Empujé la puerta con entusiasmo mientras me recolocaba el
jersey. Me saqué los rizos del cuello de algodón y le di la vuelta.
Scott
dio un brinco en la cama y cerró a toda velocidad la tapa de su ordenador
portátil.
-¿No
sabes llamar?-ladró, antes de que yo pudiera pedirle disculpas. Que se pusiera
tan chulito sin yo darle motivos me irritó. Con lo que me había costado
convencer a papá y mamá para que me dejaran ir con él, para ver las luces de
navidad del centro con Amoke… y ahora él se hacía el ofendido.
-¿Qué
hacías?-pregunté, entrando en la habitación. Scott se puso colorado, colocó su
ordenador a un lado de la cama y se incorporó.
-Nada-respondió,
tirando de su sudadera y fulminándome con la mirada, retándome a seguir.
-¿No
estarías viendo vídeos guarros?-pregunté. Scott se puso aún más rojo, pillado
con las manos en la masa.
-¡Claro
que no!
-Mamá
se disgustaría mucho si se enterara de que te gusta ver vídeos guarros.
-¡No
veo vídeos guarros, pesada! ¡Fuera de mi habitación, venga!-tronó, caminando
hacia mí y empujándome en dirección a la puerta, pero yo me resistí.
-¿Por
qué te gusta verlos? Con lo bonita que es la ropa que le ponen a algunas
actrices en las películas, ¿qué sentido tiene que quieras verlas desnudas?
-¡Que
no los veo!-respondió el, rojo de vergüenza, arrastrándome hacia la puerta.
-Entonces,
si no estabas viendo vídeos guarros, ¿me enseñas lo que estabas viendo?
-No.
-¿Por
qué?
-Son
cosas de mayores-contestó, cogiendo el abrigo e interponiéndose entre la puerta
y yo.
-¿Lo
ves?
-Los
mayores hacemos otras cosas que no son ver porno-espetó, cerrando de un portazo
y haciendo un gesto con la cabeza en dirección a las escaleras. Como yo no me moví,
me dio otro empujón.
-¡Ay!
¡Mamá!-protesté, y desde la otra punta de la casa llegó la voz de mi madre
nombrando a mi hermano, que puso los ojos en blanca, escupió un “chivata” y
echó a andar hacia las escaleras. Le seguí al trote, con la mochila a modo de
bolso en la que llevaría el móvil de papá y un poco de dinero colgada al
hombro.
Mamá
nos recolocó la bufanda, se aseguró de que tenía bien puesto el gorro de lana
gris y rosa, a juego con mi jersey azulado, y nos dio un beso en la mejilla.
-Abrigaos.
No cojáis frío-indicó, y luego se volvió hacia Scott-. No pierdas de vista a tu
hermana.
-No.
-Cógela
de la mano en los pasos de peatones.
-Que
sí.
-Ni
se te ocurra dejarla sola.
-Que
noooooooooo-baló Scott, poniendo los ojos en blanco y negando con la cabeza. Se
mordió el labio y se sacó el teléfono del bolsillo.
-No
cojáis el metro a partir de las 7, ¿de acuerdo? Nos llamáis y os vamos a
buscar. No quiero que vayáis en transporte público vosotros tan tarde.
-Voy
con Tommy, mamá-le recordó Scott.
-No
me importa. Cuando queráis volver, llamáis a casa y nos pasaremos a recogeros,
donde sea. Id por sitios en los que haya gente, pero no demasiada gente, ¿entendido, hombrecito?-dijo mamá, tirando de la
bufanda de Scott y dándole una vuelta alrededor de su cuello.
-¡Mamá!-se
quejó Scott-. ¡Que ya no soy un niño! Venga, ¿podemos irnos ya?
-¿Lleváis
los móviles con suficiente batería?-inquirió ella, y asentimos con la cabeza,
enseñándoles la pantalla libre encendida-. Estupendo. Pasáoslo bien-sonrió,
dándonos un último beso y abriendo la puerta para que pudiéramos salir.
-¿A
ella no le vas a decir nada sobre que sea obediente?-se quejó Scott, y mamá se
echó a reír.
-Ella
ya lo es, ¿verdad, cariño?
-Mucho,
mami-sonreí, y me giré para sacarle la lengua a Scott, que puso cara de
fastidio y no dijo nada más.
Scott
me dio la mano apenas atravesamos la valla de nuestra casa y echamos a andar a
un ritmo apresurado hacia el sitio en el que habíamos quedado con Tommy. El
Tomlinson nos esperaba dando vueltas sobre sí mismo, aburrido, con una bufanda
que le tapaba medio rostro, unos guantes de esquiar en las manos y un abrigo
que le hacía parecer el muñeco de Michelín. Se giró para mirarnos en cuanto nos
vio aparecer por la calle y esperó a que le alcanzáramos. Sólo cuando llegamos
a su lado me percaté en las dos figuras que había a su lado, un poco más altas
que yo, pero menos que ellos.
-Hola-saludé,
tímida. Pensaba que sólo estaríamos Scott, Tommy, y yo. A lo sumo, podría venir
Eleanor. Pero que viniera Mary me pilló un poco por sorpresa.
Los
ojos castaños de Mary se achinaron cuando la bufanda ocultó su sonrisa. Eleanor
me dio un abrazo y me preguntó si estaba emocionada ante mi primera salida sin
padres.
Estaba
un poco, muy nerviosa, la verdad. Me sentía como si acabara de cruzar una
frontera invisible que ya no podía atravesar de nuevo. Me creía poderosa,
fuerte y tremendamente independiente, no teniendo que ir de la mano de mamá o
papá a todas partes.
Era
consciente de que Scott no me soltaría en los momentos en que más gente hubiera
a nuestro alrededor, pero aun así me pareció que mi independencia no podía ser
mayor.
-Venga,
al bus-ordenó Tommy, y él, su hermana y Mary echaron a andar, pero yo me quedé
clavada en el sitio, temiendo decir nada.
-Quieto,
fiera-instó Scott, y Tommy se volvió hacia él-. Tenemos que ir a por Amoke.
-¿Ella
también viene?-preguntó en tono sorprendido, y Scott asintió. Tommy me miró y
yo me puse colorada bajo su escrutinio de mar; el calor que me proporcionaron
sus ojos hizo que me sobraran todas las capas de abrigo que me había puesto
encima. Finalmente, se encogió de hombros y me pidió que le indicara la calle
de mi amiga.
-No
sé cuál es-respondí, llevándome una mano a la boca, como hacía Duna cuando la
pillaban con las manos en la masa, haciendo algo que sabía que estaba mal-.
Pero sé llegar.
-Algo
es algo-contestó Tommy ante el suspiro de Scott, como queriendo tranquilizarlo.
A veces quería más a Tommy que a Scott, él tenía mucha más paciencia que mi
hermano, era más comprensivo y no te metía la misma prisa que te metía Scott.
O,
por lo menos, no lo hacía conmigo.
Curiosamente,
el comportamiento de Tommy conmigo era el mismo que el de Scott con Eleanor.
La
diferencia estaba en que a mí Tommy me gustaba mucho, mucho, mucho, pero no me
gustaba lo suficiente como para ponerme roja y soltar risitas cada vez que él
me miraba, como le pasaba a Eleanor con mi hermano.
Recogimos
a Amoke en su casa; atravesó el camino de la entrada como un bólido, resbaló
con el hielo y la nieve acumulada y por poco se cae de culo. Por suerte, Scott
y yo la cogimos antes de que tuviéramos que lamentar un mal mayor y, riéndose,
mi amiga me dio un abrazo y me cogió de la mano.
Nos
subimos al bus entusiasmadas, contemplamos cada persona que se subía al
vehículo con curiosidad, nos inventábamos historias por lo bajo para explicar
sus pintas, nos las susurrábamos la una a la otra y nos reíamos cuando alguien
nos pillaba elucubrando, alzaba una ceja o negaba con la cabeza, lamentando que
la juventud de hoy en día no tuviera respeto alguno. Mary y Eleanor hablaban a
toda velocidad de sus planes para Navidad (tenían pensado convencer a Eri y
Annie para que las dejaran ir al a pista de hielo que habían montado en un
barrio cercano al nuestro y pasarse las vacaciones suplicando a la madre de
Eleanor que hiciera sus dulces navideños especiales), y Scott y Tommy se
inclinaban en la pantalla del teléfono de este último, mirando la lista de
tiendas del centro comercial al que tenían pensado llevarnos.
Cuando
finalmente llegamos a nuestra parada y me bajé del autobús, cogida de la mano
de Scott y bien aferrada a él, con la de Amoke en la otra libre, y levanté la
vista, me sentí un poco mal por Shasha. A las dos nos encantaba venir de
compras navideñas con mamá y papá aprovechando los descuentos para coger
jerséis con estampado de invierno, con renos y muñecos de nieve y rechonchos
Papá Noel bordados con hilo gordo, dar una vuelta por las tiendas y luego
sentarnos en una cafetería a tomar un chocolate caliente, limpiándonos la nariz
mutuamente cuando nos la ensuciábamos con la bebida, y mirando las luces de
Navidad de todos los colores, tamaños y formas. A Shasha le encantaban las
luces de colores que se tendían por encima de las calles, colgadas entre los
edificios, y que tenían forma de abetos, acebos, regalices de navidad o ángeles
tocando trompetas.
A mí
me gustaban más las luces que se ponían en los edificios, las que escribían
mensajes que iban cambiando, o imitaban copos de nieve cayendo, deslizándose
por las fachadas de las tiendas como hojas marrones en otoño.
