lunes, 10 de abril de 2023

Pegaso.


¡Toca para ir a la lista de caps!

Amoke salió disparada a toda velocidad en cuanto escuchamos el timbre; casi tan rápido que se podría decir que la reacción fue simultánea al estímulo.
               No parecía importarle demasiado el hecho de que estuviéramos en mi casa, y no en la suya, o que no sólo estuviera mi grupito, sino también el de mi hermana, ocupando un salón saturado de hormonas femeninas y el color rosa, para comportarse como la anfitriona. Una anfitriona ansiosa por que su grupo aumentara y por tener todavía más trabajo que hacer.
               Todo era demasiado reciente para que yo relacionara el comportamiento de mi mejor amiga con algo en concreto, ya que sólo había gozado de la gestión impecable de mi novio en otra ocasión.
               -Ya voy yo-había anunciado, incorporándose como un resorte y corriendo hacia el vestíbulo como alma que lleva el diablo; si no tuviéramos ya la copiosa cena distribuida por el salón, en el que Taïssa, Momo, Kendra, las amigas de Shasha, mi hermana y yo nos habíamos congregado en torno a la tele para ver realities mientras nos poníamos ciegas a comida basura, híper calórica y con extra de picante, me habría preocupado de que se propusiera secuestrar una de las bolsas de comida para llevar con el propósito de no compartirla.
               -No hace falta, Mo…-empecé, levantándome tras ella y pasando del salón al vestíbulo también, justo en el momento en que ella abría la puerta sin mirar y…
               -¡JORDAN!-bramó al ver al mejor amigo de mi novio, ahora también amigo mío… y, si lo que decía de sus conversaciones intercambiándose memes era verdad, también suyo-. ¡Qué sorpresa!
               Amoke se giró para mirarnos a Taïs, Ken y a mí, mostrándonos una sonrisa radiante que hizo que mis rodillas cedieran un poco. Ni tan siquiera fui capaz de no poner los ojos en blanco ante lo evidente que era su plan y lo tonta que había sido yo por no haberme dado cuenta de ello.
                Cuando me había levantado esa mañana, había comprobado que la naturaleza seguía su curso sin remedio, y que el mundo no se detenía ante nadie por mucho que yo deseara que el sol dejara de asomarse en el horizonte y el último beso que me había dado con Alec no siguiera alejándose de mí en el tiempo. Las mujeres lo teníamos muchísimo más complicado para simular quedarnos congeladas en un momento en concreto de nuestra vida o en una fecha especial  en el calendario, y todo por nuestro ridículo calendario hormonal. Llevaba varios días sintiendo las molestias que precedían a las manchas en la ropa interior, y cuando fui al baño esa misma mañana, lo primero que hice fue suspirar por lo impasible del paso del tiempo. Deseé que Alec estuviera conmigo una vez más mientras abría el envoltorio de la compresa y me la ponía en una muda limpia, y más que dispuesta a fingir que mi negatividad estaba justificada (porque, si lo pensaba con calma, un día más  lejos de la visita relámpago de Alec y de su último beso era un día más cerca de Navidad y del descanso que nos daríamos de nuestra distancia), me tumbé en la cama a hacer lo que mejor se me daba cuando tenía la regla: ponerme sentimental y mimosa. Lo cual se traducía en echar de menos a mi novio, arrebujarme en la cama, inhalar el aroma casi diluido de su cuerpo en la ropa que me había dejado para que me la racionara y que yo había agotado prácticamente el primer día, y ponerme a ver fotos y vídeos de nosotros dos, a solas o con más gente, e imaginármelo que estaba allí, conmigo. No en el sentido sexual; podría superar, más o menos, al Alec que era en la cama cuando estaba encima de mí; pero el Alec que era cuando yo me sentía cansada o algo enferma era insuperable. Así que, acurrucada bajo mis sábanas, me dediqué a reproducir sus videomensajes para escuchar su voz, cerrar los ojos y fingir que las manos que me recorrían las piernas doloridas eran las suyas y no las mías.
               Por suerte para mi soledad y por desgracia para mi amor propio si algún día necesitaba superarlo por lo que fuera, Alec me había dado contenido de sobra en el que pensar. No contento con ser el mejor novio del mundo a base de plantarse en mi casa el mismo día que sabía que me veía la regla y meterme un paño de cocina en la nevera para aliviarme la hinchazón que notaba en las piernas, había decidido convertirse en el Mejor Novio De La Historia, así, con mayúsculas, cuando me compró una toalla de algodón estampado de los osos amorosos sobre fondo lila y bordes azules. Era tremendamente suave: estaba hecha de algodón egipcio exclusivamente, y chillé cuando lo vi en la etiqueta, porque seguro que costaba un ojo de la cara.
               -Todo para mi princesita-había ronroneado él, que era todavía peor que yo cuando me bajaba la regla; parecía que llevara dieciocho años esperando a poder expresar sus sentimientos sin tapujos, y que sintiera que sólo lo podía hacer en mis días del mes.
               -¿Cuánto te ha costado?-le insistí, y él puso los ojos en blanco.
               -¿Sabes que es de tope mala educación preguntar el precio de los regalos, Sabrae?
               -Alec, literalmente me trago tu semen. Creo que hace bastante que dejamos de guiarnos por lo que es de buena educación y lo que no.
               -Los robé en Harrod’s-dijo, poniendo los ojos en blanco. Lo miré.
               -¿“Los”?
               -También le pillé uno a Mary Elizabeth. De My Little Pony. Por favor, dime que no lo preferirías. Y si vas a echarme la bronca por no haberlos comprado, ahórratelo. He sido un engranaje más en la maquinaria capitalista durante el tiempo suficiente como para merecerme robar dos toallas para niñas pijas en Harrod’s sin que nadie me lo eche en cara. Además, si he sido capaz de quitarles la alarma dentro de la tienda, es porque me merecía llevármelas gratis.                -¡Alec, te podrían haber quitado el visado por esto!-me reí, y él me miró.
               -Lo cual es un aliciente. ¿Le vas a decir a tu madre que sales con un delincuente?-preguntó, inclinándose hacia mí y tentándome con sus labios. Tenía la sonrisa más bonita del mundo, una que hacía que a mí me dieran ganas de ponerme a correr en círculos por mi habitación, piernas machacadas y todo.
               -Dudo que robar por valor de veinte libras en Harrod’s te convierta en un delincuente.
               -Prueba más bien setenta.
               -¿Treinta y cinco libras cada toalla?
               -Sep. Son unos ladrones, ¿eh?
               -Setenta libras son palabras mayores-coqueteé, pasándole los brazos por el cuello, y él dejó desatendida por un momento su tarea de refrescarme la piel de las piernas por darme besos.
               -¿Llamarás a la policía?
               -Mi madre es abogada; en esta casa defendemos la ley.
               -Podríamos pedirles que nos prestaran las esposas un ratito más.
               -Mm, no sé si me siento del todo segura estando a solas con un criminal de tu calibre.
               Se rió con sensualidad.
               -Conviérteme en tu villano, nena.
               La toalla de los osos amorosos se había convertido en un clásico de mis reglas, y la testigo de muchas conversaciones que sólo dos adolescentes enamorados hasta las trancas como nosotros dos podíamos mantener.
               -Seguro que intentarás que no me venga la menopausia hasta los setenta años sólo para tener una excusa para manosearme como la tienes cuando estoy con la regla-me había burlado una vez, mientras él me pasaba esa misma toalla fría por las piernas. Era de las pocas cosas que no dejaba que Duna tocara: compartía con mis hermanos todo lo demás, y la benjamina de la casa tenía un hueco especial en mi corazón simplemente por sus ojazos y su inocencia, pero… lo siento, Dundun. Mi toalla de apoyo emocional para la regla era sólo mía.
               -Me pregunto cómo podría hacer tal cosa, bombón-tonteó él, con los ojos fijos en mis piernas. Doblé una de ellas y sus ojos se anclaron en los míos hasta que sonreí y me mordí el labio, mirándolo desde arriba, y Alec se rió-. ¿Por cuántos embarazos te tendría que hacer pasar para que tuvieras la regla hasta los setenta?
               -Mm, no sé, ¿por veinte?
               Abrió los ojos con teatralidad.
               -¿Vamos a tener menos hijos, entonces?
               Aullé una risotada y tiré un poco del borde de mi camiseta de tirantes, que era su camiseta de tirantes antes de que yo se la robara. Balanceé la pierna doblada a un lado y a otro.
               -No sé si aguantarás tantísimo tiempo sin mis reglas. ¿A quién ibas a mimar entonces?
               Y entonces él sonrió.
               -Oh, bombón, cuando estés embarazada, créeme, voy a ser jodidamente insoportable.
               La manera en que le habían brillado los labios cuando me dijo aquello sólo contribuyó a que lo anticipara todavía más, a pesar de que sabía que teníamos tiempo de sobra y que nos merecíamos vivir la vida antes de embarcarnos en esa aventura que nos sentaba tan bien. Pero, uf, en momentos como aquel, en que sentía que mi piel reventaría bajo la presión de mis hormonas revolucionadas y que una guerra que nada tenía que envidiar a las que se habían librado fuera de mi cuerpo se desataba en mi interior, la verdad es que incluso me parecía tentador quedarme embarazada. Incluso en ese momento. Me ahorraría muchos cambios de ropa, todo el mundo me consentiría, y lo más importante: no tendría que imaginarme que mis manos eran las de Alec, porque el mismo Alec se plantaría en casa en cuanto se enterara de la noticia.
             Además… Alec siendo un padre veinteañero sería la mejor versión de Alec posible.
               Cuando me había dado por satisfecha de fingir que Al estaba conmigo y se me había pasado el cansancio, me había animado entonces a ser de nuevo una persona plenamente operativa (todo lo que se puede ser antes del desayuno) y había entrado en el grupo con mis amigas… por supuesto, después de responderle a Alec a ese videomensaje que me había enviado hoy y cuya respuesta tardaría meses en poder ver.
               Taïssa era la primera que se había despertado.

Taïs: buenos días, guapitas!  qué os apetece hacer hoy?? nos pasamos por el centro a alguna feria?

Ken: SÍIIIIIIIIIIIIII ME SÚPER APUNTO

Momo: ¿CON ESTE CALOR INFERNAL?😭😭 Mejor vayamos al cine que al menos hay aire acondicionado

Taïs: bueno pues pisci?????????? antes de que la cierren

Ken : o playaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa😈😈😈😎

Taïs: a mí no me apetece mucho playa Ken estoy en modo perezosa

Momo: pisci está bien!!!!! @Saab bestie Saab RESPONDE

Ken : me da a mí que no vamos a poder contar con ella hasta que no se le acabe la batería del satis😝😂😂

Taïs: 😂😂😂😂😂😂

Taïs: por cierto alguna me ha cogido el cargador inalámbrico del móvil???? Llevo sin verlo unos días y ya he puesto patas arriba mi casa.

               Me subí la sábana hasta la nariz y empecé a teclear.

Hola hola chicas!!!! Me acaba de venir la regla, estoy un poco pachuchona. No me apetece mucho ir a la pisci, pero id sin mí si queréis.

Estoy bastante perezosa, de hecho, así que no creo que haga nada más que estar  tumbada en alguna superficie fría.

Taïs : Oh L quieres que vayamos contigo Saab?

No te preocupes mi niña pasadlo bien en serio

Momo: VAMOS A TU CASA

A ver que no estoy mal

Momo: NO TE DEJAREMOS SOLA

Ken: podemos ver una peli y atiborrarnos a dulces

Taïs: síiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii

Chicas en serio, no hace falta, estoy bien. Hace un día guay para pisci, me sentiría mal si no fuerais por mi culpa

Momo: NO DIGAS BOBADAS, AHORA MISMO VAMOS PARA ALLÁ.

Momo: ES NUESTRO DEBER DARTE MIMOS. SOMOS TUS AMIGAS. NECESITAS CHOCOLATE???????? AHORA MISMO PARO EN EL SÚPER Y COMPRO UN TARRO DE UN KILO DE NUTELLA PARA COMÉRNOSLO VIENDO COMEDIAS ROMÁNTICAS

Ken: SIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII LETS GO FOR THE MICHELINES!!!!!!!!!!!!!!!!!!  

