domingo, 14 de marzo de 2021

Serendipia.


¡Toca para ir a la lista de caps!

Mientras Shash y Momo se peleaban por ver quién de las dos se hacía con la última catedral de cristal que había en la tienda de regalos, aproveché para sentarme en uno de los pequeños bancos acolchados para los acompañantes y me saqué el móvil del bolso. Me dolían los pies, y todavía me sentía un poco torpe debido a la ingente cantidad de comida que había tomado a lo largo de ese día, pero a pesar del malestar, me sentía feliz, tremendamente feliz.
               El día estaba siendo genial. Ya desde mi despertar comencé a sospechar que aquel se convertiría en uno de mis cumple-adopción preferidos, cuando todavía en la inconsciencia de mi duermevela me acurruqué contra un cuerpo masculino, cálido y acogedor como pocos había en el mundo.
               Lo primero que noté de él fue su aroma a hogar, ése que tanto miedo me había dado que perdiera cuando anunció que se iba de casa para participar en un concurso, como si Scott fuera a dejar de ser el mismo por el simple hecho de que todo el país descubriera que había heredado de papá algo más que su físico. Así que, en cuanto mi subconsciente me gritó “¡es Scott!” en tono de celebración, me incorporé como un resorte y exhalé un grito de gozo.
               -Mm-gruñó él, encogiéndose un poco más en la cama y apretando los ojos con fuerza, resistiéndose a abandonar un sueño que ni siquiera había llegado a alcanzar-, Sabrae, no grites, es demasiado temprano-protestó, pero yo le sacudí para que abriera los ojos y me mirara. No pudo mantener su papel mucho tiempo más: cuando me echó un vistazo por entre sus pestañas, disimulando de una forma pésima, se echó a reír y se incorporó para estrujarme entre sus brazos y cubrirme de besos, como siempre hacía en los dos cumples que me correspondían al año. Me susurró un nuevo “felicidades” que me supo a gloria, y yo solté una risita mientras me dejaba mimar.
               Habíamos venido a Praga el día anterior, con el pretexto de que toda la familia pudiera pasar el aniversario de mi adopción unida. Eso incluía también a los Tomlinson, y el hecho de que saliera corriendo para encontrarme con Tommy nada más nos los encontramos en la suite de su hotel hizo que Scott fuera víctima de un tremendo ataque de celos, aún no sé si fingidos. Me había fulminado con la mirada y al principio incluso se había resistido a mis besos, sólo para terminar cediendo ante mi insistencia más por sus ganas que por mi propio interés. Pero, ¿acaso podía culparme? Llevaba sin ver a Tommy desde el cumpleaños de Scott, y éste no había tenido ocasión de felicitarme como me lo merecía, aunque el detalle de la videollamada hubiera sido precioso.
               No habíamos podido estar mucho con ellos, no obstante. A pesar de que todos los padres de Chasing the Stars…
               -Tócate los huevos-se rió Louis, haciendo que Niall soltara automáticamente una carcajada incluso antes de lo que tenía que decir-. Tuvimos un mejor debut en Estados Unidos incluso que los Beatles, y ahora somos “los padres de Chasing the Stars”-puso los ojos en blanco y negó con la cabeza cuando el director del hotel en que se alojaban mis hermanos y el resto de su banda salió a recibirnos preguntando si éramos la familia de CTS.
               -No te pongas nervioso, Louis; preguntan por Tommy, no por Eleanor, así que tú también puedes venir-le pinchó papá, y Louis lo fulminó con la mirada.
               -¿Qué quieres decir?
               -Bueno, a juzgar por el rango vocal que tiene, es evidente que Eleanor no es tuya… ¿verdad, Eri?
               Louis miró alternativamente a papá y a su mujer como si ambos se hubieran convertido en una pareja de cocodrilos arcoíris con alitas de mariposa.
               -¿Y de quién coño podría ser entonces Eleanor, Zayn? Porque la cría no es subnormal, así que a ti ya tenemos que descartarte.
               -De Liam-atajó Niall. Liam chasqueó la lengua.
               -Niall, tío, ¿tú no querías volver de tour con la banda? ¿Qué coño podemos ofrecerles si ahora se va Louis? ¿Quién va a escribir, tú?
               -Niall lo que quiere es que nos pongamos a cantar canciones tradicionales irlandesas, sentados en círculo sobre el escenario mientras nos iluminan con las linternas de sus móviles-se burló Harry.
               -Joder, lo sugerí una vez, en el Día de San Patricio, y porque estaba borracho.
               -¿También estabas borracho el día que te caíste jugando al golf en prime time?
               -Al menos yo no tengo un puto gorrión gordo tatuado en el brazo.
               -Bueno, podría ser peor; podría tener tatuada a una exnovia.
               -¿Por qué siempre tienes que meterme en medio de tus mierdas, Louis? Me tienes hasta los putísimos cojones-ladró papá.
               -Bueno, las chicas y yo nos vamos al bar del hotel-se despidió Eri, cogiendo del brazo a Vee, la madre de Chad-. Cuando dejéis de comportaros como críos, venís a buscarnos.
               -¿Te das cuenta de que siempre se pelean por ti, Eri?-rió Noemí, la madre de Diana-. Eres como la Yoko Ono de este grupo.
               -Sí, solo que se les acopló en lugar de separarlos-apostilló Alba, la madre de Layla, sacudiendo la cabeza.
               -Lo dices como si lo hubiera hecho por gusto, en lugar de para cubrir de emergencia una plaza vacante.
               -Erika, hija, que soy el padrino de tus hijos-le recordó papá-. ¿Voy a tener que dejar de hacerles regalos en Navidad para que me respetes un poco?
               -¡No llames así a mi mujer!
               -¡Es literalmente su nombre, Louis!
               -¡Me da igual! ¡Así sólo la llaman su madre y la mía!
               … perdón, One Direction (y resto de familiares de Chasing the Stars) nos habíamos desplazado a Praga para darles a los chicos todo el apoyo que necesitaban, resultó que estaban tan agobiados con sus actuaciones que el poco tiempo libre que les dejaban los ensayos preferían pasarlo alejados de ellos, pues Scott, Tommy, Diana, Chad y Layla ya atraían suficiente atención sin que Zayn, Louis, Harry, Niall y Liam entraran en escena. Había cantidad de fotos de ellos paseándose por las calles de la ciudad tratando de hacer turismo normal como para añadir a la ecuación a las estrellas indiscutibles de la década del 2010.
               Así que yo estaba decidida a perdonar a mi hermano y conformarme con cruzarme con él de camino a nuestras respectivas suites, separadas para darnos libertad y también independencia. Por lo menos, el hotel en el que nos alejábamos, en el corazón de la ciudad, había tenido el detalle de reservar la suite más grande para nosotros, ya que nuestro grupo se componía de cinco matrimonios con su respectiva prole, amistades de Chad incluidas (su novio, Aiden; y su mejor amiga, Kiara, que resultó ser un amor de chica, además de guapísima, con su piel de ébano y sus ojos cálidos y amigables, con la que Momo y yo conectamos enseguida).
               Lo que no me esperaba, ni en un millón de años, era que se colara en mi habitación para darme los buenos días y hacer que, siquiera por un momento, mi vida volviera a ser como lo había sido hasta la fecha. Scott se había levantado más temprano que de costumbre, a pesar de sus horarios de locura y su clara falta de sueño debido a un ritmo de trabajo frenético, y había entrado de puntillas en una suite atestada con la única intención de hacer que empezara el día lo más feliz posible.
               Era genial.
               En definitiva, era Scott.
               Hacía que todo mereciera la pena, y que la distancia se evaporara, sin importar que hubiera paredes a secas, o paredes y kilómetros en conjunto. Sabía que lo que yo necesitaba era despertarme al lado de uno de los chicos esenciales de mi vida, y sabía que una parte de mí, aunque esa parte estuviera perdiendo terreno poco a poco, siempre, siempre, siempre necesitaría que fuera él el que estuviera a mi lado en la cama la primera vez que abriera los ojos.
               Lo cual no obstaba que echara de menos a Alec, ni mucho menos. Scott consiguió que no le añorara hasta el desayuno, cuando el servicio de habitaciones subió varios carros cargados hasta los topes con las delicias que se servían en el buffet del hotel. En cuanto vi todo el despliegue de comida venida de todos los rincones no sólo del país, sino también del mundo, no pude evitar recordar el primer desayuno en casa de Alec, con una exhibición parecida, o el desayuno de su cumpleaños, cuando había ido a darle aquella sorpresa que tanto nos encantó a ambos.
               Deseé que estuviera en un avión,  en el aeropuerto, o en el vestíbulo del hotel, a punto de hacer su aparición estelar como la estrella de cine favorita del público que era, y su papel más importante, el que interpretaba en mi vida. Era egoísta querer que alguien en su estado físico tomara un avión y se plantara en un país cuyo idioma no conocía, pero el amor tiene de posesivo e irrazonable lo que tiene de ciego.
               Por suerte para ambos, cuando aún estábamos juntos, la parte buena y que quería lo mejor para él se había sobrepuesto a la que sólo pensaba en mi felicidad. La tarde anterior, justo antes de coger el avión, me había pasado acurrucada a él todo el tiempo posible, buscando compensar el tiempo que no podríamos pasar juntos al día siguiente. Él me había acariciado la espalda y el costado, había jugueteado con mi pelo (me había soltado las trenzas cuando él me lo pidió, principalmente porque me hizo chantaje emocional diciendo que “era lo menos que podía hacer, dado que iba a abandonar a su novio moribundo para irme de farra por el extranjero”) y me había dado tantos besitos en la cabeza como le había permitido su busto vendado.
               -Podría pedir que me dieran un permiso para ir en un avión médico…
               -Ni de broma. Tú te quedas aquí.
               -Pero, ¡es tu segundo cumpleaños!-se quejó.
               -Tampoco es tan importante-yo había negado con la cabeza y le había dado un beso en costado, plenamente consciente de las vueltas que daban las vendas justo en ese punto. Él no se quejó, y una vez más, me pregunté si no se quejaba porque no le dolía, o porque no quería que dejara de darle besos si me enteraba de que le hacía daño.
               -Me prometiste que el de la semana pasada sería el único programa que veríamos separados, y mañana vas a estar en Praga. No rompas también la promesa de que seremos sinceros el uno con el otro-ronroneó.
               -¿Y qué solución me sugieres para que no rompa mi promesa?
               -No vayas-lloriqueó. Llevaba haciéndolo desde que le anuncié que me marchaba.
               -Vale. Si es lo que quieres, me quedaré.
               -Es broma-rectificó, como había hecho siempre que yo le había propuesto quedarme. De igual manera que yo le tenía como prioridad en ese momento, él me tenía a mí como la suya. Así que lo que haríamos era obvio: pondríamos un mar y varios países entre nosotros, y nos echaríamos terriblemente de menos, con la intensidad de los enamorados y el dramatismo de los adolescentes.
               Por eso no había soltado el móvil en todo el día. Normalmente, me gustaba hacer fotos y vídeos de lo que me pasaba e iba haciendo, sobre todo en las ocasiones especiales, para poder guardarlos en otro sitio aparte de mi memoria, y poder acudir a ese rinconcito cuando estuviera triste a recordar tiempos mejores, como cuando hace mal tiempo y te acurrucas en tu habitación a leer un libro que trata sobre el verano, o cuando tienes el corazón roto y te haces un ovillo bajo las mantas para escuchar canciones románticas y suspirar por lo que pudo ser y no fue.
