martes, 27 de junio de 2017

A fuego lento.

-Lay, ¿te traigo algo de la máquina?-pregunta Roxie, cartera en mano. Niego con la cabeza. Estoy intentando dejar el café de avellana. Estoy haciéndome demasiado dependiente de él. Está delicioso y es muy barato, pero tengo que dejarlo-. Guau, ¡vas en serio!-alaba, y sonrío. Sí, la verdad es que voy bastante en serio.
               Además, ya no lo necesito. He decidido ir al psicólogo y me ha dado unas pastillas para dormir sin pesadillas. Así que no, ya no necesito ir a la máquina de café nada más llegar a la universidad cada mañana. Ya duermo. No necesito meterme la cafeína en vena.
               Ya me ocuparé de mi posible adicción a los somníferos después. Cuando esté curada. Ahora, de momento, tengo que centrarme en la universidad.
               Me quedo corrigiendo apuntes y numerando dibujos en el cuaderno mientras la clase se va vaciando. El profesor recoge sus cosas y sale discretamente, sin mirar a otro lugar que no sea la puerta. Ha de tener cuidado, pues si establece contacto visual con alguno de nosotros, puede que le hagamos una pregunta, mandando al traste sus planes de tomar un capuccino con un cruasán en la cafetería.
               Varias personas se quedan conmigo en la sala. Cada una haciendo sus cosas. Queda casi media hora para la siguiente clase, tiempo de sobra para poner en orden mis notas.
               Estoy anotando en la agenda que tengo que ir a recoger una mochila de Keira de la tintorería cuando un graciosillo se sienta en el sitio de Roxie. Lo hacen a menudo, como si los sitios no estuvieran ya consolidados después de tantos meses reclamando el mismo lugar. Creo que quieren que estalle. Pero yo nunca lo hago.
               -Perdona-me giro hacia él-, ese sitio está ocupado.
               El chico me sonríe. Tiene la sonrisa más bonita del mundo. Se gira hacia mí. Sus ojos sí que son los más bonitos del mundo, no tienen comparación con nada que se pueda haber visto antes. Ni con el azul del cielo.
               Tommy se inclina un poco hacia atrás, fingiéndose atacado.
               -Vaya, guapa, lo siento. ¿Hay algún sitio en el que pueda sentarme sin estar demasiado lejos de ti?
               Me echo a reír.
               -Todos tenemos nuestro lugar asignado-respondo, dejando el boli encima de la mesa, sobre los bocetos de cuerpos. Tommy alza las cejas.
               -¿Y no puedes hacerme un huequecito?
               -Depende-respondo, vuelvo a coger el boli y me lo llevo a los labios. Doy unos toquecitos con el capuchón en mi boca, mirando en derredor-. ¿Dónde lo quieres?
               Tommy me aparta el pelo del hombro, me acaricia el cuello con los dedos y la mejilla con el pulgar.
               -En tu corazón, princesa.
               Noto cómo me sonrojo hasta las puntas de los pies. Eso a él le encanta. Me miro las manos y dejo que él me dé un beso en la frente, amansada.
               Me encanta la forma en que su boca se posa sobre mi piel y ésta estalla en un génesis sin precedentes. Me siento refortalecer a oleadas, que coinciden con los impulsos nerviosos que trasladan nuestro contacto por todo mi cuerpo. Le miro a los ojos, esos ojazos azules por los que Diana haría tanto, por los que yo no haría menos. Le brillan muchísimo y están insultantemente bonitos, en parte por el contraste con su camiseta azul.
               En un acto de valentía, le cojo la mano libre. Las comisuras de sus labios vibran en una sonrisa que no llega a nacer. Nos miramos a los ojos y vemos todo un mundo de posibilidades en la mirada del otro.
               Si yo no estuviera tan rota, tendría el coraje de perseguir esas posibilidades. Subirme a mi barquita y que me arrastrara la corriente. Pero de momento, necesito remendar mis velas.
               -Voy a darte un beso-le digo en un susurro. Soy perfectamente consciente de que mis compañeros de clase no se pierden detalle. Pero me da igual. Quiero probar su boca y creerme la criatura más fuerte del mundo. Tommy me guiña un ojo, me invita a averiguar si él se va a resistir.
               No lo hace. Sigue con su mano en mi rostro y me gusta la sensación de calidez seca de sus dedos y calidez húmeda de su lengua. Todo mi cuerpo se deshace en chispazos, celebrando nuestro contacto. Muy bien, Layla, parecen gritar mis células.
               Me separo de él y me enamoro un poquito más de lo bonito que es por fuera, porque por dentro es imposible abarcar su belleza.
               -¿No tienes clase?-pregunto, y él asiente con la cabeza, se encoge de hombros después.
               -Pero tenía cosas más importantes que hacer.
               -¿Como qué?
               -Seguir mis instintos y venir a verte.
               Me paso una mano por la nuca, jugueteando con mi pelo.
               -Te echaba un poquito de menos. Voy a tener que llamar a Diana y pedirle que no te monopolice tanto-bromeo, y él sonríe. Se cruza de brazos y estira las piernas.
               -O podríais organizar una pelea de gatas. Yo la vería gustoso.
               -¿En serio? ¿Por quién apostarías?-coqueteo. No es que quiera que me responda. No es que lo vaya a hacer.
               ¿O sí?
               Me da un poco de ansiedad pensar que la respuesta sólo la conoce él, y quién sabe si es más definida de lo que quiere pensar.
               Pero no me defrauda. Se finge el ofendido y exclama:
               -Soy un caballero, Layla, y los caballeros no apuestan.

