¡Hola, flor! ᵔᵕᵔ
Me paso por aquí para darte otra noticia con el nuevo año y el nuevo cap.
Seguramente recuerdes que en el último cap de 2024 dije que tenía planeado
subir cada quince días, de momento, y luego, previsiblemente, pasaría a hacer
capítulos mensuales. Bueno, pues ese momento ha llegado antes de lo que
creíamos. Tras hablar con mi preparador el 7 de enero (es decir, después de
subir el primer cap de este año), me ha establecido un plan de estudio incluso
más estricto de lo que yo pensaba que iba a tenerlo, así que voy a tener mucho
menos tiempo para descansar, y debo aprovecharlo al máximo. Es por eso que de
momento subiré capítulo los días 23, o
en días especiales y muy señalados, como es el cumple de Alec, el 5 de marzo.
Gracias por tu paciencia, ¡espero que sigas ahí aunque yo me asome un poco menos por tu pantalla! Y ahora, ya sí, disfruta del cap ❤
Gracias por tu paciencia, ¡espero que sigas ahí aunque yo me asome un poco menos por tu pantalla! Y ahora, ya sí, disfruta del cap ❤
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Salvo que…
No me permití terminar esa línea de pensamiento que parecía querer seguir mi mente ahora que la cara de Sabrae empezaba a formárseme en la cabeza. Lo único que podría hacer que Scott vendiera a alguien de su banda, a quien consideraba su segunda (bueno, tercera familia) era, precisamente, su familia real.
Sabrae no podía estar mal. Tenía que estarlo. Esto tenía que ser parte de algún jodido complot del cerebro maligno de Sherezade. Puede que mi querida suegra hubiera maquinado algo que a los demás se nos escaparía incluso si nos sentáramos a intentar reflexionar un año entero.
Así que le di al botón de reproducir, ignorando deliberadamente a Mbatha, que se había quedado de pie a mi lado como si el morbo de la situación le pudiera más que la educación. Al menos Valeria se había marchado; no me apetecía escuchar ningún comentario socarrón y creído suyo precisamente ahora que todo el mundo de mis amigos estaba desmoronándose y yo estaba a miles de kilómetros de distancia, incapaz de hacer nada.
El triángulo blanco del vídeo que Diana había colgado en Instagram (y que acumulaba una cantidad salvaje de comentarios y compartidos; una que yo no había visto en mi vida, y quiero recordarte que me follo a la hija mayor de Zayn y Sherezade Malik, con aproximadamente un trillón de seguidores entre los dos), se convirtió en anillo blanco incompleto que giró sobre sí mismo unos segundos angustiosos en los que la única información extra que pude recopilar fue el extracto del pie de foto que había puesto Diana.
dianastyles lamento mucho todo esto y entenderé si no me perdonáis lo mucho que os he decepcionado, pero tenía que sacármelo de dentro; no puedo…
La Diana del vídeo empezó a moverse y yo clavé la mirada en ella. Estaba inclinada sobre la cámara, sentada a lo indio al mismo nivel que la cámara. Diana se echó hacia atrás con los dedos extendidos, examinando el lugar en el que había puesto el móvil, que por fuerza tenía que ser con lo que había grabado esto. Se relamió los labios, se apartó el pelo de un rubio que rivalizaba con el sol tras las orejas y tomó aire.
Me fijé en que estaba temblando ligeramente, y me pregunté si sería por el mono. Y después me pregunté si me había fijado en que temblaba porque la conocía bien, o porque era evidente. Y, si era evidente, cuánta gente más se había dado cuenta de ese detalle.
No quería mirar las estadísticas del vídeo. Estaba seguro de que aparecería entre el resumen de las publicaciones más visitadas y comentadas del año en Instagram, si no coronada como la que más. Me alegré brevemente de no estar en Inglaterra para verlo, y luego sentí rabia a pensar que todos mis amigos iban a pasar por esa mierda sin mí.
-Hola-Diana esbozó una sonrisa débil y triste que no le subió a los ojos; no así la vergüenza que la acompañó cuando juntó las manos y empezó a frotárselas con nerviosismo. A pesar de que parecía que había tratado de prepararse un poco para ese momento (las puntas húmedas de su pelo me hacían sospechar que acababa de ducharse), su aspecto no estaba ni por asomo cerca de lo radiante que había estado con anterioridad. Era como si el mono la estuviera comiendo por dentro, arrebatándole esa belleza de la que tan orgullosa se sentía a marchas forzadas, como si quisiera hacerle creer que le debía todo a las drogas. Tenía unas ojeras que había intentado disimular un poco con corrector, pero que incluso a pesar del maquillaje estaban ahí. Y tal vez fuera la iluminación del lugar en el que se encontraba, o por lo blanquísimas que estaban las sábanas en las que tenía enredados los pies, o el armario de la pared de la buhardilla en que la habían alojado Louis y Eri cuando sus padres les pidieron que la acogieran, pero… juraría que estaba un poco… amarillenta.
Diana carraspeó y yo volví a clavar los ojos en los suyos. Había una tristeza infinita en ellos, y se me encogió el corazón al pensar que Tommy había tenido que ver cómo el brillo en su mirada se iba apagando día tras día, poco a poco, tan sutilmente que sólo él podía darse cuenta del progreso. Diana parecía estar cargándose más y más kilos sobre los hombros a cada minuto que pasaba a pesar de que su alma ya no daba más de sí.
-Bueno, como sabéis, estos días han sido… intensos-tragó saliva, tomó aire y lo soltó despacio por la boca, intentando tranquilizarse-. Sabemos que hemos decepcionado a mucha gente y la ilusión y confianza que teníais depositada en nosotros, y siento mucho todo lo que ha pasado y haberos fallado… pero…-tragó saliva de nuevo y bajó la mirada. Se puso a juguetear con un hilo suelto de la sábana unos segundos. Finalmente, levantó de nuevo la vista-. La verdad es que no sé muy bien cómo hacer esto. Nunca me he visto en una situación así.
Mbatha cambió el peso de su cuerpo de un pie a otro, yo recordé de repente que estaba ahí cuando vi que a Diana se le ponían rojos los ojos, levanté la vista y la fulminé con la mirada. Mbatha dio un paso atrás, farfulló algo de que tenía no sé qué que hacer, y salió pitando. Bueno, al menos yo no había perdido mi Toque Especial De Boxeador Pro™, como decía Logan, y todavía podía acojonar a la gente con sólo mirarla. Normalmente había usado esa mirada con los tíos que se ponían babosos con mis amigas cuando estábamos de fiesta, pero resultaba reconfortante ver que funcionaba con los dos sexos y, sobre todo, que después de tantos años todavía seguía teniendo el mismo efecto.
Quién sabe si iba a necesitarla los próximos días. Quién sabe si, después de todo, al final yo terminaba renunciando al voluntariado no por Sabrae, sino por Diana. Eso sí que sería un plot twist, ¿eh?
-Siento mucho si esto resulta muy inconexo y no tiene sentido, pero…-Diana entrelazó los dedos de las manos y las giró un momento frente a ella antes de soltarse a sí misma de nuevo-, bueno, es porque tengo mucho que decir y me resulta complicado. Y porque sé que no es fácil. Hay muchos intereses implicados y…-suspiró, sorbió por la nariz y negó con la cabeza-. Me imagino que una buena manera de empezar es pidiendo perdón. Debo muchas disculpas, y la primera y principal persona a la que debo pedirle perdón es a Scott.
Mi estómago decidió que ése era buen momento para ponerse a hacer puenting, porque me salió disparado hacia abajo. ¿Eh? ¿Qué coño tenía que ver Scott en todo esto? Si Diana estaba a punto de hacer lo que creo que estaba a punto de hacer, confesar sus problemas de adicción ante el mundo entero, Scott no se vería perjudicado en lo más mínimo. No tendría que cargar con un peso que no le correspondía, a pesar de que él sí pudiera llevarlo y Diana no.
Anclé los codos en la mesa y apoyé la boca en las manos entrelazadas, sintiendo mi respiración en los nudillos.
Diana tragó saliva, se relamió de nuevo los labios y continuó.
-Se han estado diciendo muchas cosas a raíz del comunicado que ha colgado la cuenta de la banda-tomé nota mental de meterme en la cuenta de Chasing the Stars nada más terminar el vídeo-, y aunque el comunicado lo pone a él en el centro de atención, en realidad Scott está cargando con una responsabilidad que no le corresponde-Diana se quedó pensativa un rato, perdida en su mente. Inhaló profundamente, intentando calmar sus nervios, y continuó-. Aunque no todo el comunicado es mentira. Sí que hay alguien en la banda que tiene problemas que le impiden hacer giras, pero no es quien se ha dicho.
Diana clavó la mirada en la cámara y dijo, con una entereza admirable a pesar de estar hecha pedazos:
-Ese alguien soy yo.
Se me paró el corazón al escucharla decir aquello incluso aunque yo ya sabía cuál era la verdad. No había estado presente en las largas reuniones que la banda y sus padres habían tenido mientras intentaban decidir qué era lo que tenían que hacer, pero lo poco que había escuchado que comentaban o lo que nos habían contado Scott y Tommy bastaba para saber que esto era precisamente lo que nadie quería que pasara.
Diana bajó la mirada con una inseguridad a la que no tenía acostumbrado a nadie, y se relamió de nuevo los labios.
-No quiero entrar en detalles que no vienen al caso de lo que ha pasado y por qué han señalado a Scott cuando la culpable de todo lo que está pasando soy yo. Sólo me siento…-levantó la vista y suspiró. Hundió los hombros, negó con la cabeza y esbozó una sonrisa triste-, tremendamente agradecida de poder contar con gente a mi alrededor que está dispuesta a todo con tal de protegerme. Pero… no puede quedarme al margen cuando veo que destrozan a alguien a quien quiero tanto por cosas que no son culpa suya-Diana sorbió por la nariz y se apartó el pelo de la cara-. Así que… por favor, por favor, por favor. Todas estas mentiras que se están diciendo de Scott y su familia tienen que parar. Cada cosa que se está publicando… ni siquiera sé de dónde sale. Scott es feliz sobre el escenario; lo ha sido siempre, y por mucho que los tabloides intenten retorcer la realidad, por mucho que se editen los vídeos que hay circulando por internet… no son la realidad. Y Scott no se lo merece.
Diana se quedó callada, bajó la vista de nuevo y se dio unos golpecitos con el puño en la palma de la mano, nerviosa.
-Sé que he decepcionado a mucha gente y que ni en un millón de años bastaría para compensar el dolor que os he causado con esta decisión que hemos tomado, y aunque mi equipo ha intentado evitar esta situación para no hacerme más daño…-negó con la cabeza y sus labios se curvaron de nuevo en una sonrisa triste-. Creo que es hora de ser sincera. Ser sincera de verdad.
Se me pusieron los pelos de punta. Supongo que en el mundo en que Diana había empezado a moverse y se había convertido en quien era, era común consumir drogas con la asiduidad con la que ella lo hacía. Y luego estaba el mundo de la noche, las fiestas… joder, si hasta yo mismo me había metido alguna línea de coca alguna vez, y Sabrae me había dicho un par de veces que tenía curiosidad por ver qué se sentía follando puesta. Y la sensación era increíble, algo que me encantaría que ella experimentara alguna vez… si no fuera por las consecuencias que traía después. Sabía que mis amigos y yo éramos afortunados, que aunque lo hubiéramos probado era una suerte que no hubiéramos caído en esa mierda y que había gente que no lo tenía tan fácil. También sabía que Diana tenía un problema.
Igual que sabía exactamente la pinta que tenía esto desde fuera, cuando no la conocías: Diana sólo era una niña rica más que, demasiado acostumbrada a sus fiestas y a vivir del cuento de su apellido y de un físico que sólo podía ser producto de una buena genética, había aguantado poco en un mundo tan exigente como la industria musical.
