domingo, 19 de diciembre de 2021

Paréntesis.

 
¡Hola, flor! Probablemente te sorprenda terminar de leer este capítulo mucho antes que los otros. Eso se debe a que no quería dejarte esperando hasta el jueves (¡que ya es 23 otra vez!) para subir uno nuevo, así que toca algo un poco más breve que me permita hacer que pasen cositas interesantes en el Día Oficial de Sabrae™. ¡Disfruta, y hasta el jueves que viene! ᵔᵕᵔ

¡Toca para ir a la lista de caps!

 
Al sonido de una pieza de cristal estrellándose contra el suelo y resquebrajándose en un millar de añicos le siguió un grito tan agudo que bien podría haber destrozado los restantes cristales de la casa. Yo di un brinco en el sitio, pero Alec apenas se inmutó: simplemente exhaló un suspiro cansado por la nariz que se deslizó por mis labios, se relamió los suyos, y se giró para mirar al piso superior.
               No pude evitar recorrer con adoración la silueta de su rostro, el filo de su mandíbula, la protuberancia de la nuez de su garganta… y comprendí a la perfección por qué se había enfadado en Capri. Sus amigos apenas llevaban unas horas en la casa y yo ya me moría de ganas de que se fueran por donde habían venido y nos dejaran solos.
               La sesión de limpieza había sido una absoluta locura más por la cantidad de gente que había en casa y la forma en que nos chocábamos constantemente los unos con los otros que por las tareas que había que hacer, más bien pocas, en realidad. Que hubiera doce personas en una casa que normalmente ocupaban 5 era todo un caos, y que los muros hubieran resistido la actividad de un equipo de fútbol con entrenador incluido todavía me parecía un milagro. Organizarnos para comer habría sido aún más traumático de no haberse plantado Alec en medio de la cocina, haber puesto un plato sobre la mesa y haber ordenado que todo el mundo echara lo que estaba dispuesto a gastarse para comer. Con ese dinero pidió lo que le pareció en la pizzería del pueblo, a la que tuvimos que ir a recoger el pedido ya que, de tanto como era, no se fiaban del repartidor para ir por ahí con tanta pasta.
               El único respiro que habíamos tenido él y yo después de ese día de locos acababa de terminarse, al parecer. Después de terminar con la comida, todos apelotonados en la terraza al ser el único sitio en que podíamos estar juntos con un mínimo de respeto al espacio personal que cada uno requería, sus amigos habían insistido en que nos fuéramos un rato al piso de abajo mientras ellos limpiaban, ya que “era lo mínimo que podían hacer por abrirles Alec las puertas de su casa”.
               Alec me dedicó la mirada de un cachorrito abandonado durante un par de segundos, los que tardó en darse cuenta de que, efectivamente, tal y como me había dicho antes de que dejáramos de estar solos, yo no iba a poder hacer nada con tanta gente en casa. Así que, en lugar de detenernos en su habitación, seguimos bajando las escaleras, nos sentamos en el sofá, y nos dedicamos a besarnos mientras escuchábamos el ruido de la casa atestada de gente que se preparaba para la tarde. Era lo máximo a que podía aspirar conmigo, sobre todo teniendo en cuenta que ya nos habíamos enrollado hasta los límites que imponía la ropa en otras ocasiones, nunca sin pasar más allá de lo que permitía el decoro.
               El Alec de mi presente desencajó la mandíbula, pasándose la lengua por las muelas, decidiendo si debía intervenir o no. A pesar de que adoraba a sus amigos y era plenamente consciente de que iba a morirse de añoranza cuando se marchara a África, y probablemente lamentara hasta lo más hondo de su alma no haber aprovechado al máximo el tiempo con ellos, en este momento le apetecía mandarlos de vuelta a casa de una patada en el culo.
               Asintió con la cabeza y se levantó con cansancio del sofá, frotándose la cara y suspirando de nuevo.
               -Joder, no me puedo creer que tenga que ser yo el que ponga orden-gruñó por lo bajo, y no pudo evitar echarse a reír ante lo irónico de la situación: a pesar de ser el mayor del grupo, y por lo tanto el que debería predicar con el ejemplo, Alec era responsable de la inmensa mayoría de tonterías que habían hecho sus amigos. Bien porque siempre se le ocurrían las ideas más surrealistas, o bien porque era incapaz de echarse atrás en un reto aunque le fuera la vida en ello, el caso es que si los nueve de siempre se habían metido en algún lío, era prácticamente imposible que Alec no estuviera involucrado en él. Si no era el cerebro, era el ejecutor, igual que un padre travieso que no sabe decirles que no a unos hijos que no hacen más que aprender de él.
               Habría hecho buena pareja con Bey precisamente porque ella era justo lo contrario a él: analítica, prudente, y se lo pensaba mucho antes de lanzarse a la piscina. Si no fuera por Bey, Alec se habría matado antes de cumplir los nueve años.
               Y si no fuera por Alec, el mayor riesgo que habría asumido Bey en toda su vida sería descargarse un bloqueador de anuncios para los vídeos inspiradores para estudiar de Youtube.
               Me miró un segundo por el rabillo del ojo, recorriéndome un momento para recordar por qué estaba aguantando lo que estaba aguantando (porque había sido idea mía, y había conseguido convencerlo de que no era una de las malas que yo tenía a veces, una vez cada conjunción astral) y echó a andar en dirección al piso de arriba.
               Escuché el silencio gélido de las chicas en las habitaciones cuando oyeron las escaleras crujiendo bajo el peso de Alec.
