Papá seguía acariciándome despacio, sin pausa pero sin
prisa, cuando escuché unos pasos ruidosos bajar las escaleras a toda velocidad.
Con la mano de mi padre sobre la cabeza, enredando sus dedos en mis rizos, me
di la vuelta y abrí un ojo, detestando aquel ser que pudiera interrumpir
nuestro momento de comunión mutua, aquella preciosa conexión que habíamos
desarrollado ahora que yo era una mujer adulta (o, por lo menos, estaba en
trámites de serlo).
Entreabrí
los ojos escurriéndome entre los dedos de Morfeo, que me dejaba marchar a
regañadientes, y me quedé mirando a mi hermano, que se ajustaba las mangas de
una chaqueta de cuero negra que le había visto a papá en un par de ocasiones. A
todos nos gustaba mucho y nos encantaba cuando papá se la ponía, se ajustaba
las cremalleras, se revolvía un poco el pelo y nos decía que se iba a trabajar,
que volvería de noche. Siempre nos decía que no le esperásemos despiertos, pero
todos lo hacíamos, y él regresaba con bollería que desayunábamos al día
siguiente, robada del cáterin de alguna sesión de fotos o reunión creativa a la
que tenía que ir cuando se preparaba para la temporada de premios o el
lanzamiento de un nuevo disco.
Esa
chaqueta de cuero significaba algo.
Y que
Scott la hubiera cogido sin avisar debería haber activado mis alarmas, pero,
francamente, estaba tan atontada por el sueño, el calorcito de mi padre, las
caricias que me daba y lo bien que le sentaba a mi hermano esa ropa, que ni
siquiera pensé en la trascendencia de aquel vestuario.
Scott
no nos hizo caso mientras pasaba al lado del sofá: se ajustó las cremalleras,
mordiéndose el piercing, y continuó caminando a toda prisa en dirección a la
puerta. Tanta indiferencia me molestó. Soy
tu hermana, pensó un animal rencoroso en mi interior. Mi primera palabra fue tu nombre. Por lo menos reconoce mi presencia.
-Qué guapo-dije, sin embargo,
porque soy el animal más puro que ha conocido este mundo. Scott se dignó a
mirarnos por fin, un poco sorprendido por encontrarnos tumbados en el sofá, los
pies de papá sobresaliendo por un extremo, tapados con la manta y ajenos al
mundo. Me dedicó una tímida sonrisa que no escaló a sus ojos.
Incluso
en esa duermevela que me atenazaba podía ver que estaba nervioso por algo.
-Gracias-susurró.
Papá lo miró y frunció el ceño, examinando su vestuario: las Converse blancas,
los vaqueros negros, la camiseta blanca, la chaqueta negra. Parecía uno de esos
mafiosos elegantes que salen en las películas, el heredero de un imperio del
crimen que controlaba todo lo que sucedía en un país.
El
típico niño mimado de mirada traviesa que no ha roto un plato en su vida.
Esa
fue la primera vez que vimos a Scott Malik abrazando lo que significaba ser
Scott Malik.
-¿Dónde
vas tan guapo?-preguntó papá, con ganas de camorra. Scott puso los ojos en
blanco y se detuvo un segundo para girarse y mirarnos.
-Por
ahí. ¿Disfrutando de una siesta?-atacó, pues la mejor defensa es siempre un
buen ataque. Papá se incorporó un poco, asegurándose de que no me caía al suelo
pero de conseguir suficiente espacio como para revolverse con comodidad, y así,
poder examinar a su primogénito con la profundidad deseada.
-¿Esa
chaqueta no es mía?-quiso saber, y Scott se tocó la prenda
-Ah,
sí, eh… voy a estar mucho tiempo fuera, hace frío, así que…
-Ya,
¿y la colonia también es para el frío?
Scott
no supo qué decir. Yo me incorporé también un poco, olisqueando el aire hasta
inhalar el profundo aroma de la colonia que se había puesto.
Se me
secó la boca y sentí la extraña necesidad de lamerle toda la cara a Scott.
-Es
que… me apetecía-tartamudeó Scott, pasándose una mano por el pelo, agachando
los hombros y luchando por contenerse. Pero papá no le iba a dar tregua tan
fácilmente.
-Qué
suerte tiene Tommy de que te arregles tanto para ir a verle.
-Ya.
Bueno. Lo que sea. Que… no me esperéis para cenar.
-Hoy
hay pizza-protesté. No estaba dispuesta a perderme una noche de pizza porque a
Scott le diera la gana de ir a hacerse el gallito con sus amigos por ahí. Ah,
no. Eso, ni en broma.
Además,
¿a quién le iba a quitar las porciones más grandes de la pizza hawaiana, si él
no estaba en casa para pedirla?
-¿O
no será…-sonrió papá-, que vas a ir a ver a la novia?
Y
entonces, Scott hizo algo a lo que no nos tenía acostumbrados. Creo que lo
había visto hacer eso mismo otra vez, cuando se equivocó de vestuario en el
polideportivo y se metió en el de las chicas.
Se
puso rojo.
O
sea, no rojo; se puso rojísimo. Lo
tenía a varios metros de distancia y aun así yo misma podía sentir el calor que
manaba de sus mejillas contra mi piel.
Noté
cómo se le retorcía el estómago de los nervios en mis propias entrañas.
Y
papá no se lo podía estar pasando mejor.
-¡Ajá!
¡Así que es eso!-atacó-. ¡Así que tienes novia! ¡Ya verás cuando se entere tu
madre! ¡Seguro que hasta llora de la emoción!-a esas alturas de la fiesta, yo
ya estaba sentada en el sofá y papá estaba casi de pie, extasiado ante aquella
coña que se traía con Scott-. ¿Cuándo vas a presentárnosla?
-No
me rayes-se quejó Scott, marchándose a toda prisa del salón y recogiendo las
llaves del platito de la entrada.
-¿Qué
pasa, hombre? Si ya sabes que en esta casa no somos superficiales; aunque sea
fea, no le diremos nada-le picó papá, y Scott se giró sobre sus talones, como
si de una bailarina de ballet se tratara, y ladró:
-¡No
es fea! ¡Bastante más guapa que la tuya será, fantasma!-le dio a papá una
respuesta tan rápida que no pude evitar preguntarme cuántas veces habría dicho
eso después de verse sometido a las mismas bromas por parte de sus amigos.