O mejor aún: Diana, acostumbrada a que todos los ojos se fijaran en ella, no soportaba tener que compartir el foco con cuatro personas más, o que Scott acaparara más atenciones que ella.
Porque la verdad es que lo hacía. Puede que Diana tuviera su carrera asentada, que fuera la más guapa de la banda, y que su reputación le precediera, pero incluso su magnetismo como de otro mundo no tenía nada que hacer con el carisma arrollador de Scott. Él era el preferido de todo el mundo, el líder indiscutible del grupo incluso cuando funcionaban como una democracia. El que con más facilidad alcanzaba las notas más altas, al que más autógrafos le pedían, al que más se ponían de icono en las cuentas de fans, el que más visitas reunía en los vídeos que salía.
Diana no soportaba eso. Diana estaba celosa. Diana quería destruir a Scott para recuperar su corona.
Al final su acto más noble sería precisamente su perdición: ignorar la razón por la que habían escogido a Scott para que él pagara el pato. Porque a él sí que podían perdonarle, pero, ¿a ella? A ella nunca. Sabrae lo tenía muy claro desde que nació: ella y sus hermanas tenían que esforzarse el doble para lograr la mitad de lo que el mundo le daría a Scott sin que él lo pidiera, todo porque él era un hombre y ellas no.
-La verdad es que he estado haciendo conciertos puesta desde que empezamos-explicó Diana, entrelazando de nuevo los dedos de las manos y retorciéndolas con las palmas vueltas hacia ella-, y…-su mirada se perdió en un punto del colchón a su lado-. Ha llegado a un punto en el que se ha vuelto insostenible-carraspeó, parpadeó, se llevó el dedo índice a la nariz y se limpió rápidamente con el dorso antes de continuar-. He tenido accidentes-se le quebró la voz y el labio empezó a temblarle, y yo supe en ese momento que era la primera vez que reconocía que necesitaba ayuda sin que nadie la presionara para que lo dijera- dos veces-jadeó-, y no quiero arriesgar a los demás a que haya una tercera de la que no puedan… salvarme-se limpió las lágrimas que amenazaban con rodarle por las mejillas rápidamente-. Y tampoco es justo para quienes me quieren.
»No es justo para Tommy.
Se me humedecieron los ojos al pensar en lo que debía de haber sido para él el tener que recoger los pedacitos rotos en que Diana se empeñaba en romperse. En lo complicado que tenía que ser verla bajar las escaleras de la buhardilla con las pupilas dilatadas y saber que lo necesitaba más que a él. En lo doloroso que era darse cuenta de que Diana no podía escapar de algo que la devoraba por dentro.
Ojalá hubiera podido estar ahí con él todas las veces en que Diana le había roto un poco el corazón, ojalá hubiera podido decirle que todo iba a estar bien cada vez que la veía irse hacia el baño. Ojalá Tommy pudiera tener lo que tenía yo: una relación sana, tranquila, en la que al menos tenía la seguridad de que Sabrae no estaba enferma y no me preocupaba perderla de vista unos minutos porque sabía que, cuando volviera conmigo, estaría igual de bien que cuando se había marchado.
Una relación en la que no había tenido que descubrir lo débil que podía llegar a tener el pulso.
-Estos últimos meses han sido muy duros para todos nosotros-continuó Diana, sacándome así de mi trance-, y todo no estaba haciendo más que acelerar. Se ha hecho evidente que yo no podía seguir este ritmo sin ponerme en peligro, así que…-Diana rió por lo bajo, levantó la mirada al cielo y tomó aire de forma jadeante una vez más. Se quedó callada un momento, reordenando sus pensamientos, y se limpió las lágrimas con la yema de los dedos. Bufó y negó con la cabeza antes de bajar la mirada de nuevo-. Lamento muchísimo a quien haya decepcionado, pero creo que mi salud va primero. Prefiero decepcionaros ahora a romperos el corazón más adelante. Puede que hasta os esté haciendo un favor-sonrió con tristeza, y me dieron ganas de vomitar.
Que le dieran la espalda por esto no era algo que debería tratar como si fuera bueno.
Diana carraspeó y levantó los hombros.
-Todas las entradas que hayáis adquirido seguirán siendo válidas para cuando me recupere y volvamos, aunque no podemos garantizaros cuándo será eso-dijo, ahora en la piel de una mujer de negocios que definitivamente no tenía por qué ser justo ahora-. Pero, por supuesto, se os devolverá el dinero más los gastos en que hayáis incurrido si canceláis vuestros viajes-se limpió de nuevo la mejilla rápidamente-. Me ocuparé personalmente de ello, y yo misma asumiré el importe de lo directamente relacionado con el concierto-clavó los ojos en la cámara y sonrió con cierta timidez-. Tengo muchas ganas de volver a veros a todos, y haré lo imposible por compensaros todo esto. Gracias por vuestra paciencia-su sonrisa se acentuó un poco, pero no subió a sus ojos-. Volveremos muy pronto, si nos lo permitís. Hasta entonces… cuidaos mucho.
Diana se relamió los labios, se inclinó hacia el teléfono y se escuchó un chasquido antes de que el vídeo empezara a reproducirse en bucle de nuevo.
-Hola-de nuevo su sonrisa débil, su voz cansada y diminuta, impropia de una chica que había tenido el mundo entero a sus pies hasta hacía unas horas-. Bueno, como sabéis, estos días han sido… intensos.
La temperatura a mi alrededor descendió varios grados mientras interiorizaba lo que acababa de escucharle a Diana. El vídeo apenas duraba dos minutos, pero parecía la hecatombe nuclear de algo que llevaba gestándose años.
Diana se había arrojado a sí misma a los lobos para defender a Scott de la opinión pública. Por descontado, después de que Sabrae me explicara su perspectiva con respecto a las fans de su padre y de su hermano, cómo conmigo era una persona y con ellas era un objeto, algo que ellas esperaban y cuyas expectativas tenía que cumplir porque le habían dado su vida tal y como la conocía, me esperaba que el anuncio que hicieran con referencia a Scott causara revuelo, pero no hasta el punto de darle la vuelta a absolutamente todo.
Claro que la respuesta la tenía en la misma publicación en la que estaba insertado el vídeo que había subido Diana. Siempre había sabido que no tenía que hacer el más mínimo caso a las páginas web que repartían exclusivas escandalosas de los famosos como si fueran condones en una orgía, y menos aún de las que siempre se hacían con vídeos comprometidos de la celebridad de turno y los publicaban en internet con tantas marcas de agua que el vídeo se volvía totalmente borroso.
Esos sitios habían intentado poner a Scott y Tommy en algún que otro compromiso. No eran como las revistas normales que leía mi madre, en las que les hacían la pelota a los famosos para poder vivir de su relación simbiótica; los tabloides eran distintos. Carroñeros. Buitres. Cuanto más infectaran las historias, más les gustaba contarlas.
Le habían hecho mucho daño a Sabrae. Que ella no hubiera querido entrar en detalles de lo que habían dicho de ella no hacía que yo no le diera importancia; más bien al contrario. Si no había dicho mucho era porque le dolía demasiado, y sabía cómo me ponía de protector con ella.
Y, aun así, me puse a leer el puto artículo de los cojones.
Sexo, DROGAS, y, ¿pop? Diana de Chasing the Stars se desmorona ante las cámaras y confiesa el complot para hundir la carrera de Scott para su adicción a las drogas. Nuestra modelo y cantante (casi) favorita solloza mientras habla de haber sufrido dos sobredosis el último año. ¿Dice la verdad, o es un intento de la Diosa de Nueva York de no perder su posición en el Olimpo? TODAS LAS IMÁGENES AQUÍ.
¡Oh, oh! Parece que tendremos que desmatricularnos de nuestras asignaturas en la universidad, chicas, porque si parpadeamos, nos lo perdemos. Por si fuera poco, después del bombazo de hace un par de días sobre la ansiedad de nuestro (hasta entonces) ojito derecho, Scott (ni me molestaré en poner su apellido, porque todos sabemos a) quién es y b) de quién es hijo); ahora es Diana (¡nuestra querida Didi!) la que nos tiene enganchadas al móvil de nuevo, cancelando la restricción de tiempo de Twitter e Instagram y con el cargador en la mano, porque todos los grupos de WhatsApp y Telegram echan humo.
Tras el comunicado publicado en la cuenta oficial de Chasing the Stars a primera hora del martes que sólo puedo calificar de CATACLÍSMICO, en mayúsculas y definitivamente subrayado, y que todavía estoy procesando (qué oportuno que One Direction tengan una canción llamada Where do broken hearts go, si no fuera por lo empeñados que parecen todos en que seamos las fans quienes les demos la respuesta), el drama de la banda del momento no para de crecer. Twitter está que arde, Instagram se me cuelga cada dos por tres, pero, ¿hola? Traeros en primicia el bombazo que Diana de CTS acaba de sacar era necesario.
No contenta con agotar cada prenda que se pone, cada producto de maquillaje que usa o llenar las reservas de cada sitio que visita hasta el año que viene, ahora resulta que Didi también se suma al carro de las confesiones al más puro rollo Oh-Qué-Humana-Soy-Por-Favor-Queredme. Y, honestamente, resultaría mono por su parte si no estuviera ya tan visto. Eso de bajar a la Tierra debería estar restringido a sólo una persona por grupo, y Scott ya ha quemado ese cartucho.
¿O quizás no? Después del vídeo que tiene a todo Internet temblando y que ha conseguido lo que ni la mismísima Kim Kardashian logró en su momento, yo ya no las tengo todas conmigo sobre que Scott lo pase tan mal. A partir del minuto 0:30 del vídeo Diana explica que el verdadero motivo por el que se pospone indefinidamente la inminente gira de CTS (me NIEGO a decir que se cancela, porque entonces, ¿en qué momento voy a poder ponerme yo mi tanga de azúcar con la esperanza de convertirme en la tercera novia de Tommy Tomlinson?😭) no tiene nada que ver con la salud mental de Scott. De quien, si me permitís decirlo, nunca me creí realmente que lo pasara tan mal. Vamos. No puede haber heredado también la ansiedad de su padre, ¿no? Con la belleza etérea y de otro mundo ya es suficiente para cubrir todas las papeletas genéticas. Además, que la historia se repita con él y que siga los pasos de Zayn hasta en lo de cancelar una gira con una publicación en ig (menos mal que ya nadie usa Facebook, porque si no todas tendríamos flashbacks de Vietnam) era demasiado cantoso hasta para un grupo de nepo babies cuyo nombre artístico es literalmente “siguiendo los pasos de nuestros padres”.
Diana cuenta en su vídeo que Scott no sufre ansiedad y que es por su culpa y no por la de él por lo que se cancela la gira, pero que Scott ha cargado con las culpas por… ¿bondad? Honestamente, agarra a tu hombre, Eleanor, porque a la mínima que te descuides pienso plantarme en su casa y FOLLÁRMELO para darle las gracias o consolarlo. Avisada quedas.
