domingo, 11 de diciembre de 2016

Alitas plateadas.

Antes de que te pongas a leer literalmente 28 folios (porque no tengo vergüenza, ni la he conocido nunca) tengo que darte dos noticias: una buena, y otra mala. Empiezo con la mala: dudo bastante que pueda subir ningún otro capítulo hasta el 11 de enero (por exámenes, ya sabéis), y, si no subo tampoco el 11, por favor, no me matéis 😭
Y ahora, la buena noticia:




¡¡HE PUBLICADO CHASING THE STARS EN PAPEL!!
https://www.amazon.es/Chasing-stars-1-Erika-Lopez/dp/1540793508/ref=sr_1_1?ie=UTF8&qid=1481462111&sr=8-1&keywords=chasing+the+stars
Tengo que deciros que todavía estoy flipando muchísimo con todo esto que está pasando; podéis comprar el libro en Amazon; me da rabia no haberos podido bajar más el precio pero creedme si os digo que no es usura (me quedo 2.50€ por cada ejemplar, el resto va todo para Amazon), yo quería dejároslo en 15, pero entonces ni siquiera se cubrirían los costes de impresión.
El libro consta de los primeros 46 capítulos de la historia, que evidentemente no voy a borrar del blog, aunque en papel están corregidos, y editados de modo y manera que los primeros sean más acordes con los posteriores, que me parecen más "fieles" a la historia porque ya estaba más inmersa en ella según iba escribiendo. 
Además, si pedís el libro hoy, os tengo entendido que os llega antes de Navidades; consideradlo una especie de amigo invisible entre vosotras y yo. Y, si os animáis a comprarlo, no os olvidéis de dejar una reseña cuando lo recibáis, indicando si os gusta el formato y demás.😊
Dicho esto, también os dejo la página de Goodreads del libro; por favor, si tenéis un momentito, marcadlo como leído, puntuadlo y escribid una reseña, ¡ayudadme a mejorar!
Y... hasta aquí mi mensaje de hoy. Feliz Navidad, no os empachéis a polvorones. Muchísimas gracias por animarme a intentar publicarlo; no sabéis la ilusión que me hace pensar que mis palabras estén impresas en un papel.
Nos leemos pronto. 


