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No sueles tener mucha suerte si te pillan peleándote en el instituto, y deciden que eres tú el importante y los demás a los que no hacer caso. Pero cuando tu padre trabaja en el mismo instituto, y justamente pasa por la zona de los castigados cuando tú estás sentado a la mesa, bueno... no es momento para comprar un boleto de lotería, colega.
No sueles tener mucha suerte si te pillan peleándote en el instituto, y deciden que eres tú el importante y los demás a los que no hacer caso. Pero cuando tu padre trabaja en el mismo instituto, y justamente pasa por la zona de los castigados cuando tú estás sentado a la mesa, bueno... no es momento para comprar un boleto de lotería, colega.
Scott
Malik se masajeaba la mejilla, cabreado porque no había podido
devolver los golpes recibidos. Levantó la vista, sus ojos color
miel, y la clavó un segundo en la entrada. Frunció ligeramente el
ceño para volver a bajar los ojos, pero su mano se deslizó hasta
pellizcarme suavemente en la cara interna del hombro, en nuestra
señal de cuidado particular.
Yo
estaba tirado en la silla, más tumbado entre ella y el aire que otra
cosa, cuando Scott me tocó. Ni siquiera necesité levantarme; sabía
qué pasaba, algo en mi interior me lo decía.
Además,
había crecido escuchando esa voz, y papá no la cambiaba cuando
hablaba con los demás. Podía cantar muy bien pero, en lo que se
refería a la voz, no hacía unos milagros lo suficientemente buenos
como para que su propio hijo no le reconociera.
-Susan,
¿ya están las fotocopias que te pedí esta mañana?
No
necesité girarme al escuchar la respuesta de la secretaria de los
del instituto, alias la conserje, alias la esclava vital a la que
todo el mundo tenía por allí sin necesitar realmente de sus
servicios, a la que todo se le pedía y exigía (Susan contestó con
timidez, y me la imaginé bajando la vista. A pesar de ser mayor,
todavía tenía gusto por los hombres jóvenes, y mi padre tampoco
era un carcamal, precisamente), para saber que papá le sonreía y
esperaba pacientemente a que ella le entregara los papeles que había
venido a buscar. Papá miraría a su alrededor, intentando recuperar
esos segundos que de todas maneras no iba a utilizar para nada, y...
-¿Scott?
Bam.
-Thomas.
Lo
único peor de que tus padres fueran tan cabrones de ponerte un
nombre tan parecido a tu apellido que le causara gracia a todo el
mundo al que conocías y se lo contabas por primera vez, era cuando
tu padre fingía ser imparcial contigo. Me iba a caer una hostia
monumental en cuanto llegara a casa, pero aquí tenía que guardar
las apariencias.
Levanté
la vista y clavé los ojos en papá, azules, idénticos a los míos.
-Hola-dije.
Siempre procuraba evitar encontrármelo en público, dado que no
sabía cómo dirigirme a él. Es decir, ¿cómo llamas a tu puñetero
padre cuando estás en el instituto y los dos tenéis que fingir que
la relación entre vosotros viene dada exclusivamente por lo que hay
en esas cuatro paredes que, en realidad, rodean al infierno? ¿Lo
llamo papá? ¿Señor Tomlinson, como se empeñan en llamarlo los
alumnos nuevos, hasta que él les convence de que le llamen Louis?
¿Cómo mierdas te diriges a tu padre?
-¿Qué
coño estáis haciendo aquí?
Sentí
a Scott encogerse de hombros detrás de mí.
-Nos
hemos peleado.
Me
di la vuelta y le clavé una mirada envenenada, aunque el pequeño
corte aún sangrante de mi labio (me daba mucho asco estar tragándome
la sangre continuamente, pero más asco me daría la bronca que me
echaría mamá si llegaba a casa con el uniforme blanco teñido de
rubí) no escondía la acción que acababa de producirse,
precisamente.
Él
se encogió de hombros, excusándose por ser un bocazas gilipollas.
