miércoles, 11 de enero de 2017

Antes de Eleanor.

¡He vuelto! ¿Me habéis echado de menos?

Me da un bajón increíble cuando Eleanor no está conmigo. Es como si se llevara la luz que le aporta a mi vida, y también la que había conseguido reunir yo solo.
               No me siento como si estuviera pasando frío en un campo del norte, como estaba antes de entrar en casa y verla, sino como si fuera un oso polar que se ha hecho una depilación a láser.
               Y no me gusta.
               Creo que debería decirle que no venga. Se lo agradezco muchísimo, adoro que lo haga, adoro verla y estar con ella, sostenerla entre mis brazos y que caliente mi alma.
               Pero no puede seguir marchándose y dejándome atrás, como si creyera que de verdad voy a sobrevivir a su ausencia.
               Mi soledad se hace muchísimo más latente, el odio de Tommy se hace más visceral y reforzado, en cuanto ella cierra la puerta. Se pone de puntillas y me da un beso en los labios, me dice que me ve esta noche, sonríe en mi boca, le da un mordisquito al piercing de mi labio inferior, abre los ojos, y me mira mientras me besa de nuevo. Yo estoy en trance, perdido en su mirada, en las cosas que me hace, en lo que me hace a secas, y en lo que me hace sentir.
               La tengo delante, tengo sus dedos entre los míos, y ya la estoy echando terriblemente de menos.
               Miro cómo se despide de mí en la esquina de mi calle, agitando una mano cubierta por un guante, y me sonríe una última vez antes de dar la vuelta y desaparecer.
               Y yo me paso la tarde tirado en la cama, hasta que hace tiempo que se ha puesto el sol y decido darme una ducha. No sé por qué. Me sale solo. Simplemente voy al baño y me meto debajo del grifo. Abro el agua caliente sin tocar el agua fría, y dejo que se me enrojezca la piel por la acción del agua hirviendo.
               No me doy cuenta de por qué no abro el agua fría hasta un tiempo después. Y es entonces cuando veo realmente hasta qué punto estoy jodidísimo.
               Llevo cerca de una hora con el agua corriendo, y mamá no me ha dicho nada, porque su hijo es más importante que el planeta en el que lo ha tenido.
               Llevo cerca de una hora con el agua ardiendo porque es lo que hace Tommy. Porque sé lo que es sacarlo de una ducha de agua hirviendo y darle un par de hostias para que espabile. Porque lo echo muchísimo de menos, porque incluso el dolor de sentir la piel protestando por el exceso de calor es mejor al vacío de mi interior.
               Eleanor no merecía esto, pienso con convicción. Y luego, me odio muchísimo por pensar eso. Tommy tiene razón; Eleanor no me merece, no se merece a una persona que crea que ella no vale pasarlo un poco mal.
               No la quiero de verdad; si la quisiera de verdad, no estaría pensando esas cosas.
               Sabrae protesta porque ella también quiere ducharse, va a salir esta noche y quiere llevar el pelo suelto (milagro). Pone los ojos en blanco cuando yo abro la puerta sin decir nada y le hago un gesto para que entre. Se desnuda rápidamente y salta a la ducha sin mirarme, y yo me seco sin mirarla a ella. Se pone un montón de productos en el pelo y espera a que yo salga.
               Me quedo tirado en la cama, decidiendo si debería hablar con Eleanor, pedirle perdón por todo lo que le estoy haciendo vivir y decirle que vuele libre, a poder ser, muy lejos de mí, cuando ella me abre conversación.
               -Tengo muchas ganas de lo de esta noche-me dice, y yo me quedo mirando el mensaje, preguntándome qué puedo decirle sin ser un cabrón de primer nivel. Siento un tirón en el estómago, oigo a mi voz interior decir que Eleanor no merece esto, oigo a Tommy decir que yo no la quiero de verdad, que estoy jugando con ella.
               Son la misma voz.
               Y eso no ayuda.
               Pero la echo de menos, joder, la echo tantísimo de menos…
               -¿Scott?-me manda un monito que se tapa la boca; ya sé que es que quiere decirme algo.
               -Soy todo ojos-contesto, y llena la pantalla con lacasitos riéndose a lágrima viva.
               -Duna no va a ser la única niña que se parezca a ti con la que yo voy a jugar-me escribe, y luego, caritas sonrojadas, monos tapándose los ojos.
               -Te quiero muchísimo-le digo, y siento cómo sonríe en una parte de mi alma como si lo estuviera viendo en directo. Porque es la verdad, joder. Eleanor no se merece un novio que la haga sufrir porque él lo pasa mal por no hablarse con su hermano, Eleanor no merece la pena tener una movida semejante con Tommy, porque los dos deberíamos celebrar el mero hecho de que existe, pero le deseo muchísima suerte a Eleanor buscando a un tío que la quiera la décima parte de lo que la quiero yo.
               Puede que sea un capricho, pero joder, es el capricho más anhelado de la historia.
               Hablamos un poco más, intenta animarme, pero yo sigo acusando su ausencia y le pregunto varias veces a qué hora tiene pensado venir. Incluso le digo de venir a cenar, aunque sé que no está bien porque sólo voy a conseguir que tenga más movidas con Tommy, pero es que no puedo evitarlo. La necesito aquí, conmigo.
               Deja de contestarme un momento, lo justo para que Shasha entre en mi habitación y me obligue a ver una de sus pelis de mierda en el salón antes de cenar. Eleanor me ordena que vaya con ella, aunque no le he dicho que la pesada de mi hermana pequeña ha venido a tocarme los huevos. No necesita que nadie se lo diga, porque ha sido ella quien le ha sugerido a Shash que me saque de la cama, llueva, nieve, o truene.

               Arrastro mi cuerpo cargado de añoranza por la casa y me tiro en el sofá. Shasha se acurruca en una esquina, sube los pies después de elegir la peli que quiere hacer como que ve, y empieza a teclear con furia en su teléfono. Duna se me tira encima.
               -Ahora no, Duna-le digo, apartándola y sentándola a mi lado. Duna hace un puchero y termina por irse, mientras Sabrae trastea en el piso de arriba. Mamá está en su despacho, leyendo uno de sus incontables documentos de páginas y páginas de extensión. Le toca cocinar la cena a papá.
               Shasha escucha abrirse la puerta de su habitación y sube como un bólido las escaleras al grito de:
               -¡Sabrae! ¡Sal de mi habitación! ¿Qué coño buscas en ella?
               -¿Dónde están mis botas marrones?
               -¿A mí qué me dices, tía? ¡Fuera! ¡Pírate! ¿Me pongo yo a revolver en tus cosas?
               -¡Constantemente, estúpida!
               -¡Enana!
               -¡Friki!
               -¡Culo gordo!
               -¡Cara culo!
               -¡Niñas! ¡Scott!-trona papá.
               -¡Pero si no estoy haciendo nada!-protesto yo, alzando las manos. Papá abre la puerta de la cocina, me mira un momento y asiente con la cabeza, pidiéndome perdón. Y dice que la cena está lista, todos nos juntamos en la cocina. Duna escala por los taburetes hasta ponerse a mi lado, y le sonríe con inocencia a mamá cuando ésta le pregunta si no se suponía que hoy iba a ayudar a poner los cubiertos.
               -Ups-dice la pequeña, llevándose una mano a la boca, y mamá se echa a reír y le da un beso en la mejilla-. Sabrae, ¿no irás a salir con el pelo húmedo?
               -Es que me salen rizos más bonitos-explica ella.
               -Haz el favor de subir a secártelo-espeta mamá-, vas a coger una pulmonía.
               -Y yo no pienso llevarte a urgencias porque te dediques a hacer el tonto con el pelo mojado en invierno-añade papá. Sabrae pone los ojos en blanco y sale disparada escaleras arriba.
               Llaman al timbre y se me para el corazón.
               Me levanto de un brinco y voy hasta la puerta con un nudo en el estómago de puros nervios. ¿Eleanor se ha arriesgado a otra bronca con Tommy por estar más tiempo conmigo? ¿Tan jodido me ve? ¿O es que tanto me quiere?
               Madre mía, tengo muchísimas ganas de verla, y eso que la vi esta mañana. Quiero hundir los dedos en su melena de chocolate y perderme en esos ojos de gacela, dejar que su cuerpo se pegue al mío y sus manos recorran mi espalda mientras me abraza, posar mis manos en su cintura y dejar que el calor que mana de su cuerpo caliente el mío, que su amor me inunde de nuevo y empuje las tinieblas de lo que me está pasando con Tommy lejos, tan lejos que a mí se me olvide que no hay más que día, luz, blanco.
               Abro la puerta sin mirar, y la verdad es que se me cae el alma a los pies. Ni siquiera puedo esconder mi decepción.
               Alec pone los ojos en blanco.
               -Estamos a mediados de mes; se me ha acabado el dinero para las putas, perdón por ser de clase obrera-espeta, y se sonríe, satisfecho por la puñalada trapera que me acaba de meter. Casi puedo escuchar su felicitación interna: ¡muy bien, Al, qué manera más elegante de recordarle que sus padres son millonarios! ¡Diez puntos para Hufflepuff!-Pero en mi defensa diré que me lo he gastado en ti, tesorito. Porque me gusta tenerte consentido-se burla, dando un paso al frente y pellizcándome la mejilla. Yo me aparto y lo miro mal.
               -¿Qué haces aquí, Al?
               Él levanta el cubo gigante de palomitas y las bolsas con golosinas que lleva en una mano.
               -Noche de pelis-informa como si tal cosa. Y yo bufo.
               -Va a venir Eleanor.
               Hay un chispazo en su mirada marrón, un chispazo que no mucha gente puede ver. Soy una de las ocho personas en el mundo que son capaces de ver lo que pasa detrás de los ojos de Alec cuando se le ocurre algo alucinante, soy uno de los ocho que es capaz de adivinaren qué piensa con sólo ver aquel chispazo, lo suficiente breve como para que pienses que te lo has imaginado, pero no lo bastante como para que Bey, Tam, Jordan, Max, Logan, Karlie, Tommy, o yo, sepamos que se ha producido.
               Alec me dedica su mejor sonrisa de Fuckboy® y suelta:
               -Ya, bueno… a mí nunca me ha importado un trío con otro tío, siempre y cuando la chica lo mereciera, y sinceramente, Eleanor lo merece.
               Me lo quedo mirando largamente, decidiendo si me río (porque ha tenido su gracia) o le parto la cara (porque no me hace ni puta gracia que hable de Eleanor como si fuera un trozo de carne en el que meter el tenedor).
               Seamos honestos: si le doy una hostia a Alec, él me la devuelve, y no me conviene pelearme con él. Estoy cansado, no estoy durmiendo bien, me duelen ciertas partes del cuerpo esenciales para dar una buena tunda, y no me parece muy inteligente pelearme con el único amigo que tengo que ha dado señales de vida en todo el día, después de la pelea.
               Ah, también está el minúsculo detalle de que Alec es más fuerte que yo. Tiene unos brazos como dos troncos de árboles, el muy cabrón.
               Y sabe usarlos, créeme.
               Boxea.
               No te conviene pegarte con Alec Whitelaw.
               Así que opto por un término medio, atacarlo por un flanco que él no se espera. Sonrió con malicia, lo miro a los ojos y le doy un toquecito en el hombro.
               -Y luego dices que no eres bisexual.
               Y eso acaba con el saber estar de Alec; las únicas veces que consigues cabrearlo en serio es metiéndote con él por las cosas que dice respecto del sexo.
               -¡SOY HETEROCURIOSO!-estalla, y está a punto de tirarme el cubo de palomitas, pero le ha costado pasta y encima son de las que tienen extra de mantequilla, las más ricas-. ¡JODER! ¡NO ME MOLAN LAS POLLAS, VALE, TÍO, PERO NO ME IMPORTARÍA TOLERAR LA PRESENCIA DE OTRO PAVO EN LA CAMA, SIEMPRE QUE PUEDA MOJAR EL CHURRO! Por cierto, pregunta súper aleatoria; ¿está tu hermana en casa?-espeta como si nada, y a mí me cuesta un momento procesar la información.
