jueves, 23 de mayo de 2024

Eclipse de un sol muerto.

¡Hola de nuevo, flor! ᵔᵕᵔSé que probablemente estarás cansada de estos mensajes que no suelen traer nada bueno, y que tendrás mono de capítulo después de todo el tiempo que te he hecho esperar, pero si eres usuaria de la lista de capítulos de Sabrae que hay en el blog, sabrás que éste no es un capítulo cualquiera. Estamos ante el capítulo trescientos (¡300!) de la novela. No tengo palabras para describir lo afortunada que me siento por poder haber llegado hasta aquí y por lo agradecida que estoy de que me hayas acompañado, ya sea en la totalidad o en una parte del viaje. Sin ti, esta odisea no habría sido posible.
Muchísimas gracias por tu apoyo constante, por tu atención, por las oportunidades que les das a Alec y Sabrae de existir de nuevo cuando les abres tu mente cada domingo o cada día 23. Gracias, gracias, gracias por prestarnos tu tiempo y crear conmigo este mundo tan perfecto al que tantísimo cariño le he cogido.
Simplemente, gracias. De corazón. Espero contar contigo muchos capítulos más.
 

¡Toca para ir a la lista de caps!


Preferiría que me hubiera abofeteado.
               Aunque llevaba toda la tarde anticipándolo, toda la mañana temiéndolo y un día entero, desde que me había plantado ante mi padre con un pequeño nudo en el estómago que no había hecho más que crecer y apretarse con el paso de las horas al plantearme la posibilidad de escuchar esa palabra… creo que preferiría que me hubiese abofeteado.
               Le había cambiado totalmente la cara cuando le hice la pregunta que llevaba tratando de ignorar durante horas, a pesar de que no hacía más que morder cada rinconcito de mi ser. Por la cara que puso, cómo se había borrado la sonrisa que le decoraba esa deliciosa boca suya, el único canal de oxígeno que yo había tenido en los últimos meses, supe que él también llevaba preocupado por mi temeridad desde que se había bajado del avión, por si acaso terminaba superándome y no era capaz de resistir la tentación de convertirme en la chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina.
               La temperatura del iglú parecía haber descendido varios grados, y a pesar de que veía los reflejos de las estrellas tintándole la piel bronceada de tonos azules, blancos y dorados que lo hacían parecer salido directamente de la cúpula de una de las pirámides de Egipto, me sentía en la completa oscuridad.
               Estaba viviendo en primera persona y en exclusiva el primer eclipse de un sol muerto. Un eclipse que había roto todas las reglas de la física: la Luna no era más fuerte ni más poderosa que el Sol, y sin embargo había conseguido apagarlo. La Tierra no podía seguir existiendo si el Sol desaparecía, y sin embargo seguía girando.
               En el espacio no se escuchaba ningún sonido, y sin embargo en ese agujero negro de nada en el que estábamos los dos orbitando, no dejaba de sonar el eco de su respuesta:
               -Sí.
              

martes, 7 de mayo de 2024

Con la espalda descubierta.

¡Hola, flor! De nuevo tienes un mensaje antes de empezar el cap, pero este es particularmente especial. Verás, quería avisarte de que la semana que viene y la siguiente no habrá capítulo, así que volveremos a vernos el día 23. Como sabes, ando un poco pillada de tiempo últimamente, y este mes lo tengo particularmente abarrotado de compromisos ineludibles durante los findes, así que me va a ser muy difícil sacar tiempo para escribir. Pero, ¡no te preocupes! Te prometo que te compensaré la espera, como siempre
Dicho lo cual… ¡disfruta del cap!


¡Toca para ir a la lista de caps!


