Shasha y yo estábamos tan concentradas en el final de una
de las temporadas de Love Island (Stacey
estaba a punto de decidir si se quedaba con Connor, un chulo de tres al cuarto
pero que follaba que te morías, según ella; o con Peter, un chico bueno y que a
Shash le encantaba pero con el que la protagonista no sentía la misma conexión)
que no escuchamos el reloj dando la hora y marcando un nuevo día en el
calendario. Yo agradecía el tiempo de desconexión, la verdad. El día había sido
demasiado intenso para mí, y necesitaba pasar un rato sin usar el cerebro para
registrar quién era yo, quién era la persona que tenía al lado, en qué día
estábamos ni por qué las dos teníamos el ánimo tan cenizo.
Pero, claro, había alguien en casa que no tenía por qué pasar a un nuevo plano dimensional, alguien a quien le encantaba su vida y todo lo que estaba empezando a conseguir en ella. Alguien que tenía ganas de vivir el 2 de agosto como lo que era: un día de fiesta y de celebración de lo que teníamos.
Y si crees que esa persona es Duna, es que no has estado prestando atención ni durante los primeros capítulos de mi historia ni todos los que le robó a la de Tommy.
Scott salió corriendo de su habitación como una pija a la que le llega el soplo de que en su tienda de diseño favorita están a punto de renovar el escaparate y quiere ser la primera en lucir los modelitos que en ella se exhiban, y tras abrir la puerta de Duna para que la benjamina de la casa se uniera a la despedida de soltero que estaba a punto de inaugurar, bajó como un ciclón las escaleras, dio un salto en los últimos escalones, y se plantó en el salón con un:
-¿DE QUIÉN ES EL CUMPLEEEEEE?
Shasha y yo dimos un brinco y le siseamos al mismo tiempo. Duna estaba bajando las escaleras al trote, pero eso no impidió que le cortáramos el rollo a Scott, que hizo una mueca, haciendo amago de poner los ojos en blanco. Se puso con los brazos jarras y frunció el ceño.
-He dicho que de quién es el cumple-exigió, y yo registré por fin sus palabras. Cumple. El manto negro del jardín al otro lado del cristal. La madrugada. Agosto. ¡Shasha!
-¡Shasha!-chillé, girándome hacia mi hermana, que no nos miró en ningún momento. Tenía las manos unidas frente a su cara, los ojos fijos en la televisión, un poco húmedos por el sueño y la tensión. Tenía una expresión concentrada que sólo le veías cuando se encontraba con algún cortafuegos particularmente terco, o cuando nuestras tías a agobiaban durante la cena de Nochebuena a base de comérsela a besos y achucharla con abrazos que se hacían demasiado largos para ella, pero durante las fiestas Shasha era educada y más sufrida que de costumbre, así que se dejaba manosear.
Y entonces…
-¡NO! ¡NO! ¡JODER! ¡JODER!-protestó, levantándose del sofá y tirando el cojín al suelo con rabia. Duna se quedó plantada en el sitio, los brazos caídos a ambos lados del torso, el pelo revuelto por el sueño que había ido a recuperar antes incluso de que papá y yo volviéramos del estudio-. ¡PUTA CHONI SUBNORMAL!
Shasha se pegó el cojín a la cara y gritó con fuerza en él mientras Stacey y Connor se morreaban en el centro de la pantalla mientras Peter, que había cogido un ramo de flores para la ocasión, se quedaba en un segundo plano sin saber qué hacer con él.
Scott arqueó las cejas.
-Para que luego Eri le diga a mamá que lo tiene más fácil porque las tres que le quedáis por criar sois chicas. Pega fuerte, la adolescencia.
-¿Podemos ver ese capítulo de Love island?-preguntó Duna, acercándose con curiosidad a la televisión.
-Cuando cumplas dieciocho-respondí yo mientras Shasha torturaba al cojín.
-No me sale nada bien-se quejaba la cumpleañera.
-¡Vosotras lo veis y no tenéis dieciocho!
-Eso es porque nosotras sentimos desprecio por los hombres. Tú todavía los consideras personas-expliqué.
-Vaya, gracias por lo que nos toca a mí, a papá y a Alec-me atacó Scott, poniéndose a aplaudir. Le dediqué una sonrisa oscura.
-Papá es la excepción, a ti nunca te consideré persona, y a Alec le hago demasiadas cerdadas como para tenerle respeto.