               -¿Vienes a follar con mi hermana?-espeto, herido en mi orgullo porque, ¡hola! ¡Estoy muy triste! ¡A las puertas de una depresión, diría yo! ¡Y este gilipollas, en lo único en que piensa, es en venir a tirarse a Sabrae!
               -¡No!-replica, escandalizado.
               -Alec.
               -Bueno-se pasa una mano por el pelo y sonríe con esa sonrisa suya de cabrón que no ha roto un plato en su vida, pero sí un par de corazones que no van a olvidarlo, y añade-, si a ella le apetece, pues sí. Pero tampoco es mi objetivo principal, ¿entiendes? Aun así… si se da la ocasión… pues eso que me llevo.
               -Que echas de menos verla desnuda, ¿eh, Al?
               Joder, tío, me encanta Alec. Tiene una facilidad para hacerte olvidar todos tus problemas… no conozco a muchas personas que te puedan distraer como lo hace él. Es algo natural en él.
               -Ay, ladrón-me da un codazo-, si la hubiera visto desnuda, dudo que pudieras sacarla de mi cama. Pero bueno, no vamos a hablar del impresionante cuerpo de tu hermana en la calle, ¿eh? ¿Me dejas entrar, o nos ponemos a cenar en el porche? Lo digo por ir encendiendo una hoguera, hace un frío que pela.
               -Yo ya he cenado, tío.
               -¿Te he preguntado si ya has cenado, o si me dejas entrar?
               Me hago a un lado poniendo los ojos en blanco, pero él me da una palmadita en la mejilla.
               -Cuánto me quieres, ¿eh?
               -Déjame tranquilo-protesto, y señalo las bolsas que trae-. ¿Qué es?
               -Mi puto sueldo de un mes-replica, dejando las bolsas en la mesa del vestíbulo y dejando que eche un vistazo dentro-. Le he hecho el año a Jeff, el tío ya puede cerrar el restaurante si quiere; he pillado hamburguesas, nuggets, patatas…
               -¿Alitas?-pregunto, mirándolo, y Alec sonríe.
               -Dos cajitas.
               -Pues te amo.
               -Pues no me sorprende.
               Lo miro un momento mientras revuelve entre las golosinas.
               -Alec.
               -Mm.
               -No tenías que traer todo esto si querías venir a ver a Sabrae.
               Se detiene, frunce el ceño y se me queda mirando.
                -¿Por qué has venido?
               Pone los ojos en blanco antes de responder:
               -Porque ayer, cierto par de gilipollas se pelearon delante de mí, y estuve hasta pasada la medianoche en el gimnasio descargando tensión acumulada. Y, como comprenderás, no tengo el cuerpo para salir de fiesta sin meterme heroína, y como vosotros no me dejáis…
               -Nada de heroína, Alec.
               -Nada de heroína-se queda pensando un momento, con la vista perdida en la distancia-. Aunque puede que un poco de coca…
               -¡Alec!-le reprendo, y él sonríe.
               -¡Que es coña, hombre! Con lo mal que lo pasamos en Chipre, me bastó. Tam no va a hacer negocio conmigo, tranquilo.
               El verano pasado había sido una sobrada, la verdad. Jordan había conseguido (no se sabe cómo) que nos permitieran entrar en un casino, y si hay cosas que escaseen en uno, desde luego, no son drogas. Habíamos acabado borrachos perdidos y retándonos los unos a los otros a probar x o y sustancia que alguien nos había conseguido. Para habernos matado.
               Y, de hecho, Alec y yo por poco no lo contamos.
               Pero eso es el pasado, que te hace más fuerte y te hace aprender.
               -¿Estás seguro de que no prefieres estar con tu Jordan?
               Alec se encoge de hombros.
               -Se ha ido con Logan a un bar gay, a ver si sale del armario de una puñetera vez.
               -Jordan no es gay, Al, sólo es pésimo ligando-suelto, y Alec se me queda mirando, con las cejas tan alzadas que se le podrían esconder entre el pelo.
               -Que sí que es gay, me cago en la puta. He probado a hacerle la prueba de fuego, y se han confirmado mis sospechas: le he preguntado si Mary le parecía guapa, y me ha dicho que sí, que es mona.
               -Es que es mona-replico. Y sus cejas se esconden un segundo entre su pelo antes de unirse en un ceño tan profundo como el Gran Cañón del Colorado.
               -¡Mary está buena! ¡Coño! ¡Pero si lo ve hasta yo, y eso que es mi hermana! ¡Ya quisieran muchas tener las piernas que tiene ella! Jordan es más tonto que una mierda, de verdad, ¿no se le podía ocurrir otra cosa que decirme, que que Mary es mona? Mi hermana está como un tren.
               -¿Qué querías que te dijera, Alec, tío? ¿Que la empotraríamos si tuviéramos ocasión?
               Entrecierra los ojos. Oh, oh. Terreno peligroso. Hay que tener cuidado con estos asuntos.
               La última vez que lo traté con uno de mis amigos, me dio un puñetazo y me dijo que no quería volver a verme.
               -¿Te pone mi hermana, Scott?
               -Tengo novia, Alec.
               -Como si eso fuera una respuesta.
               -¡Vete a tomar por culo!
               -Eso les va más a Logan y Jordan-suelta-, pero, ¿en serio te gusta mi hermana también?
               -¿Cómo que “también”?
               Alec sonríe. Ha pasado el peligro.
               -A ti te gustan las hermanas pequeñas, Scott. Tienes algo por ellas.
               -¿Es que a ti no?
               Alec se echa a reír, me da una palmada en la espalda y yo le saco la lengua. Le digo de ir al sótano a ver una peli, y le parece bien. Vamos a la cocina, a avisar de que está aquí y que vamos a comer, y a Duna casi le da una ataque al corazón al verlo.
               -¡Alec!-chilla, saltando de su taburete y aterrizando con gracilidad antes de correr y abrazarlo de la pierna. Alec se echa a reír mientras ella le sonríe como si fuera la persona que hace que el sol se levante cada día.
               -Te he traído una cosa.
               -¿En serio?-inquiere Duna, sin aliento, y lanza un gritito al enseñarle Alec una bolsita de chucherías abarrotada de minúsculos trocitos de sandía de gominola. Ella hace amago de cogerla, pero Alec la levanta por encima de su alcance y le dice.
               -¡Oye! ¿Y mi beso?
               Duna se ríe, tapándose la boca. Espera a que Alec se incline y le da un beso en la mejilla. Se ha puesto colorada. Lleva gustándole Alec desde que tiene uso de razón. A mí también me gustaría si fuera ella, la verdad. De todos mis amigos, es el que mejor la trata y el que más atención le presta. Con la excepción de Tommy, claro, pero a él está tan acostumbrado que seguro que ni lo relaciona con los sentimientos que le despierta Alec.
               Tommy es un hermano para mí, y también para Duna.
               O lo era, por lo menos, para mí.
               Nos tiramos en el sofá a ver una película de Clint Eastwood e hincharnos a comer. Me lo quedo mirando cuando saca el teléfono por tercera vez, y por tercera vez lo guarda con cierta decepción asomándole en la expresión. Sin embargo, ya no lo mira como lo hacía cuando yo estaba mal, como lo hacía cuando Tommy se dio cuenta del vicio que le había cogido a su móvil. Antes había tristeza, y donde entonces anidaba aquel sentimiento, ahora crece la esperanza. No se decepciona por descubrir que no había recibido un mensaje, sino por ser lo suficiente impaciente como para no poder esperar por él.
               Sé de quién está esperando una simple llamada de atención.
               -¿Qué tal con mi hermana?-pregunté, mordisqueando una patata. Él me mira un segundo, disimula una sonrisa detrás de un nugget, y mastica despacio antes de responder.
               -Bien.
               -Pero ya casi no os veis.
               -Hemos tenido bronca. Pero ya estamos bien.
               -¿Estáis juntos?
               -Ella no quiere. No quería que estuviéramos juntos. Es una de las razones por las que… bueno, nos separamos-se encoge de hombros, y hay algo en su voz que hace que salten todas las alarmas. Un poco de tristeza. Alec quiere más. Joder, para una chica que encuentra que le hace querer más, y ella no quiere. Eso es tener mala suerte.
               -¿Y qué? Alec, tío, con la cantidad de chicas con las que has estado, ¿y todavía no las entiendes? Que Sabrae no quiera estar contigo “oficialmente” no quiere decir que quiera que estéis separados. De hecho, yo creo que se le nota bastante que no quiere eso.
               -Ya…-se encoge de hombros de nuevo-. Pero yo no puedo así. O juntos, o separados. No soporto nada en medio. O no lo soportaba. Ahora… estar lejos de ella… es una puta locura. Aunque no tengamos nombre para lo que tenemos.
               -¿Por?
               -Se lo pedí. Me dijo que no. Así que…-vuelve a encogerse de hombros, y sinceramente, me apetece achucharlo.
               -No la presiones, Al-le doy una patadita en el pie, y él mira nuestros playeros juntos-. Las cosas suceden como tienen que suceder.
               -Lo sé, lo sé, S. Y no la presiono, créeme. Es lo último que se me pasaría por la cabeza. Aparte, tampoco es que tu hermanase fuera a dejar presionar. Es que… no soporto tenerla cerca y no estar con ella. Poder decir “es mía”-hace un gesto con la mano, mostrándome la palma en último lugar-. ¿Entiendes?
               -Será mejor que nada.
               Lanza una risa sarcástica.
               -Sí, bueno. Para ti es fácil decirlo.
               -No te sigo, hermano.
               -Tú eres Scott-me dice. Démosle el Nobel de química-. Y yo soy Eleanor-se toca el pecho-. Y créeme: es una puta mierda ser Eleanor. Esperar no mola. Sobre todo, por la certeza de que estás perdiendo el tiempo. De que nunca va a pasar lo que tú deseas que pase.
               Tuerzo la boca.
               -Si te sirve de consuelo… Sabrae es subnormal.
               Se echa a reír.
               -Sabrae es la tía más inteligente que he conocido en mi vida. Y eso que conozco a todas las mujeres de mi familia.
               Sonrío.
               -Te ha dado fuerte, ¿eh?
               -O vas duro, o te vas a casa. No, pero… ¡joder!-se frota la cara-. Sólo estoy feliz de que lo hayamos solucionado, tío. Me volvía loco verla y no poder acercarme, aunque fuera sólo a decirle hola.
               -¿Por qué os peleasteis?
               -¿Ella no te lo contó?
               Niego con la cabeza. Alec sonríe.
               -Pues tendrás que esperar hasta su spinoff para averiguarlo-alza las cejas varias veces, y nos echamos a reír. Cogemos nuestros botellines de cerveza y los hacemos entrechocar, y no sabría decir si lo hacemos por mi hermana, por él, por lo que ella siente o por lo que él siente. Viene a ser lo mismo, a fin de cuentas. Pero yo no soy nadie para decírselo. Tienen que darse cuenta ellos solos: lo que hay entre ellos no me pertenece, y no puedo apropiarme de ello a base de señalarlo.
               Al mordisquea un nugget, sumido en sus pensamientos.
               -¿Te está carcomiendo la conciencia no contarme lo que os pasó?-pregunto, dándole otra patada. Él sonríe, niega con la cabeza. Es increíble cómo estamos pasando olímpicamente de la película que se supone que íbamos a ver.
               -¿Sabes qué es lo que más echaba de menos?
               -El sexo-suelto, quitándole una patata.
               -Scott, por favor-pone los ojos en blanco-. Estaba enfadado con tu hermana, no con todo el sexo femenino en general.
               -Pues me rindo. Si no era el sexo, ¿qué era?
