sábado, 23 de marzo de 2024

Un pedacito de noviembre.

¡Toca para ir a la lista de caps!

Mi adorado, resplandeciente y precioso Sol, mi amadísimo Alec,
 
Sólo alguien bueno y puro como lo eres tú podría preocuparse por mí cuando yo me he quedado en casa, rodeada de todo el mundo que me quiere con la excepción de quien con más intensidad lo hace, y lamentar mantener las promesas que se hizo a sí mismo cuando todavía no éramos nada. Sólo tú, también, puedes pensar que le debes algo a un continente en el que nunca he puesto los pies simplemente porque mis antepasados proceden de allí. No sientas que tienes ninguna deuda con África, con Europa, o con el mundo en general, simplemente porque haya sido el lugar donde yo nací, porque si le pertenezco a alguna nación, es a la que lleva tu nombre, y si tengo alguna tierra que puedo llamar propia, esa tierra son tus brazos.
               No creo que sea un error ni que tampoco tenga nada que perdonarte por querer que hablemos de lo que pasó con mis padres justo antes de que te marcharas; de hecho, que no lo mencionaras en la carta a pesar de lo reciente que estaba todo para ti cuando la escribiste me preocuparía. Me haría pensar que no querías detenerte demasiado a darle un poco más de importancia, a pesar de que para mí tiene mucha, porque te dolía demasiado como para hurgar en la herida. Sé que te duele, sé que te molesta, y sé por encima de todo que no te lo mereces.  Si hay alguien totalmente inocente en esto, ése eres tú, Al.
               Es más, con comentarme lo de mis padres me has dado el pie perfecto para que yo empiece a cumplir de nuevo el propósito que nunca debimos dejar de darles a las cartas, y es el de acompañarnos un poco en nuestro día a día y hacer que la distancia no sea tan grande. Agradezco mucho que me digas que te alivia saber que así eres, de nuevo, un refugio para mí, porque precisamente así es como yo también me siento contigo, ahora que lo hemos dejado todo claro. Detesto pensar lo mal que lo estuviste pasando en Etiopía y cómo todo se te hacía todavía más bola porque sentías que me estabas fallando al mentirme para protegerme cuando, si bien no quiero que las mentiras se conviertan en el pan nuestro de cada día (como desgraciadamente nos ha pasado los últimos dos meses), y aunque entiendo perfectamente los motivos tan nobles que te llevaron a no querer compartir conmigo cómo te encontrabas para protegerme, la verdad es que me tranquiliza saber que, incluso aunque nos duela, ahora nos seremos aún más sinceros. Es por eso por lo que te voy a contar a lo que te voy a contar, sobre todo para quitarte también el peso de encima que, aunque tú no quieras, te has cargado encima por la actuación de mis padres (ya te daré el tirón de orejas correspondiente más adelante para ver si así, por fin, te quito esta manía tuya de cargarte de responsabilidades que no te corresponden).
               A la semana de que te fueras, el mismo día que recibí tu carta, hablé con Mimi sobre la situación que tengo en casa. La verdad es que se complicó un poco más desde que te fuiste, porque el gesto que tuvieron mis padres contigo me pareció muy feo, y procuré mantenerme al margen de ellos para poder echarte de menos como deseo, llorar por tu ausencia y recrearme en los preciosos recuerdos que hemos formado juntos. Mi intención era dejarme unos días para adaptarme de nuevo a la situación, pero debo confesar que se me estaba yendo de las manos y mi familia, a través de Scott, intervino para que no me alejara todavía más de ellos (llegó un punto, incluso, en el que me planteé no pasar por casa hasta que tú no regresaras; y me avergüenza decir que incluso tenía la esperanza de que, cuando me escribieras, lo hicieras en un tono mucho más triste de lo que lo hacías. No me enorgullezco en absoluto de lo que sentía, pero te debo sinceridad, incluso cuando esa sinceridad demuestra todavía más lo indigna que soy de ti). Seguimos con la terapia, pero hasta que no recibí tu carta y me di cuenta de los deseos mezquinos que albergaba en mi corazón, tengo que reconocer que no iba del todo convencida de que aquello fuera lo correcto. Sólo cuando me escribiste me atreví de nuevo a ser valiente y honesta conmigo misma, y poner yo también un poco de mi parte y reconocer que, quizá, estuviera aferrándome demasiado a mi dolor y me diera demasiado miedo tratar de arreglar las cosas con mis padres por si eso… me distanciaba de ti.

martes, 19 de marzo de 2024

Templo en construcción.