Shasha entra en tromba en la habitación de Sabrae. Se ve que Saab le ha cogido algo que necesita urgentemente, con la misma presteza que todas las cosas que mi hermana más mayor le coge.
               -Sabrae, ¿ya has vuelto a cogerme el cargador del…? ¿Sabrae? ¿Por qué no estás roncando como una moto?-Shasha enciende la luz y entrecierra los ojos, juntando dos y dos. Sabrae todavía es pequeña para irse de fiesta y quedarse a dormir en casa de sus amigas sin avisar previamente en casa, sino sobre la marcha.
               A ver, yo llevo haciéndolo desde que empecé a salir, pero tus padres tampoco se preocupan tanto cuando tienes un hermano de distinta madre que vive en una calle diferente a la tuya.
               O tenías.
               -¡SABRAE!-chilla Shasha, sin importarle que pueda despertar a media casa haciendo eso-. ¡TE JURO POR DIOS QUE, COMO ESTÉS DURMIENDO CON Scott, TE ARRANCO LA MELENA!
               Sabrae abre los ojos, me mira un momento, me dedica una sonrisa que sería lasciva si obsequiara con ella a cualquier otra persona, se gira lo suficiente para mirar la puerta, y se destapa un poco. Lo justo para que Shasha sepa que, efectivamente, ella está ahí, durmiendo conmigo.
               Shasha abre la puerta, sospecho que de una patada, y la fulmina con la mirada. Sus neuronas se quedan en cortocircuito un momento antes de tronar:
               -¡ZORRA! ¡HABÍAMOS QUEDADO EN QUE NOS TURNARÍAMOS PARA DORMIR CON ÉL!
                Y se abalanza sobre ella sin más dilación. Sabrae la espera con paciencia, con la tranquilidad de la que sabe que va a ganar la pelea porque, a pesar de que es más baja, también es más fuerte.
               Shasha ha crecido un montón este último año. Ya la supera en altura.
               También es cierto que Sabrae es muy bajita para su edad. Solemos tomarle el pelo diciéndole que no viene de una de esas tribus africanas que no paran de saltar, miden dos metros, y se ponen piercings que les amplían el labio hasta hacer que quepa en un plato de sopa.
               Cómo le jode eso.
               Shasha cae sobre Sabrae con la fuerza de un vendaval y empieza a arañarle la cara, o al menos a intentarlo. Yo me aparto lo máximo posible, me pego a la pared y espero a que la bronca se desarrolle sin salpicarme.
               Pero lo hace, evidentemente, porque estoy demasiado cerca de ellas, y Sabrae hace kickboxing. Si estuviera con Alec, mis testículos estarían a salvo, porque él tiene que verse muy apurado para usar las piernas. Sabrae, en cambio, no. Sabrae suelta una patada en cuanto puede. Tiene más potencia en las piernas que en los brazos, y no va a desaprovecharla.
               Así que, cuando me dan una patada en la cintura, cerca, demasiado cerca de mis partes nobles, me veo obligado a meterme yo también en la movida. Y Duna se acerca a mi habitación, atraída por el sonido de la bronca.
               La más pequeña de todos mete la mano en la marabunta de cuerpos y agarra un dedo. Es el de Sabrae, que se para en seco y la mira. No metemos a Duna en nuestras peleas. Nunca. Jamás. Es demasiado pequeña.
               Sabrae y Shasha pueden pegarle (suave) cuando se porta mal y le sale el gen Malik, ese que nos hace a todos ser unos gallitos chulos insoportables, pero nadie se mete con ella ni se pelea en serio como lo hacemos nosotros.
               Shasha intenta pellizcarle una teta a Sabrae, pero yo le agarro las manos y se las paso por detrás para evitar que vuelva a reactivar el protocolo de actuación anti-tratado de paz.
               En ese momento, mamá se asoma a la puerta con el pelo alborotado y la camiseta del revés.
               -¡Scott! ¡Niñas! ¿Pero qué coño os pasa ahora?-espeta, frunciendo el ceño. Shasha mira a Sabrae con rabia.
               -He ido a pedirle el cargador del teléfono, porque lo llevó al instituto y se lo robaron…
               -¡Pero serás chivata!
               -… y resulta que no estaba en su cama, mamá. ¡Estaba durmiendo con Scott!
               Mamá se masajea las sienes.
               -Menuda traición, que venga a dormir con mi hermano, ¿a que sí, mamá?-ataca Sabrae, intentando darle una patada a Shasha, pero yo aparto a la mediana y le lanzo una mirada envenenada.
               Papá asoma la cabeza, colocándose los pantalones. Le brillan los ojos, pero está cabreado con nosotros. Tanto por no ser capaces de comportarnos como personas, como de haberle interrumpido el polvo.
               -¿Qué pasa?
               -Se están peleando por Scott-mamá pone los ojos en blanco, cruzándose de brazos-. Otra vez.
               -Joder, ¿ya estamos?-ladra papá.
               -¡Es que es cómodo!-grita Duna.
               -¡Es que es calentito!-interviene Sabrae.
               -¡Es que huele bien!-concluye Shasha, y Sabrae y yo nos la quedamos mirando. Ella baja la cabeza, y sus mejillas se encienden. Duna asiente con la cabeza.
               -Es verdad, Scott también huele bien.
               Papá se vuelve hacia mamá.
               -¿Por qué tuvimos que tener más hijas, nena? Joder, Sherezade, con lo bien que estábamos sólo con el crío.
               Las crías sonríen, acostumbradas a esta contestación por parte de papá, que ni de coña lo dice en serio.
               -Porque te gusta follarme-gruñe mamá-, pero ponerte condón, no tanto.
               -¡Mira de lo que nos sirvió que me pusiera condón, Sherezade!-protesta papá, haciendo un gesto con la mano en mi dirección.
               -Esto-replica mamá, señalándonos a los cuatro también-, es lo que pasa cuando follas con una mujer que no toma anticonceptivos.
               -Decías que eras estéril, mira qué putamente estéril eres, Sherezade-bufa papá, y mamá lo fulmina con la mirada-. ¿Qué? Es verdad, las estériles no tienen un hijo solas, ya no digamos cuatro.
               Sabrae inclina la cabeza y sonríe.
               -Me encanta ver cómo la caga papá-comenta
               -Joder, mamá, papá tiene que tenerla muy grande para que le aguantes tanta tontería-la pincho, y mamá agita la melena, asegurándose de darle con el pelo en la cara a mi padre.
               -El amor, que te atonta. Dios, quién me ha visto y quién me ve; primera de mi promoción… y ahora con esto.
               -Tendrás la cara de decir que has hecho mal negocio conmigo-papá le da una palmada en el culo y mamá se lo queda mirando.
               -No estoy jugando, Zayn.
               -Yo sí. ¿Vamos a hacer más ruido que los críos?
               Mamá lo mira un momento.
               -Vale-accede-. Pero porque no me gusta dejar las cosas a medias, ¿eh? Que conste. Pero antes… ¡vosotras!-se gira hacia Shasha y Sabrae-. ¡Como os volváis a pelear por quién duerme con Scott, pongo un candado en su puerta, y ninguna vuelve a dormir con él en su vida! ¡¿Está claro?!
               -Sí, mamá-balan las dos, y Duna sonríe, escalando hacia la cama y sentándose en mi regazo.
               -Y Scott-se vuelve hacia mí, yo casi puedo seguir con los labios su discursito: debería darte vergüenza-, debería darte vergüenza-eres el mayor-eres el mayor-deberías dar ejemplo-, deberías dar ejemplo- y aquí estás, peleándote con ellas como si no fueras más alto y varios años mayor-, y aquí te tenemos-vaya, casi-, peleándote con ellas como si no fueras varios años mayor-concluye con un bufido.
               -Te has olvidado de que también es más alto-aporta papá, acariciándole el costado. Mamá se gira hacia él.
               -Me estás calentando, Zayn.
               -Eso es lo que quiero, nena.
               -Calentándome en el mal sentido.
               Papá sonríe, se muerde el labio (y, si fuera yo, se mordería el piercing, así que ya sabía de dónde lo he sacado) y alza las cejas, seductor. Las chicas se echan a reír.
               -Eres insoportable-bufa mamá, pero en un tono mucho más suave. Papá sonríe y le besa la clavícula.
               -Entre otras cosas. Shasha, Duna, a la cocina. Los mayores podéis ir también, a no ser que queráis aprender algo.
               Y se la lleva a la habitación mientras yo saco a las chicas y las llevo escaleras abajo. Shasha le tira del pelo a Sabrae (la muy cabrona es rencorosa), Sabrae se gira y le pone la zancadilla, y Shasha se daría de morros de no ser por mí, que soy una persona bellísima demasiado buena para este mundo. Con mis hermanas, por lo menos.
               Con Tommy, ya no tanto.
               Cojo a Duna en brazos y la alzo para que sea ella la que abra las alacenas. Nos preparamos el desayuno y nos sentamos a la mesa, quitándonos comida de la boca unos a otros. Sabrae y Shasha se pelean y se ríen mientras Duna se hace con las galletas más suculentas. Me pasa alguna a mí, porque también soy su favorito. Se le nota a leguas.
               Sabrae coge un puñado de cacao en polvo y se lo tira a Shasha a la cara, que lanza una exclamación y se abalanza sobre ella. Yo ya paso de meterme, son un caso perdido.
               -¡Sabrae! ¡Ahora Shasha es de tu color!-celebra Duna, metiendo la mano en el bote y pasándosela luego por la cara, cambiando del sucio tono café de nuestra piel al de chocolate con leche de la mayor. Las niñas se ríen mientras se pintan la cara las unas a las otras, y se las apañan para acorralarme y dibujarme símbolos tribales con la misma pintura improvisada en la mejilla.
               Cuando mamá baje y nos vea así, decidirá que es hora de desheredarnos. Y con toda la razón del mundo.
               Duna dice que quiere ir al parque y Shasha se ofrece a acompañarla. La verdad es que a mí no me apetece mucho salir de casa, salvo por una nimiedad.
               Tengo que ir a comprar otro piercing. Lo noto arañando la cara interna de mi boca mientras mastico, así que me lo quito y lo estudio. Tiene trocitos de piel minúsculos incrustados en la punta del aro, y hay partes un poco enrojecidas. Me paso la lengua por el agujero y noto el inconfundible sabor metálico de la sangre bañándome la punta.
               Las crías me miran con atención mientras lo observo.
               -¿Tienes que ir a por otro?-pregunta Sabrae, y asiento y suspiro-¿Al centro?-vuelvo a asentir, se le ilumina la cara-. ¿Puedo ir?
               Me encojo de hombros.
               -Es un país libre.
               -Genial-replica, se termina su desayuno y sale disparada en dirección a su habitación. Baja en menos de cinco minutos, con los rizos ya peinados y sueltos, balanceándose sobre su cara, la sudadera roja de Deadpool que está a nada de dejar de ser mía, unos leggings negros con los que va a coger una pulmonía sí o sí (o debería, pero viendo que es capaz de salir de noche sin medias, ya no sé qué pensar en relación con mi hermana) y unas Converse de cuero blancas, impolutas. Se las han regalado por Navidad y las cuida mejor que a un hijo.
               -Estoy lista-anuncia mientras Shasha ayuda a Duna a ponerse su abrigo y se despide de nosotros, no sin antes pedirnos que le compremos no sé qué disco de la banda china (¡que son coreanos, Scott, coño!) de turno.
               -Pues yo no-replico, dando un pequeño sorbo de mi bebida.
               -Pues, ¡date prisa!-exige Sabrae, que debe de tener una tarde de sábado de principios de semestre súper ocupada con trabajos. Y exámenes. Evidentemente.
               Sonrío con malicia dando otro sorbo aún más lento.
               -Podré terminarme la leche, ¿no?
               Sabrae pone los ojos en blanco y espera con impaciencia a que acabe. Yo lo postergo y lo postergo, hasta que ella se harta de esperarme, me arrebata la taza, me tapa la nariz y me la da de beber a la velocidad del rayo.
               -¿¡TÚ QUE ERES TONTA!?-grito, dándole un manotazo en el brazo.
               -¡Scott! ¡Niñas!-grita papá desde el piso de arriba, probablemente todavía dentro de las piernas de mamá. A veces me pregunto si lo de durar mucho en la cama me viene en la sangre, o lo he ido aprendiendo a base de escuchar a mis padres mientras crecía.
               -¡Es él!-grita Sabrae.
               -¡Es ella!-protesto yo. Sabrae va a sentarse al sofá mientras subo a cambiarme de ropa. Estoy a punto de mandarle un mensaje a Tommy diciéndole que voy al centro, preguntándole si quiere venir o si necesita algo.
               Luego recuerdo por qué tengo que ir al centro. Fue él quien me rompió el piercing.
               Se me revuelve el estómago y mi alma multiplica su peso por un millón. Se me hace imposible caminar. Me quedo sentado en la cama un momento, mirando la foto del que fuera mi único hermano, sonriendo y haciendo el imbécil con un balón de baloncesto. La foto se la hizo Bey en verano, estoy seguro. Es más, de hecho, se me ve a mí en el fondo, echando un cigarro, sentado en el bordillo de la cancha y hablando con alguien que no sale en la imagen.
               Se abre la puerta y Sabrae asoma la cabeza.
               -¿Scott?-susurra-. ¿Estás bien?
               -Sí, no es nada-me paso rápidamente la mano por la cara, arrastrando un par de lágrimas que han conseguido ser más fuertes que yo e, ignorando la presión en mi pecho, me pongo en pie y sigo a mi hermana pequeña por la casa, la calle, en dirección a la parada del bus, y luego a la del metro, y luego en el mismo metro. En ningún momento Sabrae me pide indicaciones, lo cual me parece extraño en mi solitaria estupefacción.
               Hasta que recuerdo por qué sabe dónde tenemos que ir. Acompañó a Eleanor, y ella también se hizo algo, como se encarga de recordarme Luke nada más entrar.
               -¡Sabrae!-celebra, antes de que yo entre-. ¡Dichosos los ojos! ¿Vienes a que te ponga otro adorno en ese precioso cuerpo tuyo?
               -Otro día-replica Sabrae, y la sola idea de Luke poniendo sus sucias manos sobre mi hermanita me hace hervir la sangre. Los dos me miran cuando me abro paso en la tienda, cerrando la puerta detrás de mí.
               -¿Tú solo, Scott? Esto es nuevo-me provoca-. ¿Y tu mitad?-acusa.
               -No está solo, está conmigo-contesta Sabrae, muy digna. Luke levanta las manos. Le agradezco en silencio a Sabrae que me eche un cable. No estoy preparado para decir en voz alta que Tommy y yo ahora vamos por caminos separados.
               Lo peor de todo es que hay una inmensa fila de árboles entre nuestros senderos, y la figura del otro se pierde en la espesura. A veces, deseo poder echar un vistazo y ver cómo le va, a pesar de que sólo han pasado unas pocas horas desde que nos separamos definitivamente.
               -Está bien, ¿qué se os ofrece?-pregunta, y yo me señalo el agujero vacío debajo de mi labio. Luke asiente-. Aro negro, ¿no? ¿Mate o brillante?
               -Con brillo-informo. Luke se pone a revolver entre sus cajas mientras Sabrae se inclina hacia los piercings más elaborados. Hay uno de unas alitas separado por una varilla de hierro recubierto de plata. Se lo he visto a algunas chicas. Lo de las alitas es bonito, y versátil. Pueden ir en cualquier parte del cuerpo: nariz, oreja, ombligo…
               Me quedo mirando a Sabrae mientras ella frunce el ceño ligeramente, estudiando con atención la pequeña pieza de bisutería. Sé que no puedo preguntarle a Luke dónde le ha hecho el piercing, y sé que tampoco quiero que Sabrae me confirme mi sospecha.
               Ella está rarísima, y se cuelga de mi brazo nada más salir de la tienda, ya completo de nuevo. Me paso la lengua por el piercing, hago una mueca al notarlo todavía nuevo (tardaré un poco en hacer que su tacto cambie, erosionándolo con lengua, saliva y dientes) y me la llevo al centro comercial más cercano, el de la mayor tienda de discos, libros y tecnología de todo Londres.
               Estamos entrando por la puerta cuando ya no puedo más.
               -¿Dónde te has hecho el piercing, Sabrae?-pregunto, y ella me mira.
               -No tengo ningún piercing.
               -Mentirosa.
               -Bueno, ¿a ti qué?
               -¿Dónde lo tienes?-la pincho, un poco más animado al ver lo rápido que contesta a mis provocaciones. Sabrae pone los ojos en blanco y se suelta de mi brazo.
               -No te lo voy a decir.
               -Sabrae-suplico.
               -Métete en tus cosas, Scott.
               Sonrió con malicia.
               -Si se lo pregunto a Alec, ¿él me lo dirá?-inquiero, y noto que he dado en el clavo y que ya sé dónde tiene el piercing (y la razón de su interés en aquél de las alitas) cuando sus ojos se entrecierran un poco.
               -Arriésgate, pero… no creo-esta vez es ella la que sonríe con satisfacción. Se sabe la nueva dueña de la conversación.
               -¿Por qué no?-la sigo por entre las tiendas, vamos directamente a la librería, sin pasar por las de ropa. Casi mejor. Prefiero estar en casa, tumbado en la cama, pensando en mis cosas, comiéndome la cabeza y no sintiéndome mal por estar fuera sin Tommy, por poder pasármelo bien sin él, por notar su ausencia especialmente cuando estoy rodeado de gente. Es mucho mejor echar de menos a alguien cuando estás solo que cuando estás acompañado.
               Llegas incluso a sentirte culpable por estar con alguien.
               -Porque si te lo dice, no vuelvo a dirigirle la palabra-sentencia, acercándose a unas escaleras mecánicas y subiendo de un salto a un escalón.
               -Entonces no le preguntaré-decido, y ella suelta un condescendiente “bien”, creyendo que ha vencido-; el mundo no puede permitirse que te vuelvas a poner de morros por no hablar con tu chico.
               -Gilipollas-escupe, pero la noto sonreír en su tono de voz.
               -¿Cuánto lleváis?-la puteo.
               -No estamos saliendo-suspira, apoyándose en el posamanos y mirando alrededor. La gente se hace más pequeñita, y las tiendas cambian de forma, a medida que vamos subiendo hacia la planta superior. Hace salir un poco su cadera, como si fuera una modelo, o algo así.
               -Vale, pues enrollados. ¿Cuánto lleváis?
               -Pregúntale-responde, como la arpía que es-, a ver si lleva la cuenta.
               -¿Tú la llevas?-inquiero, y ella me mira por encima del hombro, riéndose.
               -Scott.
               -Sabrae-respondo, y ella alza las cejas, divertida.
               -Vaya, pero, ¡si te sabes mi nombre!
               -Fui yo quien te lo puso-le recuerdo, y sus mejillas se hinchan cuando ella sonríe. Me aprieta la mano y sale disparada en dirección a la sección de los libros, la que más ocupa en todo el local. Yo la sigo, me escabullo entre las estanterías, ando y desando de un lado a otro mientras ella elige títulos aparentemente al azar, les da la vuelta, lee la sinopsis y los deja de nuevo en su sitio.
               Excepto uno, uno pequeñito, cuadrado, de no más de 350 páginas. Es de color aguamarina, con un montón de carpas dibujadas a pincel en su portada. Sabrae lo ha abierto y se ha quedado mirando una página. Me acerco a ella y echo un vistazo por encima de él.
               Son textos de esos que la gente a veces sube a Instagram, a Twitter, a Tumblr, a sus blogs. Y no por eso dejan de ser geniales.
               -Mira esto, Scott-susurra en un tono que no le he escuchado utilizar en años, de absoluta adoración. Tiene su dedo colocado sobre una frase corta, pero profunda como la sima de un océano. Podemos elegir con quién dormimos, pero no con quién soñamos.
               Quiero seguir leyendo el texto, pero Sabrae cierra el libro de golpe y se lo lleva al pecho.
               -Me lo voy a llevar-dice, como si yo fuera gilipollas y no entendiera que pretende hace exactamente eso. Yo asiento con la cabeza, cojo otro ejemplar y ojeo al hermano del que va a ser una nueva adquisición para la familia. Hay un montón de páginas que contienen un par de líneas, y, el resto, su blancura impoluta. Observo cómo Sabrae mira más libros, sin soltar nunca el pequeñín.
               Y entonces, caigo en por qué se quiere llevar un libro que no se parece en nada a los que ella suele leer, que no tiene las características que ella escoge. Le gusta coger libros bien gorditos, con letra pequeña y muy poco espacio, aprovechando al máximo el recuerdo del árbol que fue en otra vida, cuyas historias se apretujan en las páginas en señal de respeto por el tronco que ya no es en esencia, y tampoco en potencia.
               Ha elegido dormir conmigo, pero seguro que ha soñado con él. Y seguro que le ha gustado.
               Me fijo en ella, en cómo le brilla la piel, cómo sus ojos se detienen un momento a observar portadas, lomos, o contraportadas que le llaman la atención, sus manos estirándose a coger otros libros.
               Lleva las huellas de Alec por todas partes, unas huellas que yo nunca he visto, unas huellas que él no puede elegir dejar en nadie, y que sólo es capaz de dejar en ella. Me acerco de nuevo a ella, que ahora está estudiando un libro inmenso, como un atlas, de fotografías de Japón. Lo ha abierto por una página en el que se ve una montaña cortada como con cuchillo, creyéndose un flan de colores equivocados, y posada sobre un manto de cerezos. Sonríe un poco, no lo bastante como para que lo note el resto de la gente, pero sí lo suficiente, de sobra, como para que lo note yo.
               -Todavía te dura-le digo, y ella se me queda mirando. Ni siquiera pone mala cara. Joder, Alec está con ella, Alec está con ella aun cuando hay kilómetros entre los dos.
               -¿El qué?-pregunta, inocente, y me doy cuenta de que tiene catorce años, es una niña, es un bebé, es mi niñita.
               Y está enamorada.
               -El brillo en la piel y los ojos que te ha puesto Alec.
               Sabrae sonríe, baja la mirada, clavándola más allá de la celulosa tatuada con un millar de colores, dejándola caer a sus pies, cuyas partes delanteras se juntan, haciéndola más pequeñita, y se aparta un mechón de pelo de la cara.
               -Vamos a por el disco de Shasha, anda-me dice, dejando el libro en su sitio y alejándose sin darme tiempo a reaccionar.
               Pero yo soy su hermano, la conozco lo suficiente y desde hace lo suficiente como para saber cuándo sonríe de felicidad, y cuándo se le encienden las mejillas porque es inmensamente feliz.
               Saco el libro que ha dejado en la estantería y la sigo. A mí también me ha gustado la foto del monte Fuji sobre el mar de cerezos. Ella alza una ceja al ver que me aproximo con el libro, pero no dice una palabra. Se gira sobre sus talones y se queda mirando las portadas de los discos de la sección asiática.
               Es increíble cómo personas que no tienen nada que ver unas con otras, y cuyos peinados son inconfundibles del resto, pueden ser tan idénticas.
               Ah, y el título del disco que Shasha quiere está en coreano. Genial. Las pasamos canutas para encontrar lo que ella quiere; le mandamos una foto para asegurarnos de que es eso, y Shasha nos manda una carita sonriente por toda respuesta.
               Yo hago el amago de ir a pagar, pero Sabrae me dice que espere, se va a la parte de cantantes nacionales, coge todos los discos de papá, y se niega a marcharse hasta que no ha colocado cada álbum al frente de cada pila de discos. Le hace una foto a la millonada de caras de papá que se reproducen por doquier, sonríe satisfecha, y me sigue con los ojos fijos en la pantalla de su teléfono.
               Pagamos y volvemos a bajar por las escaleras mecánicas. Se inclina a mirar la zona de los restaurantes.
               -Han abierto un Fosters-comenta.
               -¿Quieres que vayamos a comer?
               -Nah-replica, meneando la cabeza de manera que sus rizos cobran vida propia, y parece Medusa.
               -Pago yo-añado, y ella se vuelve, me mira, sonríe y espeta:
               -Bueno, ahora que lo dices, la verdad es que me entran unas alitas de pollo-sonríe, y yo me echo a reír. No me acuerdo de Tommy en ningún momento.
               Le pregunto por qué siempre cambia de idea cuando le digo de pagar yo, y me contesta que le encanta hacerme sacar la cartera, le digo que eso es alimentar al machismo, y me dice que no, que eso es aprovecharse de su hermano mayor, que es lo que tiene que hacer, lo que la naturaleza espera de ella. No me deja coger ni una sola alita de pollo, pero intenta robarme un par de patatas, y lo consigue en una ocasión.
               La pantalla de su móvil se ilumina un par de veces, y sólo lo coge al vuelo una vez cuando un nombre corto, que empieza por “A”, y acaba por “lec” se manifiesta en el diminuto aparato. Miro cómo sonríe mientras mastica y se pone a teclear.
               -¿Por qué lo dejasteis?-pregunto, y ella me mira.
               -No lo dejamos; nunca hemos estado juntos.
               -¿Por qué os peleasteis?
               -Porque Alec es subnormal-suelta, pero lo hace con mucho cariño, y yo espero a que termine la frase con un “pero es mi subnormal”, cosa que no hace.
               -¿No me lo vas a contar?
               -Que te lo cuente él. Sois amigos. Se supone que os contáis las cosas-abre un montón los ojos y me mira-. Ay, Scott, perdón, no quería…
               -No pasa nada-le acerco la caja de patatas-. Venga, termínatelas.
               -Jopé, Scott, ahora me siento mal…
               -Estoy lleno, en serio-contesto, y es verdad en parte y en parte no. No tengo ganas de comer más, y tampoco creo que debiera.
               No tengo ganas porque estoy lleno y porque se me encoge el estómago al pensar que lo que ha pasado con Tommy es solamente culpa mía. Sois amigos, se supone que os contáis las cosas.
               Él era mi mejor amigo, se supone que tengo que contarle cosas que nadie más sabe. Cosas que Alec sí sabía, pero Tommy no.
               No me extraña que la pague con Eleanor. Ella le recuerda a lo que yo le he hecho. Ella forma parte de mi traición. Ella no se lo merece, pero tampoco puedo culparlo; en el fondo de mi corazón, sé que no.
               Sabrae deja unas pocas patatas, me acerca una alita de pollo, la última, y me sonríe con timidez. Me está pidiendo perdón. Me la como y nos largamos. Ella intenta animarme, me saca conversación, joder, si incluso me dice de ir a la tienda de piercings y termina comprándose el de las alitas de ángel, tomándome el pelo y diciéndome que no la voy a ver disfrutando de su piercing, y yo le sonrío, pero tengo la cabeza en otra parte.
               Alec le manda un par de mensajes, y ella los abre, le contesta con monosílabos y le dice que espere. No quiere dejarme solo, a la deriva del mar embravecido que es mi cabeza. Siento los golpes de Tommy aún en mi cuerpo, tanto los primeros como los que vinieron como respuesta a los míos. Siento sus palabras volviendo a aguijonearme el corazón.
               Y me escucho a mí mismo en bucle diciendo que ya no es mi hermano.
               Y me enfado con él. Me enfado muchísimo, por no estar a mi lado cuando digo eso para romperme la cara y decirme que es imposible que él y yo dejemos de ser hermanos. Me enfado con él por consentir siquiera que yo piense eso, que diga eso, que sienta eso. Me enfado por dejarme solo, por no ver lo que yo le hago a Eleanor igual que yo veo lo que Alec le hace a Sabrae.
               Hay que estar muy ciego para no ver que puedo hacer a Eleanor feliz, que la hago feliz cuando no estoy hundido en la mierda por su culpa.
               Y hay que ser muy hijo de puta para decir que yo no la quiero y que no estoy enamorado de ella, que no es más que un capricho para mí, cuando ninguna chica ha sido nunca un capricho en lo que a mí respecta. Yo he sido un capricho muchas veces; prácticamente, toda mi vida sexual.
               Y, justo ahora que encuentro a una chica que me valora y me quiere, a la que le puedo hacer el amor y a la que le gusta mirarme a los ojos y decirme que me quiere mientras estoy dentro de ella, y no lo bueno que estoy, lo mucho que ha esperado este momento o las ganas que me tenía, sino lo mucho que me quiere, Tommy tiene que volverse gilipollas y cabrearse conmigo por no poder resistirme a ella.
               Eleanor.
               Mi centro de mandos se apaga cuando abro la puerta de casa y me encuentro con su melena chocolate alrededor de la cara de Duna. Las dos se están riendo, Duna se ha sentado entre las piernas de Eleanor, que la ha abrazado con las piernas y le hace cosquillas en el costado, mientras Duna se ríe.
               Hay que destacar varias cosas de este cuadro.
               La primera, que no puedes tener un grado de confianza como del que hacen gala mi novia y mi hermana pequeña si por lo menos una de las dos personas de la situación no conoce a la otra desde que nació.
               La segunda, que Eleanor es ofensivamente preciosa cuando se ríe.
               La tercera, que Duna se parece un poco a mí.
               La cuarta, que Eleanor es ofensivamente preciosa cuando se ríe.
               La quinta, que parecen madre e hija, y no puedo soportar mirar sin deshacerme cómo Eleanor juega con una niña que se parece a mí, que comparte mi sangre, que es mi hermana en este momento, pero que podría ser mi hija dentro de 10 años.
               Y la última, que Eleanor es ofensivamente preciosa cuando se ríe.
               Y, por Dios, cómo se ríe cuando me ve.
               -Hola-dice, como si no fuera, no sé, la encarnación de la belleza en un cuerpo de quince años, la demostración de que el Big Bang se ha producido y de hecho se reproduce cada x tiempo, por ejemplo, al momento de su nacimiento, como si no fuera una diosa que ha venido al mundo para enseñarme las maravillas que hay en él, como si no fuera el cuerpo (y, uf, qué cuerpo) en el que el amor ha decidido concentrarse para demostrarme que un corazón roto puede amar más que uno intacto, que cada pedacito puede querer como un corazón completo, que un corazón dividido en 20 pedacitos equivale a 20 corazones, y no a 1/20. Me saluda como si no estuviera enamorado de ella, como si no fuera capaz de ir al fin del mundo con tal de hacerla feliz, como si no pudiera cabrearme con su hermano por insinuar que no la amo, como si no pudiera despreciar toda la poesía escrita hasta la fecha, sea en blogs, en libros de editoriales modestas o en las paredes de los templos más inmensos que haya hecho la humanidad, porque lo que siento cuando me mira, me habla o me sonríe no es poesía, no es teatro, no es prosa, es todo junto, es literatura como todavía no la han inventado.
               La historia debería empezar a contarse desde el momento en que ella nació. Y no desde que los griegos se inventaran unos símbolos para representar los sonidos que representan objetos o ideas.
               Tommy no puede ser tan imbécil de no ver la luz que dejo en Eleanor, o la que ella deja en mí. Si Sabrae es un faro después de ver a Alec, Eleanor es un sol; si Alec es un faro después de ver a Sabrae, yo soy un cielo iluminado por tres astros.
               -Hola-replico, porque, ¡joder, me está hablando a mí! Eleanor sonríe, divertida por mi tono de incredulidad porque, ¡joder, me está hablando a mí!
               -Abajo, pequeña-le dice a Duna, que se desliza por sus piernas y va a ver a Sabrae. No se acerca a mí. Sabe que ahora no soy suyo, que probablemente no vuelva a serlo nunca. Eleanor se pone en pie y viene hacia mí, me toma la mano y me acaricia los nudillos. Y me sonríe. Y yo soy un puto muñeco de nieve al que ha sorprendido el cambio climático. Sorpresa, hijo de puta, ¿te crees sólido? Pues es imposible que no seas líquido.
               Me convierto en un puto charco a sus pies. Te lo juro.
               -Me dijiste que ibas a estar en casa-me riñe, se pone de puntillas y me besa, y yo cierro los ojos, dejándome llevar por cómo su esencia se condensa en nuestras bocas. Joder, qué bien sabe mi chica, qué buena es, qué guapa, qué lista, qué hermosa, qué generosa, dios…
               -Es que me gusta hacerte de rabiar.
               -Ya vale de hacerse el difícil, Scott-me dice, y noticia de última hora:
               Mi nombre. Es. La puñetera. Mejor palabra. De toda. La historia.
               -¿Me has comprado algo, Saab?-pregunta Duna, metiendo la cabeza dentro de la bolsa. Sabrae se sienta en el sofá y le enseña los libros, incluido el que le ha recordado a Alec.
               Yo pego a Eleanor contra mi pecho y le beso la frente, y voy bajando, y ella se ríe.
               -Te deseo-le digo, y ella se sonroja un poquito, mi niña-. Ahora.
               -Pues ya sabes qué hacer-replica, pasándome una mano por el cuello, por la nuca, y jugando con mi pelo. Y sí, sé exactamente lo que tengo que hacer. La llevo de la mano escaleras arriba, entramos en mi habitación, cierro la puerta, le quito la ropa y le dejo que ella me la quite a mí, le beso todo el cuerpo, le separo las piernas, bebo de ella hasta que su sexo no es suficiente para saciar mi sed, y entonces, la poseo, muy, muy, muy despacio. La beso en la boca, respiro en su aliento, inhalo su respiración acelerada.
               Sabe lo que necesito, y me lo da.
               -Te quiero-me dice mientras la embisto despacio, mirándola a los ojos.
               -Yo también te quiero, mi amor.
               Ella se estremece. Está muy, muy cerca. Consigo que se rompa entre mis brazos cuando le mordisqueo el lóbulo de la oreja y le susurro:
               -Lo vales. Una y mil veces. No cambiaría nada por ti.
               Me pasa los brazos por la espalda, y me mira mientras termino, habla conmigo, me dice cosas que ni siquiera sabía que se pudieran decir a una persona. Son cosas que yo diría mientras me tiendo en el suelo para hablarle a mi dios.
               Y, sin embargo, Eleanor hace que suenen no como una blasfemia, sino como una plegaria que me dedica sólo a mí.
               -Eres feliz-observa, y yo asiento-. Y es por mí-vuelvo a asentir. Contemplo el colgante del avión de papel. Es un puñetero cohete cuando toca su piel. Una nave espacial que viaja a través de las dimensiones.
               Me tumbo a su lado y me quedo mirando el techo de la habitación. Eleanor me cubre de besos, se pasa por mi costado, aparta la cara.
               -¿Esto te lo ha hecho mi hermano?-pregunta, y yo miro los moratones a los que se refiere, me encojo de hombros.
               -No quiero hablar de él, Eleanor.
               -Lo siento-se disculpa, tanto por haberme sacado el tema como por lo que me ha hecho Tommy.
               -No hay nada de lo que disculparse, porque no hay nada de lo que arrepentirse.
               Me mira un momento. Todos sus poros refulgen por lo que le acabo de hacer. Me acaricia el mentón.
               -Algún día, el mundo te apreciará todo lo que te mereces, Scott.
               -Ya lo hace, Eleanor. El mundo eres tú.