               -Estar hablando con ella hasta de madrugada. Y llamarla por teléfono para que podamos elaborar la conversación más profundamente. Me encanta su voz, Scott. Joder, cuando habla de algo que le gusta o de lo que sabe, es como… le cambia totalmente, ¿me entiendes? Y sus ideas-bufa-. Guau. Me encantan sus ideas, S. Tiene una mente tan colorida, y a la vez tan bien amueblada… es como un museo. Y sólo tiene 14 años, Scott, ¡14 años! ¿Cómo será cuando tenga 17? ¿O cuando tenga 20? Joder, más le vale al que se la lleve escucharla. Es genial. Es…-silba-. Te abre los ojos. Y te enseña a ver la belleza de alrededor.
               Sonrío, y Alec también sonríe.
               -¿Qué?
               -Estás pilladísimo por Sabrae.
               -No estoy pilladísimo por Sabrae-protesta.
               -Sí que lo estás. Bueno, no. Tienes razón. Estás enamorado de ella. Joder, Alec. Que le digo cosas menos bonitas a Eleanor, y ella ya me sonríe y empieza a hablarme de críos.
               -Uf-se muerde el labio, echando la cabeza hacia atrás.
               -Y a mí me encanta que me hable de críos. O sea, me flipa.
               Nos quedamos callados un rato, mirando la televisión. Clint Eastwood resulta ser racista y vivir en un barrio en el que no hay una sola persona blanca, aparte de él.
               -No me importaría que me hablase de críos-espeta Alec de repente, y yo lo miro, y sonrió.
               -Hasta los huesos. Coladito total.
               Alec arruga la nariz, haciéndome burla, y se queda tirado como muerto en el sofá. La película nos impide escuchar el timbre, pero los dos volvemos la cabeza cuando se abre la puerta del sótano y mi radiante diosa aparece por ella. Sus ojos brillan un poco al verme, y cuando se posan en Alec no se apagan.
               Dios, es el animal más bueno que existe. No nos la merecemos. Nos la han traído para que purguemos nuestras almas y sepamos lo que nos vamos a perder en el cielo, que ya no puede seguir siendo el cielo, porque la tenemos aquí.
               -Hola, mi amor-sonríe, inclinándose hacia mí y dándome un beso en los labios-. ¿Cómo tú por aquí, Alec?-pregunta, dándole un beso en la mejilla mientras se quita la bufanda
               -Scott me dijo que hoy teníais fiesta, y he venido a sujetar velas… y lo que surja-sonríe él, que no volverá a ser el que ha sido hace unos minutos hasta que no vuelva a estar solo con alguien con quien tenga muchísima confianza. Le guiña un ojo a Eleanor, que se echa a reír.
               -¿De veras?
               -Me tiene ganas-intervengo, y Eleanor se deja caer en el sofá, a mi lado. Cruza las piernas y se pasa uno de mis brazos por la cintura, empezando su tarea de reconstrucción de mi felicidad.
               -Tengo ganas de un trío, Scott. Tú me das igual.
               -Tienes ganas de acostarte conmigo, travieso-esta vez soy yo quien le guiña un ojo a él.
               -Tengo ganas de un trío, no me importaría compartir a una chica con otro.
               -¿Sabes que eso es ser bisexual?-vuelvo a provocarlo.
               Me mira un instante, se levanta y le tiende una mano a Eleanor.
               -¿Te importa, El? Tengo que hacer una cosa, no quiero hacerte daño.
               -En absoluto-responde ella, interrumpiendo mi carga de energía positiva arrastrándose por el sofá. Alec coge un cojín y me lo estampa en la cabeza.
               -¡Soy! ¡Hetero! ¡Me! ¡Van! ¡Las! ¡Mujeres! ¡Cuidado! ¡Scott! ¡Que! ¡No! ¡Es! ¡Lo! ¡Mismo!-trona, dándome con el cojín con cada palabra.
               -¿Cuál es la diferencia?-ataco, y se me queda mirando.
               -Los bisexuales están dispuestos a aguantar tus gilipolleces con tal de que les compenses con un polvo; los heterocuriosos no.
               -Vale, Al-suelto una risotada-. Dile eso a mi hermana cuando la veas.
               -Yo a tu hermana le digo de todo, tranqui-me guiña un ojo como lo hace con cualquier chica que se le pone chula o se le hace la difícil, con la tranquilidad del que sabe que no va a terminar la noche solo y que terminará teniendo la carta más alta, porque por mucho que tú tengas una mano llena de reyes, a la hora de la verdad, lo que más cuenta es el as.
               Al final, tampoco tiene que esperar mucho. Nos quedamos tumbados en el sofá, con Eleanor quitándome comida y de vez en cuándo dándome de comer como si fuera un bebé, recompensándome con besos y caricias y sonrisas cuando yo la miro y le sonrío. Cree que mis sonrisas son una hazaña, y en cierta medida así es, pero no como ella se lo plantea. Son una hazaña cuando estoy solo, porque estar con ella y sonreír es demasiado fácil.
               El problema es cuando me deja y yo me caigo al pozo, que ha crecido en profundidad mientras yo estaba fuera.
               Alec sigue tirado en el sofá, mirando la tele con aburrimiento. Estoy a punto de decirle que puede irse tranquilo, que no me va a pasar nada, que Eleanor está conmigo y voy a estar bien durante la noche, porque ni de coña voy a permitir que se marche a dormir a su casa, tanto porque sé que ella quiere quedarse como porque yo sé que lo necesito, cuando Shasha entra en la habitación a toda velocidad.
               -Hola-saluda, inclinando la cabeza en dirección a Alec, primero, y en dirección a Eleanor después. Abre el puño cerrado y deposita algo metálico y brillante encima de la mesa donde hemos tirado las cajas de comida vacías. Yo la miro sin entender, con el ceño fruncido, pero ella se marcha sin mediar palabra. Eleanor se incorpora un poco y estira el brazo en dirección a lo que Shasha acaba de dejarnos.
               Un par de aros plateados, los que mamá y papá le regalaron a Sabrae por su último cumpleaños, después de que no dejara de dar el coñazo con que quería unos pendientes de aro de oro blanco que había visto en sabía dios qué joyería, y sabía dios cómo.
               Porque, sí, de vez en cuando nuestros padres se acordaban de que eran millonarios y decidían consentirnos un poco.
               Aunque, si soy sincero, creo que Sabrae se merecía esos pendientes y dos millares como esos.
               Eleanor frunce el ceño, examinando la pieza.
               -¿Son…?-empieza, mirándome, pero un grito del piso de arriba la interrumpe. Los ojos de Alec chispean al reconocer la voz, apenas un segundo de que ésta rompa el silencio de la noche, sólo interrumpido por los diálogos de unos personajes a los que no vamos a hacer caso en bastante tiempo. Le dedica al aire su mejor sonrisa de Fuckboy® y se incorpora un poco en el sofá, echando un vistazo en dirección a la puerta, mientras la voz continúa gritando.
               -¡Shasha!-trona Sabrae, seguramente ya calzada, por cómo se escuchan sus pisadas por la casa, atravesándola de un lado a otro-. ¡¿Dónde has puesto mis putos pendientes?! ¡Te voy a matar, zorra!
               -¿Qué pendientes, culo gordo? ¡Yo no te he cogido tus putos pendientes!
               -¡Los de aro, cara culo! ¡Te los dejé el fin de semana pasado para que presumieras con las anormales de tus amigas! ¡Dámelos! ¡Quiero llevarlos de fiesta!
               -¿Quieres que te arranquen la oreja para quitártelos?
               -¿A ti qué más te da? ¡Como si los fundo y me hago con ellos una medalla! ¡Mis putos pendientes!
               -¡SAL DE MI HABITACIÓN!
               -¡DAME MIS PENDIENTES!
               -¡¡QUE SALGAS DE MI HABITACIÓN!!
               -¡¡QUE ME DES MIS PENDIENTES!!
               -¡NO TENGO TUS ESTÚPIDOS PENDIENTES, TÍA! ¡¿HAS MIRADO EN LA SALA DE JUEGOS?
               Alec y yo intercambiamos una mirada y una sonrisa. Menuda maestra de las conspiraciones está hecha Shasha. Seguramente Sabrae no bajara a despedirse de mí por salir de fiesta, y así, no se encontraría con Alec. Pero, si tenía que ir a buscar algo, que los dos se vieran sería inevitable.
               -¿Por qué iban a estar en la sala de juegos?-trona Sabrae.
               -Tu hermana es tonta, Scott-bufa Eleanor, poniendo los ojos en blanco, pero sonriendo.
               -¿Y a mí qué me cuentas? Lo notamos cuando empezó a hablar, y yo la escogí porque era guapa. Todavía no hablaba cuando yo la conocí-me defiendo, y ella se echa a reír.
               Shasha le contesta que a ella qué le cuenta, que no la raye con su vida; Sabrae le contesta que si están en la sala de juegos es por su culpa, y debería bajar ella; Shasha le dice que no le vendría mal moverse para bajar ese culo que tiene (“y qué culo” suelta Alec entre dientes, sonriendo y mirando la tele sin inmutarse), Sabrae le responde que si es imbécil, y Shasha está contestándole cuando mamá pone punto final a la discusión diciendo que, como no dejen de dar gritos, cada una se va a su habitación y les corta la luz para que no puedan hacer nada.
               -¡Y te estoy oyendo, Sabrae!-añade mamá cuando la mayor de mis hermanas baja las escaleras como un mamut encolerizado por el final de la glaciación en que vive. La oímos rumiar sus protestas un poco más-. ¡SABRAE!-ruge mamá, y ella se calla, bufa, suspira, toma aire un segundo, se tranquiliza (por deferencia a Eleanor, a la que ha tenido que oír llegar) y abre la puerta.
               Va derechita a la mesa donde Shasha ha dejado los pendientes, como si supiera que están ahí. Nos mira a los tres casi sin vernos; posa los ojos en Alec el último, que se la queda mirando, la cabeza apoyada en una mano y la mirada fija en ella.
               Sabrae se da cuenta de que los números no cuadran y vuelve a girarse. Su cerebro trabaja a toda velocidad: dos chicos y una chica; la chica es Eleanor; el chico moreno tengo que ser yo a la fuerza, porque no tengo la piel lo bastante oscura como para ser Jordan, y el de pelo castaño podría ser Tommy (punzada en el corazón) y no ser relevante, pero estoy cabreado con Tommy (doble punzada en el corazón, y me pego un poco a Eleanor para mermar sus efectos), y Tommy, además, no tiene los ojos marrones; de hecho, de mis amigos, sólo hay uno que tiene los ojos marrones y el pelo castaño…
               La sonrisa que se le pone a mi hermana en la cara me hace tener ganas de ir al Gobierno y pedirles un subsidio por deficiencia mental. Alec le alza las cejas y casi siento cómo las terminaciones nerviosas de Sabrae se vuelven locas.
               -Hombre, Al-dice, sin embargo, como si no estuviera mojando las bragas por tenerlo ahí. Recoge los pendientes con la mano y se los coloca mientras se gira para mirarlo.
               No sólo no estoy en la habitación, y Eleanor tampoco: es que es hija única, y además, huérfana, y Alec también es hijo único, y además, huérfano, y son las dos últimas personas que quedan en la faz de la tierra. De ellos depende que la especie perdure.
               Y, joder, se están mirando como si fueran a conseguir sobrepoblar en planeta en una única generación. Va a haber que cambiar algunas normas morales respecto del incesto, porque si los hermanos no pueden acostarse entre ellos, Alec y Sabrae serán los que acaben con el problema de la extinción de la raza humana y, también, quienes la ocasionen.
               -¿Qué hay, Saab?-replica Alec, en un tono que no utiliza con absolutamente nadie más que mi hermana, por mucho que intente imitarlo con las demás. Es una voz mil veces más seductora que la que le sale con cualquiera, incluso con las modelos a las que se tiró estando en Chipre-. ¿Dónde vas tan guapa?-inquiere, y se la come con la mirada, le hace un escaneo tal que Eleanor se pega instintivamente a mí. Me clava las uñas en el bíceps y espera una reacción por mi parte.
