¡Hola, flor! Al final lo he conseguido y estoy de nuevo aquí. Nos vemos, si no hay novedad por mi parte (porque a los 3 días tendré un examen, eso fijo), el día 23 de abril, que además es ¡el cumpleaños de Scott y el octavo aniversario de Sabrae!
Hasta entonces ❤
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Ojalá yo no estuviera segura de que iba a tener la reacción opuesta porque me acercaba a un mundo totalmente contrario a lo que le esperaba a la niña. Intenté prepararme, de veras que sí, pero en cuanto asomé la cabeza por la trampilla supe que no había preparación posible.
La habitación parecía congelada en el tiempo en el momento en que Diana había grabado el vídeo que había subido a Instagram: la bolsa de maquillaje abierta y los productos desparramados a los pies del tocador, el cepillo de pelo vuelto hacia arriba, todavía con hebras rubias enredadas en él, los pantalones vaqueros que utilizó para grabar su mensaje arrugados a los pies de la cama. El armario estaba cerrado, pero sabía que si lo abría me encontraría con una montaña de ropa entre la que había elegido cuidadosamente su vestimenta para cuando el mundo entero la juzgara y la destrozara por atreverse a ser humana, cometer errores, y enfermar por ellos.
Y, sin embargo, a pesar de esos pequeños chascos de desorden en un desierto que por lo demás permanecía inmutable, lo que más me perturbaba era cómo la habitación parecía haberse detenido en el tiempo al punto en que se había congelado ayer. El móvil de Diana no aparecía por ningún sitio; Tommy tenía el suyo con la pantalla vuelta hacia abajo sobre la mesita de noche de Diana, descansando encima del iPad en el que, seguro, había estado poniéndole pelis para intentar distraerla.
Era la habitación de una chica que había tenido un accidente de coche con sus amigas y que no había sobrevivido a la fiesta, y cuyos padres se negaban a reconocer que los meses habían ido dando paso a los años y ella nunca envejecería.
Eleanor entró antes que yo, dejándome la última para preparar el terreno para cuando yo llegara. Scott me tendió la mano cuando llegué al último escalón y pude, por fin, ver a Diana.
O, más bien, lo poco que quedaba de Diana. Se había convertido en una muerta en vida, con el pelo pegado a la frente, oscuro por el sudor y la grasa; apenas podía verle la cara entre la maraña de sábanas en la que estaba enredada, pero sabía perfectamente dónde empezaba ella y dónde terminaba la cama por el ligero temblor que delataba la posición de sus piernas, su torso y sus brazos.
La mirada de Tommy era la de un anciano, con unas profundas ojeras que delataban que no había pegado ojo esa noche. Tenía los hombros hundidos como la ladera de una montaña antaño orgullosa pero que había terminado cediendo ante el embate incesante del viento, y una mano que no separaba del bulto de las sábanas en que se habían convertido los hombros de Diana.
Una tristeza infinita como un glaciar se escondía tras sus ojos azul cielo cuando me miró, y a pesar de todo se forzó a sonreír. Me imagino que era la viva imagen de mí cuando Alec había tenido el accidente, y yo había hecho lo imposible por despertarlo, todo sin éxito. Odiaba que tuvieran que verlo en su peor momento, y a la vez agradecía que hubiera gente que le quisiera lo suficiente como para aceptar el dolor que suponía verlo mal y preocuparse por si el ahora era lo mejor que iba a estar en el futuro.
-Mira quién ha venido a verte, Didi-dijo en un falso tono alegre que no le salió demasiado bien. Supongo que Tommy había cruzado un punto al que yo ni siquiera había llegado; después de todo, él había tenido que velar a Diana más veces que yo a Alec. Por mucho que yo hubiera pasado más tiempo en conjunto cogida de su mano y rezando a quien quisiera escucharme para que se despertara, creo que no se comparaba con cómo te rompía el corazón ver a quien más querías caerse al mismo pozo una, y otra, y otra vez.
Scott se metió las manos en los bolsillos y se apoyó en el armario junto a la cama de Diana, sus hombros inclinándose igual que los de Tommy; hasta en eso eran hermanos. Eleanor, por su parte, apartó las sábanas de los pies de la cama y se sentó de costado, con ambas rodillas tocando la parte baja del colchón. Extendió la mano para ponerla sobre las piernas de Diana, que se encogió con un respingo y se hundió aún más en las sábanas.
Scott clavó los ojos en mí, y traté de mantenerme lo más tranquila posible. Sabía que, por mucho que quisiera a Tommy y estuviera ansioso por quitarle ese peso de encima, prevalecería su responsabilidad hacia mí. No me dejaría ver nada que me hiciera un daño que no pudieran curarme, ni permitiría que esta visita me hiciera más mal del que ya había superado. No era el Scott de Tommy, sino el mío. Mi hermano antes que el de él.
La única persona capaz de cuidarme incluso mejor que Alec.
Tenía que estar ahí. Tommy había estado ahí para mí. Diana había estado ahí para mí. Debía ser fuerte y saber estar a la altura de las circunstancias, como siempre le sucedía a mi novio.
Rezando por que se me hubiera pegado algo de él, de un par de pasos cautos entré en el campo visual de Diana, que sorbió por la nariz antes de verme.
-Hola-canturreé en la actuación del siglo, porque me rompió el corazón ver cómo Diana volvía a mí los ojos de un animal apaleado. Era la fiera estrella del circo de los horrores que había aprendido a desconfiar de todo aquel que no tuviera colmillos, porque la falta de estos no nos volvía menos peligrosos, sino más. La desconfianza que le había hecho sobrevivir, mantener sus ansias de libertad a raya, era la que ahora la hacía encogerse para volverse pequeñita en una esquina y que, con un poco de suerte, no la vieran. No sabía que nuestras manos eran amigas; no, al menos, en la parte de ella que había tomado el control.
Me pregunté si era esto lo que se encontraron Harry y Noemí antes de mandarla a casa de los Tomlinson, si había sido esto lo que había colmado el vaso hacía un año.
Y me obligué a sonreír al pensar que, si Diana había estado en este punto antes y había encontrado la manera de sobreponerse y ser feliz en un país extraño, con gente a la que no conocía mucho, sería capaz de salir de ésta estando en casa, rodeada de su familia.
-Te echaba de menos, Didi-dije, y Diana abrió los ojos, como tratando de enfocarme, como reconociendo los sonidos que salían de mi boca. Como recordando que sabía hablar. Me acuclillé a su lado y vi por el rabillo del ojo cómo Scott daba un pequeño paso hacia mí. Me aparté el pelo de la cara y estiré una mano tentativa para apartarle a Diana unos mechones pegajosos de sobre la ceja.
Eché muchísimo de menos a Alec. Él sabría hacer que todo fuera menos tenso simplemente con respirar. Quitarle el hierro hasta al asunto más complicado era su especialidad, y a mí… bueno, se me daba bien dar abrazos y decir las palabras adecuadas para animar a alguien cuando tenía la autoestima baja y se le había olvidado quién era, pero en esto me veía bastante perdida.
Diana parpadeó, seguro que notando mis dudas, y se hundió un poco más en la cama. Quería hacerse pequeñita, desaparecer. Yo también había querido desaparecer muchas veces.
Salvo estando con Alec… que siempre me sacaba una sonrisa, incluso en mis momentos más bajos. Una de las cosas que más le había gustado de mí era que yo no le había dicho que se callara cuando decía alguna chorrada, como sí hacían sus amigos. Le había dejado ser quien era y reconfortar como mejor sabía, y en eso él se había crecido y había ido ganando en confianza al darse cuenta de que sus bromas hacían más bien que mal.
Puede que ese cachorrito que tenía delante estuviera asustado porque lo trataban con demasiada delicadeza, como si estuviera hecho de cristal. Puede que necesitara que alguien le recordara lo que se sentía al jugar.
Así que simplemente hice lo que había visto hacer a Alec mil veces: abrir la boca y decir lo primero que se me pasara por la cabeza, con la esperanza de que de lo espontáneo surgiera una cuerda que lanzarle a Diana para que no se la tragaran las olas.
-Han pasado un millón de cosas las últimas veinticuatro horas-dije, y noté cómo Eleanor, Tommy y Scott se ponían rígidos de la tensión. Seguro que se habían esforzado cantidad en que Diana estuviera lejos de todos aquellos que la criticaban en redes, y si ahora yo aparecía y echaba por tierra todo el trabajo que habían hecho-, ¿sabes la que hay liada con el debate de La isla de las tentaciones?
Pude notar que nadie respiraba en aquella habitación salvo nosotras dos.
Y Diana dejó de temblar.