Puse los ojos en blanco, negué despacio con la cabeza y me giré
hacia papá. Él se me quedó mirando, con semblante duro, pero sin
decir nada aún. Seguramente estuviera meditando cómo echarme la
bronca, cuándo, dónde... antes de que mamá me pillara por banda y
me hiciera acojonarme.
Le
sacaba una cabeza a mamá, pero mamá siempre se las ingeniaba para
volver eso contra mí. A pesar de que era pequeña (de estatura
normal, salvaba con apenas 3 centímetros el metro 60), y yo llevaba
años contemplándola desde arriba, el poder que le otorga a una
mujer el hecho de haberte parido es inmenso.
-¿Por
qué?-respondió por fin, aceptando con una cálida pero efímera
sonrisa las fotocopias que le tendió Susan. Las ojeó distraído,
sin hacernos mucho caso, y pensé que ahí se acabaría nuestra
conversación... pero no.
-Thomas.
Suspiré.
-¿Acaso
importa? Vamos a ver al director, hablaremos con él, le diremos que
no volveremos a hacerlo, y nos portaremos bien, bla bla bla...
Papá
iba a añadir algo, pero la voz gutural del director del instituto lo
acalló. Frunció el ceño y asintió con la cabeza, dejándome ir.
Ahí no era totalmente suyo, pertenecía a más gente, y aceptaba
compartirme.
No
tenía miedo de perder el trabajo; de hecho, no trabajaba ahí por
necesidad. Podríamos vivir perfectamente y con todas las comodidades
del mundo sin que papá ni mamá trabajaran más, gracias a los
ingresos de ambos antes de que mis hermanos y yo apareciéramos,
pero... la vida nunca dejaba de ser extraña si tus dos padres
estaban en casa, muertos del asco, todo el día.
Claro
que mis padres aprovechaban el tiempo, sabían hacerlo.
Desgraciadamente.
Arrastré
la mochila por el suelo mientras caminaba los pocos metros de pasillo
hacia el despacho del director, siguiendo a Scott, que llevaba la
cabeza bien alta, con la altanería propia de la familia Malik.
Solamente cuando conocías a sus tías y primas comprendías por qué
alguna gente el tenía tanto asco a Scott. Cuando le salía la vena
Malik, esa vena que en su padre rara vez se manifestaba, se volvía
insoportablemente pedante.
Nos
sentamos en las sillas de siempre, escuchamos la bronca de siempre
del hombre de siempre, respondimos lo de siempre con la esperanza de
librarnos pronto, cosa que nunca sucedía. Y, tras media hora de
gritos, por fin el hombre que estaba al frente de nuestro instituto y
era jefe directo de nuestros padres nos permitió marchar. Con un
gesto de la cabeza, haciendo relucir su calva casi perfecta de no ser
por una especie de corona que le rodeaba la parte baja de la cabeza,
nos indicó que podíamos irnos. Ni siquiera movió su rechoncho
cuerpo cuando Scott y yo le dirigimos la mirada más dura que
habíamos conseguido recrear y nos tomamos nuestro tiempo en
abandonar su despacho.
El
día que me graduase, entraría allí con un bate y no dejaría nada
entero. Lo juro por Dios.
Me
eché la mochila al hombro y recé porque papá o Zayn tuvieran
alguna hora ocupada, pero ninguno de los dos tenía nada más
interesante que hacer que reñir a su descarriado hijo por ser la
vergüenza de la familia.
Después
de que Zayn le diera una colleja a Scott, y literalmente se lo
llevara a rastras lejos de mí, papá y yo nos miramos un segundo. Él
se levantó lentamente, dio un sorbo de su café y meneó la taza,
haciendo bailar en círculos el líquido del interior. Mi estómago
se quejó, retorciéndose, al acusar el delicioso aroma del café
reptando hasta mi nariz. Con eso de la pelea, había terminado por no
comer nada.
-¿Qué
clase tienes?
-Filosofía-dije,
recolocándome la mochila, cambiándola de hombro, al igual que
cambié el peso de mi cuerpo de un pie a otro.
-Ah,
bueno. Entonces puedes venir conmigo. Total, llevas sin ir mucho
tiempo, ¿no?