               Me echo a reír. Estoy a punto de darle otro beso, pero una sombra tras él me detiene. Roxie vuelve con una bolsa de patatas en la mano, y un café en la otra.
               -Te he traído café, porque creo que te lo mereces-pongo los ojos en blanco, pero acepto el vasito de plástico blanco.
               -Se merece el mundo-asiente Tommy, acariciándome la espalda. Yo me derrito y no puedo pensar más que en lo bien que se sienten sus dedos en mi columna vertebral. En que quizá deberíamos llevarlo a un hospital para que se ponga a curar lesiones medulares a diestro y siniestro. Roxie y él charlan, ella le pregunta a él qué quiere hacer y él le responde con la misma pregunta, Roxie se ríe, Roxie se enamora un poco de Tommy (porque no puedes tenerlo cerca sin enamorarte) y accede a moverse un asiento para que podamos estar sentados juntos, mientras yo me quedo mirando el perfil de Tommy y cómo se ríe y cómo habla y cómo alza las cejas y cómo parpadea y cómo existe como un artista observaría su obra maestra.
               Totalmente maravillada, sin concebir la posibilidad de apartar la vista de él.
               La clase se va llenando, el bullicio aumenta inversamente al tiempo que queda para que comience la siguiente clase. Yo sigo con la mandíbula apoyada en la mano, el codo en la mesa y los ojos fijos en Tommy. Es mejor que la mejor película que he visto nunca. Mío, pienso mientras se ríe, y el sentimiento que me llena al escuchar sus carcajadas, ahora ya con todas mis compañeras y amigas rodeándolo como la atracción que es, es amor, puro y simple.
               Entra un nuevo profesor. Se acaba la fiesta. El bullicio se apaga rápidamente. Saco el nuevo libro del bolso y enciendo el ordenador. Lo pongo entre Tommy y yo. Tommy lo empuja para que yo vea más. Le miro y me río. El profesor va dejando sus cosas sobre la mesa y empieza con la lectura. Todo el mundo saca algo con lo que tomar apuntes. Tommy mira en todas direcciones, como un conejillo de la pradera que se da cuenta de que su manada ha huido dejándolo atrás.
               -¿Crees que debería sacar algo con lo que apuntar?-me pregunta en un susurro, y yo niego con la cabeza-. Menos mal, porque no he traído boli.
               -Yo tengo varios. Te podría dejar alguno.
               -Estoy bien.
               Se aburre a los diez minutos de clase. Le nombro encargado de pasar las páginas. Se une al coro de susurros de papel de la clase con gusto cada vez que el profesor termina un epígrafe. Así yo me tengo que preocupar sólo de escribir.
               Siento sus ojos en mí. Cada vez que muerdo el capuchón del boli mientras busco algo en los apuntes. Lo tengo todo desparramado; deberían hacer un estudio de la relación que hay entre el espacio y el desorden.
               También me doy cuenta de que él se muerde el labio cuando yo mordisqueo el bolígrafo. Como si quisiera ser él. Francamente, me gustaría que fuera él.
               Pasamos a hablar de los impulsos nerviosos. Alguien menciona el aparato reproductor. El femenino. Se escuchan varias carcajadas al fondo de la clase. El profesor frunce el ceño y Tommy con él. Se vuelve a mirarlos. Yo estoy tan acostumbrada que ni les presto atención. Luego, clava sus ojos azulísimos en los míos. A la luz de los fluorescentes, parecen dos carámbanos.
               -¿Esta gente quieren ser médicos?-espeta-. Hasta Dan ha superado la época en la que “chocho” le parece gracioso.
               Yo sonrío ante su escándalo, y su ofensa.
               -Son chicos. Maduráis más tarde.
               Tommy alza una ceja.
               -Está comprobado científicamente-susurro.
               -Te voy a dar yo a ti comprobación científica-replica Tommy. Alguien sisea para que nos callemos. Tommy sisea de vuelta. Le contestan con otro siseo y yo me giro y saco la lengua. Es una amiga mía, que se ríe y le hace un corte de manga a Tommy. Él hace un gesto con la mano, se vuelve, sacude la cabeza y pasa una página al libro, como diciendo “no tengo tiempo para estas tonterías”.
               Cuando Tommy le da la espalda, mi amiga le señala con el dedo corazón, a mí con el índice, los junta, y luego alza el pulgar.
               -Está bueno-vocaliza. La del corte de manga esta vez soy yo.
               Se acaba la clase. Todo el mundo corre fuera del aula. Hay gente que tiene que coger buses. Otros quieren evitar el atasco que se forma en el aparcamiento. Y, probablemente, lo que consigan sea adelantar el embotellamiento. Tommy me ayuda a recoger los libros. Guarda mis subrayadores, y se ríe cuando los saco para organizarlos. Me gusta que estén todos mirando hacia un extremo del estuche. Tommy se ríe.
               -¿Llamamos al psicólogo?
               -¿Por qué te crees que quise hacer Medicina? Tengo que investigar cuánto tiene esto de trastorno obsesivo compulsivo-explico, riéndome yo también. Me levanto y él pone la típica cara de chico que es más bajo que la chica con la que está y no sabe muy bien cómo llevarlo. Le doy una palmadita en la cabeza como si fuera un cachorro.
               -No te voy a dar la patita, si es lo que estás buscando.
               Se ofrece a llevar mi mochila, pero yo le digo que estoy bien. Me despido de mis amigas y nos dirigimos hacia la parada de autobuses. Le pregunto si se queda a comer conmigo. Él me dice que depende, que si invito yo, puede que se lo piense. Yo me echo a reír y le digo que por supuesto. Él me besa la carcajada antes de que termine de hablar.
               Me sonrojo.
               Cuando me atrevo a mirarlo por el rabillo del ojo, veo que se le ha quedado un poco de carmín en la boca.
               -Tienes…-digo. Él se toca con el pulgar y se mira. Y me suelta algo que hace que no pueda parar de reírme.
               -Joder, quítamelo, que no se entere Diana.
               Se lo quito con el pulgar, después de lamérmelo. Ya está. Nos bajamos en nuestra parada, me da la mano cuando desciendo del bus y yo le sonrío, haciendo una leve inclinación de cabeza.
               Me siento como una princesa que asiste al baile de su coronación. Todo porque él está aquí.
               Pasamos por delante de varias pizzerías, pero él no se detiene. Sólo las mira con curiosidad.
               -¿No deberíamos elegir una y entrar?
               -Es que prefiero comerla en tu casa. Si no es molestia-responde, metiéndose las manos en los bolsillos. Niego con la cabeza.
               -Estás invitadísimo.
               -Genial.
               Seguimos avanzando.
               -Pero… ¿no crees que deberíamos coger algo para llevar? Estoy hambrienta.
               Tommy se vuelve, considera las opciones.
               -Si la cogemos ahora, estará fría y descolocada. Mejor llamamos y que nos la traigan. El Mago de la Comida a Domicilio hará su magia con el repartidor.
               Me echo a reír. Me da un beso en la mejilla y me acaricia los nudillos cuando mi sonrisa se amplía.
               Llegamos a mi portal. Meto las llaves. Subimos en el ascensor, con nuestras miradas mezclándose y los dedos ardiendo en las yemas, en el punto en que nos estamos tocando. Mis caderas se mueven un poco hacia Tommy. No soy consciente de que tengo la espalda pegada a la pared del ascensor y me estoy inclinando hacia él hasta que él se mete entre mis piernas, me acaricia la cintura, me mira a los ojos y me da el beso más prolongado, sensual y cariñoso que nuestro efímero trayecto le permite.
               El ascensor se para. Nosotros damos un brinco por la inercia mientras las puertas se abren. Empiezan a cerrarse de nuevo. Tengo las manos de Tommy en mi cuello. En mi pelo. Yo le acaricio los brazos. Madre mía, qué brazos, qué hombros, qué cuello, qué espalda. Qué hombre.
               Se me acelera la respiración. Y a él también. Somos dos géiseres a punto de erupcionar.
               Tommy mueve el brazo. Se le tensan los músculos y yo siento el impulso de darle un mordisquito allí donde el corazón le late más fuerte mientras él impide que la puerta se cierre y el ascensor se vaya a otro lugar.
               -Layla-susurra. Yo le mordisqueo el labio-. ¿No tenías hambre?
               -Quiero comerte-me escucho decir. Su mano pasa a mi cintura. Me pega contra él. Algo en mi interior, dormido durante eones, se estremece.
               Deseo.
               Le deseo.
               Quiero estar con él.
               Quiero hacerlo mío.
               Y quiero que me posea.
               -Pues no aporto muchos nutrientes-se burla.
               -Puede… pero, a juzgar por el bulto que noto en los muslos, o se te ha roto el bolsillo y tienes el móvil en un sitio raro del pantalón, o tú también quieres comerme a mí.
               -Tengo hambre de ti siempre, princesa-responde. Sus ojos chispean. Con la furia de un océano en una tormenta de pasión. Es una tempestad en la que yo quiero hundirme, conocer las profundidades, desparramar los tesoros que llevo en mi interior.
               Seguimos besándonos. La puerta se cierra. Después de una eternidad, el ascensor se mueve y nos obliga a separarnos. Tommy tiene la boca llena de mi pintalabios.