-No-dijo con un hilo de voz ronca, como si no hubiera hablado desde que publicó el vídeo que había desencadenado todo esto. Empezó a temblar de nuevo, pero de una manera más sutil, y yo asentí con la cabeza. Sentía que la tenía.
Sólo tenía que inventarme algún acontecimiento destacable de un programa que había dejado de ver hacía dos ediciones, cuando Shasha y yo nos habíamos enganchado a las reposiciones de America’s Next Top Model y las nuevas ediciones de Fuckboy Island de Reino Unido, Estados Unidos, Australia y Alemania (eran muy graciosos, los alemanes).
Podía hacerlo. Leía muchísimos libros, mi padre era profesor de literatura, y tenía unos conocimientos de cultura pop que rivalizaban con los de los editores más activos de la Wikipedia. Sólo tenía que inventarme algo que mereciera la pena luchar contra un mono contra el que mi amiga no tenía la suficiente ayuda.
-Ha habido una expulsión disciplinaria porque uno de los chicos ha cruzado la isla, se ha presentado en la villa de las chicas y ha ido derecho a por el tentador de su novia. Le ha roto la mandíbula de un puñetazo.
Diana se revolvió bajo las sábanas y juro que Tommy parecía una estatua.
-¿Quién?-preguntó, y noté que Tommy levantaba la vista y la clavaba en Scott. Yo no me atreví a mirar a Eleanor para que me ayudara, pues podía desvelar mi mentira. Estaba sola en esto, así que tenía que hacer memoria o inventarme un nombre creíble para alguien que estuviera en un reality. Sin embargo, sólo se me ocurrían los nombres de mis amigos, cosa que no podía decir por razones obvias.
Una palabra parpadeó en mi mente antes de desaparecer tan rápido como vino, y la solté antes de que me lo pensara dos veces.
-John.
Diana se quedó quieta de nuevo, y Tommy se inclinó hacia ella como si quisiera comprobar que todavía estaba respirando. Didi sorbió de nuevo por la nariz, se llevó los dedos a la punta, sorbió de nuevo, negó con la cabeza y cerró los ojos.
-Mucho ha tardado. Es… un sinvergüenza-jadeó, echándose a temblar de nuevo, esta vez con más fuerza. A Tommy se le humedecieron los ojos, y por la manera en que se inclinó hacia mí ligeramente, supe que, si no estuviera saliendo con uno de sus mejores amigos, me habría dado un morreo de película.
Se me encogió el corazón al pensar en todo por lo que debía de haber pasado Tommy a lo largo de las últimas treinta y seis horas para que una simple reacción de Diana le mereciera una reacción así. Después de todo, yo sólo podía compararla con la última vez que la había visto en persona, en la que ya no estaba del todo bien; él, en cambio, había tenido que permanecer a su lado y hacerse el fuerte mientras su adicción le iba ganando terreno hasta el punto de postrarla en la cama y hacerla presa de esos temblores horribles que, seguro, eran un poco más intensos debido a la ansiedad.
Ninguno estaba en sus mejores días, pero Tommy debía de estar pasando una de las peores rachas de su vida. Me animó pensar que, tal vez, yo pudiera contribuir un poco a cambiar las tornas.
-Y no es el único-comentó en tono de broma Scott, separándose del armario en el que estaba apoyado lo justo para entrar en el campo de visión de Diana sin que ella tuviera que levantar la cabeza. El truco funcionó, porque ella se giró ligeramente, el pelo todavía pegado a la almohada y los hombros asomando ligeramente por debajo de las sábanas, y trató de enfocarlo con unos ojos vidriosos sin una pizca de alcohol-. Han pasado más cositas los últimos días-comentó.
Ahora, toda la atención de la habitación estaba centrada en él; tanto, que incluso los temblores de Diana se redujeron un poco, como si la curiosidad de ella pudiera más que su malestar. Volvió a sorber por la nariz y se pasó de nuevo los dedos por ella, capturando los pocos mocos de los que no conseguía librarse del todo. Detesté que estuviera tan mal que no pudiera ni luchar contra ello, pero al menos sabía que estaba en un ambiente en el que no la juzgábamos y que no sentía otra cosa que no fuera pena por el estado en que se encontraba. Alguien como ella, que cuidaba tanto su imagen y que se mostraba siempre perfecta, debía de odiar volverse tan vulnerable.
-Jamás adivinaríais quién más se ha peleado-rió, y yo puse los ojos en blanco. Eleanor clavó los ojos en mí y alzó una ceja; Diana se pasó la lengua por los labios y se estremeció de nuevo, pero logró mantener a raya los temblores. Tommy, por su parte, siguió con la vista clavada en Scott, que hizo de señalarme con la mandíbula todo un espectáculo. Para cuando los ojos de aquel se volvieron hacia mí, el color azul de sus ojos se parecía más al del cielo que al de las profundidades de un glaciar, y la sonrisa que esbozó parecía sincera.
-¡Joder! Todo lo malo se pega, ¿eh?-rió, y me dio un empujón juguetón en el hombro al que yo respondí poniendo los ojos en blanco. Diana me sonrió con tristeza y se revolvió de nuevo en la cama, acomodándose en la medida de lo posible teniendo en cuenta su situación-. ¿No vas a decirnos cómo fue?
-Lamentable. Por su parte-aclaré, y arqueé las cejas, y los cuatro se rieron.
-Mamá le ha echado una bronca por el paripé, porque no puede permitirse que la expulsen del instituto con todas las faltas que está teniendo-explicó Scott-, pero creo que se alegra de que haya algo que nunca cambia.
-Es la primera vez que me peleo en el instituto.
-Eso no es verdad-dijo Eleanor.
-Me refiero a que alguno de sus hijos le parta la cara a algún retrasado de su curso-aclaró Scott.
-No eran de mi curso; eran mayores-repliqué, y Diana se rió suave y cansadamente bajo las sábanas.
-¿Les diste una paliza?-dijo con un hilo de voz cansada pero que a mí me sonó mejor que cualquiera de sus notas más altas en el programa, y yo me hinché como un pavo para animarla a que siguiera hablando.
-La duda ofende.
Tuvieron la delicadeza de no preguntar para que yo no tuviera que mentirles y, así, proteger la poca paz mental que aún conservaba Diana. Yo no sería la razón por la que se enteraría de lo que estaba pasando en el exterior, sobre todo cuando en casa estaban poniendo tanto cuidado de sortear lo que se decía, que, desde luego, no era poco.
Didi suspiró y se revolvió en la cama. Apoyó la cabeza de nuevo en la almohada y musitó:
-Tiene algo malo… que no haya nadie… siguiéndonos con cámaras… como hacían antes.
Tommy torció la boca en un gesto triste y le apartó el pelo de la cara, y aun con lo deshecha que estaba y lo poco ella que era, aun así, Diana fue capaz de mirarlo con un amor y un agradecimiento infinitos, mezclados, eso sí, con una culpa que me resultó muy dolorosa por lo familiar que era.
Era la misma culpa que había en los ojos de Alec cuando se le escapaba un quejido por sus huesos todavía rotos, tan frágiles que no parecían de él, después de que a uno de los dos se nos olvidara dónde estábamos en uno de nuestros apasionados y agradecidos besos de cuando estaba ingresado.
Entonces, de nuevo la asaltaron una oleada de temblores que le hicieron morderse los labios y cerrar un momento los ojos con fuerza, como si a base de fingir que todo esto no era real, dejaría de serlo. Eleanor se inclinó hacia ella y le acarició las piernas casi hasta las caderas, de forma que Diana supiera que había algo a lo que podía anclarse. Tommy se revolvió en la cama y también se acercó un poco más a su chica, y yo miré a Scott, que me devolvió una mirada dura tensa y distante; supe que estaba calculando si eran momento de llevarme de vuelta a casa o si todavía podía darme un poco más de margen.
Pero yo no podía irme, igual que sabía que Alec tampoco se marcharía por muy desagradable que le resultara la situación. Él se quedaría aun cuando lo que pudiera ver le persiguiera en sueños más tarde, porque temer por sus amigos no se compara con la culpabilidad que te supone el saber que no has estado ahí para ellos porque en un momento de debilidad decidiste anteponerte a ti mismo al bienestar de ellos, o tu comodidad a su confianza.
Por eso, y para demostrarle a Scott que podía con esto, me incorporé lo justo para sentarme también en la cama, con mis rodillas pegadas a las de Tommy, y le cogí la mano a Diana. Me obligué a mantener una sonrisa tranquilizadora a pesar de que estaba ardiendo.
-Sé que no está siendo fácil, Didi, y quiero que sepas que todos nos sentimos muy orgullosos de cómo estás luchando.
