-Voy
a coger la borrachera del siglo-le anuncié a Bey apenas abrimos la puerta de la
discoteca-, y no hay nada que puedas hacer para impedirlo.
Mi mejor amiga se echó a reír,
puso una mano en su cadera y alzó una ceja.
-¿De verdad?
-Absolutamente nada-asentí,
siguiendo a Logan dentro de la estancia. Un coro de gritos nos recibió con
felicidad; era la primera fiesta en nuestras vacaciones de Navidad, y yo no era
el único que estaba decidido a pasárselo como nunca.
Bey entró tras de mí,
aprovechando que le había sujetado la puerta, y trotó a mis espaldas con la
gracilidad de un cervatillo que vive por primera vez la primavera. Estaba
subida a unas sandalias de plataforma de color borgoña (me lo había dicho ella,
aunque yo creía que era más bien un rojo tirando a marrón) y se había puesto su
minifalda más corta y su top más brillante. Estaba preciosa.
Y buenísima.
Estaba como un puto tren, joder.
Y yo no había dicho ni mu porque
ni siquiera consideraba que estuviera como un tren.
La única chica que me podía
atraer en ese momento, estaba metida en su cama y probablemente durmiendo el
sueño de los justos, confiando en que yo no haría nada esa noche, se lo había prometido, y mis promesas valían su peso
en oro.
Sonriendo al pensar en ella y en
lo bien que había hecho que me lo pasara esa tarde, tanto solo como acompañado,
descendí por la rampa de caracol en dirección a la pista de baile, en la que
una sopa de manos se balanceaban al mismo ritmo de la canción que atronaba por
los altavoces. Bey se deslizó hasta ponerse a mi lado y me empujó contra la
pared, aprisionándome entre ella y su cuerpo. Sonrió.
-¿Y si te digo que te voy a tener
así toda la noche?
-Suena prometedor-respondí,
deslizando una mano por sus lumbares y haciendo que se echara a reír-. Pero no
creo que tengas nada que hacer si yo me resisto.
-¿Vas a resistirte?-ronroneó, su
cara tan cerca de la mía que nuestras narices se rozaban, y sentía en mi boca
el helado de nata y fresa que se había tomado de postre en el bar de Jeff.
-¿Te gustaría que me
resistiera?-coqueteé yo a la vez, y Bey se echó a reír, sacudió la cabeza.
-Menudo día llevas, ¿eh, Al?
-Ya te digo. Primero se me ofrece
Sabrae, y luego, tú. Soy un tío con suerte-la agarré de la cintura, la pegué
contra mi cuerpo y le di un beso en el cuello. Bey soltó una carcajada, se
separó de mí y me dio un manotazo en el hombro.
-¡Para! O me chivaré a tu chica.
-Sabrae no es celosa-respondí,
volviendo a tirar de Bey.
-Pero yo sí.
Esta vez el que llenó el aire
entre nosotros con una carcajada, fui yo. Incluso si Sabrae estuviera para
vernos tontear, no le habría molestado lo más mínimo. Sabía que mi relación con
Bey se basaba un poco en la atracción mutua que sentíamos, y muchísimo en los años
que llevábamos siendo mejores amigos. Para nosotros, hacernos de rabiar y
coquetear como si fuéramos una pareja de novios en el mejor momento de su
relación era un juego. Uno de los muchos a los que habíamos jugado a lo largo
de nuestras vidas.
Bey jugueteó con mi pelo, que se
había rizado de nuevo por la acción de la ducha y la humedad del ambiente. Hizo
un mohín, conteniendo una sonrisa.
-Quizá trate de convencer a Scott
para que se vayan después del fin de semana-comentó-. Sólo con verte la cara
hoy ya me dan ganas de comerte, ¡imagínate lo que sería si tuvieras un fin de
semana entero con ella!
-Quizá, si consigues eso, te
construiría una estatua, reina B.
-¿No crees que ya me la merezco?
-Te la haría de oro-hundí la
nariz en su cuello y le di un beso debajo de la oreja. Bey sonrió, se colgó de
mi cuello y me plantó un beso en la mejilla, abrazada a mí, negándose a dejarme
escapar. Era como si mi felicidad fuera un nuevo rasgo de mi personalidad, una
característica de mi cuerpo a la que acomodarse. Como si de una enfermedad se
tratara, Bey se pegaba a mí para hacer que no remitiera y poder contagiarse
ella también. Volvió a jugar con mi pelo, y de nuevo me dio un beso en el que
su pintalabios me dejó una huella de su boca en la piel.
-Hoy estás muy guapo.
-Los ojos que me ven, que lo
hacen con cariño-bromeé, y Bey chasqueó la lengua y puso los brazos en jarras,
señalando mi mata de pelo castaño.
-No sueles llevar el pelo así.
-Así, ¿cómo?
-Así de rizado. Te lo peinas para
quitarte esos ricitos adorables que te ha dado tu madre.
-Me apetecía un cambio de look.
-Sí, seguro-Bey se echó a reír-,
¿por qué? ¿Quieres salir guapo en las fotos?-comenzó a tirar de mí para
reunirnos con los demás.
-Yo salgo guapo siempre-respondí,
dejándome arrastrar. Los chicos nos recibieron con gritos de euforia mientras
esperaban a que Karlie y Jordan trajeran los chupitos con los que daríamos por
inaugurada la noche. Ya habíamos bebido un poco en el bar de Jeff, pero las
cervezas con poca graduación que bebía casi no nos hacían nada, mezcladas con
aquella comida hasta arriba de colesterol.
Bey se sentó en el hueco que le
hizo su gemela y me sacó la lengua cuando yo tuve que apoyarme en el
reposabrazos, donde Scott charlaba a gritos con Max para hacerse oír por encima
de la música. Se inclinó para decirle algo a Tam y las dos se volvieron para
mirarme. Bey se giró de nuevo hacia su hermana cuando ésta le dijo algo, y
asintió con la cabeza.
-¿De qué habláis, vosotras dos?
Diana dejó de darse el lote de
forma descarada con Tommy y nos miró a los tres alternativamente.
-Te están criticando, Alec-se
cachondeó la americana, y soltó un gritito cuando Tommy la atrajo hacia él,
hambriento de mujer, y le metió la lengua hasta el esófago. Joder, con Tommy, y
pensábamos que era tonto cuando lo compramos.
-¿No os da vergüenza? Hasta
Diana, que es la novata, se da cuenta. A ver, ¿qué problema tenéis conmigo?
Porque la calle está muy cerca, podemos solventarlo arriba-me arremangué el
jersey y las dos chicas, idénticas y a la vez imposiblemente distintas, se
echaron a reír.
-Tam dice que quizá deberíamos
documentar toda la noche para Sabrae, ya que te has puesto guapo para ella.
La mención del nombre de su
hermana hizo que Scott centrara su atención en nosotros.
-¿En qué os basáis para sostener
semejante idea, chicas?-quiso saber el segundo mayor del grupo, sólo por detrás
de mí. Tamika se echó a reír.
-¿No has visto todo de él? Su
pelo, por ejemplo.
-Ya lo tenía así cuando vino a mi
casa-Scott se encogió de hombros y volvió a su conversación con Max. Yo también
me encogí de hombros.
-Ya veis, clones: no tenéis la
verdad absoluta y otra vez habéis tirado un triple que no podéis meter.
-¿No te has peinado por no dejar
de sentir los dedos de Sabrae recorriéndote el pelo?-me pinchó Bey, y yo puse
los ojos en blanco, sacudí la cabeza, y aparté la mirada mientras paseaba la
punta de la lengua por mis muelas.
Porque ésa era, justamente, la
razón de que no me hubiera peinado. Bueno, una de ellas, al menos. La otra era
que tenía pensado grabarme volviendo a casa cuando saliera el sol, justo como
ella me había pedido, y quería que se volviera loca y lamentara profundamente
el haberme dicho que no podía pasar la noche con ella.
Tenía mi mata de pelo ensortijado
para ella sola, disponible durante más de 12 horas, ¿e iba, y la rechazaba?
Las tías son seres extraños. Y
cuando una de ellas te gusta, se convierte en un puto misterio. No le
encuentras sentido a absolutamente nada de lo que hace. Y tú estás jodido,
hermano. Porque te va a gustar aunque no la entiendas.
Te gusta precisamente porque no la entiendes.
-Voy a ver si Karlie y Jor
necesitan ayuda-anuncié, y un coro de “¡uuh!” me despidió cuando me levanté del
reposabrazos del sofá y me hice un hueco entre la gente para poder avanzar.
Nadie de mi grupo, con la excepción de Bey, era capaz de dejarme sin nada que
decir. E, incluso cuando Bey lo conseguía, era un acontecimiento lo
suficientemente especial para celebrarlo por todo lo alto.
Sabía que no lo hacían por
maldad, pero yo estaba decidido a pasármelo bien. Tenía un humor fantástico y
todo apuntaba a que la noche no haría más que mejorar: me cogería la borrachera
del milenio, me iría a mi casa, y seguramente soñaría con Sabrae. Si ya soñaba
con ella estando sobrio, no quería ni pensar lo que pasaría estando borracho.
Quizá, con un poco de suerte,
haría una orgía en sueños con 4 chicas, todas con el mismo cuerpo y la misma
cara, la misma voz.
Dios, ya me moría de ganas de
estar borracho.
Y lo mejor de todo era que mi
alegría era compartida: todos mis amigos estaban entusiasmados con el inicio de
las vacaciones, como no podía ser menos. Me había llevado a Mimi de casa
pronto, dejando a Trufas con comida
en la habitación de mi hermana para que no molestara a nuestros padres, y ella
se había dedicado a brincar y chillar mientras les contaba a mis amigos a qué
me había dedicado durante la tarde. Jordan no dejaba de intentar esconder una
sonrisa tras sus manos, mientras las gemelas se dedicaban miradas cómplices que
parecían querer decir “te lo dije”, pero lo de mi hermana estaba completamente
a otro nivel.
Parecía que yo fuera un solterón
de 40 años que por fin iba a casarse, después de muchos quebraderos de cabeza
de Mary para encontrarme una mujer lo suficientemente desesperada como para
querer atarse a mí.
Y la cosa no había terminado ahí:
cuando llegamos al sitio en el que habíamos quedado con los demás, Scott y
Tommy ya estaban allí con su par de chicas. Mimi voló sobre sus botas para
abrazarse a Eleanor con fuerza, como si hiciera dos años que no se veían, y
después de colgarse del cuello de Scott como un par de koalas sólo por hacer de
rabiar a Tommy, que ni se enteró de lo que pasaba por lo pronunciado del escote
de Diana, se marcharon riéndose y empujándose y mirando hacia atrás de vez en
cuando, como despidiéndose de la poca vergüenza que habían conservado estando
con nosotros.
Llegaron Logan y Max, y la última
fue Karlie. Les tomamos el pelo a todos, ya de buen humor, y nos fuimos al bar
de Jeff, donde no paramos de alborotar en todo lo que estuvimos allí. Por
suerte, el restaurante estaba lleno de grupos como nosotros, así que el
ambiente festivo no nos hizo destacar.
Tommy y Diana no dejaban de
meterse mano, las chicas del grupo se reían a carcajadas de las polladas que decíamos
los chicos, Jordan contaba chistes malísimos y todos nos reíamos, Logan lanzaba
de vez en cuando alguna puñalada, Scott sonreía en su esquina mientras robaba
patatas de Max, que en ningún momento protestó cuando yo no paraba de
interrumpir su narración entusiasmada de los planes que tenía preparados para
el aniversario con Bella, su novia de hacía varios años; y yo metía pullitas y
hacía comentarios más o menos subidos de tono y me henchía de orgullo cada vez
que mis amigos se reían, todos sonriéndonos, todos siendo felices de que los
demás lo fueran.
Karlie me cogió un nugget y me invitó a contar a qué me
había dedicado esa tarde, y yo hice un resumen bastante somero de cómo me había
ido el día. Me sentía en familia, en casa a pesar de estar fuera, tremendamente
a gusto, tanto como no lo había estado en mi vida. Incluso cuando tuve que
callarme algunas cosas de lo que había hecho con Sabrae (casi todas, en
realidad), tanto por estar Scott allí como porque había algunas que quería
guardarme para mí mismo y disfrutarlas en la intimidad, sentía que podía ser yo
mismo. Que dijera lo que dijera, estaría bien, porque no lo diría con maldad.
Que mis amigos estaban encantados de escucharme y celebrar conmigo que yo
tuviera ganas de celebrar algo, aunque no les incumbiera directamente.
En parte también quería
emborracharme porque necesitaba que supieran lo mucho que les quería, a todos.
A Bey, a Tam, a Jor, a Scott, a Tommy, a Logan, a Karlie, a Max. Incluso a
Diana. Y yo sólo podía decírselo sin estar borracho a mis amigas. Con los
chicos no me salía decírselo, algo me lo impedía, pero sus sonrisas eran tan
sinceras, sus miradas parecían tan verdaderamente felices que… joder,
necesitaba que lo supieran. Que me lo oyeran decir.
No le había dicho a Sabrae que la
quería no porque no lo sintiera, sino porque me daba un miedo acojonante. Me
producía un vértigo increíble pensar en qué vendría después, en si sería
demasiado pronto. Tenía demasiados te quieros guardados en el bolsillo, y
pensaba repartirlos sin reparar en gastos, que para algo era Navidad.
Después de luchar por abrirme
paso, finalmente conseguí llegar a la barra. Di varias palmadas sobre la
superficie metálica, que seguía pegajosa a pesar de los esfuerzos del personal
de la discoteca por quitarle la capa de alcohol adherido con estropajos de hilo
y detergente, y sonreí a una de las camareras cuando me vio. Sin preguntar
siquiera, me llenó un vaso de chupito y lo empujó por la barra hasta conseguir
que impactara contra mi mano, que ya lo esperaba. Me lo bebí de un trago y dejé
escapar el fuego de mi garganta mientras le daba la vuelta y buscaba a Jordan y
Karlie.
Karlie estaba arrodillada tras la
barra, sacando vasitos y colocándolos sobre una bandeja redonda que ya estaba
más que acostumbrada a manejar. Tras ella, en el almacén de bebidas, Jordan se
estiraba para alcanzar una caja con los brebajes más fuertes. Al verme, me
tendió cuatro botellas de cristal e hizo amago de ponerse el delantal con el
que se protegía la ropa.