Diana se deshace en lágrimas mientras nos habla de una adicción a las drogas por la que, a la de tres, todos nos haremos los sorprendidos. ¿Modelos que se drogan? ¿En serio? ¿Qué será lo siguiente, cantantes que les ponen los cuernos a sus novias con las bailarinas? [Nadie podrá convencerme jamás de que Diana y Scott no han follado, pero eso es caso aparte]. El caso es que Diana derrama unas lágrimas desgarradoras mientras nos cuenta que ha sufrido no una, sino dos sobredosis (me pregunto si esta chica me habrá visto pasadísima en el sofá de mi amiga Candy, a la que le mando un besazo y le pido que me responda a los mensajes para comentar el salseo en cuanto termine este artículo, porque me hacen falta los royalties), que su vida está en la cuerda floja y bla, bla, bla. El vídeo en sí no tiene desperdicio, tanto porque ella se las apaña para estar di-vi-na hasta llorando como por lo raro que resulta verla en este modo vulnerable al que la Diosa de Nueva York no nos tiene en absoluto acostumbrados. Lo cual me lleva a pensar… qué curioso que, de sus cuatro compañeros de banda, sea justo de Scott de quien se dice que tiene ansiedad y al que se le echa la culpa de que tengan que poner la gira en pausa, ¿no? Quiero decir, Layla era una estudiante brillante de Medicina antes de entrar en la banda; Chad dijo en varias ocasiones que no descarta compatibilizar los estudios de música con componer y hacer giras (sinceramente, como la Universidad de Dublín, o lo que coño tengan en Irlanda, no le convalide mínimo media carrera por su solo de guitarra al final de One Way Or Another en el concierto de aniversario de One Direction, con el que sigo masturbándome cinco meses después, prenderé fuegos); y, bueno… no quiero hablar del vínculo que une a Tommy con Diana, porque pensar en él teniendo otra novia que no sea yo me pone MAL. Suerte que donde caben dos, caben tres, y yo estoy soltera y dispuesta
Las malas lenguas ya están empezando a ver un patrón, querida. Diana hace una canción en solitario con la que lo peta en el concurso, y queda eclipsada por Scott fulminando con la mirada a Eleanor mientras canta con Jake. Diana negocia abrir el desfile de Victoria’s Secret en el que participa, y todas hablamos de lo guapísimo que está Scott llamándonos “putas sexys” y lo muchísimo que queremos que nos empotre. Diana es la famosa por méritos propios y Scott consigue el mayor número de visitas en sus vídeos promocionales, los picos de audiencia y el récord de votos. Diana sale a cantar más veces en el concierto de 1D, y nosotras sólo podemos hablar de lo monos que son Zayn y Scott interactuando en el escenario, el padre enseñándole al hijo cómo controlar ese Lamborghini que tienen por voz
Las redes están que echan humo señalando las similitudes entre el anuncio de Zayn y el de Scott: mismos motivos, misma cara, mismo vozarrón. Es como si el hecho de que la historia se repitiera fuera tan cosa del destino que parecía evidente que Scott no se recuperaría de esto (siento haberte llamado “puto talibán de las esperanzas” y “genocida de la felicidad, mi amor, sabes que no iba en serio”♡) como a duras penas lo consiguió Zayn, lo cual me hace preguntarme… ¿cuánto tiempo han tenido para preparar esto? ¿Y por qué parece que sí que es por Diana por la que se cancela la gira, pero por motivos que nada tienen que ver con las adicciones? Personalmente, creo que es muy ruin poner a alguien en el ojo del huracán como lo ha hecho Diana, y sólo me hace preguntarme cuánto tiempo pasarán CTS juntos antes de que las movidas que definitivamente tienen día sí, día también, les pasen factura. ¿Viviremos de nuevo insultos velados en entrevistas? ¿Volarán puñales en directo? ¿Estamos ante una nueva era dorada de diss tracks que llenarán los bolsillos de una generación podrida de pasta?
Si queréis mi opinión… podéis venir a pedírmela al mercado negro, donde estaré vendiendo un riñón para poder pagarme una entrada en primera fila a este dramón. Yo esto NO ME LO PIERDO. Pero, mientras tanto, tendré que conformarme con tener las notificaciones del grupo activadas. Quién sabe. Igual el espíritu de Zayn posee a Scott y se dedica a poner tweets como loco insultando a todo el mundo como hizo su padre hace años. Los genes están ahí, sólo tienen que activarse; o si no, ¡que se lo digan a Sabrae! Todo lo malo se pega, incluso con quienes no son tus padres de verdad.
Y vosotras, ¿qué opináis? ¿Diana dice la verdad, o su pelo sedoso y brillante, su cara lavada y el escenario impoluto la delatan? ¿Acaba de hacerle jaque a Scott delante de todo el mundo, o se ha metido ella solita en un embolao del que no va a ser capaz de salir? Por favor, decidme que será lo segundo. Desde que he puesto lo del escenario, no dejo de pensar en que ha grabado eso en su habitación, y me dan calores pensando en que ahí es donde se folla a Tommy. ¡Traed las horcas, es hora de hacer una caja de brujas! ¡Me pido a su novio cuando todo esto termine!
Besitos, mis reinas del drama y del cotilleo.
Jarina Leto es periodista del corazón especializada en celebridades millennials, sagas familiares que se extienden varias generaciones en lo relativo a la fama, y, en general, todo lo que tenga que ver con One Direction y Chasing the Stars; en especial, Scott Malik y Tommy Tomlinson, que pueden mandarle un mensaje para quedar con ella el lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado o domingo. En serio, llamadla, chicos.
Cuando no está peleándose con PopBase para corregirle sus opiniones equivocadas, Jarina lee libros con mucho picante a la última moda en TikTok o con una mimosa en la mano. Le encantan los gatos, el alcohol los findes, caminar descalza con los tacones en la mano volviendo de fiesta y el yoga con el que consigue un culo de escándalo con el que recordarles a sus ex que no encontrarán a una como ella.
Lo que es Jarina Leto es una grandísima hija de puta a la que le meteré la cabeza en el estanque de Russell Square hasta que pasen diez minutos desde su último pataleo. No había palabras, en todos los idiomas que conocía, para describir el asco que me daba esta tía que parecía haber conseguido una lista de qué cosas me tocarían más los cojones y había ido tachándola a medida que iba escribiendo. ¿Acaso habíamos visto el mismo vídeo? ¿Es que le habían hecho verse un documental de cómo Diana era la peor persona del mundo y tenía que relacionar absolutamente todo lo que me rubia hiciera con ese festival de propaganda hecho por gente que la detestaba? No tenía ni puta idea de cómo era Diana, ni de cómo era Scott, ni de cómo era Sabrae. Que se hubiera atrevido siquiera meterla bastaba para que me hirviera la sangre de un modo en el que no sentía que me hubiera hervido nunca sin que mi hermano o mi padre estuvieran presentes.
Al final, que me hubiera ido de Inglaterra iba a tener algo bueno, porque lo único que me impedía ir a buscar a esa hija de puta y matarla en el puto centro de la plaza del Parlamento era que estaba a un vuelo transcontinental de distancia.
Los comentarios de la página no paraban de subir; la habían configurado para que se actualizara en directo, como los de Youtube, así que tenía el dudoso privilegio de asistir en directo a la lapidación pública de una de las personas que menos se merecía la manera tan repugnante en que se estaban volviendo en su contra. Diana se había sobrepuesto a duras penas a una sobredosis porque tenía que actuar en su ciudad natal; había hecho auténticas barbaridades y había dejado que abusaran de ella con tal de conseguir drogas porque no era capaz de parar, y aun así, cuando alguien se acercaba para decirle lo mucho que le inspiraba y cuánto la admiraba, Diana siempre tenía una sonrisa brillantísima guardada en la recámara.
Se había metido en esta movida para que Scott no tuviera que pagar por sus pecados.
Me revolví en la silla y me incliné hacia delante para abrir una nueva pestaña y terminar de averiguar todo lo que había pasado. Sólo dos letras fueron necesarias para que Instagram me apareciera como sugerencia, y luego el resto fue una espiral de casualidades que no son ni de coña accidentales cuando se trata del algoritmo: entré en la cuenta de Mbatha y descubrí que seguía a Diana, pues su publicación estaba en la parte superior de su cronología. Le había dado “me gusta” al vídeo que había subido, de modo que ya sabía lo que había pasado antes de avisarme. Me enfadé un poco más con ella porque estaba enfadado con el mundo; no sólo porque había hecho daño a mis amigos, sino porque todavía tenía la poca vergüenza de volverse en su contra cuando habían dado todo lo que tenían por tratar de hacerle feliz.
Por primera vez en mi vida deseé que las familias de Scott y Tommy no se dedicaran a lo que se dedicaban, su dinero no se debiera al arte y no sintieran que todo lo que eran debía ser una ofrenda para quienes les habían facilitado tanto la vida, porque eso que ellos tenían no era vida. No deberían tener que defenderse unos a otros en internet, no deberían tener que dar explicaciones de sus momentos más oscuros, no deberían pedir perdón por cosas por las que debían recibir disculpas.
Mbatha también seguía a la cuenta de Chasing the Stars, que juraría que había perdido como un millón de seguidores o así desde la última vez que había entrado para hacer un barrido de “me gusta” que mis amigos no necesitaban, pero que me hacía sentir partícipe de su éxito. La página estaba salpicada de imágenes en las que los cinco, juntos, en grupos o en solitario, eran los protagonistas, pero siempre había hueco para alguien más.
Excepto en la última publicación, con unas sobrias letras con tipografía de periódico sobre un fondo blanco roto que hizo que se me acelerara el corazón. Toda la cuenta irradiaba colores y alegría, excepto esto. Tampoco había ninguna historia subida en las últimas 24 horas, cosa que no había pasado desde las vacaciones del grupo en España (y que yo había interrumpido dejando que me atropellara un coche, y tal), así que absolutamente todo estaba mal.
Incluso si no hubiera visto el vídeo de Diana, sólo con el aspecto de la cuenta de CTS ya sabría lo jodidas que estaban las cosas.
Aun así, entré en la publicación.
Es con gran dolor de mi corazón y con una pena profunda como el océano que me veo obligado a dar un paso atrás y apartarme de los escenarios por un tiempo. La presión de cumplir con las expectativas que el cariño y la confianza en el público está depositando en mí, en un voto de confianza que después de esto sé a ciencia cierta que no me merezco, está pasándome factura y haciendo que mi salud mental se resienta a marchas forzadas. A medida que hemos ido avanzando en el tour, lo que antes creía que era nerviosismo mezclado con anticipación y que ahora me he dado cuenta que es ansiedad no ha hecho sino crecer y crecer hasta llegar un punto en el que no disfruto de lo que hago, y tampoco puedo garantizar que lo haga bien. Mi conciencia no me permite seguir provocando sacrificios por vuestra parte que sé que no voy a poder devolveros multiplicados por mil para agradeceros todo lo que hacéis por mí, de modo que necesito tomarme un descanso para aprender a lidiar con este nuevo sentimiento y volver más fuerte que nunca y así compensar todo lo que me habéis dado a lo largo de mi vida.
Siento mucho todo el dolor que esta decisión pueda causar, y las consiguientes decepciones.
-Scott.
Nos duele en el alma tener que posponer la gira porque los cinco estábamos muy impacientes por veros a todos de nuevo en concierto después de la increíble experiencia con The Talented Generation: Live On Tour, pero la salud mental de Scott, nuestro amigo y hermano, y pieza fundamental de nuestro grupo, es lo primero. Aprovecharemos estos momentos de pausa para seguir afianzando nuestra ya de por sí estrecha relación y encontrar en la música la terapia que nuestros padres siempre lograron. Nos llena de ilusión pensar en el futuro que nos espera una vez Scott esté recuperado al cien por cien, pero mientras llega ese capítulo, pedimos respeto y comprensión para una decisión que no ha sido nada fácil de tomar. Todos, pero Scott en especial, nos merecemos que recordéis antes de opinar que también somos personas y que de vez en cuando tenemos que parar para poder asimilar todo lo que nos está pasando. Comprendemos la decepción que esto puede despertar, pero queremos dejar claro que estamos cien por cien de acuerdo con tomarnos un descanso si uno de nosotros no lo está disfrutando. Porque eso es lo que es esto: un descanso. Volveremos a vernos muy pronto, de lo cual tenemos muchas ganas, no sólo por lo satisfactorio que resulta el trabajo bien hecho, sino por lo precioso que se siente subirnos de nuevo al escenario los cinco juntos.