Diana al principio no contestó: se limitó a seguir mordiéndose los labios y apretar los ojos con fuerza, pero supe que me había escuchado porque se encogió ligeramente al oírme. No necesitaba que me dijera que no sentía merecedora de nuestro amor, ya no digamos de nuestro orgullo, pero que no creyera que lo mereciera no la hacía menos digna de que alabáramos su lucha y se lo dijéramos. Esperaba no verme nunca en su postura, pero si así sucedía, creo que me gustaría saber, en un rinconcito de mi mente en el que todavía fuera yo, que mis amigos no me abandonarían.
-Esto es… una mierda. Y lo que os estoy haciendo…-añadió, angustiada, y abrió los ojos y miró de nuevo a Tommy, que se limitó a negar con la cabeza, sisear para que se callara, y continuar acariciándole la cabeza. Le dio un beso en la sien y Diana respiró profundamente, empapándose del aroma de su piel.
No podía decir que no la entendiera, pues había pocas cosas que me tranquilizaran en mis peores momentos… y las sudaderas de Alec se habían convertido en la armadura con la que yo más a gusto me sentía cuando sentía que el mundo entero me había declarado la guerra.
-No pienses en eso ahora, ¿vale?-dijo Scott, que se había puesto a mi espalda y se había inclinado también hacia ella-. Tú céntrate en aguantar y ponerte bien.
Diana asintió con la cabeza, decidida, pero se le llenaron los ojos de lágrimas cuando confesó:
-No es fácil. Y mira que me lo dijiste-añadió, sus ojos de nuevo en Tommy, que negó con la cabeza.
-Esto iba a pasar tarde o temprano, Didi. Ningún momento era el ideal, aunque me alegro de que tardaras un poco en hacerme caso para que pudiera conocer las dos versiones de ti, y no sólo una.
Eleanor se levantó y salió de la habitación en busca de agua para Diana, que pareció tranquilizarse a pesar de que la población de chicas ahora estaba equiparada con la de los chicos. Se pasó una mano por el pelo, apartándoselo de la cara, y se destapó un poco, lo justo para que yo descubriera que se había metido en ella con la misma ropa con la que había hecho el vídeo para Instagram.
Miré a Scott de reojo, que asintió con la cabeza para que yo comprendiera que él también se había fijado en lo mismo en su momento. Diana necesitaba una ducha. Necesitaba cambiarse de ropa. Necesitaba sentirse un poco más ella, darse un momento para parar y reconectar con su cuerpo y con su bienestar. Estaba envuelta en su propia miseria, encerrada en el mismo sitio en el que había hecho la confesión de su pecado mortal, y con la misma ropa con que la estaban destrozando más allá de las paredes de aquel rincón que debería ser su refugio y no su tumba.
Cuando Eleanor volvió con una botella que Diana se bebió prácticamente de dos tragos le propuse que saliera de la habitación, pero se negó rotundamente.
-No quiero que los niños me vean así.
-Astrid y Dan están en nuestra casa-mintió Scott. O puede que papá o mamá hubieran venido a por ellos, o que Louis los hubiera llevado contando con que trataríamos de sacar a Diana de la habitación.
-No quiero arriesgarme a que vuelvan por lo que sea.
-No puedes pasarte la vida aquí encerrada-respondí con delicadeza, y entonces ella se echó a llorar.
-Por favor, no. No me hagáis salir de aquí, por favor. No. No puedo. No me aguantan las piernas, ni… no.
Tommy negó con la cabeza y siseó de nuevo, acallándola.
-No te preocupes. Saab sólo lo proponía. Iremos a tu ritmo.
Tardó unos minutos en tranquilizarse, y cuando lo hizo me pidió disculpas, lo cual me revolvió el estómago. No necesitaba que la hicieran sentir peor de lo que ya se sentía, y empecé a preguntarme si no le estaría haciendo daño estando ahí, siendo totalmente inútil y añadiendo una persona más por la que se avergonzaría al haber dejado que la presenciara en sus horas más bajas y haberla incomodado.
Sentada en el suelo, me pasé un buen rato con la cabeza apoyada en el colchón y observando a Diana mientras Tommy intentaba conseguir que se animara lo suficiente para intentar entretenerla con algo y que, así, el tiempo le pasara un poco más rápido. Si había algo peor para un cerebro que no dejaba de regodearse en lo mal que se sentía era, precisamente, uno ocioso que no tuviera otra cosa que hacer. A cada cosa que él sugería, Diana negaba con la cabeza y se revolvía un poco en la cama, temblando más o menos en función de variables que no logré descifrar. Cuando se mordía los labios, se ocultaba un poco más bajo las sábanas, como si todo fuera demasiado para ella y prefiriera estar sola. Entonces yo valoraba seriamente la posibilidad de marcharme, porque puede que lo que le hubiera venido bien a Alec a ella le hiciera daño, pero siempre la culpabilidad que sentiría después pesaba más por mi impulso de aliviarme un poco.
Hubo un momento en que Diana cerró los ojos y sus temblores pasaron a ser tan superficiales que apenas se distinguían de su respiración, profunda como la del sueño pero trabajosa como del final de una maratón. Scott se inclinó un poco hacia ella y la observó con los brazos entrecruzados; era el único de nosotros que había permanecido de pie desde que entramos en la habitación, y prácticamente no se había movido del sitio.
Tommy estiró los dedos y le acarició el nacimiento del pelo a Diana, que se encogió un poco más bajo las sábanas ante el contacto, pero sus músculos se relajaron al poco al reconocer esa manera de tocarla. Sólo había alguien capaz de hacerlo así, y era la única persona que no le haría daño en todo el mundo.
O la que más podía hacerle, según lo miraras.
-Harry y Noemí llegarán pronto-dijo Scott en un susurro, y los dedos de Tommy se detuvieron antes de volver con sus caricias cariñosas-. ¿Has hablado con ellos?
-No ha salido de esta habitación ni la ha dejado sola ni un momento-respondió Eleanor por él, y Scott la miró con intensidad, como si quisiera decirle algo con los ojos para no hacerle daño a Tommy. Diana se revolvió bajo las sábanas, pero no dijo nada.
-Eso no responde a mi pregunta.
-Ya tengo bastantes frentes abiertos, Scott. No necesito preocuparme también por los Styles-sentenció Tommy con una dureza que no dejaba margen a discusión, o por lo menos no por mi parte. A mi hermano, sin embargo, no le afectó tanto su tono.
-Necesita ayuda-respondió Scott-. Más de la que nosotros podemos darle. Ayuda de verdad. Tendrás que abrirte al menos a la posibilidad de que sus padres se la lleven-le dijo con la mayor delicadeza de la que fue capaz, aunque a mí me horrorizaba la idea de dejar que se fuera al otro lado del océano. Por mucho que estaría mejor atendida por un equipo de profesionales de lo que lo estaría con nosotros, sé que me habría vuelto loca si el que estuviera en esta situación hubiera sido Alec. Puede que yo no tuviera la preparación que tenían las enfermeras y el resto de personal sanitario que con tanto mimo lo habían cuidado, pero él me importaba lo suficiente para suplir esa falta de conocimientos con dedicación absoluta. Había aprendido a identificar hasta la más mínima señal de mejoría, y todavía las más nimias de empeoramiento, y anticiparme a ellas en la medida de lo posible. La paciencia había sido mi virtud y también mi castigo, y podía recitar cada minuto de la convalecencia de Alec con tanto nivel de detalle que cualquiera que me escuchara sentiría que había estado ahí, acompañándome cada segundo, cosa que las enfermeras no podían decir, pues tenían más pacientes.
Claro que ellas habían hecho que mejorara, le habían salvado la vida y me lo habían devuelto. Pero yo había estado a su lado a lo largo de todo el proceso, insuflándole las fuerzas que necesitaba para las cosas que sólo él podía lograr.
Y siempre había una parte de ti que no se fiaba del todo de que la persona más importante de tu mundo no fuera nada más que un número en el de los demás. Hay una reticencia a compartir muy específica que sólo sientes cuando alguien es tu máxima prioridad.
Tommy no respondió, sino que apretó la mandíbula, como conteniendo la mala contestación que mi hermano se ganaba a pulso.
-Tom…-le pidió Scott, y Tommy inhaló por la nariz, al límite de su paciencia. Sin embargo, fue Diana la que habló.
-No quiero ir con ellos a América-dijo con voz débil-. Quiero quedarme en casa. Y no habléis de mí como si no estuviera aquí-añadió, abriendo los ojos con mucho esfuerzo y lanzándole a Scott la mirada propia de una emperatriz a la que le han salpicado la servilleta con una gotita de crema de marisco.