-¡Yo
no tengo novia, chaval, estoy casado! ¡Y
buena suerte encontrando a una mujer la décima parte de guapa que tu madre!
¡Qué mala es la envidia, crío!-se rió
papá, y más fuerte lo hizo cuando escuchó el portazo furioso de Scott, los
pasos de mi hermano bajando las escaleras del porche y atravesando la verja de
nuestro jardín.
Continuó
riéndose unos minutos más hasta que tuvo que sentarse a recuperar el aliento.
Shasha y Duna se asomaron a las escaleras del pasillo.
-¿Qué
ocurre?
-Vuestro
hermano tiene novia-contó papá, y Duna frunció el ceño, agitó la cabeza sin
entender, mientras Shasha escupía un asqueado:
-Puaj.
Ahí
fue cuando empecé a darme cuenta de que Shasha iba a ser un poco rarita durante
toda su vida. Pero decidí no darle importancia, porque si le daba muchas
vueltas a ese minúsculo detalle, quizás dejara de quererla.
Papá
cogió el teléfono de encima de la mesa de los mandos y se puso a teclear en él.
Me incorporé y apoyé la mejilla en su hombro para leer el mensaje que le estaba
escribiendo a mamá, algo sobre que su bebé ya no era un bebé y se iba a dedicar
a hacer bebés muy pronto.
-¿Crees
que es verdad?-le pregunté, preocupada, y él se me quedó mirando.
-¿El
qué?
-Que
tiene novia.
-Sabrae-respondió
él, bloqueando su teléfono y jugueteando con él entre los dedos-, aunque no te
lo creas, yo tuve la edad de tu hermano una vez. Y eso de pensar que bañándote
en colonia vas a ligar más, es una etapa que pasamos todos los hombres.
-Olía
muy bien-le defendí yo, y papá se echó a reír.
-Nuestras
colonias están hechas para gustaros-explicó, encogiéndose de hombros.
-¿Qué
quiere decir eso?
-Nada-contestó,
besándome la frente-. Algún día lo entenderás-tiró de mí para acurrucarme de
nuevo contra su pecho y volvió a acomodarse en el sofá. Nos quedamos callados
un momento, él sonriendo y mirando al techo, cambiando de opinión sobre
mandarle un mensaje a mamá para contarle todo lo que acababa de descubrir, y yo
preguntándome qué narices significaba eso que papá acababa de contarme.
-¿Pequeña?-preguntó
él, y yo me lo quedé mirando.
-¿Mm?
-¿Crees
que a tu hermano le parecerá muy mal que hable de esto en mi siguiente disco?
-No
creo que le haga mucha gracia, papá. Pero a mí sí-contesté, soltando una
risita, y él se rió también-. ¿Te acordarás de meterlo?
-Pronto
empezaré con él. Así que ya sabes lo que toca-añadió, acariciándome la nuca.
Hice un puchero, buscando que cambiara de opinión, pero no hubo suerte-. Me voy
a rapar, Sabrae-zanjó-. Vete mentalizándote.
-¡Noooo!-me
lamenté, frotándome contra su barba, mimosa-. Cuando no ganes premios, ya iré
yo a hablar con los que los entregan, pero no. Estás muy guapo con barba y con
tu pelo. Aunque pinche.
-No,
jovencita: cuando no los gane, voy a decirles que vengan a pedirte
explicaciones a ti.
-Seguro
que los ganas, papá-respondí, dándole un mordisquito en la mejilla-. Ya moveré
yo mis hilos.
-Tienes
11 años, ¿qué hilos vas a mover tú?
-Una
tiene sus recursos para hacer a su familia feliz-contesté, encogiéndome de
hombros y aleteando con las pestañas muy al estilo de mamá. Así lo hacía ella
cuando daba una contestación de ese calibre a las cosas que papá le decía,
sabedora de que acababa de dejarlo planchado.
-Te
lo agradezco, mi vida-contestó él, acariciándome la cintura-. Pero a mí no me
importan los premios, pequeña lo que me importa es que a vosotros os guste lo que yo hago.
-Ay,
papi-ronroneé, remolona y cariñosa-. Si a mí siempre me va a gustar todo lo que
haces.
Soltó
una risita entre dientes, me besó en la cabeza y me pegó más contra él,
acariciándome la espalda.
-¿Cómo
crees que será?-pregunté, mirando la televisión apagada.
-Rubia-contestó
él sin dudar, y yo me incorporé.
-¿Sí?
No creo que sea el estilo de Scott.
-Seguro
que te piensas que tampoco era mi estilo.
-¿Tuviste
novias rubias?-inquirí, estupefacta, y papá se echó a reír.
-Mis
dos últimas novias antes de conocer a tu madre eran rubias.
Mi
cara debió de ser un poema, porque él se echó a reír.
-¿Nunca
te ha dado por buscarme en Google?
-No-contesté-,
¿debería?
-No
sé, Saab. Mi padre no era famoso-se encogió de hombros-. Joder, perdona,
cariño, pero… ¡me parece alucinante que nunca hayas investigado sobre mí en
internet!
-Creía
que me contarías todo lo que yo quisiera saber, así que, ¿por qué iba a
buscarte en internet?
-Buena
contestación, tesoro-me dio una palmadita en la cintura.
-¿Quiénes
son?
-¿Te
suena Little Mix?
-¡No!-respondí,
sorprendida, sentándome de un brinco-. ¡¿Tú y Perrie?!
-Cuatro
añazos, estuvimos. Incluso nos íbamos a casar-se encogió de hombros.
-¿Y
por qué no os casasteis?
-Porque
yo era un capullo que no se la merecía-su rostro se ensombreció-. La trataba
muy mal. O sea, no cuando estaba con ella, pero… cuando pienso en las cosas que
le hice, y en que te las podrían hacer a ti o a tus hermanas-se estremeció-. Lo
mejor que le pudo pasar fue que lo dejáramos.
-¿Qué
le hiciste?