A las
dos nos encantaban los arbolitos que se colocaban en las entradas de las
tiendas, y cuando nadie miraba yo cogía
un bastón de caramelo del más cercano y se lo pasaba a mi hermana, que comenzaba
a chuparlo con cara de no haber roto un plato y se encogía de hombros cuando
alguien le preguntaba de dónde había sacado esa golosina, como si fuera un
milagro navideño.
Scott
se giró y se me quedó mirando cuando me
detuve para admirar un par de renos de luces doradas y plateadas en la parada
del bus. Sonrió y me apretó la mano, me dio un beso en la mejilla, tocándome
con una nariz helada, y dijo:
-El
fin de semana podemos venir con papá y mamá y traernos a las peques, ¿te
parece, chiquitina?
Asentí
con la cabeza, arrebujándome en mi bufanda.
La
razón por la que Shasha no había podido venir con nosotros hoy era que, a pesar
de que ya sabía que Papá Noel no era sólo “Papá”, aún era demasiado pequeña
como para ir sola a un sitio tan abarrotado de gente como podía ser el centro
de Londres en plena época de compras navideñas. Ella aún se distraía un poco y
le era fácil quedarse atrás y perderse, y yo me moriría si a Shasha le pasaba
algo, así que no podía imaginarme lo que sentiría mamá.
Además,
papá nos había prometido que, en cuanto se tomara un descanso del disco, nos
llevaría a dar una vuelta por los jardines de palacio y pasaríamos el día
viendo las esculturas de hielo que instalaban en Hyde Park. Iríamos todos
juntos, puede que incluso comiéramos fuera de casa, y nos lo pasaríamos en
grande viendo a los artistas callejeros y las figuras tan trabajadas que cada
año abarrotaban nuestra ciudad.
Me
dejé llevar por Scott en dirección al centro comercial, con Amoke siempre de mi
mano, encadenada a Tommy, que la traía bien sujeta por miedo a perderla.
Eleanor se agarró a la mano de este último y Mary hizo lo mismo con la de ella,
y juntos formamos una pequeña cadena humana que los turistas tenían que sortear
en cuanto se nos ponían a tiro.
Amoke
y yo estábamos emocionadísimas, contemplando los puestos de manzanas asadas o
caramelizadas y la nieve acumulada en las esquinas. Varias veces intentamos
separarnos de los chicos para ir a coger un puñado de nieve y tirárselo a
alguien, pero cada vez que yo hacía amago de soltarme Scott me regañaba y me
agarraba con más fuerza.
Para
cuando entramos en el centro comercial, ya nos habíamos detenido cien veces y
habíamos lloriqueado inútilmente para mi hermano y Tommy nos dejaran coger
alguna golosina de los puestos de la calle. Nos quitamos las bufandas y las
guardamos en nuestras mochilas, junto con nuestros gorros y los guantes. Amoke
agitó su melena y yo le quité unos cuantos copos de nieve que debían de haberse
caído de un tejado mientras avanzábamos por entre la gente.
Eleanor
y Mary se acercaron al mapa del centro comercial y empezaron a señalar las
tiendas que querían visitar, pero Tommy alzó las manos.
-¡Para,
para, para!-le dijo a su hermana-. Primero, los regalos de papá y mamá, Dan y
Ash. Luego, ya, si quieres, vamos a mirar juguetes.
-¿Qué
piensas regalarles a los pequeños-quiso saber Eleanor-, si no son juguetes?
-Un
plan de pensiones-respondió Tommy, y Eleanor frunció el ceño.
-¿Qué
es eso?
-No
sé, pero como papá no para de hablar de ello, supongo que es algo importante y,
cuanto antes lo tengas, mejor-explicó su hermano, tomándole el pelo.
-Sabes
que un plan de pensiones no se puede regalar, ¿verdad?-intervino Scott.
-Claro
que se puede regalar, tío, ¡todo se puede regalar!
-No
todo-zanjó Eleanor.
-A
ver, tía lista, ¿cómo no voy a poder regalar un plan de pensiones?
-Los
planes de pensiones son cosas que hacen los adultos cuando están trabajando
para luego tener pensión cuando son viejos-explicó Scott-. Es como una hucha.
-¿Quién
coño se pondría a guardar el salario en una hucha si el gobierno ya te da
pensión?-espetó Tommy, y Scott se encogió de hombros.
-Hay
gente a la que le gusta ahorrar.
-¿En
serio? Dime una persona.
-Ay,
Tommy, ¡no lo sé!-estalló Scott-. ¡Pero que yo no conozca a nadie no significa
que no los haya!
-No
les conoces porque no los hay.
-Yo
no conozco a ningún chino, ¿te crees que no hay chinos en el mundo por el
simple hecho de que yo no los conozca?
Tommy
lo fulminó con la mirada.
-A
patadas-intervino Eleanor. Scott le sonrió y ella se puso roja hasta las
orejas.
-Gracias,
El.
-De
nada, S.
-Bueno,
cuando termines de ligar con mi hermana-escupió Tommy, girándose sobre sus
talones y echando a andar en dirección a las escaleras-, estaré en la librería,
buscando ese libro que mi madre tanto quiere.
-¡No
puedes regalarle ese libro!-discutió Eleanor, corriendo tras él-. ¡Tenía
pensado dárselo yo!
-¡No
estoy ligando con tu hermana!-protestó Scott, siguiéndoles. Amoke y yo echamos
a andar tras ellos y les seguimos hasta el último piso. Entramos en la librería
más grande que había en toda la ciudad y entre Scott y yo elegimos el regalo
para papá y para Duna, después de encontrarnos con un libro de animales de
cuento con un montón de texturas diferentes que a nuestra hermana más pequeña
le encantaría.
Encontrar
algo para mamá y Shasha fue un poco más complicado, pero al salir del al
librería y empezar a pasear por las tiendas, dimos con unos guantes para mamá y
una lámpara de un osito panda para ella.
Entonces,
con los regalos ya comprados y apretujados en mi mochila (Scott no había traído
nada porque no era nada previsor), me vi en el apuro de sorprender a mi hermano
con un regalo que no podía comprar delante de él.
Por
suerte, él ya venía con la idea de coger algo para mí, así que cuando salimos
de las tiendas, con los regalos ya empaquetados y guardados, y nos quedamos
mirando un momento, Scott y yo nos echamos a reír. Tommy frunció el ceño, sin
saber lo que pasaba. Mary se miraba los pies, esperando a que parásemos de reírnos
y que la gente dejara de mirarnos como lo hacía, cuando, y Amoke simplemente
mordisqueaba una galleta extraída del paquete que había traído guardado en su
mochila.
-¿Me
esperas aquí mientras voy a por algo para ti?-preguntó Scott, pero yo negué con
la cabeza.
-Mamá
dijo que no nos separásemos.
-Volveré
a por ti en seguida, pequeña-respondió.
-Pero…
mamá…
-Mamá
no se va a enterar. Y a ti no te va a pasar nada.
-Es
que yo… también tengo que ir a cogerte algo-respondí, mirando, indecisa, en
derredor. Scott torció la boca, examinando como yo las tiendas cuando, de
repente, se le ocurrió una idea.
-Podríamos
dividirnos, como en Scooby Doo-sugirió, y miró a Tommy-. Yo voy a por el regalo
de Sabrae y tú vas con ella a por mi regalo. Y, de paso, me coges el mío.
-¿Quién
te ha dicho a ti que yo te voy a regalar nada?
-No
sé, ¿el amor que me profesas?
Tommy
se echó a reír.
-Vuela,
venga. Nos vemos aquí en media hora. ¿Sincronizamos relojes?
-Tío,
tenemos los relojes del móvil, y se sincronizan al wifi de nuestra
casa-respondió Scott, sacando el teléfono de su bolsillo. Tommy abrió los ojos
y puso cara de tristeza-. Ahora, que si te hace ilusión, pues…
-Me
la hace.
Scott
suspiró, abrió la aplicación del reloj y comprobó que su hora era la misma que
la de Tommy.
Me
dio un beso en la mejilla y me dijo que me portara bien antes de desaparecer
entre la gente seguido de Eleanor y Mary, para hacer un equipo de 3 personas.
Tommy se volvió hacia nosotras y nos contempló.
-Vale,
chicas, ¿qué tenéis pensado?
-Una
maqueta de una nave espacial-expliqué, y Tommy asintió con la cabeza.
-Un
clásico atemporal, me gusta.
-No
sé qué es “atemporal”-respondí. Tommy se encogió de hombros.
-No
importa. Vamos a por ello, y luego, si queréis, nos tomamos un batido. Conozco
un sitio por aquí… ¿te parece, Amoke?-le dijo a mi amiga, que se había girado a
contemplar el escaparate de una tienda de productos para animales.
-¿Podemos
cambiar el batido por venir a acariciar conejitos? Me encantan los
conejitos-pidió, y Tommy se encogió de hombros.
-Sois
mujeres-respondió-, vosotras mandáis-sentenció. Así que subimos las escaleras,
Tommy eligió los regalos para Scott y para Eleanor, bajamos al segundo piso y
nos dirigimos a la tienda de animales, donde había un montón de conejitos
esperando a ser acariciados. El dependiente hizo un gesto con la mano como
diciendo “todos vuestros” cuando Tommy nos detuvo mientras escalábamos la
pequeña verja que los encerraba en una esquina de la tienda, y Amoke y yo nos
dejamos caer sobre los trozos de papel de periódico diseminados, esperando a
que la marea de orejas inmensas y patitas pequeñas se acercara a nosotras como
finalmente hizo.
Tommy
se quedó a nuestro lado, observando cómo hundíamos las manos en el pelo de las
preciosas criaturas, y acariciando él también un cachorro de pastor alemán al
que le hizo un montón de fotos.
