martes, 24 de diciembre de 2024

Veinticinco horas.


¡Hola, flor! Antes que nada, quería desearte felices fiestas y un feliz año nuevo. Espero que te traiga mucho Papá Noel, Santa Claus, o el encargado de amenizar el cumpleaños de nuestro señor y salvador, Scott Jesucristo en tu región o país. ᵔᵕᵔ Espero que te hayas portado genial este año y te traigan mucho en compensación, o que lo hagan los Reyes, si eres Española De Pura Cepa™ y en tu casa no ha calado la globalización (ole).
Quería dejarte un mensaje al principio del capítulo porque tengo que avisarte de que a partir de ahora, y hasta nuevo aviso, los capítulos de Sabrae pasarán de ser semanales a quincenales. La razón es que este año es previsible que haya muchos procesos selectivos de la oposición que estoy preparando, y entre ellos está el de mi plaza, de modo que voy a ponerme a estudiar más duramente para convertirla definitivamente en mía. Voy a aprovechar también los findes para estudiar, por lo que ahora mismo no puedo permitirme perder el sábado y el domingo por estar escribiendo la novela. Intentar lo contrario sería una irresponsabilidad por mi parte porque no estaría poniendo toda la carne en el asador por mi futuro, y además me arriesgaría a terminar quemada con la novela y acabar dejándola, algo que me aterra y que ha hecho que posponga esta decisión hasta el último momento en que ha sido viable. Llevo subiendo capítulos de alguna de mis historias de forma semanal (con excepciones puntuales) desde 2012, cuando abrí este blog y empecé a escribir It’s 1D, bitches, y una de las razones por las que siempre me he mantenido constante incluso con las fluctuaciones de tráfico, comentarios y atenciones ha sido precisamente por el miedo que me daba que, si en algún momento me daba algún descanso o bajaba el ritmo, terminara dejando la novela. No obstante, a día de hoy puedo decir que no hay peligro de que eso pase, aunque tampoco te mentiré y te diré que seré capaz de mantener este calendario todo el año, ya que también es probable que llegue un momento en el que sólo pueda subir un capítulo al mes. Pero no adelantemos acontecimientos.
Seguro que sospechas que detrás de la novela hay mucho esfuerzo y sacrificio que ahora mismo no me puedo permitir, y si te soy sincera, no me apetece. Sé que este año más que nunca necesitaré algún descansito de vez en cuando, y no quiero que un hobby que me apasiona y que, permíteme la falta de modestia, creo que se me da bien, termine convirtiéndose en un trabajo para mí y le acabe cogiendo tirria. De momento disfruto escribiendo y me da pena pensar en que no vayamos a ver tanto a Sabrae y Alec como estamos acostumbrados, sobre todo porque creo que, de todos mis personajes, ellos son los que menos se merecen bajar el ritmo. Pero así debe ser. Eso sí, lo que siempre voy a respetar es lo de publicar en el día 23, y también, si se me apaña, en fechas señaladas como el cumple de Alec, por lo que puede que no cumpla a rajatabla lo de subir cada 15 días para conservar lo especial de los días 23. Estate atenta a la cuenta de Twitter del blog para cualquier novedad, pero en principio, iré poniendo en qué día subiré el siguiente capítulo al principio del que publique.
Como siempre, gracias por tu apoyo a lo largo de este año. Hay gente nueva por aquí, especialmente en Wattpad, a la que me hace mucha ilusión ver en mis notificaciones. Por favor, seguid votando; y, si os apetece, también podéis comentar lo que os apetezca. Después de todo, gracias a que hay alguien ahí leyéndome es por lo que Sabrae se espacia un poco en el tiempo, en lugar de tomarse una pausa como la de One Direction… que podría convertirse en la de One Direction.
Espero que me comprendas y que te dé penita mi decisión igual que me la da a mí, porque significa que estamos juntas en esto. Nos vemos, pues, dentro de 15 días (bueno, de 13, en realidad; a Taylor Swift le encantaría), es decir, el 5 de enero. Ya en un nuevo año, ¡qué ilusión!
Cuento contigo para vernos con un poco menos de frecuencia, pero te aseguro que te lo compensaré con muchas sorpresas, plot twist y cliffhangers de esos que nos gustan a ambas. Si no, no habríamos llegado hasta aquí, ¿no? 😉
¡Un beso, mil millones de gracias, Feliz Navidad, felices fiestas, próspero Año nuevo…! ¡¡Y disfruta del cap!  
 
¡Toca para ir a la lista de caps!