               No nos da tiempo a limpiársela antes de que las puertas se abran y una ancianita aparezca ante nosotros. Se ajusta las gafas y nos observa con estupefacción.
               -Layla-dice. Me conoce porque la ayudo a cargar la compra. A veces incluso intenta darme dinero. Pero yo no lo acepto, por supuesto. Ahora que papá y mamá ya no me pagan el alquiler, tengo un buen colchón de ahorros que no pienso desperdiciar-. Tommy-reconoce por fin, colocándose de nuevo sus anteojos.
               -Señora Montgomery-saludo. Tommy musita algo parecido a su apellido. No se acuerda de quién es. Pobrecito-. ¿A bajar la basura?
               -Pues sí.
               -¿Quiere que se la baje yo?-se ofrece T. La mujer sonríe.
               -Eres un sol. Igual que tus padres. ¿Cómo está?
               -Están bien, gracias. ¿Y usted?
               -Con artritis, hijo-se lamenta la señora, arrastrando los pies de vuelta a su casa-. Tardo un montón en hacer las cosas.
               -Tampoco es que le corran prisa, ¿o no?
               -En eso tienes razón-agita un dedo en el aire-. ¡Ya no soy una chavalita!
               La intervención de la señora Montgomery nos sirve para tranquilizarnos. Tommy saca la basura y, cuando vuelve al ascensor, ya estamos más calmados y conseguimos llegar a casa. Abro la puerta y me doy de bruces con un delicioso olor a queso fundido, pimientos asados y patatas al horno. Me vuelvo hacia Tommy, que se encoge de hombros, me da un beso y me quita la mochila.
               -No hemos celebrado nuestro aniversario.
               -¿Qué día es?-me río. Le acaricio la nuca. Él vuelve a encogerse de hombros.
               -Lo mejor de lo nuestro es que nosotros decidimos. ¿No te parece genial, princesa?
               -Tú eres genial-respondo. Le doy un piquito y le doy las gracias en tono suave. Enamorado. Hace años que no lo utilizo. Hace siglos que no me da miedo estar así con un chico. Hace milenios que no me hace ilusión volver a casa, y que no rezo para que mi chico no esté allí.
               Pero eso era antes. Hace milenios, mi chico era Chris.
               Y ahora, mi chico es Tommy.
               Charles Darwin tenía toda la razón del mundo. Los cambios son para mejor. La teoría de la evolución puedo demostrarla yo misma, teniendo en cuenta mis últimos tres meses de vida. Cómo puede cambiar todo en cosa de un segundo.
               -Un momento…-reflexiono-. ¿He de asumir que te has confabulado con mis amigas para tenerme sólo para ti durante la tarde? ¿Y por eso todas me han dicho que tenían cosas que hacer y que no podían comer conmigo?
               Keira me dijo que hoy tenía que terminar un trabajo en la universidad, que incluso cenaría fuera. Roxie había quedado con su novio. Las demás tenían muchas otras cosas que hacer: pasar apuntes, repasar tal tema, estudiar un apartado, o ir a ver a sus abuelitas enfermas.
               Nadie había estado disponible para ir a comer conmigo.
               Porque yo no estaba disponible para ir a comer con nadie.
               Tommy se pasa una mano por la nuca, se rasca el cuello, se acaricia el pelo y la levanta. Y yo sé en ese instante por qué Diana y yo lo compartimos. Por qué podríamos compartirlo con un millón de chicas.
               Porque él es el único que lo merece. Se merece que le concedan todos los caprichos que tenga, hasta el más nimio.
               -Culpable-dice, y yo me río, me pego a su él, me refugio en su pecho y le doy más besitos. Rápidos. Cortos. Efímeros como el escozor del pinchazo de una aguja.
               Chocamos contra la pared. Respira aceleradamente en mi boca. Sus manos bajan a mi culo. Me lo aprieta. Me pega contra él. Y a mí me encanta. Mi estómago ruge con furia, pero creo que es por anhelo y no por gula. Tommy vuelve a endurecerse.
               Y, por primera vez, no me molesta que lo haga, ni me asusta que sea tan sensible, ni me ofende la rapidez con que se excita. Me siento… halagada. Sí, “halagada” es la palabra.
               Y decidida.
               Y nerviosa. Vuelven a mí esos nervios de la primera vez. Hoy lo conseguiremos. Lo de Wolverhampton no se repetirá. Hoy nos haremos uno y todo estará bien. Reconquistará el terreno que otros maltrataron, recuperará la paz en zonas de guerra, sembrará sus cosechas en campos antes yermos.
               El corazón me late enloquecido. Creo que se me va a salir del pecho. Puedo sentir el suyo contra mis senos. Siento sus pulsaciones en las venas del cuello. Le pongo la mano en un lado y sigo besándole. Y él se ríe. Y yo me río. Los dos nos reímos. No sé por qué, pero nos reímos. Es que su risa es contagiosa.
               -¿Qué?-inquiero.
               -¿Me estás tomando el pulso?
               -Puede ser-replico.
               -Y… ¿cuál es mi dolencia, doctora Payne?-bromea, besándome la nariz.
               -Hipertensión.
               Tommy me mira de arriba abajo.
               -Layla, te puedo asegurar que tensión, lo que se dice tensión, no tengo mucha ahora mismo.
               Nos volvemos a reír. Nos besamos un poco más, y él nos para aduciendo que ha estado toda la mañana trabajando en mi comida.
               -¿No tenías clase?
               -Por un día que falte, no va a pasar nada.
               -Tommy, el instituto es importante.
               Tommy alza las cejas.
               -Mi padre es el jefe de estudios ahora.
               -¿Sí? ¿Y eso?
               Me pone al día con lo de la readmisión de Scott. Analiza casi sintácticamente cada palabra dicha por Sherezade. Comenta el beso de Sceleanor (incluso los llama así) y lo bien que se lo pasaron en ese primer día.
               Luego menciona la junta de emergencia de todos los profesores. Cómo el subdirector pasó a ser el director y cómo su padre terminó siendo el Jefe de Estudios. El agobio de Louis. Lo fácil que le fue a Tommy pasar por secretaría y decirle que salía un par de horas antes. Louis asintió con la cabeza, las manos alzadas, y le dejó ir. Le llamó Bruce. Tommy cree que lo confundió con un profesor de Química.
               Llego a reírme a carcajada limpia con lo de Bruce.
               -Así que ahora puede, o puede que no, sea Batman-comenta-. No puedo confirmar ni negar los rumores que circulan en torno a mi persona-saca comida del horno, y de la nevera, y de un montón de sitios más en que yo nunca me esperaría que hubiera comida. Me acerco a contemplar su obra.
               Ha hecho una carne que sangra una salsa de queso y setas, con pimientos rojos y verdes y patatas acompañándola. También hay una crema, cuyo suave color me indica que también es de verduras. Le ha rayado zanahoria por encima, y le ha puesto un poco de perejil y maíz. Me lo quedo mirando.
               -¿Cuánto te ha llevado hacer esto?
               Se encoge de hombros.
               -Tommy-le digo, y él suspira.
               -¿Ahora resulta que uno no puede mimar a su chica?
               -¡Tommy!-me echo a reír. Él sonríe, escuchándome-. No tenías que…
               -Te echaba de menos. Hicieron esto en Masterchef el otro día, y me apeteció hacértelo, así que me dije “oye, T, puede que sea hora de que te pases a ver a Layla”-comenta, tocándose la barbilla. Me fijo en la casi imperceptible sombra de barba que tiene ahí. Y me entran ganas de sentarme a mirar cómo le crece.
               Y de lamerle la cara.
               No por ese orden, claro está. O puede que sí. No estoy del todo segura. A solas con él, y tan cerca, oliendo su colonia y sintiendo cómo las palabras que salen de su boca impactan contra mi piel, no estoy segura de nada.
               -Además-añade, acariciándome la mano, sacándome de mi ensoñación-. Te he tenido un poco abandonada últimamente. Entre lo de Scott, y Diana en casa, y… bueno, sólo te vine a ver por La Proposición-lo dice de tal manera que yo pienso en esas dos palabras con mayúscula inicial-. Y no quiero que te sientas desplazada.
               -No me lo siento.
               -Pues mejor, porque no lo estás. O sea, bueno, un poco desplazada sí que estás, pero porque vives en el centro y yo en las afueras, pero… ya me entiendes, princesa. ¿Verdad que me entiendes?
               -Claro que sí, sol-respondo, dándole un beso en la mejilla. Y pienso en todo lo que hay detrás de esa afirmación. Si estoy más unido a Diana es porque ella vive encima de mí. Nada más. Si pienso más en ella es porque la veo mucho más a menudo. Si hablo más con ella es porque estamos mucho más tiempo juntos.
               Si la echo más de menos a ella es porque la he probado de una manera en que no he llegado a probarte a ti.
               Pero que esté más unido, que piense más en ella, que la eche más de menos, no significa que a ti no te eche de menos, que no piense en ti, que no estemos unidos.
               Cojo un mantel. Y platos. Y los llevo a la mesa del salón. Cuál es mi sorpresa cuando me la encuentro ya preparada para que nos sentemos a comer. ¡Y con un jarrón de peonías rosas en el centro!
