Tendría que haberme imaginado
que Scott vendría a por mí.
-¿Por qué no hablas por el grupo?-espetó, abriendo la
puerta y dándole una patada para cerrarla. Ya que íbamos a tener una discusión
matrimonial, por lo menos tenía la delicadeza de dejarla cerrada.
-No tengo nada que decir-me defendí, encogiéndome de
hombros y siguiendo con la vista fija en el techo. No iba a darle el gusto de
mirarlo. Sabía que, si lo hacía, ganaría él, y no podía permitirme eso.
-Yo sí que tengo cosas que decir. Para empezar, sobre
esa ropa. ¿Vas a ir así a la fiesta?
-No voy a ir a la puta fiesta-gruñí, tapándome un poco
más con la manta, a pesar de que me moría de calor. Sabía que ese capullo
terminaría haciéndome algo, lo que fuera, y sólo la manta podría detener lo que
fuera que tuviera en mente.
Tiró de ella, impasible.
-¿Por qué?-dijo, arrastrando una silla hasta el lado
de mi cama y sentándose de tal forma que nuestras caras quedaran a menos de 20
centímetros de distancia-. ¿Te estás muriendo?
-Un poco.
-Pues como si te mueres mucho. Vas a ir a esa puta
fiesta. Te vas a emborrachar, y vas a tener sexo borracho con Diana. Y luego le
preguntaré que si se ha hartado de ti, y si ya está lista para estar con un
hombre de verdad.
-No voy a ir a la fiesta, no voy a emborracharme, y no
voy a tirarme a Diana otra vez.
Alzó las cejas y comenzó a mordisquearse el piercing
del labio. Quise romperle la boca por echar mano de su hipnosis en ese momento,
como si yo fuera una de las tías del instituto y pudiera hacer lo que quisiera
conmigo.
-Va a haber muchas minifaldas, y ya sabes lo que eso
significa. En Noviembre. Las mujeres están locas, ¿eh?
-Me la sudan las minifaldas.
Bufó.
-Mira, Tommy, me parece muy bien que te hayas decidido
por la honorable carrera de ermitaño, pero no voy a consentir que me dejes
aparecer en la fiesta solo como si fuera un perdedor. Así que ahora mismo te
vas a levantar, te vas a vestir, y vas a salir de casa.
-¿Quién coño te ha dejado entrar? ¿Ha sido papá?
-Tu madre, Alá la bendiga. Quiere lo mejor para ti, y
eso incluye un buen pedo.
En momentos como ése, en los que no quería que Scott
se me acercara (porque no quería que ningún ser humano lo hiciera), detestaba
profundamente el haber crecido con él, que los dos hubiéramos pasado tanto
tiempo en casa del otro como en la propia.
Casi podía formarme la escena en mi cabeza. Scott,
llamando a la puerta. Mi madre, levantándose del sofá con un bufido al
comprobar que mi padre no estaba en la zona en la que se oiría el timbre,
gritando “¿Quién es?” rabiosa por perderse la mejor parte de la película
(porque siempre llamaban en la mejor
parte de la película, según ella), y sacudiendo la mano y gritando “está
abierta” cuando Scott se identificara. Luego, un movimiento de cabeza con un
“arriba, en su habitación”, Scott inclinando su cabeza a modo de agradecimiento
y subiendo las escaleras dando brincos.
-¿Qué cojones miras?
-Lo guapo que eres, y las ganas que tengo de fardar de
ti.
-Púdrete en el infierno-repliqué.
-No me hagas decirlo.
-Vete a la mierda.
-Tommy, te tengo aprecio, no hagas que lo diga.
-Di lo que quieras, no voy a…
-Megan está soltera y va a estar en la fiesta.
Clavé la mirada en él.
-Es mentira.
-No.
-Sabía que ese hijo de puta no le duraría ni dos
minutos.
-Quiere ponerte celoso-asintió Scott, reclinándose en
la silla y sacando la cajetilla de tabaco. Luego recordó que no podíamos fumar
en mi habitación, y la volvió a guardar con gesto triste.
-Sal de mi puta habitación; no quiero que me mires
mientras me cambio para hacerte pajas cuando lleguemos a casa.
-Qué bidimensional eres, tío-suspiró, pero se levantó
y, con la parsimonia que le caracterizaba cuando iba a entregar los exámenes,
abandonó la habitación.
Minutos después, me reunía con él en el salón de mi
casa.
-¿Adónde vais?-preguntó mamá, sin mirarnos siquiera.