Tommy fulminó a Scott con la mirada, pero Scott no se amilanó.
-Necesitas ayuda-sentenció con una dureza que no sabía cuánto procedía de lo que le dolía verla así, y cuánto de lo que le dolía cómo estaba sufriendo Tommy por ella.
-Me iría por Tommy-respondió ella tras una pausa para tomar fuerzas-, no por mí.
-Yo no pienso perderte de vista.
-Pues ya está-suspiró y se dio la vuelta, exhalando un largo suspiro con el que consiguió disimular un instante sus temblores.
Eleanor abrió la boca para decir algo, pero se interrumpió cuando unos pasos resonaron debajo de nosotros justo antes de que se abriera la trampilla… y Zoe apareciera escalando por ella como un zombie vengador ansioso por cobrarse su venganza.
Se me encogió el corazón al ver que Jordan venía con ella; el pobre no hacía más que cargar con los muertos de sus amigos últimamente. Me dedicó una sonrisa a modo de disculpa, como si se sintiera fuera de lugar allí, que yo le devolví con un poco más de calidez. Me cuidaba a mí en nombre de Alec, y ahora venía también a cuidar a Diana en nombre de su mejor amigo, que seguro que no dejaría que Tommy pasara por esto solo.
Zoe se apartó el pelo de la cara, una cortina de caoba perfecta que no casaba en absoluto con los mechones de un dorado oscuro y pringoso de Diana, y se inclinó sobre su amiga.
-¿Cómo vas, zorrón?-preguntó, y Diana se giró y se la quedó mirando. Se relamió de nuevo los labios, sorbió por la nariz, y abrió los brazos.
-Mal-dijo, y Zoe se rió por lo bajo.
-Siempre te ha encantado llamar la atención. Con tanta gente pendiente de ti debes de estar en tu salsa, pero eso se acabó. ¿Nos dejáis un momento?-preguntó, clavando en Scott unos ojos que dejaban ver que aquello no era una pregunta, sino más bien una orden. Jordan cambió el peso de su cuerpo de un pie a otro cuando Scott tardó un poco en ceder; mi hermano descruzó los brazos, se rascó la mandíbula, miró a Tommy y asintió con la cabeza. Me tendió la mano para ayudarme a levantarme, y aunque Diana me lanzó una mirada suplicante para que la perdonara, negué con la cabeza y le di otro beso en la frente. Zoe se apartó un mechón de pelo tras la oreja y levantó una ceja, sosteniéndole a Scott una mirada desafiante que no me pareció del todo justa. Algo me decía que Zoe culpaba a Scott de que Diana estuviera así, cuando lo único en lo que mi hermano sí que había tenido un papel destacado era en su intervención en Instagram, pero el mono por el que estaba pasando Diana no era consecuencia de nada de lo que hubiera hecho él.
Diana ya había venido a Inglaterra siendo adicta, así que en eso ni los Malik ni los Tomlinson habíamos tenido ningún tipo de influencia. Que hubiera tardado más en finalmente dejar las drogas no era algo por lo que mi hermano tuviera que pagar, pero supongo que yo tampoco sería demasiado benevolente con nadie que estuviera alrededor de Momo en uno de sus momentos más bajos, y trataría de encontrar culpables donde no los había.
Scott le dio un toquecito a Eleanor en el hombro para que ella también se levantara de la cama, y su chica lo hizo a regañadientes mientras Zoe dejaba su bolso encima de la mesita de noche y abría su cremallera.
-Tú también, Tommy-le dijo la recién llegada sin tan siquiera mirarlo, y Tommy abrió la boca, estupefacto.
-No pienso dejarla.
-Muy romántico, pero, salvo que tengas pensado follártela en los próximos minutos…
-¿Estando ella como está?-espetó Tommy, y Zoe puso los ojos en blanco.
-Sigue siendo la chica más guapa que has visto nunca, no sé por qué coño te pones así. El sexo distrae-sentenció, y no se me escapó cómo Jordan cambió el peso del cuerpo de un pie a otro y se pasó una mano por el pelo de una forma muy similar, pero no idéntica, a como lo hacía Alec. Denotaba vergüenza, cuando lo de Alec era chulería-, y ella necesita una distracción. Y tú también-añadió Zoe tras una pausa, y Scott rió entre dientes con una sorna que habría sacado de quicio hasta al más ferviente de sus admiradores. Eleanor le puso una mano en el pecho y negó con la cabeza, buscando su mirada como una polilla a la luz, y la tensión de la habitación se redujo un poco cuando sus ojos se encontraron.
-No voy a follármela y no voy a dejarla-sentenció Tommy con una furia helada que me puso los pelos de punta y me recordó a cómo me defendía Alec de los demás, incluidos mis padres-. Podéis hablar de lo que os dé la gana como si yo no estuviera aquí, pero no pienso dejarla sola, ¿entiendes?
-No estaría sola.
-Diana, ¿quieres que me vaya?-preguntó Tommy, y Diana susurró un suave “no” que le arrancó a Tommy una sonrisa altiva y triunfal. Zoe suspiró.
-De acuerdo, entonces, pero ni se te ocurra ponerte a protestar porque yo no pienso tratarla como a una muñeca rota como estás haciendo tú.
-¿Que yo la estoy…?
-Claro, porque tú la has tratado de puta madre antes, ¿no, Zoe?-soltó Scott, que podía pasar por dejar solo a su mejor amigo, pero no porque lo insultaran delante de sus narices-. Seguro que todo esto es culpa de Tommy, y tal.
-Está claro que vuestros métodos no han funcionado hasta ahora, así que me toca a mí-sentenció Zoe.
-¿Qué llevas ahí que no quieres que veamos?-inquirió Scott, y Tommy se puso tenso cuando se inclinó hacia ella, que se echó un poco hacia atrás.
-¿Creéis en serio que le traería coca o algo por el estilo después de los días que lleva luchando contra el mono?
-¿Tengo que contestar con sinceridad o con diplomacia?-quiso saber mi hermano, y Jordan carraspeó.
-Estamos todos un poco nerviosos, ¿no os parece? S, ¿por qué no le damos a Zoe un voto de confianza?-preguntó Jor, estirando las manos en actitud conciliadora hacia mi hermano, que lo fulminó con la mirada en un gesto que yo claramente interpreté como un “porque no se la merece”.
Jordan, sin embargo, no entró al trapo. En eso era totalmente opuesto a Alec, al que le gustaba morder el anzuelo más que un caramelo a un tonto. Hizo un gesto con la mano en dirección a la trampilla, como invitando a la pareja oficial de Inglaterra que abandonara la habitación como un par de consortes reales, y luego se giró para mirarme y esperarme. Me puso una mano en los hombros.
-¿Qué tal?
-He estado mejor.
-Y también peor-me recordó, juguetón. Me hizo un gesto para que bajara las escaleras delante de él y, con el corazón en un puño, fui poniendo los pies uno frente al otro en un equilibrio que me pareció más difícil que el de los artistas del Circo del Sol. Tampoco es como si Jor no estuviera pendiente de si tropezaba para cogerme, pero ya bastantes problemas le había dado como para obligarle a cuidarme incluso cuando yo no era la protagonista del drama principal del día.
Scott y Eleanor nos esperaban en el pasillo, un poco más cerca el uno del otro de lo que habían estado en la habitación, como si les hubiera dado apuro estar cerca en la buhardilla, darse calor el uno al otro y sentirse bien con su mutua cercanía cuando era la cercanía, precisamente, lo que más auguraba lo mal que estaban Diana y Tommy.
-¿Quieres tomar algo, Jor?
-En realidad, me gustaría hablar con Saab en privado, si no os importa.
-Estaremos en nuestra habitación-respondió Scott no sin cierto alivio mientras colocaba una mano en la espalda de Eleanor, que lo miró con una ceja alzada.
-¿En cuál de las dos que tienes en esta casa, quieres decir?-preguntó ella, juguetona, y aunque puede que se estuviera esforzando por quitarle hierro al asunto, agradecí que hiciera como que al menos algo seguía como siempre. Puede que Diana estuviera al borde de un colapso nervioso, puede que Tommy no hubiera pegado ojo en toda la noche, o puede que yo estuviera hecha un manojo de nervios porque no tenía a Alec para relajarme y decirme que todo saldría bien, pero al menos Scott y Eleanor seguían juntos y, por lo tanto, el mundo tenía sentido.