¡Toca para ir a la lista de caps!

 
-Bueno-dijo Fiorella, sentándose frente a nosotros y cruzando las piernas como la actriz que se prepara para la última ronda de entrevistas antes de la gala de los Oscar en la que le darán el premio a la interpretación de su vida-, ahora que ya estamos todos-hizo de mirar a Claire, a la que le habíamos pedido que asistiera también a la sesión, todo un espectáculo-, ¿qué tal si empezáis a contarnos las cosas para las que yo no era suficiente y que van a hacer que Sher me suba el porcentaje de participación en los beneficios del despacho?-inquirió, sacando la punta de escritura de su bolígrafo con un clic. Los ojos de Claire, lejos de esa cristalina luz que siempre los había llenado, estaban puestos en mí.
               En general, había ido sobrellevando bastante bien las sesiones de terapia tanto a solas como con mis padres, y sabía, aunque Fiorella jamás lo admitiría, que Claire preguntaba por mí por pura preocupación. La charla que habíamos tenido en su consulta en el hospital había sido ese empujón que yo llevaba necesitando para salir del cascarón durante años, y ahora que por fin estaba asomando la cabeza y dejando que el mundo saltara sobre mí y me empapara con todos sus matices, se sentía un poco responsable de mí. Esto no se trataba solamente de Alec ya, sino también de mí misma. El juramento hipocrático se mezclaba con ese cariño que decía que me tenía y que yo tenía como una verdad.
               Ese mismo cariño era lo que había hecho que aceptara ir a la consulta de Fiorella en el despacho de mamá con tan poca antelación. Seguramente le habíamos fastidiado una tarde poniéndose al día con las tareas domésticas o, quizá, comiendo fideos instantáneos frente a la televisión mientras veía telebasura y esperaba a que su mujer volviera a casa, se fueran a cenar por ahí y luego se acurrucaran en la cama, o se reservaran las fuerzas para gastarlas entre las sábanas. Desde luego, yo sabía lo que haría si estuviera en la situación de Claire.
               Pensar en el futuro que me esperaba con Alec y que estaba consiguiendo compatibilizar de nuevo en mis pensamientos con mi pasado, en el que mis padres eran omnipresentes, me enterneció por dentro. Sabía que la conversación que nos disponíamos a tener sería increíblemente dolorosa, así que necesitaba una buena motivación para seguir con ese sacrificio que me costaría sudor y lágrimas; puede que, incluso, también sangre.  Necesitaba algo a lo que aferrarme, algo por lo que luchar.
               Llevaba dos meses sintiendo que mis sacrificios eran en balde y que me estaban obligando a tomar una decisión que yo no quería y que me haría vivir para siempre en la desdicha, pero eso se acababa hoy. Se acababa ahora.
               Ésta no era una sesión normal: en las otras, mamá y papá siempre habían ido con su ropa de calle, ella con traje y tacones y él con chupas de cuero y jerséis. Yo había ido variando un poco en función de lo beligerante que me sintiera y de lo que quisiera expresar con mi indumentaria, pero en cierto sentido también había tomado el mismo rumbo que mis padres: había algo que separaba mi yo casero a mi yo en terapia, y ese algo era precisamente la ropa. Al margen de la manera en que había llegado al edificio en otras ocasiones (casi siempre en transporte público, y algunas, incluso, acompañada de Alec), sentía que lo que todos llevábamos puesto era una especie de indicador de cómo nos sentíamos por dentro, igual que tampoco se dejaba al azar el diseño de vestuario de los personajes de las películas más cuidadas.
               En cambio, hoy habíamos ido con lo puesto, literalmente. Papá y mamá ni siquiera habían tenido tiempo de cambiarse de ropa después de que yo les soltara aquella bomba que, la verdad, podría haber causado más estragos de los que causó en realidad.
               Se me habían quedado mirando absolutamente pasmados, luchando por procesar lo que acababa de decirles.
               -Pero…-había balbuceado mamá-, pero… cielo. Tú siempre has sido una Malik. ¿De qué estás hablando?
               La saliva que había tragado entonces mientras pensaba cómo decirles lo que necesitaba sin que pareciera que les disparaba para ahorrarles un sufrimiento que no podría evitarles nunca me había sabido a hierro, y me había parecido casi tan densa.
               -Quiero que hablemos de mi adopción.
               Se habían quedado totalmente quietos, rígidos como estatuas esculpidas por la mismísima Medusa de dos insensatos que no habían atendido las advertencias de quienes habían llegado antes que ellos. Lo único que se había movido eran sus ojos, y había sido para analizarme de arriba abajo, tratando de discernir si había dicho lo que acababa de decir o si, por el contrario, lo estaban alucinando.
               -¿Por qué?-preguntó papá, con la mirada triste de mamá puesta todavía en mí, sus ojos humedeciéndose un poco, a pesar de que por la forma en que estaba respirando supe que no quería hacerme daño expresando su dolor. Seguro que sabía que a mí me dolía sacar ahora ese tema.
               -Creo… creo que necesitamos hacerlo. Necesito hacerlo. Creo que lo llevamos evitando demasiado tiempo, y… llegará un punto de la terapia en el que nos atascaremos si no lo tratamos.