               Me vuelvo hacia él.
               -¿Me has comprado flores?-espeto, maravillada. Él se vuelve a pasar la mano por el pelo como si fuera un niñito.
               -Es que no quería que te sintieras desplazada-repite. Y yo me río y le abrazo y le beso y casi se nos cae la comida. Pero nos da igual. Huelo las flores, compruebo que les ha puesto agua (el chico está en todo) y me siento frente a él. Le digo que le faltan las velas, y él chasquea los dedos y susurra un “mecachis”. Le pido la receta de lo que estamos comiendo, porque está delicioso y me encanta ver cómo mueve la mandíbula y los labios y la lengua al hablar. Y vuelvo a sentir que me quedo maravillada mirándolo, y empiezo a divagar por mi mente, y pienso en lo que podríamos estar haciendo, en lo que me apetece hacerle y que él me haga, y algo en mi interior se enciende, y mis entrañas empiezan a cocinarse a fuego lento. Le limpio una miguita de pan de la comisura del labio con la servilleta, él hace lo mismo con el dedo pulgar cuando a mí se me queda un poco de salsa en los labios. Y se lo lleva a la boca.
               Y me mira mientras se chupa el dedo.
               Y joder.
               Dios mío.
               Se me encienden las mejillas, pensando en lo que quiero hacer. Y en lo que él también quiere. Nos miramos a los ojos. Nos preguntamos en silencio. Me levanto y él arrastra la silla hacia atrás. Estamos pensando en lo mismo. Me siento a horcajadas sobre él y hundo los dedos en su pelo. Él me acaricia las caderas. Mete las manos por debajo de mi blusa y recorre mi espalda con los dedos. Deja un rastro de fuego allá por dónde estos pasan, como si fuera un incendio forestal y mi piel, las cenizas. Me inclino hacia él.
               Le beso. Tan despacio que incluso yo me sorprendo.
               -¿Qué le has echado?-inquiero. Me repite los ingredientes, con la boca tan cerca de la mía, que cuando habla es como si me diera minúsculos besos. Pequeñas pruebas de uno que está por venir-. ¿Y qué más?-insisto en su aliento. Se muerde el labio, y yo quiero ser esos dientes. Diana, qué suerte tienes de tener estos dientes a tu disposición todos los días.
               -Nada más-responde. Baja la mano. Cruza mi pantalón. Se detiene en mi culo y me lo aprieta un poco contra él.
               No tiene sentido, nada de esto tiene sentido. El calor que me abrasa por dentro no tiene sentido, la sensación de urgencia estando juntos, aun sabiendo que voy a tenerlo toda la tarde para mí sola si yo quiero, incluso sin necesidad de pedir que se quede.
               -¿Quieres el postre?-dice con un hilo de una voz profunda, hambrienta y ronca. Totalmente sensual. Reconozco esa voz. Diana me ha hablado un montón de veces de ella. Incluso yo la escuché otra vez, en casa de mis padres, con él encima de mí, a punto de entrar en mi interior.
               Le diría que sí a cualquier cosa cuando le sale esa voz, recuerdo que me ha confesado Diana en varias ocasiones. Y no me extraña. Escucharla otra vez me hace sentir como si fuera una diosa que tiene un mundo de posibilidades a su alcance. Puedo hacer lo que sea con tal de que ese deje que tan erótico me resulta no abandone sus cuerdas vocales.
               -¿Eres tú el postre?-respondo. Él sonríe y me besa el hombro, la clavícula, el cuello. Cierro los ojos, agradecida de cómo mis neuronas enloquecen y envían descargas eléctricas rabiosas por todos los puntos de mi cuerpo. Me recorre un escalofrío.
               -Podemos hacer un apañito-responde.
               -Te quiero comer, Tommy-confieso con un hilo de voz. Dejo que él me recorra con sus manos. Que su aliento despierte instintos ocultos en mi interior.
               -Eso puede arreglarse-responde él. Y me da un beso largo, húmedo, y profundo como la sima más oscura del océano. Me pega a él y yo estoy segura de que vamos a hacerlo en la mesa. Me siento un poco mal, me gustaría hacerlo en la cama. Es nuestra primera vez y quiero que sea especial, calmada… no sé, al estilo tradicional.
               No vamos a conseguir nada de eso.
               Precisamente cuando estoy a punto de empezar a desabotonarle la camisa, él se separa de mí. Me empuja con delicadeza hasta que me levanto y me toma de la mano. Me deja en el pasillo, va a la cocina y yo frunzo el ceño. No puede ser que él no haya sentido esa llamada ancestral que he sentido yo.
               Una parte de mí se entristece al pensar que puede que la llamada no sea tan urgente para él, porque él tiene con quién desfogarse y yo no. Puede que él no sienta la necesidad con tanta fuerza. Puede que el instinto esté saciado.
               Pero esa voz se calla cuando Tommy saca un pastel de la nevera, coge una cuchara y viene a mi encuentro.
               -Se me ha ocurrido una idea-explica. Vamos a mi habitación. No cerramos la puerta, porque estamos solos en casa. Y, francamente, encuentro la idea de que Keira pueda venir y encontrarnos de esta guisa muy excitante.
               Deja la tarta encima de mi mesilla de noche. Es de chocolate, con varias capas, una película de café a modo de cobertura y un par de frambuesas colocadas haciendo un dibujo.
               Es la típica tarta de pastelería. Pero sé que la ha hecho él. Me siento en la cama, al lado de la tarta, y le miro. Él se queda de pie frente a mí. Me coge las manos, me acaricia los nudillos.
               -Vamos a jugar a un juego-me dice. Y no lo hace en un tono sádico, sino con ese tono grave, de hombre cuya hambre sólo puede saciar su mujer que hace que me recorra otro escalofrío-. Te voy a dar una cucharadita de la tarta. Y tienes que decirme qué he usado para hacerla. Un ingrediente de cada vez-se calla, aumentando la expectación.
               -Y, ¿qué saco si acierto?
               Sonríe.
               -Te dejo que me quites la prenda que quieras.
               Me muerdo el labio, contemplándolo. Dios, me va a encantar este juego.
               -¿Y si fallo?
               Su sonrisa se hace más amplia. También un poco más traviesa. Es el equivalente de su sonrisa de Seductor™ particular.
               Diana y yo tenemos que ponerle urgentemente un nombre a esa sonrisa. Cuando le pones nombre a algo, es más fácil que aparezca. O más fácil de controlar.
               -Me dejas que te quite la prenda que yo quiera.
               Me recuesto sobre la cama, mirándolo.
               -Quítate los zapatos-le digo. Y él alza las cejas.
               -Todavía no me has dicho ningún ingrediente.
               No miro la tarta.
               -Frambuesa. Los zapatos.
               -¿Los dos?
               -Ajá.
               Hace lo que le digo. Me gusta estar al mando. Se quita los zapatos y se mete entre mis piernas. Coge la cuchara. Arranca un trocito de tarta.
               Y empezamos a jugar al mejor juego al que hemos jugado nunca. Con cada prueba de su efímera obra de arte, me da un profundo beso. Lo primero que le pido que se quite es la camisa. Y no paro de acariciarle el pecho desnudo, y no me importa que sus ojos ya no brillen tanto, porque me maravilla el tacto de sus músculos bajo mis dedos, de la fuerza que hay en su torso y de lo suave y a la vez poderoso que parece. Tiene un poco de pelusilla en los pectorales, y no puedo evitar enredar los dedos en ella y reírme cuando él también lo hace. Bromea con que no se ha depilado porque no pensaba que las cosas fueran a terminar así. Pero yo quería que terminasen así. Y él también.
               Con cada nueva cucharada, el beso se hace más profundo y sensual. Adoro el sabor a chocolate y ganas que pruebo de lengua cada vez que nuestras bocas se juntan. Tommy no puede más. Me desabotona la blusa y mete las manos por debajo de la tela. Recorre mi espalda, mi vientre y mi cintura mientras yo sigo con las manos fijas en su cara. No quiero dejarlo marchar. No voy a dejarlo marchar. Quiero que nos mezclemos hasta que sea imposible distinguirnos, y que nos convirtamos en uno y no nos volvamos a separar.
               -Todavía no he fallado ningún ingrediente-le digo, sin embargo, cuando está terminando de desabrochar los botones.
               -Y yo no te estoy quitando la blusa.
               -Eso es trampa-le recrimino.
               -Es que eres preciosa, Layla-gime en mi boca. Me masajea las caderas con los pulgares. Nadie me ha hecho esto jamás. Y me encanta. Sigo diciendo ingredientes, intentando concentrarme. Quiero que termine de estar desnudo para mí.
               Fallo un par. Tommy me quita los zapatos y los calcetines. Me besa la cara interna del tobillo y empieza a subir por mis piernas.
               Quiero que me haga lo que me hizo la primera vez. Cuando nos dimos cuenta de que él no podía ser como Scott. No para mí, al menos.
               Así que digo cosas al azar. Y él está en calzoncillos y yo voy perdiendo mi ropa hasta quedarme en bragas y sujetador.
               Él se separa un poco de mí para mirarme. Se frota la cara. Parece un niño pequeño al que llevan a su parque de atracciones favorito. Yo sonrío. Me incorporo un poco hasta quedar sentada frente a él. Poso mis labios en los suyos, saboreo una vez más los diferentes tipos de chocolate, y me llevo las manos a la espalda.
