jueves, 14 de enero de 2016

Alan Rickman, nuestra piedra de la resurrección.

Imagínatelo acostado en su cama, con el pecho cada vez más y más pesado, todo su cuerpo identificando como una poción venenosa lo que no es más que su sangre. Imagínatelo respirando cada vez con más dificultad, con los ojos casi cerrándose, la boca y la nariz luchando por robarle un poquito más de oxígeno a este mundo. Imagínatelo acariciándole la mano a su esposa, mirando a los ojos a sus hijos, viendo en las lágrimas de sus ojos lo bien que ha vivido, lo afortunado que es de haber llegado a este mundo llorando y gritando cuando los demás reían, y hacerlo al revés, con “el fantasma de su última risa congelado para siempre en sus labios”, o algo así.
Imagínatelo susurrando sus últimas palabras de amor, echando un vistazo en dirección a la estantería que guarda los recuerdos de toda una vida: desde el señor de oro, el color con el que todos sueñan, sosteniendo una espada y clavándola en una cinta de cinematógrafo, hasta aquellos 7 libros, pasando por las fotos de los rodajes, de las cuales hay que destacar la de aquellos tres chiquillos que se reían. Qué buenos momentos de la saga de una vida, qué afortunado ha sido de poder vivir de lo que más adoraba, de descubrir talentos en los demás y en sí mismo.
Su mente se apaga para siempre, y lo último que oye de la frase de su esposa, “te querremos por siempre”, se tatúa en su alma, que cierra sus ojos espirituales un segundo.
Ni siquiera piensa en que ésa fue la última palabra que dijo en aquellas películas, la manera de despedirse de un público que lo odió en vida y lo adoró en muerte. Ni siquiera se le pasa por la mente el nombre de ninguna Lily, ni de ningún fantasma con esencia de cervatillo. Sólo hay un siempre, y con eso es más que de sobra.
Su alma vuelve a abrir los ojos, y ya no está en su cama, ni en la habitación, ni en su casa. Ni siquiera está en el mundo. Hay unas puertas doradas, que se abren para él. Imagínatelo observando la figura que se acerca en su dirección, con la mano tendida.
-¿Richard?-y, a pesar de que no está con su familia, sonríe.
-Alan-saluda el otro, sonriendo y asintiendo con la cabeza. Después de tanto tiempo, casi 20 años, es como si se hubieran visto el día anterior-. Cáncer, ¿no es cierto?
Alan asiente.
-Suerte que aún les quede Maggie. Es curioso, ¿verdad? Quiero decir, nosotros, muriendo en el orden en que se suponía que teníamos que hacerlo. Maggie siendo siempre el último rayo de esperanza, la primera varita en alzarse para eliminar la Marca Tenebrosa.
Alan vuelve a asentir; le da la impresión de que le brillan los ojos con las lágrimas de los recuerdos del pasado… lágrimas que esta vez, nadie va a recoger para escrutar su significado.
-Siempre quise cumplir mi promesa, ¿sabes?-dice Alan, aceptando la mano que le ayuda a atravesar esa puerta alfombrada con nubes-. Tener 80 años. Seguir leyendo los libros. Que alguien me preguntase si, después de todo este tiempo, seguía leyéndolos. Y yo decir llorando que “siempre”.
-No debes tener miedo ahora, amigo. Ellos lo entienden. Saben que para una mente bien organizada, la muerte no es más que la siguiente gran aventura.
Las puertas de oro se cierran. Imagínatelos sonriendo.

No pasa nada que todo eso suceda en tu cabeza. Claro que lo hace. Pero, ¿por qué debería significar que eso no es real?
Hasta siempre, Alan. Yo seré tu King's Cross. Yo te resucitaré cada día, bien sea con libro o con película, porque Hogwarts y nosotros siempre estaremos aquí para darte la bienvenida a casa una vez más.
El dolor que sentimos por esta trágica pérdida nos recuerda que, aunque vengamos de diferentes lugares y hablemos diferentes lenguas, nuestros corazones laten como uno solo. Y qué afortunados somos de haber tenido algo que haga la despedida tan dura.

10 comentarios:

  1. Jesus mis ojos parecen las cataratas del Niágara :'(
    Hasta siempre, profesor x

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  2. Después de esto lo único que puedo hacer es pedirte un favor.
    No dejes de escribir jamás.

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  3. De eso que casi no puedo acabar de leerlo porque las lágrimas me lo impedían.
    Always x

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  4. Ojalá nunca dejes de escribir.
    Sin más.

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  5. Precioso texto, ojalá haya pasado eso de verdad (lo de Richard).
    besitos

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