               Una reacción bastante básica: que le separe las piernas y la haga mía ahí mismo.
               -Iba a salir-responde Sabrae en tono casual, apartándose el pelo del hombro desnudo, porque a los diseñadores les parece que hacer un jersey de cuello cisne que deje al aire libre varios centímetros de piel por la parte de los hombros es un modo de proceder lógico en cuanto a fabricar ropa.
               -¿Seguro que no prefieres entrar?-Alec vuelve a alzar las cejas, incorporándose un poco y apoyando los codos en las rodillas. Sabrae se acerca a él, sólo los separa un paso de ella. Se pone una mano en la cadera y susurra en tono hambriento:
               -Me lo estoy pensando.
               Los dos se echan a reír, sin hacer caso de la tensión que emana de Eleanor y de mí.
               -¿Tú no sales hoy, Al?
               Joder, si casi puedo notar en mi propia boca cómo se seca la de Alec. Sus ojos se vuelven un poco más oscuros, vuelven a recorrer la silueta de mi hermana, que clava la mirada en los dientes de Alec cuando éstos hacen que se muerda el labio inferior.
               -Ya estoy fuera de casa.
               No sé qué hicieron ayer (o, más bien, no estoy seguro al 100%, pero lo sospecho), pero, fuera lo que fuese, los ha acercado de una manera que ni yo mismo hubiera creído posible. No en Alec, por lo menos, con mi hermana.
               No en Sabrae, con nadie.
               Sabrae se echa a reír, vuelve a jugar con el pelo, la señal inequívoca de que una chica se te está imaginando desnudo, y encima de ella si se captura un mechón entre los dedos y comienza a jugar con él…
               … cosa que Sabrae no tara en hacer.
               -Digo por ahí, hombre.
               -Ya estoy con quien quería estar esta noche, mujer.
               Los dos se sonríen, y juro que a su lado, Eleanor y yo nos tenemos asco. No nos soportamos, vivimos en la rutina, somos un matrimonio de 35 años que folla más por intentar dejarla embarazada a ella y así conseguir algo que nos una que porque nos tengamos ganas.
               Porque los únicos en el mundo que se tienen ganas son Alec y Sabrae.
               -¿Scott?-se burla Sabrae, alzando una ceja.
               -Caliente-replica Alec, estirando el brazo y acariciándole la pierna por la cara interna de la rodilla. Sus ojos se paran un momento en la cintura de mi hermana, suben un poco más, se detienen de nuevo en la curvatura de su busto, y finalmente acaban en sus ojos. Están a dos segundos de descubrir que les da igual follar con público.
               -No lo sabes tú bien-contesta Sabrae, y los dos se ríen-. Entonces, ¿no vienes conmigo?
               -Tengo misión local, nena-Alec vuelve a morderse el labio, en su mejor sonrisa de Fuckboy®, que deja en la mierda a mi sonrisa de Seductor ™-. Lo siento.
               -Qué lástima, me gusta tener a alguien que me cubra las espaldas.
               -¿Y que te cubra a secas?
               -¡Alec!-espeto antes de poder evitarlo, porque, a ver, no es cosa mía lo que Alec le diga a mi hermana o lo que Sabrae le diga a mi amigo; pero esa costumbre de soltar el nombre de él cuando él se pasa de la raya con alguna de sus gilipolleces está demasiado arraigada en mi interior.
               -Estamos hablando los adultos, Scott-espeta Alec, sin dignarse a mirarme-; sé educado y cállate, a ver si aprendes un poco.
               -Más aún-contesta Sabrae, zalamera, y si estuvieran de pie, se habría restregado descaradamente contra él.
               -Pídelo por favor-contesta Alec, que lleva las riendas de la situación, hasta que Sabrae se sienta a horcajadas encima de él, le coge la cara entre las manos y le come la boca como está mandado. Eleanor se pega un poco más a mí.
               A mi chica le encanta presenciar potenciales escenas de sexo. Seguro que, si algún día la pongo a ver una peli porno, la tengo encima de mí antes incluso de que se terminen los anuncios de las productoras.
               -Bueno, bombón, si te pones así, no hace falta que lo pidas por favor-sonríe Alec, un poco sin aliento. Noto los ojos de Eleanor clavados en mí. Me vuelvo y ella se abalanza a besarme, un beso apasionado, que me deja sin aliento a la par que me acelera el corazón. Cuando se da por satisfecha, se separa de mí con los ojos brillantes de amor y las mejillas coloradas de deseo. Me inclino y le robo un beso rápido, y ella se ríe con una risa musical que se merece abrir el concierto de la Orquesta Sinfónica de Viena de año nuevo.
               Sabrae sigue sentada encima de Alec, pero ahora somos nosotros el centro de atención. Los dos sonríen. De mi círculo de amigos, ellos son los únicos que no están enfadados, o como mínimo decepcionados, con todo lo que he tenido que hacer para disfrutar de esto, de ella. Porque son los únicos que pueden ver el bien que me hace Eleanor, y el bien que le hago yo. Sabrae se da una palmada en la pierna, mira a Alec, le dice que si cambia de opinión, la avise, y él asiente, le da un beso en los labios y se despide de ella, que se marcha casi sin mirarnos, como si le doliera ver lo que tenemos Eleanor y yo, no tan ardiente como lo suyo con Alec, pero muchísimo más profundo.
               Hay gente a la que le corresponden más los volcanes, y otros a los que les pertenecen los océanos.
               Alec nos sonríe, nos dice que hagamos como si él no estuviera ahí, y saca una bolsa de regalices mientras Eleanor se acurruca de nuevo contra mi pecho, ya más calmada.
               -¿Por qué no vas con ella, Al?-pregunta mi chica, y Alec suelta una risa disfrazada de bufido.
               -¿Por qué, El? ¿Quieres que me vaya? ¿Te molesto aquí?
               -Para nada. Scott te necesita más que a mí-sentencia, firme, y yo la miro y ella asiente con la cabeza-. Pero tú no quieres estar aquí, ¿a que no? Quieres ir con Sabrae.
               -Tengo que estar aquí-replica él-. Y me apetece, S. Créeme. Con que uno de los dos folle en un fin de semana, es suficiente para que lo consideremos fin de semana.
               -No tienes que…-empiezo, pero él tira de uno de los regalices con los dientes y le da un mordisco.
               -Tu hermana va a volver. Le estoy dando un margen para hacerse la dura, pero, hermano… la tengo comiendo de la palma de mi mano.
               -¿No será, más bien, al revés?
               -Aún estoy estudiando quién maneja a quién, pero estudiar con Sabrae es jodidamente divertido-sonríe, dando otro bocado de un inmenso puñado de regalices, a cada cual de colores más brillantes y extraños que el anterior. Me quedo mirando la bolsa. A Alec le encantan los regalices, y es de las pocas cosas que no suele compartir con nadie, por mucho que nosotros le insistamos. No le sale de dentro. Y, cuando vamos al cine, se atiborra a golosinas alargadas y con diferentes colores y sabores, pero esto… es pasarse. Tiene un puñado más ancho que mi brazo, más que mi brazo en la zona más ancha, quiero decir.
               -¿Cuántos regalices has comprado, tío?-espeto, incrédulo.
               -Cinco libras, setenta peniques-responde como quien habla de que va a llover en breves. Eleanor alza las cejas, y yo pongo voz a sus pensamientos.
               -¿A ti no te da vergüenza gastarte casi seis libras en regalices?
               -No lo sé, Scott, ¿a ti no te da vergüenza enrollarte con la hermana pequeña de tu mejor amigo?
               El golpe es brutal, confieso que ni lo veo venir. Va directo al pecho y yo apenas puedo hacer nada por detenerlo, más que mirar cómo se acerca y cómo caigo al suelo y cómo el árbitro cuenta una, dos, tres oportunidades para levantarme que yo no aprovecho, y declara que Alec ha vencido el combate con un simple derechazo.
               Y me cabreo. Me enfado muchísimo con él. Miro a Eleanor, buscando apoyo en ella, pero mi chica se limita a encogerse de hombros y sentenciar:
               -La culpa es tuya, se lo has puesto a huevo.
               -¿A ti te parece comparable lo nuestro a lo de Alec y los regalices?-protesto, y ella sonríe.
               -No, seguro que lo de Alec y los regalices viene de mucho antes.
               -Joder, El, ¿quieres un regaliz? Creo que te quiero, podría casarme contigo ahora mismo-sonríe Alec, lanzándole la bolsa, que ella coge al vuelo.
               -¡Eh! Búscate a otra a la que proponerle matrimonio, o te romperé la cara. Tengo la mano muy suelta últimamente-amenazo, y Alec sonríe.
               -Me he dado cuenta, Scott-dice, recogiendo la bolsa que Eleanor le devuelve. Me lo quedo mirando un momento-. Joder, ¿qué pasa ahora? ¿Quieres dejarla por mí? Porque yo no te voy a dar bola, que conste. No me mires así, vas a desgastarme.
               -Eres imbécil, Alec.
               -Entre otras muchas cosas-sonríe, dando un mordisco a un nuevo regaliz. Eleanor rumia el suyo mientras yo me pregunto qué he hecho para merecer a tal panda de traidores y, cuando estoy a punto de perdonarles a los dos, Sabrae vuele a honrarnos con su presencia. Cierra la puerta con la cadera, entra cargada con una bolsa de palomitas cuyo calor me apacigua el alma, y se sienta al lado de Alec sin decir una palabra, más que un cálido y nervioso “hola” que, exclusivamente, va dedicado a él.
               -¿No sales, Saab?-la pincha Alec, que no va dejar escapar una oportunidad de meterse con todo aquel que se le ponga a tiro.
               -Las chicas se han rajado; quieren ir a la bolera.
               -Y tú no estás muy católica para ir al centro, ¿eh?-se burla Alec, pasándole una mano por el pelo.
               -No, yo no suelo estar católica nunca para nada-se sonríe ella, divertida ante su propia ocurrencia. Alec se echa a reír-. De todas formas, ya he encontrado lo que iba a buscar-dice con intención, mirándolo por el rabillo del ojo y apartándose un mechón de pelo de la cara.
               -¿A mí?-sonríe Al. Ella se muerde los labios y clava la vista en la tele; sube los pies enfundados en unas zapatillas de bota que le llegan a media espinilla al sofá, y mete la mano en las palomitas-. Querías marcha, ¿eh?
               -Ya he tenido marcha con otros-responde, como si no tuviera 14 años y fuera demasiado joven para tener marcha con nadie.
               -¿Y qué tal?-inquiere Al.
               -Bien. Bah-Sabrae se encoge de hombros, y Eleanor sonríe, porque sabe lo que le pasa a mi hermana y también sabe lo que es estar con otros cuando tu mente no puede dejar de reunirse con uno.
               Yo también.
               Aunque no ha sido por iniciativa propia, como lo de ellas.
               -Cuando una chica dice “bien, bah” hablando de un polvo, es que ha sido pésimo, bombón
               -Ahora tengo unos estándares de calidad-contesta Sabrae, alzando una ceja y dedicándole una sonrisa torcida que bien podría detener la lluvia.
               -Me pregunto quién te los habrá inculcado.
               -Créeme, yo también. Podríamos buscarlo juntos-bromea, y se acurruca contra Alec sin decir nada más.
               -Lejos de mí, a poder ser. No quiero vomitar por lo domésticos que os estáis volviendo-intervengo, y Alec pone los ojos en blanco, fastidiado.
               -¿Por qué no sigues comiendo y te callas un poquito, Scott?
               -Porque ya estoy lleno.
               -Me da igual; tienes que terminártelo todo, que bien que me ha costado ganar la pasta para comprarte todo esto.
               -No es culpa mía si me quieres cebar para sacrificarme-espeto, lacerante, mientras Eleanor frunce el ceño y lo mira.