               -Me lo voy a quitar-le digo en un susurro. Él me mira los pechos un segundo antes de decir, con los ojos de nuevo en los míos:
               -Eso va contra las normas.
               Le doy otro piquito.
               -Quiero jugar a otro juego-contesto, desenganchándome el sujetador. Noto cómo se le seca la boca. Lo escucho. Lo presiento. Todo mi cuerpo siente cómo el suyo reacciona a ese pequeño clic.
               -Menos mal-contesta, esa voz que tanto me gusta y por la que tango haría de nuevo en el fondo de su garganta-, porque llevo diez minutos pensando que lo más delicioso en la habitación en realidad no es la tarta.
               Me bajo los tirantes. Me aparto un poco de él para que pueda verme mejor, y yo poder ver mejor su reacción.
               Me quito por fin el sostén. Tommy me mira los senos. Se lleva una mano a la entrepierna, se la pasa por su paquete y luego cierra los ojos. Cuando me mira, hay una bestia en ellos. Una bestia a la que yo puedo domar.
               Espero con paciencia a que me los acaricie. No tengo que esperar mucho. Lleva sus manos a ellos y los sostiene entre sus dedos. No es que sean muy grandes, pero para él, parecen perfectos. Me acaricia despacio, me hace cosquillas, yo cierro los ojos mientras pasa los pulgares por los pezones, que se ponen duros al contacto. Lleva su boca a ellos y los besa. Los chupa.
               Todas y cada una de mis neuronas se vuelven locas con el contacto cálido y húmedo de su lengua. Me reclino suavemente de nuevo sobre el colchón, la tarta olvidada, la ropa abandonada y todas mis defensas bajas. Soy suya. Soy suya y de nadie más, soy suya como nadie podrá tenerme ni me ha tenido nunca. Tommy se pone encima de mí. Me mira a los ojos, una pregunta en ellos, y yo respondo arqueando la espalda para que pueda seguir degustándome como desee.
               Una de sus manos baja por mi anatomía. Se mete dentro de mis bragas. Yo abro la boca y dejo escapar un gemido cuando sus dedos llegan al punto exacto donde llevo deseando que me toque desde que entramos en el ascensor. Me acaricia, me masajea, hace presión y luego la libera.
               -Tommy-gimo. Le noto sonreír. Me da un pequeño mordisquito antes de subir con su boca, dándome besitos.
               -Voy a probar cada centímetro de tu piel-me promete, dándome un mordisquito entre palabra y palabra.
               Y lo hace. Vaya si lo hace. Consigue que me ría y me estremezca mientras hace lo que me hizo cuando yo era un fantasma de la chica que una vez fui y que ahora estoy consiguiendo volver a ser. Me besa los lugares en los que tenía moratones y los rincones que son tierra inexplorada hasta que su boca los toca y los reclama para sí.
               Sube por mis piernas, baja, vuelve a subir. Sus dedos escalan hasta mis caderas. Tira de mis bragas. Un poquito, lo justo para que yo sepa lo que se propone hacer.
               -¿Estás bien, princesa?
               -Sí-murmuro.
               -¿Quieres que sigamos?
               -No quiero que paremos-respondo. Él se ríe. Me da un beso en el ombligo. Me quita las bragas y estoy totalmente desnuda para él. Me separa un poco las piernas. Sigue bajando. Me besa…
               … justo ahí.
               Yo lanzo un suspiro y sonrío, arqueándome, facilitándole el trabajo.
               Él se acelera. Le entiendo, la verdad. Se quita los calzoncillos. Sigue lamiéndome, y haciendo que me retuerza, y me estremezca, y…
               Le suena el móvil. Yo me incorporo y él se queda quieto.
               -La madre que lo parió-gruñe. El teléfono da varios toques antes de acabarse. Nos miramos el uno al otro. Me da un beso salado, y vuelve a lo suyo.
               Le vuelve a sonar el móvil. Él bufa, no le hace caso.
               -Creo que deberías cogerlo.
               -Nah-responde, ocupado entre mis muslos.
               -¿Y si… si es tu madre?
               -No es mi madre-responde.
               -¿Cómo lo sabes? No has mirado…
               -Es el tono de Scott.
               Me quedo callada, meditando. Y quieta, muy quieta.
               Él se da cuenta de que no estoy a lo que tengo que estar. Se aparta un poco de mí y me mira.
               -¿Qué pasa?-me encojo de hombros.
               -Me he desconcentrado un poco. Eso es todo. ¿Seguro que no quieres cogerlo?
               Tommy niega con la cabeza.
               -Conociéndole, seguro que me llama porque ha encontrado un paquete de galletas con una galleta extra. Scott es así.
               Me echo a reír. Seguimos besándonos. El móvil suena varias veces más, y luego, se apaga. Un montón de mensajes le siguen, pero como Tommy no responde, Scott deja de insistir.
               Demasiado tarde. Yo tengo la cabeza en otro sitio y me siento un poco incómoda al ver que Tommy continúa sin mí. Creo que no se da cuenta de que mi cuerpo ya no responde a él como debería. Y eso me entristece un poco. Yo me estoy comiendo la cabeza por si a Scott le pasa algo, y él en lo único que piensa en lo bien que sentaría que nos acoplásemos.
               Se apoya en sus rodillas, me separa las piernas y me acaricia.
               Le escucho acariciarse a él también, y mis rodillas intentan juntarse a pesar de que sus caderas me lo impiden. Es el mismo sonido que hacía él cuando estaba a punto de entrar en mí. Y es la misma indiferencia. ¿No estás lo suficientemente mojada? ¿No estás lo suficientemente lista? Bueno, terapia de choque: te la meto y ya te acostumbrarás.
               No es Chris, me digo. No es Chris, no es Chris, es Tommy. Quieres esto, quieres esto, quieres esto.
               Noto la punta rozándome
               Y algo en mí se desata. Doy un brinco, Tommy se detiene.
               -Perdón-dice. Yo niego con la cabeza.
               -Quiero parar-le digo-. No te enfades, ¿vale? Pero quiero parar.
               -Paramos-sentencia. Se quita el preservativo (que yo ni le he escuchado abrir, tan nerviosa como estaba) y se tumba a mi lado. Nos tapo con la sábana. Le acaricio el hombro y él cierra los ojos, apartándose un poco. Me duele, pero lo entiendo.
               -¿Quieres un poco de espacio?
               Tommy se frota la cara, asiente con la cabeza e inspira hondo. Me siento fatal por él. Todo lo que ha hecho por mí, todo lo que se ha esforzado, lo bien que estaba yendo todo… y ahora se ha ido al traste por una puñetera llamada de teléfono.
               ¿Y si nunca podemos hacerlo? ¿Y si yo no puedo volver a estar con nadie? Él no se merece tener que parar cada vez que yo me asuste por que alguien tosa al otro lado de la ciudad. Se merece el mundo entero.
               Me aterroriza el siguiente pensamiento.
               ¿Y si él se cansa de que yo le mande parar?
               No sé qué sería peor: si perderlo yo, o dejar que él se perdiera a sí mismo. Diana habla tan bien de él… dice que es tan bueno… tan atento… que te hace disfrutar tanto… y yo aquí, acojonándome cada dos por tres, quitando la película en el momento más interesante, abandonando la lectura justo cuando estábamos a punto de descubrir al asesino.
               Tommy bufa. Y yo estoy segura de que está molesto y la culpa es mía. Es lo que me llevan diciendo antes, durante, y después de follarme con crueldad durante más de un año. Y cuando te repiten algo tanto, te lo terminas por creer.
               -Lo siento.
               -No te disculpes.
               -¿Estás enfadado conmigo?
               -¿Qué?-Tommy abre los ojos-. ¡No! Claro que no, princesa.
               Me siento pequeñita a su lado, a pesar de que mido diez centímetros más que él.
               -¿Por qué piensas eso? ¿Porque me he apartado?-sugiere. Asiento, arrebujándome bajo las sábanas-. Es que me desatas, princesa-bromea-. No te lo tomes a mal. No podría enfadarme contigo por eso, con lo que yo te quiero-me da un beso en la frente y todo vuelve a estar bien. Bueno, más o menos.
               El beso es tierno. Ya no es apasionado. No voy a poder hacerlo hoy. Puede que él se haya cansado y no pueda parar si empezamos otra vez en el mismo día.
               -Deberías llamar a Scott.
               -No, debería matar a Scott-corrige. Yo me echo a reír.
               -El sexo tampoco es para tanto-me mira y alza las cejas.
               -Eh… no es por el sexo. Es porque tú estabas cómoda y él te desconcentró. Le voy a partir la boca. A ver cómo le come el coño a mi hermana con la mandíbula colgándole-bufa. Pone los ojos en blanco. Me observa un momento, echa un vistazo por dentro de la sábana y se pasa una mano por el pelo.
               Un poco de esa hambre ancestral que me ha carcomido por dentro regresa. Sé que no voy a poder hacer lo que él quiere que hagamos, lo que yo quería hasta hace poco… pero eso no significa que no podamos hacer una infinidad de cosas más.
