domingo, 26 de enero de 2014

Balas.

 Antes de que empieces esta lectura tan entretenida (oh por dios), tengo que darte un aviso. Te lo debo. Seguramente estés leyendo esto ahora mismo porque leíste Its 1D bitches. Pues bien. Me congratulo de anunciarte que he publicado el primer capítulo de la "continuación" de esa novela. Se llama Chasing the stars. Aquí tienes el primer capítulo. Léelo. Por favor. Y si te gusta y quieres que te avise cuando suba más... ya sabes qué hacer.


Blondie se pegó a la pared contigua a la calle y se llevó el dedo índice a los labios, indicándome así que no hiciera ruido.
Puse especial cuidado en acercarme a ella apenas acariciando el suelo, colocando a conciencia las plantas de los pies de manera que mi caminar fuera lo más silencioso posible. Ella se hizo una cola de caballo rápidamente, se sacó la pistola del cinturón, y le quitó el seguro.
-¿Cuánta munición te queda?
Eché un vistazo al cargador de mi pistola. Había ido abandonando todas mis armas en la carrera por perseguir a la policía, a la que habíamos encontrado minutos después de que las runners de otra Sección se unieran al grupo que conformáramos, y terminasen disolviéndolo al ordenar Blondie que Night y el chico de la mochila las llevaran a la Base y les hicieran cantar como a las gallinas.
-No mucha-medité. Ella chasqueó la lengua, luego cerró los ojos y se tapó la cara, molesta por su desliz. Asintió con la cabeza, tragó saliva sonora y visiblemente y volvió a inclinarse. Hizo un gesto con la mano para que me acercara a ella. Me pegué a su cuerpo, que ardía como un sol, y me asomé, poniendo todo el cuidado del mundo en no dejar que mi trenza nos delatara.
-Estamos rodeadas-dijo. Bufé, puse los ojos en blanco, e inmediatamente busqué una salida, tal y como llevaba haciendo desde que nos tendieron una emboscada.
Cada vez estaba más segura de que la policía había planeado mucho más que el atentado contra nuestra Base, y sabía que íbamos a salir en su búsqueda cuando raptaran a algunos de nuestros vigilantes y compañeros. No podía explicarse, pues, que fueran tan organizados y no dejaran casi pistas, sólo las justas para que dedujéramos con rapidez y nerviosismo hacia dónde se dirigían y a quién se llevaban.
Había visto en ocasiones varias huellas, todas diferentes, que me recordaban demasiado a Taylor. No sabría decir qué había en ellas que me había hecho pensar en mi novio, pero tenía la sensación de que estaba en lo cierto y él estaba con ellos. Era el rehén para algo más valioso.
Yo.
Se suponía que yo debía llevar el resto de planos encima...
… si es que no se los habían llevado todos.
Era lo natural, ¿no? Al fin y al cabo, yo era la gran ladrona, yo era la que había entrado en la Central de Pajarracos Express, y era yo la que había salido impune. No había conseguido cumplir la misión totalmente, pero algo era mejor que nada.
Mi estómago volvió a llamear cuando la razón por la que no había conseguido hacer lo que me pidieron apareció en mi mente.
Tomé aire, alzando los hombros, y lo dejé escapar muy lentamente. Blondie me miró con ojos preocupados.
-¿Podrás hacerlo?
-No es la primera vez que tengo el pellejo en juego-repliqué, asintiendo con la cabeza. Todo rastro de ira justiciera había desaparecido, y ahora estaba más ocupada preocupándose de ser mi niñera que de cumplir con su trabajo y sacarse a sí misma de allí. Que le dieran a la poli. Ella saldría de allí; para eso se había entrenado. Lo que le ocurriera a los demás era cosa de ellos, no suya.
¿Es que lo había olvidado?
-¿Cuántos hay?-inquirí. Ella volvió a asomarse, silenciosa, apenas enseñando la punta de la nariz y algunas de sus pestañas, las más largas que había visto jamás. ¿La conocería Taylor? Si lo hacía y nunca me había hablado de ella, podría cabrearme mucho. Pero que mucho, mucho.
-Tres. Al menos ahí. ¿En las azoteas?
-Hacen guardias. Dan vueltas en círculos. Tendrás a uno a tiro dentro de 7 segundos.
