Si papá y Louis fliparon con
que quisiéramos seguir sus pasos, más flipamos Tommy y yo con su reacción. En
todas las familias era motivo de orgullo que un niño de escasa edad que aún no
sabía nada de la vida levantara sus puños al aire con entusiasmo cuando se le
preguntaba qué quería ser de mayor, y proclamara:
-¡Quiero ser-profesión-, como papá!
Supongo que ser el único chico en casa me convertía
también en la única decepción, porque cuando Sabrae decía de pequeña que quería
“castigar muchos años a hombres malos, como mamá” todo el mundo se descojonaba.
Odiaría a Sabrae, si no fuera tan mona.
Si tuviera que definir con una palabra lo que se
desencadenó después de que Tommy (Alá lo bendiga, tenía más cojones que yo), la
que usaría sería cataclismo. Todo el
mundo se quedó en silencio, como los bosques justo antes de que un terremoto
los partiera en dos, o la costa antes del tsunami.
Probablemente los dinosaurios también hubieran
experimentado ese silencio sepulcral, casi reverencial, cuando el meteorito que
ocasionó su extinción entró en la atmósfera.
Louis nos miraba a los dos como si de repente nos
hubiéramos vuelto amarillos, una suerte de personajes salidos de los Simpson
que hacían su aparición estelar en sólo un capítulo.
Prefería no saber cómo nos miraba papá. Porque le eché
un vistazo de refilón y me lo encontré con los ojos clavados en mí, como
diciendo no puedo creerme que me hayas
hecho esto. Ni que hubiera violado a alguien o me hubiera cargado a Shasha.
Quien, por cierto, dejó que la espiral de tensión se
apoderara de ella y se levantó como un resorte.
-¿Postres?-preguntó. Mamá la miró como viéndola por
primera vez. Fue como si recordara de repente que no tenía sólo un hijo, sino
cuatro. Eleanor también se levantó y la ayudó a recoger los platos, que todavía
estaban medio llenos de comida.
Aunque sospechaba que nadie tendría más apetito,
después de esto.
Dan protestó porque no le había dado tiempo a
terminarse sus patatas; tenía la costumbre de dejarlas para el final, heredada
de su madre, y que su hermano mayor a veces manifestaba. Me giré y vi que Tommy
apenas había probado bocado. Genial, íbamos a la batalla con el estómago vacío,
ilusos de nosotros.
Eri mandó callar a su hijo, que se levantó enfurruñado
y se marchó a la cocina, en pos de Shash y El. Yo fui plenamente consciente
entonces de que me había dejado solo, y me sentí misteriosamente desnudo, a la
par que increíblemente molesto. Ella iba a participar en el programa, en el mismo programa, toda la vida había
dicho que quería ser cantante, como papá y mamá, ¿por qué coño se me echaba a
mí a la hoguera mientras a ella se le daba permiso para marcharse cuando aún no
había terminado el curso, cuando era dos
años menor que yo?
Mi niña era
literalmente una niña. Yo ya era un hombre. Joder, que no me iba a perder nada
de clase. ¡Hola, papá, me han expulsado del instituto, ¿recuerdas?! ¿Por qué
cojones reaccionas como si acabara de decir que dejo la universidad a mitad del
máster porque me quiero meter a camionero?
¿Qué pasa? ¿Tu hijo de penalti no ha resultado el
golazo que esperabas?
Ahora de muy mala hostia, clavé los ojos en mi padre,
que me estudió como el biólogo que estudia al jaguar en peligro de extinción
mientras éste le acecha. Puso los codos en la mesa, parpadeó un par de veces,
entrelazó los dedos, como si rezara, y se llevó la unión de sus manos a la
mandíbula.
La boca de Louis era una fina línea a través de la
cual parecía tratar de ingerir la traición.
-Todo estaba delicioso, Eri-alabó mamá, tratando de
llenar ese silencio pre-catástrofe con su voz. Tommy me miró con los ojos de un
cachorro abandonado, puede que sopesando si lo estábamos haciendo tan mal, si
nuestras acciones eran tan reprobables. Me puso una mano en el brazo al notar
la hostilidad que manaba de mí.
Porque papá era mi padre, y lo tenía lejos… pero por
dios que en ese momento me dieron ganas de atizarle. Me mordí el labio hasta
notar cómo el piercing chirriaba; estaba a punto de romperlo.
Las chicas y Dan volvieron con yogures y fruta. Los
colocaron encima de la mesa y las repartieron. Eleanor se sentó a mi lado y me
puso una mano en la rodilla, pero yo me aparté. Ahora no. Ahora estoy con mi padre.
Dolida, pero a
la vez entendiendo, asintió con la cabeza y destapó un yogur. Papá y Louis
hicieron lo mismo. Eri y mamá sólo respiraron aliviadas cuando bajaron la vista
y se ocuparon de sus postres.
Yo no comí nada. Incluso Tommy me insistió en que lo
hiciera. Me recliné en el asiento y negué con la cabeza. Tommy puso los ojos en
blanco. Me apeteció darle un puñetazo.
Los niños fueron los primeros en terminar. Dieron
varias apresuradas cucharadas y esperaron impacientes a que una de nuestras
madres diera permiso para levantarse de la mesa e irse a jugar. Tendría que ser
Eri. Mamá estaba demasiado alucinada como para ver más allá de la pera que no
se decidía a pelar.
-¿Vais a bailar?-espetó Astrid, aburrida. Eso sacó de
su ensoñación a mi madre, y les granjeó el permiso para huir de la masacre.
Eleanor me miró, me cogió de la mano y me besó el dorso. Eso me tranquilizó un
poco.
Un poco.
Como iluminado por una idea divina, papá se volvió
hacia Tommy y le hizo la pregunta del millón de dólares.
-¿Cuántos?
Con eso era suficiente. Tommy le dio el número de oro.
Papá asintió.
-¿Quiénes?-quiso saber Louis, buscando confirmación.
Diana levantó con timidez la mano. Eri se apartó el pelo de la cara y bufó.
Puede que esto no fuera lo que Noemí pretendía cuando la envió a su casa, que
su única hija se subiera al caro de la locura absoluta que sería una banda.
-Y Layla y Chad.
Los dos bufaron, entendiendo. Estábamos despertando a
la bestia, o peor aún: estábamos resucitando a un monstruo, montando al puto
Frankenstein. Louis se sirvió una bebida de color ambarino y papá le acercó el
vaso.
Voy a necesitar
más ron, escuché lamentarse a Jack Sparrow en mi cabeza mientras ellos dos
bebían.
Louis se levantó. Todo el mundo lo miró. Cogió su vaso
por la parte de arriba, como lo haría un hombre de negocios que está cerrando
un trato importante, y empujó la silla.
-¿Podemos hablar con vosotros?-pidió. Nos levantamos.
Diana, Tommy y yo, quiero decir. Eleanor se quedó muy quieta, tal y como hacían
las ovejas cuando se acercaba el lobo. Si
no me muevo, no me ve-. A solas-añadió Louis, con una mirada más dura de lo
normal en dirección a Diana.
Tommy no la protegió.
Y yo tampoco.
Porque los teníamos básicamente de corbata.
Nuestras madres nos miraron con pena, lamentándose de
haber malgastado 9 meses de sus vidas para terminar engendrando a unas criaturas
semejantes. Eri le dio un apretón en la mano a Louis, intentando serenarlo.
Mamá le pidió con la mirada a papá que no fuera demasiado duro con nosotros.
Les seguimos por la casa, cada vez más y más
acojonados, con el pavor creciendo a medida que nos dábamos cuenta de adónde
nos llevaban.
La habitación en la que Louis escribía, la habitación
de los premios. Era un cubículo minúsculo, en el que apenas cabía la mesa que
había en el centro de la estancia, con las paredes abarrotadas de estanterías
con figuras de todas las formas, tamaños y colores. Abajo, arriba del todo,
donde nadie debería acceder a ella sin pretenderlo, había una caja. La caja del
Grammy.
Noté el terror reverencial en Tommy cuando su padre la
cogió y la colocó encima de la mesa. Por un momento, pensé que si Louis sacaba
el premio de la caja, Tommy se desmayaría. Pero, por suerte, no fue así.
No teníamos dónde sentarnos.
Nos iban a follar de pie. Qué bien.
Louis se apoyó en la mesa, los ojos fijos en la caja,
y por un momento nadie habló.
Papá le puso una mano en el hombro y sacudió la
cabeza. No les pongas así la miel en los
labios. No se van a acojonar. Son tan codiciosos como nosotros. Si han llegado
a esta conclusión, puede que más.
Louis asintió,
captando el mensaje. Dejó la caja en su lugar y Tommy respiró tranquilo.
-Al comedor-exigió con voz metálica. Y salimos en fila
de a uno. Eché un vistazo al jardín; Eleanor y Diana estaban sentadas una
frente a la otra, en las hamacas en las que tan bien se lo había pasado la
americana con mi mejor amigo, pero sufriendo ahora por la incertidumbre del
momento. Eleanor no levantó la vista, pero Diana sí. Se encontró con mis ojos y
vi el pánico en ellos.
No habíamos contado con esto. Si nuestros padres no
nos dejaban, podíamos hacer misa. Éramos menores y no había nada que hacer para
escapar de su yugo.
Nos sentamos en la mesa, en el extremo opuesto al que
lo hicieron ellos. Se sirvieron más bebida, dejada allí estratégicamente por
una esposa previsora. Louis empezó a pasearse por detrás de papá como un tigre
seleccionando qué corderito devora primero.
Papá volvió a ponerse en su posición de rezo
reflexivo.
-¿De quién ha sido la idea?-inquirió por fin Louis.
Tommy y yo nos miramos.
Dejaría que me
dispararan por ti, grité en el interior de mi mente, con la esperanza de
que estuviéramos en uno de esos místicos momentos en que yo escuchaba los
pensamientos de Tommy en mi cabeza tan altos y claros como los míos.
-Mía-dijimos los dos a la vez, clavando los ojos en
Louis. Papá se echó a reír y negó con la cabeza. ¿En esto se ha convertido mi espermatozoide ganador?
A Louis, en
cambio, no le hizo ni puta gracia nuestra evasiva. Hinchó el pecho al tomar
aire y se dispuso a echarnos la bronca del siglo, cuando Tommy se volvió hacia
mí, escandalizado.
-¿Qué? ¡No! Yo convencí a Scott-se giró hacia nuestros
padres-, él no quería… yo le comí la cabeza, le…
-¿Qué cojones estás haciendo?-pregunté entre dientes.
Me contestó de la misma manera.
-Estoy hasta los huevos de dejar que cargues tú con la
culpa de todo. Ya va siendo hora de apechugar-gruñó. Papá alzó las cejas.
-Tommy-pronunció Louis, los ojos en blanco-. Claro.
Cómo no. ¡Por supuesto! ¿Por qué no me sorprende?
Y el tono hiriente en el que lo dijo, el insulto que
había detrás de aquella contestación, como si Tommy llevara toda la vida
haciendo gilipolleces, se le clavó a mi mejor amigo más profundo que una bala.
-Scott será el bastardo-escupió, y todos nos quedamos
flipando con su franqueza y con que aquella frase acabara de salir de sus labios,
porque él sabía lo mucho que yo me comía el coco con aquello, y contribuía a
hacerme ver que no era así-, pero el error soy yo, ¿verdad? ¿Podrías tratarme
como si no fuera un puto inconveniente un minuto de tu jodida vida?-ladró, y yo
me quedé de piedra. Tommy nunca le
había hablado a su padre así.
-No eres un error, Tommy-intervino papá, que lo sabía
muy bien. Él había estado allí cuando mamá estaba embarazada de mí y Louis
entraba tenso en el coche, y camino de la universidad les contaba que a Eri le
había vuelto a bajar la regla esa mañana. Papá sabía lo que era desear un hijo.
No es que conmigo hubiera sido así, pero sí que lo había visto en Tommy.
-Sí, ya lo veo-espetó Tommy-, cada vez que respiro, a
él le molesta. Si hubiera sido Scott el que hubiera dicho lo de la banda, él
estaría encantado-se cruzó de brazos-, pero como el que lo ha contado soy yo,
el que ha tenido la idea soy yo… vaya, parece que, después de todo, el único
que lo echa de menos es Niall.
-Se agobiaba cuando no te conseguía-gruñó papá-; eres
de lo que más ganas ha tenido en su vida.
-Sí, al contrario que yo, T-escupí-. A ti te buscaron,
yo fui un inconveniente con el que cargar.
-Si os pensáis que poniéndoos melodramáticos no vamos
a hablar de esa banda, estáis muy equivocados-ladró Louis, dando un puñetazo en
la mesa de cristal que hizo que Tommy y yo diéramos un brinco. Papá permaneció
imperturbable cual estatua en un templo. La cosa, de repente, no iba con él-.
¿Tenéis idea de lo que acabáis de decidir? ¡Vais a…!-se llevó las manos a la
cabeza, y tomó aire-. Está bien, ¿qué os ha llevado a tal conclusión?-quiso
saber. Me revolví en el asiento mientras papá me miraba por debajo de sus
cejas. Tenía la cara orientada hacia el vaso, como si su atención estuviera en
el líquido que estaba a punto de ingerir, pero el tema que más le interesaba en
ese momento era yo.
-Scott-dijo T solamente. Porque yo era razón
suficiente para que el mundo girara para él.
Él era razón suficiente para que el universo existiera
para mí.
-¿Qué le pasa a Scott?-preguntó Louis.
-Le han expulsado. No va a poder volver al instituto.
Es tarde para que se vaya a otros, y no puede perder un año.
-Al margen de que se acabó toda oportunidad de entrar
en una universidad buena para mí-añadí, y levanté las manos-, tengo antecedentes.
-Puedo
entenderlo hasta cierto punto, pero… ¿una banda? ¿Qué hay de tu universidad, Tommy? ¿Qué hay de tu vida?
-Creo que todos sabemos que yo no iba a ir a la
universidad. Ni siquiera sé qué quiero hacer. Yo sólo quiero estar con Scott.
-No os vais a morir por estar trabajar en cosas
diferentes.
-Eso es verdad, pero no es el trabajo, es el
tipo-intervine.
-Sí, ¡exacto! No es lo mismo un oficinista que una
puta estrella del rock. Todos sabemos que Scott podría hacer lo que le diera la
gana. Que tendría a medio mundo detrás de él. Y yo, ¿dónde me quedaría?
-No. Os. Va. A. Matar. Estar. Separados-silabeó Louis,
como si fuéramos tontos.
-Oh, no, no nos va a matar, papá. Sólo yo me
suicidaría, y luego Scott se moriría de pena, es verdad-escupió Tommy,
venenoso.
-¡Tenéis un millón de cosas que hacer! ¿Por qué ha de
ser una banda?
-¡Porque es lo que se nos da bien!-gritó Tommy-. ¡Ni
siquiera nos habéis oído cantar juntos y ya queréis enterrarnos, pues
muchísimas gracias!
-¡No queremos enterraros, queremos protegeros!-tronó Louis-. ¡NO TENÉIS NI
IDEA DE A QUÉ ESTÁIS RENUNCIANDO!
-¿A QUÉ? ¿A NO SABER QUÉ HACER CON NUESTRAS VIDAS? ES
GRACIOSO QUE SEAS TAN ANTI-FAMA, CUANDO LUEGO SALES POR AHÍ Y CON TODOS TUS
COJONES DICES QUE LA FAMA TE HA REGALADO TODO LO QUE TIENES Y QUE SE LO DEBES
TODO A LA MÚSICA. PUEDE QUE YO TAMBIÉN QUIERA UNA FAMILIA, O ÉXITO, O LAS DOS
COSAS, O…
-No lo haréis por las chicas-Louis entrecerró los
ojos. Papá parpadeó. Tommy y yo nos echamos a reír.
-Tenemos novia-le recordó Tommy.
