domingo, 17 de diciembre de 2023

Con costillas rotas, y todo.


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Saab se había echado a llorar a los pocos minutos de que sus padres empezaran a hablar; Sher había sido incapaz de aguantar el relato de lo que habíamos hecho mientras ellos se desesperaban por el destino de su hija, pensando en cómo lo habían pasado ellos, pero me parecía que el peor trago se lo estaba llevando Sabrae.
               Eso no quería decir que yo estuviera tan pichi. Oh, no. Sentía un nudo en el estómago que sospechaba que me tardaría horas, puede que incluso días, en conseguir deshacer lo suficiente para poder volver a ser una persona funcional, y aun así siempre tendría una ligera presión en la parte baja del vientre recordando por lo que habíamos hecho pasar a sus padres. Cómo ellos y yo compartíamos las mismas pesadillas.
               Había soñado varias veces que la buscaba con desesperación por las calles oscurecidas de Londres y era incapaz de encontrarla a tiempo; veces en las que me había dormido preocupado por algo que le haría daño, como mi hermano o mi padre, y en las que mi subconsciente me había enseñado el mismo escenario, por suerte imaginario, que había aterrorizado a Zayn y a Sherezade. Aunque jamás lo había visto (y esperaba no verlo nunca), jamás se me borrarían de la retina las imágenes de Sabrae tirada en el suelo, llorando y gimiendo de dolor mientras por entre sus piernas se deslizaba un líquido de un color erróneo. Cómo se apartaba de mí. Cómo miraba en derredor, temiendo cada contacto y sin energías siquiera para echar de menos a la chica que ya nunca más iba a ser: risueña, confiada, feliz.
               Zayn se paseó por el despacho de Fiorella mientras Sabrae y yo contábamos lo que habíamos hecho, respondiendo a las preguntas que ella o Claire nos hacían para poder dibujar un boceto lo más detallado posible de lo que habíamos pasado. Creía que la intención de las psicólogas era tranquilizar a sus padres y que vieran que Saab no había corrido ningún peligro conmigo, pero después de que Zayn empezara a pasearse por la oficina como un tigre hambriento, había empezado a pensar que puede que esto no fuera muy buena idea. Algo me decía que les estábamos restregando lo bien que nos lo habíamos pasado olvidándonos de ellos.
               Luego Sherezade empezó a hablar, y me di cuenta de que no íbamos a intercambiar nuestros puntos de vista para que ellos estuvieran tranquilos: íbamos a intercambiar nuestros puntos de vista para que Sabrae y yo entendiéramos lo que ellos habían pasado. Por qué ya no me podían ver. Por qué pensaban que era malo para su hija y no era bienvenido en su casa, al menos no por su parte.
               Y, aunque sabía que no era culpa mía, aunque sabía que la reacción exagerada de Sabrae no tenía relación conmigo como sí la tenía con ellos, aunque sabía que jamás se repetiría y que conmigo estaba más segura de lo que lo estaría con nadie y de que ella no volvería a ser tan imprudente como lo había sido a mediados de agosto porque sabía que era un elemento esencial de mi felicidad, algo que para ella era su máxima prioridad… lo cierto es que les entendía. No podía asumir su postura totalmente ni pensar que yo era lo peor que le había pasado a Sabrae, pero… yo mejor que nadie sabía lo que suponía el angustiarse porque a ella podrían robarle su libertad. Yo mejor que nadie sabía qué se sentía cuando Sabrae era la protagonista de tus peores pesadillas, haciendo un tándem terrorífico con su sufrimiento que sería capaz de volverte loco.
               Creo que, si yo estuviera en su lugar, yo también me vería como el enemigo.
               Pero no estaba del todo en su lugar, así que tenía la perspectiva suficiente como para saber que yo no era el enemigo.
               -Lo siento-jadeó Sabrae entre hipidos-. Lo siento mucho. Muchísimo. Los dos lo hacemos-me miró con una desesperación que me destrozó más incluso que escuchar el relato de Sherezade, cómo ella se había derrumbado en casa, sola, mientras Zayn buscaba a su hija. Cómo se había puesto en lo peor. Cómo había pensado que jamás volvería a verla.
               Si a Saab le pasara algo… si se muriera antes que yo… yo sólo sabía que no querría seguir viviendo. Mi vida estaba vinculada a la suya desde que me besó por primera vez. Yo no existía sin ella, no debía existir.
               Imaginarme un mundo sin ella no era imaginarme un mundo, sino un purgatorio. Un infierno del que no habría escapatoria, no importaba lo buenas que fueran mis acciones o mi supuesta inocencia si Sabrae desaparecía por un accidente. Yo tenía que evitarlo todo y protegerla de todo, incluso del peor de los cataclismos.
                -No era mi intención que os preocuparais tanto-continuó, creyendo que no debería disculparse en mi nombre, seguro porque consideraba que yo no tenía nada por lo que pedir perdón. Y, pensándolo en frío, así era.
               Pero yo pediría perdón a sus padres con tal de no pensar en quién me había ocultado que las cosas en su casa estaban tan mal hasta el punto de no querer decir que se iba conmigo de fiesta.
               -Si lo hubiera sabido yo… os lo habría dicho-susurró, limpiándose las lágrimas con el dorso de la mano y sorbiendo por la nariz. Le tendí el enésimo pañuelo desde el inicio del monólogo de su madre, y ella lo aceptó con un suavísimo “gracias” que mí me destrozaba por dentro.
               Sherezade también se estiró a por un pañuelo mientras Zayn miraba por la ventana, pellizcándose el mentón. Regresó con su mujer y le puso las manos en los hombros, sus ojos saltando de ésta a su hija, y luego, a mí. Su mirada se endureció cuando se posó en mí, pero las que le dedicaba a Sabrae no eran totalmente tiernas, precisamente.
               Lo cual no ayudaba con mi empatía, la verdad.
               -¿Entiendes ahora por qué nos pusimos así cuando llegasteis, Alec?-preguntó Sherezade, sonándose en el pañuelo y mirándome a través de una cortina de lágrimas. Lo dijo en un tono suplicante que sabía que no estaba acostumbrada a usar, no digamos ya fuera de casa, y me descubrí asintiendo con la cabeza, para terror de Sabrae.
               -Sí. Un poco-Sabrae me miró, ojiplática, pero yo le cogí la mano y entrelacé los dedos firmemente con los suyos. Confía en mí, le decía ese gesto. No voy a dejarte sola.
               Sabrae se tranquilizó un poco; lo suficiente como para cerrar los dedos en torno a los míos y darme un ligero apretón, asintiendo con la cabeza. Confío en ti, mi amor, me dijo con la mirada.
               -Y aunque le veo mucho más sentido a las cosas y puedo entender, hasta cierto punto, vuestra opinión sobre mí… sigue sin ser mi culpa. Sabrae tiene quince años, Sherezade-le recordé, y ella dio un pequeño respingo. Zayn, por su parte, se irguió cuan alto era, todavía a su espalda, de pie tras el sofá-, y le estáis pidiendo que se comporte como una adulta cuando vosotros os negáis a hacerlo. Ella tiene quince; y yo, dieciocho. No nos podéis pedir que seamos los maduros en esta situación.
               Sherezade se me quedó mirando, muy pequeña y frágil en el sofá. Me di cuenta entonces de que no se había encontrado nunca con un oponente como yo; uno que estuviera dispuesto a darle la razón, pero aun así no la dejara vencer.
               Nunca se había encontrado con alguien que se jugara tanto como me jugaba yo. Sabía que lo que Sabrae sentía por mí no estaba en peligro, ni tampoco nuestra relación, pero… no quería verme en la tesitura de despertarme un día de madrugada, con ella durmiendo a mi lado, y quedarme mirando el techo mientras me preguntaba si esto merecía realmente la pena.
               Lo único que yo no estaba dispuesto a sacrificar por nada del mundo era a Sabrae. Ni siquiera por mí mismo. Ni siquiera por mi felicidad. Y si a ella esto le hacía daño… sabía que, tarde o temprano, dejaría de permitir que mis propias emociones me influyeran y trataría de pensar con más claridad; coger algo de perspectiva y permitirme a mí mismo recordar lo feliz que había sido Sabrae antes de que yo entrara en su vida, cómo no había tenido tantas preocupaciones antes de que yo apareciera, y cómo siempre había tenido en sus padres un refugio que, seguro, echaría de menos cuando las cosas nos fueran mal. Porque indudablemente nos irían mal; ya habíamos pasado por altibajos, y no era tan estúpido como para creer que no volveríamos a hacerlo.