-Fui
la semana pasada-protesté, sin levantar demasiado la voz. En el
colegio había que ser un buen chico, obediente, pero lo justo. Había
que ser rebelde, pero solo una mínima parte; lo necesario para que
te tomaran en serio, pero no lo suficiente como para hacer que
alguien quisiera cruzarte la cara.
Papá
no me hizo caso, como venía siendo tradición cuando alguno de mis
hermanos o yo le cabreábamos, e hizo un gesto con la cabeza para que
lo siguiera. Sabía que no me iba a escapar, ya hacía mucho tiempo
que había aprendido que huir de una bronca de mis padres conseguía
única y exclusivamente que la bronca durara el doble, y fuera aún
mayor. Me cargué la mochila del hombro y lo seguí, fiel como un
cordero, por los pasillos del instituto, que estaban ahora totalmente
vacíos, en silencio excepto por algunos gritos aislados de alumnos
que aún no habían entrado en clase.
No
pude evitar echarme a temblar cuando abrió la puerta de la sala de
profesores de un empujón. Hubiera preferido que lo hubiera dejado
estar, al fin y al cabo, la sala de profesores siempre impresionaba
cuando entrabas, puesto que, al ser alumno, eras capaz de sentir el
poder que almacenaban aquellas cuatro paredes, poder que los
profesores parecían emanar como si de un volcán echando lava se
tratasen. Algunos decidían esconder ese poder y sacarlo a relucir
solamente en las ocasiones especiales (ese era el caso de mi padre,
pero también el menos corriente); por el contrario, otros profesores
llevaban ese halo de poder como una corona de flores que indicaba que
eran mejores a los demás, superiores en todo, recordándonos que
podían jodernos con sólo proponérselo.
De
todas formas, ¿no podía haberme llevado a su departamento?
Seguramente estuviese vacío, y no habría peligro de que nadie
entrara y nos interrumpiera en nuestra discusión (que en realidad
iba a ser un monólogo iracundo del que una vez hubiera llenado
escenarios de tías de mi edad gritando como locas, deseando
follárselo de todas las formas posibles, uf,
y ahora era alguien que llenaba aulas de tías nada interesadas en su
asignatura, pero sí en mojar las bragas bastante, fantaseando con
quitarle el lugar que a mi madre le correspondía porque todos los
astros lo habían decidido así), lo que sería muy humillante.
La
profesora de matemáticas de la clase vecina a la mía levantó la
cabeza un segundo de los exámenes que estaba corrigiendo. Miró a
Louis, que se encogió de hombros. Ella torció el gesto, y volvió a
centrarse en los folios que estaba cubriendo de tachones en rojo.
Daba la impresión de que se habían llevado esos papeles al rodaje
de alguna película de guerras, como aquella que aún veían mis
padres y que presentaba a un actor que apenas podía caminar por sí
solo, Russell Crowe. ¿Cómo se llamaba la película?
-Papá-dije,
y anoté mentalmente que lo había llamado así, precisamente en ese
lugar. La profesora de matemáticas reprimió una sonrisa,
enganchándose el pelo por detrás de las orejas, como si la cosa no
fuera con ella, pero pudiera disfrutar del humor que yo no veía en
la situación.
-Siéntate,
Thomas- gruñó mi padre, haciendo que volviera a estremecerme. En
casa no solían llamarme así, yo siempre era Tommy, Tommy Tomlinson,
porque mis padres eran los dos un par de cachondos y habían decidido
que yo era el sujeto perfecto con el que hacer la gracia.
Dejé
la mochila en el suelo y arrastré en silencio una silla, procurando
no hacer demasiado ruido. Me dejé caer en ella despacio, y jugueteé
con las cremalleras de la mochila, sin saber muy bien qué hacer.
Papá
miró en segundo a la profesora, que seguía a lo suyo. Carraspeó,
pero, al no darse ella por aludida, me miró un segundo, como
diciéndome “espera un minuto”, y se fue hacia ella. Se acercó
y, amablemente, se inclinó a echar un vistazo por encima del hombro
de la mujer, que desvió un segundo la vista, solamente para
comprobar que quien le importunaba era un colega, no uno de aquellos
alumnos que lo estaban haciendo tan mal en sus exámenes.
