lunes, 2 de mayo de 2022

Los astronautas no usan paracaídas.


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Me giré con el corazón en un puño, odiando y a la vez adorando que alguien me hubiera acercado un mano amiga y salvadora cuando yo no era consciente siquiera de necesitarla.
               No sabía por qué había hecho eso, pero me había salido de dentro. No sabía por qué le había cogido la mano, por qué le había hecho mirarme, por qué le había cantado precisamente esa canción y no otra a él.
               O sí lo sabía, pero no me atrevía a admitirlo ante mí misma. Quizá nunca fuera capaz de hacerlo más allá de en esos dos segundos en los que estuve a punto de ceder, anónima por primera vez en muchísimo tiempo, sin ocupar el foco y sin tener que preocuparme de que nadie fuera a presenciar e inmortalizar mis errores.
               Claro que iba a cantarle Ready to run a Alec. Louis y Liam la habían escrito hacía veinte años para ese momento, anticipando que toda mi existencia y mi felicidad pendían de un finísimo hilo plateado que nada tenía que ver con uno de pesca. Éste estaba hecho de seda. Ligero como el vuelo de una mariposa, tan frágil como sus alas.
               -Vamos-Scott, entre Momo y Kendra, me tendía la mano-. Quieren cantar las últimas canciones con nosotros, los hijos, en el escenario. Es la hora.
               No necesitaba mirar a Alec para saber la cara que tenía, de abandono, de que la cabeza le daba vueltas, de pánico contenido, de “por favor, elígeme a mí”. Toda su energía desprendía esa controlada desesperación.
               Aun así, me giré. Cuando le cogí la mano, sus ojos volvieron a mí.
               -Ven conmigo-le pedí. Y él parpadeó.
               -Pero… yo no soy un Malik.
               -Aún-contesté, y me noté sonreír. A pesar de que el hilo de esperanza se estaba deshilachando, todavía tenía el consuelo de que estábamos allí, y Ready to run no era la última canción.
               Por suerte, Alec estaba dispuesto a seguirme el juego, lo cual me hizo sentir aún más miserable si cabe.
               -No soy yo quien debería cambiarse el apellido-contestó, y yo sonreí un poco más. Apretando con tanta fuerza sus dedos que era imposible que no le estuviera haciendo daño, tiré de él para empezar a moverme. Me temblaban las rodillas, y no tenía nada que ver con el cansancio ni con la tímida intuición que poco a poco se abría paso en mi interior sobre lo que estaba a punto de suceder, ni con lo que tenía confirmado por mi hermano.
               Y él, a quien jamás me mereceré, ni viviendo mil vidas de trabajo abnegado, salió a mi rescate volviéndose hacia mis amigas:
               -Me prefiere a mí-canturreó. Me di cuenta de que, de fondo, estaba empezando a sonar otra canción: More than this.
               -Porque tú le comes el coño-soltó Kendra, y yo le di un manotazo. Ni le prefería a él, ni…
               … bueno, sí que le prefería a él. Tarde o temprano, era muy probable que la vida me separara de mis amigas, aunque nunca de forma espiritual. Sin embargo, la sola idea de que Alec estuviera lejos de mí durante un año, algo que ni siquiera era permanente y tenía fecha límite, era suficiente para hacerme enloquecer. Supongo que eso sí que se puede considerar “preferir”, al igual que a mí deberían considerarme una amiga pésima. ¿O tenía alguna oportunidad de redención?
               -Vosotras os lo perdéis-se mofó él, chulito como nadie. ¿Cómo no iba a desmoronarme pensando en que iba a marcharse, si se comportaba así? Era imposible no generar dependencia de él.
               -Que tú sepas-le contestó Momo, burlona, y Alec abrió muchísimo los ojos y se giró para mirarme.
               -¿Así que yo tampoco te he estrenado en eso, bombón? ¡La verdad sale por fin a la luz!
               -¡Calla!-me reí, empujándolo, y dándole las gracias a los cielos por habérmelo encontrado. Hoy más que nunca, quizá por todo lo que estábamos celebrando y lo fortuito que había sido, era muy consciente de la inmensa suerte que había tenido de haber caído en el momento adecuado en esa intersección de casualidades que me había llevado hasta él. No sabía lo que habría esperándome fuera, cuáles serían mis otras posibilidades, ni tampoco lo quería saber; no necesitaba probar la plata o el bronce para saber que no había nada más dulce que el oro.
               -When he opens his arms and holds you close tonight…-empezaron nuestros padres en el escenario mientras atravesábamos el pasillo, disculpándonos con todos los que nos pedían fotos, y corrimos a los ascensores que nos llevarían hasta la parte inferior del estadio.
               -¿Estamos todos?-preguntó Layla, que le había cogido la mano a un estoico Rob, el único chico adolescente cómodo con ese gesto. Recitó los nombres de los pequeños Tomlinson, los de mis hermanas, el de Diana y el de Chad. Y, después, frunció el ceño-. Me sobran dos personas. y quiero que conste que no me refiero a Kiara ni a Aiden-añadió, girándose para mirar a los irlandeses, que le habían cogido sendas manos a Chad para demostrarle que lo había hecho bien. De todas las personas que había en el mundo, de todas las que habían ido a ese estadio, Chad era el único que no había caído rendido a sus propios pies con la actuación que había hecho. Perfeccionista como era, era totalmente consciente de que había fallado algunos acordes  y que los nervios lo habían traicionado, lo cual, sumado al hecho de que él era quien menos “atención individualizada” obtenía, como Shasha lo había expresado una vez, lo hacía sentir un poco fraude. Como si no hubiera cautivado a todo el estadio. Como si no hubiera conseguido merecerse estar allí, cuando la realidad era que aquello era un derecho de nacimiento que nadie podría quitarle jamás.
               -Zoe saldrá conmigo-explicó Diana, dando un paso al frente, literal y metafóricamente-. Lo he hablado con papá, y está de acuerdo.
               -¿Y Alec? Saab, tú tienes a tus hermanas…
               -Alec es mi animal de apoyo emocional-respondí, y él arrugó la nariz.
               -Increíble las piruetas verbales que haces con tal de no decir que soy tu novio y te encanta tragarte mi…
               -¡LIMONADA CASERA!-chilló Layla, y en ese momento el ascensor se detuvo con un suave chirrido que hizo que Duna me apretara la mano con fuerza.
               -No te preocupes, Dundun. No pasa nada.
               Ojalá fuera verdad. Podía fingir que no acababa de estar a punto de saltar al precipicio, reuniendo el valor que siempre me había aterrado juntar cada vez que me encontraba con Alec después de que abriera los ojos y me dijera que lo del voluntariado seguía en pie, pero eso no iba a borrar mis acciones. No iba a hacer que cediera a mis impulsos más bajos ni me creyera que yo no era egoísta. A diferencia de en tantas cosas en la vida, lo de esa noche no iba a funcionar con un “fíngelo hasta que lo consigas”.
               Encontré un poco de consuelo en la carrera que nos hicieron echar, los niños en manos de Scott, Alec y Tommy para llegar más rápido, cuando nos dijeron que teníamos que apurarnos y llegar al pie del escenario antes de que terminara la canción. A través de las paredes se escuchaba la voz de papá luciéndose con el puente, así que no teníamos mucho de margen para cumplir lo que se nos pedía. Otro reto más esa noche era de agradecer, sobre todo para sacarme de mi cabeza aunque fueran unos instantes.
               Había gente por todas partes cuya única misión en la vida parecía ser, aparentemente, facilitar nuestra llegada: asistentes abriéndonos las puertas, señalándonos los caminos, tendiendo manos con las que recoger las botellas de agua y demás basura que quisiéramos entregarles de la que pasábamos… todo parte de una maquinaria perfecta había echado a andar hacía justo 25 años esa noche, y de la que éramos fruto toda la tropa que hoy corría por las entrañas del estadio más importante de nuestro país.
               -I pray that you will see the light-cantó papá, subiendo la nota al cielo y levantando gritos enfervorizados a modo de respuesta. A pesar de que ya en casa se lucía, me encantaba escucharlo en los conciertos porque parecía alimentarse de la energía del resto de la gente para hacer milagros que sólo estaban a su alcance-that’s shining on the stars above.
               Apenas se escuchaba a Liam. Cuando papá abría la boca, el mundo entero se detenía, contenía el aliento y se concentraba sólo en él. Se me pusieron los pelos de punta mientras entraba a la gran sala con la boca del escenario en un lateral, las escaleras por las que subían y bajaban del cielo a la tierra más empinadas de lo que las recordaba, cuando el estadio estaba vacío.
               -When he opens his arms and holds you close tonight, it just won’t feel right-escupió Liam, prácticamente con odio, toda la emoción de la canción cuando la habían grabado de nuevo en su lengua-. Cause I can love you more than this, yeah.
               -Cause I can love you more than this, yeeeeeeeeaaaaaaaaaaaaah-entonó papá, y a mí se me llenaron los ojos de lágrimas. Por suerte para mí, todos creerían que se debía a la canción en sí, y no a lo que significaba. Nadie lo achacaría a que yo me había dado cuenta de que Alec podía recriminármela, obligarme a cantársela y demostrarle que no le estaba tratando como él se merecía. Yo podía quererlo más  de lo que le estaba queriendo, podía poner mis miedos a un lado y cumplir las promesas que le había hecho, ser sincera con él.
               Nuestras madres vinieron a nuestro encuentro, apareciendo entre la gente que correteaba de un lado para otro, como si el concierto fuera una gran locomotora que consumía carbón en cantidades industriales, y nos abrazaron al reencontrarse con nosotros. Mamá se detuvo directamente delante de mí, me puso las manos en las mejillas, me acarició el rostro y me tomó de la mano para llevarme a un aparte. Me di cuenta por el rabillo del ojo de que Eri hacía lo mismo con Eleanor; Noemí, con Diana, y Alba, con Layla.
               Y, aunque no le había pedido que lo hiciera, Alec nos siguió. Se mantuvo un paso por detrás de mí, lo suficiente como para darnos intimidad, pero no lo bastante como para que yo me sintiera abandonada. Sentía ganas de vomitar. No me lo merecería jamás. Yo lo había traicionado esa noche, lo había puesto contra la espada y la pared, y aun así, él seguía allí, conmigo, siendo mi sombra, mi paracaídas, mi soplo de aire fresco y mi faro en medio de la noche.
               -Tengo que comentarte una cosa. Pero no quiero que te sientas presionada ni en la obligación de hacer nada que no quieras, ¿de acuerdo, cariño?-me preguntó, acariciándome los hombros, y yo asentí. En el fondo de mi ser, ya sabía lo que mamá iba a proponerme. Había visto a papá mirarme con orgullo y con una chispa traviesa en los ojos mientras yo hacía las pruebas de sonido, contoneándome por el escenario y comportándome como si aquella fuera mi noche, y no la suya de los otros cuatro.