               Aunque confiaba en que los superaríamos, era muy consciente de que yo me castigaría por hacer que ella los pasara en soledad. Yo podía ayudarla con todos su problemas, excepto los que yo mismo le ocasionara. Jamás querría que estuviera sola. Y entonces… la miraría en la oscuridad de la noche y me preguntaría si no estaríamos viviendo más bien en un prisma, que lo hacía todo mucho más hermoso… pero que en cualquier momento podría romperse.
               ¿Echaría de menos la tranquilidad que me había dado el pensar que tenía a sus padres con ella y que ellos la cuidarían mientras yo no estuviera? ¿El pensar que ella tendría a quien acudir cuando yo le hiciera daño? ¿El estar seguro de que podíamos tomarnos unas horas separados y que ella siguiera teniendo el consuelo que yo siempre le proporcionaría?
               ¿Perdonaría a Sherezade y a Zayn por lo que le habían hecho hacer cuando la viera llorar en casa y no pudiera ir a consolarla porque yo sería la razón de sus lágrimas?
               Me daba la sensación de que sí.
               Pero esos días aún quedaban muy lejos. Lo único en lo que podía pensar era en el ahora. En Sabrae encogida a mi lado, aferrándose a mí como si de agarrarse a mi mano dependiera la supervivencia de todo su mundo. En Sabrae llorando mientras les suplicaba a sus padres que lo dejaran para otro momento cuando me habían pillado de sorpresa, y en ella vomitando cuando sus padres no cedieron un milímetro.
               Sí, puede que, algún día, me quedara mirando el techo a oscuras y me dijera que había cometido un error alejándola de sus padres. Pero ahora era de día, el techo estaba muy iluminado, y todavía me ardía por debajo de la piel la rabia de sentir que Saab había lidiado con todo aquello ella sola. Yo también tenía algo muy valioso por lo que salir a luchar, y dejarme la vida si hacía falta en el ring.
               Por eso precisamente es por lo que pude ver lo que se escondía en la tristeza de Sherezade, la vergüenza de haber sentido algo que no debería haber sentido cuando, después de pensar que jamás volvería a verla, Sabrae atravesó la puerta de su casa sana y salva… y destilando una felicidad que chocaba frontalmente con lo que sus padres habían vivido a lo largo de la noche pasada.
               Sergei me había enseñado que uno no sentía piedad de sus rivales cuando estaban en el suelo y no paraban de recibir golpes, que no era responsabilidad mía si ellos vivían o morían, sino de sus entrenadores, de ellos mismos, o, incluso, del árbitro. Y aquí no había un árbitro, sino dos, así que no tenía por qué contenerme. Podía ir con todo. Tenía que ir con todo. Le habían hecho muchísimo daño a Saab; casi la habíamos perdido por su culpa… ¿y querían en serio que yo me responsabilizaba de lo que había vivido mi chica?
               -Te pusiste como una loca con ella en cuanto la viste; casi parecía que no querías que llegara bien. Que te jodía que estuviera bien.
               La bomba cayó a plomo en el despacho, pero la onda expansiva no pudo impedir que Zayn bramara:
               -¿¡Pero cómo cojones te atreves, puto mocoso de mierda!?
                -Alec…-susurró Sabrae en voz baja, pero ella no era mi árbitro, sino el premio por el que yo peleaba. Y el premio nunca era capaz de detenerte, sino lo que te hacía levantarte incluso cuando creías que no tenías fuerzas en ti para dar más, cuando te dolía hasta el seguir respirando. Y seguías peleando, y peleando, y peleando.
               Con costillas rotas, y todo.
               -Tú no sabes lo que fue. No lo sabes-replicó Sherezade.
               -Nos lo acabáis de contar.
               -Dices que lo entiendes, pero no podrías entenderlo salvo que lo vivieras. Una cosa es que te lo contemos, y otra vivirlo en nuestra piel. Estuvimos cerca de perderla una vez y ni siquiera lo supimos; si ella desaparece sin dejar rastro, te pones en lo peor.
               -Pero no es culpa de Alec-replicó Sabrae con paciencia-. Mamá, mis errores no son culpa de Alec. Entendemos vuestro sufrimiento-dijo, mirándome, y suplicándome que me quedara callado con los ojos-. De verdad que lo hacemos-se volvió de nuevo hacia ellos-, y lo lamento muchísimo.
               Si ya me reventaba que Sabrae les pidiera perdón, más todavía lo hacía que lo pidiera ella sola. Deberíamos haber compartido algún tipo de responsabilidad. También estaba en mi mano el evitarle tantas molestias. Si tan solo hubiera insistido en que fuéramos a mi casa… que yo hubiera aparecido con Sabrae en casa de los Malik sólo había empeorado la situación. Seguro que si yo no hubiera estado, las cosas habrían sido diferentes.
               -Pero no es culpa de Alec. No podéis echarle la culpa de cosas que él no ha provocado. Lleva toda la vida responsabilizándose de los errores de los demás, creyendo que todo lo malo que pasa a su alrededor tiene que ver con él, y nos ha costado muchísimo sacarlo de ese pozo como para que ahora vosotros…-sorbió por la nariz y alcanzó otro pañuelo-. Esto no es justo para él. Entiendo que estéis enfadados conmigo, de verdad que sí, y creo que me merezco todos los castigos que queráis ponerme, pero, por favor, por favor, aunque sólo sea por el bien que me hace… dejadlo a él fuera de esto. Me duele muchísimo que lo consideréis el malo de la película, pero más aún me duele el que se lo digáis a la cara sabiendo el daño que le puede ocasionar.
               -No sería ni la mitad de lo que él nos ha hecho a nosotros-contestó Zayn, fulminándome con la mirada, y yo exhalé una risa por la nariz, pero Sabrae me puso una mano en la pierna, pidiéndome que no interviniera.
               Y miró a Claire y a Fiorella, que habían estado observándonos a las dos parejas como dos juezas de silla. Fiorella había tomado notas de vez en cuando, mientras Claire había puesto los ojos en mí mientras los padres de Sabrae hablaban de su odisea tratando de encontrarla, seguramente preocupada por lo mismo que ahora tenía en vilo a Saab. ¿Sería esto la gota que colmaría mi vaso y me haría retrotraerme en mí mismo y desandar el camino andado?
               -Necesito vuestra ayuda-les dijo-. Necesito que les hagáis entender que esto no se trata sólo de Alec.
               -No estamos aquí para eso, Sabrae-respondió Fiorella con paciencia.
               -¿Y entonces para qué coño estáis?-pregunté, y Claire tomó aire sonoramente mientras Fiorella me lanzaba una mirada gélida que me atravesó totalmente.
               Pero me daba igual. Que hubiera una persona más en la habitación odiándome me resbalaba completamente. Si nos habían traído para encerrarnos y para tratar de convencerme de que lo mejor sería que lo de Sabrae y yo se acabara aquí, iban de culo. Absolutamente nadie podría convencerme de que yo estaría mejor sin Saab, o lo más importante, que Saab estaría mejor sin mí. Nuestra relación no era un proyecto de beneficencia de mi novia: yo también le había hecho mucho bien, me atrevería a decir, incluso, que más bien que mal. Así que me limpiaría el culo con los títulos que tuvieran Fiorella y Claire si trataban de usarlos para decirme que lo más sensato sería alejarme de ella. Yo nunca la dejaría sola. Y menos en esta situación, en la que no podía fiarme de quienes más deberían preocuparse por su bienestar.
               -Estamos aquí para ayudaros a que encontréis una solución para los problemas que os acucian, no para dárnosla nosotras. Los psicólogos acompañan en el camino de curación de los pacientes, pero no pueden dar los pasos por ellos. Es algo que sólo vosotros podéis hacer.
               -Tú mejor que nadie sabes que la Psicología es la única rama de la Medicina que no puede imponerse en el paciente si éste no quiere recibirla-tomó la palabra Claire-. Un médico podría vendarte una pierna rota y conseguir que se te cure incluso si tú no quieres, o sacarte una piedra del riñón. Pero yo no podría haberte curado si tú no quisieras. Recuerda cómo nos fue la primera semana.
