domingo, 12 de enero de 2014

Caos.

 Antes de la sacudida y la explosión, lo único que oí fueron los pasos de June mientras trataba de alejarse de mí en la oscuridad arañada solamente por las linternas, pequeñas guerreras que no se daban por vencidas.
Pude escuchar la reprimenda a sí misma que se echó June entre los dientes antes de girarse y enfocarme con su linterna. El haz de luz me dio justo en la cara, dañándome la vista. Fruncí el ceño y me tapé la cara instintivamente, sin tan siquiera pretenderlo.
-¿Qué ha sido eso?
-Estoy aquí contigo-respondí, cortante, meneando la mano para que apartara la linterna. Evidentemente, no había pensado en que podría fastidiarme.
O sí que lo había pensado y lo estaba haciendo a mala uva.
Después empezaron las carreras demenciales; todos los runners que no estaban haciendo nada buscaban la manera de enterarse de qué pasaba. Descubrir qué ocurría era la primera forma, y la más rápida, de resolver la situación.
Con los ojos todavía clavados en mí y mis facciones, seguramente esperando que hiciera algo que me delatara, June apartó de mala gana la linterna e hizo un gesto con la cabeza para que la siguiera. A ninguna de las dos nos apetecía tener las espaldas descubiertas en ese momento, y podía comprenderlo. Mejor de lo que me gustaría, de hecho.
Echamos a correr a toda velocidad por la Base, sin apenas fijarnos en las esquinas y los recovecos más insospechados que se revelaban a la oscuridad como si poseyeran bioluminiscencia. Con ella delante y yo pisándole los talones, lo único que cabía en mi cabeza era la tarea ya automatizada de correr y dejar la mente en blanco. Ahora no necesitaba salidas, necesitaba concentrarme en darles a mis piernas el mayor impulso posible.
Sentía la histeria de la gente de los pisos superiores, que no sabía muy bien qué ocurría, como sentía la mía propia. Estaba demasiado nerviosa como para apartar mis pensamientos del continuo “izquierda, derecha, izquierda, derecha, más rápido, un poco más”, pero eso no hacía que me aislara de mi entorno, ni mucho menos.
June se detuvo de repente frente a las escaleras. Le habría preguntado por qué no cogíamos el ascensor, directamente, dado que nos estábamos apelotonando todos en un mismo sitio, cuando me di cuenta: podría haber alguien metido en el ascensor, esperando a que el pánico cundiera y empezar la masacre.
O incluso el ascensor podría haber sido detenido por la misma persona que había cortado la luz, porque si había detenido la corriente eléctrica que alimentaba las luces, siempre encendidas del enorme edificio con forma de hongo, ¿no podría detener el ascensor?
Recé porque el ascensor estuviera efectivamente parado y Puck estuviera dentro. Así no habría forma de llegar hasta él.
Y, sobre todo, quería que tuviera todos los planos consigo, que nadie pudiera alcanzar nada comprometedor con lo que hacernos daño si había conseguido entrar.
-Dime que tienes una pistola.
-Tengo una pistola.
June alzó la cabeza, con el pelo negro cayéndole sobre la cara, la boca abierta en una mueca aterrorizada que luchaba por disimular:
-¿Es en serio?
Le tendí una a modo de respuesta, y juro que nunca la había visto sonreír de la manera en que lo hizo cuando sus dedos tocaron el material del arma. Con un movimiento seco, apuntó al pie de las escaleras mientras yo hacía lo propio con la luz que manaba de mi linterna.
-¿Quién eres?
Alguien estaba allí tirado, y no llevaba mucho tiempo, pues la sangre todavía brillaba fantasmagóricamente. Noté un sabor metálico esparciéndose por mi boca, como si me hubiera mordido la lengua; era una tontería pensar eso ya que, a fin de cuentas, había matado a mucha más gente y había herido a otros de gravedad. Casi prefería matar a herir, porque los heridos eran una carga para la familia, pero también hacían más daño a su Gobierno, que tenía que fabricar excusas para por qué el policía en cuestión cojeaba cuando había sido atleta en su instituto.