               Era la misma expresión que había tenido en los ensayos generales de la final del programa, cuando había salido a acompañar a Eleanor.
               -A papá le haría mucha ilusión que salieras a cantar 18 con él.
               18. Intenté no pensar que esa era la edad de Alec. Me estremecí de pies a cabeza.
               -Le haría mucha, muchísima ilusión, igual que le ha hecho muchísima ilusión que Scott saliera y cantara unas cuantas canciones con él. Vosotros sois su canción más importante-me acarició la mandíbula-, de la que está más orgulloso, y quiere demostrarle al mundo todo de lo que sois capaces. No siente que sea justo que Scott haya tenido su oportunidad de demostrar lo que es capaz de hacer y tú no.
               Noté que, poco a poco, los ojos de las chicas se iban posando en mí. Ellas ya habían salido y ya habían cumplido su parte; esta invitación en realidad sólo tenía un único nombre, y era el mío. Diana, Layla y Eleanor sólo eran la coartada que papá había buscado para explicar que su hija, que no había hecho más que cameos en un programa de televisión en que ni siquiera participaba, saliera al escenario.
               -Pero sólo si tú quieres, Saab. Es totalmente tu decisión.
               Miré la boca del escenario, desde donde se entreveían las luces de los móviles de los sectores superiores del público, como brasas flotando en el aire.
               Noventa mil personas. Ciento ochenta mil ojos sobre mí. Sobre mi pelo revuelto, sobre mi piel sudada, sobre mis muslos demasiado gruesos. Ciento ochenta mil ojos escuchándome cantar. Nunca había cantado para tanta gente. No de forma presencial, al menos.
               -¿Crees…?-me aclaré la garganta y miré a mamá-. ¿Crees que debería hacerlo?
               -Sólo si tú quieres, tesoro. Siempre te ha gustado mucho cantar, y lucir tus dones. Éste es el mejor momento para hacerlo. Pero si no estás segura, o si prefieres mantenerte en la sombra, papá lo entenderá. No le decepcionarás, te lo prometo.
               Bueno, eso era fácil decirlo. A papá le parecía bastante con mi mera existencia, como si yo cumpliera sus expectativas simplemente con respirar. Pero no me había escrito una canción para guardarme en un cajón, ni me había tendido la mano para que yo no la aceptara y me quedara entre bambalinas en lugar de subirme al escenario… no podía defraudar a más gente esa noche. Con Alec y conmigo ya era bastante.
               Y sin embargo… eran noventa mil personas. Noventa mil oportunidades de que vieran fallos en mí. No había ensayado, y no era lo mismo ponerme una canción en mi habitación y cantar a voz en grito con mis amigas, o hacerlo en el coche con mi familia, o cantársela al oído y desnuda a mi novio, que hacerlo en uno de los escenarios más importantes de todos los tiempos. Layla, Diana y Eleanor eran profesionales en esto; yo no era más que una novata a la que se le daba bien fingir delante de las cámaras que lo tenía todo controlado. Inglaterra sólo me había visto desde un ángulo, y ahora me tendría expuesta para diseccionarme a gusto.
               Me parecía imposible que encontraran algo que les fuera a gustar. Una persona que le canta a su novio, a punto de irse de voluntariado haciendo un increíble esfuerzo por su parte, que no quiere separarse y quiere huir con él no puede ser el querubín nacional por el que todo el mundo me tenía.
               Pero papá…
               Pero mamá…
               Pero Scott, Shasha y Duna…
               Pero Alec…
               Me giré y lo miré, como si tuviera todo el tiempo del mundo. No sé por qué, pero no me di cuenta de que su opinión era la única que importaba hasta que no lo miré.
               -¿Al? ¿Tú crees que es buena idea?
               Dime que no. Dame una excusa para quedarme, cogerte la mano y no soltártela.
               Él se metió las manos en los bolsillos y sonrió.
               -Me encanta cuando cantas, Saab. Y, aunque me tienes acostumbrado a hacerlo más cerca, creo que eso de escucharte a través de unos altavoces estará muy guay.
               Estaba hablando dando ya por hecho que iba a salir porque me conocía mejor que yo misma y sabía que, en el fondo, era lo que deseaba. Tan sólo me estaba haciendo la digna. Tan solo estaba fingiendo que tenía dudas al respecto. Esos inconvenientes no eran más que mi vergüenza tratando de frenarme para que no siguiera haciendo el ridículo y poniéndome en evidencia como lo había hecho con Ready to run.
               -Además…-añadió, acercándose a mí y dándome un suave toquecito con el codo en el brazo, todavía las manos en los bolsillos-, Eleanor no le ha cantado ninguna balada a Scott. Imagínate lo muchísimo que voy a poder tocarle los cojones si lo haces.
               No. Definitivamente, ni viviendo mil vidas iba a conseguir merecérmelo.
               -Me da un poco de miedo-admití, y él parpadeó.
               -¿Por? No has desafinado ni una nota en tu vida. Hasta berreabas en vibratto cuando eras una cría. Era acojonante-comentó, mirando a mamá, que se echó a reír-. ¿Sabes? Creo que piensas que tu madre es lista porque no te has dado cuenta de que nunca se le ocurrió grabarte mientras llorabas. Habrías sido el primer bebé con un Grammy. Te hizo perder una gran oportunidad.
               Mamá se echó a reír y me puso las manos en los hombros, pero yo seguí mirando a Alec.
               -No eres egoísta si quieres hacerlo-me dijo él.
               -¿Tú crees?-pregunté, y él negó con la cabeza.
               -¿Quieres hacerlo?
               Me descubrí asintiendo, y los técnicos empezaron a pulular a mi alrededor. Poniéndome los auriculares, limpiándome los restos de sudor del rostro, y, en general, adecentándome lo más posible en el cortísimo periodo de tiempo del que disponían. Me pusieron delante de un espejo y traté de sacar alguna virtud entre la miríada de defectos que se reflejaron en él mientras mi estómago amenazaba con autodestruirse.
               -Me meto en cada embolado por tu culpa, Al…-suspiré, y él abrió los ojos muchísimo.
               -¿Disculpa? Ha sido tu padre el que te ha hecho esto, no yo.
               -Ha escogido la única canción que podríamos hacer nuestra.
               -Creía que Nick Jonas ya nos había hecho nuestra canción-ironizó, y yo le di un manotazo.
               -No, bobo. Quiero arreglar lo de antes-expliqué, y él frunció ligerísimamente el ceño-. Voy a dedicarte 18.
               -¿A tus quince años de edad?
               -¿Cuántos años tenías tú cuando empezamos a salir?-respondí, burlona, y él alzó un ceja, incapaz de contener su sonrisa de Fuckboy®. Justo en ese momento, Liam se acercó a la boca del escenario, y tapando la boca del micro, dijo entre dientes:
               -¿Sabemos ya si vamos a tener compañía? Porque no sé hasta qué punto van a aguantar Harry y Louis con esta absurda batalla de gallos. Me da terror el momento en el que Harry diga algo que Louis pueda rimar con “polla”.
               -Louis puede rimar con “polla” cualquier cosa, Liam-respondió Eri.
               Eleanor, Diana y Layla me miraron. Asentí con la cabeza y acepté el micrófono que me tendía mi hermano, en el que se leía su nombre escrito sobre cinta aislante. Scott. Al final, todo siempre acababa en Scott.
               -¿Cómo estoy?
               -¿Y se lo preguntas a él?-se rió Tommy, sentado sobre una caja de guardar altavoces. Ni él ni Chad iban a salir, así que sólo les tocaba disfrutar.
               Alec, no obstante, sabía muy bien lo que me estaba pasando por la cabeza. Llevaba conviviendo con cosas parecidas durante dieciocho años, y sabía que no necesitaba coñas, sino que me reafirmaran en que no estaba cometiendo un error. De modo que me cogió de la mano con delicadeza, me la levantó ligeramente, y, mirándome de arriba abajo, respondió:
               -Incomparable, querida.
               Toda la tensión que se había ido acumulando en mi pecho se liberó con esa carcajada que ni siquiera sabía que necesitaba soltar. Lo había dicho forzando el acento igual que la reina Charlotte en Los Bridgerton, que Mimi y él habían empezado a ver después de quedarse una noche hasta las tantas porque les intrigaba muchísimo el final de Sexo en Nueva York. Y Mimi, infinita en su amabilidad como era, me había invitado a ir las veces que me apeteciera a ver Los Bridgerton con ellos, invitación que, por supuesto, no se me ocurriría desechar jamás.
               Eso de ver un recopilatorio sexual mientras suena Wildest dreams en violines de fondo con tu novio al lado era una experiencia de la que toda chica debe disfrutar, al menos, una vez en la vida.
               -¿Le parezco muy osada si le ofrezco mi primer baile de la noche, señor Whitelaw?
               -Es muy amable por su parte tenerme en tan alta estima, señorita Malik. Pero se lo solicitaré formalmente para no poner en ningún aprieto su honor de dama-contestó él, inclinándose ligeramente hacia mí. Me volví a reír, y me reí más cuando Scott puso los ojos en blanco y espetó:
               -Sois unos frikis.
               -Cierra ese orificio apestoso que tienes en medio de esa cicatriz supurante a la que llamas cara, Scott. Debería darte vergüenza sentir tanta envidia de tu hermana.
               -Deseadme suerte-les pedí.
               -Mucha mierda-dijo mi hermano.
               -No la necesitas-sonrió Tommy.
               Alec, como no podía ser de otra manera, decidió que no iba a honrar a mis inseguridades ni tan siquiera con su desdén, así que me dio una palmada en el culo y soltó:
               -Ve a por todas, súper estrella. Quítales a Scott y Zayn el apellido que sólo te pertenece a ti.
               Eso me tranquilizó un poco y me hizo poder centrarme un poco más en el presente. No sólo porque tenía que hacerlo perfecto al haberle dicho a Alec que le dedicaría la canción, sino porque acababa de darme cuenta de una cosa: fuera la mayor hija de puta del planeta, o la madre Teresa de Calcuta, no habría prácticamente diferencia.
               Ni una ni otra conseguirían merecerse a Alec.
               Así que sólo me quedaba disfrutar, porque, así, él también lo haría.
 
 
Las chicas se pusieron en fila y se cogieron de las manos, aferrándose las unas a las otras como si sus vidas dependieran de no soltarse. Para todas era diferente: Layla y Diana estaban acostumbradas a compartir escenario con más gente, así que podían permitirse fallar, especialmente porque en seguida Scott saldría a rescatarlas; Eleanor, a no compartirlo con nadie, de modo que no tenía que ponerse de acuerdo y podía hacer lo que le viniera en gana, y ni una sola de las personas entre el público se darían cuenta de que lo que fuera que hubiera pasado en el escenario no estaría preparado.
