sábado, 25 de febrero de 2017

Tu mitad.

¡Muchísimas, muchísimas, muchísimas gracias por hacer que un capítulo llegara otra vez a los 100 comentarios! Me alegro un montón de que disfrutarais con él. Y,  como lo prometido es deuda, aquí tenéis la sorpresa de Sabrae:
Y, bueno, la portada no es sólo la sorpresa. Para celebrar cierto acontecimiento súper importante, tendréis disponible el primer capítulo de su historia en:



¡Exacto! El 23 de abril empezaré a subir los capítulos; si quieres que te avise por Twitter, no tienes más que dar fav a este tweet:
Y, sin más dilación, os dejo para que disfrutéis de lo novios que son Scott y Tommy.

-Podrías ayudarme, o algo. No sé. Vamos, digo yo. No va a ser todo comer-bufé, después de que Scott me quitara, literalmente, de las manos, el último donut que había hecho. Ni siquiera me dejó ponerle algo de adorno, y le dio absolutamente igual que le dijera que era para mí, que yo me lo merecía más.
               Sólo se encogió de hombros, sonrió, le dio otro mordisco e hizo un gesto con la mano para que continuara con mis tareas.
               -Es que me gusta ver cómo sacudes ese culo de Tomlinson que te ha dado la madre naturaleza mientras bates los huevos.
               Me volví y lo miré.
               -¿Es que mi hermana no te saca suficiente brillo, que también me necesitas a mí?
               -¿Qué puedo decir, T? Me va el vicio, aunque Eleanor, precisamente, una santita, no es que…
               -¡Vale!-alcé las manos-. ¡Quieto ahí! ¡Las coñas con mi hermana, de momento, sólo las hago yo! ¿Está claro? ¿Podrás vivir sin fanfarronear?
               -¿Podrás vivir sin conocer mi apasionante vida sexual, Thomas?
               -Creo que resistiré. Pero ahora en serio, S, ¿cómo se te ocurre liarte con mi hermana? ¿No te das cuenta de que ahora no vamos a poder hablar de sexo tranquilamente, porque tú siempre vas a terminar sacándola a reducir? Al final, sería como si me la estuviera tirando yo.
               -Podemos llamarla Trixie.
               Nos miramos un segundo.
               -No vamos a llamarla Trixie-dijimos a la vez. Porque los dos sabíamos adónde nos llevaría eso. La razón de que Trixie hubiera encajado bien en la excusa de por qué no quería Scott decirnos con quién estaba, era que era amiga de Megan, alias el demonio personificado. Y que Scott se sintiera atraído por alguna de las cabronas que acompañaban a la víbora de mi ex era algo tan sacrílego como increíble.
               Trixie estaba demasiado cerca de Megan, y por mucho que yo quisiera a Lay o a Didi, los recuerdos siempre iban a estar ahí, demasiado recientes aún. Le había entregado demasiadas cosas a Megan como para fingir que no era importante para mí.
               Lo único que tenía que hacer era darles más cosas a Diana y Layla para que ellas la superaran. Y entonces, todo se acabaría.
               -O podríamos no hablar de sexo-musitó, encogiéndose de hombros.
               -Eres Scott Malik-protesté.
               -Puedo hablar de un montón de cosas que no tengan que ver con el sexo.
               -¿En serio? Dime dos.
               Scott miró hacia el techo.

