Antes de que empieces esta lectura tan entretenida (oh por dios), tengo que darte un aviso. Te lo debo. Seguramente estés leyendo esto ahora mismo porque leíste Its 1D bitches. Pues bien. Me congratulo de anunciarte que he publicado el primer capítulo de la "continuación" de esa novela. Se llama Chasing the stars. Aquí tienes el primer capítulo. Léelo. Por favor. Y si te gusta y quieres que te avise cuando suba más... ya sabes qué hacer.
Blondie se pegó a la pared contigua a la calle y se llevó el dedo índice a los labios, indicándome así que no hiciera ruido.
Blondie se pegó a la pared contigua a la calle y se llevó el dedo índice a los labios, indicándome así que no hiciera ruido.
Puse especial cuidado en
acercarme a ella apenas acariciando el suelo, colocando a conciencia
las plantas de los pies de manera que mi caminar fuera lo más
silencioso posible. Ella se hizo una cola de caballo rápidamente, se
sacó la pistola del cinturón, y le quitó el seguro.
-¿Cuánta munición te
queda?
Eché un vistazo al
cargador de mi pistola. Había ido abandonando todas mis armas en la
carrera por perseguir a la policía, a la que habíamos encontrado
minutos después de que las runners de otra Sección se unieran al
grupo que conformáramos, y terminasen disolviéndolo al ordenar
Blondie que Night y el chico de la mochila las llevaran a la Base y
les hicieran cantar como a las gallinas.
-No mucha-medité. Ella
chasqueó la lengua, luego cerró los ojos y se tapó la cara,
molesta por su desliz. Asintió con la cabeza, tragó saliva sonora y
visiblemente y volvió a inclinarse. Hizo un gesto con la mano para
que me acercara a ella. Me pegué a su cuerpo, que ardía como un
sol, y me asomé, poniendo todo el cuidado del mundo en no dejar que
mi trenza nos delatara.
-Estamos rodeadas-dijo.
Bufé, puse los ojos en blanco, e inmediatamente busqué una salida,
tal y como llevaba haciendo desde que nos tendieron una emboscada.
Cada vez estaba más
segura de que la policía había planeado mucho más que el atentado
contra nuestra Base, y sabía que íbamos a salir en su búsqueda
cuando raptaran a algunos de nuestros vigilantes y compañeros. No
podía explicarse, pues, que fueran tan organizados y no dejaran casi
pistas, sólo las justas para que dedujéramos con rapidez y
nerviosismo hacia dónde se dirigían y a quién se llevaban.
Había visto en
ocasiones varias huellas, todas diferentes, que me recordaban
demasiado a Taylor. No sabría decir qué había en ellas que me
había hecho pensar en mi novio, pero tenía la sensación de que
estaba en lo cierto y él estaba con ellos. Era el rehén para algo
más valioso.
Yo.
Se suponía que yo debía
llevar el resto de planos encima...
… si es que no se los
habían llevado todos.
Era lo natural, ¿no? Al
fin y al cabo, yo era la gran ladrona, yo era la que había entrado
en la Central de Pajarracos Express, y era yo la que había salido
impune. No había conseguido cumplir la misión totalmente, pero algo
era mejor que nada.
Mi estómago volvió a
llamear cuando la razón por la que no había conseguido hacer lo que
me pidieron apareció en mi mente.
Tomé aire, alzando los
hombros, y lo dejé escapar muy lentamente. Blondie me miró con ojos
preocupados.
-¿Podrás hacerlo?
-No es la primera vez
que tengo el pellejo en juego-repliqué, asintiendo con la cabeza.
Todo rastro de ira justiciera había desaparecido, y ahora estaba más
ocupada preocupándose de ser mi niñera que de cumplir con su
trabajo y sacarse a sí misma de allí. Que le dieran a la poli. Ella
saldría de allí; para eso se había entrenado. Lo que le ocurriera
a los demás era cosa de ellos, no suya.
¿Es que lo había
olvidado?
-¿Cuántos
hay?-inquirí. Ella volvió a asomarse, silenciosa, apenas enseñando
la punta de la nariz y algunas de sus pestañas, las más largas que
había visto jamás. ¿La conocería Taylor? Si lo hacía y nunca me
había hablado de ella, podría cabrearme mucho. Pero que mucho,
mucho.
-Tres. Al menos ahí.
