sábado, 5 de noviembre de 2016

Luz y oscuridad.

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Dentro de poco tendréis más detalles 



No podían hacernos esto.
               No podían separarnos, no así. Se veía a simple vista que Scott estaba mal. Con un mero vistazo un poco más profundo, bastaba para ver cómo estaba sufriendo en silencio, reconcomiéndose a sí mismo, alimentando su rabia con cada segundo que pasaba sin exteriorizarla.
               Me dolía en el alma mirarlo, pero más me dolía ver cómo él intentaba hacer caso omiso de sus emociones, de su malestar, y se afanaba en sonreír y hacer como que todo estaba bien, porque veía que me lo hacía pasar mal si él lo pasaba mal.
               No había tardado ni dos segundos en desechar el pensamiento de que estaba con Eleanor, por una razón muy sencilla que no tenía nada que ver con él, y todo que verlo con mi hermana: Scott podría enamorarse de ella, sí, vale, Eleanor era muy guapa y el roce hacía el cariño, y ella se mostraba predispuesta a seducirlo a la mínima oportunidad…
               … y no tenía sentido que esperara años y años, que tonteara a cada oportunidad que se le presentaba, para terminar enrollándose con media discoteca a la mínima oportunidad.
               Tenía que haber otra Beatrice en nuestro entorno, una en la que no hubiera pensado aún. Eleanor no le pondría los cuernos a Scott ni por todo el oro del mundo.
               No, mi amigo se había enamorado de una zorra que no se lo merecía, pero esa zorra no era mi hermana.
               Me pasé los días que aún nos quedaron juntos en el instituto comiéndome la cabeza, pensando en qué chica cuya existencia se me escapaba era la causante de todo el sufrimiento de mi amigo. Dios, si incluso desbloqueé a Ashley en Facebook sólo para comprobar que no conociera a Beatrice con ojos marrones en su lista de amigos (conocía a tres, dos de ojos claros, y una tercera, de ojos oscurísimos, pero que actualmente residía en Hawái, a juzgar por las fotos que había subido varios meses cotejando el cielo nocturno –vaya, qué de estrellas, puede que tengamos que ahorrar e ir allí cuando nos graduemos-y la información que aparecía en su perfil, por lo que podíamos descartarla).
               Estaba precisamente sumido en una de esas búsquedas espirituales, sin prestar atención en clase, cuando llamaron a la puerta y apareció Kate por ella, con las mejillas coloradas por el esfuerzo de transportar su sobrepeso hasta la planta superior del ala oeste del edificio en el que nos encontrábamos. Pidió perdón por interrumpir la clase y llamó a Scott.
               Tanto Scott como yo nos volvimos al otro Scott que había en la clase, el que siempre se metía en movidas y del que ningún profesor se fiaba ya. Creían que era el principal camello del curso y que él provocaba las peleas más gordas por culpa de sus drogas; nadie sabía que la que tenía la mercancía era, en realidad, Tam.
               La sorpresa y confusión fue monumental cuando Kate aclaró el apellido el Scott al que venía a buscar. Y no era el camorrista. Era mi Scott.
               Nos miramos un segundo, preguntándonos qué habríamos hecho (era martes, por favor, acabábamos d volver de vacaciones, todavía no nos había dado tiempo a liarla), y luego empezamos a levantarnos.
               Noté cómo el color huía de mi rostro cuando Kate dijo que sólo venía a por Scott.
               Tenía que ser un error.
               Nadie, nunca, venía sólo a por Scott. Yo iba en el pack también. Éramos como los yogures: íbamos juntitos, en packs indivisibles, éramos diferentes en cuanto a sabor, pero no se nos podía separar por eso.
               Yo entendí mucho antes que él a qué se debía lo de su llamada al despacho del director.
               Y también entendí antes que él por qué le decían que recogiera sus cosas para no dar más viajes.
               Iban a echarle la bronca del siglo, quién sabe qué le harían.
               Iban a machacarlo, y por culpa de la gilipollas de mi hermana.