               -Vale, ¿qué me vais a pagar?-preguntó mi novio, plantándose en el piso superior. Me levanté del sofá y me asomé al hueco de las escaleras, desde donde pude ver los músculos de su espalda tensarse al poner los brazos en jarras. Era increíble la actitud de hastío y cansancio que había ensombrecido a Al, sobre todo teniendo en cuenta lo poco que llevaban sus amigos en casa.
               -Nada-respondió la voz de Tam, un poco más abajo que la de Alec, que alzó una ceja.
               -¿Nada?-repitió, inclinando la cabeza a un lado-. No pretenderás que me coma una bronca de mi madre porque no sabes tener cuidado con esas manos lésbicas tuyas, ¿eh, Tamika?
               -Cierra la boca-escupió-. No le hemos roto nada a Annie, aunque como sigas por ese camino puede que le arregle la cara a su hijo.
               -Karlie, a ver cuándo te animas a practicar sado con este bicho y la amordazas. Átala lo suficientemente fuerte como para que no tengamos que volver a escucharla nunca.
               -Dejad de pelearos-instó Bey-. Estoy de vacaciones y no pienso meterme a separaros como os empecéis a pegar-me la imaginé amasándose la melena como hacía cuando estaba aburrida de una situación.
               -¿Has oído, Alec? Cuida de tu culo, que mi hermana no te lo va a salvar estos días.
               -Si yo fuera tú, guapa, dormiría con un ojo abierto mientras esté en Grecia. Ah, y el guapa es irónico, por si no lo has notado.
               -Tráenos una escoba y un recogedor-siseó Tam. Sentí una presencia a mi espalda, y antes de que me girara, Scott pegó el pecho a mi cuerpo y me empujó suavemente hacia delante para echar un vistazo en el piso superior.
               -Empújalo por las escaleras, Tam. Ya nos ha abierto la puerta; no lo necesitamos más.
                Alec se giró, se inclinó hacia delante y soltó un sonoro eructo.
               -¡Alec!-protestamos Bey y yo.
               -Es lo único que te mereces que te diga, Scott-amenazó Alec-. Hoy duermes en la calle. Seguro que Eleanor lo entiende.
               -No tenía pensado dormir de todos modos-se cachondeó mi hermano, volviendo a meterse en la cocina. Alec suspiró.
               -¿Qué se ha roto?-preguntó, pellizcándose el puente de la nariz y negando con la cabeza. Y lo más importante, ¿tiene arreglo, o mi madre me va a chillar mucho por vuestra lésbica culpa?
               -Sabes que mi orientación sexual no es lo que me define como persona, ¿verdad?-le pinchó Karlie-. Deja de considerar lésbico todo lo que yo hago. Soy una mujer exitosa, pero no me das el crédito que me merezco.
               -Sólo normalizo la palabra para que Tam no le tenga tanto miedo-se burló mi novio, y pude sentir a Tam poniendo los ojos en blanco mientras el sonido de los cristales me indicaba que estaba recogiendo lo que se hubiera caído.
               -Kar me estaba enseñando el frasquito de crema solar que se compró en el aeropuerto, en la zona sin impuestos.
               -¿Y pensabas llevarte a la playa un protector que viene en el mismo frasco en que le daban la porción de mortalidad a Hércules en la peli, Karlie?-Alec sacudió la cabeza.
               -¡Ella se gasta el dinero en lo que le da la gana!
               -Así conserva mejor las propiedades.
               Alec giró la cabeza.
               -No sabes lo que me alegro de que me estuvieras dando calabazas el tiempo suficiente para que yo me enamorara de Sabrae, Bey. Pensar en ser familia de estas dos me da terror.
               -Como si Bey fuera a salir contigo en algún punto de su vida. No tenía pensado consentírselo incluso si Sabrae no me hubiera resuelto el problema.
               -Que comparta tu mismo código genético no quiere decir que tarde o temprano no fuera a dejar de ser subnormal.
               -Me aburrís-dijo Bey-. ¿Podéis hacer tiempo muerto y seguir insultándoos cuando estemos en la playa? O, si no os apetece ir, también podéis quedaros en casa peleándoos. Pero yo paso de vosotros, os lo digo de verdad. No me he chupado tres horas de avión para quedarme aquí metida como si estuviera de arresto domiciliario.
               -¿Seguro que irías a la playa si yo me quedara en casa, reina B?-coqueteó Alec, apoyándose en la pared y, seguramente, alzando las cejas de forma sugerente. Pude ver cómo Bey lo miraba de arriba abajo antes con repulsión antes de responderle:
               -Yo contigo no iría ni a la vuelta de la esquina.
               Se metió en una habitación dando un portazo, haciéndose la digna, pero Alec todavía tenía ganas de marcha.
               -Pues bien que fui tu primer polvo del año-contestó, mirándose las uñas. Sonrió cuando Bey abrió la puerta y le hizo un corte de manga. Después, fue a por el recogedor y ayudó a Tam y Karlie a recoger lo que habían tirado, metiéndose con ellas porque le estaban haciendo limpiar de vacaciones, y eso que él no había limpiado jamás en casa.
               -¿Y eso no te da vergüenza?-escupió Tam. Alec le dedicó una sonrisa radiante.
               -Cualquiera diría que no me conoces.
               Decidí que ya estaba bien de remolonear en el piso de arriba y, con el objetivo de interrumpir el tira y afloja que se traían Tam y Alec, subí las escaleras, rocé a mi chico con el pecho cuando me abrí camino hacia nuestra habitación, y dejé la puerta entreabierta en una clarísima invitación que me divirtió ver la rapidez con que la aceptaba. Se coló en la habitación como un ladrón que encuentra la cámara acorazada de un banco sin pestillo, y se me quedó mirando mientras yo me quitaba la ropa para ponerme el bikini. Se relamió y se mordió el labio cuando me quité las bragas, inclinándome para bajarlas por mis piernas, ofreciéndole una vista de mi sexo que hizo que salvara la distancia que nos separaba de un par de pasos.