-Mucho
daño. Cosas muy malas. Yo… estaba con otras chicas cuando estaba con
ella-contestó, y yo fruncí el ceño-. Se lo hacía pasar mal y me daba bastante
igual. Estábamos en la otra punta del mundo-se encogió de hombros-, así que
ella me parecía algo muy lejano, algo así como una especie de… ideal, más que
una persona con sentimientos a la que guardar fidelidad. Y respeto. Yo no la
respetaba. Me di cuenta con el tiempo, pero… no fui con ella como un hombre
debe ser con su mujer. Era una mierda de persona, Sabrae-me miró a los ojos-, y
lo mejor que puedes hacer respecto de una mierda de persona es alejarte de ella
lo más rápido que puedas, y cuanto más, mejor, ¿entendido?
-Tú
no eres una mierda de persona ahora, papá-respondí, y él sonrió.
-Gracias
a dios, pude cambiar. Tu madre consiguió gran parte de ese cambio.
-Y
ahora eres el mejor padre del mundo-contesté, toqueteándole la cara, segura de
que aquello que decía que había hecho en el pasado no podía ser tan grave. Era
tan bueno ahora, que era imposible que hubiera hecho daño a nadie en el pasado,
mucho menos de manera consciente.
-Gracias,
tesoro.
-El
más guapo y el más listo y el más bueno y el más mimoso-ronroneé, y él se rió.
-Vale,
señorita, basta de peloteo. Lo he pillado-me sopló en la mejilla y yo me reí.
Le cogí la mano y contemplé la unión de nuestros dedos.
-¿Y
la otra?
-Gigi.
Hadid. Cuando empezamos, su hermana estaba con Abel. The Weeknd-aclaró, y yo asentí-. Fue así como nos conocimos.
-Pues
menos mal que estuviste con esa chica, porque me gustan mucho las canciones que
hacéis juntos-sonreí, y le contagié mi sonrisa.
-A mí
también, tesoro.
-¿Y
después?
-Después
conocí a mamá. Y se acabó mi etapa rubia-se encogió de hombros y sonrió,
perdido en sus recuerdos.
-No
te imagino con nadie más que con mamá, papá.
-Yo
tampoco, tesoro-me dio un beso en la cabeza-. Yo tampoco.
Me
dio un abrazo y apoyó la mano tras la cabeza, contemplando el techo mientras yo
volvía a dormirme y un mensaje iluminaba la pantalla de su móvil. Era mamá, a
la que finalmente no le había mandado ningún mensaje. Todo lo que quisiera
decirle, se lo diría en persona.
-Primer
día abajo, quedan dos-mamá incorporaba un emoticono convencido de que podía con
todo-. Os quiero y os echo de menos.
-Vuelve
pronto a casa, amor-le respondió papá sonriendo, y le envió una foto de mí
dormida sobre su pecho-. Te estaremos esperando.
Mamá
le mandó unos cuantos emoticonos llenos de corazones (lacasito con ojos de
corazón, lacasito tirando besos, corazones de todos los colores). Antes de
acostarnos, la llamamos y le contamos que habíamos cenado pizza y que estábamos
súper contentas porque papá nos había hecho palomitas con queso mientras
veíamos una película. Ella bromeó con que nos lo pasábamos mejor sin ella y
contestamos que sí, bueno, un poco, pero queríamos que regresara.
Scott
llegó a casa cuando estábamos a punto de colgar, con los labios sospechosamente
pintados de un color que no parecía muy natural, las mejillas aún encendidas y
el pelo revuelto. Papá no le dijo nada, sólo le tendió el teléfono, le dijo un
“tu madre” cuando mi hermano lo recogió, y sonrió, negando con la cabeza,
mientras terminaba de fregar el bol en el que habíamos hecho las palomitas.
El
tema de su supuesta novia no volvió a salir hasta que regresó mamá a casa aquel
mismo domingo, lo cual no quiere decir que yo no fuera recopilando información
con la que ir analizando la situación.
Al
día siguiente, los amigos de Scott vinieron a casa después de la hora de comer;
Tommy, Jordan y Alec se presentaron con la caja de un videojuego y la patética
excusa de que “estaban en plena partida y se les había apagado misteriosamente
la consola, así que, ¿podrían terminarla aquí?”, a lo que Scott había asentido,
críptico, y les había dejado pasar.
Hasta
un imbécil se daría cuenta de que no venían a jugar a la consola cuando Tommy nunca iba a ningún sitio sin Scott.
Y no
podías echar una partida a un videojuego con tres personas: teníais que ser
pares, por fuerza, para poder hacer equipos equilibrados.
El
caso es que a mí me vino genial el tener planes para salir con mis amigas esa
tarde y poder ir a encerrarme en mi habitación y así no tener que aguantar las
tonterías que escupía Scott con sus amigos cuando estos estaban juntos. De
verdad, quiero mucho a mi hermano, pero es un chico y, como tal, se comporta
como un gilipollas estando en compañía de otros chicos. A veces me costaba
creer que fuera la misma persona que me había sacado de la cuna cuando era una
recién nacida porque no soportaba la idea de que yo me despertara con frío o me
sintiera sola por la falta de tacto humano en medio de la noche.
Parecía
que el humo de las velas de cumpleaños que Scott soplaba cada año hacía que se
le incendiaran partes del cerebro que nunca, jamás, volvían a recuperarse.
La
cantidad de mamarrachadas que decía no era normal.
Pero
el único que conseguía superarlas era el imbécil de Alec: cada vez que él abría
la boca, como decía la madre de Taïssa, subía el pan. Pero no un par de
peniques, no. Era abrir la boca Alec, y la barra normal subir una decena de
libras.
Me
sorprendía la cantidad de tonterías que podía decir alguien y quedarse tan
pancho, sin darle importancia.
Estaba
revolviendo en mi armario, buscando una mochila para salir ese mismo día,
haciendo el mayor ruido posible para no escuchar la falsa conversación que
estaban teniendo mientras cerraban la puerta de la habitación, cuando escuché
la voz del susodicho imponerse en tono de cachondeo sobre las demás.
Normalmente
intentaba hacer oídos sordos a cada cosa que decía Alec porque no hacía más que
cabrearme o preguntarme si una persona podía ser humana y a la vez una
subespecie de chimpancé con poco pelo, pero el tono con el que habló me llamó
la atención. Era el mismo que había empleado mi padre la tarde anterior
mientras se metía con Scott.
