sábado, 21 de enero de 2017

The luck of the Irish.


Me había ido pronto de casa de Kiara. Tenía cosas que hacer con sus hermanas, y no quería molestarla. Además, estaba cansado, y con Kiara es imposible descansar.
               Así que llegué a casa un par de horas antes de lo previsto. Pillé a mamá en la ducha. Lo primero que hace esta mujer nada más levantarse es ir al baño. Se da una buena ducha de agua caliente, y como nueva.
               -Hola, mamá-saludé. Cerré la puerta tras de mí. La escuché cerrar el grifo del agua caliente. Y me imaginé que soltaba una risita baja.
               -Hola, cariño-celebró, feliz de tenerme en casa por fin. Últimamente no habíamos pasado mucho tiempo solos. Estas vacaciones, había estado más en casa de papá que en la de ella. Y me sentía un poco mal. Sé que mamá me echa mucho de menos cuando no estoy. Y yo a ella.
               Pero, cuando estoy con ella, sé que papá me echa de menos. Y yo a él.
               -¿Ya has desayunado?-pregunté, entrando en la cocina y dejando la bolsa de la cafetería de la esquina encima de la mesa.
               -Pues-meditó mamá un momento. Le gustaba tenerme en tensión, era mala como ella sola-, tenía pensado hacer galletas. ¿Quieres que les ponga praliné?
               -No, mamá, y tampoco quiero que las jirafas dejen de estar en peligro de extinción-repliqué, y la escuché reírse-. Voy a esperarte para desayunar, ¿te parece?
               -Como quieras, mi vida-la noté sonreír mientras hablaba. Creí que era por mí, pero no tenía por qué-. Pero te aviso de que acabo de entrar, puede que tarde un poco.
               -Pondré la lavadora.
               -Está bien-ronroneó mamá, volviendo a abrir el grifo. Se echó alguno de sus potingues en el pelo, y comenzó a separarse los mechones para asegurarse de que nutría toda su melena. Yo, mientras tanto, recogí la ropa sucia de mi habitación. Luego, me fui a la de ella. A veces, a mamá le aborrecía ir hasta el cesto de la ropa sucia. Así que dejaba lo que quería echar a lavar en la silla de su escritorio. Dado que nunca usaba su escritorio, no le causaba demasiado trastorno.
               Es decir, siempre trabajaba en la mesa del salón. Tenía mucha más luz. Y, cuando yo estaba en casa, nos íbamos a la mesa de la cocina. Era más grande y cabíamos los dos, cada uno con nuestro papeleo.
               Me gustaba hacer los deberes con mamá cerca. Nunca le pedía ayuda, ni ella me la ofrecía. Pero sentirla a mi lado me daba muchísima seguridad. Y calma.
               Por último, llamé a la puerta del baño. Apenas fue un roce con los nudillos, pero bastó.
               -Vía libre-anunció mamá. Abrí la puerta lo justo para sacar el cesto con la ropa, y tiré de él. Sin echar ningún vistazo dentro. Porque no soy un puto pervertido. Mi madre es preciosa, pero yo tengo mi ética.
               De haber echado un vistazo dentro, me habría dado cuenta de que la ropa que había colgada de los percheros no cuadraba con la que solía llevar mamá. Había dos camisetas.
               Y mamá sólo dormía con una.
               Escuché cómo se cerraba el grifo de nuevo desde la cocina. Cerré la puerta de la lavadora mientras mamá se secaba, y me fui al sofá. Cuando terminara, vendría a verme, como siempre.
               Me tiré en el sofá cuan largo era, sin mirar. Descubrí el sujetador de color burdeos cuando noté molestias en mi espalda. Capturé el tirante con los dedos sin saber lo que era. Tiré. Me lo quedé mirando un segundo. Y no le di importancia.
               Cuando estaba en casa y decidía que no iba a volver a salir, mamá se quitaba el sujetador. Sin quitarse la camiseta. A mí me parecía toda una hazaña, pero ella hacía que pareciera tan fácil…
               Estaba por gritarle que se despidiera de llevar la blusa semitransparente a trabajar esa semana, porque ya había puesto la lavadora cuando la descubrí, cuando me fijé en el trapo arrugado del suelo.
               Del mismo color que el sujetador.
               Sostuve el sujetador frente a mí, a escasos centímetros de mi cara. Comparaba el color de las dos prendas.
               Y estuve por echarme a reír. Joder, había pillado a mamá antes de que eliminara toda muestra de actividad sexual.
               Recogí sus bragas del suelo y las dejé al pie del sofá, preparado para cogerlas con los dedos de los pies, levantarlas en el aire y mirarla con las cejas alzadas, presto a decirle:
               -Por lo que veo tú también te lo pasaste bien anoche, ¿eh, muchacha?
               … cuando me di cuenta de una cosa.
               O, mejor dicho, de una no cosa.
               No había ningún paquete de plástico plateado cerca del sofá.
               Y estaba seguro de que mamá no se había quitado la ropa en el sofá sólo para irse después a su habitación.
               Me tiré al suelo mientras apagaba la estufa. Tenía que ser demasiado bueno para ser verdad.
               Sólo había una persona en el mundo con la que mamá se acostara sin usar protección.
               Yo era la prueba de aquella exclusividad.
               Esa ausencia sólo podía tener un significado.
               Papá.

