Se podría decir que no tengo queja de cómo empecé 2017,
cinematográficamente hablando. El 4 de enero ya fui al cine, ¡adivina a qué
película!

Moana es la
última película de animación de Disney que, por motivos de copyright, se ha
estrenado bajo el título de Vaiana en
Europa; no obstante yo pienso en esa película con su título original. El caso
es que trata la historia de Moana, una joven habitante de una diminuta isla del
Pacífico destinada a ser la jefa de su clan, pero cuya atracción por el océano
y todo lo que hay en él choca frontalmente con las costumbres de su tribu:
nunca, jamás, hay que cruzar el arrecife, es demasiado peligroso. Y, sin
embargo, Moana se embarcará en una travesía por el océano para salvar su isla,
a la que empieza a consumir un mal ancestral desatado hace milenios: la
oscuridad.
Lo cierto es que tenía mucho miedo de ir con las
expectativas demasiado altas y no disfrutar todo lo que quisiera de la
película: ya sabes, ir al cine, a ver una película de animación (o sea, “para
niños”) es todo un atrevimiento… pero tengo que decir que ninguno de mis miedos
terminó por hacerse realidad, y eso ya dice mucho más de lo que podrían
comentar cientos de críticos. La película estuvo genial, desde el minuto uno
consigue atraparte y hacer que empatices muchísimo con la protagonista, la
representante de una nueva era que está atravesando la factoría de películas
infantiles más importantes del mundo: Moana no es la heredera de Blancanieves,
Cenicienta, la Sirenita o Peter Pan; no cruza su “zona de confort” porque un
muchacho que vuela la invite, no renuncia a su voz para gustarle al marinero de
turno, no llora porque no puede ir al baile del príncipe, ni se echa a dormir
con la esperanza de que un beso la salve. No.
Moana es la heredera de Mulán, de Pocahontas, de Nany, de
Tiana, incluso un poco de Mérida. Es una líder, lucha por su pueblo, trabaja
muy duro y no deja que su curiosidad se ahogue por lo que su entorno le dice. Cumple
con su deber para cuidar de los suyos, y se hace lo que muchos ni siquiera se
atreven a soñar. Moana representa todo lo que Disney debió habernos dado cuando
éramos niñas, incluso antes de nacer; lo que se supone que va a empezar a
darnos a partir de ahora, porque parece que ya han ido comprendiendo que
tenemos más intereses que un príncipe que nos rescate: nos gusta navegar, igual
que le gusta a Moana.
Dicen sus directores que “Moana no es una princesa
Disney: es mucho más” y joder, ¡qué razón tienen! Como personaje, es de 10. Tiene
un carisma que hace que la adores apenas la conoces, que te sientas identificado
con ella en cuanto al tema corazón-razón, deseo-expectativas, pasado-futuro.
Respeta a todo su entorno, lo cual es de agradecer, pero se deja guiar espiritualmente
por su abuela, que le transmite toda la sabiduría oceánica. Además, es valiente
hasta el punto de superar el respeto que le infunde tener que enfrentarse a
semidioses y monstruos marinos, y sacudirse de los hombros la idea de que el
océano se ha equivocado cuando la eligió a ella para salvar su isla.
Pasamos a la película en sí: la verdad es que la
construcción de ésta es preciosa, tanto en personajes como en paisaje. En
personajes, porque se abandonan los cuerpos prácticamente esqueléticos de las
antiguas protagonistas femeninas (especialmente en la animación por ordenador);
en paisaje, porque mar, cielo y tierra están cuidados y representados como lo
que son: elementos más en la historia, con su propio papel en el transcurrir de
los acontecimientos.
¿Y la banda sonora? Simplemente preciosa, fiel a las
culturas a las que representa, y con una canción principal (Qué hay más allá) que hace que se te pongan los pelos de punta.
Por último, no quiero dejar sin mencionar la cantidad de
guiños a otras películas que me he encontrado según iba investigando más sobre Moana: la “reproducción” del papel que
tienen los ancestros en el crecimiento del personaje de Mulán también se da en
Moana; en el número de presentación de Maui, éste le tira una manzana igual que
Aladdín a Jasmine la primera vez que se encuentran; el viento juega con el pelo
de Moana y los pétalos de las flores le hacen de corona igual que sucede con
Pocahontas… en fin, que hasta en cuestiones mínimas Moana recoge el testigo de
las demás películas de Disney. Como he dicho, es digna heredera de esta
productora.
En resumen: Disney ha cogido todo lo que ha hecho bien
con sus personajes femeninos y lo ha volcado en Moana, y lo que no había hecho tan bien, lo ha corregido y lo ha
añadido a este cóctel de aventuras, introspección y crecimiento como persona, juntándolo
a preciosas escenografías, animaciones espectaculares, música genial y un
mensaje oculto que yo tardé en deducir, pero que una vez lo descubres, eleva a
la máxima potencia lo que ya te podía haber gustado esta película: cuida de tu
aldea, de tu isla, de tu océano y de tu naturaleza, haz lo posible porque no lo
devore la oscuridad.
Lo mejor: los
plot twists de la película, que no son uno, sino dos, y que no me esperaba para
nada.
Lo peor: hay
una canción que se me hizo muy pesada; Brillante.
Me pareció demasiado repetitiva y larga; creo que se podría haber resuelto
en mucho menos tiempo y habría dado el mismo resultado, sino mejor.
La molécula
efervescente: la última vez que Moana canta Qué hay más allá, SPOILER A PARTIR DE AQUÍ (selecciona el
texto para leerlo) cuando el espíritu manta raya y humano de su abuela y los de sus
antepasados navegan con ella mientras acepta su destino y que ella es la
elegida del mar.
Grado cósmico: Galaxia
{5/5}. Moana se ha convertido en una
de mis películas favoritas de Disney, sólo por detrás de Lilo&Stitch (¡lo siento, Mérida!)
¿Y tú? ¿Ya la has visto? ¿A qué esperas para llenarle a
Disney los bolsillos como premio por habernos dado, por fin, una película en la
que el amor (romántico, se entiende) es inexistente? ¿O por regalarnos otro
personaje como Merida, que lucha por lo que es suyo, o Tiana, que trabaja duro
para conseguir lo que se propone, o Nany, que hará lo que sea por cuidar de los
suyos?
Pues ya sabes qué hacer; espero impaciente leer tu
opinión. ❤
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