-¿Te
lo vas a quedar?-preguntó Amoke, y Tommy negó con la cabeza con gesto triste.
-Mi
madre se puso muy mal cuando se murió su perro, así que no quiere ningún otro.
-Eso
es triste-respondí, y él se encogió de hombros.
-Pero…
éste va a tardar en morirse-observó Amoke-, le quedarán, por lo menos, 80 años.
¿Cuántos años tiene pensados vivir tu madre?
-Los
perros viven mucho menos que las personas-contestó él, dejando en el suelo el
pequeño animal y permitiendo que se fuera con sus hermanos. Amoke se puso
pálida.
-¿Cuánto
tiempo?-preguntó, soltando a un conejito de pelo blanco y canela que enseguida
echó a correr a su alrededor, reclamando su atención. Tommy se pasó una mano
por el pelo y se encogió de hombros.
-No
sé. No lo suficiente-respondió después de un rato de silencio, sumido en sus
pensamientos. Amoke y yo nos miramos con los ojos llenos de lágrimas. Con lo
graciosos y cariñosos que eran los perros, se merecían vivir un millón de años,
como mínimo. Eso de que vivieran menos que nosotros era muy injusto.
Por
suerte, los conejos que nos rodeaban se encargaron de quitarnos el disgusto y,
para cuando Scott, Eleanor y Mary llegaron, nosotras ya estábamos emocionadas de
nuevo con la suavidad de nuestros nuevos amiguitos.
-¿Qué
hacéis ahí metidas?-preguntó Scott mientras Eleanor daba un gritito de emoción
y Mary abría los ojos de par en par. Una sonrisa inmensa se extendió por su
cara al ver tanto animalito junto.
-Les
damos mimos a los conejos-respondí, y Scott negó con la cabeza.
-Sal
de ahí, Sabrae; lo último que necesitamos es que le cojas cariño a uno y te
empecines en llevártelo a casa.
-¡Los
quiero a todos!-respondí, achuchando uno de pelo marrón, de un tono parecido al
de Mary, que en ese momento estaba subiéndose a una caja para saltar la valla y
poder hundir las manos en todos las criaturas que se le pusieran a tiro. Scott
se volvió hacia Tommy y espetó, en tono de reproche, un quejumbroso:
-¡Tío!
Tommy
alzó las manos.
-¡A
mí no me mires! La culpa es tuya, ya sabes que yo a las niñas no les sé decir
que no.
-Y a
Dan tampoco.
-Ya,
pero eso es porque es mi hermano, no porque sea una chica.
-Con
esa fuerza de voluntad, al final vas a ser gay. Y no hay nada de malo en ser
gay-aclaró, mirándonos a Amoke, Mary, Eleanor y a mí.
-No
soy gay.
-Bueno,
tú dale tiempo al tiempo-respondió una voz a mi espalda, y yo me giré como un
resorte al reconocerla. Alec.
Jopé,
¿por qué siempre aparecía cuando me
lo estaba pasando bien con mi hermano? Estaba harta de que acabara con mis
tardes de diversión y monopolio sobre Scott. Cuando Shasha y Duna se iban a
dormir la siesta y Scott no se iba a casa de Tommy, raro era el día en que Alec
no llamaba a la puerta de mi casa y le ofrecía a mi hermano un plan que no
podía rechazar.
Los
chicos se saludaron con las típicas tonterías de chocar rápido las manos; yo no
entendía por qué hacían eso, con lo genial que es darse un abrazo, pero mamá ya
me había explicado que Scott estaba entrando en una etapa un tanto fría con el
resto de gente y que lo entendiera si él necesitaba más espacio.
Pero
a mí no me daba la gana entenderlo. Si yo era su hermana y tenía ganas de que
me diera mimos, su obligación como hermano mayor era dármelos y disfrutarlos
como los disfrutaba yo.
Y que
sus amigos fueran tan distantes con él no ayudaba en lo que respectaba a mi
cruzada personal de conservar a Scott a mi lado.
Jordan
hundió las manos en mis rizos y yo levanté la cabeza.
-Hola,
guapa-saludó, y yo asentí, volviendo la vista hacia los conejos, que ahora se
repartían entre cuatro chicas, en lugar de dos.
-¿Qué
hacéis aquí?-preguntó Tommy, y Alec se encogió de hombros.
-Lo
mismo que vosotros, me imagino. Compras navideñas-levantó un par de bolsas que
llevaba cargadas del brazo-. Tío, de verdad, maldita la hora en que se te
ocurrió hacer lo del amigo invisible.
Contuve
las ganas de volverme y preguntar qué era eso porque a Alec le encantaba ser el centro de atención, y
yo estaba demasiado molesta con él por cómo me estaba arrebatando a Scott como
para darle esa satisfacción.
Por
suerte, Amoke no le tenía tanta inquina y no dudó en preguntar:
-¿Qué
es eso?
Se lo
agradecería toda mi vida, lo admito. Eso de “amigo invisible” no tenía ni pies
ni cabeza: ¿cómo vas a tener un amigo invisible? ¿Cómo se supone que vas a
jugar con él, a ir a su casa a merendar? Porque está claro que su casa tendría
que ser invisible, y, ¿cómo vas a encontrar una casa invisible? Seguro que ni
sale en el GPS.
-Es
un juego que hay en España-explicó Scott, y yo me giré hacia él.
-¿Dónde
está España?-preguntó Amoke, sin entender.
-Al
sur de aquí-respondió Tommy-. Es el país de mi madre.
-¿Tu
madre tiene un país?-inquirió ella, sorprendida. Sabía que los padres de Tommy
y los míos tenían mucho dinero, pero no que fuera suficiente como para tener un
país.
-No,
mi madre nació en otro país.
-Oh.
Mola-sonrió Amoke.
-¿Cómo
se juega?-quise saber.
-Pues…
coges a un grupo de amigos, escribís vuestros nombres en un papelito, y los metéis
en un saco. Vais sacando papelitos del saco, y a la persona que te ha tocado,
tienes que hacerle un regalo por navidad.
-¡Qué
guay!-celebró Mary, y se giró hacia Eleanor-. ¡El, tienes que enseñarnos a
jugar a eso!
-Y…
¿ya está?
-Bueno,
Saab, la gracia de todo está en que la persona a la que le haces el regalo no
sabe quién eres. Lo tiene que adivinar.
-¿Y
qué pasa cuando lo adivina?
-Que
le cubren de gloria-sonrió Alec, y yo fruncí el ceño.
-¿Y
para qué sirve la gloria?
Sus
hombros se hundieron un poco y miró a Scott con un deje de tristeza que me
revolvió por dentro.
Pero
porque tengo conciencia.
No
porque me guste Alec ni nada por el estilo.
Puaj.
-Tu
hermana me odia-le dijo a mi hermano.
-No
te odio-respondí, pero sí que le odiaba, lo que pasa es que soy un poquito
mentirosa.
-¿Quién
os ha tocado?-quiso saber Jordan, y Scott y Tommy se pusieron rígidos, se
miraron entre sí y negaron con la cabeza.
-No
os lo vamos a decir.
-Venga,
tíos, ¡que no se lo vamos a contar a nadie!
-Eso
es cargarse el espíritu del juego, Jor-le recriminó Tommy.
-Venga,
T, que no pasa nada. No lo vamos a ir diciendo por ahí. ¿Cuáles son las
posibilidades de que los demás se enteren? Somos cuatro contra cuatro.
-Eso
hace un uno contra uno-calculó Scott, y Tommy se giró hacia él.
-Deberíamos
llevarte a uno de esos programas de cálculo de la tele. Fijo que te forras.
Scott
sonrió, sacando un poco la lengua, igual que lo hacía papá. Me pregunto si yo
sonreía así.
-Venga,
a la de tres, lo decimos todos a la vez, ¿os parece?-instó Jordan, y Tommy
sacudió con la cabeza.
-Una…-contó
Alec.
-No.
-Dos…
-Ni
siquiera se lo he dicho a Scott-discutió Tommy.
-¡Tres!
-Alec-dijo
Jordan.
-Alec-dijo
Scott.
-Alec-cedió
Tommy.
-Bey-respondió
Alec, riéndose. Y todos se lo quedaron mirando-. ¿Qué? No me voy a hacer el
regalo yo, eso no tendría gracia.
-¿HAS
HECHO TRAMPAS?-gritó Tommy, dándole un empujón. Alec se pasó una mano por el
pelo.
-¿Qué
pasa? Me gusta que me hagan regalos.
-¡Eres
imbécil, tío!
Puse
los ojos en blanco, por supuesto que
Alec se cargaría un juego quedándose con todos los regalos para él.
-¿De
qué te ríes?-protestó Jordan, dándole otro empujón-. ¡Te has cargado el puto
juego, tramposo de mierda!
-A mí
me parece una jodida leyenda-respondió Scott, tendiéndole la mano, que Alec
estrechó con una carcajada-. A tus pies, Whitelaw-le dijo, y Alec empezó a
hacer reverencias como si fuera un payaso de circo.
-Gracias-decía,
inclinándose hacia delante-, gracias, gracias.
-¿Cómo
lo hiciste?-gruñó Tommy.
-Cambié
la bolsa. Fue muy fácil. La culpa es vuestra, por confiarme a mí las cosas.
¿Ves? Si hasta él mismo admite que no es de
fiar.
-¿Y
por qué te has quedado tú con Bey?
-Porque
se gustan-atacó Jordan, y Alec le soltó un manotazo.
-¡No
me gusta Bey!
-¡Te
estás poniendo rojo!-se burló Tommy.
-¡No
es verdad!-respondió él, tapándose la cara.
-¡Alec
está por Bey, Alec está por Bey, Alec está por Bey!-rieron todos, y Alec negó
con la cabeza y trató de marcharse, ofendido.
