lunes, 30 de noviembre de 2015

Terivision: Sinsajo (parte 2)

Me sumo a la oleada de críticas que se están haciendo con Internet, porque a veces mola ser un pececito que se deja arrastrar por la corriente en lugar de un salmón que se empeña en ir a desovar a las montañas en las que nació.
Y sí, estoy hablando de esa película:


¡Sinsajo! Bueno, Sinsajo parte 2, pero lo vamos a dejar en Sinsajo.
Como seguramente ya sepas, Sinsajo recoge el testigo de lo que queda de la saga de los Juegos del Hambre: Katniss finalmente va a ir al Capitolio a enfrentarse a Snow, acabar con su reinado del terror, instaurar la paz y la democracia en Panem y bla bla bla. No creo que hayas vivido en una cueva el tiempo suficiente como para llegar a este blog sin saber de qué va la peli.
Bien, voy a decir algo: es la segunda que más me ha gustado de las cuatro que componen la saga, sólo por detrás de En llamas. Hace mucho tiempo que leí el libro, y no me considero súper fan de LJDH, así que no puedo decir que haya cosas que faltan, cosas que se inventen, que no es nada fiel… porque, sencillamente, no me acuerdo (al margen de que estoy empezando a querer valorar la película por la historia en sí, no por la copia que sea del libro que la originó). De lo único que me acuerdo (y me han hablado de ello también) es de que Joanna (léase la puta ama) salía bastante más de lo que apareció en pantalla. Y eso me cabreó, porque el tiempo que está Joanna en escena es tiempo que se revaloriza.
Los efectos especiales están bastante bien, de no ser por un par de momentos en los que se nota MUCHÍSIMO que las cosas que están pasando en las calles del Capitolio no están realmente ahí, pero se compensan con otras que están genial y que parecen de verdad.
En cuanto a la fotografía y los colores, me parece una película muy cambiante. No es nada como la primera parte, en la que todo era gris, seguramente para reforzar el estado en el que se encontraba Katniss, encerrada, sin Peeta, y sin hogar al que volver. Aquí empezamos, si no recuerdo mal, con colores marrones, de ambiente muy desolado, y vamos pasando por grises claros, como “ascendiendo” hasta llegar al blanco al final de la película (sin contar lo que pasa “después” de ese final, en el que el blanco se vuelve a convertir en una masa de colores pastel). Es la primera vez que me fijo a la primera en estas cosas de los colores, pero si lo he hecho bien y he captado lo que quería plasmar el director eligiéndolos, tengo que decir que chapó.
En cuanto a las actuaciones, se mantienen en su línea de toda la saga, salvo por una excepción. Sí, lo siento, tengo que ir a por ella. Sinsajo es, con diferencia, la actuación que menos me gusta de Jennifer. En algunas ocasiones se muestra inexpresiva totalmente y en otras sobreactúa hasta preguntarme si no será una hermana gemela secreta de la muchachita del Oscar. Al principio pensé que esta frialdad de la película era porque Katniss estaba así (“mentalmente desorientada”), y que simplemente se le iba un poco de las manos, pero ayer ya me pareció descarado. Muchas veces Jennifer casi ni parpadea, y otras, contrae la cara mientras llora de una forma que parece que le está dando una embolia o algo. Una lástima, pero bueno, al menos así me libra de aguantar al subnormal de Gale.
Eso sí, que Jennifer no estuviera particularmente brillante no te impide disfrutar de la película. Ya te lo adelanto: esta parte tiene la acción que echaste de menos en la anterior mezclada con lo filosófico que tanto me gusta, personalmente. Mientras le explicaba a una de mis amigas, la que no leyó el libro, por qué no detestaba a Coin más que a Snow, me vino una frase a la mente que creo que resume a la perfección el conflicto escondido bajo tierra en el Distrito 13: Snow es a Franco lo que Coin a King Yong-Un, o como se llame el de Corea del Norte. Mientras uno tiene sometida a su población, pero por lo menos le concede a una élite reducida una falsa libertad, la otra es una auténtica tirana que se las da de demócrata pero que en realidad es peor que lo que quiere derrocar: una mujer que no permite que alguien se salga dos centímetros de su sitio. Ni que “malgaste” 5 minutos descansando. Ni que no esté militarizado. Y Sinsajo refleja muy bien cosas que, por desgracia, hemos visto en la actualidad: cómo situaciones malas se volvían peores porque el cambio que la población ansiaba no era el que esperaba, ni el adecuado, y lo que terminaba encorsetándolos aún más. Para mí, es una lección de “políticas”, por así decirlo, en el que debes sopesar todas las opciones antes de terminar decantándote por una; una lección de naturaleza humana, en la que ves claramente cómo los héroes no son tan héroes ni los malos tan malos.
Y, al margen de todo eso, me parece un poco flipante que SPOILER A PARTIR DE AQUÍ (selecciona el texto si quieres leerlo) la gente de verdad pensase que Snow es tan gilipollas como para bombardear a su propia población, sabiendo lo que eso causaría. Venga, hombre, menudo aborto de plot twist. Es que ni en el libro flipé con ello, después de conocer a la cabrona de Coin. Y todo esto se vuelve más esperpéntico cuando HOLA, EL PUTO LIAM HEMSWORTH TE EXPLICA LA MANIOBRA A LOS 5 MINUTOS DE LA PELI, CUANDO TODAVÍA NADIE HABLA PORQUE TODOS QUIEREN SABER CÓMO EMPIEZA. ES QUE ESO ES DE TENER DOS DEDINOS DE FRENTE.
Lo mejor: Lo bien hilada que está con las demás. Siempre hay frases que se agradecen después de varios años.
Vale, y que Josh sale más. Me encanta cómo actúa, joder. Me llega.
Lo peor: SPOILER. La escena del final. Los críos salen horribles. Me jodieron la película.
La molécula efervescente: me vas a permitir que elija dos. La primera, un SPOILER. El flechazo a Coin. Ver a Julianne Moore tirada en el suelo sangrando me hizo aplaudir por lo bajo.
Y el momento real. Fui al cine a ver ese puto momento, nada más. Que, por cierto, se hace mucho de rogar.
Grado cósmico: estrella galáctica {4.5/5}. Le hace honor a lo que promete.
Bueno, ahora es cuando vienes a por mí en los comentarios por meterme con la Todopoderosa JLaw.
O cuando eres el señor que tuve al lado y no se calló en las 2 putas horas y 20 malditos minutos.
No, paisano. No me interesan tus bromas a tu mujer. Ni a mí ni al resto del cine. Trágate la lengua la próxima vez.