               Tomé aire y lo solté despacio en un sonoro bufido, pero asentí con la cabeza y me froté la cara. Mientras tanto, Fiorella invitó a Zayn a tomar asiento.
               -Zayn, Sherezade, creo que avanzaríamos mejor si nos explicarais con más detalle la relación que veis entre Alec y el comportamiento de Sabrae que tan preocupados os tiene.
               -¿No es evidente?-soltó Zayn.
               -No para los que no estamos delulu-contesté, cruzándome de brazos y repantigándome en el sofá.
               -Alec-advirtió Sabrae, fulminándome con la mirada.
               -Será subnormal-gruñó Zayn por lo bajo.
               -Zayn-protestó Sherezade.
               -Tranqui, Sher. Es lo mejor que me ha dicho desde que volví de Etiopía.
               -Esto no va a funcionar si seguís faltándoos al respeto-informó Fiorella.
               -Pues qué pena. ¿Tenéis experiencia curando depresiones?
               -Al, te lo pido por favor-me dijo Saab-. Ya sé que no es así como querrías que pasáramos tus vacaciones en casa, pero es importante que colaboremos. Sé que puedes mantener una actitud abierta.
               -Tú siempre has visto lo mejor de mí, bombón. ¿De verdad me crees capaz de que me quede aquí sentado escuchando las gilipolleces que se dicen por las noches para justificar cómo te están tratando?-pregunté, irguiéndome en el asiento, y Sabrae me miró como un ángel mira al fiel al que se está apareciendo y al que le cambiará la vida hablándole de la vuelta de su mesías incluso estando sus ojos por debajo de los míos.
               -Sí, si yo te lo pido.
               Me cogió la mano y me acarició la cara interna del brazo con la mano que tenía libre, sus ojos sin separarse de los míos.
               -Me gusta mucho que vengas a cenar a casa.
               No tuvo que decirme que también le gustaba saber que podíamos hacer el amor en su cama sin preocuparnos de no hacer ruido, o que le gustaba bajar a desayunar al día siguiente vistiendo mi ropa y oliendo a mí. Porque a mí también me gustaba. Y, aunque no creía que Sherezade y Zayn se lo merecieran, lo cierto es que la tranquilidad de que Sabrae fuera libre en su propia casa bien merecía que yo me mordiera la lengua y aguantara los golpes que quisieran darme.
               Después de todo, Sergei también me había enseñado a dejarme machacar, porque un oponente que se cansa tratándote como a un saco de boxeo es un oponente que luego no va a tener fuerzas para defenderse. No es que hubiera usado esa estrategia en el ring, pero… conocía la teoría. Puede que fuese hora de ponerla en práctica.
               Así que apoyé de nuevo la espalda en el sofá y asentí con la cabeza, los ojos fijos en mis encantadores suegros, que además estaban encantados de serlo.
               -Su comportamiento…-empezó Sherezade, la más tranquila de los dos.
               -Nosotras no estamos aquí-la interrumpió Fiorella, haciendo un gesto con la cabeza en dirección a Saab y a mí. Sherezade se relamió los labios y nos miró. Tomó aire, entrelazó las manos sobre el regazo, yo miré a Claire, interpretando el gesto como un intento de relajarse y protegerse de nosotros, y luego puse los ojos de nuevo en Sherezade cuando empezó a hablar.
               -Tu comportamiento ha cambiado muchísimo desde que Alec se marchó al voluntariado, mi amor. Ya lo hemos hablado en otras ocasiones, y creía que estábamos avanzando en ese aspecto, pero…-me miró de reojo y luego volvió la vista hacia su hija-, supongo que me equivoqué. Entiendo que le protejas como lo haces-añadió-, porque sé lo mucho que le quieres y sé que te ha hecho mucho bien a lo largo de los últimos meses…
               Sabrae se revolvió en el asiento, incómoda, y yo le rodeé la cintura con el brazo, recordándole que me tenía con ella y que no dejaría que nada le hiciera daño.
               -… pero tu padre y yo nos estamos preguntando si el voluntariado os ha cambiado demasiado y ha hecho que lo que antes era bueno, ahora ya no lo sea tanto.
               -Las cosas no cambian tan rápido-dijo Saab con un hilo de voz, un puente que se tendía con timidez hacia el otro lado. Presioné las yemas de los dedos contra su cuerpo y ella se inclinó un poco más hacia mí.
               -Sí que cambian, cielo. Pueden hacerlo-Sherezade miró un momento a Zayn, que asintió con la cabeza-. Por eso estamos preocupados. Porque eres una persona completamente distinta a la que eras antes, cuando estabas con Alec. Antes de que él se fuera… antes de que él te dijera que te había hecho eso tan horrible… tú nunca habrías reaccionado así. Y-se relamió de nuevo los labios, mirando un punto entre nuestros pies-, puede que Alec tenga razón con lo que nos ha dicho antes. Cuando te vi aparecer sentí alivio, sí, pero no sólo: también estaba muy, pero que muy enfadada contigo-Sabrae se puso rígida-. Estaba enfadadísima porque, cuando entraste en casa, me di cuenta de que no te arrepentías en absoluto de que lo habías hecho, y de que volverías a hacerlo si así debía ser, aun sabiendo que nos iba a hacer muchísimo daño.
               -Estaba atacada de los nervios cuando entré en casa, mamá. Le pedí a Alec que no entrara conmigo porque sabía lo que me esperaba.
               -Estabas nerviosa porque sabías que te iba a caer una bronca descomunal, no porque pensaras en lo que nos habías hecho pasar a papá y a mí-sentenció Sherezade con cierta severidad, y cuando Sabrae se quedó callada y hundió un poco los hombros, reconociendo que en eso tenía razón, continuó-. Eso es lo que nos preocupa y lo que no nos gusta. Durante toda tu vida también has pensado en lo que tus acciones significan para tu familia; siempre has tenido una empatía de la que tu padre y yo nos hemos sentido siempre muy orgullosos, pero ahora… es como si la hubieras perdido. Como si la hubieras gastado toda en él-Sherezade abrió las manos un instante y luego las volvió a cerrar. Se frotó las palmas contra las piernas unidas y continuó:
               »Y entonces, cuando yo te estaba riñendo, entró Alec y… yo pensé que lo habías hecho para castigarnos. Que sabías que nos estabas haciendo daño y te daba igual. Una parte de mí creyó que sabías perfectamente por lo que tu padre y yo estábamos pasando y estabas decidida a darnos una lección por… todo lo que has estado pasando a lo largo de las últimas semanas.
               -Todo lo que le habéis hecho pasar-intervine yo, que no podía quedarme callado más tiempo. ¿En serio iban a intentar venderle a Sabrae la moto de que era ella la que lo había hecho mal, de que era la mala? Sabrae no era ninguna villana, y desde luego, no iba a permitir que Sherezade, Zayn, o María Santísima la pintaran como tal. El único error que había cometido era el de haberse relajado y no preocuparse de que no tenía cobertura. Después de avisar a sus padres de adónde iba (cuando, encima, les había dicho que iría con su hermano mayor), la conducta de Sabrae me parecía irreprochable. Independientemente de que estuviera conmigo o no, que la cabeza de Sherezade y Zayn les hubiera jugado una mala pasada no era culpa suya.
               Entendía que se preocuparan, de verdad que sí. Lo que no me entraba en la cabeza era que pretendieran definir a Sabrae por lo que había hecho una única noche, la peor de su vida, en la que menos había sido ella misma, y se olvidaran así de todo lo que había hecho hasta la fecha. ¿Es que no contaba quién había sido durante quince años?
               ¿Sólo contaban las peores horas de su vida para decidir quién era?
               -Has estado sufriendo-continuó Sherezade, y Sabrae la miraba con las manos también entrelazadas, la espalda recta, los hombros cuadrados y lágrimas en los ojos-, y eso lo entendemos. Pero tienes que dejarnos entrar. Si no dejas que te ayudemos, Saab, todo esto irá a peor.
               Un silencio pesado como el de un cementerio en el que se daba sepultura a víctima y asesino por igual se instaló en la habitación mientras las palabras de Sherezade se posaban sobre todos nosotros. Juraría que alguien incluso estaba conteniendo la respiración.
               Y entonces Sabrae preguntó, fingiendo toda la tranquilidad que pudo:
               -¿Y qué pasa si no me gustan los términos?