               Me volví hacia las mesas de detrás de mí; Alec me devolvió una mirada confusa mientras Bey se frotaba los dedos, unos contra otros, por debajo de la mesa, con la vista clavada en la puerta por la que estaba saliendo Scott. Tam había dejado de insuflar aire a su chicle, dejando un globo a medio fabricar, y Logan fruncía el ceño. Clavó los ojos en mí cuando Scott cerró la puerta; Jordan y Max, en las mesas de al lado, se quedaron mirando el sitio vacío que Scott acababa de desocupar, como si no pudieran creerse que la gente se moviera, se trasladara y se mudara, sin dejar ningún tipo de huella de su presencia en un determinado lugar.
               Con el chasquido de la puerta al cerrarse, todo el mundo empezó a especular por qué habían llamado a Scott. ¿sería por una beca de matemáticas? Era bueno con los números, pero, tía, en los exámenes no lo hacía tan bien. ¿Se le habría muerto algún familiar? No, no le harían llevarse la mochila. ¿Y si se había muerto un familiar cercano?, había insistido alguien, añadiendo después que tenía tres hermanas, una de ellas iba aún al colegio y…
               -Katie, si sigues por ese camino te estampo la cabeza contra la pared-gruñó Tam, porque la muy subnormal de Katie no parecía percatarse de sus miradas envenenadas. Katie sólo agitó su coleta rubia y se volvió hacia su amiga, cuchicheando que no debía de ser el caso, porque si algo les había pasado a sus hermanas, me habrían llamado a mí para tranquilizarlo….-Tía, ¿eres sorda? ¿Le tengo que pedir a Alec que te meta la polla en la garganta para que te calles?-tronó, y tuvo suerte porque podría haber acompañado a Scott cuando lo pusieran de patitas en la calle por aquel comentario, pero la profesora estaba ocupada intentando mandarnos callar. Katie se volvió hacia Tam.
               -¿Qué pasa, Tamika?-toda la clase se quedó callada, escuchando la pulla-. ¿Ya no conseguís atraerlo vosotras, y tiene que desfogarse con otras?-se escucharon varios “uuh” secundando su posición. Tam iba a responder, pero Alec se le adelantó.
               -Poco iba a poder desfogarme contigo, Kat, si de mamadas estamos hablando.
               Un coro superior de “uuuuuh” siguió la intervención de Alec, que se mordió el labio y le dedicó su mejor sonrisa de Fuckboy®. Katie se pasó la lengua por los dientes.
               -Ojalá comieras coños como contestas en clase, Alec-atacó, y varios tíos se echaron a reír.
               -Katie-recriminó la profesora, pero Alec la acalló con un:
               -Ojalá se te ocurrieran respuestas tan buenas como los polvos que te dejas echar en Halloween, muñeca.
               Katie enrojeció de rabia y se dio la vuelta mientras nuestro grupo de amigos se echaba a reír, sus amigas le lanzaban miradas envenenadas a Alec, acompañadas de los típicos “capullo”, “imbécil”, “prepotente” y demás a los que estaba tan acostumbrado, y la profesora gritaba su nombre.
               -¡Alec! ¡¿Se puede saber qué te pasa hoy?!
               -Es que me enerva que no se aprecie la existencia de la princesa Anastasia, Lucy-sonrió Alec, y las carcajadas de la clase fueron generales, salvo por aquel sector de furioso silencio que se apresuró en clavar las miradas en la pizarra cuando Lucy se puso a hacer una esquema de la cronología de la revolución que, por supuesto, yo no copié.
               Todavía nos quedaba una clase más que aguantar, por lo que no podría confirmar mis sospechas hasta bien entrada la tarde, después de comer y poder ir a casa de S. Le mandé varios mensajes, incluso le llamé, pero su teléfono permanecía apagado.
               -Puede que Sherezade se lo haya quitado-aventuró Jordan-, después de echarle la bronca del siglo.
               -Pobre chaval-Alec sacudió la cabeza-, si Sherezade se pusiera a darme gritos, creo que tardaría como dos nanosegundos en empalmarme-espetó. Bey se lo quedó mirando.
               -¿Puedes dejar de ser un obsesionado del sexo dos putos segundos?
               -¿Por qué?-Alec sonrió-. ¿Qué quieres hacerme durante esos dos segundos?
               -Eres insoportable-masculló Bey, poniendo los ojos en blanco, aunque yo agradecí que Alec se pusiera en ese plan chulito, porque así no tendría que escuchar el monólogo interior de Logan sobre por qué habrían expulsado a Scott, y si nosotros estábamos en peligro.
               -Fijo que fue por lo de Simon-soltó Max, para añadir más leña al fuego. Todos lo miramos un segundo; Alec se cruzó de brazos, mordiéndose el labio y echando un vistazo en dirección a la puerta. Nos habíamos apelotonado en la esquina más alejada posible del pasillo de nuestra clase, y el susurro de Max hizo que todos nos pusiéramos aún más tensos, bajando automáticamente la voz-. ¿Creéis que nos habrán pillado a los demás?
               -Si os hubieran pillado, os habrían mandado llamar a vosotros también-reflexionó Bey. Su hermana asintió mientras Logan se pasaba la mano por la mandíbula.
               -¿Se lo conseguirán sonsacar a Scott? Ya sabéis. Quiénes estuvimos con él-le lancé una mirada envenenada, porque Scott no era de los que iba vendiendo a la gente a la mínima oportunidad, pero me ignoró, o no se percató de ella. Estaba demasiado ocupado mordiéndose las uñas.
               -Es pos…-empezó Jordan, y cambié la mirada venenosa de dirección, pero no fue eso lo que hizo que se callara, sino el argumento aplastante de Alec:
               -No-sentenció, seguro de sí mismo-. Scott no haría eso, especialmente si tenemos en cuenta que su hermana estaba con nosotros.
               -¿Sabrae?-preguntó Karlie, estupefacta, que había llegado a última hora y había ocupado el sitio de Scott a mi lado. Alec puso los ojos en blanco; la sola mención de esas seis palabras juntas, en ese determinado orden, bastaba para sacarlo de sus casillas últimamente.
               -No, K-replicó, bufando-. Nos llevamos a Duna, que nos ayudó a pegarles una paliza, y luego la desvirgamos entre Max, Logan, y yo. Lógicamente, Scott no le hizo nada, porque eso de follarse a una hermana está mal visto.
               -¡Alec!-recriminó Bey, pero él no le hizo el menor caso.
               -¡Claro, Karlie, tía, ¿a quién nos íbamos a llevar si no?! ¿A Shasha?
               -Podría matarlos de aburrimiento hablándoles de la música de los chinos esos que le gustan-sonrió Jordan, y todos nos lo quedamos mirando.
               -¿Te das cuenta de que te estás metiendo con una niña de 12 años que ni siquiera está aquí?-soltó Logan, Jordan puso los ojos en blanco e ignoró la pulla de Alec, sacudiendo la cabeza y diciendo que cada día le daba más asco, que hiciera el favor de suicidarse.
               Karlie pidió que la pusiéramos al corriente, y frunció el ceño a medida que iba avanzando la historia.
               -¿Estáis seguros de que no os venderá?
               -Es Scott-repliqué, tajante, dispuesto a defenderlo hasta mi último aliento. Saltaría a un foso lleno de híbridos de leones y cocodrilos hambrientos sólo para evitarle un mínimo de sufrimiento.
               Pero Karlie no parecía muy convencida.
               -No sé, no me parece justo que él pague por…
               -¿Tú me delatarías, Karlie?-preguntó Max, y ella se miró los pies.
               -No-dijo con un hilo de voz.
               -Pues Scott no va a hacer lo mismo. Es como fiel como un perro.
               -Más bien como una perra. En celo-intervino Alec, y todos lo miramos. Se encogió de hombros-. Ya sabéis. Por todo lo que folla.
               Tamika parpadeó.
               -Qué ganas tengo de que te dé una puta trombosis, Al.
               -¿Para que me cuide tu hermana y tener vuestra habitación para ti sola?
               -¿Alguien me recuerda por qué demonios no lo dejamos abandonado en el aeropuerto de Chipre el verano pasado, cuando hubo overbooking?-espetó Bey, frotándose las sienes, mirándonos a todos alternativamente.
               -Es bueno en el baloncesto-explicó Logan.
               -¿Sólo en el baloncesto?-protestó Al-. Estoy seguro de que Bey tiene un par de cosas más que aportar a la lista de cosas en las que soy bueno, ¿eh, nena?-le dio con la cadera. Bey puso los ojos en blanco.
               -¿Produciéndome náuseas?
               -¿Ese eufemismo utilizáis ahora las mujeres para cuando tenéis muchas ganas de que un tío os empotre?
               Bey se limitó a parpadear, sin decir nada.
               -¿Qué pasa, Bey, se te ha comido la lengua el gato o la estás reservando para…?
               -Sabrae-dijo solamente, sonriendo con malicia. A Alec se le borró la sonrisa de la cara.
               -Cómeme la polla, Beyoncé.
               Bey se echó a reír y se colgó de su cuello, Alec se sentó y se apartó de ella mientras entraba el profesor.
               -A mí no me hace ni puta gracia-soltó, apartando la cara de ella, para no tenerla al alcance de su lengua, que sacaba como aquel bicho en la película de Sigourney Weaver, ¿cómo se llamaba?
               Karlie dio un brinco cuando sonó el timbre y me levanté como un resorte. Me despedí de los chicos con la mano levantada, diciéndoles que les contaría las novedades en cuanto las supiera, y salí de clase el primero, al igual que del instituto.
               Lo bueno de que Eleanor estuviera insoportable era que ya no me esperaba para ir a casa, sino que Sabrae quedaba con ella a la puerta del instituto y, juntas, andaban el trayecto hasta nuestras casas sin dejar de parlotear sobre sabía Dios qué.
               Estaba doblando la esquina de mi calle cuando me sonó el móvil. Me lo saqué del bolsillo, rezando porque fuera Scott despotricando en mil idiomas diferentes, y me puse pálido al descubrir el nombre de una diosa griega, de una canción de nuestros padres, la primera con nombre de chica, y de una antigua princesa a la que habían asesinado al poco de recibir la corona.
               Deslicé el dedo por la pantalla y descolgué.
               -¿Dónde estás?-exigió Diana, antes de que pudiera saludarla, o pedirle perdón.
               -Lo siento, lo siento, lo siento, Didi. Estoy llegando a casa-bufó al otro lado de la línea-. Me había olvidado de ti, perdona, es que…
               -Eso, tú arréglalo, inglés-espetó, furiosa.
               -No, mira, de verdad, es que han llamado a Scott al despacho del director, y no me coge el teléfono, así que tenía que venir pronto para ver qué le pasa, espero que lo entiendas.
               Diana chasqueó la lengua.
               -Vas de puta madre este año, sí señor-comentó-. Que seáis muy felices tú y él-y colgó sin despedirse. Lo cierto es que me lo merecía, pero no necesitaba que se me pusiera en ese plan precisamente ahora. Bastantes cosas tenía ya en la cabeza como para volver a cagarla con ella, y que ella volviera a castigarme con su fría indiferencia como lo había hecho días atrás.
               Metí las llaves en la puerta de casa y la empujé con mi cuerpo mientras giraba la muñeca. Tiré la mochila en el suelo del hall y empecé a quitarme la camiseta. Mamá levantó la vista del sofá y frunció el ceño.
               -Tommy, ¿qué se supone que estás…?
               -Tengo prisa-corté, y ella alzó las cejas-, voy a cambiarme-me desabroché el cinturón de los pantalones-, ¿la comida?
               Alzó las cejas.
               -¿Quién coño te crees que soy yo? ¿Tu puta esclava? ¿O un ama de casa triste que necesita llamar a un prostituto para echar un polvo? Haz el favor de desvestirte en tu habitación-empecé a subir las escaleras de dos en dos-. ¡La camiseta!-tronó, me giré sobre mis talones, casi me caigo por las escaleras, recogí la camiseta y salí corriendo escaleras arriba. Me quité la ropa en el pasillo, la tiré encima de la cama y me puse la sudadera más calentita que tenía, los vaqueros más cómodos de mi armario y las zapatillas de andar por casa. Bajé cómo un bólido hasta la cocina, saqué las cosas de comer, coloqué la olla en la mesa y me serví apenas una cucharada del estofado que había hecho mamá.
               Estaba bebiendo un vaso de agua para obligarme a tragar el pan cuando ella entró en la cocina y se me quedó mirando, estupefacta.
               -¿Qué coño estás haciendo?
               -Tengo prisa-expliqué, porque mi madre era española, el inglés no era su lengua materna, y puede que necesitara, por primera vez en su vida, que su puñetero hijo le repitiera algo de lo que le había dicho en el idioma de sus suegros.
               -¿Ahora eres bombero, y no nos habías dicho nada?-ladró, acercándose y quitándome el plato.
               -¡Tengo que ir a ver a Scott!-protesté.
               -¿Se está muriendo?
               -¡Qué más dará, señora!-troné, y me cruzó la cara sin previo aviso, porque no le gustaba que me pusiera chulo con ella, ni tampoco que la llamaran señora.
               -Tengo 37 años-empezó, y yo alcé las palmas de las manos.
               -Sí, mamá, eres una muchachita y yo soy un bebé recién nacido, ¿por favor, puedo seguir comiendo? Tengo que ir a ver a Scott, seguro que me necesi…