-Ni de coña-le dije yo, sacudiendo
la cabeza-. Hoy no vas a trabajar.
-Está petado, tío-protestó
Jordan, señalando con la palma vuelta hacia el techo la cantidad de gente que
había en la pista de baile ese día. Sí, no sólo todo nuestro instituto se
encontraba en la discoteca, sino que había también gente de otros centros a la
que nos solíamos encontrar cuando decidíamos bajar al corazón de Londres, o
dispersados por la calle de las fiestas de nuestro barrio. Era, con diferencia,
el día en que más trabajo había en varios meses.
Pero a mí me daba igual. Si
alguien tenía que ponerse tras la barra, lo haría yo. No quería que Jordan
estuviera una vez más alejado de la acción; por mucho que le gustara estar
manejando el cotarro y contando dinero, yo necesitaba que ese día estuviera
conmigo, dando brincos al ritmo de una música que sólo controlábamos nosotros
dos.
-Te diré lo que haremos-dije,
dejando las botellas sobre la barra y saltándola con agilidad para situarme
frente a mi mejor amigo-. Vamos a salir de este espacio-le cogí los hombros y
lo orienté a la compuerta por la que Karlie ya estaba pasando-, vamos a ir a
nuestro sofá, y vamos a beber hasta que no podamos más.
-Alec…
-¡Pásatelo bien por una vez, tío!
Jordan puso los ojos en blanco y
asintió con la cabeza. Un minuto después, estaba tirado en el sofá con
nosotros, tomándose de un sorbo el que sería el primer chupito de muchos en
toda la noche. Reímos, bebimos, nos gritamos entre nosotros y jugamos a
estupideces cuyo único objetivo era hacer que nos emborrachásemos más.
Cuando pusieron una canción de
Sia, Tam emitió un alarido y se levantó de un brinco. Me alucinó su capacidad
para no tambalearse sobre sus tacones de aguja, que hacían que fuera más alta
incluso que yo. Se echó las trenzas tras los hombros y levantó las manos.
-El que quiera, ¡que me
siga!-instó, y todos salvo Jordan y yo se levantaron para ir tras ella a cantar
a voz en grito Cheap thrills. Jordan
aprovechó nuestro momento de intimidad para volverse hacia mí.
-¿Y bien? ¿Qué te estás callando,
chaval?
-¿Me estoy callando algo?-bromeé,
dando un sorbo de otro chupito y reclinándome en el sofá. Apoyé el codo en el
reposabrazos y pestañeé todo lo rápido que pude. El alcohol ya empezaba a
hacerme efecto en el torrente sanguíneo, y notaba las luces mucho más brillantes
y la música más alta y rítmica de lo que realmente era.
-Venga, Al, a mí me lo tienes que
contar todo. ¿Qué has hecho esta tarde?
-¿Qué no he hecho, Jor?-sonreí,
recogiendo un nuevo vaso.
-¿Habéis follado?-asentí y di un
sorbo-. ¿En su casa?-negué con la cabeza y di otro sorbo-. ¿En la tuya?-negué
de nuevo con la cabeza-. ¿En algunos baños?-negué de nuevo y Jordan chasqueó la
lengua-. ¿En un callejón? ¡Venga, tío, dame una pista!
Dejé el vaso de chupito y coloqué
un pie sobre la rodilla.
-En un banco.
-¿Cómo que en un banco?
-Del parque.
-¿¡Cómo que del parque!?-Jordan
se incorporó mínimamente, los ojos abiertos como platos. Recogí otro vaso de
chupito con marcas de pintalabios en un extremo; las limpié y…
-A pelo.
…bebí por ese mismo lado.
-¿¡CÓMO QUE A PELO!?-bramó mi
amigo, y yo me eché a reír y negué con la cabeza.
-No es lo que crees, no me corrí
dentro, pero… ¡guau! ¡Ha sido increíble, Jor, en serio! Jamás había echado un
polvo tan bestial. Pienso en ello y me empalmo. Te lo juro. Llegué a casa con
un calentón… creí que no llegaba al baño.
-¿Y ella? ¿Se corrió?
Le dediqué mi mejor sonrisa
torcida, esa que volvía locas a todas las chicas, sin excepción. La misma
sonrisa que conseguía que Sabrae me dijera que sí a todo lo que yo le propusiera.
Esa sonrisa valía un millón de libras, sólo por los efectos que tenía entre sus
muslos. Cuando estaba dentro de ella y ella me decía algo que me hacía sacar mi
as en la manga, notaba cómo todo su cuerpo se tensaba un segundo, reaccionando
a mi chulería.
Levantar un segundo la comisura
de mis labios como lo estaba haciendo ahora con Jordan mientras estaba con
Sabrae significaba hacer que ella llegara al orgasmo un minuto antes.
Todavía recordaba cómo se había
corrido la primera vez que estuvimos juntos, cuando me avisó de que estaba
llegando y yo la miré desde abajo, arrodillado entre sus piernas, saboreando
las mieles de su cuerpo. Había sonreído así y ella había estallado en una
explosión de sabor con la que todavía fantaseaba en mis sesiones de cariño
solitario.
-Estás hablando conmigo, hermano.
-Alucinante. Eres el puto amo.
-Lo sé.
-Menuda vidorra te pegas.
-Lo sé-me bebí otro chupito y le
di una palmada en el hombro.
-Te voy a hacer un monumento.
-Lo que me merezco-me eché a reír
y negué con la cabeza. Me pasé una mano por el pelo y soplé hacia arriba cuando
un rizo rebelde me cayó sobre los ojos-. Pero no es lo único que hicimos esta
tarde.
-¿Ah, no? ¿Qué más?
-A ver si lo adivinas.
-¿Te la chupó?
-Ojalá-me eché a reír y sacudí la
cabeza-. Pero en su defensa diré que se ofreció, ¿eh?
-¿En serio? ¿Y por qué no lo
hizo? ¿No le dejaste?
-Paso, tío. Estábamos en un
momento de calentón, y ya. Cuando me la coma, quiero que sea porque a ella le
apetece, no por devolverme el favor. Hice la marcha atrás.
-¿Tú?-Jordan me señaló, como
queriendo asegurarse de que hablábamos de quien él creía que lo hacíamos.
-Yo.
-Estás perdiendo la virginidad
con ella en un montón de cosas, ¿eh, hermano?
-Qué me vas a contar-sacudí la
cabeza y dejé el vaso de nuevo sobre la mesa-. Hemos hablado de estas semanas.
Y le he prometido que voy a dejar de follar con otras.
Jordan se echó hacia atrás,
impresionado.
-Vaya. Sabía que te gustaba, pero
no que lo hiciera tanto.
-Es la hostia, Jor. Te lo juro.
No he conocido a nadie que sea como Sabrae. Y lo mejor de todo es que salió de
mí, ¿sabes?-me incliné hacia él-. No me lo pidió; se me ocurrió a mí. Me estaba
yendo de su casa (porque, sí, es verdad, se me olvidó decírtelo: la acompañé
hasta casa) y pensé: “a la mierda”. Y cogí, y se lo solté. Que no iba a hacerlo
con otras.
-¿Y ella qué dijo?
-Que no le debía nada, pero yo le
contesté que era porque quería. No me gusta estar con otras como me gusta estar
con ella. Y sé que le duele verme con otras chicas. Y paso de hacerle daño.
Ella no se lo merece. Se merece que yo sea mejor, y lo voy a ser. Por
ella-asentí con la cabeza, mirándome las manos. Noté cómo Jordan sonreía
mientras me estudiaba.
-Te ha dado fuerte por ella, ¿eh?
-Me gusta. Muchísimo.
-No te gusta. La quieres.
-¿Cuál es la diferencia?-me
recliné en el asiento y alcé las cejas, cínico. Sabía de sobra la diferencia:
la diferencia era absolutamente todo. Era que las demás me gustaban y yo a
Sabrae la quería. Era que las demás me llamaban y Sabrae me atraía. Era que las
demás me llenaban una noche y Sabrae me llenaba todo el día.
Era que las demás me consideraban
su hombre, y Sabrae me consideraba su Alec.
Y hay una diferencia abismal
entre ser hombre y ser Alec.
-Que tú jamás dejarías de follar
con nadie si te lo pidiera una chica que sólo te gusta. Brindemos-propuso,
cogiendo un vaso y llenándolo de líquido verde. Chupito de manzana-. Por
Sabrae, la única chica capaz de atarte en corto.
-Por Sabrae-consentí yo, chocando
la base de mi baso con el suyo y tomándome de un trago hasta la última gota.
Jamás me había gustado tanto ninguna bebida como aquella que acababa de tomarme
a la salud de ella.
Me pregunté qué estaría haciendo
y me saqué el móvil del bolsillo. Como si supiera que le prestaba atención,
justo en ese instante la pantalla se encendió con el aviso de una nueva
notificación. Suya.
Deslicé el dedo por la pantalla y
la abrí. Me encontré con una foto de ella, tirada en la cama, apoyada sobre los
codos y haciendo sobresalir su labio inferior en una mueca de fastidio. No
podía verle más de la cara, y sobre su hombro se intuían sus pies cruzados,
cubiertos con unos calcetines de esos gordos que podrían mantenerte los pies
calentitos incluso en la tundra.
No
puedo dormir, y me aburro muchísimo.
Jordan dio un sorbo de su chupito
cuando yo levanté la cabeza para mirarlo.
-Me está provocando, ¿verdad?
-Demuéstrale quién manda, tigre.
-Sabe de sobra que es
ella-contesté mientras empezaba a teclear.
¿Es eso una invitación para
que vaya?
¿Quieres
venir?
¿Quieres que vaya?
¿A
ti qué te parece?
Me parece que me estás
toreando y que quieres que te dé una excusa para venir a la discoteca.
Ya
tengo excusas suficientes.
¿De veras? ¿Cuáles?
Que
estás en ella.
Jordan se echó a reír a mi lado.
-Tío, vete a por ella-me instó, y
yo sonreí y me incliné un poco más sobre el teléfono, escribiendo ya mi
respuesta.
¿Vienes tú sola o voy a
buscarte?
Jajajaj.
No puedo, Al. Mañana tengo que levantarme temprano.
Podemos darnos prisa 😉
No
puedo estar cansada.
Sé hacerlo de forma que a ti
te guste y apenas tengas que hacer nada.
Y
no puedo hacer ruido.
También sé maneras de taparte
la boca.
😂😂 no puede ser.
¿Por qué no?
Porque
sé que si vienes no voy a poder marcharme mañana, y a mis abuelos les hace
ilusión verme.
¿Y a ti verlos a ellos?
Me
hacen más ilusión otras cosas 😜
Pásalo
bien❤
-¿Debería ir a por ella?-le
pregunté a Jordan, y él abrió la boca para contestar, pero algo en la pantalla
le atrajo la atención. Bajé la vista y me encontré con un videomensaje de
Sabrae, en la misma posición que antes. Lo toqué para intentar escuchar los
sonidos de su habitación, pero no oí nada por encima de la música.
Lo cual no me impidió ver la
forma en que me sacaba la lengua, después me guiñaba un ojo, y finalmente me
tiraba un beso.
Jordan se echó a reír al ver mi
expresión y yo me volví hacia él.
-O haces que me emborrache tanto
que no pueda ni andar, o voy a su casa y me la follo de tal manera que la que
no podrá caminar será ella.
-¿Quieres que vaya a ver si hay
algún cubículo libre en el baño para que le contestes?
Miré a mi mejor amigo, aquel que
a veces me decía unas gilipolleces tremendas, y que otras era más sabio que
cualquier filósofo de los que nos obligaban a estudiar en el instituto.
Me atusé el pelo y toqué el icono
de la pequeña cámara en el borde del panel de escritura.
-Eres una mala persona-le dije
por encima de la música, sacudiendo la cabeza. Solté el icono y miré cómo el
vídeo se enviaba. Ni siquiera le di margen a Sabrae para que lo abriera.
Bloqueé el teléfono y me lo guardé de nuevo en el bolsillo.
Y Jordan me tendió un nuevo
chupito lleno a rebosar.
-Ahora el que le tiene que hacer
la competencia a Scott eres tú-le di una palmada en el hombro y Jordan se echó
a reír.
-Te toca elegir por qué brindamos
esta vez.
-Por las nuevas etapas-decidí-, y
por que consigamos desvirgarte de una vez.
-Alec-protestó Jordan, poniendo
los ojos en blanco, y yo me eché a reír y choqué mi vaso contra el suyo.
-Ahora tienes que beber.
-Pero yo ya me he desvirgado.
-Sí, ya, dejémoslo en que lo
hiciste a medias. Bebe-ordené, y Jordan se echó a reír y se terminó el vaso.
Bey apareció entre la multitud.
-¿Qué celebráis?
-La monogamia-espetó Jordan, y yo
solté una carcajada y sacudí la cabeza. Bey frunció el ceño, sus cejas formando
la silueta de una ola a punto de romper contra la costa. Cualquier surfista se
consideraría afortunado de cabalgarla.
-¿De Alec?-quiso cerciorarse-.
¡Eso sí que se merece un brindis! Salud-levantó un vasito en nuestra dirección
y se incorporó de forma tardía a nuestra celebración. Se limpió la boca con el
dorso de la mano y señaló el techo-. Bueno, ¿no bailáis, chicos?
No necesitamos que nos lo dijera
dos veces. Nos pusimos en pie de un brinco y nos dirigimos hacia la pista de
baile. Bey me esperó con paciencia, sacudiendo la cabeza de un lado a otro, y
se colgó de mi cuello en cuanto encontré un sitio en el que pudiéramos bailar
juntos. Me pasó un dedo por la cara, siguiendo mi perfil: centro de la frente,
nariz, boca, y se echó a reír cuando yo intenté darle un mordisco, casi sin
éxito.
Bailamos como locos durante lo
que duraron las canciones que nos gustaban: ella se puso frente a mí y se frotó
contra mi cuerpo, moviendo las caderas como lo hacían las cubanas en las
películas estadounidenses que veíamos. Yo le pasaba las manos por el cuerpo y
Bey se reía, disfrutando como nunca.
Cambiamos de pareja de baile
varias veces durante esa noche, pero con ninguna nos lo pasamos tan bien como
lo hicimos juntos.