               Y Sabrae… Sabrae no estaba acostumbrada a cantar delante de tanta gente, punto. Y puede que lo deseara en lo más profundo de su ser, puede que supiera que iba a disfrutarlo y que lo haría bien (ella jamás haría nada mal), pero lo que le había hecho hacía unos minutos la había desestabilizado tanto que se sentía en caída libre, como si la hubieran arrojado al vacío desde la Estación Espacial Internacional y, en lugar de flotar por el espacio, la gravedad de la Tierra la hubiera capturado y ahora estuviera precipitándose hacia el suelo sin poder hacer nada por frenarse: los astronautas no usan paracaídas. Conocían sus habilidades, se entrenaban para ello, pero ninguno de ellos consideraba siquiera la posibilidad de volver al planeta en soledad, en lugar de con sus compañeros y la nave.
               Lo mismo le pasaba a Saab. Por mucho que estuviera acostumbrada a amenizar las tardes de su familia, de sus amigas, o incluso a chulearse delante de una discoteca llena de gente, ella sólo era una Malik cuando había, como mucho, novecientas noventa y nueve personas delante. Ahora había noventa mil, y Sabrae Malik no era Sabrae Malik. Sólo era Sabrae. O eso creía ella.
               Y yo era quien más culpa tenía de hacer que se sintiera así. No debería haber cedido a mis impulsos y pedirle lo que le había pedido. Quería quedarme; tenía que aceptarlo ante mí mismo y actuar en consecuencia. Actuar como un hombre por una puta vez en toda mi vida.
               -Antes de que nos despidamos definitivamente con una canción con la que muchos entre el público estáis contando-empezó Louis, y Sabrae miró a Eleanor, que le devolvió la mirada y le acarició los nudillos con el pulgar, tratando de tranquilizarla. Quise acercarme y decirle que lo iba a hacer genial, así que no tenía que preocuparse, pero que si no estaba convencida, podía quedarse atrás. No decepcionaría a nadie, y bien podía cantarme la canción cogiéndome de la mano en la intimidad de un rincón del backstage igual que me había cantado las baladas mirándome a los ojos en la grada. A mí me haría el mismo efecto que si me la cantaba por los altavoces-, nos gustaría apreciar el hecho de que el inicio de nuestra carrera estuvo marcado por el sexo de nuestro fandom. A pesar de los años que han pasado, ninguno de nosotros ha olvidado que, incluso estando en la cima del mundo, se nos consideró una banda “de segunda” simple y llanamente porque la inmensa mayoría de las personas que nos habían encumbrado resultaban ser mujeres. Tuvimos muchísimo éxito ya desde el principio, recogiendo premios de los que somos muy conscientes que os debemos cada molécula que los compone; y, aun así, el reconocimiento no llegaba. Y sabemos que vosotras, chicas-especificó Louis-, lo pasasteis incluso peor.
               -Nosotros sólo podemos imaginarnos lo que supone ser una joven mujer que tiene que ser valiente por mostrar sus emociones sin preocuparse de que la juzguen-continuó Harry-, y os damos las gracias por haber considerado que nosotros merecíamos la pena de lo que podían haceros.
               -Hace veinticinco años no éramos conscientes de eso, y algunos de nosotros no estuvimos nada acertados queriendo desvincularnos de esa clase de público y atrayendo a gente “más adulta”-dijo Zayn, haciendo el gesto de las comillas-, como si vosotras no hubierais crecido con nosotros y no tuviéramos la misma edad. Podemos llamarlo de muchas formas: machismo, sexismo, misoginia…, pero el caso es que todavía nos llevó años darnos cuenta de lo mucho que podían haceros daño por simplemente expresar lo mucho que os gustaba lo que nosotros hacíamos. Así que queremos pediros perdón-Zayn se detuvo en medio del escenario, y tragó saliva mientras los gritos reverberaban por todo el estadio-. Perdón por no haber sido capaces de apreciaros como os merecíais, perdón por no haberos agradecido muchísimo más lo que hacíais por nosotros. Perdón por no ser conscientes de lo que significa ser una adolescente a la que le entusiasma la música hasta que nosotros no hemos sido padres y lo hemos vivido desde vuestra perspectiva; no desde el escenario, sino desde esa pista-señaló el suelo y murieron varias personas, se cambiaron vidas, etcétera, etcétera-. Dios nos ha bendecido a todos con hijas, y aunque a alguno de nosotros todavía le queda recorrer el camino que otros ya hemos andado-se giró y miró a Niall, que esbozó una sonrisa radiante, pensando en Vee y en la hija de ambos que ella aún llevaba dentro, y que incluso antes de nacer ya era la princesa de la casa-, a los cinco nos gustaría demostraros que eso se acabó. Así que, si nos permitís…
               -¡QUE VUELVA LAYLA!-chilló alguien entre el público, lo bastante cerca de Harry para que su micrófono lo captara y se proyectara por los altavoces. Layla se sonrojó y se echó a reír.
               -… nos gustaría invitar a nuestras hijas mayores al escenario para cantar la siguiente canción. A tres de ellas las conocéis muy bien; a la cuarta, un poco menos, pero eso no hace que me enorgullezca menos de ella-aseguró, girándose y mirando hacia la boca del escenario. Sabrae tragó saliva e inspiró profundamente. Me fijé en que le temblaban las rodillas, y los dedos de Layla empezaban a ponerse morados por lo fuerte con que le cogía la mano.
               El público chilló y chilló, demostrándole a Zayn que se equivocaba. El hecho de que Sabrae apenas hubiera salido en dos programas frente a la totalidad de la edición de las demás no había hecho que la conocieran menos. La gente había gritado más por ella cuando hizo su aparición en la final que cuando lo habían hecho las demás.
               Sabrae estaba destinada a hacer grandes cosas.
               Siempre y cuando yo no la frenara.
               -¡Londres, haced un poco de ruido para Layla Payne!-ordenó Harry, y el público se volvió loco cuando Layla subió las escaleras, con el micrófono ya en la mano, y apareció de nuevo en el escenario-. ¡Diana Styles!
               Diana subió de un par de brincos las escaleras y apareció también en las grandes pantallas, saludando con la mano en la que sostenía el micro mientras Layla se dedicaba a lanzar besos al aire.
               -¡Eleanor Tomlinson!
               -Recuerda quién eres-le dijo Eleanor a Sabrae, dándole un abrazo apresurado y subiendo las escaleras.
               Sabrae se quedó sola. Tragó saliva y me miró con ojos de corderito degollado, pero en su mirada ya no había el miedo que la había asolado antes, cuando había considerado la posibilidad de no salir, cuando sus demonios se habían abalanzado sobre ella y se habían hecho hueco de lo que me habían dicho a mí durante tantos años: que no se merecía nada de lo que tenía.
               -Te quiero-le dije en silencio, y Sabrae se llevó una mano al vientre, como tratando de deshacerse el nudo que sentía en las entrañas con las mismísimas uñas.
               -¡Wembley!-llamó Zayn, sonriendo. Aquello no era típico de él, el torear al público como lo hacía Harry.
               Lo que sí era típico de él era lo que vino a continuación:
               -¡Gritad lo más fuerte que podáis para mi hija, Sabrae Malik!
               Sabrae miró de nuevo las escaleras, tomó aire, agarró con fuerza su micrófono… y empezó a subirlas.
 
Recuerda quién eres. El mantra de Eleanor se repetía en mi cabeza con cada paso que daba.
               Recuerda quién eres.
               Una cobarde que le había suplicado a su novio que se quedara usando una canción de hacía veinte años.
               Recuerda quién eres.
               Una cría que no era capaz de aceptar que él tenía sus propios planes.
               Recuerda quién eres.
               Una condenada a muerte subiendo las escaleras del cadalso. No debería haberle cantado Ready to run. No debería haberme apropiado de la canción. No debería haberle puesto en aquella situación, empujándolo a un rincón del que no iba a ser capaz de salir si no era con mi ayuda. Alec no se merecía depender de mí; ya me lo había demostrado mil veces antes, pero  esta noche solamente había aumentado esa cuenta en cien.
               Lo único que escuchaba en los oídos era el tamborileo rítmico de mi corazón imitando a un tambor de guerra con tanta intensidad que me resultaba imposible distinguirlo.
               Subí el último escalón y la luz del cielo me cegó. Los focos se habían concentrado en el centro de la boca del escenario, de manera que estuve expuesta durante unos segundos a esa sensación de olvido, de que no existes, mientras mi vista se acostumbraba a aquel exceso de estímulos.
               Y, entonces, sobre mi pulso empecé a escuchar una única palabra que conocía a la perfección. No la había escuchado para nadie más que para mí, algo que muy poca gente podía decir.
               -¡Sabrae! ¡Sabrae! ¡Sabrae! ¡Sabrae!
               Sí, sería una cobarde que le había suplicado a su novio que se quedara usando una canción de hacía veinte años. Sí, sería una cría que no era capaz de aceptar que Alec tenía sus propios planes, unos al margen de mí. Sí, sería una condenada a muerte subiendo las escaleras del cadalso.
               Soy todo eso, vale. Pero también soy Sabrae Malik.
               Puse un pie en el escenario y mi pulso se tranquilizó al instante. El micrófono estaba frío aún en mi mano, pero duro y firme como los brazos de una madre. Los focos dejaron paso a los miles de hijos que flotaban por todas partes, bailando al son que marcaban esas voces, vibrando en el mismo tono exacto que mi nombre.
               Era muchísima gente, y no habían venido para verme a mí, sino a mi padre y a sus compañeros de banda. Así que era mi deber no defraudarles a todos ellos, ni chafarles lo que habían hecho a los cinco.
               Con el estómago deshaciéndoseme de nuevo, justo lo que no debería estar haciendo, sonreí y me llevé el micrófono a la boca.
               -¡Buenas noches, Londres!-saludé, como si estuviera todo planeado. Y creo que todo el mundo se lo creyó, igual que se creían a Scott.
               -Es fácil-había dicho mi hermano en medio de una entrevista, cuando les habían hablado de la manera en que se transformaban estando en el escenario. Scott se volvía tan orgulloso que, incluso, parecía arrogante para todos los que no le conocieran-. Cuando nos invitáis a las entrevistas, nos llamáis por nuestros nombres y ya está. No hay apellido ni nada que valga más que nuestro nombre. En cambio, en el escenario, la gente no invierte su tiempo y su dinero por ver a Scott, a Tommy, a Diana, a Chad o a Layla. Pagan por ver a Chasing the Stars, y en Chasing the Stars está el puto Scott Malik, el puto Tommy Tomlinson, la puta Diana Styles, el puto Chad Horan y la puta Layla Payne-Scott se había encogido de hombros-. Y a esos es a quienes obtienen.
               -Creo que habrá mucho que censurar en esta entrevista-habría bromeado Chad.
               -Pero es la verdad-había dicho el entrevistador.