¿En las azoteas?
-Hacen guardias. Dan
vueltas en círculos. Tendrás a uno a tiro dentro de 7 segundos.
Ella empezó a contar
tan sólo moviendo los labios, en un silencio tan cerrado como un
volcán muerto.
Un hombre con una
escopeta en cuya parte superior había una mira que emitía luz,
vestido con un atuendo azul, gorra y gafas de sol, asomó la cabeza
en el lugar exacto en el que Blondie tenía los ojos clavados. Una
sonrisa cínica apareció en la boca de mi compañera.
-Eres buena contando,
¿eh, cabrona?
-Se irá en seguida. No
he visto a más, pero puede que los haya. La mejor manera de salir de
aquí es siguiendo hacia delante.
-¿Te crees de verdad
que había pensado en dar la vuelta y encontrarme cara a cara con la
poli?-inquirió, escupiendo sarcasmo, recordándome a una serpiente
sacando la lengua, divertida al saber que ese gesto ponía histéricas
a sus víctimas al recordarles lo peligroso que era un beso suyo.
-Sólo por si te habías
vuelto gilipollas momentáneamente-comenté encogiéndome de hombros
y girándome, nerviosa.
-A mi señal-se limitó
a responder, levantando la mano y volviendo su atención a los
hombres que tenía tan bien vigilados que ellos no se daban ni
cuenta. Levantó los dedos, y luego, con un movimiento seco, bajó la
mano y echó a correr sin esperar para ver si yo la contemplaba. La
seguí en silencio, corriendo tan rápido como mi cuidada coartada me
permitía. Nos pegamos contra una nueva pared y levantamos la mirada.
Ahora estábamos bajo la azotea del poli al que tenía controlado.
Nadie se había percatado de nuestros movimientos.
Sin atrevernos a
despegar los cuerpos de las paredes, nos movíamos pegadas como
lagartos, sin atrevernos a cruzar ni media palabra. Yo miraba hacia
delante, ella miraba hacia atrás, buscando una nueva ruta de huida
para usarla en caso de que la que yo encontrara no fuera lo
suficientemente buena; bien por estar ocupada, bien por ser demasiado
difícil de aprovechar, o bien porque no estuviéramos del todo
seguras de que nadie nos vigilara.
Casi todos nuestros
compañeros habían vuelto a la Base, y algún runner con más
inteligencia que los demás había ordenado silencio absoluto de
radio cuando se escucharon los primeros tiros en los que nos vimos
involucradas. A la policía no le gustó especialmente que nos
cargásemos a sus ángeles, y así nos lo hicieron saber disparando
por la espalda.
Un grupo de agentes
especiales había esperado escondido en las casas vacías de
alrededor de la Base a que nosotros saliéramos de nuestro escondrijo
para ir por detrás, expectantes, buscando el momento preciso en que
nos alejáramos lo bastante de nuestro centro de operaciones y la
seguridad que éste nos aportaba para cruzar un poco de fuego y
caldear el ambiente.
Agradecía que se
estuvieran callados si no podían ayudarme, pero en el fondo me
cabreaba que nadie encontrara a ningún vigilante. No podían
haberlos dejado solos a todos; alguien tenía que haber quedado libre
para que ahora nos ayudara. Blondie y yo necesitábamos
desesperadamente que nos dijeran dónde cojones estaban todos y cada
uno de los hijos de puta con pistola que intentaban matarnos sólo
para conseguir una subida salarial.
La idea de verlos como
asesinos a sangre fría hacía que fuera mucho más fácil
cargárselos; al menos para mí. Quería creer que las muertes que yo
repartía eran cosa digna, algo que me ayudaría a alcanzar aquel fin
por el que corría: la venganza suprema de mi hermana y de todos los
que habían muerto en la más absoluta de las inocencias.
En el fondo, así era.
Yo mataba porque no me quedaba más remedio, porque eran ellos o no.
Ellos nos mataban a nosotros porque deseaban una medalla más
adornando uniformes tan horriblemente sosos que eran capaces de
hacerte vomitar hasta la última papilla.