-Percy-gruñó el chico, levantando la cabeza y mostrándonos unos ojos verdes, semejantes a esmeraldas. Quise abalanzarme sobre él para detenerle la hemorragia, pero podía ser un truco.
Los runners éramos buenos mentirosos, y si alguien quería hacerse pasar por uno de nosotros, debía serlo también. Incluso mejor.
-¿Percy?-ladré yo, sacando la otra pistola que tenía y encañonándolo. June bajó lentamente las escaleras, cuidando de no perder de vista ni un sólo segundo al chico. Su ceño se hizo más profundo.
-Sí, Percy, sector 5-jadeó-. Aerodinámica.
June se giró y me miró largo rato, preguntándome en silencio qué debíamos hacer. Me encogí de hombros. No podíamos esperar que nos preguntara quiénes éramos; en su estado habría aceptado ayuda hasta de la policía, aunque luego aquello implicara torturas mucho peores que tener un balazo en el vientre.
-¿Qué haces tú tan lejos de tu sitio? ¿No se supone que estabais recluidos buscando maneras de ir a por los ángeles?
-Cuando oímos todo el alboroto salimos de nuestra investigación-contestó él. Me coloqué al lado de June, que había vuelto a girarse y atravesarlo con la mirada.
-Tenemos que hacer algo.
-Seguir el camino es la solución, y él está en medio.
-No, June. Somos valiosos, y los de aerodinámica, en estos tiempos, lo son más.
June alzó una ceja, mirándome. Bajó la pistola y el chico suspiró, aliviado de no estar en el punto de mira. Emitió un gemido de miedo cuando su suspiro hizo que June se diera cuenta del error y le apuntara directamente a la cabeza. En mi opinión, hubiera sido mejor apuntarle al vientre, si lo que quería era amedrentarlo. Se veía en sus ojos que casi prefería morir a dejarse contemplar como un animal en el zoológico mientras se iba desangrando lentamente. Tal vez la herida física se curase, pero la del orgullo permanecería allí para siempre.
-Tenemos que llevarlo a la enfermería.
-¿No es mejor, directamente, a una planta de médicos?
-La enfermería está aquí mismo-sacudí la cabeza-. Y no creo que a nuestro amiguito le importe, ¿verdad que no, Percy del sector 5?
Percy negó con la cabeza, el pelo negro cubierto de sudor, apelmazado en greñas que hacía unos minutos no estaban allí.
-Nos retrasará mucho-gruñó June. Yo bufé y me giré.
-De acuerdo. Lo llevaré sola.
-No me fío de ti. Podrías estar de su parte.
-¿De parte de quién?-preguntamos Percy y yo a la vez. A él aún le quedaba sangre en el cuerpo para ruborizarse al sentir mis ojos clavarse en los suyos.
-De quienes nos atacan-respondió June, hinchando el pecho con un tono condescendiente, típico del que se usa con los niños pequeños, cuando quieres explicarles algo que no van a comprender por mucho que lo intenten. Simplemente les dices cualquier cosa, sabiendo que va a ser demasiado complicada, y te sientes superior al tener una mínima idea de lo que a ellos no les entra en la cabeza.
-¿Y por qué no puedo ir con él si estoy de parte de “ellos”?-espeté, haciendo el gesto de las comillas con sorna. Ella apretó los dientes.
-Podrías aprovechar que es de aerodinámicas y sacarlo por la puerta trasera...
-No hay puerta trasera.
-... y conseguir que uno de tus amigos lo saque de aquí, lo cure, y luego le sonsaque todo lo que sabemos de ellos.
-¿Qué amigos?-ladré yo, molesta. ¿Estábamos de verdad discutiendo por esas gilipolleces cuando había un compañero nuestro, y encima de los que más falta nos hacían, desangrándose frente a nosotras?
El charco de sangre en que Percy se estaba convirtiendo ya casi llegaba a alcanzar el primer escalón sobre el que nos encontrábamos. Un ligero reguero goteaba escaleras abajo.
-Espera, ¿quién te ha hecho eso?-me giré para mirarlo. Bajé el escalón que me separaba de él y me acuclillé a su lado. Respiraba con dificultad y cada vez le costaba más hablar, pero tenía que decírmelo ahora. Si no, June jamás le permitiría que se acercara a mí, ni yo a él, y mucho menos que me contara la verdad.
