domingo, 2 de abril de 2023

Hijos de la mitología.


¡Toca para ir a la lista de caps!

 El momento en el que el avión de Alec abandonó la tierra y técnicamente él dejó de estar en la misma isla que yo fue igual de desgarrador que la primera vez. Pensar que le vería en menos tiempo del que tenía proyectado cuando me despedí de él a principios de agosto no me ayudó como debería, ni tampoco me consolé en pensar que pronto recibiría una nueva carta suya hablándome de todo lo que había hecho la semana anterior, ésa que se había convertido en un paréntesis en nuestra visita y de la que no habíamos hablado, demasiado ocupados como habíamos estado reconociéndonos con los labios y luego discutiendo con los corazones en la mano, ninguno de los dos deseando lo que yo quería provocar y él luchando por defendernos.
               Sentía que me estaban arrancando una parte de mí que yo misma había dicho que ofrecería en su momento, creyendo que el sacrificio merecería la pena y que no tendría miedo cuando vinieran a reclamarla. Sentía que me habían entregado un cuchillo oxidado y, sin mirarme a los ojos, me habían pedido me abriera el pecho en canal y dejara que la vida y el alma se me escaparan por allí.  Sentía el lazo que me unía a Alec tensándose y tensándose, una pregunta resonando en el hueco entre las estrellas, “¿por qué le ha dejado marchar otra vez?”. Sabía lo increíblemente afortunada que era de poder considerarme suya y a él llamarlo mío, y apostarlo todo para que pudiéramos crecer, arriesgándonos a hacerlo en distintas direcciones, ya no me parecía tan buena idea como lo había sido cuando lo había tenido delante. No podía ser tan fuerte ni tan valiente estando sola como cuando estaba con él, y dudaba de mi juicio cuando lo tenía delante, porque me sentía más grande, más poderosa, más invencible. Creía que no miraba a nadie de la forma en que me miraba a mí, y que jamás dejaría de hacerlo, cuando sus ojos se posaban en mí y me hacían sentir como si fuera la única chica del mundo. Luego él se iba y yo dejaba de estar embobada por su presencia y veía a todas las demás, ésas que se suponía que yo no debía de ver como competencia y que, a pesar de todo, eran amenazas para mí. La suerte que me había sonreído podía volverse igual de generosa con cualquier otra chica,  y dejarme en el más absoluto desamparo.
               La sensación que te embargaba antes de cruzar el océano en una travesía hecha con un pequeño velero no era igual cuando estabas en tu templo, encomendándote a tu dios y rogándole que fuera benévolo contigo, a cuando veías las nubes de tormenta oscureciendo un horizonte en el que ya no reinaba el sol. Anticipar un vuelo en el que harás paracaidismo no tiene nada que ver con ese tirón en el estómago que sientes cuando abren la puerta del avión y el viento te empuja hacia atrás antes de tratar de succionarte hacia afuera.
               Esto no iba a ser fácil. En agosto yo no contaba con que Perséfone estuviera allí, con él, haciendo que todo mi mundo se tambaleara y que lo que me había dicho en Mykonos y que yo había aceptado como una verdad insondable ahora fuera simplemente una teoría. Le había creído cuando me había dicho que no tenía nada de qué preocuparme con ella igual que la había creído a ella cuando me había dicho que no le devolvió el beso; le había creído cuando me dijo que por Perséfone no cogería un avión sin dudarlo como lo había hecho conmigo, ni se habría ofrecido a renunciar al voluntariado a pesar de que en tan solo un mes ya habíamos visto sus efectos beneficiosos en su alma, porque no preferiría estar con ella antes que allí. Pero conmigo sí. Le había creído, y todavía tenía esperanza de estar bien, porque todavía mi cuerpo olía a su piel y podía sentir la calidez de sus dedos acariciándome, sus labios besándome, o sus dientes mordiéndome mientras me recorría con dos manos que parecían un millar. Le había creído y lo hacía ahora y había conseguido estar tranquila en el viaje y permanecer entera para no hacérselo más difícil porque él era el viento en mis alas, las constelaciones guiándome, la sombra de consuelo en un día caluroso y la fuerza en mis piernas y brazos para seguir escalando.
               Pero sabía que el viento se acabaría, que el cielo nocturno se nublaría, que dejaría de haber sombras a mediodía y que terminaría cansándome si no paraba a retomar el aliento. Y, ¿cómo retomabas el aliento colgada de una pared totalmente vertical, cortada como a cuchillo? En julio me había permitido tener esperanza, confiar en que lloraría lo que necesitara y que no embotellaría mis emociones; decirme que sería capaz de distraerme y que, entre ataque de celos y ataque de celos, puede que me gustara imaginármelo aprovechando el permiso que yo le había dado y acostándose con otras… y pensando en mí mientras las tenía debajo.
               Y luego había llegado septiembre y me había hecho la gran putada de obligarme a despedirme de él sabiendo todo aquello, redescubriendo lo bien que sabían sus besos y… ansiando la sensación de tenerlo de nuevo en mi interior, sellando nuestra unión y haciéndome ver que allí, conmigo, entre mis brazos y también mis piernas, era donde se suponía que Alec debía estar. Sí, de acuerdo, amar es dejar libre y confiar en que volverán contigo, y yo confiaba en eso ahora más que nunca, pero…
               … quien haya abierto la puerta a un ser querido para dejarle que salga de tu vida sabe lo angustiosos que son esos segundos en los que él mira hacia afuera, donde brilla el sol y le espera todo un mundo de posibilidades.
               Imagínate si esos segundos resultan ser meses.
               Sí. Por eso me volví antes de que el avión terminara de levantar el morro, alzara el vuelo y dejara de estar en contacto con Inglaterra. Alec, de nuevo, ya no estaba en el mismo país que yo. Lo cual era horrible si partíamos de la base de que ni siquiera debería separarnos una cama.
               -No me he imaginado la última hora, ¿verdad?-preguntó Bey, que sí tenía los ojos fijos en el avión y en cuyos iris pude verlo surcando las nubes en dirección al atardecer. Un atardecer dolorosamente parecido a los amaneceres que me esperaban cada mañana. Al menos tenía el consuelo de que me daría un minuto de él cada día, manteniéndome al borde de la deshidratación hasta que regresara en Navidad. Ahora entendía la obsesión de todas las chicas Disney con diciembre: para todo lo que se hacía esperar, nunca duraba lo suficiente. Once meses añorándolo no compensaban el suspiro en el que lo disfrutabas-. Realmente ha estado aquí. Ha puto venido desde Etiopía. Y se ha vuelto a ir. Cualquiera a quien se lo cuentes te diría que le estás tomando el pelo.
               -Para estar enamorada de él, bien poca fe tienes en Alec, reina B-comentó Jordan, medio en broma, medio en serio.
               -Claro que ha venido-contestó Tam-. ¿Cómo no iba a venir? Es de Alec de quien estamos hablando. Scott y Tommy tienen muchísima suerte de que no sepa cantar. Deberían pagarle una renta cada mes por no haberse presentado contra ellos al concurso y permitirles tener una carrera. Como si Inglaterra necesitara más niñas desconsoladas por alguien de nuestro grupo-suspiró con teatralidad y Jordan se rió.
               -Alec tampoco canta tan mal.
               Tam lo miró.
               -Ni bien tampoco.
               -Yo le he escuchado cantar con música y no lo hace mal-dije, observando el tráfico de nuevo. No iba a permitir que se metieran con mi chico ahora que no podía defenderse; daba igual que fuera por iniciativa propia o que se dispusiera a abandonar el espacio aéreo británico.
               Recordé un día en el que estábamos preparándonos para ir al cine a ver una reposición de Los Juegos del Hambre con la que había estado dándole la tabarra casi dos meses (el tiempo desde que la anunciaron) y para la que me estaba maquillando a conciencia, pues teníamos planeado salir a cenar justo después y estábamos echando cuentas de sitios a los que ir.
               -La cena la pago yo-dijo él.
               -La pagamos a medias.
               -La pago yo, Miss Feminismo 2035. Tú has pagado las entradas.
               -Bueno, entonces, ¿elijo yo el restaurante?
               -Claro. Seguro que vas a ser tan zorra como para reservar en un tres estrellas Michelín sólo para darme una lección, ¿a que sí?
               -Cómo me conoces, mi amor-había ronroneado, girándome para tirarle un beso y guiñarle el ojo-. O, si lo prefieres, podemos quedarnos al maratón que van a hacer después, nos atiborramos a palomitas y salimos de fiesta cuando terminen las pelis. ¿Qué te parece? Si quieres, puedes pagar las palomitas. Digo, para que no te sientas castrado, ni nada de eso.
               -¿Con lo caras que están?
               -¿No se supone que los novios tenéis que consentir a vuestras novias?
               Alec me había puesto los ojos en blanco, había levantado la mano y había toqueteado la pantalla de su móvil hasta que encontró la canción que buscaba: Smoking out the window, de Silk Sonic.
               Y, cuando llegó a la parte por la que yo estaba esperando, bramó:
               -THIS BITCH GOT ME PAYING HER RENT, PAYING FOR TRIPS. DIAMONDS ON HER NECK, DIAMONDS ON HER WRIST. AND I’M HERE, ALL ALOOOOOOOOOOOOOOOOOONEEEEEEEEEEEE-baló, dejándose caer boca arriba en la cama y abriendo los brazos dramáticamente, y yo me reí.