Mientras sonaban Alicia Keys y
Jay Z, ella aprovechó para ir al baño y dejarme solo con Diana, que lo estaba
dando todo, levantando los brazos y abriéndolos mientras giraba sobre sí misma,
cantando a voz en grito Empire State of
Mind.
-This streets will make you feel brand new, realise what inspires you,
that’s here, in New York, New York, NEW YO-O-O-O-ORK!!-gritaba la chica de
Tommy con un vozarrón increíble. Se rió cuando yo me acerqué a ella y me plantó
un beso en la mejilla mientras yo seguía con el rap. Notaba los ojos de Tommy
clavados en nosotros dos, pero sabía que no sentía ningún tipo de celos de mí.
Se me retorció un poco el estómago pensando que yo sí los había sentido de él,
pero me dije que eso había sido en otra época, una época que yo no volvería a
visitar nunca.
Sabía los sentimientos que Sabrae
tenía por mí.
Y sabía los que tenía por ella.
Me gustaba, la quería, y confiaba en ella. Me había dicho que no estaría con
más chicos y no me haría daño (no a propósito, al menos, como había hecho con
Tommy), y yo la creía.
Diana se rió de nuevo cuando
terminó la canción y yo me separé de ella para aplaudir su interpretación. Se
echó el pelo a un lado del rostro e hizo una pequeña reverencia, como si
estuviera en presencia de la reina. A continuación, sacudió la cabeza para
dejar que sus bucles rizados cayeran en cascada por su espalda, y se los peinó
con los dedos, apartándose los mechones de pelo de la cara. En cuanto me miró
con sus ojos verdes como un bosque tropical, su melena volvió a enmarcar su
rostro.
Se volvió un segundo para mirar a
Tommy y se mordió el labio. Mi amigo estaba ahora gritando algo al oído de
Scott, que se reía y asentía con la cabeza mientras daba buena cuenta de lo que
fuera que había en su vaso.
-Te va a echar de menos-le dije a
Diana, y la americana se volvió hacia mí.
-No me cabe la menor
duda-respondió con fingido desinterés, pero yo sabía algo que ella no quería
admitir ante nosotros. Puede que ni siquiera lo admitiera ante Tommy, pero daba
lo mismo; todos los que estábamos alrededor de la parejita internacional
sabíamos lo que ellos no se atrevían a confirmar: que estaban locos el uno por
el otro.
-Y tú a él-ataqué, y Diana se
echó a reír, se mordió los labios y se mesó el pelo.
-Puede que Nueva York me distraiga
un poco y no piense demasiado en Tommy.
-Por muy genial que sea esa
ciudad, es imposible que haya nadie que sea como Tommy. No hay nadie como Tommy
en todo el planeta, ya no digamos en ese infierno de asfalto y cristal que tú
llamas hogar.
Diana abrió la boca, sorprendida.
Sus ojos chispeaban por la estupefacción ante mi insulto. Con la valentía que
sólo el alcohol puede darte, me propinó un empujón. Intenté no relacionarlo con
Sabrae y fracasé estrepitosamente: era exactamente el mismo tipo de reacción
que yo le arrancaba a Sabrae cuando le decía algo que la picaba más de lo que
lo hacían el resto de mis intervenciones.
-¡Qué sabrás tú! Nueva York es
única. Absolutamente todo lo que hay en el resto del mundo, nosotros lo podemos
coger, copiar, y hacerlo mil veces mejor-se apartó el pelo del hombro y colocó
sus brazos en jarras.
-Ajá, sí, suena muy
convincente-asentí con la cabeza y Diana se echó a reír-. De ser así, ¿por qué
te vuelve loca la forma en la que hablamos en este lado del océano?
-Es sexy. Pero, ¿piensas que no
hay gente que hable como lo haces tú?
-¿Crees que yo hablo sexy?
Diana volvió a reírse.
-¿Tú qué piensas, Alec?
-Lo sé de sobra, pero quiero
oírtelo decir. Vamos, muñeca-le cogí las manos y puse cara de niño bueno-.
Concédeme el capricho. Eres modelo, ¿sabes el morbazo que da que una modelo te
diga que tienes una voz sexy?
-No es tu voz, es tu
acento-contestó ella, zafándose de mí-. Cada vez que alguno de vosotros pide
agua yo tengo que pensar en cachorritos para que se me pase el calentón.
-¿Qué pasa, que los ingleses de
Nueva York no piden agua?
Diana volvió a reírse y sacudió
la cabeza.
-Digamos que los ingleses de
Nueva York no piden muchas cosas que aquí tenéis en abundancia.
-¿Como Tomlinsons, por ejemplo?
-Por ejemplo-la risa de la
americana llenó de nuevo nuestra pequeña burbuja y yo no pude evitar sonreír.
Era bonita y su sonrisa era acorde a su belleza, normal que Tommy fuera un
auténtico payaso cada vez que Diana estaba cerca.
-No entiendo por qué te tienes
que ir entonces. Aquí los tienes para dar y regalar. Personalmente, creo que
Londres gana por goleada a Nueva York-levanté las manos al ver su expresión de
espanto-, pero tú tienes tu opinión. Cada cual tiene derecho a estar
equivocado.
-¡Desde luego! Y tú lo estás, y
mucho.
-Ñe, no lo creo-sacudí la cabeza
y me rasqué la nuca-. Si Nueva York es tan buena, ¿por qué has pospuesto tu
marcha hasta el último segundo?
Diana se mordió los labios para
ocultar su sonrisa, y decidió evadir mi pregunta.
-¿Has estado en Nueva York?
-¿Por qué? ¿Vas a
invitarme?-coqueteé, tomándola de la cintura, y Diana se echó a reír y negó con
la cabeza. Su pelo me hacía cosquillas en las manos.
-Puedes venir cuando quieras, y
descubrir lo que es una ciudad de verdad.
Londres es un pueblecito achaparrado en comparación con mi casa. Nada en tu vida será lo mismo una vez
que conozcas mi hogar. Siento acabar con tus ilusiones, inglés, pero este país
minúsculo no tiene nada que envidiarle a mi querida Gran Manzana.
-¿Cuándo dices que nos marchamos?
-Va en serio, Alec-Diana se rió
de nuevo, porque iba un poco chispa y yo era gracioso, así que se juntaba un
poco todo y eso hacía que tuviera la carcajada muy, muy suelta-. En casa, todo
es diez veces más luminoso, veinte veces más colorido y treinta veces más
ruidoso. Nueva York es muy caótica, pero porque está muy viva. Londres está
echándose la siesta constantemente.
-La ciudad que nunca duerme, ¿eh?
No sé si me sentarán bien las ojeras. Soy un hombre de compromisos,
ahora-aludí, y Diana sonrió, comprendiendo a qué me refería-. Tengo que estar guapo para mi chica.
-Todo el mundo es más guapo allí.
Las inglesas dejarían de parecerte guapas.
Me eché a reír y negué con la
cabeza.
-Ahí te estás columpiando, Didi.
No hay ciudad, país ni continente en el que haya mujeres más guapas que en
este.
-¿Estamos hablando de alguna en
particular?-quiso saber Diana, aleteando con las pestañas. Le saqué la lengua y
empecé a bailar a su lado. A los pocos segundos, Tommy aparecía entre la
multitud.
-¿De charla?-quiso saber, y Diana
bosquejó tal sonrisa de felicidad que por un momento pensé que se había comido
el sol. Era imposible que una sonrisa brillara tanto como la suya.
-Me estaba contando lo mucho que
nos va a echar de menos, a nosotros y a nuestro acento-le expliqué a mi amigo.
Tommy tomó de la cintura a Diana y la atrajo hacia sí ante las carcajadas
melosas de ella. Tenía que pirarme de allí ya antes de que me pusieran a
sujetarles las velas.
O a tocarles el violín.
Porque lo haría gustoso esa noche,
la verdad.
-¿De veras? ¿Sólo a nuestros
acentos?
-Bueno, y a determinadas partes
de vosotros que no me parece muy educado nombrar con tanta gente
alrededor-tonteó ella, juntando sus labios a los de él. Tommy sonrió en su boca
y le pasó las manos por la cintura, y yo decidí que aquella era la excusa
perfecta para marcharme.
Me encontré a Bey sentada en la
barra, literalmente en la barra, con
los pies cruzados en los tobillos y agitando la cabeza al sonido de la música.
Estiró las manos en mi dirección al verme.
-Ya pensé que no vendrías a
buscarme-hizo pucheros para que la bajara, y así lo hice. Me acerqué lo
suficiente a ella como para que pudiera arreglarse la falda sin que nadie la
viera.
-Te iría a buscar hasta al
infierno, reina B.
-¿Dejando a Diana sola? Debes de
quererme mucho.
-No la he dejado sola, la he
dejado con T.
-Menos mal que ha venido Tommy a
darte un toquecito de atención, no me gustaba nada la forma en que estabas
pasando de mí.
-Disculpa, ¿yo paso de ti?
Bey asintió con la cabeza,
riéndose, y yo me froté la nariz.
-Vale, ¿qué tal esto? Me
convertiré en tu perrito faldero durante toda la noche. No te dejaré sola ni
cuando vayas al baño. ¿Es lo que quieres? ¿Te parece bien que sea tu
guardaespaldas?
-Lo que quiero es no beber sola,
pero no sé si tú aguantarás mi ritmo.
-Yo aguanto lo que me
eches-contesté, agarrando un vaso cuyo líquido brillaba en un tono azulado
fantasmagórico. Bey sonrió, recogió otro de un tono amarillo, y me miró a los
ojos.
-Hasta el fondo-la insté.
-Y de un trago-me respondió ella.
Lo último que recordaría bien de
esa noche sería la sensación de ardor del líquido entrándome en la garganta y
arrasándolo todo a su paso, el ligero resquemor dulzón que me dejó en la
lengua. No sabía lo que contenía aquella mierda, pero o era un chute muy fuerte
o era la gota que colmaba mi vaso particular. Puede que las dos cosas.
Por suerte o por desgracia, yo
tenía un grupo de amigos lo bastante grande, y lleno de gente lo bastante
cabrona, como para contarme exactamente a qué me dediqué durante la noche.
Ah, y también esa puñetera
costumbre de ponerme a grabar vídeos borracho de cada cosa que hacía.
Así que tendría una buena
reconstrucción de los hechos a la mañana siguiente, cuando me despertara y
viera que había llenado la conversación con Sabrae de vídeos haciendo el tonto
y fotos todavía más comprometidas.
Debería montar una puñetera
agencia de detectives.
El caso es que los hechos se
sucedieron tal que así: seguí bebiendo un poco más con Bey, bailamos incluso más
pegados que antes, yo le ponía las manos torpemente en las caderas mientras
ella se restregaba contra mí, riéndose a carcajada limpia.
Cada poco, mi amiga se giraba y
me pasaba las manos por el pelo, recordándome lo que me habían dicho antes,
cuando todavía no estaba lo suficiente bebido como para no acordarme a la
mañana siguiente de la conversación: que me había puesto guapo para Sabrae.
Te has puesto guapo para ella.
Y ahí fue cuando se me empezaron
a cruzar los cables.
Sí. Es verdad. Me he vestido pensando en ella. Igual
que me desnudé. Y me bañé. Que me vea. Que me vea, joder. Que me vea ser feliz
por tenerla.
Así que desbloqueé el teléfono y empecé a grabarnos a mí y a
Bey, dando brincos al ritmo de la música y gritando la canción.
-Ojalá estuvieras aquí-le dije
con bastante buena pronunciación, pero mi acento se fue cerrando y mi
vocalización se fue degenerando a medida que pasaba la noche y Bey estaba
demasiado chispa como para intentar pararme. Tampoco es que fuera a conseguir
que dejara de beber: no era la primera vez que ella trataba de hacerme de
niñera y acababa corriendo descalza detrás de mí mientras yo les robaba las
copas a todos los que se me pusieran a tiro. Además, le había dicho que esa
noche quería emborracharme pero bien.
La siguiente vez que me saqué el
móvil del bolsillo fue por una causa mucho más importante. En los altavoces
estaba sonando Starboy y yo la vivía
incluso más de lo que lo hacía cuando estaba sobrio. Y cuando estaba sobrio
montaba una fiesta importante en la discoteca.
Esta vez estaba rodeado de mis
amigos; Jordan ocupó gran parte de mi fondo mientras Tam y Bey bailaban en el
escenario, jaleadas por un público entregadísimo.
-Everyday a…-me tapaba la boca cada vez que llegaba esa palabra y
sacudía el dedo a modo de negativa cuando parecía que la iba a decir- tryna test me, ah, everyday a…-Jordan me
puso una mano sobre la mía para acallarme-tryna
end me, ah…
-SIX FEET UNDER, SIX, SIX FEET UNDER, SIX FEET UNDER, SIX, SIX FEET
UNDER…-gritábamos Jordan y yo mientras dábamos saltos al ritmo de la música
en el siguiente vídeo.
Hubo un lapso de tiempo en el que
mis amigos no se preocuparon de registrar en su memoria lo que yo hacía y yo
tampoco grabé nada, así que siempre nos quedaremos con la incógnita.
El caso es que empecé a
socializar y de repente Bey se acordó de que yo existía y fue en mi busca, sólo
para encontrarme sentado en el rincón de los hippies, a punto de fumarme un
porro y escuchando con muchísima atención la situación que había en Oriente
Medio. Parece ser que Palestina estaba siendo ocupada por Israel, y eso era una
putada y una cagada importante de la comunidad internacional.
-¿Qué haces, Al? Vamos a bailar,
venga.
-¿Sabías que Israel es uno de los
mayores genocidas de la historia? ¡Y la ONU lo consiente!-protesté mientras Bey
tiraba de mí para levantarme-. ¿Te lo puedes creer? ¡Corruptos, hijos de puta!
-Gracias por cuidármelo-les dijo
con ironía Bey a las chicas que me habían tendido el porro mientras me lo
quitaba de las manos. Se lo tiró sobre la mesa.
-¡Eh! No me lo había terminado.
-Ni siquiera habías empezado a
fumarlo, Al.
-Es verdad-coincidí-, ¿tienes
fuego?
-No, y tú tampoco. Venga, vamos
al sofá.
-Me encanta tu pelo-le comenté,
porque cuando me paso de mi límite de alcohol, empiezo a tomar más y más, sin
discreción, y voy a gilipollez por miligramo de alcohol en sangre-. Es
esponjoso como una nube. Eres como una oveja de caramelo.
-Gracias, osito.