-¿Qué
tal ayer, rompecorazones?-le dijo, y Tommy y Jordan lanzaron un par de
carcajadas en voz baja para no llamar la atención. Cogí la primera mochila que
me encontré y cerré la puerta del armario despacio, sentándome en la cama a
escuchar, conteniendo las ganas de pegar el oído a la pared.
-Anda
que… menudo consejito de mierda me has dado, tío-acusó Scott, y se oyó un golpe
sordo que, supuse, era el resultado de un empujón. Tommy y Jordan volvieron a
reírse-. Mi padre se ha coscado de lo que está pasando.
-Normal-rió
Tommy-, con el historial que tiene Zayn, como para no saber cuándo uno sale a
matar.
-¿A
matar? Este cabrón salió a exterminar ayer, ya lo visteis-Jordan finalizó su
intervención estelar con una carcajada. Ugh. Otro que no era más tonto porque
no se entrenaba. No me extraña que él y Alec fueran amigos. Dios los cría, y
ellos se juntan.
-Bueno,
tío-respondió Alec-. No pasa nada; tú, lo importante, es que ayer triunfaras.
¿Lo hiciste?
-Bueno-admitió
Scott, y me lo imaginé pasándose una mano por la nuca-. Pues… un poco.
-Define
un poco-pidió Jordan.
-¿Tocaste
teta, o no?-quiso saber Alec.
-¡Alec!-le
recriminó Scott, mientras a mí me daban 25 arcadas. Me sorprendí a mí misma
sorprendiéndome con aquella frase, ¿qué esperaba de Alec? ¿Que se pusiera a
hablar de bioquímica o algo así?
No hay
bicho más prepotente y asqueroso en toda la faz de la tierra.
-¿Qué
pasa, joder? Es lo menos que deberías haber hecho ayer.
Y
entonces, la intervención magistral de Scott. A partir de entonces, se pusieron
a hablar en cavernícola, unga-unga. Por
suerte o por desgracia, yo ya tenía experiencia en ese idioma primitivo y pude
seguir la conversación como si se desarrollara en alguna de mis lenguas
maternas.
-¿Qué
te hace pensar que sólo he tocado teta?-se jactó mi hermano.
-Buena
respuesta-respondió, orgulloso, Alec, dándole una palmada en la espalda-.
¿Tercera base?
-Tercera
y media-puntualizó Scott.
-¿Y
eso qué quiere decir?-quiso saber Jordan, al que le agradecí su ignorancia,
pues estaba tan perdida como él. ¿Qué es eso de tercera base?
-A
ver, Jordan, no te me alteres-me imaginé a Alec paseándose ante él como una
pantera y poniéndole las manos en los hombros-. Que no se ha quitado el
precinto de garantía todavía.
Me
miré en el espejo del armario, totalmente fuera de onda, sin comprender de qué
hablaban.
-¿Cómo
lo sabes?-discutió mi hermano.
-Pues,
porque si lo hubieras hecho, se lo habrías largado a Tommy-explicó Alec, con
ese tono elocuente suyo con el que conseguía todo lo que se proponía. Incluso
mamá le reía las gracias cuando no tenían ni pizca cuando usaba ese puñetero
tonito-. Y Tommy es incapaz de callarse algo así.
-Hay
un montón de cosas que me callo-corrigió Tommy, el único que era medianamente
decente de los cuatro cuando les daba por juntarse.
-No
ésta, hermano-Alec le dio una palmadita en la cara-. No ésta.
Me
puse los vaqueros y la camiseta escuchando de fondo las sobradas de los chicos
hablando de la novia de Tommy, Megan, a la que le animaban a tirarse
urgentemente. Alec hablaba de que no había mejor sensación que cuando te metes
por primera vez en el interior de una tía, y yo me estremecía cada vez que se
lo escuchaba decir porque lo hacía con una lascivia que me hacía sentir sucia.
Era
como si su voz me lamiera todo el cuerpo, incluso mis partes más privadas. Me
repugnaba en lo más profundo de mi ser.
Resultó
que estaban explicándole a Tommy cómo hacer para que una chica “se estrene a lo
grande” y le pida más a su novio de lo que sea que éste quisiera darle. Scott
estaba aliviado de no tener ese problema, y Jordan se reía, pensando en la
suerte que tenía de haber encontrado una mujer con experiencia.
-Así
te ahorras el suplicar del principio-protestó Tommy, molesto.
-No
entiendo por qué se hacen tanto las estrechas, si luego les gusta follar tanto
como a nosotros o incluso más.
-Es
que las mujeres son animales crueles. Te lo digo yo, que vivo con
cuatro-contestó Scott-. Nos gusta vernos sufrir y hacernos saber quién manda.
-Poco
sufrirás tú, fantasma, si te deja tocarla donde te dé la gana cuando no lleváis
ni un mes. Vete a otro con esos cuentos-Alec se echó a reír y yo empujé la
puerta de la habitación de Scott con una patada. Los cuatro se volvieron hacia
mí y luego se echaron a reír, compartiendo una suerte de bromita privada de la
que yo no estaba dispuesta a oír nada más.
-Me
voy-anuncié-, ¿necesitas que te traiga algo?
-Condones-atacó
Alec, y Scott le dio un empujón-. La XS estará bien-añadió, esquivando los
golpes de mi hermano.
-¿Son
para ti?-me escuché decir, y me felicité a mí misma internamente por la cara
que puso Alec, de pura estupefacción. Los chicos se echaron a reír y yo esbocé
una sonrisita de suficiencia cuando cerré la puerta sin esperar a que Scott me
diera mi beso reglamentario de despedida. Bajé las escaleras escuchando cómo
los chicos vacilaban a Alec, que sacudía la cabeza y le decía a Scott:
-Cómo
me odia tu hermana, macho.
-Normal,
tío, si eres un machista de mierda.
-¡Qué
voy a ser yo machista, flipado! ¡Con lo que quiero a mi madre!
Contuve
la arcada ante ese último comentario y me colgué la mochila al hombro. Le di un
beso a papá y le pregunté cuál era mi hora de vuelta a casa.