               Su determinación por cuidarme me había enternecido, y cuando habían aparecido en mi casa a la hora y pico después, cargadas con bolsas llenas hasta arriba de chuches, me habían entrado ganas de llorar. Tampoco es que fuera un comportamiento distinto del que habían tenido antes, ni mucho menos, pero el sentirme querida y apoyada ahora que mi principal pilar en esos tiempos de dolor no estaba hacía que mis días fueran un poco más amenos. Las chicas y yo nos habíamos tumbado en el jardín a tomar el sol con bikinis que yo misma les presté. No hicieron ademán de marcharse a la hora de comer y yo no intenté que se fueran, pues disfrutaba con ellas.
               Llegó la tarde. A Taïssa la reclamaron en casa, pero Momo se negó en redondo a que nos fuéramos, decidida a que yo estuviera atendida debidamente “en mis momentos de enfermedad”.
               -Sabes que estoy en mi casa, donde está mi madre, que ha tenido más reglas dolorosas que todas nosotras combinadas, ¿verdad?-le dije ante su tono alarmista, que me parecía un poco excesivo. Ahí fue cuando empecé a darme cuenta de que Momo estaba tomándose mi regla muy a pecho, cuando ni de broma era de las más dolorosas que había tenido, ni mucho menos.
               Solía tener una terrible al año, y cuando la había tenido con Alec, en medio de mi dolor había sentido lástima por él, porque se había limitado a quedarse arrodillado junto a mí en la cama, sin atreverse a tocarme, mirándome como un cachorrito abandonado y preguntándome cada hora en voz muy, muy baja, si podía hacer algo por mí. Y yo había negado con la cabeza siempre, aunque le había dicho que podía marcharse si quería.
               -En la salud y en la enfermedad, Gugulethu-había replicado, muy ofendido.
               -Aún no me has hecho esos votos-contesté con un hilo de voz.
               -Bueno, estoy practicando.
               Que Momo reaccionara así si estuviera en una de las reglas terribles me parecería normal, sobre todo porque había pasado las primeras conmigo, antes incluso que Alec, y ella también tenía reglas dolorosas de vez en cuando, pero esto… que sólo estaba baja de energías, y también un poco de ánimos. Necesitaba meterme azúcar por un tubo, pero nada más. No estaba, ni mucho menos, tan indefensa como ella parecía creer.
               -Toda ayuda es poca. Además…-dejó la frase en el aire, pero ninguna de las cuatro necesitó que la terminara. Desde que me había peleado con mi madre delante de Alec, ella estaba un poco rara conmigo. Distante. Me daba besos si yo la buscaba y me respondía si yo le hablaba, pero parecía que quisiera mantener las distancias de momento. Yo me arrepentía de lo que le había dicho y esperaba que no pensara que yo creía en serio que era una mala madre, porque nada más lejos de la realidad, pero…
               Sabía que tenía cuentas pendientes con mamá. Es sólo que no había visto aún el momento ideal para tratar de saldarlas.
               Para cuando empezó a oscurecer y Shasha terminó de preparar el salón para la visita de sus amigas, yo ya me sentía mucho mejor, con más fuerzas, y les dije a las chicas que podían irse a sus casas. Les agradecí un día muy agradable y me encaminé escaleras arriba, donde habían dejado sus cosas, para ayudarlas a recogerlas y que pudieran irse antes de que terminara de hacerse de noche y no fuera muy seguro andar por ahí. Kendra y Taïssa subieron las escaleras obedientemente, pero Amoke se plantó al pie de las escaleras y se cruzó de brazos.
               -No nos vamos.
               -¿Cómo dices?
               -Que no nos vamos.
               Me reí por lo bajo.
               -Momo, las amigas de Shasha están a punto de venir. Ya os lo he dicho como veinte veces esta semana: la noche de Asia de este mes se celebra en mi casa. No hay sitio para todas en el salón.
               -Bueno, pues nos quedamos en tu habitación, o en el cuarto de juegos. Depende de dónde quieran ponerse ellas. Nosotras nos adaptamos, ¿verdad, chicas?
               -A mis amigas no les importará que estéis en nuestra noche de Asia-dijo Shasha, cargando con un cojín redondo de color cangrejo. Giré los ojos hacia ella y la miré. Sabía que necesitaba espacio para estar con sus amigas, y que me permitían participar en sus noches porque yo era su hermana preferida y no quería que me sintiera desplazada, pero una cosa era que yo me acoplara y otra que lo hicieran también mis amigas. No me parecía bien. Ni tampoco justo. Shash era muy respetuosa con los límites que yo ponía en mi grupo de amigas, y lo justo era que yo también respetara los suyos… o que las chicas no la hicieran sentirse como que tenía que ajustarlos a sus exigencias.
                -¿Qué país os toca hoy?-preguntó Amoke, poniendo los brazos en jarras.
               -Japón.
               -¡Japón! A las cuatro nos encanta el sushi-dijo, girándose hacia mí-. Somos compatibles. ¡Quedémonos! Zayn y Sher salen esta noche, y Duna duerme en casa de los Tomlinson, así que, ¿qué problema hay?
               Mis padres no “salían” esa noche, sino que mamá se iba a ir al despacho a seguir buscando la forma de reunir los doscientos millones que nos pedían por Scott en tiempo récord mientras papá se encerraba en el estudio a tratar de recaudar él mismo el dinero. Mi familia estaba haciendo un esfuerzo hercúleo por salvar a mi hermano, yo incluida (había puesto mis ahorros, tanto los propios como los que me habían guardado mis padres para la universidad, a disposición de los dos para ayudar a Scott, a lo que me habían respondido que DE ESO, NI HABLAR), y que Momo lo formulara de esa manera me molestó.
               Pero no quería discutir. Me había peleado con mi madre en ese mismo salón hacía unos pocos días, estaba cansada y sólo me apetecía sentarme. Así que puse los ojos en blanco, agité la mano en el aire y dije:
               -Lo que sea.
               No entendía la terquedad de Amoke, ni por qué se comportaba como si yo fuera una pobre damisela en apuros, demasiado débil como para tratar de defenderse e incapaz de valerse por sí misma.
               Hasta que Jordan hizo acto de presencia y me hizo recordar que yo ya no era exclusivamente responsabilidad de Alec, sino también suya.
               -¡JORDAN! ¡Qué sorpresa!
               Cuando Momo se giró y nos miró, sonriendo como una villana cuyo héroe había caído derechito en su trampa, sólo pude pensar una cosa:
               Zorra.
               Había sido una tonta. Las señales estaban ahí desde el principio. ¡Si al día siguiente de venir Alec a verme ya había amenazado con acampar a mi puerta para cuando viniera Jordan a verme! ¡Y yo había sido tan boba de no darme cuenta!
               -Hola, chicas. Siento no haber podido venir antes, Saab-me dijo, mirándome directamente a mí, e ignorando así la forma en que Momo le hacía ojitos-. Es que después de ir a ver a Josh he empezado un entrenamiento nuevo y… he tardado más en ducharme. Estoy reventado.
               Y entonces a Amoke y su periodo de celo desesperado no se le ocurrió otra cosa que soltar:
               -No era necesario que te ducharas, hombre.
               Lo dijo entre risitas, y dándole una palmadita en el bíceps. Jordan le sonrió con educación, pero yo casi podía ver a Alec a mi lado, girándose para mirarme con las cejas alzadas y el ceño fruncido y preguntándome si iba a dejar que a) mi mejor amiga se humillara de esa manera y b) nadie hiciera sentir incómodo a Jordan. Porque, mira, en lo primero yo no tenía por qué intervenir, pero en lo segundo…
                -Amoke-la regañé. Ella no me hizo el menor caso: siguió revoloteando alrededor de Jordan igual que una abejorra cachonda, toda sonrisas y aleteo de pestañas.
               Las amigas de Shasha estaban apiñándose en el vano de la puerta del vestíbulo, asomando la cabeza para ver qué pasaba. A ninguna le interesaba ya el reality que estábamos viendo, y eso que era bastante picantón y las tenía tan enganchadas que mis amigas y yo no podíamos casi abrir la boca para que ellas no se perdieran nada. Nos superaban en número y también en juventud, así que tenían todas las de ganar. Especialmente si la principal guerrera de mi grupo, yo, se estaba desintegrando internamente por momentos.
               -Eh, ya lo creo que sí-Jordan le sonrió con educación y Momo por poco se hace pis en los pantalones. Diría que se parecía bastante a Duna cuando Alec le hacía caso, pero es que ni Duna montaba esos espectáculos con mi novio-. Olía a puto choto cuando salí de la sala.
               -Ya sería para menos.
                -Flipas la caña que me ha dado Sergei. Cualquiera diría que me tenía ganas.
               -No es el único-Momo le guiñó el ojo.
               -¡AMOKE, POR DIOS!-ladré, pero Jordan ni se inmutó: se limitó a sonreírle. Pobre. Era un auténtico santo. Es decir… si no sólo se había prestado a hacerle a Alec el grandísimo favor de custodiar mi alijo de bombones de regla, sino que también había sido su mejor amigo durante más de quince años... una nueva religión debería alzarse en su honor, y tener más adeptos que el judaísmo, cristianismo e islam juntas.
               Y creo que sé quién sería la cabeza de esa iglesia.
               -El caso… es que estoy machacado, Saab. Siento venir tan tarde.
               -Vienes justo en el momento indicado; estábamos a punto de irnos a la cama, así que si quieres acomp…-empezó Amoke, pero Taïssa tuvo la increíble amabilidad y acierto de adelantarse, taparle la boca y arrastrarla dentro de la casa. Amoke pataleó y se aferró al vano de la puerta, pero no pudo hacer nada contra Kendra, Taïssa, Shasha y…. Kirvi tuvo que meterse a ayudarlas porque no podían con ella. Supongo que lo de “tiran más dos tetas que dos carretas” puede predicarse de los pectorales. Porque… madre mía. Sí que se notaba que Jordan venía de entrenar; todavía tenía los músculos hinchados por el ejercicio.
               Cuando yo me había dado cuenta de lo que hacía el ejercicio en los cuerpos de los chicos, bueno… digamos que Alec había empezado a hacer entrenamientos intensivos desde que yo adapté mis horarios a los suyos para coincidir en el gimnasio. Y que Taïssa tuvo que acostumbrarse a ir de vuelta a casa más tarde. O sola.
                -Discúlpala-le pedí, envolviéndome en la bata fina que me había puesto cubriéndome la camiseta de tirantes finos-. Es que está… eh…
               Me quedé callada, porque, ¿qué le decía a Jordan que él no supiera? No podía inventarme ninguna excusa para Momo, porque todas sonarían a una trola tal que Jor me perdería el respeto también a mí. Con que se lo perdiera a ella ya era suficiente.
               -¿Que la disculpe? ¿Por qué? Si es muy graciosa. Igual me la traigo a los entrenamientos y todo para que me motive.
               -Si entrenas sin camiseta voy corriendo-ladró Amoke desde el interior de la casa. Me puse roja como un tomate y me froté la cara con la mano, aunque a Jor pareció hacerle gracia, porque se echó a reír de esa forma tan sensual y masculina que lo hacen los chicos cuando les inflas el ego.
               -Si quieres denunciarla por acoso sexual, que sepas que tienes todo mi apoyo. Incluso testificaré si me lo pides.
               Jordan volvió a reírse.
               -Déjala, pobrecita.
               -¿Pobrecita? Pobrecito serías tú si se me ocurriera dejarte a solas con ella aunque sean cinco minutos.
               -Es completamente inofensiva-contestó Jordan, sonriendo. Arqueé las cejas y eché la cabeza hacia atrás, mirando a Jordan arriba y abajo dramáticamente, igual que hacía la Melinda, la chica negra de la temporada de Too hot to handle que estábamos viendo. Incluso me crucé de brazos e hice sobresalir la cadera.
               -Vale, mi rey. Si tú lo dices…-sacudí la cabeza, con la mirada en el infinito. Jordan se echó a reír, sacudió la cabeza, se relamió los labios y volvió a poner los ojos en mí.
               -Y ahora es cuando te hago la pregunta ofensiva del mes.
               -Puedes proceder-asentí con la cabeza, apoyada en el marco de la puerta y sonriéndole.
               -¿Te ha venido la regla?
               -Sí, señor-dije, mostrándole la toalla de los osos amorosos que llevaba enroscada en la cintura. Jordan asintió como si hubiera reconocido la toalla, lo que me hizo sospechar quién había sido el partner in crime de Alec en el asunto del robo de siglo; me tendió la hoja de las firmas cuando yo extendí la mano, y luego me tendió una bolsa de papel que ocultaba tras la espalda. Sentí que las chicas tomaban aliento a mi espalda: incluso Amoke se había quedado callada y había dejado de luchar sonoramente por regresar al lado de Jordan para no perderse detalle de lo que sucedía entre nosotros. A pesar de que esperaba algo de Jor, lo abultado de la bolsa me hizo sospechar. Las cajas de bombones que Alec siempre me compraba eran más bien pequeñas, pues traían diez bolitas de mazapán rellenas de praliné y recubiertas de chocolate que te caben en un bocado si cedes al ansia en detrimento del disfrutar, y no tenían ningún tipo de adorno interno, así que perfectamente podías esconderlas en el fondo de la mochila o en algún compartimento secreto de tu bolso en el caso de que no quisieras compartirlos. La bolsa de Jordan, sin embargo, era del tamaño de las medianas de las tiendas de ropa, y su forma delataba que en su interior había contenido adicional.
               -¿Y esto?-pregunté, estirando el brazo y aceptando la bolsa. En su interior había algo envuelto con tal cuidado que sólo podía haberlo hecho un chico. Se notaba que no había sido hecho por un profesional, igual que todos los regalos de Alec, en el que siempre había detallitos que delataban su buen hacer, lo cual sólo hacía que a mí me encantara todavía más el regalo, pues era la prueba de lo mucho que le importaban hasta los detalles más insignificantes cuando se trataba de mí. En el fondo, tal y como sospechaba, estaba la caja de bombones, ésta sin envolver-. ¿También tengo regalos?-sonreí. Si Alec había hecho que su mejor amigo me entregara regalos planeados por él una vez al mes se había pasado tres pueblos. Una cosa era pedirle que me cuidara (algo excesivo en cualquier otro chico salvo en él), y otra muy diferente era tenerme como una princesa mimada mientras él estaba al otro lado del mundo.
               La toalla de los osos amorosos se me antojó un poco más fresquita mientras sopesaba el contenido de la bolsa y, finalmente, sacaba el bulto. El papel de regalo de colores crujió con el contacto, y su contenido estaba blando al tacto. Jordan se pasó las manos por los lumbares, presionándose la espalda hasta encogerse de hombros y mostrarme las palmas un poco más claras que el resto de su piel.
               -Eh… bueno, es una tontería. Esto te lo he comprado yo. Espero que te guste-dijo, y noté que se sonrojaba un poco por debajo de la melanina de su piel. Los ojos como platos de nueve niñas se posaron en él, que fue tan valiente que no retrocedió, por muchas ganas que le dieran.
               -¿Para mí? Pero, ¿por qué?-pregunté, sosteniendo el paquete entre las manos. Jordan se relamió los labios y se sonrojó un poco más.
               -Por haber… recapacitado. Y haberle dado otra oportunidad.
               Parpadeé.