               -Vas a esperar a los demás-sentenció.
               -Será puta coña-solté sin poder contenerme, y levantó la mano, y yo me eché para atrás.
               -Todavía el único pan que vas a comer vendrá en las hostias que te voy a dar yo, si sigues en este plan-acusó, tomando aire y expulsándolo sonoramente-. Voy a fingir que no te has levantado en plan gallito, a achacar esta chulería a que se te acaban de terminar las vacaciones y no has dormido lo suficiente, y voy a fingir que no eres un maleducado de mierda que quiere comer antes que los demás. Aunque la culpa no es tuya-me puso una mano en el hombro-, la culpa es mía por no saber domesticarte bien, pero todavía estamos a tiempo de hacer de ti una persona decente y con modales, ¿no?
               Me la quedé mirando.
               -Pues no como-dije por fin.
               -Pues no comas-asintió, quitándome el plato-, pero no vas a salir de esta casa hasta que todo el mundo haya llegado.
               Se fue a por mis hermanos, por lo menos cogió el coche, después de amenazarme con encerrarme en el sótano durante dos años si se me ocurría poner un pie en el porche. En cuanto se marchó, abrí la puerta de la calle y me puse a saltar con rabia en el jardín, para que viera que soy Divergente y no puedo ser controlado.
               Es coña.
               Lo de que soy Divergente, quiero decir.
               Lo de dar saltos en el jardín es verdad; ojalá hubiera venido antes y hubiera visto que yo tenía voluntad propia y que no era mi dueña.
               Diana y Eleanor fueron las primeras en llegar; me encontraron sentado sobre mis piernas en el sofá, mirando la televisión sin verla realmente. Eleanor clavó los ojos en mí un momento, preguntándose por qué no estaba histérico, después de lo que le habían contado sobre Scott, pero no hizo ademán de entablar conversación conmigo.
               Diana ni siquiera me miró, ni yo la miré a ella.
               Nos sentamos en extremos diferentes de la mesa, y sólo nos percatamos de la presencia del otro cuando le pedí que me pasara el agua. Diana se me quedó mirando, sus ojos verdes impenetrables como la selva a la que me recordaban, y estiró el brazo para acercarme la botella.
               Unos tres centímetros.
               Me tenía tan hasta los huevos.
               A Eleanor le pareció la cosa más graciosa del mundo.
               Las dos me tenían muy hasta los huevos.
               -Diana-exigió mi madre, y la americana se levantó, me estiró la botella y susurró un desapasionado “de nada” cuando yo le di unas gracias aún más neutras. Mamá nos miró alternativamente sin decir nada, me dio por perdido cuando me levanté a recoger los platos a toda velocidad, y me instó a quedarme y comer postre, cuando mis hermanos siempre estaban excusados de la mesa si no querían comer más.
               Cogí una manzana, la alcé en alto y ella asintió con la cabeza.
               -Luego vienes y friegas los platos-ordenó, le grité una afirmación y salí pitando de casa. Dejé la manzana en el hall, con suerte, alguien la encontraría y se la comería para no dejar ninguna prueba de mi crimen.
               La tensión que había en casa de los Malik era palpable incluso desde fuera. Llamé al timbre y esperé a que me abrieran, aprovechando para recuperar el aliento. Zayn me abrió la puerta, alzó las cejas, y no dijo nada, esperando a que yo hablara.
               -Hola-dije-, ¿Scott?
               Hizo un gesto con la cabeza en dirección a las escaleras, se apartó para que pasara, y cerró la puerta despacio mientras yo me adentraba en el corazón de su hogar.
               No llamé a la puerta de la habitación de mi amigo; entré directamente y me presenté allí. Scott estaba tirado en la cama, con su sudadera roja de Deadpool haciendo que pareciera un charco de sangre con cabeza y piernas. Abrió los ojos y me miró, cansado de todo.
               Había envejecido como dos décadas en aquellas dos horas desde la última vez que lo vi, y la luz de su interior se había apagado sin dejar el más mínimo rastro de su presencia. Ni un mínimo fulgor de esperanza, ni de ilusión por estar vivo, se veía en sus ojos. Todo el dorado que había recibido de Sherezade había desaparecido, sustituido ahora por un amarillo sucio, pardo, que no te permitía pensar en el sol.
               Se incorporó y se frotó la mejilla con la manga de la sudadera, esperando a que hablara. Cuando por fin conseguí reunir el suficiente aire dentro de mis pulmones, inquirí:
               -¿Qué ha pasado, tío?-me costó empezar a hablar, pero una vez lo hice, lo difícil fue callarme-. ¿Por qué te han hecho irte así? Te he llamado un par de veces, pero tienes el teléfono apagado, ¿te has quedado sin batería?
               Típico de mí, pregunto gilipolleces cuando no debo, o sea, a todas horas.
               -Me han expulsado-explicó con voz neutra, de ultratumba, carente de toda emoción. Me estremecí, lo había escuchado hablando exactamente así otra vez. Hacía un par de años, tirado en esa misma cama, con un bote de pastillas en la mano.
               -¿Eh?-espeté, seguro de que no lo había oído bien. Si todo era por Eleanor y Simon, habrían tomado las medidas que habían tomado mucho antes, al poco de mandarlo al hospital. No tenía el más mínimo sentido, ni pies ni cabeza.
               Scott empezó a contarme todo lo que había pasado. Me senté a su lado y él, instintivamente, se acercó a mí. Yo también me acerqué a él, le puse una mano en la rodilla y él hizo lo propio, tocándome el codo. No sé por qué, pero siempre que nos sentíamos mal, necesitábamos tocarnos; era como si fuéramos la mitad de un todo y sólo con el contacto sintiéramos que nos íbamos a volver a poner bien. Me contó lo del vídeo, y yo le di un suave apretón en la rodilla; se detuvo un par de veces, porque estaba hablando demasiado deprisa y necesitaba coger aire, pues estaba exhausto, yo le dije que no pasaba nada y que teníamos todo el tiempo del mundo; pasó entonces a contarme la conversación con Fitz, cómo le ofrecieron marcharse sólo un mes pero, me miró a los ojos, él prefería palmarla a decir quién más había estado con él, tenía que creerlo, Tommy, él no había dicho…
               -Ya lo sé, S, ya lo sé-sonreí, triste, acariciándole la nuca. Él también sonrió un poco, pero mínimamente, antes de continuar con la bronca de sus padres, pasar por encima de lo de Sabrae, y pedir perdón porque a Sherezade sí que le dijo con quién había estado, y por qué se había peleado.
               Se quedó callado unos segundos antes de que yo empezara a despotricar, diciendo que no me parecía normal que lo echaran, que si fuéramos y explicáramos lo que había pasado, que si convencíamos a Alec, Logan y Max para que fueran a dar la cara, probablemente volvieran a readmitirlo, y que no era nada justo que lo echaran cuando él no había hecho nada más que defender a la gilipollas de mi hermana. Pasé entonces a protestar porque no era justo nada de lo que no pasaba, incluso fantaseé con la posibilidad de pedirle a Tam droga y asegurarme de que me pillaran pasándola para que me echaran a mí también y poder estar juntos, porque los dos estábamos mal y lo último que necesitábamos era estar separados precisamente ahora…
               -No digas gilipolleces, T, tío-protestó, y puse los ojos en blanco.
               -Pues, ¿qué sugieres que haga, S, tronco? Joder-me pasé una mano por el pelo-; no puedo tenerte lejos, especialmente ahora que estás mal…-empecé; la sola idea de dejarlo solo durante toda la mañana para que se comiera la cabeza por aquella zorra sin rostro me aterrorizaba-; y, bueno, yo tampoco estoy bien, ¿sabes?-solté, tal era mi incontinencia verbal-. Suena egoísta-porque eres egoísta, Thomas-, pero te necesito cerca; las cosas con Diana siguen un poco tensas y luego está la gilipollas de Eleanor-solté, y algo en su expresión cambió, pero yo estaba demasiado ocupado siendo un gilipollas integral que protesta por gilipolleces sobre las que no tiene nada que decir como para darme cuenta-, que me amarga la vida cada vez que entro en casa; es que, de verdad, ¡no sé qué pollas le pasa últimamente, pero está a la que salta! Debe de pasarle algo con ese puto novio que tiene, que no se la tira como es debido, o lo que sea-bravo, Tommy, ¿estás llamando malfollada a tu hermana?-, pero, ¿por qué tiene que pagarla conmigo? No tiene puto sentido, y…
               -Tiene todo el sentido del mundo-espetó él, duro, en un tono bastante más duro del que me merecía en ese instante. Ya no nos estábamos tocando, había un mínimo espacio entre nosotros, pero espacio, al fin y al cabo. Me lo quedé mirando. Yo también tenía problemas, joder, y desde hacía más tiempo que él; estaba Diana, estaba Layla, estaba Megan. Llevaba sin estar bien del todo durante meses, ¿y ahora él se hacía el más jodido de los dos? Él se había enrollado con una zorra, pero yo me había enamorado durante años de otra; nuestras situaciones no eran comparables, y no tenía ningún derecho a ponerse así, menos aun cuando lo único que yo quería era animarlo un poco.
               -¿Sí?-gruñí-. Pues yo no se lo veo. ¿Tendrías la amabilidad de ilustrarme?
               Se echó a reír, cínico, y ahí empezó a cabrearme. No tenía ni idea de hasta qué punto me iba a poner de mala hostia por su culpa.
               -Joder, Tommy, llevas meses sin ver nada-me recriminó, y yo alcé las cejas. No era mi culpa que todo el mundo hubiera sabido que Megan era una zorra nada más verla, pero que nadie me lo hubiera dicho hasta que su naturaleza se hizo innegable-; es más, podrías pillarnos follando-continuó, y yo fruncí el ceño, ¿qué?-, y no darte cuenta de que el novio de Eleanor soy yo-espetó, y se me quedó mirando un momento, antes de que una sonrisa cínica, victoriosa, apareciera en su boca. Odiaba esa sonrisa.
               Pero más odiaba la implicación de lo que me parecía haberle escuchado decir.
               -¿Qué acabas de decir?-exigí.
               -Era yo quien salía con Eleanor-repitió, y fruncí el ceño. ¿Scott y Eleanor? No, ni de coña, ella no le haría eso, ella no se enrollaría con otros si de verdad estaba con él, y él no le dedicaría una canción, porque, para empezar, no empezarían nunca, Scott me lo había prometido… ¿o sí?
               El piercing de Eleanor.
               El puto aro de su oreja.
               Miré el labio de Scott mientras él seguía hablando.
               -Y sí, supongo que, si está de mala hostia, es porque ya no me la tiro-la manera en que lo dijo, como si mi hermana fuera una especie de juguete al que dejar abandonado en un rincón cuando te cansabas de él no hizo más que cabrearme más. Porque, sí, podía cabrearme más. Me hervía la sangre, tenía los nudillos lívidos de la fuerza con la que apretaba los puños: noté que me estaba haciendo sangre, o que no tardaría en hacérmela a este paso.
               Me separé un poco de él, hasta ponerme en pie. No soportaba tenerlo tan cerca, estar casi tocándonos, sentir la energía que me transmitía, feroz, como una estrella al otro lado del sistema que amenaza con quitarte a todos tus planetas. No se lo vas a permitir.
               -¿Te has liado con mi hermana?-ladré, clavando la vista en él, que me sostuvo la mirada, desafiante. Había una altanería en sus ojos que hacía mucho que no se manifestaba: cuando nos peleábamos y se metían con él y sus ligues, cuando alguien hacía referencia a alguna chica a la que no conseguiría tirarse (era Scott Malik, claro que conseguiría acostarse con quien quisiera, en eso consistía su esencia).
               Mi hermana no era más que eso para él.
               La muy estúpida se había pillado pro alguien que no la valoraría como ella se merecía nunca.
               Eleanor era un juguete, y a Scott le encantaba jugar, se le veía en los ojos. Puede que la primera vez que se encontraran la hubiera querido, puede que lo hiciera, pero era como a una hermana pequeña, como yo podría querer a Sabrae. Y sí, Sabrae estaba buena, vale, pero yo no le tocaría un pelo, porque la respetaba, porque respetaba a Scott.
               -Sí-dijo solamente, con un tono de chulería en la voz que hizo que las últimas neuronas que abogaban por el autocontrol se apagaran.
               Y el caos se apoderó de mí.
               Ni siquiera fui consciente de lo que hice hasta mucho después de salir de su casa y quedarme parado en la calle sin saber muy bien adónde ir.
               Lo único que podía sacar en claro fue cómo me dolió abalanzarme sobre él y que ni siquiera se defendiera, que no intentara con más insistencia hacerme entrar en razón, hacer ver que era él, que le habían roto el corazón porque había querido demasiado y que podía volver a hacerlo. Me hacía mucho daño imaginármelos a los dos, esperando a que yo me marchara para estar un poco juntos, riéndose porque yo no me enteraba de lo que sucedía.