Diana
Mi inglés me hacía tener una fuerza de voluntad de mierda. Seguía cabreadísima con él, sí, seguía molestándome imaginármelo encima, o debajo, de aquella zorra pelirroja.
               Pero no podía ver cómo se comportaba como un cachorrito apaleado que intenta hacerse el fuerte enfrentándose a un perro mucho mayor que él, desinteresado en la pelea.
               Y, por mucho que me doliera pro cómo estaba tratando a Eleanor, precisamente al única que no había hecho nada en toda aquella situación y a la que teníamos que proteger, más me dolía ver cómo se lamía las heridas no para limpiarlas, sino para mantenerlas abiertas.
               Tenía que hacer algo.
               Sabía que mi compasión no duraría mucho, o lo sospechaba. Nunca me había sentido como me había sentido con él; desvalida aun con mi armadura, vulnerable aun con mis armas. Tenía la sensación de que podía mirarme y ver exactamente lo que me torturaba cuando estábamos juntos.
               Que dijera su nombre, que suspirara, que la deseara estando conmigo, que me pusiera su cara o se imaginara que la que estaba debajo de él no era yo. No por nada, no porque la considerara superior a mí (no lo era), ni mejor que yo (no lo era), ni más apta (no lo era), ni más capaz de darle placer a mi inglés (tampoco), ni de quererlo (ni hablar) más de lo que lo hacía yo.
               No me gustaba sentir envidia de otra chica. Y Tommy era el único que podía hacer que yo sintiera envidia de otra.
               Me acurruqué contra él, detestando todo en lo que se estaba convirtiendo, casi convencida de que había sido culpa de la pelirroja que se estuviera comportando así con su mejor amigo y con su hermana. Mi inglés no tenía un corazón tan sucio, ella se lo había manchado con sus besos ponzoñosos.
               Tommy se pegó a mí, se abrazó a mi cintura en sueños, y suspiró. Me hizo cosquillas en el pecho, y le acaricié el pelo. Se notaba que no estaba descansando bien. Joder, menudo momento había elegido para pelearse con Scott. Yo no podía hacer esto todos los días. Me odiaba a mí misma por haber cedido tan pronto.
               Yo sólo quería una disculpa, que me dijera que no había significado nada, que no volvería a pasar, que estaríamos él y yo solos otra vez, como la última noche. Que, aunque yo había sido un clavo fabuloso para sacar a otro lleno de herrumbre, ahora estaba tan hundida en la madera que sería imposible que el oxidado regresara.
               Echaba de menos a Tommy. Echaba de menos a Tommy muchísimo, aun estando a su lado en la cama, entre sus brazos, con nuestros alientos mezclándose y mis ojos en el perfil de su cara, dibujado por la luna en una noche sin estrellas. No estaba acostumbrada a echar a nadie de menos de aquella forma, teniéndolo al lado.
               Apenas estaba acostumbrada a echar a nadie de menos. Siempre había sido muy independiente; la única cuya ausencia yo podía llegar a acusar era la de Zoe, cuando se iba a algún puñetero campamento para niñas de familia con pedigrí de Estados Unidos, a los que técnicamente yo no podía entrar, por ser la primera generación de importancia de mi casa.
               La muy perra iba secretamente gustosa, por los sementales que había en aquel lugar paradisíaco, a los que podía montar todo lo que quisiera.
               Ah, sí, los caballos tampoco estaban mal.
               Sonreí en la oscuridad ante mi broma, pero mi sonrisa no subió a mis labios, y Tommy se habría dado cuenta de que mis hoyuelos no hicieron acto de presencia. Mi purasangre tenía una pata rota. Tenía que sacrificarlo o renunciar a ganar el torneo del que todo el mundo nos consideraba favoritos.
               Le acaricié aquellos brazos, pensando. Me molestaba muchísimo sentirme a su merced.
               Y, sin embargo, no podía renunciar a él. No así. Incluso si no me hubiera dicho que me quería, yo ya había estado dispuesta a pelear con uñas y dientes por mantenerlo a mi lado y cuidar de él, como si fuera un perrito.
               Pero me había tenido que decir que me quería antes de irme. Y me había tenido que obligar a repetírselo esa noche.
               Joder, Diana, deberías haber aguantado más tiempo.
               Había resuelto que no me dejaría ablandar por muy mal que estuviera. Pero no había contado con lo de Scott. Joder, ya le valía, yo estaba antes.
               Tenía que encontrar la manera de hacer que me pidiera perdón, y que lo hiciera de verdad, con aquellos ojos azules brillando por el arrepentimiento. Yo no lo conseguiría sola. Tenía que pedírmelo él. Y luego, ya haría lo que fuera necesario para conseguir volver a la casilla de salida.
               Yo era el menor de sus problemas ahora mismo, y lo peor es que lo sabía. Saber que el chico por el que estás loca prefiere perderte a ti que a su mejor amigo duele. Y más cuando es el primer chico que te importa. El bueno, el listo, el adorable, el mono, el del acento más sexy que puedas escuchar, el de la voz rasposa más sensual después del sexo, el que mejor besa, folla y hace el amor.
               Sinceramente, no me parecía que tuviera mérito enamorarme de Tommy. Lo que tenía mérito era estar enfadada con él y no conformarse con ser poco más que su concubina.
               Su concubina.
               ¡Layla!
               Sonreí para mis adentros. Seguro que la inglesa podría hablar con él, encauzar las cosas y hacer que Tommy me permitiera consolarlo y apoyarlo mientras le durara el enfado con Scott. Tommy la escuchaba, había crecido con ella, y los sentimientos de los dos se habían desarrollado durante las últimas vacaciones. Por mucho que me doliera, mi inglés no era exactamente mío. Lo compartía con alguien más.
               A las dos nos correspondía cuidarlo.
               Satisfecha conmigo misma, me acurruqué contra él y cerré los ojos, inhalando el aroma que desprendía su cuerpo, a colonia de la cara, a hogar, cariño, y sexo. Tommy se revolvió en sueños, me estrechó un poquito más fuerte entre sus brazos, y susurró:
               -Diana…
               Quise creer que estaba soñando conmigo. Era lo que necesitaba esa noche, después de notar con qué desesperación se había aferrado a mi cuerpo y me había besado con delicadeza, como si se considerara un monstruo, como si se diera cuenta de su propia fuerza destructiva y quisiera controlarla a toda costa, porque yo era demasiado preciada como para dejarse llevar por la pasión y arriesgarse a desmenuzarme.
               Qué difícil me lo estaba poniendo para seguir molesta con él.
               Me quedé dormida aferrada a su cuerpo, suplicándole que no me dejara marchar, que encontrara la manera de conseguir que superara mi orgullo y le perdonara.
               Y me desperté sola, dada la vuelta, hecha un ovillo para combatir el frío. Me giré y lo vi durmiendo de cara a la pared, con el moratón de su costado extendiéndose como una mancha de alquitrán alrededor de un barco de quilla rota.
               No podía dejar que esa oscuridad morada lo devorara.
               Pero tampoco podía dejar que la pena se pusiera por encima de mi autoestima. Yo valía más que aquella zorra, y si él no podía verlo, era su problema. Me encargaría de que abriera los ojos, sí.
               Me acerqué a él, le besé el omóplato, y salí de la cama. Me vestí despacio, como esperando a que él se diera la vuelta y me agarrara de la cintura, me dijera algo bonito, de esas cosas que sólo parecían poder ocurrírsele a él (puede que los ingleses fueran todos unos poetas, o puede que estuviera enamorada del único que merecía la pena en ese siglo), que lo terminara con un “no sé cómo he podido ser tan estúpido de no aguantar un par de días más para estar contigo, Didi, perdóname”, y yo me giraría, lo besaría y lo haría.
               Pero no se giró; siguió durmiendo la mona sin inmutarse, respirando profundamente, con su pecho subiendo y bajando y el moratón bailando, cambiando de forma con el movimiento de su caja torácica.
               No soportaba pensar que otra había visto eso mientras él me pertenecía, aunque fuera a medias y tuviera que compartirlo con Layla. Tommy era nuestro, ¿cómo se atrevía a ir regalándose por ahí, vendiéndose baratísimo, en una rebaja insultante? Megan no se lo merecía. Yo tampoco, ya puestos. O yo no me lo merecía antes, porque ahora ya no estaba tan segura de que no estuviéramos hechos el uno para el otro.
               Lo tapé con la manta y le di otro beso en la mejilla; él suspiró de satisfacción. No quería seguir viéndole el moratón, porque me hacía pensar en lo que había hecho con Megan, en las cosas que le había hecho, dónde y cómo (preferí no pensar en si habían conllevado muebles, o les había bastado el suelo). Tampoco quería que cogiera frío.
               Seguía cabreada con él, pensaba que dejaría de ser un capricho para mí, pero una parte de mí me suplicaba desde su jaula diminuta, en lo más recóndito de mi alma, que le perdonara aunque él no me lo pidiera directamente, que dejara de ser tan orgullosa y volviera a acostarme con él, a cerrar los ojos, acurrucarme contra su pecho, escucharlo decir mi nombre en sueños mientras me rodea con los brazos y me besa la cabeza sin apenas enterarse, y yo dejarme llevar, pensar que me lo merezco, que él se lo merece, que nos merecemos el uno al otro y que no podemos traicionarnos ni aunque queramos.
               Salí de la habitación echándole un último vistazo. No te conviertas en el monstruo que eres con tu hermana estando también conmigo, le pedí en silencio. Luego, cerré la puerta y fui a desayunar.
               Creí que estaría sola; aquella familia no era mucho de madrugar, y los padres de Tommy habían estado viendo la tele hasta tarde. A su madre incluso se le intuían unas ojeras que no se molestaba en combatir, y yo sospechaba que se debía al estado de su hijo. Puede que nunca hubiera estado cabreado con Scott durante tanto tiempo. O puede que sí, pero la cosa nunca hubiera sido tan seria.
               No me quedé sola con mis pensamientos, sin embargo. Eleanor estaba sentada en la mesa de acero, mordisqueando un donut y mirando con muy poco interés la pantalla de su teléfono. Un montón de fotos se deslizaron hacia arriba con un movimiento de dedo; era como ver cómo se hacían las letras del principio de Star Wars, pero con la velocidad aumentada. Levantó la vista al verme entrar y se limpió la comisura del labio.
               -Hola-saludé, y ella sonrió.
               -Hola, Didi.
               Llené la conversación con palabras estúpidas, preguntas vacías y cumplidos que no tenían interés para ella. Menos mal que era lista y enseguida fue al meollo de la cuestión.
               -¿Has dormido con mi hermano?
               Asentí con la cabeza.
               -¿Y cómo lo ves?-quiso saber, en sus ojos brillaba algo que no sabría identificar del todo. Era una mezcla entre tristeza y preocupación, una pena tan profunda como la inmensidad del espacio.
               -No lo conozco de hace lo suficiente como para… ya sabes, darte un diagnóstico-respondí, jugando con la tapa de una botellita de zumo antes de tirar de ella para abrirla.
               -Yo creo que sí. ¿Crees que podremos allanarles el camino?-dio un mordisco a su donut, tanto para tranquilizarse como para darme la impresión de que aquella conversación no le costaba tanto como podía parecer.
               -Creo-medité-que no vamos a poder hacer mucho. Al fin y al cabo, estamos fuera, ¿no? Esto es entre ellos dos.
               -Bueno, la culpa de que estén enfadados la tengo yo.
               -No, mi niña-repliqué, acariciándole la mejilla, odiando el brillo que adquirieron sus ojos. Si se echaba a llorar, subiría las escaleras y le patearía el culo a ese hermano inglés que tenía. Y luego, iría a casa de su novio musulmán, y haría lo mismo-. La culpa la tienen ellos, que son imbéciles.
               -¿Me prometes que no serás muy dura con Tommy, Diana?
               -No-solté-. Cada uno tiene que pagar por sus errores. Yo estoy aquí pagando por los míos-susurré, y me pregunté hasta qué punto lo que había pasado era una especie de compensación del karma por no sólo haberme permitido salirme con la mía en múltiples ocasiones, más delas que muchas chicas podrían soñar, sino también por haberme encontrado con Tommy y ser feliz con él cuando se suponía que debería sentirme desgraciada a todas horas.
               Puede que yo hubiera provocado lo de Megan. O, por lo menos, hubiera facilitado la situación. Había que equilibrar la balanza de justicia universal.
               Sí, bueno, pero Tommy también podría guardarse la polla en los pantalones de vez en cuando. Vamos, digo yo. Tampoco estaba pidiendo la Luna.
               -¿Nos lo dirás algún día?-preguntó, sacándome de mi ensoñación. Me volví hacia ella-. Por qué estás aquí. Por qué Harry y Noe decidieron mandarte venir.
               -Supongo que sí. Cuando esté segura de que no podréis odiarme más, tal vez.
               -No creo que ese día llegue nunca-sonrió, zalamera, ay, ¿cómo no iba a enamorarse Scott de ella? Lo difícil era que sólo fuera Scott quien bebiera los vientos por ella. Se merecía todo lo bueno del mundo, absolutamente todo. Era como mi hermanita pequeña. Le besé la cabeza.
               -Vas a flipar de lo mala persona que soy, El.
               -No creo que seas una mala persona, Didi.
               -Porque eres muy buena e inocente-respondí, y ella se sonrojó antes de decir:
               -Bueno, hay opiniones. Hay cosas que hago con Scott que no son muy inocentes.
               Me eché a reír.
               -Y, ¿a que sienta bien? Aunque tu hermano se porte como un capullo integral contigo, ¿a que sienta bien hacer esas cosas con Scott?
               -Súper bien-admitió, y se le encendieron un poquito más las mejillas-. Y más con Scott.
               Le di un beso en la mejilla y le dije que me iba a ver a Layla, a ver si ella encontraba una solución para aquella situación. Era la mayor, y la más buena: por fuerza tenía que saber cómo proceder en este tipo de problemas.
               Incluso sabía dónde tenía que ir a buscarme cuando le mandé un mensaje y le dije que iba a verla. Había tenido su último examen la semana anterior, y todavía le quedaban un par de días de relax antes de volver a clase, que aprovecharía para renovar su armario, más o menos.
               Me sonrió como si fuera el sol que se abre camino en el horizonte ártico, después de meses sin aparecer, y me estrechó entre sus brazos.
               -Te veo bien, Lay-comenté, y ella se echó a reír.
               -No sabes lo bien que sienta poder dejar de estudiar un poco-comentó, conduciéndome hacia un centro comercial, el de la mayor librería de todo Londres-. ¿Y tú qué? ¿Algo que contarme de Nueva York? Me han dicho que te lo pasaste bastante bien.
               -No te voy a decir que no fui a un par de fiestas-repliqué, apartándome el pelo de la cara.
               -¿Un par? Tommy me dijo que no parabas en casa, que cada vez que hablaba contigo estabas por ahí. Algunas vivís bien-reflexionó, y sentí un pellizco en el corazón al sentir cómo pronunciaba su nombre, con qué adoración. Joder, no podía decirle lo que había pasado, la destrozaría. Puede que por eso Tommy no hubiera abierto la boca en lo que a ella se refería.
               Puede que por eso había esperado a que yo viniera, para decírmelo en persona y asegurarse de que no le iba con el cuento a Layla y disgustarla todavía más.
               Le toqué la mano.
               -¿Y tú? ¿Cómo has pasado las fiestas? Y quiero decir… de verdad-la miré a los ojos, aquellos ojos marrones que había sacado de sus padres. Lo cierto es que eran preciosos. Y se decía que los ojos de colores oscuros no tenían tantos problemas con el sol. Yo tenía que llevar gafas cada dos por tres; se me ponían muy sensibles. En cambio, seguro que ella podía ir por la calle sin preocuparse de cuánta luz hiciera.
               Podría mirar a la gente y que sus sonrisas la deslumbraran sin ningún tipo de dolor.
               El semblante de Layla se oscureció un poco, sus hombros cayeron, como recibiendo de repente todo el peso de su cuerpo, y sus pasos se volvieron más pesados.
               -Si te parece, nos tomamos algo y te lo cuento.
               Nos sentamos en una cafetería de inmensas cristaleras, con vistas a la calle varias decenas de metros por debajo. La gente paseaba de un lado a otro como hormiguitas que deben sacar adelante su hogar cada día; cada uno iba en una dirección distinta, con los gorros de lana cubriéndoles la cabeza e impidiendo que se les enfriaran las ideas, o la mirada clavada en su teléfono móvil, que manejaban con guantes sin dedos, o charlando con los amigos que les habían acompañado a aprovechar las ganas de principios de año. Layla pidió un chocolate caliente, y yo lo mismo.
               Cuando le llegó, rodeó la taza con las manos, sus largos dedos entrelazándose alrededor de la cerámica, y dejó que la bebida se los calentara como una pequeña hoguera líquida. Yo jugué con la nube de azúcar que flotaba sobre el chocolate, a la espera de que hablara.
               -Es raro-dijo por fin, frunciendo el ceño y apoyando la mejilla en la mano, mirando por la ventana-. Saber que ya no está. A veces, me despierto llorando-admitió, rascándose el cuello-. Es difícil no culparme.
               -Tú no tienes la culpa-le dije, acercando la mano y cogiéndole una entre las mías. Asintió con la cabeza.
               -Lo sé, lo sé, o al menos, de día lo sé. No estoy tan segura cuando es de noche, sin embargo-dijo-. Quiero decir, era horrible estar con él el último año, pero no puedo dejar de pensar en lo que fuimos cuando empezamos. Me hizo verdaderamente feliz. Nunca había sido de nadie como lo fui con él, ni nadie había sido nunca mío como él, ¿me explico?
               -Más o menos-admití, y me quedé callada mientras un camarero nos dejaba un platito con pastas frente a nosotras. Layla le dio las gracias acompañadas de una cálida sonrisa. La típica sonrisa que Tommy necesitaba en esos momentos, la sonrisa que yo no podía darle-. La verdad es que yo nunca he tenido nada… tuve, quiero decir, eh… ya sabes, bueno, novio. Pero creo que sé de lo que hablas.
               -Deberías sentirlo con Tommy-comentó-. Está claro que le quieres. Y que él te quiere a ti. Puede que sea un poco pronto para que te des cuenta de eso, pero es así-volvió a sonreír.
               -Él también te quiere-le dije, y ella asintió.
               -Lo sé.
               Dimos un sorbo de nuestro chocolate.
               -¿Hace cuánto que no lo ves?-pregunté, lamiéndome los labios y llevándome un poco de chocolate.
               -Pues… desde el funeral-dijo, y yo asentí.
               -Ah. ¿Y qué tal fue?
               -¿El funeral? Bien-soltó, y luego se puso colorada, dándose cuenta de lo que acababa de decir-. ¡O sea, no! ¡Mal! ¡Claro que fue mal! No me malinterpretes, me alegro de que todo se haya acabado, pero… Todo me superó un poco-se apartó un mechón de pelo detrás de la oreja y sacó la nube con la cucharilla-. No estoy orgullosa de cómo me porté con él. Fui un poco arisca.
               -¿Arisca? ¿Tú? Pero si eres un tierno melocotón-dije, y ella sonrió.
               -Me da un poco de vergüenza admitirlo, pero fui súper borde con Tommy. O sea, no sé, debería haber sido un poco más complaciente con él. Después de que casi lo hiciéramos y él fuera tan comprensivo…
               -Si te soy sincera, ni siquiera me parece que él hiciera bien metiéndose contigo en la cama tan pronto, después de todo lo que te pasó.
               -Lo invité yo-le excusó, y yo la miré.
               -Ah, vale. Bueno, eh…
               -¿No te lo dijo?-preguntó, sus ojos chispeantes de curiosidad. Negué con la cabeza.
               -No, me dijo que se fue a dormir contigo y que una cosa llevó a la otra, y bueno, el resto es historia.
               -Si te digo algo, ¿me prometes que no te enfadarás con él?
               -Depende-entrecerré los ojos.
               -Diana-me pidió.
               -Está bien, ¿qué pasa?
               -Lo hicimos un poco-se puso coloradísima, del color de los acebos que todavía colgaban de alguna de las paredes-. Lo tuve dentro. Pero nada, fueron dos segundos. Enseguida paramos. Creía que estaba preparada, pero en cuanto lo sentí… en fin, no podía dejar de pensar en que era Chris, a pesar de que estaba claro que no era él. Me recordó un poco a nuestra primera vez. Espero que no te parezca mal.
               -Es Tommy-gruñí-. Si ve un agujero, necesita meter la polla dentro-alzó las cejas-. No te ofendas.
               -No lo hago, pero, ¿a qué viene eso?
               Sacudí la cabeza.
               -Nada, es sólo que me cabrea que él llegara tan lejos estando tú tan mal. Bueno, sigue. El funeral, ¿qué paso?
               -Quiso darme la mano, y yo me aparté.
               Me quedé esperando a que dijera algo más.
               -¿Ya está?
               -¿Te parece poco?
               -Pues mira, Layla, sinceramente, sí. No creo que fueras borde, ni nada. Es más, yo habría hecho lo mismo.
               -A él le molestó-explicó.
               -Sí, ya, bueno, a él le molestan un montón de cosas que luego hace, y tú no puedes echárselas en cara porque eres lo que viene siendo el demonio personificado-espeté, y ella se me quedó mirando.
               -No te sigo.
               -Déjalo, es el jet lag, es que no estoy durmiendo bien-pasé a preguntarle por los exámenes, me dijo que le había ido bien. Me preguntó por el trabajo, y le dije que estaba todo en orden. Pasamos a hablar de Eleanor y Sabrae; había hablado con ellas hacía poco y decía que había notado a Sabrae un poco más cortante de lo habitual.
               Dios, qué asco daban los tíos, todos nos ponían de mala uva. No sé a qué esperábamos las mujeres para rebelarnos y hacernos lesbianas, reducirlos a ellos a unos consoladores con patas que no necesitaban pilas para funcionar.
               Algunos no necesitaban mucho.
               Mi rencor hacia Tommy fue creciendo a medida que Layla seguía hablando. Vale que me traicionara a mí, pero, ¿que se lo hiciera también a ella, que era lo más dulce que había en el mundo? Había que pegarle. Para que espabilara. Y dejara de ser tan subnormal.
               Me terminé mi chocolate escuchando a la inglesa hablarme sobre lo mal que se sentía por todo lo que había pasado, lo tranquila que le parecía que era su vida ahora que no tenía que tener miedo de doblar la esquina con algún hombre demasiado cerca de ella y que un cabrón que no la merecía se pensara que se la estaba pegando con otro, lo mal que dormía a veces, porque la visión de lo que había hecho y el crujido que había producido su cabeza al chocar contra el mueble de al lado de la cama la perseguía en sueños…
               … y cómo echaba de menos a Tommy. Se le notaba en la voz. Yo también echaba de menos a mi inglés, pero de una manera diferente. Echaba de menos su idea; por lo menos, su cuerpo seguía haciéndome compañía y su presencia continuaba llenando la casa en la que los dos vivíamos. Pero lo de Layla era diferente, porque ella no podía disfrutar de su influencia.
               Tommy tenía un magnetismo propio e innato que hacía que te sintieras a gusto cerca de él, incluso cuando lo primero que te apetecía nada más verlo era cruzarle la cara de un bofetón.
               Solté alguna contestación mordaz de la que ni siquiera me percaté, y Layla me miró, estiró las manos y cogió las mías.
               -Está bien, Didi; basta de mentiras. ¿Qué te pasa?