               -Alec, ¡literalmente vamos a estar juntos el día! ¿Qué es eso de que estás tan solo?
               -¿Te crees que no me he dado cuenta de que no has tenido tiempo de depilarte el coño y estás tratando de entretenerme porque no quieres follar? Que no soy tonto, niña. Y a mí no me importa que estés en modo jungla amazónica. ¿Por qué no podemos volvernos derechitos a casa después del cine?-lloriqueó, y yo me había vuelto a girar para mirarlo y sonreírle.
               -Porque lo haces con más ganas cuanto más tiempo llevas cachondo.
               -Joke’s on you, Sabrae. Llevo cachondo desde que me levanté.
               -Qué novedad-me había lanzado el cojín y yo chillé-. ¡Como me tuerza con el eyeliner, verás!
               Y, bueno, aunque veía un poco complicado que Alec ganara ningún Grammy a mejor vocalista de su generación (después de todo, su generación estaba un poco plagada ya de estrellas), sí que creía que sus amigos le daban menos reconocimiento del que se merecía. No sonaba tan mal, después de todo. No molestaba cuando hacía esas cosas, y lo que le faltaba de ese control de voz y rango vocal que a mi hermano le sobraba, lo compensaba con creces poniéndole sentimiento y entusiasmo. Parte de por lo que me había gustado tanto el concierto de The Weeknd al que habíamos ido en Barcelona había sido, precisamente, por cómo se había desmelenado y se había puesto a cantar a gritos, ya sin importarle absolutamente nada más que demostrarle a Abel que se sabía sus canciones de pe a pa.
               Además, no eran pocas las veces en que me había agarrado de la cintura y me había canturreado al oído el primer verso de Lost in the fire, “I wanna fuck you slow with the lights on", cuando me había visto más guapa de lo normal… lo cual me había sonado genial.
               Supongo que yo no era nada objetiva con él, pero la música va sobre todo de sentimientos. Así que no toleraría ningún tipo de crítica hacia mi chico; menos aún después de lo que había hecho.
                Tam rió con sorna, jugueteando con una de sus trenzas.
               -¿Cómo de alta estaba la música en esas situaciones y cuánta ropa llevaba él?
               -No voy a dignificar tu pregunta con una respuesta-respondí, altanera, aunque me costó un poco no seguir mi primer instinto y ponerme a la defensiva con ellos: a ninguno de sus amigos le cabía en la cabeza los problemas de autoestima que tenía Alec, pues todos le veíamos como realmente era y no como él se percibía; y, sin embargo, tampoco eran conscientes del gran papel que jugaban en los continuos desprecios que se hacía a sí mismo. Sí, vale, no lo hacían con mala intención ni mucho menos, y puede que la manera de quererse en su grupo de amigos fuera tomándose el pelo, pero yo sabía, aunque él jamás lo hubiera verbalizado, que una parte de esas bromas se le clavaban en la piel como dardos venenosos que le emponzoñaban los poros.
               Tendría tiempo de sobra para ocuparme de los amigos de Alec y de cómo le tomaban el pelo durante este año. Ahora me sentía demasiado vacía para pelearme con ellos; además, el hecho de que Al hubiera tenido que venir desde tan lejos para convencerme de que no le dejara no me dejaba en una posición muy buena para hacer de brújula moral. Si se había tomado tantísimas molestias había sido por mí, y no por Jordan, Tam o Bey: por supuesto que lo haría también por ellos, pero todos sabíamos quién era la culpable de que Alec se hubiera jugado su permanencia en el voluntariado esa noche.
               -Es increíble lo loco que está por ti-me dijo Bey, sus ojos aún en el cielo, escrutando el avión mientras éste se dirigía con decisión a unas nubes hechas de algodón de azúcar. Sólo cuando despareció entre ellas se animó a, por fin, soltar a Alec y bajar la vista hacia mí-. Si no fuera mi mejor amigo y pudiera ver lo feliz que le haces, me estaría muriendo de celos por lo muchísimo que te quiere.
               -Lo haría por todos nosotros-le defendí, no con la intención de quitarle méritos a lo que había hecho, sino… porque era verdad, y necesitaba que ellos lo supieran.
               -Pero acaba de hacerlo por ti-replicó ella, y con una última mirada hacia el horizonte, se tiró de los bordes de la cazadora vaquera que Jordan le había prestado y se giró para volver al coche. Parecía incluso más reticente que yo a aceptar que Alec hubiera vuelto a marcharse, y eso que ya era decir.
               Soltar a Alec, reflexioné mientras me subía al asiento trasero del lado del copiloto en el coche de Jordan. Los asientos traseros iban muy vacíos ahora que Alec ya no estaba ocupando el contiguo al mío, y dejando caer una mano allí donde antes había estado su cuerpo no pude evitar sentir la calidez de él reconfortándome, a pesar de que era imposible que su huella perdurara tanto en el tiempo. Me pregunté si Bey habría dejado que Alec se marchara si hubiera sido ella la que tuviera el poder de pedirle que se quedara, y me descubrí sospechando que, de haberle querido como él lo necesitaba en el momento en que lo necesitaba, todo sería muy diferente. Alec era de los que quería con locura hasta el final, sin importar las consecuencias ni a qué tuviera que renunciar para mantener las promesas de unos “para siempre” que iban completamente en serio para él, así que, de haber conectado con Bey como lo había hecho conmigo, seguramente jamás se hubiera planteado siquiera ir al voluntariado. Ella le habría querido como se merecía desde el principio, y le habría hecho caminar por el mismo sendero por el que le hacía caminar yo.
               Ella le habría acompañado por el sendero hasta el final, mientras que yo… yo se lo había mostrado y le había convencido de que lo anduviera él solo cuando me había visto incapaz de impedir que se marchara, porque mi conciencia, aparentemente, era más fuerte que mi amor por él. Sí, era mucho lo que podríamos aprender de su voluntariado y de este tiempo que pasaríamos separados, pero, ¿merecía la pena echarlo de menos y arriesgarme a perderlo porque, como había dicho Fiorella, las relaciones sanas son las que se permiten libertad de crecimiento, y si perduran es simplemente porque coincide que ambos crecen en la misma dirección? Me había dado mucho miedo que mi relación con Alec no fuera sana, pero ahora me daba cuenta de que prefería que no fuera sana a que no fuera en absoluto.
               Me la sudan las pajas mentales que tienes pensado hacerte. Mientras tú me sigas queriendo, no voy a aceptar que me dejes y punto. Todo lo que me había dicho con eso…  que no había nada que pudiera hacer para que él aceptara que yo le dejara. Ningún argumento con el que convencerlo. Sólo que le dijera que no le quería, y no había más que ver que se me ponía la carne de gallina con simplemente tenerlo cerca, anticipando sus dedos, sus labios, sus caricias, sus besos.
               Tenía que admitir algo: le había enseñado demasiado bien. Le había mostrado todos mis puntos débiles, confiando en que no sólo no los usaría, sino que los protegería, y él… él los estaba protegiendo. Los usaba y los protegía a la vez, como si fueran un escudo hecho de cristal.
               De cerámica.
               Con kintsugi.
               No quiero que el voluntariado me cueste lo que más quiero en la vida y por lo que más voy a luchar.
               Tomé aire y lo solté despacio. Sí, puede que tuviera razón. Puede que con Bey hubiera recorrido un camino mucho más sencillo para ambos, puede que sus experiencias fueran diferentes, puede que el sol estuviera brillando ahora mismo sobre un Alec que seguía siendo completamente inglés… o que, por lo menos, permanecía en nuestra tierra y estaría a punto de empezar la universidad.
               O puede que no. Puede que la disposición de las estrellas fuera invariable, y elucubrar sobre lo que podía ser y no era no sirviera para más que para torturarnos. Te mereces a alguien mejor que yo, pero me quieres a mí, y yo te quiero a ti, y a mí con eso ya me basta para ir a la guerra si hace falta.
               Si alguien intenta meterse entre nosotros, lo mataré. Te lo juro por lo que más quieras, Sabrae. Lo mataré.
               Nadie va a apartarte de mi lado. Y puedes apostar a que tampoco lo vas a hacer tú.
               El platino se confunde con la plata, pero el oro no puede confundirse con nada.
               Le había prometido que le esperaría, que le sería fiel, que no miraría a otros. Lo que no le había prometido explícitamente era que no miraría a otras, aunque creo que ambos lo entendíamos incluido en mi promesa de que no haría nada con nadie porque no me apetecería, pero creo que no habría estado de más decírselo. Sobre todo, porque en esas “otras” también entraba yo: una versión de mí apagada, triste y desanimada en la que no había apenas esperanza que rascar.
               Sentí un suave tirón dentro de mí que no me llevaba en ninguna dirección y en todas a la vez. Ya había notado esa llamada silenciosa más veces, y no pude evitar levantar la vista y mirar a Bey.
               Y me compadecí de ella porque, de acuerdo. En otro mundo, Bey y Alec serían una pareja ideal, ella no tendría que preocuparse de Perséfone y yo no haría nada distinto a ser incapaz de tolerarlo, como había pasado hasta que nos habíamos besado y yo había descubierto de qué hablaban todas las historias de amor cuando mi experiencia anterior hacía que todo apuntara a que exageraban sin ningún pudor. Mi vida sería mucho más sencilla porque él apenas pasaría por casa ahora que Scott no estaba en ella, y no había nada que le atrajera ya de mi hogar.
