lunes, 17 de abril de 2023

Montaña rusa.


¡Toca para ir a la lista de caps!

-¿Podemos echar purpurina en la tarta?-preguntó Astrid, con unos ojos como platos que transmitían toda la bondad del mundo, una bondad que hacía bastante tiempo que las niñas habían abandonado, según sospechaba. Eran demasiado espabiladas y sabían aprovecharse demasiado bien de las situaciones como para creer que conservaban esa inocencia con la que habían venido al mundo, por mucho que nosotros nos hubiéramos esforzado en tratar de prevenir su desaparición.
               Esos ojitos de corderito degollado me sonaban mucho, tan típicos como eran en mi hermana… y que no desaprovechaba la ocasión de poner, como ahora.
               Hoy era 5 de septiembre, el cumpleaños de las niñas. Astrid y Duna habían llevado la sincronización de Scott y Tommy un paso más allá, e incluso habían nacido el mismo día. Si bien el parto de Astrid había sido el más largo de las dos, también era la mayor, superando a la benjamina de los Malik por apenas unas horas que parecerían críticas en auténticas gemelas. Estaban destinadas a ser mejores amigas desde que nacieron: después de dar a luz a Astrid, Eri había pedido que la llevaran a una habitación en la que la otra cama estuviera libre simplemente para que mamá pudiera estar allí también con ella, sus maridos a cada lado, y Tommy y Scott no tuvieran que separarse de sus padres ni vivir el uno lejos del otro la experiencia de conocer a la última hermanita que reforzaría su papel de hermanos mayores. Si ya de por sí los eventos importantes en nuestras familias eran compartidos con la otra (Tommy no se había perdido ni uno solo de mis cumpleaños, ni Scott se había perdido tampoco los de Dan, simplemente porque eran Mejores Amigos Del Alma y no concebían una fiesta sin la presencia del otro), el hecho de que Dundun y Ash hubieran nacido el mismo día nos daba una excusa perfecta para juntarnos. Siempre habían tenido una fiesta conjunta, en la que las dos niñas eran las reinas de la casa y a las que casi nunca se les decía que no, salvo que su petición fuera excesivamente descarada.
               Aunque mamá solía dar rienda suelta a nuestra vena creativa y rara vez trataba de ponerle puertas a nuestra imaginación, seguramente por cómo papá la había hecho avergonzarse al ponerse como una fiera porque Scott se había hecho un piercing y señalándole que él estaba lleno de tatuajes y eso no le suponía un problema para tirárselo, la purpurina en la comida estaba fuera de toda negociación. Eri simplemente se giró para lanzar a las niñas una mirada de advertencia, pues sabía de sobra que Astrid había preguntado ya con el bote abierto, más por cortesía que por querer respetar la autoridad de su madre.
               -No. No está en la receta.
               -Pero, ¡mamá!-baló Duna, golpeando con sus puñitos de cumpleañera la mesa sobre la que estaban removiendo la masa de una de las tartas entre ella, Dan y Astrid-. ¡No es una tarta unicornio si no tiene purpurina!
               -Esa purpurina no es comestible.
               -¡Pero…!
               -¡He dicho que no, señorita!-respondió mamá, girándose y poniendo las manos en los bordes de la encimera-. ¿Has visto que Pauline te pusiera purpurina en los cupcakes que nos hizo para que eligierais vuestras tartas?
               Duna tuvo la decencia de agachar la cabeza cuando respondió con un tímido “no”, retorciéndose las manos como si estuviera arrepentida. Luego miró a mamá por debajo de las cejas. Ahí estaba. La carita de “soy un angelito y no deberías gritarme, porque me disgustaré y se me olvidará cómo salir volando de vuelta al cielo”. Esa cara hacía estragos en todos los que no pasaban mucho tiempo con ella, e incluso Scott a veces tenía que esforzarse para resistirse. Alec se había pasado una noche entera sin pegar ojo porque Duna le había puesto esa cara al preguntarle si podía dormir con nosotros al enterarse de que él se iba a ir de voluntariado.
               -Por una noche tampoco pasará nada…-se había lamentado, con el corazón en un puño, pero yo sabía que tenía que hacerme la dura o jamás nos libraríamos de ella, y así se lo dije.
               -Si la dejamos dormir hoy con nosotros, terminarás durmiendo en su cama cada vez que se le antoje, ya lo verás.
               -Solo sería una noche.
               -Alec, conozco a mi hermanita. No lo va a dejar estar. Hay que cortarlo de raíz. Duérmete, venga-le había dado un beso en la mejilla y le había apoyado la cabeza sobre el pecho, esperando escuchar el sonido de su respiración o sus latidos ralentizándose cuando se sumiera por fin en ese sueño que tan íntimo me parecía.
               -No tienes corazón-dijo sin embargo, y yo sonreí.
               -Si no puedes decirle que no a tus cuñaditas, ¿cómo se lo vas a decir a tus hijas?
               -Ah, es que no tengo pensado-sonrió en la penumbra, mirando al techo-. Ya las educará su madre-me dio un pellizquito en la cintura y yo me reí.
               Dios, lo echaba tanto de menos… puede debiera haberle pedido a Duna que le pusiera esa cara al suplicarle que no se marchara. La pequeña había sacado la artillería pesada al echarse a llorar, pero no sabía que Alec era más vulnerable a las dagas que a las bombas nucleares.
               La que era completamente inmune a todo era mamá.
               -Pues eso. No vamos a cambiar su receta delante de sus narices. Sería de una mala educación terrible, y no quieres faltarle al respeto, ¿verdad? Con las molestias que se está tomando por vuestro cumple.
               -No es molestia, Sherezade-sonrió Pauline. Después de que Alec viniera a verme y yo haber salido de mi trance obsesivo con que tenía que dejarle, me había dedicado a pasearme por los sitios que él había frecuentado para regodearme en mi dolor, echarlo más de menos y castigarme por lo que había intentado. Había tenido que quedar con Chrissy porque no sabía exactamente dónde estaba el almacén en el que había trabajado Al, o si me dejarían entrar, y la pastelería de Pauline había supuesto un buen lugar en el que reunirnos. Allí les había contado la terrible idea que había barajado durante unos días que habían sido horribles y ellas alzaron las cejas, incrédulas, sorprendidas y un poco escépticas de que me mereciera a Alec si era capaz de ser tan tonta, y cuando había llegado a la parte en la que él aparecía como por arte de magia en mi habitación, las dos lanzaron sendos chillidos.
               -¡Joder, esto es la hostia! Pauline, no sólo es guapo, folla que te cagas y la tiene grande-se quejó Chrissy, cogiéndola del brazo-. ¡También se comporta como el protagonista masculino de una novela romántica! ¡Y tú y yo fuimos tan tontas que lo dejamos escapar!
               -Quiero arañarte la cara-dijo Pauline simplemente-. ¿No podías hacer que se quedara?
               -Tenía que irse.
               -¿Quién lo dice?
               -Eh… me pareció lo más acertado-dije, encogiéndome en el asiento mientras las dos me miraban como si estuviera loca.
               -También te pareció más acertado romper con él porque creías que te habías creído desde el principio que te había puesto los cuernos. ¿No has aprendido ya que no se te puede dejar sin supervisión, Sabrae?
               -Oye, si te estabas agobiando en la relación y necesitabas distancia, yo estaría encantado de acogerlo en mi casa entre semana. Eso sí, con la condición de que se comportara conmigo como cuando estaba soltero-bromeó Chrissy.
               -¡Ojalá fuera porque me estaba agobiando en mi relación! Qué va, cuando me estoy agobiando es ahora. ¿Creéis que he hecho mal?-me encogí un poco más en el asiento. Lo había hablado ya con mis amigas, y las tres me habían dicho que había sido una decisión valiente y desinteresada, la mejor que podía tomar, y también la más difícil; después me habían prometido, y luego jurado por su vida, que no me lo decían porque la distancia con Alec las beneficiara porque así tenía más tiempo para dedicárselo a ellas, pero… bueno, no estaba tan segura. Llevaba solamente un mes sin Alec y ya me había peleado con mamá, que seguía rara entonces y seguía rara ahora, en el cumpleaños de las niñas.
               Puede que tuviéramos que encontrar otra manera de escribir nuestras historias por separado, después de todo.
               O eso pensé bajo el escrutinio de Chrissy y Pauline.
               -¿Para tu vida sexual? Definitivamente.
               -Pero él quería esto-admitió Pauline, poniendo los ojos en blanco-. Por mucho que nos joda, así es. Así que creo que… yo también le habría dicho que se fuera, sobre todo si es feliz.
               -¿De verdad?-pregunté, ella asintió y yo suspiré-. ¡Uf! Pues no sabes qué alivio, Pau. Por un momento he creído que ibais a decirme algo que me haría cuestionármelo todo otra vez y acabar llamándolo para que se vuelva rápido, antes del cumpleaños de mi hermana pequeña, que ya sabéis que lo adora y… pero él es feliz allí. Le he notado cambiado; más allá del físico, quiero decir. Creo que le está haciendo bien, y yo no debería guiarme por mis impulsos egoístas de llenarme la agenda otra vez con planes que hacer con él. Tengo que aprender a servirme de las mantas y no de su cuerpo para calentarme la cama.
               -Yo no me acostumbraría demasiado a las mantas-Chrissy me guiñó el ojo, pasó a preguntarme por el cumpleaños de Duna, una cosa llevó a la otra, y Pauline terminó ofreciéndose a hacer las tartas de cumpleaños que todos los años les regalábamos a las pequeñas. Cuando le comenté que teníamos de ritual hacer las tartas en casa, todos juntos, y dejándolas que participaran también del proceso, se ofreció a venir a echarnos una mano para hacer algo un poco más elaborado. Chrissy la había mirado al bies en ese momento, frunciendo el ceño-. ¿Te quita al follamigo y tú le quieres regalar una tarta?
               -Serían dos tartas. Astrid también cumple años ese día-especifiqué. Chrissy inclinó la cabeza a un lado.
               -Así tendré la oportunidad de envenenarla y vengarme-respondió Pauline, muy digna, echándose el pelo negro azabache sobre el hombro con un movimiento rápido del cuello. Las tres nos habíamos echado a reír-. Entonces, decidido. Te prepararé unos cupcakes con las tartas que podemos hacer y que ellas elijan, y os ayudaré a hacerlas. ¿Te vienes, Chrissy?
               -Paso. No voy a meterme en la casa de la chica que ha puesto en peligro mi estabilidad financiera por hacerse la heroína con su novio. ¿Sabéis cuántos vibradores he tenido que comprar ya desde diciembre porque con ninguno me lo paso tan bien como con él?
               -¿Dos?
               -Cinco.
               -¡¿Cinco?!
               -Es que los vibradores no te dan azotes y te dicen que estás buenísima y que follas muy bien-la pinché yo, y Chrissy me fulminó con la mirada.
               -Sigue así y sales por esa puerta con los pies por delante.
               -Alec no te lo perdonaría.
               -Al contrario, cielo: estaría tan desconsolado que se refugiaría en la primera chica que se le cruzara. Así que sólo tendría que llegar al aeropuerto antes que esta zorra francesa-dio un toquecito con la cabeza en dirección a Pauline.
               -Buena suerte con eso, guapa-respondió Pauline, dándole unas palmaditas en el hombro.
                De vuelta ya en mi cocina, Pauline, mucho más acostumbrada como estaba a tratar con los utensilios de cocina, estimar temperaturas y homogeneizar texturas, le acarició la mandíbula  y le guiñó un ojo a Dan, que estaba encantado de la vida con su presencia allí. Si no estuviera tan entusiasmada con la idea de su cumpleaños y la tarta de unicornio, sabía que Duna estaría muerta de envidia, lo cual sería divertidísimo de ver… y algo que lamentaría mucho que Alec se perdiera.
               -Adoro a los niños. Y cualquier favor que pueda hacer que me deba Alec siempre será bien recibido-ahora me guiñó el ojo a mí, y se giró para terminar de comprobar la textura de la masa con chocolate con la que pretendíamos hacer el bizcocho de la tarta de Duna, que era la que tenía más entusiasmada a las pequeñas. Vi por el rabillo del ojo cómo Dan abría disimuladamente el tarrito de purpurina, se lo pasaba a Duna y ésta metía la mano dentro para coger un puñado, aprovechando que mamá miraba cómo Pauline estaba haciendo un hilo finísimo de chocolate que relucía como el oro.
               Como mi piel cuando Alec me hacía sudar en la cama.
               Sabrae, para, me recriminé. No había sido capaz de quitármelo de la cabeza desde que me había levantado y había trotado a darle un beso para felicitar el cumpleaños de Duna. Se suponía que hoy era su día, no el día de Alec, así que, ¿por qué estaba tan nostálgica?
               -Recuérdame otra vez qué relación te unía a Alec-pidió Eri, sonriendo mientras pelaba patatas como una loca para las tortillas que tendría que hacernos. Yo estaba relevándome entre ella y Pauline; mamá lo tenía todo controlado con la tarta de queso y cereza que estaba preparando, y que debería tener un ligero toque a limón, si conseguía reproducir correctamente la que había hecho Pauline.
               -Hay niños presentes-sonrió la interpelada, y ella, Eri y yo nos echamos a reír. Mamá no dijo nada, concentrada como estaba en que el sirope de cerezas no se le quemara. Shasha estaba colgando guirnaldas de cumpleaños en el comedor con papá y Louis, aunque, a juzgar por los sonidos que se colaban por la puerta, más bien estaba intentando que papá y Louis no se colgaran el uno al otro del techo con las guirnaldas.
               -¿Podemos elegir las velas ya?-preguntó Duna, y mamá suspiró-. Quiero coger unas que sean bien grandotas para que Scott las pueda ver bien por el iPad.
               Lo malo de este cumpleaños de las peques era que no íbamos a estar todos ni de broma. Alec ya era de la familia y su ausencia sería suficiente para que notáramos un vacío en la mesa que nadie podría llenar, pero, para colmo, la suya no sería la única silla vacante. Scott, Tommy y Eleanor tampoco estarían presentes, todo por la apretadísima agenda que estaba cerrando la productora de la gira, añadiendo más y más conciertos de forma apresurada para aprovechar los días libres de los estadios en que actuarían y el tirón que estaban teniendo. Incluso tenían la poca vergüenza de decir delante de Eleanor que ella necesitaba más a la banda que la banda a ella, y que sería bueno para su carrera ir un poco al rebufo de las entradas que vendían mi hermano y los demás. Como si Internet no estuviera plagado de vídeos de ella sentada al borde del escenario, cogiéndole la mano a algún fan emocionado mientras cantaba alguna canción de Ariana Grande a un público entregadísimo. Incluso había conseguido que se callaran antes de empezar sus canciones y que la idolatraran por la perfección con la que clavaba cada nota. Las redes ardían con un vídeo en particular en que, por un error técnico, se la escuchaba perfectamente contar en el micrófono para que los de iluminación supieran exactamente en qué momento apagar el escenario y dejarla solamente a ella iluminada.