               Miré debajo del sofá, a los lados, en las esquinas. Debajo de la mesa. Estaba a punto de incorporarme para mirar entre los cojines, cuando una voz me detuvo.
               -¿Qué haces en el suelo, Chad?
               Me quedé mirando a mamá, cubierta con una toalla que le dejaba al descubierto los hombros, con la piel todavía húmeda y brillante, y las mejillas enrojecidas.
               -Esto… se me ha caído un pendiente-espeté, y ella alzó las cejas, conteniendo la risa.
               -¿Un pendiente? ¿De verdad?-alzó las cejas-. ¿Cómo era? ¿De Swarovski?
               -Pequeñito. Como… de una perla-me inventé, recordando que eran los favoritos de Kiara. Hasta que caí en la cuenta.
               -Tú no llevas pendientes, hijo.
               Miré a un lado y a otro, con la esperanza de encontrar el envoltorio, que se me rompiera un poco el corazón. Pero poder hacérselo pasar un poco mal.
               Pero nada, no hubo suerte.
               -Claro-me golpeé la sien-. ¡Por eso no lo encontraba!
               -Levántate, Chad, vas a coger una neumonía, o algo así.
               Hice lo que me pedía, con energías renovadas. Papá había estado en casa.
               ¡Papá había estado en casa!
               ¡Y mamá se había desnudado para él! ¡En casa! ¡Joder, estaban juntos, estaban juntísimos! ¡Me apetecía abrir la ventana y gritárselo a todo Dublín! ¡Era la persona más feliz del mundo!
               Mamá me abrazó, con gesto contrariado por mi cara de alegría absoluta.
               -¿Qué tal la peli, mi amor?
               -Estuvo genial, Kiara no paraba de reírse. Por un momento, creí que nos iban a echar del cine-expliqué. La noche anterior, K y yo habíamos ido a ver una película que llevábamos esperando meses. Fuimos a la última sesión, antes de cenar.
               -¿Qué hiciste tú anoche?
               -Oh, ya sabes, lo típico. Vi una peli, comí palomitas, bebí un poco y me acosté-mamá se encogió de hombros. Siempre alzaba uno más que el otro. Puso los ojos en blanco.
               -¿No saliste?
               -Me quedé en casa. Como siempre, por otro lado. Hace muchísimo frío; no me apetecía salir. Además, ya sabes que tú eres el único chico con el que quiero ir a dar una vuelta los viernes de noche-me acarició la mandíbula. Sonreía. Le brillaban los ojos. Y papá tenía la culpa.
               Dios, cómo adoro a mis padres. Por separado, quiero decir. Pero cuando están juntos… guau.  Les besaría los pies.
               Mamá frunció un poco el ceño. Me pellizcó la mejilla.
               -¿Qué pasa, C? Estás rarísimo. ¿Te encuentras bien?
               -Más que bien. Genial, mamá-sonreí. Le estampé un beso en la mejilla. Y se rió.
               -Estás muy sonriente. ¿Has hablado con Aiden?
               -Sí, sí. Aiden-susurré. Hice caso omiso a las mariposas del estómago. Eran más bien como bombarderos cargados con bombas atómicas que vivían como en un pinball cuyas paredes eran las de mi estómago. No podía pensar en Aiden ahora. Tenía que celebrar lo de mamá y papá.
               Cosa diferente era que no me hubiera encantado verlo ayer. Kiara había insistido en ir a cenar a un restaurante diferente al que solíamos ir. Un poco más caro. Dijo que había conseguido más regalos de Navidad. Pero, en realidad, se había enterado de que Aiden se “dejaría caer por allí”.
               Vamos, que lo planearon todo. Aiden estaba allí con sus amigos, sentado en la esquina para ver bien la cola de los que íbamos pidiendo. Y yo sólo tuve que mirar en su dirección. Justo debajo de la carta de las hamburguesas.
               Kiara se las apañó para que una pareja se levantara y se fuera justo cuando nosotros nos acercábamos, ya con bandejas llenas de comida, a ver a Aiden. Era la mesa de al lado.
               Los amigos de Aiden se fueron a la bolera. Kiara desapareció para coger las entradas del cine entre la multitud. Y yo probé los besos salados de él, que me pegó contra la pared y me preguntó si me había gustado la emboscada.
               -Qué ricos-susurró mamá. Me sacó de mi ensoñación. Pero se lo perdonaría, que para algo me había dado la vida. Volvió a acariciarme la barbilla, y anunció-: Voy a echarme mis cremas. Me visto, y desayunamos juntos, ¿te parece?
               Asentí con la cabeza. Me pregunté si papá habría salido del baño en lo que habíamos estado hablando mamá y yo. Mamá atravesó el pasillo, se metió en el baño y cerró la puerta. No echó el pestillo. Siempre llamo a la puerta antes de abrirla. Es una manía que tengo, que ninguno de los dos me inculcó.
               No tengo ningún inconveniente en ver a mis padres desnudos. Es más: a veces, cuando vamos con prisa, me ducho mientras mamá termina de secarse, o salto a la bañera mientras papá se afeita.
               En mi familia no escandalizan los cuerpos desnudos.
               Y menos los de mis padres entre sí.
               Me moría de ganas de contárselo a Kiara. “K, adivina qué”, escribiría. Emoticono de una berenjena. Chico rubio. Chica morena. Bandera de Irlanda. Corona. Dedo señalando a la derecha. Pulgar e índice unidos en gesto de aceptación. Gotitas de agua.
               “¡¡No te lo puedo creer!!” bramaría Kiara, con un batallón de emojis equiparables a los míos.
               No, no. Me guardaría el mensaje para decírselo en persona. Tenía que verle la cara de alucine cuando le contara que mis padres se habían enrollado y que yo los había cazado casi in fraganti.
               Y lo mejor serían las caras de ellos al darse cuenta de todo. El cazador, cazado.
               Me levanté como un resorte del sofá. Saqué el móvil del bolsillo de los pantalones y me apoyé en la pared, al lado de la puerta.
               -Mamá-llamé.
               -Estoy detrás de la puerta, C-comentó con casualidad. Así no tendría que decirme directamente “no abras”. Y yo no lo haría. Y no me encontraría a papá pasándole las manos por la espalda, con o sin crema. Por el torso, ya sin crema. Por los muslos. Definitivamente sin crema.               -¿Has hablado con papá?
               Silencio de unos segundos. Los dos se miraron. No puede ser que lo sepa.
               Joder que si lo sé. Os estáis acostando, ¿y pretendéis que yo no me entere?
               ¡Pero si os estáis desnudando en un rincón de la casa y luego os vais al más alejado, dejando pruebas! ¡Por el amor de dios! ¡Somos irlandeses, no imbéciles, como los ingleses!
               -¿Cuándo?-preguntó, de nuevo con ese tono casual. O casi. Porque se la notaba tensa. Premio.
               -Pues… ayer. Para lo del finde-expliqué-. Verás, es que he estado hablando con Aiden, y queremos ir a una exposición de arte entre semana; así que voy a llamar a papá para preguntarle si le importa que me quede esta semana también.
               Silencio de nuevo. Los dos se miraron. Papá alzó las manos con las palmas vueltas hacia mamá.
               -No, no le importa-soltó mamá antes de que papá pudiera pararla.
               -¿Qué?
               -Quiero decir… seguro que no le importa. Ya sabes cómo es tu padre. Es genial lo de la exposición, C. Una cita en toda regla-ronroneó mamá.
               -Pues sí. ¿Estás segura de que no le molestará?
               -¡En absoluto! Además, según mis cálculos, el año pasado estuviste días más con él que conmigo. Sin contar los viajes. Así que me toca monopolizarte un poco-se echó a reír-. ¿Puedes buscarme la sudadera preciosa que me trajiste de Disneyland? La que tengo aquí está sucia.
               -Claro-me aparté de la puerta y me metí en su habitación. Momento que aprovechó para abrir, hacerle un gesto a mi padre con la barbilla y los ojos, y cerrar a toda velocidad. Me volví para mirarla.
               -Da igual-sonrió. Se tiró de la sudadera verde, que le hacía más brillantes los ojos. The luck of the Irish, se leía en letras doradas sobre un fondo verde esmeralda, con un trébol de color oscuro en su centro-. Resultó que era una motita de polvo de nada.
               Me la quedé mirando. Acababa de joderme la encerrona.
               ¿O no?
               Clavé los ojos en la puerta.
               -¿Por qué cierras?-pregunté, señalando el trozo de madera tras ella, que ocultaba el baño y lo que hubiera en su interior-. ¿No quieres que ventile?
               Mamá se puso pálida.
               Chad 1, mamá 0.
               No se podía creer que hubiera sido tan rápido con mi inquisición.
               Yo tampoco, la verdad.
               -Es que… he echado… ¡disolvente!-casi gritó, y me la imaginé estrechándose la mano mentalmente-. Para las cañerías. Estaban atascadas. Ya sabes, eh… la melena-explicó, tirándose del pelo, hundiendo su mano en su cabellera negra como la noche, la que me había dejado heredar, y estirando los mechones.
               -Ajá. Las cañerías.
               -Sí, ya sabes. No todo lo que recojo es lo que se me cae. Voy a acabar alopécica perdida. Más te vale ir ahorrando para comprarle una peluca a tu madre-bromeó. Nos reímos, me acerqué a ella, y le di un beso en la sien.
               Y vuelta de nuevo al ataque. ¡Compañía, atención!
               -Hueles genial, mamá-susurré.
               -Oh, gracias, tesoro. Podrás ser más mono-me pellizcó el moflete.
               -¿Sabes qué huele genial también? La ropa de la cama-expliqué, y ella alzó las cejas. No se le empezaron a caer gotas de sudor de milagro-. Y tu ropa. A colonia cara.
               -Es que he cambiado de perfume-mintió a la velocidad del rayo-. Gracias por regalármela, por cierto-me besó la mejilla. Uy, cuando mamá se ponía así de cariñosa era que pasaba algo.
               O que yo acababa de llegar a casa. Que no era el caso.
               -Es curioso, porque no recuerdo haberte comprado colonia de hombre.
               Me miró. Sus ojos verdes chispearon un segundito. Lo suficiente como para que yo me regodeara. E hiciera una conga mental.
               -Será por el trabajo-dijo por fin.
               ¿En vacaciones, mamá?
               -Es igual que la de papá-ataqué. Ella tragó saliva.
               -¿De veras? Qué cosas, será que la llevan muchos hombres. Tu padre siempre olió muy bien. Bueno, él, y media Irlanda, ya me entiendes. O sea-se llevó las manos a la boca-. No estoy diciendo que me gustara ir oliendo a media Irlanda. Ni que haya olido a media Irlanda, ¿sabes? Eres fruto de algo muy especial, C.
               -… vale.
               -Ahora que lo pienso, creo que no hay nadie en Irlanda que huela tan bien como tu padre. Salvo tú. Tú también hueles muy bien-comenzó a hablar atropelladamente-.Dios, no me cansaba de olerte cuando eras un bebé, te tenía todo el rato pegado a la nariz, y tus mofletitos, ay… y tu padre me decía que te iba a desgastar, pero tú eras mi niñito, aún lo eres, y Niall… esto, ¿desayunamos?
               Ojalá siga tirándose a papá, no porque puedan volver, sino porque es genial cazarla mintiendo como una colegiala.
               Asentí con la cabeza. Mamá me sonrió, se hizo a un lado. Hizo que fuera delante de ella. Puede que para vigilar que no abriera la puerta del baño por sorpresa, y me encontrara a papá allí.
               Llenó dos tazones a rebosar con leche. Echó dos cucharadas soperas de chocolate en polvo en cada uno y comenzamos a revolver.
               Papá decidió aprovechar el escándalo que formábamos con las cucharas para salir del baño e ir a la habitación. Se vistió mientras comíamos.
               Y tiró algo de una estantería mientras terminaba de abotonarse la camisa, una centésima de segundo antes de que mamá carraspeara sonoramente, se levantara de un brinco y se mirara las manos apoyadas en la mesa.
               -Tengo que coger el móvil. He pedido un paquete y se supone que llega hoy.
               -Pero es sábado, mamá. No hay paquetes los sábados.
               -Pues yo pagué gastos de envío exprés, a mí que no me jodan-soltó, y salió disparada en dirección a la habitación. Cerró la puerta, fijo que para que yo no oyera cómo le preguntaba a papá si era imbécil, si le parecía gracioso, si le hacía ilusión que yo me hiciera ilusiones y me rompieran entre los dos el corazón.
               La cara que se le quedó cuando terminó con su perorata, volvió a la cocina y se encontró con sus bragas y sujetador de color burdeos encima de la mesa. Di un sorbo dramático de mi chocolate instantáneo mientras ella miraba, pálida y a la vez coloradísima, su ropa interior, la prueba del delito, lo último que había llevado puesto antes de que papá la reclamara como suya en el sofá.
               -¿De dónde has sacado eso?-inquirió. Puede que estuviera pensando una respuesta inteligente, un argumento que me engañara, como que llevaba un montón de tiempo buscando ese conjunto…
               … pero me adelanté.
               Dejé la taza en la mesa con delicadeza, porque yo no soy hijo de Niall Horan sólo por mis ojos: el dramatismo de mi padre me corre por las venas.
               -La próxima vez que te tires a papá en el sofá, por lo menos coge un condón para que yo no tarde dos segundos en saber que es él.
               Mamá se pasó una mano por el pelo aún húmedo. Bufó.
               -Estoy hasta el coño de vosotros dos-dijo por fin, y yo me eché a reír a mandíbula batiente-. Voy a adoptar una iguana, que seguro que da menos disgustos. Su cara, y ya está. ¡Niall!-llamó por encima del hombro, y una puerta mágica se abrió en el otro extremo de la casa-. Ven a desayunar, venga.
               Unos pasos gloriosos por el pasillo. Y luego, las puntas rubias del pelo de mi padre asomando por la puerta. Un segundo antes que el resto de su cuerpo.
               Y, ¿recuerdas lo que dije de que yo era la persona más feliz del mundo? ¿Que quería abrir la ventana y gritarle a todo Dublín que papá y mamá estaban juntos? Pues lo retiro: papá era la persona más feliz del mundo, papá quería gritarle a toda Europa que estaba con mamá.
               Su sonrisa daba fe de ello.
               -Hola, papá.
               -Hola, hijo.
               -Disolvente, ¿eh?-miré a mamá, que se puso colorada hasta las puntas de las orejas.
               -Te sacaré una taza, Niall-dijo, incorporándose.
               -Gracias, Vee.
               -¿Café? ¿O chocolate?
               -Chocolate está bien, gracias.
               -Vale. Lo único que… es instantáneo.
               -Da igual, tú siempre has comprado la mejor marca de chocolate instantáneo del mundo.
               -Sí-sonrió mamá, apartándose el pelo de la cara-, es verdad. Es la mejor.
               -Así que-dije por fin, terminado mi inmenso tazón de chocolate y mirándolos, después de que mamá le llenara el suyo a papá con la jarra de leche calentita y él la mirara como si fuera la tarea más complicada del mundo-, ¿cómo pasó?
               -Te refieres a “esta vez”, ¿no?-se burló papá, mientras mamá ponía los ojos en blanco.
               -Perdona, Niall, ni que nos enrollemos tan a menudo.
               -¿Cuántas veces nos acostamos el año pasado, Vee?
               -Tres.
               -He dicho el año pasado, no el mes.
               -Estúpido-sonrió mamá, dando un sorbo y mirándome-. Pues, estaba aburrida viendo la tele, y tu padre llamó al timbre…
               -¿Cómo puedes ser tan mentirosa?-estalló papá, riéndose y cruzándose de brazos.
               -Vale, me mandó un mensaje.
               -Prueba otra vez, Vee. Creo que se te está subiendo el azúcar.
               -¡Vale, vale!-puso los ojos en blanco-. Yo le mandé un mensaje-admitió.
               -Me llamaste.
               -Estaba borracha.
               -A mí me sonabas muy sobria.
               -Estaba medio borracha y aburrida.
               -Sí, y cachonda también un rato.
               -¡Niall!-mamá dio un golpe en la mesa-. ¡Que Chad está delante!
               -¿Te crees que a nuestro hijo le va a escandalizar saber que su madre puede ponerse cachonda? ¡Pero si ya lo sabe! Además, Vee, si yo tuviera una madre tan buena como la suya, digamos que me encantaría saber que se pone cachonda de vez en cuando.
               Mamá y yo nos lo quedamos mirando.
               -Es el cumplido más raro que he escuchado en mi vida-dije por fin.
               -Sí, y también es la cosa más bonita que me ha dicho en 20 años-asintió mamá-. Supongo que, cuando te pasas la vida escribiendo canciones para que todo el mundo se derrita, te queda poca inspiración de margen.
               -Sí, me pregunto quién me inspiraría para la gran mayoría.
               Mamá sonrió, jugando con el asa de su taza.
               -Mira qué cara, C, ¿de verdad te piensas que no me llamó, sobria como no lo ha estado en su vida, para pedirme que viniera a hacerle compañía?
               -Lo que no me entra en la cabeza es que no vinieras por iniciativa propia.
               -¡Zas!-sonrió mamá, sacándole la lengua a él.
               -Yo no tengo llaves.
               -Como si no te fuera a abrir la puerta si vinieras.
               -¿Y otras cosas, mamá?
               -Estás a dos segundos de que te castigue para el resto de la eternidad, Chad-amenazó. Yo lo dejé estar-. Oye, ya que estamos los tres aquí, ¿por qué no habláis de lo de la semana que viene?
               -A mí no me importa que te quedes, C-informó papá antes de que yo pudiera repetir mis planes. Lo había escuchado perfectamente-. O sea, evidentemente, estoy encantado de que estés en casa, son los mejores días; pero tienes una vida, así que por mí, está perfecto que te quedes un poco con tu madre.
               -¿Me echarás de menos?
               -Te echo de menos siempre que vienes a su casa, pero, ¿qué le voy a hacer? Estaré bien. En serio-me acarició la mandíbula. Mamá lo observó.
               -¿Y por qué no te quedas a comer un par de días, y así os veis, y os contáis cómo os va? Podrás enterarte de primera mano de las novedades sobre el primer novio de tu hijo-ofreció mamá. Hizo un gesto con la cucharilla en mi dirección, y guiñó un ojo.