               Pero también sería más triste. Más triste, más oscura y más fría porque jamás sospecharía qué era lo que Bey tenía con él ni la fuerza del amor que él podía profesarte, los sacrificios que era capaz de que estuvieras dispuesta a hacer por él sin tan siquiera tener que pedírtelo. No sabía cómo sería querer hasta el punto de estar dispuesta a no tener ningún tipo de contacto físico con otras personas, a pesar de adorar el sexo como lo hacía, porque, si no era con él, no tenía ningún sentido ni nada que me atrajera.
               No sabría lo que sería vivir un amor dorado ni sentir que todas las historias épicas de amor tomaban vida en mí, en Alec. No sabría lo que sería sentir que la mitología no eran historias que se contaban alrededor de hogueras en festivales que daban gracias a seres inexistentes a los que se achacaban los fenómenos cíclicos de la naturaleza, sino las verdades que habían conseguido sobrevivir al paso de los milenios. No sabría comprender por qué los dioses se mezclaban con mortales y estaban dispuestos a renunciar a las nubes con tal de ser plenamente felices en el polvo.
               No sabría apreciar el dorado. No sabría apreciar la luz del sol. No sabría apreciar los dones de los elefantes, ni tampoco el valor de la primera inicial del alfabeto, colgando de mi cuello en una fina cadena de platino, porque no le tendría. No sabría lo que se sentía cuando tu novio, tu mejor amigo, tu amante, tu alma gemela, te llamaba en silencio a seis mil kilómetros de distancia y tú lo sentías en tu pecho como si estuviera poniéndote una mano sobre él, igual que hacía cuando estabas desnuda a su lado, en la cama, y él te palpaba el pulso, te miraba a los ojos y te decía “no puedo creer que esto sea por mí” cuando notaba el efecto que tenía en ti.
               Sana o tóxica, inevitable o fortuita, presente o a distancia, prefería mil veces ser yo la que disfrutara de Alec a que lo hiciera cualquier otra.
               Prefería mil veces ser la Sabrae de Alec a serlo de ningún otro. Aunque ese otro no me dejara sola durante un año, ni me hiciera volverme consciente del cúmulo de circunstancias que eran necesarias para que las cosas salieran como salían, ni dejara de volverme insegura.
                Por supuesto, que decidiera apreciar la suerte que tenía en comparación con Bey no hacía que dejara de sentir pequeños remiendos en las costuras de mi corazón. Todo sería mejor si Alec no hubiera querido irse, pero así había sido y yo respetaba su decisión. Respetaba que quisiera ser mejor y descubrirse a sí mismo, y adoraba que estuviera dispuesto a renunciar a todo eso simplemente porque yo no estuviera mal. Porque, sí, todos teníamos muchísima suerte de que Alec estuviera en nuestras vidas y nos quisiera. Todos teníamos la suerte de poder contar con él en las malas y en las peores, pero… yo tenía algo con lo que ninguno de los demás contaban. Todos terminarían encontrando su pareja más tarde o más temprano, y las parejas siempre terminaban alejando un pelín a los amigos, siquiera unos milímetros. Y Alec lo aceptaría, porque era ley de vida y porque la pirámide de prioridades siempre cambia cuando encuentras a tu media naranja. No rechistaría y sonreiría cuando se quedara en un segundo lugar con Bey o con Jordan en detrimento de las personas a los que ellos eligieran para compartir sus vidas; lo mismo le había sucedido ya con Eleanor y Scott, con Layla y Diana y Tommy, con Karlie y Tam, y, por supuesto, con Bella y Max.
               Lo aceptaría con todos salvo conmigo. Yo era lo innegociable para Alec. Yo era lo que él jamás dejaría que se alejara un solo milímetro. No había vuelos lo suficientemente largos, muros lo suficientemente altos ni obstáculos lo suficientemente duros que Alec no estuviera dispuesto a coger, escalar, a superar.
               Eres mía, me había rugido al oído mientras me follaba en Mykonos, grabándomelo en el cerebro y también en la piel, en el cuerpo, anclándomelo en la entrepierna para que de allí empapara todo mi ser. Y yo soy tuyo. Perséfone no es nada comparada contigo. Ni Perséfone, ni Bey, ni Diana, ni ninguna otra. Me habían elegido a mí para estar con él, a mí para satisfacerlo, a mí para completarlo. Me habían entregado a un dios cuando a las demás les daban simples mortales; por eso mi penitencia y mi lucha por él había de ser mucho más dura.
               Pero lo merecía. Vaya que si lo merecía.
               No va a ser fácil, me había dicho una vez, cuando empezó a plantearse en serio el quedarse. Nunca lo es, le había respondido yo, acariciándole el mentón, pero lo conseguiremos. Tú y yo. Los dos juntos.
               Así que miré al cielo y sonreí. Nos vemos, hubby, pensé, proyectando mi voz hacia el cielo, confiando en que Alec me escucharía aunque ni siquiera hubiera hablado en voz alta. Me tocaría luchar sola hasta casi desfallecer, pero sabía que, cuando estuviera a punto de perder el aliento, me bastaría con imaginármelo a mi lado, dándome fueras, convenciéndome de esas cosas que me dijeran mis seres queridos o mi psicóloga y que yo no me creería hasta que no me las dijera él.
               Éramos de la nueva generación de dioses. ¿Acaso no debíamos pasar nuestra propia Odisea?
 
 
Las chicas sonrieron con maldad cuando me vieron aparecer a la carrera por la esquina del parque, achacando mi retraso a cosas que nada tenían que ver con mi auténtica realidad. No estaban al corriente de lo que había pasado la noche anterior: después de volver a casa con Jor y las gemelas, me había subido directamente a mi habitación, me había desnudado y me había metido en la cama, que a pesar de no haber sido utilizada por Alec, conservaba un poco de su olor, lo que me ayudó a conciliar un sueño que necesitaba mucho… y en el que, por descontado, me reuní con él. Ni siquiera había cenado de las ganas que tenía de meterme en la cama, lo cual también me había evitado la tensión de tener que comer frente a mi madre, cuya hostilidad, por suerte, no atravesaba las paredes, pero sí se las apañaba para reptar por debajo del hueco de la puerta de mi habitación. Aun estando avergonzada con cómo había afrontado la situación de pelearme con ella delante de Alec y sabiendo que tenía que pedirle perdón por cómo me había comportado y lo injusta que había sido, no me veía aún con fuerzas de ir a verla y mantener esa conversación que ambas sabíamos que nos debíamos.
                Estaba cansada de cargar el peso del mundo sobre los hombros, y, por muy egoísta que eso me volviera, necesitaba que, por una vez, mamá me permitiera ser una quinceañera desobediente y respondona que no mide las consecuencias de sus actos, en lugar de la señorita empática y consciente de que vivía en sociedad incluso en su casa, por lo que debía comportarse como tal y tener la educación y el respeto que se les exige al resto de seres humanos, que ella había criado. Todavía me afectaba demasiado pensar en mi novio, en lo que había estado a punto de hacer y en el tiempo que faltaba para verlo: mucho menos de aquel con el que había contado en un principio, sí; pero, por descontado, más del que podría soportar, ahora lo sabía.
               Suerte que tenía a mis amigas para distraerme y más que dispuestas a ello; bien por el amor que me profesaban, o bien por el miedo que le tenían a Alec y a sus amenazas. Habíamos tenido bastantes problemas en nuestro círculo por su culpa, y yo con él por culpa de mi círculo, como para tomarnos a broma las cosas que él prometía cuando se trataba de mí. Más aún cuando eran malas.
               -Siento el retraso, chicas-dije. Habíamos quedado hacía quince minutos en el puesto de gofres del parque, al que acudíamos religiosamente cada año para iniciar nuestro día de compras de material escolar. Le había echado el ojo a unas cuantas agendas en el centro con las que tenía pensado organizar mi vida en torno a la vuelta de Alec en Navidad, y necesitaba más que nunca despejarme vaciando la cartera y llenando el escritorio con bolígrafos monos, estuches de colores y agendas que me solucionarían la vida un año más-. ¿Aún no habéis pedido?
               -Estamos esperando a que haya menos cola-explicó Momo.
               -Menos mal-se burló Kendra, como si no hubiera preguntado por qué la mesa estaba vacía, mientras me inclinaba a darle un beso en la mejilla a Momo, y luego a Taïssa, y luego a ella-. Llevábamos quince años esperando a que lo reconocieras, pero, ¿que lo reconozcas y encima nos pidas perdón? Creo que eso se merece un extra de sirope de caramelo.
               -¡A ti te parece que todo se merece un extra de sirope de caramelo!-se rió Taïssa mientras yo me sentaba en la silla que me habían reservado y cogía la carta plastificada, como si no supiera de sobra lo que iba a pedir: gofre con sirope de Nutella. Dos gofres, para ser más exactos. Extra crujientes por fuera y extra mulliditos por dentro. Mm.
               -¿No vas siquiera a decirnos por qué has llegado tarde? Somos tus amigas-me recordó Momo-. Sabes que no te juzgaremos si se te ha ido el santo al cielo metiéndote los dedos hasta el codo.
               -Pues no, lista-dije, cerrando la carta y golpeándole en la cabeza con ella. Momo se rió-. No he hecho nada esta mañana.
               -Oh, oh. Alguien agotó la batería de su vibrador inalámbrico anoche y se olvidó de ponerlo a cargar de madrugada-se burló Kendra, y la fulminé con la mirada.