               -Sí. Lo cierto es que sí.
               Si Scott podía hacerlo, yo también. Si Scott podía ponerse nuestro apellido como una armadura y usarlo como catapulta, yo también podía. Si Scott podía ser el puto Scott Malik, yo podía ser la puta Sabrae Malik.
               Y en la puta Sabrae Malik me iba a convertir.
                
Cualquier remordimiento que podía tener por haberla convencido para que saliera se evaporó en el instante en que Sabrae puso un pie en el escenario. A ojos ajenos podía no apreciarse ningún cambio de aptitud, pero todos lo que la conocíamos pudimos ver de qué forma su energía se había transformado. Incluso yo mismo la sentía, como si estuviera a mi lado, vibrando en tonos dorados cuando antes un halo rojo se había hecho con el control de su silueta.
               Sabrae sonrió con una confianza que hasta hacía unos segundos no sentía, pero que se había vuelto genuina, y se llevó el micrófono a los labios para saludar con un victorioso:
               -¡Buenas noches, Londres!          
                Resplandecía igual que una diosa, y cuando se giró para mirar hacia la boca del escenario, supe que estaba pensando en mí. En mí y en la promesa que me había hecho, seguramente por lo que había conseguido reunir la fuerza necesaria para subir las escaleras y recordar que, a veces, la única manera de sentirte querido es dándote un baño de masas.
               La única manera de convertirte en un dios es con un público enfervorecido coreando tu nombre, justo lo que ella se merecía.
               Sabrae avanzó por el escenario, toda confianza y seguridad en sí misma. Tenía el pelo perfecto, el maquillaje perfecto, los muslos perfectos, el atuendo perfecto. Era el sueño de cualquier fan, subiendo al escenario a cantar con su ídolo una de sus canciones preferidas, pero ella lo encarnaba incluso más allá, llevándolo donde la imaginación de muchísimas ni siquiera se atrevería a soñar: cuando se terminara la canción, los focos se apagaran y el escenario se vaciara, ella seguiría viviendo esa fantasía. Seguiría siendo Sabrae Malik, teniendo canciones a su nombre, viviendo con el hombre con quien medio estadio soñaba con estar y llamándolo “papá”. Era motivo de orgullo tener tanta suerte, y Sabrae era lo suficientemente buena, lista y, sobre todo, agradecida como para no darlo por sentado ni tan siquiera un segundo.
               Cuando se abrazó a Zayn y cerró los ojos, el público aulló un gemido enternecido. Era evidente que Sabrae era la favorita de Zayn y, por ende, iba a serlo también de todos los allí presentes. Siendo la más joven, también era la que más instintos maternales despertaba.
               -Gracias por invitarme-leí en sus labios, y la manera en que le brillaban los ojos mientras miraba a su padre habría conseguido iluminar todo el estadio. Zayn sacudió la cabeza, cogiéndole la mano.
               -Gracias a ti por venir. ¿Estás bien?
               Sabrae asintió, y yo sentí la presencia de Sherezade a mi lado, acercándose a mí instintivamente mientras su hijo observaba atentamente a su hermana en las pantallas. Ahora que las chicas habían hecho su aparición estelar, los miembros de One Direction habían parecido retirarse a un segundo plano mientras los cámaras se ocupaban de ellas, como si las auténticas protagonistas y las estrellas de la noche fueran las hijas, y no los padres.
               Noté los ojos de mi suegra posarse en mi rostro, pero yo estaba demasiado concentrado en lo guapa que estaba Sabrae, resplandeciendo igual que una diosa bajada de los cielos. También parecía feliz. Necesitaba asegurarme de que así era, o no me lo perdonaría en la vida.
               -Zayn y yo nunca te hemos dicho lo mucho que nos alegramos de que Sabrae se haya enamorado de ti, ¿verdad, Al?-preguntó y, vale, entonces tuve que mirarla. Sorprendido por aquella confesión totalmente inesperada, me volví para encontrarme con Sher. De alguna forma, había dejado de ser hacía mucho tiempo la mujer que había culminado todas mis fantasías sexuales. Hasta casi mi decimoctavo cumpleaños, Sher había representado todo lo que a mí me gustaba en el sexo femenino. Había sido una reina entre las mujeres, la cima de la perfección femenina, y entonces…
               … entonces Sabrae me había permitido verla de verdad. Y la reina había dejado paso a la diosa; la cima de la montaña, a las estrellas que la culminaban.
               Que me dijera eso precisamente ahora, después de todo lo que habíamos pasado, significaba mucho más para mí de lo que las palabras eran capaces de resumir. Sabía que la había decepcionado, que le había dado disgustos a base de dárselos también a Sabrae, pero que Sher (y también su marido) me consideraran bueno para su hija era el mayor honor a que podía aspirar en la vida. Más incluso que al amor de Sabrae, al que no me merecería ni viviendo mil vidas. La aprobación de mis suegros, sin embargo, sí estaba al alcance de mi esfuerzo.
               -Me lo suponía. De todos los amigos que tiene Scott, yo soy con diferencia el más guapo-solté, sonriendo y volviendo la vista hacia Sabrae. Para, le querría haber dicho a Sher cuando ella siguió mirándome, vas a hacer que me eche a llorar. Tengo las emociones a flor de piel.
               -También eres el que tiene el corazón más grande.
               -Entre otras cosas-dije sin poder frenarme. La miré de nuevo y le dediqué una sonrisa de disculpa mientras Layla charlaba con el público, agradeciendo las palabras de sus padres y comentando lo orgullosa que estaba de formar parte de la familia de One Direction, no sólo por ellos, sino por toda la gente que hoy estaba allí.
               -Eso es lo mejor que tienes: que la equilibras a la perfección. Eres igual que ella cuando ella lo necesita y totalmente opuesto cuando necesita un empujón. Yo no podría haberla sacado de su zona de confort como lo acabas de hacer tú.
               -Yo no quiero sacarla de su zona de confort. Quiero que esté siempre cómoda con todo lo que hace y todo lo que le pase.
               -Su zona de confort a veces es tan pequeña que no le permite hacer lo que realmente quiere hacer. Por eso es importante que haya alguien capaz de guiarla fuera y hacer que quiera salir, sin empujarla. Ni siquiera yo puedo hacer eso-reflexionó-. Yo sólo puedo conseguir que, a lo sumo, la expanda. En cambio, por ti se lanzaría de cabeza lo desconocido.
               -No sé si eso es bueno.
               Sher exhaló una risa por la nariz y me miró de nuevo. Sus ojos habían flotado hacia la pantalla en la que ahora la que hablaba era Eleanor, con el brazo de su padre en la cintura.
               -Mírame a los ojos y dime que crees de verdad que tenía razones fundadas para negarse a hacer lo que está a punto de hacer.
               -Es perfeccionista, Sher. Ser exigente no es nada malo.
               -Que lo sea con cosas en las que tiene que esforzarse, vale, pero que lo sea cuando no tiene que esforzarse… ella no debería sentir que tiene que poner de su parte para que nos sintamos orgullosos de ella. En el fondo sabe que nos enorgullecemos simplemente viéndola respirar. Tú eres el único con el que se ha dado cuenta de eso.
               -Pues no sé qué he hecho para conseguir que sea así.
               -Mirarla como lo haces. Ni siquiera yo miro a Zayn como tú la miras a ella, y tengo cuatro hijos con él.
               Volví la vista a la pantalla. Como para no mirar a Sabrae como si el mundo girara en torno a ella. Para mí, lo hacía. Ya ni siquiera recordaba lo que sentía cuando me llevaba a la cama a rubias, castañas o pelirrojas. Ahora vivía comparando a todas las chicas que se me cruzaban y mostraban un mínimo interés en mí con Sabrae, y todas, sin excepción, perdían. Y las pocas que parecían acercarse a ella y despertar mi curiosidad lo hacían porque yo era capaz de imaginármelas compartiéndome con Sabrae.
               -Sólo quería que lo supieras-dijo Sher-. Porque Zayn y yo sabemos que va a ser muy difícil para vosotros estar separados, pero queremos que sepas que Sabrae no va a ser la única que te va a echar de menos.
               Se me encogió el estómago y me quedé mirando a Sher, que me dedicó una sonrisa tranquilizadora, una sonrisa… una sonrisa de madre. Lo que yo también tenía en ella, no sólo por la manera en que me había cuidado cuando era pequeño, cómo me había salvado la vida, sino… porque ahora estaba con su hija. Y puede que yo no lo hiciera todo bien, pero lo que a ella más le importaba, querer a Sabrae con toda mi alma, lo hacía a la perfección y sin dudar. Así que con eso a Sher le bastaba.
               De alguna manera, que Sherezade me hubiera dicho eso era, incluso, más gratificante que tener a Sabrae dispuesta a enfrentarse a sus miedos sólo por hacerme un regalo como el que estaba a punto de hacerme. Supongo que por eso la estreché entre mis brazos y le di un beso en la cabeza, como si no tuviera un pasado relacionado con ella del que apenas acababa de librarme.
               Sherezade sonrió y me devolvió el abrazo, acariciándome despacio la espalda de una forma muy maternal que me sorprendió por lo perfectamente equilibrada que estaba entre los abrazos que me daba mamá y los que me daba Saab. Después de todo, Sher era una madre, pero también una Malik, así que era lógico que todo fuera así.
               Tommy silbó.
               -Mamá, si notas algo duro en la tripa, avísame y le corto las pelotas a este subnormal-urgió Scott, y yo puse los ojos en blanco y le hice un corte de manga. Iba a responderle con alguna ordinariez, pero en ese momento Sabrae se llevó de nuevo el micrófono a los labios.
               -Yo también quiero daros las gracias a todos los que estáis aquí esta noche. Como han dicho las chicas, soy perfectamente consciente de que os debo la vida igual que a mis padres. Incluso aunque yo sea la única que podría estar viva con independencia de que no hubiera nada que celebrar esta noche-sonrió, mirando a papá, que le devolvió la sonrisa. Me dio un vuelco al corazón al comprender a qué se refería-, soy quien soy porque el 23 de julio de 2010 pasó. Y porque vosotras lo habéis alargado hasta hoy. Así que muchísmas gracias por haberme dado a mi familia. No os hacéis una idea de lo inmensamente afortunada que me siento por poder estar aquí hoy, sentarme en este escenario y, a pesar de los miles de personas que hay mirándome, sentirme segura y protegida como me lo siento esta noche. Espero no meter la pata y devolveros el favor como os merecéis.
               -Lo vas a hacer genial, pequeñita-le dijo Zayn con cariño, acariciándole la espalda, y ella sonrió y asintió con la cabeza.
