domingo, 28 de abril de 2013

No voy a dejar que te caigas.

Encendí rápidamente las luces del vestíbulo, el pasillo y la cocina, decidida a meterme en la cama cuanto antes. Estaba agotada. No, agotada era poco. Más bien machacada. Sí, machacada era la palabra correcta.
-Sé que no es mucho-empecé a disculparme para Victoria mientras los chicos iban entrando en el pequeño piso y sonriéndole a modo de intento de tranquilizarla-, pero es lo que hay.
-No importa. Está muy bien-miró a su alrededor. Sí, seguramente estaba bastante bien para el precio que la casa había tenido cuando mis padres lo compraron. Y, de estar situada en Londres, desde luego no iba a estar nada mal, tanto su espacio como su precio. Era bastante grande (la casa más grande de todas mis amigas, aunque a mí siempre me había parecido una casa de tamaño medio, ni muy grande ni muy pequeña, pues no me hacía a la idea de que nadie pudiera vivir en menos de 100 metros cuadrados).
Dejó la bolsa despacio en el suelo, junto con las de los demás, y se asomó al salón. Contempló la televisión mientras los chicos la encendían, curiosa. Se acercó despacio a las ventanas del fondo de la habitación. Le abrí la terraza y dejé que saliera fuera. Cuando me quise dar cuenta, Niall ya estaba allí, esperando para abrazarla si se sentía mal.
Victoria se acarició el brazo despacio mientras se asomaba a la ventana. La calle estaba desierta, salvo por la excepción de coches que pasaban muy de vez en cuando, iluminando con sus faros delanteros la calle, dando un aspecto fantasmal a los que nos asomábamos a las ventanas a horas tan indecentes como ésa. Las doce y media de la noche.
No había esperado menos de un viaje en avión en el que a duras penas habíamos conseguido embarcar (Harry había tropezado con una mujer y se habían intercambiado las bolsas sin querer, que, casualmente eran iguales, por lo que habíamos tenido que salir corriendo por la terminal, intentando localizar a la tal señora antes de que cogiera su propio vuelo y se llevara las cosas de Harry con ella, muy lejos).
Liam encendió la tele y bostezó. Se sentó al lado de Alba en el sofá, que apoyó la cabeza a su lado. Niall se abrió paso con educación hacia Victoria, apartándome lentamente para llegar hasta ella.
-¿Estás bien?
Victoria asintió despacio, sin poder apartar los ojos de la calle. Tampoco estaba tan mal, ¿no?
-Esto es diferente a mi casa.
-Avilés mola de día. De noche no tanto. Sobre todo por esta zona. El parque-Alba señaló en dirección a las ventanas por las que no estábamos mirando; los árboles se erguían como fantasmas sobre nosotros- de noche es peligroso, y casi nadie pasa por ahí.
Victoria se giró en redondo, con los ojos esmeralda muy abiertos. Su pelo voló por todas partes, azotándome.
-¿Cómo que peligroso?
-De día no pasa nada-la tranquilicé, lanzándole una mirada asesina a Alba-. Pero de noche hay drogadictos, y esas cosas.
-Lo estáis arreglando, tías, lo estáis arreglando-bufó Harry, que llevaba de mal humor desde que pusimos un pie en mi país. En el mío y en el de su novia, que llevaba tiempo sin dar señales de vida.
-¿Qué pasa, chicos?-replicó Zayn, mirando la tele, distraído. No entendía lo que decían los dibujos animados, pues Liam aún no había encontrado la manera de ponerlos en su idioma natal-. No os peleéis. Estamos en España y vamos a divertirnos. ¿Vale?
-Eri, no te quedan cervezas-informó Louis, asomándose a la puerta del salón, apoyándose en el marco de la puerta y tamborileando con los dedos en él. Joder. Qué hombre este. Claro que no tengo cervezas, básicamente porque yo no bebo y mis padres están en el pueblo, Louis.
-Mañana vamos a por unas.
-Mañana está todo cerrado por fiestas.
-En el quiosco de debajo de casa no. Cerrad la boca, ¿queréis?
Victoria no apartaba la vista de la calle.
-Mañana por la mañana te llevamos de paseo para que veas la zona, ¿te parece?-sugirió Niall, besándole el hombro. Victoria no parecía muy convencida con todo aquello.
-Pero, ¿podéis salir por la calle por aquí? ¿Tan pequeño es este sitio?
-Dependiendo de cómo estén las chicas, de lo que estén haciendo, y de cómo nos vistamos, con suerte no nos reconocerán-informó Liam, demasiado ocupado en acariciarle la mano a Alba y hacerle carantoñas como para mirar siquiera a su interlocutora. Victoria se mordió el labio.
-Sólo si quieres, nena. No es obligatorio-añadió Louis, volviendo a desaparecer en dirección a la cocina, dejándome sola entre tanta gente con mi punzada de celos. Sólo yo era su nena. No tenía ningún derecho a llamar a las demás así, ni las demás a que él las llamara así. Me mordí el labio, conteniendo las ganas de ir corriendo hacia él y recordarle quién era él y quién era yo. 
Pero terminé suspirando, llevándome un dedo a los labios y pensando qué íbamos a hacer ese día, el siguiente y el día de fin de año. Teníamos que ir a por Noemí, lo que sería fácil si no necesitáramos coches y tuviéramos que obligar a los chicos a recorrer una ruta que ni siquiera yo misma recordaba. El pueblo estaba en la frontera con Cantabria, pero no estaba segura de poder llegar hasta allí sola. Y luego estaba el tema de la conducción por el carril contrario en mi país con respecto a Inglaterra, algo que a los chicos no les hacía ninguna gracia. Ninguno quería coger el coche a no ser que fuera estrictamente necesario.
Y luego estaba el tema de a dónde íbamos a ir en Nochevieja. Al principio la idea había sonado muy bien en Londres, donde todo el mundo hablaba un idioma que todo el mundo entendía, pero ahora, en mi país, la cosa ya no pintaba tan bien. Ni a Alba ni a mí nos había hecho mucha gracia darnos cuenta demasiado tarde de que, lleváramos a donde lleváramos a los chicos, ellos no iban a entender una puñetera palabra, por lo que seguramente una noche que prometía acabaría siendo una noche en la que lo pasarían mal. Y seguramente nosotras también, dado le contagio de emociones que se daba en la banda cada vez que uno tenía algo fuerte dentro de su corazón y necesitaba sacarlo fuera.
Dejé a la pareja sola en la terraza, mientras contemplaban la ciudad, y me dirigí en busca de mi novio, que ya no estaba en la cocina. Lo encontré en mi habitación, sentado en la cama, leyendo unos mensajes que le iban llegando a toda velocidad. Estuve a punto de dar un toque en la puerta para pedirle pasar, pero terminé entrando de todas formas. Era mi habitación, y no iba a pedir permiso para entrar en ella. Ni siquiera a Louis.
-¿Interrumpo?
Negó con la cabeza sin apartar los ojos de la pantalla de su teléfono. Cuando llegué a su altura y pude echar un vistazo a qué hacía, me sorprendió habiendo cerrado ya la ventana que tenía abierta entonces. ¿Qué escondía?
Me senté a su lado y lo miré a los ojos.
-No sé qué vamos a hacer el 31.
-Bienvenida al club-espetó, suspirando y clavando la vista en la persiana, que estaba casi totalmente bajada, salvo por unas ranuras que siempre dejaba abiertas, pues me daba la impresión de estar ahogándome si no veía un poco de luz, aunque ésta fuera mínima y apenas diera para entrar y clavarse en la habitación. Las farolas de fuera se apagaban cada dos por tres, debido a la gente súper amable que no tenía otra cosa mejor que hacer que robar los cables de cobre. 
Me aparté el pelo de la cara y jugueteé con el anillo de Tiffany que me había regalado.
-Creo que ha sido una mala idea venir a España-susurré. No podía hablar esto con los demás, no ahora.
Frunció el ceño y se me quedó mirando. La luz del techo le sumía el rostro en luces y sombras que no hacían más que convencerme de que tenía ante mí a un dios, más que a un novio, y que debía idolatrarlo, adorarlo y venerarlo por encima de todas las cosas posibles, incluso de mi vida, no simplemente amarlo, a pesar de que le amara a él mil veces más de lo que me quería a mí misma y a mis sueños. Él era un sueño, el mayor de todos.
Se inclinó despacio hacia mí, muy despacio. Me besó el hombro sobre la camiseta. Cerré los ojos, disfrutando de aquel mínimo contacto y preguntándome cómo alguien podía hacerme sentir todo eso, a la vez, con apenas unos centímetros de su cuerpo.
No pude apartar la mirada de su boca cuando se apartó.
-Yo me alegro  de estar aquí.
Busqué su boca, pero terminé decantándome por su mandíbula. Joder, Louis era perfecto, la tentación hecho persona, el bien y el mal concentrados en un sólo cuerpo, decididos a destruirme tal y como era... y yo no podía resistirme. Nunca podría, era exactamente lo que yo llevaba buscando, sin saberlo, toda mi vida.
Y luego estaba su capacidad para hacer sentir a todo el mundo bien sin perder nunca aquella preciosa sonrisa.
-Si te sirve de consuelo, podemos hablar con los demás y montar una pequeña fiesta o algo, aquí en casa, sin necesidad de ir a ningún sitio. Ponemos música que mole, y ya está-sugirió. Gocé de cómo los músculos de su cuello se tensaban y destensaban según iba hablando, y me pregunté cómo sería estar besándolo allí mientras cantaba.
No pude reprimir mi sonrisa cuando me leyó exactamente el pensamiento. Qué hombre este.
-No quiero joderos la Nochevieja al resto-repliqué, negando con la cabeza y jugueteando con mi anillo. Me tomó de la mano, enredando sus dedos entre los míos, diciéndome que no estaba sola, que no iba a joderle nada a nadie, porque él no me dejaría.
-No pasará nada. Además, a mí no me joderás la Nochevieja, a no ser...
Levanté la vista para encontrarme con aquel mar infinito. Dios.
-¿A no ser?-inquirí, tímida, a pesar de la sonrisa que luchaba por salir a la luz en su (más que perfecta) boca.
-Que no la pases conmigo.
Suspiré, me incliné hacia él y lo besé despacio. Me devolvió el beso, que se fue incendiando poco a poco, como un bosque húmedo durante la época de los fuegos, que tardaba en encenderse pero que luego ya no podía parar.
Lo empujé sobre la cama sin apartar mis labios de los suyos, decidida a no dejarlo ir, pasara lo que pasara, pesara a quien pesara. Me acarició la espalda despacio, metiéndome entre sus piernas, y yo aproveché para inclinarme hacia arriba un poco más. Deseé poder apagar la luz sin apartarme de él, pero el interruptor estaba muy lejos, y no podía alcanzarlo.
Sus manos se metieron debajo de mi camiseta, abrasándome la piel, destrozándome los nervios por culpa de las corrientes eléctricas que me recorrían de arriba a abajo. Aquello no era justo, no podía tenerme así, con sólo tocarme, y que yo no pudiera  defenderme, cual corderito que espera con pánico su turno para que lo metan en la trituradora de animales.
Llegó hasta mi sujetador, jugó un poco con él, y me lo terminó desabrochando. Suspiré en su boca, sus dientes rozaron mis labios cuando sonrió.
Tiró de él y, dios sabe cómo, acabó con mi sujetador en la mano. Se incorporó un poco, de forma que ahora tenía la cabeza apoyada en su pecho, que bajaba y subía despacio, muy despacio. Lo miró con interés, haciéndolo girar sobre su dedo índice. Me acurruqué contra él, escuchando los latidos de su corazón. Quería hacerlo, pero a la vez no. La casa estaba demasiado llena, y era precisamente eso lo que me daba alas y a la vez me encadenaba al suelo.
Su corazón, que se iba calmando poco a poco, cuando la acción iba alejándose en el tiempo y la memoria, terminó adormilándome. Él seguía dándole vueltas a mi sujetador, pensativo. Esperaba que estuviera buscando una solución para el problema que Alba y yo habíamos planteado al no ponernos a pensar en las consecuencias de traer a los chicos a un país cuyo idioma no dominaban y pretender soltarlos en la jungla que podía llegar a ser una discoteca. Sólo que, claro, ellos eran One Direction. La gente debería ser benigna con ellos. La gente lo sería, porque nadie podía ser malo con ellos. Bueno, excepto sus mánagers. Pero ellos no contaban.
-¿En qué piensas?-inquirí, distraída, mirando el baile demencial de mi sostén en el aire, sobre su dedo. Le tuve envidia, no sabía cómo, a mi propia roja, por estar tan pegada a él.
-En lo que vamos a hacer-susurró. No me había equivocado-. Y creo que tengo una vaga idea, pero no sé si te va a gustar.
-Dímela.