               Tommy se tumba sobre la espalda, vuelve a pasarse una mano por el pelo y cierra los ojos. Suspira, y yo ruedo hasta ponerme sobre mi costado. Le beso el hombro y le acaricio el pecho. Él levanta el brazo para poder mirarme, destapando sus ojos y permitiéndome echar un vistazo en ellos.
               Voy bajando poco a poco. Sin pausa pero sin prisa. Él sonríe.
               -¿Qué te propones, princesa?
               Le pongo el índice en los labios mientras mi otra mano baja. Llega al bulto que hay bajo las sábanas, que las convierten en una tienda de campaña. Tommy gime. Exhala entre dientes y vuelve a cerrar los ojos.
               -Layla-murmura. Parece estar echando mano de toda su fuerza de voluntad para hablar en voz baja. Y yo me pregunto por qué no quiere hablar en voz más alta. Por qué no grita. Quiero escucharle gritar, que haga ruido para que yo pueda asimilar que le estoy haciendo lo que le estoy haciendo.
               -Si quieres que pare-le digo-, pararé. Sólo dímelo.
               -No quiero que pares. Pero… oh, dios-musita. Sus caderas siguen el movimiento de mi mano-, no quiero que… ah… lo hagas por… que… te… sientes en la… obligación-dice muy rápido, porque no va a conseguir terminar la frase. Yo niego con la cabeza.
               -No me siento en la obligación.
               Mentiría si dijera que no siento que se lo debo. Pero mis motivos son principalmente egoístas. Quiero que se acuerde de esto. Quiero que piense en mí cuando se vaya a dormir, y Diana esté en el piso de arriba pero no le apetezca subir a visitarla. Quiero que recuerde el tacto de mi mano en su sexo mientras le doy lo que no he podido darle antes. Quiero que vea que yo también puedo satisfacerlo.
               Y quiero tener algo en que pensar cuando pienso en él. Quiero saber que las cosas que despierta en mí también puedo invocarlas en su cuerpo.
               Quiero confirmar que puedo darle el placer que él me da a mí.
               Es por eso que echo a un lado las sábanas y contemplo su cuerpo desnudo. Me encanta el baloncesto por el deporte en sí y por lo que le hace a los que lo practican. Me siento, estando más cerca de él, y él se incorpora un poco, y antes de que yo pueda darme cuenta, él me está acariciando y yo le estoy acariciando a él. Juntos, pero no revueltos. Cada uno pensando en el otro y confiando en que nos sabremos llevar a las estrellas. Con su mano libre se pasea por mis pechos. Con mi mano libre le recorro los hombros. Nuestras lenguas se unen como dos delfines en el espectáculo de cualquier acuario.
               Tommy termina. Me dice que me aparte, pero yo no lo hago. Se corre en mi mano con un gemido y un grito “¡joder!”. Y algo en mi interior se estremece.
               Mi autoestima.
               Todavía hay alguien que me quiere libre, todavía hay alguien a quien le gusto tal como soy.
               Tardo un poco en seguirle. Tommy me separa las piernas, me separa los muslos y me devora con el hambre de alguien que está desnutrido. Y yo pego la cabeza contra la pared y doy un grito y gimo y me retuerzo y…
               Oh.
               Oh.
               OH.
               Termino.
               Y él no se aparta. Bebe de mí y yo sonrío, mirándome la mano, los restos de su placer, su esencia más pura. Esto se lo he hecho yo, pienso, maravillada.
               Tommy se separa por fin de mí. Nos miramos a los ojos y vemos la fascinación en el otro. Me inclino a pedirle un beso que me sabe a mar. Él me muerde un poco el labio. Yo me echo a reír.
               Se queda en mi pecho, mirando también mi mano humedecida. Respira con tranquilidad, pero el corazón todavía le late acelerado. Lo tengo entre las piernas, tumbado, contemplando a todo menos a mí. Y, sin embargo, sé que en mí es en lo único en que puede pensar en este instante, igual que él es lo único que me da vueltas en la cabeza.
               -Es la primera vez en un año que hago algo semejante-confieso- porque me apetece.
               -Me alegro muchísimo de que te haya apetecido-responde. Yo me echo a reír.
               Decido lanzarme a la piscina.
               -Supongo que me apetecerá más a menudo ahora que vamos a pasar mucho más tiempo juntos, ¿no?
               Él se revuelve.
               -Su…pongo-responde, inseguro. Yo frunzo el ceño. Eso de que puede que al final no vayamos a ningún sitio me lleva rondando desde que me dijo que a Scott lo habían readmitido. La verdad es que también tendría sentido que no fuéramos; al fin y al cabo, ya no necesitábamos la solución a aquel problema, ¿verdad?
               Pero me dolería si no fuéramos. Había tenido mis dudas, había meditado mucho, pero Diana me había ido metiendo la idea en la cabeza, todo lo bueno que podríamos hacer. Estaríamos todos juntos, como habíamos querido desde pequeños (algunos, sin saberlo), nos pasaríamos dos meses y medio (con suerte) con gente de gran talento y profesionalidad, aprenderíamos muchísimo, nos acercaríamos mucho, seríamos como una piña…
               … y estaríamos con Tommy.
               -¿Y si me hace mal verle contigo, Didi?-le había preguntado a la americana por teléfono. Ella se había capturado un mechón de pelo entre los dedos.
               -No te lo va a hacer.
               -¿Y si me entra la prisa por hacer algo con él, y no estoy preparada aún para estar juntos… de esa forma?
               -¿Y si estar con él las 24 horas del día te cura?-me había respondido.
               No supe defenderme de eso. Tenía razón.
               Si él me había hecho tanto bien las primeras horas, ¿quién sabía lo que sería capaz de hacerme su presencia durante una semana entera? Mira lo que acabábamos de hacer. Un mundo de posibilidades se abría ante nosotros.
               ¿Cerraría Tommy la puerta?
               -No lo he hablado con Scott. Hemos estado tan liados intentando ponerle al día con las clases que…-se encogió de hombros-. La verdad es que yo no he vuelto a pensar en ello. Y el plazo de las audiciones se cierra en una semana, y ni siquiera hemos recibido contestación al correo con la grabación.
               Asiento con la cabeza.
               -¿Tú quieres ir?-le pregunto. Él menea la cabeza, sopesando las opciones.
               -Yo… lo que quiero… es estar ahí para Scott. ¿Y tú… has tomado alguna decisión?-me pregunta, mirándome. Voy a contestar cuando le vuelve a sonar el teléfono. Yo miro sus pantalones, que están en el suelo. El bolsillo de un lado brilla con una luz fantasmal. Sé que, si dejo pasar la llamada, él no intentará cogerla.
               -Estate ahí para Scott-sonrío. Él asiente, salta a por el teléfono y lo saca. Es él. He reconocido el tono.
               -No te voy a dejar echar un polvo tranquilo con mi hermana en lo que nos queda de siglo-anuncia, descolgando el teléfono.
               -Estimado señor Malik-replica Scott-, le escribo en…
               Tommy frunce el ceño.
               -¿Qué cojones dices, Scott?
               -Calla y escucha, ¿o tienes la cabeza metida en el culo? Estim…
               -Estoy con Layla, Scott-gruñe-; como me hayas llamado para leerme un puto correo de suscripción al servicio de preventa de Game, te pegaré tal paliza que te dejaré tetrapléjico.
               -Dile a Layla que de nada por ahorrarle un polvo patético.
               -Eres la criatura más detestable que he conocido en mi vida.
               -¿Vas a callarte y escuchar, o qué?
               Tommy pone los ojos en blanco.
               -Te pongo en manos libres, más te vale que no sea una tontería.
               -Estimado señor Malik-recita Scott-, le escribo en respuesta al correo que me envió el pasado domingo con un audio adjunto. Mi nombre es Lauren Parrish, soy asistente personal de Simon Asher, director del programa de talentos que triunfa en Ing…
               -¿Puedes ir al grano?-ruge Tommy.
               -¡Que te calles, joder, que esto es importante! ¿Por dónde…?-Scott chasquea la lengua-. Genial, Thomas, ahora me he perdido.
               -Que triunfa en Inglaterra-ayuda una voz femenina más alejada.
               -Eso. Sí. Gracias, nena. Bueno… que triunfa en Inglaterra y el resto de Reino Unido, The Talented Generation. Me congratula anunciarle que usted ha sido preseleccionado para realizar las audiciones televisadas que tendrán lugar entre el día 13 y 20 de febrero en Londres-Eleanor lanza una exclamación-. Nos encantaría conocerle y poder contar con usted para contribuir a cambiarle la vida y ayudarle a cumplir con todos sus sueños. Si desea reunirse con nosotros para una oportunidad única, por favor acuda al Hotel Plaza de la calle… no sé qué puta calle es, el nombre está en gaélico-protesta Scott- con el formulario que se le adjunta en este correo impreso. Allí se le hará entrega del número de audición con el que podrá venir a sorprendernos. Le esperamos. Con mis mejores deseos, Lauren Parrish, encargada de audiciones de Inglaterra y Gales para The Talented Generation, una compañía perteneciente a THE MUSE MUSIC ENTERTAINMENT, sociedad limitada y creada por…
               -Mi abuela en bragas-corta Tommy. Eleanor y yo nos echamos a reír. Scott bufa.