               Esta vez, había alguien más a quien le estaba enseñando mi día a día. No estaba presumiendo de la suerte que tenía de ser una Malik y de todo lo que ello conllevaba, sino compartiendo con la única persona que me importaba y que no me acompañaba lo que me ocurría, de modo que pareciera que estábamos juntos, aunque a distintos lados de una pared de cristal.
               Pero, Dios, lo que Alec estaba haciendo con esa pared de cristal… cada vez que yo hacía algo, él me enviaba un montón de corazones, cogiendo un rotulador rosa y escribiendo “te quiero” en mil idiomas distintos, y dibujando un marco en mi cara para poder verme como si fuera una princesa. Cosa que subía, cosa a la que era el primero, literalmente, en reaccionar. No sólo tenía las notificaciones de cada cosa que yo hiciera activadas, sino que estaba pendiente del móvil por si yo daba señales de vida. Había probado a subir historias, compartir publicaciones de gente felicitándome (las fans de papá eran auténticos soles, y no dudaban en sacar su lado más creativo para tener un detalle conmigo en un día tan especial), e incluso subir una foto posando en el puente de al lado del Palacio de la Ópera de Praga, con el Puente de Carlos al fondo.
               Y en todo lo que yo hacía, Alec aparecía el primero.
               ¡A Alec (@alecwlw05) le gusta tu publicación!
               ¡Alec (@alecwlw05) ha respondido a tu historia!
               ¡Alec (@alecwlw05) ha reaccionado a tu historia!
               ¡Alec (@alecwlw05) te ha enviado un mensaje!
               ¡Alec (@alecwlw05) ha comentado tu publicación!
               En la foto que había subido de los puentes:
               alecwlw05: MADRE MÍA ES QUE ERES GUAPÍSIMA!!!!!!!!! NECESITO MAYÚSCULAS MÁS GRANDES
               En la historia desayunando y poniendo que todo estaba delicioso:
               alecwlw05 PUES COMO TÚ
               En la historia que había subido enseñando a la gente que estaba conmigo, y poniendo “blessed por tenerlos”
               alecwlw05 YO SÍ QUE ESTOY BLESSED POR TENERTE
               En la historia enfocando los pies:
               alecwlw05 DIOS MÍO ES QUE SON LOS PIES MÁS BONITOS QUE HE VISTO EN MI VIDA TE QUIERO MUCHÍSIMO
               En la historia sentada en el tranvía, enfocándonos a mí y a Momo:
               alecwlw05 ¿VIENES A JODERME LA VIDA? TE ESPERO ENCANTADO
               En la publicación de los dibujos que me habían hecho las fans de papá:
               alecwlw05 QUÉ GENTE MÁS TALENTOSA PERO TÚ ERES DEMASIADO PRECIOSA COMO PARA QUE NADA TE HAGA JUSTICIA OMGGGGGG ME CAEN PUTAS LÁGRIMASSSSSS SÉ MI MUJERRRRRRRRRRR
               Creo que es bastante ilustrativo, ¿verdad?
               Bueno, pues eso ni siquiera era todo lo que estaba haciendo Alec: resultó que, al poco de empezar a subir yo cosas, él había empezado a imitar mis fotos y colgarlas como historias, que había empezado a fijar en su perfil como “cumple de Sabrae”. Cuando yo subí una foto de mi desayuno, él respondió retratando el suyo; cuando subí la foto con Momo, él obligó a Jordan a sentarse en la misma postura que ella; cuando subí la foto de los puentes, él estuvo media hora pintando con las herramientas de colores de Instagram un cielo y nubes tras de su cabeza, y se colocó el emoticono del Golden Gate imitando el puente de Carlos.
               Me moría de ganas por ver qué hacía ahora, de modo que les tomé una foto a Momo y Shasha, que estaban echando a suertes para quién sería esa catedral de cristal en el momento en que el dependiente, temeroso de que le destrozaran la tienda, consiguió encontrarles otra.
               Me eché a reír al ver que había captado en el momento exacto su expresión de asombro y felicidad, y tras poner música dramática, subí la historia. Crucé las piernas y esperé.
               ¡Alec (@alecwlw05) ha reaccionado a tu historia!
               ¡Alec (@alecwlw05) ha respondido a tu historia!
               Alecwlw05: la cara que se me queda cuando me doy cuenta de que eres mi novia.
               Me eché a reír sonoramente y entré en Telegram. Le descubrí conectado, probablemente esperando que le enviara un mensaje a él personalmente, pobrecito. Mis sospechas se vieron confirmadas cuando toqué el icono de la cámara de vídeo, y no tardó ni un segundo en contestar.
               -¡Hola!-festejé mientras su imagen pixelada se volvía cada vez más y más nítida.
               -Hola, mi amor-ronroneó-. Veo que te lo estás pasando bien.
               -Sí, pero te echo un montón de menos. ¿Cómo estás?
               -Con ganas de verte.
               -Si eso fuera verdad, te pondrías las gafas-le recriminé, y él se rió. Sacudió la cabeza y se pasó una mano por el pelo.
               -La única razón por la que no me pongo las gafas es porque sé que, cuando me vieras con ellas, no serías capaz de resistirte a la tentación de subirte a un avión y venir a sentarte en mi cara.
               -¿Aún tienes el collarín que les birlaste a las enfermeras la semana pasada?
               -Nunca me he deshecho de él. Soy un hombre previsor-me guiñó un ojo y yo sonreí. Subí los pies al sillón y me abracé las piernas.
               -Has elegido un momento pésimo para estar ingresado. Esta ciudad es increíble. Súper, súper bonita. Deberíamos venir aquí. ¿Quizá antes de tu voluntariado? Todo es muy barato, está muy bien al cambio.
               -Pero, Saab, ¡si tú ya la conoces!
               -Sí, pero no la conozco contigo. Además, me apetece enseñártela-ronroneé-. ¿Sabes? Eleanor no es la única que podría casarse aquí.
               -Jordan, distrae a las enfermeras. Me voy a Harrod’s a por un traje.
               -¿Qué?
               -¡Que las distraigas, Jordan! ¡Tira de la alarma de incendios, o finge un ataque epiléptico, o ponte a correr en pelotas por el pasillo, pero haz algo!
               -Sabrae, ¿no te da vergüenza decirle esas cosas a este pobre infeliz? El muy imbécil se las cree-me recriminó Jordan, apareciendo por el borde de la pantalla. Alec chasqueó la lengua y lo fulminó con la mirada.
               -Lo está diciendo en serio.
               -No es verdad; es demasiado joven para casarse, y demasiado lista para hacerlo contigo.
               -Sí, y yo la tengo demasiado grande como para que sea capaz de irse con otro, ¿verdad que sí, nena?
               Puse los ojos en blanco y me reí.
               -No todo se reduce al tamaño de tu polla, Alec.
               Un grupo de turistas asiáticos, cuyos conocimientos del inglés les permitían comprender de qué iba mi conversación, se giraron para fulminarme con la mirada. Es increíble lo juzgada y pequeña que puedes llegar a sentirte ante unos ojos rasgados. Bajé las piernas y caminé por la tienda para reunirme con Shasha y Momo, que estaban en la cola para pagar, cada una con una caja en la que había una catedral de cristal.
               -Es verdad, también soy genial con los dedos. Y de la lengua, mejor ni hablamos.
               Momo abrió muchísimo los ojos al escucharlo desde mi móvil.
               -¿Es que no podéis estar ni diez segundos sin iniciar una competición sexual?
               -No; están en celo-adujo mi hermana, masajeándose la tripa. Llevaba sintiéndose mal desde que nos habíamos despertado, me dijo, aunque había ido a peor con el desayuno. Claro que yo también me sentía increíblemente pesada por todo lo que habíamos comido, así que eso tranquilizaba a mi hermana.
               -¿Vosotras no os estabais tirando de los pelos hace dos segundos? ¿Por qué ahora sois tan amiguitas?
               -Porque sois inaguantables-me pinchó Momo. Jordan se rió ante el gesto de fastidio de Alec.
               -Eres una envidiosa, niña.
               -Lo que tú digas, lisiado.
               -¡Deja a Alec en paz!-protestó Shasha.
               -¡A Momo no le hables en ese tono!
               -¡Ni se te ocurra gritarle a tu hermana, Sabrae!
               -Gracias por defenderme, Al. Eres un rey. El único blanco que merece la pena-Shasha le tiró un beso, y Alec esbozó una sonrisa radiante.
               -¿Los coreanos que le gustan no son blancos también?-preguntó Jordan.
               -No. Sufren racismo. Y, además, en las fotos que se publican de ellos en las revistas, muchos están blanqueados con Photoshop-explicó Alec.
               -Ah.
               -¿Has visto qué bien enseñado lo tengo, Jor?
               -¡Pero si eso se lo expliqué yo, culo gordo!
               -¡Cállate, cara alfombra!
               -¡Pesada!
               -¡Lerda!
               -¡Estúpida!
               -¡Fea!
               -¡Friki!
               -¿Me prestas cien coronas? Te las doy luego.
               -Te dejo, Al. Tengo que ejercer de hermana mayor-suspiré.
               -Vale. Pasadlo bien. Y sigue subiendo fotos, que estás muy guapa-ronroneó.
               -Aw.
               -Cuidado, Shash, que si rompes el regalo, lo pagas igual. Procura no resbalar con las babas de Sabrae-aconsejó Momo, riéndose y depositando la caja en el mostrador.
               -¿Eso son sus babas? Creía que era otra cosa.
               -¡SHASHA!
               No me digné a dirigirle la palabra hasta que no me pidió perdón cuarenta y siete veces (efectivamente, las conté). Me gustaba hacerme la dura y hacerla sufrir, pero para cuando llegamos a la plaza donde se situaba el reloj astronómico, ya había perdonado a mi hermana. Lo cierto es que, a pesar de esas punzaditas de añoranza que me asaltaban cuando pensaba en Alec, estaba muy feliz. Creía sinceramente que el día estaba siendo muy bueno, y si bien tenía margen para mejorar (podría estar con mi familia al completo, Alec incluido, y no sólo con mi hermana), lo cierto es que me gustaba esa sensación de libertad, de poder hacer lo que quisiera sin que nadie me juzgara.
               Me gustaba detenerme en las tiendas que me apeteciera sin que nadie pusiera los ojos en blanco y protestara porque mis paseos se hacían incluso más lentos por mi afán de estudiarlo absolutamente todo. Me gustaba encontrar sitio fácilmente en el transporte público, pues es más fácil sentarse cuando tu grupo se compone de tres personas en lugar de ocho. Me gustaba no tener que hacer malabares para poder hacerme selfies con la gente que me acompañaba, ya que puedes hacer algo de provecho incluso sin palo selfie si tu grupo es más bien pequeño. Me gustaba que nos pudiéramos colar fácilmente en los turnos de las visitas guiadas de los monumentos, ya que siempre hay hueco para tres adolescentes que claramente se están enamorando de la ciudad a marchas forzadas; no tanto para una familia al completo, en el que los hijos están más ocupados peleándose entre sí que viendo lo que la ciudad tiene que ofrecer.
               Además, que Alec no estuviera también tenía sus ventajas: me permitía echar a correr en la dirección que se me antojara sabiendo que nadie terminaría por alcanzarme y cortarme el paso, o que podría desaparecer y esconderme en el rincón que quisiera. También conllevaba que tuviera las dos manos libres, pues cuando paseábamos, uno u otro terminábamos entrelazando nuestras manos como si no fuéramos capaces de caminar sin sentir nuestros pulgares acariciándonos el dorso de la mano.