-Pero,
¡no te piques, hombre!
-¡Sois
unos imbéciles! ¡Ahora mismo voy a devolver vuestros regalos y a fundirme el
dinero en los recreativos de al lado del cine!
Tommy
y Scott se miraron entre sí.
-¿Nos
has comprado regalos?
Vaya,
eso sí que me sorprendía.
-Pues
claro, ¿tan hijo de puta os pensáis que soy? No os iba a dejar a todos sin
regalo sólo porque yo quiera muchos. Así que os he cogido una cosa a cada uno.
-Pusimos
de límite 10 libras-comentó Tommy, asustado.
-Ya.
Y he procurado no pasarme. Aunque en algunos no lo he conseguido.
-Somos
nueve, Alec-le dijo Jordan.
-¿Te
has gastado noventa putas libras en los regalos de Navidad?-inquirió Scott,
escandalizado. Alec se puso rígido y respondió, defensivo:
-No
lo sé, a mí no se me dan tan bien las mates como a ti, ¿sabes? He ido a
distintas tiendas y no tengo el cerebro como para ir calculando lo que llevo
gastado.
-Eres
un peligro público.
-También
he cogido los regalos de mis padres y de Mimi. Lo cual me recuerda… ¡Mary
Elizabeth!-regañó-. Sal de ahí. Ya sabes que mamá no quiere que te reboces
contra animales desconocidos.
-No
me estoy rebozando-discutió Mary con valentía-. Y no son desconocidos. Éste se
llama Horacio-dijo, alzando un conejo
blanco con las puntas de las orejas y las patas grises.
-Es
un nombre horrible-discutió Alec.
-Tú
sí que eres horrible-me metí a defender a Mimi, que había abierto los ojos de
par en par.
-Vaya,
pero, ¡si me habla!
-Y
mira qué bien lo hago: gilipollas-espeté, y Alec se quedó a cuadros mientras
todos los demás se echaban a reír.
-Qué
brava-observó Tommy.
-Una
verdadera Malik-festejó Scott.
-Calladita
está más guapa-discutió Alec.
-Mamá
no quiere que esté guapa, quiere que me defienda-respondí.
-Que
no me hables-zanjó Alec.
-No
me hables tú a mí.
-Escucho
un zumbido, Jordan, ¿será una mosca?
-Tú
sí que eres una mosca.
-Los
que se pelean se desean-canturreó Jordan.
-¡Y
dale! ¿Qué obsesión tienes con juntarme con todas las chicas que se me ponen a
tiro?
-Qué
más quisieras tú que mi hermanase te pusiera a tiro, fantasma-rió Scott. Yo
puse los ojos en blanco y fingí una arcada mientras Amoke se reía.
-Qué
más quisiera ella que yo le prestara
esas atenciones.
-Sois
como el perro y el gato; al final, todavía, os termináis casando-vaticinó
Tommy.
-¡QUÉ
ASCO!-grité, y uno de los conejos que tenía al lado dio un brinco y se
escabulló, asustado.
-Sí,
claro, con lo enana que es... ahora mismo vamos a la iglesia.
-¡Yo
no soy pequeña, Alec!-discutí.
-Calma,
Julieta, que a Alec le gustan tozudas, al final se va a terminar enamorando de
ti-terció Jordan.
-Qué
más quisiera ella-Alec se cruzó de brazos.
-¿Cómo
me has llamado?
-Julieta.
-¿Y
quién coño es esa?
-Sabrae
Malik-me riñó Scott-. Esa boca. ¿Te la voy a tener que lavar con jabón?
-Ah,
o sea, que puede llamarme “gilipollas”, pero no puede decir “coño”, ¿no es
así?-se peleó Alec.
-Es
que no te estaría insultando, te está calificando-puntualizó Tommy-, y en
Inglaterra hay libertad de expresión.
Alec
lo fulminó con la mirada.
En
ese momento decidí que de mayor me iba a casar con Tommy.
-Yo
que os iba a decir de ir a comer unos nuggets…
-Nos
apuntamos-saltamos Amoke y yo. Alec se me quedó mirando.
-¿Tú
no me odiabas?
-Bueno,
pero si me invitas a unos nuggets, pues igual se me pasa un poco.
Los
chicos se echaron a reír.
-Qué
interesada-dijo uno.
-Es
que es mujer-respondió otro.
-Eso
es machista-señaló, para mi sorpresa, Alec. Tommy asintió con la cabeza y
Jordan pidió perdón. Nos despedimos de los conejitos y salimos de la jaula,
pero Mimi era reticente a abandonar a una bolita de pelo marrón con las puntas
de las orejas de un color mucho más oscuro. El conejo se restregaba contra
ella, que lo abrazaba y no parecía querer soltarlo bajo ningún concepto. Miró a
su hermano con ojos suplicantes.
-Alec…-ronroneó,
pero él negó con la cabeza.
-No
puede ser, lo sabes, Mimi.
-Pero
es tan mono… quiero llorar-dijo ella.
-Mamá
nos mata.
-¡No
tiene por qué enterarse! ¡Por favor!-suplicó, abrazando al conejo como si le
fuera la vida en ello-. ¡Podemos dejarlo en una cajita debajo de mi cama y
coger zanahorias de la nevera! ¡Mamá y papá no sabrán nada!
-Los
animales tienen que estar sueltos y correteando, Mím, no encerrados en cajas
esperando a que llegues del cole.
-¡Pues
la convencemos! Por favor. Le quiero, Alec-aseguró ella, poniendo ojos de
corderito degollado.
-¿Vas
a llorar?
-¿Funcionaría?
-Depende,
¿qué es lo que quieres? ¿Qué te deje aquí sola? Sí. ¿Qué esté yo mal toda la
tarde porque ya sabes que no soporto cuando te pones a llorar? Madre mía,
reina, me pasaría triste toda la semana. Ahora, ¿quieres al conejo? No. No nos
lo podemos llevar.
-Alec…-suplicó.
-No-dijo
él.
-Al…
-Para.
-Al…
porfa. Porfa, porfa, porfa.
Alec
tomó aire.
-Tienes
que ser fuerte-le dijeron los chicos, y él asintió con la cabeza.
-Sal
de ahí, Mary Elizabeth.
-Al...-imploró,
con unos lagrimones cayéndole por las mejillas del tamaño de mis puños.
-No
hagas eso. Deja de llorar. Tenemos que irnos. ¡Mary!-protestó Alec-. ¿Quieres
que te deje aquí? ¿Te traigo mañana una manta y te quedas a vivir con él?
-¡Sí!
-Si
te quedas a vivir con él, ya no vives conmigo. ¿Es lo que quieres?
Mimi
se quedó callada. Miró al conejo, le dio un beso en la cabeza y empezó a
levantarse.
-Espérame-le
dijo después de salir de la jaula-. Espérame, por favor. Vendré a por ti. No lo
venda-se volvió hacia el dependiente, que asintió con la cabeza-. Por favor, no
lo venda. Ahorraré y vendré a por él. Cuídele. Rásquele la tripita. Eso le
gusta.
-Mimi…
-Me
voy a morir de pena-se lamentó ella.
-Venga,
Mimi, nos tenemos que ir-Alec le cogió la mano y le dio un beso en la cabeza.
-Tienes
que ayudarme a convencer a mamá.
-Vale.
-¿Me
lo prometes?
-Te
lo prometo.
-¿Promesa
de meñique?
-Promesa
de meñique.
-Dame
el meñique.
-Toma.
El izquierdo. Para que veas que voy en serio-sonrió él, y Mary lo miró, soltó
un gritito y se colgó de su cuello. Le dio un millón de besos y se giró con
esperanza en dirección a la tienda, donde el conejito esperaba con impaciencia
a que ella regresara y continuara acariciándolo entre las orejas.
Se me
pasó un poco el odio hacia Alec cuando vi lo atento que era con Mimi mientras
subíamos en las escaleras mecánicas, cómo se esforzaba por hacer que se riera y
se olvidara del conejo que acababa de dejar atrás. Le hacía carantoñas,
cosquillas, y le decía cualquier tontería con tal de conseguir que se riera.
Cuando llegamos a la hamburguesería y nos acercamos a pedir, ella dijo que
quería un helado con chocolate, para superar el duro momento que estaba
atravesando, y él le respondió: “¿lo quieres con extra de sirope?”, y ella lo
miró y asintió y se echó a reír y Alec le sonrió como yo nunca le había visto
sonreír a nadie. Dejó un billete en el mostrador y esperó a que le dieran el
vaso de cartón a su hermana, tamborileó con las manos encima de la mesa y se giró
hacia mí.
-¿Qué
salsa quieres con los nuggets, Sabrae?
-Mostaza
y miel-respondí, notando cómo se me encendían las mejillas. Qué tonta.
Alec
sonrió, asintió con la cabeza en tono aprobado y susurró:
-Ésa
es mi chica.
No
podría haberme dicho algo que me gustara más que eso en toda mi vida. Recogió
el paquetito de los nuggets y me lo entregó para que me los fuera comiendo
cuando nos sentamos a la mesa; Amoke devoró sus patatas fritas y me robó uno
antes de que yo pudiera defenderme. Scott recolocó la inmensa bolsa con la que
se había hecho durante nuestra separación y se rió de algo que Jordan le mostró
en el teléfono mientras Eleanor hablaba de una tienda con maquillaje que iban a
abrir pronto, con productos ecológicos que seguro que su madre le dejaría usar,
porque esos no hacían daño a la piel como el resto de las marcas. Mary asentía
y sonreía, emocionada ante la perspectiva de empezar a maquillarse, pero a mí
todo me parecía tan lejano que no podía prestar atención a la conversación.