-¡Vaya, vaya! ¡Mirad quién está aquí, al fin!-sonrió Kendra al verme atravesar el patio en dirección al bordillo en el patio de baloncesto en el que nos sentábamos en los recreos siempre y cuando no diluviara-. ¡Nuestra amiga, la casada!
               A pesar de las circunstancias me eché a reír. Hoy era un día en el que no tenía absolutamente nada que celebrar más allá del momento en el que el sol se ocultara en el horizonte, poniendo de nuevo en marcha un reloj que pasaba demasiado despacio para mí. Si algo bueno tenían mis amigas era que podían sacarme una sonrisa incluso en mis momentos más bajos, y ahora, definitivamente, estaba falta de sonrisas.
               La noche había sido sorprendentemente breve, pues todo el cansancio acumulado a lo largo de estos días en los que la Luna vigilaba mi felicidad en vez de mis sueños me había pasado factura. Me había puesto uno de los pijamas que le había hecho comprar a Alec sólo para que yo pudiera usarlos en el invierno que aún no había empezado y que ya prometía ser el más frío de mi vida, y a pesar de que la tela era demasiado fina porque había sacrificado la tela más gordita y que Alec no toleraría por una más fina y que le había pedido que usara por casa para impregnarla de su olor, dormir con algo que él se había puesto antes había tranquilizado mi alma a niveles en los que no lo habría hecho nada más.
               Había sido como dormir con él, más o menos. Todo lo parecido que tendría durante los siguientes meses, y con la intensidad de lo poco que hacía de su marcha, con lo que todavía mi propio cuerpo olía al suyo. Las sábanas no conservaban su calor, pero la cama estaba igual de deshecha que como la habíamos dejado esa mañana cuando salimos de ella. La ropa que había descartado llevarse a Etiopía para resistir al invierno húmedo todavía estaba encima de su escritorio, donde yo le había dicho que la dejara porque me negaba a que se pasara sus últimos momentos en casa recogiendo.
               En la pequeña papelera de su habitación estaban los envoltorios de los preservativos que habíamos usado.
               Su ausencia era reciente, y su presencia todavía era real, y no un recuerdo dulce pero doloroso por ser, precisamente, recuerdo.
               Y luego me había despertado y la mañana había sido terrible y larga y fría y oscura y solitaria, metida en la cama de Alec como una reina egipcia en el sarcófago junto al faraón recién enterrado, a la espera de su muerte para reunirse con su amado en los reinos de los dioses.
               Había puesto el despertador para poder llegar a media mañana y que el primer día sin Alec no se me hiciera tan cuesta arriba por ser más corto, pero me había equivocado dándome un margen que Mimi no había tenido. La casa estaba demasiado en silencio ahora que Mimi estaba en el instituto y Dylan se había marchado a trabajar; no había ni rastro de Ekaterina y Annie me había dejado una nota en la cocina diciendo que había tenido que salir a comprar lo que prepararía para la comida, pero que me sintiera libre de coger lo que me apeteciera de la nevera o la despensa, como, por ejemplo, los huevos revueltos con beicon que me había guardado en un plato tapado con film transparente por si acaso me apetecía desayunarlos.
               No sé si es que nunca se había fijado en que yo solía desayunar cereales o que echaba tanto de menos a Alec que su subconsciente la había traicionado y le había hecho prepararme a mí el desayuno que le correspondía a él, pero yo no era quién para juzgarla mientras me comía los huevos y el beicon recalentados vestida con una sudadera vieja de Alec y unos calcetines de deporte suyos que me llegaban más allá de la rodilla cuando se suponía que eran poco más que tobilleros.
               Sólo Trufas había estado ahí para despedirme cuando salí de casa de los Whitelaw vestida con mi uniforme del instituto y el llavero del Kremlin que él me había regalado en la mano, pero no sentí ningún resentimiento hacia mi familia política por lidiar como podían con la ausencia que ocupaba la casa de una forma tan imposible de ignorar. Supongo que si Eleanor se viera en mi situación y fuera Scott el que se hubiera embarcado en un viaje por el que apenas tendríamos noticias suyas a lo largo de meses, a mí también se me caería la casa encima y habría hecho lo posible por fingir que no pasaba nada.
               Y, la verdad, también tenía que ocuparme de volver a enderezar mi vida. Entre los días que me había tomado libres de las clases y los exámenes que se acercaban, lo cierto es que no tenía tiempo para compadecerme de mí misma. Tenía que ponerme las pilas, ya.
               Quizá mi ansia por volver a ser quien era y reanimar mi expediente académico se debía más a la exigencia que mi familia había depositado sobre mis hombros, pero tampoco iba a negar lo bien que me sentía siendo la mejor, al menos en clase.
               Y la primera de la promoción no hace pellas de forma sistemática.
               -Eres una exagerada-dije, sacudiendo la cabeza y abriendo los brazos para abrazar a mis amigas. Y puede que Alec me hubiera roto el corazón en mil pedazos marchándose, pero Momo, Ken y Taïs fueron capaces de reunirlos todos de nuevo en el abrazo grupal, cariñoso y cálido que me dieron. Quizá no podían pegar esos pedacitos, pues eso sí que era sólo cosa de Alec; pero al menos podía comprobar que todo en mi interior estaba entero de nuevo.
               -Nos preguntábamos cuándo vendrías-replicó Kendra-. Ya sabes, según hemos oído, tienes mucho de lo que recuperarte-miró con intención a Momo, que se cruzó de brazos y me dedicó una sonrisa lobuna.
               -Tengo razones para creer que te has comportado como una verdadera fulana estos días, Sabrae. ¿Algo que decir antes de que el Consejo de Sabias dicte su veredicto?-preguntó, extendiendo una mano hacia mi boca sosteniendo un micrófono imaginario. Carraspeé, fingí darle unos toquecitos para comprobar que funcionaba y luego dije, mirándolas alternativamente a las tres:
               -Hay tres cosas con las que no juego: yo, mi dinero, y mi hombre-cité a Megan Thee Stallion en Neva Play y ellas se echaron a reír-, así que mencionadlo y os garantizo que me tiro al cuello.
               -Entonces, ¿habéis podido aprovechar el tiempo con todo lo que hay liado?-preguntó Taïssa con tono preocupado, las cejas inclinadas para formar una montañita en su frente. Suspiré y me encogí de hombros.
               -Ha sido un palo, pero bueno… se ha quedado más días para asegurarse de que todo estaba en orden y podía marcharse, así que hemos tenido un poco más de tiempo para estar juntos.
               -Un día y medio. No está mal-comentó Ken, cruzándose de brazos.
               -En realidad, no hemos estado todo el rato solos. Se quedó fundamentalmente para pasar tiempo con su familia, dado que apenas vio a sus padres antes de… bueno, ya sabéis. Lo de Diana-todas asintieron-. Y luego también le celebramos una Navidad y Nochevieja anticipadas.
               -Estamos al tanto-asintió Taïssa.
               -Sobre todo de la lista de invitados-añadió Momo en tono picado, mirándose las uñas como si no le importara una mierda quién había dormido en la cama en la que ella llevaba intentando meterse meses.
               -Momo, han sido unas semanas muy jodidas para Jor…-empecé, y ella alzó una mano en mi dirección.
               -Pues que me hubiera jodido él a como compensación.
               -No vamos a hablar de Jordan, ya lo hemos hablado-le recordó Taïssa con paciencia pero severidad-. Prometiste que estarías ahí para Saab.
               Momo hundió los hombros y asintió con un suspiro avergonzado, pero yo negué con la cabeza.
               -No. No quiero que me tratéis con guantes de algodón. Yo sólo quiero… que todo vuelva a ser normal. Todo lo normal posible, al menos-sonreí con tristeza, sintiendo una punzada en el corazón al ser plenamente consciente lo anormal que era todo a pesar de que ellas eran mi rutina hacía un año. Pero habían cambiado tantas cosas…-. No tenemos por qué hablar sólo de mí.
               Taïs me dedicó una sonrisa educada; Momo, una de agradecimiento. Kendra se limitó a suspirar y llevarse una mano teatralmente a la frente.
               -Menos mal, porque ahora que no tenemos al Fuckboy Original para alimentar nuestras fantasías más oscuras, no estamos para andar desechando candidatos simplemente porque sean imbéciles.
               -Perdón, ¿desde cuándo, exactamente, consideramos que Jordan es imbécil?-quise saber, dejando mi mochila en el suelo y sentándome sobre el bordillo, con la espalda vuelta hacia la cancha de baloncesto. Tenía demasiadas preocupaciones en mi vida como para que alguno de los chicos de los cursos superiores me pillaran mirándolos distraída mientras hacía una lista de todo lo que tenía que hacer y decidieran que estaba claramente interesada en ellos. La reputación de Alec era un aliciente para que todos los chicos del instituto con aspiraciones a sustituirlos vieran en mí la oportunidad perfecta para que les nombraran el digno sucesor de mi novio, y seguro que bastaría con una mirada mía para empezar con los rumores más descabellados.
               No quería tener que quitarme a todos esos tíos de encima mientras echaba de menos a Alec. Sobrevivir a estos meses y tratar de recomponer mi vida era bastante para mantenerme ocupada; no necesitaba que nadie me llenara más la agenda de lo que ya la tenía.
               Momo exhaló una exclamación por lo bajo muy parecida a “no me lo puedo creer”, saltó el bordillo y se colocó frente a mí, con los zapatos aplastando las pocas margaritas que todavía sobrevivían al invierno.
               -¿Desde cuándo necesitamos una excusa para considerar a un tío imbécil? Porque nosotras te seguíamos ciegamente y criticábamos a Alec a saco cuando te apetecía ponerlo a parir después de escuchar sus bravuconadas en la habitación de tu hermano, ¿recuerdas? Yo también tengo derecho a ser todo lo irracional que quiera en el tema hombres.
               -Para empezar, Alec era imbécil-le recordé, alzando una ceja-; además, en cuanto di el más mínimo indicio de que me atraía incluso cuando eso me horrorizaba, aprovechasteis cada oportunidad para meteros conmigo y tomarme el pelo con eso. Y os daba absolutamente igual, incluso, que él estuviera delante. De hecho, lo considerabais un incentivo, ¿o no?
               -Es que cuando él estaba delante era todavía más divertido-sonrió Kendra, sentándose a mi lado. Taïssa se sentó al otro y me pasó un brazo por la cintura, atrayéndome más a ella-. Te enfadabas tantísimo que era demasiado gracioso como para resistirse.
                Puse los ojos en blanco y negué con la cabeza.
               -Escucha, Momo, estoy dispuesta a escucharos mientras ponéis a Jordan a bajar de un burro, porque todos los tíos tienen una inclinación natural a cagarla; es sólo que me sorprende que en los cuatro días que he estado fuera de combate…
               -Cinco.
               -¿Qué?
               -Han sido cinco días. El cumpleaños de Mimi no cuenta, por mucho que nos viéramos estando de fiesta. No es por pinchar-aclaró, y en sus ojos se dibujó una expresión tristona-, es sólo que he echado de menos a mi mejor amiga.
               No pude evitar sonreír mientras algo dentro de mí se despertaba. Por supuesto, no habría cambiado los últimos días con Alec por nada del mundo, y más aún viendo la que se nos avecinaba y todo el tiempo que estaríamos separados. Cada segundo juntos merecía la pena y no habría nada que pudieran pedirme que no estuviera dispuesta a dar a cambio de que uno de esos días tuviera veinticinco horas, pero tampoco sentaba mal saber que tenía un sitio al que volver una vez esos días se terminaran, por muy extraordinarios que fueran, y que había gente esperándome con los brazos abiertos y ansiosa por recuperarme, aunque no me hubieran perdido del todo.
               -Claro que para ti bien podrían ser tres-me pinchó Kendra, y la miré-, porque, ¿cuántas noches has dormido?
               -¿Eh? ¿Dormir? ¿Qué es eso?-bromeé, y Momo dio un pisotón en el suelo para que volviéramos a centrarnos en ella.
               -¡Estoy en medio de un drama amoroso y vosotras restregándome lo feliz que es Sabrae!
               -Perdón, Momo. Yo también te he echado de menos.
               -Qué mentirosa eres-rió Taïssa, y Momo sonrió, una ramita de olivo que me tendía y que yo pensaba aprovechar.
               -Bueno, convengamos que han sido cinco días absolutamente terribles, llenos de desamparo y angustia. ¿Qué ha pasado, exactamente, para que Jordan ya no esté en el Olimpo de este Consejo de Sabias y no vayamos a tenerlo más en cuenta en nuestros momentos de bajón?
               -Bueno, yo tampoco diría eso-se apresuró a decir Momo-, pero enfadada con él estoy un rato. Y lo peor de todo es que has sido partícipe de lo que hizo para enfadarme.
               Me puse a pensar y de paso fruncí el ceño, y Taïssa suspiró y se separó un poco de mí. Me costaba imaginarme qué podía hacer Jordan, que era todo paciencia, inocencia y bondad, el equilibrio perfecto para la impulsividad y el descaro de Alec, para enfadar así a Momo. Había visto a mi mejor amiga cabreada de broma y la había visto tontear con él, tirándole los trastos a saco y sin rendirse a pesar de que él era tan lento pillándolos que cualquiera que no le conociera diría que se estaba haciendo el tonto a propósito; pero esto parecía otra cosa. Momo parecía enfadada de verdad.
               Parecía el típico enfado que viene cuando un chico trata mal a una íntima amiga tuya, y decides que el infierno no es suficiente castigo para él; los típicos momentos en que entiendes por qué las tormentas tienen nombre de mujer.
               Y entonces me di cuenta de qué acontecimiento reciente podía ser el detonante de esa molestia tan absurda de Momo.
               -Espera, ¿esto es porque ha estado con Zoe?-pregunté, y Kendra puso los ojos en blanco.
               -¡Bueno, gracias por admitirlo! Ya pensaba que también iba a tener que pelearme contigo. ¿Cómo has podido hacerme esto, Sabrae? ¡Somos amigas, y lo has arrojado a los brazos de esa zorra americana!
               -No intentes…-empezó Taïs, pero yo incliné la cabeza a un lado.
               -Ems… para empezar, Amoke, eso de llamar “zorra” a una chica porque se ha liado con el chico que te gusta es tan de 2015 que me parece incluso lamentable tener siquiera que señalártelo, pero bueno. Y, para seguir, yo no “arrojé” a nadie a los brazos de Jordan. Zoe es la mejor amiga de Diana, que ha tenido una sobredosis, por si no lo recuerdas, y ha venido a apoyarla. Y da la casualidad de que se llevan gustando meses, y se lían cada vez que se ven, lo cual no es muy a menudo. Antes parecía darte igual, ¿qué ha cambiado?
               -¡Que antes ella estaba en la otra punta del mundo, eso es lo que ha cambiado! Ha sido aparecer Zoe en escena y el imbécil de Jordan ha empezado a pasar de mí. ¡Con todo lo que yo he hecho por él!
               -Ni siquiera te pidió que le enseñaras las tetas-murmuró Kendra.