Por cierto, ¿soy yo, o Peeta no se carga a nadie en todas las películas? Si es así, no es más puto amo porque no puede.

viernes, 27 de noviembre de 2015

La que no arde.

               El fuego era parte de ella de la misma manera que el cielo pertenecía a las alas del pájaro que lo surcaba, lo dividía en miles de millones de pedacitos acompañados de sus hermanos y hermanas, creaba en él sectores, y hacía distingos donde antes había uniformidad.
               Incluso estando sola, con las entrañas agarrotadas, el fuego conseguía calmarla. Y los gritos de la ciudad que se quemaba a sus pies, lejos de su alcance pero lo suficientemente cerca como para que las llamas devoraran su sombra, no hacían más que tranquilizarla. Conspiradores. Traidores. Desertores. Todos ardiendo. Todos muertos a la mañana siguiente.
               Millones de estrellas en forma de hogueras ardían en el suelo, mientras las auténticas, de plata pura, contemplaban impasibles, al igual que la reina de plata. Puede que ella fuera una de tantas, pensó. Le gustaba ser una estrella. Le gustaba mirar. Le gustaba presenciar el espectáculo sabiendo que no le pasaría nada.
               Porque, oh, no. No le iba a pasar nada a su pueblo. Sólo sufrían los que habían pedido aquello: el fuego elegía, y lo hacía muy bien. Había elegido el momento preciso, como si supiera que necesitaba de ánimos, de alguien que le recordara lo lejos que estaba de casa, el camino que había recorrido, las conquistas que había hecho y los enemigos que había aplastado.        
               Las piras funerarias de las que habían resurgido leyendas rodeándola como un aura de esperanza.
               Volvió a desear no estar sola, tenerlo a su lado. Se lo reprochó mentalmente, subiéndose un poco las pieles, que todavía le mantenían los hombros desnudos. A pesar de todo, de las réplicas de constelaciones oscilantes, la noche se empecinaba en soplar un frío viento del norte, de allí donde el bar besaba a la tierra en la bahía más inmensa que había visto nunca, sonrojando sus mejillas al igual que las paredes de su templo coronado de terciopelo azul y plateado.
               A lo lejos, un rugido. Otra llamarada que surgía y una sonrisa que se instalaba dos segundos en su boca, antes de desaparecer como había llegado. Nuevos gritos se unieron al coro infernal mientras, a lo lejos, pueblos salvajes lo celebraban con danzas y sacrificios. Curiosamente, habían abandonado la tradición por una noche, y no habían encendido hogueras. La reina pensó que era una buena idea, que sus consejeros no habían podido estar más acertados… y que su cama bien agradecería que él volviese a su lado.
               Se inclinó hacia delante, bebiendo del aire puro del agua. La pirámide era lo bastante alta como para que las cenizas no llegasen a manchar su cuerpo, pero se notaba su esencia. Y le encantaba.
               Estaba hecha de fuego. De fuego y sangre. Era un dragón, no una bestia del hielo. No necesitaba de aire fresco, sino de los pulmones ardiendo, del sabor del infierno clavándose en la lengua, enredándose con ella.
               Otro rugido más, una sombra que dividía la noche. Unos ojos brillantes que se volvían para mirarla un instante. Ella asintió. La bestia se alejó, entendiendo el mensaje, y cargó de nuevo contra los enemigos de su señora, madre, e hija. La protegían como no la había protegido nadie, y ninguna magia sería más poderosa que la que ella misma podía invocar, la que corría por sus venas.
               Se volvió y entró en sus aposentos. La cama era inmensamente grande, demasiado para una emperatriz que tenía que dormir sola. Se quitó las pieles, y se metió desnuda, como hacía siempre, debajo de las sábanas. Se encogió automáticamente, como venía haciendo meses, años, esperando el abrazo que no llegó. A él le gustaba hacerse de rogar, hacer que las reinas suplicasen, pero esta vez, no hubo súplicas. No hubo lágrimas.
               Se inclinó y cogió otra manta más. Podía darse calor ella misma.