Con todo nuestro cariño para vosotros y todo nuestro amor para Scott,
Chad, Diana, Layla y Tommy.
Entré a echar un vistazo a los comentarios de la publicación, que algún iluminado había decidido no restringir, y salí rápidamente de tanto como me bullía la sangre. Al parecer, Scott era el niño bonito de Inglaterra mientras hacía lo que el país quería, pero en cuanto daba indicios de tener voluntad propia, de repente su origen pakistaní era algo con lo que atacarlo en lugar de objeto de fetiche de los imbéciles que ahora se volvían en su contra.
La verdad es que ni lo pensé: fue tan fácil como respirar, tan natural como levantar la cara con los ojos cerrados cuando salía al sol después de pasar mucho tiempo en el frío y en la oscuridad. Me levanté de la silla, cogí el ordenador de Mbatha y me fui al despacho de Valeria, que no necesitó que le pidiera permiso para usar el teléfono para girarlo hacia mí y salir por la puerta con una discreción de la que bien podía aprender Mbatha.
La cabeza me daba vueltas mientras marcaba un número que me sabía mejor que el de mi casa, y detesté que las mismas fans que le habían besado el culo hasta hacía nada a Scott ahora me hicieran asociar las náuseas con el teléfono de casa de Sabrae.
Sonó un tono, dos tonos, tres, cuatro, cinco; cuando llegué al décimo, creí que no me lo cogerían por miedo a una llamada de odio más, o que no lo escuchaban porque lo hubieran desconectado de tantos “periodistas”, si les podía llamar así, que llamaban para pedir declaraciones sobre lo que acababa de hacer Diana, o detalles escabrosos de lo que supuestamente le pasaba a Scott. Uno nunca sabe hasta qué extremos están dispuestos a llegar esos carroñeros con tal de conseguir una exclusiva con la que rascar un poco de atención de una población que ya era gilipollas antes, pero ahora estaba totalmente perdida.
Suerte que insistí y aguanté hasta el decimotercero, porque a mitad del tono se cortó el sonido y escuché un chasquido.
-¿Diga?
El suelo bajo mis pies cedió un poco, claro que, ¿qué esperaba? Scott cogiendo el teléfono cuando era el enemigo público número uno era la mayor subnormalada que podía hacer.
Aun así, escuchar la voz de mi suegra no dejaba de ser desagradable.
-Sherezade, soy Alec.
-Ah-ella parecía igual de ilusionada por oírme que yo por oírla a ella. Al menos todavía teníamos un poco de sintonía-. Sabrae ahora mismo no…
Sabrae no está en casa, pensé en tono desesperado, pero no me permití que el pánico se apoderara de mí. Primero tenía que hablar con Scott, comprobar si estaba bien. Como me diera un poco de mal rollo su voz, aunque fuera un pelín, reservaría el primer vuelo de vuelta a casa y me iría pitando a Inglaterra, donde se me necesitaba.
-En realidad quería hablar con Scott.
-¿Con Sc…? Oh, ya veo-suspiró-. Supongo que se ha enterado literalmente todo el mundo, ¿verdad?
-Si te sirve de consuelo, yo acabo de enterarme, así que no es automático-murmuré, afianzando el auricular en mi mano.
Y Sherezade, milagrosa y extrañamente, se rió en tono triste.
-Sí, ya veo. Bueno, supongo que es cosa del destino. Has nacido para estar ahí para mis hijos incluso cuando ni siquiera estás en el país. Y mejor que yo-murmuró, más para sí que para mí. Y no sé por qué exactamente: no sé si fue su tono, no sé si fue toda la situación, no sé si fue el imaginármela de nuevo como había sido siempre, paciente y comprensiva y una madre en la que sus hijos confiaban ciegamente, pero… por un momento se me olvidó todo el daño que nos había hecho a Sabrae y a mí, y me dio pena.
-Yo no lo hago tan bien tampoco, Sher-un momento de silencio, y luego reconocí, frotándome los ojos con la yema de los dedos-. Me fui del país.
Sabía que no había nada que yo pudiera hacer para mejorar la situación; que Diana tuviera serios problemas con las drogas no era culpa mía, e incluso si no hubiera tenido el accidente, si no me hubiera ido después a Etiopía… nada de eso habría cambiado y habríamos llegado aquí de todos modos. Aun así, no estaba acostumbrado a no estar ahí para mis amigos.
No estar ahí para mi novia.
Así no era como debían ser las cosas.
Sherezade se rió por lo bajo, fue una risa sin ganas, más cortés que sincera, pero una risa.
-Te paso con mi hijo.
-Gracias.
Los segundos que Sherezade tardó en que su hijo se pusiera de me hicieron larguísimos, y no ayudó precisamente que empezara a comerme la cabeza también con dónde estaría Sabrae si no estaba en casa. El vídeo de Diana llevaba horas colgado, al igual que el repulsivo artículo que me había tocado leer, así que era imposible que ella no supiera nada. Otro momento más en el que ella me necesita y yo no estoy ahí, pensé con rabia, y me revolví junto a la mesa de Valeria, en la que me había apoyado mientras sonaban los toques del teléfono que me habían llevado al borde de la desesperación.
-Es Alec-le escuché decir a Sherezade en la distancia, y los pasos de Scott acercándose rápidamente para comprobar qué pasaba, si había algo más que podía ir mal, se acompasaron al ritmo acelerado de mi corazón.
-¿Al?-preguntó con extrañeza al recoger el teléfono, y yo no logré gritarle dónde estaba su hermana y por qué no estaba con ellos, si la tenían vigilada, si se había puesto peor…
Puede que esté con Fiorella, me tranquilizó una voz que solía mantenerse callada mientras los demonios de mi cabeza me avasallaban, y mentiría si dijera que no me sentí increíblemente agradecido a esa vocecita esperanzada por aplacarme en el único momento en el que no podía permitirme ponerme histérico.
-Si quieres que me libre de mi compañero de cabaña italiano para montar orgías o dormir acurrucaditos sólo me lo tienes que decir, ¿eh, S? No hace falta que montéis estos pifostios entre todos para llamar mi atención.
Scott se rió por lo bajo; fue una risa agotada, como si tuviera el peso del mundo sobre los hombros y respirar le costara un triunfo, pero yo supe que era una risa sincera, y, como sabía que la necesitaría muchísimo, me anoté un tanto. Me senté en el borde de la mesa y crucé los pies.
-Te has enterado-dijo, y no era una pregunta.
-Nunca se te ha podido dejar sin supervisión, pero antes por lo menos esperabas a que al menos Tommy y yo estuviéramos contigo para ver cómo las liabas y poder reírnos-comenté, y Scott chasqueó la lengua-. ¿Cómo estás?
-Bueno, he estado mejor. No sé si Sabrae te ha dicho…
-No he hablado con Saab. Aún. Para que luego os metáis conmigo porque estoy materialmente casado-me burlé, mirándome la mano en la que Sabrae me pondría el anillo algún día, del mismo tono dorado que el vínculo que nos unía (aunque por mí podía ser del color que a ella le diera la gana, o incluso la anilla de una lata; a mí me parecería precioso porque sería la prueba definitiva de que era total e irrevocablemente suyo)-, cuando me rijo a rajatabla por el código de bros before hoes.
-¿No? Y entonces, ¿cómo te has enterado?
-He visto el comunicado. Y el vídeo de Diana. Bueno, no en ese orden; en realidad, he visto el vídeo de Diana, luego he leído un artículo de una gilipollas a la que pienso matar durante tres días nada más llegue a Inglaterra, y luego he visto el comunicado. Muy sentido, por cierto.
-¿Te da el Internet para tanto?-preguntó Scott, y yo puse los ojos en blanco.
-Scott, estoy en Etiopía, no en un valle perdido de la cordillera del Himalaya.
-Estás en medio de la jungla de Etiopía-replicó.
-Tenemos un router muy potente-me defendí, aunque no es que fuera para tirar cohetes, creo. La verdad es que el único contacto que había tenido con internet desde que había llegado en agosto había sido precisamente ahora. Claro que el vídeo de Diana no había tardado mucho en cargar teniendo en cuenta su duración, así que… quizá sí que pudiéramos hacer videollamadas con nuestras familias, y la verdadera razón de que Valeria no nos dejara sería que no le permitiríamos usar el portátil más que cinco minutos al día, o que tendría que estar continuamente limpiando su mesa de semen porque mis compañeros eran una manada de mandriles en celo que no sabían controlarse.
-Anda, qué bien. Pues entonces aprovecha y hazme unos cuantos streams, anda, que los voy a necesitar. No sé si lo sabes, pero llevo unos días en un nivel de desempleo que ha roto hasta la escala.
-Tocará hacerme cuenta de OnlyFans para denunciarte la tuya cada vez que subas un vídeo-repliqué, y Scott se rió de nuevo.
-Si no fuera porque meterías en eso a mi hermana, estaría gracioso competir como antes.
-¿Cuándo fue “antes”? La última vez que competiste en algo fue cuando te convertiste en el espermatozoide ganador.
-No soy yo el que tenía que conformarse con ver cómo el otro le levantaba las tías cuando le apetecía-me pinchó, y yo sonreí.
-Jugabas con la ventaja de que a ti ya te conocían y lo sabes-respondí, jugueteando con el pisapapeles de la mesa de Valeria. Scott murmuró un “mm” y se quedó callado, expectante. Me di cuenta de lo mal que debía de estar todo si dábamos rodeos alrededor del tema, como hacíamos cuando nos daba miedo una conversación complicada.
Scott y yo nunca habíamos sido mucho de palabras el uno con el otro. No porque nos incomodara, sino porque no nos hacía falta. Teníamos esa clase de complicidad profunda que sólo puedes tener con tus mejores amigos, y de ellos, con alguien que es exactamente igual que tú, al que le gustan las mismas cosas, que se divierte con lo mismo, que comparte tus experiencias y te entiende en algo en lo que a veces te sientes solo e incomprendido. Él tenía a Tommy y yo a Jordan como nuestra persona en nuestro grupo de amigos, y yo sabía que había cosas que él sólo le había contado a Tommy igual que yo sólo se las había confiado a Jor, pero, aun así, ambos sabíamos que podíamos confiar el uno en el otro. Que siempre habría una libra extra en nuestras carteras para por si acaso, que nunca nos pediríamos un condón y nos diríamos que no, o que no nos sonreiríamos y nos fulminaríamos en broma con la mirada cuando nos viéramos desde extremos opuestos del local bailando al lado de los mayores pibones que hubiera en él, o mejor aún, yéndonos a un sitio apartado a darle uso a ese preservativo que le habíamos pedido prestado al otro.
Scott y yo no necesitábamos hablar a menudo porque había cosas que no necesitábamos decirnos, sino que las sabíamos y punto; eso hacía que el que no pudiéramos vernos complicara mucho la situación. ¿Cómo sabes que está bien una persona a la que con una mirada te basta para hacerle un escáner completo de su humor, si la tienes a seis mil kilómetros de distancia?
-Las cosas están jodidas por ahí, ¿a que sí?-pregunté con un hilo de voz, todo astro de broma ya aparcado. Scott suspiró, y me lo imaginé cerrando los ojos y asintiendo con la cabeza.
-Sí. Flipas la que hay liada. Te diría que sé de qué artículo hablas, pero es una mierda que hayan salido tantos que no tengo ni idea de cuál es el que te ha cabreado. Hay a patadas. Para todos los gustos. Al menos estamos dando un contenido jugosito, jugosito. Creo que va a haber mínimo diez hilos virales en Twitter hablando de cómo he manipulado a Diana, cómo Diana me ha manipulado a mí, o cómo la banda no va a volver porque, en realidad, no nos soportamos.