Estaba preparándome
para cruzar otra pequeña callejuela y volver a esconderme tras un
contenedor, lo que habíamos venido haciendo desde que nos alejamos
de lugar seguro, cuando Blondie tiró de mí y me pegó de nuevo
contra la pared. Nos arrastró, literalmente, por el suelo hasta una
pequeña oquedad. Allí había una escalera que conducía a una
puerta excavada en el suelo. La luz no llegaba hasta el final del
pasillo que llevaba a un hipotético infierno, lo cual lo convirtió
en el escondite perfecto para los breves momentos en los que varios
policías pasaron corriendo, recorriendo la ruta que habíamos ido
siguiendo con tanta precisión que creí que la tenían inscrita en
un mapa trazado antes incluso de que nosotras eligiéramos el camino.
-¿Cuántas balas te
quedan?-repitió Blondie. Me giré y contuve el escalofrío que me
recorrió toda la espina dorsal al contemplar sus ojos frotando en la
oscuridad más negra que había visto nunca, como dos centellas a
punto de explotar. La rabia había vuelto a su expresión.
-Seis-dije tras contar
con la yema de los dedos las pequeñas protuberancias de la recámara
de mi pistola. Ella asintió con la cabeza y contó las suyas
propias. Me la imaginé torciendo la boca, cosa que seguramente hizo.
Un runner no necesitaba
vivir con otro toda la vida para conocerlo bien. Bastaba con correr
juntos en un par de ocasiones, o cooperar en una misión casi suicida
una única vez, tal y como hacíamos nosotras.
Me entristecía que
nuestros conocimientos mutuos se dieran así, porque rara vez los
compañeros de misiones suicidas volvían a juntarse. Simplemente el
uno le proporcionaba demasiados recuerdos al otro, y eso sin
pretenderlo, cosa que no nos podíamos permitir.
-Vamos a cargarnos a
esos-sentenció, inclinándose hacia delante, asomando la cabeza,
arrancando destellos de oro con su pelo, y echando una ojeada a la
callejuela nuevamente desierta. Quedaban pocas horas de luz, y la
policía cambiaría turno rápido. Si teníamos las suficientes balas
en la recámara, podríamos tener posibilidades.
-Está bien-dije,
quitando el seguro de mi pistola y saliendo a toda velocidad de la
calle. Escuché sus pasos detrás de mí, su respiración explosiva,
sus jadeos en busca de aire con el que avivar el fuego de su
interior. Me tiró del pelo y me obligó a detenerme justo antes de
que yo girara la esquina en la que se encontraban los policías.
-Yo iré por detrás.
Así tendremos más posibilidades y gastaremos menos balas. ¿Te
parece?
En realidad no estaba
pidiéndome permiso, sino simplemente asegurándose de que yo no era
subnormal profunda y comprendía a la perfección lo que me estaba
pidiendo. Me limité a asentir y esperé a que ella desapareciera por
entre los edificios.
Recé por que en las
azoteas contiguas no hubiera francotiradores, y luego caminé, casi
me pavoneé, hasta quedarme en medio de la callejuela donde estaban
los polis.
Se me cayó el alma a
los pies cuando los conté. Eran ocho. Blondie no tenía tantas
balas.
Estaba jodida.
Estaba jodidísima, de
hecho.
La muy hija de puta me
había tendido una trampa para que me cosieran a tiros mientras ella
salía por la puerta de atrás sin pena ni gloria.
El instinto de auto
protección que tanto había hecho por mí en ocasiones anteriores, y
que tanta fama me había reportado, se puso a gritar en mi cabeza que
diera la vuelta, edulcorando sus órdenes con insultos cargados de
amor.
Pero tenía orgullo, y
no podía hacer eso. Si moría, moriría con dignidad. Prefería que
me atravesasen el estómago por dar la cara a que me dejaran
paralítica por atravesarme la espina dorsal mientras huía.
Levanté la pistola y
encañoné a uno de los guardias. No me rendiría sin luchar.
-¡Eh!-grité, y todos
se dieron la vuelta, más rápido o más despacio. O eran nuevos o
habían olvidado lo que era la disciplina. No me parecían demasiado
jóvenes, pero nunca se sabía cuando el Gobierno era capaz de
despertar en sus ciudadanos un marcado sentimiento de la justicia
social que hacía que los derechos fueran algo de lo que se podía
prescindir.
Sus reacciones fueron
las mismas en el mismo período de tiempo.
-¡Quieta, en nombre de
la ley! ¡Queda usted detenida!