               Clavó sus ojos de chocolate en mí, y su mirada era tan pura, tan comprensiva, que incluso me dio vergüenza el haberla tratado como una salida de emergencia cuando era ella, claramente, la que más ayuda necesitaba. Había salido de una situación de abuso de más de un año hacía apenas un mes; era muy egoísta por mi parte pretender hacer de ella mi apoyo psicológico, en lugar de convertirme yo en el suyo.
               Y, sin embargo, había algo en esos ojos que sabía que no iba a encontrar en ningún otro sitio. Por mucho que Eleanor pudiera escuchar, darme palmaditas en la espalda y decir que me entendía, darme consejos más o menos acertados, nunca llegaría al nivel de comprensión que Layla tendría conmigo, por el mero hecho de que nuestro sufrimiento no venía del mismo lugar, o, por lo menos, del mismo tipo de relación.
               Sólo una chica que está enamorada del mismo chico que tú puede comprender la forma de tu decepción al descubrir que él no es como tú creías que era, que has depositado tu confianza en un ideal perfecto que ha resultado no ser más que eso: un ideal.
               -Las cosas entre Tommy y yo no están muy bien ahora mismo, Lay-susurré, bajando la vista, sintiéndome como una hormiguita a la que el calor de los rayos de sol aumentados por la lupa hace arder su cuerpecito.
               -¿Por qué?-susurró en tono suave-. ¿Es por mí?-añadió, preocupada, dándome un ligero apretón de manos, como diciéndome tú vas antes que yo, tú estabas antes de que yo llegara, así que si alguien tiene que irse, me iré.
               -¡No! ¡No, claro que no!
               -Porque créeme, Didi: lo último que pretendo es que te pase algo con Tommy por mi culpa.
               Cambié las manos, ahora era yo la que sostenía las suyas entre las mías.
               -No eres tú, de verdad, Lay. Por Dios, me parece un honor compartirlo contigo; ni si él me diera a elegir podría hacer una elección mejor que tú-sonrió, complacida-. El caso es que… creo que él te necesita. Las cosas no están bien en casa. Deberías ir a verle.
               -Dudo que tú no seas suficiente para arreglar sus problemas. Él se ocupa de arreglar los míos, no al revés.
               -La cosa es que uno de sus problemas soy yo-dije, jugueteando con mi cucharilla. Alzó una ceja.
               -Explícate.
               -Joder, Lay-me pasé las manos por la cara-. Me odio muchísimo por haber venido, porque ahora sé que te debo una explicación.
               -Pues dámela.
               -Es bastante jodido.
               -Creo que podré superarlo. He pasado por cosas peores. No creo que Tommy pueda hacerme más daño del que ya me han hecho.
               Me mordí el labio.
               -Tommy… se ha…-tragué saliva, avergonzada, sin atreverme a mirarla-… se ha acostado con otra.
               Layla parpadeó muy despacio.
               -Vale-dijo, y no sé si era que no le importaba o que quería que siguiera hablando. Como me supuse lo segundo, continué dándole detalles.
               -Es Megan. Su ex. No sé si la conoces. Es pelirroja-informé, sintiendo cómo una lágrima se formaba en la comisura de mi ojo, pero negándome a dejarla escapar. Ella asintió lentamente-. Pues… fue en una fiesta. Me dijo que estaba borracho y que no se acuerda de lo que hicieron, sólo que se despertó a su lado, y que… intentó marcharse-dije, y me odié por el tono con el que estaba contando la historia, porque lo estaba justificando clarísimamente-, pero no pudo resistirse a ella, Lay-me pasé el dorso de la mano por la mejilla y sorbí por la nariz-. Dios, lo siento. Lo siento muchísimo, Layla, en serio. Yo… pensé que sería una buena idea venir y contártelo, porque él tiene miedo de decírtelo por cómo estás, pero pensé que merecerías saberlo.
               -Te agradezco que me lo cuentes-dijo en tono suave, y no parecía enfadada, ni triste, bueno, no demasiado triste. Me acarició los nudillos sin dejar de mirarme a los ojos-. ¿Tú le crees?
               -¿Qué?
               -¿Le crees cuando te dice que fue un desliz y que no volverá a pasar?
               -Yo… no lo sé, Lay.
               -Estás asustada-observó.
               -Nunca he tenido novio-contesté, y ella me dedicó una sonrisa dulce. Se desplazó hacia la silla de mi izquierda y apoyó sus manos en mi regazo.
               -Pero mi niña-replicó-, no tiene nada que ver que no hayas tenido novio con que lo estés pasando mal por él. Ya lo hablamos, preciosa. Cuando estaba en el hospital. ¿Te acuerdas? Te dije que te quería, tú me dijiste que me quería a mí. No tienes por qué preocuparte.
               -Para ti es fácil decirlo-contesté-. No eres la tirita que estaba tapando la herida que se ha vuelto a abrir.
               -Es verdad, soy la segunda tirita. Si alguien no es necesario en todo esto, soy yo, pero, ¿sabes? Creo que merece la pena ser la segunda tirita, sólo por la calidad de la piel que estamos cuidando. ¿Y qué si se ha acostado con ella? ¿Qué más da si todavía la quiere? Tommy es lo bastante tonto como para hacerte daño-me tocó la nariz-, pero no lo suficiente como para volver con alguien que sabe que no lo merece y que sabe que no lo va a tratar bien. Hasta yo puedo ver que se arrepiente de eso. Es más, le da sentido a por qué lleva sin hablar conmigo unas semanas. Se avergüenza de lo que hizo, Didi.
               -Pero no me ha pedido perdón-contesté-. No puede estar tan avergonzado si no me pide perdón.
               -¿No crees que no te lo pide-dijo despacio, asegurándose de que la estaba escuchando-porque cree que no se merece que lo perdones?
               -No lo sé-admití, limpiándome las lágrimas. Layla sonrió.
               -Tenemos una joyita, tú y yo. Es normal que otras la luzcan de vez en cuando. Además, somos todos jóvenes. No creo que debamos amargarnos la vida por cosas que nos pide el cuerpo. Tú estabas lejos, yo no podía estar ahí de esa manera para él… no estoy diciendo que sea culpa nuestra-aclaró cuando me vio fruncir el ceño, porque era lo que me faltaba por oír: que nosotras habíamos provocado que Tommy se acostara con aquella zorra de manual-, ni tampoco quiero justificarlo porque seguro que podría haber actuado de otra manera con un poquito más de esfuerzo, pero… no seas tan dura con él. No sabes cómo te echaba de menos. Y no sabemos lo que pasó esa noche-me apartó un mechón de pelo de la cara, capturándolo detrás de mi oreja-. La gente normal de nuestra edad tiene la libido por las nubes, es normal que de vez en cuando se desvíe un poco del camino, ¿lo entiendes?
               Asentí despacio.
               -Pero… no deja de ser decepcionante cómo…
               -Lo sé.
               -¿Por qué tú no estás triste, Layla?-pregunté, y ella sonrió con tristeza, encogiéndose de hombros.
               -Supongo que lo único que puedo pedirle a Tommy es que sea bueno conmigo. No me interesa que me sea fiel, ni que no se acueste con otras si le apetece. Prefiero que sea feliz para que así pueda hacérmelo a mí también.
               -Seguro que te parezco una subnormal, llorando porque él se acostó con una chica mientras yo me follaba a medio Nueva York.
               -No creo que te follaras a medio Nueva York; no te daría tiempo, hay muchos hombres allí, según tengo entendido-bromeó, y nos echamos a reír-. Y tampoco me pareces una subnormal. Es más, creo que dice mucho de ti que hayas venido a decírmelo cuando él no quiere. Está bien saber que hay alguien que no me quiere meter en una cajita de cristal-sonrió-. Gracias.
               -¿Por qué?
               -Porque me consideras tu igual, Diana-contestó, sorprendida de que le hiciera la pregunta-. Si no fuera así, me lo dirías de cualquier otra manera, o por mensaje, o te aprovecharías en una fiesta para contármelo, o seguirías un ataque de celos cuando él estuviera conmigo para estropearnos la tarde. No tiene por qué parecerte cobarde lo que estás haciendo; yo creo que es bastante valiente.
               -Cobarde es lo que ha hecho él-espeté, lacerante, y ella negó con la cabeza.
               -Él tiene 17 años. Es un niño, por mucho que se comporte como un hombre. Si le queremos, tenemos que darle espacio para que meta la pata y aprenda de sus errores. Pero no lo suficiente como para que los errores lo maten-sus ojos se perdieron en el vacío un momento. Me miró, como viéndome por primera vez, y sacudió la cabeza-. De todas maneras, hay algo que no entiendo. ¿Por qué te molesta que se acueste con Megan, pero no te parece mal que te diga que también está enamorado de mí?
               -Porque tú te lo mereces.
               -¿Y ella no?
               -Ella es su ex–expliqué, y Layla sonrió.
               -O sea, que no te molesta que se haya acostado con otra. Te molesta que se haya acostado con ella.
               Me encogí de hombros. No tenía nada más que decir, ni fuerzas para decirlo. Layla me tendió un pañuelo.
               -¿Quieres un consejo?-preguntó-. Te prometo que los tengo buenos, aunque no me los aplique.
               -A ver.
               -Enfádate con él todo lo que quieras-vaya, eso no es lo que me esperaba-. Haz lo que te parezca que tengas que hacer. Pero no se te ocurra ni por un segundo pensar que él no te quiere. Seguro que cambiaría todo lo que tuviera que cambiar con tal de no decepcionarte. Ya sabes cómo es-se encogió de hombros-. Las dos lo sabemos. Además, él es mayorcito. Podrá soportar que seas todo lo dura que tengas que ser con él. Y si él no lo ve justificado, pues chica, que le den. Será por hombres en el mundo que se mueran por tus atenciones-alzó un hombro y aleteó con las pestañas, acercando la mejilla a éste, y yo me eché a reír-. ¿Ves? Seguro que con escucharte reír él ya se muere por encontrar la manera de compensarte.
               -Gracias, Lay.
               -No he acabado-respondió, y yo me aparté el pelo de la cara, me lo eché sobre un hombro y alcé las cejas, invitándola a seguir-. No seas tan dura contigo misma, Diana. Si se ha fijado en ti es por algo.
               -Porque soy preciosa-respondí, sacando la lengua.
               -Sí, es por eso, pero no por tu preciosidad externa. Es por lo que llevas dentro-me tocó el corazón-. No creo que Tommy se enamore así como así. Yo creo que él es más de interiores. Y un interior es muy difícil de cambiar. Cuando te gusta una casa por fuera, no te importa vivir dentro. Pero cuando te gusta lo que lleva dentro, te mueres por pasar el resto de tu vida ahí. Por llamarla a todas horas, conseguir que no se vaya a pasar las vacaciones de vuelta a su ciudad natal, por escuchar su acento. Tommy te echaba de menos incluso estando conmigo. No creo que me eche de menos estando vosotros dos juntos.
               -Hablamos mucho de ti.
               -Qué detalle-sonrió, ilusionada-. Pero en serio, Didi. No te preocupes por eso. No te va a cambiar por ella. Tu corazón está a salvo con él.
               Me la quedé mirando.
               -Ahora me siento fatal por haber venido a decirte esto.
               -No tienes por qué. Así ya sé que tengo que ir a hacerle una visita. La verdad es que me apetecía bastante ir a verlo, pero nunca encontraba la excusa perfecta. Ahora ya sé qué decirle.
               -Sí, me imagino cómo será la conversación. “Hola, T, te echaba de menos, y cuando tu otra novia, la rubia con la que tengo que compartirte, me dijo ayer que nos pusiste los cuernos con la perra infrahumana de tu ex, te empecé a añorar aún más. Vamos a follar, venga, a ver cuál de las tres es mejor”-me burlé, imitando su acento. Puse los ojos en blanco.
               -¡Bueno! ¡Para empezar, yo no hablo así!-protestó.
               -¡Tommy dice lo mismo! ¡Y sí que habláis así! ¡Os encantan las T, las marcáis muchísimo!
               -A ti sí que te encantan las T-acusó, y me reí-. Sobre todo una en particular.
               -Quizá-respondí, encogiéndome de hombros-. ¿Layla? ¿Me prometes que no le dirás que te lo he contado?-ella asintió con la cabeza.
               -¿Y quieres que intente convencerlo para que habléis?
               -Creo que voy a intentarlo yo esta tarde. ¿Qué te parece?
               -Sabio-respondió escuetamente, asintiendo con la cabeza-. Puede que entonces yo no tenga que hablar con él sobre eso.
               -Estaría bien que hablarais de todas formas.
               -Tranquila, americana, que no te vas a aprovechar de mi mitad de tu inglés tan fácilmente-bromeó-. Pero bueno, basta de hablar de chicos; nos han criado en el feminismo y tenemos que hablar de otras cosas. ¿Cómo van esas alas?-preguntó, y yo le agradecí que me distrajera preguntándome por las alas de Victoria. Estaban diseñándomelas, pero había visto algunos bocetos, y eran sencillamente preciosas.
               Seguimos hablando un rato más, nos fuimos de compras, la obligué a comprarse un vestido color vino que le quedaba genial, aunque a ella no le convencía porque le hacía unas piernas larguísimas. Me ofendía lo poco que le gustaban sus piernas y lo acomplejada que estaba con ellas, cuando había modelos que se cortarían las suyas con tal de conseguir aunque fuera sólo una. Irían a la pata coja si hacía falta.
               Para cuando terminamos, me sentía mucho mejor; ya no me odiaba por haberle contado lo de Tommy, y estaba dispuesta a afrontarlo todo desde una perspectiva diferente. Estar enfadada con él no eras sólo un castigo para él: también lo era para mí.
               Y bastantes cosas tenía en la cabeza como para no permitirme acurrucarme al lado de mi inglés y tranquilizarme escuchando los latidos de su corazón.
               Además, ¿no era muy de perdedora este ataque de celos absurdo, cuando Megan no me llegaba ni a la suela de los zapatos? Lo único que estaba consiguiendo a base de hacerme la chula con Tommy era que los dos lo pasáramos mal. A la pelirroja se la sudaba el ambiente que hubiera en casa por su culpa.
               Además, le debía un favor a Eleanor, y tenía pensado devolvérselo haciendo que Tommy dejara de ser un gilipollas orgulloso y fuera a hablar con Scott.
               Fui estúpida al pensar que las cosas iban a ser tan fáciles entre él y yo, especialmente teniendo en cuenta la tensión a la que él estaba sometido de manera continua. La razón principal de que hubiera ido a ver a Layla no era lo que nos había hecho, me recordé en cuanto lo vi, sino en lo que se estaba convirtiendo.
               Estaba demasiado avanzado en el proceso de volverse un monstruo como para que otro monstruo como yo pudiera detenerlo. Lo que Tommy necesitaba era a un ángel.
               Apenas me lanzó una mirada cuando entré en la casa, haciendo sonar mis llaves para que todo el mundo se enterara de que había llegado. Pasé por detrás de él y subí las escaleras con decisión, ignorándolo. Eleanor se había marchado hacía un rato; de hecho, en ese momento estaba en la cama, desnudándose para Scott, quitándole a él la ropa, acariciándole la espalda tan musculada que tenían (joder, los ingleses sí que tienen espaldas atractivas y sensuales, no sé qué les dan de comer en Europa pero espero que nunca se les acabe) y diciéndole que le quería mientras lo tenía dentro. Yo debería estar en la misma guisa que ella, pero Tommy no iba a mover un dedo por reconciliarnos, estaba claro.
               Y si él no iba a hacer el esfuerzo, destruyendo lo que me había gustado que era, yo tampoco.
               El colmo llegó cuando Eleanor volvió de casa de Scott para comer, y Tommy pasó olímpicamente de ella. Me senté entre los dos hermanos y me tocó hacer de portavoz de las peticiones, y me sentía como una puta paloma mensajera pasando especias o acercando el pan. Lo mejor era que ni Erika ni Louis hicieron amago de intentar reconciliarlos; puede que ya hubiera pasado eso más veces y hubiera sido inútil.
               Por lo menos, ahora sabía de dónde sacaba Tommy aquella dejadez enfermiza.
               Estaba tirada en la sala de juegos, cargándome soldados enemigos y aliados sin distinción, cuando él entró con una bolsa de comida basura y se dejó caer en el sofá a mi lado. Me acercó la bolsa, pero yo negué con la cabeza.
               -No me dijiste que tenías cosas que hacer por la mañana-comentó sin mirarme, metiéndose un dorito en la boca y masticándolo sonoramente, y yo me encogí de hombros.
               Me obligué a no mirarle la mandíbula, porque como se la mirara, adiós bragas.
               El muy cabrón se había puesto una camiseta de tirantes, que le dejaba aquellos hombros celestiales al aire. La temperatura había subido varios grados desde que entró en la habitación, pero me engañé a mí misma diciéndome que era por la rabia, y no por el cosquilleo que sentía en la parte baja del vientre.
               -Fue una improvisación-repliqué, dándole la vuelta a mi personaje en el juego y pegándole a alguien un tiro en la cara.
               -Buen tiro.
               -Gracias.
               -¿Fueron improvisados realmente, o no querías que te acompañara?
               Ni siquiera pasé el juego para mirarlo de soslayo, desencajar la mandíbula y soltar:
               -Es a ti a quien le va ir de independiente ahora.
               Soltó una risa entre dientes.
               -Vale, Diana.
               -Un “gracias” estaría bien.
               -¿Gracias por qué? ¿Por regalarme la vista con esa exuberante sonrisa?-espetó, y quise estrangularlo-. Gracias.
               -Gracias por los polvos que te echo cuando es lo que menos me apetece en el mundo.
               -Pues bien que te arrimabas a mí antes de irte a dormir.
               Puse los ojos en blanco.
               -Vale, Tommy.
               Siguió llenándose la boca con Doritos hasta que ya no pudo más.
               -¿Adónde fuiste? Si se puede saber.
               -¿Ahora quieres controlarme como deberías haber controlado a Scott?-acusé, y supe que me había pasado en cuanto le vi la expresión. Eso le molestó muchísimo.
               -¿Tengo que atarte en corto, como no lo até a él?
               -Yo no soy tu perra, eso que te quede clarito-respondí. Esta vez fue él quien puso los ojos en blanco-. Fui a ver a Layla-informé, y se me dibujó una sonrisa cínica en los labios. Él me miró, y no había rastro del enfado que le había provocado el nombre de su amigo, como tampoco lo había de la chulería con la que se había acercado a mí.
               -¿Para qué querrías ver tú a Layla?
               -A mí también me parece guapa; no te creas que tienes el monopolio de verla de vez en cuando. Eso sí, no hace falta que te preocupes: yo no le quité la ropa, para eso ya estás tú.
               -Que qué fuiste a hacer con Layla, Diana-gruñó entre dientes, la bolsa olvidada en un rincón del sofá.
               -Te he dicho que no soy tu perra, no tengo por qué darte explicaciones de lo que hago o dejo de hacer. Y creo que te dejé bien claro el martes pasado que lo único que me interesa de ti ahora mismo es el sexo. Hablar no entra en el paquete.
               -Porque eso ya lo haces con Layla, ¿no?-espetó, mordaz-. ¿Qué fuiste a hacer? ¿Contarle lo de Megan?
               -¿Y qué si lo hubiera hecho?-alcé una ceja y me crucé de brazos, asegurándome de que se me ensalzaran las tetas. También crucé las piernas.
               Si él podía usar su cuerpo para intentar ponerse por encima de mí, yo no iba a quedarme atrás. Y, joder, yo estaba más buena que él. Había sido un imbécil intentando jugar a eso, cuando claramente partía con desventaja.
               -No te corresponde; es cosa mía decidir si se lo digo o no-sus ojos oceánicos se volvieron duros como el océano, y más cuando me eché a reír.
               -¿Decidir si se lo dices? Tienes que decírselo, le incumbe a ella igual que a mí-alcé de nuevo las cejas y aleteé con las pestañas, descruzando y volviendo a cruzar las piernas-. A no ser, claro, que ella ya no tenga un estatus especial, porque sólo te la pone dura tener dos chicas y no tres-Tommy se quedó a cuadros, la verdad es que yo también me estaba quedando un poco a cuadros con las cosas que era capaz de decirle; no sabía que estaba tan de mala uva con él-. Y eso sí que es miserable, darle esperanzas de esa manera.
               -Se lo diré si quiero, ¿vale, Diana?-ladró, levantándose para ganar en la batalla corporal a base de superarme en altura. Yo alcé las cejas, esperando-. Tú no sabes nada de lo que hay entre ella y yo, y puede que lo que te joda sea la posibilidad de descubrir que no eres tan buena como te crees.
               -¡Pero, ¿cómo coño te atreves?!-grité, envarándome y poniéndome en pie-. ¿Sabes qué? ¡Paso de tu puta cara, Tommy! ¡Si te piensas por un momento que vas a conseguir otra la centésima parte de lo que soy yo, corre a buscarla! ¡A ver si encuentras a alguien que no existe y que encima no te mereces!-ladré, y él sonrió, mirándome de arriba debajo de una forma que me pareció repulsiva.
               Y tremendamente sensual.
               Como volviera a hacérmelo, le bajaría los pantalones y me lo tiraría allí mismo.
               -¿Es eso lo que te molesta? ¿Que yo te valore por lo que realmente vales y no por lo que piensas?
               -¿Qué parte de “paso de tu puta cara” es la que no entiendes, eh? ¿Mi acento no te permite entenderlo? ¿O follarte a Megan te ha terminado de freír el cerebro? Creo que es uno de los síntomas del sida, el volverse retrasado-medité-. Me da pena por tu madre, la pobre es una buena mujer que no se merece un hijo tan capullo.
               -¿Capullo yo? ¡Habíamos decidido que no seríamos exclusivos, y tú te tiraste a todo el que se te puso por delante!
               -¡A quien me dio la puta gana, exactamente, pero eso no te daba derecho a enrollarte con tu ex!-bramé.
               -O sea, que yo sólo podía tirarme a Diana, pero si a ti te daba la gana de pasarte por la piedra a todo el equipo de baseball de los Giants, lo haces, ¿no?
               -Teniendo en cuenta que no paraba de pensar en ti cuando estaba con los demás, incluso estando sola, creo que tengo un mínimo derecho a considerarte un traidor por no pensar en mí ni dos segundos, los suficientes para decirle a esa zorra que no querías nada con ella.
               -¿Y si yo quería algo con ella?-acusó, y eso terminó de romperme. Me lo quedé mirando un instante, sin creerme lo que me acababa de decir con aquella corta frase.
               Que no me quería.
               Que era un juguete.
               Que la echaba de menos.
               Que pensaba en ella todas las putas noches.
               -Me das asco-dije con un hilo de voz, y aquellas palabras tuvieron un efecto curioso en él. El monstruo de Eleanor perdió el control de su cuerpo; los ojos se volvieron de un azul cielo increíblemente sorprendido, su piel volvió a ser piel y no una coraza, sus brazos dejaron de ser armas y se convirtieron en escudos.
               -Diana-dijo Tommy, mi Tommy, T, el chico al que me había entregado en aquel museo, el chico al que le había dicho adiós con todo el dolor de mi corazón, el chico que me había gritado que me quería cuando yo me iba, porque dios me librara de ir a subirme a un avión condenado a estrellarse sin saber que mi hogar era un cuerpo que ni siquiera era el mío, y no una ciudad, el chico contra el que me había acurrucado para dormir, el que me había acariciado adorando cada orgánulo de mis células, el que me había hecho el amor por primera vez y me había hecho creer que podía haber tíos buenos ahí fuera, tíos que te quisieran y se preocuparan por ti y les interesara tu placer por el mero hecho de dártelo, y no sólo aquellos cabrones que te cogían cuando estabas empezando tu carrera, te llevaban a una esquina apartada y te seducían y te metían la polla sin preocuparse de que tú no estuvieras lista para hacer eso todavía con nadie.