-Cuando
tú veas, pásalo bien-contestó, cambiando de canal en la televisión.
-¿Sabes?
A mis amigas les ponen hora-respondí, y él se volvió.
-Pues
por eso. ¿Para qué te la voy a poner yo? Paso de hacer cálculos, Sabrae. Ya
volverás cuando tengas hambre.
Me
eché a reír y agité la mano a modo de despedida. Me pasé la tarde con las
chicas en el parque, sentadas en nuestro montículo, ellas escuchándome escupir
veneno sobre lo imbécil que era Alec y lo muchísimo que lo detestaba (estaba
dispuesta a mudarme incluso al cuarto de juegos con un saco de dormir sólo por
no escuchar su voz cuando venía de visita), y ellas se reían, asentían y me
daban la razón cuando yo me metía con él.
-Una
pena que esté buenísimo-rió Kendra, mirándome con intención, y yo puse los ojos
en blanco mientras lamía mi piruleta y fingía que no la oía.
-Es
blanco-dije por fin, cansada de sus miradas.
-Hugo
también-corearon ellas.
-Ya,
pero Hugo no es imbécil, y Alec sí-contesté, mordiendo la piruleta y tirando el
palo sobre el pañuelo de papel usado. Se echaron a reír-. Y yo les paso un
defecto, pero no les voy a pasar dos-anuncié.
Al
día siguiente, mamá regresó y Scott fue un poquito menos imbécil, por eso de
que estaba solo y no tenía con quién medir su masculinidad.
Mamá
llegó a última hora de la tarde, con las farolas ya encendidas y el cielo
pintado de un precioso tono anaranjado. Aparcó el coche a la puerta de casa y
salió con su bolso colgado del brazo, sin esperar que nosotros saldríamos en
manada a recibirla, la abrazaríamos con fuerza y terminaríamos tirándola al
suelo, desparramando el contenido de su bolso de Céline blanco y beige por el
suelo y ensuciando su chaqueta de Armani y la falda de Dior blancos como la
leche con el verde del césped. Mamá se echó a reír, repartió besos como si
fueran caramelos el día de Halloween y dijo que nos había echado muchísimo de
menos. Le revolvió el pelo a Scott y entró en casa, donde papá la estaba esperando
cruzado de brazos, apoyado en el sofá a modo casual.
-Hola,
mi amor-saludó mamá, mimosa, y papá se dejó besar y le acarició la cintura.
Ella se apartó un poco y le acarició la mandíbula, estudiando sus facciones,
sabiendo que algo no encajaba pero sin localizar del todo el qué.
Papá
clavó los ojos en Scott, que los abrió como platos un segundo antes de que el
primero proclamara:
-¡TU
HIJO TIENE NOVIA!
-¡PAPÁ!-protestó
Scott, y mamá alzó las cejas y se volvió hacia su primogénito, sin poder
creerse lo que le acababan de contar.
-¿Scott…?
-¡Y
ME HA VENIDO LA REGLA!-festejé, y mamá se me quedó mirando, estupefacta. Nos
miró a mí, a Scott, a Duna, a Shasha, a papá, y luego, de vuelta a mí.
A
continuación, se llevó una mano a la cintura, y con la otra se pellizcó el
puente de la nariz.
-Estoy
hasta el coño-dijo-, de que prefiráis a vuestro padre-anunció, y todos nos
quedamos a cuadros-. ¡Me pasé dos años de mi vida embarazada! ¡DOS AÑOS! ¡PARA
QUE AHORA ME LO PAGUÉIS ASÍ!-bramó-. ¡Tú!-señaló a Scott-. ¡CUANDO IBA A
COMPRARTE PAPILLAS, TE PASABAS LA TARDE ENFURRUÑADO Y NO QUERÍAS QUE TE
COGIERA, TENÍAS QUE ESTAR TODO EL DÍA CON PAPÁ! ¡TRES DÍAS PARIÉNDOTE, SCOTT!
-No
me gustaban las papillas-se excusó mi hermano.
-¡Y
TÚ!-encañonó a Shasha con un dedo acusador-. LA PRIMERA PALABRA QUE DIJISTE NO
FUE MI NOMBRE.
-Para
ser justos, yo nunca digo tu nombre, mamá-respondió Shasha.
-HICE
TODA MI TESIS DOCTORAL CONTIGO EN BRAZOS Y REZANDO POR QUE NO TE DIERA POR
CLAVARME LA BATUTA EN EL OJO, SABRAE-mamá se volvió hacia mí-, ¿Y ASÍ ES COMO
ME LO PAGAS?
-Te
hemos hecho una tarta-me adelanté.
-Está
todo olvidado-contestó mamá, y nos echamos a reír-. ¡Ay, mis niños!-rezongó,
abriendo los brazos y dejando que nos coláramos en ellos- ¡Que se me hacen
mayores!
-¿Qué
tal el fin de semana, mamá?-preguntó Duna, colgándose de su falda.
-Horrible,
cariño, ¡os he echado tanto de menos! Las charlas eran muy aburridas y
Manchester se me hacía muy grande y solitaria sin vosotros. Tenemos que
convencer a papá para ir un día de estos, ¿os parece?
-¡Sí!-celebramos.
-A
papá se le convence fácil-respondió papá, acariciándole la cadera a mamá, que
se volvió y le sonrió, relamiéndose los labios-. Sher, me voy a poner celoso,
¿para mí no hay mimos?
-Para
ti hay lo que quieras, mi rey-le contestó ella, pegándose a él y besándole en
la boca de una forma que hizo que todos apartáramos la mirada, fingiéndonos
escandalizados.
Mamá
y papá se separaron y se miraron a los ojos un momento, diciéndose un millón de
cosas en silencio. Mamá sonrió, con los ojos brillantes, y se mordió un poco el
labio cuando papá la pegó instintivamente hacia él. Papá, por su parte, nos
miró.
-Id
poniendo la mesa, niños, que nosotros venimos enseguida.
-Pero
no os deis mucha prisa-ronroneó mamá, frotándose como una gatita contra papá.
Me eché a reír.
-Ah,
y… Scott-mamá se volvió hacia él a medio camino de subir las escaleras-. Pon
atención. Tu chica lo agradecerá.