               -Quieto-le dije, girándome como un resorte para mirarlo a los ojos. Tenía la mirada tan oscura que prácticamente todo su ojo era pupila-. Tienes que centrarte, Alec.
               -Estoy muy centrado-respondió, bajando la mirada, deteniéndose en mis pechos y luego en el hueco entre mis piernas. Muy a mi pesar, sentí que mi sexo despertaba frente a su atención, reclamando un contacto que yo no podía darle.
               Puse los ojos en blanco y me reí.
               -Supongo que la culpa es mía por esperar que me hagas caso cuando no llevo nada de ropa, ¿no?
               -Correcto-asintió, deslizando los dedos por mi cintura y atrayéndome ligeramente hacia él. Noté un bulto familiar sobre mi vientre, un bulto que hizo que mi sexo se entusiasmara. Alec se inclinó para besarme el cuello, acariciándome la oreja con la nariz, inhalándome. Jadeó suavemente contra mi piel y un río de lava descendió desde el punto en que su aliento chocó contra mi cuello, deslizándose por entre mis pechos y concentrándose en mi entrepierna.
               -Necesitas ser un poco más paciente con tus amigos. Sé que ahora mismo te apetecen otras cosas…
               -Me pregunto de quién es la culpa-contestó, arrinconándome contra la pared y metiendo un pierna entre las mías. Me separó las rodillas y sonrió al notar que se me escapaba un gemido. No podíamos. No podíamos. La casa estaba llena de gente. Yo no podría concentrarme completamente en el sexo, y sin embargo…
               … sin embargo, no había nada más erótico que sólo hubiera una pared entre nosotros y sus amigos, nada que me pusiera más incandescente que estar totalmente desnuda en una casa abarrotada de gente, pegada a la pared contra él.
               -Pero sabes que, en el fondo, te alegrarás de que hayan venido.
               Su boca se acercó peligrosamente a la mía, la promesa de todo lo que nos estábamos perdiendo y que podría ser ahora nuestra realidad si yo no le hubiera hecho aquella propuesta en Capri colgando de su boca como dos perlas de las orejas de una princesa. En sus ojos pude ver la misma fantasía cristalizando: su cuerpo aprisionándome contra la pared, no dejándome apenas espacio para respirar un aire contaminado con nuestras feromonas mezcladas. El día anterior había sido perfecto: de descubrimiento, también con actividad física en su justa medida, atravesando la última de las barreras que me separaban de Perséfone. Ya no había nada que pudiera envidiarle a la griega, ya que Alec me había puesto la corona sobre la cabeza y, cogiéndome de la mano mientras me poseía lentamente bajo la atenta mirada de unas estrellas que lo echaban de menos, me había acompañado hasta sentarme en el trono.
               -¿Casi tanto como me alegro de que hayas venido tú?-preguntó, riéndose. Se apoyó ligeramente en mis caderas, inclinándose despacio para que esos dos rincones de nuestra anatomía que estaban hechos el uno para el otro coincidieran, y yo suspiré. A pesar del ruido de la actividad de los demás al otro lado de la puerta, el mundo se reducía a esa habitación en la que Alec me había arrancado las inseguridades con respecto a lo nuestro usando tanto su cuerpo como su alma.
               Tragué saliva y le puse las manos en el pecho.
               -Nos están esperando-dije. La pared estaba fría, de modo que tenía la carne de gallina por el fuego que me corría debajo de la piel. Quizá no hubiera sido tan buena idea distraerlo con mi cuerpo; quizá, después de todo, el que era dueño de mí era él y no yo.
               -No es una cuestión de tiempo, ¿verdad?-respondió, riéndose, mordisqueándome la oreja. Me agarró de los glúteos y me hizo levantarme-. Sabes que puedo hacer que te corras muy rápido.
               Me llevó hasta la cama, donde me depositó ante mis esfuerzos inútiles de retomar el control. Se quitó la camiseta y se me aceleró la respiración: cuanto más miraba su pecho cubierto de cicatrices, más difícil me era distinguirlo del cuerpo de un guerrero que había acabado él solo con un ejército enemigo con tal de volver a mí, que había encontrado la fuerzas cuando ya no le  quedaban en los sueños de poseerme, de hundirse en mi paraíso personal.
               Puede que Alec sin cicatrices hubiera sido un dios, pero ahora era un héroe. Y todas sabemos quiénes son auténticos protagonistas de las epopeyas más épicas.
               -Lo que no puedo hacer-dijo, abriéndome las piernas y metiéndose entre ellas. Me recorrió un escalofrío cuando sus manos se deslizaron por la cara interna de mis muslos y me masajeó los labios mayores con los pulgares, y gemí, agarrándome a sus antebrazos-, es que te corras en silencio.
               Era tan placentera la sensación de presión en el punto en el que yo más necesitaba que me invadiera… apenas era capaz de contener mi respiración en una cadencia que me permitiera sobrevivir. Alec tenía los ojos fijos en mí, observando la forma en que mis facciones se contraían, mis pechos se balanceaban, y mis caderas acompañaban el movimiento de sus dedos. Se relamió los labios cuando abrí los ojos y miré la sombra de su paquete erecto, marcándose contra la tela del pantalón.