Al
fin y al cabo, era normal que aquella mujer tuviera tanto que
corregir. Corrían rumores de que era una verdadera zorra. Y tenía
cara de zorra, lo que era más preocupante.
Papá
se inclinó hacia ella y le susurró algo. Ella lo miró con el ceño
fruncido señalando con la punta del bolígrafo el trabajo que estaba
haciendo. Pequeñas lagunas aparecieron en exámenes que parecían
sangrar, sin que ellos hubieran hecho nada para merecerlo. El papel
era la gran víctima de todo aquello. Papá se explicó un segundo,
sin entrar demasiado en detalles, y luego me señaló con la
barbilla. La profesora se giró, asintió con la cabeza, emitió un
sonido de asentimiento y empezó a recoger sus exámenes.
Una
vez los hubo metido en su carpeta, se levantó sin hacer ruido.
Colocó la silla en su posición inicial, pegada a la mesa para que
no ocupase demasiado espacio, y salió sin prisa de la sala.
-Suerte
con ello, Louis.
-Gracias,
Catherine-se limitó a decir mi padre, mirándome a los ojos con una
mirada ardiente que hubiera podido eliminar todo el hielo del
ártico, a pesar de todas las técnicas que la ciencia había logrado
alcanzar para frenar un calentamiento global que, cuando mis padres
eran jóvenes, parecía inevitable. Por suerte, se habían puesto las
pilas, y antes de que entrara el año 2010 ya habían empezado con
protocolos de emergencia que no permitirían que todos los
territorios a menos de 50 m de altitud sobre el nivel del mar se
hundieran totalmente en su superficie salada, llena de oleaje.
Yo
suspiré, cerré los ojos un segundo y me miré los pies, incapaz de
aguantar su inquisidora mirada.
-¿A
qué estás jugando, Tommy?
Bueno,
al menos ya no era Thomas, lo cual era un avance.
-¿Yo?
A nada-respondí, alzando la cabeza a la vez que hacía lo mismo con
los hombros.
-Entonces,
¿por qué me acaba de decir tu profesor de historia que no has
entregado ni uno solo de los exámenes de lo que lleváis de curso
con algo escrito más que tres palabras, lo que viene a ser... déjame
pensar... tu jodido nombre?
Papá
se llevó un dedo a la mandíbula, pensativo. Me encogí de hombros.
-Sabes
que no se me da bien la historia.
-Gilipolleces,
Tommy. Toda tu vida has sido un buen estudiante, y ahora que cuenta
lo que hagas y lo que te esfuerces, ¿decides que no merece la pena
estudiar un poco?
Se
inclinó hacia mí. Me hubiera gustado echarme hacia atrás.
Negué
con la cabeza.
-Solamente
estoy poniendo en orden mis prioridades, y organizando mi vida.
También merezco divertirme-dije, tímido, alzando las cejas como un
niño bueno. Papá las alzó, incrédulo, sin poder entender que me
atreviera a usar ese viejo truco con él, precisamente en ese
momento.
-¿Es
por eso que no trabajas una puta mierda?
-Sí
que trabajo.
-Permíteme
que lo dude, porque, chaval, si estás metiendo la pata hasta el
fondo entregando exámenes en blanco, es que mucho no estás
trabajando.
-Tengo
cosas más importantes en las que pensar. Además, el de historia es
un gilipollas. ¿Para qué necesito la carrera? ¿No iba a hacer
traducción? Es una soberana gilipollez que me obliguen a saber de
memoria todos los reyes de Inglaterra, con fecha de nacimiento,
coronación y muerte incluidos, si luego no los voy a necesitar para
nada.
-Es
cultura general.
-¿Tú
te los sabes?-espeté.
Se
me quedó mirando un instante, con la cabeza inclinada, sin saber si
cruzarme la cara ya o esperar un poco. Le aguanté la mirada,
desafiante.