               -Que haya llegado tarde no tiene nada que ver con mi vida sexual. Aunque, por si no lo sabíais, soy perfectamente consciente de mantener las manos quietas si así lo requiere la situación-dije, muy digna, levantando la mandíbula como una marquesa que se sabe con información que hará que sus amigas duquesas estén dispuestas a intercambiarse los títulos con tal de hacerse con el jugoso cotilleo.
               -Y dinos, Saab, ¿la situación tiene algo que ver con que Alec esté lejos de aquí?-preguntó Taïssa, aleteando con las pestañas mientras anclaba los codos en la mesa y me taladraba con la mirada. Se había puesto las trenzas de un color lavanda iridiscente que cambiaba al azul eléctrico con efecto del sol, y que harían juego con el uniforme del instituto cuando nos lo tuviéramos que poner la semana que viene. Como siempre, Taïs iba un paso por delante de todas nosotras en lo que a preparación se refería… y eso que yo era la reina de la planificación.
               -Pues es gracioso que lo comentes, querida, porque tengo algo que contaros-respondí, dejando la carta frente a mí y alisándola contra la mesa de metal. Vi que la cola iba avanzando poco a poco, pero aun así, todavía nos faltaría un rato antes de que pudieran atendernos, así que me daría tiempo de sobra de chulearme por tener el mejor novio del mundo.
               -¿Y qué es ese algo?-preguntó Momo, inclinándose hacia mí. Sonreí.
               -Cuando os lo cuente, lamentaréis profundamente haberos reído de mí.
               -¿Y lamentarás tú tenernos en ascuas?-gritó Kendra-. ¡Me va a dar algo! ¡No puedes jugar con nosotras de esta manera cuando estoy sin desayunar! Seguro que esto viola alguna convención de derechos digestivos, o algo así.
               -Es que es divertido desesperaros.
               -Saab, en serio, dínoslo ya o haré que Kendra te pegue-amenazó Taïssa.
               -Y no tendrá que insistirme mucho para que lo haga-añadió Ken. Sonreí, cogí una servilleta y me tomé mi tiempo limpiándome la frente, por la que notaba unas perlitas de sudor deslizándose. Había corrido para no llegar aún más tarde, ¿y ni siquiera me agradecían el gesto o me daban pie a explicarme?-. Ay, por Dios. Momo, dile algo. Me está cabreando.
               -Saab-pidió Momo, y yo sonreí.
               -Alec vino a verme-revelé por fin, esperando abrir la caja de Pandora, que se pusieran a chillar porque no pudieran creérselo, o que se lo repitiera, o que era increíble la suerte que tenía teniendo un novio bueno, guapo, alto, que estaba cañón y que encima tenía facilidad para coger aviones.
               Nada de eso pasó.
               En su lugar, Taïssa y Momo esbozaron sendas sonrisas oscuras… y Kendra chasqueó los dedos y golpeó la mesa con el puño.
               -¡Mierda!-protestó, antes de clavar los codos en los bordes de la mesa y hundirse los dedos en el pelo. Me la quedé mirando.
               -¿Cómo que “mierda”?
               -Pagas tú el desayuno, Ken-canturreó Taïssa-. Creo que, en lugar de un cacao, me voy a pedir un señor batido. De esos que te dan diabetes sólo de verlos en foto.
               -¿Y sigue en Inglaterra?-preguntó Momo, inclinándose hacia mí.
               -Eh… ¿habéis oído lo que acabo de decir? Mi novio, que está haciendo un voluntariado a seis mil kilómetros de aquí, ha venido a verme.
               -Ya, pero yo quiero saber si se ha ido o se ha quedado para saber quién paga la comida.
               Las miré a las tres: Taïssa sonreía con maldad mientras escudriñaba los batidos, Kendra se había reclinado en la silla con los brazos cruzados y gesto ceñudo, y Momo esperaba a que le diera una información que ni siquiera sé por qué me pedía para decidir si se alegraba o no de que Alec hubiera hecho acto de presencia en Inglaterra.
               -¿A qué viene todo esto? ¿Qué es lo que está pasando? Estoy perdidísima. ¿Por qué os estáis comportando de una forma tan rara?
               -Venga, Saab, ¿en serio te sorprendió que Alec viniera?
               -Eh, ¡¿sí?!  ¡Está haciendo un voluntariado a nueve horas en avión!
               -¡Pero es Alec!
               -No podía venir hoy, no. Tenía que hacerme perder la puta apuesta y coger el primer avión-gruñó Kendra.
               -¿Apuesta? ¿Qué apuesta?
               -¿Se ha ido sí o no?
               -Es evidente que sí; si no, ahora mismo estaría follándoselo, en lugar de haciéndonos perder la oportunidad de comernos unos buenos gofres.
               Ahora Taïssa me miraba con interés por encima de la carta, una ceja alzada que, sabía, en cuanto cumpliera los dieciocho se teñiría de los mismos colores que las trenzas que luciera en cada momento. No estaba muy segura de si la idea me parecía una genialidad o una extravagancia.
               -En el primer avión que salía de vuelta. Sólo pudimos estar juntos un par de horas.
               -¡PERO QUÉ ROMÁÁÁÁÁÁÁÁÁÁÁÁNTICO!-bramó Taïssa, y Momo sonrió y la miró.
               -Pagas tú la comida. Te dije que lo convencería para que se fuera.
               -Jo, es tan bonito que ni siquiera me importa el dinero que me va a costar. Pero, ¡qué bonito!-chilló, subiendo la voz varias octavas y dando saltitos en el asiento. Momo sonrió y me dio un toquecito en la pierna con la suya.
               -Siempre me haces ganar, Saab. Cómo se nota que soy tu preferida-comentó, guiñándome un ojo. Yo no entendía absolutamente nada: se estaban comportando como si…
               … como si supieran que Alec iba a venir. Como si lo esperaran. Como si no fuera algo sorprendente los extremos hasta los que él estaba dispuesto a llegar por mí.
               -¿Podéis explicarme por qué yo no me esperaba que mi novio viniera a verme y vosotras sí?-protesté-. ¡Me habéis robado mi momento de gloria! ¡Hablad!
               -Oh, venga, Saab. Era evidente que Alec vendría a poner orden si se enteraba de la situación-comentó Kendra, incorporándose ahora que la cola se había reducido considerablemente-. Voy a ir a pedir, pero ni se te ocurra decir nada hasta que yo vuelva, ¿vale?
               -¿Qué puedo decir que vosotras no sepáis?
               -¿Os acostasteis?
               -No.
               -Pobrecito.
               -¿Cómo que “pobrecito”? ¿¡Y yo qué!? ¡Soy una bomba de relojería hormonal, soy yo la que se merece comprensión teniendo en cuenta mi pésima vida sexual!-grité, quizá un pelín demasiado alto para un lugar atestado de gente, familias incluidas. Pero me daba igual. ¿Cómo era posible que mis amigas no reaccionaran volviéndose locas ante la noticia de que Alec se había enterado de mis planes desquiciados y hubiera decidido tomar cartas en el asunto?
               -¿Se hace nueve horas de avión para estar un par de horas contigo y tú no tienes la decencia ni de abrir las patas aunque sean cinco minutos?-Kendra arqueó las cejas-. Dime que al menos se la chupaste.
               -Fijo que él no se dejó-respondió Taïssa, jugueteando con la carta-. Le habrá dicho algo como que necesitaría toda la noche para estar con ella, y para quedarse con las ganas, preferiría no hacer nada y pillarlo con más ímpetu más adelante, ¿verdad?-preguntó, aleteando con las pestañas en mi dirección-. Dime que sí. Tengo a Alec en un altar, no puedo permitirme que me lo bajes de ahí.
               -¿Es que tenéis una cámara oculta colocada en mi habitación o qué pasa?
               -Así tenemos pensado pagarnos la universidad-sonrió Momo-: subastando vuestros vídeos sexuales al mejor postor.
               -Tranquila, PornHub está descartado. Pagan muy mal, nos hemos informado-dijo Kendra, y echó a andar en dirección al mostrador. Tendió un par de billetes de diez libras, recogió el cambio y trotó a sentarse de nuevo con nosotras mientras preparaban nuestro pedido.
               Las miré de hito en hito, sin poder creerme que no fuera a tener mi catarsis de información con mis amigas porque ellas ya conocían a mi novio mejor que yo.
               -¿Cómo sabíais que iba a venir si ni yo misma lo sabía?
               -Sabíamos que Jordan lo había llamado por teléfono cuando fuimos a verte-explicó Taïssa, y Momo suspiró en actitud soñadora:
               -Ay, Jordan… qué hombre.  
               -Así que el que Alec viniera a hacerte entrar en razón era cuestión de tiempo.
               -Aunque fue divertido insultarte por ser gilipollas y querer dejarlo. Claro que igual deberíamos haberte convencido de que lo dejaras para liarnos alguna de nosotras con él-meditó Kendra, agachando la cabeza.
               -¡No seas boba! Alec jamás intentaría nada con nosotras. Está enamorado de Saab, y las amigas de la novia son intocables para los hombres.
               -No para todos; recuerda que Rue ya no se habla con Kimberly porque lo pilló besándose con su novio en la feria de verano.
               -He dicho hombres, no chicos. Y estoy siendo generosa llamando “chico” al ex de Rue. Saab sale con un hombre como Dios manda. Nosotras no existimos para él.