               -¡TAMPOCO APARTÓ LA MIRADA CUANDO LO HICE!-bramó Amoke-. ¡Es un cerdo y un interesado y un guarro y le odio! No quiero volver a verlo nunca más.
               -¡Pero si dos minutos antes de que llegara Sabrae estabas intentando convencernos de que fuéramos a verlo al gimnasio!
               -Porque quiero ponerme maciza para que se arrepienta de haberme dejado escapar-Momo se cruzó de brazos-. Cerdo engreído y soplapollas. Es un… un… ¡un calientabragas! ¡Lleva dorándome la píldora semanas para meterse en mi cama, y ahora que estaba pensando en rendirme a sus encantos va y me traiciona con una americana que en su grupo de amigos se pasan como un porro usado!
               -Es horrible que hables así de Zoe-le recriminé. Vale que la chica no fuera candidata firme a un premio Nobel, pero que la tratara así sólo porque Jordan la había elegido a ella no era nada justo.
               La estaba tratando como me habían tratado a mí en Mykonos porque Alec no había llegado a enamorarse de Perséfone y sí de mí, y aunque Zoe era responsable de algún momento difícil que había pasado con mi novio, tenía claro que quería ser mejor que ella y sus errores y su falta de empatía no iban a justificar la mía.
                -Vale, pues olvídate de ella. ¿Qué piensas hacer? Porque no quiero verlo más, así que se han acabado nuestras quedadas con él. Que se despida de las noches de chicas.
               -Es que no debería ni haberles dicho hola, en primer lugar-sentenció Kendra.
               -A mí me gusta cuando viene-aportó Taïs con timidez-. Además, trata muy bien a Saab. Alec le ha encargado que la cuide mientras él no está, así que no puede ser tan malo.
               -Momo, a ver, entiendo que te duela y yo también estaría muy molesta si estuviera en tu situación; recuerda que hablo por experiencia-la adelanté, y ella bufó-. Pero no puedes juzgar a Jor por seguir a su corazón. Si no le gustas, no es culpa tuya, pero tampoco es de él. No puedes forzar a alguien a que te quiera-negué con la cabeza.
               -Igual que tampoco puedes evitar enamorarte de alguien-expuso Taïs en actitud soñadora, mirándome de reojo, y yo sonreí. Momo puso los ojos en blanco.
               -Odio todo esto. ¿Por qué Alec no podía quedarse? Así no le serías tan leal al lerdo de su mejor amigo y yo podría despotricar a gusto por lo insensible que está siendo conmigo.
               Abrí la boca para responder, tratar de razonar con ella, pero Kendra me puso una mano en el brazo y dijo:
               -Contexto importante: está montando este espectáculo porque ayer tardó quince minutos en darle las buenas noches.
               -¿Perdón?
               -¡ME FASTIDIÓ LA RUTINA DE SUEÑO POR NO RESPONDER AL MOMENTO, COMO HACE SIEMPRE! ¡¿Es que tiene que restregarme que está con ella, como si yo no lo viera en sus historias?!
               -Pero, ¿qué coño haces siguiendo a la tía que se está follando al que te gusta, Amoke?
               -Quiero ver si en algún momento sube alguna rutina de ejercicio y copiársela.
               Me eché a reír.
               -Esto no puede ir en serio.
               -Alec se cogió un puto avión de ocho horas…
               -Nueve.
               -Pues mejor me lo pones. Se cogió un avión de nueve horas para venir a verte porque estabas rayada, ¿y Jordan no puede ni esforzarse en mantener las tradiciones que tenemos?
               -Es que igual estaba follando-expuso Kendra.
               -No ayudas-escupió Momo.
               -Jordan no aguanta tanto-repliqué yo, y todas me miraron y yo me llevé una mano a la boca-. Perdón. Perdón. El lenguaje de amor que tienen Alec y él es el de meterse a muerte el uno con el otro, así que supongo que algo… se me ha pegado. En fin-carraspeé-. Seguro que Jordan es muy cumplidor, pero creo que no deberías compararlo con Alec. Ya no te lo digo porque sea mi novio y por lo tanto yo sepa a ciencia cierta que es con diferencia el mejor chico que ha pisado nunca la faz de la Tierra, sino porque… venga. Alec es un fuckboy rehabilitado. Sabes de sobra que, cuando uno de ellos se enamora, aproximadamente cada tres conjunciones astrales, se vuelven increíblemente detallistas. Jor… bueno. Es más… paradito.
               Momo se quedó en silencio.
               -¿Insinúas que me he pillado de un subnormal?
               -Insinúo que Jordan tiene menos experiencia con las chicas que Alec, y si hasta Alec la caga a veces, no te quiero ni decir el margen que tiene Jordan para empeorar sus jugadas. Es un buen chico, Momo, y le caes bien. ¿Por qué no te centras en que es innegable que os lleváis bien en lugar de exigirle más y arriesgarte a que se aleje de ti? No sé, te digo por experiencia que Jordan es muy buen amigo si le permites serlo. Y, no es por nada, pero a ti te dan la mano y ya coges el brazo-Taïssa y Kendra asintieron con la cabeza, y Momo cambió el peso del cuerpo de un pie a otro, los brazos en jarras, la ceja alzada y la mandíbula ligeramente apretada mientras me fulminaba con la mirada, pero yo no iba a tolerar que nadie se metiera con Jordan después de lo mucho que me había cuidado y mirado por mí-. A todas nos ha pasado que nos hemos pillado de alguien que no nos correspondía, pero tú tienes la suerte de que ese chico al menos sí que te quiere como amiga. Tienes todo el derecho del mundo a que no te baste con eso, pero no a reclamarle que no viva su vida tal y como él quiere. Lo siento, cielo, pero si Jordan quiere a Zoe, y tú le haces elegir, es fácil que la elección no seas tú y acabes perdiéndolo.
               Momo se quedó quieta observándome, y yo me estiré para cogerle la mano.
               -Escucha, quiero mucho a Jordan por lo bueno que está siendo conmigo y lo genial que ha sido con Alec, pero te quiero más a ti. Así que si quieres que nos enfademos con él, nos enfadamos; si quieres que le insultemos, le insultamos; y si quieres que no le mencionemos más, no lo haremos. Pero quiero que sea porque te hace daño de verdad, y no por un despecho que ni siquiera deberías estar sintiendo, Momo. Si tú no le gustas, él se lo pierde y es tonto de remate-le acaricié los nudillos-, pero hasta su mejor amigo te diría que la culpa es tuya por no darte cuenta de que lo es.
               Me encogí de hombros y tiré de ella suavemente hasta que dio un paso más hacia nosotras. Ken la miró, pero Taïs me miró a mí.
               -Cómo se nota que eres hija de un cantante-sonrió, dándome una palmadita en la rodilla, y algo dentro de mí se descompuso. Sabía que Taïs lo decía con todo el cariño del mundo y con la intención de animarme, pero que ni se imaginaran lo que llevaba tanto tiempo hablando con Alec y que él me había ayudado a descubrir me hacía sentirme sucia por dentro. Aun así, no me veía con fuerzas de verbalizar fuera de una habitación que compartiera sólo con la persona más importante de mi vida que no estaba segura de si mis padres habían sido tan buenos conmigo porque habían visto mi potencial y querían ayudarme a alcanzarlo, o por el contrario habían posado sobre mis hombros unas expectativas que me habían impedido crecer.
               Así que le devolví el apretón a Taïssa y volví a mirar a Momo.
               -Bueno, entonces, ¿qué va a ser, Momo?
               Torció la boca un momento, considerando las opciones, y finalmente respondió:
               -Creo que prefiero que nos cuentes a qué os habéis dedicado Alec y tú los últimos días.
               -Oh, sí. Y con pelos y señales, por favor-añadió Kendra, y yo me eché a reír. Vale, Momo necesitaba espacio, ¡captado! Negué con la cabeza y luego suspiré.
               -Ha sido… increíble.
               Les conté todo, absolutamente todo, sin dejarme nada en el tintero salvo aquellas conversaciones y revelaciones tan íntimas que habíamos tenido juntos que me parecía un sacrilegio compartirlas con alguien. Probablemente no se las comentaría ni siquiera a Fiorella, que tenía obligación de recordarlas sólo cuando estuviéramos a solas, así que no traicionaría la confianza que Alec había depositado en mí presumiendo de lo profunda que era nuestra conexión con las chicas.
               Me prestaron toda su atención, como no podía ser de otra manera, y se callaron completamente cuando les conté que habíamos probado a hacerlo por detrás y que me había gustado muchísimo, más de lo que me esperaba. Se miraron entre sí, como decidiendo si me creían o no, pero no me interrumpieron. Tenía demasiado que contar y muy poco tiempo; el recreo, por desgracia, no duraba para siempre.
               Eso sí, no pudieron mantenerse calladas cuando les conté que la última vez que habíamos estado juntos había sido en los baños de Heathrow, y la despedida tan genial que habíamos tenido antes de que él se subiera al avión. Taïssa suspiró de frustración cuando les dije que no hubo penetración allí, pero no porque pretendiera que nuestro polvo pasara al siguiente nivel, sino que, como yo, compartía la visión de que lo mejor del sexo era cuando las dos personas compartían el placer. Y yo podría haber hecho que Alec se corriera conmigo igual que lo habíamos conseguido en su habitación.
               Con todo, lo que había pasado me parecía absolutamente perfecto, y era un fiel reflejo de nuestra relación. El eje central siempre era yo, con mi placer en la cúspide de prioridades de Alec; por encima, incluso, del suyo. Como esos días se habían tratado de él, no podía haber sido de otra manera.
               Además, la visión de él arrodillado entre mis piernas, con la lengua entre mis muslos y una sonrisa maligna cuando le hundí las uñas en el pelo y gimoteé que estaba a punto de correrme me perseguiría toda la vida. Era la típica sonrisa que me amenizaría las noches a solas en mi habitación, o las tardes en que tuviera que buscarme un rincón apartado de privacidad para masturbarme a gusto cuando estuviera ovulando.
               Era una sonrisa que pretendía ver todas las noches cuando él regresara a casa, en la que pretendía quedarme a vivir, a la que no volvería a renunciar.
               Sabía que si me hubiera sonreído así cuando todavía le detestaba, no habría sido capaz de resistirme a él y habría caído rendida a sus pies mucho antes, y entonces no estaría aquí ahora, echándolo de menos y ansiosa como nunca porque llegara mi cumpleaños. Sonreí al pensar que, después de todo, quizá sí que fuera culpa suya que le echara de menos, pero por las razones equivocadas: no porque buscara su propósito vital a miles de kilómetros de casa, sino porque hubiera tardado demasiado en hacerme ver que mi lugar estaba a su lado, y el suyo, al mío.
               -Me alegro de que te haya pasado algo tan genial como él, pero debería haberme pasado a mí también-protestó Kendra mientras subíamos las escaleras después de que sonara la sirena que indicaba el final del recreo-. Si no fuera porque sé que Saab no es una mentirosa y nadie tendría tanta imaginación como para inventarse a Alec si no existiera, diría que nos está intentando engañar. Él es demasiado perfecto para ser real.
               -Alguna vez he leído por ahí que las pollas grandes pueden ser un problema a largo plazo-comenté a modo de consuelo, y Taïs se rió.
               -Te quiere tanto que sería capaz de cortarse un trocito para que dejara de dolerte si fuera el caso.
               -O mejor aún: la quiere tanto que se inventaría una postura sexual totalmente nueva con la que podría metérsela hasta el fondo sin reventarla y que Sabrae se muriera del gusto-replicó Ken.
               -No es por hundiros, ni nada por el estilo, chicas, pero ya me la mete hasta el fondo y no me revienta y definitivamente me muero del gusto-sonreí.
               -Definitivamente tenemos que ir a un sex-shop-sentenció Momo-. Olvidaré a Jordan con un buen vibrador, y de paso tú echarás un poco de menos a Alec.
               -¡Si no tenemos edad para entrar en uno!-contestó Taïs escandalizada.
               -Nos maquillamos un poco y listo. A los comerciantes lo que les interesa es vender.
               -Un consolador no te abraza por las noches-dije yo.
               -También podemos comprarte una almohada de ésas que usan las embarazadas o los solterones de Japón.
                -Han sacado un nuevo modelo que simula el sexo oral. Debe de estar guay-comentó Kendra, y todas nos detuvimos en las escaleras y la fulminamos con la mirada.
               -Kendra, no-dije yo-. No recomiendan que una chica que no ha tenido relaciones use ese modelo. Además… dudo que nadie pueda hacer una máquina que haga lo que Alec es capaz de hacer.
               -Déjanos a las demás que nos consolemos como podamos-protestó Ken-. No todas tenemos novios que son dioses del sexo.
               -Ya tendrás uno la mitad de sinvergüenza de lo que es el mío, no te preocupes.
               -No lo quiero sinvergüenza; lo quiero que folle que te mueres.
               -¿Acaso no es lo mismo?
               -Igual debería pasarle como quien no quiere la cosa hilos de sexología de Twitter a Jordan, ¿eh?-soltó Momo detrás de mí.
               -¿¡Amoke!?
               -¿Qué? No creerás en serio que Alec es bueno porque haya practicado mucho. Hay tíos que se han tirado a muchas chicas y no saben situar el clítoris. Créeme: Alec ha investigado. Lo sé. Tiene una cara de pasarse las noches mirando Reddit que no puede con ella.
               -¡Oye, ¿qué tiene de malo mirar Reddit?!-se quejó Taïs, que en sus ratos libres se dedicaba a asegurarles a las mujeres que publicaban en las páginas como “¿Soy yo la gilipollas?” que sus reacciones no eran en absoluto desmesuradas y que todo desliz que cometieran sus maridos era una causa más que justificable de divorcio si ellas así lo creían. La verdad es que yo estaba totalmente de acuerdo con su postura.
               Además, yo tampoco estaba para juzgar, si teníamos en cuenta que me había hecho una cuenta específicamente para insultar a las gilipollas que se metían con mi padre (y ahora, con mi hermano) y denunciar a todas las cuentas que intentaban organizar eventos de internet cuando las fans de mi padre ya tenían preparado alguno.
               -Lo creas o no, esas cosas que mi novio tiene a cada lado de la cabeza son sus orejas, y sabe cómo usarlas.
               -Sí, poniéndotelas en cada muslo-rió Kendra, y Taïs chocó los cinco con ella.
               -De todos modos lo que me ha sorprendido no es que creas que mi novio tiene algo así como un doctorado en sexología por la universidad de Twitter, sino que hayas decidido darle toda su investigación a Jordan para… ¿qué, exactamente?-alcé una ceja. No quería preguntarle si tenía pensado darle más material a Jordan para que lo pusiera en práctica con Zoe, porque a mí tampoco me gustaría que me hurgaran en la herida, pero… a ver. Jor no era de piedra, y si hasta mí se me encendían los vapores si veía algo de alto voltaje cuando tenía el día tonto, no quería ni pensar en el impacto que tendría en el triángulo amoroso que Momo había forzado con Jordan y Zoe si ella ahora empezaba a pasarle un ránking de las mejores posturas del Kamasutra.
               (Alerta de spoiler: lo era la cucharita.)
 
