigual que tenían delante.
               -Me han tirado un batido. Prefiero no hablar de ello, ¿sabes? Ha sido una experiencia bastante traumática, a decir verdad-se llevó una mano con teatralidad a la frente-. Por eso necesito un momento. No quiero que tus amigas me conozcan cuando estoy tocando fondo.
               -Vale-rió Shasha.
               -Jooo-replicaron sus amigas, y ella las miró y siseó para que se callaran.
               -Pero, Al, ¿eres consciente de que acabas de darle la razón a Sabrae, no?
               -Te prometo que no se repetirá-respondió mi novio, guiñándole el ojo, sonriéndole como si fuera su chica favorita en el mundo, y levantando las manos que aún teníamos unidas por encima de mi cabeza para tirar de mí y guiarme en la dirección en que yo había pretendido conducirlo antes.
               -¡Más te vale! No tardéis-añadió Shasha, alzando una ceja y mirándome de nuevo, la misma sonrisa que Alec acababa de dedicarle ahora en sus labios.
               -En cuanto acabemos, voy derechito a que me presentes a las chicas, ¿vale?
               -Guay-contestó Shash, y desapareció por la esquina. Tiré de la mano de Alec para bajársela de bastante mala manera, y él se rió.
               -¿Celosa de tu hermana? Sabes que yo sólo tengo ojos para ti, nena-ronroneó, rodeándome la cintura con la mano libre y pegándome a él. Comprendí entonces por qué no había accedido a cumplir con todos los deseos de Shasha nada más ella os había verbalizado, como tenía por costumbre: ya estaba duro, preparado para mí. Ese delicioso bulto en sus pantalones que se frotó contra mi culo sirvió para aplacarme.
               -Erais menos insoportables, cuando no erais tan amiguitos.
               -¿Cuándo pasó ese “antes”?-respondió, acariciándome el vientre y bajando la mano peligrosamente hacia mi entrepierna-. ¿Cuando tú y yo no follábamos?-preguntó en mi oído, acariciándome el lóbulo de la oreja con los dientes-. Porque creo que no estoy dispuesto a volver a esa época por muy cómoda que a ti te resultara-contestó, masajeándome entre los muslos. Separé las piernas instintivamente para darle más espacio a su mano mientras me mordisqueaba el lóbulo de la oreja, y cerré los ojos, concentrándome en ese delicioso punto de presión. Un gemido se escapó de mis labios, y Alec gruñó contra mi espalda, sus caderas frotándose contra mí, aliviando un poco las ansias que tenía de mi sexo en mi culo-. Joder, Sabrae. Estás tan buena que parece mentira que te creas que soy capaz de posponer probarte, sea por lo que sea.
               -Siempre lo haces-repliqué-. O casi siempre.
               -Porque sabes mejor cuanto más cachonda te pongo-contestó, subiendo la mano otra mano por mi costado y manoseándome los pechos. Quise que me bajara los pantalones, que se desabrochara los suyos y me penetrara allí mismo, donde cualquiera podía pasar y vernos.
               La sola idea de que eso sucediera bastó para empaparme.
               -Entonces debo de estar deliciosa ahora.
               -Como siempre, bombón-respondió, siguiendo la línea de mi cuello con su nariz, inhalando la mezcla de mi piel con el perfume que me había echado esa mañana, del botecito que ya guardaba en su habitación, a la que yo consideraba ya mi segunda casa-. No perdamos más tiempo-instó, empujándome suavemente lejos de él, lo cual habría sido terrible para mi estabilidad emocional de no ser la única manera de que lo que nos estábamos prometiendo con gemidos, jadeos y caricias demasiado audaces se volviera real-. Llévame a donde me estuvieras llevando y cumple tus amenazas. Todavía tienes que compensarme por lo de esta mañana-me acarició el labio con el pulgar, sus ojos fijos en los míos, en mi cuerpo, en la manera en que me deshacía para él, toda mantequilla al fuego para la que sería la tarta más deliciosa jamás horneada.
               Mordiéndome el labio, acusando la ausencia de su cuerpo y un frío que no me esperaba sentir un 23 de julio, pivoté sobre mis talones y eché a andar de nuevo por los pasillos. Nos adentramos más y más en el interior del estadio, en rincones que probablemente ni los jugadores de la selección nacional hubieran visitado jamás, tan mal señalizados que era imposible llegar a aquellos lugares si no era con alguien que conociera la dirección como la palma de su mano. Aquella era, precisamente, la razón por la que se habían creado de una forma tan laberíntica: más allá de para permitir el acceso más rápido a la mayor parte de puntos posibles del estadio en el caso de que hubiera alguna emergencia, porque cuanto más difícil fuera llegar a esos rincones, más protegidos estarían los ocupantes de los camerinos.
               Giré una última vez, con Alec caminando detrás de mí a una velocidad que denotaba el ansia que sentía, ya no por acostarse conmigo, sino por no perderme de vista y acabar atrapado allí para siempre (aunque, a decir verdad, era bastante fácil salir, ya que eran las únicas señales que había en cada rincón, para asegurar una vía de evacuación fácil incluso para quien nunca hubiera estado allí). Cuando la puerta de los camerinos apareció ante nosotros, Alec exhaló un suspiro que sonó como una risa.
               -Creía que te habías perdido y no querías reconocerlo.
               -Conozco este sitio tan bien como mi casa-contesté, pasando por delante de las puertas con los nombres de papá y sus compañeros de banda… porque, sí, eran lo suficientemente importantes como para que les dieran un camerino a cada uno. Eleanor había conseguido el mismo privilegio por haber ganado el concurso, supongo; que Chasing the Stars tuvieran que compartir camerino era lo más común entre las bandas, según yo misma había experimentado en varias ocasiones, yendo de visita con papá y sus compañeros a algún sitio. Como máximo, se repartían en dos camerinos; aquel alarde de infraestructura por parte del estadio sólo era una muestra más de cómo Wembley había sido concebido para llevarlo todo hasta el límite de la imaginación.