-No sé si te va a gustar-insistió, como si estuviera pensando en traerse a diez putas a casa y repartírselas entre los chicos mientras las chicas nos sentábamos en el salón a jugar a las palmas, o algo así.
-Venga, amor-le animé, besándole el pecho. Cerró los ojos. Le encantaba cuando hacía eso, y a mí me encantaba  hacerlo.
-¿Dónde he tenido las fiestas más salvajes?
Estuve a punto de contestarle sin vacilar con el nombre de su ciudad natal, pero luego me retuve. La primera vez que estuve en Doncaster Louis no había llegado a emborracharse como se habría emborrachado en otras ocasiones en las que yo no estaba.
-Hace menos de siete meses que te conozco, Louis.
-Y aun así te abres de piernas con más facilidad que nadie-espetó, sonriendo a mi sujetador y alzándole las cejas, igual que a un compañero de chistes. Le pegué en el pecho con el puño, molesta.
-Cállate.
-¿No te vas a poner roja?-inquirió. Ése era el Louis del que me había enamorado en los vídeo diarios, el mismo que me había atraído desde la primera vez. Ése era uno de muchos, y no podría elegirlo sobre los demás, pues todos eran mis favoritos.
-No-protesté, sacándole la lengua. Chasqueó la suya y negó con la cabeza.
-Jo, yo quería que te pusieras roja.
-Más suerte la próxima vez.
-¿Cuando te dé besos más íntimos que los normales?
-¡Subnormal!-repliqué, notando cómo mis mejillas ardían, dándole lo que él quería y arrebatándomelo a mí misma. Me odié por controlarme tan poco y por ser tan fácil de manejar. Pero, claro, no contaba con una cosa: era él quien tiraba de los hilos. Yo no podía evitar ser una marioneta si él era el titiritero que me movía a su antojo.
Me acarició los lumbares, obligándome a reprimir un gemido. Cabrón, lo estaba haciendo a posta. Disfrutaba con mi sufrimiento porque no podía desmelenarme más de lo que yo disfrutaba de sus caricias (que, desde luego, no era poco).
Le hice una mueca de fastidio y él hizo pucheros.
-¿Quieres que llore, de paso?-pregunté,  sonriéndole. La luz de la lámpara le daba directamente en la cara, por lo que tenía los ojos entrecerrados, a pesar de lo que era capaz de ver el brillo que había en ellos.
-Estaría bien-susurró, mordiéndose el labio mientras su mano me alcanzaba el culo y me lo apretaba lenta, muy lentamente. Suspiré.
-Lo estás haciendo a propósito.
-¿Cuándo hago yo algo sin segundas intenciones?
-Respiras-le recordé, inclinando la cabeza hacia un lado, gateando hasta ponerme sobre él, sentándome en su cintura y dejando que el pelo me cayera en cascada a un lado de la cara.
-Sólo porque lo necesito para seguir destrozándote los ovarios.
Me eché a reír a carcajada limpia: la cabeza hacia atrás, los hombros relajados, los ojos cerrados y la boca totalmente abierta, intentando que la risa saliera de mí a borbotones.
-¿Me vas a contar tu idea o no?
Sonrió al techo, tirando de mí para que volviera a tumbarme sobre él. Le arrebaté el sujetador y lo coloqué a nuestro lado en la cama, mientras indagaba qué oscura idea habría dado a luz la retorcida mente de mi novio.
-Bueno, había pensado que podríamos irnos un poco lejos de aquí...
Oh, Dios. ¿No me estaría proponiendo ir a Nueva York? Seguramente mis padres no me dejarían, tendría que irme a escondidas, arriesgándome a una paliza aún mayor de la que me esperaba después de que se enteraran (desde luego, no por mí) de mi falso fin de semana a solas con Louis.
Sabía de sobra de la fama que tenía Nueva York en cuanto a festivales de fin de año se refería. Según tenía entendido, en todas las partes del mundo la gente se besaba en el momento en que la bola de Times Square así lo dictaba, no importaba que el año hubiera comenzado unas horas antes o aún no lo hubiera hecho en otros lugares, como la fabulosa costa Oeste del propio país. Y era muy típico de las parejas de enamorados que acababan de empezar ese año besarse allí, bajo la bola, pero... No estaba segura de poder prepararlo todo para llegar a  Nueva York, y todo eso. Además, en realidad no me apetecía mucho. Quería comer las uvas. El año pasado las había comido todas, por primera vez en mi vida, y no me había ido para nada mal. Tragué saliva y levanté la mirada, pero él seguía con los ojos en el techo.
-¿Dónde es lejos?
-No saldríamos de España.
Explícame eso, Tommo, porque si quieres ir a Nueva York, tienes que salir de España.
-¿A dónde quieres ir?-espeté, confundida, frunciendo el ceño e incorporándome lo justo para  poder mirarlo. Sus ojos bajaron hasta mí.
-Ibiza-susurró con un hilo de voz. Mi ceño fruncido se acentuó aún más, abrí la boca, intentando encontrar algo coherente que contestarle y, al no conseguirlo, volviendo a cerrarla.
Dios, Pachá era enorme, según me habían dicho, y seguro que a alguien a quien le gustaran las discotecas le parecería el paraíso en la tierra y pasaría allí una de las mejores noches de su vida, pero yo... precisamente yo... Louis me había escogido mal en ese sentido: de todas las españolas que tenía para elegir, de las tres que conocía mejor, había elegido justo a la que no soportaba estar metida más de dos horas en una discoteca.
Me encogí de hombros. Bueno, era una opción, y yo tendría mis uvas, la ayuda necesaria para mantener mi relación con mi novio un año más. Porque sería cuestión de suerte que Louis siguiera aguantándome a mí, con todos mis defectos, y no se largara con una modelo ultra perfecta que fuera mejor que yo en la cama.
Me senté en la mía y me pasé una mano por el pelo, mirando la persiana cerrada. Noté su preocupación en cuanto también él se incorporó, pasándome un brazo por los hombros.
-¿No te apetece?
Me encogí de hombros.
-No es lo que había planeado, pero... podría estar bien.
-¿Qué tenías pensado?
Louis y su puñetera facilidad para hacerme preguntas que me desarmaran totalmente. Estaba claro que alguien, algún ser supremo, le había dado esa capacidad hacía tiempo, y que no estaba dispuesto a renunciar a ella.
-Nada-murmuré con un hilo de voz.
-¿Nada?-insistió él, pasándome un dedo abrasador por la mandíbula y obligándome a cerrar los ojos, presa de las corrientes eléctricas que activaban todo mi cuerpo, recordándome quién era él, quién era yo, quienes éramos los dos juntos, qué éramos los dos juntos.
-Supongo que algo más tranquilo...-susurré, enredando con mi anillo, huyendo de su mirada. En cuanto aquel mar de su cara me encontrara, me dejaría hundir en sus profundidades. Tenía que convencerlo a él antes de que fuera al revés, pero no tenía ni idea de cómo hacerlo.
-Eri, Eri, Eri-se rió, besándome el pelo, el cuello, subiendo hasta mi oreja, dejándola a varios centímetros de su boca-. ¿Cuándo aprenderás que a nosotros nos va la marcha?
-Tal vez necesito que me enseñes-repliqué, en absoluto irónica o coqueta, pero él pensó que le estaba tirando los tejos descaradamente.
-¿Como con el sexo?
Me estremecí de placer cuando su dedo bajó por mi espina dorsal. Me mordí el labio y él siguió besándome despacio.
-Sí, como con el sexo.
-Entonces lo voy a tener fácil.
Me habría gustado que me tumbara sobre la cama, me quitara la ropa y me hiciera mía, pero los chicos se pusieron a gritar como locos en el salón y Alba a reírse a carcajadas. Mi novio, como llamado por alguien a quien sólo él oía, miró en dirección a la puerta y tragó saliva, dejando su sensual tortura para más adelante.
Pasó una mano por la cama y sonrió misteriosamente cuando encontró algo que yo no había notado antes.
-No lo habéis arreglado-se rió, apretando la parte del colchón bajo la cual se escondía la barra que nos habíamos cargado en una de nuestras noches de pasión. Negué con la cabeza, divertida.
-¿Cómo le explico a mi padre que he roto la cama? ¿Le cuento detalles de mi vida sexual o sólo le digo que estábamos haciéndolo salvajemente?
-No me digas que no fue bestial lo de aquella vez-negó con la cabeza, divertido. Su pelo bailó sobre ella, pero no lo suficiente como para afectarlo, en absoluto. Yo misma se lo revolví.
-Lo fue. Pero no lo vamos a repetir.
-Ya veremos-replicó, levantándose y obligándome a mí a ponerme de pie. Entrelazó su mano con la mía y prácticamente me arrastró fuera de la habitación. Mientras yo cerraba la puerta, inquirió:
-¿Se lo digo a los chicos?
Noté cierta reticencia en su voz porque sabía que a mí no me iba a hacer ni puñetera gracia que soltara el bombazo sin discutirlo primero. Los chicos se emocionarían y a mí no me quedaría otra que asentir y sonreír, como la perfecta novia que está de acuerdo en todo, la novia que Lou se merecía. Me encogí de hombros.
-Como quieras, Louis-repliqué. Bufó, tiró de mí y me pegó contra su pecho.
-No te pongas de morros.
-No me pongo de morros. Pero es que es muy precipitado.
-Y venir a tu país sin tener nada decidido no lo es, ¿verdad?
Negó con la cabeza, besándome el pelo, pero el ser orgulloso que habitaba en mí no pudo evitar sentir que estábamos guerreando y él había ganado la última batalla. La verdad, no sabía de qué me extrañaba. Él siempre se las apañaba para ganar, tarde o temprano.
Más tarde me daría cuenta de que aquél abrazo era más una manera de marcar territorio que la forma de no hacerme sentir que había perdido una discusión que ni siquiera había tenido lugar. Y es que el póster de Taylor que adornaba mi puerta clavaba sus ojos en nosotros como si le doliera realmente vernos tan juntos y acaramelados.
Me besó la frente y me llevó hasta el salón. Expuso su teoría a los demás chicos, que le escucharon en silencio: podríamos cenar con nuestras familias temprano y coger un avión a Ibiza para pasarlo en grande esa noche, el problema sería conseguir las entradas, pero ya se nos ocurriría algo. Alba frunció el ceño, hundiendo sus dedos en el pelaje de su bola de pelo preferida, y clavó la vista en mí cuando Louis comentó algo de bailar hasta el amanecer, pasarse toda la vida, hasta que los pies no pudieran más y tuviéramos los huesos molidos...
Yo sólo esperaba que hubiera un DJ decente en Pachá, uno del estilo de David Guetta, no de esos que se dedicaban a poner el asqueroso reggaeton para que te convirtieras en una perra en celo y te frotaras contra todo bicho que se moviera y ,supusieras, tuviera polla.
Me limité a cruzarme de brazos y sostenerle la mirada mientras Louis seguía exponiendo su plan perfecto. Alba dejó a Arena en el suelo, pensativa, y salió del salón, esperando que yo fuera detrás de ella. Pero no lo hice. Me quedé allí plantada, escuchando cómo los demás le daban la razón a Louis, mientras pensaba que yo lo único que quería era un fin de año tranquilito con el grupo de gente con el que más cómoda me sentía, a quien yo más quería. Suspiré, me froté la cara y murmuré una confirmación cuando todas las mirabas se centraron en mí, preguntando en silencio si podríamos hacer aquello. Y es que, a veces, sin yo pretenderlo y sin que nadie hiciera nada porque la cosa fuera así, recuperaba el papel de madre del grupo.
Harry desbloqueó su teléfono, que descansaba sobre sus rodillas, y miró algo en la pantalla. Liam se inclinó hacia él, intentando echar un vistazo por encima de los enormes hombros del más pequeño de los chicos, y sonrió.
-¿Noemí?-pregunté, arrepintiéndome al instante de hacerlo, pues el semblante de Hazza se ensombreció.
-No, estaba mirando si quedaban entradas o algo así.
-¿Y quedan?-inquirió Louis, asumiendo el papel de encargado de distraer a Harry y recuperar su sonrisa llena de hoyuelos.
-Sí-murmuró. Louis se sentó a su lado y miró el teléfono. A pesar de que yo no lo quería, terminé inclinándome también para ver qué había en aquella pantalla.
Y una sonrisa me cruzó la cara cuando vi que sólo había siete entradas. No iríamos. O podría quedarme fuera y hacerle chantaje a Lou para que se quedara con...
Sacudí la cabeza despacio. No, no era tan cabrona. Me quedaría en el hotel, no habría problema, pero lo que contaba era que Louis se lo pasara bien. Lo había sacado de casa a pesar de que él no estaba acostumbrado a estar tan lejos de su familia en una fecha tan importante, ¿y ahora quería tenerlo encerrado en una habitación de un hotel? Así me odiaría, no más que yo a mí misma. Y no se merecía aquello.