-Algunos, más de una-bromeé. Tommy se giró y nos
echamos a reír. Nunca iba a desaprovechar una oportunidad de tomarle el pelo.
-Además, con estas
caras-Tommy me acarició la mejilla más alejada a él y se puso una mano a
modo de cuadro en su propio rostro-, ¿crees que necesitamos ir a algún programa
para follar? ¿En serio, papá? ¿Tan mal te crees que están las cosas?-Tommy alzó
una ceja y se echó a reír.
-A mí no me hace ni puta gracia-escupió Louis, y Tommy
y yo seguimos riéndonos. Él esperó a que acabáramos-. No tenéis ni zorra idea
de todo lo que vais a perder. Se os van a echar encima. No os van a dejar
vivir-señaló al exterior, donde no había absolutamente nada que pareciera
peligroso. Ahora, que si la hierba era mutante y se iba a convertir en
carnívora cuando la pisáramos, podría avisarnos. Louis clavó sus ojos en mí-.
Sé que es atractivo, por dios que lo sé, pero vosotros mismos, precisamente vosotros deberíais saber todo lo que
conlleva. Las cosas que os vais a perder. Todo en vuestra vida cambiará. No
estaréis aquí para vuestra familia. ¡Por dios, que me fui de tour, y cuando
volví tenía un hijo más!-bramó, y Tommy y yo nos pusimos rígidos. Se refería a
Dan. Cuando Eri se quedó embarazada de él, Louis estaba a punto de marcharse en
un tour tan necesario como ansiado. No le dijo nada y ocultó su estado durante
la duración de éste, casi un año en el que Tommy tuvo que conformarse con ver a
su padre a través de Skype y poder abrazarlo y estar con él en muy contadas
ocasiones… ocasiones en las que su madre ni siquiera pudo acompañarlo-. ¡Y
Zayn!-añadió, y papá pestañeó, en parte esperando lo que venía-. ¿Sabéis lo que
le hizo la fama? ¿Lo mal que lo
terminó pasando en el grupo?
-Pero lo superó, ¿no?
Papá se echó a reír.
-Que superes una cosa no quiere decir que hayas
sufrido menos por ella. Más os vale tener una razón de peso para hacer esto,
más fuerte que “es que no podemos estar juntos”. A ver si os sirve eso cuando
os dé la depresión porque os van a explotar. A ver si encontráis consuelo en el
otro cuando uno de los dos no pueda más y quiera irse a toda costa.
-No vamos a querer irnos-aseguró Tommy.
-Eso decís ahora. Pero, ¿te has parado a pensar qué
efecto tendrá en vosotros dos que hayas tenido que convencer a Scott? ¿No debería haber sido sencillo?
-No me comió la cabeza. Al principio, la idea me…-miré
a Tommy-. Me pareció una puta locura. Pero tiene sentido. Canto bien. Me gusta
la música. No tengo otra cosa que hacer. Y estaríamos juntos. Y eso es lo que
importa.
Louis se apoyó en la pared, con los brazos cruzados y
asintió despacio con la cabeza. Se mordió el labio.
Clavé los ojos en papá. El final boss. Si ganaba esta batalla, rescataría a la Princesa
Melocotón y sería coronado rey.
-Papá-susurré-. Di algo.
Papá se pasó una mano por el pelo. Se reclinó en el
asiento, apoyando la espalda en el respaldo.
-Te vas a destrozar la vida, Scott-su tono no era a la
defensiva, no era un ataque, sino más bien un lamento-. Joder, aprovecha ahora.
Vete a la universidad, estudia cualquier cosa, fórmate…
-¿Crees que en las facultades de Ingeniería
Aeronáutica tendrán mucho interés en un chico musulmán al que encima expulsaron
de su instituto en el último año del curso por mandar a una panda de críos al
hospital?
-Puedes estudiar cualquier otra cosa-respondió papá. Y
yo me eché a reír.
-Que me digas tú eso, que trabajas porque te gusta,
después de estudiar la carrera que te apasionaba porque te dio la gana tiene cojones.
-Sé lo apetecible que parece esto, pero yo he estado
en los dos lados. Tú, tus hermanas y tu madre sois lo único de lo que no me
arrepiento. Sabes que lo digo en serio cuando me preguntan qué consejo me daría
a mi yo de 17 años, y le respondo que le diría que no se presente a la audición
aún. No estaba listo entonces, ni lo estás tú ahora. Vas a convertirte en una
persona totalmente diferente. Se acabó lo de ir a echar partidos con tus
amigos, lo de ir de viaje… no te digo que no lo hagas, Scott. Sé que lo
quieres, que te gusta, te veo cantar, pero sólo te digo que no lo hagas ahora-incidió en la palabra-. Disfruta
un poco más del anonimato. Cuanto estés listo, lo sabrás.
-¿Qué anonimato?-escupí-. Soy Scott Malik. A los minutos de vida un millón
de personas ya le habían dado a “me gusta” en la primera foto en la que salgo
en Instagram. Quién sabe cuántas más me verían. Nunca he tenido anonimato; ni
tengo de eso, ni nunca lo voy a tener, así que podría aprovecharlo.
-¿Por qué no le montáis este pollo a Eleanor?-quiso
saber Tommy, y yo asentí con la cabeza. Exacto, ¿por qué Eleanor sí y nosotros
no?
-Porque Eleanor lleva preparándose toda la vida. Desde
pequeñita lo ha tenido claro.
-Que nosotros lo hayamos decidido ahora no quiere
decir que no lo vayamos a disfrutar.
-O que ella no sea dos años menor-añadí.
-La preparación es diferente. Está convencida. Sabe a
lo que renuncia.
-Y va sola-añadió papá-. Y no le molesta que le digan
que se parece a sus padres. A vosotros, es el peor insulto que pueden deciros.
-Eso no es…-empecé, pero papá se me quedó mirando.
-Scott, ¿en serio me vas a decir que una de las cosas
que le dirías a Tommy cuando te dijo lo de la banda fue que no querías que te
llamaran por mi nombre?
-A ti tampoco te gustaría que te llamaran por el del
abuelo.
-Me molestaría, sí-asintió-, porque yo soy mi propia
persona, pero que me moleste que me ninguneen algo tan básico no quiere decir
que me joda a la escala planetaria a
la que a ti te jode que te digan que eres igual que yo.
-No soy igual-repliqué-. Yo llevo un piercing en el
labio.
Papá se echó a reír. Se frotó la cara.
-Puto crío…
Tommy se mordió una carcajada. Yo me mordí el labio
para no sonreír. Sí, joder, la verdad es que era mi padre en muchos aspectos, y
eso era tanto un orgullo como una maldición.
-¿Es oficial, entonces?-preguntó Louis.
-Es oficial-respondió Tommy.
-¿Está decidido?
-Está decidido.
-Muy bien-se pasó la mano por la barba-. ¿Zayn?
-No os esperéis nuestro éxito, chavales-papá sonrió-.
Lo que nos pasó a nosotros no le volverá a pasar a nadie. Así que, cuando os
comparen con nosotros, no os sintáis mal. Pensad que nadie llegará jamás a
nuestro nivel-papá sonrió con esa sonrisa de cabrón que había heredado de él,
que en mí tenía un nombre pero en él seguía sin distinción, porque sólo se la
dedicaba a una chica y no tenía sentido ponerle una marca.
-No os agobiéis si no conseguís el número uno con el
primer sencillo que saquéis. No todo el mundo lo consigue-Louis se miró las
uñas.
-Especialmente en solitario, ¿eh, Lou?-papá se giró y
le sonrió. Louis le hizo un corte de manga.
-Me alegré de que te fueras.
-Más marihuana para ti.
-Nada de drogas-espetó Louis de repente, muy serio. Y
papá asintió con la cabeza.
-Nada de drogas, ni de mujeres. Oh, joder, sobre todo,
nada de mujeres.
-Vírgenes hasta el matrimonio. Castos y puros hasta la
muerte.
-Es un poco difícil para eso, papá-se rió Tommy.
-Que no se os suba la cabeza. Eso es lo peor que os
puede pasar. La actitud de perdonavidas es repulsiva-negó con la cabeza-. Sed
humildes. Tratad bien a todo el mundo.
-Saludad a todo el equipo.
-No os volváis unas divas.
-Y currad. Me la suda cómo os apellidáis. No, mejor:
precisamente por cómo os apellidáis,
tenéis que mover el culo-instó papá-. Yo no me pasé media juventud entrenando
la voz y llegando a notas altas para que ahora tú enfangues nuestro apellido,
Scott.
-Puedo llegar a tus notas sin despeinarme-respondí.
-En tus sueños, niño-papá se echó a reír.
-Y no dejéis de pasároslo bien. Creo que ésa fue la
clave. La gente veía que nos lo pasábamos bien y que éramos amigos. ¿Está
claro? Vais a trabajar mucho, especialmente empezando en un programa-asentimos,
y Louis asintió también-. Prometedme que no dejaréis que os presionen. Y que,
si os parece que no podéis más, no intentaréis apechugar con ello. ¿Me lo
prometéis?
-Sí-balamos, como dóciles corderitos.
-Y prometedme que vais a estar bien.
-Sí-balamos, como dóciles corderitos.
-Y que, a la mínima que os sintáis mal, lo pararéis
todo. Lo primero es la salud.
-Promesa de boy scout-canturreamos Tommy y yo. Papá y
Louis se miraron un momento.
-¿Estaréis bien?-preguntó Louis. Asentimos-.
¿Tommy?-Tommy asintió-. ¿Scott?-yo asentí también-. ¿Fijo?-volví a asentir.
-Preocúpate de tu hijo, que el mío va a ser el nuevo
Harry-se rió papá. Tommy se hizo el ofendido.
-Simplemente no quiero que Scott pase por lo que
tuviste que pasar tú, Z.
Papá sonrió y Louis le sonrió a él. Y que yo me
llevaba como me llevaba con Tommy encontró su explicación entonces. Lo habíamos
heredado de ellos. Ellos eran la semilla.
Nosotros éramos el árbol.
Tommy y yo chocamos los cinco por debajo de la mesa.
No había ido tan mal, después de todo.
Nuestros padres se giraron para estudiarnos.
-¿Y bien? ¿Ya habéis elegido el nombre?
-¿Que si hemos elegido el nombre?-repitió Tommy-.
¡Tenemos hasta logo! Niall ya está haciendo sudaderas con él. Dice que seremos
la mayor banda del mundo.
Papá y Louis se miraron de nuevo, sorprendidos.
-Quiero decir… ¿no nos esperábamos ya esto del
irlandés, Louis?
-Un poco sí, Zayn. Pero yo no me esperaba que traicionara
a One Direction así como así. ¿La mayor banda del mundo? Nosotros aún seguimos
en activo. Eso me ha dolido.
Todos nos echamos a reír. Nos acercaron una copa y
brindaron por nosotros.
Por nosotros, y por nuestra victoria sobre Eleanor.
Porque, dijeron, los miembros de bandas tienen que apoyarse los unos a los
otros.
Ahora tenía un propósito.
Desearía tener otro, pero había nacido para aquello. Después de contarles a
nuestros padres lo que nos disponíamos a hacer, me descubrí a mí mismo en una
suerte de estado de euforia, como ése justo después de terminar el último
examen del curso.
No es que hubiera terminado los exámenes, sino más
bien al contrario, pero aun así. Cuando volvimos a casa, sin que nadie dijera
una palabra ni preguntara por mi conversación con papá, decidí que mi misión
personal era ver todos los vídeos que pudiera de él cantando en el corto
espacio de tiempo del que disponía hasta la hora de la cena.
Porque, por un lado, me estaba viendo a mí. Una parte
de mí se estremecía con los gritos que se escuchaban cuando papá alcanzaba una
nota extraordinaria, solo o acompañado; algo en mi interior se regodeaba cuando
el nombre de mi padre era el que se mencionaba justo después de decir “y el
ganador es…”; una región escondida de mi alma se deleitaba en ver sus
presentaciones, sus fotos, los reportajes, las contestaciones a preguntas sobre
su música y si se había esperado ese éxito.
Porque ese podía ser yo. Ése era yo.
Y, mientras yo alimentaba mi ego y mis delirios de
grandeza, en mi casa se gestaba una pequeña revolución. Había el mismo
movimiento que en los hormigueros justo antes de que la hormiga reina decidiera
cambiar de hogar.
Y, sorprendentemente, quien más tranquila parecía de
todas las revolucionarias, era mi madre. Llevó mi padre de la mano hasta la
cocina y cogió un botellín de cerveza. Lo abrió y se lo tendió para
compartirlo, pero papá negó con la cabeza. Ya había bebido demasiado, y la
conversación que iban a mantener requería de toda su concentración.
-¿Qué le has dicho?-preguntó mamá con un hilo de voz.
-Le he dicho cómo iba esto.
-¿Se lo has dicho todo?-quiso
saber mamá. Lo de las tentaciones. Lo de las meteduras de pata. Lo de echar de
menos y deslomarte.
Lo de dejar de ser persona. Lo de ser una gallina de
los huevos de oro, dependiendo de a quién le preguntaras.
Joder, claro que me lo había contado. Y yo era tan
gilipollas como para pensar que aquello eran exageraciones, y que la felicidad
recogiendo premios, las sonrisas en los conciertos y la satisfacción de cada
reconocimiento no podían ser fingidas.
-Todo, gatita-asintió papá con la cabeza. Se acercó a
ella y hundió sus manos en su pelo. Mamá le miró con tristeza.
-Al menos nos está dando lo que queríamos, ¿no?
Después de tantos años, por fin quiere seguir tus pasos.
Una lágrima se asomó en los ojos de mamá. Papá le
acarició la mejilla con el pulgar.
-Siento habértelo quitado-susurró. Mamá negó con la
cabeza.
-Sabíamos que esto iba a pasar, Zayn. Es sólo que…
creí que tendríamos más tiempo con él.
-No me refiero a Scott. Me refiero al tiempo-explicó
mi padre. Mamá cerró los ojos. Se dejó besar y consolar.
No era como si me fuera a la universidad, era
muchísimo peor: si llegaba hasta el final del programa, estaría más de dos
meses fuera de casa, sin dormir una sola noche allí, sin tan siquiera poder
pasarme a comer. Me sometía a un encierro voluntario.
Todo porque había sido lo suficientemente gilipollas
como para salir por el vestíbulo del instituto con la gorra quitada. Aquel
comportamiento se salía de mi línea de subnormal.
Supongo que mamá lo llevó mejor por ser la más
consciente de que tarde o temprano yo me
iría de casa. Algún día me independizaría y pasaría de volver a casa a ir de visita a
casa de papá y mamá. Te da tiempo de sobra a pensar en esas cosas,
especialmente cuando has firmado la matrícula del último año de instituto de tu
hijo mayor, ése que nunca ha llegado a terminar.
Pero, cuando eres la hermana pequeña, la cosa es muy
diferente. Eres ajena a tu propio crecimiento, no digamos ya al de tu hermano
mayor, que siempre ha estado ahí para ti y que tú das tan por sentado como tus
padres.
Y que tu hermano mayor se vaya de casa es lo más
parecido que vas a experimentar a quedarte huérfano antes de que uno de tus
padres muera.
Me prometí compensarlo, pasar todo el tiempo que
pudiera con ellas, pero Shasha estaba demasiado ocupada con las series que le
consumían tanto tiempo y Duna ya no jugaba a las cosas a las que solía conmigo.
Le interesaba más la compañía de niños de su edad, no de chicos que la
atosigaran a besos y se la quedaran mirando como echándola de menos a pesar de
que la tenían delante.
Y Sabrae tenía a Alec.
Es por eso que rompí mi promesa nada más hacerla, que
seguí durmiendo la mañana y no levantándome a decirles adiós, ni siquiera a
prepararles el puto desayuno. Porque pensaba que estaban bien, porque creía que
entendían que yo no tenía otra salida.