               -Soy tuyo, nena. Pero tienes que pedirlo-me instó. No quería que le pidiera que paráramos cuando alguien hiciera un ruido más fuerte que los demás al otro lado de la puerta, ni quería que le mordiera el hombro para no ponerme a gritar a pleno pulmón. No me había traído a Mykonos para que yo fuera recatada: me había traído porque me quería exactamente como estaba.
               Desnuda.
               Dispuesta.
               Empapada en el sudor de la anticipación.
               Quería poder follarme en cada rincón de la casa, probar conmigo cosas que no había probado con nadie, empaparse de mi placer y cubrirme con el suyo, convertirnos en una sola persona, mezclarnos hasta el punto de que no existiéramos más Alec y Sabrae, sino que pasáramos a ser otra cosa, la fusión perfecta e indivisible de ambos.
               Quería follarme hasta que yo me volviera loca y egoísta y le suplicara que no se marchara.
               Y yo no podía hacerle eso. Si habíamos ido a Mykonos en una época en la que tenía que separarse de su familia, si habíamos invitado a sus amigos a la isla, había sido porque se tenía que ir. El voluntariado iba a ser una parte esencial del hombre en el que Alec se convertiría, y yo no podía hacerlo elegir entre su futuro y su presente, entre el voluntariado o yo, entre mi Alec o el suyo…
               … porque sabía que escogería mil veces todo lo que tuviera que ver directamente conmigo, igual que había escogido protestar con cada cosa que hicieran sus amigos, por mucho que le gustara estar con ellos: porque prefería estar conmigo a solas, poder hacer esto.
                Tenía que pensar en todo, no sólo en lo que queríamos ahora. Y sabía que cuando estuviera en el voluntariado y se cansara de pensar en mí, cuando el nombre de Bey, de Jordan, Scott, Tommy, Karlie, Tam, Logan o Max se pasara por su mente, lamentaría no haber pasado tanto tiempo con ellos como había pasado conmigo.
               Así que, haciendo acopio de toda mi fuerza de voluntad, exactamente igual que hacía él cuando estábamos cachondos y no había condones al alcance de la mano y yo le suplicaba ponernos en peligro, le puse las manos en el vientre y lo empujé suavemente hacia atrás, alejándolo de mí.
               -Vístete-le pedí, y él se quedó allí plantado, un momento, su cuerpo el de un alienígena que no se adaptaba a la extraña gravedad terrestre, mucho más suave que la de su planeta de origen.
                -¿Estás segura?-preguntó, y yo me pasé las manos por la frente. Sentía un nudo en el estómago de puras náuseas al pensar en que había renunciado a algo más a lo que aferrarme cuando me dejara sola y nos separara medio mundo, pero tenía que dejar de ser egoísta. Ponerlo a él primero, por una vez-. ¿Segura, segura? Porque parece…
               -Al, por favor, no hagas esto más duro de lo que ya es-le pedí, y Alec apretó la mandíbula, pero asintió con la cabeza y se giró para rebuscar en el armario, entre la pila de ropa que había trasladado de su maleta, un bañador.
               Todavía tirada en la cama, miré su reflejo en el espejo cuando se cambió de pantalones, aún de espaldas a mí, supongo que para no ofrecerme más tentaciones. No obstante no contaba con que mis ojos se irían irremediablemente hacia el espejo, y que así no sólo le veía la erección, sino también el culo.
               Viendo que todavía estaba preparado para lo que yo le pidiera, me incorporé hasta quedar sentada.
               -¿Quieres que me ocupe de ti?-pregunté. Se giró y me miró, ajustándose el cordón del bañador. Negó con la cabeza, se acercó a mí y me acarició el mentón.
               -Estoy bien. ¿Y tú? ¿Tú estás bien?
               Asentí.
               -Me habría gustado que fuera de otra manera-admití, y él pareció sopesar mis palabras un segundo.
               -Bueno… supongo que tienes razón. Después de todo, no hemos invitado a mis amigos a que vengan a Mykonos para que se queden esperando mientras echamos polvos.
               -No-suspiré, aliviada-. Supongo que no.
               Se sentó a mi lado en la cama y dejó que apoyara la frente en su hombro. Me acarició la pierna desnuda, y yo me di cuenta entonces de que todavía no me había puesto nada de ropa, así que se lo estaba poniendo muy difícil. Cuando levanté la vista, vi que él tenía los ojos puestos en nuestro reflejo en el espejo, así que yo también nos miré.
               Nos quedamos en silencio un instante, mirándonos a los ojos en la distancia del espejo.
               -Alec-le dije, y luego, cambié al urdu con la esperanza de que se acordara de lo que le había enseñado. Sólo dos personas más aparte de él podían entendernos, y confiaba en que no estuvieran lo bastante cerca como para escucharnos-. ¿Te arrepientes?
               Parpadeó despacio, mordisqueándose un poco el labio.
               -¿Me has entendido?-pregunté, y asintió con la cabeza.
               -¿De invitar a mis amigos?-respondió en ruso. No conocía el verbo que usó, pero por las demás palabras conseguí sacarlo por el contexto. Bajó la vista y jugueteó con mi mano-. ¿Crees que debería?-me preguntó en un susurro.
               -Creo que tienes tendencia a reprimir tus verdaderos sentimientos porque te sientes egoísta por no sentirte cómo crees que deberías. Yo sólo quiero que sepas que es perfectamente normal dudar de las decisiones que tomas, y… preferir que las cosas hubieran sido de otra manera. Especialmente cuando tú sólo aceptaste una idea que tuve yo.
               -¿Tan arisco parezco?