-No logré verle la cara.
-Qué casualidad-gruñó June.
-¡¿Quieres dejar de tratarlo así?! ¡Todo lo que está pasando no es culpa suya!-exploté. Ella sonrió.
-Estáis compinchados, ¿no es así?
-Estás como una puta cabra.
-Dile a la puta cabra que me lleve a algún sitio, pelirroja. Prefiero ir con ella a quedarme aquí-jadeó Percy en un intento de salvarse.
-Oh, no. No te dejaré solo con ella.
-Mientras habláis de vuestros amoríos, no sé si lo sabéis, nos están atacando. Haced lo que os dé la gana, pero alguien tiene que bajar ahí abajo-señaló el límite de las escaleras, a través de las que se veía a algunos runners saltando de acá para allá, buscando la salida más rápida.
-Yo le llevaré a la enfermería. Baja tú si quieres-respondí, pasando uno de los brazos del herido por encima de mis hombros y luchando por levantarlo. June se cruzó de hombros y torció la boca.
-No voy a darte la espalda.
Puse los ojos en blanco.
-Entonces ayúdame a llevarlo.
No tenía muchas ganas de obedecerme, estaba claro, pero sabía que en el fondo era más importante cuidar de ese chico que cualquier otra cosa. Al fin y al cabo, no estábamos seguras de lo que había sido la explosión, pero sí que sabíamos que, si alguien no ayudaba a aquel chaval, moriría allí mismo.
De modo que terminó acercándose a mí y apoyó el peso de Percy contra sí. Él gimió, pero trató de soportar, estoico, todo el dolor que le estábamos causando.
Apenas llevábamos recorrida la mitad del camino cuando nos encontramos con un runner de proporciones típicas de un armario. June levantó la vista y le sonrió.
-Crow.
-¿Qué hay?-respondió él, recorriéndome con la mirada, sin creerse que estuviéramos juntas, colaborando.
-Ahora somos enfermeras-respondió ella, soltando una risotada cínica. Luego se dirigió a mí-. ¿Sabes? Una de las dos podría irse ahora.
-Y esa vas a ser tú, ¿no es así?
Negó con la cabeza y soltó una risita.
-En realidad, he estado pensando que, si te quedas a solas con él, tal vez podáis hablar de una coartada, o le hagas algo. Crow tiene cosas que hacer, ¿no es así?
-Sí.
-Iré yo con él. Tú baja. Entérate de todo lo que haya pasado e infórmame.
Percy había agachado la cabeza y exhalaba e inhalaba hondas bocanadas de aire, luchando por conseguir un poco de oxígeno de cualquier sitio.
-¿Estás segura?
-No voy a poder bajar, pero odiaré que alguien me lo cuente mal. Sé que tú eres buena en tus informes, y que tienes buena memoria, así que... largo. Yo me ocupo de éste.
Me quité de encima el peso muerto de Percy y observé cómo Crow se lo cargaba encima como si de un fardo bien ligero se tratara. Luego, sin esperar a que June me dijera nada más, me giré y eché a correr como alma que llevaba el diablo escaleras abajo. Me daba la impresión de que todo había pasado en muchísimo tiempo, dilatándose en el espacio, pero la realidad era que apenas habían pasado 5 minutos entre la explosión y el temblor hasta que me puse realmente en marcha.
En el piso más bajo de la Base no necesité utilizar ya la linterna. Un gran boquete en la pared exhibía todo lo que había fuera y que un día había estado oculto tras muros de hormigón.
Decenas de compañeros se apelotonaban en el mismo lugar. Pude distinguir la silueta de Faith poniéndose de puntillas sobre una chica baja que se encontraba entre las primeras filas, examinando el destrozo entre las piernas de un chaval alto y delgado, que recordaba a un espárrago.
Seguramente fuera uno de los que se colaban por los conductos de ventilación a la menor oportunidad.
Empujé a todos los que se interpusieron en mi camino y me encargué de comprobar yo misma la magnitud de la masacre. No había ni una gota de sangre, pero aquello era comprensible: todos estábamos arriba ayudando a las familias cuando aquello ocurrió. Los que más abajo se encontraban estaban en el 7º piso, por lo menos.