               -Para hombre como Dios manda ya tenemos a Jordan-rió Momo-. Oye, Saab, te viene pronto la regla, ¿no? ¿Podemos ir a casa de Alec a cuidarte y, de paso, ver a Jordan cuando te venga a traer bombones? Igual puedes convencerlo de que se quede a ver una peli de miedo con nosotras. Ya tengo una lista con las películas más terroríficas de todos los tiempos según la crítica.
               -No me apetece ver una peli de miedo mientras se me destruye el útero sólo para que tú te frotes contra Jordan como una gata en celo, Amoke.
               -Oh, no te preocupes: ni siquiera hace falta que estés.
               -Sabes que está medio saliendo con Zoe, ¿verdad?
               -Bueno, pero Zoe está muy lejos y yo estoy muy cerca.
               -Y muy ofrecida-rió Kendra, y Taïssa se unió a ella.
               -Ya, pero él no pilla las indirectas. A veces pienso que es tonto. ¿Será que me pongo sujetadores con poco relleno?
               -Amoke, en serio, no te acerques a Jordan. Déjamelo tranquilo, que bastante tiene con lo que tiene como para que encima te dediques a acosarlo sexualmente.
               -¡No es acoso sexual si a él le gusta!
               -¡Amoke!
               -¡He visto cómo me mira! ¡Le gusto! ¡Me responde a todos los memes que le mando!
               -¿¡LE MANDAS MEMES A JORDAN!?
               -De cocodrilos en situaciones aleatorias, tranquila. Y le hacen gracia. Lo estoy conquistando con vídeos de caimanes subidos a tejados.
               -¿Cómo harán para subirse ahí?-preguntó Ken, y Taïs se encogió de hombros.
               -No tengo ni la menor idea.
               -Amoke, te lo digo en serio: aléjate de Jordan.
               -¿Por qué?
               -¡Porque él es un cacho de pan y tú eres una lagartona!
               -Pues tiene pinta de que a él le molan los lagartossssss-siseó, sacándome la lengua-. Al último vídeo de cocodrilos que le envié, me respondió con siete emojis riéndose. ¿Me habría mandado siete emojis riéndose si no le gustara hablar conmigo? Yo diría que no. Me clavaría un visto y punto. O me mandaría tres, no siete. Éste es listo y sabe que estoy a punto de pegar mi explosión de pubertad y se está preparando el terreno; lo que no sabe es que lleva con la pista de aterrizaje despejada para él y yo tengo los flaps  desplegados para cuando le apetezca darse un paseíto-me guiñó el ojo, sonriendo-. ¿Lo pillas? Porque quiere ser piloto.
               -Lo pillo.
               -Y básicamente me muero porque me dé un buen meneo.
               -Eso también lo había pillado, Amoke.
               -Bof, qué hombre, en serio, me pongo mala. ¿Me dejas que me conecte a tu cuenta de la app de la regla para saber cuándo te baja y acampar en tu casa?
               -Pero, ¿de qué clase de centro psiquiátrico te has escapado tú, so loca?
               -¡Sabrae!-protestó, pegando un manotazo en la mesa-. ¡No a todas se nos plantan los maromos en la puerta de casa y nos juran amor eterno! ¡Algunas nos tenemos que currar que cojan aviones por nosotras! ¡HAZ EL FAVOR DE SER UNA BUENA MEJOR AMIGA Y DAME TU CONTRASEÑA DE LA APP DE LA REGLA! ¡ES UN ASUNTO DE VIDA O MUERTE!
               Me estaba dando un poco de miedo ver a Momo en ese plan, así que le pasé mi móvil.
               -Toma, copia mi calendario del último año y deja que la app haga las predicciones, pero no te me sincronices, a ver si se me van a borrar los datos.
               Momo cogió el móvil mientras Taïssa se inclinaba hacia delante.
               -Bueno, ¿cómo fue todo? Cuéntanos. Con todo lujo de detalles. No escatimes en nada. A diferencia de Momo, yo me conformo con suplir el vacío de mi vida sentimental regodeándome en lo plena que es la tuya, Saab.
               -Presiento que a mí, lo que va a pasarme, es que se me cerrará el coño-suspiró Kendra, y le sonrió con amabilidad a uno de los camareros cuando nos trajo nuestros gofres. El pobre chico se marchó sacudiendo la cabeza y aguantándose la risa a duras penas. Ken arrancó un pedacito de gofre con los dedos, lo mojó sobre el sirope y se lo metió en la boca.
               -Pues estaba súper enfadado conmigo, me gritó bastante al principio, aunque no fue nada maleducado ni nada… bueno, quizá un poco sí, pero la ocasión lo mere…
               -No, no; desde el principio. ¿Dónde os reunisteis? ¿Te esperaba en el salón? Sé que no te abrió la puerta porque no lo vimos cuando te dejamos ayer en casa.
               -Eh… estaba en mi habitación. Fue bastante gracioso, en realidad, porque mis padres estaban desesperados porque yo subiera al piso de arriba y lo viera, pero yo no pillaba las señales y me fui a hablar con mi madre.
               -¿Qué llevaba puesto?
               -Eh… no me acuerdo ahora mis…
               -Sabía que se lo ha follado nada más verlo. Jodida mentirosa-Kendra chasqueó la lengua.
               -¿Para qué le metes los síntomas a la app, tía?-preguntó Momo, frunciendo el ceño-. ¿Sabes que no sirve de nada y que las predicciones las hace en base a los días que hayas marcado, verdad?
               -No le meto los síntomas, Momo; mi hermana se cuela en las cámaras de seguridad de Buckingham por deporte, ¿crees que no me ha explicado cómo funcionan las apps de la regla?
               Momo levantó la mirada.
               -Entonces, ¿qué son los puntitos grises que hay en casi todos los días desde hace casi un año?
               Me puse roja como un tomate y Momo, por fin, chilló como yo me esperaba que chillaran todas cuando les dijera que Alec había venido a visitarme.
               -¡A ver!-gritó Kendra, poniéndose en pie rápidamente y extendiendo las manos para que Momo le diera mi móvil. Yo no sabía dónde meterme, en serio. Kendra abrió muchísimo los ojos y la boca, y Taïssa cogió el móvil y la imitó.
               -¡SABRAE! ¡¿Y te extraña que Alec venga corriendo a tratar de conservarte?!
               -¡No digas eso, Kendra! ¡Ha venido porque la quiere!
               -¡Joder, yo también la querría si me dejara la agenda sexual completamente saturada!
               -¡A VOSOTRAS LO QUE OS PASA ES QUE OS COME LA ENVIDIA! ¡DEVUÉLVEME MI MÓVIL! ¡NO PIENSO CONTAROS NADA MÁS EN MI VIDA!-ladré, levantándome y recogiendo mi teléfono de muy malos modos. Estuvo a un tris de caerse al suelo, pero lo sujetaba con tanta fuerza que lo retuve con tan solo dos centímetros de contacto.
               -Dios, Saab, perdona, pero…-Taïssa empezó a reírse-. No me extraña que te vuelvas tan loca hasta el punto de querer dejarlo si has pasado de mil a cero en dos segundos.
               -Es imposible que el sexo heterosexual sea tan guay para que te guste tanto-Kendra sacudió la cabeza-. O sea, sí, vale, masturbarse mola y tal, pero…
               -Ken, éste es un espacio libre de slut shaming-le recordó Taïssa, dándole unos golpecitos en la rodilla.
               -¿Tus dedos te comen las tetas mientras te miran a los ojos y te dicen que eres una zorra que folla de puta madre, Kendra?-pregunté, envalentonada, y Kendra abrió muchísimo los ojos-. Pues eso.
               -¿Me dejas hacerle una captura a tu calendario de polvos para dejársela a Jordan en el cobertizo con una notita de “estos podríamos ser nosotros, pero eres tonto”?
               -Amoke, te lo juro por Dios, como no dejes en paz a Jordan pienso llamar a Alec, decirle que estás agobiándolo y quedarme sentada mirando mientras él te grita.
               -Él no haría eso. Sabe que me quieres, así que soy intocable para él-hizo una pausa y me miró de reojo-. ¿Verdad que me quieres?
               -¿También dejas que Alec te llame zorra?
               -Alec me come el coño que te mueres del gusto, Ken; podría vaciarme la cuenta bancaria cada vez que lo hace y yo le daría las gracias.
               -¡¡Cuéntanos cómo fue la conversación con él o gritaré!!-amenazó Taïssa, clavando los ojos en un punto del centro de la mesa y yo me estremecí, y obedecí. Les conté todo con pelos y señales, sin dejarme nada en el tintero, discusiones y reconciliaciones incluidas. Ellas suspiraron cuando llegaba a alguna parte particularmente tierna, y las muy cabronas asentían con la cabeza cada vez que el Alec de mi relato se volvía chiflado y se ponía a llamarme lerda o cosas peores.
                -Sabéis que sois mis amigas y tenéis que poneros de mi parte, ¿verdad?-pregunté a la tercera vez que Alec me insultaba y ellas decían que poco me había llamado para la que había liado.
               -¡Y estamos de tu parte!-respondió Momo, asintiendo con la cabeza-. Simplemente que estos días no estabas siendo tú, sino que estabas como enajenada. Así que podemos estar de parte de Alec porque tiene razón.
               -Tampoco es como si nos estuvieras contando cómo te pega una paliza y nosotras te estuviéramos diciendo que te lo merecieras. Claro que, viendo la cantidad de veces que lo has hecho con él, fijo que hasta te gusta-Kendra me sacó la lengua y yo le hice un corte de manga.