Alba llegó con un paquete de patatas fritas, que le tendió a Niall. El irlandés lo aceptó, mirándonos pensativo, mientras Victoria jugaba con su pelo azabache, enredando sus dedos cual peine, con la cabeza apoyada en el hombro de su novio. Negó con la cabeza cuando Niall le ofreció una patata, y recogió a Arena del suelo. Parecía preocupada.
-¿Qué pasa?
Vaya, parecía que en Gales tenían buen sentido de la comprensión de los demás.
Negué con la cabeza.
-No hay entradas suficientes.
-Mira en otro sitio, Haz. Siempre quedan algunas libres-le instó Zayn, que pensé que no nos estaba escuchando, pues tenía los auriculares puestos y había cerrado los ojos. Desde que se había sentado en el sofá apenas se había movido, lo que me había llevado a pensar que estaba durmiendo como un bendito.
-Y si no, nos colamos. No sería la primera vez que me cuelo en una discoteca.
Liam frunció el ceño.
-¿Estás hablando en serio?
-Tranquilo, Liam, a ti te compramos entrada, no vaya a ser que Dios se enfade contigo y no te deje entrar en el cielo-se burló Louis, alzando las manos. Me mordí el labio, observando al conejo. Estuve a punto de sentarme en el suelo, pero me contuve a mitad de camino de los impulsos nerviosos. Si me sentaba en un sitio que me dejara más baja que los demás, sería casi como estar sometida a ellos, y no. Estaba decidida a luchar por la fiesta que yo quería, pasara lo que pasara.
Me senté en el reposa brazos libre, al lado de Niall, y metí la mano en la bolsa, en busca de unas patatas. Niall bufó cuando le robé comida, pero no dijo nada más. Victoria lo tranquilizaba de una manera que nadie lo había hecho antes. La chica era buena para él.
Y, justamente mientras todos teníamos la vista clavada en la pantalla del teléfono de Harry, un mensaje de Noemí atrapó la atención de este.
Amor, lo siento, no voy a poder estar en fin de año contigo. Mis abuelos de León han invitado a toda mi familia a ir y mi madre dice que no me lo pierdo ni de coña. Te echo de menos. Lo siento, cielo. Te quiero.
El interpelado tragó saliva, y miró a Louis.
-Te lo dije. Hay otro. Lo sabía. Seguro que va a estar con él.
Y todos explotamos en un cúmulo de gente que intentaba, sin éxito, devolverle la sonrisa a Harry Styles, el de los hoyuelos, el rizoso de One Direction.
Casi me daban ganas de darle una bofetada a Harry, o algo. Noe sólo tenía ojos para él, ¿cómo pensaba que podría haber otra? Aquello no podía ser posible, ni siquiera en el mayor de los sueños, donde cualquier tontería se convertía en realidad.
Una vez el pequeño se hartó de dejar fluir la rabia que tenía dentro por su cuerpo hacia afuera, y se hubo calmado, Liam declaró que era hora de ir a dormir. Y todos empezamos a bostezar, queriendo confirmar aquello.
Victoria frunció el ceño cuando los chicos empezaron a discutir sobre quién se iba a quedar a dormir en el sofá, aunque la solución parecía lógica: Harry y Zayn estaban sin pareja, por lo que lo tendrían más fácil para compartir lugar de descanso.
Carraspeó y todos se la quedaron mirando, pensativos, cuando se aclaró la voz y murmuró:
-¿Y si las chicas dormimos las tres en una cama y vosotros os repartís las otras dos?
Ni Alba ni yo habíamos pensado en que en ninguna casa habría camas suficientes para los demás, por lo que lo de los sofás nos había cogido tan desprevenidas que no nos había dado tiempo a pensar en otras alternativas. Louis se cruzó de brazos, a medio grito con Liam, y me miró directamente a mí, como pidiéndome permiso. ¡Ah! ¿Ahora me pides permiso?
Me encogí de hombros a pesar de ver en sus ojos que sabía que no iba a dormir nada si yo no me metía en la cama con él. Podía dormir sin mí, yo terminaba arreglándomelas para echar una cabezadita cuando él no estaba en el mismo edificio que yo, pero el problema llegaba cuando los dos compartíamos casa. Entonces necesitábamos desesperadamente dormir el uno con el otro.
Bueno, me dije, siempre hay una primera vez para todo. Vas a ir a la discoteca y estar allí encerrada toda la noche, así que podrás dormir sin Louis. Tendrás que hacerlo.
Sus ojos no se apartaban de mí, pero yo me negaba a mirarlo. Aún me duraba un poco el enfado porque hubiera sugerido algo que sabía que a mí no me iba a hacer ni ilusión ni gracia, y no estaba preparada para perdonarlo aún... pero tampoco para tener una bronca de las legendarias con el resto de los chicos en casa, y en un espacio tan reducido, la cosa no iba bien. Además, ahora estaba en mi terreno, y tenía miedo de crecerme precisamente por eso y terminar haciendo algo de lo que arrepentirme.
Los chicos se miraban entre ellos, pensativos, aprovechando ese momento de escasa intimidad en la que podían comunicarse los unos con los otros sin necesidad de nada más, tan sólo con miradas que lo decían todo, ojos que transmitían palabras mejor que las bocas.
Harry asintió con la cabeza. Total, en la parte mala, iba a dormir en el sofá, así que casi era preferible que compartiera cama con otro de los chicos, o con dos.
-¿Entraremos en la cama de Eri?-preguntó Alba, que era la que menos convencida se mostraba con aquello. Entrecerré los ojos cuando la miré, pensativa. Seguramente sí, entraríamos. Pero, ¡claro! La muchacha no quería dormir conmigo y con Victoria. ¿Quién nos elegiría a la galesa y a mí si la otra opción era Liam Payne? Ni yo misma lo haría, francamente.
-Sí que cabéis. De sobra-murmuró Louis, pasándose el dedo pulgar por la mandíbula. Ah, bien, ahora se hacía el ofendido. Íbamos mejorando.
-De sobra, no, pero cabemos-asentí. No estaba para una guerra abierta: ya lo pondría en su sitio cuando estuviéramos solos, no allí. A mí no me gustaba tener público, a pesar de que a él le beneficiaba porque era de lo que más le satisfacía en la vida; que vieran cómo tenía razón era algo que le causaba casi tanto placer como tenerla, simplemente. Cerré los ojos y suspiré.
Además, seguramente los chicos harían piña y me atacarían a mí. No iba a tener aliados. Mejor quedarnos  tranquilos esa noche.
Crucé los brazos, alcé las cejas y dije que me iba a la cama ya. Me metí en la habitación, cerré la puerta y me apoyé con la espalda en ella. Me fui deslizando lentamente hacia abajo, sintiendo cómo le papel de los pósters que tenía allí pegados se rasgaba mientras yo bajaba. Me tapé la cara con las manos.
Iban a meterme en Pachá, estaba segura. O, peor aún, iban a dejarme en el hotel mientras ellos se lo pasaban genial, y yo me veía  obligada a ver cualquier canal de mierda con el típico programa de Nochevieja al que nadie le hacía caso, pues todos los hogares estaban llenos a rebosar de gente que disfrutaba de la última noche del año entre risas que tapaban el volumen de la televisión.
Tenía que haberlo pensado antes, joder. Era culpa mía, sólo mía. Si me hubiera dado cuenta del problema antes de que éste me absorbiera por completo, tal vez la situación sería diferente. No. Tal vez, no. Seguro. Y los chicos no estarían a la que saltaba porque los habíamos separado de sus familias.
Abrí los ojos de golpe en la oscuridad de la habitación, y los clavé en la poca luz que se colaba por la parte de arriba de la persiana, la que yo nunca dejaba sin cerrar. La sensación de la oscuridad envolviéndome mientras me dormía, como una cárcel, era superior a mí y al pájaro que llevaba dentro. Claro. Seguro que Louis llevaba varios días dándole vueltas a cómo hacernos volver a Inglaterra, e Ibiza era la excusa perfecta. Me conocía lo suficiente como para saber que buscaría mil y una formas distintas de poder escabullirme del plan, y que incluso llegaría a sugerir lo que, por un segundo, había cruzado mi mente. Volver a su país y montar algo rápidamente, en plan de emergencias, a contrarreloj.
Me picaban los ojos. Si quería quedarse en casa, sólo tenía que decirlo, y yo... bueno, ya vería lo que hacía. Quería pasar el cambio de año con él, pero no estaba dispuesta a dejar a mi familia, y los aviones no iban a llegar a tiempo, y seguramente nos pasaríamos media noche en el aeropuerto, si es que había vuelos a esas horas...
Me levanté tambaleándome y abrí el cajón donde metía los pijamas. Estaba decidida a no llorar, así que me centré en embutirme dentro del pijama rosa con los personajes de Disney en versión bebé mientras estudiaba a fondo los mini Plutos, Minnies y Mickeys que poblaban mi pantalón.
Encendí la luz de la mesilla de noche, aparté la colcha y me metí dentro de la cama, poniendo especial cuidado en no remover demasiado las mantas. Dado que no me iba a poder acurrucar a ningún cuerpo cálido y suave esa noche, tenía que procurarme una buena estufa de sustitución.
Se abrió la puerta antes de que yo apagara la luz. Alba y Louis entraron, Liam ya se había despedido de ella antes de abrirla. La había oído.
-¿Os dejo solos un momento?-inquirió Alba.
Deseé que lo hiciera, pero ambos negamos con la cabeza, yo movida por el encogimiento de hombros de Louis. Estaba tejiendo su plan y ejecutándolo a la perfección, el muy cabrón. Cada vez estaba más segura de que había repetido curso porque no le había dado la gana hacer nada  cuando debía haberlo hecho, pues inteligencia, lo que se dice inteligencia, no le faltaba.
Mi novio se inclinó hacia mí y me besó la frente. Le acaricié despacio el cuello mientras se incorporaba, murmuró un buenas noches, y salió en silencio, tal y como había entrado.
Alba se desnudó y se puso un pijama azul claro. Se metió en la cama conmigo en silencio, en la parte más estrecha, me dio la espalda, y se despidió con un suave buenas noches. Le contesté con un bufido, callándome el serán buenas para ti, hija de mi vida.
A la media hora, o así, entró Victoria en la habitación, que era seguramente la que más había disfrutado de su noche. Entre las pestañas pude ver cómo Niall la tomaba de la cintura, la besaba apasionadamente y dejaba que sus manos bajaran hasta su culo. Victoria se echó a reír en su boca, le respondió dándole una palmada y echándolo rápidamente, no fuéramos a despertarnos. De no haber estado fingiendo que dormía, incluso habría negado con la  cabeza y puesto los ojos en blanco. Tenían que acostarse ya. El sexo era una de las armas que los chicos utilizaban para controlarnos, pero muchas veces les salía mal y terminábamos consiguiendo lo que nosotras queríamos en la cama... además de ser un buen chantaje, eso sin lugar a dudas.
Vic se quitó la ropa, se puso su pijama, más corto que el nuestro (para algo nos llevaba un par de años), se hizo una coleta, dejando que su pelo azabache se bamboleara a su espalda cual látigo nocturno, sacó las mantas y se metió en la cama a mi lado, poniendo mucho cuidado de no tocarme para no despertarme. Me tocó, y estaba helada. Procuré no dar ningún brinco, pero sí me permití fruncir el ceño (aunque no me lo hubiera permitido, lo habría hecho igual). Victoria se quedó quieta un segundo, escuchando mi respiración, y se giró a apagar la luz.
Estaba completamente segura de que, a los cinco minutos, ya estaba dormida.
Me pasé toda la tarde dando vueltas, pensando qué iba a hacer yo en Ibiza. No se me daba bien el papel de mala de la película, estaba cansada de desempeñarlo, y gastaba mucho el autoestima.
Yo no pintaba nada en una discoteca, no se me daba bien bailar, no tenía ritmo, y la música no me gustaba. Estaba todo en su contra.
No pegué ojo, y, por culpa del cansancio, me imaginaba cosas. Veía sombras moviéndose en la oscuridad, escuchaba pasos de un lado a otro del pasillo, me imaginaba manos posándose sobre el pomo de la puerta y dudando si debían girarlo y entrar o no... un desastre, y aquello iba a notarlo mi cabeza muy pronto. Justo en los momentos en que más necesitaba dormir, menos por la labor parecía Morfeo por ir a buscarme. Joder, amaba esa sensación de cansancio infinito.
Mentiría si dijera que no me había pasado varias horas contando ovejas y que había terminado desistiendo cuando llegué a cifras tan grandes en las que me perdía. Nadie tenía un rebaño de doscientas cuarenta y cinco mil setecientas sesenta y tres ovejas. Ni siquiera había tantas ovejas en el mundo, estaba segura.