               -Sé que no es fácil para ti-dijo tras una pausa, y me di cuenta de que Jordan equilibraba a Alec en todo aquello en que eran diferentes: los dos eran impulsivos y no pensaban en las consecuencias, como dos gotas de agua en el tema de aficiones; pero cuando eran distintos, eran igual que el yin y el yang. Donde Alec hablaba atropelladamente y a toda velocidad cuando se ponía nervioso, Jordan se tomaba su tiempo en elegir las palabras correctas, destilando tanto nerviosismo que tenía exactamente el mismo efecto que la vomitona de palabras de Alec: no dejarte hablar-. Tampoco lo está siendo para mí. Sabía que le echaría muchísimo de menos. Pero no me imaginaba hasta cuánto. No me había dado cuenta de cuánto tiempo pasábamos juntos hasta que… se fue. Y me tenía preocupado. Sobre todo porque no sé mucho de lo que está haciendo. Y sé que lo estará pasando muy mal por estar lejos de ti. Así que no sabía si le estaría gustando. Pero si ha querido volver… eso es que allí es feliz, ¿no? Además, cuando vino hace unos días, lo vi bastante bien. Me pareció despejado como no lo había estado en mucho, mucho tiempo. Así que… quería darte las gracias-hizo un gesto con la mano en dirección al bulto, girando la muñeca y abriendo los dedos-. Es una tontería. Pero quería que lo supieras. Que aprecio el esfuerzo que has hecho por él. Que estás haciendo. Y que, bueno, si te vuelve a dar otra crisis como la de hace unos días-sonrió-, yo no me quejaré. Sobre todo si eso supone que lo veremos más a menudo.
               Noté que un sentimiento conocido pero de destinatario novedoso florecía en mi interior: cariño. Le estaba cogiendo un cariño tremendo a Jordan. Ya me caía bien antes; Dios, incluso me caía mejor que Alec antes de que yo me diera cuenta de cómo era Alec realmente, pero estábamos llegando a unos niveles nuevos. Sabía que en su grupo lo respetaban como al resto, y que consideraban sus opiniones tanto que las de algunos (como, por ejemplo, las de Al, que acostumbraba a soltar más bravuconadas que cosas serias en presencia de sus amigotes), y que lo tenían como un pilar fundamental exactamente igual que a los demás. Jordan era educado conmigo cuando venía de visita a casa de Scott, y aunque se reía cuando Alec me hacía rabiar, tampoco lo provocaba para que me chinchara, e incluso en alguna ocasión le había dado alguna palmada en el hombro y le había dicho que me dejara tranquila. Sí, Jordan me gustaba como amigo de mi hermano; no románticamente, por supuesto, pero me caía bien. Creo que, hace un año, si me obligaran a pasar una tarde a solas con uno de los amigos de mi hermano y no me permitieran escoger a Tommy, lo habría elegido a él. Me parecía el más tolerable de los cinco, porque Logan me parecía demasiado tímido y Max, bueno… él me intimidaba un poco, como buen chico de diecisiete años que lleva un montonazo con su novia.
               Pero lo que había conocido de él desde que estaba con Alec me encantaba. No sólo era un pacificador cuando parecía que Alec estaba a punto de cabrearse, sino que era el que más rápido se levantaba para ponerse junto a mi chico cuando las cosas se torcían. Vigilaba su espalda incluso desde la distancia, y se aseguraba de que el cuarto morado del sofá de su discoteca estuviera libre las noches en que Alec y yo íbamos a coincidir, sólo por si acaso. No había rechistado ni una sola vez cuando yo me planté en su cobertizo a principios de año para follarme a Alec en su sofá, a pesar de que estaba presentándome sin invitación en su casa y le estaba echando de ella. Jamás le había puesto mala cara a Alec cuando le había ofrecido algún plan y Alec se había excusado diciendo que había hecho planes conmigo previamente, y me había dicho con toda la educación del mundo que él también lo echaba de menos y necesitaba momentos a solas con él cuando había tenido el accidente y estaba ingresado en el hospital. Era el que más había investigado cómo despertar a la gente de un coma después que yo, y el que había hecho la lista de reproducción más concienzuda con las canciones que podían hacer que Alec se despertara. A pesar de su fama de tacaño, insistía en pedir en los sitios más baratos cuando pedían a domicilio y Alec se emperraba en pagar, y lo animaba a no escatimar en gastos cuando era él quien pagaba. Se cabreaba un poco con él cuando él y yo discutíamos, y era el primer chico en decirle que dejara de hacer el gilipollas y viniera a pedirme perdón.
               Había prometido que se cortaría el pelo si Alec se despertaba y no había dudado de deshacerse de sus rastas, que tanto trabajo le habían costado, en cuanto Alec abrió los ojos. Vigilaba a los niños cuando íbamos a la playa para que Alec y yo pudiéramos irnos a follar tranquilos y Scott y Tommy no tuvieran que salir del agua.
               Había impedido que me pasara nada cuando me volví loca, me drogué y traté de acostarme con el primer chico que se me pusiera por delante. Me había metido en su cama y había dormido conmigo para asegurarse de que yo no me volvía a escapar, y se había puesto entre Scott y yo cuando me desperté para que mi hermano no me matara por la gran gilipollez que había cometido.
               Y, lo más importante, estaba segura de que no había rechistado cuando Alec le pidió que se ocupara de mí cuando tuviera la regla. De hecho, estaba convencida de que le gustaba asegurarse de que yo estaba bien, porque sabía que así hacía feliz a Alec.
               Salvé la distancia que nos separaba de un par de pasos y lo estreché entre mis brazos, apoyando la mejilla en su pecho y respirando su aroma. Puede que no oliera igual de bien que Alec, pero ahora Jordan también olía a hogar, a refugio, a un lugar familiar en el que podía ser yo misma, quitarme los vaqueros, ponerme pantalones de pijama y bailar descalza por el suelo, sin miedo a que se me clavaran cristales en la planta del pie.
                Si Alec era mi oasis y ahora estaba en una travesía en el desierto por haberme alejado demasiado de él, Jordan eran las huellas que habían sobrevivido a mi locura y me indicaban el rumbo que seguir.
               -No se me ocurre nadie que pudiera ser mejor amigo para nadie de lo que tú lo eres para Al, Jor-dije, y Jordan me rodeó con los brazos de una forma distinta a como lo hacían Alec, Scott o Tommy, pero que aun así me resultó muy reconfortante. Con ese abrazo me estaba dando las gracias por todo lo que no se atrevía a dármelas en voz alta, porque había muchísima gente mirándonos, algunas personas a las que él no conocía; y porque a los chicos  siempre les cuesta mucho más decir lo que sienten que a nosotras. Pero yo no necesitaba que me lo dijera para saberlo: estaba aprendiendo a leerlo igual que él estaba aprendiendo a leerme a mí. Y nos estábamos descubriendo más interesantes de lo que pensábamos.
               Me di cuenta de que para estrechar lazos y hacernos amigos, necesitábamos que Alec se fuera durante una temporadita. No porque no fuéramos animales diurnos que necesitaban desesperadamente el sol, girasoles que lo siguen con atención en su travesía por el cielo, sino porque también necesitábamos dormir. Descansar el tallo y prepararnos para cuando él regresara y, así, disfrutarlo mejor.
                -Bueno-carraspeó, poniendo distancia entre los dos cuando me pareció que me aferraba demasiado a él-, ¿no vas a abrirlo?
               Rasgué el papel con rabia y anticipación a partes iguales, porque no quería hacer que se pusiera más nervioso viendo que me tomaba mi tiempo.
               Me había comprado un elefantito de peluche de tacto sedoso, con la cola levantada, pequeños colmillitos a los lados y la boca ligeramente abierta. Sus ojos tenían una expresión sonriente, y tenía las orejas un poco extendidas.
               -¡Un elefantito de peluche!-exclamé, girándome y enseñándoselo a mis amigas y al grupito de mi hermana, que soltaron sendos gemidos de admiración-. Jo, Jor, muchísimas gracias. Está súper original-dije, agitándole las orejas con los dedos como si se estuviera abanicando.
               -Bueno-se rió-, no sé si “original” es la palabra. He ido a lo seguro.
               -¿Por qué lo dices?
               -¿No es tu animal preferido?-preguntó, frunciendo el ceño.
               -No, ¿por qué?
               Jordan inclinó la cabeza a un lado de esa forma tan adorable en que lo hacen los cachorritos cuando les dices algo y ellos tratan de entender tu idioma tan extraño, con sonidos tan diferentes a los suyos.
               -El colgante que te regaló antes de irse-dijo, y yo me llevé una mano al colgante del elefante dorado. Alec había sonreído al vérmelo puesto, como si supiera que aquello era un ancla que impedía que nuestra relación saliera volando y se perdiera en el espacio. Por la cara que me había puesto, me di cuenta entonces de que había sabido en ese mismo momento que yo no iba a ser capaz de dejarle. Por eso sabía que iba a ganar.
               No me había encontrado con el cuello desnudo, sino con su inicial y la promesa que me había hecho de regresar a mí aún pendiendo de él.
               Yo también incliné la cabeza ligeramente a un lado, frunciendo ligeramente el ceño en una pregunta silenciosa.
               -Me dijo que tenía que ser sí o sí un elefante-explicó Jor-. Estuvo un montón de tiempo buscando algo que le encajara, y cuando vio este modelo fue como si… como si fuera este exactamente lo que había estado buscando siempre. Creía que era porque era tu animal favorito. ¿No es así?
               -Simboliza la promesa que me ha hecho de que volverá conmigo sin importar qué pase-expliqué, y no pude evitar esbozar una sonrisa-. Así que supongo que, cuando volvió hace unos días para impedir que yo le dejara, simplemente estaba cumpliendo con esa promesa.
               Lo había relacionado con promesas que me había hecho mucho antes de que la posibilidad del voluntariado entrara en escena, cuando todavía no sabíamos muy bien qué éramos el uno para el otro… hasta ahora. Ahora tenía todavía más sentido para mí que no hubiera dudado en venir: llevaba la prueba de que iba completamente en serio tratando de conservarme y luchando por tenerme a su lado como un destello dorado y una huella de dónde estaba mi novio colgando del cuello, donde no podría dejar de verlo cuando quisiera mirar cómo se reflejaba su amor en mis ojos.
               Jordan se echó un poco para atrás y se mordió los labios, la mirada perdida en el horizonte.
               -Joder-dijo, y sonrió-. No entiendo por qué se comporta como si la tuviera enana contigo. Es eso, o que te provoca unos dolores terribles cuando lo hacéis, y luego se siente culpable.
               -O hay una tercera posibilidad, y es que me quiera con locura-contesté, chulita, cruzándome de brazos y sosteniendo el elefante a la vez. Jordan se rió y escuché a Momo contener el aliento a mi espalda; la verdad es que no podía culparla. Cuando escuchas al chico que te gusta reírse de esa manera, es bastante difícil conservar la ropa puesta. Yo tenía la inmensa suerte de que el chico que me gustaba solía entusiasmarse cuando me desnudaba, pero ella lo tenía un poco más difícil.
               -Los demás no tienen ninguna posibilidad-comentó, apartándome un mechón de pelo del hombro.
               -Conmigo, no.
               -Me alegra saberlo-me guiñó el ojo, y había una intimidad en ese gesto que me relajó. No sólo por lo que significaba para mí, que tenía un nuevo amigo con el que contar, sino por lo que significaba también para ese amigo: que tenía alguien más en quien apoyarse ahora que Alec no estaba con nosotros para hacerle las tardes más amenas. ¿Y si todo era un plan de mi chico calculado al milímetro? ¿Acaso sabía él que Jordan lo pasaría mal sin tenerlo cerca y le había proporcionado la mejor sustituta que había podido encontrar? Nos daríamos la compañía que nos merecíamos o, al menos, necesitábamos, mientras Al estaba muy lejos.
               -¿Te apuntas a la noche de Asia, Jor?-preguntó Shasha, que resplandecía de ilusión. Puede que yo no fuera la única que viera una oportunidad de sentir conmigo a Alec si me acercaba a Jordan. Shasha siempre había sido la más espabilada de la familia.
               Jor frunció el ceño.
               -No sé qué es eso.
               -Mis amigas y yo hacemos una noche de Asia una vez al mes. Hoy me toca a mí ser la anfitriona. Elegimos el país en cuestión, comemos comida típica de allí, vemos pelis y series nacionales subtituladas. Hoy toca Japón.
               -¿Quieres que compartamos un plato de ramen como en La dama y el vagabundo?-ofreció Momo, y Jordan se rió.
               -Suena interesante, chicas, pero no suelo ver cosas subtituladas. Soy muy lento leyendo los subtítulos y al final nunca me entero de lo que pasa.
               -Ah, pero no estamos viendo nada de Japón hoy-respondió Shasha-. Nos hemos puesto con unos realities.
               Jordan hizo una mueca.
               -¿Realities? ¿Qué clase de realities? No será algo así como Mis súper dulces dieciséis pero en Taiwán, o algo así, ¿no?
               -Estamos siendo flexibles con la noche de Asia hoy. Sólo hay comida. Y también tenemos más invitadas-Shasha hizo un gesto con las manos en dirección a Taïs, Ken y Momo, que hizo una reverencia y le guiñó un ojo con intención a Jordan-, así que no estamos con realities asiáticos. Aunque puede que esté guay que veamos alguno el mes que viene, ¿eh, chicas?
               -Dejaos de realities por lo menos hasta los catorce-dije yo, y Shasha pegó un taconazo en el suelo con sus chanclas de andar por casa.
               -¡Sabrae, eres una zorra y una hipócrita! ¡Siempre me decías que podría elegir yo los realities cuando cumpliera los trece!
               -Ya, bueno, pues he cambiado de opinión.
               -¡¡Y nunca has protestado cuando querías verlos tú!!
               -¡¡Porque yo elegía los que podías ver!! Los que son marranos, como éste, me los guardaba para mí.
               -¿Qué estáis viendo?-preguntó Jordan, que de repente parecía muchísimo más interesado en nuestra noche simplemente por saber que no estábamos viendo algo “excesivamente femenino”, sino con lo que podría recrearse. Momo estaría encantada de la vida.
               -Too hot to handle-sonrió Amoke, como si supiera que con esa información ya iba a ser suficiente para retener a Jordan con nosotras. Aparentemente, así fue.
               -Bueno, supongo que necesitáis a algún chico al que explotar en vuestra convención de mujeres jóvenes, ¿no?-dijo, y entró en casa entre nuestro espiral de risas y chillidos emocionados. A Momo le brillaron los ojos cuando yo cerré la puerta, como si supiera que así él no se iba a poder escapar tan fácilmente. Brincó hasta ponerse a su lado, se colgó de su brazo como un koala desesperado por contacto humano, y le puso ojitos cuando lo miró a los ojos para preguntarle si necesitaba que le hiciera algo.
               -Amoke-advertí.
               -¡Me refería a palomitas o algo así! Tú pide por esa boca, Jor. No tengas miedo. Estás entre amigas-ronroneó, guiñándole un ojo de nuevo y acariciándole el bíceps de una forma tan sobona que, de haber sido yo con Alec, él me habría arrastrado a la cama sin dudarlo, y no me habría dejado salir en, como mínimo, tres horas.
               -Yo me adapto a vosotras.
               -Bueno, yo estoy dispuesta a adaptarme a ti.