               -Algún día descubrirás que, en ciertas circunstancias, las mujeres no nos diferenciamos mucho de las yeguas: nos viene bien que nos den unos azotes para corrernos mejor-dije, y las tres aullaron sendas carcajadas.
               Continué con la historia hasta la parte en que me peleaba con mi madre, y todas contuvieron el aliento cuando les conté, terriblemente avergonzada, cómo me había revuelto contra ella y le había dicho que no era buena madre, o que lo estaba haciendo porque yo era adoptada.
               -Eso es horrible, Sabrae-me recriminaron.
               -Ya lo sé-gimoteé.
               Les conté que mamá me había cruzado la cara (me dijeron que me lo merecía, y yo no pude más que darles la razón) y luego les dije que Alec se había metido entre las dos (y suspiraron teatralmente porque “se morirían solas”, según ellas). Salté al aeropuerto y a nuestra despedida, y para cuando terminé, Taïssa lloraba profusamente pero en silencio, Momo tenía los ojos vidriosos, y Kendra…
               -Voy a ir comprando ya el pienso para los cuatrocientos millones de gatos que voy a tener que adoptar para llenar el vacío existencial que me está causando el no ser yo la novia de Alec Whitelaw.
               -¿Te acuerdas de cuando no lo soportabas hace medio año?-me reí.
               -¿Te acuerdas de cuando no lo soportabas ?-replicó, y yo sonreí. Taïssa se inclinó hacia mí y me cogió la mano por encima de la mesa; sentada como estaba frente a mí, era la que más lejos me tenía, pero aun así siempre se las apañaban para llegar hasta mí.
               -Me alegro tantísimo de que Alec sea tu novio, Saab… no te haces una idea de lo feliz que me hace saber que te quiere y que tú le quieres a él, y lo tranquila que me siento sabiendo que estás en buenas manos.
               Se me encogió el corazón y se me retorció el estómago. Y más aún cuando Momo y Kendra también estiraron las manos y las unieron a las de Taïs.
               -Sí, Saab. Sabemos que no empezamos con muy buen pie con vosotros dos-dijo Ken-, y creemos que nunca nos disculparemos lo suficiente por lo difícil que os lo pusimos al principio, pero queremos que sepas que os apoyamos pase lo que pase.
               -Y que creemos que estáis haciendo bien dándoos un poco de espacio. No es que fuerais agobiantes, ni nada por el estilo-bromeó, poniendo los ojos en blanco, y yo me reí-, pero creemos que el año separados sólo servirá para haceros más fuertes. Descubrir qué podéis hacer el uno sin el otro y, a partir de ahí, construir vuestra vida juntos. Os va a ir genial.
               -Sí. Os irá genial-sonrió Taïssa con unos dientes blanquísimos que poco dejaban entrever del chocolate que acompañaba a sus gofres. Taïs era increíblemente pulcra, fiel reflejo de su alma también en su exterior.
               -No estoy tan segura de eso, chicas-me escuché decir, bajando los hombros y también la vista. Noté los ojos de mis amigas puestos en mí, ojos amigos, ojos comprensivos, que no juzgaban ni presionaban, sino que esperaban a que me armara de valor para hablar de mis miedos en voz alta y, así, poder combatirlos-. Es decir… yo estoy muy segura de lo que siento por Alec y de lo que él siente por mí, y de que vamos a luchar hasta la muerte, pero… no sé si podemos decir que nos esté yendo genial. Apenas llevamos un mes separados y él ya ha tenido que volver para convencerme de que no le deje. ¿Y si vuelvo a comerme el coco y termino volviéndome loca otra vez en unas semanas? Alec no puede estar yendo y viniendo cada poco para ayudarme a superar el dolor que me supone tenerlo lejos.
               -Los principios siempre son lo más difícil. Luego coges carrerilla y, cuando te quieres dar cuenta, ya estás en la línea de meta. Y lo que estás viviendo ahora no será más que un recuerdo que visitarás sólo si quieres echar la vista atrás.
               -Pero ahora estoy en mi presente y no puedo dejar de pensar en que… ¿y si me he equivocado, chicas? ¿Y si no puedo con esto y necesito que vuelva?
               -Podrás.
               -¿Pero y si no lo hago?
               -Pues entonces se lo pedirás, y él volverá-Momo se encogió de hombros-. Tampoco es tan grave. Sólo es un voluntariado. No es un viaje de sólo ida a la Luna. Tarde o temprano tiene que volver, así que sólo estarás adelantando su vuelta.
               -Pero no harás que vuelva-me aseguró Kendra, y yo la miré. Y luego miré a Taïssa, que asintió con la cabeza, y a Amoke, que también lo hizo.
               -¿Cómo estáis tan seguras?
               -Porque igual que sabemos que le has convencido para que se vuelva porque sabes que es lo que mejor os viene ahora, también sabemos que él te ha convencido de que podéis con esto. Incluso estando a miles de kilómetros de distancia seguís estando juntos.
               Me miré las manos. El gofre me pesaba en el estómago a pesar de que, debido a todo lo que tenía que contarles, no le había dado más que un par de mordiscos. Estaba ya algo blandurrio del tiempo que llevaba bajo el sirope de chocolate caliente, y no era tan apetecible como cuando lo había pedido, aunque no tenía del todo que ver con el tiempo que había pasado, sino con el estado de mi estómago, directamente conectado con mi corazón.
               A las chicas no les había sorprendido en absoluto que Alec viniera a verme… igual que a Scott no le había hecho falta más que un segundo para darse cuenta de que no le había dado ningún beso a nadie. A mi hermano le había pasado lo mismo que a mí: que no le había creído cuando me había confesado su error, pero yo no coincidía con mis amigas. Mi primera reacción había sido no creerme que Alec hubiera cruzado el mundo por reunirse conmigo.
               Era algo que tendría que trabajar con Fiorella, estaba segura. Y también esperaba que ella me ayudara a gestionarlo y a hacer retroceder esos demonios con los que yo no estaba familiarizada. Si Alec estuviera conmigo todo sería mucho más fácil: al margen de que no se atreverían siquiera a acercarse en su presencia, él llevaba mucho más tiempo haciéndolos retroceder. Sabía cómo tratarlos, cómo asustarlos, cómo conseguir que huyeran y no regresaran en mucho, mucho tiempo.
               -Ayer, cuando se fue, ni siquiera había dejado de verlo y ya lo estaba echando de menos más incluso de lo que lo había hecho antes de que regresara-confesé, y las tres gimieron.
               -Cielo, eso es porque ya sabes que es duro sin él, y que con él es fácil.
               -No. Es porque sé que no le soy fiel en mi cabeza-dije, y las tres parpadearon-. Pero no en el sentido en que pensáis. Por supuesto, sólo pienso en él. Es sólo que… ahora sé que es más guapo de lo que lo recuerdo. Más guapo, huele mejor, besa mejor… todo de él es mucho mejor de lo que mi cerebro es capaz de almacenar, y ahora… ahora sé de sobra que me estoy perdiendo algo mejor incluso de lo que creo porque sé que no soy capaz de imaginármelo tan perfecto como es.
               -Saab, Alec no es perfecto-susurró Momo.
               -Sí que lo es.
               -No, no lo es. Y tú tampoco lo eres. Y eso debería suponerte un alivio.
               -¿Tengo que sentirme aliviada de haber hecho que el chico más genial que he conocido en mi vida esté a miles de kilómetros de distancia porque yo le pedí que se marchara?
               -Tienes que sentirte aliviada porque le estás dando lo que él quería. Él quería irse antes de conocerte. Le estás dando la libertad de no ser el cambio en su vida que haga que se lo replantee todo si en algún momento las cosas os van mal. ¿Cómo dormirías a su lado dentro de tres o cuatro años, cuando tengas su edad y te des cuenta de que le has hecho renunciar a un montón de cosas geniales porque te daba miedo pasarlo un poco mal por no tenerlo al lado siempre? Tu relación no tiene por qué ser siempre cómoda, Saab. Ya ha dejado de serlo otras veces. Te peleaste con nosotras e incluso contigo misma por lo que sentías por él. ¿Qué diferencia hay ahora?
               -Cuando yo me peleé con vosotras él intercedió para que nos reconciliáramos. Ahora ya no está para salvarme.
               -Sí que lo está. ¿Acaso no acaba de venir?
               -Y tampoco es que necesites a nadie que te salve-añadió Momo.
               -Y cuando me peleé con él siempre fuimos los dos los que nos acercábamos el uno al otro. Jamás hicimos ningún movimiento que no fuera correspondido. Y yo ahora no puedo corresponderle.
               -¿Por qué dices eso?-quiso saber Taïssa.
               -Porque yo estoy aquí. Porque soy yo la que está en casa.
                -Alec también está en su casa ahora-respondió Momo con delicadeza, acariciándome la rodilla por debajo de la mesa-. Saab, ya no vivís en el mismo país.
               -Eso sólo lo empeora, Momo.
               -Tú también puedes coger un avión y plantarte en Etiopía si él te necesita-respondió Kendra, poniéndome una mano en el brazo-. Los aviones vuelan en las dos direcciones, ¿sabes? No sólo vienen. Si sólo vinieran, ahora mismo lo tendríamos aquí y no estaríamos teniendo esta conversación. Que se haya marchado es la prueba de que tú también puedes ir con él.