Me levanté en cuanto noté los primeros rayos de luz del sol colarse por la ventana, tomando el relevo de las farolas. Me arrastré por la cama, haciendo el menor ruido posible, y salté. Casi me retorcí el tobillo al aterrizar en el suelo. Me senté allí, con las piernas cruzadas, y esperé a que mis compañeras recuperaran el ritmo de sus respiraciones. Me calcé las zapatillas y abrí la puerta despacio, muy despacio. Ni siquiera fui al baño, nadie iba a estar despierto a esas horas y, si lo estaba, no iba a poder fijarse en mi aspecto desaliñado.
Fruncí el ceño y recordé las familias completas de los chicos cuando observé que se habían dejado la luz del salón encendida. Bah, así no tendría que encender la luz mientras leía.
Acercándome despacio, como una pantera cazadora, alcancé la zona bañada por la luz... y vi la tele encendida. Alguien jugaba a la consola.
Me asomé y me quedé mirando al chico que estaba tumbado cuan largo era en el sofá, moviendo pulgares hábilmente mientras obligaba al personaje del juego a escalar lo más arriba posible de la torre, escapando de un perseguidor.
Tomé asiento en el sofá de al lado de él. El chaval estaba tan concentrado en el juego que ni se inmutó. Por el gorro que le cubría la cabeza, primero pensé que era Harry. Luego, más tarde, reconocí aquellas manos que tantas veces habían recorrido mi cuerpo desnudo y tan tiernas caricias me habían dado.
-¿No podías dormir?-inquirí. Louis pasó olímpicamente del juego, movió la cabeza y clavó sus ojos azulísimos en mí. Líneas rojas conectaban su piel con el mar de aquellos dos luceros, y las gafas que llevaba puestas reflejaban mi semblante en cierta medida, pero no lo suficiente como para que no pudiera verlo.
-No he pegado ojo en toda la noche.
-Yo tampoco-susurré, revolviendo en la mochila que había dejado apartada convenientemente en un rinconcito del salón.
Asintió con la  cabeza y volvió a centrar su atención en la pantalla.
-Estás preocupada-murmuró sin mirarme, sacando la espada y apuñalando por detrás a un hombre que se desplomó a los pies de su personaje. Asentí con la cabeza, masajeándome el cuello y luchando contra mis rizos rebeldes que, a pesar de que aquella noche no había sido para nada usual, se negaban a darme un respiro. Todos los demás dormían... era aún temprano, muy temprano. Debería estar en la cama, durmiendo.
-No te rayes-me pidió él, poniendo el juego en pausa y dejando a su personaje en el aire en mitad de un salto. Se incorporó y se me quedó mirando. Me estudió de arriba a abajo, mientras yo no podía apartar la vista de su cara, de los mechones de pelo que le asomaban por el gorro... y lo comprendí. Él había estado despierto toda la noche, había sido él el que se había tirado media hora de un lado a otro del pasillo, había sido él el que había estado a punto de abrir la puerta de mi habitación...
Se sentó a mi lado y yo no hice nada por apartarme. A pesar de que estuviera decidido a salirse con la suya (como siempre), yo seguía amándolo con todo mi corazón.
-¿Cómo quieres que no me raye?-repliqué, pasándome una mano por el pelo en un gesto adquirido de él-. Si Nochevieja va a ser un desastre...
-Eso no lo sabes. Todavía no ha pasado. Vive el ahora, porque lo demás es todo incierto.
Esa cita a su propia biografía de Twitter me sacó una sonrisa.
-Eres bobo.
Sonrió, acercándose a mí.
-Tú no te preocupes. Va a salir todo bien.
-Sí. Porque no me pienso meter en esa discoteca.
-Tú misma-se encogió de hombros-. Una entrada que nos ahorramos.
-¿Una? Somos ocho, Louis, y había siete disponibles. En el supuesto de que estén aún las siete en venta, no ahorraréis nada.
-Entrarán seis.
Parpadeé.
-Tú suspendiste Matemáticas, ¿a que sí?
-No voy a entrar sin ti, nena.
Me quedé a cuadros, mirándolo. Alzó las cejas y levantó las comisuras del labio, igual que hacía Leonardo DiCaprio en Titanic. Noté cómo me sonrojaba lentamente.
-Pero...
-Eh-me levantó la barbilla, obligándome a mirarlo a los ojos-. Sé que no estás segura, que tienes miedo, pero, ¿sabes? No voy a dejar que te caigas. Te cogeré cuando no puedas alzar el vuelo.
Me sentí una completa estúpida por haber pensado tan mal de él.
-Entonces... ¿no es por volver a Inglaterra?-inquirí; las mejillas me ardían cada vez más. Negó con la cabeza, divertido. Seguro que se le había ocurrido que yo habría pensado eso.
-No, nena. Ya sabes que si quiero algo, voy a por ello, y punto. Directamente.
Cerré los ojos, dejándome llevar por su voz. Sus labios acariciaron los míos.
-Además, Ibiza te gustará. En Pachá ponen música decente. No como los antros en los que nos metéis cuando nos traéis aquí.
-¿A ti tampoco te gustan?
-Yo tengo buen gusto, tía-replicó, fingiéndose ofendido-. Mira qué novia tengo.
-Tampoco es para tanto.
-¿QUE MIRANDA KERR NO ES PARA TANTO?
Le di un manotazo mientras se echaba a reír; despertando a toda la casa.
-¿Qué perra te ha dado ahora con Miranda Kerr?
-Es que vi el otro día un reportaje. Y me he enamorado.
Se me escapó una risa sarcástica.
-No hay quien te aguante, Lou, en serio.
-Puede-se encogió de hombros, sacando el teléfono del bolsillo-. Entonces, ¿no vamos a Pachá?
No tenía derecho a monopolizarlo una de las noches más movidas del año. Y en el fondo, muy en el fondo, una parte de mí tenía curiosidad por ver qué pasaba en una de las discotecas más importantes del mundo.
-No...-suspiré. Al final siempre conseguía lo que quería, pero la manera en que lo conseguía-. Está bien, entraremos en Pachá juntos-puse los ojos en blanco, negando con la cabeza-. Eres un cabrón.
-Ya-replicó, inclinándose a besarme y luego tecleando rápidamente.
Estuvimos toda la mañana haciéndonos carantoñas, mimándonos en la escasa intimidad que teníamos momentáneamente, hasta que los demás se levantaron.
Liam y Alba, como movidos por un impulso lujurioso, se metieron en el baño e hicieron temblar las  paredes de mi casa mientras se duchaban. Victoria parecía un tomate mientras los escuchaba, tanto, que Niall tuvo que sacarla de allí para que no reventara de la vergüenza. Louis y yo decidimos quedarnos, dispuestos a preparar la última noche de 2012, mientras Zayn terminaba de completar la partida que mi novio había empezado por la noche. Y Harry desapareció en mitad de la mañana, movido por un impulso que nadie logró identificar, diciendo que luego volvía, en una media hora, o en una hora como mucho.
Empezó a llover, y a los diez minutos Victoria y Niall llamaron a la puerta, empapados. Vic casi no podía mirar a los ojos a Alba, cuando debería ser al revés, pero las que eran decentes para una cosa, lo eran para todo, y las que no lo éramos... bueno, no lo éramos.
Me asomé a la ventana, preguntándome dónde se habría metido Harry, preocupada por el chaparrón que estaba cayendo.
Cuando pasaron dos horas de su salida, convencí a los chicos para salir a por él. Miramos en todas partes de mi edificio, rastreamos todo el parque, pero no conseguimos encontrarlo. Terminamos separándonos, una pareja cubierta con gorras y capuchas para que no les reconocieran tomaba una dirección distinta a las demás.
Al borde de la desesperación, busqué cogí el teléfono de Noemí y lo marqué, pero no daba señal. Maldiciendo por lo bajo mientras Louis no apartaba la vista de un grupo de chicas, cuya existencia no habíamos previsto, pues era demasiado pronto y hacía demasiado frío, no le quitaba el ojo de encima. Él sacó su móvil y fingió mirar algo. No quería hablar para que no lo reconocieran con la voz.
Me vibró el móvil en la mano justo cuando lo estaba guardando. Respondí sin mirar.
-¿Noemí? ¿Dónde te metes?
-¿Eri?-replicó una voz al otro lado de la línea, una voz de chico... Zayn.
-¿Zayn? ¿Qué pasa?
-Lo tenemos-y nos dijo dónde estaba. Minutos después, llegábamos corriendo: éramos los últimos, porque éramos los que más lejos habíamos ido a buscarlo. Se había metido entre unos árboles del parque de debajo  de mi casa, guarecido de las miradas indiscretas pero no de la lluvia.
Levantó la vista y los miró a todos uno por uno, sin mirarnos a las chicas. Por fin, anunció:
-He ido a ver a Noe.
Alba me miró a mí, yo miré a Alba. ¿Lo habían dejado?
-¿Y?-le animó Liam. Niall se mordía las uñas.
-No estaba en casa.
Suspiramos, aliviados.
-Entonces, ¿cuál es el problema? Seguramente ya se haya ido con sus padres a...
-No. Sus padre estaban allí. La que no estaba era ella.
Volví a mirar a Alba,que bajó la vista, pensativa.
-¿Sabes algo?
-No.
-¿Seguro?
-¡SÍ!
-¿DÓNDE ESTÁ?-bramé en mi lengua, sin importarme que estuviéramos en medio de la calle.
-¡NO LO SÉ!
-¡SÍ QUE LO SABES! ¡¿DÓNDE SE ESCONDE?!
-¿Cuánto lleva fuera?-preguntó Louis, llamando a la calma.
Harry apretó los puños.
-Tres semanas.
-Qué hija de puta-replicó rápidamente Zayn.
Eché cuentas mucho más despacio de lo que lo hizo el moreno.
Había ido a clase todos los días, nadie había sospechado nada. Todos pensábamos que llevaba en casa el mismo tiempo que nosotras. Y que, cuando se iba a Cantabria los fines de semana, en realidad se iba allí de verdad. Pero no.
La muy cabrona había vuelto a Nueva York.
Y la muy cabrona, seguramente, no se había movido de Nueva York.

A massive thank you for existing.

Me encantan los últimos tweets de Liam. Es que me lo como, me lo como siempre, me los como a los cinco, pero sobre todo ahora, cuando se ponen así en plan "gracias por todo, no sé qué no sé qué más". Es que son a-do-ra-bles. Me llegan al alma siempre, pero esos momentos son super especiales para mí, porque me siento útil, me siento importante, siento que estoy haciendo algo bueno con mi vida y con mi tiempo. Cuando los chicos se ponen así, es que me entra una ternura... me recuerdan lo orgullosa que estoy de ellos, lo afortunada que soy por tenerlos como ídolos, la suerte que tengo porque me hayan elegido a mí entre el resto del mundo para enamorarme y convertirme en su fan. Es que, tío, no me merezco tener unos ídolos tan geniales, que no les importa ser como son, que se comportan como niños pequeños sólo para hacernos sonreír. Ellos me sacan más sonrisas a través de una pantalla que nadie en persona, contando el mejor chiste del mundo. No sabéis lo que es estar hundida en la miseria, ir a youtube, teclear "One Direction" y a los cinco minutos estar descojonándote viva, que te caen lágrimas del tamaño de melones de la risa, porque ellos son muy superiores a la seriedad y a toda la tristeza que tengas en ese momento. Para mí son muchísimas cosas. Son como mis hermanos mayores que a la vez se comportan como críos de tres años, son como mis mejores amigos son esos tíos que ves por la calle y dices "joder, qué guapo es, si fuera tan bonito por dentro, sería Dios". Y ellos son igual de bonitos por dentro como por fuera. Lo demuestran día a día, no sólo con los tweets que ponen de vez en cuando llamándonos "las mejores fans del mundo", con cada "massive thank you" cada vez que van a recoger un premio, con sus "os lo debemos todo a vosotros, sin vosotros no estaríamos aquí", y todas esas cosas que me hacen explotar por dentro, como lo de Ghana, como cualquier cosa en la que ellos se involucran para ayudar a los demás. No es sólo Harry, el de los hoyuelos. Para mí es el chico que lloró por los niños de Ghana y gastó miles de dólares en pizza. No es sólo Liam, Daddy Direction, es el mítico de "le dan 11 nuggets y devuelve 1". No es sólo Louis, el que te hace reír con sólo respirar, es el chico que jugó un partido de fútbol benéfico. No es sólo Zayn, DJ Malik, sino también el que donó medio millón de libras a Comic Relief para ayudar a los niños de África. No es sólo Niall, el rubio que se ríe por todo, es el chico que estuvo con una fan con síndrome de Down y que se hizo fotos con ellos. Para mí no son sólo One Direction, la boyband del momento. Son los cinco idiotas de las escaleras, pero todavía son algo más, algo mucho mayor: la razón por la que respiro y sonrío cuando las cosas van mal. Porque teniendo unos ídolos como los míos, si no luchas por sus sonrisas con la fuerza con que ellos sacan la tuya, es que no sabes disfrutar de la vida y dar gracias a tanta gente que ha hecho posible que esos cinco chicos tan especiales estén hoy donde están. Y te den las gracias por ello.