-Te quiero un montón, Bey. Lo
sabes, ¿verdad?
-Sí.
-Voy a grabarle un mensaje a
Sabrae para que sepa que sabes que te quiero un montón.
-Deja a Sabrae en paz-Bey me
quitó el móvil y yo intenté alcanzarlo-. Venga. ¿No crees que es un poco cruel
que le grabes un mensaje diciéndole que le quieres?
-Sí. Dame el móvil. Le voy a
grabar un mensaje pidiéndole disculpas por querer grabarle otro diciéndole que
te quiero.
-Alec…-Bey suspiró, divertida.
-¡ME ENCANTA ESTA CANCIÓN! ¡SHAWN
MENDES ES EL PUTO AMO! ¡QUE VIVA CANADÁ, JODER! ¡NOS DIO A DEADPOOL!-grité y empecé a dar saltos al ritmo de Stitches. Le arrebaté el móvil a Bey y
me las apañé para mandarle un mensaje a Sabrae cantando la canción, y Bey puso
los ojos en blanco y siguió tirando de mí para llevarme hacia el sofá, con tan
mala suerte que nos vimos interrumpidos dos veces.
La primera, cuando mi hermana
apareció en mi campo de visión y yo empecé a gritar su nombre. Varias personas
a mi alrededor se giraron para ver el motivo del escándalo que estaba formando,
y Mimi se giró en su asiento tapándose la cara para que yo no me acercara a ella,
pero demasiado tarde: ya la había visto. Además, la reconocería en cualquier
parte.
Había visto su carita a los
minutos de nacer. Qué mona era. Todavía tenía la naricita de botón con la que
había nacido. Siempre había pensado que la nariz de mi hermana era preciosa, a
pesar de que ella no dejaba de protestar porque era enana.
-¡MIMI!-celebré, feliz, cuando la
alcancé. Mi hermana se volvió y sonrió. Había un botellín de cerveza vacío a su
lado-. ¿Tienes sed? ¿Te busco algo?
-Estoy bien, Al.
-¿Necesitas dinero? Toma 20
libras-le dije, sacándome la cartera, y Mimi suspiró y negó con la cabeza, pero
bien que me las cogió cuando se las tendí, la hija de puta-. Voy a buscarte
algo de beber.
-No hace falta, Al, de verdad…
-¿Te gusta la absenta?
-¡Alec, no vas a darle absenta a
tu hermana!
-Pues vodka-sentencié, y me las
apañé para escurrirme de las manos de Bey y entre la gente hasta la barra. Me
incliné y empecé a pedirle a gritos a la camarera de Jordan que, por favor, me
diera una botella de vodka, del que más graduación tuviera.
Menos mal que no llegaron a
entregármela, porque de lo contrario, mi hermana habría acabado en el hospital
con un coma etílico. Y yo también, con un coma a secas, de la paliza que me
pegaría mi madre cuando se enterara de que yo le había dado ese alcohol y la
había incitado a beber así.
Me dieron unos toquecitos en el
hombro y yo me volví. Me encontré frente a frente con Kendra, que estaba
flanqueada por Amoke en un lado, con sus rizos leoninos al viento; y por Taïssa
al otro, con sus trenzas fosforescentes brillando como el neón.
-¡TÍAS!-le di un manotazo en el
hombro a Kendra, que se tambaleó por la fuerza de mi saludo-. ¿¡Cómo estáis!?
¡Me alegro de veros!
-Y nosotras a ti, Al.
-¡Oye, ¿no estará por aquí
Sabrae, verdad?! Me ha dicho que está en casa, pero si estáis aquí… ¿me lleváis
con ella?
-Estamos sólo nosotras-informó
Amoke.
-Hemos venido en plan
mosqueteras-añadió Taïssa, riéndose.
-Sí, todas para una y una para
todas. Llevamos rato aquí, ¿sabes?-Kendra entrecerró los ojos mientras me
miraba, pero yo no capté su indirecta.
-¿Y no habéis bebido nada? Os
conseguiré alcohol. ¿Qué os gusta?
-Hemos tenido suficiente durante
la noche, gracias-Kendra entrecerró aún más los ojos, y Amoke y Taïssa
intercambiaron una mirada. Yo estaba tan borracho que no me percaté de la
hostilidad que manaba de sus palabras.
-Bobadas. Tenéis que coger una
buena cogorza. ¿Qué os pido?
-¿Tienen chupitos de mora?
-¡Taïssa!
-¿Qué? Me gustan mucho. Sólo me
tomaré uno.
-Aquí hay de todo, nena. Tú pide
por esa boca.
-Para mí otro-pidió Amoke, y
Kendra se volvió hacia ellas.
-¿En serio, tías?
Las dos se encogieron de hombros.
-¿Qué pasa? ¿Tienes que
conducir?-bromeé, y Kendra puso los ojos en blanco y se retiró a un discreto
segundo plano-. Así que, ¿nada de Sabrae?
-No, como mañana tiene el viaje,
ha preferido quedarse en casa a descansar-explicó Amoke mientras colocaban dos
vasitos frente a mí.
-Es una auténtica lástima. Le
habría gustado estar aquí-comentó Kendra, y yo las miré.
-Y a mí también. ¿Habéis hablado
con ella?
Me miraron sin parpadear un
momento, y después asintieron con la cabeza despacio, como si tuvieran miedo de
revelar demasiados datos.
-¿Qué os ha contado?
-Es secreto-Taïssa se llevó un
dedo a los labios y soltó una risita. Kendra puso los ojos en blanco y Amoke
dio un sorbito de su chupito antes de que Kendra tirara de ella para llevársela
lejos.
-¡Nos vemos!-me despedí, y Amoke
y Taïssa agitaron la mano en mi dirección. Kendra no hizo más que refunfuñar
algo en voz baja, pero no conseguí escuchar su despedida.
Si hubiera estado bien, su
comportamiento habría hecho saltar todas mis alarmas. Pero, incluso si hubiera
estado bien, no podía culparla. Sabrae me había dicho que lo había pasado mal
esas dos semanas que habíamos pasado sin contacto. Era normal que me tuviera
tirria, aunque, ¡oye! Si habían hablado con ella, deberían saber que habíamos
arreglado las cosas y que estábamos mejor que nunca, así que, ¿a qué la
hostilidad?
Bey me agarró del hombro y trató
de conducirme hacia nuestro sofá, pero yo encontré una nueva distracción. A
medio camino, nos encontramos con que Scott salía del baño de las chicas,
frotándose la boca para librarse del pintalabios que le habían dejado como
rastro de la noche de pasión. Me giré en redondo para encararme a él y
preguntarle a qué se debía el comportamiento tan raro que tenía últimamente, y
desenmascararlo por fin.
-¿Adónde vas?-protestó Bey, pero
yo no le hice caso. Me abrí paso a codazo limpio y me planté delante de Scott,
que se puso rígido nada más verme.
-Al-susurró con fingido alivio,
pero yo no me dejé amedrentar. Tenía pensado ponerlo en su sitio; mantener un
secreto como el suyo delante de nuestras narices era una cosa tremendamente
fea.
Además, saltaba a la vista que no
estaba jugando sucio. Desde que había empezado a engañarnos, había cambiado
radicalmente su manera de actuar.
-Sé lo que escondes-espeté, y
Scott abrió los ojos ligerísimamente, lo suficiente como para que yo supiera
que tenía toda su atención. Soltó una risita falsa y sacudió la cabeza, pero la
frente se le cubrió de una finísima capa de sudor.
-¿Qué dices, Al?-volvió a soltar
una risita nerviosa y yo le di un toquecito en el pecho con un dedo acusador.
-Que sí. Sé tu secreto.
Scott tragó saliva, miró en todas
direcciones, se remojó el labio y fue a hablar, pero yo le puse el dedo en la
boca.
-Sé que usaste el truco ese de
los Sims para tener más dinero y comprarte la casa más grande de nuestro
barrio-anuncié en el momento en que Bey se plantaba a mi lado. Bey miró a Scott
y Scott miró a Bey. Después, Scott me miró a mí.
-Pero, Alec…
-Me parece muy feo, porque las
cosas hay que trabajárselas. A mí no me gusta levantarme temprano en vacaciones
para ir a trabajar, ¿entiendes?-me aseguré de que me comprendiera golpeándome
la palma de una mano con el dorso de la otra-. Pero es lo que tengo que hacer.
Hay que ganarse las cosas con el sudor de tu frente, no con truquitos
estúpidos. ¿Te crees que yo no quiero la piscina olímpica con una sirena
nadando dentro? Pues claro que sí, pero me jodo, y cuido de mi Sim para que no
se ahogue en la bañera antes de ir a trabajar como súper modelo. Sinceramente,
S, me parece fatal que hagas estas cosas…
-Alec…
-No, no. No hace falta que te
disculpes. Ni que me pidas que no se lo diga a nadie. No lo haré. Pero, para la
próxima, piénsatelo un poco más, ¿vale?
Scott asintió con la cabeza,
estupefacto. ¿Cómo me había enterado? Era un absoluto misterio, pero llevaba
sabiéndolo días, desde que me pasé por su casa en una tarde de aburrimiento y
vi que había añadido varios pisos al chalet inmenso en el que a veces aparecía
el personaje de Shasha jugando a videojuegos.
Soy un puto genio, lo sé. A veces
me pregunto cómo puedo ser tan intuitivo.
Le di un par de palmadas en la mejilla,
sacudí la cabeza, puse los ojos en blanco, y dejé que Bey me llevara hasta el
sofá. Me senté en él a descansar, apoyé la cabeza en el hombro desnudo de Bey y
le di un besito en la piel. Ella me acarició la cabeza como si fuera un
cachorrito particularmente mimoso y sonrió cuando me abracé a ella, los pies
subidos al sofá.
-Eres cómoda.
-Lo sé.
-Me voy a dormir.
-Eso también lo sé.
-Buenas noches.
Me di la vuelta en el sofá y me
tumbé cuan largo era, pasándole las piernas por encima. Me despertaría a la
media hora, todavía más borracho si cabe y con Logan y Max dibujándome pollas
en la cara. Menudos hijos de puta.
Scott se ofreció a llevarme al
baño y ayudarme a quitarme toda aquella mierda de la cara, y en su defensa diré
que puede que fuera un tramposo en los Sims, pero era un amigo de 11 en una
escala de 10. Estuvo conmigo durante bastante raro, echándome agua en la cara y
pasándome papeles mojados con jabón para intentar borrar los restos de tinta
que todavía se quedaban en mi piel. Me trajo un vaso de agua y me obligó a
bebérmelo para que la resaca del día siguiente fuera un poco más llevadera, y
después, me sacó del baño y me volvió a llevar al sofá. Les dijo a los demás
que no me dieran nada más de beber, pero en cuanto él se marchó a hacer sabe
Dios qué, yo hice lo que hacía siempre que estaba borracho y tenía ganas de
fiesta: escaparme y beber más.
Recuerdo que brindé con Karlie
varias veces a la salud de varios cantantes que a los dos nos gustaban; si
fuera por nuestros brindis, Abel Tesfaye viviría para siempre. Tomábamos
chupitos como si fueran caramelos en una noche de Halloween, y protestábamos y
les decíamos a las camareras que estábamos bien y que nos dieran más cuando
ellas no parecían muy convencidas con nuestra situación. Suerte que no habíamos
venido ni en moto ni en coche, así que no había peligro de que tuviéramos un
accidente y se vieran envueltas en un juicio.
Tam apareció a mi lado y me
arrastró a la pista de baile, nos gritamos el uno al otro las letras de las
canciones que se iban sucediendo mientras Bey tonteaba descaradamente con un
tío que no hacía más que mirarle las tetas. Molesto por que cosificara así a mi
mejor amiga, me zafé de Tam cuando ella me dijo que lo dejara estar y fui a
encararme con él.
-¿Quieres mirarla a la cara?
También tiene unos ojos muy bonitos, no sólo sus tetas son algo digno de ver.
-¿Tienes algún problema,
tío?-protestó el mamarracho de los huevos, poniéndose en pie y juntando la
frente con la mía. Él era un poco más alto que yo, pero yo estaba bastante más
musculado que él. Estaba claro quién ganaría en una pelea; incluso si yo no
tuviera la disciplina del boxeo, él no tenía nada que hacer contra mí.
-No le hables así-urgió Bey,
enfadada.
-Tú no te metas-le espetó el
chaval, y yo le di un empujón, y nos habríamos dado de hostias de no habernos
separado las gemelas y los amigos del otro tío, que me conocían de sobra. Él
era un recién llegado y no tenía ni idea de que podía partirle la cara cuando
quisiera, pero sus amigos sí. Sabían que yo nunca me peleaba por cosas que me
hicieran a mí, pero que a mis amigos los protegía a muerte. Era un puñetero
pitbull, y no me hacía ninguna gracia la manera en que ese payaso estaba
mirando, y ahora tratando, a Bey.
-Venga, Al, no merece la pena-Bey
tiró de mi brazo para separarme de aquel fantasma y me llevó de vuelta al sofá,
donde estaban sentados Max y su novia, dándose el lote de una forma tan obscena
que pensé que se pondrían a follar allí mismo, delante de todo el mundo, en
menos de un cuarto de hora.
No sabía la hora que era, pero me
hacía gracia que estuvieran tan excitados sobre el sofá. Me recordaron a
Sabrae, así que decidí hacer otro vídeo comentándole que tenía la teoría de que
los sofás hacían algo con la gente. Yo no era el mismo cuando estaba en la
habitación morada con ella, y estaba claro que ella no era la misma tampoco.
Cuando Max empezó a meterle mano a Bella y ella se rió sin apartarlo de su
entrepierna yo vi probada mi teoría. Estaba preparado para presentarla en
Cambridge.
-¿Os busco una habitación?-les
pregunté, y Max me hizo un gesto con la mano para que me perdiera mientras
Bella se reía con la boca de su novio en sus labios. Max no tuvo que decírmelo
dos veces-. ¿Voy a por Scott para que os preste un condón, o estaréis bien, Maximiliam?-pinché
a mi amigo mientras me levantaba, y él me miró un segundo, se echó a reír, negó
con la cabeza, y procedió a sobarle las tetas a su novia por debajo de la
camiseta.
En su defensa diré que hacía
tiempo que no la veía y Bella se había puesto un top de encaje pensando
especialmente en la noche que pasarían juntos en su casa, que sus padres habían
dejado vacía, para recuperar el tiempo perdido.