Pero me equivocaba.
Sabrae tendría a Alec, pero Alec no era yo.
Estaba visitando varias páginas de experiencias en
concursos similares al que yo iba a ir (había dejado de buscar trucos para
mejorar la voz después de preguntarle a papá qué era lo que más se valoraba, y
me dijo que después del talento, la evolución, y lo primero me sobraba) con los
auriculares puestos cuando Shasha abrió la puerta de mi habitación y se me
quedó mirando, colgando de la puerta como si fuera una marioneta a la que su
dueño ha dejado abandonada. Me quité los cascos y la música de la habitación de
Sabrae, que la tenía a todo lo que daba, impactó contra mis oídos.
-¿Qué?-inquirí, bastante más suave de lo que lo había
hecho toda la vida. Ya no había tiempo para ser borde con Shasha.
Ella parpadeó.
-No puedo creer que no te des cuenta, Scott-negó con
la cabeza-. Los tíos sois de verdad tontos de remate.
-¿Cuenta de qué?
Shasha hizo un gesto con la cabeza en dirección a la
pared. Y luego se fue. Dejando la puerta abierta. Me levanté para cerrarla, sin
entender. Pero asomé la cabeza, como movido por un impulso celestial, y la vi
esperando en su habitación, su cabeza flotando en el aire, su pelo negro
colgando.
Miró la puerta de la habitación.
Y yo me di cuenta de que dos más dos eran cuatro.
Sabrae llevaba días de mal humor. Llegaba del
instituto, gruñía un saludo, comía, y se metía en su habitación. Sólo salía
para ir al gimnasio o para vapulear su saco de boxeo, lo cual sólo sucedía
cuando yo estaba fuera, jugando al baloncesto con los chicos. Lo achaqué a que
estaba estresada, a que Alec había hecho otra gilipollez y no nos lo había
contado porque sabía cómo nos poníamos con él (especialmente después de que lo
pasara tan mal cuando dejaron de hablarse a principios de año), por dios,
incluso mi testosterona me empujó a recitar mentalmente aquel precioso mantra
por el que mi madre me desheredaría con toda la razón del mundo: igual está con la regla.
Sabrae ni
estaba con la regla, ni estaba a malas con el mundo, ni estaba a malas con
Alec. No estaba de mal humor: estaba cabreada, cabreadísima. Conmigo.
Era yo el
que iba a hacer una gilipollez. Crónica de una gilipollez anunciada:
abandonarla.
Abrí la puerta de su habitación y me la encontré
tumbada en la cama, abrazada con las piernas a aquel peluche inmenso de Bugs
Bunny de bebé, y tecleando con rabia en la pantalla de su teléfono. No se
movió. Puede que ni se enterara de que había entrado en su habitación.
Cerré la puerta y me apoyé en ella. Dije su nombre,
varias veces, pero no me hizo el menor caso. Me acerqué a la cama y sus ojos se
desplazaron por fin. Parpadeó y volvió a su teléfono. Estaba intentando decirme
que le importaba una puta mierda.
Mejor aún: estaba intentando convencerse a sí misma de
que yo le importaba una puta mierda.
Apagué la música, protestó, no le hice caso, me senté
en la cama a su lado y hundí los dedos en sus rizos negro noche. Ella no se
movió. No iba a dejarse seducir tan fácilmente; llevaba toda la vida haciendo
lo mismo cuando quería amansarla, pero ahora había metido la pata hasta el
fondo. Y, si tenía que sufrir su ira, la sufriría gustoso.
Todo con tal de que mi niñita preciosa me perdonara.
-Saab-susurré. Siguió sin moverse, tecleando en la
pantalla. Por respeto y quizá también por temor a lo que me pudiera encontrar,
decidí no echar un vistazo para ver con quién hablaba. Las posibilidades eran
bastante reducidas: sus amigas o el novio que no era su novio. Puede que
estuviera diciendo que el traidor de su hermano estaba intentando hacerle la
pelota en ese mismo momento-. Saab-repetí.
Por fin, se dignó a mirarme por encima del hombro.
-¿Qué quieres? Estoy ocupada-informó. Le dolió usar
ese tono duro conmigo, lo noté en cómo se aferraba con más fuerza al peluche de
Bugs Bunny, apretándolo aún más con sus piernas. Oh, no. Mi hermano se irá, pero tú no.
-¿Qué te
pasa?-pregunté. Soltó un bufido.
-¿A mí? Nada.
¿Y a ti?
-Muchas cosas-contesté, apartándole un mechón de pelo
de la frente. Ella puso los ojos en blanco, como si le molestara el gesto
maternal; puede que un poco le fastidiase, especialmente teniendo en cuenta que
llevaba el pelo suelto por comodidad, para poder estar tirada en la cama sin
hacer nada sin que las trenzas le molestaran.
-Qué tragedia-me empujó con una mano hasta conseguir
levantarme-, por desgracia, tú ya no eres problema mío, Scott. ¿Por qué no te
vas con Tommy a que él te solucione las cosas?-atacó. Y no me hizo daño que me
diera donde más me dolía, porque sabía que no pretendía decir eso en serio, o
que si lo hacía era por despecho y no porque realmente lo pensara.
Pero aquella salida de tono me dio la excusa perfecta
para quitarle el móvil y metérmelo en el bolsillo trasero del pantalón. Si
quería bronca, si quería desahogarse, si quería algo sobre lo que volcar toda
su frustración… yo sería ese algo.
Sería todos los algos que Sabrae necesitara. Eso había
elegido cuando la encontré. Convertirme en todo lo que ella requiriera, el
colchón que se ponía debajo de su trapecio para evitar que se rompiera la
crisma si, por casualidades de la vida, se precipitaba al suelo.
Aun acosta de mí.
Especialmente acosta de mí.
-¡Dame mi teléfono!-rugió, embravecida. Se puso de pie
de un brinco y trató de saltar hacia el móvil, y por un momento casi lo
alcanza, pero yo fui más rápido que ella y levanté el brazo todo lo que pude,
poniéndolo donde ella no podía recuperarlo.
Se quedó mirándome, con los puños apretados, y por un
brevísimo instante pensé en ella y en Al. Él era más alto que yo, y yo a ella
la había llamado “pequeña” lo suficiente cuando era aún una niña como para
detener su crecimiento. ¿Cómo habían hecho para que yo no me fijara en la
diferencia de altura que había entre ellos dos?
-Tenemos que hablar antes-insté. Intenté imponer mi
autoridad en mi voz, pero no podía. Intenté echar mano de todas las veces en
que las crías me habían cabreado, pero no conseguí un poco de dureza en mi
tono. Casi parecía una súplica. Y casi reblandeció a Sabrae.
Casi.
-¿Sobre qué?-quiso saber con voz neutra,
desinteresada, como el ama de casa que le abre la puerta a un vendedor cuyo
producto no le interesa, pero cuya educación le impide cerrarle la puerta en
las narices.
Incliné la cabeza a un lado.
-Sabrae-susurré.
-¡¿Sobre qué?!-gritó, como una tormenta de verano que
de repente hace acto de presencia.
-Sobre nosotros-dije en voz baja, cual cordero que
espera que los rayos no asusten a su rebaño, porque no podía hacerlo solo. No
quería hacerlo solo. Las necesitaba detrás de mí, esperándome en casa, estando
conmigo aunque fuera en la distancia. No podía marcharme si Sabrae no me
perdonaba de antemano todas las veces en que tendría que sobrevivir sin mí.
Cuántas pesadillas tendríamos los dos porque no íbamos
a tener al otro a una pared de distancia.
Sabrae negó con la cabeza.
-Tienes que prepararte para el concurso,
Scott-escupió-. No tienes tiempo para estas cosas.
-Para ti siempre voy a tener tiempo, chiquitina-me salió
del alma llamarla así; hacía años que no la llamaba así. Recordaba haber usado
esa palabra con ella cuando empezó a andar, recordaba haberla animado con esa
palabra al otro lado de la habitación, cuando aún no tenía confianza como para
caminar por sí misma; recordaba haberla usado cuando empezó al cole y yo me
acercaba a verla y me aferraba a la valla y le acariciaba la cara y le daba un
beso, porque los de preescolar no se juntaban con los niños de primaria, y
nosotros habíamos nacido con demasiado tiempo de diferencia como para que yo
estuviera allí. Recordaba haberle cogido de la mano mientras nadábamos en la
playa y habérmela llevado a un sitio en el que no hacía pie, y ella se había
asustado mucho, pero yo la abracé, le aseguré que la tenía, le dije “te tengo,
chiquitina”, “no te voy a dejar marchar, pequeña” y eso a Sabrae le bastó.
Igual que le bastó entonces.
Igual que le había bastado toda la vida.
Sus ojos se llenaron de lágrimas. Estiró la mano en
busca de una patita de Bugs Bunny, como hacía cuando era pequeña y yo me hacía
el enfadado con ella y ella tenía que buscar consuelo en alguien. O darme
celos. O las dos cosas.
Con un esfuerzo hercúleo, cogió el peluche y se lo
estrechó contra el pecho. Hundió la cara en él y cerró los ojos. Respiró la
esencia de una infancia que se había perdido, cuyos retazos aún resistían en
palabras, recuerdos y fotografías desperdigadas por la habitación, así como
tres huellas en una pared, escondidas detrás del escritorio.
Sacó la cabeza después de unos momentos de su
escondite, y me miró las rodillas.
-No quiero… no quiero ser la hermana mayor-se lamentó
por fin. Yo di un paso hacia ella, inseguro. No se movió, así que di otro. Y
otro más. Y la tenía pegada a mí. Le acaricié la mejilla empapada, odiándome por
ser yo la causa de que mi preciosura lo pasara mal.
-No vas a ser la hermana mayor, Saab-respondí. Ella
negó con la cabeza.
-Para ti es fácil decirlo. Tú siempre lo vas a ser,
aunque no estés en casa, pero yo… no estoy lista para estar al mando, Scott. No
estoy lista para cuidar de Shash y Dun.
-Mamá y papá te ayudarán.
-Mamá y papá no lo entienden como lo entendemos
nosotros-volvió a sacudir la cabeza, sus rizos negros bailando a su alrededor
como un halo de terciopelo negro. Y no me pareció que Alec tuviera ningún
mérito por verla preciosa, porque ella lo era. Yo la había querido más, cuando
la conocí sin ningún rizo que pudiera seducirme, y aun así supe ver el diamante
que tenía ante mí aun a pesar de que estaba sucio y sin pulir.
Pero ahora era una verdadera joya, la joya de la
corona. Era una señorita, estaba a punto de ser una mujer. Era bastante más
fuerte de lo que creía. Yo podía verlo. Pronto lo vería ella también.
Podría haberle dicho cualquier cosa, como que papá y
mamá tenían también hermanos, además el
mismo número de hermanos que teníamos nosotros, pero… en el fondo tenía
razón. Ellos no lo entendían. Nadie entendía la relación de dos personas
ajenas, fueran cuales fueran, les uniera el vínculo que les uniera, porque si
cada persona es un mundo, cada relación entre ellas es un puto universo.
-Confío en que lo harás bien-le dije, apartándole el
pelo de la preciosa cara, hundiendo los dedos en aquellos rizos que olían a
manzana. Sabrae se mordió el labio.
-No te vayas, Scott-me pidió. Me rompió el corazón un
poquito, he de admitirlo-. Me moriré de pena si te vas.
-Voy a venir de visita-le prometí, y más o menos era
verdad; no podría venir de visita cuando estuviera en el programa, pero si
aquello salía bien, todo un mundo de posibilidades se abriría ante nosotros. Me
la llevaría al lugar más recóndito del mundo, le traería los regalos más
exóticos y haría fotografías de los puntos más preciosos del planeta. La
ayudaría a cumplir su sueño de viajar por todo el mundo y conocer aquel punto azul
en la inmensidad del espacio.
-Pero es que yo no quiero dejar de vivir contigo,
Scott-se lamentó, y se echó a llorar, y se limpió las lágrimas y se las limpié
yo también y le acaricié las manos mientras ella intentaba serenarse, pero no
podía-; se suponía que aún nos quedaban un par de años juntos-gimió-, y ahora
en menos de un mes te vas. Para siempre. Y yo me voy a quedar aquí, y te voy a
echar mucho de menos, y…-no pudo continuar, se ahogó en sus lágrimas. Qué
imbécil me sentía en aquel instante, viendo vídeos de lo que me esperaba,
fantaseando con el momento en que millones de chicas corearían mi nombre cuando
la única que podía hacerlo sonar como sonaba era mi hermanita pequeña.
-Eh, eh, pequeña-le dije, atrayéndola hacia mí y
abrazándola. Sabrae me pasó los brazos por la espalda y se echó a llorar a
lágrima viva, dejando que el calor de mi cuerpo la consolara. Cuántas veces
habríamos hecho eso a lo largo de nuestras vidas.
Cuántas veces no podríamos volver a hacerlo.
-Sabes que me quedaré siempre contigo, y que si
necesitas algo, sólo tienes que coger el teléfono y llamarme, y yo estaré aquí
en un santiamén, ¿lo recuerdas? No importa cuántos aviones tenga que coger.
Estaré aquí. ¿Vale? ¿Te sirve eso?
Sabrae asintió con la cabeza despacio, frotándose la
cara.
-Sí-susurró. Le di un beso en la cabeza y la noté
sonreír.
-Te quiero muchísimo, pequeña-le aseguré, frotándole
la espalda y pegándola aún más a mí. Se acurrucó contra mi pecho y suspiró.
-Yo también-me concedió. Me habría hecho pis del gusto,
pero ahora no estaba para dejarme llevar. Tenía una misión nueva que cumplir:
conseguir que dejara de llorar y arrancarle una sonrisa.
De
modo que le pregunté:
-¿Hasta dónde me quieres, Sabrae?
Soltó una risa entre dientes, y señaló el escritorio.
Cuando era pequeña, era ella la que solía preguntarme eso cuando nos
abrazábamos. ¿Hasta dónde me quieres,
Scott?, me decía, y yo le señalaba algo cerca, y ella se echaba a reír,
daba una palmada y negaba con la cabeza, ¡yo
creo que es mentira! ¡Me quieres, por lo menos, de aquí a la Luna!
Siempre regateaba un poco con ella antes de ceder. De aquí al buzón. De aquí al Big Ben. Bueno,
mira, hoy estoy sensible, así que de aquí a Bradford. Ella siempre sacudía
la cabeza y decía que era mentira, que la quería de aquí a la Luna como mínimo.
-De aquí a la Luna y vuelta otra vez, pero sólo cuando
te ríes-le terminaba contestando yo, y ella se echaba a reír.
Joder. Cómo iba a echarla de menos. La echaba de menos
ahora, teniéndola entre mis brazos. Menos mal que tendría a Tommy y Eleanor
conmigo.
-Es mentira-sonreí. Ella sacó la cabeza de mi pecho y
me miró. Esbozó una sonrisa traviesa y me dio un apretón antes de soltarme el
golpe más bajo que podría darme jamás.
-Sott.
Me quedé de piedra mirándola. La madre que la parió.
Shasha había estado llamándome Sott hasta los tres años, porque Sabrae la había
convencido de que era mejor llamarme así. Y a las dos les había venido de
piernas.
Y había sido la primera palabra de Sabrae.
Mi maldito nombre. Bueno, en su variante.
-¿Quieres guerra? Porque a este juego podemos jugar
dos, princesa caramelito-bufé entre dientes. Sabrae se rió de nuevo.
-Sott-repitió.
Me robó el corazón. Bueno, lo poco que quedaba de él.
Que hiciera lo que quisiera, a mí me daba igual. Se le pasó un poco el disgusto
de que fuera a marcharme y eso fue bueno.