               -One, two, three, four… Right now I’m in a state of mind I wanna be in like all the time…
                Siempre se me ponían los pelos de punta cuando veía a Eleanor brillando como una aparición y dominando un escenario entero sólo con su voz.
               Estados Unidos ya conocía a Chasing the Stars por Diana. Era su hija predilecta, su ojito derecho, la chica a la que se lo perdonarían todo y la Novia a la que América jamás renunciaría, no como había hecho con las anteriores. Pero luego veían los vídeos de Eleanor, descubrían una joya que no sabían siquiera que estaba oculta tras el diamante estadounidense que era la Diosa de Nueva York, y corrían a tratar de verla en directo. Eleanor no tenía por qué preocuparse por su carrera ni ir al rebufo de la de nadie; se haría un nombre por sí misma, Internet ya lo estaba demostrando.
               Y los productores no podían dejar escapar la oportunidad de exprimir su gallina de los huevos de oro, por supuesto. Y menos aún de tratar de convencer a Eleanor de que necesitaba desesperadamente aquella gira, necesitaba desesperadamente que todo el mundo supiera de quién era hermana, de quién era amiga y, sobre todo, con quién se acostaba. Aunque eso supusiera que muchas la odiaran y la tuvieran en el punto de mira.
               Suerte que Eleanor miraba las redes sociales y sabía que el mundo la quería más de lo que la odiaban algunas por su envidia. Aunque no se dejaba engañar por las mentiras que le contaban… era adicta a ese cariño, a esa sensación de estar flotando, a escuchar reacciones que resonaban como terremotos en los cimientos de un edificio hecho a prueba de balas a todo lo que tú decías; a que el público entero estirara la mano en tu dirección para poder tocarte. 
                A ser la hija de Louis Tomlinson, de One Direction, y vivir todo lo que había enganchado a tu padre y que había posibilitado que conociera a tu madre y tú estuvieras allí.
               -Sabrae, ve a por la caja de las velas para que las niñas elijan, por favor-ordenó mamá, sin tan siquiera mirarme. No me gustaba su frialdad ni la manera en que su tono se había vuelto más impaciente, no sólo hablando conmigo, sino en general. Sabía de sobra que la culpa era mía, y que había algo que no terminaba de encajar el todo dentro de mamá porque yo todavía no le había pedido perdón como ella se merecía después de las cosas horribles que le había dicho, pero detestaba saber que mis palabras la afectaban en todo lo demás. Se pasaba mucho más tiempo encerrada en el despacho que de costumbre, y sospechaba que no era exclusivamente buscando maneras de reunir el dinero para liberar a Scott, sino también para tener tiempo para sí misma y… es duro admitirlo, para no encontrarse conmigo.
               Estaba más distraída cuando Duna se lanzaba a sus brazos para darle besos, y guardaba las distancias con papá. Él también estaba más en su mundo que de costumbre, sumido en pleno proceso de composición ahora que lo necesitábamos más que nunca, pero aun así, sentía una presión en el pecho al pensar que yo había desencadenado todo eso. Era como si estuviera presenciando un campo yermo, cubierto de cenizas, y tuviera entre los dedos una cerilla ya consumida, sus huellas de carbón oscureciéndome las yemas. Ni siquiera me sentía con el derecho a echarme a llorar por aquella tragedia, todo por culpa de mis dedos ennegrecidos. Pero… la echaba de menos. Echaba de menos poder mirarla con tranquilidad y saber que me sonreiría, siquiera un poco, cuando se diera cuenta de que le estaba prestando atención. Echaba de menos poder acurrucarme contra ella en el sofá y saber que, sin importar el calor que hiciera, me acogería entre sus brazos como si llevara deseando abrazarme desde había tomado su primer aliento. Echaba de menos hacer yoga con ella y que nuestras respiraciones se acompasaran sin quererlo y sin remedio a la vez, ser parte de un todo un poco mayor que la suma de sus partes. Echaba de menos ser una Malik, y ser una Malik suponía que Sherezade Malik te quisiera sin pudor, sin lamentarlo, sin miedo tampoco a enseñarlo.
               Sabía que era culpa mía y que yo debería dar el primer paso para acercarme a ella, pero… que mantuviera las distancias sin esfuerzo también me dolía. Se suponía que tenía que perdonarme, pues era la adulta y la racional; yo debería tener derecho a equivocarme y comportarme como una cría de vez en cuando.
               Sentía tanta vergüenza de haber provocado esa situación que ni siquiera me atrevía a rebelarme o tratar de excusarme, por mucho que me doliera ya no ser Saab o “pequeñita”, sino “Sabrae”. Como si fuera alguien de fuera.
               -Voy.
               Dejé lo que estaba haciendo y salí de la cocina en dirección al vestíbulo. En uno de los armarios que había allí habíamos guardado hacía un par de semanas las velas que habíamos comprado para el cumpleaños de las niñas en una excursión relámpago al Harrod’s a que mamá me había llevado para tratar de levantarme un poco el ánimo y sacarme del cascarón para, así, preguntarme qué me pasaba. A pesar de que mamá y papá habían celebrado decenas de cumpleaños en casa, en lugar de reutilizar las velas de los demás, siempre nos compraban unas nuevas para que pudiéramos usarlas: mis velas no eran las de Scott, ni tampoco las de Shasha o Duna. Decían que cada uno tenía derecho a tener sus propios regalos, su propia identidad, sus propias oportunidades para pedir deseos, y que no tenían por qué ser de segunda mano. Podía parecer un poco contradictorio con la mentalidad de mamá de reciclaje y de reducción del gasto para el planeta, pero era un claro indicio de qué era lo que ella más valoraba y sobre qué pivotaba todo lo demás en su vida: Scott, Shasha, Duna, y yo. Aunque había elegido su carrera antes de tenernos y había creído que nunca tendría posibilidades de formar una familia de su propia sangre, que mamá hubiera decidido especializarse en derecho medioambiental antes incluso de estar embarazada de Scott no hacía sino demostrar lo generosa que era, lo presente que tenía la conexión que todo guardaba con todo, y la necesidad que teníamos como especie de cuidar de nuestro hogar, del hogar de todos los seres vivos, y tratar de que nos perdonaran con nuestras acciones por el daño que les habíamos hecho. Luego habíamos llegado al mundo mis hermanos y yo, y sus esfuerzos se habían centrado no en un perdón más abstracto, sino en el nuestro propio: en darnos una herencia en la que nosotros estuviéramos cómodos y pudiéramos ser felices.
               Y mira cómo se lo había pagado yo.
               Aun así… no podía evitar sentirme dolida. Ya habían pasado varios días desde la visita relámpago de Alec, pero mamá no se había movido un pelo de su posición distanciada. ¿No podía ceder a su añoranza y simplemente abrazarme y decirme que sabía que yo lo lamentaba y que me perdonaba?
               Abrí la caja y pasé los dedos por el plástico en que estaban envueltas las velas de Duna, de formas y colores variados para poder elegir cuál se adaptaría mejor a la tarta que finalmente escogiera. Devolveríamos las demás al día siguiente, y todo seguiría su curso hasta el siguiente cumpleaños… el de papá. No pude evitar preguntarme si la familia al completo se reuniría entonces, o si papá lo pasaría lejos de casa, sumido en un tour que estaban organizando a marchas forzadas y con el que pretendía llenar las arcas familiares a base de prácticamente agotar su batería social y vital. Aunque no tenía el disco todavía pulido, ya había visto los bocetos de su calendario, y era una gira de vértigo, literalmente por todo el mundo para asegurarse de tener la mayor audiencia posible… y así los mayores beneficios. Todo para que Scott pudiera salvarse cuanto antes, y no tuviera que perderse más cumpleaños como iba a hacer hoy.
               Ojalá yo también pudiera hacer algo por él, pero mamá había sido muy, muy clara al respecto de aceptar colaboraciones con marcas para aprovechar mis redes sociales: mi hermano no era responsabilidad mía, sino de mis padres. Cuando tuviera los dieciocho podría hacer lo que creyera conveniente y se me antojara, pero mientras estuviera bajo su custodia, no permitirían que vendiera mi intimidad por la desesperación que me producía pensar en que ya no dependía ni de mí ni de Scott cuándo volvería a ver a mi hermano.
               Me quedé mirando la vela más típica de todas, un nueve con contornos rojos que me recordaron a la sudadera de Deadpool que Scott le había dado en herencia a Shasha, y que ella se ponía cada vez con más asiduidad. Ella también lo echaba muchísimo de menos, pero, como tenía una reputación de fría y dura que mantener, se negaba en redondo a decirlo en voz alta, aunque creo que sabía que sus acciones la delataban. Joder, ¿por qué tenía que pasar Shasha también por eso?
               Nos habíamos preparado para que Scott se independizara cuando se fuera a la universidad, lo que iba a suceder, sí o sí, este año, pero siempre habíamos dado por sentado que sería libre de gestionarse su horario y que no faltaría nunca a un evento familiar. Y hoy él estaba en otra zona horaria, posiblemente todavía dormido, descansando del concierto de la noche anterior antes de prepararse para el siguiente.
               Cerré la puerta y me incorporé para llevar las cosas a la cocina y que las pequeñas pudieran elegir sus velas, y justo en ese momento sonó el timbre. Me quedé plantada en el sitio con el ceño fruncido: era aún bastante pronto para recibir visitas, no teníamos ningún paquete pendiente (aunque papá y mamá no nos habían dicho nada, Shasha y yo habíamos dejado de hacer compras por Internet) y los Whitelaw no volvían a Inglaterra hasta el día siguiente, pues habían decidido alargar un poco sus vacaciones. Me puse de puntillas para echar un vistazo por la mirilla, pero me encontré con un la negrura al otro lado…
               … y me dio un vuelco el corazón. No. No puede ser.
               Giré el pomo de la puerta con tanta fuerza que podría haberlo sacado del sitio y abrí de par en par.
                Y Scott, apoyado en el marco de la puerta, me sonrió con chulería.
               -Holiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii. Tenemos entendido que aquí se celebra un cumple.
               -¡SCOTT!-bramé, lanzándome a por él sin importarme nada más. ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué? Todo eran preguntas absurdas cuando se trataba de Scott y sus hermanas pequeñas. Pues claro que iba a pasar de sus responsabilidades laborales por estar con nosotras; era una parte tan intrínseca de él el ser el mejor hermano mayor del mundo como lo era de mí el ser negra.
               Scott se rió y me estrechó entre sus brazos, y por un momento sentí que las piezas que había dentro de mí que estaban desencajadas volvían a su lugar, del que nunca deberían haber salido. Pegó la nariz a mi cuello mientras me levantaba un poco, no con la facilidad con que lo hacía Alec, ya que no era tan fuerte ni estaba tan musculado, pero no era necesario machacarse en el gimnasio para tener la fuerza necesaria para levantar a tu hermana pequeña cuando querías abrazarla tan, tan fuerte que le fuera imposible escapar; e inhaló el aroma que desprendía mi piel, a gel de manzana y champú de maracuyá. Noté cómo sonreía contra mi piel antes de darme un beso y agité los pies en el aire mientras Tommy y Eleanor se colaban dentro de casa en busca de sus hermanitos. Abrí los ojos y vi que Diana también estaba allí, sonriendo con paciencia, sin mostrar los dientes, y esperando a que Scott y yo termináramos de abrazarnos para acercarse a saludarme.
               Scott me dio un apretón en el hombro y entró también en casa, donde pronto le seguimos Diana y yo, aunque sólo fuera para no perdernos los gritos de emoción de los más pequeños al ver que sus hermanos mayores habían hecho acto de presencia.
               Cuando vi la manera en que la cara de mamá se iluminaba al ver a su primogénito, la representación de todos sus sueños y la respuesta a esos deseos que tantas veces les había susurrado a las estrellas fugaces que se cruzaban en su camino, no pude evitar sentir una mezquina punzada de tristeza y envidia. No debía dejarme llevar por mis peores emociones, lo sabía, pero tampoco podía evitarlas. Había trabajado demasiado en hacer que Alec diera rienda suelta a las suyas como para tratar de contener las mías, pues los argumentos que siempre le había dado respecto que eran destructivas y demás eran demasiado poderosos como para tratar de discutirlos.
                Mamá no pudo contener una risa de la más profunda alegría cuando se acercó a darle un abrazo y un montón de besos a Scott, todos aquellos que no nos había dado a los demás. Puede que fuera su principal fuente de preocupaciones y la razón de que estuviera distanciada con los demás, puede que se culpara por lo que yo le había dicho, pero nunca, jamás, podría tenerle tirria a Scott por hacerla trabajar de más, por preocuparla de más, por ser un quebradero de cabeza como pocos había tenido en su vida. No era culpa suya.
               Sí que era culpa mía el echarle en cara que tuviéramos que apretarnos el cinturón por él. Por protegerlo. Por cuidarlo. Por tratar de salvarlo. Eso era de ser mala hermana, y también mala hija.
               -¡¿Pero vosotros no estabais en Indianápolis?!-les preguntó Shasha a los recién llegados, sonriendo cuando se enroscó alrededor de la cintura de Scott, que todavía no había soltado a Duna, quien se había lanzado a sus brazos nada más verlo y se había negado a bajarse de allí. No podía culparla: se estaba muy bien cuando Scott te abrazaba.
               -En Phoenix, en realidad, niña. Hay que seguir un poco más a tu hermano, el ultra famoso, y un poco menos a esos coreanos que no te van a dar de comer-la pinchó Scott, besándole la cabeza.
               -Hacía un calor horrible-gimió Eleanor, negando con la cabeza y dándome un beso a modo de saludo-. No os lo podéis imaginar. Sudé como un pollo en el concierto de anoche. Creo que van a tener que tirar mi outfit porque ha quedado inservible.
               -Y, aun así, estabas absolutamente preciosa-respondió Scott, mirándola y sonriéndole. Eleanor le devolvió la sonrisa y Tommy puso los ojos en blanco-. Te estoy viendo, Thomas.
               -Mejor. Pretendía que me vieras.
               -¿A qué os dedicáis?-preguntó mi hermano, metiendo un dedo en el sirope que mamá estaba preparando y llevándoselo a la boca-. Mmm. Cereza. Mi preferido. Me recuerda a alguien…-dijo, mirando con intención a Eleanor, que soltó una risita y se sonrojó un poco.
               Y Tommy volvió a poner los ojos en blanco.