¿CÓMO? No tienes ni puta idea. El misionero le gana por goleada. ¿La cucharita, en serio? ¿Es que hay algo que se compare a ver cómo se te mueven las tetas mientras mi polla entra y sale de tu coño?
 
 
Tienes razón, es mucho mejor la postura más sosa y que todo el mundo hace cuando pierde la virginidad.
 
A veces los clichés son clichés por algo, Sabrae. Lo que no me esperaba era que los despreciaras de esta forma.
 
La cucharita es genial porque puedes tocarme por todo el cuerpo y si lo hacemos frente a un espejo sigues pudiendo verme.
 
Mm… creo que sigo prefiriendo verlo en directo.
 
¿Sabes qué? Me he equivocado.
 
Joder, ¿estás bien? Esto que es raro.
 
La mejor no es la cucharita. Es la de cuando nos ponemos sobre tu alfombra, delante de tu espejo, me pones de rodillas, te metes entre mis piernas y me arqueas la espalda para pegarme a ti y manosearme mientras me la metes, y todo mi cuerpo se cubre de sudor y tú me lames el cuello mientras follamos y nos miras en el espejo y ves cómo tu polla sale toda húmeda de…
 
VALE. LO CAPTO. YO ME EQUIVOCO Y TÚ TIENES RAZÓN. Dios. Ahora voy a tener que ir a la Antártida para darme un baño de agua helada y que se me baje este calentón.
 