jueves, 19 de noviembre de 2015

Te ahogas en un vaso de agua a medias; sólo date la vuelta.

Muchas de las cosas que sientes que debes hacer, en realidad no son obligatorias. Subirte a un bus en el que todo el mundo lleva los auriculares puestos no significa que seas raro porque no te apetezca escuchar música. Que prefieras sentarte en silencio a mirar por la ventana y ver cómo pasan las nubes, en lugar de ponerte el disco de la banda de turno a todo volumen para cantar a voz en grito y bailar como si no hubiera mañana no te hace una mala persona. No tener ganas de salir en Nochevieja, o de llevar traje o vestido en tu graduación, o siquiera ir a tu graduación, y ver más apetecible tumbarte en el sofá, en pijama, con bata, palomitas y chuches, no te convierte en un antisocial.
Claro que puedes llorar con películas de acción cuando matan a un personaje, y por supuesto que puedes permanecer impasible en un drama con el que todo el mundo llora, con el que, en teoría, “si no lloras, no tienes corazón”.
Es evidente que puedes no estar de acuerdo con la mayoría de la gente con tus mismos grupos. Sí, mira, esa película de Meryl es una puta mierda. Sí, oye, esa canción de One Direction es basura. Ya está.
Sigues siendo de este planeta si prefieres leer los libros en formato electrónico a papel. Todo tiene sus pros y sus contras: la batería frente a la disponibilidad eterna, la deforestación frente a la contaminación que produce una pantalla la única vez en que es creada.
No tienes esquizofrenia por subrayar los apuntes de mil colores, y no necesitas mentirles a los demás, decirles que llevas una semana estudiando, cuando en realidad ese 9,5 se debe, simplemente, a que tu cerebro quiere trabajar de tu parte, y funciona bien bajo presión, y absorbe lo que otra persona en una semana, en una sola tarde.
Claro que tu sexo no condiciona las conversaciones que tengas, ni tus gustos. Si bien aunque siendo un chico no puedas hablar de los dolores menstruales, o siendo una chica no tengas una opinión sobre lo complicado que es ir al baño empalmado, por lo demás, tendrás el mismo conocimiento que el sexo contrario, por mucho “de tíos” o “de tías” que sea el objeto de tu conversación.
Está perfectamente bien que no quieras beber alcohol, o fumar, o drogarte. O sacarte el carnet de conducir. Nadie debería reírse de ti por eso, y si lo hacen, es que son más gilipollas de lo que en realidad tú sospechas que lo son.
No, no eres un monstruo por estar en la Universidad y ser virgen. Tampoco necesitas soñar que besas a alguien, cambiándole la cara cada noche, y que le dices con temor que lo eres, y que el otro te responda “no pasa nada, yo también”. No necesitas que te digan un “no pasa nada, yo también”, para dejar de sentirte mal.