               -¿Te has estudiado los planos?-se burló Alec. Me giré para fulminarlo con la mirada, y lamenté comprobar que aquel bulto en sus pantalones había menguado considerablemente. No me malinterpretes…
 
… a ver lo que dices ahora, Sabrae.
 
… seguía siendo más que suficiente para que cualquier chica se relamiera, y mucho más de lo que muchas habían probado en su vida, pero, comparándolo con la longitud máxima que él podía alcanzar, yo ya acusaba el cambio.
 
… ah, vale. Esa es mi chica.
 
¿Puedo continuar? Gracias.
               -Papi me ha traído aquí otras veces-repliqué con chulería, haciéndole burla y sacándole la lengua. Puse los brazos en jarras, atrayendo la atención de Alec de nuevo a esos centímetros de piel desnuda, y él se relamió. De la misma manera que  se le había bajado la excitación, ésta volvió a oscurecer sus ojos.
               No era para menos. No había elegido las palabras al azar, y Alec, en el fondo, lo sospechaba.
               -No llames a Zayn así-dijo, acercándose aún más a mí a pesar de que yo ya me había detenido. Habíamos llegado a la puerta del camerino de Eleanor, distinguible de las demás por ser la única que permanecía cerrada. Scott y ella habían sido muy discretos en su encuentro; tanto, que cualquiera diría que aquel era el picadero oficial de los adolescentes Malik-. Así me llamas a mí-urgió, posesivo, su voz grave y rasgada por la tensión que había entre nosotros, una tensión que se podía cortar con un cuchillo. Todo el ambiente se había cargado de electricidad, y la parte de mi cuerpo que ya estaba en contacto con la suya (mi vientre, mis piernas, mis pechos cuando inhalaba) estaban en llamas. Levanté la barbilla, orgullosa y desafiante.
               -Lo llevo llamando así más tiempo a él que a ti.
               -Puede-consintió Alec, y estuve por tratar de corregirlo, pero no pude. No, porque me puso el pulgar en el labio y tiró suavemente de él, los ojos anclados en los míos, su otra mano en mi cintura, haciendo que un torrente de lava manara hasta mi sexo, que protestaba por las pocas atenciones que estaba recibiendo a pesar de ser, con diferencia, el rincón de mi cuerpo más sensible-. Pero conmigo lo gritas. Eso debería convalidar los años que Zayn me lleva de ventaja.
               Tenía su boca demasiado cerca, y aun así, cuando me incliné para besarme, Alec se apartó. Había veces en que me encantaba que fuera alto: nos complementábamos a la perfección, ya que me echaba una mano cuando no alcanzaba algo de una estantería y hacíamos una pareja muy mona por nuestra diferencia de altura; otras, en cambio… odiaba que no estuviera a mi alcance si él no decidía volverse accesible. Odiaba depender de su voluntad y sentirme a su merced.
               Aquella era una de esas veces.
               -¿Y a cuánto cotizan mis gemidos? Porque también lo gimo algunas veces, pero me imagino que no valdrá lo miso-tonteé, acariciándole el brazo. Puede que no tuviera su boca a tiro, pero sí el resto de su cuerpo. Y él me había dicho un montón de veces cómo la manera en que yo le acariciaba los brazos lo volvía loco. Era algo que siempre le había gustado de las chicas con las que había estado, pero la manera en que lo hacía yo… como si quisiera que me espachurrara con ellos, como si con hundir las uñas en sus músculos no fuera a ser suficiente, era demasiado para él.
               A ese juego de provocar podíamos jugar dos. Y si yo estaba mucho más deliciosa cuando estaba cachonda, cuando lo estaba él, estaba mucho más duro. Más grande.
               Por eso no me volvía loca cuando me calentaba a fuego lento: porque en el proceso también se calentaba él, con todo lo que eso implicaba.
               -Uf. A mucho, nena-contestó, acercándose de nuevo a mí. Su aliento volvió a arder en mi boca, deslizándose por su interior en dirección a mi garganta de una forma que me recordó demasiado a algo que nos gustaba tanto a ambos que no iba a poder negárselo.
               -Entonces, ¿dices que las veces en que te lo he gemido estos meses ya valen más que los años que he llamado a mi padre así?
               Escuché el clic de la puerta cuando una de sus manos alcanzó la manilla. Alec sonrió.
               -Ajá. Aunque la cosa está muy, muy equilibrada. Por eso necesito coger la mayor ventaja posible. No me gustan las victorias ajustadas.
               -Quién iba a decirte a ti que ibas a estar peleándote con papá por el mote que os he puesto a los dos, ¿eh? Con lo que lo odiabas antes.
               -Tú antes también odiabas estar en la misma habitación que yo, y ahora mírate-respondió, empujando la puerta y agarrándome para que no me cayera hacia atrás. Muy previsor, este novio mío. Siempre lo tenía todo controlado, al menos cuando se trataba de mí.
               -¿Quién dice que no siga odiándolo?-pregunté, alcanzando el interruptor de la luz y encendiendo la bombilla del techo, las del tocador. En los ojos de Alec apareció ese brillo irreal propio de habitaciones como aquella, al que enseguida se acostumbraban los ojos de los artistas.
               Alec dio un paso para entrar en la habitación, cerró la puerta con el talón y ni se molestó en echar el pestillo. Si lo hizo porque estábamos en el quinto pino o porque le daba igual que nos pillaran, lo cierto es que no lo sé. Adoré el gesto de todos modos, y noté que se me encendían las mejillas mientras mi piel se volvía más y más sensible.
               Con los ojos fijos en mi cara, se llevó las manos a la camisa y se desabrochó dos botones, esperando mi reacción. Sonreí y me mordí el labio.
               -Ya me parecía.
               -Sigues demasiado… vestido-ronroneé, acercándome a él, poniéndole una mano en la nuca y enredando los dedos en su pelo. Su mirada se oscureció, pero nada comparado con cuando empecé a desabotonarle yo misma la camisa. Aproveché para acariciarle el pecho, siguiendo la línea de la mayor de sus cicatrices, en el proceso.