               Y me permitía mirar a la ciudad. Sobre todo, eso. Porque, cuando iba por ahí con Alec, siempre se me terminaban yendo los ojos hacia él, por muy bonito que fuera el lugar que estuviera visitando. Me pasaba en Londres (aunque no tiene mucho mérito no mirar a tu ciudad natal, a la que conoces como la palma de tu mano y ya no te despierta el mismo interés que a los turistas), me había pasado en Barcelona (seguramente él diga lo mismo de mí, porque muchas veces lo había pillado mirándome, pero si lo había pillado mirándome era porque yo también le estaba mirando a él), y me pasaría en todos los sitios que visitáramos juntos. Me moría de ganas de recorrer el mundo con él, e ir tachando poco a poco de la larga lista de sitios pendientes que te sugería el libro que le había regalado por San Valentín cada uno de los rincones que se habían ganado una distinción tan especial, convirtiéndose en uno de los mil elegidos, pero no por los sitios en sí, sino por lo guapo que estaría Alec en ellos. Le sentarían bien todos los lugares, estaba segura: lo mismo una playa paradisiaca que una sobrecogedora montaña;  un árido desierto que un bosque húmedo y oscuro; un palacio que unas ruinas. El mundo de por sí era bonito, pero Alec conseguía convertirlo en hermoso. Si el mundo era el suelo por el que yo caminaba, Alec era el techo abovedado que me hacía levantar la vista y maravillarme con las obras de arte que colgaban sobre mi cabeza.
               Pero, de vez en cuando, había que bajar la vista y descubrir casi por accidente que el suelo también merecía la pena.
               Y, en Praga, sentía que ese suelo en particular se merecía las atenciones que le estaba dedicando.
               Aiden y Kiara se nos unieron en la misma Plaza de la Ciudad Vieja; nos habían visto mientras se tomaban un helado, sentados en el suelo al lado del monumento Jan Hus.
               -¡Chicas!-saludó Kiara, trotando hacia nosotras seguida de un calmado Aiden-. Me parecía que erais vosotras. ¿Todo bien? ¿Qué habéis comprado?
               Kiara era increíblemente entusiasta y curiosa, pero de un modo que no resultaba en absoluto invasivo. Creo que por eso habíamos congeniado tan bien: parecía que Momo y yo la conociéramos de toda la vida por la confianza que fluía entre nosotras, pero, a la vez, no hacía nada que te hiciera sentir que se aprovechaba de esa confianza. Todo en ella era natural, incluida su cercanía; Aiden era un poco más distante.
               -Regalos. Momo y Shash casi se pegan por una catedral de cristal.
               -¿Recuerdos de cristal? Vaya, qué chulo. Aiden y yo nos hemos cogido una camiseta para cada uno. Tenemos que buscar aún algo que regalarle a Chad; el pobre ha tenido que irse hace un par de horas para los ensayos generales-se encogió de hombros y miró a Aiden-. Pero esta noche nos ha dicho que vamos a ir a dar una vuelta por ahí, ¿verdad?
               -Eso, si no acaba tan agotado que quiera irse directo a la cama-sonrió Aiden, y Kiara lo miró con perspicacia.
               -Seguro que tú lo estás deseando, ¿a que sí?
               -Ni confirmo ni desmiento-ronroneó Aiden, uniendo los brazos a su espalda y estirándolos de forma que su cuerpo hizo una especie de paréntesis. La sonrisa que le adornó el rostro, sin embargo, delataba que tenía la esperanza de que Chad quisiera irse al hotel directamente, pero no estuviera tan cansado como para dormir nada más posar la cabeza sobre la almohada.
               -¿Podemos acompañaros? Ya hemos visto todo lo que teníamos pendiente en la guía, e ir por ahí solamente con un chico que no es tu novio no es muy entretenido, que digamos-Kiara miró de reojo a Aiden, que se echó a reír y negó con la cabeza.
               -¿Ahora vas a fingir que no llevamos peinando toda la ciudad para encontrarlas desde que Chad nos dejó solos?
               -Me caen bien, no como tú-Kiara le sacó la lengua y se colgó del brazo de Momo, que soltó una risotada.
               Así fue como nuestro pequeño grupo creció, y como matamos el tiempo hasta que llegó la hora de ir al hotel para prepararnos para la actuación de Chasing the Stars. Dado que ya eran semifinalistas, les tocaba enfrentarse al inmenso reto que suponía enfrentarse a una audiencia que no los conocía (o no todo lo que lo hacíamos los británicos) en un país extranjero, con todo lo que eso suponía: no sólo la barrera del idioma, sino también el tener que actuar en un edificio histórico como era el Rudolfinum de Praga, a orillas del  río Moldava, en vez de en un plató de televisión específicamente diseñado para ello. A pesar de que confiaban en que pasarían a la siguiente fase del concurso, no dejaban de estar algo nerviosos por tener que jugar como visitantes. Tommy le quitaba hierro al asunto diciendo que “teniéndole a él en el grupo, las cosas irían rodadas”, pero todos sabíamos que la noche iba a ser especialmente importante para Scott. Después de que mi hermano cambiara a última hora la canción que iba a interpretar la semana pasada y dejara a todo el mundo con la boca abierta con Like I would, la dirección del programa había filtrado los cambios que se habían producido entre bambalinas: además de eso, Eleanor y Tommy habían intercambiado los compañeros que les habían tocado por azar; originalmente, Eleanor cantaría con Scott, y Tommy, con Taraji, pero todos habían “llegado a un acuerdo” para rehacer las parejas, algo que tenía más que ver con el hecho de que Eleanor no soportara estar con Scott a principios de semana que por “incrementar la calidad de las interpretaciones que querían ofrecerle al público”.
               Y, claro, ahora que Scott y Eleanor eran un pareja de dominio público, era evidente que iban a recuperar aquel dúo al que habían renunciado y cantar juntos. Además… Scott había sido el ganador de la gala anterior, con un ajustadísimo margen con respecto a Eleanor, de manera que a él le correspondía ser la actuación final de la noche, y elegir cómo y con quién (si quería compañía) la ofrecería.
               Así que… sí, definitivamente, aquella iba a ser una noche memorable. Suerte que las reglas del concurso permitieran que los acompañantes de los concursantes les siguieran también fuera de nuestras fronteras, y hubiera sitio de sobra en el edificio para hacernos un hueco a nosotros. No quería perderme cómo mi hermano se follaba (metafóricamente) a su novia en el prime time de todas las televisiones europeas.
               Lo que nadie se esperaba era que fuera una de las mejores canciones que había hecho papá, la primera colaboración de su carrera en solitario: Wrong, con Kehlani. Para cuando se terminó la gala, Scott, Eleanor, Sceleanor, Wrong y el hashtag que utilizaban en el programa ocupaban los primeros cuerpos en el ránking de tendencias mundiales, sacándole casi el doble de ventaja a las siguientes tendencias que les seguían. Scott había conseguido más que nadie en aquella noche, y para cuando salimos a cenar, sentía que no sólo estábamos celebrando mi adopción, sino también el éxito de alguien que ya era leyenda incluso sin tener la carrera empezada.
               Aunque, la verdad, tampoco podía culpar a mi hermano por sentirse un dios. Yo misma me sentía tremendamente orgullosa de su existencia, y eso que ni siquiera había participado ni un pelín en la noche: las actuaciones normales habían sido increíbles, con CTS interpretando Paradise de Coldplay y Eleanor haciendo su propia versión de Chandelier, colgada literalmente del techo del escenario representando un candelabro. Pero, ¿lo de Scott y Eleanor? Historia de la televisión. Y eso que ni siquiera había ocurrido en nuestro país.
               Las redes ardían, tenía los mensajes echando humo, y a duras penas mi teléfono aguantaba más de dos segundos sin sonar. Todo el mundo aprovechaba la excusa del aniversario de mi adopción para tratar de felicitar también a mi hermano, el rey indiscutible de esa noche. Scott se reía, brincaba, negaba con la cabeza, y participaba con entusiasmo en los brindis que se convocaban en honor del concurso, de sus compañeros de banda, o incluso de él mismo, con unos ojos resplandecientes de orgullo y felicidad que yo deseé que jamás se apagaran.
               Después de la cena, a pesar de que me insistieron en que me fuera con ellos de fiesta (nuestros padres se irían con ellos, algo que me parecía guay y raro a partes iguales), finalmente decliné la invitación. El día había sido mágico, mejor incluso de lo que me esperaba: la cena en un barco restaurante lujosísimo, con cubiertos de plata y vasos de un vidrio trabajadísimo que se merecían estar más en una vitrina que sobre una mesa, llenos hasta arriba de champán, había sido el broche de oro de uno de los días más geniales de toda mi vida. De nuevo, deseaba que Alec hubiera estado allí, conmigo: sólo con el chico con el que me sentía una diosa podía acostumbrarme a esos lujos.
               Necesitaba descansar. Y, a decir verdad, también necesitaba hablar con él. Quería tumbarme en la cama de mi habitación y acurrucarme mientras escuchaba su voz, me contaba qué tal le había ido el día, qué tal había resultado la terapia (Alec siempre terminaba llorando, pero que lo hiciera me aliviaba, pues significaba que estaba sacando todo lo malo que tenía en su interior), y yo confesarle que, a pesar de que había disfrutado de lo lindo con la sesión de turismo con mi hermana y mi mejor amiga, le había echado terriblemente de menos.
               De modo que allí estaba yo, en la suite a oscuras, bajándome de mis botines de ante con plataforma y tirando la ropa por el suelo como una auténtica estrella del pop, entrando en la conversación con mi novio convaleciente para hacer videollamada con él mientras las dos bandas más importantes de mi vida lo daban todo de fiesta en algún club exclusivo de una de las capitales de un antiguo imperio continental.
               Descalza, avancé hacia la habitación que compartía con Amoke y mis hermanas, y deslicé el dedo por la pantalla para desbloquear mi teléfono. Por un instante, pensé en llamar a Alec tal y como estaba, vestida sólo con mi ropa interior, pero enseguida deseché la idea. Momo y Shasha se ocuparían de cuidar de Duna mientras yo hablaba con Alec, pero no tenían por qué escucharme gemir cuando la conversación terminara degenerando hacia una sesión de sexo virtual. Los dos llevábamos demasiado tiempo de costosa abstinencia como para ser capaces de resistirnos a que yo decidiera hablar con él semidesnuda. Alec estaba en el hospital, no muerto.
               Haciendo alarde de un increíble sentido de la responsabilidad, abrí la maleta y me puse la camiseta de uno de los pijamas de Alec que le había comprado con el único pretexto de obligarle a ponérselo para que me lo calentara y le transmitiera su delicioso aroma a hombre, y toqué el icono de la cámara por segunda vez ese día.
               O bueno… ese viaje. Técnicamente, ya no era el día de mi cumple-adopción.
               Esta vez, Alec no estaba tan pendiente del teléfono como en las anteriores ocasiones. Tardó un poco más en aceptar la videollamada de lo que solía, pero no me importó. Sabía que no estaría dormido aún (le gustaba trasnochar todo lo posible, hasta que finalmente el mensaje, videomensaje o videollamada que intuía se terminaba produciendo), y seguramente estuviera entretenido con su compañía, que podía ser una única chica, o su grupo de amigos al completo.