Cuando Tommy vino a comer a casa al día siguiente, me
contó que él también había tenido un drama fraternal similar. Dan se había
puesto como una verdadera fiera diciendo que él no podía ser el hombre de la
casa ahora que Tommy se marchaba (mejor omitíamos el detalle de que Louis iba a
seguir allí) y que no podía cuidar de Astrid él solo, y que le parecía muy mal
que se fuera con Eleanor cuando él y T compartían una conexión especial y bla bla
bla.
La bronca fue tan monumental que Tommy terminó
cogiendo a Dan y metiéndoselo dentro de la sudadera y jugando a videojuegos con
él apretado contra su pecho, como una mamá canguro haría con su cría recién
nacida, o como él había hecho con sus hermanos cuando eran pequeños y le
robaban la ropa a Louis.
-Ahora tengo una sudadera estirada que sólo le
quedaría bien a mi madre si se quedara embarazada de quintillizos-dijo, secando
los platos y colocándolos en su sitio. Mamá sonreía ante la anécdota, rellenando
el crucigrama de las últimas páginas del periódico dominical, que reservaba
para cuando estaba un poco agobiada y necesitaba desconectar.
-Pero mereció la pena, ¿a que sí?-le piqué. Tommy se
me quedó mirando.
-Evidentemente, vamos a ver, Scott.
Ojalá ser hermano mayor fuera una profesión, de
verdad. Nos ahorraríamos todo ese drama y viviríamos genial, cuidando de los
pequeños como si fueran nuestros cachorros.
-Siempre puedes llevártela contigo al concurso, quién
sabe qué artista tiene pensado quedarse embarazada. Nos granjearías una buena
reputación y nos garantizarías una colaboración-bromeé.
-Sólo espero que tu escandaloso vídeo, a la altura del
de nuestros padres emporrados, no empañara nuestra imagen de “amigos de las
embarazadas”-respondió Thomas, porque el que no corre, vuela. Los dos nos
echamos a reír.
-No creo que nadie tenga acceso a ese vídeo, la prensa
no tiene tanto interés en mí.
-Aún.
-¿De qué vídeo habláis?-preguntó mamá, con una pizca
de curiosidad en la mirada. No solía meterse en nuestras conversaciones,
normalmente escuchaba sin más (y eso si llegaba a hacerlo alguna vez,
sinceramente dudaba de que a mamá le interesaran las gilipolleces que
decíamos), lo cual hacía que habláramos delante de ella como si no estuviera
allí. Nos volvimos.
-Pues, ¿de cuál va a ser, mamá?-pregunté. Mamá frunció
el ceño, negó con la cabeza.
-Del vídeo con el que cazaron a Scott.
Mamá parpadeó. Cerró el periódico. Uy, mal asunto.
-¿Cómo?
-Tenían a Scott en vídeo, saliendo del instituto la
noche de la paliza. Por eso supieron que él había estado allí.
Mamá se puso pálida un segundo. Un único segundo. Y
luego, se le encendieron las mejillas. La calma antes de la tormenta, había
sido ese instante de frío. Ahora se estaba convirtiendo en un volcán. Hawái se
hundiría bajo la lava, probablemente incluso el archipiélago saliese disparado
hacia la atmósfera ante la rabia de la lava escapando de su suelo.
-¿Te grabaron en vídeo?-quiso
confirmar. Tommy y yo nos miramos.
-Sí, claro. Fui tan subnormal de salir por el
vestíbulo, donde están las cámaras, con la gorra qui…
-¿EN TU INSTITUTO HAY CÁMARAS?-tronó con tanta furia que los dos dimos un salto.
-Sí, eh… las instalaron en verano, porque los mayores
pasaban mucha droga, y el curso anterior al nuestro estaba muy descontrolado,
así que… no querían que el instituto se convirtiera en un gueto.
-¿CON EL PERMISO DE QUIÉN? SOIS MENORES DE EDAD.
-Hicieron una reunión. Papá fue por los dos, tú tenías
un juicio súper importante, contra no sé qué empresa belga… pasaron unas
autorizaciones y los padres las firmaron. Me imagino que papá la firmó.
Mamá tenía una cara que no le había visto en la vida.
De puro pánico… y, a la vez, de agradecimiento.
De agradecimiento, de pánico, de resolución y de ira.
Se levantó como un resorte de la mesa y fue derecha a la habitación de papá. Yo
no necesité que gritara para saber qué era lo que tenía que hacer.
-Vete a por Shasha-le dije a Tommy, y salí corriendo
en dirección al piso de arriba, donde Duna estaría eligiendo las muñecas con
las que iba a jugar hoy. Me temí que la simulación de la Tercera Guerra Mundial
con Barbies, Bratz y gusanos multicolores tendría que esperar un poco.
Abrí la puerta de su habitación sin llamar mientras
Tommy abría la de Shasha y le decía que viniera con nosotros. Shasha estuvo a
punto de mandarlo a la mierda, pero el primer grito de mamá le hizo cambiar de
parecer.
-¡¡ZAYN!!-chilló mamá en el piso de abajo, y toda la
casa tembló ante la furia que teñía su voz-. ¿QUÉ COJONES ES ESO DE QUE A SCOTT
LE TIENEN GRABADO EN VÍDEO?
-Ven, Dun-dun, vamos a jugar a videojuegos-insté a la
pequeña mientras Shasha cerraba su ordenador y salía de su habitación con
Tommy, que abrió la puerta de la de Sabrae para decirle que viniera con
nosotros al búnker.
Corrimos como alma que lleva el diablo hacia el sótano
con los videojuegos y dejamos que Duna eligiera el juego con la música más
estridente. Así no tendríamos que oír la bronca monumental de nuestros padres
(o, más bien, a mamá despellejando vivo a papá, porque eso de que fuera una de
las mejores abogadas del país pero su familia no le diera material para
defenderla le cabreaba en exceso) y podríamos mantenerlas distraídas. Shasha
tecleaba con furia en su ordenador mientras Sabrae luchaba con Duna, y Tommy y
yo mirábamos sin ver. Estábamos intentando oír lo que mis padres decían, pero a
la vez no queríamos que las chicas lo escucharan.
La tormenta amainó, volvió a empeorar y amainó de
nuevo. Más gritos aislados, Tommy y yo nos miramos varias veces, cuando el
silencio se prolongaba lo suficiente para hacernos pensar que estarían
resolviendo sus diferencias… pero luego mamá volvía a gritar, y no oíamos las
contestaciones de papá, pero mamá vociferaba de sobra por los dos.
Un último grito, como advertencia, y luego pasos que
se acercaban hacia nosotros. Sentí un escalofrío; supuse que así se sentían los
personajes de la serie animada de Star Wars cuando se escuchaba el coro
uniforme de los pasos de los soldados clon antes de que arrasaran otra aldea.
La puerta se abrió, y papá apareció por ella. Estuve
por darle las gracias a Alá, tirarme al suelo y ponerme a rezar en su honor y
eterna gloria, porque bien podría habernos mandado al furioso Tiranosaurio que
era mi madre, pero por el contrario había enviado al corderito.
-Chicos-anunció, pero todos los oídos le prestaron
atención, fueran de chicos o de chicas-, tenéis que acompañar a Sherezade al
despacho.
-¿A qué?
Papá se encogió de hombros.
-No me atreví a preguntar. Ah, y llamad a Alec. Dice
que le necesita a él también.
-¿A Alec?-estalló
Sabrae-. ¿Para qué quiere que venga Alec?
-No lo sé, Sabrae-papá se envaró-; si quieres, puedes
subir a meterte en el baño y preguntarle, a ver si tú tienes suerte y no te
estrangula con el cable de la ducha.
Nos desperdigamos de nuevo, como polen en las patitas
de las abejas. Tommy y yo nos quedamos en el salón; las chicas subieron a sus
habitaciones. Intentamos llamar a Alec, pero no hubo suerte. Por mucho que
marcábamos su número, no nos cogía el teléfono.
Cosa diferente fue cuando Sabrae lo llamó. A los tres
tonos, el muy desgraciado descolgó.
-¿Qué hay, bombón?-preguntó. Tommy y yo quisimos
estrangularle. Tiran más dos tetas que dos carretas, me cago en la puta.
-Alec-dijo Sabrae.
-Sabrae-dijo Alec.
-Tommy-dije yo, haciéndoles burla. Tommy se echó a
reír.
-Scott.
-¿Puedes venir?-pidió ella, mordiéndose el labio.
-Depende de a qué-respondió él, cauteloso-, estoy un
poco liado, ¿qué quieres hacer?
Sabrae se mordió el labio.
-Sabrae, ¿estás cachonda?-soltó él. Tommy y yo nos
echamos a reír. Sabrae nos echó de su habitación y cerró la puerta. Oímos su
parte de la conversación.
-Mi madre te necesita… no lo sé, Al, no me ha dicho
para qué. Sólo necesita que vengas. Espero que te recompense de alguna man…
¿Eres gilipollas? No me hace ni pu… ah, que te referías a mí-soltó una risita-.
Guay. Vale, sí, bueno. Depende de cómo te portes y cómo diga mamá que lo hayas
hecho. Nos vemos. Sí. Me apeteces. Adiós.
Le odiábamos, Tommy y yo. Muchísimo. Alec atendería
antes una llamada de Sabrae que nuestra, ¿y si nosotros nos estábamos muriendo
y su número era el único que teníamos en la mente, y ella sólo se aburría?
Buah, mujeres.
Mamá salió en ese momento del baño, con el pelo
recogido en un moño. Nos la cruzamos en la escalera, fue a abrir la puerta de
Sabrae para preguntarle si ya había hablado con Alec (la tía ya daba por
sentado que de nosotros iba a pasar como de la mierda), si le había pedido que
se diera prisa, a lo que Sabrae le contestó con una bordería que hizo que me
detuviera en mitad de las escaleras, pensando “pero, ¡qué haces, insensata!”.
-Vale, tranquila, leona-respondió mamá, poniendo los
ojos en blanco pero sonriendo. Lo único que conseguía ponerla de buen humor
éramos nosotros demostrando felicidad. Y Sabrae la debía de apestar en ese
momento.
Nos espatarramos en el sofá mientras esperábamos a que
mamá se cambiara de ropa. Sonó el timbre, y Tommy y yo nos miramos, decidiendo
quién iba a abrirle al traidor. Yo estaba cansado, que fuera él. Pero era mi
casa, que fuera yo.
Sabrae pasó como una exhalación por detrás de
nosotros, después de correr como alma que lleva el diablo por el piso de arriba
y bajar de dos saltos las escaleras. Se comió las cinco últimas con un triple
mortal con el que pensé que se rompería la crisma. Y me daría igual. Más
herencia para mí.
-Mira lo que os hace el sexo-le dije a Duna, que había
bajado con sus juguetes. Duna se encogió de hombros, ajena a todo aquello. Era
demasiado joven para sentirse atraída por ningún chico (lo de Alec era más bien
adoración), pero no lo suficiente como para no estar ocupada con sus planes de
dominación mundial.
Tommy y yo estiramos el cuello para ver al recién
llegado. Sabrae abrió la puerta y Alec le sonrió, apoyado en el marco.
-¿Acabas de puto correr
para venir a abrirme?-inquirió, divertido, con esa sonrisa de “te voy a
hacer lo que no está escrito y cuando acabe me vas a suplicar más, nena”
tatuada en la boca.
-No-respondió Sabrae, abrazándose a la puerta y
alzando las cejas.
-Sonabas igual que un mamut entrando en las rebajas de
Primark, Sabrae-contestó el susodicho.
-No te acostumbres-Sabrae se giró sobre sus talones y
echó a andar en dirección al salón. Alec cerró la puerta detrás de él, con los
ojos en el culo de mi hermana.
-Ya me he acostumbrado a muchas cosas, bombón.
Ella se giró para mirarlo por encima del hombro, la
sonrisa de “qué más quisieras que yo te suplicara por todas las cosas que vamos
a hacernos, fiera” en respuesta a la de Al.
-Tíos-saludó Alec, estirando la mano en nuestra
dirección. Igual se esperaba que le chocáramos los cinco, o algo, el muy
desgraciado.
-¿Por qué cojones le coges el teléfono a mi hermana
antes que a mí?-escupí, lanzándole una mirada envenenada. Alec suspiró.
-¿Qué has hecho primero, Scott: ganar un anillo en la
NBA, o perder la virginidad?
-No he ganado ningún puto anillo en la NBA-bufé.
-Ni lo ganarás nunca-aportó Tommy, a quien me apeteció
romperle la cara. Alec sonrió y me guiñó un ojo.
-Primero se atiende a la madre naturaleza, y si queda
tiempo, se pasa bien.
-Eres un fantasma.
-Además, mira para lo que te ha servido, Al: nos hemos
puesto de mal humor contigo, y Sabrae no te ha dado ni un triste beso.
Los ojos de Alec brillaron con un fulgor siniestro.
-Igual lo que quiero de Sabrae no es un beso-respondió
él, mientras ella subía las escaleras contoneándose, agitando la melena y
disfrutando de estar viva. No se acordaba de que su hermano se iba de casa en
una semana; a duras penas recordaba que yo había mamado del mismo pecho que
ella cuando éramos bebés. Ahora mismo
sólo le interesaban los ojos de Alec en ella, la sensación de que se te coman
con la mirada-. Vaya sudadera más guapa, ¿no, bombón?-se burló Al-. ¿De dónde
la has sacado?
Sabrae volvió a hacer bailar sus rizos, apartándoselos
de la espalda para que Tommy y yo pudiéramos ver la espalda de la sudadera
negra, que le quedaba inmensa. La que ponía WHITELAW 05 en la espalda. La que
le habían dado a Alec en el gimnasio.
-La encontré de rebajas.
-Y la dorsal, ¿la pediste tú?
-Yo habría pedido MALIK 01, pero supongo que ésta no
está tan mal.
-Si te la quitas, puedo llevarla a que te la cambien.
-No llevo nada debajo.
-Ya lo sé, Sabrae-contestó Alec, inclinando un poco la
cabeza. Saab se echó a reír.
-Vete a la mierda-dijo en ese tono en que las chicas
te mandan a paseo con la esperanza de que te las lleves con ellas. Desapareció
escaleras arriba, porque si hay algo que le guste a Sabrae, es decir la última
palabra.
-Yo voy donde tú me mandes, nena-susurró Al. Luego, ya
la mirada de lobo feroz que entrevé a Caperucita por los bosques perdida, se
tiró en el sofá a nuestro lado-. Bueno, ¿cuál es la urgencia?
-No lo sabemos.
-Me encantan las sorpresas-dijo en tono irónico, y se
sacó el teléfono del bolsillo. Puso los ojos en blanco-. ¡Estoy en el piso de
abajo, si quieres hablar conmigo ven a verme!
-¡Vas guapo!-replicó mi hermana, la mayor de las
pequeñas, con una risa. Al se guardó en el bolsillo del pantalón el teléfono de
nuevo y se acurrucó contra mí. Tommy y yo nos lo quedamos mirando, conteniendo
nuestras carcajadas.
-¿Qué?-preguntó, inocente, como si no lo supiera
exactamente ni pudiera hacer una tesis doctoral sobre ello.
-Se me ha caído un mito-se burló Tommy-. Primero
Scott, ahora tú.
Alec iba a contestar algo, se mordió el labio un
momento para no echarse a reír también, pero unos pasos detrás de nosotros,
bajando las escaleras como un depredador se abalanza sobre su presa, lo
acallaron.
-Al coche-ordenó mamá. Tenía pensado preguntarle para
qué nos necesitaba, pero el tono con el que nos mandó movernos fue demasiado
incluso para mí. Fuimos en fila india al garaje, nos peleamos por ver quién iba
en el asiento del copiloto hasta que ella nos dijo que no fuéramos críos. Al
final me tocó ir a mí.