               -¡Sí! ¡Estaría genial! ¡Venga, papá!-casi me pongo a dar palmadas de la ilusión.
               -No sé, Vee-replicó papá, desinflando mis expectativas. Se frotó al barbilla, pensativo.
               -Venga, Niall. Hay sitio para ti en esta casa siempre que quieras venir. Te abriré la puerta, ya lo sabes.
               -No quiero incordiarte.
               -Pf-sacudió la mano-. No incordias. Eres el padre de mi hijo.
               -De su único hijo-alcé las cejas-. Y eso es como… súper importante para una mujer.
               -Tú no te me crezcas, señorito. Venga, Niall. Es cierto. Eres el padre de mi hijo. Además de Niall Horan-sonrió mamá, y papá también-. Estamos en Irlanda; aquí, eres poco menos que Dios.
               -No para quien a mí me interesa-replicó papá, sonriendo. Volvió a cruzarse de brazos. Mamá alzó una ceja. Se rió entre dientes, haciendo que papá clavara los ojos en su boca. Asintió despacio con la cabeza, susurró un suave “de acuerdo”, y se atusó el pelo.
               Se miraron largo y tendido. A los ojos. Era como si estuvieran manteniendo una conversación muy profunda. Tanto, que las palabras no bastaban para sostenerla. Me descubrí a mí mismo conteniendo la respiración.
               Por dos cosas: sentía que sobraba, sinceramente.
               Y porque era ahora o nunca.
               El momento que debería haber sucedido nada más romper. Lo que habría evitado las semanas yendo de un lado a otro de Dublín. Las separaciones. El no poder llevar a clase una camiseta, porque me lo había dejado en casa del otro.
               Papá debería pedírselo. O mamá debería pedírselo a él. Volver. Ser una familia. Como cuando me estaban esperando. Podría dársenos bien ser tres. Nunca nos habíamos dado una oportunidad.
               Pero ninguno de los dos dijo nada. Así que me vi obligado a romper el silencio.
               -¿Por qué no te quedas también a comer, papá?
               Los dos me miraron. No había sorpresa. Era como si estuvieran esperando a que yo interviniera. Puede que fuera yo, después de todo, el que tenía que dar el paso. Si no se habían acercado más en 16 años, no lo harían por sí solos. Necesitaban una ayudita.
               -¡Es una idea genial, Chad!-festejó mamá, y papá sonrió. No sonrisa nivel “he ganado un Grammy con mi banda, mi canción en solitario es número uno, ¿te puedes creer que la gente me quiere, a pesar de que Simon Cowell me dijo una vez que era un sobrado, que me creía mejor de lo que en realidad soy?”. No.
               Nivel: la mujer a la que amo y con la que he tenido un hijo, la única mujer con la que podría tener un hijo, la única musa que me visita cuando estoy escribiendo, quiere que coma con ella, a pesar de haber pasado la noche juntos.
               -Con una condición, Vee.
               -¿Que es?-ronroneó mamá, parpadeando despacio. Encandiló a papá con sus pestañas. No me extrañó lo más mínimo.
               -Que me dejes cocinar a mí.
               -Ni de broma. La última vez que comimos juntos, cocinaste tú. Me toca a mí.
               -¿Cómo eres tan orgullosa, mujer?
               -Es mi casa-mamá se encogió de hombros. Y hasta ahí llegó todo.
               Fuimos a sentarnos al salón, les hablé de mi noche. Ellos no me hablaron de la suya. Mamá me preguntó cuándo les iba a presentar a Aiden. Papá dijo que podría traérmelo a casa. Yo les dije que, no sé, cuando no llevara dos semanas con novio, puede que me lo planteara. Era demasiado pronto. No quería espantarlo.
               -Vais a hacer un mes pronto-observó mamá. Era buena con las fechas. Yo asentí. Me encogí de hombros.
               -No quiero precipitarme.
               -Eso está bien-observó papá. Fue entonces cuando reparé en que le acariciaba el costado con los dedos a mamá. El cuerpo de ella estaba ligeramente inclinado hacia el de él. Y él, estaba medio sentado, medio tumbado en el sofá, en una postura vulnerable y a la vez cómoda, confiada.
               Nos peleamos por el menú del día. Al final, bajé con mamá a comprar verduras, después de hacerle prometer a papá que no se largaría a ningún sitio.
               -Como si quisiera irse-bromeó mamá, cogiendo su bufanda y abriendo la puerta.
               No podía creerme que siguiera allí cuando volvimos. Me parecía que estaba viviendo un sueño. De verdad. Y mamá me lo notaba, me notaba súper ilusionado. La hacía muy feliz estando así. Es lo bonito de las madres: tú las haces felices siendo feliz, y ellas te hacen feliz siendo felices. Es un círculo vicioso, que se retroalimenta, de cariño y amor.
               Me tumbé en el sofá, al lado de papá. Me apoyé en su hombro. Me dio un beso en la cabeza, me acarició el costado, y siguió mirando el canal de deportes. Estaban echando un torneo de golf. Cómo no.
               -Qué típico.
               -Déjame, Vee-protestó papá. Ella se sentó a mi lado. Yo era como una loncha de jamón, y ellos eran mi pan. Éramos un sándwich.
               Me quedé dormido, acunado por sus respiraciones (que, por cierto, estaban acompasadas) y calentado por sus cuerpos. No me enteré de cuando mamá se levantó del sofá para ir a preparar la comida. El golf era demasiado aburrido para mantener mi atención.
               Tampoco me inmuté cuando ella entró en el salón armada con una cuchara de madera. Siempre me hacía probar los platos, para asegurarse de que me gustarían. Esta vez, le tocó probarlos a papá, que chupó la cuchara, le dio un beso en la mano a ella, y terminó levantándose, tapándome con una manta y yendo a la cocina.
               -¿Te ayudo con algo?
               -Estoy bien.
               -Eso ya lo sé, llevo sabiéndolo años, Vee.
               Mamá se echó a reír suavemente. Siguió tarareando la canción del día. De haber estado despierto y haber podido escucharla, habría dado botes de alegría.
               Claro que, ahora que lo pienso, tampoco es algo muy inusual que te pongas a cantar una de las canciones del padre de tu hijo cuando has pasado la noche con él. Pero aun así.
               Papá observó a mamá cocinando y tararear, haciendo como que no estaba ahí. Y, cuando ella llegó al estribillo, descruzó los brazos, la tomó de la cintura, le plantó un beso en el hombro y le susurró al oído:
               -Aunque todo el mundo estuviera mirando, seguiría bailando contigo, conduciría kilómetros y kilómetros para estar ahí contigo…
               Mamá se echó a reír en silencio, le acarició el mentón.
               -Déjame cocinar, Niall.
               -Una y otra vez, la única verdad-replicó él, besándole el hombro otra vez. Ella se rió.
               -Todo regresa a ti-susurraron a la vez, él mirándola a ella, ella mirando al vacío.
               Mira, de verdad, siempre me duermo en lo más interesante de las películas. Kiara se parte, pero a mí no me hace ni puta gracia. Creo que habría estallado de haberlos oído cantar. Seguía siendo navidad para mí. El invierno me traía las mejores cosas.
               Mamá se dio la vuelta, miró a papá a los ojos, le pasó los brazos por los hombros y jugó con su pelo.
               -Niall-susurró.
               -Vee-replicó papá. Qué bien, mis padres se saben sus nombres.
               -Se me va a quemar la salsa.
               -A ti nunca se te quema nada-papá le acarició la nariz con la suya. Pero fue mamá la que se puso de puntillas y le besó. Porque ella se hace la dura, pero en el fondo está peor que él-. Uf, Vee…
               Mamá se rió por lo bajo. Se dio la vuelta y siguió salteando las verduras.
               -No me hagas esto.
               -Tengo que daros de comer, a ti y a tu hijo.
               -¿Puedo comer yo antes que él?
               -¡Niall!-siseó mamá, echándose a reír de nuevo. Mi madre tiene la risa más bonita del mundo. De alucinar. Deberían hacer películas con su banda sonora dedicada exclusivamente a su risa. Oscar garantizado.
               -Te deseo-le dijo él, y ella se mordió el labio-. Aquí. Ahora.
               -Chad está aquí al lado-respondió, igual que respondió su cuerpo a la mano de él que bajaba por las curvas de ella.
               -Me da igual que esté ahí, Vee-le apartó el pelo del hombro con una mano, mientras con la otra probaba suerte. Siguió por su cintura, más allá de sus caderas, por dentro de los pantalones.
               Y ella no lo paró.
               Ni cuando cruzó con la punta de los dedos la frontera de su ropa interior.
               No sólo no lo paró: es que bajó el fuego de la sartén, mientras se le encendían las mejillas.
               -Ya estás caliente tú por las dos, ¿eh?
               -Cierra la boca, Niall-bufó mamá, echando la cabeza hacia atrás y dejándose acariciar. Apoyó la nuca en su hombro, la mano en la mejilla contraria de él, sus labios en el cuello.
               -Puedo amarte y hablar contigo a la vez, ¿sabes?
               -Pero yo no puedo concentrarme si me hablas.
               -Vale-susurró él, besándole la boca-. En silencio, entonces.
               -Sí. Despacito. Por ahí-gimió mamá, cerrando los ojos. Papá se frotó un poco contra ella. Se le aceleró la respiración.
               -Vee.
               -¿Qué?-ronroneó mamá, todavía deshecha entre sus dedos.
               -Antes de que nos lancemos… tengo que decirte algo.
               Mamá abrió los ojos de sopetón, lo miró, y se sacó la mano de él de sus bragas sin miramientos. Cogió la cuchara de madera y siguió con la salsa.
               -¿Vee? ¿Estamos bien?
               -Dímelo tú, Niall-espetó mamá, mirándolo de arriba abajo-. ¿Quién empezó esta vez? ¿Liam? ¿Louis? ¿Harry? Sorpréndeme. Dime que fue Zayn. Por primera vez en 20 años, la iniciativa la llevaría Zayn.
               -Fui yo-admitió papá, pasándose la mano por la nuca. Mamá puso los ojos en blanco.
               -Típico.
               -Tengo cosas escritas. Pero ya es de mucho antes. Louis y Liam están en ello. Louis dice que tiene 7 canciones terminadas, y Liam está mirando el fondo. Se están pasando mezclas.
               -¿Y tú? ¿Qué tienes tú hecho?
               -Nada.
               -Niall-mamá le lanzó una mirada envenenada.
               -Bueno, puede que tenga una maqueta.
               -¡Niall!
               -Está bien. Tengo 3. Una casi acabada. En acústico.
               -Por Dios, Niall.
               -Lo echo de menos. Ya lo sabes. Es mi vida. Pero, Vee… también te echo de menos a ti.
               -Sí, como la última vez. Y la última. Y la anterior a la última. Y antes de que me quedara embarazada de Chad. Llevas toda la vida echándome de menos, como si fuera yo la que elige si nos separamos o no.
               -¡Es que es porque tú no quieres por lo que no estamos juntos!
               -¡No, Niall, es porque tú no eres capaz de entender que yo no puedo vivir así! ¡Puede que tú puedas ir de un lado para otro, con una mujer esperándote en cada puerto, pero yo necesito una rutina, necesito estabilidad! ¡Necesito alguien que me ponga por delante de todo lo demás, por una vez! ¡Tengo un hijo que cuidar, Niall! ¿Cómo crees que habría crecido Chad, si te hubiéramos seguido por cada avenida, cada estadio, cada puto club en el que tocabas?
               -Ya sabías lo que había cuando me conociste.
               -Y tú ya sabías lo que había cuando te enamoraste de mí.
               Papá se la quedó mirando.
               -No me arrepiento de estar enamorado de ti.
               -Yo tampoco. Me has dado a Chad.
               -No lo digo sólo por Chad.
               Mamá lo miró un momento.
               -Yo tampoco lo digo sólo por Chad.
               -¿Pues entonces? Él siempre ha sido la excusa. Pero quiere esto más que nosotros, y créeme, yo lo deseo muchísimo. No hay noche que no me duerma pensando en lo que me encantaría que estuvieras a mi lado, ni hay mañana que me levante deseando verte, con tu pelo alborotado y tus ojos de recién levantada. Joder, Vee, no puedes decirme que lo de ayer no fue mágico, que esta mañana no fue la mejor en muchos años, porque yo también te lo noté.
               -¿Fue mágico como los tours?-atacó mamá-. Porque estás siempre igual. Te llevabas a Chad porque a él le encantaban, y no ocupaba mucho. De lo contrario, se habría quedado en casa, igual que me quedé yo, y no pronunciaría nunca la palabra “papá”, porque tú no estarías allí para criarlo, igual que yo no he pronunciado nunca la palabra “marido”, porque preferías a las miles de crías chillando cada vez que la cámara te enfocaba antes que a mí.
               Papá la miró con las manos metidas en los bolsillos.
               -No estás siendo justa conmigo, Vee.
               -Tú tampoco lo estás siendo conmigo-a mamá empezaron a picarle los ojos, y se volvió hacia su comida. Estaba a punto de quemarse. Se limpió rápidamente las primeras lágrimas-. ¿A qué estás jugando, Niall? Me das esperanzas, me dices que quieres volver, me haces el amor como no me lo has hecho en años, me aseguras que estás dispuesto a sacrificarlo todo. “Tengamos otro niño, Vee. Chad se muere por tener un hermano, y yo me muero por tener una hija”, me pides mientras me quitas la ropa, y justo cuando me tienes comiendo de la palma de la mano, cuando estoy considerando dejar de tomar la píldora, y ser por fin una familia como Dios manda, me haces lo de siempre. “Soy músico ante todo, estoy casado con la música”. Pues vete a la mierda, tú, con tu estúpida música, y tu…
               Pero no pudo seguir. Y menos mal. Ahora, agradecía estar dormido. No habría resistido escucharlos pelearse así. Es horrible que discutan, especialmente teniendo en cuenta lo poco que están juntos.
               Papá la calló con un beso, un beso en el que ambos ofrecieron sus vidas.
               -Estás confundida-comentó papá, acariciándole la mejilla, llevándose una lágrima con el pulgar.
               -Pues claro que sí, Niall, por dios; no haces más que mandar señales contradictorias, y yo ya no soy una cría, ¿sabes? Me duele más cuando me desilusiono, porque me cuesta muchísimo ilusionarme, y…
               -No, no es por eso-papá le sonrió, triste-. Estás confundida porque piensas que estoy casado con la música. Soy músico, sí. Pero no estoy casado con la música. Tú eres la música de mi vida, Vee. Y no estamos casados. O sea-se explicó-. No me malinterpretes. Quiero a Chad con locura, por encima de todas las cosas. Pero él es la orquesta. Tú eres la música.
               -No más discos-pidió mamá.
               -Ni lo sueñes.
               -No más conciertos.
               -No ha nacido mujer que me vaya a bajar de los escenarios, y tú lo sabes, Vee. No me apartes así de tu lado.
               Mamá agachó la cabeza. Cuando la alzó de nuevo, había resolución en sus ojos.
               -No más tours internacionales de casi un año.
               Papá caviló un momento.
               -Eso… puedo cumplirlo.
               -Y con “internacionales”, hablo de Inglaterra también.
               -Mi amor. Estoy en una banda con cuatro ingleses. Es un poco complicado que no haga tours por Inglaterra.
               Mamá suspiró. Le puso la mano en la mejilla.
               -Quiero decirte que sí, Niall.
               -¿… pero?
               -Pero… me estoy quedando sin peros. Y yo ya no estoy para que me rompas el corazón otra vez.
               -No lo haré. Yo también he crecido, ¿sabes?
               -Ya lo veremos-se puso de puntillas y le besó en los labios.
               -¿Eso es un sí?-festejó papá.
               -Es un depende. Puede que estemos en Irlanda, pero bien sabes tú que yo no tengo Dios. Ni siquiera tú. Y no voy a dejar que nos dejes hacernos ilusiones, y luego nos dejes tirados. Chad lo pasa muy mal cuando rompemos. No quiero hacerle daño a mi hijo.
               -Ahora, la de las señales contradictorias eres tú, Vee.
               -De momento vamos a seguir como hasta ahora. Como amigos. Buenos amigos. Que se acuestan de vez en cuando, cuando se pasan con el vino-mamá sonrió-. Saca el disco. Haz lo que creas conveniente. Si estamos destinados a pasar, pasaremos.
               -Pero… sabes que pueden pasar meses antes de que todo esté atado y sepa lo que vamos a hacer, ¿no?
               -La santa paciencia que yo tengo para estas cosas no es ni medio normal, Niall.
               Papá depositó un beso suave como el aleteo de una mariposa en sus labios.
               -Gracias por entenderlo, Vee.
               -Sí, de nada. Me pregunto cuántas de tus crías estarían dispuestas a aguantarte lo que te aguanto yo.
               -Tampoco soy tan malo-mamá puso los ojos en blanco-. De todas formas, creo que las que me piden que las estrangule tienen bastante aguante.
               Mamá volvió a reírse. Y con eso se acabó la discusión. Siguieron de buen humor toda la comida. Aunque ya no era lo mismo que por la mañana. Estaban un poco más fríos. Más distantes. Menos ilusionados, porque ninguno de los dos había conseguido lo que quería.
               Cuando papá se fue, ya caída la noche, le dije a mamá en broma que tal vez fuera hora de ir dándole una copia de las llaves de casa.
               -No te pases, Chad-se echó a reír-. Me gusta invitarlo-recalcó-, ya lo sabes.
               Lo que no me dijo es que papá tenía una copia de las llaves del piso, guardada en un cajón. Porque creía que se había olvidado de que las tenía.
               Igual que mamá pensaba que también había perdido las de su corazón. Por eso no iba a darle otras: tendría que ganárselas. Se refugiaría en casa, el único lugar donde no se ahogaba con los recuerdos de él. Se refugiaría en lo más profundo de su corazón, donde podía engañarse y decir que seis meses sin verlo eran soportables. Porque él los soportaba.
               Lo que mamá no sabía era que papá tenía una única foto en favoritos en el móvil, y que miraba todas las noches que pasaba fuera de casa: nosotros tres de vacaciones, el año en que todo se torció.
               Y que a papá no le gustaba empujar las puertas. Prefería que se las abrieran. Especialmente, cuando era la de mamá.