               Y me dolía cuando recordaba con qué ligereza había sacado el tema de Diana y Layla. No lo sé, Thomas, ¿desde que tú decidiste que no te bastaba con follarte a Diana, sino que también tenías que tirarte a Layla?
               Pero cuando pensaba en lo último que me había dicho, me empezaba a dar vueltas la cabeza, me dolía el pecho y sentía que no podía respirar. Cierra la puerta al salir.
               Eso sólo podía significar una cosa.
               No vuelvas, Tommy.
               17 años juntos a la puta mierda, sólo porque él no podía mantener los pantalones abrochados en situaciones de emergencia.
               Me había destrozado la vida, nos la habíamos destrozado el uno al otro.
               Pero la culpa no la tenía ninguno de los dos.
               La culpa venía de alguien más caprichoso que nosotros dos juntos.
               Con la determinación y fijeza de quien tiene una nueva meta en la vida justo cuando cree que tendrá que abandonar la carrera porque no sabe en qué dirección correr, me levanté del bordillo en el que me había sentado para intentar ordenar mis pensamientos y me dirigí a mi casa. Ella nos habría destrozado a los dos, pero yo iba a destrozarla a ella.
               Me pasé la mano por la boca cuando abrí la puerta, como limpiando los restos de todas las cosas que le había dicho a Scott, no fuera a ser que terminara envenenado, y subí las escaleras de dos en dos en dirección a su habitación.
               Estaba tirada en la cama, contemplando la pantalla de su móvil con el entrecejo fruncido. Ni siquiera me miró cuando entré en su habitación, estaba demasiado ocupada tecleando en la pantalla.
               -¡TÚ, ZORRA!-bramé, y ella me miró, extrañada-. ¿CÓMO ES ESO DE QUE TE HAS LIADO CON SCOTT?
               Sus ojos chispearon con estupefacción un segundo antes de que de su rostro huyera todo color. Se puso pálida y me miró.
               -¿Qué? ¿Cómo te…?
               -¡TE CALLAS!-ladré-. ¡AHORA SOY YO EL QUE HABLA!-se hizo un ovillo y esperó a que siguiera hablando; me miraba con unos ojos como platos, inmensos, del tamaño de Rusia-. ¿HAS ESTADO TIRÁNDOTE A SCOTT?-me acerqué hasta ella y me quedé observándola, con los brazos en jarras. Asintió lentamente con la cabeza-. ¿Y CÓMO SE TE OCURRE ACERCARTE A ÉL?
               Tragó saliva, se mordió los labios y se encogió de hombros.
               -Tommy…-empezó.
               -¡Ni Tommy ni hostias! ¡ALÉJATE DE ÉL! ¡¿Sabes lo mal que lo ha pasado por tu culpa, zorra de mierda?! ¡¿Sabes lo mal que lo ha pasado por las tías como tú?! ¿Cómo tienes los cojones de decir que te gusta y luego te vas morreando con medio instituto en sus narices? ¿¡Desde cuándo eres tan puta, Eleanor!?
               -Yo no quería…-empezó, y me dieron ganas de partirle la cara, pero bastante violencia había exteriorizado ya.
               -¿No querías qué? ¿Meterle la lengua en el esófago a todo el que se te pusiera por delante? ¿SABES CÓMO ESTÁ? ¡Y TODO POR TU CULPA, TUYA Y DE TUS CAPRICHITOS! ¡ESTOY HARTO DE TI, Eleanor, ESTOY HARTO DE QUE NO NOS DEJES EN PAZ, ESTOY HARTO DE QUE APROVECHES CADA MÍNIMA OPORTUNIDAD PARA INTENTAR ARRASTRARLO A TU LADO! ¡ÉL NO TE QUIERE, Eleanor, SÓLO LE IMPORTAS PORQUE ERES MI HERMANA! ¡LO ÚNICO QUE LE GUSTA DE TI ES TU APELLIDO, Y PORQUE ES EL MISMO QUE EL MÍO! ¡NO LE IMPORTAS! ¡YO SÍ LE IMPORTABA, Y AHORA HAS JODIDO LO QUE TENÍAMOS ÉL Y YO!-bramé, y ella se hacía más y más pequeñita-. ¡Le han expulsado por tu culpa, te defendió cuando estabas con ese otro gilipollas, y tú vas y se lo pagas seduciéndolo y luego poniéndole los cuernos todavía con más ganas que la otra zorra con la que se lió! ¿Cómo puedes ser tan miserable?
               -¿Le han expulsado?-susurró con un hilo de voz, le brillaban los ojos, pero esos trucos baratos de actriz de telenovela de la hora de la siesta no iban a funcionar conmigo.
               -¡No te hagas la inocente conmigo, niña de mierda! ¡Seguro que ya te lo olías! ¿Te dábamos envidia? ¿Tantas ganas tenías de tenerlo, que si no lo podías tener tú, no iba a poder ser feliz con nadie?
               -Yo le quiero, Tommy-susurró, abrazándose a su cojín, sus ojos se ahogaban cada vez más y más.
               -¿No había otro, joder? ¡De todos mis amigos, has tenido que elegir precisamente a Scott!
               -Es el único que…-empezó, pero yo la corté.
               -¿Te gusto yo también, Eleanor?
               Se quedó lívida.
               -¿Qué?-susurró, en voz tan baja que apenas pude oírla, pero la adrenalina que me corría por las venas, adrenalina alimentada por la rabia y la tristeza de lo que me acababa de pasar con Scott, hizo que la escuchara alto y claro, como si hablara a través de un altavoz.
               -¡Que si también te gusto yo, Eleanor, joder, porque Scott es como tu hermano, y por esa regla de tres…!
               Eleanor se envaró.
               -¡Madre mía, Tommy, qué puto asco! ¡Aparte, Scott es un hermano para ti, no para mí! ¿CÓMO TE ATREVES A COMPARARTE CON ÉL?
               -ME COMPARARÉ CON ÉL SI ME DA LA GANA, QUE POR LO MENOS ESTOY A SU ALTURA, TÚ NO LE LLEGAS NI A LA SUELA DE LOS ZAPATOS.
               -Eso no es lo que me decía cuando estábamos solos-replicó, llena de sí misma; atrás había quedado su cuerpecito asustado y su ser amedrentado. Me miró con chulería, y no pude soportarlo.
               La agarré de los hombros y la pegué contra la pared; me senté a horcajadas encima de ella.
               -Ni viviendo mil vidas conseguirías merecerte a Scott.
               -¿Y tú sí?-sonrió, cínica. La estrangularía, la estrangularía hasta matarla.
               -Yo no tenía que merecerme a Scott. Yo no le he hecho daño a Scott.
               -¿Tú crees?-se echó a reír-. Puede que, si él lo estaba pasando tan mal, si yo hice todo lo que hice, no fue porque no me quisiera, sino porque no queríamos esto-me dio un toquecito en el pecho, y yo le di un manotazo en la mano-. Lo único que he hecho ha sido hacer que espabilara para que te contara lo que tenemos-sonrió, cruel-, mientras que tú no parabas de repetirle que no podría quererme como de hecho lo hace. Dices que yo no me merezco a Scott, pero eres el que no se merece que él piense ni un segundo en ti.
               -Lo has convertido en un mentiroso, Eleanor, ¿eso le haces a la gente que quieres?
               -Tú le has convertido en un cobarde, ¿es eso lo que le haces tú a la gente que te importa?
               La solté.
               -Es una lástima que a él le vayan las putas-espeté, y ella se me quedó mirando, inexpresiva-, pero, por lo menos, así sé que duraréis mucho tiempo. Si a él has podido hacerle esto, ¿qué no les harás a los demás?
               -A los demás no les hago ni la mitad de las cosas que le hago a él.
               Me eché a reír.
               -Puede que sea por eso por lo que estéis juntos. Porque eres dócil, justo lo que a él le gusta.
               Entrecerró los ojos.
               -Cuando le rompas el corazón y él no quiera volver a verte, luego no vengas llorando y diciéndome que tenía razón-me separé de ella y me incorporé-. Sólo le gustas por con quién estás emparentada, Eleanor. Y porque le haces sentirse importante-acusé, sus ojos volvieron a brillar con aquel fulgor de lágrimas salinas-. Pero llegará un momento en el que no le compense cómo de importante le haces sentir con lo poco que se fíe de ti. Y no podré culparlo, después de todo lo que le estás quitando-me miró con verdadero odio, pero yo me sentía súper poderoso en aquel instante-. Sus estudios, sus amigos, su vida. Su libertad. Buena suerte intentando abarcar todo ese hueco-sonreí-. Sólo espero que la hostia no sea demasiado grande.
               -No te preocupes por mí, sé cuidarme solita.
               -No lo hago-repliqué-, me preocupo por mi madre. Por mi madre y la de Scott. Mamá puede permitirse perder a una hija, que para algo tiene otra. Pero Sherezade no puede permitirse perder a un hijo. Sólo tiene uno.
               Me encaminé hacia la puerta.
               -No sé cómo has podido tenerlo engañado tanto tiempo, con lo muchísimo que te quiere y la mierda de persona que eres-acusó, y yo me volví.
               -A veces Scott es incapaz de ver lo malo de la gente-me encogí de hombros-; supongo que los dos tenemos que dar gracias por eso, ¿no? Yo, por todo el tiempo que estuvimos juntos, y tú, por todos los polvos que te está echando.
               -Eres repugnante, Tommy-escupió Eleanor, como si la propia palabra le diera asco.
               -Es todo un halago viniendo de alguien como tú, hermanita-se estremeció al escuchar la última palabra-. Creo que lo pondré en mi currículum.
               Cerré con un portazo, el que debería haber dado cuando salí de la habitación de Scott, y me dirigí a mi habitación. Volví a cerrar con un portazo y me quedé mirando la estancia, sin saber muy bien qué hacer.
               Toda la habitación vibraba, porque yo estaba temblando.
               ¿Scott y Eleanor? ¿En serio?
               Eleanor no se merecía a Scott, y menos después de lo que le había hecho, y Scott no iba a poder quererla como se suponía que ella debería querer que la quisieran. Estaba por debajo de nosotros, por mucho que le hubiera dicho lo contrario a él.
               Estoy enamorado de ella, T, lo escuché decir. Sacudí la cabeza. No, no estaba enamorado de ella porque no podía conocerla, no podía estar enamorado de ella porque Scott no quería a conciencia a zorras del calibre de mi hermana cuando éstas ya habían exhibido su larga y cobriza cola.
               Y ella…
               Valiente cabrona.
               Lo había empujado hasta el límite de sus fuerzas, había observado impasible cómo él hacía equilibrios imposibles al borde del precipicio con tal de no caer al vacío, había continuado presionándolo aun sabiendo lo mal que estaba… se había hecho un pendiente extra para poder llevar su piercing viejo, como recordándole con quién estaba, a quién tendría que rendir pleitesía.
               Joder, ¿era el único que veía cómo se iban a destrozar el uno al otro? Me sentía como un pastor en mitad de una vía, haciendo señas a los trenes que se acercaban a uno y otro lado, suplicando que aminoraran la velocidad, porque se dirían el uno contra el otro, y de aquel choque nadie saldría vivo. Todo se reduciría a cenizas.
               Eleanor me había hecho perder a mi mejor amigo, y Scott me había hecho perder a mi hermana.
               Deberías agradecer esto, me dijo una voz en mi interior, dura y cínica, así no estarás con ellos y no tendrás que consolarlos cuando se rompan el corazón.
               Con Eleanor, podría pasar. Ella tenía amigas cuyo trabajo sería encargarse de hacer que se sintiera bien, pero, ¿Scott?
               Se me retorció el estómago de angustia al darme cuenta de que no iba a salir vivo de esta sin mí.
               Todo porque Eleanor había sido incapaz de tener las manos quietecitas y no tocarle en su punto débil, desatando una reacción en cadena que nadie podía controlar. ¡Dios! Incluso si no hubiera venido con nosotros a la fiesta nos habríamos evitado todo este rollo; puede que incluso Scott acabara siendo el que estuviera con Diana, y yo estaría allí, aburrido de la vida, soportando las visitas de él al piso de arriba y poniéndome los cascos para no escuchar los gemidos de los dos, y pensar en la envidia que me daba, envidia a la que ya estaba acostumbrado, que todas las chicas estuvieran dispuestas a hacer con él cosas que no querían hacer con nadie.
               De no ser por Diana…
               Diana.
               Miré el techo; justo encima de mi habitación se suponía que se situaba su cama redonda. Llamado por una voz invisible aunque extremadamente apremiante, salí de mi habitación y subí las escaleras que llevaban al ático. Llamé con los nudillos y asomé la cabeza.
               Diana me estaba mirando, con el aburrimiento tatuado en la expresión.
               -¿Puedo pasar?
               -Estás en tu casa-comentó, pasando una página de una revista que estaba mirando, y añadió, en voz más baja-. Literalmente.
               Terminé de subir las escaleras, cerré la plantilla y me acerqué a ella, que levantó la cabeza para estudiarme.
               -¿Querías algo?-preguntó, y yo la miré, como si la viera por primera vez. Sí, que pares este vacío que siento en mi interior, sí, que hagas que Scott y Eleanor abran los ojos, sí, que Scott se dé cuenta de que no tiene razón en esto.
               Sí, que me hagas olvidarme de Megan otra vez.
               -A ti-fue todo lo que contesté, porque Diana me hacía olvidarme de todo, y un poquito de amnesia en ese instante no me vendría mal-. Ahora. ¿Puede ser?
               Miró el reloj de la mesilla de noche.
               -Tengo que ir a trabajar en media hora o así-comentó-. Y lo cierto es que no tengo muchas ganas. ¿Puedes hacer que me entren ganas y que acabe antes de media hora, Tommy?