               Entonces, por fin, se dignó a besarme. Bajó la cabeza y tomó mi rostro entre sus manos mientras yo jugueteaba con el nacimiento de su pelo y con su camisa. Nuestras lenguas se enredaron en un lento baile tribal mientras mis dedos se deshacían de último de sus botones, y sólo entonces mis manos hicieron el mismo recorrido, acariciándole los hombros y tirándole la camisa al suelo.
               -Ups-me reí, y Alec no pudo soportarlo más. Agarrándome aún por la mandíbula, me empujó hasta tenerme pegada a la pared.
               -Me toca.
               Me agarró de las caderas, me separó las piernas con una de las suyas, y mientras nos morreábamos como si lleváramos años sin vernos, como si quisiéramos compensar el tiempo que íbamos a estar sin tocarnos durante su viaje a Etiopía, Al me desanudó el nudo de la blusa de seda roja que llevaba puesta y me desabrochó los dos botones de nácar blanco. Tuvo más delicadeza con mi prenda de la que yo había tenido con la suya, y la arrojó sobre la silla vacía que había frente al tocador.
               Se quedó mirando mis pechos como si los viera por primera vez. Subió la vista y me miró.
               -¿Dónde tenías escondido ese sujetador?
                -¿Recuerdas el día que fui al centro con las chicas?-pregunté.
               -Es retórica, ¿a que sí?-contestó, y me reí. Claro que lo recordaba. Me había dicho que se quedaría en casa jugando a videojuegos con Alec y que nos veríamos al día siguiente, pero apenas había tenido tiempo de guardar mis compras en el armario cuando mamá me había avisado que Alec estaba en la puerta.
               -Sé que dijimos que nos daríamos espacio y todos esos rollos de parejas que en realidad no se quieren tanto como nosotros, pero el caso es que me han retwitteado unas nudes “artísticas” en la cronología de Twitter, y me he acordado de ti, así que… ¿follamos?-soltó sin rodeos, y yo me lo había quedado mirando, pasmada.
               -¿De verdad has venido hasta mi casa porque no te apetecía hacerte una paja?-había respondido yo, echándome a reír, y él se encogió de hombros.
               -He pensado que, si podemos pasárnoslo bien los dos, mejor que el que me lo pase yo solo, ¿no? ¿O no quieres?
               -¿Las nudes eran con o sin consentimiento?
               -No lo sé, Sabrae, no le hice un cuestionario de ochenta preguntas a la chica que las publicó. ¿Sabes qué? Olvídalo. Miro las que me has mandado las últimas sem…-empezó, dando un paso atrás, pero yo lo había agarrado de la muñeca y lo había metido en casa. Porque lo había echado de menos, a pesar de que me había prometido a mí misma que nos daríamos un poco de distancia.
                -Pues puede que haya cogido un par de cositas que te voy a ir enseñando poco a poco-ronroneé, frotándome contra su pierna igual que una gata en celo. Alec convirtió sus cejas en un volcán separado por su frente.
               -No sabes lo que te quiero.
               -Creo que me hago una idea-respondí, y me lancé a por su boca. Mis manos volaron entonces a sus vaqueros, que le desabroché con la maestría que llevaba perfeccionando meses. Alec jadeó contra mi boca, devolviéndome los besos mientras se peleaba con el enganche de mi sujetador, demasiado cerca de la pared como para permitirle un fácil acceso al mismo.
               Si Scott y Eleanor habían descubierto aquel lugar, Alec y yo íbamos a conquistarlo. Y yo tenía pensado empezar por donde él no se atrevía a pedirme, pero deseaba con todas sus fuerzas.
               Fue incapaz de desnudarme de parte de arriba, así que se desquitó quitándome los pantalones y ayudándome a descalzarme a toda prisa, sujetándome y besándome las tetas mientras yo me peleaba con los cordones de mis victorias rojas. Cuando me puse de rodillas frente a él, emitió un suave gruñido que reverberó en lo más profundo de mi alma.
               -No te toques-ordenó cuando abrí las piernas para acomodarme más a la altura que debía tener para darle todo el placer que él se merecía-. Quiero tus ganas intactas para que te veas en el espejo.
               Eso me encendió más de lo que lo haría ninguna llama, y se la chupé como una verdadera diosa. Puse todas mis ganas, devolviéndole lo que le había quitado esa mañana y compensándonos a ambos por haber tenido que esperar, sin saber que Alec también consideraba que tenía cuentas pendientes conmigo.
               No me dejó hacerle correrse en mi boca. Me ordenó de nuevo que me levantara cuando se notó a punto, y sin miramientos, me agarró de las caderas, me sentó sobre el tocador, me separó bien las piernas, se arrodilló entre ellas y me comió el coño como si fuera la primera vez que lo hacía desde hacía varios años y hubiera estado soñando con mi sabor desde la última vez. Gemí, jadeé, me retorcí, grité y supliqué mientras su lengua, sus labios, e incluso sus dientes jugaban con mi feminidad. Me sujetó con fuerza mientras me corría en su boca, disparándome hacia un cielo en el que luego se reuniría conmigo.
               -Por favor, Alec, por favor-supliqué, y él sonrió.
               -Por favor, ¿qué, Sabrae?
               -Fóllame. Te quiero dentro de mí. Fóllame, fóllame, fóllame-jadeé, y con eso le pareció suficiente. Me agarró de nuevo de las caderas, me dio la vuelta, acercó la silla para que apoyara una pierna en ella, y así, con una rodilla aún en el tocador y la otra en la silla, se hundió en mi interior glorioso centímetro a glorioso centímetro.
               Lo sentía en cada rincón de mí misma. En aquella posición era como si midiera el doble. Me eché a temblar y miré su reflejo en el espejo. Alec estaba concentrado en el punto en que se estaba hundiendo en mí, disfrutando de nuestra unión. Tenía la mandíbula apretada, el ceño fruncido, y todo el cuerpo en tensión.
               -No… me… has… pedido… que… te… mirara… mientras. Oh. Oooh-gemí al notar cómo el último centímetro entraba dentro de mí. La base de su miembro se acomodó entre mis glúteos, y Alec empujó un poco más. Sólo un poco más. Un par de milímetros que me supieron a gloria. Me eché a temblar otra vez, empujándome hacia él, intentando que entrara más adentro.