Porque no pasa nada, ellos también se sienten mal.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

La leyenda del Camino del Cielo.

Si lo prefieres, puedes leer este capítulo en Wattpad haciendo clic aquí.

               Sólo quería que no dejara de acariciarme la espalda, arriba y abajo, arriba y abajo, arriba y abajo, una y otra vez, con la punta del pulgar, tan suave que apenas podía sentirlo, tan fuerte  que me era imposible no pelear con todo mi ser por no arquearme y seguir el curso de sus manos por encima de mi piel, pegándome todavía más a él.
               Me incorporé para mirarlo, y me encontré con aquellos ojos azulísimos que, hacía apenas unos minutos, se habían cerrado mientras íbamos juntos al cielo.
               -¿En qué piensas?-pregunté, sabiendo en cuanto esas palabras escaparon de mis labios que me iba a arrepentir de haberlo hecho. Todos y cada uno de los tíos con los que me había acostado habían contestado lo mismo: “en lo que nos convierte esto”, con lo que yo siempre tenía que sumirme en la misma conversación, intentando explicarles que no era suya ni iba a serlo nunca, que no les ponía en una posición privilegiada en mi vida. Sólo era sexo, sólo era disfrutar. No buscaba nada más de ellos.
               Ni siquiera lo buscaba en él.
               -En que he metido la pata hasta el fondo.
               Me eché a reír. Vale, puede que él no fuera como el resto de tíos con los que había estado.
               -Yo creo que has metido otra cosa hasta el fondo-susurré, inclinándome y besándolo en los labios, sintiendo mi propio sabor en su boca y notando cómo volvía a encenderme al darme cuenta de lo cerca que estábamos, casi fundiéndonos el uno con el otro.
               Dibujó una sonrisa mientras me devolvía el beso.
               -Esto ha estado fatal, Didi.
               Sí, llámame así.
               -Esto ha estado muchas cosas, pero “fatal”… no creo que sea uno de los adjetivos que usaría para describirlo.
               Bajé por debajo de su cuello, besándole el mentón,  dándome cuenta de que quería más de mi inglés, y de que no pararía hasta conseguirlo.
               -No hagas eso-dijo, cogiéndome de la muñeca y tirando de mí hacia atrás. Bastó para que yo me apartara un poco, pero no lo suficiente como para neutralizar mis efectos sobre él. Me incorporé un poco, mirándolo desde arriba, y me regocijé en cómo sus ojos bajaban continuamente hasta mi pecho, para subir luego, sus mejillas poniéndose cada vez más y más rojas por la rabia que seguramente le  causaba no saber, o no poder, controlarse.
               -¿Por qué?-ronroneé, moviendo despacio las caderas arriba y abajo, exactamente como había hecho cuando entró en mí.
               Sentí cómo se endurecía entre mis muslos, lo cual desató una tempestad en mi interior. Pero era una tempestad diferente, cálida, la que solía despertar en mí cada vez que había una fiesta y alguien especialmente guapo se cruzaba en mi camino.
               -Porque mis padre están a punto de venir, somos como de la familia, casi primos, y si sigues, voy a necesitar tenerte otra vez.
               Le acaricié el pecho; tenía una ligera pelusilla. Aunque me gustaban más bien depilados, no me importó. Nunca había estado con un inglés, así que, ¿por qué no probar más cosas nuevas? Su dureza aumentaba por momentos.
               -Siempre me he asentido un poco atraída por la idea del incesto, si te soy sincera-murmuré, inclinándome de nuevo hacia él, que comenzó a temblar. Su cuerpo quería eso, pero su mente le decía que no debía volver a tocarme, que había sido un error, el mejor error de su vida, pero un error al fin y al cabo-. Pero que seamos “como” de la familia no hace que esto esté mal. Me he follado a un montón de amigos a los que consideraría “como” de la familia. “Casi” primos. Y ese casi, y ese como, han sido lo que terminaron haciendo que me corriese con ellos igual que lo he hecho contigo.
               -Diana…-empezó.
               -Thomas-le corté yo, inclinándome hacia abajo, frotando su pecho con el mío, sintiendo cómo nuestros pezones se acariciaban mutuamente. Iba a reventar, lo notaba-. Vuelve a pedirme que te mire a los ojos mientras me echas un polvo. Vuelve a pedirme que te mire para ver cómo me corro.
               -Joder-replicó, y fue exactamente lo que hicimos. Esta vez él tomó las riendas: me alzó por las caderas y no esperó para pedirme permiso. Me sentó sobre él, entrando en mí con una dureza que me hizo soltar un gemido, y comenzó a moverse antes de que yo lo hiciera, con fuerza, pero disfrutando de cada milímetro de nuestra unión. Se incorporó lo suficiente como para quedar sentado delante de mí; mis piernas rodeaban sus caderas, esas caderas que no paraban de embestirme y que no dejaban de moverse, sintiendo la fricción y haciendo que mis pulmones no dieran más de sí. Me apartó el pelo de la cara y me besó en la boca, tan fuerte que podríamos considerarlo un mordisco.
               Encontramos nuestro ritmo cuando bajó por mi pecho hasta tener mis senos al alcance de la lengua, y probó cada centímetro de lo que me hacía mujer con la lengua, volviéndome loca, preguntándome si no habría sido una bendición lo que hubiera hecho en Nueva York para acabar allí, follándome a un tío como nunca me lo había follado en mi vida, sintiendo que me deseaba como el beduino que lleva meses perdido en el desierto y que descubre que el oasis de su espejismo no era tal, queriendo lo mismo que quería yo: esa fruta prohibida que Eva tuvo que comerse, y que nos llevó a ser humanos, con todo lo que eso implicaba.
               Le arañé la espalda cuando encontró un ángulo que le permitía más profundidad, susurré su nombre en el oído, ordenándole que no parara, que muriera conmigo si era preciso, pero que ni se le ocurriera parar.
               Me acarició las piernas, me balanceó con él mientras nos golpeábamos mutuamente, hasta que ya no pude soportarlo más, y me rompí en pedazos alrededor de él, contribuyendo a pegarnos todavía más con ese líquido ancestral que nos había llevado hasta donde estábamos.
               -Estás tardando mucho.
               -Y tú no me has mirado mientras te corrías.
               Me detuve, y él también se paró un segundo.
               -La próxima vez, tú te pondrás encima, y podrás verme todo lo que quieras.
               Eso bastó para hacerle perder la poca cordura que todavía conservaba: se incorporó sobre un brazo, sujetándome con el otro para que no me cayera (separarnos era algo que no entraba dentro de nuestros planes y cuya sola idea me aterrorizaba), y me tumbó en el sofá, exactamente en la posición donde había estado él cuando me lo tiré por primera vez. Siguió empujándome, más rápido, cada vez más, hasta romperse dentro de mí.
               Cerré los ojos, estirándome un poco más y volviendo a romperme cuando se corrió dentro de mí.
               -Mmm.
               -Ha estado bien, ¿eh?
               Asentí con la cabeza. Me besó la frente.
               -Pues espera.
               Siguió moviéndose, esta vez más despacio: ya no había la urgencia que teníamos antes. Habíamos conseguido lo que queríamos.