               -No sé ni por qué me molesto en contarte las cosas, si con ese entusiasmo podemos detener un tren de alta velocidad.
               -¿Me has llamado en serio para leerme un puto correo?
               -Me pareció que era importante.
               -¿No podías esperar… no sé, tres horas?
               -Es que te echaba mucho de menos.
               -Qué gilipollas eres.
               -¿Tú me echabas de menos?
               Tommy pone los ojos en blanco.
               -He visto tu espantosa cara a primera hora, me pareció sufrimiento suficiente por el resto del día.
               Scott suelta una risotada.
               -Te he llamado porque tu hermana me ha convencido, porque al ver el correo me he quedado un poco descolocado y no sabía si íbamos a seguir adelante con el plan.
               Tommy me mira.
               -Eso era exactamente lo que estaba hablando con Layla.
               -Y te dijo que por supuesto, ¿verdad? ¡Genial! Pues para en cualquier librería, que se me ha quedado sin tinta la impresora.
               -¡Sí, hombre! ¡Vaya morro tienes, chaval! Primero termino mi conversación con Layla y después te llamo.
               -Los labios que te interesan ahora son los que tiene en la cara, ¿vale, campeón? ¿Necesitas que te dibuje un…? Oh, Dios, ¡Eleanor! ¿Qué llevas puesto?-la hermana de Tommy contesta algo entre risas-. No, ni medio normal me parece, tía. Primero me das el coñazo con que tengo que llamar a Tommy para aprovechar que ahora está con Layla, ¿y ahora te me pones es…?
               Scott se queda callado un par de segundos.
               -Scott-bufa Tommy.
               -Tommy-bufa Scott.
               -¿Qué pasa?
               -Tu hermana es lo que me pasa, joder-se escucha una palmada-, tus padres la hicieron con ganas, madre mía-otra palmada.
               -Dime que no le estás dando azotes en el culo.
               -No le estoy dando azotes en el culo, Tommy.
               -Gracias por mentirme.
               -De nada.
               -Voy a colgar, antes de que alguien sugiera hacer una orgía telefónica-anuncia.
               -¿Qué pasa, Layla está en modo goloso? Eleanor-espeta Scott-. Por favor, estoy al teléfono.
               -Lo he estado-confieso.
               -¿En serio?-estalla Scott como una bomba, y oímos algo caerse-. Perdón, acabo de tirar a tu hermana de la cama, T. ¿Cómo es eso? ¿Habéis hecho algo? ¿Lo habéis hecho?
               -¡Scott!-protesta Eleanor.
               -Puedes subir sola, la cama tiene 50 centímetros de alto. ¿Y bien, T? ¿Has cumplido?
               -Voy a colgar ahora, que esto se está pareciendo a una línea erótica. Fóllate bien a mi hermana, Scott, que yo voy a hablar con Layla como la persona civilizada que soy.
               -Qué aburrido es hablar-se lamenta Scott. Yo me echo a reír. Nos despedimos y Tommy se queda mirando el teléfono un rato. Se frota la cara y suelta:
               -Creo que deberíamos quedarnos como estamos; no sé si podré soportar a Scott de esta guisa las 24 horas del día. Voy a terminar asfixiándolo, y créeme: no quieres tener a Sherezade en tu contra.
               -¿Y si alegas que fue en defensa propia?
               Tommy entrecierra los ojos.
               -Cómo se nota que eres universitaria, princesa-bromea. Me da un beso en la mejilla y noto mi piel arder con el cariño de su boca aun cuando ésta se ha retirado hace un momento.
               Separa los labios para decir algo, pero el teléfono vuelve a sonar. Pone los ojos en blanco, me mira pidiéndome perdón, y desliza el dedo por la pantalla, respondiendo a la nueva llamada de Scott.
               -¿Qué pasa ahora?
               -¿Crees que tendremos que llevar uniforme? ¿Deberíamos ir conjuntados a la audición para que vean que nos lo tomamos en serio?-pregunta Scott al otro lado de la línea. Tommy levanta la mano, pone los ojos en blanco y suspira, pensando qué insulto es más adecuado para usar con su mejor amigo, cuando se oye un grito al otro lado de la línea.
               -¡Scott Yasser Malik!-trona Eleanor-. ¡Cuelga ese teléfono inmediatamente!
               Silencio. Tommy se muerde la uña del pulgar. De repente todo se ha vuelto interesantísimo.
               -¿Te he dicho alguna vez lo muchísimo que me pone que digas mi nombre entero, mi amor?-responde Scott en tono juguetón. Eleanor bufa.
               -¿También te pone que yo te llame Yasser, S? Porque, de ser así, puedo empezar ahora mismo.
               -Qué considerado.
               -Ya me conoces…
               -Como lo digas ahora, te arrepentirás hasta el fin de tus días.
               -… Yasser-sonríe Tommy.
               Silencio.
               -Voy a cargarme a tu hermano-confía Scott.
               -¿Tengo cara de que me importe?
               -No.
               -Eres muy listo.
               -Ya la has hecho enfadar-le pincha Tommy.
               -Te voy arrancar un brazo como sigas tocándome los huevos de esta forma, Thomas.
               -Yo sí que te voy a arrancar un brazo como sigas pasando de mí-amenaza Eleanor. Yo me echo a reír.  Los chicos son horribles a veces, pero cuando son graciosos, es imposible dejar de reírse con ellos.
               -Tommy-bala Scott.
               -Scott-canturrea Tommy.
               -Tengo que compensar a tu hermana mi déficit de atención-por las risas de Eleanor, deduzco que o le está haciendo cosquillas, o le está poniendo carita de corderito degollado mientras le acaricia el torso. Se escucha un beso-. Cuando cojas el bus, dame un toque y te voy a recoger a la parada.
               -O no-sonríe él. Me mira de reojo-. Layla se muere de ganas de que me quede a dormir.
               Los chicos se ríen, se despiden, cuelgan el teléfono, y se transmiten su buen humor. Me pregunto si siempre se alegrarán tanto cuando se llaman, o es ahora que están con sus chicas cuando se contagian tanto buen rollo. Me acurruco en el pecho de Tommy como lo haría si estuviera de acampada y él fuera un fuego improvisado y cierro los ojos. Él me besa la cabeza, me acaricia los hombros y juega con mi pelo.
               -Estábamos manteniendo una conversación-recuerda él de repente. Yo me estiro, suspiro y hundo mi cara en su pecho.
               -No me apetece hablar ahora.
               Y él lo malinterpreta; cree que le estoy dando largas cuando en realidad hay pocas cosas que despierten tanta expectación en mí como el día de nuestra primera audición. Tengo miedo y a la vez ganas. Quiero saber si puedo hacer lo que hago con los demás con un público desconocido y mil veces más numeroso mirándonos.
               Pero él piensa que tengo miedo a secas, que dudo de que pueda seguir adelante, que no puedo irme porque dejo demasiadas cosas atrás (y en parte, así es), que echo de menos mi vida normal aunque todavía estoy a tiempo de elegir vivirla… y se lanza a la piscina. Quiere convencerme, tiene que convencerme. Por Scott.
               Pero yo ya estoy convencida. Por él, y por Diana. Porque Diana, sin nosotros, ya no tiene nada que hacer. Es ahora o nunca. Ha perdido sus alas, por lo menos de momento.
               Tommy es consciente también de eso, de que nos jugamos todo a una carta, ha apostado todo su dinero al color rojo y la bola de la ruleta está inclinándose demasiado cerca del negro.
               Además, quién sabe qué nos hará el estar separados de esa forma.
               -No voy a irme sin ti-me promete, apartándome para poder mirarme a los ojos-. No voy a hacerlo sin ti, princesa. Dame esta oportunidad-me aparta un mechón de pelo de la cara-, y te prometo que nunca te pediré nada más. Te necesito igual que necesito a Scott. Tengo que ir con él, y tengo que estar contigo. No voy a hacer nada sin ti, la última vez que lo hice eso casi nos destruye-sacude la cabeza, y yo no sé si se refiere a su encuentro con Megan o a dejarme ir a mi casa y dejarme en las garras de Chris-, y prefiero morir a hacer que me eches de menos como antes, y a echártelo yo. Eres mía-me pasa el pulgar por el labio-, yo soy tuyo-se pone una mano en el pecho, sobre el corazón, y yo la pongo encima de él. Disfruto de los latidos de su corazón en la yema de los dedos, del calor de su mano en la palma-. Somos nuestros. No me pidas que te deje sola, porque no lo voy a hacer. Ya no más-asegura. Yo me incorporo, me siento sobre él, y no me importa lo cerca que está mi sexo del suyo, lo peligroso que habría sido con otro que no fuera él adoptar esta posición.
               Eres mía, yo soy tuyo, somos nuestros.
               Le acaricio la mandíbula, las mejillas, el mentón. Le miro a los ojos. No sabes hasta qué punto tienes razón.
               -Me muero de ganas de embarcarme en esta aventura contigo-digo simplemente.
               No caben más palabras. Sería adornarlo todo a lo tonto, conseguir sobrecargar mi declaración.
               Sello mi promesa con un beso en el que le digo todo lo que no le puedo decir, porque tiene los ojos más azules del mundo. Es un océano, y yo soy una marinera de agua dulce.