               -Voy a hacer palomitas-dije, y agarré a Momo por el codo-. Ven a ayudarme, anda, Amoke. Ponte cómodo, Jor.
               -Estoy en la esquina del sofá, Jor-ronroneó Amoke mientras yo la arrastraba hacia la cocina-. Considéralo tu asiento.
               -¿Y dónde te vas a sent…?
               -¡NO TERMINES DE FORMULAR ESA PREGUNTA!-gritó Taïssa mientras las amigas de Shasha se partían de risa. Algo me decía que después de esa noche, las chicas nos propondrían un tratado de adhesión aunque sólo fuera para poder disfrutar de Momo comportándose como una golfa a la mínima mención de Jordan. Arrastré a la susodicha a la cocina, cerré la puerta y la fulminé con la mirada mientras ella se acercaba a la alacena donde guardábamos las palomitas de microondas.
               -Sabía que había hecho muy bien depilándome esta mañana y que mi hombre no nos fallaría-comentó, la muy sinvergüenza, mientras abría un paquete nuevo de palomitas.
               -¿Hasta cuándo vas a seguir en este plan?-quise saber.
               -Hasta que me lo folle-contestó, encogiéndose de hombros, y yo exhalé un gruñido.
               -Amoke, va en serio. No estás siendo nada graciosa. Le estás haciendo sentir incómodo. Jordan es muy bueno y no te lo dirá, así que me toca hacerlo a mí, porque él me cuida a mí y yo le cuido a él: corta el rollo. Si vieras a un chico que a mí no me interesa decirme todo lo que tú le estás diciendo a él, le habrías arrancado la cabeza hace ya tiempo.
               -Vi a Alec decirte cosas parecidas delante de mí y dejé que te lo siguieras follando.
               -¡No es lo mismo!
               -¡Claro que sí, Sabrae! ¡Mírame!
               -¿Qué es lo que tengo que mirar? ¡No irás a decirme ahora que no estás en la liga de Jordan, porque no es así! ¡Eres muy guapa y muy lista y muy graciosa, y Jordan tendría mucha suerte de estar contigo si él quisiera, pero ese no es el tema, Amoke! ¡No quiere contigo y ya está!
               -¡No, boba! Agradezco los cumplidos, pero no lo decía en ese sentido. Tengo quince años; Jordan tiene dieciocho y más experiencia que yo. Estoy segura de que sabría pararme los pies si quisiera, ¿te has parado a pensar por qué no lo ha hecho?
               -Porque es educado y no quiere que yo me pelee con él. ¿Acaso no le has oído antes? Echa de menos a Alec y yo soy la manera que tiene de conectar con su mejor amigo mientras éste está de voluntariado. Así que haz el favor de no comportarte como una perra en celo y sé una señorita.
               -Pero, ¡es que yo no quiero ser una señorita! Míralo: mira cómo se está poniendo. Cada día está más bueno, y el tiempo que pasamos con él no me ayuda, porque además de estar buenísimo es súper majo, y, bueno, ¡que me apetece cada vez más y más follármelo, Sabrae! Lo siento si me tienes envidia porque yo tengo a mi disposición a un semental de ébano y tú tienes que conformarte con un potrillo de leche que encima no está aquí para que lo montes, pero yo también tengo derecho a divertirme. Sé una buena amiga y ayúdame a echar un polvo.
               Parpadeé despacio mientras Momo se llevaba un tronquito de regaliz a la boca y lo masticaba con la boca abierta. De paso, se subió un poco los pantalones cortos para enseñar más muslo, y la camiseta de tirantes para enseñar más escote. Mientras que yo había renunciado al sujetador hacía horas, Momo todavía llevaba puesto el suyo, de modo que se aseguraba tener canalillo para cuando llegara Jordan. Menuda zorra, mi amiga. Era listísima: lo tenía todo calculado al dedillo.
               -¿Acabas de llamar “potrillo de leche” a Alec?
               Momo parpadeó, inclinando la cabeza a un lado.
               -A ver, yo no dudo de que Alec la tenga grande para lo que son los blancos, pero no me dirás que no te has fijado en el bulto de los pantalones de chándal que me trae Jordan-se abanicó con la mano y, cuando me quise dar cuenta, estaba avanzando hacia ella con la determinación de una pantera.
               -Mira, so zorra: puedo perdonarte que te metas entre mi novio y yo-dije, robándole las gominolas de la mano-, puedo perdonarte que acoses sexualmente a su mejor amigo; incluso puedo perdonarte que intentarais que no me liara con Alec-las agité frente a ella como si fueran un cuchillo con el que fuera a arreglarle toda la distribución de la cara-, pero lo que no te pienso consentir es que digas que Jordan es mejor en la cama que Alec. Si Jordan es un semental de ébano, según tú, Alec es un puto Pegaso de oro, así que cuidadito con lo que dices de mi hombre. ¿Es el tuyo el Fuckboy Original? Mm, que yo recuerde no; lo es el mío. Así que no vuelvas a faltarle al respeto a Alec ni a su polla en mi presencia, ¿entendido?
               Momo esbozó una sonrisa torcida.
               -¿Cómo sé que puedo fiarme de tu criterio si no te los has follado a los dos para comparar?
               -Porque me follo al que se ha follado a medio Londres y tengo testimonios de sobra que pueden asegurar que Alec es el mejor chico con el que han estado. ¿Qué pruebas tienes tú?
               -Mis ojos, chica. Hemos ido bastantes veces a la playa, y, ¿te crees que me interesaba especialmente el estampado de los bañadores de Jor? No, cielo. Yo miraba otras cosas-sonrió, cogiéndome los regalices de nuevo y dándoles un mordisco.
               -¿Y sabes por qué no te has podido fijar en la de Alec? Te daré una pista: porque es tan genial que soy incapaz de mantenerme alejada de ella.
               -En ese caso, ¿no quieres que tu mejor amiga disfrute de la segunda polla más genial de Inglaterra?-preguntó, sonriendo y haciéndome ojitos. El microondas pitó para indicar que ya había transcurrido el tiempo de cocción de las palomitas, así que ahora nos tocaría bajar un poco la voz si no queríamos que los demás nos oyeran.
               -Sabes que tiene novia, más o menos.
               -Y tú sabes que a Alec no le mola nada la que ha escogido y preferiría que no fuera ésa, así que, ¿por qué no intervenir? Tengo su bendición-Momo hizo una reverencia masticando sonoramente el regaliz.
               -¿En serio?-ironicé.
               -Bueno, no explícitamente, pero estoy seguro de que se alegrará de que le haga recapacitar. ¿Qué tiene una americana que no pueda tener una inglesa? Sabes que no se merece a Zoe.
               -La última vez que decidiste a quién no se merecía alguien, estuvimos una semana sin dirigirnos la palabra, Amoke-le recordé, y ella puso los ojos en blanco e inhaló con dramatismo.
               -Eso fue diferente.
               -¿En qué sentido?
               -¡En que la que tenía ceguera por polla eras tú!
                -¿La ceguera de polla del “potrillo de leche”, según tú?-pregunté, cruzando los brazos, y… Momo tuvo que reírse.
               -Vale, puede que haya sido un poco exagerada, y te pido perdón.
               -Disculpas aceptadas.
               -Pero no pienso dejar de zorrearle a Jordan.
               -¡Pues entonces retiro la aceptación de tus disculpas!
               -¿Por qué? ¡Cada una juega con lo que puede! ¡Tú le zorreabas a Alec presumiendo de culazo y de tetazas y frotándote como una perra en celo contra él cuando bailabais! Conmigo el destino no está siendo tan generoso, así que tengo que provocar yo mis propias oportunidades. Dado que no salimos de fiesta, ni nos lo encontramos en situaciones que yo pueda aprovechar, pues…-se encogió de hombros-. Tengo que hacerle evidente que quiero con de formas un poco menos sutiles que las tuyas. Y mira que ya es decir, Sabrae-me miró-. Si no os hubierais distanciado a finales de otoño, creo que habrías terminado saliendo sin bragas para que fuera más fácil todo.
               -Y no estás equivocada, pero no estamos hablando de eso ahora. Una cosa es zorrearle a un chico y otra decirle las cosas que le estás diciendo tú. ¿Qué habrías hecho tú si yo te dijera que iba a abrirle la puerta de mi casa a Alec sentada en el suelo, abierta de piernas y con dos flechas de neón apuntándome al chumino?
               -Ir contigo corriendo a la Oficina de Patentes y Marcas porque te habrías forrado con esa ideaza. Y decirte que eres una puta. Puede que no en ese orden-se lanzó el trozo de regaliz que le quedaba a la boca y sonrió. Suspiré.
               -Voy en serio, Amoke.
               -Yo también. Y no me habría parecido para tanto, porque era casi lo que te faltaba cuando estabas empezando con Alec. Tú no te acuerdas porque estabas medio desquiciada, a tope con la locura de rabo, pero no se la chupaste con nosotras delante una vez porque nosotras nos marchamos. Porque tú estabas dispuesta. ¿O me vas a decir que no lo estabas, so zorrón?
               Sí que lo estaba. Pensar en lo que habíamos hecho en la mesa de billar, en cómo me había frotado contra él delante de mis amigas, que no habían hecho más que reírse de la absoluta falta de decoro con que me había comportado ese día, era suficiente para que me entrara una urgencia inaplazable de subir a mi habitación, meterme la mano en las bragas y masturbarme. Así que no podía pensar en eso ahora.
               -Así que, ¿qué tiene de malo que yo le sea muy clara a Jordan sobre las ganas que le tengo?
               -Que me da la sensación de que no le escucharás si te dice que no.
               -Oh, Saab, créeme, le hago mucho más caso que tú, así que me enteraré si me dice que no.
               La fulminé con la mirada.
               -¿Me prometes que le respetarás si te dice que no?
               -Pues claro que sí, ¿por quién me tomas?
               -No sé, como no paras…
               -Hija, es que mi chico es más paradito que el tuyo. Cada una tiene que saber contra qué equipo juega. Seguro que Alec era capaz de adivinar de qué color eran las bragas que te ponías para ir a verle con sólo verte entrar por la puerta de su casa-Momo me cogió de las manos, las juntó frente a nosotras y me miró a los ojos-. ¿Tan malo es que Jordan no juegue en esa liga y me apetezca enseñárselas para asegurarme de que acierta?
               Me eché a reír.
               -Entiendo lo que me quieres decir, pero Alec no adivinaba el color de mis bragas porque yo no me ponía bragas cuando iba a verle.
               Amoke alzó una ceja y una de las comisuras de su boca.
               -¿Y yo soy la zorra de las dos?
               -Como tú bien dices, cada una tiene que saber contra quién juega. Y una no mantiene a raya al Fuckboy Original simplemente con unas bragas de algodón. Hace falta ser un poco más… creativa-las dos aullamos una carcajada y echamos las palomitas en un bol. Cuando Momo hizo ademán de cogerlo para llevárselo al salón, la agarré por el antebrazo-. Vale, hablaré con Jordan y le diré que, si le da cosa decirte algo, puede decírmelo a mí y yo te cortaré el rollo. Pero, ¿puedes comportarte, al menos esta noche? No te lo vas a follar en mi casa cuando están las amigas de mi hermana de visita.
               -Eres una amiga de mierda. Yo te habría dejado mi casa para que te follaras a Alec si no fueras una terrateniente de tu calibre que no necesita de una muerta de hambre como yo.
               -Gilipollas, no lo digo por mi casa, sino por las amigas de mi hermana. No quiero que las traumatices. Prométeme que te comportarás.
               Momo tomó aire y levantó la mano.
               -Te lo juro por mi virginidad.
               -¡Pero si ya no eres virgen!
               -Pues por eso.
               -Amoke, te lo digo en serio. Como hagas algo, no será sólo conmigo con quien te las verás. Se lo contaré a Alec y no pienso meterme cuando te destroce.
               -Alec estaría encantado de la vida de que le dé un meneo a Jor.
               -¿Delante de Shasha, su protegida?-pregunté, y por fin, la expresión chula de Amoke desapareció de su rostro. Sonreí-. Ya me parecía-dije, quitándole el bol de las manos y regresando al salón agitando las caderas, porque si esa chavala se pensaba que era el zorrón de la casa, es que estaba muy equivocada.
               Debería ofenderme que mi mejor amiga respetara más a mi novio que a mí, pero también debía reconocer el efecto que el físico de Alec tenía en los demás. Por mucho que Momo supiera que podía ganar a Alec si me lo proponía (aunque no sin esfuerzo, lo admito), Alec también era un adversario a tener en cuenta y al que no convenía enfadar. Así que, en lugar de molestarme porque las amenazas con poner en conocimiento de él fueran más efectivas que mis intentos de razonamiento con ella, me permití relajarme y disfrutar de la noche cuando vi que se sentaba al lado de Jordan, quien le abrió hueco y todo, y no intentaba nada raro como… no sé, meterle la mano en los pantalones o sentarse sobre su entrepierna. Normalmente Momo no se comportaría así, pero viendo cómo perdía todos sus valores con Jor delante, ya no sabía si podía fiarme o no.
               Tampoco es que se comportara como una santa, ni mucho menos, ni dejara pasar la oportunidad de pegarse a él cada vez que podía, acercándole una de las cervezas que sacamos para que estuviera cómodo u ofreciéndole los boles de chucherías, que aceptaba encantado. Taïssa, Kendra, Shasha y yo nos mirábamos con intención cada vez que Amoke se movía, pero ella fue capaz de controlarse y, si bien eran evidentes las atenciones que le proporcionaba a Jordan y cómo se aprovechaba de cada ocasión para hacerse notar con él, tenía que admitir que era capaz de ser educada. Después de todo, la sutileza no está reñida con la educación.
                No me malinterpretes: Momo fue sobona. Le ponía las manos en los brazos cada vez que podía y no desperdició ni una sola oportunidad de echarse sobre él riéndose, pero Jordan parecía relajado en su presencia. Puede que fuera verdad que le cayera bien y que tuviera confianza con ella, ya que incluso en un par de ocasiones le tendió su móvil para que ella mirara mejor lo que él había buscado por Internet entre rupturas y rupturas de reglas. A mí me  preocupó que se aburriera un poco al principio, pues aunque sabía que Alec disfrutaba de lo lindo con los realities en los que las chicas mandaban, como Fboy Island, o en los que no podía haber ningún tipo de contacto sexual entre los participantes, como sucedía con éste, no estaba segura de si Jor sería de la misma pasta que mi chico. Me equivocaba, evidentemente.
               Alec disfrutaba de los realities que le poníamos porque le encantaba meterse con nosotras. Jordan, en cambio, los vivía igual que lo hacíamos nosotras.
               Después de explicarle por encima lo que había pasado en la temporada que estábamos viendo (nos habíamos ventilado la primera temporada por la tarde, y cuando habían llegado las amigas de Shasha les habíamos propuesto ver esto con nosotras, plan que les entusiasmó), Jordan se concentró en tratar de engancharse a la trama. Yo no las tenía todas conmigo sobre si se había quedado con la copla de quién se había liado con quién, quién se había peleado y quién había roto las reglas, hasta que, en un momento dado, anunciaron que entrarían dos participantes nuevos al resort, y que tenían la oportunidad de escoger a alguno de los habitantes del mismo para tener una cita. La pareja en cuestión eran un chico que… la verdad, no es que fuera guapo, precisamente, y eso que él decía que no paraba de follar; y una chica que era un absoluto pibón. Me descubrí salivando mientras la miraba, y no tenía intención de decir que era por el tiempo que llevaba sin sexo. La chica había elegido al chico que más había roto las reglas de todos los demás, todo con la misma chica con la que ya había conectado el primer día, de la que era incapaz de alejarse y con la que incluso había tenido una noche en privado en la que no podían hacer nada como prueba a su relación. Y lo habían hecho de todos modos, con la consiguiente deducción de dinero. Esa noche se habían dicho de todo, salvo que se querían…