Mi hermano se rió por lo bajo, le dio un beso en la frente y le respondió “ya sabes dónde”. Por supuesto, sabía que no pasaría nada entre ellos dos mientras las cosas con Diana estuvieran así, pero me alegraba de que se tuvieran el uno al otro. Igual que me alegraba de tener a Jordan conmigo, aunque me intrigara y preocupara en cierta medida lo que querría hablar conmigo en privado.
Eleanor y Scott fueron a la habitación de ella, y Jordan y yo pusimos rumbo a la de Tommy. Él cerró la puerta mientras yo cruzaba la habitación para sentarme en la cama, poniendo cuidado de no arrugar las mantas perfectamente estiradas, prueba de que Tommy no había dormido en ella desde hacía bastante... igual que también era probable que no lo hiciera en una temporada.
Cuando hubo cerrado la puerta, Jordan se volvió hacia mí e inspeccionó la habitación como si la viera por primera vez: los pósters de conciertos a los que habían ido los nueve en grupo, las fotos con sus amigos desperdigadas en portarretratos, estanterías con películas, videojuegos y libros por igual (si había algo que Eri se había esforzado por inculcarles a sus hijos, aparte del idioma que hablaban cuando no querían que nadie más se enterara de sus conversaciones, era el amor por todas las formas del arte, y no sólo por la que les daba de comer), el escritorio que ya no servía para hacer deberes. Jordan dio un par de palmadas silenciosas y luego me miró con una sonrisa tímida, como si necesitara romper el hielo conmigo.
-Es raro estar aquí sin él, ¿eh?
Sonreí con timidez y asentí con la cabeza; no sé si se refería a Tommy o a Alec, pero supongo que a los dos se aplicaba el mismo axioma. Era raro estar en la habitación de Tommy sin Tommy.
Era raro estar salvando a alguien sin Alec. O haciéndome la fuerte. O convenciéndome de que podía con algo cuando no las tenía todas conmigo de que fuera así.
-Es la primera vez-dije, y Jor asintió con la cabeza, me dedicó una sonrisa dulce que hizo que comprendiera a la perfección por qué Momo estaba tan coladita por él, y vino a sentarse a mi lado en la cama. Fui consciente en ese momento de lo mucho que había cambiado desde que Alec se había ido: los cambios habían sido constantes, pero no por ello sutiles. La ropa de siempre le quedaba más ajustada, tenía más presencia gracias a los músculos más definidos y fuertes. Estaba segura de que bordaría el examen de acceso al ejército, tanto en los exámenes como en las pruebas físicas.
Se estaba esforzando muchísimo, se lo merecía más que nadie, y todo daría su resultado.
Jor cerró la mano en un puño y se golpeó la palma con él mientras se relamía los labios, buscando las palabras. Me aparté el pelo del hombro con un movimiento del cuello y le puse una mano en el hombro.
-Tranqui, Jor. Sólo soy yo.
Jordan rió por lo bajo y sacudió la cabeza.
-Nunca has sido “sólo” tú, Saab.
-Si vas a confesarme ahora que llevas enamorado de mí toda la vida, creo que tengo que decirte que es un poco tarde para eso: estoy prácticamente casada con tu mejor amigo. Alec, ¿recuerdas? Pelo castaño, blanco, como así de alto-estiré una mano, aunque ni de coña Alec era tan bajo como me alcanzaba el brazo a mí-; un poco fanfarrón y todo buen corazón…
Jor se echó a reír.
-Tranquila; sé que no tengo ninguna posibilidad.
-Bueno, me consta que tienes tu público, así que no te subestimes-le puse una mano en el brazo y se lo acaricié con el pulgar. Jor se quedó mirando nuestro punto de contacto, pensativo, pero sabía que no le molestaba en absoluto ese pequeño gesto de confianza que ninguno de los dos habría soñado nunca con tener.
-Scott me ha dicho que ayer por la noche os llamó-dijo, y yo asentí despacio con la cabeza.
-Se ha enterado de lo que está pasando. Incluso vio el vídeo de Diana.
Jordan bufó una risa.
-Joder, incluso en medio de la puta selva le funciona el sentido arácnido. Es acojonante-negó con la cabeza, y luego me miró de nuevo-. ¿Cómo está?
-Bueno, lleva poco de vuelta, pero se había pasado durmiendo varios días de un tirón, así que yo diría que bien. Cansado, pero…
-¿Hay alguna posibilidad de que vuelva, por remota que sea?-preguntó, y sentí que mis cejas se lanzaban a abrazar el nacimiento del pelo. Esto era nuevo. Jor echaba muchísimo de menos a Al, eso no era ningún secreto, y seguro que lo añoraba todavía más ahora que se pasaba tanto tiempo a solas en el gimnasio cuando antes habían estado juntos en su pequeño momento de estrechar lazos mientras entrenaban codo con codo, pero de ahí a querer que Al volviera había un trecho.
Y más si teníamos en cuenta que acababa de estar aquí. Vale que se había pasado mucho más tiempo conmigo que con los demás, incluido él, pero a Jor parecía haberle bastado.
Me sentí un poco mal al pensar que yo me sentía casi saciada de Alec porque no nos habíamos separado, cuando Jor se había conformado con tenerlo en los momentos en que yo había estado dispuesta a compartirlo.
-Pues… a ver, siempre hay el peligro de una hecatombe nuclear, supongo. Pero le pedí expresamente que no viniera. De hecho-fruncí el ceño, intentando luchar contra la sensación de malestar que me producía el egoísmo de Jordan si no se daba cuenta de que lo mejor que podía haberle pasado a Al estar lejos de nosotros mientras todo esto pasaba-, me alegro de que él no esté aquí. Sabes de sobra cómo se pone con estas cosas, lo protector que es, y Tommy es un poco su punto débil, igual que Bey, porque él es el más joven de vuestro grupo, así que todavía es más protector con él. No es que Scott le deje mucho margen, pero…
-Siento que la estoy cagando con cada cosa que hago. No debería haber permitido que Tommy lidiara con esto solo-dijo, escondiendo la cabeza entre las dos manos-. Todo es una puta mierda, y yo no estoy haciendo nada para arreglarlo cuando Alec ya habría encontrado como dos mil maneras distintas de parar esta bola de nieve antes de que se hiciera así de grande.
-Lo que está pasando no es tu culpa, ¿qué dices, Jor?-pregunté, poniéndole una mano en la espalda y tirando ligeramente de su camiseta para que se incorporara. No tenía fuerza bastante para hacerlo, pero donde Alec era terco como una mula, Jordan era dócil cual cachorrito, así que se estiró de nuevo-. Tú no podrías haber hecho nada. Lleva enferma mucho tiempo, y ahora ha encontrado por fin la razón para tratar de curarse.
-Podría haber venido antes. Hacer turnos con Tommy y Scott para que no se quedara sola y subiera ese vídeo de los cojones. O… no sé. Inventarme algo para que no tuviera que hacer ese vídeo, o tu hermano decir que tiene que parar por culpa de una ansiedad que ni siquiera tiene, para empezar.
-Creo que el vídeo era parte del proceso de sanación de Diana-dije despacio, y Jordan suspiró y se sacó el móvil del bolsillo. Tras mirar la hora, se lo volvió a guardar dentro-. Supongo que yo no soy del todo imparcial porque Scott es mi hermano, pero a ella también la quiero muchísimo y… aunque odio que se haya visto obligada a hacer esto, creo que la honra. Y que dice mucho más de quién es que los últimos meses en los que estaba tan perdida. Éste era un paso que Diana tenía que dar, por mucho que nos duela. Cada uno tiene que asumir las consecuencias de sus actos, por muy jodidas que sean… y te lo digo con el corazón en la mano, a pesar de que detesto cómo todo se está saliendo de madre.
-Vosotros no lo veis porque estáis acostumbrados a que vuestra vida sea un circo, pero esto no es normal, Sabrae. No es normal que Diana esté jodidísima con el mono ahí arriba y que no puedan mandarla a ninguna clínica a limpiarse porque ahora mismo es la persona más buscada de Inglaterra y literalmente todo el mundo quiere verla hundida. Vosotros no lo veis, pero yo sí. Y Alec también.
-Claro que lo vemos. Ya sé que tengo la perspectiva jodida por quién soy y por la relación que he tenido con los medios desde siempre, pero sé de sobra cuándo algo es injusto, Jor. Mejor incluso que tú, y te aseguro que mejor incluso que Alec. ¿O tengo que recordarte lo que dijeron de mí en la última mala racha, porque tuve la pésima idea de dejar ver que soy humana y no un juguete durante treinta segundos de mi vida? Alec no leyó lo que tuve que leer yo.
-Ya, pero yo sí-respondió, girándose y mirándome-. ¿Y crees que me hace gracia saber todo lo que dicen de la novia de mi mejor amigo?