Sólo
podía mirar a Alec, en la esquina opuesta de la mesa, riéndose, cogiendo
patatas, dando mordiscos a su hamburguesa y negando con la cabeza cuando Tommy
le decía algo. Escuchó con atención algo que Scott le susurró al oído,
señalando la bolsa, y susurró un “qué guay”, mirándome de reojo.
Avergonzada,
me concentré en proteger mis nuggets del ataque de Amoke, que continuaba
hambrienta pero rechazaba cualquier intento de nadie de ir a comprarle un poco
de comida.
Le di
mi último nugget a Alec, al fin y al cabo, yo no tenía más hambre y me había
invitado él (a pesar de que Scott había repetido como 40 veces que yo era su
hermana y mis gastos debían correr de mi cuenta). Mereció la pena renunciar a
un último bocado que yo no iba a disfrutar por la sonrisa que me dedicó y su
“gracias, Saab”.
No
entendía lo que estaba pasando; cuando Scott le entregó la bolsa con el regalo
inmenso a Eleanor, yo ni siquiera me inmuté. Debería haberme puesto triste y
haberme desilusionado, pues había creído que el bulto enorme era para mí, algún
peluche o algo por el estilo, y el descubrir que no era así debería haberme
hecho daño.
Pero,
cuando mama vino a buscarnos en el coche y nos preguntó qué tal lo habíamos
pasado, le había dicho que bien, que había estado genial. No le hablé de la pelea
que tuve con Alec, ni mencioné que Scott y yo nos habíamos separado para ir a
comprar nuestros respectivos regalos, aunque sí que toqué un poco la tienda de
animales y los conejos, pero no hubo suerte.
Dejamos
a Amoke en casa y repetimos la perorata con papá en la cena.
En
ningún momento mencioné el “ésa es mi chica”. Me daba demasiada vergüenza
admitir en voz alta lo mucho que me había gustado escuchar a Alec decir eso. Me
sentía hasta un poco nerviosa, pensando en que podrían descubrirlo en mi cara.
Pero
estos nervios eran buenos. No sabía por qué los sentía ni por qué había tardado
tanto en descubrirlo. Me gustaba reproducir en bucle esa frase: ésa es mi
chica, ésa es mi chica, ésa es mi chica.
Incluso
me dormí escuchándola.
Scott llamó a la puerta de mi habitación, pero no esperó
a que le dijera que podía pasar. Tampoco es que lo necesitara: nos había oído a
Duna, Shasha y a mí riéndonos mientras mirábamos vídeos en Youtube en su
ordenador. Lo habíamos sacado de su habitación después de preguntarle adónde
iba y cuánto tenía pensado tardar. Como nos dio una respuesta vaga, habíamos
decidido que teníamos tiempo suficiente para ver un montón de vídeos de caídas
y de animales haciendo cosas graciosas antes de que él llegara.
Cerramos
la pantalla a toda velocidad, como había hecho él aquella tarde en la que dejé
en casa a Shasha y a Duna y me fui con él. La misma tarde en que Scott me había
engañado y me había comprado el peluche con el que ahora dormía cada noche, una
versión de Bugs Bunny de bebé con una zanahoria aferrada a su pecho y unas
orejas que eran casi más grandes que yo, cayéndole por la espalda como un par
de cascadas hechas de pelo.
Me
encantaba abrazarme a ese conejo cada noche y dormirme bien pegada a él,
recordando el momento en el que Scott me lo había dado. Resultó que Eleanor le
había sugerido que le dejara llevarse el regalo a su casa para que fuera más
sorpresa cuando yo me lo encontrara, que si no, no resistiría la tentación (y,
en el fondo, tenía razón). Así que, cuando habíamos llegado a casa de los
Tomlinson para presumir de regalos, y me había encontrado el bulto con mi
nombre debajo del árbol, había empezado a chillar y había llegado a llorar de
la emoción mientras mis padres se reían y Scott disfrutaba más que nunca, ilusionado
de que mi regalo me hubiera gustado tanto y que me hubiera sorprendido aún más.
Apartamos
el peluche y nos quedamos mirando a nuestro hermano mayor, intentando disimular
el miedo que nos daba que nos pillara con su ordenador y se enfadara.
-¿Queréis
ver algo flipante?-preguntó, con media cara aún oculta por la bufanda. Shasha y
yo nos miramos, preocupadas, y asentimos con la cabeza segundos después de que
Duna chillara un entusiasmado:
-¡CLARO!
Los
ojos de Scott chispearon al escucharnos, y, lentamente, se quitó la bufanda.
Me
dio un vuelco el corazón.
Me
entraron ganas de llorar.
Tenía
algo en el labio.
-¿QUÉ
ES ESO?-gritó Shasha, levantándose como un resorte y corriendo hacia él. Se
puso de puntillas y le agarró la cara para examinar con atención aquella cosa
negra que tenía en el labio.
-Me
he hecho un piercing-anunció, y algo dentro de mí hizo clic.
El
día que habíamos ido a comprar los regalos, Shasha había ido a la habitación de
Scott para ponerle una peli a Duna y poder jugar a la consola tranquila. Había
abierto la tapa del ordenador y se había encontrado con el buscador aún
encendido, en una página de cotilleos americana que daba cuenta de todos los
tatuajes que tenía papá.
Extrañada,
había mirado la búsqueda que había hecho Scott para llegar hasta allí. Zayn tatuajes piercings +establecimiento.
Me lo había mencionado pero
yo me había encogido de hombros, pensando que quizás pretendía regalarle a papá
otro tatuaje, un bono o algo así.
-Sabes
que eso no existe, ¿verdad?
-Estoy
cansada, Shash-le había dicho, y me había dado la vuelta en la cama para que
ella captara la indirecta de que quería quedarme sola, y reproducir en bucle la
dichosa frasecita de Alec.
-¿Duele?-preguntó
Shasha, estirando la mano y tocando el labio de nuestro hermano, que dio un
brinco y la empujó.
-¡AU!
¡PUTA CRÍA DE LOS COJONES! SÍ, JODER, ¡DUELE!-gritó, llevándose una mano a la
boca-. La madre que…-gruñó, llevándose una mano a la boca y comprobando que no
se estuviera haciendo sangre, a juzgar por cómo se miró los dedos después de
tocarse el labio herido.
-¿Por
qué te lo has hecho?-espeté, herida porque no me hubiera contado sus
intenciones. Scott se encogió de hombros.
-Me
apetecía.
-Pareces
un cani-recriminé.
-¡Qué
va!-respondió Duna, estirando las manos para que Scott la cogiera en brazos,
como efectivamente hizo-. ¡Parece un rapero! ¡Márcate un free style!-pidió, y Scott se echó a reír.
-Quizás
en otra ocasión.
-Pull up in a monster automobile gangsta…-empezó
Duna-, with a bad…
Scott le tapó la boca antes
de que pudiera continuar.
-Ésa
no es una canción para que la cante una joven señorita como yo.
-Es
que si tú no vas a defender el prestigio rapero de la familia Malik en el
barrio, alguien tiene que hacerlo-respondió Duna, cruzándose de brazos y levantando
la barbilla, dispuesta a retar al primero que se le pusiera por delante a una
batalla de gallos a muerte. Scott alzó las cejas y se echó a reír.
-De
acuerdo, ¡de acuerdo, reina del rap! Cuando deje de dolerme esta mierda, os
suelto un par de rimas, con flow, ¿os
parece?
-Si
no lo haces con flow, no lo
hagas-sentencié yo, levantando la mano y mostrándole la palma. Scott se echó a
reír y se sentó en la cama, a mis pies.
-Entonces,
¿os gusta?
-Me
parece mal que no nos dijeras nada-corté-. ¿No deberíamos tener algo que decir
aquí?
-Sí,
Scott, somos tus hermanas. Nuestra opinión debería contar-intervino Shasha.
-Y
cuenta. ¿Estoy guapo, o no?
-No-dijimos
las tres a la vez.
-Qué
lástima, me la suda-se encogió de hombros y se levantó-, porque el piercing ha
venido para quedarse.
-Si
el Scott te vacila, tú te callas y lo asimilas-me burlé.
-En
tu barrio te vacilo, en el mío marco estilo-sonrió Shasha, y las dos nos
echamos a reír. Scott puso los ojos en blanco y se presionó el puente de la
nariz.
-Con
lo bien que estaba yo siendo hijo único, por qué les pediría a papá y mamá más
hermanas.
-Porque
nos quieres mucho-sonrió Duna, cogiéndose las puntas de los pies.
-Es
que eso es lo que ponía en el contrato-contestó Scott.
-¿Qué
contrato?-quiso saber Duna.
-¿Qué?
-¿Qué?
-¿Eh?-se
rió Scott, y Duna se echó a reír. Eran un poco tontos, los de los extremos.
Menos mal que Shasha y yo habíamos salido normales.
Bueno,
más o menos.
-Necesito
vuestra ayuda.
-¿Para
quitarte esa cosa horrible de la cara? Cuenta conmigo-me ofrecí.
-Gilipollas,
no-Scott negó con la cabeza-. Venid conmigo a enseñarles el piercing a papá y
mamá.
-¿Por
qué?
-Porque
no me van a matar con vosotras delante.
-Es
que es lo que te mereces-respondió Shasha-, que te arranquen la cabeza. Con lo
bonita que tenías la cara, y vas y te la estropeas así.
-Creía
que te gustaba, Shash.
-Tengo
sentimientos encontrados-zanjó ella. Salimos de la cama y seguimos a Scott en
dirección al salón, donde mamá veía una película mientras papá garabateaba en
una libreta.