               -Pero, ¿tu padre no es arquitecto? Llevo toda la vida pensando eso, por todo lo que me cuenta Mary de…
               -Mi padrastro es arquitecto-matiza Alec, y las dos chicas fruncen el ceño al unísono.
               -No entiendo la relevancia de la matización-replica Eleanor, agitando la cabeza para apartarse la melena de la cara y poder escuchar con claridad la brillante explicación de Alec.
               -No le quiero pedir pasta a Dylan, Eleanor. Es que soy orgulloso-fin de la tesis.
               -¿Es que acaso no comes en tu casa?
               Alec se la queda mirando un momento, atónito. No sabría decir quién de los dos flipa más: si Alec, por no encontrar nada que decir, o yo, por asistir al único momento en la vida de Alec en que a él no se le ocurre una respuesta cortante con la que decir la última palabra.
               -¡Dios, Eleanor! ¡Te quiero! ¡Has conseguido lo imposible!-clamo, dándole un beso en la mejilla a mi patidifusa novia.
               -Creo que me paso al bando de Tommy-espeta Alec-. Yo tampoco quiero que salgas con Eleanor.
               -¿Por qué?
               -Es lista. No me gusta que os echéis novias listas.
               -Será que yo soy muy tonta-replica Sabrae.
               -¿Eres mi novia, acaso?
               Ella pone los ojos en blanco.
               -Porque igual has cambiado de idea, y yo aquí tan pancho-acusa Alec, y ella vuelve a poner los ojos en blanco y niega con la cabeza, clavando la vista en la tele.
               -No, Alec, no he cambiado de idea.
               -Ah.
               -¿No estáis juntos?-inquiere Eleanor, cada vez más y más confusa. Yo tampoco sigo muy bien la historia, pero mira, me conformo con que me dejen asistir al espectáculo que es verlos a los dos juntos.
               -¿No nos ves, El?-replica Sabrae, y Al pone los ojos en blanco.
               -¿Por qué?
               -Porque ella no quiere.
               -Sí que quiere-replica Eleanor.
               -No, no quiero-protesta Sabrae.
               -Eso es lo que dices, no lo que es-contesta Alec.
               -Vete a la mierda-contesta Sabrae, quitándose el brazo que él le ha pasado por los hombros de encima y arrastrándose hasta el borde del sofá, bien lejos de él.
               -Es que eres orgullosa y terca como una mula, menos mal que yo soy un santo con paciencia que está dispuesto a esperarte todo lo que necesites-acusa él, y Sabrae lo fulmina con la mirada, pero ve algo en su expresión que hace que su enfado se suavice, y se acerca a él y vuelve a pasarse su brazo por los hombros. El sonríe.
               -¿Lo ves?-dice mi chica, y mi hermana se pone colorada.
               -¿Podemos cambiar de tema, por favor?
               -Escógelo, bombón-invita Alec, haciéndole cosquillas en la cintura. Mi hermana clava sus ojos de chocolate en él y espeta lo que yo me temo que va a espetar:
               -Tu padre.
               Alec pone los ojos en blanco, suspira.
               -¿Qué hay de interesante de él?
               -Creía que Dylan era tu padre.
               -Es mi padrastro. Es el padre de Mary.
               Sabrae frunce el ceño.
               -¿Mary es tu hermanastra?
               -Mary es no es mi putísima hermanastra, joder, ¿por qué todo el mundo se empeña en llamarla así? Es mi hermana. La única hermana que tengo-estoy a un pelo de corregirlo, pero no quiero presionarlo más de lo que lo va a hacer Sabrae. Sé que no le gusta hablar de su padre y de la rama paterna de su familia, que Alec mataría por ser hijo de Dylan y no de quien es, y que le jode muchísimo que todo el mundo que conoce al anterior marido de su madre le diga que es igual que él.
               -Perdona, Al-susurra Sabrae, acariciándole el brazo-. ¿Qué pasa con tu padre?
               Él se frota la cara, cierra los ojos un momento, y Sabrae empieza a decirle que no tiene que hablarle de él si no quiere o no está preparado, cuando Alec empieza a hablar… para mi sorpresa.
               Todos los que sabemos lo que hay con su padre, es porque bien crecimos con él y lo vivimos en directo, o bien porque lo supieron por los demás. Max, Logan y las gemelas se enteraron de por qué los padres de Alec se divorciaron cuando él era pequeño por Tommy, Jordan, Karlie y yo, que fuimos los que lo presenciamos, a más o menos distancia.
               -Mi padre era un… bueno-piensa un momento-. Es, porque el desgraciado es cabrón hasta para no morirse y seguir jodiendo al mundo, pero… en fin, es un puto desgraciado, maltratador de mierda, que no se cargó a mi madre de puto milagro.
               Sabrae se pone pálida, Eleanor se queda tiesa en el sitio (porque seguro que Mary no le ha dado nunca tantos detalles, puede que incluso ni siquiera los sepa), y yo le toco el pie con el mío a Al, que me mira y asiente, diciéndome que está bien.
               -Y conmigo delante-añade, y los ojos de Sabrae se abren como platos-. Aunque eso es lo de menos-Alec se encoge de hombros-. Lo que cuenta es que es un cabrón y tengo muchísimas ganas de que se muera.
               Si una de las dos suma uno y uno y hace la pregunta del millón, Alec se derrumbará. Y odia derrumbarse delante de la gente. Pero, por suerte, tanto Eleanor como Sabrae están demasiado ocupadas buscando la manera de consolar a Alec y apartar esos pensamientos de su mente como para despejar la única variable que falta en la ecuación: Mary.
               Mi hermana se pega un poco más a mi amigo, le acaricia el brazo que él le pasa por la cintura, y observa cómo sus dedos consiguen ponerle la carne de gallina.
               -No me lo habías contado, Al-susurra en tono íntimo, un tono que hace que quiera irme de allí para dejarles intimidad.
               -¿Cómo te lo decía, Saab? “Hola, soy Alec, a mi madre casi la mata mi padre, ¿follamos?”-dice él en tono mordaz, para ocultar el nudo que tiene en la garganta.
               -Siento haberme metido en tu espacio.
               -No puedes meterte en mi espacio, bombón. Formas parte de él.
               Sabrae sonríe y le besa por debajo de la mandíbula.
               -¿Me hablarás de eso alguna vez?
               Alec asiente con la cabeza.
               -A eso aspiro, a que me apetezca contártelo.
               Sabrae sonríe, se acerca a él un poco, pide permiso con la mirada y lo besa despacio, como seguramente nunca le han besado, y a Alec le gusta, le gusta muchísimo. Le pasa una mano por la cintura y con la otra acuna su mejilla, le limpia una lágrima con el pulgar.
               -No llores-le susurra, tan bajo que ni Eleanor ni yo podemos oírlo.
               -Siento que…
               -No es culpa tuya.
               -Hay cosas que sí-responde ella, en el mismo tono, apoyando la cabeza en su pecho.
               -No tienes que disculparte por las cosas que son culpa tuya.
               -Eso no tiene sentido.
               -Lo que es culpa tuya no me hace mal, amor. Todo lo contrario.
               Sabrae se estremece al escuchar esa palabra, amor. Cierra los ojos y sonríe, saboreando la palabra, repitiéndola en bucle en su cabeza.
               Sabrae y Alec consiguen tranquilizarse y volver a ser ellos mismos, pelearse, sonreírse, chincharse, besarse y provocarse para deleite de Eleanor y mío. Se acaba la película con algún que otro incidente por nuestra parte, y terminamos poniendo otra, un dramón que no nos interesa a ninguno de los dos, pero que tragamos porque ellas se han empeñado en verlo y les toca elegir. Cuando llega la medianoche, Eleanor está luchando por no quedarse dormida, pero Sabrae ya se ha dejado vencer por el sueño hace tiempo, porque ha pasado gran parte de la noche anterior despierta, porque Shasha nos ha despertado temprano esta mañana, y porque Alec le da calor, comodidad, sensación de seguridad, y mucho gustito con sus caricias por la cintura y la espalda.
               -Déjate llevar, mi amor-le digo a mi chica, que me mira a través de unos párpados pesadísimos, y finalmente consiente en que su respiración sea más profunda y los latidos de su corazón más lentos.
               Alec apoya la nuca en el reposabrazos del sofá y sigue mirando la película, sin mucho interés. Cuando se da cuenta de que lo estoy mirando, también me mira él a mí. Echa un vistazo en dirección a Eleanor y sonríe.
               -Somos unos calzonazos, ¿eh, S?-se burla, sonriendo. Yo me encojo de hombros y hago un gesto con la barbilla en dirección a mi hermana, que respira profundamente, abrazada al pecho de Alec, con sus rizos cayéndole por la cara sin causarle ninguna molestia.
               -Cómo te tiene, ¿eh, Al?
               -Buf, chaval-responde él, volviendo a mirarla y con un millón de fuegos artificiales desatándose en sus pupilas-. Ya te digo. O sea, imagínate hasta qué punto me gusta, que… venía sólo por verla. Es decir, venía a verte a ti, claro, pero… quería verla. Sólo verla. No pensé en follar.
               Alzo una ceja.
               -Vale, sí-admite, riéndose-. Pensé en follar, pero… ya me conoces, tío.
               -Se os ve bien-replico yo.
               -Gracias, hermano-él asiente, sonriéndome-. Lo aprecio de veras. Y tú… ¿qué? ¿Cuándo te vas a acercar a tu cariñito?
               -Cuando se despierte, espero-contesto, mirando cómo el pelo de Eleanor enmarca su preciosa carita, con una expresión de paz que no todos los días se ha visto.
               -Hablo de Tommy-contesta Alec. Pongo los ojos en blanco.
               -Cómo te gusta joderles las noches a los demás, ¿eh?
               -Ya me conoces.
               Volvemos a mirar la película, que todavía no sé por qué tenemos aún puesta. Podríamos cambiarla y ellas ni se enterarían. Pero no lo hacemos, y creo que es por respeto a ellas. O porque no queremos movernos un milímetro y arriesgarnos a despertarlas.
               No hay mejor sentimiento que el que te embarga cuando la chica por la que bebes los vientos se queda dormida abrazada a ti, y tú puedes mirarla, hartarte a mirarla, oler su pelo, disfrutar de su calor, sentir su pulso en sus muñecas y su pecho, notar su respiración deslizarse por tu cuello…
               -Scott-susurra Alec.
               -¿Qué?
               -Es preciosa-espeta-. Joder, no sabes la suerte que tienes de poder verla cuando duerme. Es la criatura más preciosa que jamás ha pisado esta tierra.
               Le sonrío.
               -Lo sé. Yo la elegí, Al.
               -Ya, pero eso no quita de que sea preciosa-contesta, tozudo.
               -Sabes que ahora mismo no puede oírte, ¿verdad?
               -Me da igual que no pueda oírme, yo lo que necesito es decirlo. ¿Lo echas de menos? ¿A quien eras antes de Eleanor?-lo miro-. ¿Echas de menos cuando no tenías a nadie a quien rendirle cuentas, y entrabas y salías cuando te daba la gana, y hacías lo que te salía de la polla sin darle explicaciones a nadie?
               En mis labios se esboza una sonrisa torcida.
               -No. ¿Tú?
               Alec mira a mi hermana, dormida a su lado, sintiendo todas las cosas que estoy sintiendo yo con el mero pensamiento de que Eleanor está así también, conmigo. Sigo echando muchísimo de menos a Tommy, sigo queriendo hacer lo que sea con tal de que todo vuelva a ser como antes… pero ahora, tengo fuerzas para querer aplazarlo. Por lo menos, hasta mañana. Necesito seguir sintiendo que sirvo para algo, con Eleanor dormida entre mis brazos.
               Hay una diferencia entre Alec y yo: él está sintiendo todo esto por primera vez. Y eso es más especial. Casi me entran ganas de darle las gracias por dejarme presenciar este momento.