Busqué a Bey entre la multitud,
que daba saltos al lado de un grupo de chicas que me comieron con la mirada
apenas llegué.
-Vamos a ser tíos-le anuncié, y
Bey frunció el ceño, divertida, miró en dirección a nuestro sofá y se echó a
reír. Sacudió la cabeza y levantó las manos. No necesité invitación.
Bailé a su lado, frotándome
contra ella y haciendo que se riera cuando le hacía cosquillas, y le di un beso
en la mejilla cuando tocó una canción más lenta y ella se abrazó a mi espalda.
Su pelo me hacía cosquillas en la cara, pero estaba tan a gustito que no
protesté como tenía por costumbre.
Me pregunté cómo sería bailar así
con Sabrae, como si estuviéramos en uno de esos bailes de fin de curso que
aparecían en las películas americanas. Le habría preparado una invitación
sorpresa, de ésas que se graban, se suben a Twitter y se vuelven virales; ella
se habría puesto un vestido increíble, la habría recogido en su casa, le habría
puesto una flor en la muñeca a juego con mi corbata y la habría llevado al
gimnasio del instituto. Le llevaría ponche que supuestamente sería sin alcohol,
pero que misteriosamente hacía que te sintieras más contentillo de lo habitual
en cuanto tomabas el primer vaso. Bailaríamos hasta que nos dolieran los pies,
y al final de la noche, cuando el suelo estuviera cubierto de serpentinas y
confeti, ella se abrazaría a mí y estaríamos balanceándonos acurrucados el
resto del tiempo, lo que le faltara de jornada laboral al DJ.
Volví a sacar el móvil y Bey
sonrió cuando me puse a cantar la canción, Beautiful,
de Bazzi. Le dije a Sabrae que nada se comparaba con tenerla desnuda, a
pesar de que no la había visto desnuda.
Me guardé de nuevo el teléfono en
el bolsillo del pantalón y le di a Bey un abrazo de oso.
-Te he fastidiado el polvo, ¿a
que sí?
-No te preocupes. Era un
gilipollas. Seguro que no me habría dejado satisfecha-mi amiga se encogió de
hombros.
-Siempre puedes pedir que te lo
coman.
-Los tíos no lo hacéis bien.
-Yo lo hago bien.
-¿Sabes la cantidad de chicos que
me han dicho lo mismo y luego son incapaces de hacerte llegar?
-A Sabrae le gusta.
Bey se echó a reír, sacudió la
cabeza, exhaló un suspiro amoroso y cerró los ojos. Apoyó la cabeza en mi
hombro y yo pensé que me moriría del gusto.
-¿Reina B?
-¿Mm?
-¿Cuándo crees que volverá? Tengo
muchas ganas de verla.
Bey se echó a reír.
-Lo he notado, por mucho que te
sorprenda. No tengo ni idea, Al, supongo que un par de días después de Navidad.
¿Por qué no le preguntas a Scott?
-Porque seguro que me vacila y me
dice que no lo va a hacer hasta después de Fin de Año, y a mí me dolerá el
corazón si me dice que no voy a verla hasta después de Fin de Año.
-¿Te dolerá el corazón?-Bey no
podía contener la risa.
-Sí, seguro que del disgusto me
ingresan en el hospital.
El suelo daba vueltas a mi
alrededor a más velocidad de la que lo hacíamos nosotros, así que perdía el
equilibrio con muchísima facilidad. La música comenzó a arrastrarse de forma
muy rara, alargándose y acortándose en momentos en que no parecía lo habitual.
Volvió a sonar una canción con marcha y nos dedicamos a dar brincos, y luego,
como era de esperar, pusieron a Jason Derulo.
Y yo, como era de esperar, me
senté en el suelo a lo indio y me negué a levantarme hasta que no terminara la
canción.
-¡Alec, ponte de pie!-me instaba
Bey mientras sonaba Want to want me a
todo volumen. Yo sacudí la cabeza un millón de veces, haciendo caso omiso a sus
súplicas, diciéndole que no podía bailar a Jason Derulo, que Sabrae me había
prometido que sólo lo bailaría conmigo así que yo sólo lo bailaría con ella. Me
daba igual que me pisaran y me dieran patadas y rodillazos sin querer; yo no
iba a moverme del suelo hasta que no terminara la canción.
Cuando finalmente lo hizo, entre
Tommy y Bey intentaron ponerme en pie, pero el suelo había empezado a girar más
rápido y me costaba un montón. La cabeza me daba vueltas en sentido contrario, y
sentía un calor impresionante, así que empecé a desabotonarme la camisa.
-Estoy muy mal-le dije a Tommy, y
él buscó a Scott, que buscó a Jordan, y entre ellos y Bey me sacaron de la
discoteca y me sentaron en las escaleras de un bar abandonado. Cuando vieron
que intentaba dormirme comenzaron a abanicarme y a darme agua, porque bajo
ningún concepto podía cerrar los ojos y quedarme frito en las baldosas del
suelo, que estaban frías y brillaban como las luces de un casino.
-Habla conmigo, Al, dime algo-me instaba
Bey, dándome palmaditas en la cara para intentar despertarme.
-¿Qué hacemos?-preguntó Tommy con
angustia, y Jordan se volvió hacia él.
-Vuelve dentro con Diana. Ya nos
ocupamos nosotros de él.
Tommy se lo quedó mirando.
-No voy a dejarlo solo.
-No estoy solo-les dije yo a los
tres Tommy que tenía delante de mí, los cuales se movían el unísono, como
perfectos clones-. Estoy con Bey y Jordan.
-¿Qué ha dicho?-preguntó Bey,
volviéndose hacia Scott, que levantó los brazos.
-¿Y yo qué sé? ¡Hablo urdu, no
ruso!
-Podéis repartiros-continué,
señalando al Tommy de la izquierda-. Tú puedes ir con Diana. Tú-señalé al del
centro-, quédate conmigo. Y tú me traes otra bebida-señalé al de la derecha.
-Alec, estás hablando en ruso. No
te entendemos.
-Quiero ver a Sabrae-protesté-.
No puede marcharse. Necesito verla mañana. Mañana es viernes y los viernes son
nuestro día.
-Y ahora estás hablando en
griego.
-Dile a tu hermana que no se
marche-me dirigí a Scott-. Necesito estar con ella todas las tardes. Si no la
beso mañana, me moriré de pena.
Tommy y Scott se miraron,
intentando aguantar la risa.
-Creo que es hora de que nos
vayamos a casa, ¿eh, tío?-Jordan tiró de mí para ponerme en pie, y yo lo miré.
Él también se había multiplicado por tres.
-Eres el puto amo-le dije, y
Jordan me dio unas palmaditas en la espalda. Bey se volvió hacia Scott y Tommy,
que esperaban instrucciones.
-Llamad a mi hermana. Decidle que
me voy. ¿La acompañáis a casa si decide quedarse?
-Claro, Bey.
-Guay, gracias-Bey se puso a mi
lado y me pasó el brazo por los hombros-. Caray, Al, vaya lo que pesas.
-¿Adónde vamos?
-A casa.
-¿A casa de quién? ¿A la de
Scott? Sabrae está en casa de Scott.
-No, vamos a tu…-empezó Bey, pero
Jordan la cortó.
-Sí, Al, vamos a buscar a Sabrae.
Venga, ¿puedes caminar?
-Sí, pero el suelo se
mueve-protesté, y ellos pusieron los ojos en blanco. Les costó un montón
conseguir llevarme hasta mi casa, pelea conmigo incluida (en cuanto me di
cuenta de adónde íbamos, empecé a arrastrarme por el suelo en dirección a la
calle de Sabrae) y, cuando por fin llegamos a mi puerta, se dieron cuenta de
que había salido sin llaves. Jordan tuvo que ir a su casa y buscar la copia que
tenía en su habitación, y cuando regresó con nosotros, me encontró sentado en
el felpudo, con Bey consolándome mientras yo me hacía una bola y escupía una
retahíla de disculpas.
-Os he fastidiado la noche,
perdonad, no deberíais estar cuidándome, deberíais estar pasándooslo bien…
-No pasa nada, de verdad, Al-me
aseguraba ella-, yo ya estaba cansada, los pies me están matando, y Jordan
tiene que madrugar mañana, así que está bien.
-¿Puedes levantarte?-me preguntó
Jordan, y yo me tambaleé para ponerme en pie. Abrió la puerta y Bey agarró a Trufas para que no se escapara, y Jordan
empezó a subir las escaleras arrastrándome sobre sus hombros. Abrieron la
puerta de mi habitación y me metieron dentro, me tumbaron sobre la cama y me di
la vuelta, listo para dormir.
-Buenas noches.
-¿No se te olvida algo?
-Es verdad-busqué mi móvil-, no
le he dado las buenas noches a Sabrae.
Bey y Jordan se miraron un
momento y rieron entre dientes mientras yo intentaba desbloquear mi móvil, pero
no lo estaba haciendo con el dedo correcto y el aparatito de los cojones no me
reconocía la huella dactilar. Se pusieron a desvestirme; Jordan me quitó los
zapatos mientras Bey me desabotonaba la camisa y se peleaba conmigo para
quitármela.
-¿Vamos a hacer un
trío?-pregunté, y Jordan se me quedó mirando, estupefacto.
-Estás tú para tríos. Si ni
siquiera sabes dónde tienes la polla.
-Aquí-respondí, llevándome una
mano al paquete-. Estoy listo-abrí los brazos en cruz y miré al techo-. Venga,
Bey. Al lío.
-Nada de tríos. A dormir. Quítate
la camisa… así, muy bien. Levanta un poco el culo para que Jordan pueda… ahí
está. Venga-Bey tiró de mí para que Jordan pudiera abrir las mantas y meterme
dentro. Me arrebujé dentro y lancé un suspiro de satisfacción. Bey me dio un
beso en la frente y me deseó buenas noches.
-Buenas noches, reina B.
-Qué ganas tengo de que estés hecho
una mierda mañana-rió Jordan, y yo sentí cómo algo impactaba contra mis pies
cuando apagaron la luz y dejaron la puerta entreabierta. Trufas se había colado en mi habitación y usaba mis pies de
almohada.
Busqué mi móvil entre las mantas;
se había caído mientras me desvestía. Lo encontré y me las apañé para abrir
Telegram, la luz de la pantalla me quemaba en los ojos. Toqué la foto de Sabrae
y empecé a teclear mi despedida, porque no podía grabarle un mensaje dándole
las buenas noches, deseándole dulces sueños y un buen viaje. Habría despertado
a mis padres si me hubiera puesto a hablar.
Buenas noches
preciosaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
Me quedé dormido mientras
tecleaba, con el conejo apostado a mis pies, guardando mi sueño y ese mensaje
cuya última letra se multiplicaba hasta el infinito.
Mamá
dio un toquecito con los nudillos en la puerta de la habitación de mi hermano
justo antes de entrar. A mi lado, Duna, vestida con su pijama de vaquitas, se
puso a dar brinco en cuanto un poco de luz entró en la habitación de Scott. La
silueta del mayor de nosotros se recortaba contra la pared como una isla en el
horizonte nocturno. Shasha, Duna y yo entramos en tropel detrás de mamá, que
caminó despacio hasta sentarse al borde de la cama. Le pasó los dedos por la
piel a Scott, que ni siquiera se percató del contacto.
-Amor-murmuró mamá, queriendo
despertarlo pero sin sobresaltarlo. Sus dedos fueron por su mandíbula y
subieron por su mejilla hasta su pelo negro, una de las dos cosas que mi
hermano había heredado de ella: la otra eran sus ojos-. Mi niño. Tesoro-le dio
un beso en la mejilla y Scott se revolvió. Duna se acercó a él y estiró la
mano, helada, dispuesta a colársela por el cuello y tratar así de despertarlo.
A Scott no había quien lo
levantara de la cama en cuanto se acostaba y se quedaba dormido. Era increíble
la capacidad que tenía para aislar todo ruido y dormir incluso durante las
mayores tormentas.
-Scott, despierta. Ya sé que
estás cansado, pero tienes que levantarte para que podamos despedirnos.
Scott se revolvió en la cama, se
dio la vuelta y exhaló un suspiro. Mis hermanas y yo miramos a mamá,
esperanzadas. Mamá se quedó mirando a su primogénito, su único hijo mayor. Él
iba a quedarse en Londres durante el fin de semana; cogería el último tren a
Bradford la noche del domingo y llegaría justo a la hora de acostarse. Como se
iba a quedar en casa después de que nosotros nos fuéramos, mamá quería darle
instrucciones.
Y despedirse de él.
Aunque sospechaba que era más
bien lo segundo que lo primero. No teníamos tiempo que perder. Yo todavía no
había terminado mi maleta (quería que Scott se levantara para prestarme la
sudadera con la que se había quedado dormido), Shasha ni siquiera la había
empezado, y Duna estaba correteando por casa, deseando que nos fuéramos para
ver cuanto antes a nuestros primos, sus mejores compañeros de juegos.
Mamá asintió con la cabeza por
fin, y las tres saltamos sobre la cama de Scott.
-¡SCOTT!-gritamos Shasha y yo,
tumbándonos sobre nuestro hermano y sacudiéndolo, pero ni por esas conseguimos
arrancarle más que un murmullo.
-Putas crías…
Mamá puso los ojos en blanco y se
colocó a los pies de la cama, asistiendo a la matanza del mayor de su prole.
Duna se metió en la cama con Scott y empezó a mordisquearle las mejillas,
mientras yo daba saltos sobre la cama, con cuidado de no chocarme con él.
-¡Despierta, Scott,
despierta!-gritaba Shasha, y Scott se dio la vuelta y nos enseñó el dedo
corazón.
-Dejadme en paz.
-Vale ya, chicas, gracias.
Shasha y yo nos bajamos de la
cama mientras Scott se incorporaba lo suficiente como para quedar casi sentado
dentro de las mantas. Bostezó sonoramente y se frotó la cara. Duna se metió en
el hueco que había entre su cuerpo y la cama y sonrió cuando él se la quedó
mirando. Se echó a reír cuando nuestro hermano le hizo cosquillas.
-Hola, peque.
-Voy a preparar ya la comida.
¿Vas a desayunar?
Scott miró a mamá, asintió con la
cabeza y se rascó el costado.
-¿A qué hora os vais?