-Ya eres mayorcito para saber que no deberías leer las cosas que no te gustan. Y tampoco es como si nos conociéramos de ayer. Llevas toda la vida lidiando con la fama de Scott y nunca te ha importado lo que dicen de él, ¿por qué ahora sí?
Jordan rió por la nariz.
-Porque de él nunca van a llegar a decir lo que han dicho de ti. O lo que están diciendo.
Se pasó de nuevo las manos por la cabeza y se echó hacia atrás, hasta apoyar la espalda en la pared de la cama de Tommy. Yo me aparté el pelo de la cara y me revolví sobre la cama.
-Si odias lo que dicen de mí, deberías alegrarte de que Alec no esté aquí para leerlo.
-Si Alec estuviera aquí te mantendría a raya-sentenció, y yo me reí.
-¿Per-do-na?
-Me hizo prometerte que te protegería. ¿Por qué me lo pones tan difícil, Sabrae?
Me puse en pie.
-Siento de veras si te complica el cumplir con tu absurda promesa patriarcal con tu mejor amigo de cuidarme como si fuera un pajarito herido que yo lidie con mis propias mierdas, Jordan, pero si tú o Alec esperabais en serio que no tome partido en absolutamente nada a lo largo de este año para que el mundo entero no se vuelva en mi contra, déjame decirte que más os vale esperar sentados. Toda mi puta existencia, desde mi primer respiración, ha sido un desafío a un mundo que odia que sea mujer-extendí el índice-, que sea negra-extendí el anular-, que sea musulmana-extendí el corazón-, que sea bisexual-extendí el índice-, y que no viva pidiendo perdón por tener la osadía de ocupar espacio-extendí el pulgar. Han querido hacerme minúscula y destruirme desde que nací por todos esos pecados que, además, a ti deberían resultarte familiares, porque al menos uno lo compartes conmigo.
»Y no se lo he permitido nunca. Nunca. No puedo permitirme dar un paso atrás, porque cada milímetro de terreno que ceda supone que el mundo entero se siente con derecho a quitarme el equivalente a un kilómetro cuadrado. Que estuviera mal hace semanas no quiere decir que me mereciera lo que me hacían, o que tuviera que cambiar para que pararan, porque no lo harán hasta que yo no muera, Jordan. Y puede que incluso algunos ni siquiera paren entonces. Así que perdona si no hago que tu vida sea un paseo de rosas a lo largo de este año, pero no pienso quedarme escondida y renunciar a ser yo para que tú quedes bien con Alec o por si Alec te la lía al volver y enterarse de lo que me has “dejado”-hice el símbolo de comillas y puse los ojos en blanco- hacer. Que, por si te sirve de algo, tampoco va a pasar: primero, porque como Alec se atreviera a preguntarte qué cosas me has “dejado”-volví a hacer el símbolo de las comillas- hacer, le montaría tal pollo que se acordaría de mí toda su vida; y segundo, porque él ya sabe lo que me propuse hacer anoche, cuando hablamos. Y, ¡sorpresa!, aunque me dijo exactamente lo mismo que me estás diciendo tú, también fue un poco más listo, quizá porque me conoce más, y no intentó prohibirme que no lo hiciera. Fundamentalmente porque sabe que, si alguna vez intenta prohibirme algo, cortaré con él. Por mucho que le quiera, lo haré.
Y todo porque Alec jamás me prohibiría nada. Si algún día dejaba de ser la persona de la que me había enamorado, puede; pero una de las cosas que más le gustaban a Alec era mi libertad, y lo que más le enorgullecía era que yo le hubiera elegido libremente de entre todos los demás.
-Él no te vio de mierda y recogió tus pedacitos. Yo sí-respondió con dureza-. Así que perdona si no me hace gracia que te pintes la diana en la frente y me obligas a ver cómo esquivas a duras penas las balas.
-Tiene gracia que seas tú precisamente el que me lo diga, Jordan, cuando sabes de sobra que hay batallas que nacemos librando y de las que jamás vamos a poder escapar.
-Por eso precisamente lo digo; ya tenías bastante con lo que estabas pasando, ¿qué necesidad…?
-¡Me da igual lo que digan de mí, Jordan! ¡Ya estoy curada de espanto!
-¡A MÍ NO ME DA IGUAL!-rugió-. ¡Y A ALEC TAMPOCO! ¡Puede que ahora esté a salvo de todo eso, pero ¿no crees que algún día se lo encontrará de casualidad y se meterá de nuevo en esa espiral de la que tanto te costó sacarle porque será incapaz de no indagar más en lo que pasaste cuando él no estaba?!
-En Etiopía se curará lo suficiente como para que todo eso le dé igual.
-Y una mierda. Sabes que tú siempre serás su mayor debilidad.
-Pues convéncelo para que me deje-sentencié, cruzándome de brazos.
Jordan se echó a reír con amargura.
-No vayas por ahí, Sabrae. Él te entrará al trapo, pero yo no pienso hacerlo.
-¿Por? Siempre estáis con vuestras mierdas de boxeadores, de que si sois peores porque os gusta una chica, de que si ahora sois débiles porque ya os da igual morir, y bla, bla, bla. A Alec se la suda; de hecho, incluso dice que le gusta ser peor, pero entiendo que a ti no te pase igual y eches de menos verlo en su máximo esplendor. Convéncelo de que me deje; estás en tu derecho. Pedirme que yo no cuide de mis amigos, sin embargo…
-Prefiero verlo al fondo de la clasificación y feliz contigo que jugándose la puta vida como un maldito kamikaze en cada puto combate porque a él sí le daba igual morir, Sabrae-espetó-. Tú no le viste nunca boxear; yo sí. Tú no le viste nunca a punto de palmarla; yo sí. Por eso sé lo que duele. Por eso no quiero volver a pasar por esto. Por eso no quiero que él pase contigo por lo que pasé yo con él. Todos pensáis que él es el más fuerte de los dos porque es el que llegó más lejos, pero yo sé que lo soy yo porque yo sabía cuándo parar. Alec no. Es igual que un perro que sigue mordiendo incluso aunque eso le destroce los dientes, y tú eres igual que él. A veces tenéis que dejarlo pasar, pero él no sabe. Enséñale tú.
Jordan se cruzó de brazos y me aguantó la mirada con determinación, eso tenía que concedérselo. Tenía estilo, eso debía concedérselo.
-No es comparable lo que hacía él con lo que hago yo.
-Es verdad. Él al menos se enfrentaba sólo a una persona.
Puse los ojos en blanco.
-Mira, Jor, te agradezco la preocupación, pero no voy a dejar de lado a mis amigos cuando me necesitan. Estoy cansada de esconderme. Estoy cansada de sentirme humillada. Estoy cansada de preguntarme qué dirá Alec y si le seguiré gustando si vuelve y me ve hecha un ovillo en un rincón de mi habitación. No te mentiré y te diré que no hay momentos duros en los que sí que me apetece más hacerme una bolita, pero… lo de Diana es injusto. Lo de Scott es injusto, sí, pero lo de Diana es más aún. Es curioso, ¿no te parece? El segundo nombre de mi hermano es “Yasser”, literalmente “protegido por Dios”, y sin embargo somos siempre las mujeres de su vida quienes le hemos protegido, aun a costa de nosotras mismas.
-Él no os lo ha pedido; ni a ti, ni a Diana. Y menos aún ha pedido esto. Sabíais que terminaría pasando esto, y aun así… os habéis tirado de cabeza a la piscina sin preocuparos de que estaba vacía.
-A veces es mejor saltar a que te empujen.
Jordan chasqueó la lengua y asintió con la cabeza.
-Bueno, vale. ¿Crees que será mucho pedir un pequeño aviso la próxima vez? No me gustaría tener que enterarme de todo leyendo cómo te ponen a parir en los tabloides de turno mientras ayudo a Zoe a recopilar lo que habéis dicho de Diana en redes para animarla.
-¿Que habéis hecho qué?-me senté a su lado de nuevo en la cama, y él se encogió de hombros y miró su móvil otra vez.
-Zoe sabía que Diana no miraría las redes después de subir el vídeo, y se perdería las muestras de apoyo que le darían quienes más le importan, así que se las hemos traído impresas. Aparentemente hemos vuelto a la Edad Media-puso los ojos en blanco, pero no pudo evitar sonreír-. Zoe quería que las leyera tranquila y hablar con ella a solas, de ahí que nos haya pedido que nos marchemos. Cree que necesitan intimidad. Sabe que Diana os quiere muchísimo, pero la conexión que tienen ambas… a ver, Didi es tan parte del grupo como todos los demás, pero nos conoce desde hace muy poco tiempo en comparación con Zoe y tiene sus propios secretos que proteger, así que…
-No me puedo creer que se le haya ocurrido hacer eso.