-Igual suena insensible o fruto del total desconocimiento lo que te voy a decir, Scott, sobre todo porque ya se lo he dicho a tu hermana alguna vez y sé qué perspectiva tenéis en vuestra familia, pero allá va. Debería sudártela lo que digan una manada de perdedores que se envalentonan detrás de una pantalla.
-Ya. Lo sé. Pero entiéndeme tú a mí, Alec: te la puede sudar cuando son diez personas las que te critican, o incluso cien, o hasta mil; pero cuando son millones, te jode la cabeza de una forma que…-Scott chasqueó la lengua-. Aun así, a mí me la suda lo que digan de mí. No quiero sonar chulo, ni nada por el estilo…
-Ojalá pudiera grabarte porque creo que va a ser la primera vez en tu vida que lo intentes-solté, y los dos nos reímos entre dientes.
-… pero después de cómo todo Twitter o Instagram se volvió loco tras el comunicado y las barbaridades que se han dicho de mí, y cómo ahora todo el mundo está lamiéndome el culo porque de alguna manera yo soy la víctima en esto, sé que no tengo que tomármelo demasiado en serio y que a mí no me van a cancelar en la puta vida. En la puta vida, Alec-me dijo-. Es acojonante. Podría salir en prime time comiéndome un feto abortado y colar una canción en el número top 10 de estrenos a los diez minutos sin importar el canibalismo.
-Hombre, tienes que admitir que sería un movimiento publicitario de la hostia. Además, según le he escuchado a Sherezade alguna vez, para que se te considere una persona tienes que nacer vivo, así que si te comes un feto abortado técnicamente no contaría como canibalismo, ¿no?
Scott suspiró.
-Creo que entiendes lo que te quiero decir.
-Sí, pero, sinceramente, S, ¿te preocupa tener carta blanca? Porque yo estaría puto encantado con que, hiciera lo que hiciera, me siguieran considerando el niño bonito del país.
-Nadie puede cruzar el umbral de lo imperdonable y que no le pase absolutamente nada, Al. Yo ya no soy una persona para esa gente.
Tomé aire y lo solté despacio por la nariz, intentando procesar todo lo que eso significaba. Si Scott ahora era un mito, si había pasado del humano a lo divino…
… tendrían menos paciencia con él cuando fuera incapaz de cumplir con esas expectativas. Puede que, defendiéndolo hasta la muerte, lo habían condenado a que se emborrachara de su propia inmortalidad.
-Siento que te sientas así, S.
-No soy yo quien me preocupa. Son los demás-respondió-. Si a mí me ponen en un pedestal y a los demás no, terminarán…-tomó una bocanada de aire-. No quiero perder a los chicos. Quiero que saquemos un disco, y luego otro, y otro más. Me gusta Chasing the Stars. Ya sé que fue un plan B al principio, pero ahora lo había convertido en mi plan A, y… no quiero que me convenzan de que ellos me lastran y que pasen diez años y me vea yo solo subido a un escenario, sin Chad, Layla, Diana o Tommy-hizo énfasis en la última palabra, como si lo que le diera miedo realmente era que se metieran entre su mejor amigo y él y jodieran la relación más intensa que había visto en mi vida, con permiso de la que yo tenía con Sabrae- y me dé cuenta de que fui yo el que dejó que hicieran esto.
-No es tu culpa tener el carisma que tienes. Ni tampoco que no hayáis sabido llevar bien la adicción de Diana-añadí a modo de consuelo-. Creo que nadie se iba a tragar lo de tu ansiedad, S. Era una mano de mierda en una partida de póker con apuestas altísimas. Aquí no puedes ir de farol.
-La tuvo mi padre-espetó con rabia-, y por eso se marchó de 1D. ¿Por qué no iba a tenerla yo también?
-Sabes que yo la tengo y que no se la deseo a nadie, S.
-Ya. Lo sé. Y no es que la quiera, es sólo que… joder. No sé. Creo que si no se hubiera liado tan gorda, si no se hubieran vuelto en mi contra como lo hicieron porque realmente esperaban más de mí que de los demás, Diana no se habría visto obligada a hacer lo que ha hecho. Se ha jodido la vida, Alec. Acordamos que sería yo el que cargaría con las culpas porque a mí me lo perdonarían.
-Y no te equivocabas.
-Pero a ella, no, Al. A ella, no. Va perdiendo-jadeó Scott, desesperado-. La reacción que ha tenido es mil veces peor a la mía. Diana no va a recuperarse de esto. Sus fans más antiguos son los únicos defendiéndola, pero cada vez quedan menos. Se están tragando la mierda de que me han convencido para hundirme y salvarla a ella, como si yo no pudiera sobrevivir a esto y como si no lo hubiera hecho porque no quiero que lo pase mal. Sabíamos que iba a pasar esto y aun así… lo ha hecho. ¿Y sabes qué es lo peor de todo?
De alguna forma lo sospechaba, porque yo también tenía un sentimiento extraño que no debería estar ahí, aferrándose a la tristeza y la preocupación y revistiéndolas con un hilo dorado, pero… ahí estaba.
-¿Qué?
-Que a pesar de lo cabreadísimo y acojonadísimo que estoy con ella… también estoy súper orgulloso. Ha elegido el peor momento para demostrárnoslo, y precisamente por eso es por lo que estoy tan orgulloso. Se ha lanzado a protegerme como nunca antes lo habría hecho. Ha crecido tanto desde que llegó a casa de Tommy… es literalmente otra persona, Al. Ya no es la niñata caprichosa, consentida y egoísta que no piensa en nadie más que en sí misma y que coge lo que quiere sin importar a quién tiene que arrebatárselo de las manos, incluso aunque supuestamente le quiera.
Sonreí y me relamí los labios.
-Cualquiera diría que estás a punto de tener una revelación y salir corriendo a casa de Tommy para pelearte por ella en un duelo a muerte bajo la luz de la luna, tronco.
-No seas gilipollas. Tengo a Eleanor-me recordó, y yo sonreí al reconocer el tono ofendido de mis recuerdos en Mykonos, cuando había tenido que defender a Saab de las chicas de la isla, en su voz. Había cosas que no cambiaban, y hasta en eso éramos iguales Scott y yo: cuando nos enamorábamos, era hasta las trancas, para siempre, y el resto de chicas simplemente dejaban de existir-. Pero creo que eso no impide que aprecie el crecimiento de mis amigas.
-No, supongo que no-descrucé los pies y los crucé de nuevo en sentido inverso.
-Creo que esto es lo primero que ha hecho que me ha hecho pensar que se merece a Tommy-susurró, y yo me mordisqueé los nudillos-. Y me siento súper ruin porque es evidente que ella no está bien. No está nada bien, Al. Pero no puedo evitar sentirme súper orgulloso, y quererla un poco más a pesar de la estupidez que ha hecho… porque de todos en el grupo, el único que no necesitaba que saliera a defenderme era precisamente yo. Y Diana lo ha hecho de todos modos.
No pude evitar sonreír a pesar de que comprendía perfectamente a qué se refería. No es plato de buen gusto ver cómo alguien que te importa se inmola ante el mundo entero para hacerte entrar en calor, pero el gesto en sí, por muy estúpido que lo consideres, no termina de hacerte sentir un pelín bien porque es eso precisamente lo que tú quieres: que te quieran, que se molesten por ti, que te cuiden incluso cuando eso les supone dejar de cuidarse un poco.
A mí no me gustaba saber que Sabrae se tomaba molestias por mí o que había sufrido por nosotros, por defendernos y protegernos, pero en lo más profundo de mi interior, eso me hacía sentir una paz tremenda. Siendo boxeador había aprendido que tenía que vigilarme los puntos débiles, cuidar bien cada uno de mis gestos, con qué rapidez o cuidado me protegía unas zonas y, así, sacrificaba a otras. Que me guardaran las espaldas era algo nuevo; en teoría no tenía por qué necesitarlo, ya que atacar a un contrincante por la espalda tras el sonido de la campana hacía que te descalificaran automáticamente, pero el daño ya estaría hecho independientemente de las consecuencias en tu carrera.
Supongo que el amor, en todas sus expresiones, se reduce a eso: a pequeños esfuerzos que haces por a quienes quieres, en incomodidades que te provocas a ti mismo para que los demás estén un poco más a gusto. Y en que todo, absolutamente todo, te merezca la pena.
Igual que a mí me la merecía esperar y esperar y esperar, cada quince días, para volver a ver de una forma nueva y a la vez ancestral cómo escribía Saab mi nombre y me decía que me quería.
Así que sí. Entendía a Scott mejor que nadie.
-Al final se dio cuenta de que lo único que necesitaba para ganarse tu corazoncito era comportarse como una fan, ¿eh?-me reí, y Scott se quedó callado un momento antes de echarse a reír conmigo. Chasqueó la lengua y juraría que lo sentí negar con la cabeza a dos continentes de distancia.
Los mismos continentes que me separaban de Saab. Las ganas acuciantes de escuchar su voz, comprobar que estaba bien, empezaron a bullir en mi interior como un volcán a punto de entrar en erupción, pero antes tenía que hacer una cosa.
-Ya sé que Didi no está en su mejor momento, pero, ¿y Tommy?
-Pf. Fatal. Preocupadísimo. Apenas mira el móvil, y no se separa de ella. Le da miedo que ella entre en internet y vea todo lo que se está diciendo, aunque Didi no es tan tonta como para haberse dejado Instagram o Twitter instalados. Ahora mismo sólo tiene un par de aplicaciones instaladas que no sean juegos. Hemos estado buscando apps para la ansiedad, por si acaso empeora… pero creo que a Tommy le preocupa que esto sólo haya acelerado que sus padres decidan llevársela a Estados Unidos y ella se ponga peor lejos de él.
-Sus padres no harían eso. ¿No?-dije tras una pausa, y supongo que Scott se encogió de hombros, porque hubo un momento de silencio antes de que él dijera:
-No lo sé. Quiero pensar que no, pero no lo sé. Eri y Louis están tratando de mantenerla en casa todo lo posible, pero si Harry y Noemí se empeñan… no pueden hacer nada. Sigue siendo su hija.
-Ya, la hija a la que mandaron al otro extremo del Atlántico en cuanto se cansaron de darle oportunidades-comenté con rabia, y Scott chasqueó la lengua.
-Lo sé. Yo me siento igual. Todo esto es una mierda, la verdad. Por lo menos está limpia, pero no es mucho consuelo si piensas que, aparte de todo lo que está pasando, además Diana tiene que pasar el mono.
Suspiré.
-Y tú y yo quejándonos de que hayas sido TT. ¿Sabes qué sería guay? Que hicierais un disco estilo reputation después de toda esta movida. Sería un putísimo pelotazo, tío.
-Creo que para eso tendrías que tener una reputación que recuperar, primero, y nosotros ni siquiera hemos tenido tiempo a conseguir eso.
-Yo no lo veo así. Puede que hayáis estado poco tiempo activos antes de parar, pero ha sido intensísimo-rasqué el borde de la mesa de Valeria y me pasé la lengua por los dientes, recordando de repente algo que me había escamado en cuanto me enteré de toda esta mierda-. Scott, tengo que preguntártelo. ¿Tu madre o tu padre te dijeron algo de lo que les sugerí yo sobre que dijeras que queríais parar porque querías ir a la universidad?
-Sí, pero nunca fue una opción, Al. No me permitiría volver a los escenarios más adelante, y, además… Alec, tampoco me permitiría ir a la universidad de verdad-suspiró-. Lo de la ansiedad, bueno… me haría posponerlo un año, pero es soportable. Después de todo, las unis que me interesan son muy jodidas y tendríamos que tirar de talonario para que me aceptaran porque mis notas no son suficiente, así que no corre prisa. En cambio, esto…-Scott exhaló una risa sarcástica y triste-, con esto podría matricularme mañana donde me diera la gana, sinceramente. No creas que no me he preguntado si esto no le ha influido a Diana para finalmente subir ese vídeo. Joder, no paro de reproducir en mi cabeza las conversaciones que tuvimos para decidir qué hacer… como le haya dado la idea no me lo voy a perdonar en la vida, Al.