               Ahí apareció, por fin. La luz que bañaba su rostro era más tenue, lo que hacía más masculinas aún sus facciones, convirtiendo su mandíbula en un valle más profundo. Tenía el pelo revuelto por el tiempo que había pasado riéndose con sus amigos y tratando de defenderse de los continuos ataques de Jordan y compañía, a quienes les encantaba hacer que Alec perdiera los nervios, o por lo menos, intentarlo.
               -Hola, hubby-ronroneé, sonriendo inevitablemente mientras estiraba la última vocal de la palaba-. Qué guapo estás-suspiré y me abaniqué con dramatismo, apartándome el pelo del cuello para así poder proporcionarme más alivio, cuando me di cuenta de que llevaba puestas sus gafas de media montura. Eran las típicas gafas de contable, las que más se veían en las películas en las que había que enfatizar la inteligencia de un personaje (como Q, por ejemplo, de Skyfall), y le quedaban absolutamente divinas. Le daban un aire de intelectual que casaba muy bien con su sonrisa canalla y su actitud de sinvergüenza, convirtiéndolo así en la persona más completa que pudieras encontrarte.
               -Holiiiiiii-saludó. Se volvía un poco tímido cuando tenía las gafas puestas, como si la imagen de erudito le calara muy dentro, y no sólo afectaran a su visión. Me lo quería comer cuando eso sucedía.
               Adoraba a Alec, pero del mismo modo también me gustaba mucho Theodore, porque era su otra mitad. Si acaso no de un tamaño proporcionado, no mitad del todo, pero otra de las piezas que le componía. Cuando lo vi con gafas la primera vez, me había vuelto loca de lujuria, fantaseando con un millón de cosas que quería hacerle y que él me hiciera a mí mientras usaba las gafas. Después, sin embargo, cuando se me había pasado la calentura, me había dado cuenta de que Alec estaba cambiado. Parecía más responsable, más niño, más… bueno, más Theodore. Le pegaba más ese nombre que el suyo propio, y así se lo había dicho cuando terminamos de acurrucarnos en nuestra primera sesión de mimos en 4K oficial para ambos.
               Cuando entraba en su habitación y llevaba las gafas lejos, él siempre me saludaba refiriéndose a mí por mi segundo nombre. “¡HooOooOola, Gugulethu!” exclamaba, haciendo que la primera vocal de la palabra bailara en un oleaje que resultaba adorable. Y yo siempre me reía y contestaba en tono cariñoso “Hola, Theodore”.  Me gustaba ser su Gugulethu cuando él era mi Theodore, de la misma manera que me gustaba ser su Sabrae cuando él era mi Alec.
               Escuché un ruido al otro lado de la línea, procedente de una cama que debería estar ocupando yo. La frontera de la rubia melena rizosa de Bey, recogida en un pañuelo para dormir, apareció en la esquina de la pantalla, y Alec se giró para confiarle:
               -Me llama hubby.
               Lo dijo con tanto orgullo que automáticamente sentí ganas de comérmelo.
               -Ya veo-sonrió Bey, acariciándole la mandíbula. Alec esbozó una sonrisita preciosa, propia de un niño al que su profesora preferida le felicita por su ejercicio perfecto.
               -¿Te estás dejando cuidar?
               -Cí-Alec me sacó la lengua y yo me eché a reír. Bey se sentó entonces en la cama, justo a su lado, y me saludó con la mano.
               -Hola, Saab.
               -Hola, reina B. ¿Se está portando bien?
               -Bueno, tiene sus momentos, ya le conoces. Oye, felicidades. Te he escrito por la tarde, pero nunca está de más hacerlo en persona si se te presenta la ocasión, ¿verdad?
               -Ay, es todo un detalle, pero no tenías por qué molestarte. No es por fardar, pero tenía tantas notificaciones pendientes que apenas he podido abrir los mensajes. Se me ha vuelto loco el móvil.
               -Ya me imagino. Pero bueno, eso es buena señal, ¿no?
               -Sí, así es.
               -Eso explica muchas cosas-comentó Al, sonriendo, mirando su brazo.
               -¿Perdón?
               -Nada, ya lo entenderás. ¿Qué tal la cena?
               -¡Genial! Papá había reservado en un barco restaurante, de esos que se alquilan para las bodas súper pijas, y hemos estado dando una vuelta por el río mientras cenábamos. ¡Ha sido una pasada! La ciudad es preciosa de noche. Es decir, del día también está genial, pero ya sabes que yo siento debilidad por las luces de noche.
               -Sí, están guay. Me preguntaba dónde estabais, ya que en las historias que has subido de la cena parecía que el fondo iba cambiando.
               -Sí, eso es por la travesía. Salimos de al lado del Puente de Carlos y luego bajamos hasta una isla que hay en medio del río, para luego remontar el curso del río y llegar prácticamente a las afueras de la ciudad. Creo que hemos dado varias vueltas, ahora que lo pienso. La cena se ha alargado mucho. Pusieron música, y todo. La verdad es que ha estado genial. La reserva incluía a todo el equipo del programa, y cuando papá anunció que estaban todos invitados por mi cumple, se volvieron locos. ¡Me han manteado, y todo!
               -Y eso que ni siquiera pagabas tú-rió Alec.
               -Sí, bueno, ya sabes que a mí me gusta la atención lo mismo que papá la aborrece, así que no me importa ocupar su puesto. La noche ha sido casi perfecta-suspiré, abrazándome a las rodillas y apoyando una mejilla sobre ellas.
               -¿Casi?
               -Bueno, faltabas tú-confesé, y Alec y Bey exhalaron un gemido.
               -Oh. Qué tierna.
               -Te quiero un montón, bombón.
               -Y yo a ti-suspiré-. Tengo muchas ganas de verte. ¿Te consuela si te digo que me siento un poco mal por no estar juntos? Sé que no lo estás pasando bien con la terapia, y la verdad, para lo poco que he podido estar con Scott, quizá habría sido mejor que…
               -Pero, ¿qué dices, nena? Si estoy súper bien, en serio. Yo también te echo de menos, pero, mira, necesitas despejar. Que te dé el aire. Vas a terminar más pálida que yo si no sales a que te dé el sol de vez en cuando.
               -Sí, y me has dado la excusa perfecta para que yo me quede con él. Así que, ¡gracias otra vez, Saab!-celebró Bey, levantando las manos y cayéndose sobre Alec, que exhaló un quejido-. ¡Ay, Dios mío, ¿estás bien?!-preguntó con angustia mientras a mí se me revolvía el estómago. A Bey se le olvidaba con más facilidad que a mí la delicada situación de Alec, ya que, bueno… no quería ser mala, ni que sonara como que se lo echaba en cara, pero ella no había pasado tanto tiempo a su lado durante el coma como yo, y no le acompañaba tanto como lo hacía yo.
               Claro que eso era una cosa que preocupaba mucho a Alec, y que esperaba que pudieran solucionar pronto. Detestaba sentir que me estaba metiendo entre él y sus amigos, cuando lo único que quería era que nuestros dos mundos se fusionaran, no yo colarme en el suyo o él en el mío. Necesitábamos nuestras parcelitas de independencia, normalidad y soltería, a pesar de que la finca mayor la constituyera la relación que manteníamos en común.
               -Sí, no ha sido nada. Soy un quejica, eso es todo. No tengo otra cosa que hacer-Alec hizo una mueca, sacando la lengua y arrugando la nariz. Bey le puso una mano en el hombro, con mucho cuidado tanto de no hacer demasiada presión como de no ejercerla sobre su herida.
                -¿Seguro?
               -Que sí, pesada. ¿Ves, Saab? Bey necesita tiempo para volver a acostumbrarse a mí, así que en el fondo tu viaje nos ha venido bien a los dos. Necesitas respirar. Todo huele demasiado a… desinfectante.
               -¿Por eso te fuiste el viernes?-ironicé-. ¿Por el olor a desinfectante?
               -Ya hemos hablado de eso, nena. ¿De verdad quieres volver a discutir?
               -No. La verdad es que sólo quería tomarte el pelo.
               -Joder, qué paciencia hay que tener contigo-bufó Alec, masajeándose el puente de la nariz.
               -Bueno, y vosotros ¿qué tal habéis pasado la noche? ¿Alguna novedad?
               -En el idioma de Sabrae, “alguna novedad” significa “¿Tam y Karlie ya se han comido la boca?”-le confió a Bey, que se echó a reír.
               -Sin comentarios.
               -¡Bey, no me hagas esto!-protesté.
               -No se han comido la boca, nena: casi follan. Estaba el ambiente calentito, calentito. Yo creí que nos montaban un espectáculo de porno duro lésbico.
               -Dos tías se miran en un semáforo y tú ya te montas una película porno protagonizada por ellas dos, Alec, lo tuyo no tiene mérito-le riñó Bey.
               -¡Venga! Tienes que reconocerme que han estado a puntito de meterse en el baño para gemir como perras. Ha faltado un pelo.
               -Igual que para que lo hicierais tú y Jordan-acusó Bey, riéndose.
               -¿PERDÓN?-chillé.
               -Es la última vez que os digo nada. La puta última vez.
               -¿A que no sabes qué puso cachondo a Alec esta noche?
               -Cualquier cosa. Lo que me sorprende es que pueda comer pechugas de pollo sin empalmarse, a estas alturas de la película.
               -No se lo digas, Beyoncé.
               -No te lo vas a creer.
               -Beyoncé, como se lo digas…
               -A Alec le ha puesto cachondo Scott.
               Me quedé ojiplática mirando a mi novio.
               -¡NO ME HA PUESTO CACHONDO SCOTT!-bramó Alec.
               -Guau. Realmente tienes una filia con los Malik.
               -¡No le hagas caso!
               -¡Lo dijiste, Alec! ¡Lo dijiste con todas las palabras, textualmente!
               -¡Estás retorciendo lo que dije!
               -¿Cómo puedo retorcer “me ha puesto cachondo Scott”, eh?
               -Estoy orgullosísima de ti, cielo. ¡Viva la bisexualidad! ¡Ya me parecía a mí que eras demasiado guay como para ser un heterazo! Además, ¡eso hace que no me resulte moralmente reprochable salir contigo!
               -¿Por?
               -Ya no eres opresor al cien por cien.
               -Vale, vale, vale, para, para, para, guo, guo, guo. Tiempo muerto, tiempo muerto-Alec agitó la mano delante del móvil-. Para empezar, que quede claro que no tengo nada en contra de los gays. Adoro a los gays. Son los mejores para salir de fiesta. Me han subido más el ego una manada de gays en ese bar maricón al que fuimos con Logan que todas las tías a las que me he follado. Incluida tú, por cierto-me señaló con el dedo-, así que hazte mirar cómo me tratas, princesa. Pero que yo les admire y me caigan bien y los considere muy buenas personas no implica ni que piense que sean gente inteligente ni que yo sea uno de ellos.
               -Alec, cielo, hay una diferencia entre ser gay y ser bisexual-le recordé, y Alec puso los ojos en blanco.
               -Lo sé.
               -¿Por qué crees que los gays no son inteligentes? Logan estudia mucho mejor que tú-acusó Bey.
               -A ver, reina B, estudiar mejor que yo tampoco es muy difícil.
               -Es por los coños-aclaré yo.
               -¿Los coños?-Bey estaba perdidísima.
               -Sí, los coños. ¿Sabes eso que les dicen los tíos homófobos a las lesbianas sobre que lo son porque no han probado una buena polla? Bueno, pues Alec tiene la teoría…
               -No es una teoría, es una certeza empíricamente demostrable. Comer coños salva vidas.
               -¿No había estudios que decían que producía cáncer de garganta?