               Me miró de reojo en el espejo.
               -¿Mientras…?-me provocó, retirándose lentamente. Cada centímetro que dejaba libre en mi interior era como si ya no me perteneciera y, a la vez, esa fricción entre nosotros era indescriptiblemente deliciosa.
               -Mientras-me-la-metes-jadeé rápidamente, en una única palabra, y Alec me dedicó una risa oscura.
               -¿Y arriesgarme a que no nos corramos a la vez? No, gracias, nena. Estás demasiado lista como para esperar. Además…-ronroneó, inclinándose hacia mi oído, hundiéndose de nuevo en mi interior y haciendo que me echara a temblar-. A veces me basta con sentir cómo te aferras a mí. No necesito mirarte para ver cómo lo estás disfrutando.
               Me estaba torturando, el muy hijo de puta. Se estaba hundiendo despacio en mí para alargar lo más posible aquella gloriosa sensación de plenitud, la expectación de mi cuerpo. Estábamos bailando al borde del precipicio, y yo… yo sólo quería lanzarme al vacío.
               Alec, sin embargo, estaba esperando a la ola perfecta.
               Una ola que acababa de nacer en lo más profundo de mi pecho, y que estaba descendiendo por mi interior, directa hacia aquella salida en la que él la estaba esperando.
               -Claro que verlo… tampoco sobra-jadeó, tensándose él también. Llegó hasta el fondo, empezó a retirarse, y entonces…
               Entonces me la clavó, y la ola salió disparada. Me eché a temblar en cuanto llegó a la orilla, incapaz de contener un grito de puro éxtasis, mientras Alec hundía los dedos en mis nalgas y se descargaba en mi interior. Sus jadeos se unieron a los míos, nuestros gemidos se mezclaron, y volvimos a experimentar esa dulce magia que era alcanzar el orgasmo juntos, celebrar nuestra corporeidad a la vez.
               Alec dejó caer la cabeza sobre mi espalda, y yo nos miré en el espejo, todavía unidos dentro de mi sexo. Tenía la cara colorada y los nudillos pálidos de la tensión, pero pocas veces lo había visto tan bien.
               Me dio un beso justo entre los omóplatos, y se echó a reír.
               -Ha estado bien.
               -Sí. Ha estado genial. ¿Me perdonas ya por lo de esta mañana?
               -Me lo tengo que pensar-rió, incorporándose y apartándose el pelo de la frente. Una fina película de sudor le cubría la piel.
               Me incliné hacia atrás y meneé las caderas en círculos, jugando y a la vez no.
               -Porfa, papi-ronroneé, y Alec se puso rígido. Me miró a los ojos en el espejo, y me colocó las manos en las caderas.
               -Estate quieta… a no ser que quieras perderte el concierto.
               -Me has pillado. No quiero ir sucia y sudada, así que…
               -¿Es eso una indirecta para que te quite el sudor a lametazos? Porque me lo puedes pedir directamente, nena. Ni siquiera necesitas pedírmelo, de hecho-contestó, y se inclinó y me lamió la espalda, justo por encima de la columna vertebral. Un cosquilleo tremendamente agradable llovió desde mi espalda, cayendo sobre mi entrepierna, pero conseguí reprimir mis ganas de un segundo asalto.
               Ser una Malik conllevaba también una serie de responsabilidades, y como parte de la realeza que era, al menos durante esas horas, debía cumplir con mi deber. Así que diez minutos más tarde, Alec y yo nos reuníamos con los demás en la antesala del escenario, en la que poco a poco se iba notando el nerviosismo por la cuenta atrás. Sus amigos estaban hablando con mis amigas, las de Shasha apartadas en una esquina, mirando sus móviles y el exterior del escenario  alternativamente, como si estuvieran comparando la información que les llegaba con la que podían cotejar.
               -¿Ya podemos?-ironizó Shasha, poniendo los ojos en blanco cuando nos vio aparecer. Alec ni siquiera se acercó a sus amigos, sino que fue derecho hacia ellas. Ahora que nos habíamos relajado, parecía incluso arrepentido de haber dejado plantada a mi hermana con algo que a ella le hacía ilusión. Le conocía lo suficiente como para saber lo mucho que le fastidiaba decepcionar a la gente, y lo último que Alec podía querer era que Shasha se sintiera así con él. Él nunca la había decepcionado, ni una sola vez. No quería estrenarse ahora.
               -Sigue en ese plan, y me lo voy a acabar pensando-sentencié, haciéndole un corte de manga. Shasha me sacó la lengua, pero saltó de la caja del altavoz sobre la que estaba sentada y cogió a Alec del brazo, exactamente igual que una maruja del siglo XIX.
               Alec, sin embargo, estaba encantado de la vida con tantas atenciones.
               -Chicas, chicas, tranquilas. No hace falta que os peleéis por mí. Siempre he tenido ganas de que dos hermanas de mi entorno se enganchen de los pelos por mí, pero no creí que fuerais a ser vosotras. Las Malik sois mejores que esto-dijo en voz lo bastante alta como para que las gemelas lo escucharan. Bey puso los ojos en blanco y negó con la cabeza, riéndose; Tam, por su parte, lo miró de arriba abajo y continuó fulminándolo con la mirada un rato más, como si la sola idea de desarrollar intereses por Alec fuera insultante. A veces parecía que se odiaban, pero se toleraban por el bien de Bey y el resto de su grupo de amigos; incluso cuando sabías todo lo que habían hecho el uno por el otro y cómo se habían apoyado en los momentos más duros de la vida de cada uno, una parte de ti no dejaba de preguntarse si Alec y Tam terminarían llegando a las manos. Ella parecía sorprendida de no haberle pegado antes; Alec, a su vez, parecía decidido a llevar a la mayor de las gemelas hasta el límite de su paciencia. Y se le daba bastante bien.