No puedo creerme que esté a mi lado cuando me despierto y me la encuentro ahí. Es la primera vez que duerme conmigo desde que tuve la bronca con su hermano, y sentir sus brazos alrededor de mi cintura, la ropa arrugada dentro o fuera de la cama, a nuestros pies, para no molestarla, me hace ver que estoy bien. Que no todo es tan grave, y que hay belleza en la oscuridad igual que la hay en la luz porque, vale, sí, de noche no se aprecia toda la arquitectura de una ciudad, pero, ¿qué me dices de las luces que alumbran sus calles?
               La beso en la cabeza, y la despierto irremediablemente. Abre los ojos con mucho trabajo, y me mira, y su boca se tuerce en una preciosa sonrisa. Su pelo enredado cae por sus hombros desnudos como las llamas de un sauce llorón que intentan alcanzar el estanque al lado del que lo han plantado, puede que con suerte pesque algún pez con sus hojitas.
               Todavía le brilla la piel, es increíble cómo es capaz de robar esencia estelar cada vez que yo la ayudo a alcanzar el firmamento con nuestros cuerpos.
               -Hola-saluda dulcemente, tímida, apoyándose en la almohada y llevándose una mano a la boca para tapar su sonrisa tonta.
               -Hola-replico, y ella se muerde el labio. Le gusta escuchar mi voz de recién levantado, dice que se me queda ronca, que sueno como cuando estoy excitado, que le recuerda a lo que hemos hecho la noche anterior.
               -¿Estás bien?-pregunta, acariciándome el pecho, haciendo figuras tribales sobre mi abdomen. Asiento, me pongo una mano debajo de la cabeza y la miro.
               -Genial, ¿y tú?
               -También. Lo de anoche fue… guau-sonríe, se le encienden un poco las mejillas, mi niña preciosa, la que es demasiado tímida para poner con palabras sin ponerse colorada lo que quiere que le haga, y demasiado lanzada como para no quedarse sin voz con tal de celebrar que la hago feliz.
               -Sí, fue genial. Tú eres genial, El.
               Se arrastra por la cama hasta besarme.
               -Te quiero-me dice, y yo sonrío.
               -¿…pero?-sugiero.
               -Pero tengo que ir al baño-se echa a reír, rebusca en la cama hasta encontrar sus bragas y una camiseta mía, se la pone, salta de la cama, me besa y sale de la habitación. Afino el oído para escuchar sus pasos, y, de paso, oigo cómo Sabrae putea a Alec de una forma en que no le han pinchado a él en su vida.
               -No te pongas eso-protesta Alec, en tono lastimero.
               -Me pondré lo que quiera, que para algo estoy en mi casa-replica Saab, riéndose. Intuyo la sonrisa de Al cuando dice:
               -Pues te lo quito.
               -Será que te molesta mucho, para lo que quieres hacerme.
               -Me hace querer hacértelo más; además, toda la ropa que lleve tu cuerpo me ofende sobremanera.
               -Qué tonto eres, Al-replica Sabrae, se echa a reír suavemente, escucho cómo se besan un par de veces, y finalmente las manos de Sabrae consiguen separar los brazos de él de su cuerpo-. Vístete, venga. Vamos a desayunar.
               -Mis desayunos suelen ser sin ropa, bombón, y suelen ser mujeres preciosas que tengo delante.
               -¿Sí? Qué lástima, en esta casa somos musulmanes, no caníbales. Venga, si te portas bien, te doy el postre luego.
               -Joder, Sabrae-suspira Alec trágicamente.
               -Joder, Alec-la imita él. Se enrollan un poco más y finalmente abren la puerta de la habitación, justo cuando Eleanor abre la de la mía, y mi chica hace un puchero al encontrarme medio vestido, ya con los pantalones.
               -¿Vas a algún sitio?-inquiere.
               -Esperaba comer, la verdad. Estás deliciosa, mi amor, pero no me aportas muchos nutrientes-bromeo, y ella sonríe, se pone colorada hasta la punta de los dedos de los pies, se mira las piernas, cierra la puerta y me pregunta si necesito algo… por ejemplo, mi camiseta. Y se la quita sin esperar a que conteste.
               -De repente no me apetece desayunar-digo, mirando cómo se contonea en bragas por mi habitación. Esa ropa es la que debería llevar siempre, y mi habitación debería ser su hábitat natural, del que no debería salir, igual que los animales endémicos que no se atreven a dar un paso más allá de las líneas divisorias de sus territorios.
               -Pues es la comida más importante del día, Scott-me guiña un ojo, revolviendo en mi armario y cogiendo la primera camiseta que le parece lo bastante caliente.
               -Sí, nena, sigue diciendo mi nombre en ese tono mientras tienes el culo en pompa.
               -Eres imbécil-replica, y me tiende la mano-. Venga, vamos a desayunar.
               Ella baja dando brincos, porque el sexo la hace feliz, yo la hago feliz, y el sexo conmigo ya ni te cuento, y entra en la cocina con una sonrisa radiante, le da un beso en la mejilla a Sabrae, y otro a Alec, y se pone a revolver en las alacenas como si estuviera en su casa y supiera dónde está todo.
               -Alguien triunfó esta noche, ¿eh, Al?
               -Lo dices por tu hermana, ¿a que sí?-responde mi amigo, chocando el puño con él, mientras Sabrae pone encima de la mesa una caja de cereales. A continuación, se pone a revolver en las alacenas superiores, buscando más boles, situación que Alec aprovecha para ponerse ciego a mirarle el culo a mi hermana pequeña, que ni se molesta en bajarse una camiseta que bien podría ser de Duna y le deja media espalda al aire, amén del tanga rosa que ha sido motivo de discordia entre ellos dos.
               14 años tiene esta puta cría de los cojones. ¿Debería preocuparme porque me la van a dejar embarazada antes de que cumpla mi edad? ¿O quizá sería más sensato ligarle las trompas y vivir la vida tranquilamente? Total, tengo otras dos hermanas. Será por sobrinos. Esa no va a ser la cuestión.
               Alec no le quita los ojos de encima y ni se inmuta cuando Sabrae abre y cierra las alacenas hasta 4 veces, porque se está equivocando a posta de puertas para seguir con ese espectáculo erótico. Al se frota la mandíbula, se muerde el labio, gruñe y no deja de mirarla. Bien podría aparcar un OVNI en el jardín de mi casa, que él sólo tendría ojos para lo que hace Sabrae.
               -Sabrae-protesto, cogiendo lo que busca y tendiéndoselo. Ella abre sus ojos oscuros con inocencia.
               -¿Sí, Scott?
               -Deja vivir a Alec.
               -No sé a qué te refieres-pero sonríe, porque lo sabe de sobra.
               -Deja de provocarlo.
               -No le hagas caso, bombón; no te calmes nunca, pasa de tu hermano-sonríe con malicia-, tú no pares. Lo que he hecho hasta ahora no ha sido vivir, créeme.
               -Pero, ¡si no estoy provocándote!
               -¿Estás respirando?-inquiere él. Eleanor se lo queda mirando.
               -Deberías escribir un libro de frases de ligar, Alec.
               -Tendrás queja de las que te digo yo-espeto.
               -Claro, criatura-responde Sabrae, dejando los boles encima de la mesa, al alcance de las manos de él.
               -Entonces, me estás provocando, bombón.
               Sabrae sonríe con malicia.
               -¿Le demostramos a Scott cómo te provoco en serio?
               -Joder, claro que sí.
               Y va la puta cría, y se sienta a horcajadas encima de él, a comerle la boca salvajemente. Exclusiva: en esta casa, al final, no somos musulmanes: somos caníbales.
               Estoy por preguntarle si cree que su familia biológica venía de alguna tribu devora-hombres y de ahí le viene ese gusto por comer bocas ajenas a Sabrae, pero me contengo cuando mi hermana me obsequia con una visión poco frecuente: se pone roja como un tomate y se separa de Alec, con expresión avergonzada, cuando mamá entra en la cocina y se los queda mirando, con las cejas alzadas.
               Qué paciencia tiene mi madre, de verdad. Yo la mandaría escaleras arriba de un bofetón, si todavía ayer teníamos que quitarle la plastilina porque se empecinaba en comérsela.
               -Sherezade-celebra Alec, a quien todo le viene bien-. Buenos días.
               -Para algunos más que para otros, ¿eh?-se burla mamá. En mi casa, el que no corre vuela-. ¿Nos hemos quedado sin comida?
               -Buenos días, mamá-bala Sabrae, separándose de Alec y yendo a por sus cosas para desayunar.
               -Al, El-los llama mi madre-, ¿qué queréis de comer?
               -¿Qué?-dicen los dos a la vez.
               -Os quedáis a comer, ¿no es así?
               -Pues…-dicen de nuevo.
               -Pues claro que sí. Seguro que Eri no te espera en casa-alude mamá mirando a mi chica, y luego pasa a Alec-, y a ti te tenemos que compensar de alguna manera lo que hiciste en Nochevieja por Sabrae.
               -No fue nada, Sherezade, de verdad…
               -¡Sí que fue! ¡Y yo lo aprecio muchísimo! Venga, llamas a casa y le dices a tu madre que no te preparen comida, ¿vale?
               Alec asiente, se saca el móvil del bolsillo del pantalón y lo desbloquea. Marca de memoria y se lo lleva a la oreja.
               -Plasta, ¿dónde está la Sargento?-Annie es un bizcocho, la mujer, lo que pasa es que Alec pasa de lo que ella le dice y la cabrea varias veces por semana, así que tiene que soportar su lado más duro, aunque no hay más que ver cómo lo mira para darte cuenta de cuánto quiere a su hijo mayor. Es dura con Alec porque quiere lo mejor para él, le decimos, y él nos contesta que lo que le pasa es que le gusta más sentirse poderosa que un lápiz a un tonto-. Pásamela… ¿a ti qué te importa, so cotilla?...-Alec pone los ojos en blanco-. En casa de Scott. No, no he dormido con él, subnormal. Con Sabrae. Ajá… Sí, bueno, algunas no tienen un himen de acero, ¿sabes, tía?-oigo a Mary gritar al otro lado de la línea-. ¡Que no me cuentes tu vida y que me pases con…! ¿Eh?-mira a Eleanor-. Sí, está aquí, ¿por…? ¡Mary Elizabeth! ¡Ese no es vocabulario de una dama! ¡Vas y te lavas la boca con jabón en cuanto…! ¡Que te jodan a ti, niña, que buena falta te hace, a este paso te metemos a monja y acabas en el Vaticano!... ¡Que no digas eso, que ya te he oído la primera vez! No se lo voy a decir. ¿Qué? Porque Scott tiene la mano muy suelta y es su chica… Mira niña… Joder, qué cansina eres-se vuelve hacia Eleanor-. Dice Mary que eres una perra mala y… No voy a llamarla lo otro, Mary Eliz…
               -¿Un putón verbenero?-sugiere Eleanor, impasible. Alec asiente con la cabeza-. Llámala yerma, que le jode muchísimo.
               -¡PERO POR QUÉ SE LO CUENTAS, HIJA DE PUTA!-chilla Mary desde su casa y del otro lado de la línea.
               -¡Pásame con mamá!.. Sí, qué remedio, espero-Alec pone los ojos en blanco, Sabrae se queda mirando a Eleanor.
               -¿Mary es virgen?-inquiere, estupefacta-. Pero si es preciosa.
               -Preciosa y tímida como ella sola, voy a tener que darla de alta en Tinder para que se atreva a mirar a algún chico a los ojos.
               -A mí me mira, El-responde Alec.
               -Sí, pero tú no cuentas como chico.
               -Pues lo que tengo entre… ¡mamá! ¿A que no sabes dónde voy a comer hoy?-celebra Al, y su cara se ensombrece-. Que no, coño, donde Jeff no. En casa de Scott. Estoy ahí ahora. Me ha invitado Sherezade. Yo creo que le gusto… Hija, de verdad, eres la alegría de la huerta, que no se te note tanto el favoritismo hacia Mimi, ¿quieres?... ¿De verdad? ¿Lasaña? Joder, mamá… Bueno, chica, ya tengo 17 años, lo de decir tacos no se me va a quitar ahora. ¿Caseros?-Alec se muerde el labio-. ¿Con extra de picante…? ¡Mamá! ¿Por qué eres tan mala conmigo? ¿Qué te he hecho yo? ¡Ya te pedí perdón por las estrías del embarazo!... Que no he insistido, me ha invitado Sherezade, porque aquí hay tema, ya verás-Alec me mira-. Yo creo que en dos semanas cae; pero no te preocupes, que la convenzo para casarnos sin separación de bienes y te llevo de crucero por los fiordos noruegos después de mi luna de miel, ¿eh?... ¿Fantasma yo?-escucho a Annie reírse-. No, no voy a molestar. Sí, voy a fregar los… ¿qué?-Alec pone los ojos en blanco-. Mamá, ¿en serio? Que ya van pasando los… Vale, ahora voy-cuelga sin despedirse y se vuelve hacia Sabrae-. ¿Me dejas usar el teléfono?
               -¿Qué?
               -Quiere asegurarse de que estoy aquí, y no de fiesta en Las Vegas, o algo por el estilo. Como si tuviera pasta para irme a Las Vegas, o fuera tan imbécil de llamarla y tratar de engañarla, porque ella me lo nota hasta por teléfono. Es que es muy pesada, joder-yo asiento con la cabeza, a ver, también entiendo a la mujer, Alec ha intentado colársela muchas veces, y yo tampoco me fiaría de todo lo que dice si fuera ella-. Ni que supiera lo de los nietos coreanos que tiene por ahí.
               Sabrae entrecierra los ojos.
               -A ti te van las tías de raza, ¿eh, Alec?-lo pincha.
               -Hombre, nena, es que hay que experimentar, que así es como se produce la evolución: mezclando genes, y a ver qué pasa-se va hacia el teléfono de pared, lo descuelga, marca casi sin mirar y espera mirándose las uñas-. ¿Dos toques? ¿En ser…? Uy, perdón, Dylan. ¿Mi madre?... Bueno, pues le dices desde dónde he llamado, que estoy de tanta desconfianza hasta los… no he traído las llaves, creo-se palpa los bolsillos-. Tengo que mirar, pero si no, que se quede Mary en casa, que por no salir un domingo tampoco se va a morir. ¡Ves! Si es que tú y yo nos entendemos, no hay que darles tanta cancha a estas mujeres-Alec sonríe-. Vale, que lo paséis bien… dejadme un poco de comida en la nevera, por favor, y así no tengo que hacerme la cena. Guay, gracias Dyl, adiós-y cuelga, se vuele y sonríe-. Bueno… ¿qué vamos a comer?