domingo, 8 de noviembre de 2015

Karla Souza, y tu arte.

Estaba acabando el primer año de tres en la escuela de actuación de Londres, y un día, sin ninguna razón, perdí la capacidad de hablar. Durante tres meses, no podía hablar. Durante tres meses no pude decir ni una mísera frase. Y ni los médicos ni los electroencefalogramas fueron capaces, nunca, de explicarme qué había pasado realmente. Lo que te puedo decir es que llegué a un punto de tanta frustración y desesperación que me llevó a querer realmente acabar con mi vida. […] Pero este dolor comenzó a ser un poquito menor cuando comencé a ver reflejado mi dolor, exactamente el mismo tipo de dolor, en las obras de otros. En obras de teatro, en películas, en pinturas. Poco a poco, empecé a ver mi dolor, y a leerlo en poemas. Las palabras de los poetas empezaron a llenar mi silencio. Se convirtieron en la única manera en que sentía que podía expresar mis emociones. El arte se convirtió en algo vivo.
Durante esos tres meses de silencio, frustración y angustia, me enamoré perdida, loca e inexplicablemente del arte.
Y me entristece saber que hay gente que no cree que el arte sea merecedora de nuestra atención, o de nuestro dinero.
Porque para mí, no es sólo una pasión.
Es lo que me salvó la vida. Lo que me mantuvo con vida.

domingo, 1 de noviembre de 2015

Terivision: Song of the sea.