               Las amigas de Shash se acercaron con rapidez a Alec; con bastante más rapidez de la que exhibían para venir a saludarme cuando Shasha las invitaba a casa para alguna de sus noches ambientadas en Asia, a las que en ocasiones me invitaban y que yo rara vez declinaba: veían películas de animación del país que hubieran elegido esa misma tarde, cenaban comida del mismo país y se atiborraban a dulces de ese mismo lugar. Shasha era una persona muy solitaria: adoraba su espacio y le encantaba estar sola, pero de vez en cuando hasta la mayor ermitaña del mundo necesitaba compañía, y por suerte había encontrado a chicas con los mismos gustos que ella y con el mismo desdén por el qué dirán cuando expresaban unos gustos que aún hoy, desgraciadamente, eran considerados rarezas.
               Le había costado traerlas a casa por lo mucho que Scott y yo nos metíamos con ella precisamente por esos mismos gustos, y sólo después de jurarle y perjurarle que no lo hacíamos en serio y que no la considerábamos rara, sino que nos alegrábamos de que hubiera cosas que le hicieran tan feliz, había accedido por fin a pedirles que vinieran una noche en la que estuviéramos todos en casa. Normalmente, las noches asiáticas de su grupito de amigas eran en las casas de las demás, precisamente por aquel miedo que tenía Shasha a que las ridiculizáramos.
               Ahora, después de todo, Shash era la anfitriona más común de esas noches. Lo curioso era que ninguna había coincidido con una en que Alec estuviera de visita, y yo no había caído hasta entonces.
               -Chicas-anunció Shasha con cierto bombo, hinchándose como un pavo, como si Alec fuera su novio y no el mío-, éste es Alec.
               -¡¡Hoooolaaaaa!!-corearon las cuatro niñas, agitando las manos en el aire para saludarlo.
               -Hala, eres tope alto. Shasha nos había dicho que eras alto, pero no tan, tan alto-admiró una de ellas, Emma, la única blanca en ese grupo internacional.
               -¿Cuánto mides?-inquirió Kirvi, la mejor amiga de Shasha, que normalmente era callada como ella. Algunas veces venía a nuestra casa y se limitaba a sentarse en la cama con Shasha, cada una a hacer sus cosas, simplemente disfrutando de su compañía. Sin embargo, era más inocente que mi hermana, con sus grandes ojos negros centelleando inocencia en ese rostro cincelado por los dioses hindúes, de donde procedían sus padres.
               -Metro ochenta y siete.
               -¿No es de mala educación preguntar eso?-quiso saber Chanel, de origen latino y la más contestona de las cinco. Después de Shasha, claro.
               -Es el peso, y es a las chicas-respondió Shasha-. Además, a Alec le encanta decir lo que mide.
               Se me encogió el estómago pensando en la subnormalada que podía soltarles Alec, pero gracias a Dios, mi chico consiguió contener la lengua.
               -No me extraña. Metro ochenta y siete es un montonazo-admiró Zareen, la última en incorporarse al grupo hacía un par de años, cuando sus padres se habían trasladado a Londres, donde ella había nacido, de vuelta desde Seúl, algo que hacía que ganara puntos entre sus amigas-. Es más que Scott, ¿no?
               -Dos centímetros más-se chuleó Alec, y todas rieron, emocionadas.
               -¿Sabes coreano?-soltó Chanel a bocajarro, y Alec la miró.
               -¿Perdón?
               -Shasha nos ha dicho que sabes un montón de idiomas. ¿Sabes coreano?
               Y empezaron las preguntas de las chicas.
               -¿Cuántos idiomas sabes?
               -¿Cómo los has aprendido?
               -¿Sabes japonés?
               -¿Ves doramas? Shasha nos ha dicho que algunas veces los ves con ella. ¿Cuáles te gustan?              
               -¿Te ha puesto ya anime?
               -¿Quién es tu bias de Red Velvet?
               Habría salido a defender a mi novio y decirles a las chicas que mejor sería que hicieran las preguntas de una en una, pero la expresión ilusionada de Shasha me detuvo en el acto. Mi hermana miraba a sus amigas hablar (bueno, “acorralar” sería más acertado) con Alec con un brillo en los ojos que pocas veces le había visto.
               No me había dado cuenta hasta entonces de lo importante que era Alec para ella, lo mucho que lo quería y lo mucho que se enorgullecía de él, lo cual no era para menos. De todas las personas que conocía, Alec era con diferencia el más abierto y el que menos posibilidades tenía de hacer que nadie se sintiera mal, pero comprobar que incluso Shasha confiaba en él ciegamente hasta el punto de saber que podía presentarle a sus amigas y ellas se lanzarían a inquirir sobre toda su vida sin miramientos, y él no se revolvería, hizo que se me derritiera algo por dentro. Que mi hermanita se sintiera cómoda y orgullosa de él hasta el punto de presentárselo a sus amigas, sabiendo que no las juzgaría, decía mucho más de cómo era Alec que nada de lo que pudiera contar yo.
               Shasha notó mis ojos posados en los suyos, me miró y me dedicó una sonrisa que a todas luces era de disculpa. Y yo lo supe en ese momento.
               Alec hacía bien preocupándose por pasar un poco de tiempo con Shasha. Porque, cuando se fuera, ella también iba a pasarlo fatal. Y todo porque yo había escogido muy bien al hombre con el que quería pasar el resto de mi vida: probablemente el único sobre la faz de la tierra capaz de escuchar con toda la paciencia del mundo cómo cinco niñas trataban de arrastrarlo a ese pozo sin fondo que era desarrollar un interés por las culturas asiáticas.
              
 
Si Sabrae de verdad piensa que soy paciente, es porque en realidad debería estar a punto de embarcarme a Los Ángeles para labrarme una carrera en Hollywood en lugar de a Etiopía para salvar a los pobres leoncitos de la reserva de la WWF. Tenía carrera como actor, estaba claro.
