viernes, 30 de junio de 2017

Cuando te eches novio, o novia.


Había una vez una niña a la que le decían de pequeña “cuando te eches novio o novia”, y a la que todo eso le parecía genial. Le gustaba no tener límites, que sus padres no fueran como los que salían en algunas películas, los que no querían a sus hijos y les decían que no podían salir con una chica por ser chica.
La niña creció. Fue feliz. Esperaba con ansia ser mayor, porque sabía lo que eso significaba. Pronto se echaría novio, o novia. Pronto le empezaría a gustar alguien sin importarle si era como ella, o era diferente. Crecería y sentiría cosas y su cuerpo las celebraría y todo estaría bien, porque formaría parte de eso que se llamaba amor y que tantas ganas tenía de probar.
Y ella no tenía límites, podía volar cuanto quisiera.
Pero había un problema. La niña no se enamoraba. La niña no sentía nada. Miraba a los chicos y le parecían monos, miraba a las chicas y le parecían monas, pero nada más. Nada de esas mariposas en el estómago, ninguna urgencia en la parte baja de su vientre, ni calor en las mejillas ni deseos en el alma. No había fuego, era hielo. Qué raro. Debería ser al revés. No tenía límites, tenía unas alas inmensas. Pero, por alguna razón, esas alas no volaban.
Ella no volaba.
La niña se sentía extraña. Todo el mundo se echaba novio, o novia, y rompían y se arreglaban y volvían a romper. Todo el mundo se besaba y tenía sexo, y ella miraba desde un extremo de la habitación, la única espectadora en el cine de una película que parecía una adaptación de La colmena. Era la única espectadora, porque todos los demás eran actores.
La niña se sentía un poco mal. Sentía cariño, ganas de achuchar. Iba creciendo y sus propios pensamientos se organizaban de forma extraña. “Quiero acunarle”, “quiero darle besitos”, “ojalá arroparle antes de irse a dormir”, “ojalá acariciar su cuerpo desnudo, y darle mimos y mimos y mimos hasta que el sol se ponga y la luna también lo haga horas después”.
Pero ése no era el amor del que todos hablaban, ésa no era la pasión de la que todos hablaban. Más que un fuego, le parecía el calor del interior de la tierra, una gruta calentita por la lava a la que no puede llegar.
Llegó una respuesta. Había personas que nunca sentían ese fuego. Que nunca sentían calor, pero que tampoco tenían frío. Que vivían bien sus vidas sin necesitar de alguien que les encendiera la llama. Y se acostumbró a arrastrar sus alas, y se convenció de que no necesitaba volar, y le pareció bien. Y fue feliz.
Y, sin embargo, algo en ella parecía revolverse cada vez que veía a un novio, una novia, con su novia, o su novio. Lo echaba de menos, aun no habiéndolo tenido.
Hasta que, un día, lo encontró. Una foto en Instagram fue el detonante de la bomba. Y echó a volar. Y vio que puede que no tuviera nunca novia, pero que algún día tuviera novio.

Y luego vio un vídeo. A la semana, o así. Y volvió a estallar con los colores de todo el universo concentrados en su interior, una nebulosa entera explotando y dando lugar a otra galaxia de sensaciones.

Cuando te eches novio, o novia.
Nunca la había tenido, y puede que nunca lo tuviera, pero ya no importaba. Sus alas estaban ahí para algo, había volado.
Y puede que algún día vuelva a hacerlo.
 
La niña soy yo. Este mes ha sido muy intenso para mí, descubriendo cosas de mi interior que ni sabía que estaban, que creía muertas o simplemente vacías. Pero he visto, he leído, me he informado, y por fin me he dado cuenta de qué era esto que sentía dentro de mí. Quizás nunca haya estado con nadie, puede que mis destellos de sexualidad hayan sido tan débiles que apenas se distinguieran en el cielo nocturno, pero han estado ahí, aunque breves.
Como una autora dijo una vez:
“Me gustan los hombres. Me gustan sus manos morenas y me gusta la fuerza de sus mandíbulas, y esas sonrisas medio de lado y las barbas de tres días y los abdominales lo suficientemente marcados.”
Y:
“Hasta ahora había reparado en la belleza de las mujeres pensando que las envidiaba, pero no es así. Reparo en la belleza de las mujeres porque las mujeres son bonitas, y no puedo evitar sentirme atraída hacia ellas incluso cuando parece no estar bien.”
He hablado con más gente, y se sentían como yo. Tenían las mismas dudas que yo, y nos dimos cuenta de una cosa: Que no explotes como lo hace el resto de gente con la misma cantidad de estímulos tampoco significa que tú no seas una galaxia en potencia. Simplemente, necesitas un poco más de tiempo para formarte, crearte a ti mismx y ver qué te gusta y qué no. Cada persona es un mundo, y lo que en alguien es un fuego artificial, en otra persona puede ser una simple bengala.
Pero no tengas miedo. Los fuegos artificiales y las bengalas tienen muchas cosas en común: ambos iluminan la oscuridad…

… y están hechos de fuego.

2 comentarios:

  1. Yo también descubrí mi sexualidad hace unos meses. Siempre pensé que era heterosexual, nunca me planteé la bisexualidad, creo que yo misma me lo negee de forma inconsciente para no sufrir, pero hubo un momento en el que me di cuenta que había algo que me faltaba, que no estaba completa del todo. Conocía a chicos que me gustaban pero ninguno me atraía para tener una relación. Y de repente, un día se me abrieron los ojos hacía los chicas. No se si alguna vez me gustará alguno románticamente y nunca he estado con una chica, pero estoy preparada para lo que tenga que venir y sin dar explicaciones a nadie, como tu has dicho esperaremos a los fuegos artificiales o a las bengalas. Por fin me he aceptado a mi misma y me alegro que tu tambien lo hayas hecho. Un beso.

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    1. Si te soy sincera a mí nunca me terminó de encajar del todo la heterosexualidad, me parecía bastante... "limitada" por así decirlo. Es por eso que me incliné más por la asexualidad hasta que, reflexionando, caí en que puede que eso que sintiera cuando veía a ciertas personas fuera la atracción de la que todo el mundo habla.
      Me alegro un montón de que por fin hayamos encontrado algo en lo que encajar, Elena. Un besote♥

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