-Padre-empezó
Scott en tono místico-, madre-añadió-. Tengo que enseñaros una cosa.
-No
os enfadéis con él-pidió Duna.
-Si
le pegáis, que no sea en la cara-añadí yo.
-Qué
más dará ahora, si ya se la ha desgraciado para toda la vida.
Scott
volvió a quitarse la bufanda y esperó una reacción por parte de papá y mamá.
A
papá se le escurrió el bolígrafo que tenía de entre los dedos y abrió la boca
de par en par. Mamá se puso pálida, pasándose una mano por la frente.
-¿Qué
cojones tienes en la boca?-preguntó,
y Shasha, Duna, y yo, dimos un paso atrás, aterrorizadas y agradecidas a partes
iguales. Aterrorizadas por mamá, y agradecidas de no ser Scott.
Iba a
matarlo.
Y es
que con razón. ¿A quién se le ocurría hacerse un piercing sin hablarlo con
nadie?
-¡TE
QUITAS ESO INMEDIATAMENTE!-bramó mamá, levantándose como un resorte y
acercándose a Scott, que se quedó clavado en el sitio, paralizado de miedo.
La
verdad es que nadie se esperaba que mamá
reaccionara así. Nos esperábamos unos gritos, reprimendas por no haberlo
hablado, pero, ¿un ataque de ira como el que estaba teniendo? No era propio de
ella, con lo buena que era con nosotros, siempre dándonos libertad para decidir
lo que queríamos…
Pero
si había tardado en hacerme los agujeros de las orejas sólo para asegurarse de
que yo quería hacerme pendientes, por el amor de dios.
Papá
también nos sorprendió, aunque, pensándolo mejor, actuó en su línea: estaba
lleno de tatuajes, tenía pendientes y un piercing en la nariz. Era lógico que
defendiera a Scott.
Toda
su piel le obligaba a hacerlo; de lo contrario, sería un hipócrita.
-Deja
que se exprese como quiera, Sher-intercedió-, es un puto artista.
Mamá
se giró en redondo hacia él.
-Sí,
mamá, es mi cuerpo-añadió Scott, un poco envalentonado por el cambio de foco de
atención de mamá.
-Claro,
dejamos que se haga un agujero a los 13, a los 14 nos viene tatuado, y el día
menos pensado, ¡NOS VIENE CON UN TATUAJE DE LOS ANGRY BIRDS!
-¡ESTABA
BORRACHO, SHEREZADE!-ladró papá-, ¿CUÁNTAS VECES VAS A SACARME EL DICHOSO
TEMITA? YA ME TAPÉ EL TATUAJE, ¿QUÉ MÁS QUIERES QUE HAGA?
-¡NADIE
EN ESTA CASA VA A EMPEZAR A AGUJEREARSE!-gritó, volviéndose hacia nosotros-,
¡que luego parecéis putos coladores!
-Pues
yo estoy bien agujereado, y bien que te gusté lo suficiente como para bajarte
las bragas a la hora de conocerme-refunfuñó papá antes de poder contenerse.
Mamá parpadeó, tomó aire, se volvió lentamente hacia él.
Fulminó
a papá con la mirada, pero alguien habló antes que ella.
-¿Qué
se supone que significa eso?-quiso saber Scott, y Shasha, Duna, y yo, nos lo
quedamos mirando. Papá tragó saliva y dejó a un lado la libreta y el bolígrafo.
-Qué
grande eres, Zayn-recriminó mamá.
-Tarde
o temprano tendría que saberlo, Sherezade-respondió papá. Ella suspiró, se
apartó el pelo de la cara y negó con la cabeza.
-¿Alguien
puede decirme de qué cojones estáis hablando?-gruñó Scott.
-Siéntate.
Sentaos. Los cuatro-instó mamá. Scott se quedó clavado en el sitio, y con él,
nosotras. Éramos un todo. Reaccionábamos en cadena. Si él no se movía, nosotras
tampoco-. Scott-susurró mamá-, por favor.
Scott
se mordisqueó el labio, hizo una mueca al hacerse daño en la parte dolorida con
el piercing, asintió con la cabeza y se sentó en el sofá. Shasha se sentó a su
izquierda, y Duna y yo, a su derecha. Mamá se colocó al lado de papá en el
sofá, juntó las rodillas y se inclinó hacia delante. Papá se reclinó en el
asiento, esperando a que ella hablara, tenso.
-No
hemos sido… totalmente sinceros con vosotros.
-¿Cuándo?
-A la
hora de contarnos cómo nos conocimos-explicó papá, y mamá asintió con la cabeza
Scott frunció el ceño.
-¿No
os conocisteis en una fiesta?
-Sí,
esa parte es verdad, pero…-mamá tragó saliva, se frotó las manos, se miró los
dedos-. No en la fiesta que vosotros pensáis.
¿En
qué fiesta se iban a conocer papá y mamá? Habían ido a una fiesta de la
universidad organizada por los estudiantes de Medicina para irse de viaje de
estudios a América. Tenían amigos en común que los presentaron, se habían
quedado toda la noche hablando, bebiendo y riéndose, papá la había acompañado a
la residencia, se habían besado y habían quedado para el día siguiente.
¿Verdad?
¿Verdad?
-Estábamos
en Ibiza-empezó papá, mirando a mamá. Le acarició el pelo y ella le devolvió la
mirada-. En un yate.
-Qué
glamuroso-admiró Shasha. Mamá sonrió.
-Si
supierais lo que tuve que ahorrar para poder irme a ese viaje.
-Era
el cumpleaños de vuestra madre. Pero no me lo dijo-papá negó con la cabeza-. Yo
estaba celebrando el lanzamiento de un single que había ido genial… Cruel. Ya sabéis-hizo un gesto con la
mano y nosotros asentimos con la cabeza-. Y ella… ella sólo estaba allí.
-Nunca
había estado en una fiesta en un yate, ya sabéis de dónde vengo. No me habría
podido permitir ir a otra en años, pero en ese viaje… bueno, estaba en modo
“ahora o nunca”.
-Si
vierais lo guapa que estaba…-admiró papá-, con su vestido color vino, y sus
tacones, y…
-Aún
lo tengo. Todo lo que llevaba esa noche.
-Estabas
preciosa.
Mamá
se puso colorada y se mordió los labios.
-Si
tan bien fue cuando os conocisteis, ¿por qué no nos contasteis la
verdad?-preguntó Scott, y papá y mamá se lo quedaron mirando.
-Porque
no queríamos que te sintieras mal.
-¿Yo?
¿Por qué iba a sentirme mal?-espetó él, sin entender. Mamá tomó aire y asintió
con la cabeza, le cogió la mano a papá y apretó sus dedos entre los de ella.
-Porque
la noche en que conocí a tu padre fue la noche en que me quedé embarazada de
ti, Scott.
Scott
parpadeó sin entender.
-Pero…
no. Os conocíais de hacía meses. No es…
-Haz
cálculos-replicó mamá. Soy 22 años y nueve meses mayor que tú, hijo.
Scott
la estudió sin dar crédito.
-Pero…
eso… no. Ya os conocíais de hacía unos meses.
-Fue
esa noche-insistió mamá, y le cogió la mano-. Fue mi cumpleaños. Tu padre me hizo
el mejor regalo que…
-¿Por
qué no me lo dijisteis? No pasa nada, es decir, bueno… hay un montón de gente
que folla nada más conocerse.
-Lo
sé, cariño-sonrió mamá-, lo sé, mi amor.
-Sher…-murmuró
papá. Ella tragó saliva y lo miró.
-No
tenemos por qué…
-Tiene
que saberlo-respondió él, y ella cerró los ojos, negó con la cabeza y apretó
con más fuerza las manos de Scott.
-Yo
no puedo… no puedo decírselo, Zayn.
-¿Decirme
qué?
Papá
se quedó callado.
-¿¡Decirme
qué!?-insistió Scott. Papá tragó saliva y se inclinó hacia delante. Ahora, mamá
y él estaban en posiciones idénticas, pero invertidas, a las que acababan de
adoptar hacía unos minutos.
-Usamos
protección.
Duna frunció
el ceño.
-¿Qué
es eso?
-Calla,
Dun-susurré yo, acariciándole las mejillas y negando con la cabeza-. Ahora no.
Scott
tragó saliva y se quedó mirando a papá como si fuera un bicho venido del
espacio, con los ojos como platos. Mamá cerró los ojos, negó con la cabeza y se
limpió una lágrima.
-Zayn…
-Se
nos rompió el preservativo.
-Zayn,
por favor…
-Tiene
que enterarse, Sherezade-zanjó papá-. Necesita saber de dónde viene.
-¿No…
queríais… tenerme?-preguntó Scott, casi sin aliento. Sentí un nudo en la
garganta cuando lo miré.
La mera
idea de que Scott pudiera no existir me volvía loca. Me atravesaba la piel y se
me retorcía por dentro, como si tuviera unas garras que daban zarpazos en mi
interior, deshaciéndome entera.
-Claro
que queríamos-respondió papá-. Es sólo que no lo teníamos planeado.
-Entiéndenos,
Scott-dijo mamá-. No nos conocíamos, era sólo sexo… nos sentimos atraídos el
uno por el otro nada más vernos. No nos conocíamos-repitió-. Podría haber
pasado cualquier cosa.
-Sí,
como que te hubieras quedado preñada de un tío al que no conocías,
¿verdad?-escupió Scott, venenoso, levantándose del sofá.
-¡Scott!-espetó
papá, escandalizado.
-No
es eso, cariño, yo…-mamá se limpió más lágrimas-. Que no fueras planeado no quiere
decir que no te quisiéramos.
-Desde
el primer minuto-aseguró papá, y Scott negó con la cabeza, se llevó una mano al
pelo y bufó.