               Nos miramos a los ojos un momento.
               Dale lo que quiere.
               Funcionábamos igual, así que era bastante sencillo ponerla a tono.
               Me bajé la cremallera de la sudadera y me quité la camiseta. Sonrió, se incorporó un poco, olvidándose de la revista; se acercó hasta mí, dejando las rodillas clavadas en el colchón, y me miró a los ojos. Pasó sus manos por mi torso (estaban heladas, pero no me importó, cualquier cosa era mejor que la presión que sentía en el pecho), las llevó por mi cuello hasta acariciarme la nuca. Sonrió al ver cómo me pegaba a ella, buscándola.
               -Ay, inglés-suspiró-. Somos tan iguales, ¿eh?
               Asentí con la cabeza; no sabía hasta qué punto lo éramos. Se incorporó un poco más para poder besarme, y todo se volvió negro, todo salvo su melena y su cuerpo, que refulgían como si estuvieran hechos de polvo de estrellas. Me acarició el pecho, se tumbó en la cama y me pasó las piernas por la cintura mientras yo la besaba. Le quité los pantalones, la chaqueta y la camiseta, y me peleé con su sujetador mientras ella hacía lo mismo con mis vaqueros. Juntos le quitamos las bragas, nos deshicimos de mis vaqueros, y le separamos las piernas para que yo pudiera entrar bien en su interior.
               Diana ahogó una exclamación cuando la embestí; se dejó caer sobre la almohada y se mordió el labio, ofreciéndome ángulo perfecto para devorarle el cuello, cosa que hice sin dudar. Me acarició la espalda, me rodeó de nuevo con las piernas, invitándome a entrar en el paraíso que tenía en su interior lo más profundo que pudiera, a instalarme y saquearlo a mi antojo, a olvidarme de mi hermana, de Scott, de lo solo que me iba a sentir y que, de hecho, ya me sentía, a sólo concentrarme en ella, en ella y sus labios, su pelo, sus ojos, sus manos, sus uñas en mi espalda, sus susurros de lo mucho que le gustaban mis brazos, lo mucho que le gustaban los músculos de mi espalda, y lo bien que nos compenetrábamos, lo sincronizadas que estaban nuestras caderas y lo bien que se sentía mi sexo en el suyo.
               Yo recorrí todas y cada una de sus curvas, le arranqué una sonrisa suspirada cuando acaricié con lentitud el punto más sensible de todo su cuerpo, la obligué a volver la cabeza cuando se echó a temblar, muy cerca ya del clímax, y le dije:
               -Mírame, Diana.
               Ella abrió los ojos con muchísimo esfuerzo; tenía las mejillas sonrosadas, los músculos del cuello contraídos. Le latía el corazón a toda velocidad, nos latían los corazones a toda velocidad.
               -Quiero ver cómo llegas-sonreí, y ella asintió con la cabeza, sonriendo, y volvió a dejarse caer, cerrando los ojos. Se mordió el labio; yo me incorporé un poco para poder mirarla, seguí empujándola, y, por fin, acabó clavando sus uñas en mi espalda, echándose a temblar y musitando mi nombre entre dientes.
               Con su cuerpo reclamando al mío, yo también me corrí. Nos quedamos en silencio un par de minutos, recobrando el aliento y observándonos.
               El agujero volvió a mi pecho como un jarro de agua fría cuando pensé que esto era el precio que Scott le había puesto a nuestra amistad. Y, por muy bien que sentara aquello, no me parecía que compensara. A mí no me compensaría.
               Tenía muy claro qué elegiría si me obligaran a escoger entre aquellas dos cosas.
               Y lo que representaba Diana no iba a ganar sobre él.
               Diana se cubrió con la manta, se le había puesto la piel de gallina. El sexo y una noche de invierno en Inglaterra no contribuían a que tu cuerpo mantuviera una temperatura ideal. Se pasó una mano por la cara y susurró:
               -Cuando me follas así, creo que podría perdonarte cualquier cosa, T.
               -Pues perdónamela-le pedí, besándole una rodilla. Se echó a reír.
               -Te va a costar más que esto.
               -¿Otro?-ronroneé, acariciándole los muslos, llegando con la punta de mis dedos a aquel rincón mágico. Necesitaba que me volviera a dejar la mente en blanco, y que me convenciera de que ella valía más que Scott. Miró el reloj.
               -Tengo que ir a currar.
               -¿Me vas a dejar aquí solito?
               -Te lo pasas bien estando solo-replicó-. Incluso cuando dices que lo estás, y luego no es así-añadió, en un tono lacerante que no era muy compatible con las endorfinas del sexo. Asentí con la cabeza, comprendiendo que no debía forzar la máquina, y salí de su interior. Miré cómo se vestía, sin hacerme caso, y me pareció la cosa más sensual del mundo: cómo sus manos recorrían su cuerpo para perseguir un tirante rebelde, cómo se subía los pantalones o se ataba algo a la cabeza para que el pelo no le molestara, cómo metía las cosas en su bolsa de deporte, cogía el móvil de la mesilla de noche y se lo metía en el bolsillo trasero de los vaqueros.
               No podía dejar de mirarla, incluso consiguió que se me olvidara qué día era (pista: el peor de mi vida) mientras se ataba los cordones de sus zapatillas. Me miró con aquellos ojos verdes que le plantaban cara a la deforestación.
               -Abúrrete un poquito antes de ir a jugar, ¿mm?-dios, qué acento tenía, no había dinero en el mundo suficiente que que pudiera pagar aquel acento-. Tommy-sonrió.
               -¿Qué?
               Me pasó una mano por la mejilla, bajando por la mandíbula.
               -Baloncesto-dijo solamente-. El grupo está que echa humo-hizo un gesto con la cabeza en dirección al suelo, donde reposaba mi móvil. Asentí-. Échame de menos. Gánate que repitamos esto-ronroneó, pegándose a mí. Apoyé la frente en su vientre y cerré los ojos. Olía bien.
               ¿Mi hermana olía así de bien para Scott?
               Diana me acarició la cabeza, deshizo la unión de mis manos tras de sí, y salió de entre mis piernas.
               -Adiós, inglés-coqueteó, y le agradecí que me tratara así de bien, después de lo fría que había estado estos días. Era como si supiera que no estaba bien y no quisiera hundirme del todo en la miseria.
               Ojalá fuera así de sencillo siempre, ojalá pudiera perdonarme y se le olvidara que yo era un cabrón que no la merecía con esa facilidad. Ojalá el secreto de tenerla contenta estuviera precisamente en ella, entre sus piernas, en aquel rinconcito en que nos pertenecíamos el uno al otro, y a nadie más.
               -¿No me das un beso?
               Se volvió para mirarme.
               -Despacito-replicó, y desapareció por la trampilla.
               Me dejé caer en la cama, me quedé mirando el techo de madera, cerré los ojos, inhalando el aroma que despedía su cuerpo y que se había quedado impregnado en la sábana, y consideré seriamente la posibilidad de no ir a ningún sitio, quedarme allí acurrucado, escuchando a las ramas arañando el tejado de la casa, acompasadas por el viento. Fuera hacía frío, y la cama de Diana era calentita, cómoda, y olía genial.
               Estaba bien allí metido, tapado con las sábanas, con los ojos cerrados, tirando de mi mente cuando ésta se asomaba demasiado al acantilado y las olas amenazaban con arrastrarla lejos. Me sentía bien. Nada podía alcanzarme, porque no había pasado nada malo en aquella habitación.
               Scott no había entrado nunca allí, creo.
               Scott.
               Abrí los ojos y me quedé mirando el techo, intentando calmarme a pesar de que sentía un pie aplastándome la garganta, impidiéndome respirar. Le había puesto la mano encima. Nunca le había puesto la mano encima a Scott. Tenía la sensación de que aquello marcaría un antes y un después entre nosotros y que, si conseguíamos superar todo eso, desde luego ninguno de los dos podría hacer la vista gorda o ignorar cómo me había abalanzado sobre él.
               Recordé todos y cada uno de los gritos que le di, todas y cada una de las emociones que se adueñaron de mi cuerpo estando en su habitación, convirtiéndome en un monstruo sediento de sangre, cuyo único objetivo en la vida era devorarlo, destrozarlo, reducirlo a cenizas, borrarlo de la faz de la tierra. Me incorporé, jadeando, escuchando nuestras voces intercaladas.
               Yo la quiero.
               No te la mereces.
               Tommy, por favor.
               ¿No quieres qué?
               Ni siquiera puedes dar la cara por ella.
               Estoy enamorado de ella.
               Basta.
                Llevas mintiéndome semanas.
               No quería que te enfadaras.
               Basta.
               Tú nunca ves nada.
               Podría pedirle droga a Tam, asegurarme de que me pillen con ella.
               ¡Basta!
               ¿Te has liado con mi hermana?
               Podrías pillarnos follando y aun así no darte cuenta de que el novio de Eleanor soy yo.
               ¡BASTA!
               ¿Te has estado tirando a mi hermana a mis espaldas?
               Y sí, supongo que si está de mala hostia, es porque ya no me la tiro.
               ¡¡¡¡BASTA!!!!
               Me incorporé, con las manos sobre las sienes y las voces subiendo más y más el volumen. Necesitaba que Diana volviera, lo necesitaba como se necesita respirar…
               … no, no necesitaba a Diana, sabía muy bien a quién necesitaba: precisamente a la causa de mis males. Necesitaba a Scott, pero Scott prefería a Eleanor antes que a mí. Lo que sentíamos cuando estábamos con una chica era más importante de lo que sentíamos estando juntos, del gustito interior cuando nos reuníamos, del fin de la angustia cuando volvíamos a abrazarnos después de unos días sin vernos, de la tranquilidad que nos daba despertarnos y escucharnos roncar suavemente, tuviéramos un mes, un año, diez, o diecisiete.
               Necesitaba a mi mejor amigo, y él lo había jodido todo tirándose a mi hermana pequeña.
               Empecé a respirar con dificultad, me faltaba el aire. Me sentía temblar de la cabeza a los pies, y sospechaba que no se debía a que hiciera frío, sino a algo más profundo, una penumbra instalada en mi interior que poco a poco iba rellenándolo todo, haciéndose con cada rincón de mi ser. No podía dejar que me volviera oscuro, no podía dejar que se llevara mi luz como Eleanor le había quitado la suya de los ojos a Scott a golpe de besos con otros tíos.
               Yo no sobreviviría. Diana no conseguiría volver a encender el faro de esperanza.
               Sentía que estaba a punto de llegar a una especie de límite trascendental, una suerte de punto de no retorno en la pista de despegue con un motor que me avisaba de que no iba a ser capaz de levantar el aparato, cuando me sonó el móvil.
               Que sea Scott le supliqué al universo mientras me abalanzaba a buscar el teléfono, escondido en el bolsillo de un pantalón dado la vuelta. Me dio un vuelco el corazón al pensar esto, pero me dio dos el ver el nombre en la pantalla. Tomé aire varias veces, tranquilizándome, diciendo que iba a estar bien, que saldría de esta, y deslicé el dedo por la pantalla, descolgando así la llamada.
               -Hola-dije, y carraspeé, porque me salió un tono de voz roto que no me esperaba en absoluto. Logan mandó callar al otro lado de la línea.
               -T, ¿vas a venir? Estamos en la cancha.
               -Llegas tarde, cabrón-escuché decir a Jordan antes de que Tam lo mandara a la mierda, guarda la lengua en la boca, y cierra la boca, imbécil.
               -Estoy ahí en 10 minutos-anuncié, agradecido de tener un nuevo objetivo en la vida diferente a ser una puta maraca silenciosa. Logan asintió y no le dejé despedirse; colgué y me empecé a poner los vaqueros a la velocidad de la luz. A los tres minutos, estaba saliendo ya de casa, ignorando las miradas extrañadas de mi padre por mi soledad. Seguro que sabía que habían echado a Scott del instituto y se preguntaba por qué no estaba con él, o mejor aún, por qué había vuelto a casa después de ir a verlo.
               Pues muy fácil. Porque soy un Tomlinson, y los Tomlinson no llevamos bien las contestaciones que nos dan los Malik. El “podrías pillarnos follando y no darte cuenta de que el novio de Scott soy yo” era el “¿recuerdas cuando tenías una vida y no ibas por ahí diciendo subnormaladas sobre la mía?” de la generación a la que yo representaba.
               Llegué dos minutos más tarde de lo previsto, y eso que terminé echando una carrera inintencionada de la que ni m percaté: cuando quise darme cuenta de lo que hacía, me descubrí trotando, y noté lo bien que me sentía al notar cómo me ardían los pulmones. El fuego sería un buen rival contra la oscuridad que me atenazaba el corazón, porque no hay nada más luminoso que el fuego: nuestro propio sol no es más que una bola de fuego inmensa que flota a millones de kilómetros de distancia, y no hay nada más brillante que él.
               Así que crearía un sol en mi interior para contrarrestar el agujero negro en que se había convertido Scott.
              