                -Él no me diría que me necesita. Creo que eso es parte también de lo que me preocupa, chicas, que… estoy completamente a ciegas. Podría morirse de lo que me necesita y aun así no querer preocuparme, y yo estaría aquí, en casa, tan pichi, haciendo mi vida como si él estuviera genial… y podría no estarlo. Tiene ansiedad-les recordé-, y está peor de lo que nos esperábamos. Seguro que, si hubiera podido diagnosticarlo correctamente, sin la presión que ejercíamos nosotros para que dijera que podía irse, Claire se habría dado cuenta de que aún no estaba preparado para marcharse y que le terminaría pasando algo como lo que le pasó con Perséfone.
                -¿Puedo serte sincera, Saab?-me preguntó Momo, girándose hacia mí en la silla, separando las piernas y acodándose en las rodillas. Asentí con la cabeza-. Creo que te culpabilizas demasiado porque Perséfone esté en Etiopía, cuando es algo que escapa completamente a tu control.
               -Los dos hemos sufrido muchísimo porque yo no fui capaz de ver más allá de que ella estuviera allí, y…
               -Joder, Sabrae. Es prácticamente su exnovia. Es como si fuera su primera novia, si no fuera porque su primera novia lo eres tú. Es normal que le tengas celos y es normal que te dé miedo que las cosas entre ellos vuelvan a activarse. No estás siendo ninguna mocosa insegura incapaz de gestionar a la perfección que tu novio esté conviviendo ahora mismo con la chica con la que aprendió a follar; simplemente eres una mujer que tiene a su hombre lejos. ¿Quieres, por favor, dejar de castigarte por no ser un robot sin sentimientos completamente lógico? Este mes no te define. Te define lo que has hecho los meses anteriores, lo bien que has llevado que ellos dos siguieran hablando y la manera en que te lo creíste sin dudarlo cuando te dijo que no había nada entre ellos. Yo no le he visto decírtelo y, sin embargo, también me lo creo. ¿Y sabes por qué?
               -¿Por qué?
               -Porque me acuerdo de cómo era antes de que tú y él os conocierais de verdad: como yo pensaba que era cuando nos viniste en diciembre con un piercing que te habías hecho en su honor y yo me volví loca pensando en las tonterías que estabas dispuesta a hacer por el Fuckboy Original, Sabrae. Era gilipollas. Era un chulo. Era un prepotente. Era un gallito y un rompecorazones y… en fin, era un fuckboy. Y yo no querría a mi mejor amiga ni a cien metros de distancia de ese chico que Alec era antes de conocerte. Me acuerdo de sobra de cómo era con las chicas, de cómo hablaba al otro lado de la pared de tu habitación de lo que había hecho el fin de semana pasado y de cómo te entendía cuando ponías los ojos en blanco simplemente al oír su voz en el piso de abajo. Me acuerdo de que a ti te caía peor que a mí, pero eso no significaba que a mí me apeteciera pasarme una tarde con él. Ni una hora, ya que estamos. Y lo veo ahora y… es otra persona completamente distinta, Saab. El Alec que era hace un año, antes de conocerte, no habría dudado en coger un avión para echar un polvo, y estoy segura de que lo habría echado sí o sí antes de volver. El Alec de hace un año se habría marchado todo ilusionado a Etiopía pensando en que se iba a poner negro a follar porque se iba a poner incluso más cachas de lo que ya está, y sabe de sobra lo que sus músculos nos hacen.
               » ¿Creo que habría venido a ayudar a cualquiera de sus amigos? Sí. Pero también creo que habría sacado algo de provecho de ese viaje, y se habría tirado a alguna inglesa antes de volverse al voluntariado, aprovechando que seguramente esté más guapo ahora que cuando se marchó. Tú misma lo has dicho, ¿no? Estaba más guapo ahora que cuando lo recordabas. Yo creo que lo recordabas con claridad, pero no contabas con que estaría más bronceado cuando regresara, o que tendría los músculos más definidos o que tendría un poco más de confianza en sí mismo. Aun así, creo que ese Alec no se habría merecido acercarse a ti ni en un millón de años.
               »Pero tú le dejaste que se acercara y… Saab-me cogió las manos y me miró con intensidad-. Teníamos ante nosotras unas ruinas y tú desenterraste un tesoro. Había una duna y encontraste la tumba de un faraón. El Alec de hace un año me hacía sentir lástima por la pobre diabla a la que consiguiera enredar, pero el que es ahora… no creo que haya ningún chico que se vaya a merecer nunca que llores por él, pero si me obligaran a elegir a alguno para que fuera la razón de tus lágrimas, ése sería Alec. El Alec de ahora. El Alec que tiene accidentes porque está pilladísimo haciendo horas extra para poder consentirte en todo lo que se te antoje. El Alec al que no se le ve el pelo en las fiestas cuando tú estás con la regla metida en la cama. El Alec que te coge la mochila aunque tú insistas en que quieres llevarla y te toma el pelo cuando dejas de protestar con que quizá no eres tan feminista. El Alec que te acompaña a las manifestaciones del Día Internacional de la Mujer y no protesta cuando le dices que quieres ir un poco a la cabecera de la manifestación, donde no hay sitio para él. El Alec que se pierde tardes en la playa por estudiar para poder sacarse el curso y hacerte sentir orgullosa. El Alec que nos perdona-miró a las chicas- por haber tratado de meternos entre vosotros simplemente porque queríamos más para ti, porque lo entiende y lo respeta y él también quiere más. El Alec que se hace nueve horas de avión y se marcha sin más despedida que unos besos que te hacen brillar más que ningún otro chico con el que hayas estado nunca. Tu Alec, Sabrae.
               »Tu Alec hace que sienta envidia de mi mejor amiga por todo lo que tiene y que siento que es algo que sucede una vez por cada planeta. Me alegro muchísimo de que lo estés viviendo, pero a la vez, también quiero que me pase a mí. Quiero que me quieran como Alec te quiere a ti, y quiero que alguien que no tenía en apariencia potencial demuestre valer su peso en oro simplemente porque quiere merecerme como Alec lo hizo contigo. Alec era un gilipollas hace un año, pero por el chico que es ahora… estoy dispuesta a llegar a las manos.
               Me reí, y Momo inclinó la cabeza a un lado.
               -Va en serio. Si alguien se mete con tu Alec, y más después de lo que acaba de hacer, se las verán conmigo.
               -Y conmigo-dijo Kendra.
               -Y conmigo también-añadió Taïssa.
               -Yo estaría atacada de los nervios si salieras con la versión de él de hace un año, rezando para que fuera lo bastante listo y tú tuvieras las suficientes ganas de hacerte la tonta como para que consiguiera engañarte y hacerte creer que te había sido fiel, y más estando Perséfone con él. Pero, ¿ahora? Estoy tranquilísima. He visto cómo te mira. He visto cómo cree que todas las canciones de amor hablaban de ti, incluso las que se escribieron antes de que tú nacieras.
               »Y precisamente porque he visto cómo te mira y cómo te quiere entiendo de sobra que te dé tanto miedo perderlo. Si a mí ya me da terror pensar en dejar de ser tu mejor amiga… lo que debe de generarte saber que está con ella a mí no me permitiría dormir. Pero no es tu culpa. Él quiso irse. Y tú sólo le estás queriendo bien, como os merecéis los dos, dándole la libertad de  marcharse para vivir un montón de cosas que se morirá por contarte según las esté viviendo. Y a mí me encantará escucharlas de tu boca cuando te las cuente, dentro de un año-Momo sonrió-, cuando volvamos a estar aquí sentadas, él a punto de entrar a la universidad, nosotras camino del penúltimo curso, y tengas la piel resplandeciente después de haber dormido con él.
               -Porque, ya sabes, habréis tenido sexo-bromeó Kendra, y Momo puso los ojos en blanco mientras las demás nos reíamos.
                -Gracias por la aclaración, Ken. Saab la necesitaba.
               -Es que la veo un poco lentita mentalmente y no quería que se perdiera. Te está quedando un discurso muy bonito.
               -Es verdad-asintió Taïssa, acariciándole la espalda a Momo, que sonrió.
               -Sí que lo es-dije yo, luchando contra el nudo que tenía en la garganta-. Si no estuviera enamorada de él ya, me habría enamorado sólo con oírte hablar de él.
               -Es que estoy pensando en Jordan y, pues, me inspiro-bromeó Momo, y yo aullé una risotada.
               -¿Saab?-me llamó Ken, y yo la miré.
               -Mmm.
               -Diciembre es un mes guay por el frío, los regalos, los chocolates calientes, la nieve y la decoración navideña. Pero estamos en verano: mira qué luz, y el calorcito, y el buen tiempo. No hay ninguna nube en el cielo-movió la mano en el aire, llamándome la atención al azul cristalino que nos bendecía esa mañana. El amanecer que me había tocado esa mañana con Alec estaba salpicado de nubes negras que auguraban lluvia, y que, según él, “no hacían más que llorar porque él había tenido la desfachatez de dejarme sola”; esperaba que pudieran perdonarlo y que yo también pudiera hacerlo. Pues claro que lo haría, mi amor-. Mi punto es: abandona ya diciembre, Saab. Ya no dudamos de Alec Whitelaw. Ahora somos su club de fans, y yo-se llevó con teatralidad la mano al pecho-, su orgullosa presidenta.
               -¿No debería serlo Saab?
               -Si así fuera, habría ido corriendo tras él. Yo no he ido porque ha sido lo bastante listo como para no pedírmelo y generar un conflicto internacional entre Etiopía e Inglaterra-Kendra se encogió de hombros.