               Pero yo ya estaba demasiado lejos, mi alma había echado a correr, el último vistazo que le había echado a aquel cuerpo había sido horrible, y no quería mirar atrás.
               -No me toques-dije, apartándome de él, que aun así estiró el brazo y trató de cogerme la mano para evitar que me fuera-. ¡Que no me toques, te digo, Thomas! ¡Te detesto! ¡No vuelvas a acercarte a mí! ¡Dios, ojalá me hubieran mandado a casa de Scott y no a la tuya, por lo menos él trata bien a la gente!
               -Didi, por favor, sabes que no quería decir…
               -¡Creía que sabía muchas cosas sobre ti, pero qué equivocada estaba! ¡En un puto mes no conoces a una persona! ¡Déjame!-grité cuando me agarró la muñeca y tiró de mí para acercarme a él. Me pegó a su pecho y me obligó a mirarlo a los ojos.
               -Yo te quiero-me aseguró.
               -Pues qué bien lo demuestras. Déjame en paz; venía decidida a perdonar lo que estás liando esta semana, pero no quiero ni tenerte delante-le di un empujón y pude respirar tranquila cuando me hube alejado de él-. Te iba a decir de salir, pero, ¿sabes qué? Que te den. Me voy con mis compañeras, a hacer lo que tan bien te hace Megan. Y por mí, como si te casas con ella. No te molestes en mandarme invitaciones a la boda.
               Entornó los ojos.
               -¿En serio?
               -Me importas una puta mierda, Tommy-gruñí.
               -Pues me alegro de que me hayas aclarado eso-espetó-; así no tengo que comerme más la cabeza pensando en cómo puedo compensártelo. Que te lo pases bien con los ángeles, yo voy a salir con mis amigos, y es muy probable que eche un polvo esta noche.
               -Pues que lo disfrutes-bufé, lacerante-; yo me aseguraré de que me lo coman mejor que tú, lo cual no será difícil.
               -Te deseo suerte, americana.
               -Tampoco es que la necesite, inglés-zanjé, digna, volviéndome sobre mis talones y agitando la melena, dando un portazo detrás de mí.
               Se va a enterar, el puto inglés éste. ¿Quién coño se ha creído que es? Sólo es el hijo de alguien importante, una puta sombra del pasado de sus padres. ¡Decirme a mí que yo no valgo nada, o menos que una zorra pelirroja que tiene un culo más plano que una carpeta! ¡Manda cojones! ¡Se va a cagar!
               Me metí en la ducha y me aseguré de dejarme la piel impoluta, hidratada y brillante con todos mis jabones y cremas. Me cepillé el pelo hasta deshacer todos mis nudos y hacer que me enmarcaran el rostro como si fuera un cuadro angelical. Subí a mi habitación, elegí el mejor conjunto que tenía y mandé un mensaje por el grupo de los ángeles diciendo que me apuntaba a la juerga de la noche, y todas lo celebraron. No habían salido con la diosa de Nueva York, y tenían ganas de comulgar.
               Cuando ya se acercaba la hora de pirarme, me cambié de ropa y me puse el top plateado de tirantes que había elegido, anudado al cuello y con la espalda aire, con un escote que me llegaba casi hasta el ombligo y que gritaba claramente que lo habían hecho para mí. Me dejaba al descubierto un lunar que tenía en el canalillo y que a Tommy le volvía loco. Siempre, siempre, siempre que nos acostábamos, lo mordisqueaba.
               A modo de burla, me puse el colgante del triángulo que había llevado puesto en mi última noche en Inglaterra.
               Y luego, metí mi precioso culo en una falda de tubo de cuero negra tan corta que se podría confundir con un pantalón. Para terminar, unos tacones de terciopelo.
               Se iba a cagar, el hijo de puta. A ver si se pensaba que sólo mis ojos verdes (que estaban vestidos para matar, por cierto, con el mejor eyeliner que me había salido en toda mi vida) me habían conseguido portadas.
               Dios existía, la prueba irrefutable era yo, la mismísima hija del demonio, hecha para pecar. Y no hay sol sin luna y estrellas, no hay oscuridad sin luz, no hay todo sin nada, no hay negro sin blanco.
               Bajé las escaleras con gracilidad, sonriéndole a Dan cuando me dijo que estaba muy guapa y que me llevara un abrigo, no fuera a coger frío. Anda que… ya podía ser él el mayor de la casa. Seguro que terminaría siendo tan buena amante como su hermano.
               Bueno… una décima parte. A Tommy no era tan fácil superarlo.
               Diana, por favor.
               -¿Adónde vas así, muchacha?-preguntó Louis, mirándome como lo había hecho su hijo, pero no de una forma sexual. Sería rarísimo.
               -Voy a salir-sonreí, pasándome una mano por los rizos y apartándomelos de la cara-. ¿Tommy? Quiero decirle adiós-me burlé. Su padre se encogió de hombros.
               -En la cocina.
               Oh, genial. Lo conocía lo bastante como para saber que se metía en la cocina cuando le preocupaba algo. Entre lo de Scott y lo mío, terminaría bajando el colchón y durmiendo allí.
               Me lo encontré jugando con unas salsas, mezclando especias y comprobando algo que estaba guisando. Cuando se abrió la puerta, me miró.
               Metió una cuchara llena de salsa de tomate en un cuenco con ensalada.
               -Que me jodan-espetó, mirándome. Se relamió inconscientemente e incluso se empalmó. Apoyé la cadera en la puerta, el codo al lado de la cabeza, y sonreí. Era el típico gesto que nos hacían hacer en las campañas de publicidad, y funcionó.
               Vaya si funcionó.
               No le dio una trombosis múltiple de puto milagro.
               Las francesas se jactaban de que habían inventado las “tres C”, como ellas las llamaban: crêpes, chocolats, y correr por ahí medio desnudas. Claro que no hay animal más pretencioso y gilipollas que una francesa.
               Las crêpes y los bombones, vale, pero lo de correr por ahí medio desnudas, ni de coña. Las únicas que podíamos hacer eso era las americanas, y a las neoyorquinas no había quien nos tosiera.
               Tommy se dio cuenta de su error con la cuchara y la sacó rápidamente del bol. Se puso coloradísimo, se colgó un paño de cocina de los pantalones, cubriéndose el paquete endurecido.
               -¿Qué hay de cena?-pregunté en tono zalamero.
               -Pues… aún no está del todo decidido-dijo, y dio un paso atrás inconscientemente cuando yo me acerqué a él.
               -¿Qué pasa, Tommy?-pregunté, inocente-. Si ya sabes que no muerdo. Cuando no quieres, me refiero-aleteé con las pestañas y él tragó saliva, intentando no mirarme el escote y fracasando estrepitosamente. Le acaricié un brazo.
               -Diana…
               -Delicioso-lo provoqué, y a él se le secó la boca.
               -¿Qué?
               -Que huele delicioso-sonreí. Y podría haberse desmayado. Sí que estaba perdiendo facultades: ¡debería haberse desmayado!
               -Esto… eh…
               -Gracias es la palabra que estás buscando-le dediqué mi mejor sonrisa de “ay, pobrecito fan; no te preocupes, entiendo que estés emocionado y te ahogues en tu propia saliva. Les pasa a los mejores”.
               -Gracias-repitió, incluso con mi acento. Seguro que se le había olvidado cómo hablar.
               -Y tiene una pinta genial. Todo lo que hay en esta cocina está buenísimo-le lancé una mirada descaradísima, y me pegué un poco más a él.
               -Diana…
               -¿Me guardarás un poco?-inquirí.
               -Eh… claro-dijo con voz ronca.
               -¿Y de ti también?
               -Eh…
               -No te desgastes mucho-le acaricié los brazos y terminó de empalmarse. Sonreí notando la presión de su erección contra mí-. Eres mío, inglés.
               -¿Eso significa que… estamos bien?
               -Yo con esa boca tengo que estar bien-repliqué, pasándole el índice por los labios. Me mordí el inferior y él clavó sus ojos en mis dientes. Me encantaba cómo se estaba poniendo. Verlo tan indefenso, tan a mi merced, tampoco ayudó mucho.
               Yo también me estaba poniendo a tono.
               -Diana…
               -¿Por qué no me pides que me quede?-le pregunté-. Pídemelo y lo haré-me pasé un brazo por mi espalda, y dejé que su mano reposara en mi culo, que debería haber presionado si no estuviera demasiado ocupado intentando no correrse con mi sola visión-. ¿No quieres pecar, inglés?
               -Uf-fue todo lo que pudo decir, más de lo que debería ser capaz, en realidad.
               -Pero cógeme, hombre-le dije, cogiendo su otro brazo y depositándolo en mi cintura-. Como si estuvieras en tu casa-me froté un poco contra él, la madre que me parió, pero qué bien se me da poner cachondos a los tíos.
               -Joder, Diana.
               -¿Te gusta como estoy?-inquirí, zalamera.
               -Sí-dijo, y me pegó contra él, apretándome el culo. Parecía a punto de explotar. De repente, me apeteció tenerlo dentro. Pero hay cosas más importantes que que tu hombre te sacie: por ejemplo, hacerle saber cuál es su lugar.
               -¿Te gustaría follarme mientras llevo esta ropa?-pregunté, con mi boca lo bastante cerca de la suya como para acariciar sus labios con los míos cuando pronuncié la palabra follarme, haciendo todavía más erótico todo.
               -Joder, sí-replicó él.
               -¿Quieres pasártelo bien esta noche?-pregunté, y le lamí el labio superior. Dejó escapar un gemido gutural, fruto de lo más profundo de su garganta.
               -Uf, -replicó, presionándome aún más contra él. Me eché a reír y él suspiró al notar el efecto curioso que tenía en su paquete.
               -Pues-le pellizqué la mejilla y me aparté de él- pásatelo bien con tu mano, campeón-solté, dándole una palmadita en el moflete. Se me quedó mirando, estupefacto-. ¡Esta noche soy libre!-repliqué, contoneándome de modo y manera que mi culo se sacudiera de una forma increíble.
               -¡Vete a la mierda, Diana!-soltó él, ofendidísimo-. ¿Y si me divierto con cierta pelirroja?
               Me volví y sonreí.
               -Pero mi inglés-respondí-, ¿no te das cuenta de que jamás encontrarás a otra que te ponga como te puedo poner yo?-le guiñé un ojo-. Me da pena la madre de tus hijos, la pobrecita nunca va a saber que los concebisteis conmigo así vestida en tu cabeza-y me marché de la cocina como una puta triunfadora, lo que era.
               Tommy me odió durante toda la noche, pero sinceramente me dio igual. Cené con las chicas, luego fuimos a bailar, bebí hasta emborracharme, bailé hasta no poder más, esnifé un poquito (bueno, vale, más que un poquito) para poder seguir bailando, me enrollé con varios tíos, me lo pasé más que bien con un afortunado, y vi salir el sol todavía de fiesta.
               Regresé en el segundo bus de la mañana; no mentiré y omitiré que estuve haciendo tiempo para llegar después que Tommy y hacer que él se comiera la cabeza preguntándose dónde estaba, haciendo qué y con quién.
               Porque la verdad es que me había dedicado a eso mientras estaba con los otros chicos; a sentir sus manos entre mis muslos, en mi culo, sus ojos en mi escote y en aquel lunar, su estupefacción contra mi belleza y su erección frente a mi vientre mientras me frotaba contra él.               Me cago en mi inglés, me tenía comiendo de la palma de su mano, menos mal que él no tenía ni puta idea.
               Para cuando llegué a casa, con la cabeza despejada por las ayudas nocturnas (¡gracias, santa madre cocaína!), estaba tan plagada de endorfinas que lo único que me apetecía era tirármelo, sin importar las consecuencias. Me había dicho una y mil veces que Tommy estaba castigado sin disfrutar de este cuerpo que mis padres me habían dado hasta que no me pidiera perdón, pero, ¿a quién quería engañar? Yo no podía decirle que no a aquellos ojos, aquellos brazos, y aquella dureza.
               Se me cayó el mundo encima cuando me encontré a Louis en pijama, mojando una galleta en su café.
               Su hijo todavía no había vuelto a casa.
               -¿Qué tal la fiesta?-preguntó, y yo me quité el pelo de un hombro.
               -Espectacular; veremos si la remato con Tommy-solté-. ¿Se ha levantado ya?
               -¿Levantado? Todavía no ha vuelto, criatura.
               Alcé las cejas.
               -¿Disculpa?
               Justo en ese momento, se abrió la puerta de la calle, y yo me volví. El tío se había puesto guapo.
               Si hubiera estado así de guapo cuando bajé a verlo a la cocina, habría terminado chupándosela en el suelo.
               Estoy hasta el coño de este tira y afloja sexual constante que nos traemos Tommy y yo.
               -Buenos días-saludó con una sonrisa estúpida en la cara, una sonrisa que conocía muy bien: se la había puesto un montón de veces. Llevaba la camisa blanca por fuera de los pantalones, el pelo revuelto y los ojos brillantes.
               El muy desgraciado había tenido la poca vergüenza de enrollarse con otra, y yo ahí, cachonda perdida, deseando que el bus se saltara paradas para llegar y comérsela.
               Si es que eres tonta, Diana.
               Pero lo mejor era su cuello y sus labios, un poco manchados de un tono granate muy similar al que yo llevaba en los labios. ¡Si hasta tenía un chupetón! ¡Yo se la cortaba!
               -¿Has hecho el desayuno de mamá, papá?-le preguntó a Louis, que estaba flipando 30 veces más que yo de cómo venía su hijo. Su mente era incapaz de procesar que hubiéramos salido de fiesta juntos y que Tommy volviera de esa guisa cuando, ¡hola! ¡Tenía que habernos escuchado follando en mi habitación o en la suya como dos millones de veces!
               -No, eh… todavía no.
               -¿Me haces algo? Estoy agotadísimo, pero me muero de hambre-se sentó a la mesa y me miró-. ¿Qué hay, Didi?
               -¿Te lo has pasado bien?
               Sonrió con maldad y se metió en la boca una galleta. La mordió mirándome el escote.
               -Ajá. ¿Tú?
               -De fábula. Ahora ya sé que me tengo que tirar a ingleses. Los americanos son mediocres a vuestro lado-espeté, y Louis se me quedó mirando, estupefacto-. Si me disculpáis, tengo que ir a la cama, pero… ¡espera! Louis, ¿Eri tiene píldoras en casa?
               Louis se puso pálido, pero Tommy… oh, a Tommy se le borró la puta sonrisa de la cara.
               -¿Qué?
               -Es que creí que llevaba más preservativos, pero resulta que sólo tenía dos en el bolso, y… bueno, no fueron bastantes-mentí descaradamente-. Y ya sabes cómo son las cosas en las fiestas, ¿no? Las luces, el alcohol, el calentón…-me encogí de hombros. Tommy miró a Louis, Louis miró a Tommy, y no sabría decir cuál de los dos lo flipó más. Chasqueé la lengua y me di un toquecito en la frente-. ¡Vaya! Lo siento, Eri no debe de gastar de píldoras del día después, ¿no? O sea, teniendo una relación estable-le lancé una mirada cargada de intención a Tommy-, seguro que usa las normales. Le preguntaré a Eleanor-terminé de pinchar-, puede que a ella le sobre alguna de cuando estuvo con Scott.
               -¿Que Eleanor qué?-gritó Louis, varias octavas por encima de su tono normal. Es curioso lo que pueden hacer tus hijos: consiguen que alcances notas que no haces ni en sueños en un concierto.
               -Sí, papá, Eleanor se folla a Scott a pelo; esa es una de las razones de que Scott y yo tengamos movida-espetó Tommy, en un tono tan cabreado que me extrañó que no escupiera fuego.
               -Por eso Tommy está molesto; yo suelo obligarlo a ponerse condón. O solía.
               Tommy se levantó y se marchó sin decir una palabra. Yo sonreí, mirando a Louis.
               -Esto… me visto y voy a la farmacia, ¿eh?
               -No será necesario, Lou-tonteé, y él se puso colorado. Joder, me encantaba estar tan buena-. No estoy ovulando.
               -Por si acaso, será mejor que… vaya y… Harry me matará si…
               Me envaré.
               -Louis-lo corté, en un tono muy diferente al que había usado con él y con su hijo hasta que éste último se marchó-. Es mentira. ¿Te piensas que me voy a arriesgar a quedarme embarazada de cualquier gilipollas?-él alzó las cejas, se encogió de hombros-. Si te soy sincera, el único con el que he estado de esa forma ha sido con Tommy.
               -Entonces, ¿a qué ha venido todo este paripé?
               Me encogí de hombros. Lo cierto es que no lo había pensado, me había salido solo, pero seguía considerándolo una jugada maestra. ¿Él iba por ahí enrollándose con otras justo después de decirme que había sido un error no serme fiel, y que me lo compensaría? Pues yo se la devolvería aumentada. Sabía que no podía molestarle más que estuviera con otros chicos, ya lo había hecho en Nueva York y él lo comprendía (aunque lo usara como excusa para atacarme y justificarse), pero hacerle creer que ponía por delante mi placer en un momento a mi salud más tarde, y a los planes que tenía para mi vida, y que lo hacía no sólo con él… eso era harina de otro costal.
               -Quería ponerlo celoso-admití, y Louis sonrió-. Oh, venga, Louis. Ya has visto cómo venía. No puedes culparme.
               -No lo hago.
               -Entonces, ¿de qué te ríes?
               -De que sois tal para cual, Diana. Puede que Eri sea más lista que yo, pero yo también me doy cuenta de las cosas… como de que, por ejemplo, Tommy no ha estado con ninguna chica esta noche. Y de que te echa de menos. Y de que tú también le echas de menos.
               -Por poco tiempo-zanjé, sin querer tragarme eso de que Tommy sí que me había sido fiel. Venga, por favor, si venía con chupetones en el cuello y marcas de pintalabios por la cara, la camisa y los brazos. Estaba segura de que, si le quitaba los pantalones, también me encontraría restos de color alrededor de cierta zona que me gustaba.
               -Lo que tú digas, bonita-sonrió, y me despidió levantando la taza cuando me levanté y le dije que me iba a la cama. Subí las escaleras a brincos, sin importarme el ruido que hacía con los tacones, y me metí en la habitación. Escuché a Tommy moverse debajo de mis pies, y me aseguré de que él escuchara cómo me desnudaba. Se iba a acordar de esta noche; la iba a lamentar toda su vida.
               Lo único que se me ocurría para hacerle más daño era ir a ver a Scott y acostarme con él. Pero había varios problemas: que Scott no le haría algo así a Tommy, por mucho que se odiaran en ese momento; que yo no le haría eso a Eleanor, porque ella no se lo merecía; y que, sinceramente, dudo que en el fondo tuviera agallas para ir a buscar a Scott en ese sentido. Puede que fuera a verlo, sólo para darle un toque de atención a Tommy…
               … porque me preocupaba el musulmán…
               … y porque puede que Scott tuviera la clave para frenar esta metamorfosis infernal que estaba sufriendo Tommy.
               Lo escuché bajar la persiana, carraspear, meterse en la cama y dar un par de vueltas, buscando la postura.
               -Que descanses, Diana-me dijo, como si supiera que estaba escuchando. Sonreí.
               -Y tú, Tommy-respondí, seductora. Él dejó escapar una risa cínica y se quedó en silencio.
               Me quité la ropa, me senté en la cama con una camiseta de mi inglés sobre el pecho (porque estaba de muy mala uva con él, pero esos dos segundos de despertarme cada mañana e inhalar su aroma y pensar que estábamos durmiendo juntos, aturdida aún por el sueño, y sin recordar lo que había pasado, no me los iba a quitar nadie) y saqué el teléfono.
               No eché cuentas para saber qué hora era: Zoe me lo cogería a cualquier hora del día. Y, lo que era mejor, todavía no era demasiado tarde en Nueva York.
               Respondió a los dos toques, con la voz entrecortada.
               -Max, para, es Diana-la escuché decir antes de que se pegara el móvil a la oreja. Dios, ya estaba con aquel gilipollas otra vez. Puse los ojos en blanco. Dios nos criaba y nosotras nos juntábamos. A las dos nos gustaban los gilipollas-. Hola, zorrita. ¿Pensando en mí en una sesión masturbatoria de madrugada?-se burló, y dejó escapar un gemido. Escuché el sonido de una mano chocando contra la carne-. ¡Quítate, Max! ¡Estoy hablando con Diana!
               -Voy a pagarte el avión, y vas a venir a tirarte a mi inglés-espeté en tono seco, y ella se quedó callada un momento.
               -Fuera-dijo, y hubo protestas-. ¡Que te pires, Max!
               -Que te follen, Zoe-respondió él-, calientapollas de mierda.
               -Vete a que te la chupe alguna zorra del Bronx por 20 pavos, subnormal-replicó ella, y escuché cómo cerraba la puerta. Zoe bufó al otro lado del mundo-. Joder, menudos humos. Ni que le midiera 25 centímetros. Vaya imbécil. ¿Qué decías?
               -Mi inglés. Vas a venir a tirártelo.
               Zoe chasqueó la lengua.
               -¿A qué viene ese brote de generosidad?
               Me recosté en la cama, jugando con los bordes de la camiseta.
               -Le gusta follarse a pelirrojas; así que le voy a dar una pelirroja que no le deje correrse.
               Me imaginé a Zoe relamiéndose los labios.
               -Joder, sí; siempre he querido probar a un hijo de la madre patria, ya lo sabes-se echó a reír, y me obligó a sonreír con aquel sonido. Zoe era mágica, podía convertir cualquier problema en una nimiedad. Normalmente, era a base de Cosmopolitans.
               Pero también podía hechizarme con su mágica voz, a miles de kilómetros de distancia, con océanos de por medio.
               -¿Estás bien, Didi?
               -Lo estaré cuando vengas y lo hundas en la miseria.
               -Joder, pues claro que iré, chica. Dame a tu hombre, rubita; dámelo y yo lo destrozaré por ti.
               -No me tientes, Z.
               -¿Vas a llorar por él?
               -No lo sé, Zoe-dije, y se me rompió la voz. Ella lanzó un suave gemido.
               -Ay, mi niña preciosa. Si tuvieras que preparar lágrimas para todos los tíos que no te merecen, no pararías nunca. No ha nacido chico que te llegue a la suela de los zapatos, nenita. ¿Qué te pasa?
               -Se está tirando a otra. Y no es de la que hablamos.
               -¿Otra más? Joder, vaya putero. Voy a ir y cortarle las pelotas. Pero tranquila, las disecaré-sonrió con maldad, lo escuché en su tono de voz-; tienen que ser demasiado buenas para que tú llores por ellas.
               Me eché a reír.
               -Te quiero, Z-susurré, limpiándome las lágrimas.
               -Y yo a ti, Didi-respondió, emocionándose también. Sorbió por la nariz y soltó:-. Pero, ¡veremos si me quieres cuando te quite a tu inglés!
               Empezó a contarme su día, distrayéndome de todo. Se estaba consolidando como la monarca del instituto, cuidando de nuestro trono antes compartido ahora que yo no estaba. Me tumbé en la cama y puse el teléfono debajo de mi oreja. Cerré los ojos, concentrándome en su voz. Volvía a estar en Nueva York, volvía a tenerla al lado, volvía a ser la de siempre, nadie podía hacerme daño, no lloraba por nadie, sólo de felicidad por conseguir hitos en mi carrera y hacer historia…
               Y, por primera vez desde que estaba en Inglaterra, desde que había empezado a relacionarme con Tommy, quise volver a casa. Eché de menos mi hogar, aquel skyline inconfundible… quería volver a la gran manzana, dejarlo todo atrás. Olvidarme de él y de lo bien que me hacía sentir, olvidarme de lo mal que podía llegar a pasarlo por él, de sus ojos, de su boca, de lo bien que conectábamos… de las mariposas en el estómago que sentía cuando me sonreía.
               Tommy era mi casa, Nueva York era mi casa. Tenía dos hogares, uno más calentito y confortable que el otro.

