sábado, 31 de diciembre de 2016

2O16, adiós.



Con las cosas buenas se disfruta, y con las malas se aprende. Eso es lo que he aprendido en 2016: a disfrutar lo que tengo y a aprender de lo que no.

Mentiría si dijera que no me han molestado muchísimas cosas, las quejas de gente que seguramente estuviera peor que yo, pero he dado un paso más, algo en mi interior ha hecho clic… y he sentido lástima, no rabia, por esas personas. Porque optimista o pesimista se nace, y  no hay nada peor que empeñarte en ver lo malo de una situación o de un momento para que éste no deje de empeorar. Y créeme, sé de lo que hablo: Trump ha ganado las elecciones (adiós a las posibilidades de trabajar en Estados Unidos “por culpa” de mi acento en los próximos 4 años, y eso como mínimo), ha habido fines de semana en los que 5 mujeres han muerto por culpa de imbéciles que se creían con el derecho a llevárselas por delante (por favor, si vas a suicidarte, hazlo antes de matar a nadie; el orden de los factores sí que altera el producto), mis padres se han separado y mi precioso Noble ya no está conmigo, lleva 10 meses sin estar conmigo.
Y, aun así, he sido feliz. Sí, diría que este año ha sido uno de los mejores de mi vida, porque he entendido que todo es relativo, que está en tu interior el encontrar el mal en el bien o el bien en el mal, que del sufrimiento se aprende y se crece, y yo he crecido, crecido, me he hecho gigante, he saltado al sol y he echado a volar en su dirección, a ese mañana con un cielo tan lleno de soles que se te hace imposible contarlos.

Es curioso, pero estoy agradecida por cada lágrima derramada y cada temblor de pura ira que he tenido este año (no han sido pocos), porque me ha hecho apreciar muchísimo más las situaciones en que estoy tranquila, en que me siento bien. ¿Y mi arte? Joder, mi arte ha pasado a otro nivel. El que dijera que el sufrimiento del alma y el alimento del arte no sabía hasta qué punto tenía razón.
Así que tengo que dar las gracias, por los momentos vividos, por las personas que han seguido conmigo (prácticamente todas, y sólo echo de menos a alguien a quien ni siquiera es una persona), por los viajes, las experiencias. Ni el cuerpo ni la mente notan los cambios de calendario, y la Tierra va demasiado deprisa, corriendo como loca en el espacio a sus 30 km por segundo como para que te puedas detener realmente a tomar un respiro y observarlo todo desde otra óptica, pero este año he conseguido eso: que mi mente cambie, mi cuerpo también, cambiar un poco o no tan poco mi vida.
Acabo este año con menos gente viviendo en mi casa, más entradas de cine, conciertos o teatro en la cartera, menos dinero, más llaveros y más experiencia, y dando las gracias, curiosamente, por todo: por llegar a estar sola en ocasiones, por acabar subrayadores en dos días de tanto que tengo que estudiar, por agobiarme por tonterías y sentir alivio cuando me las quito de encima, por morirme de ganas de que se estrene una película y que sea mejor de lo que esperaba o porque me decepcione un poquito, por mucho que me duela admitirlo; por ir a un concierto y dar brincos con la camiseta por dentro del pantalón, no vaya a enseñarle el sujetador a medio público mientras grito que sí, que me lo des, que me lo merezco; por cogerle miedo al avión por culpa de las turbulencias y que se me encoja el estómago cuando empiezo a volar, a pesar de que llevo haciéndolo desde pequeña, por las fotos de espaldas en las que puedo admirar de pelo, y las fotos de frente en las que no me gusta cómo salgo, por querer llorar con alguna película y casi hacerlo nada más empezar un musical, por gente genial que me hace de guía en su ciudad y a la que yo haré de guía en un futuro… y por las musas. Porque han elegido el mejor momento de mi vida para venir a visitarme.
Así que brindo, porque 2016 ha sido un año de mierda en lo familiar, pero no podía dejar de pensar que estaba siendo un buen año en todo lo demás.
Brindo por Noble, por los Oscar y por Leo (por Dios, mira que estar 20 años detrás del premio y dejártelo después en el primer club que visitas, manda huevos, chico), por lo que estamos empezando a hacer por el climate change, que it’s real and it’s happening right now, por mis amigas, por todo lo que me río con ellas, por darme la venada de ir a Praga y acabar descubriendo una ciudad preciosa que no sólo está llena de cultura, sino que respira cultura en sí misa, por escribirles cartas a escritoras que he releído después de muchos años mientras lloro porque nunca voy a adorar a nadie como adoro a mi historia, por descubrir restaurantes a los que estoy muriéndome por volver y en cuya comida me sorprendo pensando a menudo, por levantarme a las 6 de la mañana para ir a Barcelona y bailar con 5h el mismo año en que el miembro al que yo no soporto decide irse del grupo (Camila, desbloquéame), por escuchar un montón de discos que hacen que piense “bueno, quizá estaba siendo un poco dura con Zayn” y antes de que me dé cuenta ya esté a sus pies otra vez, por cargar la cámara un montón de veces, ir a Madrid con unas ganas locas de hacerles fotos a las luces de Navidad y cabrearme porque El Rey León, con el que casi lloro en la primera canción (aunque cambien los títulos y la letra), acababa 15 minutos antes de las 11 de la noche, una hora preciosa para sumir Madrid en la oscuridad relativa de una noche de otoño en la que no hay aún copos de nieve de LED colgando entre las farolas, por atiborrarme a bogavante en mi 20º cumpleaños, y por seguir haciendo los comentarios sobre mi cuerpo que tan triste ponen a la gente, porque les hacen creer que no me quiero, cuando pocas personas hay que se adoren más de lo que hago yo.
Y por el blog. Brindo por el blog, por Chasing the stars, por las entradas con 100 comentarios o las que sólo tienen 2, por todas las personas que han hecho posible que ahora tenga en mi casa un libro (¡un libro!) con mis palabras ahí plasmadas, con cada letra escrita por mí como las tienen todos los grandes de la literatura. Brindo por mi novela, por las ganas que tengo de escribir y el mono terrible que me da cuando no puedo hacerlo en varios días, por los cientos de ideas que me vienen de noche y las casi 400 notas que tengo en Evernote. Brindo por Tommy, Scott, Diana, Layla, Chad, Eleanor, Sabrae, Alec, y todos los demás que viven en mí, que me tienen y no yo a ellos, y por todos los que los leen y reviven y hacen que quiera seguir esbozándolos.
Esto es por Noble, los Oscar, Mamma Mia, Praga, la Holi Party, Barcelona, Madrid, Chasing the stars, mis amigas, El Rey León.
Pero, sobre todo, es por lo que me has hecho a mí.
Así que, 2016, gracias por hacérmelo pasar un poco mal, y por hacerme ver que Rowling tenía razón: la felicidad puede encontrarse en los tiempos más oscuros, si uno se acuerda de encender la luz.

2 comentarios:

  1. ¡Feliz año Erika!
    Cada año tiene sus baches y sus barreras pero como bien has dicho es la manera más eficaz de aprender y las cosas buenas solo son más brillantes al lado de las malas..
    Ojalá se hagan realidad todos tus deseos en 2017♥
    besitos guapa (bonita foto ;))
    y ya verás como si que llegas a los 100^^

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    Respuestas
    1. ¡Igualmente Shine! Y que sigamos creciendo, ojalá tengas razón y llegue a los 100, aunque lo veo muy difícil❤

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