Ella empezó a contar tan sólo moviendo los labios, en un silencio tan cerrado como un volcán muerto.
Un hombre con una escopeta en cuya parte superior había una mira que emitía luz, vestido con un atuendo azul, gorra y gafas de sol, asomó la cabeza en el lugar exacto en el que Blondie tenía los ojos clavados. Una sonrisa cínica apareció en la boca de mi compañera.
-Eres buena contando, ¿eh, cabrona?
-Se irá en seguida. No he visto a más, pero puede que los haya. La mejor manera de salir de aquí es siguiendo hacia delante.
-¿Te crees de verdad que había pensado en dar la vuelta y encontrarme cara a cara con la poli?-inquirió, escupiendo sarcasmo, recordándome a una serpiente sacando la lengua, divertida al saber que ese gesto ponía histéricas a sus víctimas al recordarles lo peligroso que era un beso suyo.
-Sólo por si te habías vuelto gilipollas momentáneamente-comenté encogiéndome de hombros y girándome, nerviosa.
-A mi señal-se limitó a responder, levantando la mano y volviendo su atención a los hombres que tenía tan bien vigilados que ellos no se daban ni cuenta. Levantó los dedos, y luego, con un movimiento seco, bajó la mano y echó a correr sin esperar para ver si yo la contemplaba. La seguí en silencio, corriendo tan rápido como mi cuidada coartada me permitía. Nos pegamos contra una nueva pared y levantamos la mirada. Ahora estábamos bajo la azotea del poli al que tenía controlado. Nadie se había percatado de nuestros movimientos.
Sin atrevernos a despegar los cuerpos de las paredes, nos movíamos pegadas como lagartos, sin atrevernos a cruzar ni media palabra. Yo miraba hacia delante, ella miraba hacia atrás, buscando una nueva ruta de huida para usarla en caso de que la que yo encontrara no fuera lo suficientemente buena; bien por estar ocupada, bien por ser demasiado difícil de aprovechar, o bien porque no estuviéramos del todo seguras de que nadie nos vigilara.
Casi todos nuestros compañeros habían vuelto a la Base, y algún runner con más inteligencia que los demás había ordenado silencio absoluto de radio cuando se escucharon los primeros tiros en los que nos vimos involucradas. A la policía no le gustó especialmente que nos cargásemos a sus ángeles, y así nos lo hicieron saber disparando por la espalda.
Un grupo de agentes especiales había esperado escondido en las casas vacías de alrededor de la Base a que nosotros saliéramos de nuestro escondrijo para ir por detrás, expectantes, buscando el momento preciso en que nos alejáramos lo bastante de nuestro centro de operaciones y la seguridad que éste nos aportaba para cruzar un poco de fuego y caldear el ambiente.
Agradecía que se estuvieran callados si no podían ayudarme, pero en el fondo me cabreaba que nadie encontrara a ningún vigilante. No podían haberlos dejado solos a todos; alguien tenía que haber quedado libre para que ahora nos ayudara. Blondie y yo necesitábamos desesperadamente que nos dijeran dónde cojones estaban todos y cada uno de los hijos de puta con pistola que intentaban matarnos sólo para conseguir una subida salarial.
La idea de verlos como asesinos a sangre fría hacía que fuera mucho más fácil cargárselos; al menos para mí. Quería creer que las muertes que yo repartía eran cosa digna, algo que me ayudaría a alcanzar aquel fin por el que corría: la venganza suprema de mi hermana y de todos los que habían muerto en la más absoluta de las inocencias.
En el fondo, así era. Yo mataba porque no me quedaba más remedio, porque eran ellos o no. Ellos nos mataban a nosotros porque deseaban una medalla más adornando uniformes tan horriblemente sosos que eran capaces de hacerte vomitar hasta la última papilla.