-Ya-asentí-. Bueno, tío, no te martirices. Y te lo dice un experto en la materia. Hay cosas que iban a pasar de un modo u otro independientemente de lo que tú hicieras para intentar evitarlas, así que… no sé. No le des más vueltas, ¿quieres?
-Me encantaría, pero no puedo parar. Soy como una puta noria ahora mismo.
-Ah, bueno, entonces no me preocupa. Todavía tienes margen-alcé una ceja y se me elevó una comisura de la boca en consecuencia-. Cuando llegues a centrifugadora llámame.
Scott se rió con desgana.
-¿Qué tal todo por ahí?
-Normal. Acabo de despertarme de un sueño profundísimo de varios días. Bueno, en realidad, ha sido esta mañana. He vuelto a la sabana, pero hemos venido a dormir aquí y ha sido al llegar cuando me han avisado de lo que había pasado. Valeria se está portando.
-Me alegro de que haya un sitio que no está en medio de un puto tsunami.
-Tendría que haber un terremoto bastante tocho para que el lago del campamento hiciera un tsunami, pero viendo que Diana y tú ahora sois besties, yo ya no pongo la mano en el fuego por nada. Oye, hablando de besties, ¿dónde está mi archienemiga?
Noté la tensión que empezó a manar de Scott en cuanto hice la pregunta, como si él esperara de veras que no la buscara y que me conformara con lo que fuera que tuviera pensado ponerme como excusa para que no se pusiera al teléfono. Eso fue la gota que colmó el vaso para decidir que, incluso si Scott me decía que estaba dormida, me empeñara en sacarla de la cama para asegurarme de que estaba bien, o todo lo bien que podía estar en esta situación.
-Hoy duerme en tu casa-dijo al fin, y parte de la tensión se relajó. Sólo parte.
-Mm. Vale, pues aunque es tarde…
-Al.
Ay, madre, allá vamos.
-¿Mm?
-Prométeme una cosa.
-A ver.
-Prométeme que no la llamarás.
Me reí sin ganas. Cómo lo sabía. Lo conocía como si lo hubiera parido yo.
Y puede que fuera un egoísta, porque si Scott me lo pedía sería por algo, pero bastaba que me pidieran que no hiciera algo para que yo me muriera de ganas. Además, si Scott trataba de meterse entre nosotros, sería porque Saab no lo estaba llevando nada bien, y por muy loable que fuera el intento de su hermano de cuidarla, sabía que yo obraba milagros con ella incluso desde la distancia.
De modo que eso estaba completamente fuera de la mesa.
-¿Qué te hace pensar que voy a hacerte caso, Scott?-inquirí con una frialdad que me sorprendió poder invocar, a pesar de lo poderosamente que la sentía.
-Que te lo estoy pidiendo yo.
-Scott, ¿todo esto te ha hecho pensar que puedes intentar que elija entre Sabrae y tú? No me hagas elegir, tío. Sabes de sobra que no vas a ganar.
-No quiero que se preocupe sabiendo que tú lo sabes y que puedes sentirte mal por quedarte ahí. Bastante jodidas están las cosas como para que ahora Sabrae se torture pensando en tu culpabilidad.
-Mi culpabilidad es cosa mía, no tuya; y desde luego, tampoco de ella. Tú harías lo mismo si estuvieras en mi lugar. Entiéndeme, Scott-levanté la barbilla-. Sé que se preocupará; de hecho, lo llevo sabiendo incluso antes de que pasara esto, o incluso antes de marcharme. Pero decidimos que volvería porque yo quería estar aquí casi tanto como estar con ella, y dado que voy a tener toda la vida para estar con ella… sólo quiero oír su voz, y ser su hombro sobre el que llorar aunque sea en la distancia.
-Dale un poco de margen…-empezó, pero yo le corté con delicadeza y firmeza.
-Nosotros no funcionamos así, S. Yo hablo con tu hermana-se quedó callado, no sé si porque no sabía qué decirme para convencerme o porque prefería no decir nada si no se le ocurría nada agradable que decirme.
Joke’s on him. No había nada que pudiera decirme que fuera peor que lo que yo llevaba dieciocho años diciéndome a mí mismo.
-Y sé que todas las veces en que he hablado con ella estando aquí le he hecho daño, pero prefiero perderla porque no me la merezco a perderla porque deje de fiarse de mí. Nunca antes había sido el hogar de nadie, S. Y, dado que tú también lo eres para alguien, creo que entenderás que quiera proteger esta sensación a toda costa.
Scott se mordisqueó el piercing; lo supe por el sonido metálico al otro lado de la línea.
-Supongo que no tenía mucho sentido, pero tenía que intentarlo. Vale-suspiró-. Pero no te asustes si la encuentras muy baja de ánimos. Para ella también ha sido un palo.
-Ya. En el artículo que leí la mencionaban de gratis, ¿por qué crees que son los dos días extra que me pasaré matando a esa zorra?
Scott se rió.
-Esto sólo podía pasarnos cuando tú no estuvieras en el país.
-Para que luego digas que mi trayectoria deportiva no es impresionante. Conmigo a vuestro lado no os tosía ni Dios. Sólo os hicieron quedar segundos porque sabían que, si ganabais el concurso, no habría quien os soportara. Bueno, por eso, y porque Eleanor es más guapa y canta bastante mejor que tú. Se hizo justicia esa noche.
-Pero mira que llegas a ser gilipollas, tío-dijo Scott riéndose, y yo sonreí, anotándome un tanto más.
-Cuídate, hermano. Cuidaos todos.
-Gracias. Tú también. Hablamos. Adiós.
-Adiós…
-¡Ah, y disfruta del voluntariado!
-Lo estoy intentando, pero es que no me dejáis-protesté. Scott se echó a reír de nuevo, me dijo adiós otra vez, y yo ni me lo pensé.
Marqué el número del móvil de Sabrae en cuanto escuché el sonido de la conexión interrumpida.
Y ni pensé en lo que iba a costar la llamada y en el broncón que me iba a echar Valeria cuando le llegara la factura telefónica. Al final, tanto debate y tanta historia con Saab, e iba a terminar metido en un avión por ponerme a hablar por teléfono con todo mi círculo social igual que una cotorra.
Los tres tonos que tardó en contestar fueron los más largos de mi vida, y eso que mi chica fue clemente y decidió no prolongar mi agonía. Que no se hiciera la difícil cuando le encantaba tenerme esperando me hizo darme cuenta de que las cosas podían estar incluso peor de lo que pensaba, y eso que en los pocos segundos que pasaron entre que colgué con Scott y escuché su voz me dio tiempo a ponerme en lo peor. Menudo velocista se había perdido el mundo por culpa de Aaron y su obsesión con hacerme sentir menos todo que él.
-Holaaa-ronroneó Sabrae al otro lado de la línea, tan juguetona y coqueta que aplacó mi preocupación al instante.
Bueno, más o menos. Porque si había estado esperando mi llamada era porque sabía que yo sentiría que algo no iba bien y trataría de buscarla.
-Soles calientes a domicilio-sonreí a pesar de todo-. Me han dicho que hay un bombón en apuros que necesita urgentemente que lo derritan. Mi nombre es Alec, ¿cómo puedo calentarte?
Sabrae se rió con risa sensual, tranquila y femenina que, a pesar de todo, lanzó un calambrazo desde mi oído hasta las puntas de mis pies. No quiero decir dónde se concentró, porque estaba intentando controlarme y estar ahí para mi novia en un momento cuanto menos complicado para ella.
-Siempre vienes a mi rescate cuando más te necesito, Al. Eres como mi superhéroe particular-supe que se había mordido el labio y había cruzado las piernas sin verla, sólo con oír su voz; así de fuerte era nuestra conexión.
-Bueno, bombón, caer es muy parecido a volar, y yo caí muy fuerte contigo, así que…
-Me encanta esa frase-ronroneó, y escuché el sonido de tela frotándose contra su cuerpo. Eran mis sábanas, rodeándola y dándole el calor que me habría gustado proporcionarle yo mismo. No pude evitar sonreír pensando que había algo de mí que seguía en contacto con ella, por muy lejano que me pareciera.
Y sonreí un pelín más cuando me di cuenta de que les tenía celos a mis sábanas.
-Creo que podría escribir una canción con ella.
-Toda tuya, entonces. Me cobraré mis derechos de propiedad intelectual en besos.
-Mm-Sabrae se estiró y exhaló un suspiro-. Suena a planazo.
Descrucé las piernas y las crucé de nuevo en sentido opuesto y le pregunté:
-¿Cómo estás?
Sabrae suspiró y me la imaginé negando con la cabeza.
-Bueno, he estado mejor, la verdad. Supongo que te habrás enterado-la escuché removerse en la cama y me la imaginé tumbándose sobre el costado, poniendo el teléfono entre la almohada y su cabeza como hacía con sus manos cuando estábamos hablando. Siempre estaba tan guapa justo después de hacerlo, y cuando usaba mi brazo de almohada me hacía sentir tan importante, tan invencible, tan genial conmigo mismo… ojalá estuviera con ella ahora. Ojalá pudiera abrazarla fuerte y no soltarla, no hasta que no pasara la tormenta.
Envidié el espejo de mi habitación porque ahora mismo podría ver su cara y la preciosa cordillera que su cuerpo formaba por debajo de mis sábanas.
-Ajá. Me han avisado al volver de la sabana. Hemos tenido una excursión de un día porque me he pasado durmiendo desde que llegué hasta hoy por la mañana.
-¡Dios mío, Al!-por el ruido que escuché supe que se había incorporado-. ¿Te encuentras bien?
-Es evidente que no, Sabrae. Estoy a un vuelo de nueve horas de mi señora-le recordé, y ella chasqueó la lengua.
-Porque tú quisiste irte.
-Porque tú no quisiste acompañarme.
-Siempre cometo errores catastróficos cuando se trata de ti-bostezó-, como, por ejemplo, no besarte cuando me apetecía.
-No me da la impresión de que te prives en exceso-me burlé, jugueteando con un hilo de mi camiseta.
-Estaba pensando en cuando me ayudaste en la playa. Ya sabes, la tarde en que…
La tarde en que me la había encontrado nadando sin rumbo y medio desesperada porque había perdido la parte de arriba de su bikini. La tarde en la que había estado tan angustiada que había bajado la barrera con la que me separaba de ella y me había dejado entrar.
La tarde en que había empezado a tolerarme y habíamos podido llegar hasta aquí.
-Sé de qué tarde hablas-sonreí. Puede que para mí no hubiera sido tan trascendental como para ella en su momento, pero también había sido importante. Yo también me había dado cuenta de que algo había cambiado entre nosotros; por eso, cuando después de aquello se había mostrado incluso más esquiva que antes, me había atrevido a confrontarla cuando ella no había parado de rehuirme.
Me imagino que los últimos días le habían hecho pensar mucho en aquella tarde, sobre todo porque entonces sí había estado ahí para salvarla y ahora no.
Saab se mordió los labios y negó con la cabeza.
-Todo era más fácil entonces, cuando mi única preocupación era que los amigos de mi hermano no me vierais las tetas porque me daba vergüenza.
-Si te sirve de consuelo, creo que tu vida ha mejorado algo desde que le enseñas las tetas regularmente a uno de los amigos de tu hermano.