               -Sí, bueno, lo voy a intentar. Y, dado que ésta es la única canción que me toca esta noche, ¿os importa si se la dedico a alguien muy especial para mí?-los gritos que se levantaron parecían una invitación, y Sabrae sonrió. Se giró para mirar hacia la boca del escenario de nuevo, ya sentada en uno de los bancos del escenario, con el brazo de su padre rodeándole los hombros, y continuó-: sé que te gusta cuando te canto al oído mientras te abrazo, pero con ésta vas a tener que conformarte con los altavoces. 18 es para ti, Al.
               ¿Alguna vez has sentido tanto amor que te dan ganas de vomitar? ¿Un amor que no te hace sentir mariposas en el estómago, sino una lluvia de meteoritos? ¿Un amor que te hace perder totalmente la cabeza, sin que te puedas orientar e incluso olvides tu nombre?
               Qué tontería. Claro que no lo sabes. El único que ha sentido eso soy yo, porque soy la única persona de la que se ha enamorado Sabrae.
               -Oh, oh. A alguien se le va a subir a la cabeza-canturreó Tommy, burlón, y yo me reí.
               -Discúlpame si me hace ilusión que mi novia me dedique una canción delante de noventa mil personas. ¿Qué han hecho las vuestras por vosotros? Aparte de humillaros en la televisión nacional, quiero decir.
               -A mí Eleanor me dedicó Into you estando en el concurso-replicó Scott-. No te hagas el especialito, Al, que conozco la sensación tan bien como tú.
               -Eleanor cantó en la tele, sin tanto público en directo como lo va a hacer Sabrae. Y lo hizo después de que tú le cantaras una canción. Te estaba devolviendo el favor. Así que no cuenta-le saqué la lengua.
               -Le canté la canción para pedirle perdón por ponerle los cuernos-soltó Scott-. Así que cuenta-replicó, sacándome también la lengua.
               -Háblale a la mano-respondí, extendiendo la mano abierta en su dirección.
               -Haced el favor de callaos ya-exigió Chad, y para mi sorpresa y la de Scott, ninguno de los dos dijo nada. En parte porque ya habían empezado los acordes de la canción.
               Niall estaba tocando la guitarra, pero no la eléctrica que lo había acompañado toda la noche, sino una imitando a una clásica. Harry se llevó el micrófono a la boca.
               -I got a heart, and I got a soul. Believe me, I will use them both.
               -We made a start-respondió Diana-, be it a false one, I know. Baby, I don’t want to feel alone.
               -So kiss me where I lay down-le cantó Zayn a Sabrae, cogiéndole la mano y luego acariciándole la cara-. My hands pressed to your cheeks.
               -A long way for the playground-contestó mi novia, y dejó en evidencia a absolutamente todo el mundo en aquel escenario con solo decir seis palabras.
               -I have loved you since we were eighteen-cantó Harry.
               -Eighteen, eighteen-corearon Liam y Louis.
               -Long before we both thought the same thing-respondió Diana.
               -Same thing, same-la siguieron Layla y Eleanor.
               -To be loved and to be in love-cantaron todos, y luego, Harry se quedó callado y miró a su hija, que continuó su parte.
               -All I can do is say that these arms-Sabrae abrió el brazo, reclinándose hacia atrás y mirando a Zayn- where made for holding you, oh. I wanna love like you made me feel when we were eighteen.
               Niall siguió con su guitarra y se relamió la sonrisa, esperando lo que venía.
               -We took a…-empezó a cantar, con Sabrae siguiéndolo.
               -Chance-dijo él.
               -Chonce-dijo ella, el público, los diplomáticos de las embajadas, los habitantes de Buckingham Palace y, en general, todos y cada uno de los ciudadanos de nuestra querida Commonwealth. También Vee.
               -God knows we’ve tried-se rió Sabrae, sola ya-, yet all along, I knew we’d be fine.
               -So pour me a drink, oh love-cantó Layla.
               -And let’s split the night wide open-respondió su padre.
               -And we’ll see everything we can.
               -Living love in slow motion…
               -… motion…
               -… motion.
               -So kiss me where I lay down, my hands pressed to your cheeks-cantaron Sabrae y Zayn juntos-, a long way from the playground.
               -I have loved you since we were eighteen-cantaron todos juntos, dirigidos por Louis, que sólo respondía ante Eleanor, dejando que su hija tomara las riendas si le apetecía. Layla cantó con Niall el puente, y después, Sabrae sola.
               -Kiss me where I lay down, my hands pressed to your cheeks. A long way from the playground.
               -I have loved you since we were eighteen-cantó Louis, ya que Eleanor no quiso acompañarlo. Se limitó a quedarse sentada, apoyada en el banco, sonriendo mientras su padre acariciaba los oídos de todos los presentes con la dulzura de su voz, aprovechando de una de las canciones en la que su voz era la que más se acomodaba a lo que se esperaba de él-. Long before we both thought the same thing.
               -To be loved and to be in love-se unieron las chicas, y de nuevo, en el estribillo cantaron todos juntos.
               No había absolutamente nadie que no estuviera llorando en el estadio cuando terminaron, y cuando la última de las notas murió en los altavoces, todos se sonrieron. Layla se inclinó para abrazar a su padre, Diana le dio un beso al suyo, Eleanor dejó que Louis le diera un achuchón y se encogió de hombros cuando le recriminó que no se hubiera unido a él como las demás habían hecho con sus padres, y Sabrae se limpió una lágrima y asintió con la cabeza, acurrucándose en el regazo de Zayn cuando él le preguntó si estaba bien.
               -Te quiero mucho, papi.
               -Yo también te quiero. Muchísimo, mi niña.
               -Un aplauso para nuestras hijas, Wembley-pidió Liam, y en lugar de los gritos histéricos, el sonido del monzón reverberó en las paredes del estadio.
               -¡Haced un poco de ruido para One Direction, Wembley!-pidió Diana, y nos pusimos a chillar. Porque somos muy obedientes.
               Se levantaron de sus asientos, se repartieron abrazos, y luego, cogidas de la mano, corrieron de vuelta a la boca del escenario.
               Sabrae prácticamente saltó desde la parte superior, obviando los escalones, confiando en que alguien la cogería. Confiando en que yo la cogería.
               Como, efectivamente, sucedió. La atrapé al vuelo y me puse a dar vueltas en el aire con ella, los ojos de los dos aún húmedos.
               -No tenías por qué hacer eso-le dije, y ella me besó.
               -Quiero que todo Wembley sepa que mi corazón es tuyo.
               La chavala estaba empeñada en que me hiciera pis del gusto, aparentemente.
               Me acarició la cara, sosteniéndome el rostro entre las manos, asegurándose de que tenía toda mi atención. Como si pudiera negársela, o pensar en otra cosa que no fuera su sonrisa demasiado luminosa como para mirarla directamente, en lugar de con gafas con cristales tintados.
               -Tú eres mi sol-me aseguró, sus ojos deshaciéndose en los míos, nuestras almas mezclándose en un punto que no llegaba a estar en el aire entre nosotros, sino en nuestros interiores, pero que sin embargo era intermedio. Como si nuestros seres se extendieran más allá de nuestros cuerpos hasta acariciarse allí donde el aire nos separaba entre la frontera de nuestra piel-. Recuérdalo siempre.
                Recuérdalo siempre. Recuérdalo siempre.
               Su elección de palabras había sido curiosa, como si…
               … como si lo que había estado a punto de decirme cuando Scott la interrumpió no fuera lo que yo había entendido que quería decirme. Como si no quisiera pedirme que me quedara.
               Como si, en vez de “Alec, quiero que te quedes”, lo que iba a salir de sus labios antes de que Scott nos rescatara a ambos fuera “Alec, quiero que te vayas”.
               Y tendría motivos de sobra para hacerlo; el primero de ellos, que yo era un cobarde que ni siquiera era capaz de admitir que yo quería quedarme y no quería dejarla sola, y haría lo que fuera con tal de leer entre líneas una invitación por su parte para renunciar a todo.
               Lo que más le había preocupado de su interpretación era que no estaba ensayada, no que se creyera capaz de fallar. La había sacado de su zona de confort no haciendo que cantara, sino empujándola a hacer algo que tenía que improvisar. Con mi voluntariado pasaba lo mismo. Puede que no tuviera ganas de que me fuera y prefiriera que me quedara, pero los dos habíamos hecho demasiados planes, habíamos sacrificado demasiadas cosas, nos habíamos esforzado demasiado para que, simplemente, yo desatendiera esa llamada por la megafonía de Heathrow con mi nombre y una indicación para que me dirigiera urgentemente a la puerta de embarque que ya aparecía en mi billete.
               La Sabrae que había sido mientras cantaba Ready to run era la que estaba compuesta por sus deseos y anhelos, todo corazón y alma y nada de cabeza. Pero la Sabrae que había sido cuando yo la había puesto contra las cuerdas era la que era también ahora: la que lo analizaba todo, tenía la mente fría, y era capaz de tomar mejores decisiones porque se distanciaba y consideraba las consecuencias de sus actos.
               La Sabrae de Ready to run quería hacer que me quedara. Pero la Sabrae de ahora me acompañaría al aeropuerto y me daría el abrazo más fuerte que me había dado nunca, compensando todos aquellos que no podría darme durante un año.
               Y yo iba a tener que vivir con eso, sabiendo que la había hecho la mayor putada que podía hacerle: obligarla a elegir entre tenerme y no tenerme.
 
 
No sabía si reuniría de nuevo el valor que me había asaltado cuando estaba a punto de pedirle que se quedara conmigo, o si el destino volvería a conducirme a esa encrucijada en que había cometido el error de dudar siquiera un segundo cuál sería mi respuesta. Me gustaría que sí. Ahora que sabía que cancelar el voluntariado estaba sobre la mesa, egoístamente, quería tomar ese rumbo. Haber pasado tanto tiempo con Alec para compensar lo que no estaríamos juntos sólo había conseguido que me diera cuenta de que no iba a ser capaz de sobrevivir sin él, que malviviría durante un año y que cada segundo que pasáramos en continentes distintos se me antojaría aberrante, una herida supurando en lo más profundo de mi pecho, allá donde ninguna medicina sería capaz de llegar.
                Habíamos tenido una luna de miel adelantada, y yo sólo podía pensar en lo perfecto que había sido el viaje, teniendo a Alec para mí sola durante tres deliciosos días en los que nuestra única preocupación había sido en qué postura hacer el amor, gritando lo que nos diera la gana, haciéndolo donde se nos antojara, y renunciando incluso a vestirnos si no nos apetecía. Se suponía que después de la luna de miel los esposos ya no se separaban; cuando dormían en habitaciones distintas era cuando todavía eran novios, la noche antes de dar el paso. ¿Tan malo sería simplemente pedirle que se quedara? A los dos nos haría mejor no separarnos, por lo menos desde la perspectiva de nuestra relación.
               Pero yo sabía que no debía hacerle esa pregunta. No debería cede de nuevo, no cuando el mundo parecía haber intercedido para que yo no le pusiera en ese compromiso. No debía forzar las cosas; si Alá quería que le pidiera que se quedara, me volvería a dar otra oportunidad.