               -Pues explícame entonces cómo es que tengo mandíbula todavía-se chuleó Alec-. Eso no es más que un bulo financiado por el lobby lesbiano para que las mujeres os enrolléis sólo entre vosotras.
               -Vale, Alec tiene la certeza de que las lesbianas son las personas más listas del planeta porque las mujeres somos claramente superiores a los hombres-expliqué. Bey miró a Alec.
               -Ganarás un Nobel algún día-le dio unos golpecitos en la cabeza y un beso en la sien, y Alec sonrió.
               -Lo sé.
               -El Nobel de la Diversidad-le pinchó Bey, y Alec puso los ojos en blanco.
               -Que no me van los tíos, Beyoncé. ¿No te estoy diciendo que las lesbianas son los seres superiores? Karlie es la súper persona de nuestro grupo. Está, literalmente, en el techo. No puede ir más arriba. Logan, el pobre, está en el subsuelo. O bueno, el bajo. El subsuelo sería si fuera asexual.
               Bey puso los ojos en blanco.
               -Entonces, ¿llamo a Scott para contarle que estás listo para experimentar?-pregunté, enfocando el teléfono de la mesilla de noche.
               -Eso ni en broma, Saab. Como me ponga a pensar en Alec y Scott enrollándose, me pongo mala-gimió Bey, abanicándose-. Me va a dar un sofoco.
               -Seguid soñando las dos, que yo a Scott no lo toco ni con un palo. Simplemente me gustó cómo interpretó la canción. Casi se folla a Eleanor en la televisión nacional, por el amor de Dios.  Pocas veces hemos tenido tú y yo más tensión sexual que ellos, bombón.
               -También es verdad que pocas veces hemos tenido que cantar una canción sobre un escenario centenario, con una orquesta sinfónica tocando en directo y un decorado en el que hay una cama.
               Alec inclinó la cabeza a un lado, como los perritos cuando te están escuchando.
               -Bey, ¿está tratando de decirme algo?
               -Calla, que me desconcentras-Bey agitó la mano delante de la cara de Alec. Tenía la vista fija en el techo, como si se le hubiera aparecido la Virgen María-. Os estoy viendo a Scott y a ti comiéndoos la boca de una forma guarrísima. Le estás mordiendo el piercing y él…
               -Puaj, estás enferma, Beyoncé. Scott es como mi hermano.
               Bey clavó los ojos en él, picada.
               -Si Scott es como tu hermano, entonces Sabrae sería como tu hermana, y bien que te la follas cada dos por tres.
               -Qué más quisiera yo que follármela cada dos por tres ahora-lloriqueó Alec mientras yo me reía.
               -Creo que no entiendes lo que te estoy intentando decir.
               -¿Qué? ¿Que el incesto está mal? Bueno, pues arréstame, porque pienso seguir tirándome a Sabrae a cada ocasión que se me presente-le recriminó.
               -Tampoco es que abunden ahora mismo, ¿verdad?
               -Dios mío, no te soporto, de verdad que no lo hago, Beyoncé-bufó, pasándose una mano por la cara-. Sabrae, no puedo con esto, de verdad. Tengo que relajarme. Necesito ver Las chicas Gilmore. ¿Te importa si veo un capítulo sin ti?
               -¿Quieres volver a la UVI?-pregunté, alzando una ceja. Alec puso los ojos en blanco.
               -Te juro por Dios que… vale, vale, me aguantaré las ganas.
               -A ver, ten en cuenta que si ya has pasado un día sin ellas, serás capaz de aguantar hasta que vuelva mañana.
               -Mañana no voy a querer ver Las chicas Gilmore. Tengo planes.
               -¿Ah, sí? ¿Qué clase de planes?
               -No te los digo. Son una sorpresa.
               Eso hizo que se me retorciera el estómago.
               -Alec, prométeme que no te vas a volver a escapar del hospital para ir a recogerme al aeropuerto, o algo así.
               -¿Quieres que me pongan una tobillera? Ni de broma. No pienso volver a aguantar la bronca de las enfermeras. Me da miedo la doctora Watson-confesó. La doctora Theresa Watson, que le había intervenido en quirófano al lado del doctor Moravski, había ido el sábado por la tarde a echarle un rapapolvo de no te menees a Alec por la gilipollez que había hecho de escaparse del hospital. Incluso le había amenazado con volver a meterlo en la UVI y restringirle completamente el horario de visitas, de manera que sólo pudiera estar con alguien media hora por la mañana y media hora por la tarde.
               Alec se enorgullecía de haberse librado de aquel castigo poniéndose a llorar como un niño de seis años. “¿Ves, nena?”, me había dicho, “ahora doy rienda suelta a mis emociones”.
               Es tontísimo, te lo juro.
               -Ahora me voy a portar bien. No; en realidad, no tengo nada planeado, pero quiero que me cuentes con pelos y señales todo lo que has hecho en el viaje. Y tengo ganas de que nos enrollemos. En serio, Sabrae, este día sin morrearnos se me ha hecho cuesta arriba. Estoy salido como un mono.
               -Eso explica tu precipitada salida del armario-se cachondeó Bey, y Alec lo fulminó con la mirada.
               -Eres graciosísima, tía. Deberían ponerte un espacio de comedia todas las noches, justo después de las noticias. Me parto contigo, hermana.
               Alec seguía increpando a Bey cuando llamaron a mi puerta. Tras indicarle que podía pasar, Momo asomó la cabeza con gesto preocupado.
               -Saab, perdona que os moleste, pero, ¿puedes venir? Shasha no se encuentra muy bien. Creo que tiene un poco de fiebre.
               Eso me puso en alerta en el acto. Podía haberle sentado algo mal de la comida; llevaba todo el día encontrándose regular, y yo también estaba algo cansada e indispuesta, pero lo achacaba más bien a lo muchísimo que había comido (había tenido tres banquetes en un día) y al cansancio que a alguna enfermedad.
               Pero, claro, yo no tenía fiebre.
               -Al…
               -Lo he oído. Avísame con lo que sea; no te preocupes de la hora, ¿vale? Que se mejore. Te quiero.
               -Que se mejore, Saab. Ya nos cuentas.
               -Cuídamelo, Bey. Os quiero a los dos. Adiós.
               Colgué sin dejar que me respondieran (en una situación normal, Alec habría comenzado a protestar porque yo no podía querer a Bey como le quería a él, pero si Shasha estaba mal, Alec no me haría perder el tiempo con tonterías) y, tras ponerme apresuradamente unos pantalones, salí de la habitación.
               Shasha estaba encogida en uno de los sofás de la suite, doblada sobre sí misma y con gesto de dolor. Tenía la frente perlada de sudor y respiraba trabajosamente, como si le costara llenar sus pulmones de aire.
               -Shash, ¿qué te pasa? ¿Estás bien? ¿Qué te duele?
               -La tripa-gimió. Le toqué la frente y, a pesar de su expresión, lo cierto es que me tranquilizó un poco: no estaba ardiendo. Sí que la notaba más calentita que yo, pero podía deberse a un sinfín de cosas. Sea como fuere, tenía que cuidarla.
               -¿Llamo a Sher?-preguntó Momo.
               -¿Quieres que venga mamá?-ofrecí yo, acariciándole la frente y apartándole mechones pegajosos de la piel. Shasha negó con la cabeza. Duna le estaba acariciando la espalda.
               -No. Estoy bien. Se me pasará. Es sólo que… me duele mucho la barriga. Y también las piernas. Siento que me van a estallar.
               -Ven. Te quitaremos los pantalones. Siempre llevas vaqueros tan ceñidos… igual es que estás demasiado hinchada por todo lo que hemos comido hoy-le di la vuelta con cuidado y le desabroché los vaqueros. Tiré de ellos despacio, asegurándome de no arañarla ni hacer nada que pudiera molestarle. Cuando las piernas de mi hermana, largas y esbeltas, estuvieron por fin desnudas, Shasha lanzó un suspiro de satisfacción.
               Y yo empecé a atar cabos.
               -Dundun, ve a por unas toallas al baño. Mójalas con agua fría, escúrrelas todo lo fuerte que puedas,  y tráenoslas, ¿vale?
               -Vale-la pequeña se incorporó diligentemente, corrió al baño, se detuvo a medio camino, dio la vuelta, se apresuró a darle un beso en la frente a Shasha, y luego salió disparada de nuevo.
               -Ash, Dan, ¿nos ayudáis?-pedí a los pequeños Tomlinson, que se habían quedado paralizados al lado de Shasha. Volaron en dirección al lavabo en el momento en que Amoke, comprendiendo lo que sucedía, le dio la vuelta a los vaqueros de Shasha y confirmó mis sospechas: había una manchita en la zona de la entrepierna.
               Shasha emitió un quejido.
               -¿Qué pasa?
               -Cariño, hoy es un día triste para la humanidad. Te está viniendo la regla. Ya puedes reproducirte-le cogí las manos-. Pero, en nombre de todo lo bueno en este mundo, debo pedirte que, por favor, no lo hagas.
               -Eres una estúpida-escupió Shasha con los ojos cerrados. Me eché a reír. Le di un beso en la frente y le pedí a Momo que buscara unas bragas limpias y unas compresas. Los niños llegaron pronto con las toallas, y se afanaron en pasárselas por las piernas a Shash, que emitió un gemido de alivio cuando la tela fría entró en contacto con ellas.
               Sabía que lo del dolor de tripa sería más difícil de quitar, pero mamá siempre llevaba en su neceser una cajita con medicamentos por si acaso surgía algo. Me dirigí a su habitación, abrí la maleta, saqué el neceser, y me encaminé al minibar. Tras abrir por error una botella de agua con gas (es increíble la obsesión que tienen en Europa con esa dichosa bebida), eché el ibuprofeno en polvo en el vasito vacío, y lo llené de agua. Lo revolví con una cucharilla hasta diluirlo casi por completo, y entonces, me encaminé hacia mi hermana.
               -Mira qué suerte; sabor limón-anuncié, tendiéndole el vaso mientras Shasha se incorporaba. Se lo bebió obedientemente e hizo un gesto de disgusto cuando el ácido de la mezcla pasó por su esófago-. Oh, venga, Shash, no seas quejica. Sabe muy bien. Además, tienes suerte. Si tienes ciclos regulares, está genial que te venga la regla los primeros días de cada…
               Me quedé callada de repente. Los primeros días de cada mes.
               Llevaba todo el día encontrándome rara. Con malestar, cansada… y ya me había levantado así. Estaba demasiado contenta con el tema de que hubiera venido Scott como para darme cuenta, pero si echaba la vista atrás, podía remontar mi malestar incluso hasta el fin de semana.
               El nudo que tenía en el estómago comenzó a retorcerse, y retorcerse, y retorcerse, apretándose tanto que comenzó a costarme respirar. Shasha y Momo me miraron. Los niños continuaban demasiado ocupados en sobarle las piernas a Shasha como para darse cuenta de que me había puesto blanca.
               -¿Sabrae? ¿Qué pasa?-preguntó Momo, y yo las miré a ambas. Sus ojos estaban fijos en los míos, incapaces de comprender qué sucedía.
               -La regla, no… no me ha venido este mes.
 
 
Todavía estaba tratando de recuperarme de lo que habían hecho Scott y Eleanor esa noche cuando los demás se fueron y Bey y yo nos quedamos solos. No es que creyera que Scott y Eleanor no terminarían cantando nunca, pero ni me esperaba que lo hicieran tan pronto, ni de la forma en que sucedió.