-No
te lo dijimos porque queríamos protegerte.
-¿Protegerme?
¿De qué? Nadie lo sabría. Nadie, salvo vosotros. ¿Por qué cojones me lo habéis
tenido que contar ahora?
-Necesitabas
saberlo-respondió papá, pero Scott negó con la cabeza.
-No. Eso
es mentira. Preferiría mil veces creer que yo… que vosotros… joder-sacudió la
cabeza y echó a correr escaleras arriba. Mamá se acurrucó contra papá y se echó
a llorar.
-Mami,
no llores-susurró Duna, levantándose del sofá y yendo hacia ella. Le abrazó las
piernas y mamá la recogió en brazos y la estrechó entre estos. Shasha miraba
por la ventana, totalmente ida.
Me encontré
con los ojos de papá.
-Te
necesita, Saab.
Y yo
no necesité que me dijera nada más. Asentí con la cabeza y me fui escaleras
arriba, familiarizada con esa llamada que sentía en mi interior. Mi faceta de
hermana mayor protectora se estaba despertando, y cuidaría de Scott, como él había
hecho conmigo. Le trataría bien, le daría mimos, como él hacía conmigo cuando
yo me encontraba mal.
Llamé
con los nudillos a su puerta y la entreabrí sin esperar respuesta. Se había
tumbado en la cama y se había abrazado a sí mismo, sollozaba ligeramente con el
rostro vuelto contra la pared.
-Scott…
-Déjame.
Di un
par de pasos en dirección a la cama.
-Márchate,
Sabrae.
Pero no
le hice caso. Me subí a su cama y le di un beso en la mejilla, me abracé a él y
me acurruqué contra su pecho. Le acaricié la cintura y busqué sus manos, que él
enseguida me dio, más necesitado de ellas de lo que yo había estado en mi vida.
-No
estés triste, S-le dije, aunque sabía que eso de poco serviría. Pero no se me
ocurrió qué otra cosa decirle. Simplemente estaba ahí, pasándolo mal, y yo me
sentía fatal porque no sabía cómo podía ayudarle.
No estaba
hecha para ver a Scott sufrir.
Nadie
estaba hecho para ver a Scott sufrir.
-Papá
y mamá te quieren.
Él no
contestó.
-Sabes
que lo hacen. Nos quieren muchísimo a todos.
-Soy
un accidente, Sabrae-espetó, sin mirarme, tremendamente dolido y enfadado con
el mundo. Se me revolvieron las tripas y sentí ganas de vomitar, pero me
obligué a quedarme con él-. Ellos no querían tenerme, no querían que estuviera
aquí, no…
-Si
no te quisieran-respondí-, ¿por qué estás aquí?-creo que nunca fui tan elocuente,
en toda mi vida, como en ese preciso
instante en que Scott me necesitó tanto y yo supe exactamente lo que tenía que
decirle-. Podrían haberte dado a otra familia, igual que hicieron conmigo-se volvió
hacia mí, sorprendido. Era la primera vez que mencionaba mis orígenes sin que
me doliera, o sin que nadie me los hiciera destacar primero-. Pero tú estabas
destinado a estar con nosotros-le aparté un mechón de pelo de la cara como
hacía mamá justo antes de darle un beso en la frente-. Yo creo que más bien,
fuiste una sorpresa, como el piercing o el peluche de Bugs Bunny-sonreí, y él
intentó sonreír. Estaba consiguiendo algo, ¡bien!-. Que algo te sorprenda no
quiere decir que sea un accidente, ¿o es que yo tengo que pensar que te hiciste
el piercing de chiripa?
Scott
se lo mordisqueó.
-Yo
creo que te lo estuviste pensando un tiempo, ¿verdad?
Sonrió
y asintió despacio con la cabeza, con los ojos enrojecidos por las lágrimas. Me
acurruqué contra su pecho y cerré los ojos, disfrutando del aroma de su ropa,
impregnada de la esencia de él. No quería moverme de allí, pero sabía que había
alguien que necesitaba a Scott más que yo en ese momento: nuestros padres.
-Quizás
fuiste más bien un regalo inesperado. El regalo de cumpleaños de mamá.
-Llegué
9 meses tarde-respondió él.
-Bueno,
ya ha pasado más veces, que pedimos una pizza y tardan en traérnosla 40 minutos
en lugar de 30. Y sigue siendo una pizza, aunque venga un poco fría, ¿no te
parece?
Se me
quedó mirando, se estrechó contra mí y me dio un beso en la frente.
-Cuánto
te quiero, pequeñita-me dijo al oído antes de darme un beso en la mejilla.
-Vamos
con papá y mamá. No quiero que estén tristes por nuestra culpa-le tendí la
mano, que él me aceptó después de mirarla un momento, y tiré de él para
levantarlo. Se hizo el muerto y yo me eché a reír.
-¡Scott!
-¡Sabrae!
-El
número al que usted llama no se encuentra disponible en este momento-contesté
yo-, por favor, deje su mensaje después de la señal.
Le di
un mordisco en la mejilla y se echó a reír. Se levantó y vino detrás de mí
hasta el salón. Bajamos las escaleras y nos sentamos de nuevo en el sofá, esta
vez, mucho más cerca de papá y mamá. Mamá se limpió las lágrimas y posó los
pies en el suelo. Papá le dio un apretón cariñoso en la cintura.
-¿Cómo
fue?-preguntó, y yo me lo quedé mirando. Mamá frunció el ceño.
-¿Cómo
fue el qué?
-Cómo
me hicisteis.
-Pues
fue bestial-respondió papá. Mamá le dio un codazo y Scott se echó a reír.
-¡Zayn!
¡No vamos a contarle cómo fue… el polvo!
-A
ver, nena, le hicimos con ganas, eso salta a la vista. Si ya se lo imaginará-espetó
nuestro padre, haciendo un gesto con la mano en su dirección. Todos nos reímos
y él asintió con la cabeza-. Así me gusta, niños, que os riais.
-Dios
mío, me pasé como 15 días desesperada buscándole. Incluso hice una lista con
todas las posibles direcciones que conseguí encontrar por internet-mamá se
apartó el pelo de la cara y sonrió, sumida en los recuerdos.
-¿Cómo
sabéis que se os rompió el condón?-preguntó Scott-. O sea, eso, ¿se nota, o
qué?
Papá se
echó a reír.
-Sí,
hijo, se nota. O sea, si se te rompe como el nuestro, se nota.
-Lo
noté yo-respondió mamá.
-Y se
puso en modo dominatrix, diciendo “vamos a follar igual, venga, que me da igual
que se haya roto, fiesta máxima”-se rió papá, y nosotros volvimos a reírnos
mientras mamá lo fulminaba con la mirada, con gesto aburrido.
-Eres
un gilipollas. Yo no era así de irresponsable.
-Me
acuerdo de lo que me dijiste como si me lo hubieras dicho ayer, Sherezade.
-Por
eso te pusimos Yasser-informó mamá, y Scott la miró-. Protegido por dios. Si nos
pasó eso, era porque Él quería que te tuviéramos.
-Tampoco
es para tanto, mamá. O sea, que gracias a Alá y todo eso, pero…
-Tomé
la píldora del día después-dijo ella. Scott silbó.
-Jo.
Der.
-Bueno,
al menos, eso es lo que dice tu madre-intervino papá, y mamá le dio un codazo.
-Es
la verdad. Y, además, se suponía que yo no podía tener hijos.
Scott
parpadeó, nos miró a Shasha, Duna y a mí, y asintió con la cabeza.
-Ya
lo veo, sí.
-¿Te
quieres callar?-mamá se echó a reír-. ¡Me lo habían dicho los médicos! ¡Qué sabría
yo!
-Qué
sabrían ellos, Sherezade-respondió
papá, toqueteándole el pelo-, si podríamos montar nuestro propio equipo de
fútbol si nos diera la gana.
-Yo
no voy a pasar por más partos-advirtió mamá-, si quieres más niños, el
siguiente embarazo lo soportas tú.
-Algún
apañito se podrá hacer, mujer-papá la abrazó y le mordisqueó la oreja, y mamá
se echó a reír.
-¿Cuándo
empezasteis a quererme?-preguntó Scott, y nuestros padres se detuvieron en
seco.
-Desde
el principio-aseveró mamá.
-Sed
sinceros-pidió él en tono neutro.
-Es
la verdad, Scott. Tú me diste a tu
madre, y esta vida, y a tus hermanas, y eres lo que yo más quiero… y siempre te
estaré agradecido por eso.
Scott
se lo quedó mirando, sin saber si creérselo o no. Papá suspiró.
-A
ver, chaval, si eso fuera mentira, ¿me habría hecho los tatuajes?
-¿Qué
tatuajes?
-¿Cómo
que…? La madre que te parió, niño-espetó papá-. Que yo no me he jodido los
mejores diseños que tenía para que tú ahora no te des cuenta de que llevo
tatuajes relacionados contigo.
-¿Y
conmigo?-preguntó Duna.
-Los
llevo con todos, mi amor. Hasta con mamá.
-Como
para que ahora nos divorciemos, ¿eh?-bromeó ella.
-Me
quieres demasiado como para estar separada de mí una noche entera.
-Pues
qué quieres que te diga, cariño, pero duermo genial cuando te vas a algún evento,
con toda la cama para mí sola.
-¿Y
no está fría?
-Te
acostumbras.
-Seguro
que ni siquiera duermes desnuda cuando yo no estoy en casa.
-Es
tontería-mamá se encogió de hombros-. ¿Pasar frío si no voy a tener sexo? Qué desperdicio-mamá
se miró las manos, se toqueteó las uñas.