-Yo
no soy tu madre, Thomas. Sabes que yo te daré una hostia si me tocas
los cojones.
Asentí
con la cabeza, deseando que siguiera con su charla, porque cuanto
menos tardara en soltarme todo lo que me tenía que soltar, antes
podría irme de allí. Me estaba empezando a encontrar mal, me dolía
la cabeza y se me estaba revolviendo el estómago, y las piernas
comenzaban a temblarme en un ritmo rabioso que no sería capaz de
controlar durante mucho tiempo.
-Te
diré lo que haremos-se inclinó hacia mí y me colocó bien el
cuello de la camisa, que siempre se me doblaba y yo nunca me
molestaba en colocar bien. Era perder el tiempo-: vas a volver a
clase, vas a estudiar como has hecho hasta ahora, y mejorarás tus
notas. Puedo conseguirte una prueba extraordinaria; no será como si
todos los errores que has cometido no hubieran sucedido nunca, pero,
¿de qué te serviría eso?-alzó una ceja, y me recordó a ese ser
sarcástico y borde que afloraba en su piel cuando alguien le
cabreaba lo suficiente. Y ese ser raras veces había surgido frente a
mi madre, que estallaba como un fuego artificial, llenaba todo el
radio de alcance de un sonido de explosión durante unos segundos,
para luego volver a darle a la noche silencio y oscuridad-. No
aprenderías nada, y, la verdad, me has cabreado lo suficiente como
para que no me apetezca una puta mierda que nadie te favorezca. No te
lo mereces, Tommy.
Asentí
con la cabeza, porque en el fondo tenía razón. Había descuidado
las cosas, pero, ¿qué podía decir? No era culpa mía, yo no me
había buscado todo aquello, las cosas habían venido a mí, y yo me
había visto arrastrado por ellas; así de simple era todo.
-Volverás
a ser el de antes-qué más quisiera él-, volverás a hacer las
cosas que hacías antes. Tienes buena genética, Tommy- arguyó,
dándome una palmada en el hombro y levantándose-. No te será
demasiado complicado contrarrestar mis genes con los de tu madre, y
las cosas simplemente volverán a su cauce, del que nunca debieron
salir.
Volví
a asentir, sumiso.
Papá
me miró un segundo, con la ceja alzada, disfrutando de la posición
de superioridad que había adquirido por el mero hecho de haberse
puesto en pie.
-¿Por
qué has elegido este momento para arriesgarlo todo, Tommy?
Precisamente ahora que necesitabas la nota.
Me
encogí de hombros y, por fin, me digné a levantar la mirada y
mirarlo a los ojos. Sentí toda su fuerza inquisidora volar hacia mí
como si de flechas punzantes se trataran, sin piedad, sin nada que se
le asemejara.
Reuní
todas las fuerzas de mi interior, la rabia, la tristeza, todos
aquellos sentimientos que barrían mi ser y mi esperanzas vitales
como un tsunami arrasaba una isla a pocos metros del nivel del mar;
la tempestad que había encontrado su lugar en mí ahora parecía
tener sentido. Podría canalizar el viento que no dejaba de amenazar
con echarme abajo para mi propio beneficio.
-Papá...-me
atreví a decir, e ignoré la imperiosa necesidad de apuntarme a mí
mismo que, una vez más, había dicho esa palabra en aquellas cuatro
paredes que convertían al instituto en una cárcel en la que mi
padre era alguien a quien tenía que fingir desconocer-, no sé si
estoy tan seguro de qué es lo que quiero hacer con mi vida.
Lo
que había estado pasando aquellos últimos días me había hecho ver
las cosas de un modo diferente a como había creído que era. Las
cosas en el instituto estaban que echaban humo; se acercaban los
exámenes finales de la primera evaluación, nos lo jugábamos todo a
muy pocas cartas, y muchos teníamos nota de corte que decidiría si
fracasaríamos o triunfaríamos en la vida.
Y
ahora no sabía si merecía la pena deslomarse más de lo que llevaba
haciéndolo toda la vida.