Lo cual era de agradecer, pues de lo contrario o Tommy
o Alec se habrían pasado todo el viaje mirándole las tetas. Mamá llevaba el
pelo suelto, con un pendiente en una oreja que le escalaba por todo el lóbulo y
contrastaba en su blancura con su piel color café y su melena negra; el pendiente
(de brillantes, puede que incluso pensara utilizarlo como arma homicida) hacía
juego con su traje y su falda de un blanco tan impoluto que casi dolía mirarlo.
El toque de color lo daba una especie de body de encaje rosa pálido, con un
montón de tiras por los lados del escote, que le resaltaba aún más el busto.
No es que yo le
estuviera mirando las tetas, claro. Pero era mi madre. Y yo no estaba ciego.
Podía ver que era guapa. Y notaba las respiraciones hambrientas de mis amigos
en los asientos de atrás. Pero si incluso iban un poco inclinados hacia delante
para ver mejor, por dios.
Mamá se había vestido para matar, cualquiera podría
ver eso. La cuestión era a quién.
El coche se detuvo en seco en un semáforo, y los
chicos se deslizaron hacia delante hasta dar con la frente en el reposacabezas
del asiento delantero (Alec) o casi impactar contra la palanca de cambios
(Tommy). Sí, definitivamente tiran más dos tetas que dos carretas.
Mamá miró por el espejo retrovisor y sonrió. Los
chicos se habían puesto colorados, pillados con las manos en la masa; al menos
aún conservaban un mínimo de vergüenza.
Lo había hecho a posta. Para demostrar quién mandaba.
Su conducción había sido errática y más agresiva de lo que solía, hoy no tenía
el día para que la molestaran… pero comprobar que un par de críos eran
incapaces de controlarse por su culpa pondría de buen humor a cualquiera.
-Mamá-susurré, y ella exhaló un suave mmm, haciéndome saber que tenía su
atención. Se coló por el hueco entre dos coches y adelantó a una furgoneta-.
¿Adónde vamos?-intenté poner el tono más inocente del mundo, recordándole que
era su niñito y que no haría nada por fastidiarla.
-Al despacho-contestó sin más, incorporándose a un
nuevo carril. Los tres nos envaramos en nuestros asientos, pues conocíamos las
normas. Que no vivieran en mi casa (por lo menos, de forma permanente) no
implicaba que no supieran que en el despacho de mi madre no entraban los hombres. No, si no iban acompañando a una mujer que
necesitara la ayuda de mi madre y sus socias, o si no tenían pensado interponer
una demanda contra una empresa que se estuviera saltando las normas y se
dedicara a envenenar el aire que nosotros respirábamos.
-¿A qué?
-Sorprendedme con vuestras deducciones, chicos-dijo, y
miró un segundo por el retrovisor-. Cuando hayáis acabado de mirarme las tetas,
claro.
Tommy y Alec se pusieron a mirar por la ventana, cada
vez más y más rojos. Mamá volvió a sonreír. No sé por qué, me acordé del
tatuaje de papá, el del antebrazo, el que ponía lujuria y soberbia justo encima de nuestros nombres.
¿Era por ella?
Tommy frunció el ceño.
-¿Vas a… hacer que readmitan a Scott?-inquirió. Alec
lo miró con los ojos como platos. ¿Sherezade
puede hacer eso?, parecía preguntar con la mirada. Joder, Al, mi madre puede hacer que el sol se detenga si quiere.
Mamá volvió a sonreír, satisfecha.
-No lo sé, Tommy, ¿el agua moja?
Nos detuvimos directamente frente a la puerta del
edificio que hacía las veces de oficina, sin preocuparnos del vado permanente
que impedía el aparcamiento frente a la puerta. Mamá cogió el bolso, se bajó
del coche, y caminó sacudiendo las caderas en dirección a la puerta. La
seguimos como buenamente pudimos: para ir subida a unos tacones que podrían
alcanzarte el cerebro si te los clavaban en un ojo, la tía iba increíblemente
deprisa.
Empujó la puerta del edificio y ni se molestó en
sujetarla para nosotros. Empezó a gritar nada más entrar.
-¡Tinashe! ¡Abby! ¿Alguna está con un caso?
Abby se asomó por la puerta de cristal de uno de los 3
cubículos más grandes del espacio, los que correspondían a las dueñas. Alzó una
mano.
-El divorcio de la señora Poulston, tengo a la querida
en la línea 3.
Tinashe se asomó a la puerta, su piel oscura
contrastando contra su traje color vino. Alzó una ceja, apoyándose en ella.
-¿Cuántas becarias necesitas?
-Con un par de ellas tengo suficientes. Lauren y
Ashley están trabajando en ello ahora mismo.
-Genial-respondió mamá. Dio un par de palmadas y las
mujeres del edificio fueron dejando sus quehaceres mientras nosotros nos
acercábamos a ella-. ¡Vale, chicas! ¡Necesito vuestra ayuda! Quiero que
encendáis todos los ordenadores, que llenéis de tinta los cartuchos de las
impresoras y os pongáis a imprimir jurisprudencia. Toda la que encontréis con
mención a colegios-alzó un dedo, las becarias más espabiladas cogieron blocs de
notas y se pusieron a copiar-, vídeo vigilancia-las demás las imitaron-,
consentimiento parental, expulsiones, estudiantes menores, resarcimiento de
daños y perjuicios. Imprimid todo lo
que encontréis, hoy no vamos a escatimar en gastos.
Tinashe se acercó a ella, balanceando las caderas.
-¿Te encuentras bien, Sher? ¿O te han clonado?
-Que Dios me perdone; donaré un millón de libras a las
causas de reforestación del Amazonas, pero ahora no puedo pararme a pensar en
el papel.
-¿Para qué son exactamente, Sherezade?-preguntó una
becaria, que había levantado la mano y la había detenido a media altura, por la
línea de su melena cortada sobre los hombros. Mamá se volvió hacia nosotros,
hacia mí.
-Como ya sabréis, dado que la mayoría estabais aquí
cuando lo traje, han expulsado a Scott del instituto. Con efecto inmediato y a
perpetuidad.
-Porque es un malote-aportó Tommy por lo bajo, y Alec
se rió. Yo puse los ojos en blanco.
-Hoy me he enterado de que se basaron en un vídeo para
su expulsión.
La misma becaria arrugó la nariz.
-¿Cuántos años tienes?-quiso saber. Las caras de
iluminaron. Ya lo entendían. Manda huevos, una panda de desconocidas entendía
mejor el funcionamiento del cerebro de mi madre que yo mismo, que había vivido
de ese cerebro durante los 9 primeros meses de mi existencia.
-Cómo se nota que vas a estar en el cuadro de honor,
Tiffany. Scott cumple los 18 el 23 de abril.
-¿Dónde está el consentimiento para las
grabaciones?-otra voz, ésta de una chica de rasgos asiáticos y cuyo pelo le
llegaba casi hasta el culo. Mamá les dedicó una sonrisa lobuna.
-La crema y nata de Oxford-celebró-. Sólo lo firmó mi
marido.
Las chicas empezaron a murmurar.
-Señoritas, no tenemos tiempo para cuchicheos. Esto es
la guerra-anunció mamá, y ellas
asintieron-. Poneos manos a la obra. La que mejor contenido me traiga tendrá
asegurado un puesto en este mismo despacho cuando salga de la facultad. Oficina
incluida-se lanzaron chillidos de exclamación, alguna incluso echó a correr en
dirección a su ordenador. En Oxford, Cambridge y demás universidades se mataban por conseguir unas prácticas en
el despacho de mi madre, y nadie se preguntaría por qué, viendo lo cómodas que
estaban allí.
La tal Tiffany y la chica asiática, sin embargo, no se
movieron.
-¿Y para qué están ellos aquí?-inquirió la asiática,
haciendo un gesto con la cabeza en nuestra dirección. Tiffanny mordió su
bolígrafo.
-Por si necesitáis desahogaros, nenas-contestó Alec, y
los tres nos echamos a reír. El nivel de testosterona en aquel lugar era nimio,
puede que les viniera bien un poco de presencia masculina.
-Los tengo de chicos de los recados-informó mamá-. No
puedo permitirme que ninguna de vosotras se dedique a hacer cafés. Sois demasiado
valiosas, hoy más que nunca.
Ahí estaba por qué todo el mundo en las facultades de
derecho se moría por venir a trabajar con mamá.
Dicho aquello, se encaminó a su despacho y nos ordenó
que la siguiéramos. Becarias y trabajadoras se pusieron a currar por igual.
Escuchamos sus cuchicheos mientras volvían a sus puestos de trabajo.
-No me importaría sentarme en la cara del bocazas alto
después de tanta búsqueda-sonrió Tiffany, y la asiática la celebró con sus
rizas.
-Yo me pido al guapo, el de los ojos azules.
-El moreno es para mí-intervino otra chica, que me
sonaba de la primera vez que había estado en el despacho.
Tinashe se asomó al despacho de mamá, tocó con los
nudillos la puerta.
-¿Crees que funcionará, Sherezade?
-No he perdido un caso en mi vida.
-Esto no es un caso-replicó su socia, y mamá levantó
la vista del ordenador. Tinashe nos señaló, señaló con la barbilla a uno de
nosotros. A Alec.
-Conozco a los otros dos, pero, ¿éste? ¿Quién es?
-Es Alec. ¿No te acuerdas de él?
-¿Debería?
-Tenía dos años y medio cuando lo conociste. Es normal
que no lo hagas. Llevamos el caso de su madre. Annie. Annie Whitelaw, ¿te
acuerdas?
-¡No!-clamó Tinashe, y Alec la miró-. ¡Es broma! ¡Eres
el hijo de Annie! El pequeño, ¿verdad?
-Sí, aunque Aaron ya no vive con nosotros. Gracias a
Dios-musitó en voz tan baja que sólo Tommy y yo pudimos oírlo-. Ahora yo soy el
hombre de la casa, con permiso de mi padre.
-Y qué hombre-concedió Tinashe, comiéndoselo con los
ojos. Mamá le llamó la atención, pero Tinashe no le hizo caso-. ¿Cuántos años
tienes? ¿Tienes novia?
-Para el carro, Tin. Es menor de edad.
-Pero en mes y pico eso se soluciona, muñeca-Alec se
estiró y le guiñó un ojo. Tinashe agitó la mano.
-La edad sólo es una cifra, Sher.
-Podrías ser su madre.
-Tranqui, Sher. No sería la primera madre a la que me
tiro, y si tú estás por la labor, tampoco sería la última.
-Vete a por café para las chicas, antes de que me las
pongas cachondas perdidas con tus insinuaciones, venga-se libró de él, mamá, y
Alec se levantó, pasó al lado de Tinashe, dejó que lo escaneara y él la escaneó
a ella, y salió del edificio después de que una de las más espabiladas le
pasara una hoja de papel y le dijera que puede que necesitara ayuda cargando
con todos los cafés.
Esa tarde fue una locura; nos la pasamos correteando
de un lado a otro, llevando cafés y bollería para las mujeres, cambiando la
tinta de las impresoras, llevando subrayadores y paquetes de folios de un lado
a otro, comprando clips, grapando cosas… para cuando parecía que el trabajo
había aminorado, estábamos agotados. Mamá nos dejó ir a comprar unos sándwiches
y nos los estábamos comiendo mientras con los ojos devorábamos a las mujeres
que había allí.
Aquel edifico era un puto catálogo de chicas. Ningún
tío que se sintiera atraído por ellas podría ponerles pegas a todas.
Lo único que nos impedía a nosotros responder a sus
provocaciones tenía nombre.
Diana, Eleanor, y Sabrae.
Las contemplamos ir de un lado para otro, agitando sus
melenas y caminando con unas de las mejores piernas que había visto en mi vida.
-¿Todas las que estudian derecho están
buenas?-preguntó Alec.
-La inmensa mayoría, según parece-contestó T.
-Pues de repente me apetece meterme a juez y hacer el
bien en la sociedad, ¿a vosotros no?
Me eché a reír.
-¿Tantas ganas tienes de que te den una patada en los
huevos cada día? Porque lo harían gustosas.
-Tu madre puede hacer lo que le dé la gana con esas
piernas suyas. Siendo el mito erótico que es, le dejaría incluso mandarme de
una patada a Saturno.
-Y hasta le darías las gracias-convino Tommy,
brindando con Alec en honor a las piernas de mi madre. Puse los ojos en blanco.
-Sois unos gilipollas.
-Y tú un desgraciado. ¿Te das cuenta de que eres la
única persona en el mundo que no puede acostarse con tu madre? A mí eso me
parece una maldición.
-Estuve dentro de ella-le recordé.
-Sí, pero no lo disfrutaste-replicó Alec-. Ni siquiera
te acuerdas.
-Tampoco es que tirarme a mi madre sea mi meta en la
vida. No soy un enfermo.
-¿Cómo se llama a la gente que no ve, T?-pidió Al.
-Ciegos.
-¿Y qué les pasa a los ciegos?
-Que están enfermos.
-¿Sabíais que, según la definición de la OMS de lo que
es la enfermedad, una persona enamorada es una persona enferma?
Tommy sonrió.
-Ahora es cuando discutimos a cierta rizosa-se rió,
dando un sorbo de su bebida.
-No vamos a discutir a ninguna rizosa-replicó Alec.
Tommy y yo volvimos a beber.
-Puede que tú no consideres rizosa a Sabrae.
-Scott-advirtió Alec, pero yo estaba de humor para
tocarle un poco los huevos.
-¿Qué es mi hermana para ti, Al?-le piqué. Tommy
sonrió a través de su botella.
-¿Podemos no discutir esto ahora, por favor?
-¿Por qué? ¿Demasiadas chicas que te nublan el cerebro
a la vista?-pinchó Tommy
-No. Porque acabo de verla hace poco.
Sonreí.
-¿Qué es mi hermana para ti, Alec?
-Cuidadito ahí, Al-sonrió Tommy-. Es su ojito derecho,
yo me andaría con ojo.
-Pf-Alec puso los ojos en blanco, negó con la cabeza,
mirando a las demás-. Tu hermana… es el mar que yo no quiero parar de surfear.
Esperamos a que dijera algo más, pero no añadió nada.
-¿Y ya está?
-Vas listo si te piensas que te voy a decir las frases
buenas, para que luego las vayas usando con Eleanor.
-A Eleanor le interesan más otras partes del cuerpo de
Scott que su lengua-espetó Tommy, que cuando está a punto de emborracharse,
pero no del todo, se cree muy gracioso e inteligente.
-¿A que te parto la cara?
-Estaba hablando de tu inmenso corazón, S. A ver si
nos tranquilizamos un poco-Alec se rió ante la mueca de Tommy.
-Si tan enamoradísimo estás de ella-ataqué,
volviéndome hacia Al-, ¿por qué no se lo dices?
-¿Te crees que no se lo he dicho ya? ¿Con todo lo que se me suelta la lengua
después del sexo?
-Deberías ser un poco consecuente, Al. Si le dices que
la quieres, y luego te tiras a todo lo que se te pone por delante, parece que
se lo dices por decir.
-¿Ahora pasamos a hablar de cierta pelirroja, o qué?
-No.
-Pues no sé a qué viene esto.
-Viene a que estás más que dispuesto a zumbarte a
medio edificio.
-¿El otro medio es para mí?-pidió Tommy. Me lo quedé
mirando.
-No puedo creerme que no quisieras que estuviera con
tu hermana porque yo no me la merecía cuando es evidente que tú no te mereces a
Diana.
-Tranquilito, ¿eh, tío? A ver si aprendemos a
distinguir una coña.
-No puede, no le da la cabeza-cortó Alec.
-Las tías siempre piensan que cuando les decimos algo
mientras follamos, no lo decimos de corazón-sentencié.
-Créeme, Scott, todo lo que le digo y le hago a tu
hermana es de corazón. Y ella lo sabe. Pero tampoco soy nadie para presionarla,
¿no? Si ella no siente lo mismo, yo no soy quién para no hacerle caso.