               Sabrae inclina la cabeza a un lado.
               -Ni siquiera te has terminado el desayuno, ¿y ya estás pensando en lo de mediodía?
               -Casi es mediodía, bombón-replica él, y ella alza una ceja y la comisura de la boca de ese mismo lado de la cara, y sonríe, porque técnicamente Alec tiene razón-. Además, si cierta señorita no me hubiera sacado brillo esta noche, probablemente no tendría el hambre que tengo.
               -Puedes comer lo que quieras-lo pica Sabrae, contoneándose hacia él y acariciándole un brazo mientras se frota contra su cintura.
               -No estoy hablando de hambre, hambre-replica Al, acariciándole la cintura.
               -Ni yo te estoy ofreciendo comida, comida.
               Empiezan a besarse y Eleanor sonríe, no se sorprende cuando se miran un momento y salen de la cocina para ir a la habitación de ella y volver media hora después, con el pelo alborotado él y ella las mejillas coloradas y los ojos brillantes. Sabrae reclama a Eleanor, que se ha acurrucado de nuevo contra mí en el sofá del sótano y ha hecho de preguntarme cada dos minutos si estoy bien su nuevo propósito vital, y se la lleva escaleras arriba para discutir las aptitudes sexuales de sus novios (spoiler: yo soy mejor que Alec, y las crías van a tener bronca porque a Alec no hay quien lo supere, según mi hermana, pero como yo puedo hacer llegar al orgasmo a una chica no puede nadie) con la excusa de que le quiere enseñar unos lápices de ojos que le regalamos en Navidad.
               Al, por su parte, se deja caer en el sofá, hincha los carrillos y mira la televisión, sonriendo como un gilipollas, antes de expulsar lentamente el aire que guarda.
               -El amor-me burlo yo, y él me da un codazo.
               -Cállate, Scott.
               -El amor por mi hermana.
               -Que te calles, Scott.
               -Alec y Sabrae, sentados en un árbol-canturreo, y él pone los ojos en blanco, me da una patada y se echa a reír.
               -Qué imbécil eres.
               -¿Te acuerdas de cuando decías que no entendías que Max estuviera como estaba cuando empezó con su novia? ¿Qué se siente teniendo ahora lo que tenía Max?
               -Yo no tengo lo que tenía Max-protesta.
               -Ahora me dirás que Sabrae no es tu novia.
               -No lo es.
               -¡Alec!-protesto-. ¿Pero qué te pasa, tío? Si has dormido con ella, literalmente te la has desayunado… y mira que yo tardé un mes en desayunarme a Eleanor…
               -¿De verdad?-sonríe, pícaro-. ¿Y cómo pasó?
               -¿A ti qué te importa? Además, estamos hablando de ti. Si todo lo que has hecho con ella no es ser tu novia…
               -Ella no quiere. Me lo ha dejado muy claro-espeta, seco, y clavando los ojos en la tele. Yo me lo quedo mirando.
               -¿Le has preguntado?
               -Sí.
               -Digo después de nochevieja.
               -Sí.
               -¿Y esta noche? ¿Le has preguntado?
               -Joder, qué pesado eres, Scott. Sí, le he preguntado, y me ha dicho que no, otra vez.
               -Pero Sabrae es muy… no sé, le gusta que la gente vaya detrás de ella. ¿Ha sido un “no” rotundo o te ha dado…?
               -Ha sido rotundo, ¿vale, Scott? Me ha dicho “lo siento, Alec, pero no quiero ser tu novia”-escupe, como si le diera asco tener que pronunciarlas-, con todas esas palabras, ¿te parece eso lo bastante rotundo?-me quedo callado-. Y no me mires así. Es que eres un puto pesado. No me extraña que Tommy no te aguante.
               Me lo quedo mirando, y veo cómo se autodestruye al darse cuenta de lo que me acabo de decir. Aunque la verdad es que tiene razón. Si no fuera de tanto presionar a la gente y dejar que las cosas fluyeran, que pasara lo que tenía que pasar, yo no estaría en esa situación. Tendría delante a Tommy, y no a Alec. No nos habríamos enfadado, porque para empezar yo no habría dejado que lo de Eleanor fuese a más. He forzado las cosas con ella y sí, vale, ha terminado siendo lo mejor que me ha podido pasar, no dándome tiempo para pensar y dejándome llevar por mis impulsos de mierda, que nunca llegan a buen puerto… y ahora estábamos así. Con Alec teniendo que venir solo a verme, con Tommy sin hablarme, con Eleanor preguntándome cada dos segundos si me encuentro bien.
               -S…
               -Estoy bien.
               -S, tío, de verdad, no quería decir eso, ya me conoces, soy un puto bocazas de mierda.
               -No pasa nada, en serio.
               -Venga, si todavía estoy pensando las cosas que dije cuando tenía diez años, tal retraso llevo. Sabes que no lo pienso de verdad.
               -Que estoy bien, Al.
               Se me queda mirando.
               -Es mentira-pongo los ojos en blanco-. Sabes que te quiere, ¿verdad? Tommy, quiero decir.
               -Ya.
               -Va en serio. Te echa de menos.
               -Lo demuestra de puta madre.
               -Vamos, S, tú no lo has visto esta semana…
               -Es verdad, no lo he visto porque estoy expulsado, no me apetece salir de casa, y a él de repente le parece que es el mejor momento del mundo para darme de lado por una cosa que llevo haciendo meses. Podría esperar a que yo levantara un poco cabeza para colgarse de mi cuello, pero no, tiene que ser justo ahora.
               -Ya sabes cómo es, S…
               -Ya. Bueno, no quiero hablar de eso, ¿vale?
               -Puedes cambiarlo. Sabes que puedes. Te escuchará. Siempre lo hace.
               -Yo no saco el tema de mi hermana si tú no sacas lo de Tommy, ¿de acuerdo?
               -Prefiero hablar de lo que no tengo con tu hermana si a cambio de eso tú y Tommy volvéis a estar bien.
               -Joder, pues al paso que vamos Tommy y yo, os termináis casando antes de que me arranques nada.
               Sigue pidiéndome perdón, yo sigo diciéndole que no pasa nada y que no quiero hablar de ello, hasta que no insiste más y me sugiere que echemos una partida a la consola. A Tommy se le ocurren las mismas soluciones, quizá por lo eficaces que suelen ser.
               Sabrae vuelve con Eleanor, se han pintado los ojos (al final iba a ser verdad lo de los lápices), y los ojos de Alec no pueden apartarse de ella, igual que los míos no pueden apartarse de los de El. No sé qué se ha puesto, pero le brilla la cara como si se hubiera tragado un sol.
               La conversación que he tenido con Alec desaparece en cuanto ellas se ponen frente a nosotros. Es como si todo lo malo que hubiera en el mundo desapareciera al presentarse.
               Eleanor se sienta a lado y me sonríe con una calidez que hace que me derrita por dentro y que esté muy agradecido de haber “forzado” las cosas, de no haber pensado las consecuencias de mis actos y haberme acostado con ella la noche en que Alec se fijó de verdad en Sabrae. Y mi hermana, bueno, se tumba de costado en el sofá y le pasa la pierna por encima de las suyas a Al, que está encantado con el contacto.
               Pero a ella no le basta, noto que quiere que volvamos a quedarnos solos. Me mira con perspicacia, esperando que yo me dé cuenta de sus señales y que me vaya con Eleanor a algún sitio. No va a pasar, hermanita. Estoy tan a gusto…
               -¿Quieres ver los Grammys de papá?-espeta, incorporándose como un resorte, y Alec la mira sin entender. Es como si se le hubiera olvidado el inglés, o mi hermana estuviera dirigiéndose a él en urdu.
               -¿Qué?-inquiere, antes de que yo salte, porque estoy hasta la polla de que no piense más que en sí misma y de que lo único que le interese en la vida sea amargárnosla a los demás:
               -¿Para qué cojones quieres enseñarle los premios de papá, Sabrae?
               -¿Quieres, Al?-encima lo llama Al, tócate los huevos.
               -Pues…-empieza él, inseguro.
               -No quiere-corto. Déjalo tranquilo, si no le vas a dar lo que él quiere, déjalo en paz. Eres la primera chica a la que le pide salir, y tú vas, y le dices que no. Hay que ser sinvergüenza.
               -Sí que quiere-protesta Sabrae, frunciendo el ceño. Noto la presencia cálida de Eleanor extendiéndose en oleadas de tranquilidad por mi brazo. Tranquilo, S. Alec sabe lo que hace. Deja que haga lo que tenga que hacer.
               -Es que me da igual. Tengo curiosidad por ver un Grammy de cerca, sí, vale, pero…
               -No va a saber apreciarlos-lo interrumpo, y él me mira.
               -Sí que sé.
               -No te gusta Adele.
               -A mí tampoco me gusta Adele-protesta Sabrae.
               -Pues venga, corred a tener hijos con un gusto musical pésimo, si es que estáis hechos el uno para el otro.
               Sabrae frunce el ceño, y está a punto de decirme algo cuando Alec se echa a reír y se levanta del sofá. Ambos salen de la habitación, y Eleanor me mira.
               -¿A qué ha venido eso?
               -Sabrae no quiere ser su novia.
               -Ya, si ya lo sé-la observo como si le acabara de brotar un brazo de la frente y ese brazo me hubiera pellizcado la nariz-. ¿Algo más?-inquiere, inocente.
               -¿Que está loca por él, quizá? ¿Que están hechos el uno para el otro? Mira cómo se tratan, de verdad, a su lado, tú y yo…
               -Ser tu novia no es mi objetivo en la vida, Scott, ¿lo sabes, verdad?
               -Ya, pero…
               -Tengo sueños. Tu presencia sólo los haría mejores. El amor es eso: que la presencia de la persona que quieres mejore a lo que aspiras-me deja sin aliento, ¿desde cuándo puede hablar así? Se supone que el creativo de la relación soy yo-. Y ellos se quieren muchísimo. No hay más que ver cómo se miran. Y cómo se sonríen. Dicen que el amor es justo eso: sonreír callados. Y a Sabrae le basta, ¿por qué te molesta?
               -Porque a Alec no.
               Sus ojos chispean, su boca se curva en una sonrisa:
               -Los fuegos artificiales serían perfectos de no ser por el ruido de sus explosiones, ¿y ahora Alec se queja de no tener que taparse los oídos para poder verlos? Además-me besa el cuello, me acaricia el costado-. Cada uno tiene lo que tiene, y no por eso es menos feliz. Leigh Anne sale con su novio todos los domingos. Yo te veo a ti los sábados, y Diana vive encima del suyo-sonríe con calidez, una calidez que hace que las oleadas de frío polar que me desbordan el corazón por pensar en el novio de Diana se evaporen bajo el sol, sin llegar a alcanzarme-. Que no tengas lo que tienen los demás, no significa que tengas poco. O que te tengan que dar lástima.
               Me la quedo mirando, la pego más contra mí, y ella sonríe, cierra los ojos, disfrutando de mi abrazo.
               -Eres un tesoro, El.
               -Y tú eres el mapa.
               Dejo que se acomode contra mi pecho y me quite el mando de la consola, mientras no dejo de darle vueltas a si, tal vez, Tommy era una venda y Eleanor es el mundo tras ella. Antes de Eleanor, lo único que había en mi vida era oscuridad absoluta, puede que incluso ni siquiera tuviera ojos.
               Y después de Eleanor, es como si un mundo nuevo, lleno de posibilidades, se abriera ante mí, floreciendo a cada segundo en una primavera apresurada.
               ¿Tommy es el invierno?, se pregunta una voz dentro de mí, mientras miro cómo mi chica frunce el ceño, aprieta los labios y se dedica a matar soldados enemigos.
               No, Tommy no es el invierno. Tommy es una hoguera en un iglú en la noche eterna de la Antártida, mientras que Eleanor es la salida de sol de varias semanas que se opone al cielo estrellado de medio año de reinado.
               Por eso siento frío por dentro. Porque sigo en la tundra, el sol todavía no ha calentado lo suficiente. Sí, eso es, todavía tengo frío porque ella no ha tenido tiempo de desplegar todos sus encantos. Si Tommy es un cielo lleno de estrellas, con un montón de ellas fugaces y los correspondientes deseos, Eleanor tiene que ser, por fuerza, la mañana cargada de promesas, con el monopolio del sol en el cielo.
               Mi cabeza se desliza por el hueco de su cuello, y cuando quiero darme cuenta ella me sostiene a mí y yo a ella, mientras mi mente vagabundea, reflexionando, hasta toparse con una inmensa pared. Soy un zorro polar, no una foca. Vivo de noche. Me gusta muchísimo más el cielo plagado de estrellas que una bóveda de color azul claro.
               Me retuerzo por dentro. Esto es lo que quería, me digo, quiero estar con ella, ella me hace feliz.
               Sí, y puedo vivir sólo con ella, sin volver a adivinar más constelaciones que las que tiene en sus lunares, pero voy a echar de menos la Luna, y fingir que no terminaré perdiendo la voz porque no tiene sentido poseerla si no puedo aullarle a la reina de la noche sería engañarnos a todos.
               Eleanor se da cuenta de mi cambio de humor. Me acaricia el pelo, me pregunta si estoy bien, y yo asiento con la cabeza, porque soy un zorrito ártico nocturno que vive en una casa cálida y confortable, al que le encanta tumbarse frente a la chimenea y disfrutar del calor.
               Ella no es suficiente, es más de lo que yo necesito, muchísimo más de lo que me merezco.
               -¿Estás bien?-pregunta, acariciándome la cadera con uno de sus pies, y yo la miro, me pierdo en sus ojos, me desplazo a la sabana, me catapulto al verano asfixiante.
