martes, 17 de enero de 2017

Terivision: Moana.

Se podría decir que no tengo queja de cómo empecé 2017, cinematográficamente hablando. El 4 de enero ya fui al cine, ¡adivina a qué película!

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Moana es la última película de animación de Disney que, por motivos de copyright, se ha estrenado bajo el título de Vaiana en Europa; no obstante yo pienso en esa película con su título original. El caso es que trata la historia de Moana, una joven habitante de una diminuta isla del Pacífico destinada a ser la jefa de su clan, pero cuya atracción por el océano y todo lo que hay en él choca frontalmente con las costumbres de su tribu: nunca, jamás, hay que cruzar el arrecife, es demasiado peligroso. Y, sin embargo, Moana se embarcará en una travesía por el océano para salvar su isla, a la que empieza a consumir un mal ancestral desatado hace milenios: la oscuridad.

Lo cierto es que tenía mucho miedo de ir con las expectativas demasiado altas y no disfrutar todo lo que quisiera de la película: ya sabes, ir al cine, a ver una película de animación (o sea, “para niños”) es todo un atrevimiento… pero tengo que decir que ninguno de mis miedos terminó por hacerse realidad, y eso ya dice mucho más de lo que podrían comentar cientos de críticos. La película estuvo genial, desde el minuto uno consigue atraparte y hacer que empatices muchísimo con la protagonista, la representante de una nueva era que está atravesando la factoría de películas infantiles más importantes del mundo: Moana no es la heredera de Blancanieves, Cenicienta, la Sirenita o Peter Pan; no cruza su “zona de confort” porque un muchacho que vuela la invite, no renuncia a su voz para gustarle al marinero de turno, no llora porque no puede ir al baile del príncipe, ni se echa a dormir con la esperanza de que un beso la salve. No.

Moana es la heredera de Mulán, de Pocahontas, de Nany, de Tiana, incluso un poco de Mérida. Es una líder, lucha por su pueblo, trabaja muy duro y no deja que su curiosidad se ahogue por lo que su entorno le dice. Cumple con su deber para cuidar de los suyos, y se hace lo que muchos ni siquiera se atreven a soñar. Moana representa todo lo que Disney debió habernos dado cuando éramos niñas, incluso antes de nacer; lo que se supone que va a empezar a darnos a partir de ahora, porque parece que ya han ido comprendiendo que tenemos más intereses que un príncipe que nos rescate: nos gusta navegar, igual que le gusta a Moana.



Dicen sus directores que “Moana no es una princesa Disney: es mucho más” y joder, ¡qué razón tienen! Como personaje, es de 10. Tiene un carisma que hace que la adores apenas la conoces, que te sientas identificado con ella en cuanto al tema corazón-razón, deseo-expectativas, pasado-futuro. Respeta a todo su entorno, lo cual es de agradecer, pero se deja guiar espiritualmente por su abuela, que le transmite toda la sabiduría oceánica. Además, es valiente hasta el punto de superar el respeto que le infunde tener que enfrentarse a semidioses y monstruos marinos, y sacudirse de los hombros la idea de que el océano se ha equivocado cuando la eligió a ella para salvar su isla.
Pasamos a la película en sí: la verdad es que la construcción de ésta es preciosa, tanto en personajes como en paisaje. En personajes, porque se abandonan los cuerpos prácticamente esqueléticos de las antiguas protagonistas femeninas (especialmente en la animación por ordenador); en paisaje, porque mar, cielo y tierra están cuidados y representados como lo que son: elementos más en la historia, con su propio papel en el transcurrir de los acontecimientos.

¿Y la banda sonora? Simplemente preciosa, fiel a las culturas a las que representa, y con una canción principal (Qué hay más allá) que hace que se te pongan los pelos de punta.

Por último, no quiero dejar sin mencionar la cantidad de guiños a otras películas que me he encontrado según iba investigando más sobre Moana: la “reproducción” del papel que tienen los ancestros en el crecimiento del personaje de Mulán también se da en Moana; en el número de presentación de Maui, éste le tira una manzana igual que Aladdín a Jasmine la primera vez que se encuentran; el viento juega con el pelo de Moana y los pétalos de las flores le hacen de corona igual que sucede con Pocahontas… en fin, que hasta en cuestiones mínimas Moana recoge el testigo de las demás películas de Disney. Como he dicho, es digna heredera de esta productora.
En resumen: Disney ha cogido todo lo que ha hecho bien con sus personajes femeninos y lo ha volcado en Moana, y lo que no había hecho tan bien, lo ha corregido y lo ha añadido a este cóctel de aventuras, introspección y crecimiento como persona, juntándolo a preciosas escenografías, animaciones espectaculares, música genial y un mensaje oculto que yo tardé en deducir, pero que una vez lo descubres, eleva a la máxima potencia lo que ya te podía haber gustado esta película: cuida de tu aldea, de tu isla, de tu océano y de tu naturaleza, haz lo posible porque no lo devore la oscuridad.
Lo mejor: los plot twists de la película, que no son uno, sino dos, y que no me esperaba para nada.
Lo peor: hay una canción que se me hizo muy pesada; Brillante. Me pareció demasiado repetitiva y larga; creo que se podría haber resuelto en mucho menos tiempo y habría dado el mismo resultado, sino mejor.
La molécula efervescente: la última vez que Moana canta Qué hay más allá, SPOILER A PARTIR DE AQUÍ (selecciona el texto para leerlo) cuando el espíritu manta raya y humano de su abuela y los de sus antepasados navegan con ella mientras acepta su destino y que ella es la elegida del mar.
Grado cósmico: Galaxia {5/5}. Moana se ha convertido en una de mis películas favoritas de Disney, sólo por detrás de Lilo&Stitch (¡lo siento, Mérida!)
¿Y tú? ¿Ya la has visto? ¿A qué esperas para llenarle a Disney los bolsillos como premio por habernos dado, por fin, una película en la que el amor (romántico, se entiende) es inexistente? ¿O por regalarnos otro personaje como Merida, que lucha por lo que es suyo, o Tiana, que trabaja duro para conseguir lo que se propone, o Nany, que hará lo que sea por cuidar de los suyos?

Pues ya sabes qué hacer; espero impaciente leer tu opinión.

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