-Cuánto te ha cambiado Sabrae, si es que no pareces el
mismo. Mi niñito es todo un hombre-sonrió Tommy, acariciándole la cara.
-¿De verdad crees, en
serio, que mi hermana no te quiere?
Alec se quedó callado, mirándome, decidiendo si me
partía la cara o no.
-Si ella no quiere que salgamos…-dijo despacio.
-… porque es tonta-añadí yo.
-Tiene motivos-saltó Alec, a la defensiva, y yo nunca
le había visto ponerse así protegiendo a alguien distinto de Mary-. Me los ha
explicado, y yo la entiendo. Si no quiere que salgamos, yo no tengo por qué
controlar mi naturaleza, ¿no?
-No deberías tener que controlar nada si sientes lo que dices. Yo dejé de hacer el tonto desde el
minuto en que me acosté con Eleanor.
-Te la follaste en un baño-dijo Tommy. Puse los ojos
en blanco.
-¿Qué?
-No te acostaste con Eleanor. Te la follaste en un
baño. Para acostarse con alguien, es necesario hacerlo en una cama.
Alec empezó a descojonarse.
-No te reviento la botella en la cabeza por respeto a
la botella, Thomas.
-Tú no sabes si estoy controlando mi
naturaleza-finalizó Alec, o si ya ha cambiado y yo sólo estoy reproduciendo la
antigua-me guiñó un ojo. Y hasta ahí llegó la conversación. Dios, sólo esperaba
que no hiciera el gilipollas cuando yo me fuera y le rompiera el corazón a
Sabrae. Yo confiaba en que cuidaría de ella y la haría feliz, pero si Al no
había cambiado todo lo que parecía, quién sabía cómo estaría mi hermana cuando
yo me marchara y Alec volviera a ser…
… bueno…
… Alec.
Nos dejamos de conversaciones filosóficas (porque no
era el momento ni el lugar, y Tommy estaba empezando a emborracharse) y
terminamos nuestra improvisada jornada laboral metiendo los papeles impresos en
cajas (fueron un millón) y llevándolos al coche (que pasó a pesar como
doscientas toneladas, quien diga que el saber no ocupa lugar, miente). Mamá se
despidió de las chicas, las felicitó por su trabajo y les dijo que las
mantendría informadas de toda decisión que se tomara en cuanto a su futuro,
pero que podían contar desde ya con un mínimo de sobresaliente en su valoración
del trabajo.
Nos despidieron con vítores, agradecidas de que
hubiéramos hecho tan sencillo un trabajo que parecía un verdadero coñazo, y se
perdieron dentro del edificio mientras nosotros girábamos la esquina.
Mamá nos llevó al instituto. Nos hizo vaciar el coche
y colocar las cajas en el despacho de Fitz. Saludó a los conserjes, se paró a
hablar con las secretarias del turno de tarde y le rió las gracias al bedel que
se encargaba de la limpieza, porque ella mandaba y nosotros obedecíamos. El
capataz nunca suda en las obras, pero es el primero en dar un sorbo al champán
una vez que ha terminado de construirse el edificio.
Lo dejamos todo preparado y esperamos con impaciencia
a que Fitz regresara de no sé qué reunión con los profesores. Nos paseamos por
el vestíbulo de su despacho, a la espera de que apareciera para ver cómo mamá
lo despedazaba.
La primera en entrar fue ella. Se nos quedó mirando,
inclinó la cabeza a un lado, puso los brazos en jarras y su bolso golpeó su
cadera.
-¿A qué estáis esperando?-inquirió-. ¿No vais a
entrar?
-¿Esperamos dentro?-preguntó Tommy, con una nota de
histeria en la voz. Mamá asintió con la cabeza.
-Claro. Será divertido.
No tenía nada de divertido cuando tú eras un alumno y
estabas acostumbrado a morirte de miedo esperando a que Fitz viniera y te
cayera la bronca del siglo, te amenazara con llamar a tus padres, expulsarte…
pero, oye, pensándolo bien, a mí ya no podía hacerme nada. Mi madre había sido
la que había decidido ir ahí, y ya estaba expulsado.
La seguimos dentro, vimos con estupefacción cómo se
sentaba en la mesa de Fitz, cogía unos papeles, se ponía a ojearlos, subía los
pies a la mesa (mi madre es mi mayor ídolo) y mordisqueaba una barrita
energética que se sacó del bolso. Nos miró con inocencia.
-Sentaos, chicos.
Yo me senté. Tommy y Alec no se atrevieron. Tenían
demasiado que perder.
Pensamos que mamá no se mantendría tan relajada cuando
escuchara pasos y hubiera pruebas de que Fitz se acercaba, pero no fue así. Lo
oímos acercarse y ella no hizo absolutamente nada; pasó con aburrimiento un par
de hojas y examinó lo que sus becarias le habían subrayado, masticando con
parsimonia y asintiendo con la cabeza como quien lee un artículo en el que
cantan las alabanzas de su cantante favorito.
La puerta se abrió y el traje barato, amarillo taxi
con estampado escocés, se materializó en el despacho. Su estupefacción e
incomprensión se manifestó en su cara en cuanto constató que aquel lugar no
estaba tan solo como él esperaba, ni tampoco tan vacío. Cajas y cajas con
documentos abarrotaban la estancia, haciendo las veces prácticamente de vigas
que sostenían el techo.
Y mi madre seguía con los pies encima de la mesa, unos
papeles en la mano y la barrita energética en la otra. Le estaba acojonando,
comprendí en ese instante.
Y lo estaba consiguiendo.
-¿Qué es todo esto?
Mamá se llevó el dedo índice a los labios, sonriendo.
-Lo que estoy leyendo es interesantísimo, Fitz.
Él se quedó callado, sus ojos oscuros paseándose por
el cuerpo de mi madre, sin una gota de lujuria en su interior. Sólo el terror
se traslucía en sus iris.
Mamá terminó de comer, terminó su lectura, bajó los
pies de la mesa y se lo quedó mirando. Esbozó una media sonrisa lobuna que hizo
que me estremeciera. Me pregunté si las chicas se estremecían así cuando yo
esbozaba esa sonrisa, que tenía incluso un nombre para mí.
Y empezó a destrozarlo con la precisión de quien se gana
la vida destruyendo a otras personas.
-¿Estás familiarizado con la doctrina de la fruta del
árbol prohibido, Fitz?
El director se la quedó mirando, sin comprender. Mamá
apoyó los codos en la mesa, le indicó que tomara asiento en las sillas de los
visitantes. El inmenso sillón reclinatorio ahora le pertenecía a ella.
-No… veo qué relación tiene eso con la razón de por
qué estáis aquí. En mi despacho-intentó
sonar duro, pero no consiguió pasar de patéticamente amedrentado. Mamá se
mordió el labio en su sonrisa.
-Pues claro que no tienes ni idea de lo que significa,
¿verdad que no? Nadie fuera de mi mundo la conoce. Bien, te ilustraré. Tengo
tiempo de sobra. Y tú tendrás más cuando termine nuestra pequeña reunión-mamá
se inclinó hacia atrás, se apartó el pelo de la cara con un dedo y entrelazó
las manos por encima del pecho-. ¿Conoces la importancia de las pruebas en el
sistema judicial inglés, Fitz?-él negó con la cabeza-. Por supuesto que no. De
lo contrario, no me habrías tocado el coño como me lo has tocado. Bueno,
resulta que las pruebas son esenciales, querido
amigo. Más incluso que el sistema en sí. Si una prueba está contaminada,
digamos, proviene de un árbol envenenado, y se usa en el juicio, todo el juicio se viene abajo.
-Sigo sin ver…
-¿Sabes de qué trató mi primer caso como abogada? ¿El
primero en el que trabajé yo sola?-me estremecí. Yo sí lo sabía-.
Violación-reveló mamá-. Una pobre muchacha que volvía de trabajar, a la que
asaltaron en un parking y una escoria que le doblaba la edad la violó a punta
de navaja un jueves, cerca de las 10 de la noche. No había semen, el hijo de
puta la violó con condón y no había manera de probar que había sido él. Excepto
por una cosa-mamá se inclinó hacia delante, todos estábamos fascinados, tanto
que no oímos entrar a papá-: unas grabaciones de una cámara de seguridad de las
oficinas que había en el edificio de enfrente. Por supuesto, aquellas
grabaciones eran del todo fortuitas. No deberían existir. En condiciones
normales, no habrían existido, y nuestra pobre chiquilla no tendría manera de
acreditar que el violador ella quien era decía.
-Pero existían, ¿no? Existían y las usaste.
Mamá sonrió. Que viene el lobo, que viene el lobo,
cerrad las puertas, cerditos, que viene el lobo.
-¿Que si la usé?
Cariño-mamá se echó a reír-. Por supuesto que no la usé. Mi primer caso era de
abogada de oficio. Yo defendía al
violador.
Fitz tragó saliva. Tommy y Alec también. Ellos no
conocían la historia como lo hacía yo.
Y a mamá no le pegaba ir defendiendo a violadores, por
mucho que el Colegio de Abogados la obligara a coger casos de manera gratuita.
-Yo nunca he perdido un caso. Jamás. Desde que
empecé-mamá acarició una de las asas de su bolso-. Éste no fue la excepción.
Conseguí que mi cliente se librara porque la grabación de la cámara de
seguridad no era legal. Los técnicos habían cambiado la orientación de la
cámara y se habían olvidado de corregirla, de manera que enfocaba a un espacio
público, cosa para la cual no tenía autorización. La grabación era ilegal, la fruta
del árbol envenenado. No podía utilizarse, el fiscal lo sabía y yo lo sabía
también, y era la única prueba irrefutable que éste tenía para contra mi
cliente. Se le declaró no culpable, al menos en primera instancia-mamá sonrió-.
La chica, como es natural, apeló a la Corte Suprema. Adivina quién la
defendió-Fitz tuvo un escalofrío-. Exacto. La tienes delante. ¿Cómo lo hiciste,
Sherezade?, te estarás preguntando ahora mismo. ¿La respuesta? Un ticket de
párking, que demostraba que el procesado había estado en el momento y lugar
cuando los hechos sucedieron. La había metido a la fuerza en un coche robado
para un segundo asalto, coche cuyo aparcamiento pagó con una tarjeta de crédito
a su nombre. Los hombres sois así de gilipollas-mamá se echó a reír-. El muy
gilipollas había violado a la muchacha y luego había salido pitando de allí,
cambiando el lugar de aparcamiento del coche para tener una coartada en la que
basarse. Sólo un ticket de párking me bastó para joderle la vida a alguien que
se lo merecía, a alguien que había hecho daño a una chica a la que yo no
conocía. Removí cielo y tierra para meter a ese cabrón entre rejas. Scott tenía
4 años por aquel entonces, cuando metí a mi primer criminal entre rejas. Le
cayeron 20 años. Le queda menos de la mitad, como bien habrás podido calcular,
y me cuentan que se está portando muy bien y que en un año podría estar en la
calle por buena conducta. Sería una verdadera lástima que los lobbies
feministas consiguieran que se apruebe el Acta de Modificación de Régimen Penitenciario
de los Condenados por Violencia contra las Mujeres, pero-mamá chasqueó la
lengua y se encogió de hombros-, están muy bien financiados.
Claro que estaban bien financiados, y organizados.
Gran parte de su dinero lo aportaba ella.
-Así que imagínate, Fitz-mamá inclinó de nuevo la
cabeza-. Si he hecho todo esto por una chica a la que no he vuelto a ver, a un
hombre con el que estuve 10 minutos, ¿qué puedo hacerte a ti, si tengo un
contrato mal redactado-señaló con la cabeza uno de los papeles que había
sacado-, una grabación ilegal en la
que encima hay menores, y cientos de testigos que pueden testificar que el
derecho natural de mi hijo, un ciudadano inglés nacido y criado en Inglaterra
que está bajo el amparo de la Carta Magna, ha visto vulnerado su derecho a la
educación?
-¿Qué es lo que quieres, Sherezade?-podía oler el
miedo en las axilas transpirantes de Fitz. Apestaba a pánico.
-¿“Sherezade”?-repitió mi madre, incrédula. Fitz se
aclaró la garganta.
-Señora Malik.
-Doctora Malik,
si no te importa. No me he matado estudiando dos doctorados y un máster como
para que ahora intentas reducirme a con quién echo unos polvos bestiales.
La onda expansiva de aquella hostia se sintió en
China.
-Doctora Malik. ¿Qué es lo que quiere?
-Readmitirás a Scott.
-Lo tengo grabado saliendo del colegio después de esos
pobres chicos.
-Esos “pobres chicos” intentaron violara una de tus
alumnas. Y no, a Scott no lo tienes grabado, porque para poder obtener imágenes
de menores, necesitas el consentimiento de los dos padres. Y aquí-mamá sacó un
papel y lo tendió en alto-, sólo consta la firma de su padre, no de su madre.
-Eso no hay quien…
-… ¿se lo crea? Te sorprendería la cantidad de juicios
que gano sin tener que abrir la boca. Hay fiscales que ni se molestan. Puedo
pasarme sin pisar un juzgado un año entero, y eso, a mi nivel, es poco menos
que ser Dios. Destrocé ese hijo de puta y destrozo a los hijos de puta como él
cada día, Fitz, sólo con respirar, pero pobre de ti como me sigas tocando los
cojones. Métete con la libertad de las mujeres, con mis hermanos, mis padres,
mi marido, conmigo… y no vas a vivir para contarlo. Pero tócales un solo pelo
de la cabeza a mis hijos, uno solo, y
te juro por dios que no hay palabras para describir lo que te haré. Borraré tu
existencia de la faz de la Tierra, usaré todos y cada uno de mis infinitos
recursos para reducirte a cenizas, y de esas cenizas haré otras, y otras, hasta
que tenga una nada inmensa que sería imposible que nadie se acuerde de ti-mamá
se inclinó hacia delante y yo, instintivamente, me eché hacia atrás, a pesar de
que no me estaba prestando la más mínima atención-. Me encargaré personalmente
de que tu vida se acabe en el instante en que Scott vuelva a salir por esa
puerta si te niegas a aceptar mis términos; será un proceso largo y doloroso,
pero si vas a cualquier cárcel y pides mi nombre, te dirán gustosos que soy una
sádica, una zorra hija de puta que disfruta viendo a los demás sufrir. Los
niños y los borrachos siempre dicen la verdad, y en la cárcel se concentra el
mayor número de borrachos sobrios de todo el país, Fitz-mamá volvió a sonreír.
Joder, no me extrañaba que nadáramos en la abundancia. Yo estaba a punto de
mearme en los pantalones, y sólo me estaba protegiendo-. Cuando acabe contigo,
después de que me canse escucharte pedir clemencia y ya no me merezca la pena
seguir gastando energía en destrozarte, me aseguraré de que las personas que
conocían a las personas que conocían a las personas que te conocían tengan
amnesia. El recuerdo de tu existencia desaparecerá igual que vas a desaparecer
tú, igual que desaparece un charco en un día extremadamente caluroso-sonrió
como una muñeca diabólica-. ¿Me he explicado con claridad?
Fitz asintió con la cabeza.
-No te oigo, Fitz.
-Sí.
-Sabía que tú y yo llegaríamos a un acuerdo,
especialmente cuando te dieras cuenta de que te has metido con la tía
equivocada.
-¿Cuáles… son esos términos?
-Readmitirás a Scott-Tommy y Alec se miraron,
estupefactos-. Le permitiréis volver a hacer todos los exámenes que se ha
perdido. Se reincorporará a las clases con efecto inmediato.
-No puedo… hacer que le repitan los exámenes.