               -Sí-susurro. Ella me besa en los labios, y yo me cuelgo de ese beso como lo haría una araña del último hilo de tela que todavía conserva-. ¿Eleanor?
               -¿Mm?-pregunta, con los ojos entrecerrados de amor.
               -Di mi nombre.
               -Scott-replica, y me siento muchísimo mejor, la verdad. Me siento una mierda por haber cuestionado lo mío, me siento indigno de que ella me nombre por con qué cariño lo hace, pero, sobre todo, me lleno de amor, me derrito entre sus brazos como el muñeco de nieve al llegar la primavera, porque dios, qué bien dice mi nombre, qué bien hicieron mis padres usando esa palabra para definirme, con cuánto cariño puede pronunciar esas cinco letras.
               La chimenea es mejor que la noche. Sin ninguna duda.
               Al rato, vuelven Alec y Sabrae. Ella pone los ojos en blanco, y anuncia que no nos vamos a creer lo que Alec está a punto de pedirnos.       
               -Un trío-espeto antes de que él pueda empezar a hablar, y él alza las cejas.
               -Ah, ¿qué me prestas a Eleanor un ratito?
               Y Sabrae le da tal manotazo en el brazo que me duele hasta a mí.
               -¡Eleanor no es de la propiedad de Scott, deja de tratarnos a las mujeres como si fuéramos objetos al servicio de tu placer, Alec!
               -Sí, como que te molesta mucho darme placer-replica Alec, y ella se pone de morros, Al se echa a reír.
               -A mí no me hace gracia, Al.
               -Joder, estás tan preciosa cuando te enfadas-responde, cogiéndola del hombro, pegándola a él y besándole la frente, a lo que Sabrae responde con un bufido. Están más casados que papá y mamá, y eso que papá y mamá se casaron dos veces-. El caso, S, es que, ¡dios me libre de querer faltarle al respeto a tu madre, dado que ella me ha invitado a cocinar!, pero… dado que tienes una novia medio española…
               -¿Quieres en serio comer tortilla en mi casa?-recalco el posesivo, porque Tommy nos hace a veces tortilla cuando vamos todos a cenar a su casa.
               Corrección, hace 5 para 9 personas, y aun así siempre nos las apañamos para meternos con él diciendo que es un agarrado, que nos quiere matar de hambre… aunque estemos todos reventados de tanto comer.
               Entonces, Tommy se pica, se levanta y se va, y vuelve con un bote de aceitunas y nos obliga a comérnoslas delante de él, porque por su madre que vamos a salir de su casa rodando (nunca lo hacemos, pobre Erika).
               El caso, es que la tortilla es territorio de Tommy. A mí me toca explicar que la poligamia no es tan común como se creen.
               -Ya sé que aquí tenéis una cultura diferente, pero si queréis, me podéis preparar cuscús de primer plato.
               Sabrae se lleva la palma de la mano a la cara, pero yo estoy tan acostumbrado a la ignorancia de mis amigos que ni me inmuto.
               -¡El cuscús es marroquí!-anuncia. Alec la mira.
               -¿Y?
               -¿Cómo que “y”? Mis padres son pakistaníes.
               -Tus bisabuelos, Sabrae-la corrijo.
               -Sí, bueno, mis bisabuelos son pakistaníes, ¡no puedes pedirnos cuscús como un plato tradicional! ¡Es como si yo le pido a Eleanor que me haga tacos sólo porque habla español!
               -¿Eleanor no sabe preparar tacos?-Alec mira a mi novia como si se hubiera puesto verde, le hubieran brotado escamas y antenas, todo a la vez.
               -Es comida mexicana.
               -Creí que se comía lo mismo en España que en México. O sea… habláis igual.
               -Jesús, Alec-bufa Sabrae.
               -¡Bueno, perdona, catedrática de Geografía, yo sólo quiero una puta tortilla, no creo que esté atentando contra los derechos de nadie!-Alec alza las cejas, y Sabrae vuelve a suspirar.
               -Es que es súper irrespetuoso, es como si yo voy a tu casa y le pido a tu madre un plato de Rusia…
               -Mi abuela es rusa.
               Sabrae se queda a cuadros.
               -No me lo habías dicho.
               -No me lo habías preguntado.
               -Bueno, pues un plato, no sé, griego…
               -Mi madre nació en Grecia, y vamos allí todos los veranos-Sabrae lo mira-. Aunque es inglesa, ¿eh? Nació allí de casualidad. Mi bisabuela también era griega.
               -¿Tienes familia en Turquía, o algo?
               -Pues mira, un tío abuelo mío se casó allí.
               Sabrae parpadea, aburrida del juego.
               -Pues chocolate belga.
               -Mi bisabuelo conoció a mi bisabuela en la guerra de los Balcanes-yo contengo la risa ante la expresión de desesperación de Sabrae-. Venía de la frontera entre Bélgica y Holanda.
               -¿¡Hay algún país de Europa en el que no tengas familia!?
               -El Vaticano-sugiere Eleanor, pero Alec niega con la cabeza.
               -No, uno de los tíos de Dylan dejó los hábitos cuando era obispo para casarse con una italiana. Creo que no tengo familia en Mónaco…-medita-. Aunque puede que una prima mía esté ahora viviendo allí, ¿eso cuenta?
               -No vas a poder con él, Sabrae-le confío a mi hermana, sonriendo.
               -Pues… si te pido fideos chin…
               -La hermana mayor de mi madre se casó en China. Tiene dos hijos.
               Sabrae se masajea la sien.
               -Cómo te odio, Alec.
               Y él sonríe.
               -Bueno, si es el precio a pagar por una tortilla…
               Así que terminamos echando a papá de la cocina, que es a quien le tocaba cocinar hoy. Nos repartimos las tareas (Alec se las arregla, como siempre, para no dar un palo al agua y que parezca que está ocupadísimo), yo me meto con Sabrae por su velocidad al batir huevos…
               -Anda, que Al estará contento de esta habilidad tuya con las manos-la pico, y ella me insulta.
               -Sí, claro, como que no tengo otra cosa que hacer aparte de pedirle que me haga una paja.
               -¡Alec!-trona Sabrae.
               -Es decir, yo te hago de…
               -¡DEJA DE HABLAR YA! ¡A SCOTT QUÉ LE IMPORTA LO QUE HAGAMOS TÚ Y YO!
               Y los dos la miramos con las cejas alzadas.
               -Mira, nena, si te piensas que no me va a contar todo lo que le haces o que yo no le cuento todo lo que me hace Eleanor cuando estemos solos, es que no sabes cómo funcionamos los hombres.
               -Hay que compartir la sabiduría femenina-Alec muerde un trozo de pan-. Jordan no sabría en qué agujero meterla de no ser por lo que nos escucha a nosotros.
               -¿Qué más le da a Jordan la teoría, si no tiene ocasión de ponerla en práctica?-espeto, y Alec se echa a reír.
               -Ya te digo, tío, menudo material más desaprovechado…
               -¿Es verdad lo que dicen?-inquiere Eleanor casualmente, y Alec sonríe.
               -¿Por qué, El? ¿Scott no te satisface? No necesitas irte con Jordan, yo estoy más o menos igual que él, y tengo bastante más experiencia.
               -Pero es más gilipollas que Jordan, así que igual no te compensa para la conversación de después de follar-ataca Sabrae, sonriendo, y Alec parpadea.
               -Disculpa, Sabrae, ¿tienes queja de lo que te hago? Porque si cierta chiquilla no se quedara tirada media hora después de que acabe con ella, puede que pudiéramos mantener conversaciones más profundas de las que ya tenemos.
               -Es que pesas mucho, y siempre te pones encima.
               -Pues ponte tú de vez en cuando, que a mí me gusta más… y te veo mejor-vuelve a darle un mordisco al pan, Sabrae vuelve a llamarlo gilipollas, me peleo con Eleanor porque ella no quiere echarle cebolla a la tortilla, y Alec la defiende, y es mi casa y mi cocina, pero es la receta y el país (más o menos) de Eleanor, así que al final hacemos lo de siempre que preparo tortilla con Tommy: pico la cebolla a escondidas y la echo cuando está distraída.
               Mamá obliga a Shasha a poner la mesa (cómo quiero a mi madre), y Duna entra en la cocina y pega un grito al ver que Alec todavía está en casa.
               -¡Alec!-chilla, y se abraza a su pierna como una lapa, y babea cuando él la saluda con entusiasmo. Vamos colocando las cosas mientras él pregunta qué queremos que haga (porque mamá está cerca y hay que dar buena impresión delante de tu suegra/posible ligue/qué más quisiera Alec ponerle la mano encima a mamá/que es demasiada mujer para él/a veces me pregunto por qué tiene un marido y no tres).
               -¿Te sientas conmigo?-inquiere Duna, y él asiente-. Mamá, yo me quiero sentar con Alec. Alec, ¿dónde nos sentamos?-Shasha tiene que controlarse para no echarse a reír-. Alec, quiero estar a tu lado. Mamá, ¿me puedo sentar al lado de Alec? Alec…
               -Duna, no seas pesada.
               -Déjala, Sherezade, si no me molesta, ¿a que no, preciosa?
               Duna deja escapar una risita nerviosa. Se habría hecho pis del gusto de no darle vergüenza.
               -¿Dónde te vas a sentar, Al?-pregunta con timidez. Como Alec le diga que quiere sentarse conmigo o con Sabrae, le rompe el corazón, pero él no la defrauda acuclillándose, poniéndose a su altura, pellizcándole la nariz y sonriendo mientras le dice:
               -A tu lado, ¿no, guapita?
               Y Duna lanza un gritito y corre a la cocina a por las sillas más altas.
               -Duna, no cojas eso, no te puedes subir-empieza papá, dejando el agua encima de la mesa, pero ella mira a Alec con intención.
               -¿Me levantas?-alza los brazos, porque hay que joderse, el que no corre vuela en esta puta casa.
               Y lo peor de todo es que Alec se lo consiente; la coge de la cintura, la deja delicadamente sobre la silla, y le da un beso en la mejilla sólo por el gusto que le da ver cómo Duna implosiona. Sabrae pone los ojos en blanco, pero le hace gracia de qué manera puede ponerse nuestra hermana pequeña con Al cerca. Pero a mí, me dan ganas de matarlo: puede quedarse con Sabrae, con Shasha, si quiere, incluso con mi madre, pero Duna es mía. Mi pequeñita, mi tesorito. Quiero cargármelos a los dos, ya él quiero colgarlo boca abajo porque, ¿quién coño se cree que es?
               ¿Y por qué todas las mujeres de mi casa se vuelven locas en su presencia?
               La única a la que no parece afectarle lo más mínimo que Alec esté ahí es Shasha, pero es que Shasha es especial.
               Eso, hasta que le pasa la cesta con el pan y se queda mirando sus brazos. Se vuelve con todo el descaro el mundo hacia Sabrae y le suelta:
               -¿Qué le pides que te haga con esos brazos?
               Alec se sonríe, pero no dice nada. Sabrae pone los ojos en blanco.
               -Cosas que no te van a hacer en la vida.
               -Fijo que pueden partir una nuez, ¿lo has probado, Alec?
               -No me ha dado por ahí, no.
               -Tus brazos son geniales-admira Duna, dejando su tenedor en el plato y pasándole las dos manos por el antebrazo. Sus dedos se vuelven diminutos cuando entran en contacto con los bíceps de mi amigo.
               -¡Duna!-riñe mamá, y ella aparta las manos, como si Alec quemara.
               -¿Qué?
               -Mamá, la culpa no es de ella; los brazos de Alec son el doble que los de Scott.
               -Tampoco te sobres, Shasha-espeto, y Al sonríe.
               -Con algo tengo que competir contra los ojos de Scott-me hace ojitos, y yo le tiro un beso.
               -Debes de hacer mucho baloncesto para tenerlos así-medita Duna.
               -O pesas-sugiere Shasha.
               -Sí, encima de mí-coincide Sabrae, deshaciendo un trozo de tortilla y metiéndoselo en la boca-; si quieres, de tarde te hacemos una demostración.
               -¡Niñas! ¡Sc…!-empieza mamá, pero yo no estoy haciendo nada, así que me mira con una disculpa en los ojos-. Lo siento, S-me encojo de hombros, y ella se vuelve hacia mis hermanas-. Vale ya. Vais a hacer que Alec pase vergüenza.
               -Hay que carecer de vergüenza para ser novio de Sabrae-replica Shasha, y tengo ganas de levantarme y aplaudir. Qué grande.
               -No es mi novio-dice Sabrae, a la vez que Duna espeta:
               -No es su novio.
               Todos nos quedamos mirando a la pequeña, que se aparta el pelo de la cara con un mohín, como hace Jade en el vídeo de Hair.
               -Alec y yo somos novios-expone, y Alec se atraganta con el vaso de agua al querer reírse mientras bebe-. Me trae chuches-explica-. Me está cortejando.
               -Sí, pero tú sólo me quieres por mi dinero, ¿eh, preciosa? Ni un triste beso me das si no te traigo golosinas.
               -Es que hay que hacerse la dura-sonríe Duna-. Soy heredera de un gran imperio.
               -Hay que joderse-replica papá, frotándose la cara y echándose a reír. Se vuelve hacia mamá-. Ésta tampoco es mía, ¿a que no? Es demasiado espabilada.
               Por toda respuesta, mamá se echa más agua y apura su vaso para no contestar, con lo que todos nos echamos a reír. Seguimos comiendo, mis hermanas se pinchan las unas a las otras mientras Eleanor no para de reírse escuchándolas (qué bien suena su risa, aunque la interrumpa cada dos por tres porque no puede reírse y comer a la vez). Duna sigue comiendo, se empecina en llenarle el vaso de agua a Alec cada vez que él bebe, hasta que se da cuenta de que Al sólo está bebiendo para fastidiarla y ver si se cansa, y entonces se ríe. Salta de la silla para ayudar a papá a recoger, y vuelve a hacerle pucheros cuando papá trae el cuenco con las natillas caseras de mamá, le dice a papá que le eche más natillas a Alec (aunque él dice que va a explotar) y lo obliga a probarlas delante de ella, para ver si le gustan.