Scott
puso los ojos en blanco, haciéndose el ofendido, pero a nadie se le escapó la
forma en que se le enrojecieron las orejas. Lanzó un suspiro tremendista y nos
indicó con la cabeza que fuéramos a la cocina.
No
aguantamos ni dos minutos colocando los platos y los cubiertos; cuando mamá y
papá empezaron a gemir, a Shasha, Scott y a mí nos entró la risa tonta y nos
tuvimos que marchar del comedor, que quedaba debajo de la habitación de
nuestros padres y se les escuchaba cada movimiento que hacían. Fuimos al salón
y pusimos la televisión a todo volumen, pero ni por esas dejamos de escuchar
los gritos de mamá cuando mejoraron la forma de “ponerse al día”.
-Llevan
un fin de semana separados, que se calmen un poco-Shasha puso los ojos en
blanco y sonrió satisfecha cuando Scott y yo nos echamos a reír. Duna frunció
el ceño.
-Pero,
¿por qué grita mamá? No lo entiendo.
-Le
gusta lo que papá le está haciendo-explicó Scott-. La gente grita cuando hace
cosas que le gustan.
-Yo
grito cuando me doy con el dedo pequeñito del pie contra las esquinas-discutió
Duna-, y te puedo asegurar que no me gusta en absoluto.
Volvimos
a reírnos, Duna se enfadó con nosotros porque no entendía qué había dicho que
tuviera tanta gracia, y nos dedicamos a darle mimos y hacerle cosquillas hasta
que se le pasó un poco el enfado. Nuestros padres terminaron y nosotros nos
regodeamos en los minutos de silencio que inundaron la casa.
Cuando
abrieron la puerta y bajaron, con una sonrisa tonta, el pelo alborotado y los
labios un poco ateridos de tanto besarse, morderse y gemir, los cuatro hermanos
nos volvimos y nos los quedamos mirando. Papá agachó la cabeza mientras mamá
nos miraba, altiva, retándonos a hacer una broma sobre lo que acababa de
suceder.
-La
cena estará fría-atacó Scott, mordisqueándose el piercing para no volver a
reírse. Se me escapó la risa de nuevo y Shasha me dio un pellizco en el brazo
para que me controlara.
-Tomarse
tiempo en el sexo es una virtud, hijo-respondió papá, y mamá rió y le dio un
beso en la mejilla.
Fuimos
al comedor, nos sentamos y papá nos sirvió. Fuimos pasando los platos hasta que
cada uno tuvo un buen trozo de cordero frente a sí. Me encantaba el olor a
carne asada y caliente, mezclada con especias y regada con un poco de vino, como
mis padres preparaban el cordero, y me deleité en olfatear mi plato mientras
esperaba a que papá terminara de repartir la cena. Mamá se arrebujo en su silla
y dio un sorbo de su copa de vino, guiñándole un ojo a papá después de que éste
se sentara y le cogiera la mano para darle un beso en el dorso.
-Así
que… ¿os ha cundido el fin de semana, mis niños?-preguntó, y nosotros asentimos
y yo empecé a vomitar palabras sobre lo que habíamos hecho durante aquellos
días de ausencia, le conté por encima lo que había pasado el viernes y ella
sonrió y miró a papá cuando le conté que me había tratado genial y me había
ayudado mucho, me había dado mimos y había hecho todo lo que yo necesitaba para
sentirme mejor. Mamá miró a Scott y esperó pacientemente a que él dijera qué había
estado haciendo el viernes (porque le dijimos que se había ido), pero él no
soltó prenda a pesar del escrutinio sonriente de mamá.
-¿Cómo
es?-quiso saber por fin, después de que Scott se metiera un trozo de patata en
la boca del tamaño de nuestra casa sólo para tener una excusa para no hablar. Scott
parpadeó despacio y se la quedó mirando.
-Cómo
es, ¿quién?
-Tu
novia.
-No
tengo novia.
-Pues
tu amiga especial.
-Mamá-protestó
Scott.
-La
chica que te gusta.
-Mamá,
para.
-Tu churri.
Papá casi
escupe el vino al escuchar esa palabra. Scott se puso colorado y gruñó por lo
bajo mientras mamá se reía.
-Mamá,
por favor.
-¿No
la llamas así?
-Yo
no te llamo así, Sherezade.
-Los
tiempos cambian, Zayn-respondió mamá-. Las modas vuelven. Seguro que la llama cari o algo por el estilo.
-Yo
no llamo cari a nadie-discutió Scott,
poniéndose cada vez más y más rojo.
-Dinos,
por lo menos, cómo se llama.
-No
tiene nombre porque yo no tengo novia.
Mamá
se reclinó en la silla y se cruzó de brazos. Sonrió y luego entrecerró los ojos.
-¿Vas
a obligarme a interrogarte?
-¿Tengo
que jurar que voy a decir la verdad, toda la verdad, y nada más que la
verdad?-replicó Scott.
-La
pena de perjurio en este país es muy severa.
-Tengo
una buena abogada que seguro que encontrará algún resquicio en el sistema para
evitarme la cárcel.
Mamá soltó
una risita.
-Tienes
14 años, Scott. Nadie te va a meter en la cárcel.
-Pero
porque tu madre no lo permitiría-añadió papá-, no por falta de ganas.
Scott
asintió con la cabeza.
-Y
esa dedicación de tu madre hace que se merezca, por lo menos, saber su nombre.
-¡Por
dios!-protestó Scott-. ¡Creo que prefiero la cárcel!
-A
ver si va a ser porque es un chico-me reí yo, y Scott me clavó una mirada
envenenada.
-¿Qué
dices tú? No es ningún chico.
-¿Seguro?-preguntó
papá, dando un sorbo de su vino.
-Vale,
no tengo por qué daros detalles, pero la última vez que miré, no había nada ahí abajo.
-Así
que miraste-sonrió papá, y Scott se puso rojo, Shasha se echó a reír y Duna pidió
un poco más de agua, aburrida de nuestro debate que ella no entendía y que, por
tanto, no disfrutaba.
-No
seas crío, Scott. Estamos aquí para ayudarte y aconsejarte, ya sabes-mamá dio
otro sorbo de su copa y se la pasó a papá para que se la llenara-. Tenemos más
experiencia y podemos enseñarte a…-paseó el dedo por la copa, buscando la
palabra.
