Y lo llamó "absolutamente nada", porque de eso trataba todo.

Ojalá nunca estés viendo una película y sientas envidia de una escena que no es envidiable, de algo que todo el mundo, en teoría, tiene derecho a disfrutar, y sufre alguna vez en su vida.

Ojalá nunca te encuentres con una mano helada cerrándose en torno a tu garganta, dejándote sin respiración, y susurrándote con su voz en el oído "llora, llora, y acabará todo; tus pulmones podrán volver a tener su antigua fuerza". 

Ojalá no veas tu reflejo en la pantalla y asistas a cómo se forman las lágrimas, como tus ojos se ahogan en un mar de sentimientos cuya marea va subiendo poco a poco, inexorable.

Ojalá nunca trates de tomar aire, aunque sea con el estómago, y te obligues a calmarte.

Nunca hagas que la marea se retire una vez más, porque el día que la presa se desborde, arrasará con todo.

Nunca te des cuenta de que estás solo. Nunca te quedes solo.

Nunca creas, o sepas, que nadie querrá ayudarte, que si te echas a llorar los de tu alrededor, los que se supone que te quieren, te mirarán con asco y espetarán "¿qué cojones te pasa?", como si la culpa fuera tuya. Como si eligieras estar triste y aislado.

Como si eligieras que te diesen de lado.

Porque, entonces, estarás jodido.

Y desearás aún con más desesperación ese abrazo lloroso de la película que estabas viendo. Y te darás cuenta de que no vas a tenerlo nunca.

Y la mano helada te romperá el cuello.

Este no es el abrazo. Fue eliminado. Uf, menos mal.