               -Voy a pedir que me cambien de bus en cuanto volvamos a Estados Unidos. No pienso aguantaros ni un segundo más del estrictamente necesario como sigáis en este plan.
               -¡Joder! ¿No lleváis ni seis meses juntos y ya os estáis peleando por la atención de las fans?-rió Louis-, nosotros tardamos, como… ¿cuatro años?-miró a papá, que frunció el ceño.
               -¿Cómo que “nosotros”? Era yo contra Harry. ¿Qué atención tenías tú?
               -Eres un puto imbécil. ¿Tengo que recordarte quién escribió todas y cada una de las canciones que lo petaron en nuestros discos?
               -¿Tengo que recordarte quién sufrió racismo en sus propias carnes hasta el punto de que no le dejaron poner ni una sola coma en ni una sola canción?
               -¿Tengo que recordarte quién aguantó en la banda hasta el final?
               -¿Tengo que recordarte quién hizo el mejor debut?-preguntó papá, y Louis se echó un poco hacia atrás y lo miró.
               -Lo sabía. Sabía que eras un hijo de puta. Toda mi vida lo he sabido y toda mi vida lo sabré. Hijo de puta creído, chulo y miserable. Desgraciado de mierda. Eres un impresentable-papá se rió y se inclinó a darle un beso a Louis en la mejilla-. ¡Ni te me acerques! Jodido desgraciado prepotente y chulo. Así te ha salido tu hijo, el pobre es igual que tú, con la diferencia de que, como él es guapo, se lo perdonan todo y juega a su favor.
               -¿Eres consciente de que Scott es igual que yo cuando tenía su edad?
               -Bueno, aparento un par de años más-dijo Scott.
               -Los justos y necesarios, mi amor-ronroneó Eleanor.
               -¡PARAD YA!-protestó Tommy, y Diana puso los ojos en blanco y sacudió la cabeza, mordiéndose el labio.
               -Tom, pero, ¿qué bicho te ha picado? Tu hermana y Scott sólo están…-empezó Eri, pero Tommy la interrumpió, con los ojos fijos en ellos dos.
               -Han entrado en el Club de la Milla de Altura-dijo sin el más mínimo entusiasmo. Eleanor y Scott se empezaron a reír-. Cuando volvíamos.
               Se rieron más fuerte aún. Shasha miró en todas direcciones, y por la forma en que se detuvo a mirar a nuestros padres, supo que buscaba conocer su reacción. Porque, vale, una cosa era que en nuestra familia fuéramos muy abiertos con el sexo y que mamá me animara a contarle todo lo que me apeteciera y hacerle cualquier tipo de pregunta sin ningún tipo de pudor (o, al menos, eso había pasado cuando ella no me odiaba), pero otra muy distinta era ir dándoles bombo en una habitación llena de gente a nuestras experiencias sexuales según las íbamos teniendo, y más aún si esa gente eran nuestros padres. Yo me escondería debajo de la mesa, como mínimo, si a Alec se le ocurriera hacer algo así: el único momento en el que se lo toleraría sería si se estuviera poniendo bravucón con sus amigos, pero, ¿que nuestros padres se enteraran así? Ni de broma.
               -¿Qué club es ése?-preguntó Dan, girándose hacia su madre, pues Louis no estaba para contestar a ninguna duda: se estaba descojonando por lo ofendido que parecía Tommy con la vida sexual de Scott y Eleanor.
               -Un club muy exclusivo para gente que va en avión.
               -Yo voy en avión a veces, ¿estoy en ese club?
               -Cuando seas un poco más mayor, probablemente-suspiró Eri, dándole un beso en la cabeza a su hijo y acariciándole los hombros.
               -¿De qué os reís? No es gracioso. Vamos a tener un jet lag de la hostia, necesitamos descansar, ¿y lo único en lo que piensan estos dos es en encerrarse en el baño del avión para hacer un poco más ameno el viaje sobre el océano?
               -Tom, vas a tener que aprender a disfrutar un poco más de la vida si quieres dedicarte a este negocio-sonrió su padre, dándole una palmada entre los omóplatos-. Te lo digo por experiencia. Si no te entretienes en el mundo del entretenimiento, al final dejas de entretener, y te terminan echando. ¿No ves que es eso lo que le pasó a Zayn?
               Papá le arreó un puñetazo en el brazo sin contemplaciones a Louis, que se rió aún con más fuerza, ignorando las protestas de Tommy sobre lo mucho que tenían que hacer, el trabajo que tenían en la banda, lo agotados que estaban y la manera en que Scott y Eleanor habían desaprovechado una oportunidad perfecta para recuperar fuerzas. Desde que habían hecho su primera actuación juntos y el público se había vuelto loco, los duetos de Eleanor y Scott eran algo fijo en la programación de los conciertos, lo cual añadía una actuación extra para ambos cada noche, ya que nadie quería quitarles sus canciones en solitario a la flamante ganadora ni renunciar a tener al más rentable de todos los miembros del elenco del concurso subido al escenario por sí solo. Así que, sí, entendía la postura de Tommy; más aún cuando sabía el precio que habían pedido por Scott y los planes que tenían para él.
               -La envidia es muy mala, ¿eh, Pauline?-bromeó Scott, dándole un abrazo a la chica, que le sonrió con una calidez a la que Scott ya estaba más que acostumbrado, pero que no dejaba de disfrutar, aunque fuera en secreto. Habiendo nacido donde había nacido, estaba condenado a tener todo el mundo pendiente de él, y sólo tenía dos opciones: o gozarlo o sufrirlo. Era evidente por cuál habíamos optado Scott y yo; Shasha, por el contrario, era más bien de las que prefería esconderse en un local discreto hasta que la seguridad de nuestros padres fuera a rescatarnos cuando la atención se volvía demasiada.
               -Es que, ¿a quién se le ocurre hacerle eso a tu mejor amigo? Obligarlo a verte salir del baño con su hermana después de escucharla. Seguro que, si fuera con otra chica, Tommy lo llevaría mucho mejor. Si era por entrar en el club, podrías haberme llamado a mí-tonteó Pauline, guiñándole el ojo.
               -Tranquila, cielo. Fue por un capricho mío por lo que Scott se sacrificó-respondió Eleanor, no sin cierto retintín en la voz que me llamó la atención. Normalmente Eleanor aguantaba sin quejarse a las chicas tirándole la caña a mi hermano y no rechistaba, ¿a qué se debía este repentino ataque de celos? Pauline era inofensiva. No había protestado cuando Alec le dijo que iban a dejar de acostarse porque sentía cosas por mí y quería serme fiel, ¿en serio le preocupaba que fuera a por Scott?
               Además… mi hermano estaba pilladísimo de ella. No le había visto tan enamorado nunca, y todos estábamos convencidos, él el primero, de que Eleanor era la definitiva. No tenía de qué preocuparse.
               Pauline levantó las manos.
               -En ese caso, sé ver cuándo no tengo posibilidades de ganar en una pelea y ni siquiera la empiezo. Porque no tengo posibilidades, ¿verdad, Scott?-quiso confirmar, y mi hermano inhaló sonoramente mordiéndose el labio.
               -Acaba de follarme a diez kilómetros de altura. Diría que te lleva una ventaja importante.
               Eleanor puso los ojos en blanco y negó con la cabeza, los brazos en jarras, la melena castaña cayéndole en bucles de chocolate por la espalda… pero sonrió cuando él se volvió hacia ella, la tomó de la cintura y le dio un beso en la mejilla. Le puso una mano en el pecho y levantó la mirada y sus ojos se enlazaron en silencio, las sonrisas de los dos apenas disimuladas. Me recordaron a Alec y a mí cuando salíamos en grupo y, tras un tiempo separados, volvíamos a juntarnos y él me acercaba a su cuerpo para encajar de nuevo mis curvas en sus ángulos, como si quisiera comprobar que yo era de verdad, que no me había inventado.
               -Que no insalvable-añadió Scott, mirando a Eleanor a los ojos, simplemente por ver su reacción. El abrió la boca, estupefacta, y le dio un manotazo a Scott en el pecho que era igual que los que yo le daba a Alec cuando él me decía alguna burrada sólo por provocarme.
               Debería estar aquí. No debería haberle pedido que se fuera.
               Las cosas con mamá no estarían tan mal si yo le hubiera pedido que se quedara.
               El ambiente estuvo bastante más relajado con la llegada de los cuatro, y parecía que mamá había decidido extender una tregua al resto de la familia simplemente porque su ojito derecho estaba allí. A mí no me la colaba: por mucho que dijera que nos quería a todos por igual, yo sabía que Scott era su debilidad, un talón de Aquiles al que exhibía con un poco más de orgullo que a los demás. Después de todo, Scott ya estaba consiguiendo grandes cosas, mientras que las demás todavía estábamos en casa, estudiando y tratando de decidir qué queríamos hacer con nuestras vidas.
               Scott era la prueba de que mamá lo había hecho bien. Y yo, de que todavía tenía cosas que mejorar.
               Comimos de picoteo, robándonos trozos de los platos los unos a los otros, riéndonos y pasándonos platos cargados de comida que pronto estuvieron vacíos. Cuando llegó el momento de que las niñas soplaran las velas, se pusieron a chillar al ver las tartas iluminadas: Pauline les había dado unos últimos retoques absolutamente soberbios a modo de regalo para las pequeñas antes de irse, no sin insistencia por nuestra parte para que se quedara o, al menos, se llevara algún pedazo de sus obras maestras.
               -Así tengo una excusa para volver a verte pronto, Saab-sonrió, dándome un beso en la mejilla, ya en la puerta. Le dijo a mamá que tenía una casa preciosa y, sin más, se marchó.
               En definitiva, la celebración del cumpleaños de las niñas fue tan bien como si no hubiera pasado nada; casi, casi, tan feliz como el año pasado, si no fuera porque, aunque nadie había colocado una silla para él, yo sentía un hueco vacío a mi lado, entre la silla de Diana y la mía. Alec debería estar allí, celebrando el cumpleaños de Duna y Astrid con todos nosotros, pues era tan parte de la familia como lo era la americana, que, confesó, había dudado sobre si procedía que ella se subiera al avión o debería haberse quedado atrás, descansando con Layla y Chad. El irlandés no era capaz de separarse de la pequeña Avery más que para salir al escenario a cantar, y Layla había decidido quedarse con él para hacerle compañía, hacer un poco de turismo si le apetecía, y dejar que los Tomlinson y los Malik celebráramos en familia. Como si ellos no fueran también parte de la familia.
                Pero, en general, todo fue genial. Duna, Astrid y Dan se lo pasaron bomba, cada uno colgado del respectivo hermano del sexo contrario que había hecho una visita relámpago para verlos, dando y recibiendo tantos besos que nadie diría que hacía apenas dos semanas que no nos veíamos… pero el tiempo cundía, y más cuando se es pequeño y no hay una fecha fija por la que esperar. Comimos, reímos, aplaudimos cuando las niñas abrieron sus regalos y se pusieron a llorar al ver lo que Tommy, Scott y Eleanor les habían traído de Estados Unidos: un peluche de Timón para Astrid y otro de Chip, la tacita de La bella y la bestia, para Duna, ambos más grandes que ellas; y jugamos con ellos mientras esperábamos a que llegara la hora de llevárnoslas a los recreativos, donde habían quedado con sus amiguitos para jugar en la piscina de bolas y demás instalaciones después de darse una buena merendola. Me ofrecí a fregar los platos para ir adelantando tareas que habría que hacer más tarde, sobre todo porque tenía pensado irme a dormir a casa de Alec esa noche, tanto para disfrutar del silencio y la libertad que me proporcionaba la soledad en su casa como para terminar de ponerla a punto para cuando regresaran los Whitelaw al día siguiente; pero mamá agitó la mano en el aire y dijo que no me preocupara, que ya se haría más tarde, cuando Scott hubiera regresado al aeropuerto y ya no hubiera tiempo que aprovechar. Así que me acurruqué en el jardín, sentada en una de nuestras hamacas, entre las piernas de mi hermano, que hacía lo posible por repartirse entre Shasha, que también estaba necesitada de contacto, y yo; siempre, eso sí, con los ojos puestos en Duna, que corría por el jardín blandiendo una espada láser de color verde, en contraste con la roja que blandía Astrid y con la que estaba repartiendo mamporros a diestro y siniestro a mi hermanita y a Dan, que hacía lo imposible por defenderla aun a costa de llevarse los peores leñazos él. Diana había sido la que les había traído esos regalos, también de Disney, con sus respectivos disfraces de Jedi o Sith a juego.
               Dan dejó caer su espada a un lado y extendió la mano hacia Astrid, que detuvo en seco la suya y lo miró con ojos como platos antes de dejarse caer de rodillas al suelo. Entonces, Duna apareció detrás de ella y levantó la espada en el aire.
               -¿Deberíamos intervenir?-preguntó Eleanor, mirando a Scott, que hacía lo imposible por respirar debajo de Shasha y de mí. Sólo pudo mover el meñique a modo de respuesta, pero nadie le comprendió.
               -Si se la cargan entre los dos-empezó Tommy, con los ojos fijos en los niños, y luego giró la cabeza hacia Eleanor-, un tercio de herencia en vez de un cuarto.
               -Para mí sería la mitad-consiguió decir Scott, y todos lo miramos.
               -¿Por qué me miras así?-pregunté cuando sus ojos se posaron sobre mí, y Scott alzó una ceja, mordisqueándose el piercing mientras contenía una sonrisa.
               -¿Qué le has hecho a mamá esta vez?
               Noté que el rubor luchaba por abrirse paso por mis mejillas, y no ayudó que Shasha se incorporara y me mirara como si me hubieran salido escamas, alas, y me hubiera vuelto verde. Tenía los ojos propios de alguien que no sabe dónde meterse, pero ésa debía ser yo y no ella.
               No me estaba ayudando, no me ayudaba en absoluto. Deseé poder tender un puente mental en su dirección y decirle que se cortara un poco. Scott tampoco era tonto, y no necesitaba que hiciéramos tan evidente que en casa se estaba cociendo algo, sobre todo cuando era algo que, en parte, era cosa suya. Sabía que se sentiría culpable si era la causa de una discusión con mamá, y que se sentiría aún peor si sabía hasta qué punto estábamos sufriendo todos por encontrar la manera de sacarlo del pozo en el que ni siquiera sabía que estaba, así que tenía que mantenerlo a oscuras a toda costa. Ningún precio sería demasiado alto con tal de que Scott pudiera seguir con su vida como hasta ahora.
               Nunca mejor dicho, además.
               -¿Yo? ¿Por qué dices eso?