               -La mano que tienes con la comida-meditó.
               -La misma mano que uso para acariciar a Diana. No me sirve. Siguiente.
               Él bufó.
               -Pues lo rica que te sale la comida.
               -Más buenas están Diana y Layla. Tampoco sirve. Siguiente.
               Scott entrecerró los ojos.
               -El bosón de Higgs.
               -¿Que es…?
               -Lo que hay donde no hay nada.
               -Vale. El bosón de Higgs. Te falta una cosa.
               -Música.
               -Que se puede poner de fondo para follar. Siguiente-me crucé de brazos, me estaba encantando ver a Scott sudar.
               -Cine.
               -Hay porno. O, si no, escenas de sexo. Siguiente.
               -Videojuegos.
               -Personajes femeninos en bolas básicamente para que los tíos como tú y yo nos la pelemos. Esfuérzate más, S.
               -Cuadros.
               -De tías en bolas.
               -Cuadros antiguos.
               -La maja desnuda es un cuadro antiguo.
               -Estás puto enfermo, Thomas, en serio. ¿Es que puedes relacionarlo todo con el sexo?
               -¿Acaso tú no?
               Scott sonrió.
               -Es imposible que nos parezcamos más, ni aun pariéndonos la misma mujer. ¿Cómo va el siguiente donut?-inquirió.
               -Vete a la mierda, Scott-puse los ojos en blanco, él se levantó de un brinco y vino hacia mí-. No me hagas la pelota. Va en serio. Te voy a dar un mordisco. Déjame en paz-bufé. Él me pasó la lengua por el cuello, y le metí un puñetazo en el estómago. Él me dio una colleja. Yo le di un tortazo de advertencia. Él me dio una patada.
               Y empezamos a pelearnos, a pelearnos en serio pero de coña, como siempre hacíamos. Me acorraló contra la pared y sonrió al tenerme cogido de las manos, indefenso ante él.
               Pero yo le lamí la cara.
               Y me soltó.
               -¡TÍO!-bramó, limpiándose-. ¿SE PUEDE SER MÁS COCHINO?
               -Sí, puedes tirarte a la hermana pequeña de tu mejor amigo-sugerí, y él se echó a reír, susurró “serás cabrón” y se acercó a ayudarme a preparar más comida. Formábamos un equipo perfecto: yo cocinaba cuando estaba muy contento, y Scott comía como si no hubiera un mañana cuando estaba muy contento.
               Sher me preguntó si me quedaba a cenar, yo le respondí que dependía de si me dejaba sentarme a la mesa y probar mi propia creación, a lo que ella me respondió con una sonora carcajada y un beso en la mejilla. Me dijo que se alegraba mucho de tenerme en casa de nuevo, cogió un bol de helado, se sirvió un poco del congelador y nos acercó lo que quedaba.
               Nos sentamos a la mesa con una fuente de las de hacer ensalada llena hasta arriba de helado, a contemplar cómo la nueva tanda de donuts se cocinaba en el horno.
               -¿Quieres jugar a un juego?-inquirí, lamiendo la cuchara.
               -¿Al teto?-preguntó él. Puse los ojos en blanco.
               -¿Tengo cara de ser Eleanor?
               -Ya podías ser Eleanor-bufó Scott, y yo le di otra colleja-. ¡Basta de violencia, Thomas! A ver ¿a qué quieres jugar?
               -A dibujarnos cosas con helado.
               Scott se descojonó en mi cara, y cuando le pregunté por qué, me dijo que no podía contármelo, porque se lo había prohibido, así que decidí que sería mejor callarse y esperar un tiempo para enterarse de las maldades que le había hecho a mi hermana y las que le había dejado hacerle. Cogí un poco de helado con el dedo y me acerqué a él, que se echó hacia atrás.
               -No me dibujes una polla.
               -Que no te voy a dibujar una polla, coño.
               Pero sí que le dibujé una polla. Y él se dio cuenta en cuanto terminé, lo comprobó con la cámara interna del móvil y suspiró. Me puso la mejilla y yo le di un lametón todavía mayor del que había conseguido que me librara de él.
               -Eso es, T, cómete mi polla-se burló, y yo le di un manotazo en la rodilla, y él me dio una colleja, y volvimos a pelearnos, pero más suave, porque ahora estábamos comiendo y lo primero era lo primero. No volvimos a jugar, porque yo sabía que me iba a dibujar otra polla en la cara, así que continuamos comiendo.
               Hasta que se me ocurrió algo.
               -Scott. Scott-le sacudí el brazo mientras él clavaba la cuchara en el helado y sacaba una buena montaña.
               -Ahora te doy, tío, no seas ansioso, es mi turno.
               -No. Scott-insistí, necesitaba mirarlo a los ojos. Él suspiró, me miró y me invitó a continuar con un:
               -Tommy.
               -¿Le comes el coño a mi hermana?-solté a bocajarro, y él frunció un poco el ceño.
               -¿A ti qué hostias te importa?
               -Scott-exigí, y recibí su silencio como contestación-. Scott.
               -Puede-admitió, lamiendo lascivamente la cuchara.
               -¡SCOTT!
               -Cuando me deja, ya sabes lo que me gusta hacer eso.
               -¡ME CAGO EN LA PUTA, SCOTT!-troné, levantándome de un brinco-. ¡NO VOY A VOLVER A COMPARTIR CUBIERTOS CONTIGO EN MI PUTA VIDA!
               -Tranqui, tío, me lavo los dientes después-replicó, y la respuesta me pilló tan desprevenida que me quedé frío un momento, sin saber qué hacer.
               Hasta que me eché a reír. Y él también. Y me estrechó entre sus brazos, como diciendo “ay, cómo te va a dar asco nada que tenga relación conmigo”, y todo estaba bien.
               Seguimos compartiendo cuchara. Porque me fiaba de que efectivamente se lavara los dientes después de hacerle eso a mi hermana. Y porque era una cuestión de confianza, más que de otra cosa. Era algo casi espiritual, estábamos tan compenetrados que ni siquiera necesitábamos tener nuestros propios cubiertos. Ni siquiera las gemelas podían presumir de lo que teníamos Scott y yo.
               Y, también, porque Scott sentía más repulsión por Megan que yo por mi hermana (que era nula, a estas alturas de la película), y en ningún momento se había quejado de las cosas que sabía que le hacía a la pelirroja. La única referencia reprobatoria que Scott se permitía era cuando yo empezaba a soltar veneno por la boca, y él se echaba hacia atrás, me miraba con ojos muy abiertos, y me preguntaba:
               -Vaya, T, ¿esto lo tienes guardado desde que estuviste con ella? Venga, échalo todo-me daba una palmadita en la espalda y me dejaba seguir despotricando.
               -¿Te lo pidió?-pregunté, y él me miró-. Eleanor-S sonrió-. ¿Qué ocurre?
               -Le da puta vergüenza. O sea, tendrías que ver cómo es en la cama, pero luego se pone como un tomate cuando me intenta decir lo que quiere que le haga. Es que… joder, T-se pasó una mano por el pelo, sonriendo como si fuera bobo. Quería a mi hermana con todo su corazón. ¿Qué demonios, su corazón? Él mismo me había dicho que con todo su cuerpo, que su corazón no abarcaba para albergar los sentimientos que mi hermana despertaba en él.
               Incluso con el pelo rapado, Scott estaba más guapo que nunca por el mero hecho de lo feliz que estaba. Por fin las cosas le iban como se merecía, y yo no era un imbécil que estaba estropeando el mejor momento de su vida, sino que estaba ahí, a su lado, para colaborar y mejorarlo.
               -Es… buf-suspiró, y yo sonreí. Me gustaba verlo así, me gustaba muchísimo, hacía años que Scott no estaba así por una chica-. El es increíble, T. No sabes cómo me hace sentir, y lo bien que estoy cuando estamos juntos y… joder, cuando se pone roja porque le da vergüenza pensar en lo que vamos a hacer-se frotó la cara-. No te haces una idea de lo…-negó con la cabeza.
               -Me la hago-sonreí, poniéndole una mano en el hombro.
               -Y cuando ella me lo hace a mí-negó con la cabeza-. Soy el primer chico al que se lo hace-confesó, y la verdad es que no me imaginaba a mi hermana negándose a hacer una mamada a alguno de sus anteriores novios. Me alegraba saberlo; todos eran unos gilipollas integrales que no se la merecían, lo habían demostrado con el tiempo-. Y me encanta. Me encanta saber que no le ha hecho lo que me hace a mí a nadie más. Me siento súper especial. Es como si fuera virgen y me escogiera para que yo la iniciara, ¿sabes?-sonrió, y yo también sonreí. Scott nunca había experimentado eso de ser el primer chico de una chica. Yo sí.
               Y me hacía muchísima ilusión que él por fin supiera en qué consistía esa sensación de “soy especial, no va a poder olvidarme, si le gusta el sexo, en parte es porque yo lo hice bien la primera vez que estuvimos juntos”.
               -¿Y cómo es?-le invité, porque, joder, me gustaba tanto ver cómo se ilusionaba hablando de las cosas que hacía con mi hermana, que no me importaba que en teoría tuviera que cabrearme que lo hiciera con ella. Sólo me alegraba de que estuviera pasando.
               Y sabía que, si yo no le daba luz verde, Scott respetaría mis deseos de no ahondar más en el asunto.
               S sonrió, le brillaron los ojos que le había regalado su madre igual que lo hacían cuando veíamos un documental de astronomía y yo decía que no entendía algo, y él se ponía a explicarme lo súper importantes que son los campos gravitatorios de los asteroides que están entre las órbitas de Júpiter y Marte, cómo la luz no tiene velocidad relativa pero puede curvarse por la gravedad, cómo el tiempo pasa de manera distinta dependiendo de tantísimas cosas que hace que te lo tengas que plantear todo…
               La diferencia estaba en que yo ahora entendía de lo que Scott me estaba hablando, y no le prestaba atención sólo por escuchar su entusiasmo según me explicaba cosas, sino porque de verdad podíamos tener una conversación.
               -Pues… es curioso, las veces que me la ha chupado, no han sido las mejores de mi vida, pero… es torpe. Y súper cuidadosa. Le da muchísimo miedo hacerme daño.
               -¿Y tú no le dices que tampoco es tan fácil?
               -Sí, pero… le impone respeto-se encogió de hombros-. Además, me gusta que sea dulce incluso cuando estamos en modo apasionado. Es como… su toque personal, ¿sabes? Siempre hay algo que una chica haga cuando está en la cama, y eso es lo que hace Eleanor. Es tierna hasta siendo una fiera.
               Yo sonreí.
               -Me siento tan mal por haberte dicho todo lo que te dije sobre ella, S-suspiré, frotándome la frente.
               -Yo no te culpo.
               -Ya lo hago yo por los dos.
               -No, en serio. Tommy. Eh-me cogió la mandíbula para que lo mirara-. Yo no te culpo. Está olvidado, en serio. ¿Qué me decías?-preguntó, y yo me eché a reír.
               -Que puedes verla hoy, si quieres-él arrugó la nariz-. ¿No?
               -Demasiadas emociones por hoy-susurró, pasándose una mano por el pelo y jugando con la cuchara. Se la quité y di un bocado.
               -¿Crisis en el paraíso?
               -Para nada-replicó, mirándome-. Ya no. ¿Tommy?
               -¿Mm?
               -Estoy súper bien.
               -Ya te veo.
               -No, me refiero… estoy súper bien-enfatizó la palabra de en medio, y yo mordí la cuchara un poco. Estaba bien por Eleanor, estaba súper por mí.
               -Yo también estoy súper bien. Súper-mega bien.
               Scott sonrió.
               -¿Diana?
               -Y Layla.
               -¿Lo habéis arreglado?
               -Sí-suspiré, de alivio-. Dios, S, es que… si hubieras visto cómo lo hicimos Diana y yo esta tarde…-sacudí la cabeza, silbé-. Me dieron ganas de llorar. En serio. Fue genial. Fue precioso. ¿Te imaginas? La conozco de hace dos meses, y ya hace del sexo algo precioso.
               -¿Cómo fue?