               … ¿y no va el muy cabrón y le dice a la chica nueva cuando la ve que no tenía nada serio con nadie, y que compartía cama con una chica aleatoria?
               -Menudo hijo de puta-bufó Jordan antes de que ninguna de las chicas nos pronunciáramos. Yo le empecé a querer un poco más. Shasha le sonrió, lo cual era el equivalente a que yo le diera un morreo. Y Momo… bueno, creo que se puso a repasar en qué posturas quería que se la follara.
               Nos dedicamos a criticarlo, gritarle a la televisión cada vez que aparecía, insultarlo y hacerle cortes de manga y aplaudir a las chicas, que habían hecho piña y lo habían excluido de su relación, durante los siguientes tres episodios, hasta que la chica a la que había ninguneado lo perdonó, a pesar de la unanimidad con que todos condenamos aquella decisión, Jordan el primero.
               -Es un gilipollas que no te merece, Emily-se quejó, mordisqueando unas palomitas con desgana.
               -Pero ha cambiado-dijo Taïssa, la única que, si bien no se fiaba de él, no era tan tajante en la condena a la decisión de la chica del reality-. Le ha pedido perdón, ¿eso no cuenta?
               -Es evidente que lo ha hecho porque se arrepiente y quiere conservarla, no porque lo sienta de verdad.
               -¿Defiendes entonces que los chicos no cambiáis?-pregunté, alzando una ceja-. Porque, si mal no recuerdo, tu mejor amigo pegó un cambio bastante radical cuando empezó a salir conmigo. Hasta tú me lo has dicho en varias ocasiones.
               -Hostia, no me jodas, Sabrae. No puedes compararme a Alec con este mamarracho cuando, para empezar, Alec es guapo.
               -¡¿Y qué tiene eso que ver?!-me reí.
               -¡Pues que podría ser subnormal como este tipejo! Pero no lo es. Alec sí que cambió, pero porque estaba perdido antes de conocerte, sólo que no lo sabíamos. Este retrasado… sólo está cachondo.
               -No es el único-dijo Momo, que, con las piernas cruzadas, se puso a agitar el pie en el aire y a mirarlo con intención. Jordan se rió, y hasta ahí todo. En general, diría que se lo había pasado bien.
               Cuando las amigas de Shasha empezaron a bostezar y decidieron irse a la cama, las chicas me ayudaron a recoger lo que habíamos dejado por ahí esparcido para que no tuvieran que hacerlo ellas. Jordan también colaboró, colocando las cosas en el fregadero tal y como le indiqué mientras me deshacía de las sobras, Momo muy cerca, guardando las gominolas que no habíamos tocado de vuelta en sus tarros.
               -¿Qué vais a hacer ahora?-preguntó Jordan.
               -¿Alguna sugerencia?-pidió Amoke, los ojos brillantes. Me encogí de hombros.
               -Yo estoy un poco cansada, también. Creo que pronto me iré a acostar.
               -Mm. Alec me dijo que en septiembre, cuando ya estuvieras más acostumbrada a mí, si lo necesitabas podía dormir contigo-me volví y lo miré, y él me guiñó un ojo-. ¿Quieres que duerma contigo?
               -¡SÍ QUE QUIERE!-bramó Amoke, tirando al suelo el tarro de gominolas.
               -¡Amoke! Puedo dormir sola perfectamente, muchas gracias por el voto de confianza-le bufé-. No te molestes, Jor, en serio.
               -No es molestia. Tampoco sería la primera vez.
               Tuve la decencia de ponerme colorada, y él disimuló bastante mal su sonrisa. Momo bufó sonoramente.
               -Aunque, si quieres, te puedes quedar a dormir en casa. Se ha hecho bastante tarde y me imagino que no te hará gracia tener que volver ahora, ¿no? La habitación de Scott está libre, si la quieres.
               Momo se contoneó a su lado.
               -Y si tienes miedo a la oscuridad, siempre puedes dormir acompañado. Incluso te dejaremos elegir con quién-le guiñó el ojo y le sacó la lengua, y yo suspiré. Me merecía una caja de bombones extra sólo por la noche que me estaba dando Amoke. Jordan se echó a reír de nuevo.
               -Estoy bien, no os preocupéis, chicas. No querría terminar jodiéndoos la noche obligándoos a hacerme de canguro.
               -No nos importa-aseguró Momo.
               -Por curiosidad, ¿cada cuánto hacéis esto?-preguntó, metiéndose las manos en los bolsillos del pantalón de chándal, y haciendo un gesto con la cabeza en dirección al salón, donde Kendra y Taïssa recogían la basura y la metían en una bolsa perfumada. Me encogí de hombros.
               -Cuando cuadra. Lo de las amigas de Shasha es cada mes, pero la noche de hoy ha sido más bien una fiesta de pijamas con sushi que una de sus noches de Asia, así que…
               -Ah, guay. Bueno, si en algún momento necesitáis a alguien que aporte un poco de testosterona, contad conmigo.
               -¿Va en serio?-quiso saber Momo, y Jordan asintió.
               -Sí. Al me ha hablado de las fiestas de pijamas con las mascarillas y tal, y… bueno, volvía con la piel súper suave, así que no me importaría que experimentarais en mi cara.
               -Creo que será mejor que no te diga lo que haría yo con tu cara-dijo Momo, y Jordan aulló una risotada.
               -Me lo he pasado súper bien, chicas. Deberíamos repetir. Y si queréis que ponga yo la casa… ya sabes, Saab-me guiñó el ojo y yo le sonreí.
               -Parece que tenemos un nuevo miembro en el grupo.
               -Y qué miembro-dijo Momo por lo bajo, y Taïssa le dio un codazo para que se relajara un poco.
               -Consideradme el sustituto de Al mientras él no esté. Ya nos las arreglaremos para turnarnos en vuestras fiestas de pijamas cuando vuelva.
               -Tenemos sitio de sobra para los dos.
               -Y agujeros-añadió Momo, y Kendra la miró con ojos como platos. Jordan la miró, riéndose.
               -¡Qué bestia, Momo!
               -No te haces una idea, Jor.
               Momo. La había llamado Momo. No me había dado cuenta hasta entonces de que, en toda la noche, no la había llamado “Amoke” ni una sola vez. Yo misma la había llamado por su nombre completo infinidad de veces, pero cada vez que Jordan se dirigía a ella… ¿Me acercas las chuches, Momo? ¿Quieres la manta, Momo? ¿Estás cómoda así, Momo? ¿Más palomitas, Momo?
               Alec iba a flipar cuando volviera. Me había dicho que tenía que liar a Shasha y Josh, pero no sabía cómo reaccionaría si también se emparejaban Momo y Jor. ¿Me propondría una cita doble o me montaría un pollo de mil demonios porque se suponía que tenía que mantener a Jor alejado de mis amigas?
               -Bueno, creo que va siendo hora de que me abra. Gracias otra vez, chicas-dijo, juntando las manos e inclinando ligeramente la cabeza en dirección a Taïs y Ken, que asintieron con la cabeza y le sonrieron no sin cierta timidez. Momo se atrevió incluso a acercarse a darle un abrazo, y soltó una risita cuando se separaron.
               -Te acompaño a la puerta-le dije, y me giré para decirles a mis amigas que ahora venía. Quería un momento a solas con él: me adelanté y agarré el pomo de la puerta, pero me giré para mirarlo-. Sabes que decía completamente en serio lo de que puedes quedarte a dormir si quieres, ¿verdad?
               -Claro.
               -Y que no voy a dejar que Amoke te haga nada, así que puedes quedarte tranquilamente si te apetece, ¿no?
               Jordan se rió, entrelazó las manos tras la espalda y estiró los brazos.
               -Sí, claro. Pero no es por Momo por lo que me voy. Me apetece echar unas partidas a la consola, y…-se quedó pensativo un momento, con la vista perdida en un punto a mi derecha, y se mordió el labio.
               -Ah. Claro.
               Jordan se sonrojó un poco y yo también me sonrojé un poco. Saber que Alec estaba cachondo era una cosa, pero que Jordan y yo nos lleváramos tan bien que pudiera decirme abiertamente que quería irse a hacerse una paja a gusto en casa era otra muy, pero que muy distinta.
                -Las chicas del reality están muy buenas-comenté, y Jordan bufó.
               -Qué me vas a contar.
               Le abrí la puerta y dejé que saliera, y luego me asomé yo, colgándome de ella ligeramente.
               -Ah, y Jor… perdona a Momo. Está un pelín demasiado entusiasmada con la idea de que estés aquí como para ser capaz de controlarse, pero si quieres que hable con ella porque te hace sentir incómodo…
               -¿Incómodo? ¡Si es súper graciosa! Me lo paso de puta madre con ella.
               Bufé una risita.
               -Sabes que ella no está intentando ser graciosa, ¿no? Es decir… puede que lo sea un poco, pero es de rebote. No es su auténtica intención.
               Jordan se metió las manos en los bolsillos, asintió con la cabeza y dio un par de pasos juguetones hacia mí.
               -Sabrae… ya sé que comparado con Alec puedo parecer un poco paradito, pero tengo dieciocho tacos. Y, por si eso fuera poco, mi mejor amigo es el puto Alec Whitelaw. Así que sé de sobra cuándo una tía me está frotando las pechugas porque le apetece ver qué guardo en los pantalones, ¿sabes? Les he visto hacérselo un millón de veces como para saber reconocer las señales.
               Abrí la boca para responder, pero, al no ocurrírseme nada con sentido que decir, la cerré. Jordan hizo una mueca frunciendo el ceño y los labios, haciéndome burla, y yo me reí y le di un manotazo.
               -¿Te has dado cuenta de que te estaba zorreando y le has dejado que lo haga?
               -Pues… sí, básicamente-se echó a reír.
               -¿¡Y eso por qué!?
               -Pues ¡porque me gusta!
               -¿Te gusta que te lo hagan en general o te gusta que te lo haga Amoke?
               -Creo que, de momento, me gusta que me lo hagan en general. Todavía estoy decidiendo si me gusta que me lo haga Amoke.
               Me llevé una mano a la cara y suspiré.
               -Por Dios bendito, espero que prestaras atención al PowerPoint que te hizo Alec sobre cómo follar con una chica.
               -Ni que fuera tan difícil.
               -¿Cuántos dedos metes en el clítoris?
               -Tres-respondió, burlón, y yo le bufé a la cara-. ¡Ten un poco de fe en mí, niña! Si el garrulo de tu novio ha sido capaz de enamorarte con su polla a pesar de que tú lo odiabas, yo tengo la mitad del camino andado con Momo si en algún momento pasa algo.
               -¿Y qué pasa con Zoe?-me vi obligada a preguntar, porque por mucho que Alec no la quisiera con él, tenía razón con lo que le había dicho a Momo: no éramos nadie para decidir quién se merecía a quién. Si Jordan la quería, Alec no tenía por qué meterse. Que tuviera sus opiniones igual que yo tenía las mías, y que celebrara si al final lo suyo no cuajaba, pero… no podíamos interferir. No debíamos interferir. Los dos sabíamos las consecuencias nefastas que podían tener las interferencias ajenas en una relación. No sólo no solían funcionar, sino que minaban la que había entre protector y protegido.
               El semblante de Jordan se ensombreció, y torció la boca.
               -Alec no ha dudado en venir a verte simplemente porque tú estabas mal, a pesar de que el vuelo le salía por un pico y estaba arriesgando todo el voluntariado por venir aquí. Y a ella no se le ha ocurrido siquiera dejar que Diana siga su tour sola y venir a pasar un par de semanas conmigo antes de que yo empezara la universidad… o el entrenamiento para la academia militar.
               Me estremecí de pies a cabeza, y algo dentro de mí se revolvió.
               -Jordan… no sé si Momo se merece ser un polvo por despecho.
               Me fulminó con la mirada.
               -Si todavía no me la he follado es, precisamente, por lo que te importa a ti. Y porque a mí también me importa. Es sólo que… no entiendo por qué. ¿Por qué Alec recorre medio mundo como si nada y Zoe ni siquiera es capaz de cambiar las fechas de sus vacaciones?
               -Comparar a Alec con los demás es injusto para los demás. Y tú no eres yo, Jor. Zoe no siente por ti lo que Alec siente por mí. Zoe no te ha hecho las promesas que me ha hecho Alec. ¿Has probado a hablarlo con ella?
               -¿De qué serviría? Estoy aquí, con vosotras, Momo me da el subidón de amor propio que yo necesito, y… no sé. No creo que llegara a ninguna parte.
               -Yo también pensaba que intentar explicarle las cosas al Alec de hace un año no llevaría a ninguna parte, y si hubiera hablado con él hace un año, puede que ahora estuviera aquí. Pero no está. Te sorprenderías del poder que tienen los sentimientos cuando los verbalizas, Jor. Son capaces de convertir al Fuckboy Original en la persona más romántica y monógama que ha habido en este país.
               Jordan se mordió el labio.
               -Creo que a vosotros os funcionó porque os tenía que pasar. Me parece tan evidente que eres para Alec que no se me ocurre cómo no podía funcionar.
               -Si está funcionando es porque los dos nos esforzamos porque funcione, Jor. A veces uno de nosotros más que el otro.
               Jordan volvió a asentir con la cabeza.
               -Sabes que me tienes aquí siempre que lo necesites, ¿verdad? No tienes por qué esperar a que me baje la regla para venir a hablar si lo necesites. Si te sientes solo, podemos hacer cosas juntos. Ver pelis o jugar a videojuegos. Yo no soy tan tramposa como Alec, así que igual hasta te lo pasas mejor-se echó a reír-. Lo digo en serio, Jor. Soy la novia de tu mejor amigo. Eso me convierte en tu mejor amiga política. Tienes que contarme las cosas que te preocupen-sonreí-, o me enfadaré mucho contigo. ¿Vale?
               -Vale.
               Me puse de puntillas y le di un abrazo en el que él entregó todo lo que tenía. Tristeza, rabia, y también agradecimiento y alivio.
               -Prométeme que mañana llamarás a Zoe y hablaréis de esto.
               -¿Aunque eso le parta el corazón a tu mejor amiga?
               -Mi mejor amiga prefiere que le partas otras cosas-contesté, y Jordan se echó a reír.
               -Típica sobrada que diría Amoke.
               -O Alec. Se diría que tenemos un tipo.
               -Podría decirse, sí.
               Asintió con la cabeza, se metió las manos en los bolsillos, volvió a asentir y empezó a bajar los escalones.
               -Mándame un mensaje cuando llegues a casa, ¿vale?
               -¿Ahora tú también cuidas de mí?
               -Siempre, Jor. Se lo prometí a Alec. Y, ahora, también te lo prometo a ti.
               Y así lo hice. No me acosté hasta que no recibí el mensaje de Jordan avisándome de que ya había llegado a casa y dándome de nuevo las gracias por esa noche “y por todo, Saab”.
               Igual que tampoco se durmió Momo, cuya pantalla se encendió un minuto después que la mía… y me dejó pensando en lo que podría pasarles a ambos si Zoe no estaba atenta. En si les pasaría lo que le había pasado a Perséfone dejando que Alec se fuera cada septiembre.
               Y puede que me gustara.

