Imagínatelo acostado en su cama, con el pecho cada vez
más y más pesado, todo su cuerpo identificando como una poción venenosa lo que
no es más que su sangre. Imagínatelo respirando cada vez con más dificultad,
con los ojos casi cerrándose, la boca y la nariz luchando por robarle un poquito
más de oxígeno a este mundo. Imagínatelo acariciándole la mano a su esposa,
mirando a los ojos a sus hijos, viendo en las lágrimas de sus ojos lo bien que
ha vivido, lo afortunado que es de haber llegado a este mundo llorando y
gritando cuando los demás reían, y hacerlo al revés, con “el fantasma de su
última risa congelado para siempre en sus labios”, o algo así.
Imagínatelo susurrando sus últimas palabras de amor,
echando un vistazo en dirección a la estantería que guarda los recuerdos de
toda una vida: desde el señor de oro, el color con el que todos sueñan,
sosteniendo una espada y clavándola en una cinta de cinematógrafo, hasta
aquellos 7 libros, pasando por las fotos de los rodajes, de las cuales hay que
destacar la de aquellos tres chiquillos que se reían. Qué buenos momentos de la
saga de una vida, qué afortunado ha sido de poder vivir de lo que más adoraba,
de descubrir talentos en los demás y en sí mismo.
Su mente se apaga para siempre, y lo último que oye de la
frase de su esposa, “te querremos por siempre”, se tatúa en su alma, que cierra
sus ojos espirituales un segundo.
Ni siquiera piensa en que ésa fue la última palabra que
dijo en aquellas películas, la manera de despedirse de un público que lo odió
en vida y lo adoró en muerte. Ni siquiera se le pasa por la mente el nombre de
ninguna Lily, ni de ningún fantasma con esencia de cervatillo. Sólo hay un
siempre, y con eso es más que de sobra.
Su alma vuelve a abrir los ojos, y ya no está en su cama,
ni en la habitación, ni en su casa. Ni siquiera está en el mundo. Hay unas
puertas doradas, que se abren para él. Imagínatelo observando la figura que se
acerca en su dirección, con la mano tendida.
-¿Richard?-y, a pesar de que no está con su familia,
sonríe.
-Alan-saluda el otro, sonriendo y asintiendo con la
cabeza. Después de tanto tiempo, casi 20 años, es como si se hubieran visto el
día anterior-. Cáncer, ¿no es cierto?
Alan asiente.
-Suerte que aún les quede Maggie. Es curioso, ¿verdad? Quiero
decir, nosotros, muriendo en el orden en que se suponía que teníamos que
hacerlo. Maggie siendo siempre el último rayo de esperanza, la primera varita
en alzarse para eliminar la Marca Tenebrosa.
Alan vuelve a asentir; le da la impresión de que le
brillan los ojos con las lágrimas de los recuerdos del pasado… lágrimas que
esta vez, nadie va a recoger para escrutar su significado.
-Siempre quise cumplir mi promesa, ¿sabes?-dice Alan,
aceptando la mano que le ayuda a atravesar esa puerta alfombrada con nubes-. Tener
80 años. Seguir leyendo los libros. Que alguien me preguntase si, después de
todo este tiempo, seguía leyéndolos. Y yo decir llorando que “siempre”.
-No debes tener miedo ahora, amigo. Ellos lo entienden. Saben
que para una mente bien organizada, la muerte no es más que la siguiente gran
aventura.
Las puertas de oro se cierran. Imagínatelos sonriendo.
No pasa nada que todo eso suceda en tu cabeza. Claro que
lo hace. Pero, ¿por qué debería significar que eso no es real?
Jesus mis ojos parecen las cataratas del Niágara :'(
ResponderEliminarHasta siempre, profesor x
</3
EliminarDespués de esto lo único que puedo hacer es pedirte un favor.
ResponderEliminarNo dejes de escribir jamás.
Te adoro.
EliminarDe eso que casi no puedo acabar de leerlo porque las lágrimas me lo impedían.
ResponderEliminarAlways x
Aw ♥
EliminarOjalá nunca dejes de escribir.
ResponderEliminarSin más.
Eres un amor, jo. Muchas gracias ♥
EliminarPrecioso texto, ojalá haya pasado eso de verdad (lo de Richard).
ResponderEliminarbesitos
Gracias, Shine. Un beso ♥
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