-Disfrutar-puntualizó
papá, y ella asintió con la cabeza. Scott bufó-. Los dos-añadió, y Scott se lo quedó mirando-. Créeme, nos lo
agradecerás tú y nos lo agradecerá ella.
Scott
parpadeó.
-Vale-cedió.
-Entonces,
¿te doy consejos sobre cómo complacer a una chica?-insistió papá.
-¡Ew!
¡Que estamos comiendo, por favor!-protestó Shasha.
-Cállate,
Shasha, que yo no os he criado para que seáis heterosexuales-espetó mamá-. Podrían
venirte bien en un futuro a ti también.
Scott
dejó su tenedor sobre el plato y asintió con la cabeza, invitando a papá a
iniciar su disertación. Quería aparentar frialdad y desinterés, pero no se me
escapó la forma en que se giró sutilmente hacia nuestro padre, asegurándose de
que nada de lo que él le dijera se le escapaba.
-Empieza
por sexo oral-soltó papá de repente, y yo me quedé callada, sin entender muy
bien, pero Scott asintió con la cabeza, y puso una cara de estar tomando nota
mental de cada palabra-. Nunca viene mal. Ayuda con todo el mundo-papá miró de reojo a mamá y sonrió-. A tu
madre-continuó, y mamá dejó la copa que estaba bebiendo y lo miró- la vuelve
loca que le dé unos mordisquitos antes de ir al meollo del asunto.
-Tenemos
un hijo y tres hijas, Zayn-mamá se cruzó de brazos-, ¿seguro que quieres seguir
por ahí?
-Encima
que me preocupo de que tu hijo se asegure de no tratar a sus chicas como un
trozo de carne… ¿qué hay más feminista que eso, Sherezade?
-Dejar
que sea yo la que diga lo que me
gusta que me hagan en la cama-zanjó mamá.
-Pues
hazlo.
Mamá puso
los ojos en blanco.
-A
veces me pregunto por qué me casé contigo.
-Porque
estoy muy bueno y follo que te cagas.
-Creo
que fue por la pasta-reflexionó mamá, asintiendo con la cabeza y sonriendo.
-Qué
lástima que ahora ganes tú más al año que yo, ¿eh?
-Saca
música-respondió mamá. Papá se tocó el pelo a modo de amenaza y mamá abrió los
ojos-. Sin raparte.
-Ems,
¿hola?-Scott levantó la mano-. Estabais conmigo-papá y mamá se volvieron hacia
él-. Sexo oral. Captado. ¿Qué más?
-¿Qué
es sexo oral?-pregunté yo, y mamá y papá me miraron, preguntándose cómo me lo
explicaban.
Por suerte,
súper Shasha vino al rescate.
-Pues
qué va a ser, so lerda-contestó, pinchando con furia una patata y metiéndosela
en la boca-. Hablar de sexo.
-Por
esa regla de tres, nosotros estamos haciendo sexo oral ahora-respondí.
-No
me refiero a hablar en general, sino a… no sé. Decir… “te chupo una teta”.
Scott
empezó a reírse mientras yo me volvía hacia mamá.
-¿Te
gusta que papá te diga eso?-inquirí, estupefacta. Papá se reía como un loco y Scott
estaba incluso llorando.
-El
sexo oral no es eso, tesoro-respondió mamá con calma, y le dio un codazo a papá
para que se comportara-. Es… hacer cosas con la boca. En los genitales de otra
persona.
-¿Qué
son los genitales?-quiso saber Duna.
-Lo
que tienes éntrelas piernas, Dun-contestó Scott, y Duna se lo quedó mirando,
asqueada.
-Por
ahí hago pis, ¿quién va a querer acercar su boca ahí?
Shasha
tiró su tenedor sonoramente sobre su plato y negó con la cabeza.
-Ya
está. Me voy a hacer vegetariana. Jamás podré comer carne después de esta
intervención estelar.
-Sólo
se nos ocurre a nosotros sacar estos temas mientras estamos cenando-suspiró
mamá.
-El
crío tiene novia y tenemos que asegurarnos de que se lo pasa bien con ella, Sher-discutió
papá mientras mamá se masajeaba las sienes-. Bueno, hijo. Estás en una edad
bastante complicada en lo que respecta a las chicas porque te gustan mucho,
demasiado…
-Las
chicas molan-respondió Duna. Yo levanté el puño y lo choqué con ella.
-Sí,
Dun, las chicas molan. Pero… bueno, Scott, que sepas que… bueno, mira, que yo
no fui un vividor follador de mil pares de cojones para que tú ahora te
equivoques de agujero.
-Eh…
sé dónde tengo que meterla, papá.
-Qué
grande eres, Zayn-suspiró mamá, tapándose la cara.
-Así
que no dudes en venir a preguntarme todo lo que quieras para poder echarte una mano.
Scott
parpadeó.
-Val…
-O
sea… ya me entiendes. De ayuda. Y tal. Una mano hipotética, no…
-Zayn…-empezó
mamá.
-…
que no te estoy ofreciendo nada raro, sabes…
-Zaaaaayyynnn-canturreó
mamá.
-… o
sea, cada uno tiene su espacio en esto, ¿me entiendes?
Scott
asintió.
-Vale.
-Zayn-mamá
le dio un toquecito en el hombro a papá-. Termínate el cordero.
-¿Qué?
-Que
te metas algo en la boca y dejes de hablar, coño-espetó ella, y él asintió,
cogió el tenedor y no abrió la boca más que para meterse comida en ella en lo
que quedaba de cena.
Recogimos
los platos y nos pusimos a fregarlos mientras mamá y papá se acurrucaban en el sofá
a ver la televisión (aunque sospecho que no hicieron mucho caso de lo que salía
en las noticias). Me quedé secándolos y entregándoselos a Scott para que los
fuera colocando en su sitio mientras nuestras hermanas más pequeñas se iban al
salón también.
-Papá
no lo hace a mal-le dije, y él me miró.
-¿Qué?
-Hablar
así. Me da un poco de pena. Puede que se le den genial las palabras, pero no es
tan bueno hablando como lo es mamá. Tienen repartidas las tareas.