-¿Que no qué? Ay, Fitz, y yo que pensaba que habías
entendido lo de las cenizas. A ver. Métete con mis hijos, y lo siguiente que
harás será suplicar mi clemencia para que te mate. Y estarás jodido, porque las
madres no tenemos piedad, no cuando se trata de defender a nuestros niños. ¿O
tengo que hacer unas llamadas y recibir una inspección? Estoy bastante segura
de que al Ministerio de Educación no le hará gracia lo de este reality show que
tienes montado.
-Scott está readmitido-asintió Fitz.
-También quiero tu dimisión-Fitz se puso pálido-. Como
comprenderás, no me fio de alguien que se pasa por el forro las leyes para
educar a mis hijos. Se acabó tu reinado del terror.
-Pero… ¿quién será el director?
-Tenéis subdirector, según creo, ¿no?-papá asintió
tras Fitz-. Ezra, si no me equivoco. Será un buen director.
-¡No puedes hacerme dimitir!
Mamá se echó a reír y se puso en pie.
-Tesoro, Kate Middleton posará su culo en el trono de
Buckingham Palace, pero la reina de este país soy yo.
Fitz se pegó a la pared.
-Como muestra de buena voluntad, te dejaré margen de
maniobra para que encuentres trabajo en algún colegio de primaria. No te quiero
cerca de mis hijos, ¿está claro?-Fitz asintió-. Bien-mamá recogió su bolso-.
Espero tu carta de dimisión mañana a las cinco de la tarde en la mesa de este
mismo despacho. Vendré a recogerla para cotejarla y entregarla en el
Ministerio-mamá sonrió y se dirigió a la puerta-. Ah, y otra cosa, Fitz-mamá le
arregló el cuello de la camisa-. Será mejor que vayáis pensando en cambiar
también de profesor de gimnasia. Estoy cansada de que Shasha se queje de los
comportamientos machistas y xenófobos que tiene. Es que sólo se os ocurre a
vosotros coger de sustituto a un procesado por pederastia.
-En este país hay presunción de inocencia, Sherezade.
-Sí, y también abogados que somos capaces de mantener
fuera de la cárcel a asesinos a los que han pillado con el arma homicida en la
mano. No quieres cabrearme más, Fitz-le dio una palmadita en el hombro-.
Pasarme al lado oscuro y coquetear con la mafia para que aparezcas en el
Támesis no es tan descabellado.
-¿Estás amenazándome?-inquirió, cuatro octavas por
encima de su tono normal.
-¿Amenazarte?-mamá se echó a reír-. Rey, no he
amenazado a nadie en mi vida. Leído el futuro… eso sí-le dio otra afectuosa
palmada en el hombro-. Suerte con tu mudanza. Es una lástima. Tu silla era
comodísima.
Dicho esto, abrió la puerta y salió por ella. Nos
quedamos mirándola, estupefactos.
-Chicos-llamó, y corrimos tras ella. Yo fui el primero
en alcanzarla.
-Mamá-dije por fin, y ella me miró. Se apartó un
mechón de pelo de la cara de nuevo. Para ella había sido un juego-, yo… nunca
he había visto así.
Mamá se detuvo, me acarició la mejilla.
-Las madres somos peligrosas cuando amenazan a
nuestros cachorros, cariño.
-Yo… gracias-susurré. Ella me dio un beso.
-Mi niño precioso. No tienes por qué dármelas, ¿sabes?
Es mi trabajo. Cuando llamé a la puerta de tu padre llevándote en mi interior,
sólo estaba empezando a protegerte. No pararé hasta el día en que me muera. Y,
si hay vida más allá de la muerte, seguiré cuidándote desde allí.
Papá se reunió entonces con nosotros. Me revolvió el
pelo y le pasó una mano por la cintura a mamá, que lo miró y sonrió.
-S-dijo-, llévate a tus hermanas a dar una vuelta.
Esta tarde quiero a tu madre sólo para mí.
Y le comió la boca conmigo delante, sin ningún tipo de
pudor. A duras penas consiguieron mantenerse vestidos mientras las chicas se
ponían la ropa y salíamos de casa. Juraría que incluso escuchamos gemir a mamá
mientras girábamos la esquina.
Yo estaba como en una nube. ¡Iba a volver al
instituto! ¡Mi vida volvería a ser normal! Tommy preguntó si avisábamos a las
chicas y dábamos una vuelta con ellas, pero le dije que no. Quería que fuera
una sorpresa, Eleanor me lo notaría. Me apetecía muchísimo perderme en su
cuerpo, pero seguro que la cara que pondría cuando me viera de nuevo en el
instituto merecería la pena.
Y me apetecía pasar ese día con los chicos y mis
hermanas, la verdad. Quería ser sólo de ellos, y, al día siguiente, puede que
sólo de El.
Nos lo pasamos genial, yendo de un lado a otro en la
zona de los recreativos del centro comercial. Le compré un peluche a Duna y una
camiseta de una banda rara coreana a Shasha, e incluso me dio un beso a modo de
agradecimiento. Dijeron que mi buen humor era contagioso, pero como para no.
Después de todo lo mal que lo había pasado, después de la soledad de mis
mañanas en casa, por fin volvería a estar con mis amigos, a aburrirme en clases
de historia y a seguir cuadrando las cuentas de media clase en matemáticas.
Y Tommy. Volvería a tener a Tommy 6 horas al día a mi
lado, tocándome los cojones, tocándoselos yo a él.
Como para que mi buen humor no fuera contagioso.
Regresamos a casa tarde, nos encontramos a mis padres
cocinando, después de una buena sesión de sexo que todavía hacía que a mi madre
le brillara el pelo y a mi padre, la piel. Los ojos de los dos también
refulgían y no paraban de reírse de tonterías. Atrás había quedado la discusión
de principios de mañana.
Alec miró las piernas de mi madre con mucho interés,
al fin y al cabo, no todos los días se la encontraba sólo vestida con una
camisa de mi padre. Sabrae le dijo que se iba a poner celosa, riéndose. Él la
cogió de la cintura, le preguntó que por qué, y le comió los morros como estaba
mandado. No había ni rastro del chico del despacho de mamá; si aquél había sido
Alec, estaba muerto y enterrado, y ahora sólo teníamos a Al.
-Quédate a cenar, Al-invitó mamá, terminando con una
salsa.
-Y a dormir, Al-pidió Sabrae, dándole un piquito,
poniéndose de puntillas y alcanzando su boca no se sabía cómo.
-No tengo el uniforme-respondió él, como queriendo que
le convencieran más que escaquearse.
-Estás en último curso, no necesitas uniforme-le
recordó mi hermana.
-Si escribiesen una epopeya sobre ti, serías Sabrae,
la de la mente ágil, bombón-sonrió Al. Ella se echó a reír.
-¿Qué hay de la mochila?-inquirí yo.
-Lleva un mes sin llevarla-comentó Tommy-, no pasará
nada porque otro día le tengamos que dejar un par de bolis.
-Llama a Annie para avisarla-aconsejó mamá. Alec se
sacó el móvil del bolsillo del pantalón y marcó el teléfono de su madre. Puso el
manos libres porque mi hermana se lo pidió, y probablemente si Sabrae le
pidiera que le encontrara la Atlántida, él bucearía a pulmón los océanos hasta
descubrir la ciudad perdida.
-Mamá-dijo él, antes de que Annie pudiera hablar, una
vez dejaron de sonar los tonos-, oye, que…
-Al final te quedas a dormir-constató Annie en tono
sabio. Alec suspiró, miró a Sabrae y asintió con la cabeza.
-Sí.
-Si ya lo sabía yo. Ni siquiera te he hecho cena.
-Qué detalle por tu parte, madre-respondió él-. ¿Te
llamo desde el teléfono de casa?
-No hace falta, tesoro. Me fío de ti.
Al alzó las cejas. Y Tommy, él y yo inquirimos a la
vez:
-¿Y eso?
Alec era el de las normas más duras. Se las pasaba por
el forro. Por eso eran las más duras.
-Desde que estás con Sabrae estás mucho más
formal-replicó Annie. Sabrae sonrió, complacida.
-No estoy con Sabrae, mamá.
-Ya, claro, por eso has dejado de folletear por ahí.
-¿Te escuchas a ti misma cuando hablas, mujer? “Folletear
por ahí”-se echó a reír-. ¿En qué siglo naciste?
-No des por culo, Alec.
-Aún no hemos probado, pero creo que a ella podría
molarle.
-Eres subnormal-Sabrae le pegó un manotazo en el
hombro, y él se rió.
Comimos e incluso bebimos (le hicimos la pelota a
mamá, le prometimos que no iría con resaca al instituto al día siguiente) y no
paramos de reírnos. Duna puso a comer su peluche nuevo en la mesa, a su lado, y
se dedicó a reírse ante cada cosa que decía Al, que se tomó como su misión personal
el hacer que la chiquilla echara el zumo de naranja por la nariz. Le dimos un
beso de buenas noches y ella nos dio las gracias por ese día, nos dijo que se
lo había pasado genial, que había que repetirlo.
-Cuando quieras, mi amor-le dije yo, y ella sonrió, se
arrebujó bajo sus mantas y cerró los ojos. La segunda en abandonarnos fue Shasha.
Se metió en su habitación después de repartir besos (le dio uno a Alec sólo por
hacer de rabiar a Sabrae, e incluso le dio las “buenas noches, cuñado” para que la mayor se volviera
loca) y, a los dos segundos, había apagado la luz. A los tres, se encendió una luz
más azulada y tenue.
Nos quedamos viendo Masterchef, mis padres nos dejaron
solos a mitad del programa, Tommy no apartaba la vista de la tele y yo me quedé
dormido un par de veces. Cada vez que me despertaba y miraba a Alec y Sabrae,
se estaban enrollando. ¿Es que no se cansaban nunca?
Antes de que anunciaran quién se iba a la prueba de
eliminación, habían dado un paso más. Aprovechando que Tommy pasaba de ellos,
tan metido como estaba en el programa, se habían tirado en el sofá y se metían
mano de una forma que me daría vergüenza incluso a mí.
-Alec, por favor-bufé-, dime que no le estás haciendo
dedos a mi hermana delante de mí.
No le estaba haciendo nada por el estilo, pero aun así
quería que parara porque hola, que
tuviera un poco de respeto.
-Estoy a tu derecha-fue lo que respondió él, sin
embargo, y Sabrae se echó a reír.
-De Dios, padre, todopoderoso-proclamó Tommy,
sobresaltándome. No volví a dormirme, así que pude ver cómo los concursantes se
peleaban con los ingredientes que les habían asignado mientras Alec y Sabrae seguían
siendo asquerosos.
Cuando Al se tranquilizó un poco, Sabrae quiso volver
a la carga. Le puso un pie en la cara y exigió:
-Bésame un pie.
Alec se la quedó mirando. Le miró el dorso de un pie.
Y Tommy y yo nos echamos a reír cuando le lamió el
tobillo.
-¡ALEC!-gritó Sabrae. Al siguió con la vista en la
tele.
-Lo he hecho porque te acabas de duchar.
-¡Eres un guarro!
-¿Es que a quién coño se le ocurre ducharse de tarde,
si de noche vas a sudar?
-No sabía que te ibas a quedar.
-Una polla como una olla, Sabrae. Nada más abrirme la
puerta y verte, yo ya supe que me iba a quedar a dormir aquí.
-Ya estaba sucia-discutió ella.
-Follar en los baños de los recreativos es lo que
tiene.
-¡ALEC!-bramó aún más fuerte, dándole una patada en
las costillas.
-¿Qué? ¿Qué más da que lo diga ahora? Lo voy a
comentar con ellos en cuanto nos dejes solos, bombón.
-Eres imbécil.
-Y tú hueles mal el 90% del tiempo, así que ya estoy acostumbrado
a tu suciedad.
-Gilipollas-Sabrae sacudió la cabeza, Alec le dedicó
su mejor sonrisa de Fuckboy® y se echaron a reír.
Tommy se fue contentísimo a la cama, después de anotar
una receta de un postre que quería hacerle a Layla (ya sabes, para San
Valentín, me confió) y ver cómo echaban a la concursante que no soportaba. Tuve
que convencerlo de que teníamos que dormir y que no teníamos tiempo de dar
saltos en la cama. Parecieron servirle mis argumentos. Me robó un pijama y se
metió bajo las mantas, palmeó el colchón a su lado y me guiñó un ojo.
-Ven a la cama, bribón-invitó, y yo me eché a reír. Fui
con él y le dejé ser la cuchara grande, aunque me tocaba a mí. Me pasó un pie
por encima del cuerpo y suspiró con satisfacción-. S.
-¿Mm?
-Adoro a tu madre.
-Ya somos dos.
-No, es que… como si ya tuviera pocas razones para
hacerlo. Primero te parió, y ahora te devuelve al instituto. Me siento como
cuando estaba esperando a que Diana volviera de Nueva York, sólo que sin la
parte del arrepentimiento por… ya sabes.
Me di la vuelta y lo miré en la penumbra.
-Tengo unas ganas de volver… sobre todo por verle la
cara a tu hermana.
T se echó a reír.
-Seguro que le da algo-suspiró-. Tiene suerte de
tenerte, ¿sabes? Eleanor.
-Tiene más suerte con su hermano, créeme.
Tommy sonrió.
-Te quiero un montón, S.
-Yo también, T. Salvo cuando te pones tocapelotas.
-Es lo que hacen los hermanos.
-Ajá.
Nos quedamos fritos enseguida. Me sorprendió lo rápido
y profundo que dormí. Al día siguiente, ni siquiera necesité tirar de una taza
de café como Alec o mi padre. Nada de “un café como mis mujeres: fuerte, con
consistencia, y cuanto más oscuro, mejor”. Sólo cacao en polvo y galletas.
No sé ni cómo me las apañé para no echar a correr en
dirección al instituto. Después de mandarles un mensaje a nuestros amigos
diciendo que mañana había que ir de uniforme (porque ¡yo! ¡volvía! ¡a! ¡clase!),
le envió otro a Diana diciendo que no nos esperaran. Así mi entrada sería mucho
más épica.
Mis amigos me esperaban en la puerta, me revolvieron
el pelo (lo poco que me quedaba, cabrones de mierda), me dieron palmadas en la
espalda y dijeron que ya era hora de que volviera de vacaciones. Jordan tiró de
mí para llevarme a clase, pero Alec lo detuvo.
-Tiene que ver a alguien antes, Jor.
Me llevaron al pasillo que dos años antes habíamos
ocupado nosotros. Estaba atestado de gente, estudiantes que iban de un lado a
otro en una marea azul y blanca, como las olas del mar con su espuma. Logan me
agarró por los hombros y oteó por encima de las cabezas, ayudado de las
escaleras.
La vio un segundo después que yo. Llevaba el pelo
recogido en una coleta y se reía con una pelirroja que tenía que ser Mary. Todavía
no habían abierto las clases, así que llevaba la carpeta poblada de fotos
abrazada contra su pecho. El colgante del avión de papel colgaba por su cuello.
Y mi antiguo piercing, ahora en su oreja, brillaba como una estrella en el
cielo nocturno.
-¡Eleanor!-gritó Max, haciéndose oír por encima de la
gente. Todos se volvieron. Hubo murmullos de reconocimiento. Los ojos de Eleanor
se posaron en Max un momento, luego en Logan, luego en su hermano, luego en Alec.
Luego, en mí.
La sonrisa que empezó a nacerle en la boca bien habría
valido doscientas semanas peleado con Tommy. Porque si estaba allí, y encima
con el uniforme que no tenía que llevar, sólo podía ser por una cosa.
-¡Te hemos traído un regalo!-proclamó Logan. Me dio un
empujoncito y no necesité más. Eché a correr hacia ella y ella echó a correr
hacia mí. Sus compañeros de curso se apartaron de en medio (muy
inteligentemente por su parte) y observaron boquiabiertos cómo corríamos el uno
hacia el otro.
¿Scott y Eleanor? ¿En serio? Si no pegan ni con cola.
Una mierda. Tan grande como el Big Ben.