               Llevábamos quince minutos de retraso del concierto y yo ya estaba de los nervios. Me había pasado la tarde volando, por razones obvias: después de que las amigas de Shasha prácticamente me sacaran hasta las claves de mis cuentas bancarias, la mayor de mis cuñaditas había decidido que era suficiente y me había llevado a la cabina de control del estadio, en la que me había explicado con la diligencia de un ingeniero de sonido cómo funcionaba todo. Luego, habíamos vuelto al backstage, justo a tiempo de ver cómo los teloneros, dos para ese día, comenzaban a prepararse. Mientras se lucían en el escenario habíamos podido comer algo, y luego, los padres de mis amigos se habían despedido de nosotros. Sólo sus esposas iban a quedarse con ellos hasta el momento de la salida, en lo que supuestamente iba a ser una hora.
               El concierto del 25 aniversario de One Direction estaba programado para las ocho de la tarde, pero pasaban ya de y cuarto y allí no había ningún tipo de movimiento. Ni avisos por megafonía anunciando que había algún desajuste de horarios, ni nada por el estilo. Simplemente noventa mil personas esperando a cinco que no daban señales de vida.
               -¿Y si tu padre está enfermo?-le pregunté a Sabrae, que permanecía sentada tranquilamente en su asiento, en uno de los palcos laterales con mayor visibilidad. Cualquiera diría que estábamos esperando para ver una charla aburrida sobre programación, a juzgar por su expresión. Era como si la cosa no fuera con ella.
               -¿Por qué iba a estar enfermo papá?
               -Tiene ansiedad. Y va a actuar delante de noventa mil personas. ¿Cómo sabemos que no está en pleno ataque de pánico ahora mismo?
               -No lo está, Al. Mamá está con él.
               -Sí, bueno, pues él es muy puntual. Es muy raro este retraso.
               -Estas cosas pasan constantemente. Yo no he ido aún a ningún concierto de la banda en el que hayan empezado a la hora programada.
               -Pero este no es un concierto cualquiera.
               Sabrae suspiró, cogió la bolsa de palomitas que había pillado de camino a los asientos y me la tendió.
               -Venga, come un poco. Creo que te está dando un bajón de azúcar.
               -¡Voy en serio, Sabrae!
               -Creo que tengo regalices por aquí…-meditó, revolviendo en la bolsa de las gominolas. Era imposible que estuviera tan pancha, siendo ella una maniática del control y del orden.
               A no ser…
               Miré hacia la derecha, un par de asientos más allá de Sabrae, donde Tommy y Scott estaban sentados, charlando animadamente con Diana y Karlie. Ellos tampoco parecían preocupados por el retraso.
               Sospechoso.
               -Tú sabes algo-adiviné, y Sabrae se me quedó mirando.
               -¿Algo de qué?
               -De lo que está pasando. Todo el estadio está histérico perdido, excepto tú, un señor que comparte código genético con tus padres, la fotocopia de Louis Tomlinson y… Diana. No se me ocurre cómo referirme a Diana.
               -La modelo más talentosa de su generación-aportó Diana, que estaba poniendo la oreja. Algo propio de alguien que estaba tratando de salvaguardar su coartada. La cuestión es, ¿qué coartada?
               -O la diosa de Nueva York-añadió Zoe. Otra que sabía algo. Fijo, fijo, fijo.
               -Pues eso, todos menos los que tenéis vínculos de sangre con los protagonistas de la noche estamos que nos subimos por las paredes, y tú… ¡Scott! ¿ESTÁS JUGANDO AL CANDY CRUSH?
               -He escuchado estas canciones en directo lo menos doscientas veces, Al. Dame un puto respiro.
               -No me lo puedo creer. No me lo puedo puto creer. ¿Qué coño está pasando, Sabrae?
               -Joder, Sabrae, ¿pero qué le has dado cuando os habéis quedado solos? ¿Dónde estaba guardada esa camiseta? Debe de estar medio podre y lo está intoxicando.
               Después de nuestra pequeña incursión a los camerinos, Saab me había llevado hasta el almacén de recuerdos del concierto que se venderían por los distintos sectores del estadio, y había dejado que eligiera lo que quisiese. Me había quedado con una camiseta blanca con las caras de One Direction en su primer disco en llamas, el logo de la banda hecho de fuego, como si fueran una banda de heavy metal. Me parecía guay, y también graciosa. Y no, no olía mal cuando me la puse.
               -¡Todo esto es muy sospechoso! ¿No avisan del retraso y vosotros estáis aquí tan panchos? No me la vas a colar con que soy yo el que está raro. Mira a tu alrededor, Scott. Todo el mundo está de los nervios salvo tú.
               -Aquí hay tres espermatozoides ganadores de Zayn Malik-Scott se encogió de hombros-, así que perdona si nos comportamos como nos sale de los huevos.
               -No eres más fan por ponerte histérico perdido porque el concierto se retrase, Al-se burló Tommy.
               -Vete a la mierda, puto gilipollas.
               -Creo que el término que estás buscando es “directionator”.
               -Puto subnormal. Gugulethu-ladré, volviendo la atención a ella, que estaba mirando sus historias de Instagram-. No creas que me he olvidado de ti. Ni siquiera tienes la vergüenza de intentar disimular que me estás ocultando algo, así que ya estás hablando o…
               En ese momento, las luces del estadio se apagaron. Un segundo después, noventa mil gritos se elevaron al cielo al unísono, como palomas levantando el vuelo cuando se acercaba un autobús. Una guitarra eléctrica empezó a sonar a toda mecha por los altavoces. Y, entonces, apareció un reloj digital.
               Un reloj que marcaba las 8:21 pm.
               Los gritos se hicieron más fuertes entonces. Miré a Sabrae, que acababa de dejar el bolso en el suelo y se reía.
               -¿Qué te hace tanta gracia?
               -Lo histérico que acabas de ponerte. Ni con The Weeknd estabas así.
               -¿A qué viene todo este paripé?
               -A que el concierto va en hora-contestó Sabrae-. Nunca estuvo programado para empezar a las ocho y punto, sino a y veintidós.
               -¿Y por qué a y veintidós?
               -Porque es la hora a la que las fans creyeron durante años que se había formado la banda. No sabemos quién hizo trascender esa hora, pero…
               En el centro de la pantalla apareció entonces un segundero, y todo el estadio se volvió literalmente loco. Y cuando digo todo, es todo. Hasta yo me puse nervioso. Me latía el corazón a mil por hora.