               Pero el calentito estaba desmoronándose. Y, si Zoe no lo impedía, derrumbándose conmigo dentro.

14 comentarios:

  1. erika hostia puta que estoy convulsionando ay que muero
    1. zayn o sher!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! te lo digo todos los capítulos PERO ES QUE !!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! AY QUE ME DA ALGO CON LA FAMILIA MALIK EN GENERAL
    pa empezar scott y sabrae osea hasta lueguísimo me muero me muero me muero es que son tan cuquis juntos que me explotan tres pulmones y luego zayn y sher es que me muero de verdad haz un puto spin off de ellos que quiero que se me sigan explotando los pulmones POR DIOS
    2. SCOTT CON ELEANOR !!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! ELEANOR CON DUNA !!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! SCOTT PENSANDO EN ELEANOR CON HIJOS !!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
    3. Ay mira cuando sale layla sufro muchísimo porque sé que ella se merece muchísimo más a tommy pero es que no me gusta tommy con ella, me gusta con diana y eso que la tengo un paquete que ni veas.
    4. Tommy y Diana me tienen hartita con tanta tontería. Pa empezar Diana no sé qué cojones dice nada de tommy cuando ella se folla a to quisqui y luego tommy que es más tonto que na y suelta unas gilipolleces que a saber donde las cultiva en fin que dos
    5. AHORA LOUIS!!!!!! Llorando de verdad llorando por imaginarmele cuando diana le dice esas cosas ay que me muero y tommy y él flipando de verdad estoy llorando como se puede ser tan tonto me encantan
    6. AY ERIKA YA TE LO HE DICHO PERO ME ALEGRO MUCHÍSIMO POR TI EN SERIO TE LO MERECES UN MONTÓN Y ESPERO QUE LLEGUES LEJÍSIMOS CON ESTA NOVELA PORQUE ES LA PUTA POLLA ME DA UN PATATÚS CADA VEZ QUE SUBES CAPÍTULO
    PD: QUE TOMMY Y SCOTT SE RECONCILIEN DE UNA PUTA VEZ QUE SE ME EXPLOTAN LAS VENAS SI ESTÁN SEPARADOS!!!!!!!!!