               -¿Seguro que no lo usarías de excusa para conocer a un montón de chicos más acordes con nuestro tono de piel que no te hicieran tener hijos más claros que tú?-pregunté, alzando una ceja.
               -Bueno, dicen que es mejor no conocer a tus ídolos, ¿no?
               -A mí Zayn me parece una persona excepcional-sonrió Taïssa, soñadora.
               -Ahora en serio, Saab: eso de dudar de Alec es taaaaaaaaaaaan… 2034. ¡Espabila, corazón! Estamos en 2035, lo cual significa que…
               -Por el culo te la hinco-rió Taïssa, y Amoke se atragantó con su trozo de gofre. Se echó a reír y chocó los cinco con ella, y Kendra las miró con fastidio.
               -No. Ahora confiamos en nuestros chicos blancos del mes. ¿Qué coño? ¡Vivimos en un eterno White Boy Wednesday! ¿Cierto, chicas?-preguntó, abriendo las manos, y Momo y Taïssa asintieron-. No nos preocupamos por los blancos adoptivos de este grupo. Apreciamos su existencia. Celebramos su existencia. Les echamos de menos en la distancia y hacemos rituales para que vuelvan antes.
               -Kendra, de lo que se trata es de que me ayudéis a sobrellevar su ausencia y no provocar que vuelva antes de tiempo otra vez.
               -¿Y por qué no quieres que vuelva, a ver? Nosotras no lo hemos visto. ¿Acaso no quieres matar de envidia a tus amigas?
               -Con cómo ha hablado de él, creo que me daría pena y todo darle besos a Alec delante de Amoke. Igual hasta se lo cedo-bromeé, cortando un pedazo de gofre y llevándomelo a la boca. Sí, tal y como sospechaba, estaba blandurrio. Pero, aun así, estaba bueno. Era algo inesperado, como… empezar una relación con el rompecorazones oficial de Londres y descubrir que él quería irse un año al extranjero, y que tú no le suplicarías que se quedara.
               -¡Sí, hombre! ¡Tú lo que quieres es robarme a mi semental de ébano! De eso nada-Momo se cruzó de brazos-. Tú eres la traidora a la raza, no yo. Hala, corre a tener tus hijos mulatitos. Corre, corre-Momo agitó la mano, haciéndome un gesto para que me fuera-. Fus, fus, fus, fus.
               Mastiqué despacio mi gofre pasado a mejor vida y tragué.
               -¿Chicas?
               -¿Mmm?
               -¿Creéis que él lo disfrutará?
               Entrecerraron ligeramente los ojos. También me había preocupado eso: que Alec no estuviera tranquilo en el voluntariado pensando en cómo yo podía estar llevándolo mal y no decirle absolutamente nada. En definitiva, exactamente lo mismo que me preocupaba a mí, pues ambos teníamos pruebas de que trataríamos de solucionar las cosas que teníamos que  debíamos solucionar juntos, a solas. Y todo por no molestarnos. Todo por no preocuparnos. Dios, éramos tontísimos.
               -Hombre, yo espero que lo haga lo justito. Que se lo pase lo bastante bien como para que no le parezca un infierno, pero no lo suficiente como para que lo quiera alargar. Digamos que una y no más, ¿comprendéis?-Kendra nos guiñó el ojo mientras lamía su tenedor.
               -Yo quiero que sufra-se regodeó Momo-. Que vuelva en Navidad y se quede. Os debemos una Nochevieja, además.
               -Sí que lo hacéis-respondí, asintiendo con la cabeza.
               -Pues yo sí que quiero que lo disfrute a tope-contestó Taïssa, con diferencia la más buena de las cuatro. Era igual que un girasol, siempre orientada hacia la rectitud y la bondad-. Sobre todo porque, por muy bien que se lo pase, cuando vuelva a casa se dará cuenta de que tenía algo genial esperándolo. No hay necesidad de que sufra.
               -Taïs, estamos hablando de un chico. Tampoco pasa nada porque sufra un poco.
               -Ya, pero es el chico de una de tus mejores amigas. Si él sufre, ella sufre. ¿Quieres que ella sufra, Kendra? No seas mala amiga, anda-le dio unas palmaditas en la cabeza y Kendra puso los ojos en blanco.
               -¿Puedo cambiar mi respuesta?
               -Yo no pienso cambiarla, so rajada. ¿A qué viene eso de un año lejos? Con seis meses va que chuta. Bueno, con cuatro-Momo se encogió de hombros-. Eso es más que suficiente.
               -¿Y creéis que yo lo disfrutaré?
               Todas se me quedaron mirando, y por la cara que me pusieron, de corderito degollado, supuse que aquella contestación era un poco más complicada que la que acababan de darme. Podían bromear con Alec, a quien no veían y del que sólo sabían por mí. En cambio, a mí ya me habían visto volverme loca dos veces, llorar infinidad y apagarme cual vela en medio de una ventisca.
               -Te va a costar-dijo Taïssa por fin-, pero lo conseguirás. Tienes apoyos de sobra: tus padres, las chicas, Scott, nosotras… estarás bien.
               -Ojalá tuviera la confianza que tenéis vosotras, porque, la verdad… con sólo un mes y viendo mi gestión…
               -Nadie hace platos de restaurante a la primera. Hay que practicar mucho, Saab. Y tú ya partes de la base de que tienes mucho talento en la cocina, así que te será pan comido.
               -También soy muy física y muy cariñosa. Si un mes sin Alec ya me hace perder el control de esta manera, ¿qué no me harán dos, o tres? No sé, chicas. Yo tengo fe en él, en la que no la tengo es en mí. Además, Fiorella me ha dicho que yo soy la que lo tiene más difícil: Alec ha cambiado completamente de entorno y le es más fácil cambiar el chip; en cambio, yo, estando en el mismo sitio, no hago más que acusar su ausencia. ¿Eso no es la fórmula perfecta para el fracaso?
               Entonces Momo bufó sonoramente.
               -Sabrae Malik. Eres la hija mayor de Zayn y de Sherezade Malik, la hermana menor de Scott Malik y la que convirtió al Fuckboy Original en Don Me Encanta La Monogamia Y No Me Importaría Ser Padre Con Diecinueve Años. Compórtate como tal. Pon un poco más de respeto en tu nombre. En tu vocabulario no existe la palabra “fracasar”.
               Lo dijo con tantísima determinación, con un fuego abrasador en la mirada, que no pude sino sentir que tenía razón. Que no había manera de que fracasara porque, simplemente,  yo ya dejaba poco margen de por sí, pero cuando se trataba de Alec, todavía menos.
               Quizá eso fuera lo difícil del voluntariado: no el descubrir cómo era mi relación sin Alec y sin mí presentes, sino cómo era yo cargando con la mitad que me correspondía de mi relación. ¿Y teniéndolo a él en juego? Lucharía hasta el final, hasta mi último aliento. Haría de ese año una epopeya que haría que lo de Ulises no fuera más que un paseíto.
               -Y por el amor de Dios, Sabrae… cómete ya ese pobre gofre. Se han visto prisioneros de guerra con mejor pinta que él.
               Las chicas se rieron, y yo torcí la boca.
               -Creo que voy a pedirme otro. Y tranquila, Ken; éste me lo pago yo.
               -No te preocupes, una apuesta es una apuesta, y yo debería saber mejor con quién trato-contestó, cogiendo de nuevo su monedero y yendo de nuevo al puesto de gofres. Regresó con uno idéntico al mío en sus días de gloria, y cuando lo dejó frente a mí, lo empujé hacia el centro de la mesa.
               -¿Me ayudáis?
               -Por supuesto-canturrearon, cogiendo sus tenedores y abalanzándose sobre él. Jamás lo reconocerían, pero yo era la que mejor gusto tenía pidiendo gofres.
               Y, por descontado, mi pregunta no se refería sólo al gofre.
               Y su respuesta tampoco.
                




             
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2 comentarios:

  1. Ayyyy me ha encantado este capítulo. Una vez leído lo cierto es que me parecia indispensable algo así después del último porque que Saab hablase con sus amigas era más que necesario.
    Me ha encantado toda la conversación y Dios lo de que odiar a Alec es muy de 2034 me ha hecho muchísima gracia. Momo ha estado soberbia en este cap, entre lo de Jordan (que mira se q no terminan juntos pero puedes aunq sea inventarles un amor de verano o de fin de semana, no te pido más) y entre el discurso que se marca sobre Alec solo quiero aplaudirla con las manos y los pies. La amo por dios.

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  2. Me ha gustado el cap!! Veníamos necesitando una buena conversación de Sabrae y sus amigas y es verdad lo que dijiste de que siempre las vemos como las ve Alec y tenemos que empezar a verlas como buenas amigas de Sabrae.
    Comento alguna cosita:
    -No le falta razón a Tam diciendo que Scott y Tommy tienen muchísima suerte de que Alec no sepa cantar.
    -“En otro mundo, Bey y Alec serían una pareja ideal.” Esto lo has escrito por mí, que yo lo sé.
    -Las chicas haciendo una apuesta de que Alec iba a ir a ver a Sabrae que risa.
    -Tenía que ser Taïsa la que adivinara porque no se acostaron jajajajjaja
    -Que risa Momo con Jordan de verdad (todavía tengo esperanzas de que Jordan no acabe con Zoe y esté con ella)
    -BUENÍSIMO el momento aplicación de la regla, me descojono.
    -Mis dieces al speech de Momo sobre Alec.
    Deseando leer más <3

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