               -Has ido a por Tam con ganas. Claro que ella tampoco se ha amedrentado, y dada la situación, quizá debería…
               -Tam y yo nos relacionamos así. Es la manera que tenemos de querernos-se encogió de hombros-. Me alegro de que los chicos estén aquí. Es sólo que… bueno, no creí que fuera a cambiarlo todo tanto.
               -¿Te refieres al sexo?
               Me miró.
               -Me refiero a que apenas hemos intercambiado palabra desde que ellos llegaron, Saab. Y lo poco que hemos hablado ha sido para organizarnos. Y yo… me esperaba otra cosa del viaje. Evidentemente, es muy distinto a como me lo imaginé cuando nos subimos al avión en Heathrow, pero incluso contando con los ajustes que le hice después de Capri… no sé. No me gusta que estemos tan distanciados. Y seguro que piensas que son idas de olla mías, porque nos hemos estado morreando y tal, pero al margen de eso siento que nos estamos separando. Que mis amigos nos están separando. Si es que tiene algún tipo de sentido…-se burló, jugueteando con un hilo suelto de las sábanas, que aún estaban arrugadas en la cama-. Pero bueno, supongo que me estoy quejando por quejarme. Tengo todo lo que quiero, y…
               -Para. No hagas eso. No tienes que sentirte mal por decirme qué es lo que quieres que cambie-le cogí las manos y él me miró. Me mordí el labio y torcí la boca-. ¿Sabes qué? Creo que es totalmente legítimo que me digas esto, Al. Porque la verdad es que tienes razón. Es decir; sí, vale, tenemos mucho que organizar y demás, y va a ser todo un reto ver cómo hacemos para repartir las camas esta noche-sonreí, y él me imitó-, pero tienes todo el derecho del mundo a echarme de menos. Después de todo, planeamos el viaje juntos, y luego subimos a tus amigos al carro. Yo no debería desatenderte, y te pido perdón si sientes que ha sido así.
               Porque lo cierto es que tenía razón. Desde que sus amigos habían llegado no habíamos tenido ni un momento para estar como estábamos ahora, simplemente disfrutando de nuestra compañía mutua y nada más. Tal vez fuera un poco pronto para fijarse en eso, pero Alec estaba al límite. Cada segundo contaba para él.
               -Y si sientes que cada segundo que yo no te preste atención no cuenta, bueno-sonreí, apartándome un mechón de pelo de la cara-. Hemos venido a Mykonos porque vas a marcharte-una sombra de duda cruzó su rostro, pero no dijo nada, sino que simplemente se me quedó mirando como un niño asustado por una historia de terror que estás contándole, pero que no se atreve a pedirte que interrumpas-, así que cada segundo tiene que contar.
                Tomé su rostro entre mis manos y le di un suave beso en los labios con el que pretendía demostrarle que todo lo que a él le preocupara no era ni mucho menos un grano de arena para mí, sino la mayor de las montañas. Sus miedos e inseguridades perfilaban mi horizonte, construían mi horizonte, eran lo que separaba el cielo de la tierra, y yo me moría de ganas de que fuera uniforme, de que no hubiera manera de distinguir dónde empezaba uno y dónde acababa otro en la distancia.
               Alec jadeó en mi boca, aliviado al ver que yo no oponía resistencia. Si no fuera porque sabía precisamente qué era lo que le hacía tener miedo de expresar sus sentimientos, incluso me molestaría que se sorprendiera de que yo me enfadara con él. Pero tenía toda la razón del mundo: sí que nos habíamos distanciado y, aunque era lo más natural para mí al haber entrado más personas en escena, también me parecía válido que él no quisiera que sus amigos se “interpusieran”, por así decirlo, entre nosotros.
               Había ideado este viaje para los dos. Me había invitado a mí a ir. Yo era la primera persona que se le había pasado por la mente cuando sus padres le dieron los billetes para el viaje, y me había invitado a ir por Italia no por el circuito en sí, sino por la parada que podríamos hacer en Mykonos. Mataríamos dos pájaros de un tiro, fusionando pasado y presente, cosiendo las dos mitades de su vida hasta tener un mantón cuya costura era este viaje, y cuyo dibujo era yo.
               -Te propongo algo-le dije, y sus ojos chispearon con curiosidad. Jugueteé con su pelo, suave y sedoso, y no pude evitar preguntarme si sería muy raro cortarle un mechón para meterlo en un guardapelo y llevarlo siempre junto a mi corazón, igual que hacían las familias antiguas cuando un nuevo bebé llegaba a su seno. Aquello sería lo que más echaría de menos de Alec porque sería lo único que no sería capaz de conservar: su tacto, al contrario que su voz, su cara, incluso su olor, era lo único que le pertenecía exclusivamente al presente, la única pista que anunciaba su presencia y alertaba de su partida-. Cuando estemos con tus amigos, todo será como siempre que estamos con ellos: yo orbitaré a tu alrededor como la chiquilla enamorada en que me has convertido-los dos nos reímos, y él asintió.
               -¿Y cuando estemos solos?
               -Cuando estemos solos te daré todos los besos que te debo por haber estado hablando con otras personas. ¿Te parece bien?
               -Me parece genial-respondió, una sonrisa radiante extendiéndose por su cara. Se inclinó para continuar besándome y yo me eché a reír cuando me tumbó sobre la cama, ya que esta vez no tenía nada de sexual, sino que el gesto era pura inocencia. Continuó besándome el cuerpo, no con intención de encenderme sino de hacerme cosquillas, y bufó cuando Shasha golpeó con ganas la puerta.
               -Sabemos lo que estáis haciendo ahí dentro. ¿No os da vergüenza? ¡Queremos ir a la playa!