               Los chicos estaban echando unas canastas cuando llegué, y se me quedaron mirando justo en el momento en que Karlie metía un triple. El primer y único triple de su vida, pobrecita, y nadie había estado mirando el aro para verlo.
               -¡¿Habéis visto eso?!-gritó de alegría, dando un brinco y dándole un manotazo en el hombro a Alec, que también saltó y la miró-. ¡He metido un triple! ¡Yo, Al, yo! ¡Yo he metido un triple! ¡Hola, un triple, yo, que soy manca!-y le estampó un beso en los morros contra el que Alec ni siquiera pudo defenderse. Karlie siguió saltando como una conejita loca hasta que yo llegué a su lado, y su alegría se evaporó.
               Tam se levantó de los bancos en los que se había sentado con Jordan y se acercó al círculo central, donde yo esperaba de pie a que los demás vinieran a mí. No podía dar un paso más.
               -¿Vienes solo, T?-quiso saber. Asentí con la cabeza.
               -¿Y Scott?-preguntó Logan, confuso.
               -¿Quién?-repliqué, con las llamas alimentadas por un nuevo sentimiento. Había preferido a mi hermana antes que a mí. Traidor.
               -Tu novio-espetó Alec antes de que nadie pudiera especificar qué Scott-, con el que hiciste una promesa de virginidad para no acostaros, y así mantener siempre esa tensión sexual no resuelta que hay entre vosotros.
               -Alec-recriminó Max.
               -¿Qué? Decidme que no la notáis; por dios, cualquier día me revienta un ojo.
               -No va a venir-anuncié en tono neutro, con una voz carente de emoción; desde luego, la voz no sonaba como yo. Y me sorprendió poder hablar así, después de todo lo que sentía.
               -¿Por qué?-pinchó Alec-. ¿Has descubierto que no os podéis acostar porque eso implica cuestionaros vuestra heterosexualidad, o es que te ha cambiado por otro?
               -¡ALEC!-bramó Bey, hasta el mismísimo coño de Alec por los siguientes 4 eones.
               -¿Qué te pasa ahora, Beyoncé?-bufó el chico, todavía cabreado con aquella palabra deplorable que le había dicho en el instituto.
               Todos se me quedaron mirando cuando dije por qué no iba a venir Scott.
               -Nos hemos peleado.
               -¿Qué? ¿Por qué?-hizo de portavoz Al, y Bey esperó a que dijera otra de sus gilipolleces, pero él comprendió que no era el momento. Los miré uno a uno antes de decir:
               -Porque está saliendo con mi hermana-informé, y los ojos de todos se ensancharon por la sorpresa. ¿Scott y Eleanor? Ni de puta coña, vamos. Ni siquiera tendrían un nombre de pareja en condiciones: Eleanott. Joder, es que hasta la madre naturaleza lo consideraría una abominación, y eso que a la madre naturaleza le había parecido bien crear a las cebras, caballos raros donde los haya.
               Todos los ojos, salvo un par. Alec solamente se encogió de hombros y escuchó en silencio las protestas de los demás.
               -¡Pero si nos dijo que estaba con Trixie!
               -Eleanor también se llama Beatrice-expliqué, recuperando mi tesis doctoral fallida, que era carne de matrícula de honor.
               -¡Eleanor estaba con otros tíos cuando Scott lo estaba pasando mal!
               -Seguro que lo has entendido mal.
               -¿Cómo ha podido ocultárnoslo tanto tiempo? ¡Si siempre se le nota a leguas cuando le gusta una chica!
               -Tienes que haberlo entendido mal, T, de ningún modo…
               -No lo ha entendido mal-cortó Alec, y todos nos volvimos a mirarlo, yo incluido. ¿Qué? ¿Él también había llegado a la misma conclusión? Pues podía haber avisado, y las cosas no se habrían desarrollado como finalmente se desarrollaron. Como mínimo, no le habría partido la cara a Scott, lo cual ya sería un progreso importante en la situación de mierda en que nos encontrábamos-. Scott estaba con Eleanor-descruzó los brazos y se pasó una mano por el pelo, bajando por el cuello. Se encogió de hombros-. Y sí, si sabes mirar, se les notaba.
               -¿Alec? ¿Me estás diciendo que lo sabías?-espeté, incrédulo. Bueno, ¿alguien más quería traicionarme ese día? ¿Ahora resultaba que Obama no era negro, sino que tomaba mucho el sol? ¿Mi madre era italiana, pero no soportaba la pasta, y por eso se hacía pasar por española, porque un italiano que no soporta la pasta sí que va contra natura?
               No, si todavía me dirían que la mejor tortilla era la que llevaba cebolla, cuando ninguno de ellos procedía del país que había inventado tan exquisito manjar.
               Alec asintió con la cabeza, y todos nos quedamos esperando a que añadiera algo más, cosa que no creyó conveniente.
               -¿Y por qué no nos lo contaste?-gruñí.
               -Porque le prometí a Scott que no diría nada.
               -¡Pero merecíamos saberlo, Alec!-protestó Max, y Logan se lo quedó mirando. Puede que estuviera pensando en el tiempo que había tardado en armarse de valor para contarnos que no le había sentido atraído por ninguna chica que le habíamos presentado porque no se sentía atraído por las chicas, y punto. Quizá entendiera a Scott.
                O quizá sólo tuviera la mente en Júpiter, como solía pasarle más a menudo de lo que estaba dispuesto a admitir.
               -Yo no era quién para decirlo; eso era cosa de ellos dos-replicó Alec, metiéndose las manos en los bolsillos.
               -¡Viste lo jodido que estaba, estabas ahí cuando echó balones fuera diciendo que estaba con Trixie y no con mi hermana, y todavía tienes los huevos de decir que no era cosa tuya!-troné. Alec asintió.
               -No era una cosa que yo pudiera ir diciendo si ellos me pidieron expresamente que no dijera nada.
               -¿Ni aunque le hiciera daño?-insistí; Alec negó con la cabeza-. Pues me parece muy rastrero por mi parte.
               -¿Sabes lo que es rastrero, Tommy?-espetó-. Que Karlie esté preñada y no sepa quién es el padre, y yo me lo tenga que callar.
               -¿¡Qué te inventas, so sobrado!?-chilló Karlie, intentando darle una bofetada, pero fallando por los reflejos de Alec y su pésima coordinación. Bey se echó a reír.
               -Eso sería un buen contraargumento si Karlie hubiera visto alguna polla en su vida.
               -He visto más pollas que tú, Bey-acusó Karlie.
               -El porno no cuenta, tiene que ser en directo-intervino la otra gemela. Puse los ojos en blanco cuando Karlie espetó:
               -Masturbarse no es follar, así que no vayas por ahí de vividora, Tamika.
               -Yo voy de lo que soy, guapa; al menos yo consigo levantar algunas cuantas.
               -A mí se me levantaría si Karlie se me pusiera juguetona-cortó Alec.
               -A ti se te levanta con cualquier cosa, Alec-respondió Bey.
               -También es verdad.
               -Trío calavera, ¿os queréis centrar?-protestó Max-. ¡Estamos cabreándonos con Alec por ser un zorro!
               -¿Por qué os tendríais que cabrear conmigo? Si sólo estaba haciendo lo que Scott me dijo que hiciera.
               -Y si Scott te dijera que te tiraras por un puente, ¿lo harías?
               -Eso no, Max; pero si me dijera que le diera fiesta a tu madre, es bastante posible que le respondiera que ya lo había hecho-sentenció, y se escondió entre las chicas cuando Max hizo amago de ir a por él.
               -Recapitulamos-intervino Jordan-. Scott estaba con Eleanor. ¿Algo más?
               -¿Es que te parece poco?-gruñí.
               -Tu hermana está buena, yo no lo culpo.
               -Yo tampoco-dijo Alec.
               -Ni yo-soltó Max.
               Miré a Logan.
               -¿Alguna aportación, Logan?
               -No me van los coños, así que no te puedo ayudar aquí-se encogió de hombros.
               -Pues con lo que molan, yo creo que deberías darles una oportunidad.
               -¡Alec, por favor, deja de hablar ya!-gritó Bey.
               Entre todos estaban consiguiendo cabrearme a niveles insospechados.
               -No me molesta que esté con mi hermana-todos alzaron una ceja-, vale sí, me molesta que esté con mi hermana, pero no es lo que más me cabrea de toda la situación. Lo que me jode es que le preguntamos lo que le pasaba y nos dijo que estaba pillado por otra; le pregunté un montón de veces quién era esa chica y me dio largas siempre, y desaparecía y decía que iba a estar con otras, cuando… ¡hola, se iba a tirar a mi hermana, sabe dios dónde!
               -Scott es un crack-soltó Alec-. De mayor me gustaría ser como él.
               Bey se volvió hacia él.
               -Sexo por silencio.
               Alec sonrió y se pasó una cremallera invisible por la boca. La lanzó lejos. Bey puso los ojos en blanco.
               -El caso-continué-, es que me cabrea un montón que después de todo lo que le dije que se anduviera con ojo, que no le diera bola, que la frenara y no le diera alas, y de asegurarme él que nunca haría eso, ¡luego va y me dice que se ha pillado por ella, así, de gratis! ¡¿Y sabéis lo mejor?!
               -Te enseñó nudes de tu hermana-aventuró Alec.
               -Cómo sabía que no se iba a poder quedar callado, tío-Bey se pasó las manos por la cara, exhausta.
               -No, aunque, ahora que lo pienso, seguro que Eleanor fue lo bastante subnormal como para mandarle algunos-fruncí el ceño, y me noté volver a temblar-. No, lo mejor es que la excusa que puso para no decirme nada y estar mintiéndome todo este tiempo es que no quería que me enfadara con él. O sea, ¿qué me estás contando, tío? ¡Te digo durante toda la puta vida que no hagas algo, y tú vas, y lo haces! ¿Cómo no me voy a cabrear?
               -Tommy, sinceramente…
               -¡Que te calles, Alec!
               -¡Cállate tú, Bey! Tommy, sé sincero: si Scott te hubiera dicho que estaba con Eleanor sin ser por todo esto, ¿tú te habrías cabreado menos?
               Me lo quedé mirando. Qué lógica más aplastante.
               -No.
               -Si Scott te hubiera dicho cuando empezaron que se habían enrollado, ¿tú te habrías cabreado menos?
               Torcí la boca.
               -Un poco.
               -¿Cuánto de poco?-Alec sonrió. Me encogí de hombros.
               -No lo sé, Alec-Alec sonrió más-. ¡No lo sé, joder!
               -Yo no lo culpo. A ver, os he visto a los tres juntos; soy la única persona fuera de vosotros tres que os ha visto por separado y juntos. Y entiendo que Scott no quisiera que te cabrearas con él, igual que entiendo que le mereciera la pena arriesgarse a que te cabrearas con él por ella.
               Todos se lo quedaron mirando, en silencio.
               -Ya, ¿y las mentiras? ¿Cómo lo justificas?
               -Las cosas no estaban bien con tu hermana cuando nos dijo que estaba con Trixie-se encogió de hombros-. Y yo no me arriesgaría a que vosotros os cabrearais conmigo por una tía con la que no sé si voy a llegar a la semana que viene.
               -Qué romántico, Alec-espetó Bey, en un tono que dejaba entrever que le parecía todo lo contrario. Alec le pellizcó la barbilla.
               -Por una sonrisa tuya no me echaría novia en dos años, muñeca.
               -No has tenido novia en tu vida.
               -Yo es que esas cosas no sé cómo se usan, así que, ¿para qué las quiero, si no las voy a poder disfrutar?
               Bey sonrió con maldad.
               -¿Eso es lo que te dijiste a ti mismo cuando Sabrae te dio calabazas?
               -Me estás amargando la puta vida, y no me quieres tener como enemigo, Beyoncé, ya te lo digo-soltó Alec, llevándose el puño a la boca. Bey se echó a reír y se colgó de su cuello-. No, ya no quiero tus besos, Judas. Atrás.
               -Rebobinemos, ¿Sabrae te dio calabazas?-se cachondeó Jordan.
               -Al menos a mí me dan algo, Jordan-acusó Alec.
               -¿Por qué no me entero nunca de estas cosas?-protestó Max.
               -Porque estás ocupado metiéndole la lengua hasta el esófago a tu señora-dijo Logan-, pero tranquilo, ya he llamado a la Mtv y la semana que viene empezamos un reality. Eso sí, tenemos que pensar un nombre.
               -¿Qué os parece “me he peleado con mi mejor amigo porque se ha enrollado con mi hermana y mis puñeteros amigos no quieren reconocer lo mal que lo estoy pasando”?-gruñí. Logan se pasó una mano por la barbilla.
               -No me convence, la verdad, T. El título es muy largo.
               -Creo que me voy a marchar, antes de que empiece a partiros la boca y no distinga entre sexos.
               -Me gustaría verte intentando darme una hostia, Tommy-asintió Tam.
               En lugar de irme, echamos un partido, y volví a ver que el ejercicio me hacía sentir bien. No pensaba más que en los botes del balón y en intentar no pasarle la pelota a Karlie para que no se pusiera nerviosa y empezara a correr con ella abrazada por la cancha. Cada vez que me acercaba y le robaba el balón a alguien, conseguía quitarme de la cabeza a Scott.
               Scott y el millón de preguntas que me acosaban: ¿lo estaba pasando mal como yo, o se sentía aliviado de que por fin pudiera estar con Eleanor a sus anchas?
               ¿Todavía le dolía la mandíbula como a mí me dolían los nudillos?
               Empecé a fallar tiros, a dejarme robar balones sencillos y a hacer pases al equipo contrario.
               Consideré que no podía caer más bajo cuando Karlie me robó la pelota y echó a correr en dirección a Alec, que la cogió y la metió sin apenas esfuerzo, colocado debajo del aro tal y como estaba. Era noche cerrada y nuestras respiraciones habían adoptado la forma de diminutas nubes de vaho.
               -Me voy a casa-anuncié. Tenía la ropa pegada al cuerpo por el sudor, me notaba el pelo un poco húmedo, y me dolía el pecho, puede que del frío, puede que por Scott, puede que por las dos cosas. Los chicos asintieron, recogieron sus cosas, se pusieron las chaquetas, Logan recogió el balón, nos separamos después de repartir palmadas y demás, y cada uno se fue a su casa.
               Alec vino conmigo medio trayecto, porque tenía que pasar a recoger a Mary de ballet antes de volver a su casa. Miró el móvil unas treinta veces en lo que tardamos en separarnos.
               -¿Al?
               -¿Mm?-clavó los ojos en mí.
               -¿Te puedo hacer una pregunta?
               -No te lo dije porque Scott me pidió que no lo hiciera para poder ser él quien…
               -No es sobre Scott.
               Alec se quedó esperando. Me percaté de que teníamos el paso sincronizado; izquierda, derecha, izquierda, derecha.
               -¿Qué te pasa con Sabrae?
               Se miró las manos, luego miró al frente, luego al lado de la calle en el que las casas tenían las luces encendidas. Cuando creí que no me iba a contestar, por fin, respondió:
               -Que ella es mi Eleanor-no me miró entonces, pero sí cuando continuó-, pero yo no soy su Scott. Y es una mierda-añadió en voz más baja, clavando la mirada en sus pies-. No deberías ser tan duro con él, ¿sabes?-añadió, y yo puse los ojos en blanco-. Todo el mundo hace cosas mal. Scott… tú… yo, a veces, porque es aburrido ser el único tío perfecto del mundo, y no tener competencia y eso-bromeó-. Deberías darle una oportunidad. Volver mañana y dejar que se explique. Seguro que cuando te levantes por la mañana todo esto te parecerá exagerado.
               -No puedo volver mañana a su casa.
               -¿Por qué? ¿Su casa se mueve?-replicó, escéptico.
               -Me dijo que cerrara la puerta al salir-contesté, notando cómo enrojecía. Alec puso los ojos en blanco.
               -Madre mía, qué dramático.
               -… después de que le pegara.
               Alec se detuvo en seco y se me quedó mirando. 
               -¿Que hiciste qué?
               Me volví hacia él.
               -Tommy, Scott y tú nunca… habéis…
               -Lo sé. Scott lo ha jodido hasta hoy, pero a partir de hoy, lo que nos pase será sólo culpa mía. Mía, y de que no puedo dejar de defender a la estúpida de mi hermana.
               Torció la boca, triste.
               -Siento oírlo.
               -Yo también.
               Nos quedamos en silencio, iluminados por la luz de la farola.
               -Mujeres-dijo por fin-. La cantidad de gilipolleces que hacemos por ellas, nos las queramos tirar o no, ¿eh?
               -Supongo.
               -Todo se arreglará, T-se acercó a mí y me dio un puñetazo cariñoso en el hombro.
               -No estoy tan seguro, Al.
               -Ya verás cómo sí. Estás cabreado con Scott. Es un chico. Nosotros somos más racionales que ellas, porque ellas son súper orgullosas, y tercas como mulas, y no ven que si te sobras un poco protegiéndolas es porque te importan, no porque creas que son débiles, sino porque te cabrea un montón pensar en que alguien pueda hacerles daño, y…
               -Alec.
               -¿Qué?
               -Seguimos hablando de un Malik, pero no estamos hablando de Scott, ¿a que no?
               Sonrió.
               -Tengo que dormir más-se excusó-. Intenta dormir tú también, ¿vale, T?-asentí-. Buen chico, ese es mi híbrido de español-me revolvió el pelo y me dio un abrazo, que era lo que yo necesitaba. Me dio una palmada en la espalda y se separó de mí, nos llevamos dos dedos a la frente, haciendo el saludo militar (vaya, le había hecho eso a Scott antes de irme) y empezamos a caminar en direcciones diferentes.
               Alec era la puta hostia, en serio. No lo apreciábamos lo suficiente, aunque fuera un cabrón y un sobrado, y a veces no hubiera quien lo aguantara cuando se ponía pesado con sus contestaciones de mierda; no le decíamos lo bastante lo genial que era. El mejor de todos, con diferencia.
               -¡Al!-grité, girándome y viendo cómo atravesaba la luz de una farola. Se volvió-. Si Sabrae no sabe apreciarte, es que es gilipollas. Lo cual es un poco decepcionante, teniendo en cuenta que no tiene los genes de Scott.
               Alec se echó a reír.         
               -Lo que es decepcionante es que una cría de 14 años me tenga así a mí-se burló-. Hasta mañana, T.
               -Hasta mañana, Al.
               -Que no te piquen las chinches, cosita guapa.
               -Qué tonto eres, macho.
               Su despedida fue una carcajada que llegó a mí cuando desapareció en la noche, dejando que la oscuridad lo engullera otra vez. No había más rastro de él que sus risas; no podías verlo, pero sí escuchabas sus carcajadas.
               Y creo que eso decía mucho de una persona.
               Ojalá yo hubiera terminado mi día también riéndome, pero no tuve esa suerte. Cuando llegué a casa, descubrí que Eleanor había ido a la de Scott, y había terminado volviendo antes de tiempo porque él la había echado (¿qué te dije, subnormal? Sólo te quiere por el sexo), terminé calentándome yo solo, y ya iba predispuesto a tener movida cuando entré en mi habitación y me encontré a Diana allí sentada, al borde de la cama, esperándome con las piernas cruzadas.
               Adiós, lo que nos faltaba, bronca también con Diana.
               Puede que no conociera su color favorito, pero había convivido el tiempo suficiente con ella como para saber cuál era su cara de “vamos a tener movida tú y yo”.
               Se levantó y se cruzó de brazos cuando yo tiré la chaqueta al suelo y la miré. Cerré la puerta con el pie.
               -No me parece bien lo que le estás haciendo a Scott y, por extensión, a Eleanor.
               Me eché a reír.
               -¿Tú, defendiendo a Scott? ¿Tú, Diana? Por favor, nena, si el día que lo conociste te faltó tiempo para dejarme claro que no te caía bien.
               -Vale-asintió, cambiando el peso de su cuerpo de una pierna a otra-, cambiaré la formulación de la frase, dado que a los ingleses os encanta tanto vuestro vocabulario: no me parece bien lo que le estás haciendo a Scott por lo que eso le está haciendo también a Eleanor.
               ¿De verdad iba a echarme en cara lo que pasara entre Scott y yo? ¿Pero quién coño se creía que era?
               -Tampoco a mí me parecen a mí bien muchas cosas que haces, y no digo nada-espeté, por ejemplo, que te pongas chula porque me he tirado a Megan cuando tú te has pasado por la piedra a medio Manhattan.
               -¿Sí?-replicó-. Pues puede que a mí me repugne la sola idea de pensar que en algún momento he creído soy lo bastante poca cosa como para merecerme que estés conmigo para olvidar a tu ex, a la que te has tirado en vacaciones, y que encima tenga que compartirte con otra tía. Soy Diana Styles, joder-proclamó. Me la quedé mirando-. No me merezco esto, ¿sabes? Hay un montón de tíos que se mueren porque yo les mire, y a ti no te parece suficiente estar conmigo, que oye, me parece de puta madre, cada uno tiene su tipo de tía, y si a ti te van las zorras pelirrojas y no las rubias, pues chico-se encogió de hombros-, no voy a cambiar mi tinte por ti.
               -Tu peluquero se alegrará, ¿algo más, Diana?
               -Sí-asintió, envalentonada porque no oponía resistencia-. ¿Cómo puedes ser tan hipócrita? Te cabreas con Scott por estar con tu hermana-madre mía, ¿es que alguien en este puto país no se ha enterado antes que yo?-, pero te parece bien follarte a Megan y decirme que no pasa nada? ¡Y lo de Layla! ¡Lo de Layla, bueno, pase, porque la pobre está como…!
               -No metas a Layla en esto.
               -Meteré a quien me salga del coño-soltó.
               -A Layla, no.
               Y eso fue la gota que colmó el vaso para ella.
               -¡¿Te crees que no me doy cuenta de que estás mejor con ella?! ¡Bastante tengo que soportar ya, lejos de mi casa y de mis amigos, como para que encima nos obligues a esperar a que te decidas cuando claramente ya te has decidido por ella!
               -¿De dónde deduces que me he decidido por ella, si se puede saber?
               -A mí me pides que te mire mientras me corro, y me llamas Didi, y a ella la llamas princesa y le dices que no llore. No sé, yo creo que hay diferencia en el trato. Llámame loca, o algo.
               -¡He crecido con ella, Diana! ¡No puedes pedirme que tengamos la misma confianza y el mismo tipo de relación que tenemos Layla y yo!-estallé, y ella sonrió, complacida de que por fin respondiera como pretendía-. ¿Dónde estabas tú cuando yo era pequeño? ¿Dónde estabas cuando nos íbamos a España en verano y nos pasábamos las noches juntos? ¡España también es tu casa, y no hablas una puta palabra de su idioma.
               -Piñata-soltó. Bufé.
               -Dime una puñetera frase en español-acusé. Se me quedó mirando-. ¿Ves?-Cambié al idioma de mi madre, y ella frunció el ceño-. Ni siquiera eres capaz de entender lo que te digo, a pesar de que tu madre es española.
               -Si no quieres que te insulte en francés-negoció-, ya estás volviendo a hablarme en un idioma que yo entienda.
               -Deberías entender el español.
               -¿A eso se reduce todo? ¿A que con ella puedes hablar en español y conmigo no? ¡Pues qué cosa! ¡Yo puedo aprender un idioma, pero ella no va a poder aprender a hacer las cosas que hago yo!
               -¡Lo que te intento decir es que tú no tienes ningún tipo de conexión con nuestra casa!
               -¡Yo no sé español porque España no es mi casa! ¡Estaba en mi casa cuando vosotros estabais por ahí recogiendo flores! ¡De donde no debería haber salido!-se frotó la sien-. Puede que me merezca esto, después de todo. Me lo estaba pasando demasiado bien aquí-miró alrededor-. No debería olvidar que estoy desterrada. No debería estar aquí-se mordió el labio.
               -¿Te arrepientes de estar aquí?-ataqué.
               -No es cosa mía-dijo sin una chispa de emoción en la voz-. Nadie me preguntó si quería venir: me metieron en un puto avión y me hicieron seguirte cuando viniste a buscarme al aeropuerto.
               - ¿Desearías no haberme conocido? -espeté. Se me quedó mirando largo rato-. ¿Te arrepientes de lo nuestro?
               Continuó mirándome durante unos eternos segundos hasta que sentenció, por fin:
               -Sí-y me miró a los ojos, desafiante. Yo asentí con la cabeza.
               -Entonces, quizá debamos ponerle punto y final aquí. Estás de suerte, porque hoy estoy de liquidación de un montón de cosas-espeté, dolido.
               -Me parece bien.
               -De puta madre-asentí, pasándome una mano por el pelo-. Pues… lárgate de mi habitación. Quiero estar solo.
               Pero no se movió. Suspiré.
               -¿Qué coño pasa ahora, Diana?
               -Sigo interesada en follar contigo-comentó, como quien habla del tiempo-. Si te parece bien. Que seas un capullo no quita de que seas el capullo que mejor folla que he conocido… y el que más cerca tengo. Eso sí; lo de hablar mientras lo hacemos, se acabó-zanjó-. No puedo soportar tenerte encima y pensar que en cualquier momento me vas a llamar por su nombre.
               -¿No estabas celosa de que la llamara “princesa”?
               -Me refiero al de la zorra pelirroja a la que te follaste el otro día.
               -Seguro que a Layla no le importaría-la provoqué.
               -Layla es una santa y yo soy el demonio, no es ninguna novedad; de lo contrario, yo no estaría aquí, ¿recuerdas? Y puede que me viniera mejor portarme bien a partir de ahora, pero no le voy a dar esa satisfacción a mi madre. ¿Vamos a seguir follando, o no?
               Me senté en la cama.
               -Lo pensaré.
               -Ah, ¿que te me vas a hacer el interesante? Pues no pienses mucho, que esto es como Cenicienta: la oferta caduca a media noche.
               -Acabamos de romper, Diana, ¿cómo cojones pretendes que sigamos follando como si no pasara nada?
               Alzó las manos.
               -Será por tíos. He visto cómo me mira Alec-sí, bueno, buena suerte con Alec, americana-. Cómo me mira Jordan. Follarme a tus amigos es un momento.
               -Pues corre, antes de que se líen con Astrid y te quedes sin escoger.
               Se dirigió hacia la puerta.
               -Por cierto, gracias por confirmarme lo que ya sospechaba.
               -¿Que es…?
               -Que sigues pillado por la zorra de Megan y eres incapaz de poner los cuernos sólo con el cuerpo. Eso podría perdonártelo, Tommy; pero que sigas queriendo a otra también… en fin, tú te lo guisas, tú te lo comes-se encogió de hombros y cerró la puerta.
               Me quedé sentado en la cama, intentando digerir lo que acababa de pasar. Me tumbé sobre mi espalda y miré al techo.
               La oscuridad de mi interior lo arrasó todo. Me dolía el pecho y no podía respirar. Me ardían los ojos.
               Acabo de perder a Scott y Diana en el mismo día, pensé.
               Y ése fue el pensamiento que llevaba esperando toda la tarde para poder echarme a llorar tranquilo. Me di la vuelta, me tumbé de cara a la pared, y lloré y lloré y lloré hasta quedarme sin respiración, y seguí llorando, boqueando por el aire, porque no era justo. No me merecía a Scott, vale, no me merecía a Diana, vale, pero perderlos a los dos en cuestión de horas era demasiado cruel.
               No me gustaba estar solo. No me gustaba comer solo, dormir solo, vivir solo… y ahora iba a tener que hacerlo.
               No comí solo, porque se me cerró el estómago y no bajé a cenar. Le dije a Dan que me encontraba mal y que no iba a hacerlo cuando subió a preguntarme si no iba a comer nada.
               Tampoco dormí solo, porque no pegué ojo en toda la noche, demasiado ocupado dándole vueltas y más vueltas a lo que había pasado aquella tarde, a cada una de las frases que había dicho y escuchado.
               Tampoco viví solo, porque en el momento en que le pegué aquel puñetazo a Scott, me cargué nuestra amistad. Y, con ella, una parte de mí murió con él.