Eso te pasa por interrumpirme cuando estoy narrando 😉
 
Zorra…
 
 
-He decidido que voy a permitir que Jordan coja experiencia con Zoe, porque me preocupa que Alec se haya guardado todo lo que sabe para él y que Jor no le haga la competencia cuando Jor claramente es más guapo que él…-parpadeé, dispuesta a defender a mi hombre, pero Momo alzó una mano-. Así que intentaré no ponerme demasiado celosa-me reí-. Todo sea porque no me decepcione cuando al fin nos acostemos.
               -¿Cuando?-repetí, riéndome. Momo me fulminó con la mirada.
               -Estoy manifestando. Tú también lo hiciste, ¿no? Viste a Alec en la playa, volviste a casa con un calentón que te cagas, te tocaste pensando en él, y a los dos años te lo empezaste a tirar. Sólo tengo que ser paciente y no dejar que nada me desanime.
               -¿Ni siquiera que Jordan se tire a otra?
               -¿Ahora hacemos slut shaming?
               -Dios me libre, sobre todo porque me he enamorado del mayor golfo de Inglaterra-comenté, dejando mi mochila colgada de mi silla y sentándome.
               -Igual deberíamos organizar una excursión a Gales-dijo Ken, inclinándose por encima de su mesa para meterse entre la cabeza de Momo y la mía.
               -¿Para qué?
               -Para buscar al mayor golfo de Gales. Igual todavía no está cogido. ¿Os viene bien esta tarde?-preguntó, abriendo su agenda y cogiendo su boli con un pompón rojo en la parte superior y dos cascabeles del tamaño de un albaricoque. Puede que quedara todavía más de un mes para Navidad, pero Kendra era de las que se comprometían con el espíritu festivo desde el minuto uno.
               -¿No vamos a ir a Winter Wonderland?-inquirió Taïssa en tono desilusionado, y a mí se me encogió el estómago. Dios. Con todo lo que había pasado estos días y la visita de Alec había perdido totalmente la noción del tiempo y me había olvidado de las tradiciones con mis amigas.  Cada año, con la llegada del frío y las hojas de los árboles cambiando de color, nos metíamos en el metro y poníamos rumbo a Hyde Park para disfrutar de una de las mejores atracciones del año: la feria de Navidad de Winter Wonderland que ocupaba una parte nada desdeñable del parque. Con puestos de comida, una pista de patinaje, puestos de mercadillo y atracciones que iban desde una noria gigante con temática de Disney a varias montañas rusas o una casa del terror invernal, algo así como una versión tétrica del taller de Santa Claus, hacía que todos los londinenses de las afueras de la ciudad renunciáramos a la comodidad de no vivir en barrios turísticos y aceptáramos mezclarnos con la plaga de turistas que siempre abarrotaba nuestra ciudad.
               Los peores días eran precisamente los de su inauguración, pues todo el mundo quería descubrir antes que nadie qué sorpresas traían para ese año, pero a Taïs le hacía ilusión ir cuanto antes para poder elegir qué partes eran sus preferidas y, si había suerte, convencernos para ir otra vez. U otras dos.
               O, con suerte, hasta tres.
               La visita a Winter Wonderland siempre era uno de los eventos que más esperábamos en nuestro grupito, y de las excursiones que más disfrutábamos, pero ahora tenía tantas cosas en la cabeza que me preocupaba no poder pasármelo tan bien como lo habíamos hecho en otras ocasiones. Sí, vale, sabía que debería intentar distraerme con lo que me echaran y que no debería encerrarme en casa para lamentarme si quería que estos ciento sesenta días que faltaban para mi cumpleaños me pasaran más rápido, pero… todo estaba muy reciente. Una cosa era encerrarme en casa a llorar, y otra el fingir que no había pasado nada. Curiosamente, me apetecía estar triste y guardarle luto a la visita de Alec.
               Además… quizá debería buscar la manera de arreglar las cosas con mis padres cuanto antes. Sabía por el tironcito que sentía en el estómago cuando pensaba en proponerles que fuéramos a ver a Fiorella para plantearles lo de mi adopción, que cuanto antes me quitara de delante eso antes podría recuperar mi anterior vida.
               Pero, claro, eso es como pensar en cauterizarse una herida infectada. Sabes que te va a doler, así que por mucho que sea por tu bien, la tentación de posponerla es demasiado grande para resistirse.
               -Acaban de abrirlo-protestó Kendra, como todos los años-. Va a estar lleno de guiris maleducados.
               -Siempre está lleno de guiris, Ken-le recordó Momo, que sabía que la reticencia de nuestra amiga era en parte culpa de que siempre se ponía enferma en la feria, todo porque era incapaz de dejar de probar cada especialidad de cada puesto de comida incluso cuando ya nos había dicho que estaba a reventar tres puestos antes.
                -Exacto-se defendió Taïs-, y estoy cansada de esa excusa para no hacer nunca cosas divertidas. Como montarnos en los buses turísticos que no paran de dar vueltas por el centro.
               Momo, Kendra y yo pusimos los ojos en blanco; lo de los buses turísticos exactamente iguales que los nuestros era una batalla que Taïssa simplemente jamás daría por ganada, pero las demás nos negábamos en redondo a arriesgarnos a que nos identificaran como londinenses por nuestro acento. ¿Hay algo más cutre que el dejar que te estafen en tu propia ciudad a cambio de escuchar las explicaciones que les dan a los turistas sobre los monumentos que tú te conoces como la palma de tu mano?
               Sí, vale; Mimi, Eleanor, Alec y yo nos habíamos subido a uno así en nuestro viaje por Italia, pero no tenía ni punto de comparación.
               -Ya nos robaron un riñón para poder montar en el London Eye de noche-le recordó Ken-; creo que con eso hemos cumplido el cupo con nuestro país, por lo menos, hasta que nos casemos.
               -Cosa que en mi caso no pasará nunca, si Jordan sigue siendo así de estúpido-murmuró Amoke.
               -Si tanto sufriste en el London Eye, ¿por qué no te quitas la foto del perfil de Instagram? Llevas con ella puesta como foto principal más de tres años-acusó Taïssa, entrecerrando los ojos y  fulminando con la mirada a Ken, que tuvo la decencia de cerrar el pico-. Ya me parecía. Bueno, pues lo dicho. Hoy iremos a Winter Wonderland, ahora que Saab está libre…
               Me sentía fatal pensando que lo habían pospuesto por mi culpa, pero ya que me estaban esperando, quizá lo más justo sería que fuéramos cuando las cuatro estuviéramos dispuestas a disfrutarlo al cien por cien.
               -Ya os avisaré, chicas…-susurré, hundiendo un poco los hombros, porque posponer planes hacía todo mucho más real-. No sé si podré hoy.
               -Ah, no-contestó Momo, girándose en su silla para enfrentarse a mí-. No, no, no, no. No. No vas a quedarte encerrada en casa viendo la vida pasar hasta que Alec vuelva por tu cumpleaños. Ni de broma. Haremos planes y nos entretendremos para arreglar nuestro corazón roto-sentenció, y me cogió la mano y me acarició los nudillos-. Si no es por ti, al menos, hazlo por nosotras. Te echamos de menos. Y Alec nos pegará si se entera de que te hemos dejado ponerte en modo depresivo y negarte a salir de casa.
               -No es por eso, chicas, de verdad. Me apetece, en serio-aseguré, mirándolas con expresión de cachorrito abandonado-. Es sólo que… no sé, es que no sé si voy a decirles a mis padres que quiero ir al psicólogo, porque…-suspiré y me miré las manos. Confesar aquello en voz alta en mi cama, con Alec a mi lado, permitiéndome ser vulnerable mientras estaba desnuda era una cosa.
               Verbalizarlo con mis amigas en una clase llena de gente en la que cualquiera podía oírme era otra. ¿Y si alguien me escuchaba y les iba con el cuento a mis padres antes de que yo me armara de valor para hablar con ellos? Ya les había hecho mucho daño; no quería que pensaran que no me sentía parte de la familia, o peor, que quería buscar a mi madre biológica. No me sentía con ningún derecho a decir aquello como si no pasara nada, y sin embargo…
               Tú no eres responsable de ellos, Saab. Ellos son responsables de ti, escuché a Alec en mi interior, y casi sentí sus caricias cuando me dijo aquello. Qué curioso: puede que la gente de la que te enamorabas te transmitiera absolutamente todo, incluso los pecados que habían estado a punto de matarlos. Si Alec tenía algo malo era lo mucho que se responsabilizaba de todo, independientemente de que no fuera cosa de él; había luchado contra viento y marea para hacerle entender que las guerras que se libraban a su alrededor no eran suyas simplemente por asimilación, y ahora yo estaba haciendo lo mismo.
               Sí, de acuerdo, yo no debía hacerles daño a mis padres a propósito; pero si por no hacerles daño yo dejaba de cuidarme, ahora que Al ya no estaba, ¿quién iba a cuidarme a mí?
                Scott siempre estaría ahí cuando yo le necesitara, y siempre me tendería la mano si yo me sentía sola, pero… no era lo mismo el apoyo que te da un hermano al que necesitas de tus padres. Y yo echaba de menos a mis padres. Echaba de menos a mamá.
               Me hubiera alejado ella o me hubiera alejado yo, el caso es que estaba demasiado lejos como para que yo pudiera ser feliz; quería que todo volviera a ser normal, o al menos todo lo normal que pudiera ser tras todo lo que había pasado.
               Suspiré y decidí que tenía que lanzarme a la piscina, y ya nos ocuparíamos después de a quién salpicaba. Estaba cansada de tener la cabeza siempre debajo del agua.
               -Tengo que hablar con ellos sobre… bueno. Quiero hablar con ellos sobre mi adopción.
               La clase estaba alborotada todavía por todos los compañeros que aún no se habían sentado, apurando hasta el último momento hasta que llegara el profesor, lo cual hizo una pantalla sonora perfecta para que nadie más que mis amigas me escuchara. Pero ellas lo hicieron, vaya que sí.
               Taïssa parpadeó y abrió los ojos; Kendra abrió la boca todo lo que se lo permitió su mandíbula, y Amoke… Amoke se puso totalmente rígida y me miró de una forma en que no me había mirado nunca: como si no me conociera. Como si me hubieran cambiado por un clon desentrenado, idéntico a mí por fuera pero totalmente distinto por dentro. Era exactamente lo que mis padres decían que más les preocupaba de lo que había pasado: que me veían distinta, que no era propio de mí todo lo que estaba haciendo, que yo jamás me habría comportado como ahora ni les habría dado tantos disgustos.
               Se me hundió un poco el estómago con su reacción porque ¿y si estaba equivocada?
               -¿O creéis que no tengo derecho a hablar sobre mi adopción?-pregunté con un hilo de voz, y odié al momento tanto el tono desamparado con el que sonó mi pregunta como lo inútil que me hizo sentir. Se suponía que por pedir permiso para todo me había terminado metiendo en este lío, porque me había arrebatado a mí misma la opción de ser impulsiva y cometer errores.
               Claro que Alec decía que aquello tampoco era mi culpa, y que me habían obligado a ser madura toda mi vida cuando lo que me correspondía era meter la pata y aprender de ello. Según él yo era la adulta y ellos los que tenían un comportamiento infantil, pero esa parte ferozmente fiel a mis padres me susurraba al fondo de mi conciencia que yo no les entendería hasta que no tuviera hijos, que les había dado un disgusto tremendo independientemente de mi carácter, y que su reacción era totalmente lógica después de todo lo que les había hecho pasar.
               Que me habían dado margen para que yo fuera feliz con Alec en esos pocos días que habíamos podido compartir juntos, y que era una desagradecida por llegar a la conclusión de que era culpa suya que yo no me fiara de ellos, cuando no me habían dado ningún motivo para desconfiar y que sólo me habían educado en la excelencia porque sabían que todos podíamos alcanzar la perfección si nos lo proponíamos.
               Pero es que no podía dejar de ver diferencias entre cómo me trataban a mí y cómo trataban a mis hermanos. Shasha no era la mejor de su clase de forma indiscutible; Scott ni siquiera estaba cerca de ese puesto independientemente del trabajo impecable que había hecho Bey, y, sin embargo, ellos tenían mucho más margen para fallar que yo. ¿Se debía a la sangre, o a mi propio carácter?
               No lo sabía. Y quería dejar de preguntármelo. No me había dado cuenta hasta hacía dos días que mi vida había consistido en una maratón extremadamente larga, tanto en distancia como en duración, y yo… necesitaba un respiro.
               Esperaba que Fiorella fuera capaz de dármelo, porque si no, no sabía qué sería de mí.
               -Claro que sí-dijo Taïssa después de un momento de silencio que a mí se me hizo eterno.
               -¡Claro!-añadió Kendra.
               -¡Por supuesto, Saab!-Momo se inclinó hacia mí y me puso una mano en la rodilla-. Son tus padres. ¿Por qué no ibas a poder hablar de eso con ellos? ¿Por qué nos preguntas eso?
               No me había dado cuenta de que tenía un globo dentro del pecho que me impedía respirar hasta que no explotó y pude coger aire. Menos mal. Mis amigas me apoyaban. No estaba siendo del todo irracional con esto. Mi dolor era lógico.
               Menos mal que Alec no estaba conmigo, porque se enfadaría muchísimo si me escuchara decir algo así. Sabía que el dolor no tenía que ser lógico; que, de hecho, muchas veces no lo era, pero… después de todo lo que había pasado a lo largo de los últimos meses, sentía que tenía que andarme con pies de plomo incluso sobre mis propios sentimientos.
               Lo odiaba.
               -No sé. Es que…-me encogí de hombros-. Alec me dice que tengo derecho a hablarlo con ellos si es lo que necesito, pero no sé qué pensar. Les tiene un odio visceral con todo lo que ha pasado, y no sé si para él que yo quiera hablar de esto son todo ventajas: que a mí me liberaría y que a mis padres puede hacerles daño.
               -Lo cual es normal-Momo alzó una ceja, y verla dispuesta a defender la postura de Alec me resultó incluso cómico teniendo en cuenta las ganas que tenía de montarle un pollo a Jordan. Claro que ella no pensaba en Alec como “el mejor amigo del chico que le gustaba”, sino “el novio de mi mejor amiga”, así que me imagino que para ella sería más fácil ponerse de su lado cuando se trataba de mí.
                -Ya, sí. Es verdad-si había algo que no les perdonaría a mis padres era cómo habían hecho de Alec el malo de la película, cuando él se había limitado a cumplir las promesas que me había hecho y tratar luego de enmendar sus errores-. Y le entiendo. Pero eso también hace que crea que, a veces, Alec es muy permisivo conmigo. Podría decirle que quiero bombardear algún país y se pondría a buscar misiles balísticos en el mercado negro-bromeé, y me encogí de hombros.
               -Siempre que ese país fuera Israel…-comentó Momo.
               -Israel no es un país-le recordé-. Y como defensoras de los derechos humanos, tenemos la obligación moral de bombardearlo.
               -Muy cierto-asintió Momo, sonriéndome, y tendiéndome así una ramita de olivo que yo tampoco necesitaba. Preferiría no haber tenido que hacerlo porque detestaba que ella estuviera mal, pero era necesario ponerle los puntos sobre las íes en lo que respectaba a Jor. Además, sabía que no me iba a guardar ningún rencor, sino que más pronto que tarde se daría cuenta de lo absurdo de su comportamiento.
               Lo sabía por experiencia porque a mí también me había pasado, sólo que yo había tardado años en darme cuenta de que no estaba siendo del todo justa con Alec.
               Además, cualquier consejo que se dé desde el amor duele, pero no escuece, así que el olivo no era necesario.
               El murmullo de la clase se fue acallando abruptamente cuando la profesora cruzó la puerta y subió el peldaño que separaba su mesa de las nuestras para poder vernos las caras a todos incluso estando sentada. Dejo sus cosas sobre la mesa, nos dio los buenos días y se dio la vuelta para escribir el título de la lección de hoy en la pizarra. Saqué mi libreta y mi estuche, extraje un bolígrafo y puse el estuche sobre mi agenda. Me fijé entonces en que sobresalía de ella un papelito que yo no recordaba haber puesto allí.
               -Bueno, clase. Antes de ponernos con la lección de hoy, vamos a corregir los deberes. ¿Algún voluntario para leer el enunciado?
               Mis amigas no levantaron la mano como de costumbre, y eso que solíamos cargar con el peso de librar a nuestros compañeros de la tediosa tarea. Desdoblé la notita y sonreí al reconocer la caligrafía de Alec.
               Que tengas un buen día, preciosa ya queda un poquito menos para vernos. Te quiero.
               Acaricié los surcos del bolígrafo con los dedos, doblé la notita con cuidado y me la guardé en el estuche. Quizá fuera una decisión difícil la que tenía que tomar con mis padres, pero sabía que al menos no me había equivocado con la persona por la que iba a luchar.
               Alguien estaba leyendo al fondo de la clase el enunciado del ejercicio cuando Amoke se inclinó hacia mí.
               -Sé que no es el mejor momento para tratar esto-cuchicheó, y yo la miré-, pero es mejor que lo zanjemos cuanto antes. Sí, Alec no es nada objetivo contigo, pero de eso se trata: de que te guarde las espaldas.
               »Claro que me imagino que yo tampoco lo soy, así que no tendrías por qué hacerme caso, pero…-se quedó callada cuando la profesora nos lanzó una mirada de advertencia, y después de que avanzara hacia el borde de la tarima, continuó-: por si sirve de algo, creo que Alec tiene razón. Deberías poder hablar de lo que quisieras en casa. Y Zayn y Sher ya están creciditos para haber aprendido a lidiar con lo que te preocupe, así que no deberías preocuparte tanto por hacerles daño. Podrían haberte mentido y decirte que eres hija biológica de ellos, y que alguno tenía algún gen recesivo extraño que se ha manifestado contigo, pero no lo hicieron. Te dieron la verdad. Así que ellos se merecen la tuya.
                -Amoke, ¿algo que compartir con la clase?-inquirió la profe, y Momo se volvió hacia ella.
               -Nada, profe.
               -¿Quieres salir a la pizarra a corregir el ejercicio?
               Momo tomó aire y asintió con la cabeza. Recogió su libreta despacio y murmuró por lo bajo:
               -Tienes derecho a dejar de tener miedo de estar en casa porque sólo así te sentirás bien mientras esperas a Alec. Cinco meses son muchos. Así que dales tu verdad.
               Se levantó del asiento, se pasó la mano libre por la falda y se giró para meter la silla bajo su mesa. Clavó los ojos en mí de una forma en que sentía que sólo sabía hacerlo Alec, y me estremecí de pies a cabeza.
               -Tu verdad, Saab. Con dientes y todo.
               Dicho lo cual, se subió a la tarima y aceptó el portatizas que le tendió nuestra profesora. A pesar de que solía hacerle caso en todo, esta vez no fui capaz de prestar nada de atención mientras Momo corregía los deberes que había hecho frente a toda la clase, tan ocupada como estaba procesando lo que acababa de decirme.
               Esa tarde, al final, fui a Winter Wonderland con mis amigas. Me lo pasé en grande patinando con ellas, hinchándonos a dulces navideños, escogiendo adornos para los árboles de Navidad que pondríamos en el salón de nuestras casas y jugando con los perritos de la perrera que amadrinaríamos durante toda la temporada. Yo escogí un pomeranian de pelo marrón oscuro y hocico y orejitas del color del caramelo que parecía decidido a conseguir que me lo llevara a casa; me hice una foto con él, y guardé cola religiosamente para imprimirla en el stand que había al lado sólo para poder enviársela a Alec.
               He encontrado tu gemelo canino. Tenéis el mismo carácter y definitivamente un tamaño idéntico, le escribí en la parte trasera, sonriendo, mientras esperaba a que las chicas recogieran las fotos que se habían hecho con sus perros elegidos: Kendra, un caniche; Taïssa, un pasto alemán; y Momo, un gran danés de aspecto bonachón que le llevó con dedicación el palo que ella le lanzaba con la fidelidad propia de los perros.
               Nos compramos unas pulseras de la amistad a juego, nos hinchamos a manzanas con caramelo y gofres rebosantes de sirope, y nos pusimos perdidas cuando intentamos subirnos a la noria, Taïssa tropezó y nos caímos las unas sobre las otras, pero no recordaba haberme reído tanto desde que Alec se había marchado en julio.
               Y todo porque, después del instituto, había ido a comer a casa y les había dicho a mis padres que no podíamos seguir así, que les echaba mucho de menos y que quería que arreglásemos las cosas.
               Mañana teníamos cita con Fiorella. Nos había despejado la agenda para que nos tomáramos el tiempo que necesitáramos con ella. Yo iba a recuperar al fin mi vida, o lo que quedara de ella teniendo en cuenta la ausencia de Alec.
               Al menos, eso creía. Aún no estábamos en invierno, pero ésa había sido la primera maravilla de la tarde.
              