                
 
La primera vez que Killian me dirigió la palabra en los días que habían pasado desde que yo volví de Inglaterra y me echaron de la sabana, yo ya me esperaba que rompiera ese silencio con el que me estaba castigando desde entonces. Que Nedjet hubiera intercedido por mí para obrar un milagro no había hecho sino salpicar a los demás, de manera que Valeria pudiera asegurarse de que su autoridad no se veía cuestionada, y los desafíos a la misma se quedaran sin consecuencias.
               Valeria había mandado llamar a Sandra y Killian, por separado primero y luego juntos, para cantarles las cuarenta. La decepción que yo había provocado en ella emponzoñó la opinión que tenía también de ellos, pues no sólo habían permitido que me “escapara”, sino que encima habían tratado de encubrirlo y engañarla. Si bien técnicamente los que habíamos ido a su despacho y habíamos tratado de colarle trolas del calibre de una misión especial que no habíamos llegado a iniciar siquiera habíamos sido Perséfone y yo, la responsabilidad última de la información que le proporcionaban de cada expedición era de los voluntarios fijos de la Fundación, es decir, Sandra y Killian. Después de pasarse dos horas encerrados en el despacho, habían salido con idéntica cara de circunstancias: habían disuelto nuestro grupo en lugar de pensar en poner a otro chico tan válido como yo, y bastante más dócil, con el que seguir saliendo a la sabana y buscar animales que necesitaran urgentemente nuestra ayuda. Dado que Sandra era veterinaria y su profesión escaseaba, la habían asignado a uno de los compañeros de promoción de Killian, quien solía custodiar las puertas y estaba más acostumbrado a peinar la sabana en busca de furtivos que de animales heridos. Descubrí entonces que teníamos partidas específicas para darles caza a los malnacidos que trataban de diezmar la población de animales en peligro de extinción por considerar sus muertes más beneficiosas que sus vidas, y, aunque aplaudía la función que cumplían y yo mismo me habría ofrecido como voluntario de haber sido posible (y de haber sabido que Sabrae no me mataría en cuanto se enterara), habría preferido mil veces no saber nunca de la existencia de esas partidas.
               Todo porque Killian se había llevado la peor parte. Podrían haberlo asignado a un nuevo grupo, a un nuevo veterinario con sus aprendices; en su lugar, Valeria había decidido convertirlo en la cabeza de turco para lo que Nedjet le había convencido de que no debía hacer conmigo, esto es, darle un castigo ejemplar.
               Él también se había quedado sin ir a la sabana. Lo cual era todavía más difícil para él que para mí, porque, acostumbrado como estaba a los amaneceres cegadores, los horizontes infinitos y la música de los animales siendo libres, los árboles que rodeaban el campamento se asemejaban más a los barrotes de una jaula irregular y especialmente densa; los verdes eran pobres imitaciones de los dorados del horizonte plano, y el ruido de conversaciones en tantos idiomas como nacionalidades había en el campamento era contaminación acústica.
                Valeria lo responsabilizaba por no haber cumplido con su formación. Ella era su superior inmediato, ante la que tenía que rendir cuentas, y no sólo no había ido derecho a decirle lo que había pasado en cuanto me subí al avión, sino que no me lo había impedido como mandaba el protocolo. A pesar de que yo era mayor de edad en Inglaterra, estando en el voluntariado era responsabilidad de ellos, de Valeria, y dejándome irme por ahí me había puesto en una peligrosísima libertad que ellos no podían permitirse. Killian era tan encargado de impedir que me pusiera en peligro a mí mismo como de protegerme de los peligros externos, y según Valeria, había dejado “alegremente” que me marchara “a hacer lo que me diera la gana”, “poniendo así en peligro a todo el equipo y jugándomelo todo a una carta que yo no tenía asegurada”. Killian debía haber sabido ser más listo que yo, haberme cortado de raíz y haberme impedido subir al avión. Y, de no haber sido capaz, debería haberlo reportado directamente. Mi insubordinación podía achacarse a la desesperación que me producía, a mi edad, pensar en que mi novia pudiera dejarme, pero, ¿y la de Killian? Había cometido poco menos que alta traición para Valeria, y su castigo había sido tanto la justicia aplicada sobre él como la advertencia al resto de soldados: si alguno se atrevía a hacer lo que había hecho Killian, lo pagaría con la sabana. Un precio demasiado alto para un colectivo que se había apuntado a esa noble tarea para ayudar a preservar la riqueza de su país, y que se veía recompensado con cada animal al que salvaban, con cada mirada hacia un cielo infinito y cada noche al raso, disfrutando de la brisa que acariciaba las praderas de un amarillo dorado que te hacía preguntarte por qué Etiopía no era el país más rico del mundo, si parecía hecho del mismo metal que los sarcófagos más lujosos de Egipto.
               ¿Nedjet no quería renunciar a mis brazos y mi espalda? Perfecto. Valeria podía evitar que los voluntarios se escaparan de sus puestos aprovechando una expedición a la sabana haciendo que los soldados que los custodiaban vieran que no volverían a pisarla si se lo consentían.
               Por supuesto, Killian había despotricado lo más grande cuando le dieron la noticia, aludiendo a sus años de fiel servicio, a su ratio de accidentes prácticamente nulo, a su preparación como soldado y a la cantidad de animales a los que rescataba en cada expedición. Todo había sido en vano.
               Como si no me hubiera enterado por los gritos que daban, Killian vino a la cabaña, donde yo esperaba a tener noticias de su castigo, hecho una auténtica fiera. Si hubiera salido en ese momento habría necesitado un cargamento completo de dardos tranquilizantes, y creo que ni por esas el más valiente de los soldados se habría atrevido a meterlo en su remolque.
               -Tu puta excursioncita a Inglaterra me ha costado la sabana-escupió antes de intentar darme un puñetazo que iba directo a mi ojo izquierdo. Tuvo la mala suerte de haber elegido precisamente ese lado de mi cara para pegarme, ya que mis reflejos fueron automáticos y no encontraron problema alguno en ese movimiento. Se notaba que Killian estaba acostumbrado a defenderse disparando y no pegando, porque no supuso ningún reto detener su golpe como sí me sucedía con los de Sabrae, que tenía que esmerarse cuando quería sorprenderme, y muchas veces tampoco lo conseguía.
               El caso es que detuve el golpe de manera instintiva, a pesar de que sabía que me lo merecía y me gustaría que hubiera sido capaz de pegarme para desquitarse siquiera un poco.
                -¿Cómo has hecho eso?-preguntó Luca, alucinado, al ver que había movido el brazo a toda velocidad y había apartado el puño de Killian sin apenas dificultad. Perséfone estaba con a boca abierta también, pero más por la noticia que nos había dado nuestro antiguo custodio que por lo que acababa de hacer yo. Ella me había visto boxeando. No a plena potencia, pero… sí con rivales que suponían retos mayores.
               Killian también tenía la mandíbula desencajada y me miraba con rabia. Era todavía más humillante que yo ni siquiera fuera consciente de que me había defendido.
               -Tío, lo siento, de verdad. No quería... es instintivo. Lo siento. Fui boxeador. Me has pillado con la guardia baja y no he podido… prueba otra vez. Me lo merezco. Te prometo que no me moveré, incluso si me das una paliza; la verdad es que me lo merezco y todo lo que me hagas será poco comparado con…
                -Llevaba entrenándome desde los catorce para entrar en el ejército y poder defender a nuestra fauna, y ahora vienes tú y lo has jodido en un mes. Espero que la puta de tu novia haya hecho que merezca la pena.
               Escupió a mis pies y yo di un par de pasos hacia él, todo rabia y fuego y lava y sed de sangre.
               -¿Qué has llamado a…?-empecé, pero Perséfone se puso entre nosotros dos, susurrándome palabras tranquilizadoras en griego, mientras Killian se alejaba. Lo habría matado de haber llegado a tocarlo; precisamente por eso Perséfone no me dejó-. ¡Sabrae no tiene la culpa de nada! ¿Por qué cojones tiene que decir él nada de ella?
               -Está dolido y sabe que la única forma de hacerte daño es con ella, Al. Déjalo correr. No lo decía en serio, y aunque así fuera, ¿qué más da? Ella nunca se enterará si tú no se lo dices, e incluso si se enterara, le daría igual lo que un tío que no la conoce pudiera decir de ella.
               Aunque no me había hecho ni puta gracia tener que dejar estar que le faltaran el respeto a mi novia, tenía que reconocer que Pers tenía razón. Dejé que pasara un día entero antes de animarme a ir a pedirle perdón a Killian; Perséfone y Luca me habían convencido de que tenía que disculparle la salida de tono con Saab porque estaba rabioso y no razonaba, y así lo había hecho. Me había costado, pero tenía que admitir que me había buscado que me tocaran los cojones.
               Había ido a verlo después de comer al día siguiente, creyendo que cuando estuviera con el estómago lleno podría ser un poco más benevolente conmigo. No esperaba que me perdonara de aquella ni de broma, pero sí, al menos, que me escuchara cuando le dijera que lo sentía terriblemente y que desearía que las cosas hubieran sido diferentes, que me habría escapado sin su permiso de haber sabido que su puesto como conductor y vigilante de la sabana correría peligro, y que no le habría intentado convencer para que me ayudara de haber sabido que Valeria lo convertiría en el chivo expiatorio. Quería que supiera que yo habría aceptado cualquier castigo con tal de que a él no le impusieran ninguno, y que, aunque no me arrepentía de haber ido en pos de Sabrae, sí que lo hacía de haber sido tan descuidado y no pensar en las consecuencias que eso podía acarrear para todos incluso si jugada me salía bien.
               No había querido escucharme. No me había mirado ni una sola vez mientras yo hablaba, sino que se había mantenido con la vista al frente, demostrándome que los guardias reales no eran los únicos que podían mantenerse estoicos y ni inmutarse por lo que hacía la gente a su alrededor.
               -Killian, por favor-le supliqué-. Te lo estoy diciendo en serio. Quiero que lo entiendas. Tú harías lo mismo por Sandra, estoy seguro. No puedo vivir sin ella. Pero lo que te ha hecho Valeria…
               Se había limitado a respirar sin más. Y yo, al final, me había cansado y lo había dejado. Nedjet me esperaba y ya llegaba tarde.
               A eso se reducía mi vida ahora: soñar con Sabrae, despertarme, pensar en Sabrae, pensar en la sabana, vestirme, pensar en Sabrae, pensar en la sabana, desayunar, pensar en Sabrae, pensar en la sabana, ir con Nedjet, pensar en Sabrae, pensar en la sabana, preguntarme qué sentido tenía que me entrenaran para cargar unos animales que ya no me dejaban ir a buscar, ir a comer, pensar en Sabrae, pensar en la sabana, seguir con el trabajo, pensar en Sabrae, pensar en la sabana, bajar a ducharme, pensar en Sabrae, pensar en la sabana, ir a cenar, participar en las conversaciones que no me interesaban del todo, ir a la cabaña con Luca, preguntarle qué tal su día, fingir que el mío no había sido una puta mierda. Pensar en Sabrae. Pensar en la sabana. Pensar en lo decepcionada que se sentiría Sabrae si ya no tenía la ocasión de ir a la sabana.
               Seguir pensando en Sabrae. En cómo el sacrificio que estaba haciendo, no teniendo a su novio con ella, era para nada. Todo para que yo creciera, ¿cómo? ¿En una maceta que me quedaba pequeña, y que me estaba encerrando en mis propias raíces? Llevaba apenas unos días allí encerrado y ya me sentía asfixiado; no quería pensar en cómo sería cuando llevara semanas, o si en algún momento llegaban a ser meses. Francamente, dando mazazos para clavar un tronco pulido con el que íbamos a hacer una columna para una cabaña había empezado a preguntarme cuánto lo aguantaría. Ahora que ya había probado el dorado de la sabana, no me convencía el esmeralda de las hojas de los árboles. Y luego las hojas se caerían con la llegada del otoño, y entonces, ¿qué me quedaría? Sólo el cielo para mirarme y burlarse de mí por haberme creído más listo que mis demonios, seres ancestrales que se las sabían todas, cuando me habían dicho que tenía que quedarme. Por una vez lo habían hecho por mi bien.
               Sabía que los días se solaparían los unos con los otros hasta convertirse en una maraña imposible de ordenar, y que no disfrutaría como lo hacían mis compañeros, porque si bien el trabajo duro hace que generes endorfinas que te hagan sentirte bien, yo no estaba trabajando por un mundo mejor, o no lo veía así: no, estaba cumpliendo condena. Eran poco menos que trabajos forzados.
               No había venido a Etiopía a construir casas, sino para ayudar a los animales. Mi complejo de salvador blanco no debía alimentarse de mi actuación allí, porque no salvaría a nadie, sino que trabajaría codo con codo con los nativos por mermar el impacto que la colonización de siglos pasados había tenido en el continente africano, cuna de la humanidad y también de todo el dolor que los humanos podíamos provocarnos unos a otros.
                Me descubría a mí mismo contando los días que calculaba que faltaban para recibir la siguiente carta de Sabrae, un faro de esperanza en un horizonte ennegrecido y enredado. Serían como mis sorbos de agua en medio del desierto, como una senda apenas visible en medio de la jungla, o un rayo de luz de luna en una noche cerrada. Me sentía como un preso que extendía el brazo hasta casi dislocarse el hombro para conseguir una hogaza de pan, siquiera rancia, y al que se la entregaban una vez cada quince días.