-Así
que, ¿no haces nada cuando yo no estoy?-coqueteó papá.
-A ti
te lo voy a decir-sonrió mamá, dejándose besar.
-Vale,
padres, ¿me vais a enseñar los tatuajes de papá o me tengo que llevar a las
niñas para que folléis tranquilos en el sofá?-soltó Scott, y mamá y papá se
echaron a reír y negaron con la cabeza. Papá se quitó el jersey-. Gracias.
Tiró de
las mangas de su camiseta de manga larga hasta descubrirse el brazo y nos
enseñó cinco círculos que tenía en la piel. Sólo acercándote y fijándote veías
que eran más bien como espirales mal dibujadas.
-Tus
huellas dactilares-explicó papá, y Scott se lo quedó mirando. Se quitó la
camiseta y nos enseñó el pecho-. La huella de Sabrae-enumeró, mostrando una
pequeña mano rosa en el centro de su pecho. Duna puso la mano en ella y exclamó
un:
-¡Qué
pequeñita!
-Tenía
meses cuando me lo hice-explicó papá-. La huella de Shasha-explicó,
mostrándonos la huella de un pie que tenía en la cadera-y el primer dibujo de Duna-añadió,
enseñándonos la cara interna de la muñeca, donde había una especie de pulpo mal
dibujado.
-Soy
una artista-presumió Duna, llevándose una mano al pecho.
-¿Qué
se supone que es eso?-la chinché.
-La
palomita de la mano de papá, tonta. De verdad, la gente que no tiene talento,
cómo es-negó con la cabeza y todos nos echamos a reír.
-Bueno,
las fechas de nacimiento con vuestros nombres-continuó papá, enseñándonos
inscripciones en letras asiáticas-, y… eh…
-Enséñale
las barras-pidió mamá, que estaba disfrutando del espectáculo.
-Ah,
claro, las barras-asintió papá, girándose y señalando su omóplato. En él tenía tatuados
unos rectángulos pequeñitos que yo siempre había pensado que eran palillos
chinos, pero, ahora que me fijaba, descubrí que eran más cortos e irregulares
que esos.
-¿Qué
son?-quiso saber Shasha, sin entender qué era eso.
-El
ADN de Scott que coincide con el mío-contestó papá, poniéndose la camiseta de
nuevo.
-¿Te
hiciste una prueba de paternidad?-espetó Scott, estupefacto.
-No-contestó
mamá-, te la hice yo nada más nacer, porque estaba hasta el coño de que tu
abuela insistiera en que se la estaba metiendo doblada a tu padre. Insistía en
que no eras de Zayn.
-Mamá
es tonta-replicó papá.
-Pero,
¡si soy igual que él!
-Lo decía
antes de que nacieras-explicó nuestra madre-, porque, claro, al nacer tú, y
verte, ya se tuvo que bajar de la burra.
-¿Y
aun así me la hiciste?-insistió Scott, y mamá se encogió de hombros.
-¿Tú
sabes la satisfacción que me dio ver la cara de tu abuela cuando le di los
resultados? Todavía estoy esperando a que tu padre encuentre la manera de
hacerme disfrutar como tu abuela en aquella ocasión.
-¡Sherezade!-protestó
papá, y mamá se echó a reír, le dio una palmadita en la cara y puntualizó:
-Sé
que te esfuerzas, cariño. Y aprecio mucho el esfuerzo, te lo digo de corazón.
-Pues
para pasarlo tan mal conmigo, bien que te gusta hacer bebés juntos.
Ella se
echó a reír.
-Es
que nos salen muy bien.
-Sí,
especialmente cuando los hacéis sin querer-se jactó Scott.
-¿Tú
no estabas deprimido, con una crisis existencial del copón?-soltó Shasha.
-Lo
estaba-Scott se encogió de hombros-, pero, ahora que me he enterado de que papá
tiene dos tatuajes relacionados conmigo y sólo uno para cada una de vosotras,
pues… creo que las de la crisis existencial deberíais ser vosotras, hermanitas.
-Me
caías mejor cuando papá y mamá no te habían hecho borrachos-le dijo Shasha.
-Bueno,
ahora, cuando se ponga a hacer gilipolleces, ya sabemos de quién es la culpa-me
encogí de hombros.
-¿De
quién?-preguntó Duna.
-Pues…
del alcohol. Seguro que hacerte borracho te afecta aquí-dije, tocándome la
cabeza.
-Ahora
que lo dices, Saab, la verdad es que tiene todo el sentido del mundo-sonrió
mamá, y Scott se la quedó mirando, herido.
-Para
un único hijo varón que tienes, ¿por qué te empeñas en hacerme la vida
imposible, mamá?
-Scott,
me diste un parto horrible. Te estuve pariendo tres días-le recordó-, creo que
me he ganado el derecho de meterme contigo un poco.
-Encima
de que me resistí a salir porque estaba a gusto-se lamentó Scott.
-¿Dentro
de ella?-se quiso asegurar papá-. Colega, ya somos dos.
Mamá le
dio un manotazo en la pierna y nos echamos a reír.
Apúntate al fenómeno Sabrae 🍫👑, ¡dale fav a este tweet para que te avise en cuanto suba un nuevo capítulo! ❤
Por favor!!! ¿PUEDEN DEJAR DE SER TAN MARAVILLOSOS?!! De verdad es que me pueden, mi pequeño corazoncito se infla cada vez que puedo leer un poco de estos pequeños seres maravillosos
ResponderEliminarSABRAE MUERTA DE AMOR POR TOMMY, eso si que era algo que no me esperaba por nada del mundo
SABRAE CON LOS CONEJITOS, eso es amor puro y necesito una imagen gráfica ya de eso
"Mamá no quiere que esté guapa, quiere que me defienda" OLE ESE COÑO MALIK ME CAGO EN DIOS Y EN TODO LO QUE SE MENEA
SABRALEC Y LOS NUGGETS!!! SABRALEC Y LOS NUGGETS!!!!!
Scott bebé cuando se ha enterado de donde viene!!!
ZAYN Y SHER COQUETEANDO UFFFF ES LO MEJOR QUE LE HA PASADO A LA VIDA
Sabrae pillada de Tommy, o sea, aún estoy shockeada vale. Por otro lado me duele el corazón imaginarme a Scott de trece añitos llorando en la cama y Sabrae abrazandolo, o sea que dolor por Dios. Y por cierto Sabrae poniendo a Alec en su sitio es taaan top. Puta niña joder, que fan soy.
ResponderEliminarme encanta la parte de Sher en plan madre total: abrigaos, los móviles con bateria, no os separéis!!!!!!!! y Scott súper fastidiado me meo
ResponderEliminary la parte de las compras SÚPER CUQUIS Y YA LO DE LOS CONEJOS ES QUE YO TAMBIÉN QUERIA ESTAR AHÍ Y LLEVÁRMELOS A TODOSSSSSSSS
Alec y lo de los regalos putíasimo amo aunque luego sea subnormal y tenga que gastarse 100 pavos pero en fin el chaval a veces no da pa más
y Sabrae durmiéndose pensando en lo de "esa es mi chica" soy yo esta noche imaginando que me lo dice a mi :))))))
y lo del piercing de Scott, yo creía que Sher le partía lwa cara a Zayn menos mal que el tío sabe defenderse porque se ha librao de unas pocas ya. Y bueno lo de Z a Sabrae de "te necesita Saab" en plan que ni Tommy ni nadie solo ella me puto muero de amor
Y LO DE LOS TATUAJES ES QUE YO NO HE DADO MÁS EN ESTE CAPÍTULO CREO QUE MEO PURPURINA SABES
Hola jejejejeje
ResponderEliminar"-anda mira pero si habla
ResponderEliminar-y mira que bien lo hago:gilipollas" YAAAASSSS THATS MY QUEEN
Tommy y sabrae juntos en un universo paralelo yo pago millones por eso
Scott en el papel de hermano mayor ay me muero
ALEC HACIENDO QUE A TODOS LES TOQUE ÉL ES MI ÍDOLO DE VERDAD JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJJA
ALEC LE VA A REGALAR EL CONEJO A MIMI POR NAVIDAD LO SÉ
SABRAE Y ALEC CON LOS NUGGETS YA EMPIEZAN A SER MIS PADRES AAAAAAAAAHHHHHHHHH
scott con el pircing que prácticamente no le regañan porque zayn es un bocazas es que jurao que ha habido un momento que pensaba que sher me cruzaba la cara a él MADRE MÍA QUE INTENSO TODO YA EMPIEZA EL SCOTT DRAMÁTICO DE ES QUE SOY UN ACCIDENTE YO NO TENDRIA QUE ESTAR AQUI
(mañana repaso a ver si he comentado todos los puntos que quería que ahora tengo mucho sueño y si falta algo vuelvo a comentar)
Me encanta como todos bromeaban con que todavía Sabrae y Alec acababan juntos ay, pobres almas inocentes, no sabían lo que les esperaba.
ResponderEliminarSABRAE DEJANDO MAL A ALEC ME TIENE LIVING Y EL PUTO ALEC AMAÑANDO EL AMIGO INVISIBLE Y LUEGO COMPRANDO REGALOS PARA TODOS ES QUE ESTE PUTO NIÑO NO TIENE REMEDIO ME ENCANTA
Momentazo el de Scott enseñándoles el piercing "Si el Scott te vacila, tú te callas y lo asimilas" ME MEO
Y el momento tatuajes ha sido tan bonito ❤ Me tiene enamoradita la familia Malik
"Que algo te sorprenda no quiere decir que sea un accidente." ❤
Pd: Fetus Sceleanor cuando Scott todavía no sabía que la quería ❤ (Que no se me note el favoritismo)
- Ana