Es curioso cómo funcionan las cosas del corazón. Decimos
que queremos que algo se acabe y luego lo echamos de menos a rabiar. No sabemos
vivir sin ello. No sabemos vivir con ello.
Inventamos escenarios para evadirnos de nuestra realidad,
adornamos nuestra vida con situaciones que no existen. Creamos personas de la
nada para llenar vacíos, y cuando nos toca despedirnos de ellas, el hueco que
dejan no es hueco, sino abismo.
Escribimos historias para evadirnos de la realidad. Llenamos
el silencio de palabras, pero cuando las palabras se acaban, los dedos se
atrofian por el frío, la boca se seca, la lengua deja de moverse o la tinta se
agota y ya no puede trazar nada más, el silencio que deviene a continuación es
aterrador.
Nos descubrimos sumidos en ensoñaciones. En el bus, al
cocinar, antes de irnos a la cama, debajo de las sábanas, a punto de dormir. Nos
acurrucamos en silencio, en soledad, esperando a que el frío nos venza. Una mano
se cierne sobre nosotros, nos acaricia la cintura; unos labios se posan en
nuestra nuca y nos dan las buenas noches.
Estamos acompañados incluso cuando no están allí. Les escuchamos
hablar incluso cuando no tienen voz. Se ríen por chistes que nadie ha contado y
cosas que nunca, nadie ha hecho.
Las personas que nos quedan nos decepcionan. Porque no
son tan fieles como el personaje que te inventaste. No se sientan a tu lado en
el sofá ni te consuelan cuando estás triste, tu estado de ánimo no les afecta,
no dejan de ver el mundo de color azul sólo porque las nubes se hayan cernido
sobre tu cabeza. Están ocupados, no como ellos. Tienen otra vida, no como
ellos. Tienen más obligaciones, tienen necesidades, no viven en tu casa, como
viven ellos, ni te acompañan a cualquier sitio que vayas; porque no hay dinero,
porque no hay tiempo, porque no hay ganas, tres cosas que les sobran a tus
personajes.
Y los primeros te condenan al vacío cuando se marchan, te
dejan con una sensación de frío y soledad que siempre estuvo ahí, pero ahora está
aumentada, porque conoces la amistad, la lealtad, la bondad y el sacrificio,
conoces el calor de unos abrazos que has descrito con tanto detalle que incluso
los sentiste tú. Conoces el sabor de unos labios que nunca has besado, los
matices de una mirada con la que nunca te has cruzado o la melodía de una risa
que nunca han oído tus oídos.
Y deberías odiarlos, deberías dejarles marchar,
olvidarlos, encerrarlos en un cajón, desterrarlos para siempre, pero no puedes.
Vas a quererles más.
Vas a suplicarles que vuelan.
Les escribirás una y otra vez, en miles de ocasiones, en
diferentes escenarios, les darás voz cuando no te planteaste que la tuvieran en
el poco tiempo que tuvisteis juntos.
Abrirás el cajón.
Cruzarás el mar que pusiste entre vosotros.
Escribir es la cosa más solitaria del mundo, y, a la vez,
la que más compañía te trae.
Porque, ¿quién sabe las cosas que te depararán las
teclas, el papel? Incluso un cohete que se aleja de la Tierra puede perseguir
las estrellas.
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Imagen por Brandon Woelfel |
Así es exactamente como me siento yo deps de que todo esto acabara, vacía, me falta algo, pero por otro lado me alegra haber conocido a esos personajes y que formen parte mi y de mi vida. Mil gracias Erika💗
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