               Precisamente, la parte que le pertenecía a mi mejor amigo. La parte de mí que más viva estaba. La única parte de mí que merecía la pena explorar; la parte luminosa.

8 comentarios:

  1. A mitad del capitulo he tenido que parar para cogerlo los pañuelos porque era incapaz de seguir leyendo con lágrimas. No sé qué ha sido peor, si leerlo desde la perspectiva de Scott o desde la de Tommy porque es todo muy frustrante. Por un lado entiendo tanto a Tommy pero por otro quiero romperle la cara a hostias porque COMO SE TE OCURRE PENSAR QUE SCOTT NO ESTÁ ENAMORADO DE ELEANOR, Tommy más que nadie debería ser capaz de darse cuenta de la sinceridad en esas palabras de Scott. Pero claro...está tan cegado por las mentiras, por el shock y por echarle la culpa a alguien de la ruptura de Scommy que es incapaz de pensar con el puto cerebro! Pero tampoco lo culpo, cualquier ser humano hubiera reaccionado de esa manera.
    Para colmo, como si fuera poco, Diana coge y termina de rematar la faena. Y NO LA PUTO ENTIENDO!! Ella puede estar con los tíos que le de la gana por ser Styles y Tommy comete un error y ya se le crucificado. Y ENCIMA METE AL BIZCOCHITO DE DULCE DE LECHE QUE LAYLA. ESO SÍ QUE NO.
    Y para finalizar...se me ha roto el corazón en un millón de pedazos cuando por fin ha llorado. Cuando se ha dado cuenta de que la soledad ha llegado y la única persona que podría ayudarlo está igual o peor que él. YO CON ESTA PUTA HISTORIA NO PUEDO. Y TE ODIO Y TE QUIERO ERIKA POR EL DÍA EN QUE DECIDISTE HACER EL SPAM DE LA HOSTIA DE CST.