El tercer capítulo de Sabrae ya está disponible, ¡entra a echarle un vistazo y apúntate para que te avise de cuando suba los siguientes capítulos! A más gente apuntada, antes subiré




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13 comentarios:

  1. Que Dios me perdone porque Layla es una criatura hermosa y merece lo mejor de este mundo, pero no shippeo a Layla y Tommy una mierda.

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    1. No pasa nada mujer, cada cual tiene sus gustos ☺ a mí me parecen súper cuquis especialmente porque ella saca un lado de Tommy que con Diana es más difícil ver, pero también entiendo por qué pueden no gustarte, su relación es más parecida a la de un hermano mayor muy protector con su hermanita tímida (?)
      No sé por qué pero tengo la impresión de que he descrito a Alec y Mimi

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  2. Layla y tommy son lo más puro y bonito de este mundo de verdad :((( me ha gustado el nombre del concurso sí ���� Y TOMMY Y SCOTT ES QUE NO LOS SUPERO NI EN 82839383 AÑOS,, he loveado mucho este capítulo porque hace tiempo que no había nada de layla y tommy y ahora hemos sido alimentades con esta maravilla, gracias por tanto perdón por tan poco Erika �� -June

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    1. SON PRECIOSOS DE VERDAD RIP MI VIDA
      Sabía que te iba a gustar el nombre, me daba en la nariz (╭☞ ͡ ͡° ͜ ʖ ͡ ͡°)╭☞
      Tenía unas ganas locas de escribir con Layla joder es que no quería salirme de la línea que tenía pero a la vez me sentía muy mal por dejarla de lado y ahora POR FIN la tenemos aquí gracias al cielo, gracias por tanto perdón por tan poco indeed.

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  3. No me había dado cuenta de lo mucho que echaba de menos a Paula narrando hasta que he empezado a leer el capítulo. Es tan dulce y hermosa que sólo quiero curarse cara una de sus heridas y que no vuelva a sufrir nunca.
    ME ENCANTA LA APARICIÓN DE TOMMY EN LA CLASE HA SIDI BOOM!!!!! Y TODO EL CAPÍTULO CON ELLOS DOS JUNTOS HA SIDI PRECIOSO Y CREO QUE ME HA SUBIDO EL AZÚCAR!!!
    Ha sido una penita que Layla no pudiera culminar por la llamada de Scott pero entiendo que era algo urgente por el correo!
    Ha sido un capítulo completo en mi opinión
    Pd1: ¿señora Montgomery? Cuanto daño te ha hecho Marlene. Primero ezra fitz y ahora montgomery
    Pd2: has conseguido que llore con el final de capítulo. Te odio y te alabo por eso.

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    1. ME HE REÍDO PORQUE EL AUTOCORRECTOR TE HA HECHO PONER PAULA ARI Y PORQUE TENGO DOS AÑOS Y SOY GILIPOLLAS JAJAJAJAJAJAJA
      Es la bizcocha oficial de esta novela creo que todas estamos de acuerdo en ello perO POR FAVOR COMENTEMOS LA APARICIÓN DE TOMMY EN PLAN SURPRISE MOTHERFUCKER ojalá pudierais ver la cara de Layla como la veo yo en mi cabeza ( ˘͈ ᵕ ˘͈♡)
      toda feliz y enamorada e ilusionada mE DUELE UN PULMÓN
      Tengo pensada una primera vez preciosa para ella, no te preocupes, compensará las demás, aunque quizá no compense con quién lo hace...
      Me alegro de que te haya gustado, gracias por comentar (como siempre), no sé qué haría sin las fijas en mis comentarios, ay.
      Pd1: no tengo imaginación para tanto chica, la exprimo demasiado, qué quieres jajajajaja
      pd2: awwwwwwwww qué preciosita eres

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  4. WOW TOMMY Y LAYLA ME CAGO ENCIMA
    tienen que seguir con la banda si o si que es eso de que aparezca alguna duda ahora ME NIEGO
    TOMMY Y SCOTT NO ENTIENDO POR QUÉ NO SE CASAN YA QUE AGONÍA DE PARIPE QUE ESTAN HACIENDO CON LAS NOVIAS

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    1. SALSEO SALSEO SALSEO
      las dudas tienen su razón de ser pero a ver la novela no va a acabar aquí, no monté toda esa movida del concurso/juego/competición para sacar sólo una vez el nombre del programa a ver JAJAJAJAJAJA
      Recalco "TOMMY Y SCOTT NO ENTIENDO POR QUÉ NO SE CASAN YA QUÉ AGONÍA DE PARIPÉ QUE ESTÁN HACIENDO CON LAS NOVIAS"

      T
      A
      L

      C
      U
      A
      L
      !!!!!!!!
      no sé cómo lo voy a hacer pero voy a conseguir que follen en algún momento de sus vidas, tiempo al tiempo

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  5. "Sello mi promesa con un beso en el que le digo todo lo que no le puedo decir, porque tiene los ojos más azules del mundo. Es un océano, y yo soy una marinera de agua dulce." QUÉ COSA MÁS BONITA Y QUÉ CAPÍTULO MÁS CUQUI ❤
    Aunque tengo que confesar que me he dado cuenta de que shippeo más a Tommy y Diana PERO AMO A LAYLA CON TODO MI CORAZÓN EH
    Genial la llamada entre Scott y Tommy true otp
    "Con mis mejores deseos, Lauren Parrish, encargada de audiciones de Inglaterra y Gales para The Talented Generation, una compañía perteneciente a THE MUSE MUSIC ENTERTAINMENT" I see what you did there ��

    - Ana

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    1. TENÍA MUCHAS GANAS DE NARRAR CON LAYLA CREO QUE SE NOTÓ!!!!!!!!!!
      Aquí cada cual tiene sus preferencias, yo no voy a decir las mías para que os sintáis representadas todas eSO SÍ COMO ALGUIEN META MIERDA DE LAYLA O DIANA VA A HABER BRONCA.
      Espero que te haya hecho ilusión, no quería dejarte fuera después de lo ajustadísima que estuvo la votación por el nombre ❤

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  6. PUEDE EXISTIR ALGO MÁS PURO Y MÁS BONITO QUE LAYLA YO CREO QUE NO!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! AY LA ECHABA MUCHO DE MENOS DE VERDAD, ES TAN TIERNA Y AMO TANTO CUANDO NARRA ELLA... Jo, es que cada vez digo una cosa, porque cuando está con Didi veo claro que Tiana tiene que raisear pero cuando está con Layla es tan bueno, la entiende y la cuida y está tan pendiente de ella que ya no sé ni que shippeo más... El punto de Scott llamándoles por teléfono y su conversación con Eleanor por detrás ha sido súper bueno.
    EN FIN QUE CADA DÍA ME GUSTA MÁS ESTA NOVELA Y TENGO MUCHAS GANAS DE QUE ENTREN EN EL CONCURSO Y VER TODO LO QUE SE CUECE ENTRE ELLOS EN ESE TIEMPO
    UN BESAZOOO
    -María

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    1. ES UNA BIZCOCHA OFICIALMENTE AY QUIERO ADOPTARLA.
      Es que Tommy es una persona totalmente diferente dependiendo de con quién esté y yo creo que esas dos personalidades (como mitad de Tiana o de Lommy) se complementan tantísimo que él no podría vivir sin ninguna de las dos <33333333333
      UF el concurso me tiene un poco preocupada porque no sé si podré manejar tantos personajes y tantas cosas que quiero contar, como las actuaciones y las relaciones con nueva gente y mADRE espero hacerlo bien

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  7. SCOMMY Y LAYLA Y TOMMY (no recuerdo el ship name so sorry)

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