               -Le regalé flores. Porque tuvimos una semana horrible, estuve con Layla esta misma mañana, y… bueno, me hizo ver que soy estúpido por haber siquiera caído en la tentación con…
               -La que no debe ser nombrada-sonrió Scott, y yo me eché a reír.
               -Sí, lady Voldemort-asentí, y él me dio un pellizquito en la mandíbula para que continuara-, así que le traje flores, le dije un montón de cosas que… ni siquiera sé de dónde las saqué, la verdad-nos echamos a reír-, y me acosté con ella, y me habló en español, y…
               -Espera, ¿la americana habla español?-Scott alzó las cejas, la cabeza apoyada en la mano, el codo clavado en la mesa.
               -¡Eso es lo mejor! Le preguntó a Eleanor cómo me podía decir que me quería, y yo casi me derrito, S. Tienes que oírla hablando en español, la pobre tiene un acento monísimo, quiero que se pase el resto de mi vida hablándome así.
               Scott se mordió el piercing, sonriendo.
               -¿Y qué hay de Layla?
               -Bueno, tenía problemas, no le viene la regla, pero no está embarazada. Fuimos al hospital, a ver qué le pasaba. Va poco a poco. La he visto mejor que los otros días.
               -Menos mal.
               -Sí. Y… ¿sabes, S? Creo que podría funcionar, lo que me dijiste. Diana, Layla y yo, me refiero. Sé que suena egoísta, pero...
               -No es egoísta querer a nadie.
               -Ya, pero… no sé, me da la sensación de que ellas se merecen más que eso. Medio yo no es nada. Joder, yo no soy nada. Se merecen más que yo, las dos.
               -No hay más que tú-susurró él.
               -Lo dices por decir.
               -No, Tommy, lo digo porque es verdad. Lo digo porque puedo sentarme con Eleanor en el sofá y cogerla de la mano y verla jugar con mis hermanas y pensar “joder, quiero dejarla embarazada, quiero que tenga mis hijos, quiero pasarme el resto de mi vida con ella”, pero en el momento en que se marcha, es a ti a quien echo de menos-me dio un toquecito en el pecho-Es a ti a quien echo de menos por dentro, incluso cuando ella está conmigo y yo pienso que no siento más que amor. No me malinterpretes-añade-, a ella la adoro, la quiero muchísimo, pero esta semana ha sido horrible a pesar de que ha sido la semana que más tiempo he pasado con ella, ¿por qué crees que es?
               -Porque te faltaba tu mitad-murmuré, y Scott sonrió y asintió.
               -Me faltaba más que mi mitad-contestó él, también en voz baja. Y yo me pegué a él y lo estreché otra vez entre mis brazos, cerré los ojos y hundí mi cara en su cuello mientras él hacía lo mismo, nos pegábamos el uno al otro hasta el punto de que nuestros átomos se confundían y no sabían si eran míos o eran suyos, todo el universo fluía a través de nosotros, y en nuestros corazones tenía lugar un nuevo Big Bang.
               Estábamos juntos.
               Y eso estaba bien.
               -Tommy-me dijo al oído, en voz muy baja, con el aliento entrándome en los canales auditivos, y lo único que pude pensar era que joder, qué bien decía mi nombre Scott, cualquiera diría que el nombre del otro había sido la tercera palabra que habíamos conseguido decir siendo pequeños.
               -Mm.
               -Tenemos que ver cómo hacemos-me dijo-, porque igual que no puedo estar sin ti, ahora tampoco puedo estar si ella.
               -No tienes que estar sin ella-dije, acariciándole la espalda y notando cómo se tranquilizaba-. Encontraremos la solución. Ya lo verás. De hecho…-dije, soltándolo y empujándolo suavemente para que me dejara ir, poder mirarlo a los ojos y contemplar su fea carita-, ven conmigo a casa. Tengo que decir que me quedo a cenar.
               -Ya se lo imaginarán.
               -Scott-dije, en tono de advertencia, y él sonrió-, ¿de verdad quieres quitarme la ilusión de ir a decir que ya hemos hecho las paces?
               -¿Tú crees, Tommy, sinceramente, que hay alguien en este planeta que no sepa que estamos bien otra vez? Seguro que ha bajado la tasa de suicidios.
               -Tampoco te flipes, Malik, que no estamos curando el cáncer-me eché a reír-. ¿Vigilas esto?-inquirí, haciendo un gesto con la mano en dirección al horno, en el que los donuts se hinchaban poco a poco.
               Y Scott se enfadó conmigo.
               -¡Estás de coña! ¿Piensas que te voy a dejar irte solo? Ni de puta coña; seguro que te pierdes. Espérame aquí-dijo, incorporándose y señalando el suelo bajo mis pies-, tengo que vestirme.
               -No sabía que estuvieras desnudo.
               -Voy a pasar frío con estos pantalones, Thomas-gruñó, señalándose esta vez las piernas.
               -Vas a tener la llama de nuestro amor calentándote-le recordé. Se me quedó mirando, se mordió la cara interna de la mejilla y bufó:
               -Creo que iré a por un bañador.
               Le dije que se sentara, me dijo que él era divergente y no podía ser controlado, hasta que me puse tierno y le dije que no iba a poder estar mucho tiempo (o sea, más de 10 segundos) en una habitación en la que no estuviera él, a lo que me respondió acariciándome la mejilla y susurrándome “cuánto me quieres, ¿eh?”.
               Le di un mordisco en la palma de la mano y él me dio una colleja.
               Estábamos riéndonos y peleándonos cuando se abrió la puerta de la cocina.
               Los dos nos giramos.
               Eran Bey y Alec.
               -Hola-balamos los dos a la vez, y Bey nos miró alternativamente un par de segundos, sin poder creerse lo que veía.
               Alec, por el contrario, se dio la vuelta, se pasó las manos por el pelo, se las dejó entrelazadas en la nuca un momento, bufó, y luego, hizo algo que no le habíamos visto hacer nunca.
               Se echó a llorar.
               Alec Whitelaw.
               Llorando.
               Sí, aquel día estaba siendo un poco surrealista.
               Y también estaba siendo un jarro de agua fría cayendo sobre nuestras cabezas. Los dos nos pusimos en pie y fuimos a su encuentro, mientras Bey lo cogía y lo abrazaba, le daba un beso en el cuello y acunaba su cabeza contra su pecho. Alec se aferró a ella, cerró los ojos y siguió llorando sin problema, mientras ella hundía los dedos en su pelo y le susurraba palabras tranquilizadoras.
               -Te dije que lo iban a arreglar, que iban a estar bien, ¿ves como están bien?
               Alec susurraba cosas sin sentido contra el cuello de Bey, nos miraba tras su cortina de lágrimas un segundo, y luego seguía llorando
               Tanto S como yo nos dimos cuenta de que no sólo lo habíamos pasado mal nosotros. Nuestras familias se habían preocupado, nuestras novias se habían preocupado, incluso nuestros amigos se habían preocupado. Éramos demasiado importantes el uno para el otro como para que nadie se tomara a la ligera que nos retiráramos la palabra.
               Y la peor parte, se la había llevado, precisamente, Alec.
               Alec, que había tenido que ver cómo Scott se marchitaba en casa, cayendo en una tristeza cada vez más y más cercana a la depresión que le había terminado quitando las ganas de comer.
               Alec, que se había sentado conmigo en clase y había aguantado estoicamente mis comentarios de mierda, cargados de rabia y de veneno, destinados no sólo a él, sino también a su familia (no estaba orgulloso de ciertas cosas que le había dicho referentes a lo mal que lo había pasado su madre por culpa de su padre, y me gustaría decir que había hablado mi ira y no yo, pero lo cierto es que en el momento en que le dije aquellas cosas horribles, yo quería hacerle daño, quería que alguien sufriera como estaba sufriendo yo).
               Alec, que nos había separado cuando llegamos a las manos y se había quedado en el gimnasio hasta que cerró, descargando su rabia, y había escrito a toda velocidad un mensaje pidiéndole perdón a Sabrae, porque si ya estaba mal por estar mal con ella, ver hasta qué punto las cosas pueden joderse con alguien tan unido como Scott y yo había terminado por volverlo loco.
               Alec, que me había puesto en mi sitio cuando nadie más se atrevía y me había dicho lo que yo necesitaba oír para empezar a interiorizarlo: Scott no había matado a nadie, Scott hacía a Eleanor feliz, Eleanor no era de mi propiedad, y yo no tenía derecho a decirle con quién podía o no podía salir.
               Alec, que había dado la vuelta al colchón de Scott para obligarlo a salir de la cama.
               Alec, que había vivido a base de cafés, porque no podía pegar ojo, demasiado preocupado de si lo necesitábamos y él no escuchaba el teléfono por estar sumido en un sueño demasiado profundo.
               Alec, que había dejado de ir a baloncesto porque necesitaba pasarse la hora y media libre de por la tarde vapuleando un saco de boxeo para descargar toda la tensión y poder cuidarnos a Scott y a mí.
               Alec, que no le dejaba a Sabrae cerrar la puerta cuando iban a su habitación por si Scott lo llamaba y él no podía oírlo.
               Alec, que había venido en moto, sin casco y en pijama, y había roto el cristal de la terraza de mi casa para poder entrar y ayudar a mi hermana a levantarme.
               Alec, que me había salvado la vida a mí. Y también se la había salvado a Scott.
               Alec, que ahora lloraba de alivio, y a la vez de pena.
               -Pensé que se nos morían, Bey-susurró.
               -Lo sé, cariño.
               -Estaban tan mal, ya veías a Tommy, Scott estaba igual, yo ya no sabía qué hacer…
               -Lo sé, mi rey.
               -Y yo no podía… no me daba tiempo a ir de un lado a otro, menos mal que aquí estaba Sabrae, menos mal que hice las paces con ella y tenía una excusa para ver a Scott también…
               -Lo sé, mi vida-Bey le besó la cabeza.
               -Y… y…
               -Ya pasó, ya pasó.
               -Y Tommy…
               -Lo sé, cariño. Ya está bien. Todo está bien. Se ha arreglado todo-volvió a besarlo.
               -Es que… yo… Scott-llamó, y los dos nos pegamos a él-. De verdad. Yo. Es que. Joder. Uf. ¿Bey?-pidió, y ella asintió con la cabeza, se dio la vuelta y nos miró a los dos. Alec se separó un poco de ella, se limpió las lágrimas, miró al techo y tomó aire profundamente varias veces. Puso los brazos en jarras; bueno, sólo uno. La otra mano la tenía apretada a la de Bey.
               -Veníamos a hablar contigo. Teníamos que convencerte de que tenías que hacer las paces ya con Tommy-ella me miró un segundo, Alec cerró los ojos, tragó saliva, asintió y carraspeó. Miró a Bey.
               Miró a Bey porque me miraba a mí y me veía tendido en el suelo, casi sin pulso y enfriándome tan rápido que daba miedo.
               -O si no…-Bey miró a Alec.
               -Si no, habría tenido que decirle a Saab que dejábamos para otro día lo de mañana.
               -Ni de puta coña vas a dejar lo de mañana para otro día-dijimos los dos a la vez, y él sonrió, se le volvieron a iluminar los ojos, y se echó a llorar de nuevo cuando Scott y yo murmuramos-. ¡Alec!
               Él volvió a pegarse a Bey, que tenía los ojos vidriosos pero no se iba a permitir llorar. Siguió acariciándolo, besándolo y acunándolo como si no midiera más que ella.
               -Qué bien te viene que estén juntos, y eso te haga feliz, y seas un oso amoroso sensiblón para que yo te dé mimos, ¿eh?-bromeó ella, y lo escuchamos sonreír cuando contestó:
               -Igual estoy fingiendo.
               -O igual te has dado cuenta de que eres una galletita rellena, cosa que el resto ya sabíamos de ti-contestó la chica, y Alec suspiró una sonrisa.
               -Sándwich-pidió, y Scott y yo sonreímos y nos pegamos a ellos. Sándwich era lo que decíamos cuando queríamos abrazarnos todos los presentes: nos poníamos unos tras otros y nos aplastábamos, como si fuéramos las rebanadas de pan y el contenido de un sándwich.