 
Dios, me dolía todo el cuerpo. Me dolía más que cuando me había pasado tres días seguidos de fiesta con Scott, Tommy y Diana por media Europa; claro que también había aguantado mucho más porque tenía mucha adrenalina que descargar después de graduarnos y me había pasado la mayor parte del tiempo borracho como un piojo, y una parte de ése también follando con Sabrae, así que supongo que el tiempo no me había cundido tanto como ahora.
               Bueno, pensándolo bien, la verdad es que me había pasado mucho tiempo follando con Sabrae ahora también, así que… salvo que los meses que habían pasado desde mi graduación y ahora hubieran sido como años para mí (que también, viendo la espiral de disgustos en que había sumido a mi chica y, por extensión, a mí), no tenía sentido lo jodido que estaba.
               Estiré la mano en busca del interruptor de la mesita de noche y me di un golpe en los nudillos contra la pared. ¿Pero qué cojones? Espera… ¿estaba durmiendo en casa de Sabrae? Porque esto no parecía la cama de Sabrae. Ah, no podía ser: ella no tenía la pared de este lado de la cama. Además, yo solía ponerme entre ella y la pared para no tirarla de la cama sin querer, y no había ningún peso a mi lado en la cama, así que…
               UN MOMENTO. AQUÍ HABÍA ALGUIEN MÁS.
               Escuchaba perfectamente una respiración acompasada al lado de la mía, pero sabía que no era de Sabrae. Por qué, seguramente te preguntarás. Después de todo, todos los seres humanos (e incluso los mamíferos, me atrevería a decir) respiramos igual, así que hacemos el mismo ruido, ¿no? ERROR. Sabrae respira de una forma que resulta hasta melódica, la cabrona de ella. Dios, en el momento en que me dio aquel beso hacía ya más de un año había perdido toda posibilidad de escapar de ella, así que, ¿por qué tenía que ser tan perfecta y atractiva?
               Vale, la persona que estaba a mi lado no era Saab, o ya me habría puesto cachondo como un mono oliendo sus feromonas. Bueno… la verdad es que un poco cachondo sí que estaba, teniendo en cuenta el empalme que me traía. Supongo que había estado soñando con ella, como me pasaba siempre que no dormíamos juntos y yo acababa echándola tanto de menos que mi cuerpo se rebelaba contra mí, pero desgraciadamente no tenía la suerte de recordar en qué habían consistido mis sueños. Lo cual era una putada, la verdad, porque si una cosa tenía buena era la imaginación, y cuando soñaba que me la follaba era tan real que me hacía un poco más ameno el esperar para verla.
               Era graciosa la expresión “un cuerpo para quitar el sueño”, porque cuando soñaba con las piernas, los muslos, la cintura o las impresionantes tetas de Sabrae, lo último que me apetecía era despertarme. Mi chica era una sinvergüenza, por mucho que se quejara de mí, pero en mis sueños era mil veces peor. Me sonreía y me guiñaba el ojo cuando me pillaba mirándola maravillado de una manera que me sorprendía no haberme corrido más veces en sueños cuando lo recordaba, como me había pasado cuando habíamos empezado a follar.
               Y lo que había a mi lado definitivamente me quitaba el sueño: porque no era Sabrae, y, dado que la pared estaba en el lado equivocado de la cama, tampoco podía ser Mimi. Así que ¿quién coño tenía yo al lado?
               Me incorporé como pude a pesar de que mi cuerpo parecía pesar una tonelada más que antes de acostarme y luché por situarme. Me dolía la cabeza que no veas, y la habitación estaba sumida en una extraña penumbra plateada que no se correspondía con la de mi habitación. Claro que, bueno, era imposible que estuviera en mi habitación porque Sabrae y yo no nos habíamos puesto a hacer redecoración y a mover todos los muebles, lo cual sería la única explicación para que la mesita de noche no estuviera donde había estado toda la vida.
               La figura a mi lado se incorporó con más rapidez que yo (supongo que no pesaba el equivalente a un elefante bebé) y se movió de forma rara. Entonces se hizo la luz, que me quemó en los ojos y me perforó el cerebro con mil cuchillos incandescentes. Joder, ¿qué me había pasado? ¿Me había corrido una juerga tan tremenda que no recordaba ni dónde había caído, ni...?
               Ay. Ay. Ay. Ay, joder, joder, joderjoderjoderjoder. ¿Dónde coño estaba?
               El peso de mi cuerpo se volvió ligero como una pluma cuando se me disparó la adrenalina de nuevo en el cuerpo y me pude incorporar como un resorte para mirar en dirección a mi acompañante, que, a juzgar por lo poco que había podido ver de su silueta a contraluz, era una chica.
               Era Perséfone.
               -¿Alec?-preguntó, y yo me la quedé mirando. Tenía las piernas enrolladas en una sábana que me resultaba familiar y que cubría un camastro que chirriaba un montón cada vez que te movías sobre él.
               El camastro de la cabaña que compartía con Luca en Nechisar. He vuelto al voluntariado, pensé, y se me fue toda la sangre de la cara al darme cuenta de que Perséfone tenía las piernas desnudas, había arrastrado una cama hasta mi lado y llevaba puesta mi camiseta de Iron Maiden para dormir.
               Ah, y ¿he mencionado que TENÍA LAS PIERNAS DESNUDAS?
               -Joder. Joder. Joder, Perséfone, joder, joder, joder…
               No podía creerme que me hubiera ayudado a hacerle aquello a Sabrae. No podía creerme que hubiera dejado que yo le hiciera aquello a Sabrae. Estaba en gayumbos, y ella llevaba puesta una camiseta mía. Una de mis camisetas preferidas, y también a la que más se abalanzaba Sabrae en cuanto la veía en el armario, porque se negaba en redondo a dejarme aunque fuera una prenda sólo para mí. ¿Y cómo se lo pagaba yo? Siendo un puto infiel de mierda.
               Joder, es que no aprendía. Sabrae se iba a morir del disgusto, y encima iba a tener que preguntarle a Perséfone qué coño habíamos hecho para que ella pudiera matarme antes de morirse de la pena, porque yo no me merecía seguir con vida en este plan.
               -Joder. Perséfone, tía, joder. Dios, hostia, joder. No me… uf. Dime que no…-empecé, aunque, viendo mi historial en general y mi historial con ella, ¿cómo demonios no íbamos a haber…?
               Me parecía la hostia que se hubiera aprovechado de que yo estuviera borracho, o drogado, o las dos cosas, para echar el último mejor polvo que iban a echarle en su vida, pero ahora estaba tan cabreado, dolido y decepcionado conmigo mismo que no había espacio dentro de mí para ninguna emoción negativa dedicada a otra persona.
               -Pero, ¿¡qué dices!?-bramó Perséfone, saltando de la cama como si quemara. Sólo entonces me di cuenta de había metido las sábanas por debajo del colchón en el lado en que su cama coincidía con la mía, como guardando las distancias incluso estando pegados el uno al otro-. ¿Estás mal de la cabeza, Alec? Para empezar, ¡yo no me tiro a chavales ennoviados! Y has llegado tan zombie que, incluso si no tuviera una pizca de decencia y no fuera amiga tuya, hacerte algo habría hecho que me arrestaran por necrofilia. Por dios, ¿por quién coño me tomas?-ladró, y cogió la almohada de la cama y me dio un almohadazo. Me dejé caer sobre la mía y suspiré. Eché un vistazo a su espalda y comprobé que la cama que había cogido prestada era la de Luca, de quien no había ni rastro por ningún sitio.
               Me pasé una mano por la frente y me aparté el pelo de la cara, buscando desesperadamente el reloj de la mesita de noche. Perséfone lo sacó del cajón en el que lo había metido y me lo entregó para que pudiera verlo: las cuatro y media de la madrugada. Por eso estaba todo tan oscuro y me había desorientado tanto, y también estaba tan reventado.
               No recordaba nada después de quedarme frito por encima de Italia; que hubiera llegado al campamento del voluntariado era sencillamente un milagro. Se suponía que había cogido un vuelo de conexión para llegar hasta Nechisar, donde me estaría esperando Killian para llevarme al campamento, registrarme de nuevo ante Mbatha y luego ir a dejar mis cosas antes de ir a picar algo de lo que me habrían dejado preparado para la medianoche, pero lo tenía todo totalmente borrado. Bien podrían haberme traído con un teletransportador que me desintegrara a nivel molecular o metido en una pompa de jabón como Ariana Grande en Wicked, que yo no iba a poder irme de la lengua sobre la tecnología más avanzada o la magia más ancestral.
               No obstante, había repasado mi horario con Saab lo suficiente como para saber que debía de llevar… ¿media hora durmiendo?
               Con razón estaba tan hecho mierda. Fuera lo que fuera lo que me había despertado, me había jodido el horario de sueño y no había podido recuperarme.
               Un momento… por experiencia sabía que cuando estaba cansado, ni un cataclismo sería capaz de hacerme abrir los ojos. En eso era igual que Scott, al que no había manera de despertar sin importar que se hubiera echado una buena siesta hacía un par de horas.
               Miré a Perséfone, que guardó de nuevo el reloj en la mesita y estiró las sábanas de la cama que le había robado a Luca.
               -¿Dónde está Luca?
               -En mi cabaña, con Deborah. He venido porque no parabas de caerte de la cama y nos costaba un huevo levantarte, estabas súper KO. Valeria dijo que no quería que te rompieras la crisma en una de estas, así que llevo cuidándote desde ayer a la hora de comer. Luca me releva cuando tengo que ir al baño y me trae la comida. Se está esmerando en ganarse mis favores-sonrió-, yo creo que está tratando de asegurar el terreno conmigo por si no le salen bien las cosas con Bey-bromeó.
               -¿Cómo que “desde la hora de comer”?-pregunté. No tenía ningún sentido, entonces, que estuviera tan jodido si llevaba durmiendo casi un día.
               -Al, llevas durmiendo casi tres días. Valeria decía que si no te despertabas mañana por la mañana, te íbamos a llevar al hospital.
               -¿Tres días?-repetí, escandalizado, y Perséfone asintió con la cabeza y suspiró.
               -Sí. A decir verdad, estábamos empezando a preocuparnos, pero me imagino que habrás estado tan liado en Londres, recuperando el tiempo perdido y eso, que tenías mucho cansancio acumulado.
               -Si lo que quieres es saber si me he pasado cinco días follando como un mandril con Sabrae para justificar esos celos que sientes, nena, siento decepcionarte. De verdad, lo siento de corazón-le sonreí, y me dolió horrores. Ahora que sabía el tiempo que me había pasado entendía mejor el estado general de mi cuerpo: estaba famélico. Me moría de hambre, y descubrí que también de sed cuando Perséfone me tendió una botella de agua de un litro que me bebí prácticamente de una sentada, pero a ninguno de los dos nos sorprendió. De todas las personas en el voluntariado, Pers era la única que me había visto comer hasta saciarme cuando no había limitaciones gastronómicas, así que sabía que era un pozo sin fondo.
               Tres días. Tres días dormido. Eso reducía la cuenta de los días que tardaría en volver a ver a Saab a ciento cincuenta y ocho; lo cual seguía siendo una burrada teniendo en cuenta que, desde que la conocí, lo máximo que nos habíamos pasado separados había sido el mes que yo me pasaba en Mykonos todos los veranos, e incluso entonces nos daba bastante igual porque no nos teníamos en particular consideración. A decir verdad, me gustaba haberme quitado de en medio tres días de un plumazo, pero no me terminaba de molar despertarme hecho una mierda y no tener aventuras que contarle a Sabrae en mis cartas.