-¡Que le den a vuestra
ley! ¿¡Dónde mierda están nuestros vigilantes!?-inquirí,
ejerciendo una presión en el gatillo tan visible que me permitió
ver su reflejo en sus rostros. Se pusieron tensos. Uno incluso ya
estaba sudando. Sería el segundo al que me cargaría si tenía
tiempo de hacerlo. Me caía mal. Cagado de mierda.
-¡Silencio! ¡Deje la
pistola en el suelo y levante las manos!
Vi un destello rubio en
el flanco derecho del cuerpo policial. Blondie, con una determinación
asesina, se acercaba con aires de depredadora hacia ellos.
Tomé una decisión.
Les seguiría el juego.
No podía dejar la
vieran.
Abrí las manos, en un
gesto exagerado, e hice una profunda reverencia. Dejé la pistola en
el suelo y volví a inclinarme.
El policía central dio
un paso, colocándose en línea con sus compañeros.
Blondie se incorporó a
la velocidad del rayo, colocó su arma en la sien del policía más
cercano a ella y disparó.
Cinco de ellos ni
siquiera supieron lo que sucedía.
Los otros tres apenas
pudieron girarse para ver la cara de su asesina, que, en esta
ocasión, les disparó al costado.
El más alejado de ella
cayó al suelo, derrumbado, y boqueando como pez fuera del agua.
Recogí mi pistola y me
acerqué corriendo a él. Blondie se inclinó hacia su presa y le
obligó a mirarla.
-¿Dónde tenéis a
vuestros vigilantes?
-Nadie... ha salido...
de... vuestr... vuestro edificio-gimoteó el chico. Me dio cierta
pena. No estaba hecha para las muertes lentas; prefería matar rápido
y ocuparme de otros asuntos cuanto antes mejor.
-¡Jodido mentiroso!
¡¿Dónde están?!
-Nadie ha s...sa...lido.
-¿Cómo es eso? ¿Habéis
creado un sótano de repente y habéis conseguido esconderlos allí
sin que los demás nos enteremos?-le reté con la mirada. Blondie
observó su sangre y sonrió sádica, al encontrar una daga escondida
en uno de los compartimentos secretos del chaleco antibalas del
chico, que no había funcionado tan bien como se esperaba de él.
-Arriba-se limitó a
decir, cerrando los ojos y gimiendo de dolor.
-Blondie...-la llamé.
-¿DÓNDE ES ARRIBA?
-Blondie, mátalo. No se
merece sufrir así.
Blondie se giró hacia
mí. Me cortaría el cuello allí mismo si seguía provocándola.
-¿Qué acabas de decir?
-No nos va a decir nada
más; no se merece...
-¡Es un jodido poli!
¡Te haría esto si le dieras la ocasión! ¡Sí que lo merece!
-Dinos dónde es
“arriba” y te remataremos. Dejarás de sufrir.
-Arriba. Los pi...sos.
Sup...riores...-consiguió articular entre estertores. Se alejó en
la medida de lo posible de Blondie; casi podía ver su alma
agazapándose en un rincón de su cuerpo, el más alejado de ella. Su
alma me miró a los ojos, suplicante.
-Espero que no tengas
familia... porque sufrirán tu pérdida y la de la paz.
Y disparé.
Blondie bramó un “no”
con toda la fuerza de sus pulmones, cabreada porque su presa se fuera
antes de poder terminar de jugar con ella. Levantó la vista y me
lanzó una mirada envenenada que me hubiera hecho retroceder de no
estar inclinada para acabar con la vida de aquel pobre chico cuyo
único error había sido entrar en el cuerpo de policía equivocado.
Blondie me cogió del
cuello de la camiseta y tiró de mí hasta colocarme frente a ella;
su aliento cálido me quemaba la boca. Pensé que iba a comerme, tal
era la furia reflejada en aquellos ojos azules que podrían
encandilar a cualquiera con tan sólo proponérselo.
-¿Por qué lo has
hecho?
-Nos ha visto. Sabía
como somos. No podíamos dejar que escapara.
-¿Eres imbécil? No iba
a dejar que escapara. Iba a matarlo, pero después de que nos dijera
dónde están los demás.
Meneé la cabeza, la
trenza se balanceó de un lado a otro.
-Nos cogerán si
seguimos aquí, Blondie. Cojamos las balas y larguémonos.
Ella gruñó por lo bajo
algo que no llegué a entender del todo, pero no le di importancia.