               El muy cabrón se había cuidado muy mucho de no decirnos absolutamente nada de lo que nos tenía preparado a todo el mundo para aquella noche: no había soltado prenda de lo que estaba maquinando en ningún momento, ni tan siquiera cuando intercambiamos unos cuantos mensajes por el grupo para desearles suerte y decirle que esperábamos con ansia verlos en un sitio en el que tenían la suerte de no conocerles.
               El escenario se había quedado a oscuras en el momento en que Robert anunció que se avecinaba una actuación muy, muy especial. No había que ser ningún lince para saber que se trataba de Scott, que había ganado la anterior gala por los pelos, gracias a su interpretación de Like I would, de modo que le correspondía ese derecho. Lo que nadie esperaba, no obstante, es que hiciera lo que hizo.
               La música comenzó dejando el escenario de nuevo en penumbra, con lo que parecía una cama en el centro del mismo, de la que se incorporó una silueta. Un foco la iluminó, y Scott, con un micrófono de esos manos libres pegado a la boca, dio un par de pasos, lentos pero confiados, hacia el centro del escenario, ignorando por un momento al público. Sólo cuando tenía que comenzar a cantar, se giró para encararse a la audiencia.
               -Oh, we’re not on the same place, show me in the same light-caminó hacia el borde del escenario, arrancando jadeos y siseos por parte del público al quitarse la camisa que llevaba puesta, y dejarla caer sobre la cama de la que pasaba a sus pies. Sólo le cubrían unos pantalones grises que le descendían por la cintura de una forma muy parecida a como lo hacían los míos, algo que volvía loca a Sabrae. En general, todas las tías se volvían chifladas cuando te veían con pantalones de chándal, y si estos eran grises, era ya para cagarse. La única razón de que los tíos nos casáramos en traje era que, si lo hacíamos en chándal, las novias atravesarían corriendo el pasillo y nos follarían duro delante de sus invitados.
               -Feels right when we take flight-cantó mi amigo, quitándose unas vendas de las manos parecidas a las que me ponía yo durante mis competiciones. Levantó la mirada y continuó, metiéndose al público en el bolsillo-. Clothes off cause she’s so soft-estiró los brazos a ambos lados de su pecho, mostrándose vulnerable mientras marcaba el ritmo de la música con una pierna, de modo que parecía listo para la batalla-. This ain’t a fair fight, I wanna shed light on the subject…-sonrió, el muy cabrón. Con esa sonrisa torcida suya con la que era capaz de levantarme a una tía en el último momento, cuando yo ya la tenía comiendo de mi mano.
               Jodido hijo de puta. Me encantaba ese tío.
               -I get her wetter than ever, four letters-sonrió más, inclinando la cabeza hacia un lado, convencido de que tenía a todo el mundo a sus pies.
               Es que era una putísima estrella del rock.
               -Are never the question-echó a andar en dirección a una pared de cristal colocada estratégicamente en el centro del escenario-. She likes when I’m messy, and I like when she’s undressing.
               Llegó a la pared, se apoyó en ella, y comenzó a darle golpes con el dorso del puño mientras sonaba la música, acompañando cada golpe de ésta con uno de su cuerpo.
               -You’re looking in the wrong place for my love. Don’t think because you’re with me, this is real-se dio la vuelta y apoyó la espalda, las manos, y a la luz de los focos, se podía ver su respiración. Era la única persona en el mundo que estaba respirando; todos en la habitación estábamos aguantando la respiración, con los ojos fijos en la pantalla-. You’re looking in the wrong place for my love. Don’t stop what you’re doing, cause I like that too.
               Se deslizó por la pared transparente y se quedó sentado, con la cabeza apoyada en ella, y el foco sobre él se hizo más tenue mientras otro, encima de la cama, se encendía rápidamente.
               JO
               DER
               .
               En el centro de la cama, estaba Eleanor, arrodillada sobre un colchón cubierto con unas sábanas desechas, prueba de lo que supuestamente había sucedido en ese lugar, y lo que los dos estaban narrando. Llevaba puesta una camisa blanca, que le quedaba grande y apenas dejaba al descubierto un sujetador negro de encaje, gracias a los botones que tenía desabrochados.
               No pude evitar pensar en Sabrae.
               Y di gracias de que no fuera ella la que estaba participando en esa canción, o me habría dado un infarto.
               -Here with you cause you got the right vibe, seems like you probably have a dope mind-Eleanor se incorporó, moviendo las manos en torno a ella como si estuviera en una prueba de gimnasia rítmica con una pelota invisible-, but it’s gotta be the right time
               -We’re only good for the right time-me fijé en que Scott se había sentado en el borde del escenario, y Eleanor caminó hacia él, sin pausa pero sin prisa, hasta quedar arrodillada a su espalda mientras continuaba-, I see through your demeanor, baby, I’m a pleaser-le susurró al oído mientras le acariciaba el pecho, y Scott cerró los ojos, inclinando la cabeza hacia ella y  disfrutando más de la actuación de lo que nunca llegaría a admitir-, I go out my way to treat you, but I can’t be a teacher, cause I’m a problem-estiró una mano a un lado de la cabeza de Scott, como una bruja que lee en su bola de cristal- with problems-estiró la otra mano y las movió de un lado a otro, haciendo que Scott siguiera sus movimientos con la cabeza, los ojos aún cerrados-, I know who I am and I’m not no good.
               Se incorporó y Scott también, y se quedó mirándola, dieron un paso hacia el otro y Scott trató de cogerle las manos, pero Eleanor dio un paso atrás.
               -You can have me tonight or never, I tought you understood.
               Caminaron hacia la pared de cristal, todavía sin romper el contacto visual.
               -Baby, some people are meant to be loved and others just make it-pusieron las manos frente a la pared de cristal, una barrera que ellos mismos habían creado entre sus cuerpos -, so take what I’m willing to give, love it or hate it.
               Scott salvó la distancia que les separaba y los dos cantaron abrazados, con las manos de él en la cintura de ella y las de ella en torno a las de él, con la espalda pegada al pecho de su novio, lo ojos cerrados y las manos de él recorriéndola por dentro de la camiseta.
               Eleanor le acarició el cuello a Scott mientras éste le susurraba el estribillo al oído. Me sorprendió que Eleanor pudiera concentrarse. A estas alturas de la película, yo estaba bastante seguro de estar sufriendo un ictus.
               Finalizado el estribillo, Scott la cogió en brazos y dieron vueltas sobre sí mismos hasta que la dejó de nuevo en la cama, y él planeó sobre ella y comenzó a darle besos por el torso, que le había dejado al descubierto al abrirle la camisa cuando la dejó sobre la cama, mientras cantaba el puente de Zayn.
               Sí.
               Le fue dando besos.
               ¿Cómo pretendía nadie que no me pusiera cachondo viendo a uno de mis mejores amigos ofreciendo los preliminares más televisados de la historia?
               Scott Malik es mi puto ídolo, la persona en la que aspiro a convertirme cuando sea mayor. Joder. Nadie lo hace como él.
               -I don’t I don’t really know, I don’t, I don’t really care, maybe keep it on the low, stories that I don’t wanna share, I don’t…
               -Don’t stop-le pidió Eleanor, jadeando, rodeando sus caderas con sus piernas y dejando que la levantara otra vez.
               Y afrontaron el último estribillo de la canción imitando los movimientos del otro, girando sobre la cama, apoyándose sobre sus traseros e incorporándose de nuevo cuando la música así lo requería, Eleanor moviendo el pelo de forma que de vez en cuando flagelaba a Scott, hasta que al final quedaron el uno frente al otro, mirándose, jadeantes, y el eco de sus voces se perdió en el infinito.
               El mundo estalló alrededor de ellos, que se mantuvieron dentro del personaje un rato más, antes de sonreír y dejarse acompañar por Robert al centro del escenario. Scott, que pasó de ser un sinvergüenza al mayor caballero que jamás hubiera caminado por la tierra, le ofreció la mano a Eleanor para ayudarla a levantarse de la cama. Los dos jadeaban, y dudo que fuera por el esfuerzo.
               A pesar del estruendo del público, que jamás se había entregado como con ellos, en la habitación reinaba un silencio sepulcral.
               -Que levante la mano quien se haya puesto cachondo-pedí, y sin apartar la vista de la televisión, todos la levantaron, sin hacer distinción entre grupo: mis amigos, mi hermana, o las amigas de Sabrae.
               -Vale, gracias, estaba preocupado. Sobre todo, porque creo que me lo ha puesto Scott.
               Sólo Bey se giró para mirarme, impresionada, pero enseguida volvió la vista hacia la tele otra vez, para no perderse nada. ¡A ver si Scott y Eleanor iban a empezar a copular, y nos lo perdíamos! Ni de coña.
               Así que por ese comentario diría luego la anormal de Beyoncé que había salido del armario. Antes de que te pongas a tirar cohetes porque el único defecto que has sido capaz de encontrarme a lo largo del tiempo que nos conocemos es mi heterosexualidad, tengo que hacerte una pregunta: ¿apreciar el arte me hace gay?
               No sé. Revísate los privilegios, como diría Sabrae.
               Y, si aun así sigues pensando que sí, efectivamente, me van los tíos, pues… qué quieres que te diga. Imagíname agitando una bandera arcoíris.
                ¯\_()_/¯
               (No, no quería enrollarme con Scott; simplemente me había puesto cachondo porque había sido su mente la que había pensado en todo aquello. Se veían sus marcas personales por todos lados. ¿A quién coño se le ocurre montar una actuación sexual con su novia? Pues al putísimo Scott Malik. ¿A quién, si no?
               Bueno, vale. También se me ocurriría a mí, pero yo no tengo los medios para hacerlo. Ni la oportunidad. No soy cantante, sólo soy el rey del sexo.
               Un puesto que Scott no va a poder quitarme por mucho que lo intente. ¯\_()_/¯
               Joder, ese emoticono es adictivo. ¯\_()_/¯ ¯\_()_/¯)
 
¿Alec? He dejado mi parte en un momento de mucha tensión, y creo que te estás calmando el clímax con tus emoticonos.
               Por favor, céntrate, sol.
 
Ah, sí, es cierto, reina. Se viene el dRamÓn.
               Total, que mucho después de que Scott y Eleanor se hubieran ido a sus habitaciones, seguramente a echar ese polvo del siglo del que me acababan de dar ganas a mí, y que no podría disfrutar porque a) no tenía a Sabrae y b) tenía las habilidades motoras más bien reducidas, yo todavía estaba afectado. Apenas podía pensar en otra cosa que no tuviera relación con lo que había pasado en ese escenario, pero para tu infinita tristeza, te diré que no estaba cachondo pensando en Scott y Eleanor, sino en Sabrae y en mí.
               Sí, lo siento. No voy a pasar a formar parte de tu colectivo preferido. Como te digo, me gustan las tías.
               ¯\_()_/¯
               (No volveré a usar el emoticono, te lo prometo).
               Tenía la canción fija en mi cabeza, y una deliciosa fantasía en la que Sabrae y yo follábamos en una cama redonda, de un tamaño que podría acoger a ocho personas, con mantas negras y almohadas individuales, no ayudaba a que se me bajara el calentón. No sabía cómo había hecho para despedirme de mis amigos sin tratar de meterles la lengua en el esófago, pero el caso es que lo único que quedaba de ellos en la habitación era el olor a comida sabrosa.