               Dios. Mis cartas. Tenía que ponerme urgentemente a escribirle algo para que no se preocupara si tardaban en llegarle. Entre todo lo que había pasado, al final no habíamos comentado quién le escribiría a quién, así que si ella esperaba por mí una quincena hasta darse cuenta de que no le había mandado nada, no tendría noticias mías en más de un mes. Y yo tardaría tres semanas en recibir algo de ella.
               -Yo sí que lo siento por ti, dado que eres el único que va a cumplir con su voto de castidad-me puso una mano en la frente y me empujó la cabeza-. Pero no te juzgo-se tumbó de costado, vuelta hacia mí, metió las manos bajo la almohada y me sonrió-. ¿Qué tal por Inglaterra?
               ¿Que qué tal por Inglaterra? Vamos a ver: mi hermana pequeña se ha echado un novio que no parece muy espabilado pero al que he conseguido acojonar en la primera conversación a solas que mantuvimos, mi novia me pidió que me quedara y luego me pidió que me fuera y luego me convenció para que efectivamente me fuera y después me convenció de que lo mejor que podíamos hacer era darnos un poco de espacio el uno al otro para seguir creciendo incluso cuando lo único que deseo de verdad es estar con ella, pero resulta que también me apetece estar aquí así que hemos decidido que vamos a sacrificarnos un año entero para que Valeria pueda hacer de mí un hombre, mi suegra sigue rabiando porque Sabrae me prefiere a mí antes que a ella, hemos probado el sexo oral, luego hemos ido al hospital a ver a la novia americana de mi amigo con dos novias porque le ha dado una sobredosis, no sin antes pasarnos por la tienda de mi hermano y amenazarlo con que si se acerca a Sabrae lo mataré después de que él me amenazara con hacerle daño o asustarla después de que los gilipollas de sus amigos nos pillaran follando en el metro; y luego volvimos a casa y follamos y luego yo me peleé con mis suegros y después Sabrae descubrió que no se fía de sus padres porque no sabe si la quieren por ser ella o por ser perfecta, y entonces me convenció para me volviera a Nechisar, y luego fuimos a mi casa y mi madre me trató como si fuera un bebé grande al que echa terriblemente de menos, lo cual no ayuda con mi sentimiento de culpabilidad por lo feliz que soy aquí, lejos de mi familia y amigos; después llamé a Valeria y renuncié a días de cumpleaños de Sabrae a cambio de que me dejara quedarme un poco más con mi familia y a cambio mis amigos y mi novia me organizaron unas Navidades y Nochevieja adelantados antes de que mi novia me adelantara el San Valentín, me llevara a comer sushi a los jardines de Kew y folláramos en el invernadero de los lotos, del que tuvimos que escaparnos corriendo porque casi nos pillan los de seguridad, y luego fuimos a mi casa y follamos un poco más y luego nos dormimos y nos despertamos y follamos otro poco y mi madre nos preparó un desayuno Como Dios Manda® y fuimos a ver a mi mejor amigo a su cobertizo y le reñimos por no darse cuenta de que la americana con la que está medio liado quería follar con él en la ducha después de decirle varias veces que iba a ducharse, y entonces vinieron todos mis amigos a jugar a la consola para despedirse, y yo me fui a un aparte para hablar con uno de mis mejores amigos y pedirle que cuidara de Sabrae por mí ahora que va a convertirse en el Enemigo Público Número Uno del país asumiendo la responsabilidad de cancelar el tour por culpa de la novia drogadicta de su mejor amigo diciendo que tiene ansiedad y que no puede con el ritmo al que están viviendo sus vidas, y luego nos fuimos a Heathrow, donde llamé “papá” otra vez a mi padrastro a pesar de que prácticamente nunca lo hago, me despedí de mi madre, mi hermana y mi abuela, arrastré a mi novia al baño, le comí el coño como está mandado, y luego casi pierdo el avión.
               Y ya no me acuerdo de nada más. Así que guay en Inglaterra, ¿no? Salvo por lo de que Diana casi la palma y eso.
               Me pasé una mano por la cara y por el pelo otra vez.
               -Intenso-decidí; supongo que por eso precisamente estaba tan hecho mierda y tan falto de descanso. De la que estaba pasando todo ni siquiera me había dado cuenta, pero ahora que había hecho una recapitulación de lo que había pasado en casa (y eso que no había contado cómo me había encontrado con Saab en París, lo cual era un tema aparte) entendía perfectamente por qué me había pasado durmiendo tres días. Era como si hubieran pasado meses y no días desde que me había marchado por última vez, y mi cuerpo ya echaba de menos el subidón que siempre sentía estando en presencia de Sabrae.
               Puede que necesitara el contacto de la clínica en la que iban a meter a Diana. Igual hasta nos hacían precio si íbamos ella y yo juntos. Los Styles necesitarían cada penique que pudieran ahorrar ahora que iban a tener que encargarse de las indemnizaciones de todos los corazones ilusionados que iban a romperse cuando supieran que la ansiedad de los Malik resultaba ser hereditaria.
               Perséfone sonrió, bostezó, se arrebujó sobre la almohada y asintió con la cabeza.
               -Ya. Supongo que cinco días dan para mucho-comentó mientras enredaba los pies entre las sábanas, una costumbre que siempre me había hecho gracia, pues no había empezado a hacerlo hasta que no empezamos a acostarnos, pero ella juraba y perjuraba que no se le había pegado nada de mí-. Aquí todo ha estado bastante tranquilo. No hemos salido mientras no estabas.
               -Seguro que casi te cagas del susto cuando llamé por teléfono por si te quedabas sin sabana-me burlé a pesar del cansancio, y Perséfone puso los ojos en blanco.
               -Le habría pedido a Valeria que dejaba que Luca te sustituyera.
               -Zorra.
               Perséfone se rió por lo bajo.
               -¿Sabe Sabrae que me llamas así y que no eres el aliado feminista en que ella se esfuerza tanto en convertirte?
               -¿A quién crees que llamo “zorra” más que a nadie?-repliqué, y a pesar de lo raro que era hablar de Sabrae como si ya no estuviera con ella (porque no estaba con ella), hacerlo me aliviaba un poco el dolor. Era como si su mismo nombre tuviera efectos analgésicos en mi alma, como si la palabra que la definía fuera capaz de retenerme entre los vivos hasta que ella regresara y me curara todos los males.
               -Te hemos echado de menos-confesó Pers en voz baja, como si le diera vergüenza admitir que había añorado a la única persona con la que podía hablar su idioma materno y la única persona que la conocía de verdad en este sitio en el que podías empezar de cero, y por tanto también olvidarte de quién eras.
               En voz baja, como si quisiera darme la oportunidad de fingir que no la había oído. Pero claro que la había oído; había vuelto por eso. Porque a ella la echaría de menos siempre, por ser una parte de mi historia tan esencial como la propia Sabrae, a la que había conquistado gracias a todo lo que aprendí con ella.
               Y a mis compañeros terminaría echándolos de menos cuando cumpliera lo que había venido a hacer aquí, cuando el Alec que estaba ahora en proceso de nacer viera la luz, y fuera por fin ese tío del que veía retazos entre las sombras de los árboles y al límite de mi visión periférica estando en la sabana. Rusia, Grecia, Inglaterra eran parte de mí.
               También lo iba a ser Etiopía. Para eso estaba aquí.
               -Yo también os he echado de menos-respondí, y Perséfone sonrió.
               -Duérmete otro poco, venga. Sólo cuando no lo usas se te repara el cerebro, y está claro lo dañado que lo tienes si piensas en serio que habría intentando algo contigo tan enchochado como lo estás.
               -Tengo un jet lag de la hostia y llevas una de mis camisetas-contesté, tumbándome boca arriba y conteniendo un gemido cuando se me clavó un muelle en la espalda. O puede que sólo fuera un músculo sobre otro; no lo sé.
               Joder, cómo echaba de menos mi cama. Se me había olvidado lo cómoda que era por el tiempo que había pasado en este catre, pero ahora que la había podido disfrutar tantos días seguidos me daba cuenta de lo afortunado que era por haber podido acurrucarme en un colchón en el que podría ponerme a rodar cual canelón en un restaurante italiano.
               -¿Sabes que el jet lag es sólo para viajes internacionales con una diferencia horaria considerable, verdad?
               -Perséfone.
               -¿Mm?
               -Vete a tomar por culo.
               Perséfone se rió y se inclinó a darme un beso de buenas noches.
               -Y que conste: esta camiseta no es tuya, gilipollas. Me la trajiste al año siguiente de que yo me burlara de ti por decir que Camden era como el Aliexpress presencial, y que si no había algo allí, es que no lo había en ningún lado.   
               Sonreí. Ah, sí, era verdad.
               -Apaga la luz, anda.
               Me dormí sonriendo un poco más al recordar que Perséfone no podía ponerse mi camiseta de Iron Maiden ni aunque quisiera, porque era una de las camisetas por las que Sabrae había luchado con más fiereza por quitarme.
               Por supuesto que una de mis chicas la llevaba puesta, pero era la indicada.
               Disfruté de un sueño placentero y relativamente reparador, en el que tampoco soñé con Sabrae pero con el que no me levanté como si me hubiera pasado por encima un camión. Fue el sol, dorado, resplandeciente y omnipresente el que me despertó, colándose por entre los estores bajados y el hueco de las ventanas y llenando la estancia que compartía normalmente con Luca y transitoriamente con Perséfone en el interior de una estrella.
               Pers ignoró mi erección mañanera con la dignidad de una reina y la delicadeza de una amiga mientras se enfundaba unos pantalones cortísimos que definitivamente no eran míos. Se fue  por agua mientras yo me desperezaba, y estaba engullendo un paquete de Oreos que cogió de la cantina de la que regresaba cuando la puerta se abrió de par en par y Valeria ocupó todo el hueco del marco.
               -Estás despierto-comprobó con la ilusión de quien ve que el lunar que sospecha que es un tumor maligno ha aumentado de tamaño de la noche a la mañana.
               -Mm-respondí.
               -Bien. Vístete-ordenó-, y ve a desayunar. Hoy salís.
               Cerró la puerta de un portazo, tan fuerte que incluso rebotó.
               -Mamá pata-ironicé-, siempre preocupada por sus polluelos.
               -Pero, ¡no, Valeria!-se quejó Luca-. ¡Tiene que darnos los regalos!
               -Yo también te quiero, Luca-respondí, poniéndome en pie, metiéndome dentro de unos pantalones de chándal gris que habían pasado misteriosamente el Control De Aduanas De Mi Novia© y Saab me había permitido traerme, y saliendo al sol abrasador.
               Tardé lo que me pareció media hora en hacer el trayecto de apenas treinta metros en dirección al baño, y todo porque mis compañeros se alegraban muchísimo de verme, se morían de ganas de saludarme y querían saber, sin ningún tipo de interés, cuándo iba a abrir la misteriosa maleta con la que se rumoreaba que había aparecido de madrugada, cuando yo no me había llevado equipaje a Inglaterra. Joder. La mejor manera de que te ronde todo el mundo es untándote de miel y tumbándote a que vengan a chuparte la sangre todos los mosquitos de todas las especies posibles.