                Sabrae desbloqueó su teléfono y enfocó la pantalla, en la que la cuenta atrás se acercaba ya a los quince segundos. Cuando alcanzó los diez, el estadio empezó a rugir.
               Nueve.
               Ocho.
               Siete.
               Seis.
               Cinco.
               Cuatro.
               ¡Tres!
               ¡Dos!
               ¡UNO!
               La hora cambió de las 8:21 a las 8:22 pm. Entre los gritos ensordecedores, la pantalla se fundió a negro.
               Empezaron a sonar unas notas que tardé en identificar. Por suerte, yo era el único sordo en aquel estadio.
               EMPIEZAN CON UP ALL NIGHT!-chilló Taïssa, y dando brincos, convulsionando en el sitio, y, acto seguido, empezando a llorar mientras las caras de cinco adolescentes aparecían en la pantalla.
               Niall siendo un puto enano. Liam con una pelambrera vergonzosa. Tommy en feo y con un plumero en la cabeza. Scott sin piercing y medio cani. El único decente era Harry.
               A continuación, los cinco juntos, saltando, tirándose al suelo, abrazándose cuando les dijeron que iban a hacer con ellos una banda.
               Los acordes se intensificaron. Y se intensificaron. Las mismas notas una y otra vez, una y otra vez, y entonces se abrieron las puertas del fondo del escenario.
               Me preparé para morir. Me parecía imposible que el estadio aguantara tantos gritos. Se habían jugado finales del mundial de fútbol allí, y ni entonces había habido tanto alboroto como entonces.
               -It feels like we’ve been living in fast forward, another moment passing by-cantó la primera de las voces, bajando un poco la rampa del escenario.
               -UP UP UP ALL NIGHT-replicó el estadio, y yo con él. Ya que era mi última noche en este mundo, por lo menos pasármelo bien, ¿no?
               -The party is ending but it’s now or never, nobody is going home tonight-sonrió Liam, saludando al público antes de llevarse una mano al pecho.
               -¿ESTÁIS ESCUCHANDO, LONDRES?-gritó Harry-. ¡NADIE SE VA A CASA ESTA NOCHE!
               -UP UP UP ALL NIGHT.
               -Katy Perry is on replay, she’s on replay-contestó Harry, sonriendo mientras Louis y Zayn lo rodeaban y avanzaban por el escenario-. DJ got the floor to shake, the floor to shake. People going all the way, yeah, all the way-detuvo su avance en medio de la pasarela del escenario y abrió un brazo-, I wanna stay…
               -UP ALL NIGHT-contestamos todos: Liam, Louis, Zayn, Niall, Sabrae, Shasha, Amoke, Kendra, Taïssa, las amigas de Shasha (demasiadas para recordar sus nombres), Duna, Scott, Tommy, Diana, Zoe, Jordan, Max, Bella, Tam, Bey, Karlie, Logan, Niki, Astrid, Dan, Layla, Chad, Eleanor, Mimi, Marlene, Gwendoline, la panadera; Betty, la farmacéutica; Pauline, Chrissy, Sergei, Rita La Cantaora y Jesucristo también. Todo el puto universo estaba allí. Todo el puto universo quería quedarse despierto toda la noche con One Direction.
                -AND JUMP AROUND-cantaron ellos desde el escenario, saltando y girando sobre sí mismos- UNTIL WE SEE THE SUN. I WANNA STAY UP ALL NIGHT AND FIND A GIRL AND TELL HER SHE’S THE ONE.
               Miré a Sabrae. Sabrae me miró a mí. Se nos escapó la risa floja y volvimos a mirar al escenario. Le cogí la mano y Sabrae no me la soltó.
               -HOLD ON TO THE FEELING, AND DON’T LET IT GO, CAUSE WE’VE GOT THE FLOOR NOW, GET OUT OF CONTROL-Niall sacó la lengua y sacudió la cabeza frente a la cámara. Murió gente, se cambiaron vidas, etcétera, etcétera-. I WANNA STAY UP ALL NIGHT AND DO IT ALL WITH YOU.
               Los cinco se engancharon del brazo y empezaron a dar pasos sincronizados hacia un lado. Supongo que era lo más que podía pedírseles, y a pesar de que había visto a Scott, Tommy, Diana, Layla y Chad hacer cosas bastante más elaboradas, en aquel momento me pareció lo más genial que había visto en mi vida.
               -Up, up, up all night like this, all night, hey!-dieron una patada hacia delante y empezaron a moverse hacia el otro lado-. Up all night, like this, all night, hey! Up all night.
               -Don’t even care about the table breaking-dijo Zayn (o, más bien, se lució), echando a andar hacia atrás, hacia el corazón del escenario.
               -¡ALLÁ VA MI PUTO PADRE!-gritó Scott, tan fuerte que creí que se reventaría las cuerdas vocales. Sabrae daba brincos como loca, igual que Shasha y Duna, en los asientos delanteros a los nuestros.
               -We only wanna have a laugh.
               -UP, UP, UP ALL NIGHT.
               -I’m only thinking bout this girl I’m seeing-sonrió él, señalando hacia el centro del escenario y sonriendo. Se llevó una mano al pecho y cantó-I hope she’ll wanna kiss me back-le guiñó el ojo y la cámara enfocó a la chica a la que le cantaba.
               Que no podía ser otra que la madre de sus hijos.
               -¡SHIPPEO FUERTE!-gritó Shasha, haciendo bocina con sus manos. Nos ha jodido, guapa. Te hicieron entre los dos.
               -Katy Perry is on replay, she’s on replay-cantó Louis, haciendo que todo el mundo se volviera loco. De nuevo, se cambiaron vidas, murió gente. Las fans no estaban acostumbradas a que hubiera cambios en los solos.
               -¡MÁTALAS, PAPÁ!-gritó Tommy.
               -DJ got the floor to shake, the floor to shake. People going all the way, yeah, all the way. I’m still wide away.
               -I wanna stay-entró Harry, y todos volvimos a saltar. Repitieron el estribillo, saltando y animando al público, como si con que se cayera el estadio no bastara, sino que la destrucción de Londres fuera necesaria, y entonces se acercaron al final de la pasarela.