-A secuestrar empresarios para pedir una buena suma
por ellos.
-Suena bien. Dile a tu padre que te vas.
-¿Por qué no se lo dices tú?
-Porque no me da la gana, y dado que te he sacado de
mis entrañas…
-Me encanta tu talento para cagarla, hermano-se burló
Scott.
-…con sangre, sudor y lágrimas, y te llevé dentro
durante 9 meses, y dejé que me deformaras el cuerpo simplemente porque la madre
naturaleza os configura de esa manera, creo que todavía tengo un poco de
autoridad en esta casa. Dile a tu padre que te vas. Y luego cierra con llave. Y
la próxima vez que me jodas el final de una película, te dejo sin paga 6 meses.
-Puedo sacar eso sólo con una foto de Instagram.
-Pues empieza. Y no me contestes. ¿Por qué sacasteis
todos ese gen rebelde mío? Con mi madre era menos ofensivo responder-gruñó, cambiando
de canal.
Pusimos los ojos en blanco y nos encaminamos al
comedor, donde mi padre solía sentarse a corregir ejercicios.
-Papá.
-Mmm.
-Nos vamos.
Levantó los ojos.
-¿Adónde?
-De fiesta.
Alzó las cejas.
-No iréis a drogaros, ¿no?
Sacudimos la cabeza.
-Ah, Zayn y yo mentíamos igual de mal que
vosotros-chasqueó la lengua-. Procurad venir bien para cuando volváis a casa. Y
llevaos a Diana.
La sonrisa de Scott bien podría haber iluminado un
estadio de fútbol entero.
-¿Qué? ¿A Diana? ¿Por qué?
-Porque no soy imbécil. Me he dado cuenta de cómo la
miras. Consigue que se eche un novio. Así será todavía más inalcanzable.
Scott se echó a reír por lo bajo, musitando
“inalcanzable” de forma que sólo yo escuchase le escuchase. Le di un codazo en
las costillas del que se recuperó sin que mi padre sospechara nada.
-No la miro de ninguna manera-protesté. Papá hizo un
gesto con la mano, quitándole importancia.
-Llévatela y punto. Haz que se integre.
-Ya se ha integrado-se cachondeó Scott, y tuve que
hacer acopio de todas mis fuerzas para no partirle la cara allí mismo.
Levantaría demasiadas sospechas. Así que, con una inclinación de cabeza, como
si dijéramos “a vuestras órdenes, Majestad”, dimos el asunto por zanjado.
Cuando volvimos al salón, Eleanor estaba apoyada en la
parte superior del sofá, dándole la espalda a la televisión y a mi madre.
-Yo también voy.
-No pienso ser tu niñera toda la noche, te lo
advierto.
-Sé cuidarme sola-replicó, apartándose a un lado el
pelo con un movimiento seco de la cabeza, como hacían las tías de los anuncios,
y dedicándome una mirada cuyo hielo se derritió en cuanto posó los ojos en
Scott.
Los dejé solos para que siguieran intimando; con un
poco de suerte, mamá se daría cuenta y mandaría a Eleanor a su habitación,
esgrimiendo los típicos argumentos de “eres demasiado pequeña aún para ir a
esas fiestas”, “deja a tu hermano respirar”, o “no has hecho los deberes, así
que no sales”.
Sólo que Eleanor sí que hacía los deberes.
Diana estaba tumbada en la cama, pasando páginas de
una revista con parsimonia, deteniéndose de vez en cuando en alguna esquina a
escrutar alguna prenda que le llamase la atención.
-Creía que ya te habías ido-murmuró al verme asomar la
cabeza. Ni siquiera se dignó a mirarme.
-Vengo a buscarte.
-¿Quieres presumir de ligue?-se echó a reír despacio,
casi sin hacer ruido. El pelo le bailó alrededor de la cara. Decidí pasárselo,
porque no estaba de humor para pelearme con nadie. El haberla visto al lado de
Megan, aunque fuera sólo intercambiando dos palabras, contemplarlas riéndose y
sacudir la cabeza, cada una presumiendo de un pelo diferente, me había hecho
darme cuenta de que, por muy bien que me sintiera a su lado, no era lo bastante
fuerte como para conseguir que me olvidara de Megan. No podía ser buena señal
que pensara en mi ex justo después del sexo con Diana, y no me apetecía
sentirme como una puta mierda en cuanto me corría.
Es una mierda ser optimista y tener esperanzas, pues
son precisamente éstas las que te hacen sufrir más.
-¿O es que esta fiesta la han preparado por mí?