Estaba preparándome para cruzar otra pequeña callejuela y volver a esconderme tras un contenedor, lo que habíamos venido haciendo desde que nos alejamos de lugar seguro, cuando Blondie tiró de mí y me pegó de nuevo contra la pared. Nos arrastró, literalmente, por el suelo hasta una pequeña oquedad. Allí había una escalera que conducía a una puerta excavada en el suelo. La luz no llegaba hasta el final del pasillo que llevaba a un hipotético infierno, lo cual lo convirtió en el escondite perfecto para los breves momentos en los que varios policías pasaron corriendo, recorriendo la ruta que habíamos ido siguiendo con tanta precisión que creí que la tenían inscrita en un mapa trazado antes incluso de que nosotras eligiéramos el camino.
-¿Cuántas balas te quedan?-repitió Blondie. Me giré y contuve el escalofrío que me recorrió toda la espina dorsal al contemplar sus ojos frotando en la oscuridad más negra que había visto nunca, como dos centellas a punto de explotar. La rabia había vuelto a su expresión.
-Seis-dije tras contar con la yema de los dedos las pequeñas protuberancias de la recámara de mi pistola. Ella asintió con la cabeza y contó las suyas propias. Me la imaginé torciendo la boca, cosa que seguramente hizo.
Un runner no necesitaba vivir con otro toda la vida para conocerlo bien. Bastaba con correr juntos en un par de ocasiones, o cooperar en una misión casi suicida una única vez, tal y como hacíamos nosotras.
Me entristecía que nuestros conocimientos mutuos se dieran así, porque rara vez los compañeros de misiones suicidas volvían a juntarse. Simplemente el uno le proporcionaba demasiados recuerdos al otro, y eso sin pretenderlo, cosa que no nos podíamos permitir.
-Vamos a cargarnos a esos-sentenció, inclinándose hacia delante, asomando la cabeza, arrancando destellos de oro con su pelo, y echando una ojeada a la callejuela nuevamente desierta. Quedaban pocas horas de luz, y la policía cambiaría turno rápido. Si teníamos las suficientes balas en la recámara, podríamos tener posibilidades.
-Está bien-dije, quitando el seguro de mi pistola y saliendo a toda velocidad de la calle. Escuché sus pasos detrás de mí, su respiración explosiva, sus jadeos en busca de aire con el que avivar el fuego de su interior. Me tiró del pelo y me obligó a detenerme justo antes de que yo girara la esquina en la que se encontraban los policías.
-Yo iré por detrás. Así tendremos más posibilidades y gastaremos menos balas. ¿Te parece?
En realidad no estaba pidiéndome permiso, sino simplemente asegurándose de que yo no era subnormal profunda y comprendía a la perfección lo que me estaba pidiendo. Me limité a asentir y esperé a que ella desapareciera por entre los edificios.
Recé por que en las azoteas contiguas no hubiera francotiradores, y luego caminé, casi me pavoneé, hasta quedarme en medio de la callejuela donde estaban los polis.
Se me cayó el alma a los pies cuando los conté. Eran ocho. Blondie no tenía tantas balas.
Estaba jodida.
Estaba jodidísima, de hecho.
La muy hija de puta me había tendido una trampa para que me cosieran a tiros mientras ella salía por la puerta de atrás sin pena ni gloria.
El instinto de auto protección que tanto había hecho por mí en ocasiones anteriores, y que tanta fama me había reportado, se puso a gritar en mi cabeza que diera la vuelta, edulcorando sus órdenes con insultos cargados de amor.
Pero tenía orgullo, y no podía hacer eso. Si moría, moriría con dignidad. Prefería que me atravesasen el estómago por dar la cara a que me dejaran paralítica por atravesarme la espina dorsal mientras huía.
Levanté la pistola y encañoné a uno de los guardias. No me rendiría sin luchar.
-¡Eh!-grité, y todos se dieron la vuelta, más rápido o más despacio. O eran nuevos o habían olvidado lo que era la disciplina. No me parecían demasiado jóvenes, pero nunca se sabía cuando el Gobierno era capaz de despertar en sus ciudadanos un marcado sentimiento de la justicia social que hacía que los derechos fueran algo de lo que se podía prescindir.
Sus reacciones fueron las mismas en el mismo período de tiempo.
-¡Quieta, en nombre de la ley! ¡Queda usted detenida!