               -No-dice por fin, y le besa los rizos a Sabrae. Ella se revuelve y suspira-. ¿Qué estamos haciendo, Scott?-sonríe, divertido-. Deberíamos estar en una fiesta, intentando liarnos con universitarias macizas, y míranos, metidos en tu sótano, viendo una puñetera peli romántica porque ellas lo han querido.
               -Me gusta la trama-respondo. Alec pone los ojos en blanco.
               -Scott.
               -Me imagino que nos ha pillado el amor antes, ¿mm?
               -Dios, y cómo me alegro de que me haya pillado, tío. Nunca pensé que algo pudiera sentar tan bien.
               Le acerco una servilleta.
               -Ten. Para que te limpies las babas.
               -Qué subnormal eres-replica él, negando con la cabeza y haciendo como que le da igual que Sabrae esté abrazada a él como si no hubiera un mañana. Es una activista del Amazonas que se aferra al último árbol de la reserva en la que ha crecido.
               Terminamos de ver la peli en silencio, sin comentar apenas nada por temor a despertar a nuestras lunas de medianoche. Alec mira la pantalla de la televisión mientras un porrón de nombres a los que nadie hace caso nunca se deslizan hacia arriba.
               -Debería irme-dice Alec, y tanto Eleanor como Sabrae abren los ojos a la vez. Yo me lo quedo mirando. Sinceramente, no pensé que fuera a querer irse tan rápido. Es más, creí que intentaría pasar la noche con nosotros, más concretamente en la habitación de al lado de la mía. Esto de no propiciar una noche de sexo no es propio de él.
               Joder, está enamoradísimo de mi hermana.
               Sabrae lo mira sin decir nada, sus ojos se conectan un segundo. Sintiendo que me estoy metiendo en donde no me llaman, como si estuviera echando un vistazo a los dedos que teclean una contraseña en el cajero de la esquina, me vuelvo hacia Eleanor, que en ese momento se despereza y abre la boca hasta casi desencajarse la mandíbula.
               -¿Qué tal la peli?-inquiero, sonriendo, y sus ojos se clavan en mi piercing, porque le he dedicado mi mejor sonrisa de Seductor ™ sin darme cuenta. Ella sonríe también, frotándose la mejilla, recordándome dolorosamente a quién se parece, de quién es hermana, a quién vivo echando de menos desde el martes.
               -Apasionante-responde, y sonríe y me besa y me acaricia el pelo y hace que me pierda en ella de tal manera que no escucho cómo Alec y Sabrae se levantan del sofá.
               -Romeo, Romeo, ¡eh!-me reclama Al-. Dime adiós, al menos, ¿no? Joder, eres un desconsiderado; encima de que te traigo comida…
               Digo que vamos a acompañarlo a la puerta; Eleanor se pasa la manta con la que la he cubierto por los hombros y nos sigue, ignorando que la arrastra como si fuera la capa de un mago. Subimos los pocos escalones, atravesamos el pequeño pasillo y aparecemos en el salón, donde mamá está acurrucada contra papá, sonándose la nariz y bufando “ay, qué malita estoy”, en cuanto papá deja de pasarle las manos por la espalda. Lo cual no es muy a menudo. A mis padres les encanta tocarse. No es la primera vez que papá sale de repente de la sala donde está haciendo sus graffitis, se mete en el despacho de mamá, le da un beso en los labios y se marcha sin decir nada más. Mamá ya está acostumbrada a esas muestras de cariño, y podría decirse que son la segunda causa de que esté con papá.
               La primera somos Sabrae, Shasha, Duna y yo.
               Se funden en un dulce beso antes de que papá se dé cuenta de que estamos ahí y se vuelva para mirarnos.
               -¿Y esta comitiva?
               -Alec se va-explico, y me pregunto cómo coño piensa hacerlo, porque Sabrae ha decidido que es un orangután y se ha abrazado al brazo de él como si fuera la rama de su árbol favorito.
               Papá tuerce un poco la boca en señal de despedida, como diciendo “qué lástima”, pero mi santa madre, que Alá la bendiga y la alce sobre todas las nubes para bañarla en la luz eterna, alza las cejas, incrédula, y espeta, para gozo de todos los presentes:
               -¿Que te vas? Pero, Alec, ¿no te quedas a dormir?
               Sabrae mira a Alec un segundo, con los ojos llenos de ilusión. ¿Cómo no se le ha ocurrido a ella invitarle?
               Muy fácil.
               Sabrae es subnormal. Como he dicho, la escogí porque era guapa en el momento en que la conocí, y no descubrí sus taras hasta que ya era demasiado tarde: empezó a hablar diciendo mi nombre y yo me perdí en el momento en que la escuché luchar contra sus cuerdas vocales infantiles para pronunciarlo, así que no reaccioné a tiempo cuando empecé a escuchar las tonterías que decía.
               Cada vez que Sabrae abre la boca, una parte de mí escucha lo que dice (porque igual dice una pollada semejante que pueda estar descojonándome hasta que se acabe el mundo), pero otra parte de mí, más poderosa que la anterior, sólo es capaz de oír en bucle cómo dice, con menos de un año, “Sott”.
               Porque, ¿para qué va a pronunciar la C? Scott no mola tanto como Sott. Sí señora. Di que sí.
               El caso, es que si Sabrae es subnormal de continuo, estando con Alec se vuelve incluso más tonta. Es lo que tiene estar con alguien que te gusta muchísimo, yo también he notado que me he vuelto más gilipollas desde que estoy con Eleanor. De otra manera, sería imposible que hubiera permitido que la bola de nieve de mis mentiras creciera tanto como para acabar engulléndonos a Tommy y a mí.
               Antes de Eleanor, yo era listo.
               Y ahora, después de Eleanor, soy feliz. Más o menos.
               Y creo que compensa.
               Papá es el más rápido de todos en contestar, porque los hombres tenemos un código no escrito en el que tenemos que proteger a nuestras hijas a toda costa de la compañía de las criaturas de nuestro mismo sexo, mientras felicitamos a nuestros hijos de sus colecciones de la compañía del contrario.
               -No tenemos camas libres para él.
               El único que no le lanza una mirada envenenada a papá en la habitación es Alec. Seguramente porque quiera ganarse a su suegro.
               Pero, joder, menudas cruzadas le echan las chicas, y yo no me quedo atrás. Me parece mal hasta a mí.
               -Zayn-espeta mamá en el tono que me imagino que usa en los juzgados-, por favor-añade en tono suave, lo cual me hace sospechar de lo que han estado haciendo en el sofá para aguantar hasta tan tarde-, si quieren follar, van a hacerlo los metamos donde los metamos-noto cómo Eleanor se muerde el labio y me mira, dándole la razón a mi madre. Nosotros somos la prueba viviente de que se puede hacer cualquier cosa en cualquier sitio sin que se entere nadie-, y los separemos como los separemos. Como si encerramos a Alec en el sótano; Sabrae se las apañará para llegar hasta él-papá pone los ojos en blanco y hace un gesto con la mano, como diciendo “sí, señora, lo que usted diga, señora”, pero mamá le coge la cara y lo obliga a mirarlo-. Si nos hubiéramos conocido a su edad, te podría recordar eso.
               -Si nos hubiéramos conocido a su edad-replica papá-, tendríamos por lo menos otros cuatro hijos.
               Eleanor y mamá dejan escapar un suave “aw”, mientras Sabrae está demasiado ocupada siendo una víbora y espetando:
               -Y Scott seguiría siendo el más feo de todos.
               Alec se ríe, porque dios los cría y ellos se juntan. Mamá deja de besar a papá y mira a Al.
               -¿Te espera tu madre en casa?
               Tanto él como yo negamos con la cabeza.
               -Al no suele dormir en casa los sábados.
               -Eh-espeta él, girándose hacia mí-, yo no suelo dormir los sábados, Scott.
               -¿Ahora te da vergüenza ser un pendón?-espeto, mirando con intención a Sabrae.
               -¿Tantas ganas tienes de que te meta la polla en la boca, que no puedes dejar de decir gilipolleces hasta que yo decida que me compensa?-replica, y Sabrae se ríe, porque efectivamente, dios los cría y ellos se juntan.
               -¿A que te echo de mi casa, a ver entonces dónde duermes?
               -¿Quieres que te diga por dónde me paso yo dónde me mandes ir a dormir?-replica, alzando las cejas-. Porque es un sitio muy interesante.
               -Llama a Annie, hoy duermes en casa-informo, y Alec se echa a reír, niega con la cabeza y susurra un suave “vale, Scott”, que se va a la mierda en cuanto Sabrae se pone un poco de puntillas, acariciándole el brazo al que se ha solapado cual koala, y le pide:
               -Quédate a dormir, Al.
               Le da un suave beso en la mandíbula, porque ella es pequeña y no llega más arriba, pero a Alec le basta. Se inclina un poco y reclama lo que ella ha querido darle desde un principio, y luego se vuelve hacia mí con una sonrisa en los labios:
               -S, ¿me prestas un pijama?
               -Pero si duermes en bolas-replico yo, poniendo los ojos en blanco, y la sonrisa de Alec se vuelve aún más lasciva, sus ojos se oscurecen todavía más por la travesura que está planeando tras ellos, y espeta:
               -Es para que tu hermana tenga algo que quitarme. Se le da bien. Esto… con todo el respeto del mundo, Zayn-añade, mirando a mi padre, todo rastro de lujuria borrado de su expresión, pero está a salvo; papá no le estaba prestando atención, se había vuelto hacia la televisión.
               -Les viene de familia.
               -¡ZAYN!-trona mamá, y él se encoge de hombros.
               -¿¡Qué!? Es la verdad.
               -¿Podrías hacer el favor de no sacar la lengua a pasear de esa manera cuando tenemos invitados jóvenes?
               -Ah, o sea, que Alec es joven para escucharme decir que, básicamente, nuestra vida sexual es cojonuda, pero ya es mayor para ir tirándose a nuestra hija por ahí, ¿no?
               Mamá entrecierra los ojos.
               -Depende de lo que entiendas por joven, pero todo es relativo. Por ejemplo, no puede votar, pero dejarme embarazada a mí, sí que puede.
               -Joder, Sherezade, ¿es eso una invitación?-replica Alec, a quien Sabrae le da un manotazo en el brazo.
               -¿Quieres que le cuente en qué islas puedes quedarte encinta? Porque si quieres un poco más de diversidad racial en esta familia, tú sólo tienes que decírmelo.
               -Sí, claro, y te traes a Gigi-suelta mamá, y papá se rasca la mandíbula.
               -Pues mira, estaba pensando en Megan Fox, pero a Gigi ya la conozco…
               -No hay quién te soporte, Zayn-bufa mamá.
               -Ya lo veo, por eso llevamos 18 años juntos.
               Mamá pone los ojos en blanco y se cruza de hombros.
               -Qué estúpido eres, madre mía. Tenía que haberte sacado una pensión y haber criado a Scott yo sola.
               -Soy lo mejor que te ha pasado en la vida, nena.
               -Lo mejor soy yo-cortamos Sabrae y yo, y nos fulminamos con la mirada.
               -Vosotros os calláis, que sois consecuencia directa de que yo conociera a vuestra madre.
               Mamá sigue con la vista fija en la tele, papá empieza a darle besos y a susurrar su nombre hasta que ella se ríe y se deja besar en los labios. Yo me dirijo al sótano con Eleanor, pero Sabrae y Alec se quedan rezagados.
               -Entones, ¿cancelamos lo de dejarte embarazada, Sherezade?-pregunta Alec, y Sabrae pone los ojos en blanco. Mamá se ríe y asiente con la cabeza.
               -Otro día, tesoro-le dice.
               -¡¿Cómo que otro día?! ¡Sherezade!-trona papá, y mamá se ríe.
               -Yo estoy libre todos los miércoles, si quieres me dices dónde está tu despacho en el centro y podemos…
               -¡Tira, Alec!-lo interrumpe Sabrae, empujándolo-. ¡Que me tienes caliente tú también!