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    1. BARBARA POR FAVOR ME DAN 40 EMBOLIAS EN SERIO.
      1. Zayn y Sher mADRE MÍA LA VERDADERA OTP DE ESTA NOVELA TE DAS CUENTA DE QUE LA PAREJA MÁS IMPORTANTE SALIÓ DE ELLOS UFafafafafafaFAFAFAFFFFFFFFFFFFF grito en esloveno, adoro a mis Malik, quiero que me adopten.
      y Scott y Sabrae mADRE MÍA SON TAN MONOS ME DUELE EL CORAZÓN SÓLO DE IMAGINÁRMELOS CON SABRAE Y SUS RICITOS PEGADA A SCOTT Y SCOTT PASÁNDOLE EL BRAZO POR LA CINTURA Y SABRAE METIÉNDOSE POR ÉL PORQUE SCOTT HUELE BIEN ES CÓMODO Y ES CALENTITO LO TIENE TODO EL HIJO DE PUTA *le da la vuelta a la mesa del escritorio y se arranca la camisa*

      ya verás el puto spinoff, o sea, lo que Scott adora a Sabrae no es normal, pero lo que ella lo adora a ÉL, cuidaO.
      No sé si me da la puta imaginación para un spinoff de Z+S, tengo la cabeza frita de intentar resumir los principios de su relación y CLARO AQUÍ ESTAMOS DISFRUTANDO DE HABER CERRADO UN CAPÍTULO pero igual te lo escribo, porque tú me lo pides, golosa.
      2. TENGO UNAS GANAS DE QUE SCELEANOR SE CASEN NO TE LO PUEDES IMAGINAR.
      3. Ayyyyy a mí Layla me encanta con Tommy, y Tommy con ella, y Diana con Tommy, y Tommy con Diana, debería hacerlas lesbianas y que dejen a Tommy y se enrollen entre ellas, más representación lgtb en esta puta novela, oleeeeee
      4. "suelta las gilipolleces que a saber dónde las cultiva"JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAAJAJAJ NO ME PUEDO CREER QUE ESA FRASE EXISTA DE VERDAD TENGO QUE PONERLA EN LA PUTÍSIMA NOVELA NO PUEDO VIVIR SIN TATUÁRMELA EN UNA TETA
      5. LOUIS FLIPANDO CON LO DE LA PÍLDORA Y LUEGO PONIENDO A LA AMERICANA EN SU SITIO RECORDÁNDOLE QUE ÉL LA QUIERE *suena 5h* THATS MY BOOOOOOOOOOOOOOY THATS MY BOOOOOOOOOOOY
      6. ERES MÁS CUQUI DE VERDAD TE DOY UN BESOTE la novela no va a salir de Amazon pero yo ya considero que he llegado lejos consiguiendo más de 50 comentarios en algunos capítulos o sea HOLA
      Los patatuses van a tener que esperar un poco porque estoy un poco con exámenes hasta en el coño ooleeeee amo la uni
      PD: VAN A TARDAR PORQUE SON SUBNORMALES PERO NO PASA NADA LES QUEREMOS IGUAL PORQUE DISFRUTAMOS CON SU SUFRIMIENTO

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  2. A VER A VER A VER PORQUE NO SÉ POR DONDE COJONES DEBERÍA EMPEZAR!!! QUE SON DEMASIADAS COSAS!
    EN PRIMER LUGAR: muchisisisisisisisisisisisisisisisisimas felicidades por lo que has conseguido con CTS. No te imaginas lo orgullosa que estoy de que hayas conseguido que esté en papel, que ahora nada ni nadie te pueda quitar a estos bebés y que, por fin, CTS sea una realidad en papel. Que el planeta entero pueda ser consciente de la magia de tus dedos al escribir cada palabra, cada punto y cada coma de esta historia. No existe nadie en este planeta que se lo merezca tanto como tu porque has trabajado muy duro por esto. MUCHISÍMAS FELICIDADES ERI!!!
    Ahora vamos con el capítulo:
    TENGO que decir que Sabrae y Scott son los hermanos más tiernos y hermosos que pueden existir juntos pero que nada ni nadie puede superar a Duna, sobretodo cuando ha hecho el comentario del cacao y se ha pintado la cara. ES UNA DIOSA HERMOSA!
    Me parece preciosa la reacción de Sabrae cada vez que le nombran a Alec y la manera en la que Scott se da cuenta de la gran cantidad de cosas que Alec provoca en Sabrae, es que es maravilloso joder!!
    LAYLA ES MALDITO BIZCOCHITO QUE DEBE SER PROTEGIDA DE TODO MAL, así resumo la escena entre Diana y Layla.
    Y para finalizar: ¿Quién es más idiota de Tiana, Tommy o Diana? Pues no lo sé porque los entiendo a los dos. Tommy está pasando por un momento de mierda y ha soltado la mayor burrada que le ha pasado por la cabeza porque está TAN al límite y es TAN crío que no sabe controlarse y después ha tenido que soportar como Diana lo calentaba para ir a acostarse con otros. Pero por otro lado entiendo a Diana, porque Tommy con sus palabras ha dado entender que solo le importa MEgan, que la sigue queriendo y es normal que ella no quiera seguir siendo el juguete de nadie ni quiera demostrar lo mucho que le ha dolido eso. DIOOS QUIERO DARLES UN BOFETÓN A LOS DOS!
    PD1: Aplausos por la escena de la cocina de Tiana
    PD2: ha sido maravilloso Scott y Sabrae en el Foster
    PD3: Eres maravillosa Eri!

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    1. ASDFGHJKLÑ ESTOY EXTASIADA CON TODO ARI DE VERDAD, NO SÉ CÓMO HE CONSEGUIDO GUARDAR EL SECRETO TANTO TIEMPO.
      Muchísimas gracias jo; ya sé que la autopublicación tampoco tiene mucho mérito porque te imprimen según compran pero aun así me hace muchísima ilusión saber que voy a poder tener en unos días la novela EN FÍSICO entre mis manitas de verdad no te haces una idea, la historia es tan especial para mí y me gusta tantísimo que me duele el corazón y todo, ay <3
      Y con el capítulo:
      Scott y Sabrae: yo los ADORO de verdad son mi pareja de hermanos favorita porque se putean a muerte pero a la hora de verdad se quieren con locura, yo creo que están un poco enamoraditos el uno del otro y son TAN CUQUIS de verdad no puedo con ellos dos, tengo muchísimas ganas de escribir la historia de Sabrae para profundizar en su relación y que se vean sus inicios porque EN SERIO NO TIENEN DESPERDICIO. Y Duna bueno Duna es tan deliciosa me la quiero comer a besitos.
      Alec y Sabrae: BUENO OTRA COSA QUE OS VA A ENCANTAR DEL SPINOFF DE VERDAD ya en el siguiente capítulo va a haber pistas de lo que pasa en la historia de Saab pero uF son súper cuquis, los adoro mucho mucho, no miento si digo que son los nuevos Sceleanor.
      LAYLA ES #LA BIZCOCHA DE VERDAD NO PUEDO CON MI VIDA ES TAN TIERNA SE MERECE TODA NUESTRA PROTECCIÓN Y LO MEJOR DE TODO ES QUE DIANA, A PESAR DE LA SITUACIÓN EN LA QUE ESTÁN, LA QUIERE Y LA RESPETA COMO A UNA AMIGA Y UNA IGUAL Y AYYYYYY MI CORAÇAO
      Tiana: los dos son tontísimos, te juro que no puedo ver si Scott, Tommy o Diana es el personaje más tonto de esta novela, es que son CALCADOS, son orgullosos, cabezones y testarudos y meten puñales así porque sí. No obstante, los entiendo a los dos: Diana vuelve a casa con toda la ilusión del mundo, pensando que Tommy la ha estado esperando con ansia y se encuentra con esa situación; y Tommy la ha estado esperando con ansia aunque ha cometido un desliz y ella sólo se centra en eso, y lo putea justo cuando más la necesita, lo deja solo cuando él más tiene que estar con alguien, Y LUEGO LO PONE CACHONDO Y SE VA EN SERIO OLE DIANA OSCAR PARA DIANA
      pd1: Nobel de literatura a la escena de la cocina
      pd2: El Foster es un sitio genial, yo fui este verano y DIOS me encantó todo, el trato, la comida, el ambiente...
      pd3: tú sí que eres maravillosa hermosota❤

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  3. DIOS MIO ERI. ESTOY SUPER CONTENTA POR LO DE LA AUTO PUBLICACIÓN. OJALÁ TENGAS LA SUERTE DE QUE CAIGA EN MANOS DE UNA EDITORIAL, TE MERECES ESO Y MÁS.