-Después de comer. Es un viaje
largo.
Scott asintió con la cabeza y
miró en derredor. Sus ojos se clavaron en mí, y parpadeó, desconfiado, cuando
esbocé una sonrisa radiante para seducirlo. Se tocó el cuello de la sudadera
roja de Deadpool y yo asentí con la cabeza.
-Luego te la doy.
-¡Genial!-respondí, y me abracé a
su cuello y le di un beso en los labios.
-Te dejamos que
descanses-sentenció mamá, y con esas simples palabras y el asentimiento de
Scott, salimos de la habitación y cada cual se fue a ocuparse de sus asuntos.
Mamá tuvo que gritarle una vez más a Shasha para que hiciera su maleta y yo me
metí en mi habitación. Con música puesta, recogí mi móvil y me senté sobre mi
pie en la cama, rezando en silencio para que una notificación me atravesara la
pantalla cuando la encendiera.
No hubo suerte. Alec todavía
debía de estar durmiendo, porque aún no había contestado a mi mensaje. Entré en
la conversación con él y comprobé que no había respondido a mi pulla, justo
después de aquel testamento kilométrico con el que se había despedido de mí. Me
quedé mirando la a que aparecía en
bucle como si se hubiera quedado dormido tecleándola, de la forma en la que
sólo un teléfono puede quedarse pillado y empezar a funcionar como loco,
actuando como si fuera un teclado físico y no táctil.
Me mordisqueé el labio y tuve que
decirme a mí misma que no tenía ningún derecho a despertarlo, pero la tentación
de llamarlo por teléfono y escuchar su voz una vez más era demasiado grande.
Por suerte para él y para la
estabilidad de nuestra relación, un mensaje entrante apareció en la parte
superior de la pantalla, ocultando por un momento el nombre de Alec y su cara.
Toqué en el nombre de Amoke y leí lo que me había escrito.
Ya
estoy en pie ☺
Y
yo que me alegro, Momo.
Y adivina con quién me
encontré ayer 😉
Sonreí, mirando mi teléfono.
Con
mi hermano, seguro.
Caliente, caliente. Bueno,
sí, tu hermano también. Vi a Alec.
¿Y
qué tal?
Estaba súper borracho. Me
sorprendió que nos reconociera, la verdad.
😂 ¿Por qué no iba a
reconocerte?
No sé. Los tíos son raros, ya
sabes.
El caso es que me preguntó
por ti.
Rodé en la cama hasta quedar
tumbada sobre mi vientre y sonreí.
¿De
veras? ¿Qué te dijo?
Dijo que si estábamos
nosotras aquí, también deberías estarlo tú. Parecía bastante interesado en
verte.
No
me extraña 😉
Jjajajaja, ¿qué hicisteis
ayer? Nos preguntó si nos habías dicho que le habías visto, y yo le dije que
sí, pero la cosa fue más allá. Está claro
que hicisteis algo más que coincidir.
Sí,
vi a Alec.
Eso ya me lo habías dicho.
Varias
veces.
Me senté de nuevo sobre mi pie y
me mordí el labio mientras contemplaba cómo Amoke escribía. Su nombre
acompañado de tres puntos que se hinchaban y menguaban a medida que pasaban los
segundos.
Oh.
Solté una carcajada al ver su
respuesta y me tumbé de nuevo en la cama, pensando en lo que había pasado ayer.
¿De veras?
Pasamos
tiempo juntos. No quería decírtelo porque quería contártelo en persona, pero…
estuvimos toda la tarde juntos ☺
¡Qué genial! ¿Y le has
contado eso?
¿El
qué?
Ya sabes, lo que descubriste
con Hugo.
¡No!
Ni loca.
Una pregunta inocente, ¿acaso
eres lerda, Sabrae?
Me mordí el labio de nuevo,
conteniendo la risa, y me preparé para soltar el bombazo.
Es
que estaba demasiado ocupada metiéndome su polla hasta los riñones.
No
esperé a darle margen para que me contestara. Bloqueé el teléfono y lo coloqué
sobre mi escritorio mientras recogía las cosas para el viaje en coche. Ya tenía
la ropa lista, pero los objetos más personales, aquellos con los que me
entretendría, todavía estaban desperdigados por mi habitación.
Los timbrazos de los mensajes que
Amoke me enviaba, intentando sin éxito que yo contestara y le diera más
detalles, hacían las veces de base musical para las canciones que se iban
sucediendo. Cuando empezó a sonar The Weeknd, yo me quedé quieta en mi
habitación un momento, disfrutando de los recuerdos que la música me traía. Mi
vista se paseó por mi habitación como lo hacían las manos de Alec mientras
bailábamos Often, y cuando topé con
la rosa amarilla que había dejado sobre mi escritorio, sonreí. La recogí y me
senté en la silla giratoria, me la llevé a la nariz, cerré los ojos y e inhalé
su tenue perfume.
Su aroma me catapultó de vuelta a
la noche pasada, con los dedos de Alec acariciándome la mandíbula, sus ojos
conectados con los míos, haciéndome promesas que su boca todavía no osaba
hacer. Recordé la presión de su boca sobre la mía, la calidez de su lengua
rodeando la mía. Me apeteces.
Me dejé la flor un momento en el regazo y volví a recoger el
móvil, a pesar de que sabía que él no me había contestado aún. No había sonado
su tono de mensaje.
Dejé la rosa de nuevo en el
escritorio, junto a mis libros, y terminé de preparar la mochila. Justo había
vuelto a recogerla cuando escuché a alguien subir las escaleras a toda
velocidad. Dos segundos después, Amoke aparecía por la puerta de mi habitación.
-¿Cómo te atreves a dejarme en
leído?
Solté un grito por la impresión
al verla y luego me eché a reír cuando se abalanzó sobre mí. Comprobé que se
había estado pintando las uñas, y que dos de ellas tenían la laca corrida de la
prisa con la que había venido a verme.
-¡Ahora mismo me estás contando
todos los detalles jugosos de lo que hicisteis tú y ese semental ayer por la
tarde!
-¡Baja la voz, Momo! ¡Te van a
oír!-le tapé la boca y ella me mordió. Se sentó en la cama, dio un par de
palmadas en el aire, y alzó las cejas, esperando a que empezara a hablar.
-Ayer tuvimos sexo-revelé, y
Amoke soltó un admirado “¡uuh!” que edulcoró con una sonrisa cargada de
intención. Hundí los hombros, me mordí el labio y levanté la cara hacia el
cielo, recordando el placer que había sentido teniéndolo de nuevo entre mis
piernas, haciéndome gozar como no lo había hecho nunca. Puede que fuera lo
mucho que le echaba de menos o el morbo de estar haciendo algo rayano en lo prohibido,
pero el caso es que jamás me había sentido tan bien portándome así de mal-.
Madre mía, no te imaginas lo mucho que me hizo disfrutar, Momo. Lo hicimos como
animales. Como si estuviéramos en celo. Estábamos en el parque, los dos solos,
nos llovía encima y a él le bajaba el agua por la cara, y yo no podía parar de
necesitarlo… estaba tan excitada que ni siquiera me hizo daño, y mira que es
súper grande.
-Espera, espera, ¿cómo que
estabais en el parque? ¿Qué hacíais en el parque? ¡Creí que habíais ido a su
casa!
-Qué va. No nos habría dado
tiempo a ir a su casa. Ni venir a la mía. Ni siquiera…-me mordí el labio y me
eché a reír, ocultando la sonrisa tras mi mano. Amoke frunció el ceño.
-Ni siquiera, ¿qué?
-Ni siquiera teníamos
preservativo.
Amoke puso los ojos como platos.
Abrió la boca, la cerró, y la volvió a abrir.
-Eh… Sabrae…
-No pasa nada. Tomamos
precauciones.
-¿Qué clase de precauciones?
-No llegó a correrse.
-Pero eso no tiene nada que ver.
-A ver, Momo, es imposible que me
deje embarazada. No llegó a correrse de ninguna forma. Ni mientras lo hacíamos,
ni después. No me dejó tocarlo ni chupársela ni…
-Puedes quedarte embarazada
aunque él no se corra.
El invierno se apoderó de mi
pecho al escuchar las palabras de mi amiga. A pesar de que no tenía ningún
sentido, un terror irracional se instaló en mi interior. Vale que yo misma
había fantaseado con cómo serían nuestros hijos si se daba la casualidad de que
él se convertía en el padre de los niños que salieran de mi vientre, pero una cosa
era pensar eso en un momento en el que estás profundamente enamorada y
regodeándote en ese sentimiento, y otra muy diferente era que quisiera ser
madre ya.
Por mucho que tuviera claro que
quería tener hijos en un futuro, no estaba preparada ni dispuesta a tener hijos
aún. Mi deseo de ser madre era algo etéreo, intangible. No quería verme
limitada en mi temprana edad adulta por un bebé, imagínate en mi adolescencia.
-Eso no es posible-respondí,
tozuda, pero Amoke parpadeó.
-En el líquido preseminal puede
haber espermatozoides. ¿Es que no prestas atención en las clases de biología?
-Yo… yo…
-¿No se lo has dicho a tu madre?
-¿Cómo se lo voy a decir a mi
madre, Amoke? ¿Eres tonta? He tenido sexo sin protección, justo lo que ella me
tenía más prohibido. Se supone que siempre tengo que hacerlo con condón porque
así se elimina el peligro de que pasen accidentes, y aun así suceden…-señalé
instintivamente a la pared que compartía con la habitación de Scott, y Amoke se
volvió.
-Bueno, tampoco tiene que cundir
el pánico. No creo que pase nada, tendrías que tener muy mala suerte para
quedarte embarazada. Y si no, siempre puedes abortar, aunque ahí sí que
tendrías que contárselo a tus padres-meditó-. Pero te puedes inventar que
usasteis preservativo igual y que se os ha debido de romper.
-¡No pienso abortar, Amoke!
¿Sabes cómo se practican los abortos? ¡Te meten una aspiradora dentro! No
quiero que me metan una aspiradora en el chichi-siseé-, ¿tienes idea de lo
grandes que deben de ser?
Amoke me miró de lado.
-Una aspiradora no, ¿eh? Pero una
polla de quince centímetros, bien que te entra.
Me envaré en la silla mientras
Momo sonreía, satisfecha con la forma en que me había hecho callar. Me crucé de
brazos e hice un mohín, y miré la rosa amarilla.
-Son más de quince
centímetros-espeté, tozuda, porque pude que estuviéramos hablando de cosas muy
serias, y puede que la cabeza me estuviera dando vueltas ante la posibilidad de
que hubiera algo en mi interior,
corriendo a intentar fecundarme-. Incluso puede que sean más de veinte.
Amoke se echó a reír, y me hizo
sitio en la cama cuando fui a sentarme a su lado.
-Te has puesto pálida, Saab.
-¿Cómo he podido ser tan
estúpida, Momo? No voy a poder mirar a mis padres a la cara nunca más. Con todo
lo que ellos me han insistido…
-Eh, ¿te piensas que esto no le
pasa a la gente normal? Venga, Saab, que te has tirado a un chico sin
protección, ni que hubieras matado a alguien-me dio un toquecito en el hombro-.
Tiene fácil solución. Podemos… quizá si hablamos con Layla, la que estudia
medicina, pueda conseguirnos la píldora y tu madre no tiene por qué enterarse.
Su última frase me laceró las
entrañas como una espada helada. Su mordisco gélido hizo que me quedara sin
respiración un momento.
Luego, me eché a llorar. Me tapé
la cara con las manos y dejé que las lágrimas se deslizaran por mi rostro
mientras me deshacía en sollozos. Momo se puso tensa a mi lado, me abrazó
rápidamente y me dio un beso en la cabeza.
-Saab, ¿qué te pasa? Tiene
arreglo, no te preocupes, no va a pasar nada.
Había sido una estúpida. No
debería haber dejado que Alec me convenciera para parar. Una vez habíamos
empezado, lo justo era que ambos llegásemos hasta el final. ¿Cómo había podido
ser tan tonta? Por supuesto que podía quedarme embarazada si él hacía la marcha
atrás; si de verdad funcionara, no habría tantos embarazos adolescentes como
efectivamente los había. Casi nadie utilizaría condones, ni otros
anticonceptivos, si todo era tan fácil como sacar la polla antes de que ésta se
pusiera a expulsar semen.
Él se había sacrificado por mí,
había puesto mi bienestar por encima de su placer, y todo había sido en vano.
Sentía que le había traicionado en cierta manera por considerar siquiera
recurrir a la píldora, pero sabía que no tenía otra opción. No dormiría bien
por las noches hasta que me viniera la regla, y me tocaba en unas semanas.
Necesitaba estar tranquila, disfrutar de mis vacaciones, estar con mi familia y
pasármelo bien con mis primos, adorar a los recién nacidos sin pensar en que
puede que hubiera un proyecto de bebé en mi interior.
Y no quería mentirles a mis
padres. Me habían dado la suficiente libertad como para que yo pudiera madurar
y tomar decisiones por mí misma, siguiendo lo que yo creía que era mi propio
camino a la felicidad. Ellos no se lo merecían, y la confianza que habían
depositado en mí debía ser recíproca. ¿Cómo iban a fiarse de mí si yo no me
fiaba de ellos? ¿Cómo iba yo a ser libre si no era capaz de pedir ayuda cuando
tenía un problema que se me venía grande?
-No quiero que mis padres se
sientan decepcionados por tener una hija tan tonta-expliqué, y Amoke chasqueó
la lengua.
-Cariño, no eres tonta. Es
perfectamente normal lo que te ha pasado. ¿Crees que yo no tuve momentos con
Nathan bastante subiditos de tono? Probablemente lo hubiéramos hecho un par de
veces sin protección también de no estar sus padres en casa. La diferencia
entre tú y yo es que yo nunca me vi sola con el chico que me gusta sin tener
condones a mano, pero estoy segura de que yo habría reaccionado exactamente
igual que tú. A tus padres no les va a hacer gracia, eso es evidente-aceptó-,
pero no creo que se lo tomen tan mal como tú piensas. Yo creo que se molestarán
un poco porque has hecho una tontería, pero te ayudarán a solucionarlo. Son tus
padres. Son muy enrollados.
-Precisamente porque son
enrollados, Momo. No quiero que dejen de serlo porque he cometido una
estupidez.
Amoke se puso en pie, se limpió
las manos contra la tela de los vaqueros, y me la tendió.