-¡Que le den a vuestra ley! ¿¡Dónde mierda están nuestros vigilantes!?-inquirí, ejerciendo una presión en el gatillo tan visible que me permitió ver su reflejo en sus rostros. Se pusieron tensos. Uno incluso ya estaba sudando. Sería el segundo al que me cargaría si tenía tiempo de hacerlo. Me caía mal. Cagado de mierda.
-¡Silencio! ¡Deje la pistola en el suelo y levante las manos!
Vi un destello rubio en el flanco derecho del cuerpo policial. Blondie, con una determinación asesina, se acercaba con aires de depredadora hacia ellos.
Tomé una decisión.
Les seguiría el juego.
No podía dejar la vieran.
Abrí las manos, en un gesto exagerado, e hice una profunda reverencia. Dejé la pistola en el suelo y volví a inclinarme.
El policía central dio un paso, colocándose en línea con sus compañeros.
Blondie se incorporó a la velocidad del rayo, colocó su arma en la sien del policía más cercano a ella y disparó.
Cinco de ellos ni siquiera supieron lo que sucedía.
Los otros tres apenas pudieron girarse para ver la cara de su asesina, que, en esta ocasión, les disparó al costado.
El más alejado de ella cayó al suelo, derrumbado, y boqueando como pez fuera del agua.
Recogí mi pistola y me acerqué corriendo a él. Blondie se inclinó hacia su presa y le obligó a mirarla.
-¿Dónde tenéis a vuestros vigilantes?
-Nadie... ha salido... de... vuestr... vuestro edificio-gimoteó el chico. Me dio cierta pena. No estaba hecha para las muertes lentas; prefería matar rápido y ocuparme de otros asuntos cuanto antes mejor.
-¡Jodido mentiroso! ¡¿Dónde están?!
-Nadie ha s...sa...lido.
-¿Cómo es eso? ¿Habéis creado un sótano de repente y habéis conseguido esconderlos allí sin que los demás nos enteremos?-le reté con la mirada. Blondie observó su sangre y sonrió sádica, al encontrar una daga escondida en uno de los compartimentos secretos del chaleco antibalas del chico, que no había funcionado tan bien como se esperaba de él.
-Arriba-se limitó a decir, cerrando los ojos y gimiendo de dolor.
-Blondie...-la llamé.
-¿DÓNDE ES ARRIBA?
-Blondie, mátalo. No se merece sufrir así.
Blondie se giró hacia mí. Me cortaría el cuello allí mismo si seguía provocándola.
-¿Qué acabas de decir?
-No nos va a decir nada más; no se merece...
-¡Es un jodido poli! ¡Te haría esto si le dieras la ocasión! ¡Sí que lo merece!
-Dinos dónde es “arriba” y te remataremos. Dejarás de sufrir.
-Arriba. Los pi...sos. Sup...riores...-consiguió articular entre estertores. Se alejó en la medida de lo posible de Blondie; casi podía ver su alma agazapándose en un rincón de su cuerpo, el más alejado de ella. Su alma me miró a los ojos, suplicante.
-Espero que no tengas familia... porque sufrirán tu pérdida y la de la paz.
Y disparé.
Blondie bramó un “no” con toda la fuerza de sus pulmones, cabreada porque su presa se fuera antes de poder terminar de jugar con ella. Levantó la vista y me lanzó una mirada envenenada que me hubiera hecho retroceder de no estar inclinada para acabar con la vida de aquel pobre chico cuyo único error había sido entrar en el cuerpo de policía equivocado.
Blondie me cogió del cuello de la camiseta y tiró de mí hasta colocarme frente a ella; su aliento cálido me quemaba la boca. Pensé que iba a comerme, tal era la furia reflejada en aquellos ojos azules que podrían encandilar a cualquiera con tan sólo proponérselo.
-¿Por qué lo has hecho?
-Nos ha visto. Sabía como somos. No podíamos dejar que escapara.
-¿Eres imbécil? No iba a dejar que escapara. Iba a matarlo, pero después de que nos dijera dónde están los demás.
Meneé la cabeza, la trenza se balanceó de un lado a otro.
-Nos cogerán si seguimos aquí, Blondie. Cojamos las balas y larguémonos.
Ella gruñó por lo bajo algo que no llegué a entender del todo, pero no le di importancia. Me parecía más meritorio de atención el hecho de que estábamos en territorio enemigo, sin apenas munición, y sin nadie cerca que nos pudiera salvar el culo si las cosas se nos ponían feas.