Shasha se dejó caer en el sofá y empezó a llorar, medio histérica.
-No entiendo cómo puede haber tías tan tontas en el mundo. ¡Tiene más cuernos que la brigada de renos de Santa Claus! ¡Nos está dejando en evidencia a todas las mujeres!-sollozó, abriendo las manos.
Pero, claro, había alguien en casa que no tenía por qué pasar a un nuevo plano dimensional, alguien a quien le encantaba su vida y todo lo que estaba empezando a conseguir en ella. Alguien que tenía ganas de vivir el 2 de agosto como lo que era: un día de fiesta y de celebración de lo que teníamos.
Y si crees que esa persona es Duna, es que no has estado prestando atención ni durante los primeros capítulos de mi historia ni todos los que le robó a la de Tommy.
Scott salió corriendo de su habitación como una pija a la que le llega el soplo de que en su tienda de diseño favorita están a punto de renovar el escaparate y quiere ser la primera en lucir los modelitos que en ella se exhiban, y tras abrir la puerta de Duna para que la benjamina de la casa se uniera a la despedida de soltero que estaba a punto de inaugurar, bajó como un ciclón las escaleras, dio un salto en los últimos escalones, y se plantó en el salón con un:
-¿DE QUIÉN ES EL CUMPLEEEEEE?
Shasha y yo dimos un brinco y le siseamos al mismo tiempo. Duna estaba bajando las escaleras al trote, pero eso no impidió que le cortáramos el rollo a Scott, que hizo una mueca, haciendo amago de poner los ojos en blanco. Se puso con los brazos jarras y frunció el ceño.
-He dicho que de quién es el cumple-exigió, y yo registré por fin sus palabras. Cumple. El manto negro del jardín al otro lado del cristal. La madrugada. Agosto. ¡Shasha!
-¡Shasha!-chillé, girándome hacia mi hermana, que no nos miró en ningún momento. Tenía las manos unidas frente a su cara, los ojos fijos en la televisión, un poco húmedos por el sueño y la tensión. Tenía una expresión concentrada que sólo le veías cuando se encontraba con algún cortafuegos particularmente terco, o cuando nuestras tías a agobiaban durante la cena de Nochebuena a base de comérsela a besos y achucharla con abrazos que se hacían demasiado largos para ella, pero durante las fiestas Shasha era educada y más sufrida que de costumbre, así que se dejaba manosear.
Y entonces…
-¡NO! ¡NO! ¡JODER! ¡JODER!-protestó, levantándose del sofá y tirando el cojín al suelo con rabia. Duna se quedó plantada en el sitio, los brazos caídos a ambos lados del torso, el pelo revuelto por el sueño que había ido a recuperar antes incluso de que papá y yo volviéramos del estudio-. ¡PUTA CHONI SUBNORMAL!
Shasha se pegó el cojín a la cara y gritó con fuerza en él mientras Stacey y Connor se morreaban en el centro de la pantalla mientras Peter, que había cogido un ramo de flores para la ocasión, se quedaba en un segundo plano sin saber qué hacer con él.
Scott arqueó las cejas.
-Para que luego Eri le diga a mamá que lo tiene más fácil porque las tres que le quedáis por criar sois chicas. Pega fuerte, la adolescencia.
-¿Podemos ver ese capítulo de Love island?-preguntó Duna, acercándose con curiosidad a la televisión.
-Cuando cumplas dieciocho-respondí yo mientras Shasha torturaba al cojín.
-No me sale nada bien-se quejaba la cumpleañera.
-¡Vosotras lo veis y no tenéis dieciocho!
-Eso es porque nosotras sentimos desprecio por los hombres. Tú todavía los consideras personas-expliqué.
-Vaya, gracias por lo que nos toca a mí, a papá y a Alec-me atacó Scott, poniéndose a aplaudir. Le dediqué una sonrisa oscura.
-Papá es la excepción, a ti nunca te consideré persona, y a Alec le hago demasiadas cerdadas como para tenerle respeto.
Shasha se dejó caer en el sofá y empezó a llorar, medio histérica.
-No entiendo cómo puede haber tías tan tontas en el mundo. ¡Tiene más cuernos que la brigada de renos de Santa Claus! ¡Nos está dejando en evidencia a todas las mujeres!-sollozó, abriendo las manos.