-¿Te lo estás pasando bien?-preguntó Mimi, apartándose el pelo del hombro y aprovechando ese momento de intimidad que teníamos mientras los chicos estaban en la cola, con Alec marcando territorio con Trey de una forma que me daba lástima y risa a la vez. Se le veía tan bien, tan cómodo, tan relajado… hacía tiempo que no le veía bromeando tanto ni tan cómodo en su piel; la última vez que lo había tenido así, sin ningún tipo de preocupación, había sido en nuestro viaje a Barcelona, el último momento de perfección antes de su accidente y de que la sombra de nuestra propia mortalidad nublara nuestros días.
               Deslicé la vista hacia Mimi y asentí despacio con la cabeza, detestando la manera en que mis mejillas se tiñeron de un rubor que no podía ser más que una enfermedad contagiosa si teníamos en cuenta lo mucho que se había sonrojado esa tarde Mimi. Me forcé a esbozar una sonrisa mientras jugueteaba con las cuentas del rosario que Eleanor me había dado para que fustigara a Mimi con él en cuanto pudiera; a poder ser, en privado, pero Eleanor había dicho que aquello no era una condición insalvable.
               -Sí, claro.
               Me dolía reconocer que estaba mintiendo en ese momento, aunque en general había tenido instantes de tranquilidad en los que la presencia de Alec me había influido lo suficiente como para olvidarme de todo y de todos. Pero el incidente con la fan de One Direction que habíamos vivido esa misma tarde había vuelto a colocar en mi vientre esas piedras de las que Alec, Mimi y Eleanor se habían ocupado a lo largo de la mañana. Me había prometido a mí misma que m lo pasaría bien y que disfrutaría del cumpleaños de Mimi, y que por encima de todo no se me notaría si en algún momento fracasaba y me caía de cabeza de nuevo en esa espiral de autocompasión en la que mi mente se ponía de nuevo a repasar la lista de errores que había cometido a lo largo de los últimos meses, semanas, y horas.
               Particularmente, horas.
               Quizá fuera por lo reciente, como un corte que aún sangraba o una herida que supuraba con la carne a la intemperie, pero no podía encontrar comparación con nada de lo que hubiera hecho antes con lo que había pasado la noche anterior. El museo me había relajado gracias a los recuerdos que me había evocado de Mykonos y de lo muchísimo que habíamos disfrutado en sus orillas de oro blanco y zafiro, pero la chica de la tote con la ranita me había hecho recordar todo lo que nos esperaba después de que se acabara el cumpleaños de Mimi, y que, para colmo, era algo con lo que Alec estaba claro que ya no contaba.
               Viendo lo bien que estaba, no podía dejar de preguntarme si no era egoísta el querer hablarlo con él y aclarar mis ideas y mi conciencia asegurándome de que el que se quedara era algo que ambos queríamos y que habíamos consensuado; después de todo, yo le había quitado la paz necesaria para disfrutar de Etiopía en todo su esplendor en el último mes y medio, así que lo menos que podía hacer era tragarme mi orgullo y dejarle la libertad de ser feliz por estar viviendo lo que te venía dado.
               No era tan estúpida como para pensar que él estaba contento porque por fin habíamos aclarado nuestro futuro más reciente, y volvía a ser el Alec de siempre porque le había quitado el peso de tener que elegir de encima, pero tampoco era capaz de quitarme de la cabeza la idea de que esto terminaría afectándonos. Lo mejor de estar juntos era que era una decisión mutua de ambos, y por encima de todo, libre; habíamos luchado contra viento y marea contra todos nuestros obstáculos, y habíamos salvado juntos los problemas que los demás o nosotros mismos nos habíamos provocado… hasta hoy.

miércoles, 1 de mayo de 2024

Villano del año.


¡Hola, flor! De nuevo otro mensaje antes del cap, porque me he vuelto un poco adicta al toque de color que aportan los corazones . Espero que hayas pasado un fantástico Día del Libro; muchas gracias por tu paciencia esperando por este cap, ¡se me olvidó avisarte de que no subiría el domingo pasado porque… hoy celebramos el cuarto aniversario de la adopción de Sabrae!
Y las que nos quedan… 😉 ¡Disfruta del cap!

¡Toca para ir a la lista de caps!