               No tenía ni puta idea de lo que iba a contarle cuando ella me escribiera. No sabía si mentirle o decirle la verdad y arriesgarme a que ella me pidiera que volviera a casa con ella. Porque, la verdad, creo que yo podía soportar esto. Podía soportar el castigo y el sacrificio y el perder un año de mi vida. Pero no podía perderlo con Sabrae. No podía soportar el pensar que a Sabrae también la estaban castigando por mis actos, que ella se estaba sacrificando para que yo sufriera a miles de kilómetros de distancia de ella. Prefería la ansiedad, el sentirme insuficiente, el matarme a hacer ejercicio porque ya no estaba a gusto en mi piel, ya que al menos allí tenía el consuelo de escuchar su voz calmándome, sus labios en mi piel diciéndome que por supuesto que era merecedor de cariño, y sus manos en mi espalda gimiendo que qué hombre estaba hecho, que claro que seguía siendo un dios aunque mis cicatrices indicaran lo contrario. Lo prefería todo antes que lo que tenía ahora, una relativa tranquilidad, una sensación de amor a distancia, la confianza de comprobar que mi cuerpo respondía cada vez mejor, y que mis límites físicos cada vez se alejaban un poco más.
               Vuelve conmigo, me diría entonces. Y a mí me faltaría tiempo para hacer las maletas y arrear para casa. Y entonces, ¿qué sería de convertirnos en nuestras propias personas, tener nuestra historia propia al margen de la que estábamos escribiendo en pareja?
               ¿Y si por pasar este año que debíamos pasar separados juntos perdíamos los demás?
               Y entonces ¿qué coño piensas hacer, Alec? ¿Mentirle?
               Menuda puta mierda. Encima, aquí no tenía expectativas de dejar de sobrepensarlo todo. No es como si un león fuera a aparecer de la nada y comerme.
               Eso estaba pensando mientras trataba de encajar una viga en el hueco que les habíamos hecho a las columnas de madera y vi aparecer a Killian, que venía derecho hacia mí, los ojos llameantes de rabia. Nedjet siguió la dirección de mi mirada y puso los brazos en jarras.
               -Valeria quiere que vengas.
               -¿Yo?
               -Sí, tú. Deprisa-urgió, y se dio la vuelta sin más. Me bajé de un salto del andamio sin preocuparme de si me rompía o no la crisma (era un poco preocupante lo poco que me importaba esos días si dejaba viuda a Sabrae) y, tras mirar a Nedjet y recibir un asentimiento suyo, eché a correr tras Killian.
               Iba de tan mala hostia que ni se molestó en pasar tras los edificios para que las mujeres no lo vieran. Me detuve en seco, y noté que Nedjet se levantaba detrás de mí, observando nuestro comportamiento. A esa hora del día el poblado estaba abarrotado, y era casi imposible ir de un lado a otro sin que te viera alguna de las mujeres del santuario: estaban ocupadas seleccionando lo cosechado para la cena, sacando agua del pozo para llevarla al hospitalillo, o vigilando a sus niños mientras jugaban en la plaza. Varias de ellas se pusieron rígidas al ver a Killian, que pasó entre los grupos de mujeres como si nada.
               Caminando hacia atrás, me refugié en la sombra de los árboles, tras una hilera de troncos, y seguí a Killian rodeando el santuario. Un par de mujeres se me quedaron mirando, pero, mira, yo no podía hacer más. No soy Harry Potter: no voy a heredar una capa de invisibilidad.
               Cuando pasé por fin el puesto de mando, salí de entre los árboles y me apresuré para llegar a la altura de Killian.
               -¿Por qué me manda llamar Valeria?
               Nada.
               -Killian.
               Nada. Cero.
               -Killian, ¿por qué me ha mandado llamar Valeria?
               Él siguió andando como si yo no hubiera hablado.
               -Vale, tío-dije, poniéndome frente a él y cortándole el paso-. Lo pillo. Me odias, crees que soy un cabrón y, la verdad, no puedo quitarte la razón. Pero no te puedes pasar toda la vida sin hablarme, y menos aún si te mandan venir a buscarme. ¿Hasta cuándo piensas estar así? Somos ya adultos. Creo que podemos tener una relación cordial si vamos a convivir, independientemente de que seamos amigos o no. Que yo no tengo nada en contra tuya, ojo; me caías de puta madre y, aunque ahora mismo me odies, me sigues cayendo bien y creo que tu odio hacia mí está justificado, sobre todo porque si a mí me jode que me hayan dejado sin sabana, no quiero ni pensar en lo que tiene que ser para ti, pero…
               -Siete años-dijo.
               -¿Qué?
               -Siete años es lo que voy a tardar en volver a hablarte.
               Fruncí el ceño.
               -¿Siete años? Qué específico. ¿Por qué siete años?
               -Es el tiempo que estuve yendo a la sabana antes de que tú llegaras y lo jodieras todo con tus impulsos de niñato inseguro.
               ¿Niñato inseguro? ¿De qué hostias iba? Si me había comportado como un hombre alguna vez en mi vida había sido precisamente cogiendo ese avión a pesar de que todos trataban de convencerme de que no lo hiciera.
               -¿Qué?-sonrió Killian al ver que yo no respondía-. ¿Te parece mucho tiempo? Pues imagínate toda la vida sin salir de aquí. No podré pedir traslado a otro campamento hasta marzo, e incluso entonces, seguro que me mandarán a algún sitio en el que tampoco pueda salir por la mancha que me has dejado en el historial. Todo por ir a pasarle la mano a la llorica de tu novia.
               -Esto es entre tú y yo, Killian. Te agradecería que dejaras a Sabrae fuera de esto.
               -¿Por qué? Ya casi no veo a Sandra, y es por tu culpa. Y por culpa de ella. Te marchaste porque ella te necesitaba, y ahora mira dónde estamos. Así que, perdona, Alec, pero no pienso dejar fuera a tu noviecita para que tú no te sientas atacado. Fuiste tú la que la metió en esto en primer lugar.
               Se afianzó la correa de la escopeta al hombro y me rodeó para continuar con su camino. Tomé aire y lo solté despacio una, dos, tres veces. No le contestes. No le contestes. No le…
               -Sabes que te voy a terminar abriendo la cabeza como sigas tocándome los huevos con Sabrae, ¿no?
               Alec, tío.
                -Sabes que todavía te debo un puñetazo, ¿no?-contestó, volviéndose a mirarme, encogiéndose de hombros, sonriéndome como una hiena y caminando hacia atrás para no perder el ritmo.  
               No necesité enfrentarme a Killian para saber qué era lo que Valeria quería. Había omitido un minúsculo detalle de la charla que había tenido conmigo cuando su marido (joder, era rarísimo pensar que Nedjet fuera su marido) la convenció de que no me echara: haría tareas de apoyo cuando me necesitaran. Echaría una mano allí donde hiciera falta. Era del campamento antes que del santuario, y trabajaría en el santuario sólo cuando no me necesitaran en el campamento.
               Simplemente había coincidido que estos días no les hacía falta.
               Hasta hoy.
               Sentí que el mundo a mis pies cedía cuando vi qué era lo que querían que hiciera. Uno de los todoterrenos acababa de llegar de su expedición, y los soldados ya estaban vaciando el cargamento de armas y munición que no habían utilizado. El remolque, sin embargo, todavía estaba lleno. El chico del campamento que había salido en la expedición, Hugo (cómo no, no podía llamarse de otra manera) estaba tirando de la lona con la que habían cubierto a los animales que habían rescatado. Aunque tenía los brazos fuertes, no me costó deducir que no había sido él quien los había subido allí; o, al menos, no él solito.
                -Alec-casi celebró Valeria, frotándose las manos-. Gracias por venir. Hugo, Radjeen y Sandra acaban de llegar. ¿Serías tan amable de ayudarlos a descargar el remolque y llevarle los animales a Perséfone?
               A Perséfone. Zorra sociópata de mierda. Perséfone también se había quedado sin sabana, más porque no quería salir sin mí que por una prohibición explícita de Valeria. Claro que, alejándome a mí de ella, también había alejado a Pers.
               Recordé cómo me había consolado, cómo me había besado la cabeza mientras yo me deshacía en lágrimas, cómo me había acariciado la espalda y me había dicho que todo estaría bien. Incluso cuando vino y me dijo que ella tampoco iba a volver a salir, había seguido consolándome, y eso que yo sabía de sobra lo importantes que eran nuestras excursiones para ella.
                -Creía que la sabana se había acabado para nosotros dos.
               -Ella es libre de salir cuando quiera-respondió Valeria, alzando la barbilla y fulminándome con esos ojos de hielo. Hija de puta, ¿acaso sabes quién soy yo? ¿Acaso sabes a quién me follo?
               -Vale; pues creía que se había acabado para mí.
               -Y se ha acabado-constató-. Pero los animales, no. Eres, con diferencia, el más fuerte de este campamento; no podemos desaprovecharte. Así que cada vez que regrese algún convoy, tú te ocuparás de descargarlo y llevárselo a los veterinarios. Serás el más rápido y el más eficiente, y así tus compañeros podrán descansar.
               Me la quedé mirando. Tenía que ser coña. ¿De dónde hostias había salido esta señora?
               -Killian se ocupará de ir a avisarte-dijo-. Me consta que ahora tiene la agenda más despejada que antes.
               -Ublyudok-gruñí por lo bajo. Significa “hija de puta”. Aquello ya no era un castigo, sino más bien una tortura. Vale que fuera a por mí, pero, ¿a por Killian? El problema lo tenía conmigo, no con él.
               Valeria me sonrió.
               -Ya tozhe govoryu po russki-respondió, y yo ni siquiera me estremecí. Yo también hablo ruso.
               -Khorosho-“bien”, y continué en el mismo idioma-. Así sabrás lo que pienso de ti. Lo que pensamos todos, en realidad. No tienes por qué ser así de cabrona.
               -Sois vosotros los que no me dejáis más remedio.
               -¿Crees que así la gente va a respetarte?
               -Me da lo mismo si no me respetáis con tal de que obedezcáis. Y sabes que vas a obedecer, Alec-dio un paso hacia mí-. Sabes que no te puedes permitir desobedecer otra vez.
               Miré el remolque, y luego, a ella. Era tan fácil como dar un paso atrás, decir que no iba a entrar en su juego y preparar las maletas. No era esto lo que quería. Sabrae no estaba pasándolo mal en casa para que yo fuera la marioneta de una psicópata.
               Y sin embargo…
               Había hecho que una diosa se enamorara de mí. Sabrae era un toro muchísimo más difícil de torear que la zorra de Valeria. ¿Iba a rendirme así, sin más? ¿Qué le haría eso a mi relación? ¿Qué me haría eso a mí? Ya me sabía indigno de Sabrae y eso habiendo conseguido todo lo que había conseguido; si tiraba ahora la toalla estaría sentando un peligrosísimo precedente contra el que ya no podría luchar nunca más. Abrir la senda significaba seguirla tarde o temprano.
               Así que hice una reverencia.
               -Moya koroleva-me burlé, y Valeria puso los ojos en blanco. Todavía desde abajo, le dije aú en ruso-: no vas a poder conmigo.
               -Eso ya lo veremos. He domado a leones peores que tú.
               Echó a andar en dirección a su oficina tras hacerles un gesto con la mano a los integrantes de la comitiva para que la siguieran y poder proseguir a su rendición de cuentas. Con los ojos de Sandra cargados de culpabilidad sobre mí, me erguí, me di la vuelta y me puse manos a la obra.
               Cada kilo que pesaban los animales dormidos era como un puñal girándose en mis entrañas. Olían a libertad, tenían el polvo de oro de la sabana en la piel. Sostenerlos era como tener la mano extendida más allá de la celda en dirección a un banquete del que no caía ni una sola migaja. Nada que llevarse a la boca ni con lo que consolarse.
               Sentí ganas de vomitar, de llorar, de echar abajo la cabaña de Valeria con mis propias manos. Cuando dejé el primer animal frente a Perséfone, una gacela como la que no habíamos podido salvar, ella me miró con ojos tristes, cansados.
               -Un envío especial de tu querida jefa-le dije en inglés.
               -Valeria es una hija de puta por hacerte hacer esto-respondió ella en griego, y yo asentí con la cabeza.
               -Espero que esto haga callo y que cada vez sea más fácil.
               -¿Por qué?-quiso saber, pasando las piernas sobre el animal y pasándole un estetoscopio por la tripa, en busca de su pulso.
               -Porque o se hace más fácil, o no lo aguantaré.
               Pers levantó los ojos y me miró.
               No podía estar un año cargando los trofeos de otros, contribuyendo a la gloria de otros, ensalzando a otros mientras yo me hundía. Había estado diecisiete años funcionando así, y casi acababa conmigo. Ahora que había visto la luz no podía regresar a la oscuridad.
               -Eres más fuerte de lo que crees, Al. Siempre lo has sido.
               -No lo suficiente. No para esto. No para estar aquí, amargado, mientras Sabrae sufre por mi crecimiento personal.
               Los ojos de Pers volvían a tener esa comprensión de cuando me prohibieron volver a salir.
               -Nunca has estado en un combate que no hayas podido luchar, pero para todo hay una primera vez. No hay nada deshonroso en tirar la toalla. Más vale retirarse perdedor que morir en el ring.
               -Esa no es la mentalidad de un boxeador.
               -Sabrae no es boxeadora, y yo tampoco. Por eso puedo pedirte lo mismo que te pediría ella. Si no puedes con ello, déjalo, Alec-me taladró con su mirada, y por un momento, ya no era Perséfone la que estaba arrodillada frente a mí.
               Era Sabrae.
               El hilo de oro entre nosotros se tensó. Escucha lo que va a decirte. Así que eso hice.
               -Vuelve a casa. Conmigo. Y no mires atrás.