               Sus padres no respondieron, y Sabrae se mordió el labio. Se me aceleró el corazón y se me subió a la garganta mientras esperaba, y esperaba, y esperaba. Sabía que ella no me abandonaría igual que yo jamás la abandonaría a ella.
               Pero incluso cuando tienes una mano imbatible en la mesa de póker, el momento en que tus contrincantes giran la muñeca para mostrar sus cartas es el más largo de toda tu vida. Nunca tienes del todo garantizado que los de enfrente no estén haciendo trampas y, entonces, ¿de quién va a ser todo el dinero que hay en juego?
               Entonces, en ese cementerio entró alguien que aún estaba vivo.
               -¿Qué términos son esos?-preguntó Claire, quien, la verdad, era un poco cotilla, pero lo bastante lista como para hacer de ello una profesión.
               Sabrae y yo la miramos.
               -Romper con Alec-dijo como si estuviera hablando del tiempo, y no de la cosa más traumática que podía pasarme a mí. Claire tomó aire sonoramente, lo cual fue todavía más escandaloso al coincidir precisamente con los segundos en que mi corazón se detuvo. Sólo el fruncimiento de labios que acompañó a aquella frase de Sabrae consiguió que éste volviera a latir.
               -¿Y por qué crees que ésas son las condiciones?-preguntó Fiorella ante el silencio de Zayn y Sherezade, que no podían discutir que no era eso lo que pretendían. Después de todo, llevaban un mes y medio a pico y pala con esa mierda de que yo era malo para ella, ¿qué si no iban a querer? Claro que no contaban con que Sabrae se revolvería, o que diría alto y claro que no iba a pasar por ese aro.
               Sabrae inclinó la cabeza a un lado.
               -Es para eso para lo que estamos aquí, ¿no? Mamá y papá quieren que lo deje, pero saben que tiene que salir de mí. Lo que pasa es que… no sé por qué tienen esperanzas de que, en algún momento, eso salga de mí-me miró-. Si estoy segura de algo en mi vida, es de esto-me cogió la mano y miró cómo mis dedos se entrelazaban automáticamente con los suyos-. Es justo aquí donde tengo que estar.
               -¿En la consulta de una psicóloga defendiendo tu relación de meses frente a tus padres?-ironicé para quitarle hierro al asunto, y Sabrae soltó una tímida carcajada musical.
               -No. Aquí, a tu lado. Recordando que medio mundo no es nada.
                Me relamí los labios y le devolví la sonrisa, muy consciente de que sólo ella podría hacerme feliz en una situación así, sólo con ella estaría tranquilo con el infierno desatándose a nuestro alrededor.
               -Creéis que es malo para mí porque pensáis que hice todo lo que hice para poder merecérmelo-les dijo a sus padres-, pero nada más lejos de la realidad. Estoy convencida de que no podría hacer nada que me hiciera más digna de Alec de lo que lo soy ahora, e incluso ahora sé que no me merezco del todo estar con él. Pero él me ha elegido. Y yo le he elegido a él. Y a vosotros debería bastaros. Sé que me queréis-dijo-, y sé que queréis lo mejor para mí, y que nada de lo que yo elija os parecerá ahora mismo bastante, pero… hubo una época en la que estabais contentos con mi decisión. Hubo una época en la que pensabais que Alec me hacía bien y le veíais como realmente es, en lugar de proyectar las cosas malas que yo hago sobre él y culparle de… mi dolor-me miró de nuevo-. Hubo una época en la que os habría bastado con mi elección. Y hubo una época en la que yo no habría tenido que deciros esto, pero… me da igual qué es lo que podáis buscar para mí. Me da igual que encontréis un príncipe. Podríais traerme al príncipe más perfecto de todos y ponérmelo delante y yo seguiría prefiriendo a Alec.
               Me acarició los nudillos con el pulgar y yo me llevé su mano a los labios, rozándole apenas la piel en un gesto que, sin embargo, no podría haber sido más profundo. Defendiéndonos nos intercambiábamos los papeles, y yo era fuego donde ella era agua, y aunque eran igual de destructivos, tenía que admitir que las montañas cedían con más facilidad ante las mareas que ante los incendios.
               -¿Y qué pasa-preguntó Sherezade despacio, poniéndole una mano a Zayn en la pierna, como tratando de detenerlo-, si tú no fueras objetiva con él?
               -¿Quién podría ser objetivo con alguien que tiene esta cara, Sher?-repliqué yo, y Zayn gruñó por lo bajo. Sabrae, sin embargo, se giró para mirar a su madre.
               -¿Por qué piensas que no soy objetiva con Alec?
               -Por la facilidad con que le has perdonado que tu vida haya corrido peligro por cosas que ha hecho él-dijo con cuidado Sherezade, muy consciente de que si decía la palabra deplorable, “culpa”, Sabrae se levantaría y se iría.
               -Porque no fueron las cosas que hizo él por las que mi vida corrió peligro, sino por mi pésima capacidad de gestionarlas. Tendría que haberme plantado igual que se plantó él. Igual que se está plantando ahora mismo. Sé perfectamente que preferiría estar en cualquier sitio excepto aquí, discutiendo con vosotros sobre esto, viendo cómo yo intento defender mi relación de dos personas que deberían apoyarla, y cómo lo hago como si fuera algo que tuviera que racionalizar. Estoy renunciando a mi derecho a sentir con libertad mis sentimientos simplemente para poder explicároslos y que entendáis cuánto significa Alec para mí, y él está aquí sentado viendo como lo hago con toda la tranquilidad que puedo cuando lo único que le apetece es gritaros, porque piensa que os lo merecéis un poco.
               -Un poco-me reí por lo bajo. Vuestra hija podría hacer carrera en la diplomacia, pensé con sorna, jugueteando con un mechón de pelo que le caía en cascada por la espalda.
               -No me merecí a Alec cuando decidí que lo mejor era acostarme con otro para que nadie me mirara con lástima si les contaba que Alec había estado con otra chica en Etiopía, sino que debería haberle defendido como me ha defendido él infinidad de veces. Eso nos habría ahorrado muchos disgustos. Pero, mamá, aunque creas que no es así, yo soy objetiva con él. De hecho, creo que soy una de las dos únicas personas que hay objetivas con Alec en esta habitación. Y, por si había lugar a dudas, la otra persona es su psicóloga-miró a Claire, que asintió con la cabeza.
               »Y para que conste… no creo que Alec no sea objetivo consigo mismo porque se sobrevalore, sino todo lo contrario. Tiene una tendencia a minusvalorarse que me resulta muy preocupante, y sé que se siente un poco inclinado a daros la razón con que no me merece. Por el daño que nos hemos hecho y… por las cosas que no puede darme y que piensa que son las que yo quiero-me miró y me acarició de nuevo los nudillos con el pulgar. Volvió de nuevo la vista hacia sus padres-. No tenéis ni idea de lo mucho que se machaca cuando se da cuenta de que me está poniendo algo difícil. Le duele más que a mí, o más de lo que os dolería a vosotros si supierais cuáles son esas cosas. Se mata intentándolo. Se mata intentándolo, mamá. Con eso para mí es suficiente. ¿Por qué no lo es también para vosotros?
               -De poco sirve matarse intentándolo si eres tú mismo el que te provoca esas situaciones-sentenció Zayn, mirándome con dureza.
               -¿Qué quieres decir?
               -Vale, no llevaste muy bien la noticia de que te había puesto los cuernos-dijo Zayn-. Y sí, puede que nosotros también le hubiéramos juzgado y nuestra opinión de él hubiera cambiado si nos hubieras dicho que te había sido infiel, porque ningún padre quiere que su hija esté con un chico que la ha traicionado, porque si lo ha hecho una vez, va a volver a hacerlo.
               -¿Lo dices por…?-empecé, pero Sabrae me lanzó una mirada envenenada que me acalló. Zayn terminó la frase por mí, no obstante.
               -Sí, lo digo por experiencia propia. Precisamente por eso no querría que mi hija viviera una situación así; porque, aunque lo viviera desde la otra perspectiva, lo viví y sé que es dolorosísimo. Me perdonarás que no quiera eso para nadie de mi familia-ironizó, y yo levanté las manos, porque si en algo estábamos de acuerdo, no tenía ningún pudor en reconocerlo.
               -Sólo quiero que quede claro que Alec y yo lo hablamos y nos hemos dado permiso para estar con otras personas si es lo que nos apetece-intervino Sabrae, más dura.