               Apoyé una mano en su pecho con una preocupación que Alec me había puesto ahí, y que ya me nacía sola cuando era consciente de mis actos, pero, cuando me di cuenta de que era con Scott y no con mi novio aún malherido (al menos, a mis ojos) con quien estaba, me di cuenta de que no tenía por qué ser cuidadosa. Así que empujé hasta hacer la suficiente fuerza como para quedar sentada entre las piernas de Scott, que alzó una ceja, los ojos fijos en mí, los dientes anclados en su piercing mientras luchaba por no reírse. Todo esto era un juego para él.
               Mejor. Así podría convencerlo de que no había pasado nada.
               -No os habéis dirigido la palabra en todo el rato que llevamos aquí. Y llevamos ya horas, Sabrae.
               -Eso no es verdad. Me ha pedido que le pase el agua y alguna otra cosa varias veces.
               Rió entre dientes. No se me escapó lo callados que estaban Diana, Tommy y Eleanor, todos con los ojos puestos en nosotros. Ya nadie le hacía caso a los niños, que continuaban jugando como si tal cosa, como si a ellos tampoco les interesara nuestra falta de interés. Se me dio la vuelta al estómago.
               -Y todas y cada una de esas veces tú te has estremecido un poco cuando ella decía tu nombre.
               Volví a estremecerme, porque sí, tenía razón. Aunque todos estábamos en sintonía y habíamos disfrutado de la comida, que me había proporcionado las suficientes distracciones como para no comerme demasiado la cabeza con la situación con mamá (ya tenía bastante con echar de menos a Alec), sí que notaba que ella y yo no conectábamos del todo, como habían hecho los demás. Era como si estuviéramos tocando la misma canción, pero en escalas diferentes e incompatibles, que chirriaban entre sí.
               -Tu nombre entero-añadió. Mierda. Mierda, mierda, mierda.
               Yo no era la única que me había dado cuenta. Supongo que era normal, después de todo. Mamá rara vez me llamaba “Sabrae” más de dos veces seguidas. A pesar de que adoraba todos nuestros nombres, hubiera contribuido o no en su elección, el amor que nos profesaba hacía que no fuera capaz de llamarnos demasiado tiempo seguido como lo hacían nuestros profesores o la gente que no tenía con nosotros la confianza que ella sí tenía. S, Saab, Shash y Dundun eran una señal de intimidad y amor que mamá jamás nos negaba… salvo cuando se cabreaba de verdad.
               Habían sido pocas las veces en que un enfado le había durado varios días, y ninguno había sido tan largo como estaba siéndolo el mío. La vez que más tiempo había aguantado enfadada con alguno de nosotros había sido cuando Scott suspendió tres asignaturas porque estaba demasiado ocupado aprendiendo a enrollarse con Ashley para ponerse a estudiar, y se había desquitado con él castigándolo una semana sin consola y dos sin ver a Ashley. Aun así, había aprovechado cada oportunidad que se le había presentado durante los primeros tres días para fulminarlo con la mirada, contestarle en tono borde y hacerle evidente que no iba a tolerar algo así otra vez, así que más le valía a mi hermano espabilar. ¡Y vaya si había espabilado! Al siguiente trimestre, Scott había sacado todo sobresalientes.
               Me pregunté si yo lo tendría tan fácil para conseguir que me perdonara y que sintiera que su enfado había merecido la pena.
               -Eh… la verdad es que no me había dado cuenta de… eso.
               Shasha se mordisqueó los labios, los ojos fijos en mí. Me habría gustado chillarle que dejara de mirarme, pero tenía la mirada de Scott taladrándome.
               -¿Saab?-preguntó Scott.
               -¿Qué?-dije en un jadeo.
               -Yo te puse tu nombre.
               Se me encendieron hasta las orejas.
               -Ya lo sé-dije, bajando la mirada y jugueteando con un hilo suelto de mi camiseta.
               -Y lo hice con tres años.
               -Ya.
               -Y es evidente que te queda muy bien. Tienes cara de Sabrae.
               Asentí con la cabeza, todavía sin atreverme a mirarlo.
               -Lo que intento decir es…-se incorporó un poco más, dejando un poco más de espacio entre sus piernas-. No era gilipollas con tres años. ¿Qué te hace pensar que lo soy ahora, con dieciocho?
                Se me dio de nuevo la vuelta al estómago, que se estaba enroscando sobre sí mismo como si fuera una bayeta con la que tuvieras que dejar impolutos los cristales de tu casa. Estaba decidida a ser lo más limpio que hubiera existido nunca.
               Scott me tomó de la mandíbula y me hizo levantar la cabeza para mirarlo, y en la cotidianeidad de ese gesto, me sorprendió encontrarme con sus ojos y no con los de Alec.
               -¿Qué pasa, Saab?-dijo Alec con la voz de mi hermano, disfrazado con los ojos de mi hermano-. Venga, soy yo. Sabes que puedes contármelo.
               Alec no me juzgaría. Alec lo entendería. Alec me había protegido incluso cuando no había tenido razón, me había defendido de mi propia madre. Alec sabía por qué tenía que permanecer callada, por qué no podía decirle la verdad a Scott.
               Alec, Alec, Alec. Sólo podía pensar en Alec. En Alec y en cómo me había dado el espacio que yo necesitaba cuando mamá se había puesto como una fiera, cuando yo la había provocado hasta ese punto.
               Por un segundo sentí la tentación de usarlo como comodín para escapar, pero si hacía eso sabía que no sería capaz de volver a mirarlo a la cara. Scott ya había tenido su propio dilema con lo que habíamos creído que me había hecho hacía un mes, y había visto que mi hermano me elegiría a mí cuando… cuando yo no le elegiría a él, sino a mi novio. Así que no podía hacer eso. No podía vender a Alec otra vez. No podía…
               -No pasa nada-respondí, apartándome de su mano y clavando los ojos en los niños, que eran tan felices corriendo por el jardín…
               Donde a Alec le habría dolido que pusiera distancia, Scott sólo encontraba un trampolín. Una invitación a pisar el acelerador a fondo.
               -Bueno, tienes dos opciones-dijo, reclinándose en el asiento hasta quedar apoyado sobre sus codos-. La primera es: me cuentas ahora mismo qué os pasa a ti y a mamá la una con la otra, y así por lo menos tienes un mínimo control sobre lo que me dices pero yo me entero del asunto y te echo un cable. La segunda es: me lo cuenta Shasha y tú te callas. ¿Cuál va a ser?-inquirió, inclinando la cabeza a un lado, sabiéndose con la mano ganadora. Joder. Esto de ser Scott Malik Marca Registrada le estaba sentando divinamente a él y de forma pésima a los demás. Haber encontrado sus poderes lo había catapultado a un estrellato que nada tenía que ver con la fama, la fortuna y la posteridad, sino con el amor propio, la confianza en uno mismo y la seguridad de que iba a ganar siempre.
               -No ha pasado nada-insistí, terca. Casi pude escuchar a Alec riéndose con sorna. Miss Tozuda 2035.
               Scott exhaló una risa por la nariz y miró a Shasha.
               -A ver, piojo, desembucha.
               -Cállate-le ladré a Shasha, que ya había abierto la boca, la muy traidora.
               -¡No le digas que se calle!
               -¡No la presiones tú para que te lo cuente!
               Shasha nos miró a ambos alternativamente.
               -Soy tu hermano mayor-le recordó Scott.
               -Y yo soy tu hermana mayor también-añadí.
               -Bueno, yo soy el hermano mayor de las dos.
               -Yo sigo viviendo contigo.
               -Eres una hija de puta-escupió Scott-. Naciste siendo una hija de puta y morirás siendo una hija de puta.
               -¡Hijo de puta eres tú, que pretendes que Shasha y yo rompamos el voto de silencio que hacemos las hermanas para meter las narices donde no te llaman!
               -¿Qué voto de silencio ni qué mi puta madre, Sabrae, si sois las dos unas chivatas de mil pares de cojones? Shasha, habla o te juro por Dios que conseguiré que te arrepientas.
               -Como digas una sola palabra, se lo diré a Alec.
               -UUUUUUUuuiiiiiiiiiiiiuuuuuuuuuuuuuh, mírala cómo tiembla de miedo-se burló Scott.
               -Se va a cabrear muchísimo contigo-dije, ignorando a Scott deliberadamente. Incluso agité la melena y le di en los morros con ella.
               Y me di cuenta de que había metido la pata hasta el fondo mencionándole a mi novio a Shasha en cuanto vi cómo le cambiaba la cara. Porque se dio cuenta de lo que yo ya sabía: si Alec estuviera allí, ya habría hecho lo imposible para que mamá y yo nos reconciliáramos. Él no querría, bajo ningún concepto, que nos comportáramos así la una con la otra.
               Así que contarle la verdad a Scott era tener a Alec contento. Hacer lo que Alec quería. Que, según parece, era el objetivo vital para Shasha.
               De modo que abrió la boca y soltó:
               -Alec vino a verla hace unos días.
               Scott, Tommy, Diana y Eleanor se quedaron de piedra.
               -Serás hija de puta.
               Tommy incluso preguntó:
               -Alec, ¿qué Alec?
               -Alec, Alec-dijo Shasha, mirándolo de reojo-. Nuestro Alec.
               -¡No hay ningún “nuestro Alec”!-rugí-. ¡Alec es sólo mío! ¡Y más aún a partir de esto!
               -Oh, venga, ¡cierra la boca, Sabrae! Cuando tú te diste cuenta de que el jugo de su nabo era tu zumo favorito, yo llevaba ya diez años pegándole palizas al baloncesto. ¡Ya te digo yo que sí que hay un “nuestro Alec”! ¿Y por qué coño vino?-preguntó, incorporándose y fulminándome con la mirada. Le ardían los ojos como a un Tiranosaurio.
               -Porque…
               NO se lo cuentes! ¡A Scott no le importa!
               -¡Que cierres la boca, puta cría de los cojones! Shasha, habla o te juro que provoco un conflicto de agendas con el concierto de Blackpink. Y te puedo asegurar que ganamos nosotros. Por si no te has enterado, soy el puto Scott Malik. Ahora este país me pertenece. Así que ya estás arreando a contarme qué coño ha pasado para que Alec haya venido desde el culo del mundo y ahora mamá y Sabrae estén así.
               Shasha me miró con ojos de cachorrito abandonado.
               -No puede quitarte el concierto de Blackpink-le aseguré.
               -¿Apostamos?
               -Serías un verdadero hijo de puta si le quitaras el concierto de Blackpink cuando sabes la ilusión que le hace.
               -Soy tu hermano mayor, Sabrae. Es mi trabajo protegerte.
               -¿No tienes también que proteger a Shasha? Pues no lo estás haciendo ahora mismo.
               -De vez en cuando hacéis el gilipollas y os ponéis la una contra la otra y yo tengo que decidir cuál de las dos está peor, y, teniendo en cuenta que mamá no se comportaba como si estuviera en una cumbre del G8 con nadie más que contigo, creo que ningún tribunal me condenaría por adoptar la postura que estoy adoptando ahora.
               -Este tribunal del que hablas, ¿está ahora mismo en la habitación con nosotros?-le pregunté.
               -A mí no me vaciles, porque te calzo tal hostia que te dejo de póster en la pared.
               Scott me taladró con la mirada, y yo se la sostuve, decidida a no perder. Hasta que…
               -Sabrae quería dejarlo.
               Eleanor y Diana no podrían estar más quietas. Tommy, sin embargo, se inclinó hacia delante.
               -¿A quién?
               -Thomas, por Dios bendito-escupió Scott-. Ahora no es el momento de que te haga glitch la neurona. Haz lo imposible por controlarla, porque te estampo a ti también. ¿Querías dejarlo? ¿Por qué? ¿Y él no lo aceptó?-añadió, irguiéndose y cuadrando los hombros. Ah, genial.
               -No necesito que te pongas territorial conmigo ni ninguna de esas mierdas de machito que creas que tienes derecho a hacer, porque, ¡sorpresa! No soy de tu propiedad, Scott.
               -¿Por qué crees que no lo aceptó?-preguntó Shasha, y Scott la miró.
               -Porque Sabrae se ha quedado en Inglaterra en lugar de venirse con nosotros a salir de fiesta como una loca, meterse hasta lejía en polvo y follarse a todos los que se le pongan por delante.
               -Eso pasó una vez, y porque estaba desequilibrada emocionalmente.
               -¿Estabas?-repitió Scott-. Aún sigues desequilibrada. Creo que no lo vas a dejar de estar en tu vida.
               -¿Quieres dejar de ponerte así de estúpido conmigo? Cómo lidie yo con mis traumas es algo que yo tengo que solucionar, no tú.
               -Alec viene, se pira, y luego mamá y tú estáis rarísimas, ¿y el estúpido soy yo?
               -¿Por qué querías dejarlo?-preguntó Eleanor, los ojos tristes, los hombros hundidos.
               -Porque creía que no me lo merecía.
               Se quedaron en silencio, y tras unos instantes callado, Scott se aclaró la garganta.
               -Reitero, ¿el estúpido soy yo?
               -Hace literalmente dos segundos querías pegarle.
               -Porque hace literalmente dos segundos creí que te habías dado cuenta de que no podías con esto y que habías decidido romper con él por el bien de los dos, cosa que yo respetaría a tope, y creía que él, que es terco como una mula (buenos os habéis ido a juntar) había tenido los cojonazos de ponerse en plan “soy el puto Alec Whitelaw y no acepto un no por respuesta” y se había plantado aquí para hacerte cambiar de opinión. Y que lo había conseguido, y que mamá está cabreada contigo porque te educó mejor que dejarte llevar por una sonrisa bonita y una polla grande y gorda.
               -¿Crees que la sonrisa de Alec es bonita?-lo pinché, sonriendo, y Scott bufó por la nariz igual que un toro a punto de embestir.
               -Creo que tendré que esconderme durante mucho tiempo de él como sigas en este plan, porque me estoy quedando sin paciencia contigo y te voy a enterrar en el jardín, Sabrae.
               -O sea, que le tienes miedo.
               -Se trata de ti y se trata de él. Claro que le tengo miedo. No soy imbécil, niña. Es más fuerte que yo, y también tiene más experiencia. Me mataría, y si fuera por culpa tuya, lo haría despacio, regodeándose. ¿Y dices que tú no te mereces eso? Si crees que no eres lo suficientemente extraordinaria como para que tu novio cometa genocidios por ti, es que por fin se te ha manifestado la tara genética y ya estás dando señales de que te faltó oxígeno al nacer. ¿Le contaste esto a mamá y por eso estáis enfadadas?
               -No-respondí, porque ya que se había destapado el pastel, por lo menos que fuera yo la que lo cortara y repartiera los pedazos-. Estamos enfadadas… está enfadada-me corregí-, porque nos hemos peleado por él.
               Scott y Tommy intercambiaron una mirada, y luego, Tommy se rió.