               -Eso es que estoy en racha, bombón; a ti te puedo hacer un huequecito los jueves.
               -¡Al final duermes en el sofá!
               -Como si tú me fueras a dejar tranquilo con sofás de por medio-responde él, y Sabrae se sonroja, le dice que es gilipollas y que no la toque, y se resiste a acercarse a él pero se derrite entre sus brazos en cuanto él la besa.
               No dejan de tontear ni cuando estamos decidiendo qué película ver; Alec le pasa la mano por la cintura a Sabrae, se la mete por dentro de los vaqueros mientras ella se ríe, y va bajando y bajando, en busca de la llave al edén que tienen las chicas entre las piernas, hasta que ella le da un manotazo y lo mira muy seria.
               -No te pases, Alec.
               -Perdona, bombón, es que tengo que encontrar tus límites antes de poder ir empujándolos poco a poco.
               -Eres subnormal.
               -Y cómo te gusta, ¿eh, ladrona?
               Sabrae pone los ojos en blanco, se muerde los labios para no reírse y termina besándolo, para satisfacción de Eleanor, quien es probable que me anuncie que voy a dormir solo esta noche porque ella estará demasiado ocupada retorciéndose de lo monos que le parecen Alec y Sabrae y viendo cómo se lo montan en la habitación de mi hermana.
               Eleanor vuelve a quedarse frita, y yo miro la tele más por inercia que por otra cosa, porque la verdad es que es divertidísimo ver cómo Alec provoca a Sabrae y la deja con las ganas justo cuando ella empieza a encenderse y a querer un poco más. Llega un momento en que él la supera, y Sabrae se incorpora, se pone a su altura y empieza a besarlo de una forma en que no lo ha hecho en toda la noche, una forma a la que Alec no puede resistirse. Alec le pasa las manos por la cintura y las baja hasta estrujarle el culo, y Sabrae se ríe, y le mordisquea el labio inferior mientras él se va acelerando cada vez más, hasta que ya no puede respirar con normalidad porque su cuerpo no da para tantas emociones juntas con tan poco oxígeno, y Sabrae le mete la mano por el jersey, le acaricia el pecho, el vientre, va bajando un poco más, llega hasta sus vaqueros… ¡damas y caballeros, mi hermana no se detiene ahí, sino que mete un poco la mano por dentro y…!
               Carraspeo.
               Porque todavía se ponen a follar delante de mí.
               Me encuentro con dos pares de ojos marrones que me miran con estupefacción.
               -¡Scott!-protesta Alec, como si no estuviéramos en mi puta casa o algo así.
               -Eres un aguafiestas-comenta Sabrae, fastidiada, sentándose de nuevo en el sofá.
               -Gracias, peque.
               Soy yo el que sugiero ir a nuestras habitaciones, porque Eleanor está hecha polvo y probablemente un carraspeo no baste la próxima vez que Alec alcance la fibra sensible de Saab, de modo que paramos la película, recogemos y apagamos todo y subimos las escaleras. Las chicas se meten en la habitación de Sabrae mientras Alec y yo vamos a baño; revuelvo hasta encontrar un cepillo de dientes a estrenar, y se lo doy. Alec se burla de lo lleno que tenemos el vaso de los cepillos de dientes, con uno de cada color, y se dispone a contarlos.
               -Hay siete.
               -Ajá.
               -Sois seis en casa.
               -Antes éramos siete-respondo, y él me mira con tristeza, pero no dice nada. Se quita el jersey y la camisa (Esto no es Luna Nueva, lo sabes, ¿verdad?, le digo, y él pone los ojos en blanco y me pide que controle mis hormonas) y se lava los dientes sin mediar palabra. Tardamos poquísimo; cuando me los lavo acompañado, suele llevarme un cuarto de hora.
               Porque Tommy y yo no sabemos hacer otra cosa que putearnos.
               Me quedo mirando mi reflejo mientras Alec termina y se pone la camisa.
               -Scott.
               -¿Qué?
               -¿Te puedo hacer una pregunta?
               -Adiós-suspiro-, ¿qué pasa, Al?
               -¿Se te quedan enganchados trozos de lechuga en el piercing?
               Me lo quedo mirando.
               -Eh… ¿a veces? Depende, ¿a qué coño viene…?
               -Voy a venir entre semana-anuncia.
               -Joder, tío, déjale un poco de descanso a Sabrae, no sabemos si vas a terminar rompiéndola esta noche.
               -No es por ella, es por ti.
               Nos miramos un momento, yo me quito la sudadera, la camiseta, y me pongo la parte de arriba del pijama. Eleanor está agotada y no va a querer hacer nada; casi mejor, porque yo sólo puedo dormir estando con ella, hay algo en su presencia que me tranquiliza, y de verdad que necesito echarme y disfrutar de un sueño largo y profundo.
               -No tienes por qué hacerlo-digo-, estoy de puta madre.
               -Oh, sí, ya lo veo, por eso casi lloras porque no me pongo a hacer contigo las tonterías que haces con Tommy.
               Pongo los ojos en blanco.
               -Estoy hasta los cojones de Tommy-replico.
               -Ya, bueno, eso son cosas entre vosotros dos. Pero yo voy a venir todos los días a verte, no te vas a librar de mí tan fácilmente. No quiero que te quedes solo.
               -No estoy solo, vivo en una casa literalmente llena de gente-señalo el vaso de los cepillos de dientes y él pone los ojos en blanco.
               -Ya sabes a qué me refiero, Scott, y sólo puedo venir yo.
               -¿Por qué? ¿Los demás ya se han cabreado oficialmente conmigo por no contarles lo de Eleanor?
               -No, los demás tienen tantas ganas de verte como tengo yo…
               -… o sea, nulas, dado que has venido a ver a mi hermana.
               -… pero prefieren pasar ganas-continúa sin hacerme el más mínimo caso-, y que tú estés bien a venir y que te pongas peor, porque, admítelo, S. Sólo soportas mi presencia porque me parezco a Tommy.
               Me lo quedo mirando, pasmado. ¿Tan evidente se hace que no soporto cuando vienen los demás, porque no hago más que hacerme ilusiones cuando empiezan a entrar por la puerta, creyendo que el siguiente va a ser Tommy?
               Lo estoy flipando a niveles tan apoteósicos que lo único que acierto a decir es:
               -No te pareces a Tommy. Tienes los ojos marrones.
               -Tú tampoco te pareces a tu padre-espeta-, tienes los ojos verdes.
               Pongo los ojos en blanco, no quiero tener esta conversación, no ahora, Eleanor puede venir en cualquier momento, encontrarme mal y empezar a sentirse mal ella.
               -Sí que me parezco a Tommy-prosigue Alec, terco como él solo, mira, en eso sí que se parece a Tommy-, lo único que él es feo y yo no.
               -Tommy no es feo-salto antes de poder frenarme, y me llevo una mano a la boca y luego me miro la mano, como temiendo que una palabra más que no deba escaparse de mis labios lo haga. Alec sonríe con maldad.
               -Mírate, defendiendo así a tu novio. No todo está perdido, después de todo, ¿eh?-se burla, dándome un golpe con la cadera y echándose a reír cuando yo lo mando a la mierda.
               Me dan ganas de cargármelo, qué hijo de puta.
               A las chicas no les impresiona en absoluto que estemos como el gato y el ratón, peleándonos en coña cuando abren la puerta. Las dos se han quitado el maquillaje y nos miran con aburrimiento, decidiendo cada una si somos lo bastante buenos en la cama como para que les compense aguantarnos.
               Yo, por lo menos, sí, porque Eleanor salta a mi lado de la cama después de lavarse los dientes, y me sonríe con intención cuando escucha a Sabrae cerrar la puerta de su habitación y empezar a enrollarse con Alec, quien tiene más ganas de hacerla de rabiar (bueno, a ella y a toda la casa) que de tirársela.
               Eleanor se acerca a mí, me pasa una mano por la cintura y empieza a besarme, y yo lucho por concentrarme, de verdad que lo hago, pero Sabrae no deja de reírse y en lo único en que yo puedo pensar es en que se ríe porque está con Alec, y Alec quiere que me reconcilie con Tommy, y va a venir a verme entre semana porque se parece a Tommy y es el único al que yo soporto tener cerca, y estoy muy hasta los cojones de Tommy y no puedo creer que me esté haciendo esto, dejándome tirado justo cuando yo más lo necesito, porque, a ver, que uno de tus amigos esté con tu hermana pequeña no es la tragedia del milenio, ¿si a mí me la suda lo que hagan Alec y Sabrae, por qué a él no puede sudársela lo que haga yo con Eleanor?
               Eleanor me mete la mano por debajo de la camiseta y yo doy un brinco, y ella también lo da, y se me queda mirando con una expresión sorprendida en sus ojos de gacela.
               -¿Qué pasa?
               -Tienes las manos congeladas-espeto, porque soy el rey de las excusas y para nada me he puesto a pensar en lo que hicimos Tommy y yo ayer mientras ella intenta ponerme a tono, pobrecita mía, si al final va a ser verdad eso de que no me la merezco, y…
               Sabrae suelta una carcajada, como si estuviera en una noche de micrófono abierto de aspirantes a monólogos, mientras chilla:
               -¡Para, Alec, para, paraparapara PARAAAAY!-exclama, y otra carcajada, y Eleanor sonríe mirando la pared que nos separa de los tortolitos-. ¡Todavía cobras!
               -¿En serio?-responde Al, en tono juguetón, ese que le ha oído medio Londres, excepto los nueve de siempre, porque sólo le sale, o lo pone, con sus ligues-. Joder, bombón, estar contigo es un chollo, me das pasta y encima me dejas escuchar cómo te ríes.
               -Oh-suspira Eleanor, apoyada sobre mi pecho.
               -Eres tonto-replica Sabrae, riéndose.
               -Menuda novedad, hermanita-replico yo, lo bastante alto como para que me oigan.
               -Cállate la boca, Scott-espeta Alec-, ¿no tienes ningún coño que comer para mantener la lengua ocupada?
               -¡Alec!-recrimina Sabrae.
               -¿Qué? ¿A qué coño te piensas que ha venido Eleanor?
               Eleanor sonríe por toda respuesta, aunque Alec no pueda verla. Nos miramos y ella alza las cejas.
               -Entre otras cosas-susurra, sentándose encima de mí, anulando todos mis sentidos, a la mierda mi pensamiento consciente y todo lo que pueda provenir de él, y comiéndome la boca mientras me arranca la camiseta y se quita el jersey, que aún conserva el calor de la siesta que se ha pegado en mi hombro.
               -He dicho coño dos veces, ¿te has dado cuenta?-espeta Alec orgulloso-. Eso es un récord para mí. Bueno, ¿qué estábamos haciendo, bombón?
               -Ni se te ocurra, Alec, te lo juro por dios…-y una nueva carcajada. Con ellos en este plan, va a ser imposible vivir.
               -Sabrae, ponte música-la insto, y los veo detenerse y mirar a la pared como si estuviera en la habitación con ellos.
               -Ah, no. Ni de coña. Te he escuchado follar un montón de veces, ahora te jodes y…
               -¡Que te pongas música, Sabrae!-protesta Shasha al otro lado de la habitación.
               -¡Cállate tú!
               -No, ¡cállate tú, y déjanos dormir a los demás! ¡Me parece genial que hayas engañado a un tío para conseguir que se acueste contigo, pero conmigo no cuentes para escuchar tus polvos!
               -Menudo par de imbéciles, menos mal que Duna ha salido a mí-protesta Sabrae, y la escucho dar unos pasos por su habitación, revolver en sus estanterías hasta encontrar el disco que le apetece, y ponerlo a todo volumen.
               Metallica.
               Que ni siquiera le gusta, lo tiene por jodernos a las demás.