               -Si os habéis dado permiso, ¿por qué te pusiste así?-preguntó su padre, esbozando una sonrisa sarcástica que me apeteció borrarle de un puñetazo. Sabrae se puso rígida y yo gruñí por lo bajo.
               -No era por lo que había hecho, sino por con quién. Todo el mundo tiene sus límites. Seguro que estás de acuerdo conmigo en eso, Zayn.
               -Todos los que estamos aquí sabemos que Sabrae no se aprovecharía de ese acuerdo porque sólo tiene ojos para ti-dijo Sherezade.
               -Creo que todos los que estamos aquí estamos también de acuerdo en que Alec tampoco se aprovecharía de eso porque él también tiene ojos solamente para mí-sentenció Saab con la dignidad de una reina.
               -Ahí quería yo llegar-dijo Zayn-. Si acordasteis que podíais hacer lo que quisierais libremente, ¿por qué sentirte mal si Alec se acostaba con otra chica?
               -No me había acostado, era sólo un beso-protesté.
               -Y todo estuvo en tu cabeza-añadió Sabrae.
               -Exacto-continuó Zayn-. Ése es el problema. No es que seas capaz de ponerle los cuernos; es que crees que eres capaz. No es que te creas bueno para ella; es que estoy seguro de que crees que no lo eres y aun así estás aquí, dejando que te defienda.
               -¡Porque estáis siendo injustos con él!-protestó Saab.
               -¿Y qué quieres que haga, Zayn: romper con ella porque no te molo como yerno?
               -Quiero que no te pongas en situaciones en las que puedes hacerle daño a mi hija-espetó, y me sentó como un puñetazo en el estómago. Empezaron a pitarme los oídos y a darme vueltas la cabeza-. Quiero que descubras dónde tienes los putos límites y no te emperres en cruzarlos para hacerte el héroe.
               -¿Ah, sí?-lo corté-. ¿Y cuáles son esos límites?
               -No estabas listo para irte de voluntariado-soltó Zayn, y Sabrae abrió la boca y los ojos como platos.
               -¡PAPÁ!
               -¿Lo dice tu opinión profesional?-inquirí.
               -Lo dice mi experiencia. Llevo más de veinte años sufriéndola en mis propias carnes, chaval. Veinte putos años en los que he cargado con esta mochila allá donde voy, y he aprendido que, ya que no puedo deshacerme de ella, por lo menos trato de cargarla lo menos posible. Me empezó estando en la banda y siempre me va a peor en los momentos de más presión; por eso los evito. Me da igual mi carrera, o los logros que los demás crean que tengo que alcanzar. Me da igual si la gente me envidia o me admira; lo único que quiero es que mi familia esté orgullosa de mí, y sé que no lo están a costa de que yo me coma tanto el coco que empiece a imaginarme cosas que no están pasando.
               »Mira, Alec, nadie mejor que yo puede entender por lo que pasas a veces. Ni siquiera Sabrae, porque, gracias a Dios, si ha tenido algún pico de ansiedad, ha sido algo puntual que nos aseguraremos de que no se repita. Pero tú llevas arrastrándola sin saberlo dieciocho años. Que no seas todavía consciente de todo lo que te ha condicionado no quiere decir ni que lo haya hecho, ni que haya sido menos intensa. Por eso me parece que es de ser un arrogante de la hostia el coger, hacer cuatro meses de mierda de terapia, y luego marcharte a otro país, con más gente de tu edad con las hormonas revolucionadas, y pensar que lo vas a hacer todo de puta madre y que si te pegas la hostia nada más llegar es por casualidad.
               -Tú no tienes ni idea de lo que le pasa a Alec, papá-ladró Sabrae, poniéndose en pie. Yo le cogí la mano, consciente de que estaba a un pelo de abalanzarse sobre su padre-. Ni idea. Tendréis enfermedades parecidas, pero no tienen nada que ver la una con la otra. Puede con…
               -¿Vas a volver a Etiopía?-inquirió Zayn, ignorando a Sabrae.
               -Eso te encantaría, ¿verdad?
               -Vas a volver ¿sí o no?-me presionó.
               -¿Y a ti qué cojones te importa?
               -Me importa porque mientras tú estabas en Etiopía le dijiste a mi hija que le habías puesto los cuernos. Me importa porque mientras tú estabas en Etiopía mi hija dejó de confiar en su madre. Me importa porque mientras tú estabas en Etiopía mi hija tomó drogas para poder follarse a otro tío y ponerse a tu altura. Me importa porque has vuelto de Etiopía de “vacaciones”-hizo el gesto de las comillas con las manos-, y en lugar de ponerte de rodillas y suplicarle a mi hija que te perdonara, te has sentado en este sofá como si fueras el amor y señor de esta puta ciudad y todos debiéramos rendirte pleitesía, y has dejado que sea ella la que se adapte a tu narrativa en lugar de…
               -¿Qué narrativa ni qué mi puta madre, Zayn? ¿Te estás escuchando?
               -… poner los cojones sobre la mesa y reconocer que te has equivocado, pedirle perdón a ella, pedírnoslo a nosotros y esforzarte en descubrir la manera de enmendar tus errores. Así que sí, Alec, me importa. Me importa porque ahora mi hija confía más en ti que en nosotros, y si te vas, la estarás dejando sola.
               Me quedé callado un momento, porque como abriera la boca, me cagaría en sus muertos y aquí se acabaría todo, y entonces Sabrae sí que perdería toda posibilidad de ser feliz. Habíamos venido para arreglarlo, para tener conversaciones dolorosas, y ésta lo estaba siendo.
               Saab y yo aún no habíamos hablado de si volvería a Etiopía o si me quedaría, y era una conversación que nos merecíamos tener a solas, sin condicionantes. Teníamos que poner las cartas encima de la mesa, todas ellas, y decidir entre los dos lo que ambos queríamos. No era nada que tuviéramos que elegir delante de sus padres; menos aún, yo solo, y todavía menos aún, por darle en el morro a Zayn.
               -Ya le pedí perdón. Una y mil veces. Lo hice mucho antes de saber lo que había hecho-dije despacio-, y si es lo que os hace felices, se lo pediré todos los días hasta el día que me muera. Siempre y cuando vosotros también le pidáis perdón por haberle demostrado que le daréis la espalda en cuanto deje de ser perfecta. Porque yo seré un gilipollas arrogante con ansiedad que no tiene ni puta idea de la vida, Zayn, pero por lo menos quiero a Sabrae por lo que es, defectos incluidos, y no por ese potencial que es capaz de cumplir si se esfuerza como una medallista olímpica. Así que lo siento si…
               -Ni se te ocurra pedir perdón-advirtió Sabrae, aún de pie, y yo me la quedé mirando desde abajo.
               -¿Ni siquiera para que tu padre se calle?
               -Pedir perdón es reconocer que tienes culpa, y tú no tienes culpa de nada.
               -Jamás nos habrías ocultado que estabas con él si no supieras que todo esto es culpa suya, Sabrae-intervino Sherezade-. Nosotros asumimos nuestra parte de culpa por no haberte puesto las cosas fáciles, pero tienes que ser empática con nosotros y entender que nos preocupe hasta dónde eres capaz de llegar por Alec. Sobre todo si él no va a establecer ningún límite.
               -Traducción: oye, Sabrae, mira, deja que tu novio nos pida perdón, que es lo que queremos, nada más: tener razón.
               -Queremos lo mejor para nuestra hija-respondió Sherezade, gélida.
               -Déjame adivinar, Sher-dije, mirándome las uñas con gesto aburrido-: lo mejor no soy yo.
               -No-dijo Zayn, y me reí.
               -¿En qué quedamos, Zayn? ¿Quieres que sea un cabrón que por lo menos se queda con ella para intentar solucionar sus mierdas, o quieres que sea un cobarde que se larga a Etiopía para poneros las cosas más fáciles?
                -Si me dan a elegir, no quiero que estés cerca de ella.
               -Pues entonces tendréis que matarme-sentencié.