               -Que os lleve Mimi-bufó Alec, que estaba encantado escuchando mis risas mientras me mordisqueaba el ombligo.
               No obstante, cedió cuando yo le dije que también me apetecía ir a la playa. Sonriendo al decirle que las playas me traían buenos recuerdos desde la noche anterior, se levantó y me dejó vestirme. Se me comió con los ojos cuando me puse el bikini, y me abrió la puerta y me cedió el paso como el caballero que era.
               Lo de que así tuviera más fácil mirarme el culo era secundario.
 
 
Por si fueran pocas la cantidad de vueltas que había dado en la cama, en la que prácticamente teníamos que encogernos para poder entrar los dos, exhaló un bufido y se destapó, destapándome a mí también. Lo miré a través de los ojos entrecerrados: me había despertado hacía un rato, pero no le había dado el gusto de decirle que estaba despierta y que me diera conversación porque, la verdad, estaba agotada. Después de correr por la mañana al aeropuerto, peleándonos con todo el transporte público griego, y de la locura que había sido preparar la casa, nos habíamos pegado el tute del siglo en la playa: había jugado a las palas con las gemelas y Tommy, me había metido a nadar con las chicas, había jugado a vóley con Shasha, y Alec se había unido a nosotras para bucear en lo más profundo de la zona de baño, en busca de caracolas para darle a Duna. El único momento de descanso había sido la llamada con papá y mamá mientras los chicos se ocupaban de la cena después de echarlo a suertes con ellos, y aun entonces, me había visto sometida a tantas emociones (echaba mucho de menos a mis padres, y ver a Duna llorar porque la habíamos dejado sola me destrozó) que me había desplomado en la cama en cuanto apagamos las luces, demasiado tarde para mi gusto.
               No me explicaba lo radiante que volvía Alec de Grecia si todas sus vacaciones habían sido así, corriendo de un lado para otro, divirtiéndose de lo lindo y aprovechando cada segundo como si fuera a morirse en el momento en que se subiera al avión de vuelta a Inglaterra. Que volviera como si protagonizara un anuncio de colonia masculina se me escapa ahora que ya sabía cómo  había sido la vida de él.
               Y el día de mañana apuntaba maneras de ser peor aún que el de hoy. Para empezar, íbamos a cenar fuera, así que ni siquiera tenía el consuelo de poder espatarrarme en el suelo de la terraza a que la brisilla marina hiciera descansar mis piernas. Tendría que ponerme unos zuecos y un vestido con el que fingiría estar cómoda mientras sentía que me hinchaba por momentos ya que, ¡sorpresa! Al día siguiente, me despertaría con la ropa interior manchada.
               Así que no, Al, cielo. Lo siento mucho, pero no voy a darte conversación.
               Alec se frotó los ojos y negó con la cabeza, dejando caer los brazos sonoramente a su lado. Me miró en la penumbra.
               -Sabrae-susurró.
               Oh, oh.
               Hora de poner en práctica el legendario gen Malik para dormir como un tronco. Si Scott no se despertaba ni con un bombardeo, yo lo tenía dentro de mí también.
               Que no compartiéramos sangre era secundario.
               Exhalé un suspiro de persona profundamente dormida, balbuceé algo que ni yo misma comprendí, y me di la vuelta en la cama.
               -Saab-repitió. Este tío no se enteraba-. Oye, Saab-me tocó el hombro-. ¿Estás dormida?
               Consideré seriamente la posibilidad de fingir un par de ronquidos para que me dejara tranquila, pero la deseché rápidamente al caer en que nunca había roncado. O, por lo menos, Alec jamás me había comentado nada al respecto, y conociéndolo, me habría tomado el pelo con que parecía un camionero hasta el día de mi muerte.
               De modo que simplemente me quedé quieta y esperé.
               Y Alec me sacudió por el hombro, decidido a que no quería estar a solas en la habitación.
               -Sabrae, ¿estás dormida?
               -Dios mío, Alec-protesté, girándome en la cama y frotándome los ojos para acostumbrarme a la luz-. ¿Qué?
               -¿Te he despertado?-preguntó. Me dieron ganas de abofetearlo, te lo juro. ¿Cuándo habíamos pasado los años de noviazgo, la pedida, la boda, la luna de miel, los primeros años de casados y nos habíamos convertido en un matrimonio de cuarentones? ¡Yo quería mis fuegos artificiales y mis flores, no que se me privara del sueño por quién sabe qué motivo!
               -No, qué va. Ha sido el terremoto que me ha agarrado por el hombro y ha dicho mi nombre. Por Dios, Alec, ¿qué te pasa? No me apetece hacer nada. Estoy reventada, y la casa está llena de gente.
               -La casa también estaba llena de gente esta tarde y a ti parecía no importarte.
               Parpadeé.
               -¿Quieres ir a dormir en el sofá?
               -En el sofá no hay sitio-contestó-. No hay sitio en toda la casa. Está hasta la bandera; ése es el problema. ¿No lo oyes?
               -¿Si no oigo el qué?
               Alec se quedó callado. Estuvo quieto un rato, y luego, inclinó la cabeza a un lado y giró la mano, mostrándole la palma al techo.
               -¿No lo oyes?-repitió.
               -¿El genocidio neuronal que se está produciendo en esta habitación? No, pero supongo que es porque están usando algún arma de última generación o algo así. Vuélvete a dormir, Alec.
               -No puedo dormir con este ruido.
                Me incorporé y le cogí la cara. Le sacudí varias veces la cabeza y luego se la solté.
               -Ya está. Si tenías abejas dentro del cráneo, se han ido. Lo sé, me quieres mucho. De nada. Buenas noches.