Así que, Liam, Zayn, Louis, Harry, Niall... a massive thank you por existir.

sábado, 27 de abril de 2013

Buenos días, princesa.

Y, por último, ánimo a todos los que tienen un sueño y creen que jamás se cumplirá. Yo también pensaba así. Pero con esfuerzo, humildad, dedicación y mucha paciencia, los sueños pueden cumplirse. Los pies siempre en el suelo, pero la moral siempre en el cielo. La vida es cuestión de rachas, así que hay que aprovechar las que vienen con viento a favor y no desesperarse cuando lleguen con viento en contra.-Blue Jeans. 

sábado, 20 de abril de 2013

Perrie la discriminadora de bichos.

Los cabrones de mis amigos tiraron de la manta que me tapaba al tiempo que subían la persiana hasta arriba para que el sol me quemara, pero no corrí esa suerte. Abrí los ojos y pegué un brinco en la cama, quedándome sentado.
-¡Tíos!-grité, pero el momento me llevé la mano a la boca y miré a Eri. Harry se inclinó hacia ella y le dio un beso en la frente; ella frunció el ceño y abrió lentamente los ojos. Lo miró cual cordero degollado. Ni Bambia era así de mono y adorable.
-Buenos días, Hazza-sonrió mi chica, acariciándole los rizos y devolviéndole el beso. Los colgantes de Harry le acariciaban el cuello a mi novia, posándose incluso los que eran lo suficientemente largos para hacerlo.
Liam se inclinó también a reclamar su beso matutino, celoso. Me froté la cara y me aparté el pelo de ésta, que apenas me dejaba ver... iba a estar bien empezar a pensar en cortármelo.
Eri se tumbó boca abajo en la cama y me miró suplicante, como si  estuviera a punto de ponerme el casco y enfundarme las botas para largarme a una guerra de la que todos sabíamos que no iba a volver. Le sonreí, me incliné hacia ella y probé su boca. Me alegré de no haber hecho nada indecente cuando volví a la cama y llevar todavía los bóxer puestos, porque si no, habría sido bastante embarazoso que los chicos me despertaran y yo estuviera desnudo, sin poder defenderme y dando claras muestras de que Eri y yo compartíamos intimidad aun estando en casa.
Eri se relamió cuando me aparté de ella y se arrulló aún más dentro de la manta, sin apartar la vista de mí.
-¿Qué hora es?
-Temprano-replicó Liam, mirando el reloj de la mesilla de noche y negando con la cabeza-. Pero Paul vendrá a recogernos en media hora.
-Me sobran 25 minutos-repliqué, volviendo a meterme en la cama. La risa de Eri llenó la habitación, risa a la que se unió rápidamente la de Harry. Liam negó con la cabeza, sonriendo como si no pudiera entender los procesos que se llevaban a cabo en mi cerebro, y me observó.
-Sal de la cama, Louis.
Bufé, me destapé lentamente y puse los pies en el sueño. Noté la lengua rasposa, como si llevara mucho tiempo sin beber ni comer. Me estiré cuan largo era, asegurándome de que no dejaba los pelos de las axilas al alcance del pequeño del grupo (porque el cabrón de Harold era capaz de ponerse a tirar de esos pelos si se le pasaba por la cabeza), bostecé, pegándoles el bostezo a todos los demás, me rasqué el vientre y cogí la camiseta del suelo, ignorando las sonrisas condescendientes de los demás.
-Os lo pasasteis bien anoche, ¿eh?
-Yo con Lou me lo paso siempre bien-replicó Eri, medio adormilada, sin ni siquiera abrir los ojos. Le sonreí y le acaricié la mejilla.
-Eso ha sido bonito-replicó Liam.
-O muy.... erótico.
-Louis es Dios.
-Erótico.
-En todos los sentidos.
-Bonito-puntualizó Liam, dejando claro que no había manera a detener todo lo que le íbamos a hacer.
-¿Tú crees, nena?-repliqué, acariciándole la espalda y bajando más de lo debido hasta acariciarle las nalgas, que nada tenían que envidiar a las mías.
-Sí. Eres genial. Y no sólo en la cama.
-Cuando cumplas los 18 te regalo mi apellido.
-Si no te lo roba ella antes-murmuró Harry, sonriendo y tirando de mí para levantarme. Ni tan siquiera me había puesto la camiseta. Bostecé, me encogí de hombros y la dejé a los pies de la cama, donde no molestara a Eri.
-¿Te bajo la persiana?
-Da igual-replicó ella, dándose la vuelta y bostezando con un escándalo solo digno de alguien de su país.
Cerré la puerta despacio, y me giré en redondo para lanzarles una mirada envenenada a los chicos, que corrían por el pasillo en dirección a las escaleras. Los seguí lo más rápido que pude; si iba a tener 30 minutos para desayunar, lavarme los dientes, ducharme, ponerme le ropa del vídeo y espabilar en lo que me llevaba como mínimo dos horas, más valía que empezara a trabajar ya.
-Qué hay para desayunar-exigí saber, sin conventirlo en pregunta. Bastante hacía perdonándoles la vida a todos los que no me habían llevado el desayuno a la cama.
Niall se giró para mirarme con aburrimiento desde la cocina. Se estaba zampando unas crêpes de la que freía beicon. Puto irlandés.
-Buffet libre, Tommo-anunció, señalándome la nevera. Después, añadió-. Saluda a Perrie.
Fruncí el ceño y me di la vuelta lo justo para encontrarme con la mirada de ojos azules de Perrie Edwards, la  nueva novia de Zayn, la última mujer que se había encargado de terminar con la soltería en mi grupo. Me miró de arriba a abajo. Recordé que estaba en calzoncillos.
-Hola, Perrie. Voy a cambiarme. No quiero que Zayn me parta las piernas-bromeé, pero ya estaba planeando cómo asesinar lenta y dolorosamente a Liam y Harry por no avisarme de que teníamos una chica foránea en casa y que, por tanto, no sería demasiado conveniente que yo me paseara por ahí como había venido al mundo.
Articulé un Me cago en vuestra puta madre silencioso para Harry y Liam, que se meaban en su asiento, compartiendo mesa con la nueva 1D girl, como algunas fans llamaban a nuestras novias,  y rehice el camino a mi habitación, la que ahora compartía con mi chica favorita en todo el mundo (mundial, oí canturrear a las gemelas en mi cabeza. Tenía que llamarlas para ver cómo estaban, las echaba de menos, hacía mucho que no sabía de esas pequeñas cabezas locas que estaban dispuestas a besar el suelo que yo pisaba sin saber que yo las adoraba de una manera rayana en lo místico).
Abrí despacio la puerta, esperando que Eri durmiera, y así lo hacía. La contemplé casi desnuda, sólo cubierta por una de mis camisetas, durmiendo a mi lado. Y recordé. Recordé la primera vez que desperté y la encontré en mi misma cama, con la melena de una leona. Recordé cómo abrió los ojos y se me quedó mirando. Recordé cuando nos abrazamos la primera vez, aún como amigos, recordé cómo me incliné hacia ella y busqué su boca mientras no dejaba de estudiar mis labios. Recordé la primera vez que me acosté con ella, las ganas de sentirla todavía más que experimenté...
Todo gracias a Niall, el único que me había avisado de la presencia de una mujer ajena a casa.
También recordé eso.
Cerré la puerta tras nosotros y nos sentamos en las sillas, uno enfrente del otro. Tensos.
-Nialler...-murmuré, rebajando la tensión, sonriéndole y rezando porque no nos explotara todo en la cara; estábamos tocando un tema delicado... y peligroso.
-Dime, Tommo.
-¿Sientes algo... por alguna?
Se pegaba a mi tanto como a él. Se sentaba entre los dos si le dabas la ocasión. Nos sonreía igual a todos.
-¿Hablas de Eri?-preguntó sin rodeos. Tragué saliva, me froté las manos y asentí.
-Me gusta más que las demás.
-Es que...
-Quieres intentar algo con ella, ¿verdad?
-Sí-suspiré, dejando caer los hombros, esperando que me declarara la guerra o que me mandara a la mierda directamente.
-Vete a por ella-me instó. Alcé la vista y lo miré. Sonreía.
Claro que sonríe, joder. Es Niall.
-¿Qué?
-Vete a por ella.
-Pero...
-Eh-me puso una mano en el hombro-. Ya está. Me gusta, y a ti también.
-No es justo.
-Louis, en serio, está loca por ti. Mira simplemente cómo te mira. Ni en un millón de años sentiría eso por mí. Ni en un millón de años pegaría tan bien con ella como tú.
Nos abrazamos y me deseó suerte.
Desde el fondo de su corazón, ya que funcionó.
Me puse la camiseta que anteriormente había dejado en el suelo y la pasé por los hombros. Eri se revolvió en la cama, pero no hizo ningún gesto que me indicara que estaba despierta, por lo que la dejé tranquila. Sin embargo, cuando me senté en la cama para ponerme los pantalones, sí que se movió. Por mi culpa.
Se giró, sacó un brazo de debajo de la manta y me miró con el ceño fruncido.
-¿Ya has vuelto?
-Perrie está en la cocina, y pensé que no te haría mucha gracia que desayunara con ella delante en ropa interior.
Negó con la cabeza.
-Ese cuerpo es sólo mío.
-Todo tuyo, nena-le aseguré, inclinándome hacia delante y probando su boca, invadiendo su interior con mi lengua. Me dejó hacer. En el fondo, no iba a decirle que la verdad era que no me hacía mucha gracia que otra mujer evaluara mi cuerpo como si fuera un trozo de carne en el expositor de una carnicería, expuesto a las miradas indiscretas y lujuriosas de todos y cada uno de los clientes que pasaban. No pensaba que Perrie fuera a ser cruel en su escrutinio, pero no me gustaba pasearme por ahí con poca ropa. Tenía que ser sincero conmigo mismo: la sombra de la tripa que había tenido antes iba a estar siempre ahí, acechándome. Mi adolescencia donde apenas tenía músculos iba a seguir detrás de mí. Y seguiría acusando eso aunque estuviera más musculoso y en buena forma que nunca.
Eri se incorporó, se pegó a mi espalda y me acarició el pecho despacio, muy despacio, mientras yo me subía los pantalones, pensativo.
-¿Qué te pasa?
-Nada-respondí automáticamente, frenando el instinto de sacudir la cabeza para alejar aquellos pensamientos de mi mente. Tampoco estaba tan mal, ¿no? Que no me gustara pasearme por ahí desnudo, como hacía Harry sin tener en cuenta dónde estábamos, no significaba que fuera inseguro.
Me besó el hombro.
-¿Seguro?
Un no corrió por mi garganta, pero una pequeña mentira piadosa sería mejor que nada. Además, mi chica no era la persona más indicada para hablar sobre el físico.
-Sí.
-Louis.
Tragué saliva y miré al frente, sin dignarme si quiera a girarme. Si lo hacía, todo mi cuerpo me traicionaría.
-Eres perfecto.
Negué con la cabeza. Si ella supiera de todas las cosas malas que había hecho en mi pasado, y que todavía podía volver a hacer si me lo planteaba seriamente, no diría eso.
Me tomó de la mandíbula y me obligó a girarme.
-Lo eres.
-Tengo defectos.
-Que te hacen más perfecto aún.
Decidí echar mano de mi único as en la manga, el que ella me había metido allí hacía un día.
-Bebo mucho.
Me besó despacio en la boca, como si fuera a romperme si me besaba con fuerza. Aún cuando se separó, mis labios ardían tal que parecía que aún seguía besándome.
-No importa.
-A ti te importa.
-Puedes cambiar eso-volvió a besarme los labios, con los suyos entreabiertos. Metió mi labio inferior entre los suyos y lo acarició despacio, tan sólo moviendo la cabeza y dándome la sensación de estar a las puertas del cielo-. Y yo te quiero tal y como eres.
-Ya lo sé.
Me acarició el vientre.
-Estés como estés.
-Vale.
-Pase lo que pase.
-Lo voy pillando, Eri, ¿sabes? Lo voy pillando-sonreí, acariciándole la nuca-. Vete a dormir.
-No.
-Vete. A. Dormir.
-Mandón.
-Terca.
-Ya lo sé.
-Yo también. A dormir.
-No tengo sueño.
-Joder, Eri, pareces mis hermanas pequeñas. Métete en la cama, tienes que estar muy cansada.
Negó con la cabeza; sus rizos botaron a su alrededor, cual halo.