               -¡BASTA!-bramó Sabrae, y se giró hacia las psicólogas-. ¿Qué pasa, que nosotros no podemos defendernos pero mis padres sí nos pueden insultar?-espetó, y al menos Claire y Fiorella tuvieron la decencia de parecer avergonzadas. A continuación se giró hacia Zayn y Sherezade-. Esto no era por lo que habíamos venido aquí.  Si vuestra intención desde el principio era que Alec y yo cediéramos, nos podríais haber ahorrado las faltas de respeto y también la pérdida de tiempo, porque no lo vais a conseguir. Lo que tenemos que arreglar es lo mío con vosotros-dijo, haciendo un gesto entre ellos-, no lo mío con Alec.
               Sus padres la miraron en absoluto silencio, no contando con que me defendería de esa manera. Había sufrido como la que más mientras le contaban la historia de nuestra noche de reencuentro desde su punto de vista, que para ellos se había convertido en un infierno, pero eso no iba a nublar su juicio ni hacer que reconsiderara lo que sentía por mí o mi impacto en su felicidad. Saab estaba bien conmigo. Yo la hacía feliz el 99% del tiempo; si ahora estábamos pasando por ese 1% restante que se nos hacía un poco cuesta arriba, sólo teníamos que centrarnos en escalar para alcanzar la cima y bajar de nuevo en la ola.
               -Os pediré perdón las veces que haga falta con tal de que las cosas vuelvan a ser como antes, porque sé que soy responsable de todo lo que ha pasado y del mal que os he causado. Sí, no debería haberos tenido miedo; sí, tomé decisiones pésimas que casi pagamos muy caro, pero también tenéis que recordar que fue mi vida lo que se puso en juego. No arriesgué a Shasha, ni a Duna, ni a Scott. Me arriesgué a mí, así que yo soy la principal víctima. Soy el verdugo también, soy muy consciente de ello, y sé que lo hice fatal, pero tenéis que creerme cuando os digo que no lo voy a volver a hacer. Sobre todo porque creo que la persona que fui en aquel momento no era realmente yo; tenéis razón en que fui una cobarde y una desconfiada con vosotros, pero creo que os estoy demostrando que puedo volver a ser valiente y comportarme como vosotros queríais que me comportara, como me habéis educado para que me comporte, estando aquí, viniendo de buena fe a tratar de arreglar las cosas.
               »Decís que Alec tiene la culpa de lo que nos pasó por haberse ido, y aunque me imagino que para vosotros es duro ver hasta qué punto él influye en las decisiones que yo tomo, sean buenas o son malas, creo que no es justo que lo responsabilicéis del todo. Alec es un factor, sí, un factor determinante, pero la cagué yo. Él no. Papá, yo tampoco querría estar con un chico que se va de voluntariado durante un año y me pone los cuernos a los dos días, pero prefiero mil veces-movió la mano en el aire, describiendo un arco siempre paralelo al suelo, la palma hacia abajo con los dedos extendidos- un chico que al menos me lo cuenta y me dice que respetará mi decisión si decido romper con él, a pesar de que me quiere mucho y de que no se atreve a decirme que quiere que lo perdone, a un payaso que se aproveche de la distancia y de que yo no me voy a enterar para hacer lo que le dé la gana sin que haya consecuencias.
               »Porque aquí, si Alec tiene culpa de algo, es de haber cumplido las promesas que me hizo de ser siempre sincero conmigo, de respetarme y de considerarme una igual, y no se ha reído de mí ni una sola vez en todo lo que llevamos de relación. Ni una sola. Cosa que no podéis decir de, por ejemplo, vuestro hijo mayor. Y me revienta que porque Alec esté enfermo y la ansiedad haya podido con él y yo no haya sabido gestionarlo como debería, os centréis en que él es el malo de la película y que tenéis que separarnos cuando lo único de lo que deberíais preocuparos es de tratar de entender por qué coño yo prefiero follarme a otro tío a pesar de que no me apetece en vez de defender a mi novio de mis propios padres. Os estáis centrando en el problema que no es, y sólo estáis haciendo que sea peor.
               Sabrae tomó aire y lo exhaló por la nariz lentamente para, a continuación, sentarse.
               -¿Alec me ha hecho daño? Sí. Ni él ni yo lo negamos-me miró, y yo asentí con la cabeza-, y sé que a vosotros os duele en el alma que yo lo pasara mal, pero creo que no os duele ni la mitad de lo que le duele a él-dijo, cogiéndome la mano y poniéndola sobre su regazo, sus ojos todavía fijos en sus padres-. Y os aseguro que a vosotros os duele el doble de lo que en realidad me dolió a mí. Esto sólo me ha hecho más fuerte, al menos en lo que respecta a mi novio. Sé que puedo confiar en él. Sé que puedo estar tranquila. Sé que no se “aprovechará”-imitó el gesto de las comillas que había hecho su padre con la mano que tenía libre- del acuerdo al que llegamos de que hiciera lo que le apetecía porque ahoraque sólo le apetece hacer ese tipo de cosas conmigo, igual que a mí me apetece hacerlas con él. Y si él quisiera acostarse con otras, a mí tampoco me importaría. Lo único que yo no quiero, y por lo que me puse tan mal, es porque pensé que había una posibilidad de que apareciera una chica a la que él quisiera más que yo.
               »La verdad es que todo esto se reduce a que me da terror que deje de quererme o que yo deje de ser su favorita, pero después de verlo aquí, a todos nos queda claro una cosa: eso no va a pasar. Y no es quien vosotros pensáis. Si de verdad fuera tan egoísta como decís, no seguiría aquí sentado. Si estuviera tan decidido a marcharse y dejarme aquí colgada, papá, ya se habría levantado y me habría cogido la mano y os habría dicho que no ha venido a casa para que lo insultéis, y que prefiere echarme un polvazo de esos que me dejan las piernas temblorosas tres días a oír tantas gilipolleces sobre que es básicamente el demonio. Y me habría sacado por esa puerta-la señaló con un dedo acusador que bien podría haber hecho-, y me habría follado de una manera tan bestial que se me habría olvidado hasta mi puñetero nombre de no ser porque es lo que más le gusta gruñir mientras se corre.
               -No descartes esa opción, nena-comenté, pero ella siguió.
               -Y sin embargo, aquí está. Demostrándoos que es mil veces mejor de lo que decís que es, que es más digno de mí y de vuestro respeto porque simplemente sigue aquí dentro, cuando perfectamente podría haberse pirado y pasar de vosotros. Bien sabe Dios que no tendría que preocuparse lo más mínimo de vosotros, o acordarse de vosotros, de vuelta en Etiopía, así que la única razón que tiene para seguir aquí ahora es que me quiere, y sabe lo importantes que sois para mí, y quiere que las cosas me vayan bien. Si con eso a él le basta, ¿por qué no os basta a vosotros?
               »Pensar que él me empujó a drogarme y poner en peligro mi vida sería como decir que yo hice que tuviera el accidente que casi lo mata. ¿Se os ha olvidado lo mal que estuve? Estaba decidida a morirme de pena si él no se despertaba del coma. ¿Qué os habría parecido que Annie me culpara de eso? Porque perfectamente podría haberlo hecho. Yo me empeñé en hacer planes que se salían de su presupuesto y por los que tuvo que hacer horas extra; él se empeñó en decirme que me había puesto los cuernos aun sabiendo el daño que me haría y que seguramente no lo llevaría bien. ¿Qué diferencia hay? ¿Por qué Annie no me dijo absolutamente nada y vosotros sí?
               -¿Palomitas no tendrá tu mujer por aquí por un casual, no?-le susurré a Claire mientras ésta abría un paquete de almendras que Fiorella tenía en un estante en la parte inferior de la mesa baja a la que rodeaban los asientos. Claire puso los ojos en blanco y me dio un suave manotazo con el dorso de la mano en el brazo, algo muy poco profesional, debo reconocer… pero me alegró bien que ella también se lo estaba gozando.
               Dios, Sabrae no tenía ni la más mínima idea de todo lo que me apetecía hacerle viéndola defenderme así. Me estaba poniendo más cachondo que si me atara a la cama y me empezara a hacer un strip-tease con música de The Weeknd sonando en mi habitación, acuclillándose frente a mí y masturbándose, ya completamente desnuda, de forma que pudiera ver cómo su cuerpo se estremecía al imaginarme en su piel.