               Pero, por si acaso no lo hacía, necesitaba que Alec estuviera completa y absolutamente seguro de lo esencial que era para mí. De cómo se había convertido en el punto sobre el que pivotaba mi corazón, y cómo le echaría de menos. No quería que ni se le pasara por la cabeza que no se lo pedía porque no quería, porque si por mí fuera, lo mandaría todo a la mierda y me marcharía con él. O le pediría posponerlo y nos iríamos juntos, cuando yo terminara el instituto (ya que mamá no me dejaría ni de coña tomarme un año sabático a estas alturas de mi vida académica).
               Por eso se lo dije. Porque no quería que se subiera al avión y se pasara el viaje entero pensando que se iba porque yo no quería anclarlo. Quería que se pasara el viaje, la primera semana, la segunda, la tercera, el primer mes y todos los que vinieran detrás, creyendo, sabiendo que había alguien al otro lado del mundo contando las horas para volver a tocarlo. Que habría alguien que aprendería a vivir en la oscuridad, porque su sol se ocultaría durante doce meses en los que sólo las estrellas de nuestros recuerdos juntos servirían de consuelo, pero bajo las estrellas una no puede leer, ni broncearse, ni nadar en el mar, ni cocinar. Y, a solas con ellas, una tampoco puede hacer el amor.
               -Tú eres mi sol. Recuérdalo siempre.
               Le acaricié las mejillas, intentando memorizar la manera en que mis pulgares seguían la línea de su piel, la forma en que su mandíbula se recortaba contra mis dedos. Y, por primera vez en mucho, mucho tiempo, lo que más deseé estando en su presencia no fue quedarme a solas y que me estrechara entre sus brazos, me arrancara la ropa y me hiciera suya, sino que volviera a ser valiente y dejarme elegir. Porque con Alec, siempre se trataba de elegir. Y yo siempre iba a querer elegirlo a él.
               Dios, por favor, haz que me lo vuelva a preguntar, y no tendremos que pasar por esto.
               Sus ojos brillaron con un deje de amor como pocos le había visto, y creo que con una chispa de decepción por, de nuevo, poner el futuro en sus manos. Debería saber que yo no elegía bien a la primera, y que necesitaba que me dieran varias opciones para rectificar mis errores. Tarde o temprano lo hacía; y con él, por desgracia, era más tarde que temprano.
               -Y tú eres mi luna-me contestó, tomándome de la cintura y apoyando una mano en mi mejilla, acariciándome con el pulgar-. Y mis estrellas. Y la razón por la que entiendo que los poetas prefieran la noche al día.
               Me estremecí de pies a cabeza. Sabía por qué lo decía. Había bromeado varias veces con la cantidad de canciones tristes que me haría componer su ausencia, y él siempre había respondido riéndose que, como decía Viola Davis, podía coger mi corazón roto y convertirlo en arte con la que más tarde jugarían nuestros hijos igual que yo había jugado durante mi infancia con el Grammy más abollado de la colección de papá, el que llevaba mi nombre.
               -Yo debo ser lo contrario a los poetas, entonces. Me encantaría que mis días duraran semanas, o meses, o incluso años.
               Alec sonrió, su pulgar acariciándome tan despacio que podría volverme loca. Era cálido y cuidadoso, familiar y, a la vez, una novedad. No estaba acostumbrada a estos momentos tan intensos en sitios tan llenos de gente; solíamos picarnos en público y darnos mimos en la intimidad. Así, nuestros momentos de conexión se volvían más especiales, porque no había nadie para profanarlos.
               -No eres lo contrario a ningún poeta. Lo que eres es una flor-me acarició los labios y se inclinó para besarme, zanjando la conversación. Yo abrí los labios y dejé que su lengua explorara con tranquilidad, saboreando un “te quiero” que no había pronunciado aún pero que por fuerza habría de darle.
               -Toca la última canción de la noche, amigos-anunció Niall, y el estadio entero tembló con el abucheo generalizado que se lanzó en su dirección-. ¡Eh, no me matéis, ¿vale?! Sólo soy el mensajero. Qué británico os ha quedado eso, meteros con el irlandés-escupió, riéndose y paseándose con su guitarra-. Bromas aparte, lo estamos pasando genial, y ninguno de nosotros quiere irse, pero entenderéis que tenemos responsabilidades paterno-filiales y tenemos que acostar a nuestros críos. No queremos que se los lleven los servicios sociales. Incluso nosotros tenemos que rendir cuentas ante la sociedad. Además, mi mujer está embarazada, así que entenderéis que llevo demasiado tiempo sin estar con ella y necesito asegurarme de que todo va bien.
               Vee se rió, y se acarició el vientre en un gesto tan natural como inconsciente. Era con diferencia la mujer que más se tocaba la tripa de todas las que había conocido, y eso que había vivido bastantes embarazos a lo largo de mi vida.
               También sabía que ella no era nada comparado con cómo sería yo cuando llevara dentro a mis propios hijos.
               -Muchos os imaginaréis qué canción toca ahora. Si la última acaba de ser en homenaje a nuestras fans chicas, sólo podemos despedirnos pidiéndoos que nos dejéis cantaros una canción que nunca llegamos a cantar en concierto… por lo menos, durante esa primera etapa de la banda-añadió Liam-. Pero sí que la cantamos alguna que otra vez.
               El público empezó a gritar, adivinando la canción que era.
               -No todos-sonrió Louis, mirando a papá, que puso los ojos en blanco.
               -¿Me dejaréis meter baza esta vez?-preguntó.
               -No-dijeron los cuatro a la vez, y papá les hizo un corte de manga.
               -Pues que os jodan. Me piro. Y sí, Louis. Antes de que lo digas tú, ya lo digo yo: otra vez.
               Louis se echó a reír, pero siguió a papá por el escenario hasta agarrarlo de los hombros y hacerlo girarse sobre sus talones.
               -Wembley, ¿estáis preparados?
               -¡SÍ!
               -¿Salimos ya?-preguntó Shasha, y Scott extendió el brazo para detenerla.
               -Quietos ahí. Esto es entre One Direction y las fans, y nadie más.
               -¿No se suponía que querían que estuviéramos en la última canción del concierto?
               -Sí. Pero esta es la última de las lentas-Scott se cruzó de brazos y entrecerró los ojos, un gesto inteligente en la mirada.
               -Wembley, queremos daros las gracias por estos veinticinco años de la manera que mejor sabemos. Pidiendo que cantéis con nosotros. ¿Estáis preparados?
               -¡SÍ!
               -No os oigo-respondió Harry-. ¿Vais a cantar, sí o no?
               -¡¡¡SÍ!!!
               Casi podía escuchar a Taïssa volviéndose completamente loca en la grada.
               -¡Genial! Pues vamos a ello. ¡Cantad desde el corazón, ¿de acuerdo?! Nos jugamos mucho con esta. ¡Tendréis la versión que hagamos esta noche en la edición especial del próximo disco!-anunció, y sonrió al ver cómo la gente se volvía loca. Los cinco se colocaron en posición, sentados en las escaleras del escenario en una media luna perfecta, y entonces…
               … empezaron a dar palmas. La gente gritó un segundo, un único segundo antes de empezar a dar palmas al unísono.
               -You gotta help me-comenzó Harry, y me recorrió un nuevo escalofrío. Había sentido muchos a lo largo de la noche, pero sabía que no serían nada comparado con lo que me haría sentir History. Habían planeado el concierto al detalle, contando con que aquella debía ser una de las últimas canciones, sino la última, y que la cantarían de forma que se escuchara más a las fans que a ellos. Así lo habían querido todos, y cuando Niall sugirió colocar micrófonos al fondo del escenario y proyectados hacia el público, todo había tomado forma en dirección a lo que sería el disco. Igual que habían cantado la parte final de la canción en la versión original, ahora las fans serían las reinas absolutas en todo.
               -I’m losing my mind. Keep getting the feeling you wanna leave this all behind. Thought we were going strong. I thought we were holding on. Aren’t we?
               -No, they don’t teach you this in school-cantó Niall, que estaba sin guitarra. No había nada interponiéndose entre la banda y las fans. Nada-. Now my heart’s breaking and I don’t know what to do. Thought we were going strong. I thought we were holding on. Aren’t we?
               -¡Cantad, Londres!-animó Liam, y los cinco, papá incluido, siguieron a las fans cuando cantaron a voz en grito, sorprendentemente en armonía:
               -YOU AND ME GOT A WHOLE LOT OF HISTORY. WE COULD BE THE GREATEST TEAM THAT THE WORLD HAS EVER SEEN. YOU AND ME GOT A WHOLE LOT OF HISTORY. SO DON’T LET IT GO, WE CAN MAKE SOME MORE, WE CAN LIVE FOREVER.
               -All of the rumours-cantó Liam, poniéndose en pie-, all of the fights, but we always find a way to make it out alive. I thought we were going strong. I thought we were holding on. Aren’t we?
               Todos se habían levantado también, y dejaron que Liam avanzara por el escenario, en dirección a la plataforma elevadora.
               -YOU AND ME GOT A WHOLE LOT OF HISTORY. WE COULD BE THE GREATEST TEAM THAT THE WORLD HAS EVER SEEN. YOU AND ME GOT A WHOLE LOT OF HISTORY. SO DON’T LET IT GO, WE CAN MAKE SOME MORE, WE CAN LIVE FOREVER.
               -Minibars-empezó Louis, paseándose por la plataforma, donde ya había alcanzado a Liam-, expensive cars.
               -Hotel rooms, and new tattoos-cantó papá. Cómo no, sólo podía compartir el solo con Louis. Tommy y Scott se miraron y sonrieron, homosexuales como los que más.
               -The good champagne.
               -And private planes.
               -But they don’t mean anything.
               -Cause the truth is out, I realice-cantaron papá y Louis juntos, y luego Louis continuó solo, con papá sonriendo orgulloso detrás.
               -THAT WITHOUT YOU HERE, LIFE IS JUST A LIE. THIS IS NOT THE END.
               -THIS IS NOT THE END!!!!!!!!!!!!!!!-chillaron las fans, entre las que nos incluíamos también los que estábamos en el backstage.
               -WE CAN MAKE IT, YOU KNOW IT, YOU KNOW!!!!!!!
               - YOU AND ME GOT A WHOLE LOT OF HISTORY. WE COULD BE THE GREATEST TEAM THAT THE WORLD HAS EVER SEEN. YOU AND ME GOT A WHOLE LOT OF HISTORY. SO DON’T LET IT GO, WE CAN MAKE SOME MORE, WE CAN LIVE FOREVER. YOU AND ME GOT A WHOLE LOT OF HISTORY. WE COULD BE THE GREATEST TEAM THAT THE WORLD HAS EVER SEEN. YOU AND ME GOT A WHOLE LOT OF HISTORY. SO DON’T LET IT GO, WE CAN MAKE SOME MORE, WE CAN LIVE FOREVER.