-Es bastante menos zorra de lo que pensáis, y lo descubriríais si le dierais una oportunidad.
Hice una mueca y arqueé una ceja.
-Disculpa si me fío de la imagen que nos ha mostrado a lo largo del último año.
-Cada uno interpreta su papel como quiere; algunos se acercan más a quienes son realmente, y otros menos.
-La dejó sola cuando pasó lo de Scott y Tommy. Sola, Jordan. En un país extranjero, con gente a la que conocía de hacía meses.
-De lo cual se arrepiente mucho, y está intentando mejorar. Y se te olvida que Diana llevaba viviendo meses aquí, pero Zoe sí que estaba en un país extranjero con gente que no conocía. No digo que lo haya hecho bien; sólo digo que a veces no hemos sido tan comprensivos con ella como con los demás.
-¿Y no crees que uno tiene que esforzarse un poco para que le entiendan?
Jordan me dedicó una media sonrisa que me dejó clavada en el sitio. Alec y mi hermano podían dar gracias de que él hubiera decidido ser inofensivo en lugar del galán en el que se habían convertido ellos, porque entonces ni mi hermano ni mi chico podrían presumir de tantas conquistas como lo hacían.
-¿De esto tengo que interpretar que no estás defendiéndome ante Momo?-preguntó con una sorna que me recordó tanto a Alec que me dolió el corazón. Y me hizo darme cuenta, también, de que puede que hubiera cosas en las que eran totalmente complementarios, pero también las había en las que eran iguales.
-No sé de qué me hablas-respondí, aunque debo decir que incluso a mí no me soné demasiado convincente. Jordan se rió.
-No soy tonto, Sabrae. La noto distante y borde cuando me contesta; lo que, por cierto, ya no es tan a menudo como antes, así que es más difícil mantener una conversación. Y antes de que me digas nada: sí, la echo de menos, y me gustaría que las cosas volvieran a ser como antes.
Me senté en la cama de Tommy y pegué la espalda a la pared, igual que Jordan, pero la diferencia de altura entre nosotros era tal que, mientras yo tenía las piernas extendidas, Jor podía doblarlas.
-Pues no sé qué quieres que te diga. Creo que ya sabes lo que has hecho que a ella le parece mal… lo cual no quiere decir que yo esté de acuerdo en que se enfade contigo por eso.
-Me divierto mucho follando con Zoe. No quiero que Amoke se enfade conmigo y dejemos de ser amigos-confesó-, pero a la vez siento que no es justo que se enfade porque yo no le he prometido nada, y más aún cuando Zoe y yo queremos lo mismo. Somos conscientes de nuestras circunstancias. Sólo es sexo sin compromiso, y, la verdad, me lo paso de alucine follando con ella, o simplemente viendo porno juntos (aunque eso suele llevar a…)
Puse los ojos en blanco y él se revolvió.
-Sé lo que piensas del porno, pero dame un respiro, ¿vale? Tengo mucho en lo que pensar y de lo que preocuparme, y necesito relajarme un poco.
-Si te gusta ver violaciones…-dejé la frase en el aire y me encogí de hombros, aunque sabía que me llevaría más que eso cambiar la perspectiva de Jordan. Después de todo, él no me escuchaba como lo hacía Alec.
-Con todo de lo que me tengo que ocupar, creo que algo que sume un poco de tranquilidad…
-Si quieres puedes dejar de cuidarme-dije, y no era un farol. Crucé las piernas y le puse una mano en la pierna-. En serio. Sé que te doy mucho trabajo.
-Sabes que no lo decía por ti-respondió, un poco aplacado, y yo le acaricié la pierna.
-Lo sé. Pero quiero que sepas que no estás obligado.
-Eres lo único que me queda de mi mejor amigo este año-respondió con cara triste, como si le doliera siquiera pensar en dejarme atrás. Me puso una mano sobre la mía y me dio un ligero apretón en la muñeca, como asegurándose de que yo era real y estaba ahí-. No quiero perderte también a ti. Y más aún si ya he perdido a Amoke.
Me incliné a darle un beso en la mejilla, algo por lo que Momo mataría (o me mataría), y le acaricié la mano con el pulgar. Todavía estaba un poco enfadada con él por intentar detener el río furioso en que yo era capaz de convertirme a veces, sobre todo cuando era yo en mi forma más pura, pero me causaba mucha ternura ver a un grandullón como él siendo vulnerable, sobre todo porque sabía que no se lo habían puesto fácil para que se permitiera salir del caparazón.
Además, le había cogido muchísimo cariño a lo largo del último año. Era un amigo excepcional con todos sus amigos, no tenía ninguna queja de lo bien que trataba a Alec o de cómo había apostado por nosotros… y la verdad es que era tan paciente conmigo que hasta superaba a mi novio.
-Tú no has perdido a Momo, Jor. Simplemente está haciéndose la dura, pero la tienes en el bote. Ojalá no fuera así, porque no creas que me hace gracia que mi mejor amiga esté prendada de un chico que está con otra-añadí, haciéndome un poco más la dura-, pero tendrás que liarla un poco más gorda si quieres de verdad que ella pase de ti.
-La quiero un montón-dijo, y yo sonreí.
-Lo sé, pero no se te ocurra decirlo, o te arrastrará a Las Vegas para que os caséis vestidos de Elvis y Marilyn.
Ambos nos echamos a reír, y en aquella estábamos cuando Tommy abrió la puerta de su habitación y se colgó del pomo como si él fuera el invitado, en vez de nosotros.
-Zoe ha conseguido que Diana se duche, y necesitamos ayuda.
-No-respondió Zoe a su lado, más allá de la puerta-, yo necesito ayuda. A ti te vendrá bien dar una vuelta, o echarte una siestecita. Tienes unas ojeras como si hubieras participado en una maratón de orgías. Y sería una verdadera pena habérmelo perdido-ronroneó Zoe, y Tommy suspiró con cansancio. Jordan le dio unas palmaditas a la cama a su lado, y Tommy volvió a suspirar.
-Si avisáis a Scott…
-Tranquilo, ya sé que no puedes dormir sin tu osito de peluche particular-respondió Jordan, incorporándose y tendiéndome la mano para ayudarme a levantarme, pero yo me incorporé de un brinco y me acerqué a la puerta. Zoe me esperaba con Diana a su lado, casi tirada encima de ella, con un brazo sobre sus hombros y el de la pelirroja alrededor de la cintura de nuestra amiga. Diana no dejaba de temblar, y cuando le puse una mano en la frente, descubrí que seguía ardiendo.
Quedaba descartado, entonces, el que tuviera calor en la cama: lo que ocurría es que tenía fiebre.
-¿Estás tomando medicación para esta fiebre?-pregunté.
-Lo vomito todo-respondió con un quejido, y Tommy le apartó el pelo de la cara y le dio un beso en la sien.
-Vamos a cuidarte, Didi.
Diana le dedicó una sonrisa cansada y se pegó un poco más a Zoe cuando yo hice amago de pasarme su otro brazo por los hombros.
-Puedo yo sola. Sólo necesito un pequeño apoyo.
-Yo soy más pequeña que Zoe-bromeé, y las dos americanas sonrieron, una con más intensidad que la otra.
Eleanor se nos unió cuando Tommy abrió el grifo del agua caliente. Se remangó la sudadera que llevaba puesta y comprobó cómo subía la temperatura mientras nosotras ayudábamos a Diana a desvestirse.
Aparté la mirada al ver las marcas de uñas que tenía en la parte trasera del costado, como si se hubiera estado arañando a propósito mientras se abrazaba a sí misma para sujetarse, como si pretendiera arrancarse la estabilidad de lo más profundo de su alma. Tommy le ofreció la mano igual que Jordan me la había ofrecido a mí para ayudarla a entrar en la bañera, y cuando Diana se hubo sentado entre el agua cálida, se inclinó y le dio un beso en los labios.
-Pide que me vayan a buscar si quieres que venga, ¿de acuerdo? No necesitas una excusa.
-Vale.
-Chad y Layla me han dicho que vendrán en breves, pero si quieres puedo decirles que otro día.
-Me apetece.
-Vale-Tommy sonrió y le dio otro beso-. Pide que venga si quieres-le recordó, y cuando Diana asintió, esbozó una sonrisa un poco más amplia-. Disfruta, amor. Te quiero mucho. Estoy muy orgulloso de ti.
-Gracias, T. Te quiero.