               Y, después de terminar el postre, Duna espeta:
               -No entiendo por qué tú y Sabrae no sois novios.
               Los dos se encogen de hombros, y me alegra ver que en la expresión de Alec no hay más que una reproducción exacta de lo que hay en la de Sabrae. “Es así, y punto”, está diciendo mi amigo con su gesto.
               -Os dais mimos-medita Shasha, nos mira un momento a Eleanor y a mí-. Y os besáis. Y dormís juntos, y Alec, no intentes negármelo, que sepas que estoy muy dolida…
               -Yo sólo tengo ojos para ti, princesa.
               -¡Oy!-suelta Duna, y se echa a reír, muy nerviosa. Se pone colorada, se cruza de brazos y trata de serenarse-. ¡No! No me vas a camelar, tenemos que hablar muy seriamente.
               -Vale-le sonríe Alec, tirando de su silla para acercarla más a él-. Hablemos.
               Duna lo mira a los ojos y se deja caer sobre la mesa.
               -Bueno, Al, si lo de Sabrae no resulta, te puedes quedar con la pequeña-bromea papá.
               -No me mires así, que me da vergüencita-insta Duna, y Alec se ríe-. Duermes con Sabrae-Alec mira a Sabrae, y ya quisiera Duna que la mirara como mira a la mayor; Sabrae baja un momento la mirada y la vuelve a subir, le da vergüenza hablar de esto con toda la familia delante…
               … que se joda.
               Dios, esto es divertidísimo, ver cómo su piel dorada y chocolate se vuelve del tono de un bombón de cereza. El fin de semana que viene tengo que conseguir que Alec vuelva a quedarse a comer.
               ¿Qué demonios? Que se venga mañana.
               -¿Qué diferencia hay entre vosotros y papá y mamá?
               -Que entre nosotros hay papeles-responde papá antes de poder frenarse.
               -¡Zayn!-trona mamá.
               -¿Qué?
               -¡Tenemos hijos también! ¡Hace 18 años que estamos juntos!
               -Sherezade, los papeles. Es la verdad. Ésa es la diferencia.
               Mamá entrecierra los ojos.
               -¿Eso significa para ti nuestro matrimonio?
               Papá no contesta, mamá alza las cejas, y mamá le dedica una sonrisa de corderito degollado.
               -Esto me va a costar caro, ¿eh?
               -Hoy duermes en el sofá.
               -¿Cuatro discos, y se te pasa?-sugiere papá, y mamá alza una ceja.
               -Seis.
               -Cinco.
               -Hecho-se dan la mano, se ríen y luego se dan un beso.
               Papá y Shasha recogen la mesa, y cuando acaban, Shasha se planta en el extremo opuesto de la mesa de Sabrae, sonríe con maldad y espeta:
               -Bueno, ¿y la demostración de las pesas de Alec sobre ti?
               -¿Quieres mirar, viciosa? No vale tocarse.
               Shasha desencaja la mandíbula.
               -Tengo 12 años.
               -¿A qué edad te piensas que empecé yo?
               Eleanor abre muchísimo los ojos, y se me queda mirando.
               -Bienvenida a la familia Malik, aquí somos todos sexólogos, amor. Menos Duna, claro… porque no tiene a Alec cerca.
               -Seguro que por eso vas tanto al gimnasio, para ver si hay suerte y le levantas tú algo mientras él levanta las pesas-suelta Shasha, y mamá le llama la atención antes de que Sabrae la mande a tomar por culo.
               -Sabéis que yo no he hecho pesas en mi vida, ¿no?-interviene Alec, y todo el mundo, todo el mundo literalmente, menos yo, se lo queda mirando. Porque yo ya sé de qué le vienen los brazos. Y a Sabrae le va a encantar.
               -Es mentira-suelta Sabrae-. Es imposible. O sea, ¿es sólo de baloncesto? Porque Tommy los tiene un poco más que Scott, pero…
               -No es sólo de baloncesto. Hago boxeo. Ya no tanto como antes, pero…-Alec se pasa una mano por el pelo, y mira de soslayo a Sabrae, que lo estudia con la boca abierta, como si acabara de materializarse en el comedor-. Una vez a la semana mínimo, a veces dos… cuando estos cabrones me cabrean… ¿qué?-inquiere en tono suave, cariñoso, cuando Sabrae no deja de estudiarlo.
               -No sabía que boxearas, Al.
               Y él le dedica su mejor sonrisa de Fuckboy®. Si la mía es la mitad de buena de lo que es la suya, no me extraña que medio Londres pierda las bragas por mí.
               Si hasta Eleanor se queda sin aliento mirándolo, creo que eso debería preocuparme, pero estoy demasiado ocupado mirando la cara de fascinación de mi hermana, cómo sus neuronas se desconectan mirando los labios de Alec moverse al hablar:
               -¿Ves, bombón-adiós, la ha llamado bombón, seguro que a ella lo único que le apetece ahora es ir a su habitación y atarlo a su cama-, como me das calabazas sin fundamento? Fui campeón junior de Inglaterra a la tierna edad de 11 años.
               -Llegaste a la final-intervengo yo, y Sabrae se gira para mirarme estupefacta, como si no recordara que yo estoy ahí. Que en el mundo hay más gente que ellos dos.
               -Fui campeón-protesta Alec.
               -Te descalificaron.
               -No le di una patada a aquel gilipollas-Al entrecierra los ojos-. Fue un espasmo.
               -No te echaron por la patada.
               -¿Hablas del mordisco? Era un beso, por lo bueno que había sido el round.
               -Le mordiste-protesto, cruzándome de brazos.
               -Eso es una falacia, Scott.
               -Estaba ahí, Alec, me acuerdo.
               -Pues te acuerdas mal. El caso, Saab, es que soy un partidazo. Cuando escriba mis memorias te vas a arrepentir de no haberme dicho que sí antes. Ahora en serio, tía, ¿cómo sabes que te gusto, si no miras para mí? Hoy te enteras de que soy zurdo, de que tengo familia por toda Europa, de que hice boxeo… no sé, ¿quieres saber algo más? ¿Si tengo hermanas? ¿Mi apellido, o algo por el estilo?
               -Nunca te había visto escribir, ni hacer nada con la izquierda que no hagas también con la derecha.        
               La sonrisa de Alec se oscurece.
               -Ay, mi niña, si supieras lo que hago con la izquierda y la derecha…
               -¿Qué haces?-pregunta Shasha, y Alec la mira.
               -Maquetas-espeta sin inmutarse, el cabrón es un mentiroso de primera.
               Aprovechando que mis padres ya no andan cerca, Sabrae le pone una mano en el hombro e invita:
               -¿Quieres venir a hacer maquetas a mi habitación?
               -¿Antes, o después de la charla filosófica?
               -Sorpréndeme-dice ella, mordisqueándole la oreja.  Se marchan y me dejan solo con Shasha, Duna y Eleanor, quien me dice de ir a echar una última partida en el sótano, cuando la realidad es que quiere echar uno rapidito antes de marcharse y yo, bueno, ¿qué puedo decirse?
               Me debo a mis fans.
               Contemplo cómo se viste con hastío, pero no le pido que se quede porque sé que no puede. Y porque sé que sus efectos sobre mí pasarán cuanto más tiempo estemos juntos.
               Se inclina a besarme, me pide que la acompañe a la puerta, yo le digo que espere, que estoy agotado (y es la verdad, me ha dado mucha caña), y finalmente vamos al salón y nos dirigimos al hall en el momento justo en que Alec baja por las escaleras terminando de abotonarse su camisa (hay quien nace vividor follador, qué vamos a hacerle), se despide de mis padres y viene a nuestro encuentro.
               -Mañana vengo a verte-me amenaza.
               -¿Me vas a traer vino del caro?-lo puteo.
               -Yo te traigo lo que quieras, ladrón.
               Me estrecha entre sus brazos, juntando un poco mis piezas rotas, y me susurra al oído:
               -Piensa en lo que te dije.
               Yo asiento con la cabeza y me centro en Eleanor.
               -Yo también voy a venir mañana-me promete mi chica, y yo le extiendo el meñique, ella lo mira un segundo sin entender, y finalmente se ríe, lo coge con el suyo, y recitamos a la vez-: Promesa de meñique, quien la incumpla, que muera.
               Se pone de puntillas y me da un beso en los labios, que yo alargo (porque, hola, le saben los labios a cereza, el mejor sabor del mundo) aun a costa de su sonrisa. Le acaricio la cintura, le digo que la quiero, ella me dice que siente todo lo que estoy pasando por su culpa…
               -Es un placer.
               -Scott-me reprime.
               -O sea, no es un placer estar a malas con tu hermano, pero por ti, merece la pena.
               Ella sonríe.
               -Es lo más bonito que me has dicho nunca.
               Alzo las cejas.
               -Literalmente te he dicho que quiero tener hijos contigo, ¿y eso es lo más bonito que te he dicho?
               -Viniendo de ti, sí-replica, volviendo a besarme. Alec termina de abrazar a Sabrae.
               -¿Nos vemos mañana?
               -Vais al mismo instituto, Sabrae-le recuerdo.
               -Sé bueno con tu hermana-me riñe Eleanor, y yo hago un puchero.
               -Pero, ¡si lo soy siempre!
               -Intenta impedírmelo, bombón-responde Alec, besándole la frente, estrechándola contra sí una última vez, y saliendo por la puerta detrás de Eleanor. Nos quedamos mirando cómo se marchan, se hacen pequeños y desaparecen por una esquina, antes de volver a entrar en casa y cerrar la puerta.
               Ya está aquí el frío, pienso cuando empieza a costarme respirar.
               Sabrae se apoya en la puerta, sonriendo para sí. Cierra los ojos un momento, mordiéndose los labios para obligarse a parar. Se mira los pies. Me hace tan feliz verla así… es lo único que consigue frenar la escarcha.
               -¿Por qué me miras así?-pregunta.
               -Porque te veo genial, Saab.
               -Me siento genial, S-sonríe-. Él es… guau-bufa.
               -Tienes tantas ganas de estar con él como él de estar contigo.
               -Sí, pero… no puede ser.
               -¿Por qué?
               Sabrae sólo se encoge de hombros.
               -Lo hemos hablado. Está de acuerdo. Es mejor así-se pasa una mano por el pelo, apartándose los rizos. Es entonces cuando caigo en que lo lleva suelto, y Sabrae no suele llevarlo suelto. ¿Sólo eso le va a conceder a Alec? ¿Sus rizos indomables en libertad?
               Vaya.
               -Scott-me reclama, y yo la busco y me doy cuenta de que está en las escaleras. Me acerco hasta ella, quedando un escalón por debajo, con nuestros ojos a la misma altura-. ¿Por qué me dijiste que no me acercara a él?
               -Porque no sabía lo que podía hacerte… ni lo que tú podías hacerle a él.
               Sabrae sonríe con calidez, la misma sonrisa que le dedica a Alec cuando están solos y él está dentro de ella y ella acaba de terminar, la misma sonrisa que le dedica a Duna cuando están jugando, o a Shasha cuando deciden ver una peli juntas. La misma sonrisa que me dedicó a mí el día que la conocí. La primera sonrisa, la que te hace querer llevártela, cueste lo que cueste.
               Me da un beso en la mejilla y corre escaleras arriba, llevándose todo su calor consigo. Y yo me voy a la cama, me quedo allí tirado, preguntándome qué he hecho mal para no poder tener lo que tiene ella, decirle a Eleanor que no y a Tommy que sí, o a Tommy que no y a Eleanor que sí, y empiezo a comerme más y más la cabeza, y cuando quiero darme cuenta no tengo razón para levantarme de la cama, pero me obligo a mí mismo, porque mañana Eleanor volverá y se traerá consigo la primavera, sólo tengo que sobrevivir a la noche.
               Papá me nota mal, tan mal que le pregunta a Shasha si va a dormir conmigo, y ella dice que no sabe, y yo digo que no me importa que venga a dormir, lo cual es una invitación en toda regla que ella, gracias a dios, acepta. Duna también viene, le pregunto a Sabrae si quiere completar el clan, pero me dice que prefiere quedarse en su cama, que ella ya me ha disfrutado y les toca a las demás.
               -Huele a él, ¿verdad?-le pregunto, y ella asiente con la cabeza, se tapa un poco más con la manta y cierra los ojos, disfrutando de la presencia de Alec manifestada a través del jersey que él le ha dejado, porque ella se lo pidió, porque quiere dormirse como se durmió esta noche todas las que vienen: disfrutando del calor de su cuerpo, embriagada en su aroma.
               Me meto en la cama, las chicas se pegan a mí, vemos una peli y apagamos pronto la luz. Yo me quedo quieto, esperando que se duerman, y repaso mentalmente las últimas conversaciones con Tommy, lo que me ha dicho Eleanor, el sexo con ella y la pelea con él, hasta que mi cerebro dice “no puedo más”, y se desconecta de puro agotamiento.
               Cuando me despierto, en mitad de la noche, con la frente perlada de sudor, a un segundo de volver a tener el puño de Tommy en mi mandíbula, hay un bulto más en la cama. Una respiración se ha unido a las otras dos. Debería sentirme mejor porque Sabrae finalmente haya decidido elegirme a mí y no a Alec.
               Pero lo único que siento es envidia, rabia y tristeza.
               Envidia, porque ojalá lo mío se curara con algo tan simple como cambiar de cama.
               Rabia, porque ojalá lo mío se curara con algo tan simple como cambiar de cama.
               Y tristeza, porque ojalá lo mío se curara con algo tan simple como cambiar de cama.