               -CTS is on replay, they’re on replay-cantó Niall, mirando hacia el palco. Diana se puso en pie en el asiento y gritó tan agudo que creo que ningún ser humano fue capaz de oírla.
               -WE’RE GONNA WANNA STAY UP ALL NIGHT-contestó el estadio, animado por Liam, que se llevó las manos a los oídos, como diciendo “podéis hacerlo mejor”.
               -DJ got the floor to shake, the floor to shake.
               - WE’RE GONNA WANNA STAY UP ALL NIGHT
               -UP ALL NIGHT. UP ALL NIGHT.
               -¿Cómo, Londres?
               - WE’RE GONNA WANNA STAY UP ALL NIGHT.
               -I…-entonó Harry, alargando la nota por encima de los gritos. Por muy poco por encima.
               Creo que tendría que volver derecho al hospital en cuanto se acabara el concierto. O la canción. Creo que acababa de estallarme un pulmón, y no se puede vivir sólo con medio.
               -I WANNA STAY UP ALL NIGHT AND JUMP AROUND UNTIL WE SEE THE SUN. I WANNA STAY UP ALL NIGHT AND FIND A GIRL AND TELL HER SHE’S THE ONE.
               -SHE’S THE ONE-contestó Zayn, y Scott se puso en pie sobre la silla, igual que Diana, para jalearlo más fuerte.
               -HOLD ON TO THE FEELING-cantó Harry.
               -AND DON’T LET IT GO-añadió Liam.
               -CAUSE WE GOT THE FLOOR NOW-continuó Niall.
               -GET OUT OF CONTROL.
               -I WANNA STAY UP ALL NIGHT-cantaron los cinco, y luego, continuaron sin Zayn- AND DO IT ALL WITH YOU.
               -DO IT ALL WITH YOU, WITH YOU-Zayn alargó la nota, y me sorprendió que sólo murieran 20 personas en la pista.
               -Up, up, up all night like this, all night-cantaron los cinco, colocándose lado a lado, enfrente de su público-, up all night, like this, all night, hey-Louis levantó el puño en el aire; Liam dio una patada-. Up all night-Zayn alargó la nota hasta que murió en medio del estadio.
               Y después, sonrieron.
               Y a mí me extrañó que no hubieran agotado las noventa mil entradas en menos de diez minutos.


(Ya sé que queríais el concierto entero pero COMPRENDEDME POR FAVOR NO HA SIDO FÁCIL PARA MÍ ESCRIBIR TODO ESTO, Y EN SIETE HORAS ME LEVANTO PARA IR A TRABAJAR)

 
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2 comentarios:

  1. BUENO ESTOY HISTÉRICA. ES JODIDAMENTE DENUNCIABLE LO QUE ACABAS DE HACER Y ESO QUE SOLO HA SIDO LA INTRO DEL CONCIERTO BRUJA DEL AVERNO.
    Lo primero me ha puesto super soft lo de Sasha porque la vd es que hasta yo misma he echado la vista atrás y he recordado como al principio actuaba al rededor de Alec y quiero pegarme un tirito en la sien la verdad.
    El polvo en el camerino por otro lado mis dieces, ha sido tremen, he pegado un chillido con el debate sobre lo del papi.
    AHORA BIEN Y METIÉNDONOS EN MATERIA, QUITANDO LAS COÑAS QUE SE LANZAN ENTRE ELLOS QUE YA DIJE QUE ME TRAÍA MUCHOS VIBES DE ITS 1D BITCHES LO DEL CONCIERTO ES ANIMALADA O SEA ES QUE TU MENTE TÍA PFFFFFFFFFFF los pelos de punta me cago en todo.
    Lo de la hora me ha parecido terrorismo emocional del bueno y ya empezar con up all night MIRA, simplemente que te encierren.
    Pd: no se que set list habras planeado ya pero yo solo te recuerdo que la primera canción que cantaron juntos cts (sin estar layla y chad) fue walking in the wind.
    Hasta luego.

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  2. ESTOY CHILLANDO LO MÁS FUERTE, QUE SEPAS QUE MI DENUNCIA VA DE CAMINO, NO ME PUEDO CREER QUE HAYAS DEJADO AHÍ EL CAPÍTULO, POCO ME HA FALTADO PARA LANZAR EL MÓVIL CONTRA LA PARED
    Comento COSITAS:
    - Alec flipando con las directioners me hace muchísima risa.
    - Leer a one direction siendo amigos y haciendo coñas me da años de vida (sobretodo cuando se meten con Liam jajajajaj).
    - Adoro que la dinámica de cts se parezca tanto a la de one direction.
    - Sabrae y Eleanor poniéndose de acuerdo para usar el camerino buenísimo.
    - Me encanta cuando rompes la cuarta pared ya lo sabes jejejeje
    - El momento camerino una fantasía por supuesto.
    - Me ha encantado que Alec haya conocido a las amigas de Shasha, ha sido un momento cuquisimo. Adoro ver como Alec se preocupa por ella y ella confía en él, otra despedida que va a doler de lo lindo.
    - Me he descojonado con Alec al borde del colapso antes del concierto, es que sería yo literal.
    - Lo de la camiseta de Alec un puntazo.
    - Con el momento directionator me has perdido osea QUE BUENO JAJAJAJAJJA
    - “Niall siendo un puto enano. Liam con una pelambrera vergonzosa. Tommy en feo y con un plumero en la cabeza. Scott sin piercing y medio cani. El único decente era Harry.” CARCAJADA EN ALTO.
    - Y sobre up all night es que te comentaría literalmente cada puta palabra que has escrito osea no te imaginas la taquicardia que me ha supuesto. Es que encima sabía que ibas a dejarlo ahí súper interesante, pero te juro que estaba leyendo a estos cantar y a mi ya se me había olvidado hasta mi nombre.
    Me muero de ganas de seguir leyendo y tengo muchísimas ganas de saber el setlist que vas a hacer. <3
    Pd. cómo no esté where do broken hearts go vamos a tener problemas serios.

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