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    1. AYYYYYYYYYYYYYYY MI VIDA MUCHAS GRACIAS aunque no va a ir a ninguna editorial, ya que está publicada con Amazon no la puedo publicar con nadie más (aunque sí puedo distribuir por librerías, pero es mucho lío y prefiero dejarla en Amazon y ya está, total, no lo hago por hacerme rica, y lo bueno es que lo tenéis disponible en una semana sin pagar gastos de envío ni nada, así que me conformo con eso). No obstante, yo por lo que la publiqué es por si a alguien le apetecía tenerla en físico (a mí, evidentemente, sí), y pudiera comprarla ya editada y puesta en condiciones. Lo único con lo que no estoy muy contenta es con el precio, pero no podía rebajarlo más sin quedarme yo con una mínima retribución, así que... :( consideradlo mi regalo de reyes ❤

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  4. últimamente me cuesta mucho leerme tu novela, esa es la razón por la que no te dejo comentarios a menudo, de hecho, suelo leerme los caps dias después de su publicidad porque necesito preparación psicológica para ello. No sé muy bien quién soy, si soy scott, soy tommy o soy los dos. Pero no sé que más decirte que no te haya dicho ya.
    Primero que todo es que sigo valorando como sigues enfocando la importancia del núcleo familiar, me muero de amor con los maliks, he de decirte que no los veo tan unidos como los Tomlinson, espero que no te ofenda y eso que se me hace raro, que en casa de Louis no se destaque igual la importancia de la familia después de las últimas noticias tan devastadoras. Me muero de amor cuando las hermanas pelean por quién puede o no dormir con Scott, al igual que valoro un montón como no meten a la pequeña en sus disputas, y cuando está hace acto de presencia con un solo dedo estos paran de pelearse. Los niños son lo que aprenden en casa, y no olvidemos que el Bullying está más a la orden del día, me parece super tierno que los Malik tengan constancia de eso.
    2º Valoro un montón la libertad de expresión que hay en casa de Zayn sobretodo con el sexo. Actualmente vivimos en una sociedad un tanto retrograda y todavía hay casas, sin ir muy lejos la mía, en la que no se habla de sexo abiertamente. Y eso me parece tristisimo. Me encanta como Sher y Zayn llevan el tema del sexo (teniendo en cuenta los polvos bestiales que echan), y me he muerto de risa cuando Zayn ha hecho acto de presencia en la habitación de Scott alegando que no deberían haber tenido a las niñas o algo así, me he partido de risa.
    3º. QUIERO HACERTE UN MALDITO MONUMENTO POR LA IMPORTANCIA Y LO BIEN REFLEJADO QUE ESTA EL TEMA DEL FEMINISMO, OSEA QUIERO COMERTE LOS MORROS. He muerto de orgullo, de amor, si es que se puede morir de todo a la vez con la conversación de Layla y Diana, he de decirte que tenía ganas de que estás aparecieran, porque son las putas amas, y juntas no hay quién las destruya. He visto el lado más mundano y más horrible de Diana, y me ha encantado verla confesandose humana cuando ha abierto su corazón mostrando cuan dañado está por tommy. (Me encanta como se putean entre ellos, pero el hijo puta weon se ha pasado tres pueblos con lo que le ha dicho.) PERO HE ESTALLADO cuando layla ha dicho la maravillosa frase de " Me ves como a tu igual" JODER SI, PORQUE QUE PASEMOS POR COSAS MALAS COMO MALTRATO, ABUSOS O TRASTORNOS ALIMENTICIOS NO SIGNIFICA QUE SE NECESITE LA PENA DE NADIE, Layla es una guerrera, y estaba harta de que la pusieras como alguien que no podía sin su vida sin tommy. Decirte que Layla era la que menos me gustaba porque odio cuando se trata con tanta fragilidad a alguien, ojo no quiero decir que no haya que apoyar a las víctimas pero estaba harta de verla llorar por los rincones, ya era hora de mostrar la fuerza de los Payne porque es una mujer hecha y derecha.
    4º Sigo amando cada vez a Scott y a El, pero mis preferidos siempre será TIANA BC REINA SE HACE Y ES LA PUTA AMA QUE CORTA EL BACALAO POR DONDE QUIERA LA TIA Y ENCIMA TIENE ALAS, SI ALGUIEN QUIERE SUPERAR ESO NO PUEDE. Excepto Meryl, Meryl es nivel superior
    5º Para mi sabrae se ha ganado un hueco enorme en mi corazón porque yo ya sabía que era la mejor de los Malik, pero es que me ha encantado como se está enamorando de Alec sin ella quererlo, no hay situación más frustrante y bonita que esa. Como esta pendiente de Scott. Es una Beyoncé mezclada con NIcky. No sé si me entiendes pero yo la veo así.
    6º no me acuerdo de cuantos numeros llevo.
    7º Quiero saber más de chad.
    8º Ojalá los Tomlinson vuelvan a recomponerse pronto.

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    1. Siento muchísimo que se haga duro leer los capítulos nuevos Cell, aunque siempre nos quedará el consuelo de cuando los chicos se reconcilien, que va a ser un momento precioso, estoy segura. Ya no tengo miedo de no estar a la altura, incluso si escribo un capítulo de mierda, sólo por el mero hecho de que Scott y Tommy vuelvan a estar juntos otra vez ya sé que no defraudará. Los echo muchísimo de menos, y me alegra ver cómo los echáis vosotras de menos también.
      Creo que tienes razón en eso de que es raro que los Tomlinson no sean tan "cerrados" como los Malik, aunque si te soy sincera Tommy no me ha dado cancha a ahondar en eso como lo ha hecho Scott, T es mucho más independiente en ese sentido, pero tienes razón, los Tomlinson deberían estar mucho más unidos de lo que parece en la novela. Pero no te preocupes, que yo me los imagino mucho más cercanos, y de hecho en los próximos capítulos vamos a ver mucho de la relación Tommy-Eri por eso de que él se siente solo sin Scott y va a terminar no queriendo salir de casa tampoco (pero no quiero adelantar, con el final de novela que te conté hoy ya vas que chutas).
      También creo que tiene algo que ver el hecho de que las hermanas de Scott se lleven menos tiempo entre ellas que los de Tommy, al fin y al cabo Scott le lleva a Sabrae lo mismo que ella a Shasha; Duna está un poquito más descolgada y por eso es que la protegen tanto.
      2. No sé por qué, pero siempre me he imaginado a Zayn como un tío que no tenga miedo de hablar de lo que sea con sus hijos, y Sherezade tampoco se queda atrás (De hecho me la imagino incluso más progre que él, y ahora que lo pienso el tabú del sexo viene un poco relacionado con el machismo, así que es lógico que en una casa tan feminista, donde hay tanta mujer a la que educar correctamente, se trate el sexo como algo tan natural como es).
      3. Mira, ME REMITO AL APARTADO 2 DEL COMENTARIO, es evidente que Layla y Diana son hijas de su época y si el feminismo ya está tan "extendido" (no tanto como debería pero en fin) como ahora, cuando ellas vivan lo estará más y serán más libres, así que veo normal que ellas se sientan más libres de hacer lo que quieran y puedan hablar de sus sentimientos sin miedo. Tenía también muchas ganas de que Layla se enterara de lo de Megan, y me parece una reacción súper lógica por su parte porque ella queire a Tommy y no quiere que él sufra por lo que siente o necesita, así que es normal que entienda y acepte y apoye como él lo hace con ella. Y también creo quel e gusta saber que Diana la considere una igual (aunque D no se ha parado a pensar en por qué le fue con el cuento realmente), supongo que es refrescante para ella que alguien te trate como la persona madura y fuerte que eres para afrontar las cosas malas que te van a pasar. Además, lo que ha vivido Layla es bastante peor que que le pongan los cuernos.
      Sinceramente, yo a Layla la quiero un montón, te diría que es de mis favoritas pero todos lo son, pero no sé, con ella puedo desarrollar otro lado de la novela y de los personajes que si no se me quedaría en el tintero, así que también me viene "bien" que esté como esté y que sufra lo que ha sufrido, la pobrecita. Me parece que es fuerte incluso cuando llora, dice mucho de ella que haya conseguido salir de una situación así: date cuenta de que ella mató a Chris antes de que él terminara de someterla, eso no lo hace cualquiera, desde luego no lo haría la Layla que era cuando empezó la novela y nadie sabía por lo que estaba pasando.
      4. Diana es la reina de esta novela, lo de la cocina se me ocurrió sobre la marcha pero es que es TAN ELLA que lo tuve que meter.
      5. A mí Sabrae me parece con diferencia el personaje más completo de la historia, claro que también yo tengo muchísimas más facetas de ella en la cabeza que vosotros (dios, qué necesario es el spinoff en serio). Es sin duda la mejor de su casa, que encima es la mejor casa, es que se junta TODO en ella, menuda diosa está hecha. Yo también la veo bastante Nicki+Beyoncé, tranquila, de hecho su actitud es muy así JAJAJAJA.
      6. Pues llevas 6.

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  5. HE TENIDO QUE DIVIDIR EL COMENTARIO EN DOS DE LO LARGO QUE ERA HASTA LUEGO MARI CARMEN.
    9º Estoy impacientisima por saber lo que contiene el puto sobre.
    10º Ya sabes de sobra que estoy encantada con lo de que publiques tu novela, esta decisión es tu verdaderas alas, y espero que planees alto. Lo quiero dedicado y lo sabes , así que ya hablaremos de como lo haremos porque QUIERO UNA DEDICATORIA PROFUNDA Y BONITA COMO LOS OJOS DE NUESTRO QUERIDO LOU. Estoy muy contenta de la publicación aunque yo ya lo supiera de antes, yo vivo contenta por ti.
    11º Quiero anunciarte de que voy a ser madre probablemente de un conejito marrón y esta vez he optado por no llamarlo Harry como al último, ni tampoco Lou, He pensado en un nombre más especial que me lleva rondando la cabeza, espero que no te lo tomes como una falta de respeto. Se llamará Noble.
    12º quiero hacer skype ya de ya
    13º Te quiero muchísimo.

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    1. YO TAMBIÉN HE TENIDO QUE CORTARLO ME DESCOJONO HEMOS ESCRITO MÁS DE UN FOLIO CADA UNA QUE ME DA UN SÍNCOPE.
      7. No sé cuándo podré meter a Chad, es que tampoco quiero alargarlo todo mucho pero sí que es verdad que hay alguna cosita que os quiero contar de cómo le va con Aiden.
      8. Estarán un tiempo, pero en nuestro tiempo se va a volver eterno, hasta enero no creo que pueda volver a publicar...
      9. Hoy me vino una visión de lo que va a pasar cuando Diana lo cuente, y si te soy sincera dice mucho tanto de ella como de Tommy y los demás, ay...
      10.Ya hemos hablado de lo de la publicación, no tiene mucho mérito pero me sigue haciendo ilusión poder tener la historia en papel, que no me quiten a mis personajes, y que encima si alguien quiere recompensarme económicamente (aunque no me den una miseria) pueda hacerlo a cambio del mejor regalo que yo puedo dar.
      11. Awwww qué cuqui, no me parece una falta de respeto para nada, ya te lo he dicho esta tarde, aunque eso sí, a mí Noble para un conejo no me pega mucho, pero bueno...
      12. Pues deja de ir a cenar con tus amigas JAJAJAJA
      13. Yo también te quiero (qué sensiblona estás, ¿no?)

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  6. Lo primero de todo quiero felicitarte por publicar tu novela, supongo que es algo que llevas esperando mucho tiempo y me alegro muchísimo de que alguien con tanto talento como tú vaya a darse a conocer de alguna manera, y también de que todo aquel que aun no te conozca ni a ti ni a CTS vaya a poder disfrutar de esta maravilla, me alegro enormemente!!!

    Y ahora vamos al momento fangirleo porque DIOS MÍO SI AMO MÁS ESTA HISTORIA Y SUS PERSONAJES REVIENTO, Tommy Y Diana ya me mataron en el capítulo anterior pero en este me han terminado de arreglar... dios me meto tanto en la historia cuando narran ellos que me siento Diana o Tommy por momentos, lo siento mucho por Layla porque es lo más adorable que existe pero creo que Tiana tiene que pasar y deben casarse y tener 40 hijos, y que a Layla le tiene que llegar ese alguien que la quiera solo a ella y la haga sentir como la princesita que es.
    Y pfff Tommy y Scott, esto está siendo más duro de lo que ya por sí me esperaba... lo paso tan mal viendo como se echan de menos y como no son ni la mitad de ellos mismos cuando no está el otro para complementarle... tardo tres horas en leerme estos capítulos porque tengo que hacer pausas a cada línea y calmarme porque un día me da una embolia te lo juro, tenía ganas de que llegara la pelea pero ahora solo quiero que se reconcilien y hagan la cucharita todas la noches.
    Y ATENCIÓN PORQUE SABRAE ES LA PUTA AMA DE ESTA HISTORIA (toda la familia Malik en general me tiene enamorada) pero Sabrae es única en su especie, y de verdad que no puedo esperar a leer ese spin off y saber QUÉ COÑO PASA CON ALEC Y ELLA.
    Una vez más, enhorabuena por publicar esta genialidad y espero con muchísimas ganas seguir leyendo un poquito más de tus ideas. Un beso gigante!!!!!

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    1. ay corazón, siento muchísimo haber tardado tanto en contestarte, es que tenía que estudiar para los exámenes de diciembre.
      Muchísimas gracias por tu felicitación, tesoro ♥ aunque tengo que decir que tampoco tiene mucho mérito dado que lo he autopublicado, no lo tiene ninguna editorial (ni lo va a tener) y por tanto la novela va a seguir pasando desapercibida, pero yo lo que quería era que la tuvierais disponible corregida, escrita en condiciones (los primeros capítulos sobre todo) y en papel, aparte de "proteger"a mis personajes (porque una vez en papel, ya están registrados, y teóricamente ya nadie puede quitármelos). Pero aun así comparto tu entusiasmo, evidentemente; ya tengo el libro en casa y no puedo creerme que YO haya escrito algo semejante, es tan bonito... ♥
      Y ahora, al capítulo: EL SENTIMIENTO ES SÚPER MUTUO, ADORO A LA HISTORIA, LOS PERSONAJES, Y TODO LO QUE PASA, CREO QUE ES EVIDENTE EL CARIÑO QUE LES TENGO Y QUE LOS ESCRIBO CON MUCHO AMOR. Confieso que con quien más me gusta narrar es con Scott, me veo mucho más cómoda con su estilo normal, pero me lo estoy pasando genial cambiando el estilo de Tommy y el suyo para ponerlo como el de Layla (yo y mi simbolismo, mi simbolismo y yo). Y uf, todos son tan deliciosos, sinceramente no creo que pueda elegir entre las chicas porque me encantan todas, las he construido lo mejor que he podido y estoy muy satisfecha con el resultado, sólo espero que a vosotras no os decepcione lo que va a suceder con ellas.
      En cuanto a Tommy y Scott, tengo también muchísimas ganas de que se reconcilien, pero como los dos son tercos como mulas lo cierto es que van a tardar bastante, y mientras tanto voy a ahondar en su sufrimiento (creo que sólo entenderemos cuánto se quieren cuando veamos hasta qué punto sufren por no estar juntos).
      Y SABRAE, DIOS MÍO, SABRAE, creo que se ha posicionado oficialmente como la estrella de esta novela, me encanta ella y su manera de pensar y su forma de ser, me m u e r o de ganas por hacer el spinoff y que veáis cómo ve ella el mundo y la cantidad de cosas que va a vivir, tanto con Alec a su lado como ella sola... pero uf, en serio, Alec y ella son preciosos, en el próximo capítulo (que espero subir pronto) están muy juntitos y asdfghjklñ me dan 40 embolias, los adoro estando juntos y los idolatro por separado.
      Muchísimas gracias por tu comentario, tesoro, significa mucho para mí ❤Un besote ❤

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  7. Eleanor con Duna. Scott pensando en tener hijos con Eleanor. MIRA YO NO PUEDO MÁS SCELEANOR VA A ACABAR CONMIGO
    Y hablemos de Layla, el mundo no se merece a un ser tan bellísimo ❤

    - Ana

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    1. A Scott se le para el corazón pensando en su chica PUEDE SER MÁS MONO LA RESPUESTA ES NO
      Eso sí, jamás estará al nivel de Layla ❤ mi niña preciosa, se merece el mundo ❤

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