Me parecía más meritorio de atención el hecho de que estábamos en
territorio enemigo, sin apenas munición, y sin nadie cerca que nos
pudiera salvar el culo si las cosas se nos ponían feas.
Le susurré a nuestro
vigilante aficionado en voz baja que rastrearan todo el edificio en
busca de algo que pudiera darnos pistas de dónde habían encerrado a
nuestros compañeros, y Blondie y yo casi nos retorcimos en el suelo
debido al alboroto formado en nuestros oídos. No escuchamos nada más
que gritos durante un breve lapso de tiempo; tal era el escándalo
que ella incluso apagó su pinganillo y todavía oía el escándalo
que manaba del mío a varios metros de distancia. Me tapé la cabeza
con las manos, luchando por no volverme loca, y lo único que
conseguí fue que los ruidos aumentaran más. Focalicé mi atención
exclusivamente en desmontar las armas de los policías, sacar las
balas y, sin tan siquiera examinarlas, sólo pendiente del tacto del
metal y de la frialdad de las pequeñas asesinas, las guardaba una a
una en los bolsillos de mi pantalón, o en la recámara de mi
pistola, si cabían. Blondie caminaba de un lado para otro, vigilando
cada esquina con una escopeta recién adquirida en la mano. Sabía
que dispararía a cualquier cosa que se moviera de un modo sospechoso
sin pararse a preguntar si sería amiga o enemiga.
Estaba terminando mi
tarea cuando escuchamos pasos acercándose a nosotras a toda
velocidad, rebotando en las paredes de los edificios y haciendo eco.
Busqué sin ver nada de dónde procedían. Blondie me instó a que
terminara pronto.
Terminé de revolver en
el uniforme del policía, buscando algo con que defenderme si había
que luchar otra vez, y me topé con un objeto circular metálico que
no había visto antes. No era una bala; hacía años que no se
fabricaban balas así. Las últimas habían sido destruidas porque no
servían para mucho: se desviaban con facilidad, hacían poco daño...
las que había en forma de flecha eran mucho mejores.
-¡Kat, me cago en la
puta!-siseó ella. Me pegaría un tiro si no me apresuraba, y lo peor
era que me daba absolutamente igual. Estaba absorta en la pequeña
bala extinta, casi hipnotizada por ella. ¿Era impresión mía o
realmente tenía una serie de marcas que parecían seguir un patrón
estricto? Las marcas eran rectas sobre la superficie curva; formaban
dibujos minúsculos que no logré entender.
-¡¡Kat!!-chilló mi
compañera cuando los pasos resonaban casi encima de nosotras. Su
grito fue tan fuerte que alertó a todo el mundo de dónde estábamos.
Había que salir de
allí.
Ya.
De modo que cogí el
pequeño objeto circular, me lo metí dentro de la camiseta, donde
solía llevar las cosas preciadas, me levanté y eché a correr como
alma que llevaba el diablo.
Ni siquiera tuve tiempo
a pararme a pensar en por qué había hecho eso de irme con aquello:
podría ser un buscador, una pequeña bomba de última generación de
la que aún no teníamos constancia... cualquier peligro velado que
no conocíamos todavía. No pude preguntarme a mí misma a qué se
debía mi especial interés en aquellas marcas, pues estaba demasiado
ocupada no muriendo en mi huida frenética.
De aquella carrera sólo
recuerdo el mirar a Blondie correr a mi lado, inclinada, casi
paralela al suelo, como una flecha, mirando hacia delante con
determinación asesina, y esquivando las balas con la elegancia de
una bailarina de ballet ejecutando una obra que lleva practicando
toda la obra.
Podría fiarme de ella.
Necesitaría fiarme de
ella.
Ya no me queda mucha imaginación para escribirte los comentarios, asi que te dire otra vez que es JODIDAMENTE PERFECTA (con perdón de la palabra) simplemente si se publicara seria un AUTENTICO BEST-SELLER sin exagerar por favor no dejes nunca de escribir, porque dar se te da genial!!
ResponderEliminarPD: la del comentario de arriba soy @LauraTrashorras
EliminarCreo que deberías dedicarte a ser escritora y publicar libros de mayor, tienes mucha imaginación y escribir se te da de maravilla, de verdad, un beso guapa!
ResponderEliminarAw muchísimas gracias amor ♥
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