    PD: ME ENCANTA LA PORTADA/FOTO QUE HAS SUBIDO DEL SPINOFF DE SABRAE
    Pd2:Abril, mi cumpleaños, cruzo dedos para que sea un regalo💖

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    1. (Perdón por tardar tantísimo en contestarte Ari, soy basura).
      La verdad es que me hacía MUCHA ILUSIÓN subiros este capítulo para que lo vierais desde la perspectiva de Tommy y que os dierais cuenta de que los dos van a sufrir por esto, los dos lo están pasando mal por su mejor amigo, y no sólo Scott. Me parecía que se lo debía a T, me daba la sensación de que lo tenía un poco "demonizado" por lo fácil que se me hace escribir con Scott y la tendencia que tengo a usarlo a él cuando están los dos juntos.
      Así que entiéndelo: Tommy VE cómo se siente Eleanor por Scott y Tommy también VE con qué facilidad hasta ahora han tonteado, por lo que es lógico que piense que no se la merece porque ella lo quiere "demasiado", por mucho que luego Scott sea una persona genial y Tommy lo adore. Y luego está lo que tú dices: las mentiras, el shock, el sentirse humillado por todo el tiempo que han estado juntos a sus espaldas y demás, no han contribuido a que Tommy se lo tomara bien. Lo que ha hecho es, como tú dices, totalmente humano.
      Y sí, o sea, pobrecito mi niño, como si no tuviera bastante con lo de Scott, ahora Diana decide que no quiere tener nada que ver con él, y ahora se le viene el mundo encima, se va a sentir solísimo... aunque, por otro lado, la posición de Diana es totalmente entendible, nunca le ha gustado nadie como le gusta Tommy y no quiere sentir que él se aprovecha de ella.
      UF, la parte en la que llora ha sido tan difícil para mí... por un lado yo sentía que tenía que hacerlo, los dos se van a pasar la noche llorando, pero, a la vez, me parece súper cruel lo que le ha pasado a mi pobre niño, que no se merece que le suceda nada malo en esta vida, ni que se aleje de la persona que más le quiere en todo el mundo, pero así son las cosas ♥

      DIOS MÍO CÓMO ME ALEGRO DE HABER HECHO SPAM, EN SERIO.
      PD: me alegro de que te guste, aunque no es la portada, sólo es un anuncio ☺
      PD2: de hecho, ya sé más o menos en qué fecha lo voy a subir, estoy decidiendo el día, esperemos que sea una que a ti te guste ¬u¬

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  2. AY ESTOY MUY ENFADADA CON TOMMY entiendo que esté muy cabreado por el tema pero cómo se pone con Eleanor pues mira NO a donde vas so gilipollas. Y luego me da pena por lo de Diana es que ay igual que le pasó a Scott antes siempre solos que lastimita. Necesito leer más caps a ver qué va pasando porque estoy atacadísima que no sé qué esperar ya

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    1. Yo me siento súper mal con él tía, no sé, vale que se ha pasado con Scott pero es que ha entrado en cortocircuito, no puede más con la vida, lleva todo el peso del mundo sobre sus hombros a pesar de que tiene DIECISIETE AÑOS.
      Madre mía es que son iguales hasta para romper con sus novias de verdad necesito que se tranquilicen.
      El sábado con suerte te subo el siguiente, no me quiero hacer de rogar, pero estoy hasta arriba de trabajo, uf

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  3. "No puedo volver mañana a su casa.
    -¿Por qué? ¿Su casa se mueve?-replicó, escéptico."
    No me he podido reír más. En serio. Dolor de barriga y todo.
    Madre mía la que se ha liado pollito. Y la verdad es que no podría elegir un #teamScott o un #TeamTommy porque los entiendo a los dos y quiero abrazarlos pero a la vez darles una buena hostia (aunque Tommy se ha pasado 377836 pueblos con Eleanor y al golpear a Scott). Sin embargo, creo que como le ha dicho Alec, mañana es otro día y ya se habrá enfriado más y puede ver las cosas con otra perspectiva. Porque conociendo a su hermana y a Scott pienso que él tiene que ver que los sentimientos de ambos son sinceros.
    Por otra parte me ha encantado como Diana le ha cantado las 40. Tommy acusa a Scott de que le ha mentido a la cara pero Tommy se ha estado mintiendo a sí mismo y a la vez tiene a dos chicas geniales que le quieren y el burro va y no controla la polla. En esto todos están heridos pero ni quiero pensar en Layla cuando se entere. De verdad que me da pánico pensar en como repercutirá a Layla. Es una tía fuerte porque sí le han pasado cosas horribles pero ella a pesar de todo ha seguido luchando y a la vez está ciega de amor por Tommy y lo comparte (o compartía) con Diana y la persona en la que ella más confiaba la ha traicionado. -No sé si me estoy explicando bien-.
    Por último ese adelanto de lo que pasa entre Sabrae y Alec. Ay mamita que me tiro de las greñas necesito saber más de ellos. Estaba como loca cuando leí (varias veces) la parte en la que Alec dice que ella es su Eleanor pero él no es su Scott. Como un chihuahua nervioso estaba yo.
    With lof, young_bloodx

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    1. Tenía que poner un poco de humor y como se nota poco que Alec se está convirtiendo en uno de mis personajes favoritos (por cosas que empezaréis a ver en Abril), era imposible que no fuera él quien hiciera sonreír, dado que T y S están tan fatal.
      Estoy TOTALMENTE IGUAL QUE TÚ NADIA, o sea, los dos lo han hecho mal pero a la vez quieren proteger al otro, y en un principio Tommy puede parecer el malo de la película pero es que se justifica a la vez tanto con todo lo que le ha estado mintiendo Scott, y cómo termina rompiéndose al final que ay, me duele todo. El problema es que, precisamente porque los conoce a ambos y lleva viéndolos tontear toda la vida, no puede dejar de ser un poco escéptico a que todo eso no se haya salido de madre y ya está.
      Y uf, uf, UF, Diana; va a ser la que le ponga las pilas a Tommy durante estos capítulos, la razón de que él no termine de hundirse pero tampoco de encontrarse a gusto, porque mientras la vida de Scott ha cambiado radicalmente, la de él no lo ha hecho tanto, porque sólo ha perdido a su mejor amigo, pero conservará sus rutinas.
      ME HE DESCOJONADO CON LO DE "Y VA EL BURRO Y NO CONTROLA LA POLLA" DE VERDAD TE ADORO JAJAJAJAJAJAJAJAJAJA.
      En cuanto a lo de Layla, todavía estoy pensando en cómo voy a hacer que se entere y en qué momento lo hará, pero creo que la reacción de ella os va a sorprender un poco, no va en la línea que lleva manteniendo los capítulos en los que ha aparecido (o sí, en mi opinión, es muy ella lo que va a suceder entre los dos).
      Te has explicado perfectamente, como siempre ☺
      Y DIOS, LO DE ALEC Y SABRAE, ES QUE HABLAMOS DE SCOTT Y ELEANOR O TOMMY Y SUS CHICAS PERO SABRAE Y ALEC VAN A REVOLUCIONAR TODO EL CONCEPTO DE PAREJA IDEAL QUE TENEMOS EN ESTA NOVELA, TENGO MUCHÍSIMAS GANAS DE ESCRIBIR TODAS MIS IDEAS Y QUE LAS LEÁIS, UF.
      Muchísimas gracias por tu comentario tesoro❤

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  4. Me voy a acabar quedando seca de tanto llorar pero es que duele mucho verlos sufrir :(
    Y TENGO MUCHÍSIMAS GANAS DE QUE LLEGUE EL SPIN OFF DE SABRAE AI

    - Ana

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    1. MADRE MÍA ANA NO SABES TÚ LAS GANAS QUE #YO TENGO DEL SPINOFF DE VERDAD VA A SER SÚPER ESPECIAL

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