Sabrae se rió de nuevo y me la imaginé incorporándose en la cama para escucharme mejor. Me subí un poco más sobre la mesa de Valeria, quedándome sólo con un pie en el suelo mientras el otro me colgaba en el aire, y me llevé la mano libre al cuello, donde tenía el collar con el diente del tiburón que me había regalado Perséfone hacía años, y la cadena con chapitas que Saab se estaba encargando de rellenar. Mi pasado y mi presente y futuro, unidos en el mismo punto de mi cuerpo en el que más me gustaba sentir los besos de mi chica.
Puede que, si tuviera su boca sobre mi piel ahora mismo y su aliento me acariciara justo sobre el pulso, el corazón no me latiría de una forma tan irregular. Podría descansar bien esa noche, al igual que ella.
-Cuéntame qué tal ha ido tu día. Quiero distraerme un poco de toda la locura que hay aquí.
-¿Por eso has ido a dormir a mi casa? Normalmente te quedarías mañana o ayer-comenté, y ella asintió al otro lado de la línea.
-No te molesta, ¿no? Que no me haya quedado en casa y que te haya costado un poco más encontrarme. Si te soy sincera, pensé que tardarías un poco más en enterarte-suspiró.
-¿Bromeas? Sabes que me encanta que te sientas a salvo en mi casa. Ojalá no te hubiera obligado a que tuvieras que conformarte sólo con mi cama.
-Estoy feliz de que estés ahí, Al. Prefiero que no veas lo que dicen de Diana y de mi hermano, porque sé lo mal que te pondrías con las barbaridades que algunos se atreven a escribir. Son unos cobardes y los odio. No puedo creerme que en algún momento de mi vida me hiciera gracia la prensa y la atención que atrae mi familia, cuando es la responsable de todas las veces en que hemos sufrido en mi casa. No me había dado cuenta hasta ahora, pero sin duda hay un patrón-se quejó.
-No seré yo quien la defienda-respondí-. He leído un artículo-dije despacio, andándome con pies de plomo. No sabía cuánto había leído Saab, y puede que el que yo me había topado fuera la excepción que confirmaba la regla y nadie más la hubiera mencionado mientras cubrían la caída de la banda del momento, pero… sinceramente, lo dudaba. Aun así, no quería ser responsable de añadir más leña al fuego.
-¿De quién?
-De una tal Jarina Leto.
-Ah, ya. La conozco. Es gilipollas. Shasha y yo le hemos deseado la muerte varias veces desde la cuenta secreta que tenemos en Twitter. Que ya sé que no deberíamos, pero… es una hija de puta. Va de que le gustan la banda y Scott, particularmente, pero es una de las mayores nazis de Harry que hay, e insulta a papá cada vez que puede. Siento en el alma que hayas descubierto quién es; es una imbécil. Pasa de ella.
-Ha completado mi podio de personas a las que me cargaría las primeras si legalizaran La Purga.
-Ya. Y eso que ella no es la que más burradas ha dicho, pero… bueno, supongo que te estás andando con rodeos porque también me menciona, ¿no?-inquirió, y yo dejé escapar una risa sarcástica.
-¿Tan evidente es?
-Te conozco, sol. Y si he dejado de leer lo que publican acerca del vídeo de Diana hoy ha sido, precisamente, para que no me afecte y que tú no te enteres de lo que dicen de mí. Porque, sinceramente, me da lo mismo. Es en serio-insistió, y yo no dije nada, aunque no me lo tragaba ni de coña-. Me da igual lo que digan de mí unas irrelevantes a las que sólo hacen caso cuando me critican a mí o a quienes me importan, pero lo que no me hace ni puta gracia es cómo están tratando a mi hermano y a Diana como si fueran una especie de evento deportivo en el que todo vale con tal de animar a tu equipo para que gane la copa. Y lo que más me revienta es que hicimos todo eso del comunicado precisamente para evitarnos que sucediera justo esto. Y ha pasado de todas formas. Creo que, incluso, lo ha hecho peor. A las lerdas que creen que el que la adicción le Diana les ha jodido su momentito de fama en Tiktok subiendo cosas del concierto en primera fila, ahora hay que añadir las hijas de puta que creen en serio que Diana es tan mala como para montar todo esto para hundir a mi hermano-juro que escuché cómo ponía los ojos en blanco-. Te lo juro, no lo soporto. Estoy que me llevan los demonios-bufó, y me la imaginé fulminando con la mirada mi habitación.
-Sé que es difícil, pero intenta no pensar en ello. Y ni de coña te metas en Internet.
-Me he venido a tu casa porque Shasha no se despega del ordenador y se me hace imposible no meterme en Twitter a ayudarla a denunciar cuentas, aunque de poco serviría porque ha desarrollado no sé qué código que escanea todo lo que se publica sobre Scott y Diana y lo reporta todo masivamente-sonreí al pensar en Shasha en modo genio maligno de internet, luchando ella solita contra todos los trolls-. A veces me da miedo.
-Yo soy fan de tu hermana.
-Eso también. De todos modos… creo que no basta con borrar todo lo que se dice. Estoy pensando que igual subo una foto con ella para apoyarla-comentó como si nada, y a mí se me pusieron los pelos de punta. Si ya la ponían en el centro de atención sin haber hecho nada, no quería ni pensar en cómo se cebarían con Sabrae si decidía dar un paso al frente y desviar la atención hacia ella.
La habían machacado por tener una contestación fuera de tono con unas chicas que se lo merecían sin ninguna duda, y todo porque estaba pasando una mala racha y ellas la habían presionado para que interpretara su papel de famosa perfecta y agradecida cuando lo último que le apetecía era socializar. ¿Qué no le harían cuando se pusiera del lado de la que era la nueva Enemiga Pública Número Uno?
-Prométeme que no vas a hacer eso, Saab-dije, y cuando no respondió, me puse en pie e insistí-. Prométemelo, Sabrae.
-Es lo correcto.
-Te van a abrir en canal.
-Me la suda.
-¡Te van a abrir en canal y yo no voy a estar ahí para cuidarte!-protesté. Cerré los ojos, apreté los dientes y me separé el teléfono de la oreja un momento. Me presioné el puente de la nariz, me masajeé los ojos y me llevé de nuevo el auricular a la oreja. Sabrae seguía callada, no sé si enfadada porque le hubiera gritado o rumiando lo que le acababa de decir.
Estuvimos unos segundos más en silencio escuchándonos gritar, y luego, finalmente, fue ella la que rompió el silencio.
-Parte del trato de que te volvieras a Nechisar era porque te mereces vivir tu vida sin ponerla en pausa cada vez que yo esté mal, Al. Te quiero muchísimo, lo sabes, pero no puedes pedirme que no haga lo que me pide el corazón, sobre todo cuando sé que tú harías lo mismo si estuvieras en mi lugar y fuera, no sé… Karlie la que lo estuviera pasando tan mal.
-Vale, y también tú sabes que yo te quiero muchísimo, así que entenderás que te pida que no lo hagas. Incluso aunque sepa que cuando se te mete algo entre ceja y ceja ya no hay quien te lo saque de ahí. Sobre todo porque…
-Yo haría lo mismo-terminó por mí, y la escuché sonreír-. Sí, lo sé.
-A mí no me hace ni puta gracia, Sabrae.
-Lo sé. Y a mí tampoco me la haría si estuviera en tu lugar, pero… por cómo has reaccionado sé que es lo que tengo que hacer-torció la boca y se dio unos toquecitos en la mejilla-. Puede que ya vaya tarde.
-Como me cuelgues el teléfono para escoger una selfie que subir a Diana con la que abran todos los programas de cotilleo de mañana te juro que cojo un avión sólo para montarte un pollo legendario, Sabrae.
-¿Me lo prometes?-tonteó, tumbándose en la cama, mordiéndose la sonrisa y capturando un mechón de pelo entre sus dedos, que se dedicó a rizar y rizar y rizar.
-No estoy tonteando ahora-sentencié.
-Pues tú te lo pierdes-replicó, y soltó una risita. Zorra. Sabía exactamente qué hacer para aplacarme. Exhalé un suspiro y me senté en la silla que había frente a la mesa de Valeria. Subí los pies a la mesa y los crucé, inclinándome hacia atrás y pivotando mi peso sobre las patas traseras de la silla. Me dediqué a escucharla respirar, y me concentré en no pensar en lo que pasaría cuando Sabrae finalmente se hiciera la heroína.
Lo peor de todo es que, como ella había dicho, no podía culparla. La entendía perfectamente. Yo haría lo mismo que ella.
De hecho, posiblemente hiciera cosas peores. En comparación con las locuras que podrían llegar a ocurrírseme, una foto en Instagram no era nada.
-¿Qué llevas puesto?-preguntó Sabrae, y yo alcé las cejas.
-¿Ahora eres el Alec de la relación?
-Estos impulsos que siento de comportarme como una mártir sólo pueden significar una cosa: tu espíritu me está poseyendo.
-Qué suerte tiene-comenté, y Sabrae soltó una carcajada.
-¿Estás bien?-dijo al fin, y yo me reí.
-¿Me preguntas en serio que si estoy bien cuando estoy prácticamente de vacaciones en el trópico mientras en Londres se desata el apocalipsis digital?
-Cualquier cosa con tal de escuchar tu voz-ronroneó Saab, y por el ruido de las sábanas supe que se había vuelto a meter en la cama. Sonreí y chasqueé la lengua.
-Estás pillada, pillada, ¿eh? Mal. Abajo. Llorando en el gimnasio-entrechoqué mis pies y solté una risita por lo bajo.
Sabrae soltó una risita también se frotó una pierna con el pie y se mordió el labio. Algo en la energía entre nosotros cambió; fue un cambio sutil, como una ventana que se abría en el piso inferior de un castillo y que traía una nueva corriente de aire que hacía titilar las velas en la torre más alta. La escuché relamerse los labios y esperé.
-Creía que tendría más tiempo para decidir si te contaba esto o me esperaba a que vinieras a casa-dijo, y yo fruncí el ceño y dejé de balancearme en la silla.
-¿Contarme qué?
-No quería decírtelo por carta. No quiero perderme tu reacción ni… tratar de sobreponernos a esto, si crees que es algo en lo que tengamos que trabajar.
Bajé las piernas de la mesa preparándome para lo peor. La cabeza me iba a mil por hora, pero no lograba detenerme en una idea a la que aferrarme para que dejara de darme vueltas y mi cuerpo no se comportara como si estuviera en caída libre.
De verdad, no se me ocurría nada. Nada. Ni una infidelidad de la que sabía que no sería capaz, ni de un embarazo que sabía que no tenía, o un cansancio de la relación por tener que estar esperándome constantemente. Nada en absoluto.
Y eso era mil veces peor.
-¿Qué pasa, Sabrae?
Sabrae suspiró y tragó saliva.
-Prométeme que no vas a flipar.
-Que me digas eso ya me predispone a que flipe-contesté, y ella suspiró de nuevo.
-He ido a terapia con mis padres.
Aguanté la respiración, porque si tenía que decírmelo en directo para controlar mi reacción, eso no podía ser bueno… a pesar de que era lo que ella había necesitado siempre. Antes, incluso, de que yo entrara en su vida.
-Vale…-dije con un hilo de voz que, sorprendentemente, no tembló como lo estaba haciendo mi cuerpo. Joder, ¿qué les pasaba a Zayn y Sherezade ahora?
-Hemos podido hablar de mi adopción-si iba a darme la información a cuentagotas a mí me iba a dar un infarto.
-Eso está bien.
-Sí.
Silencio. Y, cada segundo que pasaba, yo me ponía más y más nervioso.
-Era lo que querías, ¿no?
-Sí-se revolvió en la cama, y me la imaginé sentándose a lo indio-. Me han escuchado. Han sido muy comprensivos conmigo. Y también… se han abierto-se relamió de nuevo los labios-. Me han explicado qué era lo que les preocupaba de nosotros y por qué se han puesto así contigo.