               -SO DON’T LET ME GO, SO DON’T LET ME GO-cantó papá, estirando la mano hacia ellas, que respondieron inclinándose hacia delante, como si fueran a alcanzarlo, sin importar que estaban al otro lado del estadio. Todas, absolutamente todas, se movieron para agarrarlo.
               -WE CAN LIVE FOREVER.
               -BABY DON’T YOU KNOW, BABY, DON’T YOU KNOW?-cantó Liam.
               -WE CAN…
               -LIVE FOREVEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEER!!!!!-cantaron las fans solas, ya que los cinco se callaron-. OOOOOOOOOOOOOH.
               -¡WOOOOOOOOOOOOOOOHOOOOOOOOOOOOOOOO!-celebró Niall, dando brincos por el escenario mientras se disparaban bengalas y fuegos artificiales. No había casi nadie llorando-. ¡Gracias por esta noche increíble, Londres!
               Y entonces, cogió su guitarra.
               -Claro que no pensaríais que os íbamos a dejar así, llorando a moco tendido, ¿verdad?
               -¡Londres, gritad un poco más si todavía os queda aire en los pulmones!-pidió Liam, y respondimos rugiendo, sin importar si estábamos delante de ellos o a su espalda-. ¡Así me gusta! ¡Sabía que no nos decepcionaríais! ¡Y ahora, a bailar toda la puta noche!
               -¡Liam, esto es un show familiar!-protestó Louis, riéndose-. OR IS IT? Creo que he visto a señoras con sus nietos aquí, y todo.
               -¡Me da absolutamente igual! ¡DALE CAÑA A ESA GUITARRA, NIALL!-bramó, y Niall levantó el brazo y lo bajó a toda velocidad, un dios de los instrumentos de cuerda en su salsa, marcando el compás que pronto seguiría el teclado.
               Se desató la locura. Louis recogió una diadema con antenas de alienígena del suelo del escenario. Le tendió a papá unas gafas gigantescas de plástico que, para sorpresa de absolutamente nadie, papá se puso sin dudar mientras Harry empezaba a chillar las primeras palabras de Best song ever.
               -¿Salimos ya?-preguntó Shasha cuando empezaron con el estribillo, y Scott la agarró del hombro.
               -Todavía no.
               -¡Estoy nerviosa! ¡Se va a acabar el concierto!
               -Todavía queda una canción.
               -Como se acabe y no salgamos, no te lo voy  perdonar en la vida.
               -SAID HER NAME WAS GEORGIA ROSE, AW! AND HER DADDY WAS A DENTIST. SAID I HAD A DIRTY MOUTH.
               -Hecho curioso: ¿sabías que las fans se pusieron a decir que Georgia Rose era una actriz porno en la década de dos mil diez?-le pregunté a Alec, que me sonrió con maldad.
                -¿Es una pregunta trampa?-me preguntó-. ¿Quieres saber si todavía tengo activa la suscripción de Pornhub?
               -Más te vale que no sea así-sonreí, dándole un toquecito con la cadera.
               -No la necesito. Bastante tengo ya con mis recuerdos-sonrió, rodeándome las caderas y dándome un pellizco en el bajo vientre. Le di un manotazo y él se rió.
               -YOU KNOW, I KNOW, YOU KNOW I’LL REMEMBER YOU AND I KNOW, YOU KNOW, I KNOW YOU’LL REMEMBER ME.
               -AND YOU KNOW, I KNOW, YOU KNOW I’LL REMEMBER YOU AND I KNOW, YOU KNOW, I HOPE YOU’LL REMEMBER HOW WE DANCED…
               -Prepárate para soltar la pasta-le dijo Tommy a Scott.
               -HOW WE DANCED.
               -ONE, TWO, ONE TWO THREE, OW!
                Y los cinco se pusieron a bailar como lo hacían en el vídeo de la banda. Las fans se volvieron locas.
               -¡SERÁN HIJOS DE PUTA!-protestó Scott mientras Tommy aullaba de la risa.
               -¡ME DEBES DIEZ MIL PUTAS LIBRAS!
               -¿QUÉ COÑO LES HAS HECHO PARA CONVENCERLOS DE QUE BAILEN? ¿QUÉ LES HAS PROMETIDO?
               -¡NADA! Le dije a Zayn que necesitaba que lo hicieran porque había apostado contigo. Se apuntó de una.
               -Menudo cabrón. Jodido cabrón. No me puedo creer que me haya engendrado semejante cabrón. Soy su hijo, Thomas. El único hijo varón que tiene. Como me salga de los cojones hacerme una vasectomía, el apellido se muere conmigo. ¿Y así me lo paga?
               -Una polla voy a renunciar yo a mi apellido tan fabuloso-dije yo, apartándome el pelo del hombro y aleteando con las pestañas.
               -Eh, una polla les vas a poner a nuestros hijos el apellido del payaso de tu hermano-intervino Alec.
               -¿Los vas a parir tú?
               -Fue un poco complicado porque mi padre no quería bailar, sólo por joderme. Lo echaron a piedra, papel o tijeras. Claro que Niall ayudó a Zayn a ganar diciendo lo que papá escondía tras la espalda.
               -Putos desgraciados-gimió Scott, pasándose las manos por la cara-. Te juro que no me lo puedo puto creer.
               Siguieron bailando, y cuando terminó la canción y se lanzaron los fuegos artificiales, Louis levantó las manos.
               -¡La última, Londres! ¡Y ahora de verdad! ¡Lo dejaremos aquí hasta que cumplamos cincuenta años juntos! ¡Y eso si el cuerpo aguanta! Dale a esa guitarra, pequeño irlandés.
               -¡VIVA IRLANDA LIBRE DE LA OPRESIÓN IMPERIAL!-bramó Niall, dando un brinco y arrancando un rugido de su guitarra. Harry se giró y lo miró con ojos como platos; Liam, por su parte, se llevó el micrófono a la boca.
               -Niall, por Dios bendito, te devolvieron el pasaporte la semana pasada.
               -¡UN RESPETO A MI CULTURA!-ordenó-. ¡Y A SALTAR, WEMBLEY!
               Unos tambores rabiosos explotaron en los altavoces.
               -Ahora-escupió Scott.
               Y echamos a correr mientras todo el público daba palmas al ritmo de Act my age mientras los cinco tarareaban el principio de la canción. Nos reunimos con nuestros padres en el centro de la pasarela, y Duna, Dan, Astrid, Shasha y yo nos pusimos a recoger las cosas mientras los demás daban brincos.
               -¡Cantad como si os fuera la vida en ello, Londres!
               Rob y Layla le quitaron el micro a Liam y empezaron a chillar la letra en los altavoces.
               -WHEN I’M FAT AND OLD AND MY KIDS THINK I’M A JOKE CAUSE I MOVE A LITTLE SLOW WHEN I DANCE…
               Niall agitó los brazos en el aire, dejándolos sueltos como un muñeco de trapo.
               -I CAN COUNT ON YOU AFTER ALL THAT WE’VE BEEN THROUGH-tronaron Layla y Rob en los altavoces.
               -DADME MI MICRO. DEJADME TRABAJAR-les ordenó su padre, y ellos echaron a correr.
               -CAUSE I KNOW THAT YOU’LL ALWAYS UNDERSTAND…
               -I WON’T ACT MY AGE!-chillamos todos, y Shasha y Diana empezaron a sacudir la cabeza adelante y atrás como dos estrellas del rock-, NO, I WON’T ACT MY AGE, NO, I’LL STILL FEEL THE SAME AROUND YOU… HEY!
               Empezamos a saltar al ritmo de la música, obviando que lo estábamos haciendo fatal y que los únicos que estaban bailando como requería la canción eran Chad y Niall. Duna y Astrid dieron un paso al frente en el escenario y se pusieron a menear las caderas mientras cantaba Luis.
               -WHEN I’M FAT AND OLD AND MY KIDS THINK I’M A JOKE…
               -Ya lo pensamos-contestó Tommy, y Louis le pegó un microfonazo a su hijo.
               -CAUSE THE STORIES THAT I TOLD, I TELL AGAIN AND AGAIN.
               -I CAN COUNT ON YOU-chilló Shash en el micro de papá, pero por suerte él no lo había soltado y pudo remediar los destrozos que estaba haciendo mi hermana-, AFTER ALL WE GOT UP TO, CAUSE I KNOW THAT YOU TRULY UNDERSTAND…
               -I WON’T ACT MY AGE, NO I WON’T ACT MY AGE, NO I’LL STILL FEEL THE SAME AROUND YOU. I WON’T ACT MY AGE, NO I WON’T ACT MY AGE, NO I’LL STILL FEEL THE SAME AND YOU WILL TOO… HEY!
               -NANA NANANANANA NANANANANANA!!-gritaron Scott, Harry, Tommy, Alec y Liam, dando brincos de un lado a otro mientras yo me ponía a saltar con Layla. Las fans empezaron a lanzar banderas al escenario, y papá, Louis y Niall se pusieron a recogerlas.
               -Suelta eso-ordenó papá, viendo que Louis tenía entre sus manos una blanca con el contorno de una estrella de seis puntas azul turquesa en el centro. Automáticamente Louis la puso de nuevo en el suelo.
               -WHEN I CAN HARDLY WALK AND MY HAIR IS FALLING OUT-cantaron Harry y… por Dios, Shasha también le había cogido el micro a él. Se colgaba de su brazo como un koala desquiciado-. WE’LL STILL STAY UP TILL MORNING, WE’LL THROW THE AFTER PARTY, OH, YEAH, OH, YEAH.
               -I WON’T ACT MY AGE, NO, I-todos levantamos banderas: de Irlanda, de Inglaterra, de Reino Unido, de España, una azul con una cruz dorada, de Palestina, de Pakistán, de Estados Unidos, de…
               Alec había enganchado una de arcoíris y se dedicaba a correr por todo el escenario con Dan subido a sus hombros, aplaudiendo y chillando mientras ondeaba la bisexual. Menudo par.
               -WON’T ACT MY AGE, NO I’LL STILL FEEL THE SAME AROUND YOU. I WON’T ACT MY AGE, NO I WON’T ACT MY AGE, NO I’LL STLL FEEL THE SAME, AND YOU WILL TOO… HEY! NANA, NANANANA, NANANANA…
                Nos pusimos en coro, enganchados de los brazos, y nos dedicamos a saltar y brincar y chillar la letra de la canción mientras el cielo de Londres se iluminaba con las explosiones de los fuegos artificiales, que se reflejaban en nuestras caras y en las de las fans a partes iguales, convirtiendo el mundo en una nebulosa de color y felicidad.