               Le revolví el pelo a Alec mientras Scott le soplaba en la cara, sólo por hacerle de rabiar. Él se rió, aún sobrepasado por sus emociones.
               -Os quiero muchísimo, chicos-gimoteó.
               -Y nosotros a ti, Al-dijimos los tres a la vez, dándole palmaditas en la espalda, celebrando con ritmo de tambores de guerra la época de paz más ansiada de la historia. Alec sonrió, se pegó un poco más a Bey, cerró los ojos, suspiró un segundo y, por fin, la empujó suavemente hacia un lado, separándose de ella y separándonos a Scott y a mí de él.
               -Tengo a Tommy haciéndome rosquillas, ¿queréis una?-preguntó mi mejor amigo, el hermano mayor que mi madre no había podido darme, pero había encontrado para mí. Alec sonrió, triste, y asintió con la cabeza. Se sentó al lado de Bey y contempló cómo sacábamos las cosas, decorábamos la comida y se la poníamos delante. Bey cogió el donut más grande y lleno de nata que se había visto en la vida, le dio un mordisco y se manchó la nariz con la espuma nívea.
               -Tienes…-dijo Alec, tocándose la nariz. Y Bey se la quitó con el dorso de la mano, sonrió, le dio un lametón, cogió un poco de nata con el dedo y se la pasó a Alec por la mejilla-. Eres tonta-sonrió él, pero ni cogió un donut, ni se lo limpió, ni protestó cuando ella le pasó la lengua por la mejilla, ni nada.
               -El domingo hay partido, ¿verdad?-preguntó Scott, y yo me volví hacia él. No estaba dispuesto a tener que compartirlo con los demás aún, era demasiado pronto. A duras penas conseguía no pedirles a Bey y Al que se marcharan, porque necesitaba más tiempo a solas con él.
               Si no lo hacía, era porque todavía no era un cabrón de proporciones intergalácticas y sabía que ellos necesitaban estar un rato con él, conmigo, con los dos.
               Porque ver que nuestros amigos se peleaban nos confirmaba lo que ya sospechábamos: que nuestro grupo era una galaxia cuyo centro éramos nosotros dos, un complicado sistema solar con dos estrellas en el centro alrededor de las cuales giraban los demás. Si una estrella desaparecía, la otra se volvía loca y no podía continuar con su papel de sostén de todo el conjunto, y el sistema se caía por su propio peso.
               Menos mal que ni Scott ni yo nos habíamos acabado apagando.
               Un meteorito inmenso llamado Alec Whitelaw había conseguido que una de las estrellas, la más joven, recuperara su llama justo cuando su incandescencia se apagaba.
               -Depende, ¿quieres que lo haya?-preguntó Alec, cansado, y nos miró a los dos.
               -¿Vas a ir?-pregunté.
               -Quiero decir…-Alec se frotó la cara, Bey le pasó una mano por la espalda, animándolo-. Si vais los dos, evidentemente. Es que… buf-él bufó, tapándose la cara-. No me puedo creer lo rápido que cambian las cosas.
               -Vamos, Al, tampoco ha sido para tanto.
               -Tío-protestó Alec, mirando a Scott-. Que tú no te has visto el pelo.
               -Y no es sólo el pelo-añadió Bey, mirándome de reojo. Alec asintió, Scott frunció el ceño.
               -¿Qué?
               -Ya hablaremos de lo de esta semana-dije-. Pero hoy no.
               Era evidente que Bey sabía lo que había intentado la noche anterior, como también lo era que ni de coña se lo iba a decir a Scott hoy. No quería joder este día tan genial.
               -No-asintió Scott-. Hoy no.
               Bey le estaba contando lo mucho que se echaba de menos a Scott en clase, y explicándole los turnos que habían establecido para que yo no me sentara solo en ninguna clase, cuando se abrió la puerta y mis hermanos entraron en la cocina.
               -Scott-pidió mi hermano pequeño-, ¿nos das zumo?
               -¿Os pasa algo en las manos?-replicó mi hermano mayor, sonriendo. Dan también lo hizo, abrió la puerta de la nevera y se estiró para coger la botella de zumo de granada que tanto les gustaba a los niños. Lo cierto es que estaba delicioso.
               Justo cuando estaba terminando de alcanzarlo, Duna se asomó también a la cocina, con Astrid detrás.
               -¿Te ha dejado?-preguntó, y nos miró a todos, se percató de que éramos más de los que habían entrado en su casa hacía un rato, que nos habíamos multiplicado como las setas en otoño, y exclamó-: ¡Alec!
               Al le sonrió y le acarició la cabeza cuando ella corrió a abrazarse a sus piernas. Ash también se acercó a él.
               -¿Cuándo has venido?
               -Ya tengo el zumo-dijo Dan, claramente molesto de que pasaran de él de esa manera.
               -¿Te quedas a cenar?
               -¿Me das los vasos de dibujos, Tommy?-me pidió el pequeño, que no llegaba a las alacenas donde los Malik guardaban los vasos. Lo alcé y lo dejé que cogiera tres.
               -¿Quieres venir a jugar con nosotras, Alec?-preguntó mi hermana pequeña, a lo que Bey respondió con una sonrisa.
               -¿Puedo jugar yo?
               -¡Claro!
               -Pero también tiene que venir Alec-añadió Duna, terca como una mula, me pregunto a quién habrá salido, con la facilidad que tiene Scott para ceder…
               … oh, espera…
               -¿No teníais sed?-gruñó Dan, pegándole un vaso a Ash en el pecho, que ella cogió con confusión.
               -¿Qué? Sí, ah, pues sí…
               -¿Tienes sed, Alec? ¿Quieres zumo?
               -Eres muy pesada, Duna-protestó Scott.
               -Déjala, tío, ya sabes que esta preciosura no puede molestarme-replicó nuestro amigo, un poco más animado de estas atenciones que tanto le gustaban.
               -En realidad-saltó Dan-, dejando el zumo encima de la mesa-, es tarde. Mamá nos estará esperando. Vamos, Ash, nos vamos.
               -¡No! ¡No hemos terminado de jugar!
               -Que sí, ¡es de noche! ¡Es muy tarde! ¡Mamá estará preocupada!
               -¡Mamá sabe dónde estamos!
               -¡NOS VAMOS A CASA, AHORA!-tronó Dan, y todos nos quedamos callados, mirándolo. Mi hermano cogió aire, bufó, se frotó las mejillas en el Gesto Universal de Intento de Tranquilizarse de los Tomlinson®, y se volvió hacia mí-. ¿Nos llevas a casa, Tommy?
               -Esto…
               -Voy a vestirme-intervino Scott, antes de que yo pudiera frenarlo. No podía decirle delante de toda esa gente que me iba a dar ansiedad verlo salir por la puerta, así que me mordí el labio y me quedé mirando el lugar por el que se marchó, conteniendo la respiración para escuchar sus pasos.
               Y sus gritos.
               -¡Sabrae!
               -¡Qué!
               -¿¡Y mi puta sudadera de Deadpool!?
               -¡La estoy usando!
               -¿Dónde coño estás?
               -¡Boxeando!
               -¡NO ME LA ESTARÁS SUDANDO, PUTA CRÍA DE LOS COJONES!
               -¡Es que es muy amplia y cómoda! ¡Y hace frío!
               -¡TIENES CINCO SEGUNDOS PARA QUITÁRTELA ANTES DE QUE BAJE, PORQUE COMO TE VEA SUDANDO LA GOTA GORDA CON MI SUDADERA FAVORITA, TE PROMETO QUE TE LLEVO A NUEVA ZELANDA COMO MERIENDA DE UNA TRIBU CANÍBAL!
               -¡BAJA AQUÍ, SI TAN VALIENTE TE CREES!
               Scott bajó a toda velocidad las escaleras y empezó a chillarle a Sabrae antes de encontrársela sentada en el jardín, con la sudadera puesta, pero dibujando en su cuaderno de mandalas.
               -La madre que te parió, ¡serás mentirosa!
               -¡Es que me inspiro con ella!
               -¡Me da igual que te inspires! ¡Es mi sudadera! ¡Quítatela!
               -¡Quítamela!-se oyeron ruidos de golpes-. ¡AY! ¡MAMÁAAAAAAAAA!
               -¡Scott! ¡Deja a tu hermana!
               -¡Tiene ropa de sobra, por qué cojones tiene que coger la mía, que encima es de tío!
               -¡La ropa no tiene género, Scott!
               -¡Cállate tú! ¡Y dame ya mi puñetera sudadera!
               -¡NO!
               -¡NO CORRAS!
               -¡VEN A BUSCARLA!
               Sillas que se caían…
               -PERO, ¿QUÉ COÑO HACÉIS?-bramó Sherezade-. ¡COMO ME LEVANTE DE ESTE SOFÁ, OS ACORDÁIS!
               Pasos corriendo escaleras arriba y abajo, gritos, maldiciones, insultos tanto femeninos como masculinos…
               -¡Te tengo! ¡AY! ¡SERÁS HIJA DE PUTA!
               -¡Scott!-oímos recriminar a Zayn.
               -¡MAMÁ! ¡Sabrae me ha mordido!
               -¡Hay que llevarlo a que la pongan la vacuna contra la rabia!
               -¿Tú no tienes series de chinos que ver, pesada?
               -¡SON COREANOS!
               Dan estaba un poco de mejor humor por aquel show. En casa de Scott deberían hacer un reality.
               Y el momento de mejor audiencia sería cuando Sabrae entró en la cocina como un bólido y se quedó clavada en el sitio al ver a Alec. Automáticamente, se llevó las manos a las trenzas.
               -Alec-él alzó las cejas, a modo de saludo. Scott entró como un trombo en la cocina, no vio a Sabrae, y la empujó al intentar detenerse. Ella se volvió y le dio un empujón-. ¿Eres imbécil?
               -Mi sudadera, ahora-exigió S, pero Saab se acercó a Alec y le dio un beso en la mejilla-. Sabrae.
               -¡Cállate, coño! ¿Qué te pasa, Al?-preguntó, colgándose del hombro de él. Miró a Bey y le dedicó una sonrisa. Que las dos fueran las únicas que podrían disputarse el corazón de nuestro amigo no significaba que fueran a llevarse mal, ni mucho menos.
               -Ahora nada, bombón-dijo él, acariciándole la cintura. Sabrae sonrió, se pegó un poco a él y suspiró.
               -¿Te quedas a dormir?
               -¿Me vas a dar mi putísima sudadera o tengo que quitártela yo?
               -¡Estamos hablando los mayores, Scott, siéntate y cállate!-ladró su hermana, que, curiosamente, era más pequeña que él. Alec sonrió, ésa era su frase, y que Sabrae la utilizara no hacía más que reforzar el vínculo que los unía-. ¿Te quedas a dormir?
               -Mañana madrugo, nena.
               -¿Y eso? Es sábado. ¿Es que tienes planes?-tonteó.
               -Tengo cosas que hacer, pero a partir de las nueve, estoy libre-bromeó él.
               -Pues puede que me pase por tu casa.
               -Pues puede que te espere.
               Los dos se sonrieron, se dieron un piquito rápido, y se separaron cuando Scott bufó:
               -Viva el amor-lo dijo en tono neutro, carente de emoción-. Lo que yo siento por mi sudadera. Dámela, venga.
               Sabrae suspiró, le tendió la sudadera, le dijo que era muy pesado, le dio un beso en la mejilla a Alec, y otro a mí cuando yo le dije que me iba a poner celoso, le hizo un corte de manga a Scott y se despidió de Bey con un abrazo.
               Duna montó el pollo del siglo porque quería irse a nuestra casa para pasar más tiempo con Alec, pero Zayn le dijo que ya estaba bien de atosigarlo, y que dentro de poco cenaríamos, así que nada de paseítos nocturnos. Duna hizo pucheros, se echó a llorar, se abrazó a las piernas de su madre para apelar a su compasión, y se abrazó a Astrid cuando vio que no había manera de irse con nosotros. Le dio otro abrazo a Dan, que él no le devolvió. Duna hizo una mueca, le dio un beso, le dijo que mañana iba ella a jugar a casa, y mi hermano se encogió de hombros, como diciendo “haz lo que quieras”.
               Se adelantó diez pasos a nosotros y cada dos por tres nos iba metiendo prisa para que volviéramos pronto a casa. Ni siquiera les dijo adiós a nuestros amigos cuando se despidieron de nosotros. Ash corrió a su encuentro.
               -Yo no quería irme todavía.
               -Pues nos teníamos que ir-protestó mi hermano, metiéndose las manos en los bolsillos del abrigo. Scott y yo íbamos a una prudente distancia, la suficiente como para que se olvidaran de que íbamos con ellos.