                En serio: me entretuvieron tanto que, cuando salí del baño, Valeria estaba esperando a la puerta para escoltarme hasta el comedor, donde hizo que me sentara en la mesa más cercana al bufet, y con sólo pronunciar el nombre de Fjord hizo que me cebaran.
               Parece ser que corría prisa que nos largáramos a la sabana por todo el tiempo que nos habíamos pasado parados por mi culpa, porque cuando quise darme cuenta, estaba de vuelta en el todoterreno conducido por Killian, charlando con Sandra y Pers de lo que había hecho en Inglaterra y los planes geniales que me había organizado Sabrae, esperando al tirón al ver de nuevo al sabana, que no me defraudó.
               Habían empezado las lluvias y el dorado omnipresente se había visto sustituido por tonos verdosos que convertían la sabana en un paraíso esmeralda, pero habíamos sido afortunados y nos había tocado un día despejado. Dado que Valeria estaba esforzándose por no ser el ogro que todos creíamos que era, nos había dicho que teníamos permiso para volver a dormir en el campamento si lo queríamos, y a Sandra le había bastado con un vistazo a mí y a mis ojeras para decidir que, efectivamente, dormiríamos en casa esta noche.
               Casa. Era un concepto tan raro pensando en que Sabrae estaba tan lejos de mí… y, sin embargo, me sentía realmente en comunión con este lugar. Era como regresar a un país en el que no había estado nunca, del que mis padres se habían marchado siendo jóvenes y del que no habían parado de hablarme desde que nací. Supongo que esto sería lo más parecido que iba a vivir a la añoranza que sentía Mamushka cada vez que hablaba de Rusia.
               A lo largo de la mañana había ido recordando detalles de mi viaje, desde ver Roma iluminada por la noche, con el Coliseo siendo inmensamente pequeñito y haciéndome desear tener algo con que hacerle fotos más decentes que el iPod que Shasha me había prestado, al mar como una infinita pintura homogénea hecha de tinta china negra bajo nosotros, pasando por el desierto del Sáhara resplandeciendo bajo el avión como una bruma espectral de plata. Había atravesado el aeropuerto de la capital para coger el vuelo interregional sin enterarme casi de cuando pasé el control de fronteras, y cuando llegué a la terminal de llegadas en la que me esperaba Killian, me derrumbé a su lado en el todoterreno y me pasé todo el trayecto hasta el campamento dormitando.
               Valeria nos esperaba despierta; salió a recibirnos en bata, le dio las gracias a Killian, le dijo que se fuera a dormir y se quitara el despertador, y me abrazó.
               Y yo me eché a llorar como un niño pequeño. Había dejado de saborear a Sabrae en mi lengua, y faltaban cinco putos meses para que volviera a probarla. De repente el número cinco había pasado de ser mi número de la suerte a mi número maldito.
               -Gracias por volver con nosotros. Te echábamos de menos.
               Me limpié las lágrimas con el dorso de la mano y asentí con la cabeza. Valeria me dio otro abrazo y me sostuvo el rostro entre las manos. Puede que fuera por esto por lo que no nos dejaba acercarnos: sabía que, como nos metiéramos entre los huequecitos de su armadura, descubriríamos que en realidad no era ni tan mala ni tan dura ni intransigente como quería hacer ver.
               -¿Quieres llamar a casa o prefieres irte a dormir?
               -Llamar a casa-dije con el hilo de una voz débil y atemorizada que no se correspondía en nada con la del campeón de boxeo de 19 años y casi un metro noventa y ochenta y cinco kilos de puro músculo. Había pocas personas a las que me costaría cargarme, y sin embargo estaba totalmente a merced de Valeria, mucho más baja y ligera que yo.
               Claro que Sabrae era todavía más baja que Valeria ella podría destruirme.
               -Me parecía-me había sonreído ella-. Te he dejado la puerta abierta. Llevaré tus cosas a la cabaña.
               Terminar recordando lo que había hablado con Saab, su voz, sus suspiros y sus risas había sido un regalo que no se comparaba con los que abarrotaban mi maleta, muchos de los cuales ni siquiera me imaginaba qué serían, pues todo había sido cosa de mamá.
               No encontramos muchos animales a los que ayudar más allá de unos cuantos mamíferos pequeños que opusieron poca resistencia y apenas nos dieron trabajo, pero no quería preguntarles a mis compañeros si estaban esforzándose poco para que yo pudiera descansar por si acaso estaban intentando ser sutiles. Para cuando el sol empezó a deslizarse hacia el horizonte, Killian decidió que ya era hora de volver. Pronto tendríamos una misión más larga, y no quería malgastar fuerzas intentando estirar como fuera una expedición que ya no daba más de sí.
               Todavía era de día cuando llegamos al campamento, de modo que nos fue más sencillo descargar a los animales, muchos de ellos aún atontados, y llevárnoslos a la enfermería. Perséfone se quedó con ellos para ayudar a los demás veterinarios a cuidarlos; algunos tenían infecciones que necesitarían más tratamiento, pero otros simplemente contaban con incisiones que, creían, les llevaría sólo un par de días solucionar, y pronto podríamos reintroducirlos a su hábitat.
               Decidí que no estaba en condiciones de ir a ayudar a Nedjet, pues una cosa era sentarme en el asiento acolchado de un todoterreno y dar botes con las irregularidades del suelo, y otra muy distinta era pasear por ahí troncos de árboles recién talados para construir un centro médico o lo que fuera que estuvieran planeando ahora. Además, de noche tampoco podíamos hacer mucho.
               De modo que bajé hasta el astillero en el que Luca estaba ultimando un bote, y me senté en el muelle a escucharlo despotricar sobre las herramientas de mierda que Valeria le proporcionaba y que le daban mucho más trabajo del que le solucionaban por lo viejas que estaban.
               -Espero que me hayas traído algo útil de tu país, al menos-espetó de mal humor, lo que sólo hacía que su acento fuera todavía más gracioso.
               -Le he pedido a mi madre que me trajera un set de especias y un parmesano por el que hemos tenido que pagar la penalización por exceso de peso, ¿te sirve?-pregunté, cruzando los brazos y alzando los hombros.
               Luca soltó sus herramientas y se me quedó mirando.
               -¿Sabrae me pegará si te la chupo?
               Me eché a reír.
               -Hombre, igual te pega, pero a mí ya me habrás devuelto el favor, así que estaríamos en paz.
               -No juegues conmigo, inglese. Sabes que haría quello che vuoi por un queso como Dios manda.
               -Entonces, ¿me desabrocho los pantalones o no?
               Luca y yo nos echamos a reír, y en esas estábamos cuando Mbatha nos alcanzó. La miramos con las cejas alzadas, pues venía casi corriendo, con el pelo revuelto y las manos sudorosas, que se frotó a la camisa.
               -Alec, estás aquí. Te he estado… buscando. Valeria quiere que vengas.
               -Sea lo que sea, fijo que es culpa de éste-dije, y señalé a Luca-. Yo acabo de llegar; no me ha dado tiempo a liarla todavía.
               Tenía que ponerme ya con la carta de Sabrae si quería que le llegara pronto, pero tenía tan poco que contarle que creo que podría esperar a que Valeria me echara un rapapolvo por lo que fuera que se le hubiera metido en la cabeza ese día para después poder despotricar a gusto en la carta para Saab.
               -No. No es nada tuyo, pero… creemos que tienes que ver esto.
               Me separé de la pared y Luca se incorporó.
               -¿Ver el qué?
               -Tú conoces a Scott Malik, ¿verdad?-preguntó, y se me heló la sangre en las venas-. Sois amigos.
               -Es uno de mis mejores amigos, sí. ¿Por? ¿Le ha pasado algo?
               Ay, joder, joder, joder. Está empezando. Está empezando y va a ser tan jodidamente apocalíptico que hasta yo voy a enterarme en medio de la puta jungla. No debería haberme marchado, no debería haber dejado sola a Sabrae, a Scott, a Tommy, a todos. El mundo no había dudado en ponerse en contra de Zayn incluso cuando éste era su ojito derecho y uno de los cinco corazones de la banda más importante del momento. Scott y Tommy acababan de empezar; iban a joderles la vida.
               Y yo no estaba allí para apoyarlos. Estaba demasiado lejos para servir de ayuda, pero, aparentemente, no lo suficiente como para escapar de la onda expansiva de este puto cataclismo.
               -Tienes que verlo.
               Corrí tras Mbatha para ver lo que decían de Scott en internet a pesar de que sabía el daño que me haría, igual que no puedes dejar de mirar accidentes de aviación en los que sabes que no ha habido ningún superviviente. Sólo que ahora los afectados eran mis amigos.
               -¿Lo has encontrado?-preguntó Valeria desde su despacho, incorporándose y rodeando la mesa para venir en nuestra dirección. Sin embargo, Mbatha me cogió del brazo y tiró de mí para que la siguiera a su mesa. Ella tenía el portátil. Tenía sentido.
               -Sí.
               -No solemos meternos en estas cosas porque creemos que os distraen, pero después de los días que has pasado allí y que me dijeras que no podías venir porque tenías a una amiga hospitalizada… hemos pensado que te merecías ver esto.
               Mira lo que les has hecho a tus amigos, puto egoísta de mierda. Todo por venir aquí a correr delante de cebras y abrazarte a jirafas.
               Me lo merecía. Me merecía ver cómo destrozaban a uno de mis mejores amigos, al hermano de mi novia, por haber sido tan estúpido de quedarme con mis sueños en lugar de con los de ellos.
               Mbatha tocó el panel del ratón de su portátil y lo giró para mostrarme la pantalla, y a mí se me paró el corazón. La temperatura de la habitación cayó en picado, y juro que el suelo se desmoronó bajo mis pies mientras observaba la fotografía de la chica rubia de ojos verdes que sonreía a la cámara como quien se sabe la dueña del mundo.
               Sexo, DROGAS, y, ¿pop? Diana de Chasing the Stars se desmorona ante las cámaras y confiesa el complot para hundir la carrera de Scott por su adicción a las drogas. Nuestra modelo y cantante (casi) favorita solloza mientras habla de haber sufrido dos sobredosis el último año. ¿Dice la verdad, o es un intento de la Diosa de Nueva York de no perder su posición en el Olimpo? TODAS LAS IMÁGENES AQUÍ.
               No estaban destrozando a Scott. Estaban destrozando a Diana. Esto no era parte del plan, me dije a mí mismo. Scott jamás accedería a algo así.
               Levanté la mirada, la clavé en Mbatha, y aunque sabía que seguramente iba a destrozarme, le pedí… no, le ordené:
               -Enséñame los vídeos.
                
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1 comentario:

  1. Pffff me ha encantado este capítulo. Entre que no me habia dado cuenta lo mucho que echaba de menos a las amigas de Saab y que han sido un soplo de aire fresco inmenso…. Me he muerto de risa con el tema de Jordan y me da la vida lo supportive que se ha puesto Amoke. La he amado con todas mis fuerzas.
    A otro que amo es a Luca y me muero con como quieren todos a Alec, hasta la cabrona de Valeria qué risa.
    Pd: gaggeada con el final como si no conociese ya toda la línea temporal de la historia hshshshhsd.

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