Pero
ese no era el único obstáculo con el que me había encontrado, que
me había hecho tropezar y ver las cosas desde una perspectiva nueva.
Había
sido ella. La razón por la que últimamente no dejaba de pelearme.
La razón por la que ya no había podido controlar más mi vena más
anarquista y largarme por ahí en cuanto pudiera, reivindicando cosas
que en el fondo me daban igual, protestando por cosas que no conocía,
pidiendo cosas que no deseaba... simplemente porque odiaba a aquella
versión de mí mismo que había permitido que ella se alejara de mí
y me hiciera daño, mucho daño, más daño del que nadie había
hecho jamás a otra persona, más daño del que seguramente se podía
hacer a alguien.
-No
sé qué quiero... hacer con mi vida.
En
cuanto las palabras salieron por mi boca me arrepentí de decirlas.
Irle con un cuento así a papá era como irle a un león salvaje con
un filete en la mano y esperar que no te intentara matar a ti después
de probar el aperitivo que le despertaría el hambre y, a
consecuencia, incendiaría la bestia que el animal llevaba dentro.
Papá
tomó aire con fuerza, alzando los hombros, y se me quedó mirando un
segundo.
-Escucha,
Tommy; sé que puedes tener dudas, yo también las tuve, pero tienes
que seguir adelante. Puede que aprovecharte de tu apellido y de todo
lo que conlleva eso sea demasiado tentador, pero, créeme, no quieres
triunfar por otro. No quieres vivir de otro.
Fruncí
el ceño, pero me quedé callado.
-No
desperdicies tu vida, ¿quieres?-me puso la mano en el hombro; ésa
fue la señal para que me levantara. Me cargué la mochila al hombro
y lo seguí hacia la puerta de la sala de profesores, sabedor de que
a esta le seguirían varias, hasta encontrarme por fin en la calle-.
Ya no sólo por ti, porque, créeme, es algo que duele, duele y
mucho, y por lo que vas a tener que luchar. No lo hagas por mí. O,
si eso no te sirve, no lo hagas por tu madre. No tires por la borda
el sacrificio que ha hecho tu madre-parpadeé, incrédulo.
-¿Qué...?
-No
harás nunca lo que llegué a hacer yo, Tommy-se limitó a decir como
si no hubiera nada que pudiera hacerme cambiar de opinión más que
eso. Y, tras revolverme el pelo de forma cariñosa, se giró y
desapareció por el pasillo, sin demasiada prisa, casi disfrutando de
un corto paseo. Seguramente no tuviera ninguna clase, o estuvieran
ocupando su puesto y no le apetecía ir a recuperar su lugar en el
sistema.
Miré
al suelo, negué con la cabeza, me ajusté las tiras de la mochila y
me saqué el móvil de la parte interna, donde nadie podría
robármelo. Después de mucho tiempo debatiendo con Scott sobre dónde
era mejor guardar el aparato, habíamos decidido que lo meteríamos
en un compartimento secreto, hecho por nosotros mismos, donde nadie
podría encontrarlo nunca. Llevarlo en el bolsillo era arriesgarlo
tontamente; al fin y al cabo, no teníamos planeadas las peleas
continuas en las que no parábamos de meternos.
Le
envié un mensaje a mi mejor amigo diciéndole que me largaba a mi
casa y caminé en silencio por los entresijos del pasillo, temiendo
encontrarme con alguien que me obligara a volver a clase. Tuve suerte
y, apenas dos minutos después de que terminara mi reunión con mi
padre, ya estaba fuera. No llovía. Mi suerte aumentaba por momentos.
Eri... me encanta, me encanta y ME ENCANTA! Solo es el primer cap y ya quiero el siguiente... jo... Adoro como escribes! Ya quiero conocer al resto de los hijos de los chicos y quiero saber quien es la que le ha hecho daño al pobre Tommy :))
ResponderEliminarEspero que subas pronto, y si pudieras avisarme por twitter cuando lo hagas, te lo agradeceria :D
Mi twitter: @olatztelletxea
sería un verdadero placer avisarte :D
EliminarEri entonces esta nove la vas a subir solo una vez al mes no?