               -No me lo puedo creer. ¡No me lo puedo creer!-sollozaba Shasha, ya en el backstage-. ¡No puedo creer que ya se haya acabado! Ha durado como cuatro minutos. ¡Cuatro minutos! Papi, tienes que volver ahí, decirles que no se vayan y seguir cantando. ¡No quiero que el concierto se acabe!-gimoteó Shasha, la más afectada con diferencia de todos nosotros. Mi hermana se lo había pasado bomba, cantando cada canción como si las hubiera escrito ella, bailando y riendo como nunca la había visto hacerlo, y eso que ya habíamos ido a varios conciertos.
               Qué ganas tenía de su cumpleaños.
               -Quedan un montón de conciertos por delante, mi amor. Seguirás disfrutando en esos-sonrió papá, dándole un beso en la cabeza.
               -¡Todavía no están cerradas las fechas!-protestó, pataleando. Alec, colorado y sudoroso y aún con la bandera arcoíris anudada en los hombros, que la estaba viendo desde un rincón de mi habitación, la miró y luego se acercó a mí.
               -Ya sé que le hemos pillado un teclado chulísimo por Internet, pero… ¿fijo que has mirado en todas partes lo de las entradas de Blackpink?-preguntó-. Todavía tengo unos ahorrillos que no me importaría…
               Puse los ojos en blanco y le puse un dedo en los labios.
               -Mira, Capitán Mafia del Alfabeto… no te quería decir nada porque va a notártelo, pero viendo que eres capaz de prostituirte con tal de conseguirle a Shasha entradas para Blackpink… Shasha ya tiene entradas para Blackpink. Papá y mamá se las van a regalar para su cumpleaños. La están vacilando diciéndole que no la dejan ir.
               Alec parpadeó, la boca abierta como un pececito fuera del agua.
               -Mamá tuvo a todas las becarias metidas en Ticketmaster haciendo cola virtual, y papá a su asistente y al equipo de sonido al completo metidos en AXS para conseguirles las mejores, pero Shash no se da cuenta de que estuvieron toda la mañana fuera de casa, un día en el que ya no había clase, porque está demasiado ocupada pensando que es la menos favorita y que todos en casa la odiamos.
               -¿Y cuándo pensabas decírmelo?
               -Esperaba no tener que hacerlo.
               -Pues deberías, porque encontré dos en la zona de minusválidos de reventa y las pillé por quinientas libras-soltó, y yo me lo quedé mirando, pasmada.
               -Espera, ¿qué? ¡¿Quinientas libras?!
               -¡Oferta y demanda, Sabrae! ¡He trabajado para un imperio explotador, no tienes ni idea de cómo funciona el capitalismo!
               -¿Y PARA LA ZONA DE MINUSVÁLIDOS?
               -Tenía pensado pedir una silla de ruedas prestada del hospital, y decir que me había caído por las escaleras o que me había roto la pelvis a base de echar polvos con mi novia. ¿Qué? No me mires así. Mira qué cara tengo. Si no me has roto todavía la cadera es porque no le pones interés cuando te follo.
               -¿Y se supone que ibas a ir con Shasha? ¿Eres consciente de que el concierto es en mayo del año que viene, y tú en mayo supuestamente no vas a estar?
               -Bueno, ni muerto me perdería yo un concierto de Blackpink. Ya procuraría que no me comiera ningún jabalí salvaje ni nada por el estilo.
               Parpadeé.
               -¿Quinientas libras?
               -Blackpink son profesionales. Ellas no suben a sus hijos al escenario. Tu padre y el resto de Una Erección deberían aprender un par de cositas de ellas-soltó, y chasqueó los dedos frente a mi cara, se giró sobre los talones y se marchó muy digno para seguir celebrando el concierto con Tommy y Scott.
               Todo lo digno que su bandera queer le permitía, claro.
               Me acerqué a los chicos.
               -Adivina quién coño se ha gastado quinientos pavos para pillarle a Shasha unas entradas para Blackpink en la zona de minusválidos-le dije a Scott, que miró a Alec.
               -¿Para la zona de minusválidos?
               -Es la que mejor visibilidad tiene-respondió, cruzándose de brazos-. Y puedes sentarte si quieres.
               -Este tío es mi puto ídolo-se rió Tommy.
               -¿Y por qué cojones harías una cosa así sin consultarlo?
               -¡PORQUE NADIE ME CUENTA NADA EN ESTA PUTA FAMILIA!
               -¿Cogiste seguro de cancelación?
               -Nop.
               -¿Dónde las pillaste?
               -AXS. Eran de las últimas.
               -Ahí puedes revenderlas.
               A Alec se le iluminaron los ojos.
               -¿En serio? ¿Y puedo poner yo el precio?
               -No irás a pedir más-rió Scott, y Alec lo fulminó con la mirada.
               -Por supuesto. Oferta y demanda, chaval-repitió-. Yo tengo algo que muchos quieren. No las subasto porque no se puede. Porque no se puede, ¿verdad?
               -Ponlas a la venta y reza para recuperar lo que pagaste por ellas.
               -Sí, claro. No, no, no. Ahora mismo hay una niña inglesa destrozada porque no puede ir a un concierto de su banda favorita porque no hay entradas disponibles. Por suerte para ella, yo saldré a su rescate. Y toda salvación tiene un precio.
               -¿En serio vas a estafar a una discapacitada?
               -Sale con una, Tommy. Está acostumbrado a tratar con ellas.
               -En cuanto cumpla los dieciocho, lo primero que haré será demandar a Durex porque por su culpa tenemos que aguantarte todos, Scott-escupí.
               -¿Qué va a hacer la pobre niña? ¿Atropellarme con su silla de ruedas? Para eso, primero tendrá que cogerme.
               -¿Os vais a quedar ahí todo el día, u os venís a la fiesta?-llamó Diana, haciendo un gesto con la cabeza en dirección a la salida del backstage. A todos se nos iluminaron los ojos, y Scott y Tommy fueron los primeros en atravesar la puerta, seguidos de cerca por Alec y por mí.
               Hasta que, girando una esquina, agarré a Alec de la mano y tiré de él hasta tenerlo contra la pared. Me dedicó una sonrisa oscura.
               -¿Te has acordado de mis jadeos durante Midnight memories?
               -Estaba pensando… si vendes rápido las entradas, puedes reinvertirlas en algo de igual provecho-ronroneé, poniéndome de puntillas y besándolo-. Te había pasado mi lista de deseos de Amazon, ¿verdad?
               Se rió suavemente, de una forma sensual que conectó con mi entrepierna.
               -A ti todo te viene bien, ¿no es así, Sabrae?
               Sonreí, poniéndome de puntillas.
               -No soy más que una niña rica, de gustos muy, muy caros… y sé lo que cuesta un circuito nocturno en el spa del Savoy.
               A Alec se le secó la boca. Me recorrió de arriba abajo con los ojos, y relamiéndose los labios, se pasó una mano por el pelo y soltó:
               -Creo que una fan de Blackpink discapacitada va a ser súper, súper feliz mañana por la mañana.
               -¿Sólo esa fan?-ronroneé, tirándole del cuello de la camiseta y sonriendo. Alec me devolvió la sonrisa, sus labios a tan pocos centímetros de los míos que me hizo papilla el autocontrol.
               -Yo tengo intención de ser súper, súper feliz ya esta misma noche, bombón.
 
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2 comentarios:

  1. TENGO RÍOS CAYENDOME DE LOS OJOS A KILÓMETROS POR HORA DESGRACIADA. Para empezar lo de Sabrae cantando 18 me ha dejado en la mierda y que encima se la haya dedicado a Alec me parece terrorismo emocional. El momento de Sherezade y Alec me tiene en el suelo. Voy a sufrir lo indecible cuando Saab las pase putas por echarlo de menos y realmente todos esten al principio mal tmb por echarlo de menos.
    Siguiendo con el resto el momento de BSE me ha parecido brutal joder y que se hayan puesto a bailar como en el video sjsjwonwiwnejshe me los he imaginado y todo.
    Me preguntaba constantemente con que canción terminarías y me ha parecido una maravilla que lo hayas hecho con AMG y de esa forma Erikina. Tenía los ojos lagrimeandome con el momento de las banderas y luego con Alec comprandole las entradas a Sasha mira es que me quiero matar no lo puedo querer mas.
    Pd: AHORA SI QUE SI DESPUES DE MESES PONIENDOLO EN COMENTARIOS SE VIENE AFRICA NO ESTOY LOSTA JAPUTA

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  2. Tengo depresión post-concierto por un concierto ficticio? PUES SI
    JOO HA SIDO UN CAPÍTULO PRECIOSISIMO Y PERFECTO PARA CERRAR EL CONCIERTO :’)
    Comento cositas:
    - Me ha gustado que hayas narrado con Sabrae el momento justo después de ready to run.
    - No podía faltar more than this por supuesto.
    - Que Sabrae se llevara a Alec al escenario me ha encantado.
    - He adorado que Sabrae haya cantado con el micrófono de Scott me ha encantado “Al final, todo siempre acababa en Scott”.
    - Alec y Sabrae hablándose como en los Bridgerton y Scott poniéndose malo ha sido buenísimo.
    - El discurso pre 18 de los onedi MUY NECESARIO
    - Todo el momento de Sabrae saliendo salir a cantar a 18 ha sido genial (decidiendo si salir, Zayn toreando al público para presentarla, el discurso del principio dedicándosela a Alec, todo lo que creo que va a implicar para ella…)
    - La conversación de Alec y Sher me ha MATADO, no me lo esperaba para nada y ha sido preciosa de verdad. “Como para no mirar a Sabrae como si el mundo girara en torno a ella. Para mí, lo hacía” ES QUE NO PUEEEEDOOOOO
    - Alec viniéndose arriba con que Sabrae le dedique 18 y Scott rabiando de lo lindo ha sido de lo mejorcito.
    - El momento chonce era necesario JAJAJAJAAJAJAJ
    - History me ha dejado fatal.
    - Shasha histérica por salir me ha hecho mucha risa.
    - Que se hayan puesto a bailar en bse como en el videoclip para que Scott perdiera una apuesta mi cosa favorita.
    - Terminar con act my age ha sido MARAVILLOSO
    - “Alec se había enganchado una de arcoíris y se dedicaba a correr por todo el escenario con Dan subido a sus hombres, aplaudiendo y chillando mientras ondeaba la bisexual. Menudo par.” Mira quiero 39485 momentos más de Dan y Alec así te lo digo (tanto en esta novela como en delirio).
    - Y bueno QUE RISA Alec comprándole a Shasha entradas en la zona de minusválidos para ver a Blackpink me descojono es el mejor.
    - El final me ha encantado jejejeje
    Bueno, he adorado los 800 capítulos de concierto, los he disfrutado mil. Estoy deseando leer más, aunque haya llegado el momento voluntariado después de meses posponiéndolo y quiera llorar <3

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