               Tumbándome de nuevo en la cama, me tapé con la sábana y me aseguré de que supiera que no quería que me molestara convirtiéndola en una cúpula sobre mi cabeza. No obstante, él era terco como una mula, y se levantó de la cama sólo para poder abrir la puerta y que yo escuchara lo que fuera que tenía que escuchar.
               Me incorporé de nuevo, dispuesta a gritarle y despertar a toda la casa, cuando lo escuché. A primera vista, parecía que la casa estaba tranquila y en silencio: todos dormían o, si hacían otras cosas, se las apañaban para no hacer ningún ruido. Eleanor, Mimi y Duna dormían en la habitación de al lado, la que le pertenecía a Mimi. Max y Bella estaban en el piso de arriba, en la cama que Mimi ocupaba cuando Ekaterina honraba a Grecia con su presencia. Scott, Tommy, Jordan, Max y Logan dormían en el salón; Bey, Tam y Karlie ocupaban la cama de matrimonio de los padres de Alec.
               No obstante, ahora que iba espabilando poco a poco, podía escuchar el sonido que había hecho que Alec no fuera capaz de dormirse: muelles crujiendo, risas, gemidos, jadeos y suspiros femeninos.
               -¿Tienes envidia porque hay alguien follando en casa y no eres tú?-espeté. Alec se giró para mirarme, plantado en la puerta de la habitación como una mole.
               -Si yo no follo en mi casa, no folla nadie. Además, no me dejan dormir. Cuando nos vamos de vacaciones y echo polvos, yo no molesto. Es una cuestión de respeto, Sabrae.
               -Es una cuestión de que eres un gilipollas. Vuelve a la…
               Pero no me hizo el menor caso. Se asomó a la puerta y miró hacia arriba.
               -¿A vosotros tampoco os dejan dormir?-preguntó.
               -Bueno, nosotros acabamos de intentar ponernos hace un rato nada más-confesó Max. Alec se giró y me miró.
               -¿Ves? Max y Bella han follado y no se ha enterado nadie. Aunque ya me jodería, Maximiliam-se burló-. Cuando yo me tiro a Sabrae, se entera media Inglaterra.
               -Eso es porque tiene la esperanza de que alguien la oiga y la rescate.
               -Tengo tapones para los oídos-dijo Bella-. ¿Necesitáis?
               -Necesito que dejen de tocarme los huevos. Tamika me está puto buscando. Quiero descansar, ¡no puedo hacer de guía, anfitrión y traductor si apenas duermo!
               -¿Y qué vas a hacer?-preguntó Max.
               -¿Os han despertado?-inquirió Tommy, asomándose por el hueco de la escalera. Yo me había levantado para ver a Max y Bella y pedirles que me ayudaran a atar a Alec a la cama, así que pude ver la manera en que su tez pálida flotaba en el piso inferior.
               -Por curiosidad: ¿a quién te refieres, exactamente?-inquirí, girándome y fulminando a Alec con la mirada. Alec puso los ojos en blanco y sacudió la cabeza.
               -Como no podía ser de otra manera, Sabrae ha salido a Scott y no las había escuchado. Francamente, ojalá pertenecer a esa puñetera familia. Estoy por ir a mirar si Shasha también duerme como un tronco.
               -Seguramente esté viendo alguna serie. Se duerme muy tarde y se despierta muy temprano; no necesita dormir mucho. Se ve la mayoría de realities por eso precisamente-expliqué.
               -Bey está con nosotros. La han echado de la habitación-dijo Tommy.
               -¿Y tu compañero de banda?-quiso saber Alec. Tommy hizo una mueca.
               -¿A ti qué te parece?
               Abrí la boca para decirles que dejaran a las chicas tranquilas, que por muy incómodo que les resultara aquello, tenían que aguantarse porque ellas les habían aguantado cosas peores, pero en ese momento una de ellas (juraría que era Karlie, no me digas cómo lo sé) empezó a jadear a gritos. Tommy se giró en redondo, Max se inclinó hacia abajo, y Alec bajó las escaleras como un ciclón.
               -Eh… no, ni de puta coña. Os dije que nada de montar numeritos para que mi hermana no se muera de la vergüenza. ¡Tamika! ¡TAMIKA!-aulló, dando golpes en la puerta-. ¡ABSOLUTAMENTE NADIE SE ESTÁ CREYENDO ESE ORGASMO! ¡¡Lo pillamos, sois lesbianas!!  ¡Noticias frescas: no somos homófobos, así que no tenéis que restregárnoslo por la cara! ¡¿Es que no podéis dejar de comportaros como si estuvierais en celo una puta noche?! ¡¡Manda huevos que sea yo quien os tenga que decir eso, pero estáis un poco enfermitas con el sexo!! ¡Hacéoslo mirar! ¿Me estáis…?-se calló de repente cuando Karlie le abrió la puerta vestida con una camiseta de tirantes negra. Estaba despeinada, sudorosa y roja como un tomate, con la piel brillante por la actividad física, lo que la hacía parecer un ángel vengador.