Te recuerdo que puedes hacerte con una copia de Chasing the stars en papel (por cada libro que venda, plantaré un árbol, ¡cuidemos al planeta!🌍); si también me dejas una reseña en Goodreads, te estaré súper agradecida.😍

10 comentarios:

  1. EL FINAL. ME ENCANTARÍA HACERLE UNA CAPTURA Y PONERLO EN POEMSPORN SI ENTENDIERAN ESPAÑOL.
    Pd: creo que hay una pequeña errata en la parte de "decirle a Eleanor que no y a Tommy que sí, o a Tommy que sí y a Eleanor que no", pero eso no ecplipsa ni de lejos al capítulo, todo ha sido maravilloso. ‹3

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    1. He tardado 3 horas en darme cuenta de lo que era poemsporn un aplauso a mi putísima subnormalidad.
      Muchísimas gracias por decirme lo de la errata corazón, en serio. Aprecio muchísimo que cuando veáis errores me los indiquéis, para mí es súper importante tener la novela escrita lo mejor posible. Así que gracias de nuevo❤

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  2. Estoy literalmente llorando y no sé exactamente si es de tristeza o de emoción o no sé de qué pero te odio mucho por provocarme tantas emociones.
    Al principio me he emocionado mucho con todo lo que ha narrado Chad, con Vee y con Niall porque son una monada, sobretodo Chad que es como el algodón de azúcar y me encanta. Pero es que cuando los descubre me he reído tanto que mi madre se me ha quedado mirando como si estuviera viendo a una puta loca en acción.
    QUIERO HACER MENCIÓN ESPECIAL A TODA LA PARTE DE SABRAE Y ALEC CON SCOTT Y ELEANOR!! SON TOP EN PAREJAS, sobretodo Sabrae y Alec (tengo unas puras ganas del spin-off increíbles) son los cuatro maravillosos y DIOS MIO CASI ME CARGO A ALEC CON LA PULLITA DE TOMMY
    Finalmente, pero no menos importante, se me ha roto el corazón y cada uno de sus pedazos con lo mal que se queda SCOTT cuando vuelve a estar solo y las tres últimas frases son la prueba y el clímax de todo.
    Pd:De verdad que muchas gracias Eri por todo esto que nos das. Es maravilloso y voy a estar agradecida toda mi vida por haber dado click en el Link que me llevo a una parte de tu alma y de tu mente.

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    1. Ay Ari, todavía vas a poder denunciarme por lo mucho que te hago sufrir con la novela... aunque, si te sirve de consuelo, yo también sufro un montón. Sufrimos juntas. Hay sufrimiento, no soledad.
      Lo cierto es que en un principio me parecía un poco coñazo narrar con Chad porque me desvío demasiado de la línea principal y me cuesta adaptarme a C, pero luego al volver también me cuesta adaptarme a todo, al margen de todo lo que quiero que pase y que quiero poner en un lapso de tiempo más o menos rentable.
      Pero luego, cuando ya he entrado en materia, me lo he pasado genial. Chad es soplo de aire fresco en tanto buceo emocional, la verdad es que se agradecía.
      Y luego, Alec y Sabrae. ALEC Y SABRAE. tengo muchísimas ganas del spinoff ya sólo por ellos dos, y eso que Sabralec no va a ser el 100% de la historia, evidentemente, pero un así no puedo estar más entusiasmada con ellos. En el fondo de mi corazón creo que me gustan más que Sceleanor, no me odies.
      PERO ALEC. AY. ES TAN SINVERGÜENZA Y TAN BOCAZAS. Ya descubriréis todo eso desde su punto de vista :(
      Y pf, lo peor de todo es cómo se pone Scott en cuanto se queda solo. El problema es que cuanto más vengan a visitarlo, luego peor estará, pero si no lo visian también se pondrá peor, es un círculo vicioso del que no vamos a poder salir enteros.
      PD: muchas gracias a ti por comentarme siempre, jo, no veas lo que lo aprecio; mentiría si digo que no echo de menos tener esta sección de comentarios petada, pero tú y Barbara y Vir cuando aparece me animáis a tener paciencia y confiar en que pronto los demás volverán. Muchísimas gracias por leerme y ser tan entusiasta ❤

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  3. AY ERIKA ME LO LEÍ AYER POR LA NOCHE PERO NO ME DIO TIEMPO A COMENTAR A VER SI ME ACUERDO DE TODO EN ORDEN
    1. Chad me encanta es super cuqui y quiero saber más sobre su relación con Aiden!!!!
    2. No sabía que iba a narrar Scott y casi me da un soponcio cuando ha empezado a hablar madre mía
    3. Alec me ha caído muy mal en este capítulo por el comentario que le hace a scott y porque parece que cuando él está en casa de los Malik es el centro de atención y no no me gusta eso. Anyway tengo muchísimas ganas de saber más de él y de sabrae!!!!!
    4. He notado super decaido a Scott en este capítulo no me gusta eso quiero que vuelva el Scott de la casa de Londres cuando se fue con Eleanor :(
    5. Quiero que empiece ya a narrar Tommy pero a la vez no porque no quiero odiar a Scott pero es que sé que Tommy lo está pasando también muy mal y quiero que se arreglen ya las cosas para él también
    AY QUE AGONÍA ERIKA
    Eleanor cada día me cae mejor menos mal que se me ha pasado el odio que la tenía por los comentarios que la hizo a tommy

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    1. NO PASA NADA BARBARA LO QUE IMPORTA ES QUE ESTÁS AQUÍ Y QUE PUEDO LEER TU COMENTARIO CUANDO ESTÉ TRISTE
      1. Chad y Aiden saldrán dentro de poco otra vez, aún no sé si antes o después de la reconciliación Scommy (tengo que ver cómo voy de tiempo y espacio!!!!!)
      2. Alec es muy bocazas, pero MUCHO, aunque en el spinoff verás y entenderás cosas de él que harán que se lo perdones un poco.
      Si te soy sincera no me había dado cuenta de cómo el capítulo básicamente gira en torno a Alec y no Scott, y me gustaría justificarme diciendo que Scott necesita una figura fraternal ahora que no tiene a Tommy y bla bla bla, pero lo cierto es que se me está yendo mucho la mano con la presencia de Alec porque cada vez el spinoff ocupa más y más espacio en mi mente y así no se puede :( lo siento si te parece que me desvío demasiado del tema principal, no lo hago a posta❤
      4. Scott está tristísimo y va a ir a peor a medida que pasen los días y las cosas no se arreglen, va a llegar un punto en que literalmente ninguno de los dos (ni él, ni Tommy) van a saber ya cómo volver a ser amigos y ése va a ser el punto de inflexión, donde veremos quién dice "ahora" y quién dice "nunca", y creo que os sorprenderá bastante.
      No obstante, no te preocupes, que el Scott que se fue a Londres con Eleanor volverá más pronto de lo que te imaginas, aunque no tanto como te gustaría.
      5. Tus deseos se van a cumplir pronto. Es más, en unos minutos empezarán a cumplirse ;)
      SUFRAMOS JUNTAS.
      Mira menos mal que te estás reconciliando con Eleanor porque si no del bofetón que te metía como te siguiera cayendo mal es que yo creo que te cambiaba de dimensión. ❤


      Añado un corazón al final por si decides presentar una querella y que eso sirva de atenuante.

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  4. CHAD IS BACK ay pero qué hermoso es de verdad yo así no puedo vivir voy a tener que comprarme un inhalador. Me ha encantado como se ha olido que su padre estaba en la casa de su madre. Niall es tonto macho, después de tantos años y todo lo que ha pasado con Vee y ninguno de los dos por fin están juntos. No pue' ser. Ahora fuera coña yo creo que en ese país lo adoran como a Maradona. Este verano estuve en Irlanda y anda yo por la playa y en estaba escrito en la arena (bien grande) "Niall" puede que fuera Horan o algún niño de por ahí pero mi mente fan pensó en él (vale ya me callo).
    Según iba leyendo yo también me iba imaginando a Scott sin Tommy a Tommy sin Scott y entonces me acordé de lo imbéciles que son juntos y que se acurrucándose a ver vídeos de perritos y los necesito juntos.
    Alec y Sabrae me tienen comiendo de sus manos de verdad que los amo @potus44 cómo vivía yo antes sin este par. Me APASIONAN tanto, gad. Además yo quiero a Sherezade y a Zayn como padres.
    Scott está tan apagado, no se puede vivir así en serio Tommy Tomlinson abre los ojos y mira lo bien que tú mejor amigo trata a tu hermana y viceversa. Se quieren y tú los quieres a los dos y ellos te quieren a ti, dude.
    P.D. Layla es magnífica y Diana con dos cojones dejo cao a Tommy en el capítulo anterior.
    P.P.D. perdón por estar tanto tiempo sin comentar

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  5. VIVA CHAD DE VERDAD es que es tan bonito y le apasiona tanto vivir, hemos de protegerle :( Niall y Vee van a darle muchísimos quebraderos de cabeza, pero mi niñito siempre va a ser más listo que ellos y encontrar la forma de juntarlos, Y QUE POR FIN DIOS TENGA PAREJA ES QUE MADRE MÍA.
    Scott está perdidísimo sin Tommy, y Tommy está perdidísimo sin Scott, es que son incapaces de ser felices estando separados ayyyyyyyyyyyyy mis niñitos de verdad qué preciosuras❤
    BUENO creo que todos estamos de acuerdo en que Sabralec son la pareja revelación de esta novela gracias por existir chicos os amo, sois lo único bueno que hay entre tanta maldad, recemos por vosotros, amén señor
    PD: Layla es muy cuqui hemos de protegerla como Miss Bizcocho 2016.
    PDD: no te preocupes Nadia, muchísimas gracias por haber vuelto, se te echaba de menos ❤

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  6. Chad es tan adorable, me encantan su ilusión y su vitalidad ❤
    Scott lo está pasando tan mal, y Tommy también uff POR QUÉ NO SE RECONCILIAN Y SE CASAN YA SI SE ADORAN ( y ya de paso hacen boda doble con Sabralec) (( y luego Scott tendría que casarse con Eleanor también ))

    - Ana.

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    1. Chad tiene que volver pronto que le van a pasar cositas, ay❤
      BODA DOBLE CON SABRALEC FIRMO POR ESO!!!!!!!!!!!!!!

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