               -Este cabrón debía de estar encantado cuando se marchó. Todos sus sueños se cumplen, ¿eh?-comentó.
               -Es increíble la potra que tiene este desgraciado. ¿Os gritasteis mucho delante de él?
               -Un poco-dijo Shasha cuando vio que yo no respondía.
               -Buf, éste se nos mata a pajas en Etiopía, ya verás, T.
               -Se viene necroporra-contestó Tommy, y yo deseé pegarle. Mira que Tommy siempre era mi favorito de los dos, pero en ese momento era lo que me apetecía: patearle el culo y darle su merecido. Scott era el imbécil de los dos, no él.
               Aunque… la verdad es que los dos se estaban comportando como un par de imbéciles.
               -Bueno, y dime, querida hermana, ¿por qué razón os habéis enzarzado en una discusión nuestra querida madre y tú?
               -No fue una discusión-dijo Shasha antes de que yo pudiera contestar-. Fue, más bien, una paliza verbal de mamá a Sabrae.
               -Estaba dándole un poco de margen para que no se sintiera humillada-respondió Scott, y yo levanté la cabeza con toda la dignidad que pude reunir.
               -Nos peleamos porque le pedí que me dejara usar el avión y me dijo que no.
               Todos salvo Shasha fruncieron el ceño.
               -¿Le pediste el avión?-preguntaron Scott y los Tomlinson. Diana, por su parte, dijo:
               -¿Te dijo que no?
               -¿Te extraña?-preguntó Scott, girándose a mirarla-. Oh, perdona, es verdad. Los demás somos pordioseros comparados contigo.
               -No es mi culpa si ven que tengo más potencial que tú y me hacen ofertas más jugosas que las tuyas que yo, como buena mujer de negocios que soy, sí estoy dispuesta a considerar fríamente-replicó Diana con rotundidad mientras Tommy bufaba:
               -Me prometisteis que estaríais en tregua hasta que volviéramos a Estados Unidos.
               -¿Qué pasa?-pregunté. Si Scott y Diana habían vuelto a estar como el gato y el ratón era porque tenía que haberles pasado algo gordo; además, me venía bien una distracción. Cualquier cosa con tal de no hablar de lo que querían tratar de sonsacarme.
               No tuve tanta suerte, al parecer.
               -No tan rápido, guapa. Primero vamos a solucionar tus mierdas, y luego, si acaso, dejaremos que te enteres de las nuestras-sentenció Scott.
               -Es exactamente por esa arrogancia por la que se te están cerrando ya ciertas puertas. Todavía no eres nadie, Scott; que tengas a medio estadio gritando tu nombre cuando te toca salir no quiere decir que hayas hecho historia ni nada por el estilo.
               -¿Y tú sí la has hecho?-escupió Scott, y Diana abrió la boca para contestar, pero Tommy se puso en pie y los fulminó con la mirada a ambos.
               -Me prometisteis-repitió- que mantendríais el pico cerrado en el cumpleaños de nuestras hermanas. ¿Tanto os cuesta convivir el uno con el otro durante un par de horas, joder?
               Eleanor tenía la mirada gacha y se analizaba las uñas con aburrimiento, como si llevara una semana entera viviendo esa situación en bucle. Quise preguntarle de qué iba todo aquello porque sabía que ella nos contestaría, pero no tuve la ocasión: Tommy se volvió hacia mí de nuevo y puso los brazos en jarras.
               -Le pediste el avión. ¿Por qué? Sabes que Sher es muy mirada para el tema de la contaminación. Os hace ir en aviones comerciales cuando os vais de vacaciones. En primera clase, vale, pero en aviones comerciales. ¿Y ahora le pides el avión porque…?
               -Alec se hizo más horas de avión que tiempo iba a poder estar conmigo. Literalmente ya el trasbordo dentro de Etiopía le suponía más tiempo del que podíamos estar juntos. Y yo… le echo mucho de menos-los miré a todos, que tuvieron la dignidad de agachar la cabeza como había hecho Eleanor-. No os hacéis una idea de lo difícil que está siendo para mí. Vivo en una constante espiral de emociones, en una montaña rusa que sube hasta las nubes y luego baja hasta el infierno, y todo porque mi novio tomó una decisión antes de ser mi novio que ahora nos está afectando a los dos. Un minuto estoy bien, y segura de que estamos haciendo lo correcto, y al siguiente me pregunto por qué coño tenemos que pasar por esto, por qué coño tengo miedo de absolutamente todo lo que puede estar pasando y de lo que yo no tengo ni idea, como si no me fiara de su sinceridad y de las promesas que me ha hecho, así que…
               Junté las manos frente a mi boca y tomé aire profundamente. Cerré los ojos y me concentré en la sensación de mis pulmones llenándose, el viento acariciándome la piel, el pelo bailándome a su son.
               -Quiero a Alec-les dije-. Le quiero como no he querido en mi vida a nadie-no se me escapó que Tommy miró de reojo a Scott, que a su vez miró a Eleanor, que se estaba mordiendo las uñas con la vista aún fija en el césped-. Le quiero como no creo que vuelva a querer nunca, y de una forma que no se corresponde con lo que mamá me ha dicho siempre que es enamorarse. Esto es muchísimo más profundo y más intenso de lo que me imaginaba, así que…
               »No entiendo por qué tengo miedo. O dudas. Confío en él ciegamente, y sé que no me hará nada que me haga daño, ni tan siquiera de manera inconsciente, porque a pesar de que es muy atolondrado la gran mayoría de las veces, cuando se trata de mí es increíblemente cuidadoso, y… yo no quiero… yo también soy cuidadosa con él.
               »O… creía que lo era. Y creía que confiaba. Y creía que estaba segura de que lo nuestro era puro, especial y fuerte. Pero luego tuvo el ataque de ansiedad, me dijo lo de Perséfone, y yo empecé a preguntarme si no sería porque yo no era la indicada.
               -Sabrae-empezó Scott.
               -No, déjame acabar. Todo tenía sentido en mi cabeza. Perséfone es la chica con la que perdió la virginidad. Era lo único estable en una vida que no paraba de moverse, y la quiere como quería a Bey, que es lo más parecido a mí que ha tenido en toda su vida. Tuvimos muchísimo problemas en Mykonos porque todos pensaban que yo era su sustituta mientras ella no estaba, y aunque consiguió convencerme de que no tenía nada de qué preocuparme ni por qué envidiarla, yo… cuando me dijo que se habían besado… creí que era porque era lo que tenía que pasar. Porque yo me estaba interponiendo en su destino en lugar de ser su destino.
               »Y luego ella me llamó, me dijo que realmente no había pasado nada, que Alec lo estaba exagerando todo y haciendo una montaña de un grano de arena… y te lo conté a ti-miré a mi hermano-, y también a ti-añadí, mirando a Tommy-, y los dos reaccionasteis como yo debería haber reaccionado desde el principio: no creyéndomelo ni por un momento. Porque Alec no me haría esto. No me lo haría ni en un millón de años. Él me quiere. Se desvive por mí. Dios, literalmente se ha plantado en casa en cuanto se ha enterado de que yo tenía dudas respecto a si quería seguir o no y me dijo que sólo romperíamos si yo le decía que no le quería. Y, aunque ya había hablado con Fiorella y me dijo que teníamos que trabajar en ello, ella y yo, esto era una carrera de fondo y tenía que confiar un poco más en mí.
               »Pero él… se ha puesto tan guapo-suspiré, recordando la manera en que le brillaba la piel, la fuerza de sus músculos cuando me abrazó, nueva y a la vez tremendamente familiar, igual que entrar en un palacio rehabilitado que le ha pertenecido a tu familia durante generaciones: aunque recorrerías las estancias con los ojos cerrados sin chocarte con ningún muro, ver las paredes cubiertas de tapices en vez de hiedra te seguía causando una sensación extraña-. Y yo le echo tanto de menos. Y estoy tan cansada. Y me da tanto miedo pensar en estar yo sola once meses. Ya no recuerdo quién era antes de que Alec me convirtiera en su Sabrae, pero ahora creo que, si la he olvidado tan rápido, es porque no merecía la pena el esfuerzo de ser ella. Sólo quería que se quedara unas horas más. Que las cosas fueran fáciles por primera vez en un mes, y volver a creerme que soy especial porque soy su chica y no hay nadie más. Y acostarme con él-admití-. Estaba a punto de venirme la regla y me subía por las paredes. Vosotras me entenderéis-dije, mirando a Diana y Eleanor, que asintieron con la cabeza, Eleanor aún sin mirarme-. Yo sólo quería sentirme bien otra vez. Se me ocurrió lo del avión… pensé en todos los hijos de los influencers que no sirven para nada más que para subir fotos ultra retocadas a Instagram y que yo también podía aprovecharme del dinero de mi familia aunque fuera sólo una vez. Tú sabes que nunca le he pedido nada extravagante a mamá, S. Siempre he sido más bien moderada en mis caprichos y, para una vez que se me antojaba algo, que necesitaba algo, me dolió que no me lo quisiera dar. Me dolió y me jodió y me hizo volverme absolutamente loca. Le dije cosas horribles, lo admito, y hasta Alec me riñó porque me había pasado tres pueblos, pero… tengo quince años, Scott. Ella pasa de los cuarenta. ¿Quién tiene que perdonar primero a quién?
               -¿Le has pedido perdón?
               -Claro que sí.
               -¿Lo has hecho de verdad, Sabrae?
               -¡Sí!
               Había ido a su despacho, había llamado a la puerta con la más absoluta educación, y había entrado con una timidez propia de una sirvienta a la que mandan a sustituir al ama de llaves para vestir a la señora de la casa. Mamá me había mirado con la cautela propia de la abogada que recibe por primera vez a un cliente que no tiene ni idea de lo va a plantearle, ni siquiera de si será capaz de gestionar su caso correctamente.
               Le había dicho que lo sentía mucho, que no estaba en mis cabales, que me había pillado con la guardia baja y que tenía las hormonas alteradas por culpa de la regla y la emoción de la visita de Alec, y ella se había limitado a mirarme, asentir con la cabeza, susurrar un “está bien” y hacer un gesto con la mano en dirección a la puerta, invitándome a salir y a dejarla tranquila. No sabía qué más podía hacer. Cualquier amago que había hecho de acercarme a ella se había visto respondido con evasivas.
               Scott tenía el ceño ligeramente fruncido, y miró a Shasha en busca de confirmación. Nuestra hermana asintió con la cabeza en silencio, los hombros un poco hundidos de nuevo, como si la carga de la conversación fuera demasiado para ella. Y eso que ni siquiera estaba manteniéndola, sino que era más bien un apoyo.
               -¿Qué le dijiste?
               Se me secó la boca, y Shasha se revolvió en su asiento, incómoda. Scott nos miró a ambas, sus ojos oscureciéndose, poniéndose en lo peor… y ni por esas acertaría.
               -Sabrae-ordenó-, ¿qué le dijiste a mamá?
               Cambié el peso de mi cuerpo de un lado a otro y agaché la cabeza. Avergonzada, respondí:
               -Le dije que era una mala madre por poner al planeta por delante de nosotros.
               -¿Que mamá es una mala madre?-repitió Scott, estupefacto.
               -En realidad… le dije que era una madre de mierda.
               Se hizo el silencio. Fue como si una cúpula cayera sobre nosotros y nos aislara del mundo. Scott se llevó una mano a la nariz y se pellizcó el puente con dos dedos, inhalando despacio, con los ojos cerrados.
               -¿Eres consciente…?-empezó, pero yo le corté.
               -Eso no es todo.
               -Ah, ¿que hay más?
               Había desgranado la conversación un millón de veces con mis amigas. Le habíamos dado la vuelta y diseccionado, estudiado cada palabra que yo recordaba haber dicho y las reacciones de mi madre. Si hubiera estado Alec, le habría pedido que repitiera la conversación tal y como la recordaba él un millón de veces para conseguir el cuadro completo de qué era lo que había pasado, lo que había salido de mi boca, y así poder medir el impacto exacto que éste había tenido. Y a Kendra se le había ocurrido algo que mamá no podría perdonarme, algo que no estaba relacionado enteramente con ella. Algo que, probablemente, Alec también habría identificado.
               Me relamí los labios y respondí:
                -Le dije que a ti sí te lo habría dado. Que a ti te daba lo que quisieras, y… que si no me lo daba a mí porque soy la adoptada.
               Scott respiró despacio. Una, dos, tres veces. Tenía los ojos puestos en mí, y por un momento fue mi hermano y también fue Scott Malik, uno de los adolescentes más poderosos del país. Podría destrozarme si quería y ni tendría que mancharse las manos. Sentía los ojos de los demás fijos en mí, pero era la mirada de Scott la que me hacía más y más pequeñita.
               -Para empezar-dijo por fin, con una voz gélida que indicaba de sobra que era hijo de su madre. Habría sido un gran abogado si hubiera querido-, tú no eres “la adoptada”, Sabrae. Eres la segunda. Punto. Eso para empezar. Para seguir, a mí mamá y papá no me dan nada más de lo que os dan a vosotras. De hecho, puede que hasta me den menos porque me lo merezco menos. Soy con diferencia el que más les ha hecho comerse el coco y me recompensan en consecuencia. De ti no tienen ninguna queja y tú tampoco deberías tenerla de ellos, porque nunca les has pedido nada y ellos no han tenido tampoco ningún reparo en dártelo, por absurdo que fuera el capricho en cuestión. Y puede que no lo pidas, pero cuando te vas de compras con mamá sí que te hace regalos bastante caros.
               De repente entendía por qué Eleanor no apartaba la vista del césped. Era muy, pero que muy interesante.
               O yo muy cobarde, porque me daba vergüenza mirar a Scott a los ojos.
               -¿No te da vergüenza? Con todo lo que mamá ha pasado por nosotros. Lo que pasó por ti. Ha tenido varios abortos a lo largo de su vida. No tienes ningún derecho a cuestionar lo buena madre que es. Quisiera verte yo a ti haciendo la mitad, o la cuarta parte, de lo que ha hecho ella. Miles y miles de mujeres se niegan en redondo en darles el pecho a los hijos que ellas mismas paren porque les resulta incómodo, o directamente porque se les caen las tetas, y mamá estuvo tomando medicación para poder dártelo a ti y que tú salieras igual de fuerte que yo, Shasha o Duna. ¿Y tienes la putísima audacia de decirle que es una madre de mierda porque no quiere dejarte el avión de la banda, que encima ni siquiera es sólo suyo para disponer de él como se le antoje, para que tú puedas follarte a tu novio porque lo echas mucho de menos?-escupió, y yo me puse colorada-. ¿Te crees que tu vida es dura, Sabrae? ¿Qué me dices de la de ella, que tuvo que fingir que no pasaba nada para que yo no me asustara mientras perdía a su segundo hijo en a bañera de esta casa, eh? ¿Mamá, una madre de mierda, cuando casi se muere del susto cuando tú te pusiste tan enferma de recién nacida? ¿Mamá, una madre de mierda, cuando no ha dejado que Shasha se ponga el velo hasta que no le ha insistido y ha considerado que está preocupada? ¿Mamá, una madre de mierda, cuando tuvo que criarnos ella sola en épocas en las que papá estaba de tour? ¿Mamá, una madre de mierda, cuando te ha inculcado que vales tanto como bondad tengas en tu corazón, en lugar de atención atraigas de los hombres o más encajes en los cánones de belleza? ¿Mamá, una madre de mierda, cuando ha hecho lo imposible por darnos todo lo que necesitamos y más? ¿Es una madre de mierda por no dejarte un puto avión, Sabrae?