-No tengo sueño-protestó, alargando la última vocal de forma que me recordó aún más a mis hermanas, cuando protestaban porque mis padres las mandaban a la cama temprano y ellas querían seguir viendo la tele o haciendo Dios sabía qué. En el fondo era normal que me recordara a ellas; casi tenía la misma edad de Felicité. Estaba justo en el medio de Fizzy y Lottie, lo que no debería olvidar.
-¿A que te castigo sin sexo?-repliqué. Alzó una ceja.
-No eres tan imbécil de castigarte a ti también.
Alcé las manos y las cejas, sugerente. Me dio con la almohada.
-¡LOUIS! ¡GUARRO!
Me eché a reír.
-¿Sigues...?-no terminó la frase, tapándose la cara con las manos. ¿Se había puesto roja?
Esta cría es tonta perdida.
-No.
Me miró a través de sus dedos.
-¿De verdad?
-¿Para qué? Eres mejor tú. Incluso que mis manos.
Se puso roja hasta las orejas, yo me eché a reír a mandíbula batiente.
-No tiene gracia-protestó, encogiéndose sobre sus piernas y abrazándose a sus rodillas. La besé en la mejilla.
-Sí que la tiene, pequeña. Nos vemos de noche.
-Vale-susurró, mirándome mientras me encaminaba hacia la puerta-. Pasadlo bien.
-Sí.
-No trabajéis mucho.
-Nooo...-repliqué.
-Dame un beso-protestó, porque me iba sin despedirme como Dios mandaba. Sonreí, me incliné hacia ella, que me agarró de la camiseta y tiró de mí, con una impaciencia que más se esperaba en mí que en ella.
-Y tened cuidado.
-Sí, nena-volví a posar mi boca en la suya, devolviéndole el beso, y me marché de la habitación. Más tarde me daría cuenta de que casi parecía que estábamos casados y que yo me largaba a apagar un incendio a una localidad cercana, jugándome la vida; parecía más todo eso que que ni siquiera lleváramos seis meses saliendo y simplemente fuera a grabar un vídeo.
Me tomé mi café bromeando con los chicos y Perrie; no pude evitar sonreír cuando la chica, al mirar por la ventana y descubrir una araña paseándose por el jardín a toda velocidad, seguramente huyendo de un cazador mucho más grande que deseaba convertirla en su presa, dio un brinco y se pegó contra la pared.
Liam salió a hacer que la araña se marchara; no le apetecía asesinar a un ser vivo esa mañana. Niall seguía sentado en la mesa, dando buena cuenta de su abundantísimo desayuno, sin hacer caso a otra cosa que no fueran los alimentos que tenía en su plato.
-¿Qué pasa, Perrie?-preguntó Zayn, que acababa de bajar después de ducharse. Alcé una ceja en su dirección cuando vi su pelo aún goteando, preguntándole en silencio por qué no la había metido en el baño con ella.
-Todos los bichos de más de 4 patas son asquerosos-susurró, refugiándose en sus brazos y dejando que Zayn le besara la cabeza.
-¿Y los de menos?-pregunté, intentando distraerla y que la tensión del momento se disipara.
-¿Te refieres a las serpientes?-abrió un ojo para mirarme-. Me dan igual-pero se estremeció, así que me imaginé que no le hacía mucha gracia que preguntara por animales en ese preciso instante-. Pero los que más molan son los de 4.
-¿Y los que tienen 3?
Se separó de Zayn un poco para mirarme de frente.
-¿Qué bicho tiene 3?
-Un gato cojo-espeté, como si fuera la cosa más natural del mundo.
-Eh...-la había desarmado, no sabía qué decir. Una sombra de sonrisa se asomó en sus labios. Era el momento.
-¡Discriminadora!-bramé-¡¡No tienes perdón de Dios!!
Todo el mundo se echó a reír; la pequeña araña desafortunada seguramente ya estaría cruzando el país en dirección a Escocia, lista para desaparecer para siempre de nuestras vidas. No en vano, entre Liam y yo habíamos salvado la suya. Nos lo debía.
Subí al baño corriendo, pero Harry se me adelantó y cerró la puerta tras de sí. Aporreé la puerta, le grité que tenía que ducharme, que aquello no tenía ni puta gracia, que o me abría o la echaba abajo, pero tardó diez minutos en decidirse y dejarme entrar en el baño. Me desnudé mientras él se cepillaba los dientes y se colocaba en su lugar los rizos y me metí bajo el chorro ardiente de la ducha, que nunca estaba lo suficientemente caliente para mí.
-¿Qué pasa si ahora tiro de la cisterna?-inquirió una voz que nada tenía que ver con el grave de Harry. Niall.
-Mira, tío, como lo hagas te juro por todo lo que más quiero que no habrá lugar en el mundo donde puedas esconderte para eso. ¿Entendido?
Y tiró de la cadena. Hijo de puta.
Di un brinco hacia atrás, tratando de huir del agua que de repente corría helada, y le grité que no tenía ni puta gracia. Liam lo echó del baño.
-¿Cuántos hay aquí?-pregunté, pasándome una mano por el pelo. En teoría no me lo iba a mojar, pero ya que estaba, daba igual.
-Tres. Bueno, Harry se va ahora.
-Tengo que vestirme-informó el otro. Escuché cómo abría y cerraba la puerta y asentí con la cabeza. Uno menos, quedaban dos.
-Acercadme la toalla-les pedí, sacando una mano de la mampara y abriéndola y cerrándola, impaciente. Algo suave me acarició la palma de la mano. Me la anudé a la cintura y abrí la mampara, dejando que todo el vapor acumulado se dispersara por la habitación.
Niall giró la cabeza y se giró a mirarme, ocupado en sus necesidades más sucias.
-¿Te la encuentras?-pregunté, desanudándome la toalla y dándole con ella en el culo. El irlandés empezó a gritar.
-¡Déjame! ¡Déjame, Tommo, joder! No tiene gracia... Liam, ¡LIAM! ¡Ayúdame!
-A mí dejadme en paz-Liam no quería meterse en movidas; un chico listo. Terminó de pasarse el peine por el pelo y me lo tendió.
-¿A que me buscas el secador de pelo, mi vida?
-Claro.
-Gracias, mi amor-le estampé un sonoro beso en la mejilla mientras Niall se subía la cremallera del pantalón.
-Voy a terminar poniéndome celoso.
-Os voy a dejar solos, a ver qué hacéis-Liam cerró la puerta y Niall y yo nos echamos a reír, divertidos. Claro, teníamos muchas ganas de enrollarnos el uno con el otro. Nos teníamos ganas. Eri y Victoria no eran más que una excusa.
-¿A qué hora viene tu querida galesa?-pregunté, acercándome al espejo y comprobando si tenía ojeras. Seguramente Lou fuera a disimulármelas en el caso de que existieran, pero nunca estaba de más.
-Creo que a la hora de comer. Les diré a las chicas que le preparen algo.
-¿Y vas a intentar convencerla de que estás listo?
-Tiene que salir de ella-Niall negó con la cabeza.
-Ya sabes por qué no lo hace.
Suspiró.
-¿Por qué estáis tan pesados los cuatro con este tema?
-Porque queremos que te estrenes, duendecillo-le revolví el pelo y él protestó-. Así ya podremos montar orgías a lo grande. Sin ti no es lo mismo.
-¿Me prestarás condones?
-Te los doy, que no soy de compartir ese tipo de cosas-me burlé, echándome todo el pelo hacia atrás con el peine. Si Eri me viera ahora...
Niall se puso colorado y se echó a reír. Liam volvió con el secador, me lo entregó y comenzó a desvestirse.
-¿Creéis que lo sabrán?
-¿El qué?-preguntamos Liam y yo a la vez, girándonos para mirar al irlandés.
-Las fans-eso ya lo habíamos entendido-. Que nos metemos en el baño cuando los otros están dentro.
-Si lo supieran, dudo que nos dejaran vivir en esta casa. Tendríamos que irnos a la estación espacial internacional, o a algún sitio aún más lejos.
Niall se encogió de hombros.
-Son buenas. Seguro que saben dónde estamos.
-Lo saben-confirmó Liam-. Esta mañana ha llegado una carta de una fan. Ya saben la dirección.
-Sólo es cuestión de tiempo que empecemos a bucear entre cartas de fans-murmuré, aunque seguramente no me oyeran por el ruido del secador, que acallaba mi voz.
-No me acostumbraría nunca-caviló Niall, mirando hacia el suelo, sin poder resistirse a dejarse llevar por sus pensamientos.
-No deberíamos acostumbrarnos a esto-replicó Liam, metiéndose en la ducha y bufando porque había dejado el grifo mal cerrado. Sonreí mientras mi pelo volaba por todas partes, intentando escapar de la tortura del secador.
Minutos después, yo ya estaba listo. Sólo me quedaba vestirme con la ropa de calle y bajar al salón a esperar a Paul.
Cogí la ropa que había sacado de la habitación antes para no despertar a Eri y me cambié con Niall en la suya. Frunció el ceño.
-¿Y la chaqueta de cuero?
-¿Qué chaqueta de cuero?
-Tío, ya lo hablamos. Tenemos que llevar unas chaquetas para una escena. ¿No te acuerdas?
Puse los ojos en blanco.
-De puta madre. Voy a mi habitación. Vengo ahora.
Entré sigilosamente, Eri aún no se había levantado. Ni siquiera encendí la luz, por lo que casi caí y me maté varias veces. Eri se revolvió en la cama y pareció levantar la cabeza. Yo no hice nada que no tuviera planeado hacer de no dar muestras ella de seguir dormida.
Encendió la luz.
-¿Qué haces, so bobo?
-Me he olvidado de la chaqueta.
-Ah. ¿Y habéis vuelto sólo por eso? Podía vestirme y llevártela yo.
-Todavía no nos hemos marchado. Paul viene a recogernos.
-Ah, claro. Es verdad.
Sacó las dos piernas de la cara y bostezó, abriendo la boca en todo su tamaño y esplendor. Me mordí el labio.
-¿Está despierta Alba?-inquirió. Me encogí de hombros, la verdad es que no lo sabía, pero seguramente no fuera así. Aún era temprano, y más para ellas, que eran más pequeñas y aguantaban menos sin dormir.
-Vuelve a dormirte, Eri-le ordené, sacando la chaqueta de la percha y volviendo a colocar ésta en su soporte. Negó con la cabeza y se frotó los brazos, buscando algo con lo que taparse.
-Pareces mi madre, Louis.
Me eché a reír.
-Vale. Lo tendré en cuenta.
Salí de la habitación, sabiendo que volvería a verla antes de irme. Y si no, ¿qué más daba? Volvería pronto, estaba seguro. Tenía pensado volver junto a ella en cuanto pudiera.
Zayn estaba viendo un partido de fútbol que no parecía muy interesante, pues se había tirado cuan largo era en el sofá y fumaba un cigarro con calma.
-¿Manchester?
-Sí.
Asentí con la cabeza, echando de menos la cerveza bajando por mi garganta. Un buen partido no era un buen partido si no había bebida que lo acompañara. Pero no era el momento de beber, tenía que concentrarme para el vídeo y todo eso. Las Directioners se merecían un vídeo divertido, tal y como habíamos hecho Kiss You... y también los niños de África se merecían que las chicas se lo pasaran bien para que donaran más. Al final, todo se reducía a ellos.
Llamaron a la puerta y fui a abrir. Paul me saludó con la cabeza.
-¿Estáis listos?
-Falta Harry-informó Liam desde la parte de arriba de la escalera. Luego señaló el pasillo que llevaba a las habitaciones-. Voy a avisar a las chicas de que ya nos vamos.
-Vale-concedió Paul, entrando y cerrando la puerta tras de sí, exhalando un profundo suspiro de resignación-. Lou os está esperando para maquillaros, y eso. No la hagáis esperar. Ya sabes cómo se pone.
-¿Tiene a Lux?
-No.
Zayn chistó, disgustado.
-Supongo que un día entero de acá para allá será mucho para ella.
-En teoría, deberíais haber acabado sobre las cinco.
-¿Cuándo sale el vuelo?-preguntó Eri, bajando las escaleras como una dama de la corte y poniéndose de puntillas para darle un par de besos a nuestro guardaespaldas, que también había sido el suyo en algunas ocasiones.
-A las diez de la noche. Tenéis margen de sobra.
-Guay. ¿Os hago las maletas, chicos?-se ofreció, inclinándose hacia delante para mirar a Zayn. Alzó los pulgares, en señal de contento.
-Como quieras. Aunque si lo haces, se agradece.
Eri asintió con la cabeza, me miró un segundo, me dedicó una tierna sonrisa y luego dijo, para todos y nadie en concreto:
-Voy a preparar mi desayuno y el de Alba.
Alba bajó corriendo las escaleras en ese preciso momento, jadeante.