-Ven. Vamos a decírselo. Yo
estaré contigo, como siempre.
Me quedé mirando su mano, surcada
por las líneas que se suponía que regirían su vida. En ningún sitio ponía que
Amoke fuera la mejor del mundo, pero yo tampoco necesitaba leerlo para saber
que era así. Sorbí por la nariz, asentí con la cabeza y acepté la mano que
había estirado. Estrechó la mía con fuerza, me limpió las lágrimas, me dio un
beso en la punta de la nariz y me llevó fuera de mi habitación. Bajamos juntas
las escaleras y abrimos la puerta de la cocina. El sonido de la comida haciéndose
y los utensilios chocando unos con otros mientras mamá se afanaba con ellos me
tranquilizó un poco.
Me recordó que estaba en casa,
que nada podía hacerme daño en esas cuatro paredes.
-Sher, ¿está Zayn?
Mamá se volvió para mirarnos a
ambas, sorprendida. Amoke nunca le había pedido ver a mi padre; cada vez que
acudíamos las dos en pareja a ella, era porque necesitábamos consejo sobre un
tema en el que papá o no estaba versado, o era directamente el enemigo.
-Lo prefiero así-le susurré a
Momo, que me miró un momento y me respondió en el mismo tono:
-Pero seguro que se lo cuenta a
tu padre, y así será más fácil que no se enfade con Alec y contigo. Porque
estoy segura de que se va a enfadar.
-¿Tú crees?-musité, sintiendo que
mi estómago se encogía. No quería que papá se enfadara conmigo, y mucho menos
con Alec. Él me había comentado el respeto que había empezado a cogerle, y eso
que papá no estaba siendo nada hostil con Alec. Le había visto ser hostil con
otra gente, y bajo ninguna circunstancia quería que lo fuera con mi chico.
-¿Para qué lo queréis? ¿Y por qué
cuchicheáis tanto?
-Es que Sabrae tiene algo que
comentaros, Sher-explicó Amoke, conciliadora, agarrándome del brazo y
colgándome de ella. Era mi pilar, mi roca, la estrella que guiaría mi camino
cuando me adentrara en el mar y perdiera la referencia incalculable de la
costa.
-Ah. De acuerdo. Dejadme un
momento…-toqueteó algo en la vitrocerámica y nos miró a continuación, con los
brazos en jarras-. ¿Qué pasa, amor?
-Es que… tengo algo que decirte.
Pero, por favor, no te enfades, mamá. Y no se lo digas a papá.
-¿Enfadarme? ¿Decírselo a papá?
Pero, ¿qué te ha pasado, Sabrae?
-No quiero que te molestes
conmigo. No lo he hecho a propósito. Ha sido sin pensar-vadeé el pantano de lo
que había sucedido y lo que podía sucederme con cuidado, deseando que no
hubiera ningún tipo de bicho a punto de devorarme oculto entre el fango-. Y si
papá se entera…
-¿Enterarme de qué?-inquirió una
voz a mi espalda y yo no me atreví a girarme. No hizo falta, de todas formas.
Mientras yo prácticamente le clavaba las uñas en el antebrazo a Amoke, papá
apareció por el borde de mi campo de visión y nos rodeó para establecer
contacto visual conmigo. Me relamí los labios, sintiendo cómo una fina película
de sudor se me formaba en la frente y una gota descendía por mi columna
vertebral, y rehuí su mirada.
-Bueno, ya que está aquí, no voy
a poder ocultarle nada. ¿Qué te pasa, hija?
-¿Me prometéis que no os
enfadaréis?
-Depende de lo que hayas hecho,
Sabrae-contestó papá, apoyándose en uno de los taburetes redondos de cuero de
la cocina. Subió un pie a la barra que lo rodeaba mientras el otro seguía
apoyado en el suelo, y, con las manos entrelazas en la rodilla, me atravesó con
una mirada oscura, severa pero a la vez tremendamente comprensiva.
Algo de él se intuía lo que iba a
decirle. Y todo él estaba convencido de que tenía que ver con Alec.
Mamá se puso al lado de su
marido, la mano apoyada sobre el mármol de la isla donde tantas y tantas veces
habíamos derramado harina para hacer el postre de cada fin de semana. Papá la
miró de reojo, ajustándose a su posición como un satélite lo haría a su
planeta.
-Veréis, es que… ayer estuve con
Alec, y…-empecé a frotarme las manos, nerviosa, y miré a Amoke en busca de
ayuda.
-No es nada grave-aseguró mi
amiga, y yo tragué saliva, intentando deshacer el nudo que se me había formado
en la garganta, pero lo único que conseguí fue atragantarme aún más.
-Pues perdonad, chicas, pero no
lo parece-comentó mamá mientras papá esperaba en silencio, cada vez más y más
tenso. Todo su cuerpo estaba en alerta máxima, como si fuera una gacela en la
sabana a la que el viento le había traído el olor del guepardo agazapado entre
la hierba-. Ayer estuviste con Alec, lo sabemos, ¿y qué?
-Veréis, la razón de que
tardáramos tanto en venir… aparte de porque nos cogió la tormenta… es que…
Me quedé callada de nuevo. La
valentía siempre había sido uno de mis puntos fuertes, pero ahora me veía
totalmente privada de esa virtud. Por mi mente no hacían más que deslizarse
pensamientos negativos: me castigarían, me impondrían un toque de queda, me
prohibirían salir, me impedirían estar con él. Harían todo lo posible por
separarme de él, y si me separaban de Alec, me separarían de una parte de mí
misma que aún no había terminado de descubrir.
Pero lo poco que había visto de
esa parte era más que suficiente como para saber que era mi preferida de todas
las que me conformaban. Si yo estuviera compuesta de vidrieras, la parte de mí
que estaba diseñada por Alec sería el rosetón de una catedral.
-¿… es que?-animó papá, quizá un
poco conmovido por lo mucho que me estaba costando sincerarme. Noté que se me
llenaban los ojos de lágrimas, poniéndome en el peor escenario, y sorbí por la
nariz, parpadeando deprisa para impedir que se derramaran.
Me sentía fatal por lo que había
hecho, fatal por haber sido tan boba, fatal por haber privado a Alec de una
parte tan importante de nuestra relación, y fatal por pensar tan mal de mis
padres. Separarme de él no era propio de ellos. Mi angustia no debía dominarme.
Claro que decirse a una misma que
todo irá bien no quiere decir que una se lo crea. Cuando la noche es más oscura
no se suele pensar que está a punto de venir el amanecer, sino que los
monstruos campan a sus anchas, más fuertes y fieros que nunca.
-Mantuvimos relaciones-expliqué,
y mis padres se miraron un momento. Papá se mordisqueó el labio exactamente de
la misma forma que lo hacía Scott con su piercing, y mamá le puso una mano en
el hombro. Yo no lo sabía, pero los dos acababan de deducir juntos, mirándose a
los ojos, con su conexión telepática, que lo que había pasado con Alec era
grave. Y no habían necesitado ni un nanosegundo para decidir que me apoyarían
en lo que fuera.
-Pero eso ya lo hacíais antes…-me
animó mamá, y yo noté cómo las lágrimas me ardían en las mejillas. Tanto mi
madre como mi padre se pusieron rígidos al verme así, pero yo no podía impedir
que se deslizaran por mi piel. Me sentía como un minúsculo embalse a plena
capacidad en la montaña, cuando una tormenta de verano descargaba con fuerza
sobre las cumbres, derritiendo la nieve y haciendo que yo estuviera al borde
del colapso.
-Pero es que esta vez no…
tomamos… precauciones.
Mamá parpadeó, estupefacta. Su
reacción fue muchísimo más comedida que la de papá.
Papá directamente se levantó de
su asiento, rodeó a mi madre y también la isla, en un intento por distanciarse
de mí y poder pensar con claridad. Se pasó una mano por el pelo, reflexionando,
mientras caminaba por la cocina como un animal enjaulado. Como el tigre que
tenía tatuado en el brazo, por ejemplo.
-Zayn…-advirtió mamá, mirándolo
por encima del hombro, pero papá la ignoró. Puso ambas manos sobre la isla,
bien separadas, y asintió con la cabeza, digiriendo la información que acababa
de proporcionarle.
-Voy a hacerte una pregunta y
quiero que seas muy sincera conmigo, Sabrae. Ni se te ocurra mentirme para
protegerle, ¿de acuerdo?-su mirada era dura y tremendamente oscura, nada
parecido a su forma de mirarme habitual. No estaba siendo el papá amantísimo
que yo había conocido a lo largo de mi vida, sino el padre más que dispuesto a
meter a una hija descarriada en vereda. Fuera lo que fuera lo que estuviera a
punto de preguntarme, me dolería. Tanto por su tono, como por la pregunta en
sí, como por lo visceralmente honesta que aquellos ojos me obligaban a ser-.
¿Te obligó él?
Me lo quedé mirando,
impresionada. Noté cómo Amoke cambiaba el peso de su cuerpo de un lado a otro,
como si creyera a Alec realmente capaz de una cosa así.
Hace poco más de un mes le creerías capaz de cosas mucho peores, me
recordó una voz hiriente en el fondo de mi conciencia. Me vi obligada a
responderle que yo, hace poco más de un mes, no conocía a Alec.
Ver a una persona todos los días
no es conocerla. Por mucho que tú creas que es así.
-¿Qué? ¡No!
-Sabrae-bufó papá, paciente-. No
estarás intentando engañarme, ¿verdad?
-¡No! ¡Alec no es capaz de una
cosa así! ¡Le conocéis! Le conocéis, mamá-me volví hacia ella, que permanecía
callada, con el puño cerrado colocado en su mejilla, como si el jersey que
llevaba puesto tuviera la clave de la situación en la que yo me encontrara y
con su piel pudiera descifrarla-. Él es bueno. Es bueno, papá.
-Los chicos buenos no obligan a
las chicas a hacer cosas que no quieren.
-¡Él no me obligó a nada! ¡Es
más, insistió en que no lo hiciéramos!-insistí, desesperada. Mi grito resonó
por toda la cocina cuando hablé más de la cuenta, pero así era mi forma de
querer: lo hacía con la intensidad de un huracán. Cuando alguien me importaba,
no permitía que nadie le hiciera daño: ni a esa persona, ni a la imagen que yo
tenía de ella.
Alec me juraría una y mil veces a
lo largo de los años que moriría por mí sin pensárselo dos veces. Lo que él no
sabía era que no haría falta: mataría con mis propias manos a todo aquel que
intentara hacerle daño. Fuera una persona o fueran mil millones.
-¡Fui yo la que quiso seguir
adelante y hacerlo sin protección!-añadí, y papá frunció el ceño, estupefacto.
Mamá separó el puño de su cara y se me quedó mirando sin entender.
-¿Por qué harías una tontería
semejante?
-Yo… es que… yo…
-Sabrae Gugulethu Malik-instó mi
madre, y Amoke me soltó y dio un paso atrás, comprendiendo que o se apartaba o
sería un daño colateral más. No puedo decir que su gesto me gustara, pero yo la
entendía. A veces era mejor una retirada a tiempo que luchar una batalla
perdida.
Siendo una espectadora y dejando
que yo me enfrentara sola a los leones, podría curar después mis heridas.
-En esta casa tenemos unos
valores muy claros con respecto a lo que hacemos. En temas de sexo, debes tener
dos cosas muy presentes: sólo sí significa sí, y el único sexo que puedes
mantener es con protección. ¿He sido clara?
Asentí con la cabeza.
-Tu padre y yo siempre hemos
tenido bien claro que os daríamos a tus hermanos y a ti la libertad que os
merecierais, atendiendo a los valores que os estamos inculcando. ¿No lo tienes
siempre presente?
Volví a asentir, avergonzada.
-Bien, entonces, te lo preguntaré
una vez más: ¿por qué has decidido desobedecernos a tu padre y a mí?
-Es que… yo…
-Piensa muy bien lo que vas a
decir a continuación, señorita-urgió mi padre, y yo me lo quedé mirando. Me
escocían los ojos.
-Hacía semanas que no estaba con
él, y que no le veía, y… estaba tan guapo… y me había tratado tan bien durante
toda la tarde… y yo le echaba mucho de menos… y estábamos muy juntos… así que…
-Así que te lo follaste sin
más-papá se encogió de hombros-. ¡Hala! ¡A lo loco!
-Tengo apetito sexual-me defendí,
y mamá se volvió a mi padre.
-No estás siendo justo con ella
en ese sentido, Zayn. Lo malo no es que sienta deseos, lo malo es que no sepa
valorar si es más importante estar segura a satisfecha sexualmente.
-No he hecho nada que mamá no
haya hecho en otra ocasión-ataqué.
-No le hables en ese tono a tu
padre-espetó mamá.
-La diferencia es que tu madre
era una mujer adulta, y tú eres apenas una niña. Y sí, yo también estoy
hablando de cuando la dejé embarazada de Scott.
Abrí la boca para contestar a la
defensiva. Ahora que había encontrado una fuente de temeridad, tenía pensado
beber de ella hasta saciarme. Quizás me ahogara en el camino, pero no me
importaba.
-¡Basta!-me interrumpió mamá-. No
te equivoques, Sabrae: esto no es un debate político de los que ves a veces en
la tele. No estás en posición de igualdad. Somos…
-Los conservadores tampoco, y
bien que les dan los mismos minutos-soltó papá, y Amoke rió por lo bajo. Mamá
se volvió hacia él.
-¿Quieres dormir en el sofá el
resto del año? ¡Cierra la boca, Zayn!
Papá agachó la cabeza con
sumisión y mamá se atusó el pelo.
-¿Por dónde iba…? Ah, sí. Somos
tus padres, Sabrae. Nos debes un respeto. ¿Encima de ponerte a hacer el canelo
con un chico, te crees que estás en posición de respondernos?
-Lo siento, es que… no quiero que
os enfadéis conmigo, mamá. He estado hablándolo con Amoke, y… bueno, voy a
tomar la píldora.
-Oh, por supuesto que vas a tomar la píldora, señorita. Puedes apostarte
la cabeza a que sí.
-Y, si se da el remoto caso de que no
funcione…
-Que puede pasar…-comentó papá,
mirándose las manos. Mamá se volvió hacia él y lo fulminó con la mirada-. ¿Qué?
La prueba viviente de que no es un método infalible está arriba, roncando como
una moto.