               -Tiene el cuerpo lleno de cicatrices por mi culpa por esta regla de tres-sentenció Sabrae-. No voy a abandonarlo simplemente para que podáis dormir bien. Os quiero. Os quiero muchísimo, no os hacéis una idea, pero tengo que ponerme a mí primero, y eso significa poner a Alec también. Sobre todo ahora que la casa está tan vacía porque Scott se ha marchado. Ya he perdido a mi hermano; no puedo perderos a vosotros también, pero si sois el sacrificio a hacer… pagaré el precio-se giró para mirarme y se encogió un poco. Miró mi rostro, como memorizando mis facciones por si acaso me desvanecía en el aire. Supe que si Sabrae tuviera un pincel, me haría un retrato que haría palidecer a la Mona Lisa. Supe que si tuviera un cincel, me haría una estatua que dejaría en ridículo al David de Miguel Ángel. Supe que si tuviera un piano, me compondría una melodía que convertiría la Novena Sinfonía de Beethoven en ruido.
               Supe que si tuviera el nombre vacío, se apellidaría Whitelaw.
               -A cambio de que él no me pida que le compense por todo lo que le hice pasar en primavera.
               -No tienes nada que compensarme-dije en un susurro íntimo que, sin embargo, escucharon todos en la habitación. Me desnudé completamente en esa frase; dejé que todos vieran mis puntos débiles, que se concentraban en esa chica de piel del chocolate y melena rizosa y negra como la noche que me había enseñado precisamente el significado de éstas: a mí, en realidad, no me había gustado el sexo hasta que no lo empecé a tener con Sabrae. Entretenerse está guay, pero hacer algo que le da sentido a tu existencia y tu cuerpo… es mejor.
               Es lo único que realmente merece la pena. Lo único que vale.
               Sabrae me dedicó una sonrisa dulce y se inclinó a darme un beso en la mejilla, el único gesto de cariño que se atrevería a darme después de aquel discurso con el que había hecho que sus padres comprendieran que era ella más de mí que de nadie. Que lo que estaba en juego no era el reinado sobre su corazón, sino el reparto que nos haríamos del mismo: podía quedarse en un monopolio exclusivo dominado por mí, o podríamos compartirlo en mayor o menor medida Zayn, Sherezade y yo.
               Su familia era importante. Había vivido una infancia feliz, sus recuerdos estaban teñidos de ese halo dorado que acompaña a todas las cosas buenas, y pensaba en su pasado con una cariñosa nostalgia… pero Saab no tenía miedo del futuro que estaba ante ella, el futuro que quería construir conmigo. Era un futuro bañado en luz solar, compuesto de oro, con edificios altos y fastuosos que contarían la historia de un imperio que duraría sólo una vida, de una dinastía con sólo una reina, y de una religión con solamente un mito. No haría falta más para hacerle sombra al mismísimo Egipto.
               -Esto no debería ser así-dijo su madre en voz baja, y la alzó un poco más-. No tienes que elegir entre nosotros o él, Sabrae.
               -Pues es lo que parece que creéis que debe ser-contestó Sabrae con tranquilidad, la vista puesta en su madre. Zayn, en cambio, me miraba a mí, y yo le sostuve la mirada sin una pizca de desafío. Ahora que todas las cartas estaban sobre la mesa ya no me preocupaba qué mano podía tener mi suegro: la mejor de todos era la mía, simplemente porque era la única que estaba entrelazada con la de Sabrae.
               -¿Recuerdas cuando Scott y Tommy estaban peleados y tú venías a casa a ver cómo estaba Scott?-preguntó Zayn, y yo asentí de repente.
               -Tardará en olvidárseme-tener que repartirme entre dos de mis mejores amigos y hacer malabares con lo que le decía a uno y otro para no herir sus sentimientos y que no se cerraran en banda había sido algo que no pretendía repetir de nuevo.
               -Hubo una tarde en la que hacía muy mal tiempo y te llevé a casa para que no te calaras hasta los huesos.
               Apuesto a que ahora te arrepientes de no haberme atropellado de la que sacabas el coche del garaje, me habría gustado decirle, pero puede que mi lengua no respondiera ante mí, pero sí lo hacía ante Sabrae, porque bastó con una mirada de advertencia de ella para contenerme y, sin embargo, responder con un escueto sí.
               -¿Recuerdas lo que hablamos?
               Fue entonces cuando todo terminó de encajar, y algo que Zayn le había dicho a un aterrorizado yo, que valoraba su opinión por encima de cualquier otra cosa, por lo menos en lo que respectaba a lo merecedor que era de su hija, empezó a resonar en mi interior.
               Si mi hija se va a volver una inconsciente, quiero asegurarme de que lo hace con alguien que va a desvivirse por asegurarse de que esté bien.
               Sólo me había pedido una cosa en toda mi vida: que cuidara de Sabrae, que la cuidara mejor. Y no había cumplido con aquello que me había pedido, algo tan simple y sin embargo tan esencial…
               Entendía que me tuviera cruzado. Entendía que, tirando del hilo, al final todo conducía a mí. Y respetaba que Zayn se sintiera así conmigo, porque aunque todo se había salido de madre, lo cierto es que yo no había cuidado de Sabrae por culpa de mi ansiedad. Eso era una excusa para mí y para ella, pero no para él. Él podía llegar a ser más duro conmigo mismo de lo que lo era yo.
               Y lo estaba siendo.
               -Tengo cinco tesoros en casa-dijo, atravesándome con una mirada que, si bien no tenía los mismos colores, era el origen de la determinación que se había adueñado de la de Scott-, y les has hecho daño tanto a Saab como a Sher.
               Tomé aire y lo solté despacio. Claro. Había sido un imbécil por no pensar en que esto no era sólo sobre su hija. Tan centrado como había estado en defender a Sabrae y lo que había hecho ocultándome de ellos, no había pensado en que Zayn también tenía una razón extra por la que cabrearse conmigo.
               Le había hecho daño también a su mujer, que se había pasado la madrugada pegada al teléfono, odiando que éste sonara y odiando también su silencio, imaginándose mil escenarios que dejarían en bolas las mierdas que a mí se me podían llegar a pasar por la cabeza.
               -No tienes que perdonarme si no quieres-a mí me costaría, me descubrí pensando-, pero esto no se trata de mí. Se trata de Saab-hice un gesto con la mandíbula hacia ella-. De que siga teniendo una casa a la que volver.
               -Los dos sabéis de sobra que la tendrá mientras yo viva, y si necesitáis que os lo recuerde es que las cosas están peor de lo que me esperaba-replicó, y Sabrae se encogió.
               -Papá…
               -Puedo soportar ser el enemigo-contesté-, pero Sabrae te necesita en tu equipo. Perdona a tu hija, Zayn. Esto no va tanto sobre mí como sobre cuánto está dispuesta a arriesgar Sabrae-sacudí la cabeza-. Y vosotros ya estáis en la mesa. Ella no me va a apostar. No quieres jugar esta mano. No lo hagas.
                -¿Quién dice que yo quiera jugarla?
               Suspiré y me puse de pie.
               -No vais a hacerla elegir. No conmigo delante, al menos-miré a Saab, que tenía los brazos entrelazados, las manos escondidas debajo, y me pareció muy pequeña, en todos los sentidos de la palabra: indefensa, bajita y joven-. Supongo que si queréis romperla yo no puedo impedíroslo, pero sí puedo impediros el que me hagáis mirar.
               -Nosotros no somos el enemigo, Alec. No queremos que sufra.
               -Igual que yo.
               -Si no sois el enemigo… habríais parado cuando me dio el ataque de ansiedad-respondió Sabrae, mirándolos con los ojos húmedos-. Habríais parado. Verme llorar os tendría que haber bastado. A Alec le bastó. Pero vosotros no parasteis.
                Ella también se puso en pie.
               -No parasteis, mamá. No parasteis.
               Me cogió de la mano y se aferró a mí como si hubiera perdido el equilibrio y yo fuera lo único que la mantenía en pie; como si su mundo entero se hubiera desvanecido y yo fuera lo único que impedía que saliera despedida hacia el espacio. Podía sentir mi propio pulso allí donde me apretaban sus dedos.
               -Nos equivocamos-dijo Sherezade, suplicante-. Nos equivocamos, mi niña. Y lo sentíamos muchísimo. Teníamos mucho miedo por lo que podría haberte pasado, y… supongo que nos cegó. Supongo que no supimos ver más allá.
               Zayn asintió con la cabeza, abatido, y Sabrae los miró a ambos alternativamente. Después miró a Fiorella y Claire, a continuación me miró a mí, y por último, de nuevo a sus padres.