 
Tenía que reconocerlo: me gustaba este chaval. Los tenía bien puestos, viendo cómo se quedaba al lado de Mimi sin importar la hostilidad que manaba de mí, y que me salía demasiado natural como para que no resultara un pelín preocupante.
               No me malinterpretes: como buen entusiasta del amor que soy (y en que Sabrae me ha convertido), me alegraba mucho de que Mimi estuviera empezando a descubrir las delicias de lo que es estar enamorado, el querer a alguien y ser correspondido, pero… supongo que en todo amor hay algo irracional contra lo que no puedes combatir, no importa lo que te esfuerces; igual que Sabrae me atraía como una polilla a la luz, imaginarme bajando un escalón en la pirámide de figuras masculinas en la vida de Mimi no era algo que me hiciera particular gracia. Ella era mi niñita y siempre lo sería; me daba lo mismo que hoy justo cumpliera dieciséis años, pues una parte de mí siempre iba a ver ese precioso y perfecto bebé que me había hecho descubrir el amor sin fronteras, sin preocupaciones, y el que había despertado ese instinto de protección del que tanto me enorgullecía de haber pulido, hoy hacía exactamente dieciséis años.
               Pero, sí, me gustaba este chaval. La trataba como yo quería que la trataran, y la trataría si no fuera… bueno, mi hermana. Veía bastante de mí en él, en la forma en que se abría hueco entre la gente sujetando firmemente la mano de Mimi, y cómo no la soltaba incluso cuando yo los miraba con una ceja arqueada. Notaba que le ponía nervioso (como para no; después de todo, le sacaba una cabeza y diría que unos veinte kilos de músculo que pulverizarían su cuerpo fibroso), pero, aunque le suponía un esfuerzo en algunos momentos, no se alejaba de Mimi.
               Me venía bien alguien valiente a su lado, sobre todo teniendo en cuenta que yo estaría demasiado ocupado cuidando de Sabrae como para preocuparme también por mi hermana.
               Aun así… era divertido meterle el miedo en el cuerpo.
               Y tampoco es que el chaval fuera gilipollas: había evitado muy hábilmente y en todo momento el quedarse a mi lado durante mucho tiempo, lo cual me indicaba dos cosas: la primera, que mi estrategia de avasallarlo para descubrir su límite (y de paso pasármelo bien) estaba funcionando; y la segunda, que me respetaba lo suficiente como para tenerme miedo. Lo cual, si llevas tanto tiempo fuera del ring, sin ningún contrincante que te haga demostrar lo que vales, es más que de agradecer.
               No había bajado la guardia ni un momento; ni cuando nos habíamos despedido de Eleanor, acompañándola hasta casa y dejando un poco de espacio a las chicas para que se abrazaran como procedía (El tenía la agenda bastante apretada, y su efervescente fama nos haría muy complicado pasear por Londres tranquilamente, que era lo que Mimi pretendía hacer con Trey, así que nos reuniríamos con ella más tarde); ni mientras pasábamos por los tornos para bajar al metro, después de que ambos dejáramos pasar a las chicas primero (porque puede que yo sea un sinvergüenza y el Fuckboy Original, pero mi madre ha criado a un caballero –y, vale, así tenía la excusa perfecta para mirarle a Sabrae su espectacular culo-) y yo hiciera un gesto con la mano indicándole que pasara delante de mí, a lo cual obedeció; ni siquiera cuando los dos dejamos un asiento libre en el metro junto a las chicas, por si acaso venía alguna ancianita desvalida o alguna embarazada, y nos agarramos a la misma barra sólo para que él siguiera charlando con Mimi mientras Sabrae los miraba como si ellos dos hubieran inventado el amor. La verdad es que la admiración de mi novia era lo que más celoso me ponía de todo este asunto; yo, no me causa rubor admitirlo, soy un hombre profundamente enamorado de mi mujer que vive con envidia los momentos en los que ella no me está mirando fijamente.
               -¿Quieres que te coja el bolso?-le preguntó Trey a mi hermana mientras ésta se peleaba con la caja de bombones que le había regalado para abrirla y probar otro mientras esperábamos para entrar. La verdad es que estaban de vicio, y me aliviaba ver que Mimi se estaba dando todos los caprichos que le apetecían ese día.
               Mimi lo miró y asintió, agradecida, entregándole el bolso con una sonrisa en los labios.
               -Tú ya nunca me coges el bolso-me pinchó Sabrae, sonriendo y besándome el costado. Si no me había puesto a bramar que como Trey no quitara sus manos de encima de Mimi yo se las cortaría sólo para ver cómo reaccionaba él (y, bueno, porque sí, vale, me estaba poniendo un poco celoso de ambos), era precisamente por lo cariñosa que se estaba poniendo Sabrae viéndolos a ellos dos. Igual que el dinero llama al dinero, el amor llama al amor.