Tan sólo dos o tres runners se habían atrevido a atravesar las fronteras de la luz y colocarse justo debajo de la abertura, examinando el color ennegrecido de la pared y escudriñando el suelo en busca de algo que sólo ellos sabían cómo era.
-¿Qué hacen?-preguntó uno de los principiantes más avanzados a su tutor. Él puso mala cara, molesto por tener que explicar aquellas cosas que a los demás nos parecían tan evidentes.
-Buscan la composición de la bomba. Quieren saber de qué estaba hecha.
-¿Alguien ha visto a Puck?-levanté la voz por encima del murmullo general, que iba en aumento a medida que más runners se acercaban al lugar y demandaban noticias. Varios de los que estaban a mi lado negaron con la cabeza.
-La pregunta es, ¿alguien ha visto a alguno de los vigilantes?
Esta vez fueron todas las cabezas las que negaron automáticamente, y luego se miraron entre sí, sin comprender muy bien cómo podía ser aquello posible. No es que hubiera demasiados vigilantes, pero tampoco eran difíciles de identificar, ni había los suficientes como para poder meterlos a todos en una sala.
-Tal vez estén arriba coordinando a los que ayudan a la gente-susurró una chica, no muy segura de aquello, pero con ganas de creerlo a pies juntillas.
-¿Quién podrá haber sido?
-La policía, ¿no es evidente?
-Se fueron y no han vuelto. Yo no he visto a nadie, salir corriendo de aquí antes de que la bomba estallara, y eso que estaba en una de las ventanas de ahí arriba en el momento de la explosión.
-Han venido de otro lado de la ciudad; la puerta está justo en el otro extremo.
-Tal vez lo que hayan hecho ha sido entrar, ¿estaba alguien vigilando cuando...?
Empezaron con sus teorías conspirativas, achacando los problemas a gente que ni existía. Tan sólo buscaban la manera de comprender qué había pasado, por qué sucedían cosas así, a qué se debía todo lo que pasaba...
Y yo no podía ser partícipe de todo aquello porque estaba aterrorizada ante la idea de que, tal vez, los vigilantes hubieran ido al bajo con la esperanza de hacer contabilidad de los runners que iban llegando.
Y la bomba podría haberlos matado, pero, claro, eso no había sido así: no había cadáveres.
Pero podían haber ido a ver qué pasaba y ser sorprendidos allí por la policía, que se las habría arreglado para salir por otro lugar sin que les viéramos. Tal vez, incluso, hubieran salido por la misma puerta, creyendo que todos íbamos a ir allí.
-Deberíamos ir a buscarlos-grité por encima del ruido del grupo, que se había metamorfoseado en verdaderos gritos.
Todo el mundo se me quedó mirando.
-¿En serio, Kat? ¿En serio?-respondieron. A ellos no les parecía tan buena idea como a mí.
-Les necesitamos para que nos coordinen en las misiones.
-Estamos preparados para vengarnos sin que ellos estén susurrándonos continuamente al oído-respondió un chico, molesto por mi insinuación. Parecía entrado en edad, seguramente estuviera en sus últimos años de servicio y hubiera elegido aprovecharlos al máximo apagando la mitad de las veces su comunicador.
Si no, no encontraba ninguna explicación lógica a por qué le faltaba media oreja.
-Pero les necesitamos para que localicen todo lo que puede hacernos daño. Además, mi vigilante estaba comprobando que todo iba bien cuando se fue la luz.
-¿Y qué?
-Hace tiempo fui a una misión. La del ángel-dije, extendiendo la mano. Todos murmuraron asentimientos, en parte incrédulos porque hablara de aquello como si nada-. Recogí unos papeles que podrían hacer que los pájaros perdieran el monopolio que tienen sobre nosotros. Y eso, lógicamente, a los pájaros no les gusta. Puck estaba comprobando esos documentos cuando se fue la luz.
-¿Y qué?-repitió el mismo chico. Me apeteció meterle la pistola en la boca y disparar, pero me contuve.
-Que la luz no se va así como así. Alguien de dentro tuvo que apagarla.
