miércoles, 15 de noviembre de 2017

La soledad de una mente abarrotada.

Es curioso cómo funcionan las cosas del corazón. Decimos que queremos que algo se acabe y luego lo echamos de menos a rabiar. No sabemos vivir sin ello. No sabemos vivir con ello.
Inventamos escenarios para evadirnos de nuestra realidad, adornamos nuestra vida con situaciones que no existen. Creamos personas de la nada para llenar vacíos, y cuando nos toca despedirnos de ellas, el hueco que dejan no es hueco, sino abismo.
Escribimos historias para evadirnos de la realidad. Llenamos el silencio de palabras, pero cuando las palabras se acaban, los dedos se atrofian por el frío, la boca se seca, la lengua deja de moverse o la tinta se agota y ya no puede trazar nada más, el silencio que deviene a continuación es aterrador.
Nos descubrimos sumidos en ensoñaciones. En el bus, al cocinar, antes de irnos a la cama, debajo de las sábanas, a punto de dormir. Nos acurrucamos en silencio, en soledad, esperando a que el frío nos venza. Una mano se cierne sobre nosotros, nos acaricia la cintura; unos labios se posan en nuestra nuca y nos dan las buenas noches.
Estamos acompañados incluso cuando no están allí. Les escuchamos hablar incluso cuando no tienen voz. Se ríen por chistes que nadie ha contado y cosas que nunca, nadie ha hecho.
Las personas que nos quedan nos decepcionan. Porque no son tan fieles como el personaje que te inventaste. No se sientan a tu lado en el sofá ni te consuelan cuando estás triste, tu estado de ánimo no les afecta, no dejan de ver el mundo de color azul sólo porque las nubes se hayan cernido sobre tu cabeza. Están ocupados, no como ellos. Tienen otra vida, no como ellos. Tienen más obligaciones, tienen necesidades, no viven en tu casa, como viven ellos, ni te acompañan a cualquier sitio que vayas; porque no hay dinero, porque no hay tiempo, porque no hay ganas, tres cosas que les sobran a tus personajes.
Y los primeros te condenan al vacío cuando se marchan, te dejan con una sensación de frío y soledad que siempre estuvo ahí, pero ahora está aumentada, porque conoces la amistad, la lealtad, la bondad y el sacrificio, conoces el calor de unos abrazos que has descrito con tanto detalle que incluso los sentiste tú. Conoces el sabor de unos labios que nunca has besado, los matices de una mirada con la que nunca te has cruzado o la melodía de una risa que nunca han oído tus oídos.
Y deberías odiarlos, deberías dejarles marchar, olvidarlos, encerrarlos en un cajón, desterrarlos para siempre, pero no puedes.
Vas a quererles más.
Vas a suplicarles que vuelan.
Les escribirás una y otra vez, en miles de ocasiones, en diferentes escenarios, les darás voz cuando no te planteaste que la tuvieran en el poco tiempo que tuvisteis juntos.
Abrirás el cajón.
Cruzarás el mar que pusiste entre vosotros.
Escribir es la cosa más solitaria del mundo, y, a la vez, la que más compañía te trae.

Porque, ¿quién sabe las cosas que te depararán las teclas, el papel? Incluso un cohete que se aleja de la Tierra puede perseguir las estrellas. 
Imagen por Brandon Woelfel

1 comentario:

  1. Así es exactamente como me siento yo deps de que todo esto acabara, vacía, me falta algo, pero por otro lado me alegra haber conocido a esos personajes y que formen parte mi y de mi vida. Mil gracias Erika💗

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