               -¿Estás enfadado con Duna?
               -No.
               -Yo creo que sí. ¿Es porque le gusta Alec?
               -A Duna no le gusta Alec-protestó Dan, y Scott y yo nos miramos y sonreímos.
               -Claro que sí. Alec es muy guapo.
               -Alec no es guapo-escupió-. Tiene los ojos marrones.
               -¡Tú también tienes los ojos marrones!
               -¡Cállate, Astrid!
               -¡Y Layla tiene los ojos marrones!
               -¡Sí, pero Layla es guapa!
               -¡Dan y Layla, sentados en un árbol, dándose besitos!
               -¡Déjame, Astrid!
               -¡Casándose, teniendo muchos hijos!
               -¡DÉJAME!
               Para cuando llegamos a casa, Astrid llevaba la mejilla caliente, y Dan, el culo. Los dos entraron con un humor de perros, no saludaron a papá cuando subieron las escaleras y empezaron a gritarse nada más llegar a su habitación. Papá se nos quedó mirando a Scott y a mí.
               -¿Vas a sacar un disco en solitario?-espetó, y se echó a reír ante lo divertido de su ocurrencia, que a ninguno de los dos nos hizo ni pizca ni gracia, lo cual le pareció doblemente interesante. Después de llevar a Scott ante mamá y que ella sonriera, llorara (un poco) por lo mal que lo habíamos pasado (bastante) estando separados y lo aliviada que estaba de que todo se hubiera arreglado por fin (mucho), fuimos a mi habitación a coger ropa.
               La sonrisa se le borró de la cara cuando me vio con la bolsa de deporte llena a rebosar.
               -Me quedo unos días en casa de Scott.
               Esos días terminarían siendo más de una semana, pero ninguno de los dos lo planeó, así que tampoco nos podía decir nada.
               -Bueno-asintió. Nos dijo que pasáramos a ver cómo estaba Diana, que había llegado de entrenar hacía poco y no había salido aún de su habitación.
               La americana se echó en brazos de mi amigo nada más verlo, lo apretó contra sí y cerró los ojos, sin poder creerse que las cosas fueran bien otra vez.
               -Me voy a poner celoso-anuncié, y ella se echó a reír, se descolgó del cuello de S y se colgó del mío, acompañándolo de un seductor “hola” en la lengua de mi madre que me volvió loco. Pegué mi boca a la suya y literalmente me la comí, igual que Scott se había estado comiendo los donuts que le preparaba a la velocidad de la luz.
               Mi americana me pasó los dedos por la nuca, los enredó en mi pelo, se puso de puntillas y respondió con todavía más fogosidad a la mía. Escuché a Scott carraspear, y eso me habría detenido de no tenerme Diana tan bien cogido, de no saber ella tan bien y no estar disfrutando de nuestro primer beso de amor después de que se fuera, después de que yo estuviera mal.
               Qué bien besaba Diana. Y qué bien me hacía sentir. Y qué pocas cosas había a las que yo no estuviera dispuesto con tal de no tenerla así siempre.
               La cogí de las caderas y la pegué contra mí, hasta que ella se cansó de besarme y separó nuestras bocas, aunque pegó nuestras frentes. Sonrió, recuperando el aliento. Notaba en su pecho el latir enloquecido de su corazón. O lo habría notado, de no haber estado el mío aún más descontrolado.
               -Os voy a dejar solos-anunció Scott, y yo me puse tenso en el acto. Una cosa era dejarme llevar con mi americana, y otra muy diferente era que él se marchara y me dejara con ella. No podríamos estar a gusto, porque yo no dejaría de pensar en los metros que me separaban de él.
               -¿Por qué?
               Scott alzó las cejas.
               -Eh… ¿porque hace demasiado poco que nos hemos reconciliado, estamos demasiado borrachos el uno del otro, y Diana tiene ganas de pedirte un trío, y yo seguramente accediera a ello?-sugirió, Diana se echó a reír, hundió la nariz en mi cuello e inhaló el aroma de mi piel.
               -No creo que pudiera compartirlo con nadie, ni siquiera contigo, Scott.
               -Es por eso que me abro, para que no me arañes, americana.
               Ella se echó a reír con esa risa del récord de Grammys.
               -Y, ¿adónde vas a ir tú?-espeté, y Scott se mordió el labio por la zona del piercing, sus ojos chispeando un segundo con un centelleo travieso.
               -A ver a Eleanor-dijo, metiéndose las manos en los bolsillos.
               -¡Oh! ¡No!-protestó mi americana, dando un brinco y mirándome-. Quiero verle la cara de ilusión al verlo. Vamos con él.
               -Ya sabe que estamos a buenas-le informé, pero la rubia negó con la cabeza.
               -Aun así, quiero verla. Venga, inglés; ya tendremos tiempo de recuperar el perdido. Vamos con Scott.
               -Ajá, ¿y si se ponen traviesos?-inquirí. No quería que Scott se fuera, pero tampoco quería irme con él y aguantarlo con Eleanor. Todavía no tenía digerido del todo eso de que estuvieran juntos, y tenía la sensación de que era más fácil hacerse a una idea difusa que a una clara.
               -Pues los acompañamos-respondió la americana, y sonrió cuando notó los dos pares de ojos estupefactos clavados en ella-. No me malinterpretes, inglés. Juntos, pero no revueltos. Por la mañana has estado con Layla, pero de tarde, te quiero solo para mí-ronroneó, mordisqueándome el cuello por la zona de la yugular.
               ¿Me puse cachondo?
               Me puse a mil. En ese instante, me habría dado absolutamente igual que Scott me anunciara que se iba a la guerra. Probablemente le hubiera dicho adiós con la mano y ya está.
               Los hombres somos criaturas simples.
               Scott puso los ojos en blanco, por eso de que se le acababa de negar en la puta cara un trío, y empujó con el pie la trampilla del suelo para bajar las escaleras. Lo hicimos despacio, como si Eleanor fuera un animal nocturno que fuera a asustarse con nuestra presencia. Llamamos a la puerta de su habitación, cosa que yo no hacía nunca, así que debería haberla puesto sobre aviso, pero la chiquilla estaba tan superada por las buenas emociones del día que ni se paró a pensar en que pudiéramos tenerle preparada una sorpresa improvisada.
               Scott abrió la puerta y se la quedó mirando, mientras Eleanor giraba la silla de su escritorio de un lado a otro, tecleando en su ordenador. Diana se hizo a un lado, para dejarme a mí ponerme junto a mi mejor amigo.
               -Mira el caso que le haces a tu novio-espeté, y Eleanor se volvió, sin entender-; luego tendrás el morro de decir que le haces feliz, si pasas de él como de la mierda.
               Eleanor abrió la boca y los ojos hasta tenerlos del tamaño de Saturno.
               -Hola, mi amor-sonrió Scott, inclinando la cabeza a un lado y metiendo las manos en los bolsillos de los pantalones, dejando sólo los pulgares por fuera. Eleanor se levantó y salió disparada hacia nosotros, dio un brinco y le pasó las piernas a Scott por la cintura, que se veía venir la operación y la cogió al vuelo. Eleanor se echó a reír, se inclinó hacia él y le dio un prolongado beso en los labios, con los ojos cerrados y las comisuras de la boca medio alzadas en una sonrisa que no quería terminar de esbozar, porque, si lo hacía, no podría besar a Scott bien.
               Y Scott se merece que lo besen bien.
               Él le dio una vuelta, a lo que ella respondió con una risa, volviendo a besarlo y diciéndole la ilusión que le hacía que estuviera allí.
               -Ahora podemos usar mi cama-comentó, echándose a reír, pasándole una mano por el pelo y apartándose un mechón del propio detrás de la oreja. Scott también sonrió.
               -Menos mal; íbamos a terminar con la mía.
               -Sí, pero lo de usar tu cama, de momento, lo vais a tener que posponer-protesté, y Eleanor me miró y sonrió. Soltó las piernas de alrededor de Scott y vino hacia mí, pero tirando de él. Me pasó un brazo por el cuello, y el otro lo pasó por el cuello de Scott, se puso de puntillas, se pegó a nosotros…
               … y se echó a llorar.
               A llorar a todo lo que le permitían sus ojazos, como si no hubiera un mañana. Y Scott y yo nos sentimos muy miserables, porque nos dimos cuenta en ese preciso instante de que la carga de toda nuestra pelea había ido a recaer sobre los hombros de mi hermana.
               Había sido Eleanor, no Alec, quien peor lo había pasado con lo nuestro (después de nosotros, claro).
               Eleanor, que se había pasado la vida enamorada de Scott sin tener una mínima esperanza de que él le hiciera caso.
               Eleanor, que me había aguantado a mí diciéndole que Scott nunca podría quererla como ella deseaba porque él no la veía de esa forma.
               Eleanor, que se había aferrado a la última esperanza de felicidad y la última oportunidad que le había concedido el universo con él cuando la encontró en aquel baño.
               Eleanor, que se había acurrucado infinidad de veces sobre mi regazo y me había intentado hacer ver que Scott estaba enamorado de ella, incluso cuando él no se lo había dicho aún.
               Eleanor, que había tenido que escuchar a Scott repetirle una y otra vez lo mal que estaba lo que hacía con ella.
               Eleanor, que había tenido que aguantarme a mí metiéndome con la soltería de Scott cuando él ya no estaba soltero.
               Eleanor, que había dormido a su lado y se había despertado en medio de la noche deseando estar en su cama, que yo no me cabreara, no tener que esconderse.
               Eleanor, que se había mirado un millón de veces al espejo cuando había empezado a dudar de Scott, diciéndose que cinco minutos con él eran suficientes cuando no lo eran, cuando ella quería suplicar por siglos con él de la misma manera que él quería hacerlo con ella.
               Eleanor, que había tenido que callarse cuando sus amigas hablaban de otra chica a la que su novio no quería anunciar en Facebook, porque eso significaba claramente que no la quería.
               Eleanor, que habría matado por no estar enamorada de Scott desde el instante en que supo lo que había hecho.
               Eleanor, que no se perdonaría en la vida haberme gritado en un descuido que ojalá mamá me hubiera abortado.
               Eleanor, que había tenido que irse con chicos que no le gustaban sólo para hacer que mi mejor amigo espabilara.
               Eleanor, que le había tenido que decir a su novio que no pasaba nada por no poder decirle a su hermano que estaban juntos, cuando era de las cosas que más le dolían.
               Eleanor, que quería presumir de Scott.
               Eleanor, que quería salvarme a mí.
               Eleanor, que quería salvarlo a él.
               Eleanor, que se sentía como una mierda cuando estaba en casa y me escuchaba gemir en mi habitación mientras yo me hurgaba en la herida.
               Eleanor, que se sentía como una mierda cuando iba a casa de Scott, porque sabe dios lo que estaría haciendo yo en la nuestra, y que se sentía como una mierda cuando estaba en nuestra casa porque sabe dios lo que estaría haciendo Scott.
               Eleanor, que había visto cómo los dos nos marchitábamos a pasos agigantados cuando no estábamos juntos, cómo yo no dormía, cómo Scott no dibujaba, cómo él no sonreía y cómo yo no quería vivir.
               Eleanor, que me había encontrado medio muerto.
               Eleanor, que había suplicado porque no me muriera, que me quedara con ella.
               Eleanor, que habría renunciado al amor de su vida, sólo porque su hermano siguiera con vida.
               Eleanor, mi pequeña, que ahora era feliz no porque yo supiera que estaba por Scott, no porque tuviera que dejar de esconderse… sino porque Scott y yo estábamos bien otra vez.
               -Mi amor-le dijo Scott.