Después de lo que me pareció una eternidad, por fin la
tuve entre mis brazos y la pude estrechar bien fuerte. Las lágrimas anegaban
sus ojos de gacela, haciendo que las galaxias que había en su interior
brillaran con más fuerza. Me pegó contra sí y me impidió marcharme, como si
quisiera irme a vivir a otro sitio que no fueran sus brazos. Se separó de mí y
me miró a la cara y se echó a llorar.
-Has vuelto-susurró, recorriéndome con los dedos, como
una ciega que conoce a alguien nuevo y quiere saber cómo es.
-He vuelto.
-¿Puedo estar contigo en el recreo?-me pidió. Yo asentí
con la cabeza.
-Y los próximos 50 años, mi amor.
Eleanor sonrió, se echó a llorar por fin, y me dio un
beso salado y sentido como el mar embravecido que éramos nosotros. Tommy nos
observaba desde lo alto de las escaleras, contemplando cómo nos queríamos y
cómo nos echábamos de menos y cómo nos hacíamos bien, y dio las gracias de que
existiéramos, de que estuviéramos en su vida y en la del otro, de que estuviéramos
juntos y de que se acabaran las rotaciones, los tabús, las sillas vacías y el
echar de menos.
Aproximadamente en el mismo momento en que Eleanor y
yo nos tocamos en el pasillo la primera vez, un mensaje llegó a mi correo
electrónico. El remitente era una tal Lauren Parrish, secretaria de Simon
Asher, el dueño del programa al que habíamos mandado la audición.
Pero aquello no importaba.
Lo único que importaba en ese instante era lo bien que
sabían los besos de Eleanor entre las paredes de nuestro instituto.
El segundo capítulo de Sabrae ya está disponible, ¡entra a echarle un vistazo y apúntate para que te avise de cuando suba los siguientes capítulos! A más gente apuntada, antes subiré❤
Te recuerdo que puedes hacerte con una copia de Chasing the stars en papel (por cada libro que venda, plantaré un árbol, ¡cuidemos al planeta!🌍); si también me dejas una reseña en Goodreads❤, te estaré súper agradecida.😍
ME CAGO EN LA PUTA QUE PEDAZO CAPITULO EL MEJOR QUE HAS ESCRITO HASTA AHORA SEGURO!!! JODER JODER ES QUE ES MARAVILLOSO!! oJALA NO LO HUBIERA LEÍDO PARA AHORA LEERLO DE NUEVO Y VOLVER A EMOCIONARME DIOS SANTO!!
ResponderEliminarEl salseo de Scommy vs Zouis ha sido mortal y te prometo por lo más sagrado de mi vida que me he quedado sin uñas (ahora que me las quería dejar largas) por la tensión que se estaba viviendo en ese momento.
Pero lo más importante del capitulo ha sido que SHEREZADE ES LA PUTA HOSTIA!!! QUE GOBIERNE EL PUTO UNIVERSO SI LE DA LA GANA QUE YO LA VOTO Y BESO EL SUELO POR EL QUE CAMINE. ¿ACASO HAY UNA MUJER MÁS FIERA QUE ELLA? ESTOY CASI SEGURA QUE NO. ¿Y lo de que lla defendía al violador? Plot twist máximo tía!!!!
Una cosa más: SABRALEC MANDA ¿QUÉ COJONES ES TIANA?¿qUÉ COJONES ES SCELEANOR? LOS VERDADERAMENTE IMPORTANTES SON SABRAE Y ALEC JODER
Me ha faltado muy poco para ponerme a llorar con toda la parte de Scott y Sabrae porque en el fondo ella es un bizcochito y no merece sufrir por nada y tengo que admitir que me recuerda mucho a mi hermana pequeña, muchas veces se hecha a llorar cuando me tengo que ir a la universidad, a pesar de que sabe que una horas volveré así que no me puedo imaginar lo de Sabrae. ES TAN TIERNECITA!!
Y EL FINAL? ME CAGO EN TODO CON EL FINAL TAN BONITO Y ESE ENCUENTRO DE SCELEANOR EN EL INSTITUTO. TE HA QUEDADO COJONUDO ERI ME CAGO EN MI VIDA
PD1: Siempre me pones los pelos de punta con cada capitulo, no dejes de escribir nunca
PD2: ¿qué pasará ahora con la banda, el programa y todo?
PD3: Se nota la presencia de Marlene en que el subdirector se llamara Ezra jajajajajajajajaj
AYYYYYYYYYYY CALLA CALLA, no sé si será el mejor pero el más largo sí, Moonlight tiene 28 páginas y éste llegó a las 29, necesito tranquilizarme!!!!!!!
EliminarScommy vs Zouis la batalla definitiva estoy VIVIENDO para esto ay
SHEREZADE DRAGGEANDO A TODO CRISTO POR SUS HIJOS me estoy acordando de la escena del rey león en la que Simba intenta proteger a Nala y ruge pero es un gatito indefenso rubio y sólo le sale un ronroneo ayyyyyyy mi niña de verdad la auténtica diosa de chasing the stars
SABRALEC MANDA Y NO TU PANDA ES QUE TAL CUAL DIOS MÍO CREO QUE SE NOTA UN MONTÓN QUE ME ESTOY PREPARANDO PSICOLÓGICAMENTE PARA ELLOS DOS EN EL SPINOFF PORQUE ESTÁN QUE SE SALEN
y creo que también se nota mucho la influencia del spinoff en cómo se tratan Scott y Sabrae porque aunque se hagan de rabiar, en realidad adoran el suelo que otro pisa y esto ES ASÍ.
Por favor la anécdota de tu hermana ayyyyyyyy qué monísima
Estoy súper orgullosa del final la verdad porque tengo la impresión de que he cerrado un círculo y no sé, te das cuenta de que Eleanor sufría porque no podía presumir de Scott y tenían que llevarlo en secreto y ahora todo el instituto sabe que están saliendo, y Tommy ha visto que no se pueden querer más?????? mi coraçao hurts
pd: te como los morros
pd2: SECRETITO.
pd3: y una de las amigas de Eleanor se llama Marlene, pero no me visteis venir, a que no (╭☞ ͡ ͡° ͜ ʖ ͡ ͡°)╭☞
Qué momento tan bonito entre Scott y Sabrae aw me han hecho llorar ❤
ResponderEliminarIgual que imaginarme a Tommy con Dan metido en la sudadera a lo canguro me ha hecho reír a más no poder, me encantan las relaciones entre hermanos que hay en esta novela
" Tesoro, Kate Middleton posará su culo en el trono de Buckingham Palace, pero la reina de este país soy yo." SHEREZADE PUTA AMA Y REINA DE REINO UNIDO, DEL MUNDO Y DEL UNIVERSO PUEDE DESTROZARME LA VIDA IGUAL QUE A FITZ QUE YO LE DARÉ LAS GRACIAS POR QUÉ NO SOY HIJA SUYA VIDA CRUEL
"Bésame un pie" SABRAE PUTA AMA Y SABRALEC DIOSES DE LA VIDA
Qué bonita escena Sceleanor al final ❤
He disfrutado muchísimo el capítulo, no sabes la ilusión que me da cada vez que me llega el aviso de nuevo capítulo
PD: El subdirector es Ezra y el director Fitz, si los sumas son Ezra Fitz (maldita influencia de Pretty little liars a ver si Marlene deja de mangonearnos ya QUIERO RESPUESTAS)
- Ana
Scabrae preciosos lo más bonito del mundo
EliminarToniel mis hijos (literalmente además) no necesito nada más en la vida para ser feliz
ESTABA DESEANDO QUE ALGUIEN COPIARA ESA FRASE DE VERDAD MUCHAS GRACIAS TE COMO LA CARA ANA
Podemos apreciar lo mucho que se odian en secreto Sabralec????? gracias
Me alegro un montón de que te haya gustado, la verdad es que el final no me tiene muy contenta porque tuve que escribirlo aprisa y corriendo para poder subirlo y he tenido que comerme algunas cosas, espero poder meterlas en el spinoff y que no queden muy forzadas, en fin, cruzamos los dedos.
PD: ESPERABA QUE ALGUIEN SE DIERA CUENTA JAJAJAJAJAJAJAJAJAJA MARLENE ZORRA A ES ARIA A QUE SÍ
No me puedo creer este capitulo. No puedo. ES LO MEJOR QUE HE LEIDO EN MI PUTA VIDA. LO AMO. LO AMO. LO AMO. ES QUE NO LE FALTA DE NADA JODER. HAY SCOMMY, SCABRAE, SCELEANOR Y SHEREZADE. AH Y SE ME OLVIDABA QUE TAMBIEN HAY SABRAE Y ALEC, SABLEC. ME LLEVAS POR EL CAMINO DE LA AMARGURA ERIKA.
ResponderEliminarTe juro que el momento de Sabrae y Scott lo llevaba esperando años y yo sin saberlo. Ha sido precioso de verdad, cuando le llama Sott he sentido mi corazon romperse. Al igual que Tommy y Dan, de verdad no puedo. Les amo a todos, quiero casarme con todos. Viva el poliamor.
Sherezade es la jodida reina del mundo, que digo reina, es la DIOSA DEL MUNDO. Ojala yo siendo así de mayor de verdad, tiene dos ovarios bien puestos y de verdad que orgullosa estoy. Cuando Zayn les dices a los chicos que se lleven a las chicas que queria estar a solas con Sher he pensando 'COMELE BIEN EL COÑO PORQUE SE MERECE MIL ORGASMOS HOY' o me vas a decir que no? POR QUE MADRE MIA. WHAT A QUEEN.
Y las ultimas lineas con Eleanor, ya si hablamos de eso pues me voy de la vida. Te juro que no pueden ser más bonitos, mira que amo a Sablec pero es que Sceleanor son demasiado preciosos. Se quieren tanto y son tan cuquis que ay :(
“ -¿Puedo estar contigo en el recreo?-me pidió. Yo asentí con la cabeza.
-Y los próximos 50 años, mi amor”
Ojala ahogarme ahora mismo dios mio.
Me voy ya porque me estan dando chungos. Voy a esperar con verdadera ansia el siguiente capítulo porque necesito saber que dice el correooooo!!!!!
-Patricia
ASDFGHJKLÑ´CHILLO EN ESLOVENO EN SERIO PATRI AY TE COMO LA CARA.
EliminarEl momentazo de hermanos preciosos madre mía la que nos espera en el spinoff, vete preparándote
"viva el poliamor" tal cual o sea no voy a añadir nada más porque para que vas a añadir nada a algo que ya es perfecto
Sherezade una puta ídola de verdad de mayor quisiera ser como ella es que la tía lo tiene TODO
"cómele bien el coño porque se merece mil orgasmos hoy" ME DESCOJONÉ EN VOZ ALTA MENOS MAL QUE ESTOY CON EL ORDENADOR ESTANDO SOLA JAJAJAJAJAJAJA
Sceleanor por dios poco a poco está volviendo a resurgir de sus cenizas y me encanta eso en serio
Tendrás que esperar un poquito por el siguiente capítulo pero te garantizo que merecerá la pena (especialmente si te gusta Lommy ;3)
DIOSSSSSSS UNO DE MIS CAPÍTULOS FAVORITOS HASTA AHORA ERI!!!!
ResponderEliminarDESDE EL PRINCIPIO YA SE ME HA SALTADO LA LAGRIMITA CON LOUIS Y ZAYN CONTÁNDOLES LO DURO QUE SERÁ Y PREPARÁNDOLES PERO DESPUÉS CON SABRAE Y SCOTT YA... NO ME ESPERABA QUE FUERA A IR TODO TAN RÁPIDO NO TENER QUE PREPARARME YA PARA LAS DESPEDIDAS DIOS MIO!!!!! SABRAE Y SCOTT SON HERMANOS GOALS SE QUIEREN TANTO QUE ME VA A ESTALLAR UN PULMÓN. Y BUENO VAMOS CON SHEREZADE PORQUE NUNCA EN MI VIDA HE VISTO TANTO PUTO AMISMO JUNTO EN UNA SOLA PERSONA, LE HAGO LA OLA Y ME ARRODILLO ANTE ELLA, O SEA PAGARÍA POR VER LA CARA QUE SE LE QUEDÓ A FITZ DESPUÉS DEL PEDAZO DE DISCURSO QUE SE MARCÓ. SCOTT VUELVE AL INSTITUTO!!!!!!!!!!!!!!! ME HA PARECIDO CUQUÍSIMO QUE TUVIERA TANTAS GANAS DE VOLVER Y QUE CASI CORRIERA EN EL CAMINO POR NO HABLAR YA DEL REENCUENTRO CON EL EN LOS PASILLOS MIRA CASI MUERO!!!! ME HA ENCANTADO ASÍ COMO DETALLE QUE TOMMY LES MIRARA SONRIENDO DESDE LO ALTO DE LAS ESCALERAS DE VERDAD ME LO HE IMAGINADO Y ME DUELE EL CORAZÓN!
CREO QUE NO ME DEJO NADA SOLO QUE NO VOY A PODER DEJAR DE USAR MAYÚSCULAS EN TRES AÑOS PORQUE ESTE CAPÍTULO HA SIDO LO PUTO MEJOR DE LA HISTORIA, TÍA TE AMO
PD: SABRAE Y ALEC DEBEN CASARSE
-María / @_mcmartinski
ASDFGHJKLÑ MUCHAS GRACIAS MARÍA TE COMO LA CARA
EliminarZouis siendo unos padres preocupados por favor he nacido para presenciar ese instante no le pido más a la vida si te soy sincera
LAS DESPEDIDAS SON ENSEGUIDA Y VAIS A SUFRIR SOBRE TODO CON LAS DE SCOTT que no se note que es mi chico favorito eh!!!!! para nada yo les quiero a todos por igual!!!!!!!
SHEREZADE UNA ÍDOLA NO ME VOY A CANSAR NUNCA DE REPETIRLO EN SERIO
y scott queriendo volver al instituto y casi corriendo estoy #enelsuelo de verdad cómo echa de menos a sus amigos snif snif sí estoy llorando
YO TE AMO MÁS ESPERO QUE SIGAS DISFRUTANDO DE LA NOVELA
PD: SABRALEC YA ESTÁN CASADOS EN SECRETO LO QUE PASA QUE ELLOS NO LO SABEN
LA PUTISIMA DIOSA QUE ERES SHEREZADE JODER CÁSATE CONMIGO WHO'S ZAYN???? bUA QUE SCOTT ESTA DE VUEÑTA AYYY QUE TOMMY Y SCOTT VUELVEN A ESTAR JUNTOS EN CLASE AYYYY COMO AMO A SHEREZADE LA HOSTIA QUÉ MuJER, QUÉ MUJER REINA DEL MUNDO ES REINA DEL MUNDO
ResponderEliminar- June (ala yo también quiero esto de poner el nombre al final del comentario)
EL SHADE A SU MARIDO en el fondo Zayn se lo merece es que Scott lleva muerto del asco en casa un mes porque él no mencionó que habían grabado a su hijo?????? tamos tontos
EliminarSCOMMY EN EL INSTITUTO DE NUEVO LA PESADILLA DE LOS PROFESORES EL TERROR DE LA TRANQUILIDAD EL AUSPICIO DEL DESASTRE
SCELEANOR SON MIS PADRES
ResponderEliminarSCOMMY MIS HIJOS
EliminarSherezade es la putisima ama confirmamos
ResponderEliminarZouis dabdole consejos a scommy yo he nacido pa leer esa escena
Sabrae es un bebe pobrecita casi lloro con ella
Scott volviendo al instituto the boys are back
Confirmamos
EliminarZouis+Scommy preveo orgía en mis más oscuras fantasías
si este tweet llega a 200 rts escribo la orgía incestuosa
Sabrae por favor quiero protegerla de todo mal :((( mi niña linda
THE BOYS ARE BACK ME HE DESCOJONADO BARBARAJAJAJAJAJ