 



             
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2 comentarios:

  1. Bueno mira yo ahora mismo necesito como agua de Mayo que me lies a Momo y Jordan PERO YA. Me da igual que sea solo un amor de verano. La manera en la que me he muerto de risa con Amoke durante la primera parte del capítulo ha sido buenísima por dios.
    Adoro el vinculo que estan estableciendo Jordan y Sabrae por otro lado. Lo adoro concretamente a el con todas mis fuerzas y lo lindo que es de verdad. Jordan es el personaje masculino infravalorado de esta novela.

    Por otro lado lo de Sherezada y Saab me toene triste, ya me veo venir que la conversación que tendrán me va a hacer llorar lagrimas del tamaño de melones.

    Por otro lado, el Killian este me va a comer el coño en horizontal pedazo de idiota. Y bueno, Valeria tmb me puede comer el coño que sadica es la muy cerda. La parte final me ha hecho chillar porque mira a pesar de saber que no se va a ir me daría algo si Alec de repente decidiese abandonar y volviese. Pero bueno no pasa nada, me sigo agarrando a ese reencuentro que ya dejaste caer en CTS donde se reencuentran para el cumple de tommy.

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  2. Mira mira mira QUE FANTASÍA DE CAP
    -Adoro cuándo metes conversaciones de Alec y Sabrae del pasado ahora que están separados.
    - “Oh, bombón, cuando estés embarazada, créeme, voy a ser jodidamente insoportable.” No sé cuales son tus planes para contar los embarazos de Sabrae, pero la verdad es que necesito que me los narres con pelos y señales.
    - La amistad de Sabrae y Jordan es de lo mejorcito que nos está dando el hecho de que Alec y Sabrae estén separados y no me cansaré de decirlo capítulo si capítulo también, creo que están formando un vínculo súper especial. Me ha encantado el cachondeo con lo de Momo, el hablar en serio de lo de Zoe, el regalo, que haya estado tan bien con sus amigas… Y aunque es verdad que esta amistad era algo que se podría haber intuido, me ha pillado por sorpresa (creo que porque estaba pensando únicamente en la que iba a tener con Mimi). Estoy deseando que Alec vuelva y lo vea (que ganas de que le tomen el pelo con que se llevan mejor que con él).
    - “Olía a hogar, a refugio, a un lugar familiar en el que podía ser yo misma, quitarme los vaqueros, ponerme pantalones de pijama y bailar descalza por el suelo, sin miedo a que se me clavaran cristales en la planta del pie” BUENO BUENO LA MANERA EN LA QUE NOS HAS HECHO TODO EL LÍO CON ESTÁ FRASE Y LO QUE ME ENCANTA.
    - Sabrae diciendo que Shasha es la protegida de Alec, 0 mentiras.
    - El fan service que estamos recibiendo con Momo y Jordan es una auténtica maravilla, estoy deseando ver como se va desarrollando. Momo es GRACIOSÍSIMA de lo bestia que es y Jordan está viviendo su mejor vida.
    - “¿Por qué Alec recorre medio mundo como si nada y Zoe ni siquiera es capaz de cambiar las fechas de sus vacaciones?” JORDAN NO MERECE. Entiendo que Sabrae le diga que es injusto comparar a Zoe con Alec, pero realmente creo que Jordan no debería conformarse con una persona que no hace por verle y mantener una relación con él.
    - Ver a Alec así me da rabia porque, aunque está en esa situación por su cabezonería, Valeria debería dejar de ser tan terca y ser consciente de que es ella una persona adulta y Alec un chico de 18 años que está allí relativamente solo y haciendo un voluntariado. Me da también muchísima pena porque Alec estaba empezando a encontrar su sitio allí y esto es volver a atrás.
    Me ha ENCANTADO el cap y estoy deseando leer más <3

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