               -Princesa-le dije yo, y ella se pegó un poco más a nosotros.
               -Lo sentimos-le dijo él.
               -Muchísimo-añadí-, ¿podrás perdonarnos?
               Eleanor se separó un poco de nosotros, se limpió las lágrimas, asintió con la cabeza, nos miró, volvió a echarse a llorar y volvió a refugiarse entre nuestros brazos.
               Mentiría si dijera que no me gustó que se acercara un poco más a mí que a él, pero, ¿qué demonios? Yo era su hermano, lo sería siempre. La sangre siempre tira, porque es más densa que el agua.
               Scott se dio cuenta de que ella quería que la tuviera yo un poco, de manera que se apartó para dejarnos espacio. Eleanor me miró a través de su cortina de lágrimas.
               -Tommy…
               -Ya lo sé.
               -Scott…
               -Lo sé. Me lo dijiste.
               -Él me quiere. Como yo quiero que me quiera.
               -Ya lo sé, mi niña.
               -No, no puedes saberlo, él…
               -Sí que lo sé. Lo veo. Veo cómo te mira-Scott sonrió un poco, ella se mordió el labio, cerró los ojos y pegó su cara a mi pecho-. Siempre vas a ser mi hermana.
               -Ya lo sé.
               -Te quiero un montón, enana-le di un beso en la cabeza y ella suspiró.
               -Siento las cosas horribles que te dije.
               -Sí, y yo siento haberte dicho que Scott no era bueno para ti.
               -Lo es-sonrió ella. Diana sonrió también, mirándose los pies. Eleanor y Scott se miraron. Y yo quise apartar la vista, porque me daba la sensación de que estaba metiéndome en un momento muy íntimo, pero no fui capaz. Era como si estuviera viéndolos acostarse, hacerse el amor; sabía que debería irme, pero no podía dejar de mirar por la puerta entreabierta cómo se adoraban con sus cuerpos, cómo se hacían brillar.
               -Lo es-asentí, y ella sonrió.
               -Y no hay nada malo entre nosotros-añadió Scott. Eleanor se pegó un poco más a mí.
               -No. No lo hay.
               Eleanor se perdió en sus brazos, se pegó a él, cerró los ojos y dejó que él la calentara. Diana me cogió de la mano, me acarició los nudillos y los miró un momento.
               -Dime que os vais a quedar a cenar-me pidió la americana.
               -Vamos a casa de él. Me voy a quedar allí unos días.
               -Pero podéis venir mañana-añadió Scott, acariciándole la espalda a Eleanor.
               -Sí, de hecho… podéis venir a comer. Comeremos todos juntos, ¿eh, S?
               -Yo no soy el chef-él sonrió.
               -Suena genial-dijo Diana.
               -Mañana te veo, entonces-susurró Eleanor, poniéndose de puntillas y dándole un beso en los labios. Diana hizo lo propio, me acarició la boca después de besarme con un pulgar, y sonrió cuando yo le di un mordisquito.
               -No se me ha olvidado lo de los dos siglos de antes, americana.
               -A mí tampoco, inglés-me guiñó un ojo selvático de infinitas pestañas, se mordió un poco el labio y se echó a reír cuando yo me incliné a mordérselo con mis propios dientes.
               -¡Bueno, Thomas! ¿Te pago un hotel, o algo?-me pinchó Scott, con una mano en la cintura de Eleanor. Le mandé a la mierda y bajamos las escaleras con las chicas siguiéndonos, hasta despedirnos en el hall.
               Para cuando llegamos a casa de Scott, a Duna se le había pasado el disgusto; estaba jugando con su madre, mientras de la cocina salía un olor delicioso.
               -¡No estará Zayn en mi cocina!-protesté, dejando la bolsa en el sofá y haciendo que Shasha diera un brinco. Ni siquiera la había visto ahí.
               -Quería adelantarte trabajo-explicó Sherezade, sonriéndole a su hija cuando ésta le devoró una ficha del parchís.
               Scott y yo nos encargamos de echar a Zayn de la cocina, salvamos la cena codo con codo (aunque, si soy sincero, tampoco había mucho que salvar; Zayn había hecho un buen trabajo), nos pinchamos el uno al otro un millón de veces, borrando aquella semana horrible que acabábamos de vivir.
               Acabada la cena, nos pusimos los pijamas y fuimos al baño. Le tomé el pelo con el nuevo cepillo que había en el vaso, y cogí el mío después de dirigirle una mirada de aprensión. Yo había guardado el que Scott dejaba en mi casa, me dolía demasiado verlo.
               Pero él ya lo había rescatado.
               -¿Me echabas de menos, Malik?
               -La esperanza es lo último que se pierde, Tomlinson-respondió, metiéndose el cepillo en la boca.
               Nos tiramos en la cama y literalmente nos enredamos el uno en el otro hasta convertirnos en una maraña de cuerpos imposible de separar. Scott bufó con satisfacción cuando ganó la pelea de a-ver-quién-pone-la-pierna-encima-de-quién, dejándome su pie derecho sobre mi estómago. No le hice cosquillas, porque nuestros pactos son sagrados.
               Cogí el ordenador.
               -¿Qué vemos?-Scott se encogió de hombros-. Joder, hijo, algo querrás…
               -La nueva de Shailene Woodley-espetó de repente, y yo sonreí, puse los ojos en blanco e inicié sesión en mi cuenta. Tecleé en el buscador el nombre de la actriz, pero Scott puso el dedo en la pantalla.
               -¿No has visto Masterchef?
               Lo miré, torcí el gesto.
               -Me ponía triste verlo-expliqué, encogiéndome de hombros.
               -¿Por?
               -Siempre lo veíamos juntos-argumenté, encogiéndome un poco y pegándome instintivamente a él. Scott sonrió.
               -Yo los vi, precisamente porque siempre los veíamos juntos. Me hacía pensar que no nos habíamos peleado del todo-se mordió un poco el piercing, y me apeteció comérmelo con patatas.
               A Scott entero, no al piercing. No me van los tíos.
               -Pues tenemos plan-anuncié, pinchando en el icono del programa y yendo a los episodios. Elegí el que no había visto y me acurruqué más a Scott, que hizo lo propio y se pegó todavía más contra mí.
               Scott aguantó unos diez minutos, y luego, se tiró encima de mí y cerró los ojos.
               -Voy a dormir.
               -No vas a dormir.
               -Sí que voy a dormir.
               -Vale, tigre-repliqué, dándole una palmada en el culo. Él se giró y me miró.
               -¿Quieres fiesta?
               -Eres imbécil.
               Se dio la vuelta y metió la cabeza debajo de la almohada.
               -Scott.
               -Calla, que estoy intentando dormir.
               -¿Me das mimitos?
               -Vale-soltó a toda velocidad, se dio la vuelta y me pasó un brazo por el pecho, tiró de mí hasta ponerme de lado y se juntó a mí. Pegó su mejilla a la mía y me sopló en la oreja, porque era un hijo de puta que sabía cómo me ofendía ese comportamiento.
               Y nos quedamos así un rato, reequilibrando nuestras energías vitales, sincronizando los latidos de nuestros corazones.
               Me empezó a dar calor, pero como él no se movía, yo tampoco lo hice.
               Hasta que me pareció sospechosa su quietud.
               -S.
               -¿Mm?
               -¿No estarás jugando al Candy Crush?
               -¡¿No?!-ladró, ofendidísimo, echándose atrás para mirarme-. ¡Thomas! ¿Cómo puedes pensar eso?
               Alcé las cejas.
               -Scott.
               Él bajó un poco los hombros.
               -Es que tengo dos horas de vida ilimitadas-dijo con dignidad.
               -¡Vete a la puta mierda, Scott!-protesté, incorporándome y dándole un puñetazo en el hombro.
               -¡Mira!-replicó él, incorporándose como un resorte-. ¡Te juro que luego nos metemos mano, y nos damos besitos, y follamos, si es lo que quieres, pero ahora tengo que jugar! ¡Estoy atascado en el puto nivel 1432, y como que me llamo Scott que me lo voy a pasar!
               Me tumbé sobre mi espalda.
               -Haz lo que quieras-le dije, enfurruñado, porque Scott y yo somos un puto matrimonio que lleva 20 años juntos y que no se soporta y vive para hacerse de rabiar pero se quiere con locura, porque nos han hecho así-. Pero bájale el sonido a esa mierda.
               -¿Para qué? Si, cuando echen a Priscila, te vas a entrar igual.
               -¡No me destripes el puto programa!-grité, dándole otro golpe, al que él respondió con una risotada. Siguió jugando, pegado a mí, y estábamos bien porque teníamos las piernas entrelazadas y de vez en cuando nos tirábamos de los pelos de las piernas con los pies (porque no nos habrá parido la misma mujer, ni vendremos del mismo hombre, pero somos hermanos, y los hermanos viven para hacerse de rabiar mutuamente).
               Sentí un secreto placer cuando, casi al final del capítulo, bloqueó su teléfono y lo tiró en la mesilla de noche, se frotó los ojos y exhaló un profundo bufido.
               -¿Qué tal el nivel?-inquirí. Scott se pasó la lengua por las muelas, sin mirarme. Tenía los ojos fijos en la pantalla del ordenador-. ¿Cuántos has avanzado?
               -No me busques, Thomas, porque te prometo que me encuentras.
               -¿Qué pasa?-insistí, haciéndome el inocente-. ¿No lo has superado?
               Me lanzó una mirada envenenada.
               -No busques camorra, puede que no estés preparado para combatirla.
               -¡Vaya por dios! ¿Cómo era eso que habías dicho-me froté la barbilla-… algo sobre tu nombre?
               -Me tienes hasta el rabo.
               -¿Mm? ¡Ah, ya lo recuerdo! ¡ “Yo este nivel me lo paso hoy, como que me llamo Scott”! Quizá no te llames Scott…
               Scott sonrió.
               -¿Cómo me llamo entonces, Thomas?
               -Quizá… después de todo… deberíamos llamarte…
               -Te juro por dios que, como te atrevas a…
               -Yasser-concluí. Scott sonrió, malévolo.
               -Me follo a tu hermana cada vez que se me presenta la ocasión.
               Parpadeé.
               -¿Y grita tu nombre? ¿O te llama Yasser?
               -¡Se acabó!-ladró, me dio una patada, tirándome al suelo, haciendo peligrar la integridad de su ordenador, pero cuando eres hijo de Zayn Malik, la integridad de tu ordenador no te preocupa tanto-. ¡Vete a dormir al puto sofá!-le arranqué la manta de la cama, me la puse de capa y salí, muy digno, de su habitación.
               No había llegado a las escaleras cuando Scott abrió la puerta.
               -Ven-exigió.
               -No te oigo, Yasser.
               -No me llames Yasser. O te comes mi puño. Ven a la cama-exigió.
               -¡Bueno! ¡Esos aires, Yasser!-Scott se mordió la cara interna de la mejilla-. ¿Son esas formas de pedirle a alguien que duerma contigo?
               -Te voy a dar tal hostia que te voy a cambiar de dimensión. Ven a la puta cama. Ahora.
               -¿A hacer travesuras?-aleteé con las pestañas.
               -Todo es negociable-sonrió él, haciéndose a un lado. Le tiré un beso cuando entré en la habitación, y acaricié la cama a mi lado, seductor, mientras cerraba la puerta-. Estás mal de la cabeza.
               -Puede, pero me adoras-repliqué, colocando bien la manta y cogiendo el ordenador.
               -Eso es lo que tú te crees, para que así me tengas mantenido y bien cebado-sonrió, pellizcándome la mejilla. Se tiró a mi lado y se quedó mirando la pantalla del ordenador, aburrido.
               -¿Quieres que te mande una vidita, Yasser?
               Scott se frotó la cara.
               -Voy a terminar apuñalándote en el ojo, Tommy, te lo digo en serio. ¿A quién mataría yo para merecer semejante castigo?
               Y los dos nos echamos a reír, porque eso era lo que decía mi madre cuando le amargábamos mucho la vida.
               Y porque los dos sabíamos que Scott no era un castigo para mí, igual que yo no lo era para él. Sino, más bien, al contrario.