               -Voy a cargármela-protesto, levantándome de la cama y enredándome con las sábanas, pero Eleanor es más rápida que yo, me agarra de la mano, hace que me vuelva y me dice, sonriendo con malicia:
               -Si Sabrae hace ruido, nosotros también podemos hacerlo.
               Me la quedo mirando, convencido de que no se refiere a lo que creo que se refiere.
               -¿Estás diciendo que…?
               Eleanor se muerde el labio inferior, mira la cama con intención, luego, a mí, y luego otra vez a la cama. Y la última neurona que tengo dedicada a Sabrae se desconecta.
               Y sólo vivo por, y para mi chica.
               Hago caso omiso de los ruidos de Shasha saliendo de su cama como un resorte y corriendo a la habitación de Sabrae, de su discusión con su hermana mayor y del portazo que da, de los gritos de papá diciendo que no hagan más ruido, que no son horas, aunque podría aplicarme el cuento, porque estoy haciendo que Eleanor sea incapaz de mantener la boca cerrada. Se pone encima de mí y me saca todo el partido que una chica le puede sacar a un chico, y se tira a mi lado, sudorosa y agotada, cuando acaba. Se ríe de la tontería que le digo, la primera que le pasa por la cabeza, y abre los ojos como platos cuando me pongo encima de ella, bajo con mis manos por su cuerpo hasta llegar a entre sus muslos, la acaricio, y le separo las piernas.
               -¿Quieres más, Scott?-pregunta, sorprendida, porque se ha esforzado al máximo en hacerme disfrutar, tanto que no he durado una mierda. No sé cómo lo ha hecho, pero si fuera un helado, sería como si me hubiera metido en el microondas a máxima potencia, y ya estuviera hecho agua apenas 10 segundos después de empezar a calentarme.
               La miro a los ojos, a esos ojazos tan bonitos que tiene, brillantes por el sexo, satisfechos de lo que acabo de darle y felices de verme sonreír.
               Me muerdo el piercing, y noto el efecto que eso tiene en ella en la palma de la mano.
               -¿De oírte gritar? Tendremos que aprovechar, ¿no?-me burlo. Sabrae ha cambiado de disco, ahora es una voz masculina la que se oye claramente por encima de unos instrumentos mucho más calmados, y se supone que no vamos a poder hacer tanto ruido como antes, pero no me importa.
               La beso en los labios, y voy bajando poco a poco por su cuerpo, justo por el centro, deteniéndome, evidentemente, en los pechos. Sigo bajando, más, y más, y más, y antes de que llegue, noto cómo se le eriza el vello, la recorre un escalofrío y susurra:
               -Scott, estoy agotada…
               -Puedes con esto-replico yo, dándole un mordisquito por debajo del ombligo, y ella lanza una exclamación ahogada.
               -No tienes que…
               -Has venido a eso. Alec lo ha dicho-ella sonríe, mirando al techo, negando con la cabeza y frotándose la cara.
               -He venido a verte-replica con la respiración acelerada, y cómo me pone escucharla hablar así.
               -Y a que te haga gritar, ¿a que sí, mi amor?
               No contesta; tampoco le dejo mucho tiempo para que lo haga, porque en cuanto termino de provocarla, me zambullo en la piscina de magia que tiene entre las piernas. Le doy lo que quiero, y ella a mí.



Te recuerdo que puedes hacerte con una copia de Chasing the stars en papel (por cada libro que venda, plantaré un árbol, ¡cuidemos al planeta!🌍); si también me dejas una reseña en Goodreads, te estaré súper agradecida.😍

6 comentarios:

  1. QUE ME MUERO Y TENGO QUE ESTUDIAR HISTORIA NO PUEDO PERMITIRME EMOCIONARME MÁS DE LO QUE YA ESTOY
    1. SCOTT Y ALEC QUIEN ES TOMMY YO NO LE CONOZCO
    2. Es broma quiero que scott y tommy se reconcilien ya PERO ALEC Y SCOTT SON CASI TAN BROTP COMO ELLOS ME DA UN PARRAQUE
    3. ALEC Y SABRAE ME MUERO ?!?!?!+!;€;@«@9@«&/3:&;&;_$>$\$
    Sabrae es una cabrona con él y me encanta y Alec con ella es un buenazo Y ME ENCANTA TAMBIÉN ESTOY TENIENDO UNA EMBOLIA
    4. Scott con eleanor madre mía cómo pueden seguir siendo tan cuquis y tan todo y como cojones tommy no puede darse cuenta de lo coladito que está scott ES UN BEBÉ POR DIOS ME MUERO
    5. Scott cortandoles el rollo a sabrae y a alec he llorao de la risa
    6. SHEREZADE PUEDE SER MÁS PUTA AMA LA RESPUESTA ES NO
    Me encanta que en los capítulos siempre haya minipartes en las que salgan zayn y ella porque l o s a d o r o
    7. QUIERO QUE EL SPIN OFF DE SABRAE TENGA CUARENTA LIBROS SOLO DE ALEC Y ELLA MADRE MÍA QUE ME MUERO
    8.ECHO DE MENOS A TOMMY Y A SCOTT CON TOMMY Y A LA BOY SQUAD JUNTA

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. DIOS TENÍA UNAS GANAS DE SUBIR CAPÍTULO EN SERIO ES QUE NO PUEDO CON MI VIDA, ES GENIAL EN SÍ, aunque con el siguiente ya toca sufrir de nuevo.
      1. Me pasa tanto que odio a Tommy cuando estoy narrando con Scott, y que odio a Scott cuando estoy narrando con Tommy que SUFRO
      2. ALEC ES UN BIZCOCHO CON LOS CHICOS MADRE MÍA DEBEMOS PROTEGERLO A TODA COSTA tiene un caparazón que recubre su corazoncito de oro, pero el corazoncito refulgente sin duda sigue ahí.
      3. SABRALEC LA OTP OFICIAL DE ESTA NOVELA, QUIÉNES SON TIANA, SCELEANOR O ZEREZADE.
      4. Deberíamos apreciar cómo lo único que está haciendo feliz de verdad a Scott es Eleanor, justo la causa de que él sea un desgraciado. Lo que ha llegado a quererla en dos meses no es ni medio normal, estoy preocupada por él y todo, así de claro te lo digo. Y BUENO TOMMY CASO APARTE, ES MIOPE, LA CULPA ES DE SU MADRE, QUE ESCRIBE ESTO CON GAFAS DE CRISTALES AZULES PARA QUE NO LE HAGA DAÑO LA LUZ DEL ORDENADOR.
      5. En el momento en que pensé que Alec iría a ver a Sabrae supe que se terminarían enrollando en el sofá y que Scott no les iba a dejar pasar ni media, adoro a mis hijos.
      6. Mira de verdad Sherezade es la hostia, me arrepiento mucho de no haber hecho como 80 capítulos con ella narrando porque HOLA ES LA PUTA AMA, la más lista y de mente más rápida que haya podido ver este planeta, viva o muerta, real o ficticia. Y ZAYN, ay jesús, icónico, espectacular, legendario, y un largo etcétera de cualidades positivas es lo que usaría para sus intervenciones estelares en este fin de semana (en el capítulo del día siguiente va a haber salseo otra vez, yo no digo nada y lo digo todo).
      7. BUENO BARBARA MIRA SI TE PIENSAS QUE EN EL SPINOFF NO VOY A CONTAR CON PELOS Y SEÑALES LA RELACIÓN DE ALEC Y SABRAE ES QUE NO ME CONOCES EN ABSOLUTO ME CAGO EN MI MADRE *se rasga la camisa*
      8. YA TENGO MÁS O MENOS DECIDIDOS LOS CAPÍTULOS QUE FALTAN PARA LA RECONCILIACIÓN, Y SON MUCHOS PERO A LA VEZ SON POCOS, NO TE PREOCUPES, QUE VA A SER PRECIOSA.❤

      Eliminar
  2. Ayyyy Erika, antes que nada quería disculparme por no haber comentado antes, pero esta mañana tenía un examen super importante de Restauración y demasiado había sido ponerme a leer como para comentar. PERO QUE SEPAS QUE LO LEÍ ANOCHE COMO UNA BUENA ESCLAVA QUE SOY!!!
    Creo que no eres capaz de entender lo mucho que echo de menso Scommy, incluso me ha dolido la puñita de Alec: "-No lo sé, Scott, ¿a ti no te da vergüenza enrollarte con la hermana pequeña de tu mejor amigo?" HA SIDO TAN CRUEL! Pero se lo perdono porque es un trocito de pan con Sabrae y las escenas entre ellos han valido más que el mismisimo oro. SON TAN CUQUIS.
    Y pasamos de una pareja que parece ser puro fuego, como son Sabrae y Alec, a una que son puro azúcar, sobretodo Scott estando cerca de Eleanor...CON ELLOS ME SUBE DEMASIADO EL AZÚCAR!! ME PROVOCAN DIABETES!!
    NECESITO HACER MENCIÓN ESPECIAL A LA ESCENA DE LAS DOS PAREJAS CON ZAYN Y SHER Y LO MUCHO QUE ME GUSTA COMO SE ENTIENDEN SHER Y ALEC!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No pasa nada Ari, me imaginaba que tendrías algún examen o algo así o que no podrías por x cosa, confío en tu fidelidad ❤ espero que te saliera muy bien ❤
      ASÍ ME GUSTA ESCLAVA, QUE CORRAS A ABRIR EL LINK EN CUANTO TE LO MANDO.
      Yo también echo muchísimo de menos a Scommy, como le he dicho a Barbara ya he decidido (más o menos) los capítulos que quedan antes de que se reconcilien y son menos de los que os imaginais (dada mi tendencia a enrollarme un montón, ya espero que contéis con 20 capítulos de bronca), pero aun así se nos va a hacer a todos larguísimo, especialmente a mí, que no voy a poder escribir todo lo rápido que me gustaría porque en cuanto termine los exámenes (el viernes que viene), empiezo las clases, así que me pongo triste.
      Tengo que decir en defensa de Alec que ninguno de los dos (ni él diciéndolo, ni yo escribiéndolo) teníamos intención de hacer sentir mal a Scott, simplemente era una contesación. No obstante entiendo perfectamente que te duela la puñalada que le mete, pero él no lo hace con mala intención (cuando salga en el spinoff de Saab veremos una faceta suya muy diferente a la que está enseñando aquí), así que no te preocupes: si algo le hace daño a Scott, Alec va a pedir perdón y defenderlo a muerte. Una de las causas por las que S va a seguir más o menos a flote van a ser precisamente las visitas de Al. Le vas a coger muchísimo cariño, no sólo por cómo es con Sabrae (que uf), sino por cómo es también con S.
      Me encanta el hecho de que Scott, por mucho que intente echarle a culpa a Eleanor cuando está solo, nada más verla ya decida que todo loque está sufriendo merece la pena. La quiere muchísimo y va a pelear por ella incluso cuando ya no le queden fuerzas ni de respirar, y ella no va a ser menos; se merecen muchísimo el uno al otro, son tan buenos para sí mismos❤
      Y BUENO, SHER Y ALEC, AQUÍ HAY TOMATE.

      Eliminar
  3. Me siento tan identificada con Eleanor cuando se queda admirando a Sabralec en serio más otp imposible ❤
    Qué bonito capítulo, hemos podido disfrutar de Sabralec y Sceleanor Y DE SCOTT Y ALEC PEDAZO DE BROTP (Aunque Scommy siempre será insuperable, necesito la reconciliación jo) Bueno y lo que me está gustando Alec no puede ser ni medio normal

    - Ana

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Estoy haciendo que os pique el gusanillo con Alec y lo mejor es que no os vais a dar cuenta hasta que esté por el capítulo 300 del spinoff de Sabrae ayyyy ❤

      Eliminar

Dedica un minutito de tu tiempo a dejarme un comentario; son realmente importantes para mí y me ayudarán a mejorar, al margen de la ilusión que me hace saber que hay personas de verdad que entran en mi blog. ¡Muchas gracias!❤