               -Creo que hemos terminado. Lo mejor será que reposemos todo lo que hemos hablado hoy y… no sé. Ya iremos viendo cómo lo solucionamos-sorbió por la nariz y se apartó el pelo de la cara con la mano que tenía libre.
               -Yo no lo habría dicho mejor-respondió Fiorella, asintiendo con la cabeza y entrelazando las manos sobre las piernas cruzadas-. Habéis hecho muchos progresos hoy, así que podéis estar satisfechos los cuatro.
               Sabrae y yo asentimos con la cabeza mientras Zayn y Sherezade se levantaban, él cogiendo el móvil de ella, que se había dejado sobre el sofá, y tendiéndoselo. Claire también se puso en pie y se envolvió en un pañuelo de colores pálidos que Fiorella tenía colgado de su sillón, recogiendo su bloc de notas y cerrándolo con un golpecito. Me dedicó una sonrisa cansada y me preguntó:
               -Me imagino que tendrás la agenda muy apretada para una sesión. Quiero saber qué es lo que ha pasado para que lleguemos aquí.
               -Oh, avisadme si la hacéis-respondió Sabrae-. Quiero ir de público y plantarme en primera fila.
               Luché por contener una sonrisa que Zayn y Sherezade fingieron no ver mientras se daban un beso de despedida y él nos preguntaba si nos acercaba a casa.
               -Vamos a ir al piso, pero gracias, papá.
               Su madre nos acompañó escaleras abajo y le dio un beso en la frente a Sabrae después de acercarse a ella con timidez, tanteando el terreno, insegura sobre si le permitirían cumplir ese capricho. Sabrae se dejó hacer y le dedicó una sonrisa cansada, guiándome a continuación en dirección a la calle, a la que parecía que llevábamos un mes entero sin salir. Observamos cómo Zayn arrancaba el coche y se incorporaba al tráfico desde los escalones superiores del edificio, y luego, cuando puse rumbo al piso de los padres de Sabrae, ella frunció el ceño.
               -¿Adónde vas?
               -¿No les acabas de decir que vamos al piso?-pregunté, y ella alzó una ceja-. ¿Qué?
               -Vamos, Al. Has quedado con tu madre en que nos pasaríamos más tiempo en tu casa. Annie casi no te ha visto.
               -Pero entonces, ¿por qué les dicho que vamos a ir a otro sitio?
               -No me apetecía ir con papá en el coche, y fijo que insistiría en llevarnos para estar más tiempo con nosotros. Y fijo que encontraríais la manera de pelearos otra vez, lo cual, mientras circulas, es algo bastante peligroso-puso los ojos en blanco y miró su teléfono-. Voy a pedir un Uber, por cierto. Te lo digo para que no te pongas histérico diciendo que quieres compartir gastos o alguna chorrada de las tuyas.
               -¿La princesa no quiere ir en metro y mezclarse con la plebe?-ironicé.
               -La princesa tiene prisa por ir a casa de su suegra a que su novio la monte como a una yegua salvaje en pleno rodeo de Texas. Por cierto… esta tarde vas a mojar. Por si no lo sabías-me miró y sonrió con una sonrisa llena de dientes.
               -Oh, créeme, nena, lo sabía, sobre todo por cómo te has puesto a defenderme como una leona defendiendo a su presa. Bravo, sinceramente.
               -¿Yo? Al, ¡si tú te has puesto en modo macho alfa a proteger a su hembra! Dios, casi te salto encima. El feminismo abandonó mi cuerpo en el momento en que te pusiste a darles gritos a mis padres. No hemos protagonizado una fantasía de las tuyas porque he conseguido controlarme.
               -No me interesa mucho ahora mismo que lo hagamos delante de tu madre; yo con lo que sueño es con que se nos una, no que intente separarnos-protesté, cogiéndole la mano y echando un vistazo por encima de su cabeza para ver la pantalla de su móvil, en el que casi todos los coches aparecían como cogidos.
               Casi.
               Había uno que estaba girando la esquina y que tenía una banderita verde sobre la que Sabrae se apresuró a tocar. Me dedicó de nuevo la sonrisa chulita y me guiñó el ojo; después se puso en pie y me dio un beso en la mandíbula.
               -Estoy muy orgullosa de ti, sol, pero voy a necesitar que me hagas un favor.
               -¿Mm?
               -Quiero que hagas exactamente lo que les dije a mis padres que preferirías estar haciendo y, en cuanto lleguemos a tu casa, me folles como si te fueras a ir mañana y no fueras a volver hasta julio. Incluso si no te marchas. Ya hablaremos de eso luego, ¿vale? Yo sólo… quiero dejar todo esto atrás y disfrutar de mi novio todo lo que pueda.
               Me acarició los brazos y sonrió, mordisqueándome el cuello.
               -Ser joven, ser libre, y perderme en la oscuridad-ronroneó.
               Me estremecí de pies a cabeza y estaba a punto de arrastrarla de vuelta al despacho de Sherezade para meterla en el baño y hacer que se olvidara de todo allí mismo, cuando el coche giró la esquina y se acercó a nosotros. Sabrae me dedicó una sonrisa oscura al darse cuenta de que era la típica berlina con un cristal de separación entre los asientos traseros del coche y la parte del conductor.
               -Dile que suba la ventanilla, que ponga la música a tope, y que se meta por todas las calles que estén en obras. Y que no se dé prisa. Tengo cosas que hacerte-ronroneé, acariciándole la mandíbula con los dientes y agarrándola del culo para pegarla contra mí. Saab se echó a reír, y aunque su risa no me sonó del todo sincera, sino que había un cierto nerviosismo en la voz, me dije que por esta vez no pasaba nada. No estábamos resolviendo idas de olla emocionales follando, sólo estábamos distrayéndonos.
               Y… bueno, yo no había mentido con eso de que me había puesto cachondísimo durante el discursito a sus padres. No me importaría romper un par de reglas en el trayecto hacia mi casa, sobre todo ahora que sabía que podía medirme con Sherezade y salir victorioso del asunto.
                

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2 comentarios:

  1. Diooooos, me encanta como se ha ido desarrollando todo. Para empezar adoro que a pesar del giro dramático que supuso el ultimó capítulo y que parecía que sher y zayn se anotaban un tanto, este cap haya acabado poniéndole la guinda al pastel. Para mí todo reside en esa reflexión final de Saab y que el problema de por que lo hizo reside mas en no ser capaz de haberlo hablado con sus padres que otra cosa. Sabrae al final del dia no se volvio loca por lo que hizo Alec, se volvio loca porque no supo gestionar que le habia perdonado al instante, de haber sido cierto, y eso suponía excusarlo de todo el mundo incluso de sus padres y fue algo sobre todo con lo que no queria lidiar bajó ningún concepto.
    Me parece brillante este punto del problema, sobre todo porque volvemos una vez mas a que el quid de la cuestión reside en que se rompiese la confianza entre sab y sus padres, nada mas.
    Apuntar tambien que me encanta el pequeño flash back por parte de zayn porque ese cap fue maravilloso y esta muy bien traido en cuánto tambien destacar que otra problema del asunto es que zayn no le perdonara ver a sher tan mal.
    En fin, estoy deseando ver como va encajando todo y como se juega esa partida de cartas.

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  2. Me ha gustado mucho, comento por partes:
    -me está encantando leer todo esto desde el punto de vista de Alec. Se está viendo suuper bien la capacidad que tiene de entender a Sherezade y a Zayn, pero no caer en la autodestrucción de que todo es culpa suya ((una vez viendo más claro que el agua su character development))
    - “no para los que no estamos delulu” yo me descojonooo
    - El momento “me gusta mucho que vengas a cenar a casa” me ha partido el corazón
    - Cuando Sherezade ha dicho que los términos eran romper con Alec se me ha quedado una cara…
    - Pff realmente me parece muy fuerte que Zayn se crea con el derecho de decirle a Alec lo que tiene o no tiene que hacer con su vida.
    - Todo el speech de Sabrae 10/10 es la mejor, explica perfectamente todo lo que está pasando.
    - “Ella no me va a apostar. No quieres jugar esa mano. No lo hagas.” Es que me vuelvo locaaa
    He disfrutado mucho el cap, sigo manteniendo de zayn y sherezade tienen que dar un paso más para recuperar la relación con Sabrae, pero vamos haciendo progresos. Con ganas de mañana <3

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