               Scott se quedó en silencio, expectante.
               -¿No vas a contestarme?
               -Es que tienes razón en todo-susurré con un hilo de voz.
               -Menos mal. Al menos reconoces que te pasaste tres pueblos con eso.
               -Pero creo que lo que más le molesta era que te haya sacado a colación a ti.
               Scott alzó las cejas.
               -Eres una hermana pequeña; es normal que tengas celos del mayor. Lo que no es normal es que le digas a tu madre que es una madre de mierda, después de todo lo que ha hecho por ti, simplemente porque no te deja coger un avión. Y sabes de sobra por qué no te ha dejado cogerlo. Sabes de sobra que no es por el puto planeta. Sabes de sobra que lo quemaría hasta no dejar más que cenizas con tal de tenerte contenta.
               -Lo sé ahora; entonces, no.
               -Lo sabías de sobra, pero no querías pensar en ello. Eso es lo que te pasa últimamente con Alec: que te vuelves retrasada y no piensas en nada más que no sea estar con él. Y también tienes que pensar en tu familia, Sabrae. Yo no estoy en casa y aun así soy capaz de darme cuenta de a qué se dedican papá y mamá. ¿Nos has escuchado a Tommy, a Eleanor y a mí cuando nos has dicho lo del avión? Los tres hemos flipado por lo mismo: porque hayas tenido el morrazo de pedírselo sabiendo cómo están las cosas.
               No fue hasta que no miré a Tommy y Eleanor cuando me di cuenta de algo:
               Se suponía que ellos no lo sabían. Mamá había negociado con la productora mientras Diana estaba en el hospital, y se había asegurado de hacerlo lejos de ellos para que no se sintieran presionados a hacer nada que pudiera afectarles negativamente con tal de bajar su precio, y dinamitar así su carrera.
               Volví a mirar a mi hermano, que arqueó las cejas.
               -Mamá tenía doscientas millones de razones por las que decirte que no, ¿y a ti te pareció bien echarle en cara que no eligiera la única que tú le dabas para que te dijera que sí?
               -¿Sabes lo de la oferta?
               -Claro que sé lo de la puta oferta. Lo sabemos todos-miró a Diana y Tommy, y se frotó y juntó las manos antes de mirarme a mí de nuevo-. Mamá y papá no saben que lo sé. Eri y Louis no saben que Tommy y Eleanor lo saben. Así pasa también con Layla, Chad y Diana.
               -Pero tenemos un plan-dijo Diana.
               -Estamos puliéndolo-respondió Scott, mirándola de reojo.
               -No; ya lo tenemos.
               -Here we go again-suspiró Tommy con cansancio, jugueteando con un cojín de la hamaca-, another go around for all of my friends. Another non-stop-miró a Scott-, will it ever end?
                -Me quiere sonar que a ti tampoco te hacía especial gracia la idea de Diana.
               -Dijimos que lo hablaríamos con más calma cuando pasara el tour.
               -Cuando pase el tour puede que ya no tenga la oferta disponible. El momento es ahora.
               -¿A ti no te han enseñado que las ofertas relámpago son casi siempre un timo, americana? Tenemos que estudiar las implicaciones legales de todo lo que te han ofrecido.
               -Ya tengo a mi equipo legal en ello.
               -Bueno, pues cuando terminen, que le pasen su informe a mi madre para que pueda limpiarse el culo con él e informarnos de verdad.
               -Hay una cosa que no entiendo-dijo Shasha-: si ninguno de nuestros padres os ha dicho lo de la oferta para liberaros, y no saben que lo sabéis… bueno, ¿quién os lo ha dicho?
               Diana sonrió con maldad.
               -A Sher se le olvidó tener en cuenta un pequeño detalle cuando hizo su llamada.
               -Que es…
               -Una de nosotros ya tenía una carrera antes de formarse la banda. Y para tener una carrera necesitas un representante… que es a quien le envían todas las ofertas que tenga disponibles.
               Shasha abrió la boca.
               -Eso no es propio de mamá.
               -Mamá está desesperada porque tiene a uno de sus cachorros en metido hasta el culo en la guarida del lobo-respondió Scott-; no tiene la perspectiva necesaria para dejar la mente fría y encontrar una solución. Y cree que yo valgo eso, cuando es evidente que no.
               -¿Disculpa?-respondí. Era… Scott. Todo el mudo giraba en torno a él. Él había creado nuestra familia, me había dado mi nombre, mi vida, a mis hermanas. Él era la familia al completo. ¿En serio me estaba diciendo que creía que nosotros no valíamos 200 millones en total? Scott solo ya me parecía una ganga si lo conseguíamos por menos de mil millones. Como había dicho Alec, él no tenía precio, y prácticamente lo estaban regalando por doscientos millones.
               -Esos gilipollas se están basando en la historia de papá cuando es evidente que no voy a seguir sus pasos. Yo me lo paso bien. Tengo libertad creativa. Como dijo Tommy soy, literalmente, el puto nuevo Harry Styles. Al menos, en esta banda. Van a dejarme hacer lo que yo quiera y son los demás los que van a tener que tragar con mis caprichos y subirse al carro mientras yo se lo permita, así que, ¿por qué sacar música en solitario y tener que trabajar el quíntuple cuando ya tengo cuatro coristas que me hacen el trabajo sucio y me tienen entretenido al personal para que yo pueda sentarme a beber botellas de agua al fondo del escenario en cuanto me aburra?-se encogió de hombros, reclinándose en el sofá-. A mí no me interesa ser SCOTT, así en mayúsculas-abrió la mano en el aire-. No cuando puedo vivir mucho mejor siendo simplemente Scott, de Chasing the Stars.
               -Tú no podrías ser SCOTT, así en mayúsculas-replicó Eleanor, y mi hermano alzó las cejas.
               -¿Ah, no? ¿Y eso por qué?
               -Pues porque tienes un nombre mediocre.
               -¿Cómo dices?
               -A Zayn le funcionó porque se llama Zayn. ¿Cuántos Zayns conoces más que él en la industria musical? ¿Y a cuántos Scotts? La única que podría ser sólo algo así, en mayúsculas, sería Sabrae. Aunque Scott Malik no suena nada mal.
               -¿Y qué tal Eleanor Malik?-se burló mi hermano, ella sonrió, y Tommy fingió una arcada con exageración.
               -No os soporto.
               -Cómeme los cojones, Thomas.
               -¿Y cuál es el plan?-preguntó Shasha.
               -Todavía no hay ningún plan-dijo Scott.
               -Me han ofrecido una grabación-respondió Diana, apartándose el pelo del hombro-. Y estoy pensando en aceptarla-añadió, mirándose las puntas, que tenía perfectas. Scott bufó.
               -No vas a aceptarla.
               -Cómeme el coño. No eres mi padre; tú no me mandas.
               -Tu padre tampoco te manda, o de lo contrario no estarías aquí.
               Diana se levantó y le soltó una bofetada a Scott, que se puso de pie dispuesto a devolvérsela. Tommy pegó un grito.
               -¡Eh, eh, eh! Calma todos. Un segundo-y, ni corto ni perezoso, se sacó el móvil del bolsillo y los enfocó a los dos-. Igual sacamos un par de milloncitos si le vendemos un vídeo de vosotros dos hostiándoos a TMZ o Stupid Famous People. Vale… cuando queráis.
               -¿Qué grabación?-preguntó Shasha. Diana se giró, la miró, y le dedicó una sonrisa de un millón de dólares. Supe qué iba a contestar incluso antes de que lo hiciera.
               -As it was.
               Scott bufó sonoramente.
               -Devuélvesela, Scott-lo azuzó Tommy, y Scott hizo amago de dar un paso en dirección a Diana, pero antes de que pudiéramos darnos cuenta, Tommy estaba de pie y metiéndose entre los dos-. Eh, eh, ¿de qué coño vas, tío? ¿Quieres que te arranque la puta cabeza? Ni se te ocurra acercarte a mi piba así.
                -¿A qué jugáis?-preguntó Dan, acercándose arrastrando la punta de su espada láser parpadeante.
               -A ser Cardi B y Nicki Minaj.
               -Qué aburrido-bufó Dan, y regresó con las niñas.
               -¿Por qué será que no me sorprende?-pregunté, volviendo al hilo de la conversación. Diana había cantado esa canción más que ninguna otra en el tour, y siempre había arrancado la misma respuesta de un público entusiasmado y harto de esa frase de Harry que hablaba sobre marcharse de Estados Unidos, y que tanto el público como Diana se negaban a cantar. En el último concierto había chillado God bless America, como buena yanqui que era, y casi tienen que sacarla escoltada de la cantidad de gente que había querido besarle los pies.
               -Tú que normalmente eres razonable, Saab, dile a tu hermano que es una buena idea. Me van a pagar diez millones sólo por la grabación y un par de actuaciones, ¿qué canción habéis visto que valga eso? Y encima ni siquiera hay que descontarle derechos de autor porque, ¡sorpresa! Todo queda en casa.
               -Sí, en casa de Simon Asher y la productora. Joder, ¿no has aprendido nada, Diana? El tío incluso se llama igual que el puto Simon Cowell. Tenemos que mirarlo con cuidado. Además, tienes que admitir que no lo haces sólo por la pasta.
               -¡Claro que es sólo por la pasta! ¿Crees que me apetece hacer nada sin vosotros, eh? ¿Sin Tommy?
               -¡Pues no lo parece! Somos una banda, ¿recuerdas? Yo tengo un montonazo de ofertas para salir en solitario y las rechazo todas sin pensármelo.
               -Yo ya tenía una carrera antes siquiera de que tú llegaras al millón de seguidores en Instagram, Scott; es una oportunidad que no pienso desaprovechar. Nadie te va a dar tanto por una sola canción.
               -¿Es lo que crees que vale tu alma?
               -Yo no tengo alma-contestó Diana.
               -¿Cómo puedes ser tan tonta? ¡Ugh! ¿¡De verdad estás dispuesta a joderlo todo simplemente por demostrarle al mundo que eres igual que tu padre!? ¡Sorpresa, Diana: ya lo sabemos! ¡Tienes sus ojos y también su apellido! ¿También tienes que ser tan egoísta como lo fue él?
               -A ti lo que te jode es que no puedes ser el primero en debutar en solitario como lo hizo el tuyo-contestó Diana, inclinándose hacia él, que aceptó la invitación lanzándose a por ella. Tommy tuvo que meterse entre ambos para impedir que las maquilladoras del tour tuvieran que afanarse con ellos en el próximo concierto: agarró a Diana de la cintura y la arrastró lejos de Scott, que hizo amago de seguirlos hasta que Tommy levantó un dedo amenazante en su dirección.
               -¡VALE YA! ¡AQUÍ NO SE VA A DECIDIR NADA SIN CHAD Y SIN LAYLA POR MI PUTA POLLA! Me tenéis hasta los putísimos cojones los dos. ¡Si os gustáis, pues liaros y punto, pero dejaos de estas mierdas, que me están volviendo loco! Diana, como le vuelvas a hablar así a Scott te juro que no te dirijo más la palabra. Y tú, Scott, como le toques un solo pelo a mi novia, es que te abro la puta cabeza. ¿Me he explicado con claridad?
               Ni Diana ni Scott contestaron, sino que se retaron con la mirada. Tommy sacudió a Diana por la cintura.
               -¡He dicho que si me he explicado con claridad!
               -Sí-dijo Scott. Diana sonrió con maldad.
               -Ese bulto que noto en el culo…
               -Es una erección sin explicación, no te flipes, americana.
               Diana lo miró por encima del hombro, se relamió los labios y le puso ojitos.
               -¿De verdad no le encuentras una explicación?
               -Por Dios…-gruñó Scott.
               -¿A que jode?-dijo Tommy.
               -¿Por qué no quieres que Diana acepte el trato? Diez millones por una sola canción es bastante pasta-dijo Shasha.
               -No voy a sacrificar a Diana por diez millones.
               -¿Te parece mucho por mí?-preguntó ella.
               -Me parece una miseria-respondió él-. Yo no te pondría precio. Pero, si tuviera que hacerlo, desde luego, pediría más que por mí. Después de todo, es lo que tú dices: tú ya tenías una carrera cuando Tommy y yo te propusimos entrar en nuestra modesta bandita.
               -¿Modesta bandita? S, en esta banda tenemos los mismos apellidos que los de la banda más importante de la década de dos mil diez. Nunca iba a ser modesta-se rió.
               -Calla y dame un abrazo por el piropazo que te acabo de echar, rubia-respondió Scott, abriendo los brazos y dejando que Diana se colara entre ellos. Suspiró cuando la enterró dentro de ellos y le besó la cabeza mientras Diana cerraba los ojos, disfrutando del contacto.
               -Todavía tengo pensado grabar la canción-comentó.
               -Duerme con un ojo abierto en el bus del tour, porque te asfixiaré mientras duermes-le prometió Scott, dándole un nuevo achuchón.
               -Va a salir bien y a ti te va a joder muchísimo.
               Scott y Diana se separaron por fin, y entonces, mi hermano me miró.
               -No quiero que le digas absolutamente nada a mamá de esto. Ya hablaré yo con ella cuando hayamos decidido qué hacer.
               -No hay nada que decidir porque…-empezó Diana, pero Scott la interrumpió.
               -Tommy, haz el favor de desabrocharte la bragueta o algo. Métele el rabo en la boca para hacer que se calle.
               -Incluso con los huevos de Tommy en el esófago seguiría siendo capaz de ganarte en una discusión-contestó Diana, chulita.
               -No me esperaba menos. ¿Sabrae? Prométemelo.
               -Pero eso aliviará mucho a mamá-traté de razonar con él, y era verdad. En el fondo, me daba miedo enfrentarme a mamá no por lo mal que lo había hecho yo (aquello sólo me daba vergüenza), sino por lo mal que lo estaba pasando ella por el cúmulo de circunstancias a que se estaba enfrentando.