               La tele estaba apagada ya, y lo único que podía ver en ella era mi reflejo en pequeñito. Me dolía un poco la cabeza, pero ya no estaba seguro de si se debía al tiempo que había pasado escribiendo en mi ordenador (Claire me había dicho que, si me hacía sentir bien, podía seguir desarrollando las cosas que se me pasaban por la cabeza, y lo cierto es que me resultaba terapéutico), o si era más bien porque no había terminado de reventarme un ojo con la dichosa actuacioncita.
               En Praga, Sabrae estaba disfrutando de una cena de cumple-adopción como pocas había tenido en su vida. Había entrado siete veces a comprobar si había visto la foto que había publicado en mi cuenta de Instagram felicitándola como a ella le gustaba (de forma extensa y deliciosamente pública), pero aún no había tenido suerte. Estaba intentando no sentirme decepcionado al ver que ni siquiera lo leería en el momento de su aniversario, pues para ser justo sólo le había dejado un minuto de margen subiéndolo a las 23:59, pero, aun así… jo, la echaba mucho de menos.
               No quería ni pensar en lo que habría pasado de estar ella allí, conmigo, esa noche. Probablemente habría acabado ingresado en cuidados intensivos, o directamente en la morgue, pero habría merecido la pena.
               Dentro del baño, Bey estaba terminando de lavarse los dientes. Vi cómo escupía el agua a través de la puerta entreabierta, y luego, con habilidad, se ató a la cabeza un pañuelo para recogerse el pelo y dormir con más comodidad. Dejó que unos cuantos mechones de su pelo sobresalieran de la parte superior del recogido como una mazorca, y tiró un poco de los hombros de su camiseta de pijama, que le dejaba al descubierto el ombligo.
               Me pregunté qué habría pasado si no estuviera con Sabrae, si Saab no fuera nada para mí.
               Y la respuesta me resultó tan obvia como rara el pensar en otra chica de esa manera: le habría echado a Bey el polvo de su vida.
               Mi amiga me pescó mirándola desde el otro lado de la habitación y, apoyada en el lavamanos con gesto juguetón y una sonrisa coqueta, preguntó:
               -¿Qué pasa, Clark Kent?
               Me limité a sacarle la lengua. Ni siquiera recordaba la última vez que habíamos pasado una noche juntos, y eso que yo solía quedarme bastante a dormir en casa de las gemelas, a pesar de que era chico. Para los padres de Bey y Tam, que fuera su amigo ya suponía motivo bastante para confiar en que no intentaría nada con ninguna de las dos. Como si eso me hubiera frenado a la hora de acostarme con Bey.
               Sonrió, y tras dar por terminada su sesión de aseo nocturno (no sabía por qué, pero había empezado a desarrollar mucho interés por mirar a las chicas prepararse para dormir, hasta el punto de que ya no dejaba a Sabrae cerrar la puerta del baño), salió del baño y apagó la luz. Cerró la persiana metálica de mi habitación para que no nos molestaran las luces del control de las enfermeras, y se sentó en la cama que iba a ocupar. No la había acercado como hacía Sabrae.
               -Me encanta que me hayas dicho que me quede-sonrió, balanceando los pies en el aire.
               -Es que te echaba mucho de menos, reina B.
               -Y yo a ti, osito-ronroneó, dándome un pellizquito en la mano.
               -Aunque, bueno… creo que también me lo he buscado yo.
               Bey inclinó la cabeza hacia un lado.
               -¿Qué insinúas?
               -Bueno… ¿estamos bien?-pregunté a bocajarro. Uno de los primeros temas que habíamos tratado Claire y yo en las sesiones de terapia era lo mucho que me preocupaba sentir que me distanciaba de Bey. No es que no quisiera estar con ella, ni que me molestara, ni mucho menos, pero había bastantes días en que me había descubierto a mí mismo comunicándome con ella sólo en los ratos en que no lo hacía con Sabrae, como si ella fuera un segundo plato o algo así. Dado que eso tenía relativamente fácil solución, Claire me recomendó que tratara de equilibrar un poco más mi tiempo, pasando, quizá, menos tiempo con Sabrae, y más con el resto de mis amistades. Sí que es cierto que Saab había cedido mucho terreno a mis amigos, pero sentía que con un par de horas exclusivas a la semana, para Bey no era suficiente. Especialmente, porque habíamos pasado de compartir pupitre y calle, a estar en códigos postales diferentes.
               Primero, se lo había comentado a Saab, que había dicho que mis preocupaciones eran comprensibles, y que se había visto en la misma situación que yo cuando tuvo que empezar a equilibrar el tiempo que pasaba conmigo con el que pasaba con sus amigas.
               -Los chicos no le dais tanta importancia a esto, pero hay que cuidar mucho la logística de las salidas una vez inicias una relación.
               -O sea, que ves normal que me preocupe que lo nuestro afecte a Bey.
               -Claro. De hecho, me sorprende que hayamos tardado tanto en encontrarnos en este problema. Después de todo, pasábamos bastante tiempo juntos, pero supongo que ahora acusas más el cambio por el tema de que no estás en el instituto. De todos modos, ¿qué te preocupa?
               -No lo sé muy bien. Simplemente que esto afecte de alguna forma, así, en general. No es nada específico.
               -¿Has hablado con ella? Es decir, ¿ella te ha dicho algo? Si es privado y no te apetece decírmelo, lo entenderé. Estás en tu derecho.
               -Bombón, a ti te lo cuento todo. Pero no, simplemente me preocupo yo solo. Ella no me ha dicho nada.
               -Bueno, entonces,  ¿por qué no la invitas a pasar la noche contigo cuando yo esté en Praga? Así matamos dos pájaros de un tiro: yo me quedo tranquila sabiendo que estás acompañado por otra persona que no sea Annie, y tú pasas tiempo con ella. Es un buen negocio, ¿no crees?
               Sí, la verdad es que, en su momento, me lo había parecido.
               Bey inclinó la cabeza hacia un lado, tratando de comprender a qué venía mi pregunta. En su mundo, un mundo en el que su cabeza no trataba de torpedearla constantemente ni le ponía la zancadilla a todas horas, los problemas sólo surgían del exterior, no de su cabeza. Pero, claro, Bey también tenía que lidiar con mi mundo, de modo que mis rayadas le afectaban.
               -Por supuesto. ¿Por qué lo preguntas?
               -Verás, es que… me da la sensación de que estamos más distanciados por lo mío con Sabrae. Supongo que son imaginaciones mías, pero creo que no pasamos tanto tiempo juntos como antes.
               Bey se revolvió en el asiento, pensativa. Tenía los ojos fijos en mis pies, leyendo en ellos la verdad, la dirección que seguían.
               -Bueno-comenzó con cautela, algo que me puso un poco nervioso, lo reconozco-. También has tenido un accidente, y de momento, no nos vemos en clase. Supongo que es normal que nos distanciemos. Pero, si te sirve de consuelo, no es mi intención que lo hagamos, ni mucho menos. Te echo un montón de menos.
               -Sí, y yo, pero… ¿te sientes desplazada por Sabrae?
               Bey cogió aire, sus hombros cuadrados de repente. Tenía las manos sobre los muslos, y las piernas juntas. Claire me había dicho que ésa era una posición de protección y diplomacia. Bey iba a ser cuidadosa conmigo; no quería meter la pata.
               -A ver, Al… es tu novia. Es completamente normal que pases tiempo con ella.
               -¿Eso significa sí?
               Se relamió los labios y elevó una mano para apartarse un mechón de pelo inexistente. Estaba nerviosa.
               Joder, qué buena era Claire. Si ya leía así de bien a la gente con un par de sesiones, cuando termináramos sería un rey del psicoanálisis.
               -Sí, pero también, como te digo, lo veo normal. El tiempo que tienes, es lógico que quieras pasarlo con ella.
               -Pero también me gusta estar contigo, reina B.
               -Lo sé. Y no me malinterpretes; de verdad que lo sé, pero a la vez, comprendo perfectamente que estés más con Sabrae, porque, bueno… tenéis más confianza.
               -Vamos, como si tú y yo tuviéramos poca-sonreí, quitándole hierro al asunto, y ella también sonrió, aliviada.
               -Vale, sí, puede que esté restándole importancia a nuestra relación. Pero Al-se llevó una mano al pecho-, de verdad que no me duele, ni nada por el estilo. ¿Te echo de menos? Sí. ¿Te guardo algún tipo de rencor? ¡Claro que no! Con el tiempo que decidas dedicarme, yo estaré contentísima. Evidentemente, a más mejor, pero…
               -Creo que me vendrá bien que estés por aquí un poco más a menudo. Ya sabes, sin los demás. Les quiero muchísimo, pero te necesito más a menudo que a ellos. A veces puede resultar un poco agobiante. Mi psicóloga dice que la gente con ansiedad se maneja mejor en grupos pequeños porque, al haber menos gente, hay menos posibilidades de recibir un ataque. Y, si lo hay, las consecuencias son menores.
               -¿Te agobiamos viniendo todos?
               -¡Qué va! Me gusta que vengáis, no quiero que dejéis de hacerlo. Es sólo que, de vez en cuando, no me apetece ser muy sociable, pero eso no quiere decir que quiera quedarme solo. De hecho, a Claire le sorprende que en mi grupo de amigos seamos nueve, teniendo en cuenta el tiempo que llevo arrastrando estos problemas.
               -Sí, pero antes no eran tan graves, ¿verdad?
               -No, supongo que no. De todos modos, supongo que cuando me rayo, me es más fácil preguntar individualmente a hacerlo, bueno… a todos. Ya viste lo muchísimo que me costó abrirme en el Foster’s, cuando Scott y Tommy se iban. Eso no te ha pasado nunca conmigo.
               -Es lo que tú dices-sonrió, cansada-, que todo es más difícil.
               -¿De verdad que estamos bien?-pregunté, inclinándome hacia ella, que asintió y sonrió.
               -Sí, Al. Por desgracia para ti, no pretendo darte problemas.
               -Genial. ¡Uf!-jadeé, y ella soltó una risita-. No pensé que fuera tan fácil. Verás, resulta que cuando me puse a hacer la lista de las cosas que me preocupaban, puse que no quería que nos distanciáramos por lo mío con Sabrae. Menuda bobada, ¿no?
               -Yo creo que tiene todo el sentido del mundo que te preocupe. Después de todo, no estamos acostumbrados a que ninguno de los dos tenga una relación seria. La que ha tenido cosas más reseñables soy yo, y no he pasado de los rollos, así que esto es nuevo para nosotros.
               -Ya.
               -El caso es que a mí no me parece ninguna tontería. Todo lo contrario. Y puedes hablar conmigo de lo que te preocupe siempre que quieras. Te prometo que seré sincera.
               -Es que tampoco quiero hurgar en la herida.
               -¿A qué te refieres?
               -Bueno, Bey, tú… estás enamorada de mí.
               Bey parpadeó.
               -Ajá.
               -¿Y no te afecta verme con Sabrae?
               Se lo pensó un momento, y finalmente, negó con la cabeza.
               -Sabrae te hace feliz, y yo lo que quiero es verte feliz, así que no me importa “compartirte” con ella, incluso si la que sale perdiendo soy yo. Es decir, ¿no crees que tú harías lo mismo? Si la situación fuera al revés, y tú estuvieras enamorado de mí y yo estuviera con Sabrae…
               -Sería el mayor fan de vuestra relación-confesé, y Bey soltó una carcajada.
               -Céntrate, porfa. Si yo estuviera con Sabrae y tú me quisieras como yo te quiero a ti, ¿no estarías dispuesto a ceder mi compañía con tal de ver más tiempo ese brillito en los ojos que se te pone cuando estás con ella? ¿No estarías dispuesto a compartirme?