¡Hola, startie! Como podrás ver, he vuelto con una reseña de una película (sí, otra vez; desgraciadamente, no leo tan rápido como veo pelis); se trata de:


¡Song of the sea!, cuya traducción al español es La canción del mar. Song of the sea es una película de animación del año pasado que fue nominada al Oscar por mejor película de animación, y que no se llevó el premio a casa por “culpa” de Big Hero 6. Luego trataré este tema del premio.
Bien, la película cuenta una historia bastante sencilla pero a la vez hermosa: es la historia de Ben, un jovencito irlandés, y de su hermana Saoirse, cuyo nacimiento acabó con la vida de la madre de ambos, suceso por el cual Ben no es capaz de perdonarla. Ambos viven junto a su padre en una isla con un faro, apartados de la ciudad, pero sus vidas cambian cuando Saoirse encuentra un abrigo de su madre en un baúl, se lo pone, e invoca una magia ancestral que lleva años dormitando. Es entonces cuando la abuela de los niños decide llevárselos con ella a la ciudad, lejos de su padre y de todo lo que conocen… y acaba con la esperanza de todo un mundo que depende de que Saoirse, una chiquilla muda, encuentre su voz y cante la canción de la selkie para recuperar el equilibrio cósmico.
Seguramente con el “resumen” he hecho que la película parezca complicadísima de entender, y que requiere varios visionados, pero ni mucho menos: todo se explica a la perfección, el problema se plantea en seguida, y no hace falta ser Einstein para comprender lo que sucede. Además, ten en cuenta que es una película considerada “para niños”, con lo que tampoco te vas a meter en un berenjenal muy serio.
En todo caso, sea para niños o para adultos, me ha parecido una película preciosa. Sí, sí, preciosa con todas las letras. No sólo tiene oculto un mensaje muy importante, acerca de la importancia de los sentimientos, de todos ellos (y eso que es anterior a Inside Out), sino que la música y el dibujo no pueden ser más bonitos. Mientras que los personajes están dibujados de manera bastante sencilla, y siempre pareciéndote tiernos, los escenarios están pintados con un estilo radicalmente opuesto: están mucho más elaborados, con más colorido y más matices, y con un estilo que en ocasiones me recuerda al de los templos de Atlantis (película que también recomiendo). La mezcla de colores es básicamente azul, tal vez por versar sobre un tema tan relacionado con el mar, lo cual hace que gane más puntos en mi escala personal.
Y, ¿la música? La música es sencillamente sensacional. Yo misma me encontré tarareando las canciones sin haberlas escuchado nunca, y se me ponían los pelos de punta con la letra de las canciones.
Llegados a este punto, me veo en la obligación de decirte que la vi en inglés con subtítulos al español mediante PopCorn Time, que deberías descargarte ya debido a la calidad de imagen que contiene es programa. HD. Fue como verla en el cine. Y no te asustes, se entiende muy bien a los personajes: no es una serie de abogados, ni una película sobre el espacio, ni tiene como trama algún desastre económico. El vocabulario es muy sencillo, con excepción de algunas palabras que están traducidas.
Y ahora, me meto con la Academia, como viene siendo tradición si me sigues en Twitter. No me malinterpretes: no tengo nada en contra de Big Hero 6, ni siquiera la he visto aún, pero después de ver Song of the sea dudo muchísimo que haya conseguido superarla en argumento. En cuanto a efectos, me consta que no, pero, claro, una película de animación digital lleva mucho más tiempo que una de animación más “a la vieja usanza”, así que tenemos que premiarla a la fuerza. Fíjate cómo sería la cosa, que lo que me hizo querer ver La canción del mar fue precisamente el pedacito de ella que pusieron en los Oscar de este año. Todavía no me ha apetecido ver Big Hero 6 a pesar de haber visto también un retazo de la película en la misma categoría. Ya la veré y te cuento, pero dudo que cambie de opinión.
Lo mejor: conocer un poco más la mitología irlandesa, que tanto se parece a la asturiana (los dos pueblos son celtas), pero tan desconocida en un mundo donde prima lo helénico y latino.
Lo peor: no poder verla en español. A veces echo de menos las antiguas voces de mi infancia, y me encantaría saber cómo traducirían las canciones.
La molécula efervescente: no me puedo quedar con una sola: las canciones, y los fondos. Mira, te dejo un par de ejemplos de los fondos para que veas a lo que me refiero.


Han acabado siendo 4 porque no me controlo, y da gracias que no son gifs porque entonces te habría puesto 200

Grado cósmico: Galaxia {5/5}.

Con eso, ya te lo digo todo.