               -Tú lo que tienes que hacer es ocuparte de seguir siendo tan buena hija como hasta ahora, darle mimos y animarla, mientras nosotros resolvemos nuestros asuntos. Ya sé que soy su hijo y todas esas mierdas, pero tengo dieciocho años y soy el puto Scott Malik: no voy a poder subirme al escenario de los Grammys dentro de un año a agradecer un premio sabiendo que mi madre me ha sacado las castañas del fuego como si fuera un crío en el parvulario.
                -Deja de hacerte pajas mentales, niña-me dijo Tommy, los brazos en jarras-. A estas alturas de la película, deberías saber que lo que siente Alec por ti no lo ha sentido por nadie. ¡Vamos! ¿No ves que ha estado años con sus amigos de Mykonos y nunca se ha enfrentado a ellos por Perséfone, y en menos de una semana se habría vuelto contra toda la isla por ti? Abre Google maps, chica, porque creo que estás un poco perdida y necesitas ubicarte.
               Miré a Scott, que asintió con la cabeza y la inclinó a un lado, como diciendo “ya que a mí no me escuchas, y está claro que a tu razonamiento tampoco, a ver si escuchas a Tommy”. Así que me senté a los pies de la tumbona y lo miré.
               -Mira, ya sé que debe de ser muy jodido por lo que los dos estáis pasando, sobre todo por lo obsesionados que estabais el uno con el otro cuando él estaba aquí, pero creo que te estás subestimando demasiado, Sabrae. No voy a cansarme de decirte todo lo que has hecho que Alec cambie para mejor, y créeme que él lo tiene también muy presente y por eso te quiere tanto. O puede que hayas conseguido cambiarle por lo mucho que te quiere, y porque tú has sido la única persona capaz de hacer que él salga de su caparazón y se atreva a mirarse en el espejo como realmente es, no con esas gafas cínicas con las que se ha venido definiendo toda la vida. Alec no va a hacer nada con ninguna otra tía porque para él ya no hay otras tías. Tanto tu hermano como yo podemos jurártelo si lo necesitas, al igual que el resto de nuestros amigos. En cuanto empezó contigo, pegó un cambio de la hostia y ya no va a volver a ser el que era por mucho que tú tengas miedo de que los cambios se reviertan.
               ¿Por qué voy a cambiar una promesa que te hice sin que tú me lo pidieras cuando empezamos a liarnos antes incluso de ir más en serio simplemente porque las chicas en Etiopía van a ser más como tú?
               Sé que eres única en el mundo y que no hay ninguna que se compare contigo. Así que no voy a encontrar a otra como tú allá donde voy. Por eso me va a ser fácil esperar en ese sentido.
               Alec me lo había prometido. Me había cogido las manos y me había mirado a los ojos y me había prometido que me sería fiel siempre, que no sentiría ninguna tentación porque llevaba sin sentirla desde que se había enamorado de mí, y que no haría nada por ponernos en peligro. Y yo me lo creía. A pesar de mis miedos, de lo que me decían mis recién adquiridas inseguridades, a pesar del pánico que me producía pensar que Perséfone lo tuviera cerca y yo no… confiaba en él. Confiaba en que me había dicho la verdad cuando me había dicho que no tenía que preocuparme por nada en su cama de Mykonos, en la de su habitación, en la de la mía o en la del Savoy.
               Si estoy loco por ti, ¿cómo va a gustarme ninguna otra?
               -Pero tienes que pensar en que el esfuerzo merecerá la pena. Dentro de once meses él volverá y será como si nada hubiera pasado-dijo Tommy-. Así que no rompas con él.
               -Tommy-le advirtió Scott, pero Tommy no hizo el menor caso. Agitó la mano en el aire y continuó.
               -Creo que os hacéis bien. Aunque ahora lo estéis llevando un poco mal… creo que podréis con esto. Creo que va a hacer falta algo más que un par de franjas horarias para acabar con vosotros dos. Sólo necesitas tener un poco más de fe en él, Saab.
               -Es que el problema es que no me falta la fe en él. Me falta en mí.
               Eleanor frunció el ceño.
               -Explícate.
               -Yo no sabía qué pensaba realmente de él hasta que no se fue, me he dado cuenta ahora que ya no está y que hemos pasado por esto. Y cuando tú y yo hablamos-miré a mi hermano- para mí fue como una bofetada de realidad, porque tú te diste cuenta de qué pasaba antes incluso de que yo te diera más detalles sobre cuál era la verdad, S. He estado durante semanas pensando que sus amigos lo conocían mejor que yo y que todo lo que tenemos era una ilusión que yo he engrandecido en mi cabeza, y… el hecho de que fuera con Perséfone… no sé. Todo encajaba para mí, ¿sabéis?
               -Pero el hecho de que algo encaje no quiere decir que esté destinado a estar ahí-respondió Diana, encogiéndose de hombros-. Yo encajaba en el mundo de la moda y ahora no me veo renunciando a cantar. Sí a las pasarelas, pero no a cantar. Yo encajaba en Nueva York, y sin embargo-miró a Tommy y sonrió con timidez-, ahora siento que mi sitio está aquí.
                -Lo que yo no me explico es cómo pudiste pensar en algún momento que no te lo mereces-continuó Tommy-, cuando literalmente conseguiste que fuera al psicólogo y que empezara a aceptarse. Gracias a lo que hiciste con él todos sus amigos estamos tranquilos sabiendo que va a estar bien en África porque tú le has dado la estabilidad y la paz mental que necesitaba para estar solo y lidiar con sus mierdas. Creo que hablo por Scott y por el resto de los Nueve de Siempre si te digo que dejamos que Alec se fuera al voluntariado porque tú le habías convencido de que podía ganar, cosa que nunca antes nadie había conseguido. Si no hubiera sido así, al final nos las habríamos apañado para que no se marchara, porque igual que Scott y yo no podemos arriesgarnos a perder a Diana con lo de la canción, nuestro grupo no podía arriesgarse a perder a Alec en Etiopía. Entonces, si tú no te lo mereces, ¿quién se lo merece exactamente, Sabrae? Si no es contigo con quien él tiene que estar, con todo lo que él te quiere, ¿con quién se supone que tiene que acabar Alec?
               -Con Perséfone. Creía que tenía que quedarse con Perséfone. Que lo suyo no había terminado de cuajar porque todo necesita tiempo y ellos no tenían ese tiempo, pero ahora…
               -Mira, enana, eso lo dices porque no lo has visto dándonos la chapa con lo guapa que has estado después de dejarte en casa. Era insoportable. Me tenía preocupado y todo-Scott sonrió-, porque tienes un poder sobre él… es que puedes joderle la vida si quieres. Es hasta cómico la manera en que lo tienes comiendo de la mano. ¡Y tú ni siquiera te das cuenta!
               -¡Sí que me la doy!
               -¿Cómo vas a dártela? Si así fuera, no habrías pensado siquiera por un segundo que Alec no podía acabar contigo porque tenía que acabar con Perséfone.
               -Es que pensé…-no pude evitar que mis ojos se deslizaran de nuevo hacia Tommy-. Pensé en vosotros. Y también en Layla.
               Mientras Tommy fruncía el ceño, Diana inclinó la cabeza a un lado, sin entender.
               -Después de la sobredosis de Diana…
               -Fue un desmayo-dijo Diana.
               -No vamos a discutir por eso también-la adelantó Tommy.
               -Después del incidente de Diana-atajé-, yo… no he dejado de darle vueltas a lo que pasó. A cómo la relación que tienes con Diana es radicalmente opuesta a la que tienes con Layla. Es más tormentosa, más… más viva-Diana y Tommy intercambiaron una mirada, y Diana tragó saliva-. Y confusa como estaba, y decepcionada conmigo misma, no podía dejar de ver similitudes entre Alec y yo y Perséfone. Cuando te pregunté si harías lo mismo que habías hecho por Diana por Layla, tú me respondiste que ella jamás te pondría en una situación así. Y no he dejado de darle vueltas a… ¿y si a Alec le pasa lo mismo conmigo? Tu amor por Layla es cómodo y reconfortante, pero por Diana… creo que es más intenso.
               -¿Crees que estoy con Layla porque me resulta más cómodo que con Diana? Por esa regla de tres, no estaría con Diana, sólo con ella.
               -Pero no puedes no estar con Diana.
               -Y tampoco puedo no estar con Layla.
               -Me estoy perdiendo-confesó Eleanor.
               -Yo también-admitió Scott, frunciendo el ceño.
               -Pues yo la estoy entendiendo perfectamente-respondió Diana, con comprensión en los ojos-. Y yo también lo pensaba así a veces. Hasta que me di cuenta de que las emociones que otra persona te despierta son distintas casi siempre. No hay nadie que te haga sentir lo mismo al cien por cien. Y el amor tranquilo también es un amor precioso.
               -¿Crees que Layla me da amor tranquilo, Diana? Estamos jodidos porque yo no soy capaz de decidirme entre ninguna de las dos, porque no puedo decidirme entre ninguna de las dos. Pero no vas a decirme que lo que tengo con Lay también es intenso. Ni relajado. Tiene sus propios traumas con los que lidiar, y yo la ayudo igual que a ti con los tuyos, o las dos a mí con los míos. Que no lo veas-Tommy me miró- no quiere decir que no esté ahí.
               -Yo no estoy diciendo que no la quieras, sino que… me identifiqué en un momento con ella. Porque…-dejé la frase en el aire, pues era muy duro pronunciarla. Layla era buena, era dulce, era todo lo positivo que había en el mundo, y me dolía pensar en ella como en una segundona, pero…
               … pero es que había visto cómo Tommy se había vuelto absolutamente demente ante la sola idea de perder a Diana. Y me parecía tan imposible que Layla lo pusiera en la misma situación que ni podía imaginármelo volviéndose chiflado por ella, porque era algo que yo creía que jamás pasaría.
               -Porque crees que la quiero menos-acabó Tommy por mí, más valiente como era. Sacudió la cabeza, se relamió y mordisqueó los labios, se pasó una mano por el pelo y negó de nuevo con la cabeza antes de decir-: Sabrae, yo QUIERO a Layla. Que mi relación no sea como la tuya y que Alec sólo tenga una novia no quiere decir que yo no quiera muchísimo a Layla o que me esté conformando con ella, o que la tenga de reserva por si acaso lo de Diana sale mal. Y, la verdad, me toca los cojones que creas que es así o que lo mío es menos válido que o tuyo simplemente porque en mi relación somos tres y no dos. Somos felices así. No te compares con nosotros.
               -Y, en todo caso, ser Layla sería algo bueno-dijo Diana, mirándome, y Tommy se volvió hacia ella.
               -Ser tú también lo es.
               -Puede, pero ser Layla es mejor. No poner a tu novio contra las cuerdas porque eres una puta drogadicta que no tiene ningún tipo de control sobre lo que hace es mejor que hacerlo. Yo no debería hacerte pasar por lo que te hago pasar, pero no puedo evitarlo.
               -Sí que puedes-contestó Scott, pero no había reproche en su tono, sólo… ánimos.
               -Si pensaste que tenías que alejar a Alec de ti porque te identificabas más con Layla que conmigo, tienes que plantearte por qué prefieres verlo con alguien que lo destroza con cada decisión que toma a verlo con alguien que constituye un refugio para él. Creo que tú serías Layla, si tuvieras que identificarte con una de las tres-miró a Eleanor-. Porque Layla no juzga, es paciente y siempre está ahí para ti, sin importar qué hayas hecho. Te acaricia la espalda y te arropa por las noches y se asegura de que estés cómoda en la cama antes de irse a dormir… y eso es bonito. Cuando estás acostumbrada a que todo el mundo quiera algo de ti, a que te vean como un trozo de carne y nada más, a que te desprecien porque no puedes ser guapa y también inteligente, hasta el punto de que tú empieces a creértelo… que llegue una Layla a tu vida y te haga ver que no sólo mereces el espacio que ocupas, sino también el tiempo que la gente te dedica, bueno… es de agradecer. Ser Layla es bueno. Ser Diana… no tanto.
               -No digas eso, Didi. Ser tú también es muy bueno.
               -Yo preferiría ser Layla si me dieran a elegir. Preferiría cargar con sus traumas en lugar de hacer que los míos reposaran sobre tus hombros, T.
               -Puedo con ello-contestó él, acariciándole los hombros, y ella respondió:
               -Pero que puedas no significa que debas cargar con ellos.
               Lo entendí en ese momento: que nos había juzgado mal a todos. A Tommy, a Layla, a Diana, sí; pero también a Alec, a Perséfone y a mí. Percibir algo como distinto y mejor desde fuera no quería decir que lo fuera. Y sí, de acuerdo, el amor tormentoso era el que hacía las mejores historias, pero a la hora de la verdad, lo que todo el mundo quería era estabilidad, un horizonte plano y mar en calma. Diana también buscaba eso con Tommy, y en lugar de desdeñar lo que Layla le ofrecía por considerar que no era tan digno de transmitirse de padres a hijos en leyendas modernas, lo tomaba como referencia para tratar de mejorar.
               -Para que quede claro: yo no quiero menos a Layla. Y no te identificaría ni con ella ni con Diana. Me parece un error, Sabrae. Y no sería justo para nadie. Tú tienes tu propia historia, y nosotros, la nuestra. Tú has hecho tus propias cosas por Alec, él las ha hecho por ti, y Diana y Layla y yo las hacemos los unos por los otros. Y para quien no sería justo especialmente es para Alec. Si te haces pajas metales de este calibre que hacen que creas que no te lo mereces, en lugar de tomar decisiones drásticas, párate a pensar en lo lejos que habéis llegado juntos, en lo lejos que lo has traído y en lo lejos que puede llevarte él. No sé qué crees tú, pero a mí me parece que Alec es la mejor persona que he conocido nunca. Y no se merece tener que coger un avión para luchar por lo que le hace más feliz simplemente porque te da miedo su pasado. Deberías sentirte orgullosa de todo lo que ha hecho por ti y tenerlo un poco más presente-me regañó-. Era el mayor fuckboy de esta ciudad. Follaba todo lo que quería y más. Podría estar hinchándose a sexo ahora mismo, y estoy seguro de que cada noche se dormirá acurrucado mirando las estrellas y pensando en lo bonitas que son porque le recuerdan a las veces en que os habéis dormido mirándolas los dos juntos. Le hiciste ser mejor persona, sí, pero el proceso no fue nada fácil para él: renunció a muchas cosas que le encantaban porque, simplemente, dejaron de apetecerle tanto como le apetecías tú. Él eligió. Te eligió, Sabrae. Elígele ahora tú a él.