Tommy se incorporó todavía con una sonrisa, nos dio las gracias en silencio a Eleanor, Zoe y a mí, y salió del baño. Cuando él hubo cerrado la puerta, Diana apoyó la sien en la bañera y se echó a llorar.
Zoe cogió el teléfono de la ducha y se la pasó por el pelo mientras Diana lloraba y lloraba, ajena a todo y a todos. Yo le acaricié el pelo mientras Eleanor se lo desenredaba con las manos, un trabajo artesanal que no le importaría hacer una y mil veces si con eso Diana se ponía bien.
-No me merezco esto. Debería estar muerta-gimió, y a mí se me llenaron los ojos de lágrimas, igual que a Eleanor. Zoe, sin embargo, le cogió la cabeza con delicadeza y le levantó la mandíbula para que el agua le cayera sobre la cara, llevándose así también sus lágrimas.
-No digas eso, Didi.
-No sé qué me ve tu hermano. Debería quedarse sólo con Layla-gimoteó-. Yo no me lo merezco.
-Tommy te quiere.
-Pues no debería. No soy buena para él. Está haciendo todo esto por mí y yo sólo… yo sólo puedo pensar en meterme otra raya-confesó. Se pasó las manos por los ojos y se los frotó, haciéndose tanta fuerza en ellos que incluso temí que se los sacaría, y ni siquiera sé si sería un accidente-. Como la otra vez. Soy igual de asquerosa que la otra vez.
-Siempre es duro superar una adicción, Didi. No seas tan dura contigo misma.
-Yo no… no…
Diana se inclinó hacia delante y vomitó un líquido amarillento, y se puso a llorar más fuerte al verlo.
-Lo siento. Lo siento, yo…
-No pasa nada-le aseguró Eleanor mientras metía la mano en la bañera y tiraba del tapón para vaciar el agua. Zoe empujó el vómito de Diana hacia la espiral con el agua de la ducha mientras yo le limpiaba la mandíbula con una toalla mojada.
-No deberíais cuidarme. No me lo merezco. Soy una egoísta que jode todo lo que toca. Si estuviéramos otra vez en el concurso… esto tendría fácil solución.
Cogí una esponja, la mojé con el chorro de Zoe y se la pasé despacio a Diana por la espalda, procurando no hacer presión sobre las marcas de uñas.
-Con lo mal que lo pasamos. Con lo mal que te lo hice pasar-jadeó-. Lo zorra que fui, lo egoísta. Y sólo… no dejo de pensar en que, si estuviéramos allí… yo no estaría haciéndoos pasar por esto. Todo tendría fácil solución. Sería mucho más fácil matarme.
-No digas eso, Didi.
-Es triste, ¿sabes?-preguntó, y Zoe apartó el chorro de encima de Diana mientras cerraba el grifo de la ducha-. Con todo lo que estáis haciendo por mí, con todo lo que se está esforzando Tommy, con lo mal que se lo estoy haciendo pasar, y yo… aun así… dejaría que me follaran 50 tíos de la peor calaña por dos rayas de coca. Y cien por dos gramos. Para que Tommy deje de sufrir así.
-¿Crees que Tommy quiere enterrarte?-la riñó Zoe-. Déjate de gilipolleces y no pienses en eso. Céntrate en seguir luchando.
-Debería haber pedido más en el concurso-continuó ella, como ida, y Eleanor se quedó muy quieta y me miró-. No debería haberme conformado con una bolsita. Debería haber pedido más. Aunque así tuviera que dejar que me follaran. Al menos Tommy no estaría pasando por esto.
Eleanor y yo seguimos mirándonos, y a mí me recorrió un escalofrío. No. No podía estar confesándonos lo que…
Zoe también se había quedado quieta.
-¿En el concurso?
-Tommy no lo sabe. Quizá debería contárselo y que me odie y pase de mí.
-¿Qué pasó en el concurso, Didi?-preguntó Eleanor, arrodillándose frente a ella y tratando de atraer su atención. Diana apartó la vista-. Didi, por favor. ¿Qué pasó en el concurso?
-Diana-le pedí yo, y le di un apretón en el hombro-. Cuéntanoslo. ¿Qué pasó?
-¿Te hicieron daño?
-Seguí metiéndome-dijo entre lágrimas-. Soy una cerda. No me merezco a tu hermano.
-¿De dónde la sacabas? ¿Quién te la daba?
-Los productores. Ellos me la daban.
-¿Cuándo?
-Entre los ensayos-Eleanor me miró, horrorizada y dolida.
-¿Dónde? ¿En la habitación?
-No. En la habitación, no.
-¿Dónde, Didi?
Zoe y yo intercambiamos sendas miradas impenetrables, propias de diosas de la guerra cuya furia trascendería mundos. Eleanor, sin embargo, estaba inclinándose sobre Diana y tratando de que no se perdiera en su confusión y su vergüenza para darnos una confirmación que ninguna de las tres quería ni necesitaba, pero que teníamos que oír.
-Didi, por favor, dime dónde.
-En sus despachos.
Solté a Diana porque no podía responder de la fuerza con la que la sujetaría mientras el corazón me martilleaba en las sienes, presionándome como dos taladros y haciendo que viera rojo. No quería imaginarme lo que me imaginé, lo que toda chica se imaginaría. No los había visto nunca, pero visto uno, visto todos: cerdos trajeados, hijos de puta reclinados en la silla de su despacho como emperadores que contemplan sus dominios desde lo más alto de su palacio, asquerosos por fuera y también por dentro.
-Didi…-empezó Eleanor, acariciándole la mandíbula-. Lo siento muchísimo, cariño.
-Lo diremos-sentenció Zoe.
-No. No me creerán.
Me imaginé a Diana, tan joven, tan bonita, tan perfecta, tan vulnerable a sus deseos. Sólo quería una cosa, una cosa nada más, y estaba deliciosamente dispuesta a ojos de aquellos hijos de puta. Haría todo lo que ellos quisieran con tal de que le dieran la droga con la que la mantenían atada a la puerta de sus despachos, a las patas de sus mesas.
-No podemos seguir callándonoslo-respondió Zoe.
-Siempre será mi palabra contra la de ellos. No me creerán. Quiero que esto pase y no recordarlo más. No me dejéis que vuelva a…
-No lo haremos-dijo Eleanor, y le puso las manos sobre los hombros-. Te lo prometo.
Seguro que se reían recordándolo. Seguro que era una anécdota de la que disfrutaban en la oscuridad. Seguro que Diana era un nombre reluciente en una larga lista de estrellas que, creían, habían recolectado cuando estaban en caída libre.
Esto no podía seguir así. No podían seguir abusando de chicas vulnerables que creían que los necesitaban, cuando era más bien al revés.
Recordé la ira de cada ocho de marzo, la gloria en cada grito, la fuerza en la unión. Recordé lo bien que me había sentido protegiendo a mis amigas, lo en armonía con mi cuerpo y mi mente mientras recuperaba mi mejor versión: mi yo luchadora, reivindicativa. La que tenía cinco motivos por los que luchar, cinco razones por las que enorgullecerse, cinco banderas que ondear con rabia aprovechando el viento del huracán; las cinco banderas por las que querían destruirme. En mi mente empezó a formarse un plan.
Diana ni siquiera habría sido el principio, pero yo sería ese final del que se reían porque creían que no iba a llegar. Creían que estábamos en caída libre y que nunca llegarían al suelo, pero esto no era el final. Yo seré ese final. No me verán venir, y se lo quitaré todo. Cuando se den cuenta de lo que verdaderamente soy, será demasiado tarde para ellos.
No seré la estrella fugaz que han creído capturar y controlar. No brillaré a su antojo, no iluminaré su cielo. Le prenderé fuego. Por mí, por Diana, y por todas las que vinieron detrás.
Seré el meteorito que los pulverizará.
Me las van a pagar.
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Hacia tiempo que no lo pasaba así de mal leyendo un capítulo. El momento inicial con Diana me ha dado una pena terrible y luego la discusión de Sabrae y Jordan a pesar de ello me ha encantado y lo he visto un momento super necesario y bonito. Me ha puesto super blandita ver como aunque se justificaba con Alec realmente Jordan estaba genuinamente cagado por Sabrae. Una de las relaciones mas lindas de esta parte de la novela para mi. Ojalá sigas ahondando en ella.
ResponderEliminarPor otro lado tengo que hablar de la parte final y de como a pesar de que he tenido ganas de vomitar con la confesión de Diana se me han puesto los pelos de punta con Sabrae. Estoy vibrando de alegría de que haya llegado ese momento en que finalmente vuelva la Sabrae del principio 100% y sobre todo por algo como esto. Necesito que les arruinen la vida a esos hijos de puta.