-Debería haberte cogido todo el
dinero que pudiera cuando te encontré y haberme largado a vivir bien con
Scott-se masajeó las sienes y papá sonrió.
-Pero no pudiste porque te
acordabas de que follaba muy bien.
-No, no pude porque la primera
mañana que me desperté en tu casa ya te tenía cariño. Y ya sabes cómo soy
cuando me encariño con las personas.
-Oh, gatita…-sonrió papá,
acercándose a ella, rodeándole la cintura y dándole un beso en la mejilla.
-Esto… no es por interrumpir el
momento conyugal (que, por cierto, ha sido muy mono), pero si mal no recuerdo,
le estabais echando la bronca a Sabrae.
-¡AMOKE!-protesté, cruzándome de
brazos.
-¡Es que no quiero que se queme
la comida!-se excusó mi mejor amiga.
Cuando mamá se volvió para
mirarme, tenía todavía las manos de papá en la cintura.
-Te diré lo que haremos, Sabrae:
dejaremos la comida en manos de tu padre e iremos ahora mismo al médico para
que te recete la píldora. Y, de paso, pediremos cita con el ginecólogo.
-Con el ginecólogo, ¿para qué?
Mamá frunció el ceño.
-Pues, ¡para que mire si estás
sana, por supuesto!
-No quiero tener prejuicios ni
nada del estilo porque bien sabe Dios que yo me pegué la vida que se está
pegando Alec todo el tiempo que pude, pero… cuando estás con muchas chicas,
tienes muchas papeletas de que se te termine pegando algo. Y que se lo pasarás
a otra persona es casi seguro.
-¿Estabas limpio cuando te
acostaste conmigo?-le preguntó mamá, mirando al techo. Papá hizo una mueca.
-Sinceramente, Sher, no tengo ni
puta idea. Que haya llegado a los cuarenta años y no se me haya caído el rabo a
cachos me parece un jodido milagro.
Amoke y yo nos echamos a reír,
mamá esbozó una sonrisa.
-Eres más tonto… bueno. El caso
es que tenemos que asegurarnos de que esté todo en orden, ¿de acuerdo, Sabrae?
Quizá deberíamos posponer el viaje-le comentó a papá-, por si consigo una cita
urgente…
-No hay necesidad. Duna tiene
muchísimas ganas de ir a Bradford. Puedo tomarme la píldora en cualquier
momento.
-No lo digo por la píldora, lo
digo por la revisión. Me preocupa más eso que la posibilidad de que puedas
estar embarazada-aclaró mamá, y papá asintió con la cabeza.
-¿Es en serio?
-Pues claro que sí, hija. Un
embarazo no deseado tiene muy fácil solución. En cambio, una enfermedad de
transmisión sexual…-chasqueó la lengua y negó con la cabeza.
-Espera, ¿lo que más os molesta
es que haya estado con Alec sin condón porque me podía pegar algo, y no por si
me dejaba embarazada?
Mis padres se miraron un segundo,
no comprendiendo mi pregunta, y a continuación asintieron con la cabeza.
-Pues claro, pequeña. ¿Qué te
pensabas?
-Que la idea de que os fuera a
hacer abuelos os aterrorizaba.
-¿Puedo ser sincero con vosotras,
chicas? Y prometedme que no se lo diréis a nadie. Especialmente a Scott-papá
esperó a que Amoke y yo nos mirásemos y asintiéramos-. El día que Scott entre
por esa puerta-señaló la de la calle- con un bebé en brazos y nos diga que es
hijo suyo… voy a fingir que me sorprende. Incluso estoy tomando clases de
interpretación para cuando llegue el momento.
-Zayn-mamá se echó a reír.
-¿Qué, Sher? Mira al chaval. Es
guapo e inconsciente, la combinación perfecta para ser padre antes de los 20.
-Tú también eras guapo e
inconsciente antes de los 20-mamá le dio un beso en la mejilla.
-¿Cómo sabemos que no tengo un
medio hermano por ahí?-puse los brazos en jarras y alcé las cejas.
-Su madre me habría pedido
dinero.
-Y tú se lo darías-mamá le dio
una palmada en el pecho y papá hizo una mueca.
-¡Discúlpame! Si quieres seguir
adelante con tu embarazo, no es mi problema.
-Perdona, machito, pero las
mujeres no nos quedamos embarazadas por obra y gracia del espíritu santo.
Necesitamos un hombre para conseguirlo, y créeme si te digo que me encargaría
personalmente de que te ocuparas de tus hijos bastardos.
-¿“Personalmente”? ¿Es que acaso
irías contra mí en un juicio?
-Y lo haría gratis-reveló mamá,
poniéndose de puntillas y esbozando una sonrisa radiante.
-¿Por lo mucho que te gusta
discutir conmigo?-preguntó papá, y mamá asintió con la cabeza, todavía su
sonrisa en los labios-. Mira, Sherezade, eres una mala persona. Si no fueras la
madre de mis hijos y estuviera tan locamente enamorado de ti, me habría largado
hace años.
-Ahí tienes la puerta; la mitad
de la casa es mía y yo me quedaría con los niños.
-Sí, claro, que te crees tú que
te voy a dejar a los niños-protestó papá.
-Vale, venga: a Sabrae te la
quedas tú, que está en una edad un poco conflictiva.
-¡Yo no estoy en una edad
conflictiva! Me porto muy bien.
-Te portas muy bien con
Alec-soltó papá-, con nosotros ya no tanto. A él le das lo que él más quiere y
a nosotros nos desobedeces y nos contestas.
-No le doy lo que él más quiere.
Ni siquiera terminó.
Papá y mamá intercambiaron una
mirada.
-Es tonto-decidieron al unísono,
y yo levanté las manos.
-¡No es tonto, se preocupa por
mí!
-Si se preocupara por ti no
habría hecho nada contigo. Antes de llover, chispea, Sabrae-replicó papá.
-A la vuelta de vacaciones pienso
exigir en el instituto que aumenten las horas de las charlas de sexología. Me
parece de coña que un chaval de 17 años piense que la marcha atrás sirve para
algo.
-Pero, si no ha llegado a
correrse, ¿no estaría yo a salvo de que me pasara nada?
-No-sentenció mamá, y le dio un
toquecito en el hombro a papá-. Me la llevo al médico, ¿te ocupas tú de la
comida?
Papá asintió con la cabeza, le
dio un pico a mamá y se inclinó sobre las ollas.
-Huele bien.
-No me hagas la pelota, Zayn, que
de Londres vas a salir tú.
-Estoy hasta los huevos de esta
familia; mando menos que la cobaya que le robaste a tu compañera de piso cuando
te viniste a vivir conmigo.
-A Don Peludo lo dejas fuera de
la conversación, que no ha hecho nada malo. Venga, Sabrae, vete a cambiarte,
que nos vamos. ¿Te quedas a comer, Momo?
-¿Puedo?
-Claro que sí, bonita.
Empezamos a subir las escaleras y
papá salió tras nosotras.
-Hija-me volví-. Prométeme que no
vas a volver a hacer una gilipollez semejante. Por muy excitada que estés.
Prométemelo.
Asentí con la cabeza.
-Y si Alec se pone pesado, le
sueltas un tortazo.
-No necesita que le des ese
consejo-rió Amoke, y yo la fulminé con la mirada.
Abrí la puerta de mi habitación y
empecé a sacar la ropa que tenía pensado llevar durante el viaje del armario.
Mamá se apoyó en el marco de la puerta.
-Lo que has hecho es una
irresponsabilidad como una casa, Sabrae-me recriminó, y yo me oculté tras el jersey
que había rescatado, como si estuviera desnuda y quisiera cubrirme.
-Lo siento, mamá.
-Ni se te ocurra volver a hacer
una cosa así, ¿estamos? Si te apetece tener sexo, adelante, pero siempre
tomando precauciones.
-Si las habríamos tomado, mamá, de
verdad, es sólo que… no teníamos a mano.
-¿Y por qué no teníais?
-Pues… porque no, mamá.
Ella parpadeó un instante,
decidiendo si seguir adelante o no.
-Bien, cogeremos una caja de
preservativos de la que volvemos del médico. Y quiero que lleves uno siempre
encima, por si las moscas. Y, por favor, Sabrae… cuando se te terminen… dímelo.
-Es que yo no los llevo
encima-contesté, roja de vergüenza-. Siempre los pone Alec. Él es quien los
lleva.
-¿No eres feminista?
-¿Qué tiene eso que…?
-El feminismo nos enseña que no
necesitamos depender de ningún hombre, para absolutamente nada. ¿Eres feminista
o no, Sabrae?
-Sí.
-Pues lleva tus propios condones,
chica-mamá cerró la puerta de mi habitación para darme más intimidad.
Me volví hacia Amoke, flipando en
colores.
-Tu madre es una jodida leyenda,
¿acaba de relacionar el feminismo con llevar siempre un condón encima?
Me eché a reír y asentí con la
cabeza, quitándome la sudadera de estar por casa y poniéndome el jersey. Un
sonido emitido por mi móvil me interrumpió. Amoke y yo nos miramos un momento.
-¿Es él?-preguntó, y yo asentí.
Me acerqué al móvil y toqué el botón de inicio. Noté cómo el aliento se me
escapaba de la boca al leer la notificación.
Alec me había enviado un
videomensaje.
-Dios mío, ¿me dejas
verlo?-preguntó Amoke, y por toda respuesta, me senté en la cama a su lado y
abrí la conversación con él.
Toqué el pequeño círculo en el
que había empezado a moverse, en silencio, y la reproducción se reinició. Alec estaba
tumbado sobre su costado; se giró para colocarse boca arriba y se frotó la
cara.
No llevaba camiseta.
-Buenos días, lo primero-murmuró,
dejando un momento su brazo sobre sus preciosos ojos. Crucé las piernas al
escuchar su voz ronca de recién levantado, y en ese instante decidí que haría
lo que fuera por despertarme cada mañana escuchándolo hablar así. Lo pondría de
alarma, si era necesario, pero bajo ningún concepto permitiría que otro día mío
empezara sin oír esa voz raspada, sensual, ronca-. Lo segundo… no te he grabado
ningún puñetero vídeo del jodido amanecer-lo único mejor que Alec con su voz
ronca de recién levantado, es Alec diciendo palabrotas con su voz ronca de
recién levantado. Dios mío. Te haría
gemelos hasta que nos salieran impares-, porque no sé si en tu casa tienes
ventanas, bombón, pero mira-se puso en pie y me dejó una vista increíble de sus
abdominales mientras abría algo en el techo de su habitación y escalaba hasta
mostrarme el cielo encapotado de la ciudad. Había nubes que yo misma podía ver,
desde otra perspectiva, por mi ventana-. Ni un solo huequecito entre nubes.
Ugh. Adoro esta ciudad-bufó, sacudiendo la cabeza y echándose a reír. Se tiró
de nuevo en la cama y se pasó una mano por el pelo-. El caso… tengo una resaca
del quince, así que…-hizo una mueca y Amoke y yo nos reímos-. Es una lástima
que te vayas hoy, el sexo va genial para las migrañas-tamborileó con los dedos
sobre su pecho desnudo-. Te voy a echar mucho de menos. Vuelve cuanto antes. O
te petaré el móvil con vídeos borracho. Va en serio, Sabrae-me señaló con el
índice y yo volví a reírme-. Tengo una cámara y no dudaré en utilizarla-se rió,
y no había cosa más adorable que su risa-. Bueno-bufó-. Que tengas un buen
viaje. Habla conmigo, ¿vale? Mándame audios, o vídeos, o llámame y hacemos
Skype. Echo de menos tu voz. Me apeteces-me guiñó el ojo y el vídeo se detuvo
ahí, reiniciando la reproducción en silencio.
Me quedé mirando el pequeño
círculo en el que Alec se movía y hablaba sin decir nada. Momo se quedó
callada, estudiando con aire soñador el vídeo.
-¿Tiene hermanos?
-Sólo a Mimi.
-Pues tenemos que ahorrar para
mandarlo a la Nasa y que lo clonen. Ni de coña te vas a quedar tú sola a un
chico así. Dejaría que me pegara hasta un cáncer.
Me eché a reír y sacudí la
cabeza.
-¿Te quedas hasta que me marche?
Tengo que buscar un vestido para Nochevieja.
-Creía que ya tenías ropa para Nochevieja.
Puse los ojos en blanco.
-Alec va a estar en Nochevieja.
Ni de coña voy a llevar el vestido que compré la semana pasada. Abajo los
cuellos cisne, arriba los escotes y las pulmonías, Momo.
-Yas, bitch!-canturreó Amoke, y las dos nos echamos a reír. Dado que
mis padres no me habían dicho nada de mis compañías, sino de cómo debía estar con
ellas, pensaba disfrutarlas al máximo.
Contaría las horas para volver a Londres
y repetir lo que había hecho la tarde anterior con Alec. ¿Él me decía que yo le
apetecía? Bueno, pues yo me moría de ganas de él. Qué larga se me iba a hacer
esa semana de síndrome de abstinencia.
Suerte que se había inventado el sexting.
Apúntate al fenómeno Sabrae 🍫👑, ¡dale fav a este tweet para que te avise en cuanto suba un nuevo capítulo! ❤🎆
Además, ya tienes disponible la segunda parte de Chasing the Stars, Moonlight, en Amazon. ¡Compra el libro y califícalo en Goodreads! Por cada ejemplar que venda, plantaré un árbol ☺
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Me parece demasiado puto adorable que todavía no sean nada (aunque en verdad lo sean todo) y se traten ya como si fuesen novios. Es que si esto es ahora, yo no me quiero imaginar cuando se declaren o ya se junten,posiblemente muera de una embolia porque no voy a aguantar tanta adorabilidad. En serio, es que me parece tan puto adorablr de que Alec se acordase constantemente de Sabrae de fiesta, no puedo con él. No sé en que posición me deja eso a mí cuando yo borracha de fiesta solo me acuerdo de que Scott está muerto en fin.
ResponderEliminarMención especial a Zayn que me alegra la vida cada vez que abre la boca y suelta una sobrada como una casa.
Es que son tan preciosos, dios mío, me duele el corazón. Acabo de empezar con el siguiente y te juro que aun estando separados siguen estando en plan juntísimos, no puedo con ellos.
EliminarMujer es que Scott es mucho Scott.
Y Zayn también es mucho Zayn, es icónico este hombre