               En los ojos de Tommy se escondía la fiereza de una ventisca, la determinación de un océano de hielo. Sabía lo mucho que lo quería y lo mucho que Alec lo quería a él, la forma en que se habían cuidado en el pasado más antiguo y también el más reciente, y cómo se habían ayudado a levantarse cuando habían tropezado y habían caído al suelo.
               -Cogió un avión para verte y convencerte de que no le dejaras, y estoy seguro de que no lo dudó ni un segundo. Es más, conociéndolo, fijo que ni pensó en las molestias que eso podría causarle. Si crees en serio que lo habría hecho también por Perséfone es que no le conoces en absoluto, y aunque puede que por eso ya no te lo merezcas… él te quiere demasiado como para que yo no quiera no verte envejeciendo a su lado. Así que elígelo, Sabrae. Sabes que no vas a encontrar a uno mejor que él, no porque no te lo merezcas, sino porque no lo hay. Si no es por él, hazlo por ti. Y si no quieres hacerlo por ti, entonces, hazlo por él.
               Miré a Scott, que asintió con la cabeza, alzando un poco los hombros. Miré a Eleanor, que me sonrió con timidez, y también asintió. Por último, miré a Diana, que tras examinarme un momento, también asintió con la cabeza. Todos estaban de acuerdo tanto en que yo había sido una boba como en que Alec se merecía ser feliz con quien él escogiera.
               Y no cabía duda de que me había escogido a mí.
               Subí los pies a la tumbona de plástico y me abracé las rodillas. Shasha apoyó la cabeza en mi hombro y yo me incliné también para apoyarme contra ella.
               -Seguro que pensáis que soy una cría inmadura que no es capaz de soportar el mínimo inconveniente.
               -Yo pienso que estás llevándolo con mucha entereza. Si fuera Scott el que estuviera lejos…-Eleanor lo miró con añoranza, como si lo echara de menos a pesar de tenerlo a medio metro de distancia-, yo estaría bastante peor. Y eso que estuve toda la vida esperando a que se dignara a hacerme caso.
               Scott se echó a reír.
               -Te estoy compensando estos años de paciencia siendo yo el más pillado.
               -Ya-sonrió Eleanor, mordiéndose el labio e inclinándose a darle un besito. Me dieron envidia. Envidia por lo cerca que estaban, por todo lo que estaban compartiendo esos días… semanas, meses. Años. Trabajando de lo mismo tendrían muchas oportunidades de estar juntos donde Alec y yo tendríamos que separarnos.
               Pero también tendríamos más reencuentros. Y, si eran como lo que habíamos compartido hacía unos días, serían lo más dulce de la miel de nuestro amor y lo que más disfrutaría de mi vida con él.
               -¿Creéis que lo conseguiré?-pregunté, y al ver que no me entendían, añadí-. Llevarlo bien. ¿Creéis que lo conseguiré?
               -Creo que se te han juntado muchas cosas y que estás siendo muy dura contigo misma, Saab. Al hecho de que se haya ido Alec tienes que añadirle que yo también me he ido de casa una temporada. Parece más difícil de lo que en realidad va a ser. Tienes que aprender a manejarte en este nuevo entorno, pero… lo harás bien. Con la ayuda y la orientación adecuadas… y conteniendo un poco la lengua…
               -Ya me he dado cuenta hace rato de que tengo que hablar con mamá, S-bufé, como si me molestara que jugueteara con mi pelo o me acariciara la espalda. No lo hacía en absoluto.
               -Bueno, es que eres un poco corta y no sé muy bien a qué estás esperando. ¿Es que no quieres poder volver a babear con ella sobre lo guapo que es tu novio, lo bueno que es tu novio y lo enamorada que estás de tu novio?
               -Ha cogido un avión para verla y convencerla de que no lo deje-dijo Diana-. Un vuelo de… ¿nueve horas?-me miró en busca de confirmación-. Todo por un par de horas que su madre no le ha dejado alargar más. Yo también me enfadaría con ella, por mucho que tuviera razón. Hay veces en las que las madres no tienen que ser razonables, simplemente dejarte ser y concederte tus caprichos.
               -No vamos a entrar ahora a discutir los métodos educativos de Sherezade-dijo Tommy.
               -La verdad es que echo de menos a mamá.
               -Pues te repito que no sé a qué esperas para hablar con ella. Es un poco triste veros así de picadas, sobre todo porque es evidente que os está afectando a las dos.
               -Quizá Sher está triste porque Zayn ya no tiene ocasión de hacerlo por ella.
               -Pero mi padre ya lo hizo en su día, T.
               -Ya, pero bueno, el que lo ha hecho ahora es Alec.
               -Es que este chaval es una leyenda y morirá siendo una leyenda.
               Por mucho que me doliera admitirlo por lo que supondría para su ego, Scott tenía razón. Mamá y yo no podíamos seguir así de distanciadas por algo que había pasado hacía días y que seguía haciéndonos daño a las dos. Teníamos que sacarnos la espina de dentro para permitir que la herida supurara y, con suerte, evitar una infección.
               La echaba de menos tanto que me dolía. Para mí, mamá era como una amiga más, pero más experimentada, más sabia y con más paciencia. Ella era la que mejor veía lo que más me convenía y la que con más cariño me asesoraba, la que menos dudas desprendía cuando mostraba su opinión y en cuyo criterio yo más confiaba. Ahora que no tenía a mi sol guiándome en mi travesía, necesitaba de una buena brújula y un mapa con el que no perderme en la oscuridad.
               Así que, haciendo de tripas corazón, tragándome mi orgullo y dejando que esa chispa de esperanza tan necesaria para encontrar el camino adecuado me guiara, me levanté y fui al interior de la casa, en el que mamá estaba preparando la mochila de Duna mientras Eri recogía los envoltorios de los regalos tirados por el suelo, Louis descolgaba las guirnaldas de colores y papá fregaba los platos en la cocina. Mamá cerró la cremallera de la mochila de Duna y se puso con la de Astrid tras preguntarle a Eri si quería que le echara una mano, lo que le agradeció. Sin hacerme el más mínimo caso, recogió el peluche preferido de Astrid del sofá y lo metió dentro de la mochilita, junto con una cantimplora con agua y un paquetito de pañuelos de papel.
               -Mamá-la llamé, deteniéndome en el arco del comedor.
               -Mm-dijo. No se giró para mirarme, ni me preguntó con palabras qué me sucedía. Me retorcí las manos frente al vientre y di un paso hacia ella.
               -¿Podemos hablar?
               Claro, cielo, ¿estás bien?, me habría dicho mamá. La madre distante con la que convivía estos días respondió:
               -Ahora mismo estoy ocupada, Sabrae.
               Noté que me desinflaba un poco, pero me obligué a dar un paso más. Me dije que tenía que luchar por aquello también, y que no debía rendirme. Quería muchísimo a mamá y no quería que las cosas se volvieran raras entre nosotras; valoraba muchísimo la confianza que compartíamos y esa complicidad que había dejado alucinadas a mis amigas, porque podíamos hablar de todo sin pudor.
               -Es importante-insistí, y ella dejó caer los brazos sobre la mesa. Apoyando las manos abiertas en la madera, se giró y, por  fin, me miró de soslayo.
               -A ver, ¿qué te pasa?
               Si Alec hubiera estado allí me habría cogido de la mano y habría tirado de mí para protegerme, porque prefería evitarme un mal trago y resolver él las cosas por mí a obligarme a ser yo quien resolviera mis asuntos.
               Pero Alec no estaba allí. Por eso, precisamente, estábamos en esta situación.
               -Es sobre lo del otro día.
               Mamá apretó la mandíbula ligeramente y no dijo nada.
               -Sobre la pelea que tuvimos-aclaré. Y ella volvió a sus quehaceres.
               -¿Y qué más quieres hablar sobre eso?
               -Quería… pedirte perdón otra vez.
               -Eso ya lo has hecho.
               -Sí… pero me da la sensación de que no ha servido de nada.
               Mamá dejó caer de nuevo las manos y se giró.
               -Quizá con una disculpa no baste, Sabrae. Debes aprender que tus actos tienen consecuencias.
               -Lo sé. Y lo siento muchísimo, mamá, de verdad. No sé qué me pasó, ni por qué me puse así, pero… quiero que sepas que no lo pienso ni por un segundo. Creo que eres una madre extraordinaria, y para mí eres todo un referente.
               -Mm-mm-dijo, doblando una camiseta que metió en la mochila de Duna.
               -Si fuera la décima parte de buena madre que eres tú con nosotros, ya estaría orgullosa de cómo estuviera criando yo a mis hijos llegado el momento.
               -Mm.
               -Y siento mucho haber pedido el avión cuando sé de sobra cómo es… bueno, la situación con Scott y los demás-se giró y me miró un momento, y luego volvió a lo suyo. Si Alec estuviera allí habría empezado a cabrearse por su comportamiento un tanto infantil. Pero no estaba. Ése era el problema y lo que lo había provocado todo-. Mamá… de verdad que quiero que hablemos. Te echo de menos.
               -No es momento de hacer esto cuando ha venido tu hermano. Ya hablaremos cuando no esté.
               -Scott sabe que algo va mal entre nosotras…
               -Creo que no me has entendido, Sabrae: quiero disfrutar de mi hijo. No quiero pensar en tu salida de tono ni en todo lo que ello implica. Estoy muy, pero que muy disgustada contigo.
               -Ya lo sé. Y quiero compensártelo. Tú sólo dime cómo puedo…
               Mamá lanzó un trapo que tenía entre las manos y puso los brazos en jarras.
               -Por Dios bendito, Sabrae, ¿no puedes dejarlo estar? Ahora mismo no me apetece discutir contigo.
               -No quiero discutir, mamá. Sólo quiero que las cosas vuelvan a ser como antes.
               -Bueno, pues eso va a ser un poco difícil.
               Noté que el mundo cedía bajo mis pies. Quince años. Quince años de complicidad, de felicidad, de confianza y de tener un refugio en sus brazos, un lugar a prueba de balas y de bombas nucleares… ¿destruido por quince segundos sin pensar?
               -Entonces, ¿ya está?-gemí, sintiéndome que se me llenaban los ojos de lágrimas-. ¿Así, sin más? ¿Cometo un error y tú ya me tratas como a una extraña?
               -Yo no te trato como a una extraña. No te atrevas ni por un momento a insinuar algo así. Sólo necesito decidir cómo me siento respecto a todo esto.
               -¿Respecto a qué?-le pregunté a mi campo de visión emborronado. Noté que me faltaba el aire y que la cabeza me daba vueltas. No podía ir en serio con aquello. Mis amigas les decían cosas peores a sus madres y ellas las perdonaban todo el tiempo. Entendía que me había pasado y lo que había hecho estaba mal, pero con arrepentirme de mis errores a mamá solía bastarle. ¿Por qué ahora no?
               Creía que las cosas ya no podían ir peor ni yo sentirme más enferma de lo que ya me encontraba.
               Evidentemente, me equivocaba.
               -Respecto a ti y a Alec. Tú nunca me habrías dicho algo así antes. Y no dejo de preguntarme en qué momento has cambiado hasta este punto. Ya no me hace tanta gracia que estés con él.
              



             
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2 comentarios:

  1. Bueno mira me voy a cagar en lo que viene a ser todo. Voy a empezar comentando por el final porque estoy muy de malas. Entiendo perfectamente a Sher porque vale, si, lo de Sabrae y lo que dijo estuvo feisimo pero es que ya me toca las narices que ahora Sabrae la cague y se vuelva tarumba y sea culpa de Alec. Me parece francamente mal y espero que lo hablen bien y no la raye mas cuando ya está mejor con toda la movida de Alec.

    Siguiendo ya con el resto me muero con el discurso de Saab hablando de Alec y todos callaitos es que mira me quiero matar son los mejores no puedo más.

    He chillado muchísimo con lo de la propuesta de Diana y As it was o sea por un lado no quiero q pase por obvia razones pero es que por otra dioosssss solo de imaginarmelo quiero chillar.

    Una alabanza a Sasha tmbien por “hacer lo que Alec quiere y hacerle contento” o sea literalmente me he reencarnado en ella.

    Pd: deseando ver la conversacion con Sherezade.

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  2. Bueno, estoy enfadada y quiero que dejes de putear a Sabrae (cosa que ya sabes, pero no voy a dejar de repetirlo). Aunque sé que no vas a parar y que toda esta parte de la novela va a ser el momento de Sabrae de pasarlas canutas, podrías dejarla algún capítulo tranquila, pobrecita mía. Comento por partes:
    - Astrid y Duna celebrando su cumple juntas desde siempre y siendo las reinas es el contenido que merezco.
    - Adoro cualquier migaja de Dan y Duna, las ganas que tengo de verte escribiendo un childhood best friends to lovers.
    - No me creído ni por un segundo que Scott, Tommy y Eleanor no fueran a estar en el cumple de sus hermanas.
    - Evidentemente he adorado todo el contenido de Tommy, Diana y Sceleanor: Tommy picadísimo por Sceleanor, Sceleanor siendo monísimos, los enfados de Diana y Scott cuando en verdad se quieren un montón, que supieran lo de la oferta desde el principio…
    - Scott dándose cuenta en menos de un día de la pelea de Sherezade y Sabrae, no esperaba menos de él.
    - Me ha gustado mucho como han hablado lo de Alec Sabrae, Scott, Tommy y Eleanor.
    - “Él eligió. Te eligió, Sabrae. Elígele ahora tú a él.” Lloro muchísimo.
    - Todo lo de Sherezade me cabrea bastante y espero que lo solucionen muy pronto. Entiendo perfectamente que Sher se enfadara por lo que le dijo Sabrae porque estuvo fatal, pero achacarlo a que es por Alec y hacerle el prácticamente el vacío a tu hija de 15 años me parece fatal. Aunque también es verdad que Sherezade no sabe hasta que punto Sabrae lo está pasando mal por la distancia con Alec. Espero que tengan una conversación en la que ambas estén abiertas a escuchar a la otra.
    - En cuanto al tema de la adopción de Sabrae quiero comentar algunas cosas. Está muy bien que siempre recalquen que Sabrae no es “la adoptada”, nunca sientan que Sabrae es diferente por ello, traten la adopción con normalidad... No obstante, el que Sabrae en algún momento se sienta así no significa que sea una desagradecida. Es un tema muy delicado y muchas personas adoptadas acarrean muchos traumas de abandono, aunque hayan sido muy felices y queridos por sus familias adoptivas y no hayan hecho nada “mal”. ((esto no lo digo por lo que le dijo Sabrae a su madre, eso estuvo muy mal y es evidente que fue en un momento de rabia, pero sé que en algún momento de la novela vas a tratar el tema de la adopción a fondo y creo que es prácticamente inevitable que Sabrae en algún momento se sienta así)).
    Con ganitas del siguiente cap <3

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