Nadie había pensado en eso. Era increíble, pero nadie lo había hecho; yo había sido la primera. Lo supe por las caras sorprendidas de los demás: algunos abrieron la boca, otros parpadearon extrañados, y otros simplemente agacharon la cabeza, reprochándose no haber caído en ello mucho antes.
-Tal vez los hayan sacado por aquí. Y estarán muy lejos cuando sepamos dónde tenemos a nuestros vigilantes si no los buscamos y esperamos a que falten algunos. No podremos encontrarles a no ser que empecemos ya.
-Las vallas estaban electrificadas-dijo uno-. No han tenido mucho tiempo para llevarlos lejos.
-Si no hay luz dentro, es evidente que tampoco la hay fuera, so gilipollas-replicó una rubia que mascaba chicle con una rabia digna de admiración. Varios le dieron la razón mientras el otro enfurecía de furia.
-Nadie los vio salir-protestó otro.
-Tal vez hayan dado la vuelta y rodeado el edificio aprovechando los puntos ciegos. La policía no es tan tonta.
-Te sorprenderías.
-Me apuesto lo que quieras a que ha sido como dice el retaco.
-¿A quién estás llamando retaco?
Y así fue como empezamos a organizarnos para buscar a nuestros vigilantes. Decidimos que un grupo se quedaría allí, en el boquete, esperando a que algo sucediera y vigilando que nadie entrara ni saliera; otros subirían a los centros de control y nos informarían de lo que pasaba.
Y otros nos armaríamos con los intercomunicadores y nos echaríamos a la calle, trazando las rutas más rápidas hasta los cuarteles de la policía, con la secreta esperanza de llegar antes que ellos.
Como éramos gente de disciplina, salimos por la puerta que siempre utilizábamos y no nos molestamos en pensar que aprovecharíamos mucho tiempo si nos íbamos por otro lugar. Apuntamos nuestros nombres en la pequeña pizarra bajo la frase Búsqueda, inédita en aquella pantalla, y nos echamos a la calle.
Sólo cuando estaba saltando la valla, demasiado ocupada pensando en qué había sucedido y en las miradas de June, con aquellas palabras siempre cargadas de doble sentido, cuando su nombre corrió a mi mente.
Taylor.
Llevaba sin verlo desde antes de que se apagaran las luces,y recordaba haber subido en el ascensor con él, pero luego... nada. Ni rastro.
No podía dejar de pensar en que últimamente pasaba mucho tiempo con Puck, y que tal vez hubiera quedado con él para examinar los planos y hacer contabilidad de lo que había y lo que no. No podía dejar de darle vueltas a eso, ni a que hacía mucho tiempo de que no corría a buscarme cada vez que algún imprevisto sucedía, aun sabiendo lo muchísimo que me molestaba.
Puck y el resto de los vigilantes pasaron a un segundo plano; ahora todo lo que me importaba era mi novio.
Deseé tener alas para poder levantar el vuelo y contemplar el suelo desde una distancia prudente, y poder llegar más rápido a los sitios. Mis piernas no bastaban para alejarse de las penas, pero confiaba en que las alas sí.
Las alas podían ser la solución a muchas cosas, eso lo sabía. Así como también eran la causa de decenas de problemas.
Un par de alas en particular había sido el que nos había metido en ese lío.
Deseé que ese par de alas me ayudara a salir de él, pero... claro.
Eso sería confirmar que estaba traicionando a todo lo que me importaba. Y, de momento, no podía permitirme eso.

Traté de centrarme en correr, pero es muy difícil que tus piernas vayan a un lugar y tu corazón quiera regresar a otro, del que piensas que nunca deberías haberte ido. No puedes huir de casa cuando lo único que quieres hacer es volver.

4 comentarios:

  1. Sin palabras, no puedo esperar para el siguiente capitulo!! @LauraTrashorras

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  2. Jo Eri, que bien escribes. Me ha encantado el cap sobre todo el final, yo creo que Taylor está compinchado o algo...
    Un besooo :) @mullingarlies

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    Respuestas
    1. Jo, muchas gracias ♥
      ¿En serio? ¿qué te hace pensar eso?

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