Puse los ojos en blanco. Ah, bueno. Si sólo era eso… fuera lo que fuera lo que dijeran sus padres de mí, yo estaba ya curado de espanto y no me afectaría lo más mínimo. Podían inventarse cualquier gilipollez sobre nosotros, pero nunca llegarían al corazón de nuestra relación: ése que sentíamos Sabrae y yo latiendo en nuestro interior a la par que el nuestro.
No participaban de nuestra intimidad, no veían lo mucho que nos habíamos hecho madurar y crecer el uno al otro. Habíamos mejorado estando juntos, nos habíamos vuelto más fuertes, más valientes. Lo que Saab y yo compartíamos era algo especial, precioso y puro que nos pasaríamos la vida cuidando, como un jardín lleno de flores exóticas, preciosas y terriblemente delicadas que no sobrevivirían sin las más exquisitas atenciones.
No tenían ni puta idea de quiénes éramos.
No me iba a afectar.
No me iba a afectar.
No me iba a afectar.
¿Por qué coño lo estaba repitiendo como si fuera un mantra que tuviera que creerme sí o sí? De verdad que no me iba a afectar.
-¿Y qué se cuentan?-inquirí en tono casual, y luego me pasé una mano por el pelo, me froté la cara y me incliné hacia delante. Sabrae se mordió de nuevo el labio, se revolvió en la cama y contestó:
-Les preocupaba que nuestra relación se estuviera volviendo tóxica.
Fruncí el ceño. No me iba a afectar. No me iba a afectar. No me iba a afectar. ¿Ein? ¿Cómo que tóxica? Sabrae era lo mejor que me había pasado en la vida, mi relación más sana (aunque también es verdad que también era la primera, pero no hace falta probar más joyas cuando das con un diamante a la primera) y la estrella que más brillaba en mi cielo. ¿Cómo coño íbamos a ser tóxicos?
-¿Tóxica en qué sentido?
Sabrae cogió aire y lo soltó despacio.
-Tóxica en el sentido de que creían que estabas apartándome de ellos.
Incliné la cabeza a un lado y miré mi reflejo en la ventana del despacho de Valeria. Tenía el ceño fruncido y una expresión de no entender que reflejaba a la perfección el lío que tenía dentro. ¿Cómo iba a estar yo apartando a Sabrae de sus padres si me había ido al culo del mundo?
-En plan… que estabas haciendo que yo contara más contigo que con ellos.
-¿Pero eso no es lo normal? Quiero decir… es lógico que tus padres sean tu fuente de confianza principal cuando eres pequeño, pero cuando creces y encuentras pareja… le veo sentido a que esa confianza cambie y la deposites en tu pareja. De lo contrario, ni Dios se independizaría ni empezaría una vida en común con otra persona.
Sabrae se mordió los labios.
-No lo decían en ese sentido, exactamente.
-Entonces, ¿en cuál?
Sabrae tardó un poco en responder, como si no encontrara las palabras. Me puse firme sobre la silla.
-¿Saab? Puedes decírmelo-la animé-. Puedo soportarlo. No sería peor que lo que me decía a mí mismo en mis horas más bajas.
Sabrae se pasó una mano por el pelo y suspiró.
-Es que es precisamente lo que te decías a ti mismo en tus horas más bajas.
Sentí un dolor muy fuerte en el pecho y dos planchas de hierro candente pegadas a mi cara. Y también me faltó el aire.
-¿Qué?
-Prométeme que buscarás ayuda si te pones mal-me suplicó.
-¿¡Qué!?-ladré, levantándome con tanto ímpetu que tiré la silla hacia atrás.
-Alec, prométeme que…
-¿Qué cojones te han dicho tus padres que pensaban de nosotros?-bramé. No me iba a afectar. No me iba a afectar. No me iba a afectar. No me iba a afectar. No. Me. Iba. A…
-Dándome gritos sólo les estarías dando la razón a ellos-respondió con calma, y yo me pasé una mano por el pelo y me reí con un cierto deje de histeria. Me jodía admitirlo, pero era verdad.
-Es cierto, bombón. Perdona. Lo estoy pagando contigo cuando tú no tienes la culpa de nada. Ya lo estás pasando bastante mal como para… en fin. Lo siento. Además, tampoco es como si creyeran que te maltrato o algo así-me reí de nuevo, pero Sabrae se mantuvo sospechosamente callada-. ¿Sabrae?
-Prométeme que no le vas a dar vueltas y que te fiarás de mi criterio-me pidió al fin.
-No puedo prometerte lo de las vueltas porque ya sabes cómo soy, pero te confiaría mi vida.
-Vale. Pero confíame también tu cordura, Al.
-Llevas teniéndola un año.
-Genial-suspiró-. Dios, espero no estar equivocándome, y odio tener que hacer esto sin poder verte, pero… te prometí sinceridad a toda costa, y sé que superaremos esto, así que… mi amor, ¿te acuerdas de cuando me agarraste del cuello mientras nos acostábamos y luego te rayaste porque creías que ibas a…?
-Sí-la corté. Prefería no pensar en eso ahora mismo, la verdad.
-Vale. Pues… digamos que no hasta ese extremo, y no porque nos hubieran visto en ese momento, pero… mis padres malinterpretaron las ganas con las que iba a verte y lo triste que me ponía cuando nos separábamos. Creían que estaba metida en una relación de dependencia, y…
-¿Es coña? Me he ido un puto año a otro país, Sabrae.
-¡Ya lo sé! Eso les dije yo: que estábamos aprovechando el tiempo. Y lo entienden, o al menos lo intentan, pero cuando vieron que yo no… nunca había defendido a nada de ellos como te he defendido a ti, Al, y confundieron que me pusiera firme con que estuviera arisca por… bueno, por ti.
Inhalé y exhalé una, dos, tres veces.
-¿Alec?
-Estoy tratando de entender.
-No hay nada que entender-sentenció ella-. Estaban equivocados. Punto.
-No. Me puse arisca con ellos después, pero ellos empezaron antes.
-Empezaron antes a ¿qué, Sabrae?-puse los brazos en jarras y fruncí el ceño, y ella suspiró.
-A creer que estábamos entrando en mecánicas de maltrato, tú y yo.
Levanté la vista como un resorte y me quedé mirando mi reflejo en el espejo, la versión de mi padre más joven devolviéndome la mirada. Él tenía los mismos años que yo ahora cuando conoció a mamá y empezaron a salir, y desde ahí, todo había degenerado hasta un punto insostenible y peligrosísimo. Yo era su viva imagen; tenía sus ojos, su nariz, su mandíbula, su boca; incluso su altura y la fuerza de mi espalda.
Pero no me había criado él. Me había criado mamá, que amaba con fiereza, que daba su vida por a quienes quería, que era dura pero tenía un corazón de oro y debilidad por sus hijos y, después, por su marido.
Y también era hijo de Dylan. Dylan, que nos había acogido sin dudarlo cuando mamá se presentó en su puerta de madrugada con un niño de la mano, un bebé en brazos y otro en el vientre. Dylan, que nos había dado su apellido y no se había quejado cuando yo había dejado de llamarlo papá. Dylan, que me había ayudado a ahorrar para la moto y me había preguntado por mi progreso cuando me daba pereza seguir. Dylan, que me había dado voto de confianza tras voto de confianza cuando yo no me centraba y las liaba pardas. Dylan, que había escuchado con atención cuando le había empezado a hablar de Sabrae. Dylan, que me había despejado la casa para que pudiera invitarla el primer fin de semana que habíamos pasado juntos. Dylan, que me había dejado dinero en el fondo del cajón cada vez que notaba que yo empezaba a ir justo de pasta para que pudiera irme de fiesta o comprar condones tranquilo. Dylan, que me miraba con compasión cuando mamá me echaba uno de sus famosos rapapolvos completamente merecidos.
Dylan, que en su vida le había dicho una palabra más alta que otra a mi madre. Que me había enseñado a abrirles la puerta a las mujeres, a entrar después que ellas, a asegurarme de que estuvieran cómodas, a escucharlas, a que marcaran los ritmos.
Habría aprendido cosas horribles si hubiéramos seguido en casa de mi padre; puede que hasta, incluso, a crecer sin madre. Habría aprendido a dar portazos, arrojar platos, arrinconar, gritar, golpear, abofetear, incluso a violar.
En cambio, había aprendido de Dylan a escuchar, a dejar paso, a ceder, a pedir lo que quería en lugar de exigirlo, a dar margen para un “no”, a crear el ambiente de confianza suficiente como para que ese “no” sucediera si tenía que suceder. Si había hecho algo bien en la vida había sido aprender de él.
Y, a cambio, la vida me había recompensado mil veces poniendo a Sabrae en mi camino. Sabrae, que era preciosa, que estaba muy por encima de mí incluso aunque yo le sacara casi una cabeza; que estaba totalmente fuera de mi liga y que, sin embargo, me quería. Que me aguantaba mis movidas con una paciencia infinita, que me enseñaba con paciencia pero la firmeza que yo necesitaba para no tomármelo todo a pitorreo, que me había enseñado a querer y a escuchar y a decir lo que sentía y a confiar un poco más en mi bondad y un poco menos en lo que las malas lenguas que tenía incorporadas en mi cabeza decían de mí.
Sabrae, que me había hecho descubrir lo genial que era decir “te quiero” y lo increíble que era escucharlo, que me había dado ganas de conocer el mundo simplemente para poder presumir en todos los rincones de que la tenía. Sabrae, que me había hecho comprender que sí, follar está guay, pero hacer el amor es una puta pasada. Sabrae, que me había hecho enamorarme de los fines de semana porque dormiríamos juntos. Sabrae, que me había hecho esperar con ansia los amaneceres para poder enseñárselos y que no me echara tanto de menos cuando no la tuviera.
Sabrae, que me sacaba de mis casillas como ninguna otra persona lo hacía y era capaz de hacer que hasta disfrutara de las discusiones.
Sabrae, que me había hecho renunciar a esa independencia que tanto me había gustado siempre a cambio de ofrecerme un hogar.
Sabrae, que era mía, y lo mejor de ser yo.
Ni de puta coña iban a quitármela. Ni mi herencia genética, ni sus padres, ni nadie. Yo era hijo de Dylan; había aprendido a besar el suelo que mi mujer pisaba, y vaya si lo hacía.
-Pero, ¡me cago en Dios, Sabrae! ¿¡Tus padres son subnormales o qué cojones pasa aquí!?
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Apúntate al fenómeno Sabrae 🍫👑, ¡dale fav a este tweet para que te avise en cuanto suba un nuevo capítulo! ❤🎆 💕
Bueno empiezo este comentario diciendo que a la Jarina le cogia la cabeza y se la estampaba contra un contenedor y si Alec tardaba tres días en matarla a mi me llevaba cinco la madre que me parió.
ResponderEliminarSigo con que la conversación de Alec y Scott me ha puesto blandisima y que un dia mas me he vuelto a emocionar leyendo a Scott hablando del futuro (no me queda nada xd) Por otro lado me ha encantado la reflexión en cuanto el endiosamiento de Scott y lo de “Nadie puede cruzar el umbral de lo imperdonable y que no le pase absolutamente nada, Al. Yo ya no soy una persona para esa gente” porque al final del dia fue un poco lo que nos pasó con su personaje en cts hasta que tu hiciste el gran favor de humanizarlo y hacerle cometer errores (y aun asi el cabron sigue ocupando un sitio en mi corazón solo reservado para él) Por otro lado me ha encantado también la conversación con Saab, los quiero con toda mi alma, y me ha gustado que le haya contado la movida, pero por sobre todas las cosas la reacción de Alec. Asumo que no quedará ahi y habra mas tela que cortar pero ya solo la reacción ideal y su reflexión inicial ha sido maravilla y un ejemplo de evolución de personaje tremendo. Adorando leer esta novela por momentos como estos.