               Asentí con la cabeza. Sí, claro que sí. Seguramente no me resultaría tan fácil como a Bey, pero ya me lo había planteado en más ocasiones, y en todas había llegado a la misma conclusión de que un poco de Sabrae era mejor que nada, y verla feliz era mucho mejor que verla contenta, aunque fuera yo el que la pusiera contenta y otra  persona la que la hiciera feliz.
               -Entonces creo que ya entiendes mi postura, ¿no? Sabes que puedes contar conmigo para lo que quieras, sin importar el tiempo que estemos juntos. Tú sigues siendo mi mejor amigo, y yo sé que sigo siendo alguien muy especial para ti, aunque puede que mi puesto de mejor amiga esté ahora a nombre de otra.
               -Sabrae es mi novia, pero tú eres mi mejor amiga, reina B.
               Bey se estremeció de placer al escuchar eso.
               -Aun así, si en algún momento quieres concederle mi puesto, a mí no me parecerá mal. En absoluto.
               -Esto no me lo estarás diciendo por la manera en que nos estamos distanciando, ¿verdad?-pregunté-. Porque, mira, tenía pensado sugerirte que te pasaras una noche a la semana conmigo, para compensar el tiempo que te dejo sola en el instituto. Pero si no quieres…-miré a otro lado, como si creyera que Bey realmente podía considerarlo. Cuando la volví a mirar, se rió, se inclinó hacia mí y me dio un sonoro beso en la mejilla mientras me daba un achuchón.
               -Me encantaría, Al.
               Bueno, un problema menos. Ahora ya podía contar con ella para darme una nueva opinión respecto de mi terapia, y la verdad es que me gustaba saber que podría tenerla más cerca y recuperar el tiempo perdido.
               Ojalá todos mis problemas se resolvieran con tanta facilidad. Al día siguiente, cuando se marchó al instituto, yo me desperté con ánimos renovados y afronté el día con ilusión. Me moría de ganas de que llegara Sabrae y poder contarle la buena noticia, enseñándole de paso la lista que le había pedido que me imprimiera en el ordenador de las enfermeras, en la que había tachado una de las primeras preocupaciones. Tenía la muestra de que me estaba curando allí, entre las manos, y cuando llegara, se la mostraría con orgullo.
               Claro que con lo que no contaba era con que Sabrae añadiría algo mucho más gordo a mi lista, compensando la pequeña entrada que había borrado Bey. A su lado, mis preocupaciones anteriores eran de risa.
               Resultó que llegó mucho antes de lo esperado, a la hora de comer, aún vistiendo el uniforme del instituto. Me atraganté con la sopa al verla, y me alegré de haberle pedido a mi madre que me trajera los regalos que tenía pensado darle en lugar de pedírselo a Jordan, quien se suponía que tenía que acompañarla.
               Sabrae se detuvo en seco a la puerta de mi habitación, mirando a mi madre como si le sorprendiera encontrarme acompañado, a pesar de que no me había pasado a solas ni una hora desde que había tenido el accidente.
               -¡Bombón, ya has vuelto!-celebré, dejando la cuchara en el plato. Sabrae me miró como si me hubiera puesto a hablar alienígena.
               -¿Qué tal el viaje, querida?-preguntó mamá, incorporándose y yendo a darle un beso en la mejilla, que Saab le devolvió con confusión.
               -Bien. Muy bien. Muy agradable.
               -Te esperábamos más tarde.
               -Sí, bueno, es que… yo… tenía… me apetecía… necesitaba… tenía ganas de ver a Alec-balbuceó. Trastabilló con las palabras y sus ojos tropezaron de la misma forma con los míos: como si, a pesar de estar buscándolos, no se esperara encontrarlos allí.
               Se retorció las manos con nerviosismo, y se sentó en una de las sillas del fondo de la habitación, lejos de mi cama.
               -Te dejo comer-explicó cuando los dos nos la quedamos mirando. Mamá se giró e intercambió una mirada conmigo, preguntándome en silencio si notaba algo extraño en ella, y yo no dije nada. Fuera lo que fuera lo que le ocurriera a mi chica, estaba claro que no quería que mamá se enterara, así que yo disimularía todo lo que pudiera. Mirándola de reojo mientras me terminaba la comida, pude apreciar los cambios que se habían producido en ella. Tenía las trenzas deshechas ya desde la raíz, como si no hubiera sido capaz de hacérselas del todo bien por sus dedos temblorosos. No paraba de cruzar y descruzar las piernas, y se revolvía en el asiento, miraba el móvil y luego su bolso como un artificiero que espera la orden para detonar su bomba.
               Y tenía ojeras. Se las había tapado con maquillaje lo mejor que había podido, pero yo se las notaba. Siempre le acompañaban unas pequeñas bolsitas en los ojos que no podía disimular, así que terminaba delatada.
               Me obligué a mí mismo a terminarme el filete y tragar el yogur para que mamá no tuviera ninguna objeción ni nos preguntara directamente qué nos pasaba, obligándonos a ambos a inventarnos una excusa que seguro que terminábamos escupiendo a la vez, y sin coincidir en el pretexto.
               Por fin, cuando me terminé la comida, mamá no pudo más con la tensión. Recogió su bolso y se levantó, dándome un beso en la frente y diciéndome que me vería más tarde a modo de despedida. Asentí con la cabeza y, mientras Sabrae se levantaba y le devolvía el beso a mamá, en mi cabeza empezaron a gritar los demonios que Bey había conseguido acallar momentáneamente.
               Ay, Dios. Ay, Dios. Ay, Dios.  
               Sabrae me miró con gesto de disculpa.
               Ha conocido a alguien. A un checo, seguramente. A un tío más listo pero quizá no más guapo que yo, y por eso duda sobre si debe dejarme o no. Seguro que él no necesita psicólogo, y no va a hacer voluntariado, así que no va a dejarla sola, pero ella me quiere, y le atraigo más, y sabe cómo follo, y… joder, joder, ¿y si el otro folla igual de bien que yo?
               ¿Si le suplico que no me deje y que ese pavo y yo la compartamos, lo aceptará?
               Se acercó a mí con la energía de una anciana, la vitalidad de una moribunda. Me miraba con ojos arrepentidos, tristes. Inmediatamente me detesté por pensar en que quería compartirla con alguien. Se merecía entregarse completamente a quien quisiera, y yo tendría que aguantarme.
               -¿Saab?
               -Al-respiró ella, un jadeo agotado que no tenía nada que ver con los jadeos que se le escapaban cuando lo hacíamos. Éste era… un estertor.
               -¿Estás bien? Nena, si es una broma, no tiene gracia. La verdad es que me esperaba otro reencuentro. Dime qué te pasa.
               -Por favor-me pidió, y se le humedecieron los ojos en lágrimas-. Prométeme que no te vas a enfadar.
               Ay, Dios. Ay, Dios. AY, DIOS.
               HA CONOCIDO A ALGUIEN.
               -¿Por qué iba a enfadarme, nena? De verdad, Sabrae, me estás asustando. ¿Qué te ocurre? ¿Te ha pasado algo?
               Sabrae se relamió los labios, sorbió por la nariz y, con manos temblorosas, extrajo algo de su bolso. Era un caja, de color blanco y azul, con el logo de una empresa que yo conocía muy bien en una esquina.
               Lo sabía de sobra. Sabrae no seríala primera chica a la que acompañaba mientras meaba. Había sido responsable de muchas faltas, pero, por suerte, de ningún aborto. Ojalá eso no cambiara con ella.
               Pero, aun así, como el putísimo gilipollas que era, soy, y seré, pregunté, como si no hubiera visto en mi vida un test de embarazo o no supiera leer:
               -¿Qué es eso?

 
¡Toca la imagen para acceder a la lista de capítulos!
Apúntate al fenómeno Sabrae 🍫👑, ¡dale fav a este tweet para que te avise en cuanto suba un nuevo capítulo! ❤🎆 💕

Además, 🎆ya tienes disponible la segunda parte de Chasing the Stars, Moonlight, en Amazon. 🎆¡Compra el libro y califícalo en Goodreads! Por cada ejemplar que venda, plantaré un árbol ☺
      

2 comentarios:

  1. ME CAGO EN TU SANTA MADRE ASI DE CLARO PAVA. POR PARTES.
    Punto número uno, me ha empezado a dar unos vibes de It’s 1D bitches el comienzo del capítulo que me ha dado toda la nostalgia, literal que he vuelto a tener 16 años por un momento tía.
    Punto número dos,la TREMENDA ACTUACIÓN del señor y señora Scott Malik y Eleanor Tomnlison ha sido la hostia ( que heavy fue en su dia tia, me dejaste tetraplejica) y más todavía narrado por Alec sos.
    Punto número tres, me ha encantado la conver de Alec y Bey y como poco a poco los efectos de la terapia comienzan a hacerse ver.
    Punto número cuatro, YA BASTA DE FALSAS ALERTAS DE EMBARAZO ESTOY TAQUICARDICA NO AGUANTO MAS ME QUITAS AÑOS DE VIDA SEÑORA.

    ResponderEliminar
  2. El capítulo me ha gustado mucho y me he reído bastante. PERO, hay dos cosas que no me han gustado (una ya la sabes y sin comentarios y dos ¿cómo me dejas así el capítulo pedazo de sinvergüenza?)
    Comento por partes para que no se me olvide nada:
    - El momento Sabrae-Scott del principio me ha dado la vida.
    - Con 1d picados por cts me meo de la risa te lo juro porque es que encima serían así tal cual.
    - Alec siendo el fan nº1 de Sabrae pues SAME y que risa que se haya puesto a imitar sus fotos en serio.
    - La amistad Shasha – Alec >>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>
    - De Kiara solo voy a decir una cosa y esa cosa es que me cago en tus muertos :)
    - Alec poniéndose cachondo con Scott pues mira el contenido que merezco (que risa me ha hecho en serio)
    - Me ha encantado la videollamada de Sabrae, Alec y Bey, me he reído un montón y me encanta como Bey y Sabrae le toman el pelo a Alec
    - Que me vuelvas a narrar la actuación Sceleanor y encima desde el punto de vista de Alec pues lo mejor del mundo (me encanta como habla Alec de Scott en serio). Además, es que me flipa tenerla desde dos puntos de vista porque creo que es mi actuación fav de todas las que narraste en cts.
    - Me encanta cuando rompes la cuarta pared no pares nunca por favor.
    - La conversación de Alec y Bey me ha encantado. Adoro su amistad y me parece que Bey es muy buena amiga y solo quiere lo mejor para él a pesar de estar enamorada de él :’’)
    - Me encanta que Alec se este tomando tan en serio las sesiones con Claire en serio estoy contentísima
    - Y ESE FINAL POR QUÉ ERIKA? POR QUÉ? ES QUE ENCIMA DEJAS AHÍ EL CAPÍTULO ERES UNA SINVERGÜENZA VOY A CONFIAR EN QUE ES UN FALSO POSITIVO PORQUE SINO ME DA ALGO
    Oye fuera bromas me ha encantado el capítulo, me ha encantado el contenido de cts, el contenido Bey-Alec y ver el cumple-adopción de Sabrae. Deseando leer el siguiente, aunque tienes un peligro… <3

    ResponderEliminar

Dedica un minutito de tu tiempo a dejarme un comentario; son realmente importantes para mí y me ayudarán a mejorar, al margen de la ilusión que me hace saber que hay personas de verdad que entran en mi blog. ¡Muchas gracias!❤