martes, 5 de marzo de 2024

Bordes azules, blancos y rojos.

¡Hola, flor! Antes de que empieces a leer, y como ya viene siendo costumbre este año, quiero decirte un breve anuncio que en absoluto tiene que ver con la forma en que me estoy enamorando de mis findes de lectura (es algo que estoy intentando corregir, créeme). Verás, la semana que viene son los Oscar, y si normalmente me tomaba el finde libre para poder descansar y verlos cuando eran más de madrugada de lo que lo serán ahora, este año tengo que tomármelo con más calma con mayor razón, ya que los han adelantado dos horas. Así que, ¡de nuevo te tocará esperar un poquito para leer el próximo capítulo! Nos vemos, entonces, el domingo 17ᵔᵕᵔ.
¡Gracias por tu paciencia y que disfrutes del cap! Puede que sea más cortito que los demás, pero no por ello es menos especial. Escribo estas líneas a puntito de publicarlo, y me inunda una extraña sensación de diversión al pensar en que empecé a subir Sabrae en el cumpleaños de Scott, cuando hoy celebramos el cumple del personaje masculino que más me ha robado el corazón. ¡Sí! ¡Hoy Alec cumple siete añitos! ¡Feliz cumpleaños al mejor personaje masculino que se haya escrito nunca, y la razón por la que me moriré soltera! Y muchísimas gracias, Alec, por elegirme para contar tu historia. Espero ser digna de ella.
 

Mimi me cogió la mano y me dio un suave apretón mientras las dos observábamos el sobre con bordes azules y rojos que había recibido esa misma mañana. No sé por qué, pero no contaba con que fuera a llegarme tan pronto: apenas hacía una semana de que Alec se había ido, una semana en la que yo me había aferrado con desesperación a la posibilidad de que las cosas en África fueran demasiado duras para él, decidiera tirar la toalla y volver. Como si “rendirse” entrara dentro de su vocabulario, pensaba con sorna cada vez que me descubría a mí misma albergando esperanzas tan absurdas y me obligaba a tratar de mostrar una actitud más positiva, menos egoísta.
               No debería desear que a mi novio le fuera tan mal en Etiopía como para que renunciara a la promesa que me había hecho y decidiera volver; no sólo por lo mucho que tenía que sufrir para finalmente decidir que no lo soportaba más, sino porque sabía que él se terminaría machacando si lo daba todo por perdido. Bastante mal se sentía ya con cada fracaso que había tenido en su vida, por pequeño que fuera y por mucho que hubiera escapado a su control, como para encima incitar al universo a que le pusiera más piedras en un camino que tenía completamente saturado. Por descontado, sabía de sobra que gran parte de su decisión la fundamentaría la situación que tenía yo en Inglaterra, una situación que no parecía que fuera a mejorar lo suficiente como para que nuestra decisión de intentarlo se mantuviera más allá de noviembre.