-He visto a Liam con la cazadora. Ponéosla todos. Quiero babear como una perra en celo.
-Joder, Alba-Eri negó con la cabeza y empezó a regañarla en español. La interpelada frunció el ceño y le contestó en el mismo idioma. Eri puso los ojos en blanco, pero se quedó de una pieza cuando Zayn se levantó y se puso la cazadora. Era curioso cómo reaccionaban de la misma manera cada vez que Zayn hacía eso, a pesar de que ya deberían estar más que acostumbradas a verlo con su cazadora vaquera.
Subí la cremallera de la sudadera granate y me pasé las mangas de cuero por los brazos. Harry ya bajaba con la suya puesta; y se oía a Niall corriendo por la planta de arriba a toda velocidad.
Liam bajó las escaleras poniéndosela. Alba se apoyó contra la pared.
-Jesús bendito-consiguió articular, tapándose la cara con las dos manos y mirando a Liam entre los dedos. Miró a Eri, que no apartaba los ojos de mí, boquiabierta. Joder, que te miraran así sentaba muy bien, y más cuando era tu novia la que lo hacía. Tu novia, que se suponía que era inmune hasta cierto punto a tus encantos, pues ya estaba acostumbrada a ti.
Alba se giró a susurrarle algo a Eri, a lo que Eri le respondió en el idioma que yo no entendía, mirándome de arriba a abajo, sonriendo, pícara.
Niall se echó a reír; estaba en la parte de arriba de las escaleras. Las dos españolas lo miraron a la vez.
-No lo digas-le ordenó Eri, pero Niall nos tradujo su conversación.
-Alba ha dicho que no puede con este hombre, y Eri que el suyo tiene un polvazo muy serio.
Liam y yo intercambiamos una mirad incrédula y luego miramos a nuestras chicas.
-Así que no puedes conmigo, ¿eh?
-¿Polvazo?
Cada uno repitió la parte de la conversación de su española favorita. Eri se puso roja como un tomate y se escondió en la cocina mientras Alba se arrastraba como podía en pos de su amiga.
-Yo no he nacido para que me destruyáis los ovarios de esta manera-protestó la que se creía un gusano.
-La puta que los parió a los cinco. Me cago en todo lo que se menea. Con ellos repoblaba la tierra.
-Jesús bendito, qué hombres tenemos en casa, Erikina.
-Ya lo creo, Alba, hija de mi vida.
-Montamos un prostíbulo y nos forramos.
-No, no. Yo no los comparto. Y menos al Tommo. El Tommo es sólo y exclusivamente mío.
-Lo mismo te digo con Liam. De uso exclusivo personal.
-Y a Hazza, Zayn y Niall nos los rifamos, ¿te parece?
-O nos vamos turnando.
-¿Y si nos quedamos embarazadas?
-Empezamos a repoblar el mundo. Así empezaron los chinos, no te creas.
-Cómo lo sabía. Sabía que el vicio de estas cuatro paredes tarde o temprano iba a hacer acto de presencia.
-La madre que me parió. Ya tenemos entretenimiento para toda la tarde.
-Em, ¿hola?-inquirí-. Aún estamos aquí.
Eri se asomó al vano de la puerta.
-Mira, Luisín. Tienes tres segundos para salir de esta casa si no quieres que te encierre aquí y te haga un hombre como no te lo han hecho en tu vida. Fuera de aquí. Ya.
-Anda, tonta, que tú lo que quieres es que se quede-se cachondeó Harry. Y a mí era lo que más me apetecía. De repente tenía unas ganas intempestivas de quedarme.
-¿Tan bien me queda?
-Vete a la mierda.
Me acerqué a ella y la tomé de la cintura.
-¿Quieres que me vaya?
-No.
-Pero me tengo que ir.
-Me da igual. Que te cojan un doble. Te quedas en casa.
Le mordisqueé el cuello y subí hasta su oído.
-Ya verás cuando volvamos a estar solos.
Gimió tan bajo que sólo yo pude oírla.
-Vámonos, tíos-nos instó Zayn, apagando el cigarro en el cenicero y subiéndose la cremallera de la chaqueta. Eri jugó con la cremallera de la mía mientras Alba y Liam se despedían.
-Llamadnos cuando vengáis, ¿vale? Queremos saber que estáis bien.
-No nos vamos a la guerra-protestó Harry, sonriendo. Alba lo abrazó.
-Pero se os echará de menos como si os fuerais.
-Oh.
-¡Abrazo de grupo!-chilló Niall, abriendo los brazos y metiéndose entre la española y el inglés. Rápidamente todos hicimos un corro, un corro que daba vueltas sobre sí mismo y brincaba. Paul esperó con impaciencia a que termináramos. Siempre le tocaba esperar por nosotros.
Nos despedimos de nuestras chicas y, por fin, salimos en busca de aventuras.
La primera parada que hicimos fue en una estación de autobuses, la misma en la que habíamos estado cuando grabamos One Thing. Queríamos que One Way Or Another se pareciera un poco a One thing pero a la vez fuera diferente. Nos lo habíamos pasado muy bien en el videoclip, involucrando a las fans con él, y había sido muy divertido ver los resultados. Lou nos esperaba sentada dentro del autobús que nos iba a llevar de tour por Londres, aunque sospechaba que sería un tour más reducido que el del primer videoclip con el mismo vehículo.
La saludamos a coro, por lo que nos sonrió.
-Bueno, chicos. Vosotros diréis. Naturales, ¿eh?
-Como siempre-replicó Zayn, siendo el primero en montar al autobús y estrechándole la mano a nuestro conductor, que parecía un poco sobrepasado por ir a llevar a One Direction de tour por Londres, aunque estaba bastante seguro de que ya habría llevado a alguien más importante que nosotros en su vehículo.
El primero en dejarse maquillar fue Niall. Lou mandó al conductor cerrar las puertas y ponerse en marcha; le gustaba la sensación de estar trabajando en varios sitios distintos y uno solo al mismo tiempo, disfrutando de vez en cuando de vistazos hacia la ciudad en la que había dado a luz a su hija y la que tanto adoraba para inspirarse. Los demás nos sentamos cerca de ellos, dándoles conversación, riéndonos y bromeando de vez en cuando. En ocasiones grupos de chicas se quedaban quietos, mirando uno de los muchos autobuses rojos que pasaban por la ciudad, escudriñando las ventanas. Ya se había convertido en costumbre entre las Directioners estudiar los autobuses, por si tenían la suerte de encontrarse con uno en el que estuviéramos.
Y, en todas las ocasiones en que un grupo de chicas se nos quedó mirando, intentando vernos a través de los cristales, nos pegamos a las ventanas, sacudiendo las manos para saludarlas, siempre con una sonrisa en los labios. Y las chicas siempre nos devolvían el saludo y echaban a correr, pero rápidamente se perdían en la distancia debido a que el autobús era mucho más rápido, a pesar de que se veía entorpecido constantemente por semáforos y coches que iban hacia cualquier lugar.
Yo fui el último, y fingí estornudar cuando Lou me aplicó la base de maquillaje que siempre usaba para corregir los brillos e imperfecciones de nuestros rostros. Casi nunca le tocaba a Harry el último, porque tenía que afanarse mucho con su acné juvenil. Pasaban unos minutos de la hora de comer, y Niall ya se quejaba de que tenía hambre.
-Ahora el tráfico es más denso que en otros momentos del día, chicos. Es hora punta, ya sabéis. ¿Y si os bajáis y hacéis algo mientras tanto?
-Llévenos a Buckingham Palace, por favor-le pidió Liam a nuestro conductor, que asintió con la cabeza y enfiló la ruta.
A esas horas, casi nadie estaría en los Jardines de la Reina: seguramente todo el mundo estuviera en algún restaurante comiendo, por lo que la plaza de Buckingham Palace estaría bastante tranquila, lo suficiente como para rodar una parte del vídeo. Saltamos del autobús cuando aún no había parado, prácticamente en marcha, y le entregamos la cámara que estábamos usando para grabar a Paul.
Paul la miró, cogiéndola como si se fuera a romper con solo mirarla.
-¿Estáis seguros, chicos?
Asentimos con la cabeza. Lou nos alcanzó, andando despacio como solía, mirando a todas partes, disfrutando de su ciudad.
-Y, ¿por qué no habéis llamado a nadie más?
-No queremos tener gastos en el vídeo. Queremos dar todo lo que ganemos con él a los niños de África. Por eso sólo venís vosotros dos con nosotros.
-Ah, ¿que estoy haciendo horas extra gratis?-preguntó Lou, bromeando, pues ya se lo habíamos dicho y había aceptado sin vacilar, incluso había insistido en que no le importaba no cobrar nada, más bien al contrario, lo prefería.
Paul sonrió.
-Yo os lo cargaré en el contrato, chicos.
-No os ofendáis, pero-Niall se rascó el vientre-, vosotros no costáis lo mismo que un cámara o un fotógrafo profesional.
-Además, lo único que vas a tener que hacer va a ser colocar la cámara en el trípode y esas cosas-intervino Zayn, mirando alrededor y saludando a alguien que yo no alcancé a ver.
Nos sentamos en el prado y nos pusimos a pensar qué podíamos hacer en Buckingham Palace, qué parte del vídeo quedaría bien allí. Harry dio una palmada.
-Lo tengo.
Y comenzó a contarnos lo que debíamos hacer, lo que terminaríamos haciendo y metiendo en el vídeo. Yo sujetaría la cámara; mi primer plano sería con mi primera intervención en la canción. Un simple let's go que me enfocara a mí, y luego rápidamente enfocaría a Liam. Parecía fácil.
Grabamos las partes de Buckingham Palace con bastante estilo, sin repetirlas demasiadas veces. Luego volvimos a sentarnos en el prado, disfrutando del tenue sol que apenas se dejaba ver entre las nubes, y asentimos con la cabeza según se nos iban ocurriendo buenas ideas.
Paul y Lou charlaban animadamente (bueno, más bien la mujer, nuestro guardaespaldas escuchaba, asentía y decía un par de palabras de vez en cuando) unos metros más allá, dejándonos intimidad para concentrarnos en qué estaría mejor hacer, prácticamente fusionando nuestras mentes. Me costaba mucho visualizar el vídeo cuando aún no lo habíamos grabado, eso se le daba mucho mejor a los demás. A mí me resultaba más fácil imaginarme cómo sonaba una canción cuando me entregaban la partitura y la letra (aunque rara vez miraba la partitura, casi siempre me lanzaba a cantarla según me sentía en ese momento, lo que solía funcionar y a los demás les gustaba, le daba mucha sinceridad a la interpretación), pero lo visual no era lo mío.
Cuando la cosa se empezó a llenar, y nos vimos obligados a alejarnos del parque porque ya no era seguro para nosotros, según Paul, (chorradas), les dijimos que los invitábamos a comer.
Nos metimos en el primer bar que encontramos, que, casualmente, era el Hard Rock Café.
Niall se acercó con decisión a la chica que atendía los pedidos, que se puso colorada al reconocernos a los cinco, y empezó a recitar una sarta de platos que nos hizo fruncir a todos el ceño. ¿Para quién iba a ser la hamburguesa con extra de lechuga y mayonesa, si nadie había hablado con nadie de lo que querían? ¿Acaso Niall iba a sorprendernos?
Sí, nos sorprendió pidiendo media tienda y luego girándose a preguntar:
-Bueno, chicos, ¿y vosotros qué queréis?
La chica lo miró sin entender. Yo hice un gesto para que comprendiera que Niall no estaba muy bien de la cabeza, y ella se echó a reír. Tomó nota de lo que queríamos los seis restantes y nos dijo la cantidad de dinero que debíamos pagar.
Liam, Harry, Niall, Zayn y yo sacamos la cartera al unísono.
-Os invito yo. A lo fiesta de cumpleaños-me adelanté, metiéndome entre Zayn y Liam que, al haber sido los últimos en pedir, eran los que más cerca estaban de la caja. Harry protestó.
-No, tío, ni de coña. Pago yo. Siempre me invitáis vosotros.
-¿Qué más dará, Hazza? Ya pago yo. Vosotros cuatro, guardad las carteras-Liam y su don de mando. Zayn negó con la cabeza.
-Os lo debo de las apuestas. Descontádmelo de las cartas. Pago yo y listo.
-Ay, joder, sois unos pesados, hermanos, en serio. Dejadlo estar, ¿vale? Yo soy el que más ha pedido, así que pago yo-Niall dejó con decisión un par de billetes en el mostrador y rápidamente todos lo imitamos. La chica sonrió al ver tal montón de billetes.
-¿Cuál se supone que tengo que coger?
Todos contestamos a la vez, señalando nuestro dinero:
-El mío.
La chica se echó a reír.
-En serio. ¿Cuál cojo?