ResponderEliminarDe momento sí, hasta que acabe con Light wings :3
EliminarVale :)
Eliminarsi no quieres estar pendiente de cuándo publico o no puedes decirme que te avise por Twitter sin problema, amor :3
EliminarEsta genial!!! Merece la pena leerla!! Me puedes avisar tambien en esta novela? Me encanta tu forma de escribir tus comparaciones son unicas!! <3 @LauraTrashorras
ResponderEliminarClaro que te aviso :)
EliminarAwww muchas gracias ♥
Ays Eri eres increíble:') Entonces, eres tú la masre de Tommy? Que nervios, quiero ya el siguiente capitulo joo:( jajajaja
ResponderEliminarSigue así, es preciosa:3
Ah, es secreto (aunque si has leído Its 1D bitches, y me consta que sí, ya lo sabes, jeje)
EliminarJooo eri,yo no quiero esperar hasta el mes que viene.TIENES QUE PUBLICAR OTRO CAPI PRONTO POR FAVOR!!!!!
ResponderEliminarJO-DER, Eri, JO-DER!
ResponderEliminarNo te puedes imaginar las ganísimas que tenía de que subieras capítulo de Chasing The Stars.
No me avisaste cuando subiste capítulo, pero si de hoy en adelante me avisaras, te juro que te hago un altar mejor que el anterior que te hice jajajaja
Esque iba leyendo y a la vez iba pensando "En esta novela es en la que Eri dice lo que le da la gana porque Light Wings es como más seria (creo yo)" y me estallaba viva.
En serio, no cambies NUNCA, NEVER IN A MILLION YEARS!
Un beso muy fuerte.
No te olvides de avisarme en Twitter pliiis ( @MariArce10)
Aw Mari, tú siempre tan amorosa :)
EliminarJAJAJAJAJA pues sí, la verdad es que Light Wings me la tomo como más seria (que no más en serio, me las tomo las dos igual), porque como trata temas diferentes, más del estilo de THG y Divergente y cosas así, no me parece que sea adecuado ponerme a escribir tonterías. Quiero probar con algo serio, pero eso no significa que vaya a dejar ese sarcasmo que tanto me gusta para mis demás novelas :)
Eriiii, me encanta la nueva novela, avísame cuando subas porfi, un beeeeso <3
ResponderEliminar@mullingarlies
aw claro, ahora te apunto :D
EliminarMe encanta! Bueno... como si fuera algo nuevo, me encanta todo lo que escribes pero que solo subas una vez al mes!! NOOOO, quiero otro capitulo ya! Avisame por twitter please! @marta_nialler
ResponderEliminarclaro vida ♥
EliminarHey! Hahahah he de decir que es como la tercera vez que empiezo a leerla porque soy una lectora pésima y siempre me quedo a medias hahah pero ahora me he propuesto que la voy a leer del tirón! Y voy a intentar comentar en todos *pinkie promise*
ResponderEliminarVale, me muero. Antes que nada quiero avisarte de que soy “itsonlybooks” la chica de twitter que quería comenzar a leer tus novelas ��.
ResponderEliminarAhora, comencemos con lo que importa:
HOLAAAAA, ME ENCANTA. Es el primer capítulo pero tu forma de narrar, de exponer lo que piensa Thomas (que por cierto me meo con lo de Thomas/Tommy Tomlinson) es genial. O sea, con solo decirte que he sentido yo también miedo de la que le iba a caer a Thomas... JAJAJAJAJ.
Por otro lado, me da bastante el bajón saber que Thomas se encuentra así, en plan, que no sabe qué hacer y qué quiere, jo. Encima yo hace nada pasé por una situación “parecida” con el tema de la carrera (que la he dejado hace nada porque no era lo mío ��) . Ademaaaás, quiero saber ya quién es la que le rompió el heart al pobre Tommy, jo. Menos mal que ya está terminada la novela y no tengo que esperar a que subas jjjj ��.
Nos vemos en el siguiente capítulo ��.