               -Te he llevado borracho como una cuba a casa. Te he presentado a amigas mías hetero para que te liaras con ellas. Te he dejado los deberes y te he aguantado todos y cada uno de tus lloriqueos con que no te ibas a graduar. Incluso me he reído mientras te follabas a la primera que se te ponía delante en la habitación de al lado, en países en los que yo iría presa simplemente por darme un pico con otra tía. Por no hablar de los sitios en que me someterían a violaciones sistemáticas correctivas. No te creas ni por un momento que tienes derecho a reclamarnos nada, machito hetero de los cojones que no sabría lo que es la opresión ni aunque le pegara una ETS. Me parece de puta madre que no me llames bollera, o por lo menos no a la cara. Pero si te piensas que solamente por tratarme como un ser humano voy a dejar de disfrutar de mi vida, de mi cuerpo, y de mi sexualidad sólo porque estés contentito en tu torre de cristal, estás muy equivocado, Alec. Si me apetece follar, voy a follar. Si me apetece gritar, voy a gritar. Sea aquí, en Inglaterra, o en la luna, ¿lo entiendes? Que sea la última vez que me interrumpes un polvo. Te agradecemos mucho que nos hayas prestado la casa, pero si te crees con derecho a decirnos lo que hacer en ella, estás muy equivocado, cielo. Y, salvo que quieras entrar para que Tamika te enseñe a comer un coño como Dios manda, te sugiero que, por la satisfacción de Sabrae, te quedes al otro lado de la puerta y te asegures de que yo no escuche nada de lo que te quejas. Porque que no se te olvide que yo soy la única persona en esta casa que no ha probado una polla-le recordó, levantando un dedo índice amenazador ante su cara-, y aun así estoy disfrutando de la vida como la que más, así que imagínate el poco respeto que me inspira lo que te cuelga entre las piernas y los pocos remordimientos que me provocaría cortártelo. Buenas noches, y que te jodan.
               Y, así, sin más, Karlie le cerró la puerta en las narices a Alec. Éste se quedó allí clavado como una estatua, sin saber qué decir.
               -Creo que alguien acaba de quedarse sin viaje a Lesbos-se burló Jordan, y Karlie abrió la puerta de la habitación de nuevo y lo fulminó con la mirada. Jordan fingió estar muy ocupado mirando la pantalla de su móvil, y suspiró con alivio cuando Karlie se limitó a cerrar de nuevo la puerta, sin ir a por él a arrancarle la cabeza.
               -Y yo que pensaba que la única que podía dejar a Alec sin saber qué decir era Sabrae-se rió Logan.
               -Puede que tenga relación con pertenecer a la mafia del alfabeto-dije yo. Tommy, que estaba sentado en el reposabrazos del sofá, se giró y miró a Scott, quien por supuesto dormía a pierna suelta.
               -Menudo momentazo se acaba de perder este desgraciado. En fin-suspiró, encendiéndose un cigarro y dándole una calada-. ¿Echamos un Uno?
               -Ni de coña. Con las trampas que haces, estaremos jugando hasta el amanecer-respondió Bey-, y yo quiero irme a dormir pronto.
               -Pues, corazón, me parece que Thelma y Louise aquí presentes no te van a dejar dormir en bastante rato-replicó Logan.
               -Pues Sabrae estaba cansada-se quejó Alec.
               -Sabrae estaba cansada y dormida-le corregí-, así que no les eches la culpa de que yo esté aquí en pie.
               Me senté en el suelo, al lado de Bey, y le hice un hueco a Alec para que se sentara a mi costado. Echamos cinco partidas rápidas antes de que Karlie y Tam acabaran de hacerlo, las dos explotando de una forma sonora que nos hizo arrancar a aplaudir.
               Entonces, Scott se despertó.
               -¿Qué hacéis…?-empezó, y miró la baraja-. ¿Os habéis puesto a jugar al Uno sin mí?-lloriqueó.
               Y, si quedaba alguien dormido en la casa, lo despertamos con nuestras carcajadas.         
 
              ¡Toca la imagen para acceder a la lista de capítulos!
Apúntate al fenómeno Sabrae 🍫👑, ¡dale fav a este tweet para que te avise en cuanto suba un nuevo capítulo! ❤🎆 💕

Además, 🎆ya tienes disponible la segunda parte de Chasing the Stars, Moonlight, en Amazon. 🎆¡Compra el libro y califícalo en Goodreads! Por cada ejemplar que venda, plantaré un árbol ☺
  

2 comentarios:

  1. Me ha gustado y sorprendido este cap.
    Comento alguna cosa:
    - He de decir que no me esperaba a Alec tan de bajón porque hayan llegado sus amigos, aunque me ha gustado que Sabrae y él lo hayan hablado y no se lo haya callado.
    - Me hace gracia la dinámica de la amistad de Tam y Alec aunque creo que en situaciones de estrés se pasan un poco los dos jajjajajjaja
    - El momento Alec “despertando” a Sabrae me ha hecho mucha risa.
    - El discurso de Karlie una fantasía, aunque he de decir que entiendo un poco a Alec.
    - La situación al final me la he imaginado perfectamente, que risa Scott de verdad.
    - Espero que Alec y Sabrae se acostumbren rápido a tener a todo el mundo allí y empiecen a disfrutarlo.
    Deseando que sea jueves para seguir leyendo <3

    ResponderEliminar
  2. BUENO CHILLO CON ESTE CAP que aunque haya sido cortito me ha hecho echarme buenas risas. El momentazo de los dos más calientes que la pala que un churrero aguantando lo indecible para no follar ha sido tremendo (iba a ser yo) y el momento de Tamika y Karlie bueno sin palabras.
    Adoro muchísimo estos capítulos tía lo que mr gusta a mi unos buenos vaciles soltados a diestro y siniestro entre todos es que de verdad vivo por ello ❤️❤️

    ResponderEliminar

Dedica un minutito de tu tiempo a dejarme un comentario; son realmente importantes para mí y me ayudarán a mejorar, al margen de la ilusión que me hace saber que hay personas de verdad que entran en mi blog. ¡Muchas gracias!❤