               El mejor regalo de mi vida, me lo habían hecho seis meses antes de nacer.

Te recuerdo que puedes hacerte con una copia de Chasing the stars en papel (por cada libro que venda, plantaré un árbol, ¡cuidemos al planeta!🌍); si también me dejas una reseña en Goodreads, te estaré súper agradecida.😍

8 comentarios:

  1. MIRA VIVA SCOMMY Y VIVA ELEONOR Y VIVA ALEC PERO SOBRETODO QUE VIVA SCOMMY PORQUE NO HE VISTO AMISTAD MÁS BONITA EN MI VIDA
    "Porque ver que nuestros amigos se peleaban nos confirmaba lo que ya sospechábamos: que nuestro grupo era una galaxia cuyo centro éramos nosotros dos, un complicado sistema solar con dos estrellas en el centro alrededor de las cuales giraban los demás. Si una estrella desaparecía, la otra se volvía loca y no podía continuar con su papel de sostén de todo el conjunto, y el sistema se caía por su propio peso. Menos mal que ni Scott ni yo nos habíamos acabado apagando. Un meteorito inmenso llamado Alec Whitelaw había conseguido que una de las estrellas, la más joven, recuperara su llama justo cuando su incandescencia se apagaba."
    Es que me encanta la relación que tienen, ya no solo entre ellos sino con el grupo entero y ese párrafo ha sido precioso y bueno MADRE MIA ALEC LLORANDO AL VER COMO ESTABAN BIEN POR FIN TÍA ES QUE VIVO PARA LEER MOMENTOS ASÍ NECESITO MÁS MOMENTOS DE ESTE BIZCOCHO Y SABER MÁS DE ÉL PORQUE VOY A EXPLOSIONAR