-Lo
sé.
-No
estés enfadado con él.
-No
estoy enfadado con él.
-Entonces,
¿con quién estás enfadado?
-Con
nadie, Sabrae-bufó Scott. Yo dejé el trapo encima de la encimera y puse los
brazos en jarras, como hacía mamá cuando estaba enfadada pero no quería ser
ella quien empezara una discusión.
-Pues,
¿por qué estás enfurruñado?
-Simplemente-respondió
Scott, dejando una fuente al lado del trapo-, quiero que respetéis mi espacio,
¿de acuerdo? Si yo he decidido no deciros nada de lo que hago o adónde voy,
será por algo. Quiero que respetéis mi decisión.
-Nos hace
ilusión conocer a tu novia, eso es todo.
-Y
dale-respondió él, suspirando y metiendo la fuente en su sitio.
-¿Los
Tomlinson no conocen a Megan?
-¿Cómo
sabes tú lo de Megan?-contraatacó, y yo me encogí de hombros.
-Vivimos
pared con pared.
-Qué
fino tienes el oído para lo que quieres, cría. No, los Tomlinson no saben lo de
Megan.
-Pues
no creo que esté…
-Escucha,
Saab-Scott me cogió por los hombros y se acuclilló para dejar sus ojos a la
altura de los míos-. No es que me avergüence de vosotros. Ni que ella no me
guste. Es sólo que… necesito espacio. Conocerla. Que ella me conozca a mí.
-Nosotros
podemos ayudarla a conocerte. Seguro que le gustas incluso más.
Scott
sacudió la cabeza.
-Dentro
de estas cuatro paredes, soy Scott Malik.
-¿Qué
tiene de malo ser Scott Malik?
-Que
es el hijo de Zayn Malik-contestó él, mirándome a los ojos-. Y yo quiero estar
con alguien que me quiera por ser yo, sólo Scott. Quiero que una chica se
enamore de mí. No de papá.
-¿Ella
no sabe cómo te llamas?-pregunté, estupefacta. Scott tragó saliva.
-Me
gusta muchísimo, Sabrae-contestó él-. Pero necesito saber que le gusto yo, por
ser yo. Necesito que me quiera antes de conocer mi fondo. Y la única manera que
tengo de saber que lo hace es no diciéndole nada de vosotros.
-Pero…
¿por qué?
-Porque
soy igual que él-contestó Scott-, cuando tenía mi edad. Y si no le confirmo que
soy un Malik… a lo único a lo que puede querer es a Scott. Sólo a Scott. Sólo a
mí. Aunque me parezca a papá. A pesar de
que me parezca a papá.
-¿No quieres
que te relacionen con él?-quise saber, confundida. Scott negó con la cabeza.
-No
es eso. Le quiero un montón, ya lo sabes, pero… es una mierda, esto de vivir
siempre en su sombra. A veces, yo también necesito que me dé un poco el sol.
Me acarició
la mejilla y me limpió una lágrima. Descubrí que estaba llorando.
Pensar
que Scott se sentía como una copia me puso tristísima.
No podía
creer que, de todas las personas que había en el mundo, fuera él quien no
pudiera ver lo original y único que era. Para mí, no era una copia. Papá era el
borrador.
Scott
era el best-seller.
Apúntate al fenómeno Sabrae 🍫👑, ¡dale fav a este tweet para que te avise en cuanto suba un nuevo capítulo! ❤
A ver...vamos por orden que si no me vuelvo un poco loca y no es momnmento para algo como eso.
ResponderEliminar1.ZAYB NETIENDOSE CON SCOTT PORQUE TIENE NOVIA Y AVERGONZANDOLO. Diooooos que grsnde es este hombre y que bien le sienta estar con una mujer como Sher, hace todo mucho mejor
2. SABRAE ODIANDO A ALEC CUANDO ABRE LA BOCA Y DICE GILIPOLLES PERO MEDIO ENCANTADA CUANDO ABRE LA BOCA PARA HABLAR DE SEXO...chica lo que te espera
3. Alec diciendo que no puede ser machista porque quiere a su madre ¿SE PUEDE SER MAS GILIPOLLAS? UFFFF ME DESESPERA
4. Sher cabreada porque tienen momentos especiales sin ella estar presente
5.ZAYN HABLANDO DE SEXO JAJAJAJAJJAJJAJAJAJJAJAJAJAJ MENOS MAL QUE ESTA SHER PARA MANDARLO A CALLAR POR IDIOTA
6. Scott sintiendose la sombra...yo me mato y de repente estoy tristisima
"Esa fue la primera vez que vimos a Scott Malik abrazando lo que significaba ser Scott Malik." Me he caído al puto suelo con esto.
ResponderEliminarQue puedo decir Eri? Me ha encantado el capítulo una vez más. No hay cosa que escribas que no me guste chica. Adoro la relación de Zayn con sus hijas y espero pacientemente a que Scott se le quite la gilipollez adolescente, aunque bueno, cuando ya no es adolescente la sigue teniendo pero bueno. ❤
Scott avergonzado si no lo veo no lo creo, a ver si se le quita ya la tontería porque así no lo aguanto y lo mismo con alec madre mía es que no se puede ser más subnormales, tommy el único que valía la pena
ResponderEliminarAyyyyy y que a sabrae gusta un chico por favor que monisima
ZABRAE ABRAZANDOSE Y DANDOSE MIMITOS AYYYYYYYYYYYYYYY ME MUERO Y LUEGO ZAYN Y SHER AHHH ME VUELVO A MORIR
Zayn hay veces que parece mentira que sea un hombre tan culto por dios es que suelta unas tonterías cuando se enreda él solo que virgen santísima
Ay madre que ya empieza scott a sentir que es igual que zayn no quieroooo
PUTO ZAYN Y SUS RAPADOS JAJAJAJA
ResponderEliminarMe encantan Zayn y Sher "poniéndose al día" mientras dejan a los niños poniendo la mesa
Ay Scott qué tierno, no te preocupes, tendrás a esa persona que te quiera sólo como Scott ❤
"Para mí, no era una copia. Papá era el borrador. Scott era el best-seller." ❤
- Ana