-¿Quién crees que es más guapo de los cinco?-espeté, y me arrepentí al instante. No me iba a elegir a mí. Bueno, me las arreglaría para que terminara dejándome a mí solo por eliminación.
Me sorprendió cuando se me quedó mirando y se sonrojó.
Los ojos de los otros cuatro se clavaron en mí, divertidos.
-Entonces cógeme a mí el dinero, nena.
La chica asintió con la cabeza, ocultándose tras una buena mata de pelo que, convenientemente, le cayó en cascada sobre la cara, estiró la mano y recogió los billetes que había dejado encima del mostrador.
-Os lo llevo a la mesa, ¿vale, chicos?
Asentimos con la cabeza y nos sentamos en una esquina, no muy a la vista, pero sí cercana al lugar del que tendría que salir la chica. Apareció unos cinco minutos después, con una bandeja en la que traía la comida de Niall.
-Ahora os traigo lo demás.
Y así lo hizo. Poco a poco fue llevándonos las cosas, ayudada por otra mujer, mayor que ella, que no dudó en dedicarnos una gran sonrisa y confiarnos que habíamos calado hondo en el corazón de su compañera de trabajo... Charlotte.
-¿Te llamas Charlotte?-le preguntó Harry, sonriéndole. La chica tuvo dificultades para respirar; se puso roja como las típicas camisetas de Duff que últimamente llevaba todo el mundo. Asintió.
-S... sí.
-Como mi hermana
Se puso aún más roja.
-Lo sé.
-¿Quieres una foto o algo, Charlotte?-le ofreció Zayn. La cara de la chica se iluminó.
-¡Claro! Esto... por favor-miró en dirección al mostrador, donde aún no había nadie, probablemente rezando porque ningún cliente entrara y le chafara la diversión. Paul y Lou sonreían en la mesa de al lado. No habían querido sentarse con nosotros para no interrumpir los posibles pensamientos de banda que podíamos tener mientras comíamos.
La chica nos dio millones de gracias cuando tuvo su foto y sus autógrafos. Harry la observó mientras volvía a su puesto y se disculpaba con los clientes que acababan de entrar.
-No te quita el ojo de encima, BooBear.
Di un buen trago de mi CocaCola y sonreí sobre el vaso. Me giré a contemplarla. Bajó la vista rápidamente, azorada porque la había pillado con las manos en la masa.
-¿Y si la sigo en Twitter?
-Le da un chungo aquí mismo-replicó Niall, divertido, mientras se zampaba de una sentada la hamburguesa con extra de lechuga que había pedido.
Le pedí el Twitter y, efectivamente, casi le dio algo cuando le dije que la iba a seguir. Saqué el móvil del bolsillo y justo me llegó un mensaje de Alba. Lo dejé sin abrir, seguí a la chica y volví a guardarme el teléfono, que volvió a vibrar al minuto. Esa vez lo saqué, pues Charlotte ya no estaba allí para curiosear en lo que hacíamos. Una cosa era seguir a una fan simpática en Twitter y otra muy distinta era permitir que curioseara en los mensajes que me mandaban.
Desbloqueé el teléfono mientras los chicos se tomaban un descanso del brain storming, cada uno sumido en sus propios pensamientos.
Amor, ¿puedes hablar?
Si hubiera sabido que no era Alba la que me escribía, habría contestado inmediatamente.
Claro, nena. ¿Querías algo?
Nada, sólo decirte que Vic ya está aquí con nosotras. Niall ya lo sabe, le acabo de mandar un mensaje.
Guay. Nosotros acabamos de parar para comer.
Genial. ¿Qué tal el vídeo?
Ahí vamos. ¿Y vosotras por casa?
Bien. Ya te he hecho la maleta. Luego me pongo con la de Harry y Zayn. Alba va a hacer la de Liam y Niall. Bueno, igual la de Niall la hace Vic.
Asentí con la cabeza a pesar de que mi chica no podía verme.
He conocido a una chica.
¿Es guapa?
Las he visto mejores ;)
Owh. y un corazón rojo atravesado por una flecha, acompañado de un icono amarillo enviando un beso.
Ya sabes... Victoria Beckham, y tal.
Gilipollas replicó ella, enfadada, con un icono frunciendo el ceño.
Pero mi novia es preciosa. 
Le siguió un batallón de corazones, yo le devolví una sonrisa y el beso que me había enviado antes.
Sin que yo me enterara, Harry le dio un codazo a Zayn y me señaló. Estaba sonriendo como un idiota.
Gracias, mi vida.
Eh, no hablaba de ti. Hablaba de Miranda Kerr.
¬¬ hoy duermes en la calle. Lo juro por Dios.
Le envié mi propio ejército de carcajadas limpias.
No, Lou, en serio, no tiene gracia. Y un icono llorando.
Le envié un corazón.
El icono se tranquilizó.
Le envié dos corazones.
Una media sonrisa.
Le envié tres y un te quiero.
Un icono cuyos ojos no se veían: la sonrisa el cubría toda la cara.
¿Estoy perdonado?
Sí.
¡Bien! y elle devolví el icono que me acababa de enviar. Me envió un beso.
Bueno, nena, tengo que irme. Seguimos con el vídeo. Hasta luego.
Vale. Pasadlo bien.  Un beso. Te quiero.
Y yo a ti, preciosa. 
Por cierto, te tenemos que conseguir un iPhone decente. Necesitas WhatsApp. No puedes estar robándoselo a la pobre Alba cada vez que quieras hablar conmigo.
Ya.
Guardé el móvil en el bolsillo y nos fuimos del café. Y, mientras Niall y Harry grababan solo en la parte superior del autobús, bastante avanzada la tarde, después de ponernos a bailar en un prado en el que se veía de fondo el London Eye (y tener al pobre Paul tirado por el suelo para grabar cada detalle), bastante después de hacer mis movimientos pélvicos sugerentes y justo después de ir a la puerta del Primer Ministro que, amablemente, aceptó hacer un pequeño cameo en el vídeo, Liam recibió otro mensaje.
-Es Alba-informó-. Les han llegado ya los teléfonos.
-Pero, ¿no nos dijeron que nos los iban a mandar a finales de Enero?-inquirí, frunciendo el ceño, apenas en un susurro para no fastidiar a los que aún seguían grabando. No me daba cuenta de que, sobre aquel ruido de fondo característico de Londres, íbamos a poner nuestra canción.
-Parece que han cambiado de opinión. Serán Directioners-sugirió Zayn, encogiéndose de hombros.
-Que tienen que firmar-leyó Liam-, pero que no saben a nombre de quién, porque el chaval no les deja por ser menores de edad.
-Pues que le dé Eri un bofetón y que Alba coja la caja y se largue corriendo.
Liam asintió con la cabeza, haciendo sobresalir el labio inferior.
-Es una idea, ¿o no?-me defendí.
-Busca una en la que nadie salga herido, por favor.
Me encogí de hombros y me incliné en la parte de atrás del bus, disfrutando de la visión de la gente que iba de acá para allá sin hacer caso de los demás, cada uno ocupado con sus propios problemas. Molaba ver a la gente desde arriba.
-Acaban de llegar a un acuerdo con el repartidor: van a falsificar una firma-informó Liam, que ahora parecía más un retransmisor de un partido de fútbol que otra cosa-. Eri quiere falsificar la mía.
Ni siquiera lo miré cuando respondí:
-Dile que la mía no es la de los autógrafos, que para estas cosas es otra.
Liam tecleó rápidamente en la pantalla táctil.
-Dice que entonces la de Zayn. ¿Estás de acuerdo, Zayn?-le preguntó. Zayn se encogió de hombros, levantando la cabeza y expulsando todo el humo de sus pulmones.
-Sí, lo estoy. Que le den mi firma.
Y así lo hicieron. Una vez llegamos a casa, las chicas nos esperaban con los paquetes de los teléfonos en el recibidor, apilados los unos sobre los otros. Dejamos la cámara a su lado, funda incluida, y nos acercamos al salón, donde las tres le chillaban y silbaban a la pantalla. Estaban viendo Up All Night. Tal y como había dicho Liam en la apuesta que habíamos hecho mientras volvíamos a casa.
Extendió la mano en silencio y todos depositamos la cantidad apostada en su mano. Asintió con la cabeza, satisfecho con las españolas, que le habían ayudado a ganar su buen dinero, y luego todos les empezamos a silbar.
-¿Qué contoneos son esos?-inquirió Harry, zalamero. Las chicas se nos quedaron mirando: llevaban las camisetas de béisbol que una revista nos había hecho ponernos y nos había terminado regalando. Victoria corrió a besar a Niall.
Y, entonces, nos hicimos entrega de nuestros regalos de Navidad. Aquello fue un caos: éramos demasiados, no podíamos ir dándonos los regalos uno por uno, de manera que cada uno cogía lo que podía y se lo entregaba a su correspondiente.
Zayn les agradeció a las chicas el tomo del Quijote que le habían regalado, en español.
-Pero... yo así no lo entiendo.
-Niall puede ayudarte a traducirlo-sonrió Eri, pasándole un brazo por los hombros al irlandés, que le sonrió y le dio un beso en la mejilla.
Victoria nos dio a los demás unos pequeños llaveros con un dragón. A Eri le tocó uno azul, clavado a la dragona de Eragon que le gustaba, Saphira.
-Oh, Vic, es precioso.
Victoria sacó la lengua.
-Bueno, es por Gales, y eso. Los dragones dan suerte.
Los pusimos en los llaveros: ya teníamos algo que nos convirtiera en un grupo.
-¿Sabéis? Yo también tengo algo para vosotros-murmuró Eri, descubriéndose las muñecas.
Todos silbamos.
-Joder, ahí debió de doler.
-Vosotros lo valéis.

Eri se desabrochó el cinturón y se inclinó hacia mí. Me acarició el vientre despacio, pegando su pecho a mi espalda. Con el brazo libre entrelazó nuestros dedos.
-¿Qué te pasa, mi vida?
-Es el primer fin de año que paso fuera de casa, sin mis hermanas, y eso. No sé. Es raro para mí.
Me besó la palma de la mano y le sonreí.
-Las echas de menos, ¿verdad?
-Son sangre de mi sangre.
Asintió con la cabeza, besándome en los labios despacio.
-Intentaré estar a la altura.
-Eres una diosa, Eri. Tú siempre estás a la altura-repliqué, negando con la cabeza y echando un vistazo por la ventana del avión. Volvió a besarme, despacio, aún más despacio. Me apeteció hacerle el amor muy lentamente allí, a kilómetros de altura. Tan cerca del cielo que lo podíamos tocar con las manos.
Jugueteé con su pulsera, la que le había regalado cuando estábamos empezando a salir, y ella murmuró:
-Sólo soy una diosa cuando estoy contigo, Louis. Somos dioses juntos, ¿recuerdas?
Cuando la miré, sonreía. Sonreía con una sonrisa que, como decía Taylor Swift, podía iluminar toda una ciudad. Podía iluminar un universo entero. Con sólo una sonrisa. Qué derroche de energía y poder en un cuerpo tan pequeño... y que, para colmo, era mío. Aquello no podía ser justo. Había firmado un pacto con el diablo sin darme cuenta, estaba seguro. No podía estar viviendo de la música con una chica con la que apenas podía soñar. Las cosas no funcionaban así.
Le remangué la chaqueta y le besé despacio los brazos, mientras ella se estremecía. Recordé cuando la vi por primera vez con su tatuaje de la pequeña L en la cadera. La L que garantizaba que sería mía siempre, pasara lo que pasara, sin importar nada ni nadie. Aquella L no iba a borrarse por muchos siglos, milenios o eones que destruyeran su precioso cuerpo.
El frío anillo de Tiffany me llegó hasta la piel. Suspiré.
-Podemos hacer una videollamada antes de irnos de fiesta y felicitarles al año, si quieres.
-Eso sería genial-susurré, acariciándole despacio los nudillos con el pulgar.
Me besó el cuello.
Me giró la cara para hundirse en mis ojos. Le encantaban mis ojos, eso no era ningún secreto. Le gustaba hundirse en ellos, perderse sin remedio en aquel océano. Y a mí me encantaban los suyos, el chocolate de su interior que me recordaba tanto a mi tierra, lo dulce que podía ser, lo dulce que podía ser ella...
-Para mí es el primer año con pareja-confesó, sonriendo aún más. Le devolví la sonrisa, una pobre imitación de aquella obra de arte, a pesar del aparato estético. Era perfecta, toda ella, tuviera lo que tuviera, fuera como fuera.
-El primero de muchos, nena.
-¿Me lo prometes?
-Te lo prometo.
Es sólo el principio para estos chicos, escuché decir en mi memoria, cuando se formó la banda que me había dado tanto, que me había hecho vivir.
La banda cuyas iniciales mi novia se había tatuado en las muñecas.
Un sueño.
Una banda.
One Direction.