    El momento de Tommy no queriendo que Scott se fuera ni siquiera a buscar una sudadera (puta ama Sabrae) porque el mero hecho de que saliera por la puerta era demasiado…. Cómo se quieren y qué bonitos son… "El mejor regalo de mi vida, me lo habían hecho seis meses antes de nacer."

    PD: Eleonor y Tommy son hermanos goals, me encanta la relación que tienen y cómo por fin se han reconciliado del todo en este capítulo, me encantaría leer más de ellos dos juntos

    UN BESAZOOOOOOOOO

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    1. VIVAN TODOS HOMBRE YA TOTALMENTE DE ACUERDO CONTIGO TÍA.
      Me alegro mucho de que te haya gustado ese párrafo, ay, cuando lo escribí sinceramente me quedé muy satisfecha porque es que son TAL CUAL, cómo se notan las influencias del libro que estaba leyendo ayer.
      BUF ALEC LLORANDO ES QUE DE VERDAD YA LO VERÉIS EN EL SPINOFF POR FAVOR QUÉ ILUSIÓN ME HACE QUE LO DESCUBRÁIS
      y buENO el momento sudadera y la última frase o sea tommy por favor puedes estar más ENAMORADO de scott la respuesta es NO
      PD: tendré en cuenta tu petición cosa linda, la verdad es que no había pensado en acercarlos mucho pero ahora que lo dices, y dado que son hermanos, parece lógico que tengan más momentos juntos, ¡tomo nota!
      UN BESOTE ❤

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  2. ME MUERO DE AMOOOOOOOR
    ¿ACASO NO SON LOS SERES MÁS BELLOS DEL MUNDO Y LOS MEJORSS NOVIOS QUE HAYAMOS VISTO ALGUNA VEZ EN NUESTRA VIDA? PUES SI QUE LO SON
    En momento como estos me doy cuenta que Scommy tiene mejor vida amorosa que yo...Y NO ME IMPORTA PORQUE ELLOS SON TODO LO QUE YO PUEDO NECESITAR

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    1. SON TAN HERMOSOS ARI QUIERO MANDARLOS A UN MUSEO OJALÁ EXISTIERAN DE VERDAD QUIERO SER LA MADRINA DE SU BODA :(((( ESTOY TAN TRISTE :((((( LES AMO
      No pasa nada, tienen más amor del que yo voy a encontrar en mi vida, pero me conformo con imaginarlos (y creo que hasta salgo ganando)

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  3. AYYYY QUE ME MUERO PERO CÓMO SON TAN BONITOS
    HE LLORADO CON ALEC Y ELEANOR POBRECITOS POR DIOS LO QUE HAN SUFRIDO
    Y scott y tommy super cuquis menos mal que vuelven a estar así porque ya no aguantaba más sin ellos

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    1. AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAY BARBARA SON DE LINDOS LES QUIERO BESAR
      Alec y Eleanor las AUTÉNTICAS VÍCTIMAS de esta pelea, rip su tranquilidad vital
      BUAH ya los verás al día siguiente dándose abrazándose y besándose y dándose mimos SON NOVIOS POR DIOS.

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  4. He disfrutado muchísimo con este capítulo de Scommy siendo una pareja casadísima ❤
    Alec llorando, más tierno y no nace es un algodoncito de azúcar este hombre. Bien se merecen ser felices él y Eleanor que también han sufrido mucho durante la pelea ❤

    - Ana

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    1. Ay Ana de verdad, te como la cara después de comérsela a ellos, están tan enamorados que ME DUELE Y TODO, qué bonitos son.
      Alec postulándose como Míster Bizcocho 2017, confirmamos que éste va a ser su año.
      ¿Podemos apreciar, por favor, cómo Eleanor va a estar con sus dos chicos favoritos en el mundo (su hermano y su novio) y va a ser la criatura más feliz del universo? PORQUE ESTOY ENTUSIASMADA.

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