Le susurré a nuestro vigilante aficionado en voz baja que rastrearan todo el edificio en busca de algo que pudiera darnos pistas de dónde habían encerrado a nuestros compañeros, y Blondie y yo casi nos retorcimos en el suelo debido al alboroto formado en nuestros oídos. No escuchamos nada más que gritos durante un breve lapso de tiempo; tal era el escándalo que ella incluso apagó su pinganillo y todavía oía el escándalo que manaba del mío a varios metros de distancia. Me tapé la cabeza con las manos, luchando por no volverme loca, y lo único que conseguí fue que los ruidos aumentaran más. Focalicé mi atención exclusivamente en desmontar las armas de los policías, sacar las balas y, sin tan siquiera examinarlas, sólo pendiente del tacto del metal y de la frialdad de las pequeñas asesinas, las guardaba una a una en los bolsillos de mi pantalón, o en la recámara de mi pistola, si cabían. Blondie caminaba de un lado para otro, vigilando cada esquina con una escopeta recién adquirida en la mano. Sabía que dispararía a cualquier cosa que se moviera de un modo sospechoso sin pararse a preguntar si sería amiga o enemiga.
Estaba terminando mi tarea cuando escuchamos pasos acercándose a nosotras a toda velocidad, rebotando en las paredes de los edificios y haciendo eco. Busqué sin ver nada de dónde procedían. Blondie me instó a que terminara pronto.
Terminé de revolver en el uniforme del policía, buscando algo con que defenderme si había que luchar otra vez, y me topé con un objeto circular metálico que no había visto antes. No era una bala; hacía años que no se fabricaban balas así. Las últimas habían sido destruidas porque no servían para mucho: se desviaban con facilidad, hacían poco daño... las que había en forma de flecha eran mucho mejores.
-¡Kat, me cago en la puta!-siseó ella. Me pegaría un tiro si no me apresuraba, y lo peor era que me daba absolutamente igual. Estaba absorta en la pequeña bala extinta, casi hipnotizada por ella. ¿Era impresión mía o realmente tenía una serie de marcas que parecían seguir un patrón estricto? Las marcas eran rectas sobre la superficie curva; formaban dibujos minúsculos que no logré entender.
-¡¡Kat!!-chilló mi compañera cuando los pasos resonaban casi encima de nosotras. Su grito fue tan fuerte que alertó a todo el mundo de dónde estábamos.
Había que salir de allí.
Ya.
De modo que cogí el pequeño objeto circular, me lo metí dentro de la camiseta, donde solía llevar las cosas preciadas, me levanté y eché a correr como alma que llevaba el diablo.
Ni siquiera tuve tiempo a pararme a pensar en por qué había hecho eso de irme con aquello: podría ser un buscador, una pequeña bomba de última generación de la que aún no teníamos constancia... cualquier peligro velado que no conocíamos todavía. No pude preguntarme a mí misma a qué se debía mi especial interés en aquellas marcas, pues estaba demasiado ocupada no muriendo en mi huida frenética.
De aquella carrera sólo recuerdo el mirar a Blondie correr a mi lado, inclinada, casi paralela al suelo, como una flecha, mirando hacia delante con determinación asesina, y esquivando las balas con la elegancia de una bailarina de ballet ejecutando una obra que lleva practicando toda la obra.
Podría fiarme de ella.

Necesitaría fiarme de ella.

4 comentarios:

  1. Ya no me queda mucha imaginación para escribirte los comentarios, asi que te dire otra vez que es JODIDAMENTE PERFECTA (con perdón de la palabra) simplemente si se publicara seria un AUTENTICO BEST-SELLER sin exagerar por favor no dejes nunca de escribir, porque dar se te da genial!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. PD: la del comentario de arriba soy @LauraTrashorras

      Eliminar
  2. Creo que deberías dedicarte a ser escritora y publicar libros de mayor, tienes mucha imaginación y escribir se te da de maravilla, de verdad, un beso guapa!

    ResponderEliminar

Dedica un minutito de tu tiempo a dejarme un comentario; son realmente importantes para mí y me ayudarán a mejorar, al margen de la ilusión que me hace saber que hay personas de verdad que entran en mi blog. ¡Muchas gracias!❤